Compras Perturbadoras
La compra de un vestido lleva a Irene a una fantasía
Aunque el relato se puede leer por sí solo, recomiendo leer antes los capítulos anteriores:
La historia no ha terminado (Amistad, dolor... II)
Irene empieza a conocerse (Amistad, Dol... III)
Al oir la voz de Julián va a recibirle, olvidando la orden de esperarlo en la terraza. Él sí lo recuerda, pero lo pasa por alto al ver el entusiasmo y la alegría en su cara. Se deja abrazar y corresponde besándola apasionadamente.
Irene le pregunta por sus asuntos y él le responde con vaguedades pero serio. Posiblemente deba ir al pueblo la mañana siguiente.
Hacen planes para pasar el resto del día. Deciden ir a la playa y aunque con gusto Julián la llevaría desnuda como está le pide que se prepare y elige el bikini minúsculo que nada deja a la imaginación.
Salen y el bikini y el cuerpo de Irene poco quedan ocultos con el caftán que se ha puesto. Mientras esperan el ascensor aparecen los vecinos. Irene baja la cabeza abochornada y adivina las miradas que la atraviesan. Julián les saluda e intercambian alguna frase. Ya dentro del ascensor su cercanía incomoda a Irene y no sabe como esquivar los roces que propicia el escaso espacio.
Respira aliviada al salir y no se decide a contarle a Julián la conversación que escuchó y su exhibición ante ellos.
Caminan hasta la playa. Se dan un baño y caminan un rato. Julián disfruta de las miradas admirativas que despierta Irene más que de la arena y el calor. Se paran un rato en un chiringuito, bebida fresca y sombra.
Pronto Irene propone marcharse al ver que no es el lugar favorito de Julián, que acepta encantado.
Vuelta al hotel, ducha rápida, vestirse y a comer.
La oferta es amplia y no van muy lejos. Tardan poco en comer y vuelven a tomar el café en el apartamento.
Con el café y la comodidad del sofá les entra la pereza y terminan dormidos hombro con hombro.
Como de costumbre el primero en despertarse es Julián. Se despereza y acaricia distraídamente a Irene. Su primera respuesta es de rechazo para poder seguir durmiendo tranquila, aunque poco a poco las caricias cada vez más atrevidas la arrancan del sueño.
Se gira hacia él buscando su boca. Y ya despierta se sienta sobre Julián y lo besa mientras le desabrocha la camisa. Su boca abandona sus labios y desciende por su cuello hasta llegar a sus hombros, bajando hasta sus pezones y jugando con ellos. Julián cierra los ojos y se acomoda, dejándola hacer. Irene nota su respiración más agitada y se anima a continuar.
Baja lentamente hasta encontrar la barrera de su cinturón. Lo desabrocha y también el pantalón. Mete la mano hasta tocar la polla de Julián, dura y caliente. La acaricia con firmeza y nota en sus manos como se endurece más. Julián suspira, animandola a seguir.
Después de un breve beso Irene se deja resbalar sobre su pecho y arrastra su boca hasta dejarla delante de su polla. Sin dejar de acariciarla la acerca a sus labios. Un susurro de Julián la anima a seguir. Se abalanza sobre ella, con glotonería, llenándose la boca con ella, saboreándola. Juega con su lengua sobre ella, lamiéndola como si fuera un caramelo. Pasa su lengua de abajo a arriba, la mete hasta el fondo de la garganta mientras la presiona entre sus labios. Los gemidos de Julián van en aumento. Irene está arrodillada entre sus rodillas, la cabeza metida entre sus piernas, las manos de Julian sobre ella, guiando sus movimientos y su velocidad.
Cada vez más rápido y cada vez más húmeda y dura su polla, Irene no se detiene, aunque en algún momento se queda sin aire para respirar
Está atenta a las reacciones de Julián, cada estremecimiento y cada gemido.
Nota como aumenta su excitación y como trata de alargar el momento, conteniéndose. Cada vez le cuesta más resistirse y no tarda en dejar que su cuerpo se tense en cada espasmo. Irene sabe que no aguantará mucho y se esfuerza en complacerle. Pronto Julián clava las manos en su nuca y la empuja sobre él, clavándole la polla en la boca y liberándose se corre dentro de ella.
Irene resiste las arcadas y traga lentamente toda su leche. Cuando Julián libera su cabeza Irene toma una bocanada de aire y se deja caer a sus pies.
Tardan unos minutos en recuperarse. Julián la hace subir al sofá y se quedan en silencio hasta que oscurece. La pereza les hace dudar si salir, pero al final se deciden y sin prisa Julián elige la ropa de Irene.
No tardan en salir y al pasar por la recepción ven un anuncio para un baile benéfico la noche siguiente. Una puja por un baile entre las voluntarias que se ofrezcan. Insiste Julián para que Irene se apunte. Ella se niega, aunque ante su persistencia termina aceptando. Deja sus datos y salen. Buscan un sitio cerca para comer algo y después, ya más animados, Julián la arrastra hasta un club semioculto en una callejuela.
