Comprando un sujetador

Puede ocurrir en cualquier momento. Una madura, necesitada, comprando lencería. Un joven dependiente, que está a todo lo que le cae.

COMPRANDO UN SUJETADOR

Pablo, o Pablito como le siguen diciendo sus allegados, ha cumplido recientemente los 18 años.   Ahora, en estos días de verano, se ha quedado a cargo de la tienda de la madre.  La madre y la hermana mayor de Pablito,  tienen un negocio de lencería.

Pablito no es un buen estudiante. Le cuesta bastante superar los cursos, es algo golfillo y mujeriego.  A él le gusta más la tienda de la madre, andar por allí enseñando sujetadores y bragas a las señoras o jovencitas.  Tiene buen talante, es extrovertido, simpático… Cae bien a las clientas y casi siempre les vende algo.

Habitualmente ayuda a la madre y a la hermana en los fines de semana, colocando mercancía, catalogando, haciendo inventario.  La tienda marcha bien, tienen muchas existencias tanto para señoras, tallas grandes, como pequeñas para las jovencitas.

Esa mañana del mes de agosto, plena canícula, la ciudad está medio vacía por las vacaciones.  Hay pocas clientas y la madre y la hermana aprovechan para irse una semana a la playa y descansar.  Pablo se queda encantado a cargo del negocio.  Falta poco para la hora de cerrar y Pablito está colocando la mercancía que acaba de llegar, cuando entra la Sra. Lucía, es clienta habitual y ambos se conocen bien.

-    Buenos días, Sra. Lucía..¿que tal?.

-    Bien, Pablito, bien.  ¿No está tu mamá?.

-    No. Se han ido mi madre y mi hermana unos días a la playa hasta el lunes.  ¿Quería vd. algo?

-    Sí, bueno.  Necesito ver algún sujetador, ya sabes… talla grande.

Lucía es una Sra. de cincuenta y tantos años.  Una morena aún atractiva, alta,  fornida. Se arregla bien y le gusta ir vestida elegante.  Destacan en su fisonomía dos enormes pechos que sobresalen desafiantes.

-    ¿Qué talla era la suya…?

-    Ahora me pongo una 130, con la copa grande. Aunque he cogido algún kilo y enseguida se me arriman al pecho y al culo…ajajaa. Qué pena hijo…

-    ¿Qué tipo de prenda le saco?. Ya sabe vd. que tenemos mucha variedad.

-    Bueno, de momento el sujetador clásico,  cómodo,  el de siempre, el de Sra. mayor…ajajaa

-    Vd. no es mayor, Sra. Lucía, está vd. estupenda…

-    Jajajaja… mira que eres adulador,  Pablito… que bien tratas a la clientela.

Pablito elige entre las existencias un sujetador poco sexy, pero cómodo. Color tipo piel, de enormes copas y grandes refuerzos.

-    Pase vd. al probador, Lucía, a ver que tal.

La Sra. entra al probador y Pablo corre la cortina.  Espera unos minutos a que  se vaya colocando la prenda.  Al cabo de poco, se acerca y pregunta desde fuera.

-    ¿ Qué tal, Lucía?.

-    Bueno, no sé….uuffffff. Algo estrecho,  además,  me resulta algo feo, parezco una vieja… Anda, pasa y me das tu opinión..

Pablo descorre la cortina y entra en el probador.  La madura está en sujetador, mirándose en el espejo.  La prenda es grande y a pesar de ello buena parte de los senos sobresalen por arriba, en una abundancia de carnes realmente sorprendente.

Pablo observa con mirada de especialista.

-    Efectivamente, Lucía, no te queda muy sexy. Además una pizquita estrecho, se te marca demasiado.

-    Y te decía yo, Pablo, que había engordado un poco.  ¿Qué más tienes por ahí?.

-    Ahora te saco algo, una talla algo mayor y más bonito.

-    Espera, llévate ya este, para que lo guardes.

Pablito, prudente, se aparta algo, pero  la mujer se desabrocha el sujetador con toda naturalidad, lo retira y se lo entrega al chico, mientras hace un gesto de cubrirse un poco los pechos con los brazos. Pero por todos sitios las tetas de la mujer se desbordan, por los lados, por abajo…

-    Vale, bien, ahora vuelvo, Lucía.

-    Te espero. Me quedo así, para probarme los otros que traigas.

En pocos minutos regresa Pablo, que trae dos o tres sujetadores más.  Primero le entrega a Lucía uno de color negro, con otro diseño más estético, y con un tejido de florecitas en las copas que quedan muy bien sobre el fondo negro.

-    Lucía, verás que bien te queda.  Es más elegante, podrás utilizarlo con algún vestido con escote. Es también cómodo y las copas un poquito más grandes.

-    Vamos a ver, tú entiendes bien. Ayúdame a ponérmelo…

La mujer separa los brazos de los pechos que quedan desnudos a la vista en su totalidad.  Senos grandes, gruesos, rellenos, que cuelgan poderosos.

