Compulsiva

Una mujer le enseña a su amiga como masturbarse y acaban en algo más, algo que una de ellas no olvidará jamás y la llevará a la masturbación compulsiva.

La noche iba de maravilla. Pamela y Hayley llevaban juntas desde las seis de la tarde, las dos habían quedado para recordar esas tardes durante la adolescencia en las que se quedaban a dormir en casa de la otra. Comerían palomitas y dulces, verían alguna película y cotillearían como marujas toda la noche. Era el plan perfecto.

Cuando pasó la tarde y llegaron las altas horas de la madrugada ambas estaban un poco tocadas por el alcohol.

—Tía, siempre me he quedado con ganas de aprender a masturbarme… Nunca lo he hecho porque mi familia era muy cerrada con eso. —Las risas inundaron la habitación ante la confesión de Hayley.

—¿Cómo no vas a haberlo hecho? —Pamela no podía contener la risa mientras hablaba, pero al ver como su amiga negaba aún riéndose se puso seria de golpe —. Esperate que ahora mismo te enseño.

Pam se acercó lentamente a su amiga mientras le bajaba despacio los pantalones del pijama que llevaba.

—Pam, para, estas muy borracha…—Al callarse se mordió el labio mientras veía como su amiga seguía bajando la ropa, llevaba deseando probar como sería estar con una mujer toda su vida, pero solo se había atrevido a tener cosas con hombres por miedo a ser rechazada.

—Ven aquí… —Llevó los dedos temblorosos de Hayley a sus labios para lamerlos despacio y después dirigir esa mano a la cálida entrepierna que jamás había sido masturbada.

La boca de Pam había quedado húmeda por haber lamido los dedos de su amiga, atrapando la mirada de esta última, que soltó un suspiro al sentir sus propios dedos rozándole el clítoris.

Empezó a moverlos lentamente mientras Pam se acercaba a su pecho para morderlo y besarlo por encima de la camiseta que usaba en el pijama, arrancándole algún gemido por el placer que estaba recibiendo.

La noche fue pasando lentamente, Hayley se mantenía únicamente dándose placer a si misma mientras Pam se centraba en demostrarle diversas maneras de sentir placer. Succionaba, mordía, lamía y besaba. Ayudaba a su amiga cada vez que se detenía por sentir más placer de lo normal, no dejando que bajase el ritmo de como se masturbaba o masturbandola ella para que finalmente acabase en un placentero orgasmo.

Poco después de eso ambas cayeron rendidas en la cama, pero por la mañana solo una de ellas recordaba lo sucedido mientras que la otra tenía una resaca importante.

Cuando se despidieron Hayley se preparó para coger el tren que la llevaría a su nuevo hogar. No iban a volver a verse en mucho tiempo, y eso la alegraba y entristecía a partes iguales. No iba a tener que enfrentarse a lo que había pasado la noche anterior, pero le había gustado tanto que quería repetirlo.

Una vez en el tren sonrió más calmada, pero al cerrar los ojos para intentar coger el sueño y que el viaje se le hiciera más corto recordó con claridad como Pam se entretenía jugando con sus pechos, mordiéndolos o lamiéndolos, apretándolos y pellizcando para estirar de ellos.

Abrió los ojos de golpe con la respiración algo agitada, buscó con la mirada la señalización del baño y se levantó para ir. Una vez dentro cerró la puerta y los dos pestillos que había en la misma para abrirse los pantalones y meter la mano sin esperar más. Mientras se acariciaba el clítoris despacio se llevó la otra mano de manera casi inconsciente al pecho, retorciéndose un poco por el placer y apoyando la espalda en la pared para no perder el equilibrio. Se acariciaba lentamente evocando las imágenes de la noche anterior, se chupó los dedos despacio imaginando que era Pam la que le daba tal placer y se acarició los pezones por debajo de la blusa con los dedos mojados para simular la cálida lengua de su amiga.

Antes de poder llegar al orgasmo un golpe en la puerta la desconcentró: alguien tenía prisa por entrar. Resopló cansada y con ganas de llegar al placer que había llegado la noche anterior, pero se peinó y colocó bien la ropa para acto seguido salir como si nada hubiera pasado.

Cuando llegó a la estación en la que hacía escala volvió a buscar un baño, llegando al orgasmo esa vez, pero sin quedarse saciada. En el siguiente tren se volvió a masturbar, de una forma un  poco más atrevida esta vez, usando la chaqueta para taparse como si fuera una manta y disimular así el placer que se estaba dando, mordiéndose el labio con disimulo para que nadie la escuchase gemir, deseando volver a estar con una mujer o un hombre que le diera el placer que su querida Pam le había dado unas horas atrás.