La entrada no deja adivinar mucho y una vez dentro encuentran una segunda puerta. Julián le avisa que es un club de intercambio de parejas, y que no se asuste que solo van a tomar una copa.
Un encargado les recibe y se ofrece a enseñarles el local. Julián lo rechaza, diciéndole que no es la primera vez que lo visita. Al oírlo Irene disimula como puede su sorpresa.
A primera vista a Irene le parece un pub como cualquier otro. Ambiente relajado y de luz suave, taburetes en la barra y algunas mesas. Música de fondo y el rumor de conversaciones. Casi se siente un poco decepcionada.
Se hacen un hueco en la barra. Mientras Julián pide las bebidas ella observa.
Mientras beben sienten miradas sobre ellos y algunos saludos. Julián no da pie a más conversación.
Al cabo de un rato le propone dar una vuelta.
La guía por el local hasta una escalera que les lleva a un amplio sótano.
Llegan a una pequeña pista de baile rodeada por mesas alrededor de largos sofás. La música se impone a las conversaciones y alguna pareja se mueve al compás con lentos y sensuales movimientos.
Alrededor de las mesas ve manos que exploran sin pudor otros cuerpos.
Pasan de largo y Julián le muestra de pasada unos vestuarios y unas taquillas. A continuación, un jacuzzi muy concurrido y varias habitaciones cerradas.
Siguen avanzando y en la siguiente sala una cama gigante ocupa casi todo el espacio. Sobre ella los cuerpos se entremezclan formando extrañas formas. Alrededor una corte de observadores no pierde detalle.
Se encuentran de nuevo junto a la pista. En el centro y ajenos a todo una mujer arrodillada lame la polla de su acompañante.
Irene y Julián han terminado su copa, y cuando Julián pregunta a Irene por tomar otra ella prefiere marcharse.
Caminan hacia el hotel haciendo planes para el día siguiente. Julián tendrá que irse y con suerte llegará a la hora de comer. Encarga a Irene comprar un vestido adecuado para el baile de la noche.
En el camino de vuelta Irene va procesando la visita. Nada le ha parecido especialmente escandaloso pero no cree que ese ambiente vaya con ella. Lo que más le ha sorprendido es que no fuese la primera visita de Julián. Le consume la curiosidad, aunque no se atreve a preguntarle.
Ya en el hotel se ponen cómodos y se tumban a oscuras. Julián le da instrucciones para el día siguiente y no tardan en dormirse.
Irene duerme hasta media mañana. Mientras toma el café se viste un bikini oscuro y el caftán. De camino a la piscina pasa por la cafetería y desayuna. Le cuesta encontrar un sitio a su gusto, un poco apartado del bullicio y con algo de sombra.
Al mediodía el calor le resulta insoportable. Se revuelve en la hamaca, sofocada, y al final se decide a darse un baño. Al incorporarse observa a sus vecinos contemplando el panorama femenino que les ofrece la piscina, incluida ella. Apartando de su mente el momento de la terraza se levanta y se mete bajo la ducha, dejando que el agua casi tibia le alivie un poco el calor. Entra a la piscina con rapidez y nada un poco. Al mirar alrededor ve a sus vecinos dirigirse también a la piscina. Cuando entran al agua ella se aleja y apoyada en el borde más apartado mira disimuladamente sus movimientos.
Sin prisa pero sin pausa se van acercando a ella. A media distancia la saludan y les corresponde con un gesto de cabeza.
Antes de que se de cuenta tiene uno a cada lado. La charla es inofensiva pero los ojos y algún comentario picante les delatan.
Se presentan como Fernando y Andrés. Irene termina por ablandarse y acaba riendo con sus bromas. Cuando se va la escoltan hasta la escalerilla y las manos de Fernando en la cintura le dan el empujón definitivo para salir.
Ya duchada y vestida sale a comer algo. Por comodidad vuelve a la cafetería y pide algo ligero. Los vecinos, que parecen estar en todas partes, la saludan desde su mesa.
La tarde calurosa y no conocer la ciudad la aturden. Camina sin sentido esperando encontrar una tienda adecuada. No tiene ni idea de lo que va a encontrar ni de lo que quiere comprar.
Entra en alguna, pero todo le parece demasiado informal o demasiado de señora.
Finalmente un escaparate llama su atención. Entra decidida y empieza a recorrer la tienda, parándose en algunas prendas. Un dependiente se acerca y le ofrece ayuda. Le enseña los vestidos que le han gustado y él añade un par más.
Empieza a probarse y a descartar: demasiado atrevido, demasiado formal, el color no le gusta... Le quedan dos y se los prueba una y otra vez.
El primero es negro, corto y con un escote desbocado que apenas sujetan dos finos tirantes. Deja a la vista el arranque de sus pechos y las piernas al completo. Cualquier movimiento dejaría a la vista sus bragas.