-    No te importará, Pablo… ¿No creo que te asustes de ver una Sra. de mi edad en tetas, verdad?

-    No, no, tranquila Lucía.

Pablo, que ya se ha follado a bastantes chicas de su edad, no tiene experiencia con maduras, aunque siempre le han atraído. Ahora despacio, mientras saca el sujetador de su caja, observa  y se deleita con esos enormes pechos.  Le atraen sobre todo las enormes aréolas, que no suelen tener las chicas jóvenes.   Antes de irle colocando la prenda a Lucía,  piensa si será oportuno algún atrevimiento. Al final se decide.  Le echa una mano a uno de los pechos, lo aprieta un poco, lo levanta como sopesándolo.

-    La verdad, Lucía, es que son unas tetas descomunales, ufffff.

Se sorprende gratamente al ver que la mujer para nada le rechaza.

-    Jajajaja…demasiado grandes, no veas que peso. Pero bueno… Ya me he acostumbrado.  Seguro que las chicas de tu edad las tienen más bonitas y firmes.

-    Bueno, depende.  A mi me gustan las tetas así, grandes…. Con estos pezones que nunca había visto.

Pablo le ayuda ahora a ponerse la prenda. Lucía parece otra con el sujetador que ha elegido el chico.

-    Cierto que queda bonito… Es una prenda para lucir.  Para que me la pusiera y al rato un amigo me la quitara…ajajaa.

-    Bueno, Lucía, a tu  marido le encantará…

-    ¿Mi marido?…Uuffffffffffff, el pobre, está él como para trotes…Hace años que ni me mira.

Pablo conoce el problema del marido de Lucía. Un pobre alcohólico de hace años, al que los problemas de salud le van ya pasando factura.

Pablo sigue ajustando el sujetador sobre el cuerpo de la mujer.  Lo abrocha adecuadamente, coloca y tensa los tirantes. Incluso mete las manos bajo las copas para poner el pecho en su sitio. Mientras lo hace,  las manos acarician la espalda, los hombros y los pechos.  Ella se deja hacer encantada.

-    Qué bien me sienta este suje, Pablo… Que buen gusto tienes.   Y sobre todo con tus atenciones me siento una reina, hijo.

-    Me alegro, Lucía.  A mí también me encanta atenderte bien y te encuentro realmente atractiva….

Ya algo desbordado, Pablo se atreve a abrazar desde atrás a la mujer,  sujetándola con los brazos.  Y le besa suavemente el cuello y las orejas. Ella echa la cabeza hacia atrás, agradecida por las caricias.

-    Cuidado, Pablito, que puede venir alguien y vernos.

Pablo mira el reloj.

-    Vaya, si faltan cinco minutos para el cierre. Espera, voy a cerrar ya la puerta y poner el cartel.

Regresa Pablo al probador, tras cerrar la puerta del local. Ahora ya no hay peligro. Vuelve a abrazar a la mujer desde atrás, pero ahora le desabrocha el sujetador y mete las manos bajo las grandes copas,  manoseando bien los enormes pechos.  Le sigue dando besitos en los hombros y cuello.

-    Pablito…que me estás calentando, que una no es de piedra y además estoy muy necesitada…

-    Eso quiero yo Lucía, que te pongas excitada, me encanta.  Además yo también lo estoy. Te deseo.

Para que no haya dudas, Pablo desde atrás se aprieta bien al culo de la mujer. Su miembro está ya bien erecto y presiona a través de la ropa entre las grandes nalgas femeninas. Ella al tiempo se echa hacia atrás, para que la presión aumente. Se nota que la señora se ha calentado. Ahora respira agitadamente, de forma entrecortada,  vuelve la cabeza todo lo que puede hacia atrás buscando la boca de Pablo.  El joven entiende el mensaje y sin dejar de apretarla se funden en un largo beso.  Las manos del chico agarran los pechos con fuerza, apretando de forma casi dolorosa, pero ella aguanta bien.

Después de  un largo rato ella consigue librarse del abrazo del chico y lo hace sentarse sobre un asiento de madera en forma de taburete que hay en el probador. Pero antes, agitada, nerviosa,  baja los pantalones y la ropa interior del chico, que se acomoda en el taburete con el miembro totalmente erecto, vertical, duro como piedra.   La visión del miembro masculino enardece ya totalmente a la mujer, que está dispuesta a aprovechar la ocasión y no irse de allí sin follarse al joven.

-    Quieto, quieto ahí, Pablo, espera…

La señora Lucía lleva una falda amplia. Mete las manos por debajo y se baja las bragas, unas bragas también generosas y amplias, de color negro, que Pablo le ayuda a sacarlas por los pies.  Con mirada de experto, hace un comentario:

-    Esas bragas también son de aquí, ¿verdad?-

-    Sí, sí…  -Lucía jadea, descompuesta-.  Me las vendió tu madre el mes pasado. Quien iba a decir que su hijo me las iba a quitar…

La mujer se coloca de pie y abierta de piernas sobre el chico.  Deja caer el sujetador que estaba ya medio suelto. Los pechos quedan ahora a la altura de la cara de Pablo, que suda también ante la inesperada situación.   El chico le levanta la falda hasta la cintura, para observar bien los poderosos muslos y las caderas anchas, tan cerca, tan encima.  Nunca lo hubiera imaginado, la dulce sorpresa de la Sra. Lucía. Se había hecho más de una vez alguna paja pensando en la buena Sra., pero esto nunca lo hubiera imaginado.

