Con Aitor

Mi primo Aitor vino a pasar vacaciones y nos pasamos las mejores vacaciones de nuestras vidas.

Mi primo Aitor había venido de vacaciones a casa de mi abuela, donde estábamos mi madre y mi hermana pasando también unos día. Como yo tenía una hermana y él otra se decidió que Aitor y yo dormiríamos juntos en el mismo dormitorio.

Aitor era un chavalote de 14 ó 15 años, de esos adolescentes a los que les sale la virilidad por todos los poros. Era alto, para su edad, y aunque un poco desgarbado, tenía unos labios gruesos, como de árabe, una pelusilla en la barba y en el bigote y unos ojos negros de mirada profunda. Su voz, que a esa edad suele verse quebrada por gallos incontrolados, en esta criatura era grave y serena.Y el paquete que yo podía verle cada mañana era juguetón y grandioso.

En una familia conservadora como la nuestra, ambos, Aitor y yo estábamos educados en colegios de curas y no habíamos tenido ninguna experiencia sexual compartida.

Debo añadir que yo era dos años mayor que mi primo.

Un día fuimos de excursión a un pueblo cercano a la frontera donde estuvimos toda la tarde en una playa, con otro amigo de nuestra misma edad. Cuando llegó el momento de volver a casa, ya de noche, tomamos un tren de cercanías. Pero nos equivocamos y cogimos un tren que iba en dirección contraría a la nuestra. Cuando nos dimos cuenta, bajamos y preguntamos por el próximo tren; nos informaron de que hasta cuatro horas más tarde no aparecía, pues era domingo. Llamamos a casa para que no se preocuparan.

En esta parte de la península hace frío por la noche y nosotros llevábamos la rompa húmeda. Nos metimos en un cuartucho de la estación, porque en la sala de espera estaba todo abierto y hacía mucha corriente. Allí los tres acurrucados. Mi primo y yo nos abrazamos para quitarnos mutuamente el frío. El amigo, delante de nosotros se quedó medio dormido.

Al tener a mi primo entre los brazos me puse cachondo. Como he dicho no había tenido experiencias compartidas, y ahora, tener aquel cuerpo entre mis brazos me excitaba un montón, pero no me atrevía a decirle nada a Aitor. Solamente le abrazaba.

Me hice un poco el dormido y dejé caer mi brazo sobre sus muslos. Entreabrí los ojos y vi mi antebrazo rozando un poco el bulto de su paquete. Apreté un poco el brazo. Me quedé muy quieto y pude notar ciertos latidos. Pero nada era seguro. Volví a dejar caer el brazo y esta vez lo apoyé sin pudor sobre su paquete: efectivamente estaba emplamado. Le frote delicadamente el bulto con mi brazo. Aitor me apretó en sus brazos.

Pero nuestro amigo se despertó y nos dijo que teníamos que volver a la estación porque era hora de volver a casa.

Cuando llegamos a casa, nuestras madres nos dijeron que al día siguiente no saldríamos de casa y que como era muy tarde nos fuéramos a la cama de inmediato, y así lo hicimos.

Nos echamos a la cama en calzoncillos Y en cuanto nos acostamos nos acurrucamos uno junto al otro. Estuvimos un rato quietos. Yo le acerqué los labios y le dí un beso.

Instintivamente abrió la boca y paseé la lengua por su lengua. Con la mano le acariciaba la barbilla y las tetillas. Ya tenía un montón de vello en el torax y yo le mordí los pezoncillos. Me incorporé para verle el cuerpo entero. La polla se le escapaba por la pernera del calzoncillos. Yo no sabía por donde empezar. Le comencé a lamer el cuello, las tetas, el estómago, baje por los pelillos que marcaban la senda hasta el ombligo y allí me entretuve. Él se dejaba hacer , no se movía. Me puse de rodillas y con mi culo hacia su cara le comencé a lamer la polla. Le bajé el prepucio, y le daba lamidas suaves por el glande. Él tímidamente me hacía cosquillas por los glúteos, primero y poco a poco me cogió la verga. Yo se la acerqué a la boca y pedí que me la chupara. No tardamos mucho, se corrió en mi boca y yo en la suya. Luego nos acostamos unos sobre el otro y caímos derrotados.

Pero pronto notamos que nuestros nabos pedían entusiasmo. Yo me apoyaba sobre él y tenía mi brazo en su huevos. Note la barra de hierro otra vez levantándose. Lubricándole con mi saliva le pajeaba. Pero me puse sentado en su vientre y me enfilé su polla por el agujero de mi culo. Apreté los labios para aguantar el dolor, pero poco a poco fui bombeando y notaba aquella carne en mi ojete y un placer tan tremendo que explotaba.

Aitor se volvía loco, subía y bajaba sin freno, yo notaba el roce de su polla en mi interior, la cama hacía ruido, como si protestasen los muelles, y no hacíamos caso a que nuestra familia pudiera despertarse –no lo hicieron, seguimos dándole. Él me cogía lapolla y me hacía la paja más sublime que podía ansiar. Por primera vez notaba el gusto doble de la polla y el culo. Le peí que parara, pero no podía. Dos chorros de semen, él dentro de mí ,y yo sobre su pecho fue el final de aquella corta batalla y el comienzo de un verano que tenía su continuidad en las duchas de la playa, en el agua cuando no bañábamos o en cualquier ocasión.

Poco a poco mi primo Aitor se fue haciendo mayor y volvíamos a vernos cada verano. Una vez se echó una novia y le pregunté si le gustaba más con ella que conmigo.

-Es distinto –me contestó. Y no pienso abandonar las buenas costumbres.

Si os agradó el cuento mándenme algún email, contestaré.