El segundo es amarillo pastel, por debajo de la rodilla, ajustado al cuerpo, tirante ancho y una abertura hasta la cadera. Cada costura va rodeada de un borde transparente, que convierte el vestido sencillo en uno atrevido y con un punto transgresor. Le sienta como un guante, realzando cada curva de su cuerpo.
Irene se ve guapa con él, elegante y sexy al mismo tiempo. Le molesta que se vea la ropa interior a través de las transparencias y le parece demasiado largo.
Indecisa, se asoma y llama al dependiente. La pareja que está en el probador de al lado la observan con admiración. Mientras ella sigue con sus pruebas el acompañante alaba la elección de Irene.
Se acerca su asesor y asiente con la cabeza. Irene le explica sus dudas y él desaparece unos minutos. Regresa con una tijera y unos alfileres.
Se arrodilla y le sube el bajo hasta la cadera, el roce de sus manos es constante mientras sujeta la tela y para ayudarse mejor apoya una mano sobre las nalgas, acariciándolas distraídamente. El resultado parece demasiado corto a Irene y le pide que lo deje por encima de la rodilla. Se repite el toqueteo mientras recoloca los alfileres. El segundo problema tiene una única solución. La empuja dentro del probador y le baja los tirantes, le quita el sujetador y antes de subir el vestido pasa las manos por sus pechos, queriendo colocarlos. Los pezones de Irene reaccionan al roce y se endurecen. Al ver a través del espejo la mirada del de al lado se ruboriza.
El asesor recoloca con maestría los tirantes y le sube la falda hasta la cintura. Con movimiento rápido le baja las bragas hasta los tobillos. Cuando le coloca de nuevo el vestido Irene nota unos roces del todo innecesarios.
La hace salir al pasillo y mirarse en otro espejo. Le gusta lo que ve. Los dos hombres la observan con un brillo malicioso en los ojos.
Irene observa la abultada entrepierna de los dos y sonríe. Da una vuelta sobre sí misma, divertida, y vuelve al probador. Ha elegido ya que vestido llevarse.
Cuando trata de quitárselo con cuidado se fija en la etiqueta. El precio es desorbitado a pesar de lo bonito que es. No se atreve a comprarlo y no sabe como decírselo al dependiente. Se le ocurre una manera y le llama. Le pide ayuda para quitárselo sin que se muevan los alfileres y mientras le pregunta por el tiempo que tardarán en arreglarlo. Cuando le responde que un par de días sonríe aliviada. Y le confiesa que lo necesita para esa misma noche y que tendrá que buscar otra cosa. Le ofrece hablar con la modista por si pudiese tenerlo listo en unas horas.
Irene le frena y termina admitiendo que es demasiado caro para su presupuesto. Con cierto descaro se atreve a pedirle un descuento.
En el estrecho probador, sin apenas distancia entre ellos, el hombre continúa con cuidado hasta quitarle el vestido y colgarlo cuidadosamente. Irene está desnuda ante él. Nota las manos en sus caderas, atrayéndola hacia él, hasta que los cuerpos están pegados.
-Quizá se podría arreglar de alguna forma- le susurra al oído.
Sus manos están ya sujetando su culo con fuerza, pasando un dedo entre sus nalgas. Se aparta ligeramente y le muerde los pezones. Irene pega su cuerpo a él gimiendo. La boca va bajando y se detiene a jugar en su estómago. Sigue descendiendo buscando su coño. Le abre las piernas y busca su coño, húmedo y caliente. La lengua jugando con su clítoris, lamiendo con fuerza, le arranca un grito de placer. Le deja hacer y cuando está a punto de correrse él se levanta. Se desabrocha el pantalón y saca su polla. Arrodilla a Irene y se la pone delante de la boca. La deja jugando entre sus labios, Irene moviendo la cabeza tratando de atraparla.
Con sus movimientos la cortina se ha abierto un poco más y en el pasillo unos ojos no pierden detalle.
Cansado del juego le mete la polla hasta el fondo de la garganta y le folla la boca. Cada vez más dura y más húmeda parece que vaya a explotar en cualquier momento.
Cuando ya no aguanta más la levanta y se la clava en el coño. Se desliza y la acoge siguiendo sus movimientos. En unos minutos los dos se corren entre gemidos silenciados.
Se visten en silencio y salen bajo la atenta mirada de su observador. Irene paga el vestido con una sustanciosa rebaja y quedan en entregarlo en el hotel.
Julián aparece poco después de llegar Irene. Mientras Irene empieza a arreglarse él se mete en la ducha y cuando sale parece que se ha recuperado del cansancio. Prepara unos gin-tonics y cuando llega el vestido alaba el buen gusto de Irene.
Y cuando asoma con él puesto no da crédito a lo que ve. Es imposible que lleve nada debajo de ese vestido. Había pensado alterarla un poco quitándole algo de ropa y ha perdido la oportunidad.
Se van a cenar temprano y dan un paseo antes de acudir al baile.
Gracias a todos los que me han animado con sus comentarios.
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