Ahora lo que más le sorprende es la tremenda mata de pelo en el sexo.   Ella es morena, por tanto muy peluda.  Es un vello espeso, bastante largo, sin arreglar.  A los lados de la espesa mata del coño maduro,  el vello ya es más escaso pero se extiende varios centímetros por la cara interna de los muslos y por arriba, un carril estrecho sube hasta el ombligo.

  • Joder, Lucía, que felpudo tienes, que bárbaro….

  • Perdona, Pablo.  Ya se que tus amiguitas jóvenes ahora se depilan, pero yo,  como habitualmente nadie me lo ve,  no me preocupo y lo dejo crecer a  lo salvaje.

  • No pasa nada, me gusta, es una novedad  para mí este coño tan peludo.

Pablo sigue entusiasmado con todo lo que tiene a la vista y a su disposición. Tetas y culo enormes,  mucha piel, bien tersa aún.  La mujer huele muy bien, se nota muy aseada.  Cada momento le aumenta la dureza del miembro que empieza a dolerle algo de la tremenda presión.

Ella ahora bien abierta, de pie delante del chico,  comienza despacio a bajar.

-    Pablo, cuidado, cariño…la tienes muy gorda y yo estoy algo desentrenada.

Pablo solo emite un ligero gruñido y vuelve a subir la falda para agarrar el buen culo de la señora. Los sexos de ambos entran en contacto.  El falo, rígido, vertical.  La abertura femenina no está aún bien preparada y al principio hay un roce algo incómodo. Ella toma precauciones.

-    Cuidado, cielo, me duele un poco, despacio…  Chúpame los pezones, que me gusta mucho.

Pablito succiona las enormes aréolas, dedicando un momento a cada una. No deja de apretar bien las nalgas femeninas.

Ahora sí.  Poco a poco la mujer sigue bajando.  Ya está más húmeda y el pollón juvenil al final se inserta totalmente, quedando bien acoplados.  Ella se deja caer ya con todo su peso sobre Pablo.  Tras unos instantes quieta,  empieza a moverse hacia atrás y adelante, rozándose bien.

-    Qué gusto, qué gusto, cariño…ayyyyyyyyyyyy, que ganas tenía.  No te lo creerás, pero hace ya casi diez años que no follaba. Pensé que se me había olvidado…Pero que rico, que delicia, así, así, empújame un poquito hacia arriba, clávamela….esooooooo, eso………….  Uuffffffffffff, si nos viera tu madre….la que me montaba…

Pablo no contesta y sigue follando a la madura, muy concentrado.

La postura y el lugar no son muy cómodos, y unido a ese deseo tremendo de ambos, el polvo no dura mucho.

Ella comienza a agitarse.  Abraza a Pablo con todas sus fuerzas y le mete totalmente los pechos en la cara.  Es una escena del tipo de la estanquera de Fellini… Pablo está medio asfixiado con esas tetazas, pero feliz.  Con todas sus fuerzas agarra el culo de la mujer y lo presiona hacia él, para clavársela sin compasión.  Sin esperar más,  suelta en el interior de la Sra. Lucía un tremendo chorro de semen. Con la picha algo dolorida por el esfuerzo y la corrida, aún siente las contracciones de la madura, que está sintiendo un orgasmo interminable.

-    Ahhhhhh, ahhhhhhh, Pablito….  Qué rico ha sido, tremendo, largo, potente, nunca pensé que a mi edad podría todavía sentir uno de estos.

Permanecen unos instantes aún abrazados.  Luego se separan y se levantan.

-    Necesito ahora ir al baño, Pablo.  Tengo que darme un buen repasito en el bidé, tengo el chichi hecho una pena…ajajajaa.  Jodío niño, que potencia tienes….¡¡.

Cuando regresa,  Pablo se ha compuesto la ropa y la espera con su bolso fuera del probador.

-    Gracias, Pablo. ¿Cuándo me dijiste que viene tu madre?.

-    El lunes, Lucía.

-    Ah… Hoy es martes, por tanto creo que volveré por aquí en lo que queda de semana.  Pero recuerda, no te puedo todos los días comprar cosas, eh…. Aunque la lencería me gusta mucho.

-    No te preocupes, Lucía, yo te haré un regalo muy gustoso si vienes.

Así fue. La Sra. Lucía acudió a la tienda de lencería todas las tardes, un poco antes de cerrar.   Pablo, tras echar el cierre,  la conducía a la parte de atrás, al almacén, donde estaban más cómodos.

Por supuesto, la Sra. Lucía se llevó cada uno de esos días un sujetador nuevo de regalo.  La ocasión lo merecía.