Comprada... (III)

La conclusión de la historia de un hombre que pudo "comprar" a sus hembras en un lugar que jamas imagino. (Indispensable leer los capitulos anteriores para poder seguir el hilo de la narración).

COMPRADA...III PARTE.

Impulsado por una sensación nunca antes sentida, me acerqué a las cadenas y grilletes que colgaban de la pared. Una especie de sudor frío recorrió mi cuerpo cuando mis manos entraron en contacto con el rugoso y, en algunas partes, oxidado metal. Me sentí excitado y a la vez inquieto, con curiosa morbosidad y ansioso nerviosismo.

¿Té gustaría que te encadenara?

Me gustaría probar – respondió Alma – pero sólo si me sueltan sino me gusta.

La miré como se mira a alguien que nos inspira ternura.

Ven acá – le dije.

Se acercó a mí lentamente, tomé su cabeza con ambas manos y la besé en los labios.

Eres una muñeca preciosa y no quiero hacerte daño – le confesé – lo que pretendo, es que ambos podamos descubrir qué clase de fuego llevas dentro.

Asintiendo con un gesto de cabeza, dio un paso atrás y su espalda quedó a escasos centímetros de la pared. Una vez allí, comenzó a levantar los brazos lentamente invitándome a encadenarla. De inmediato, tomé uno de los grilletes y lo cerré alrededor de la muñeca de una de sus manos. Cuando terminé de hacer lo mismo con su otra mano, me separé de ella un par de metros y me dediqué a observarla con atención.

Eres la más angelical tentación que he tenido frente a mí – expresé, dejando que mis palabras confesaran lo que sentía en mi interior.

Es toda tuya – afirmó su hermana – como también yo lo soy.

No me he olvidado de ti, mamita – respondí, abriendo uno de mis brazos para llamarla a mi lado.

Como gata melosa, Elsa vino a cobijarse entre mis brazos. Tras besarla suavemente en los labios, la tomé de los hombros y la hice girar lentamente hasta que sus espaldas quedaron contra mi pecho y su rostro mirando de frente a su hermana.

Creo que ha llegado el momento de dictar clase, querida profesora.

No había terminado aún la frase, cuando ya Elsa lanzaba su mano hacía tras buscando afanosamente mi verga.

Lo que el dueño del colegio diga, son órdenes para mí – respondió, acariciando ya mi miembro.

El dueño del colegio quiere partirle el culo a la puta profesora – le dije, empezando a utilizar un tono autoritario.

El culo lo tengo para que usted me lo reviente cuando quiera.

A un par de pasos de distancia, en el medio del salón, se encontraba lo que parecía ser una vieja silla de dentistería elaborada en madera.

Apóyate en la silla y ábrete de piernas.

Elsa obedeció inmediatamente, pero nada podría haber evitado la nalgada con la que pensaba castigarla.

Te dije que abrieras las piernas, perra – el sonido de mi mano estrellándose contra sus nalgas llenó la habitación.

No tanto, putita – y el sonido volvió a repetirse.

Sí amo... – respondió ella, a la vez que dejó escapar un gemido de placer.

Te gusta que te caliente las nalgas ¿verdad? - otra nalgada.

Sí amo... – otra más.

Levanta ese culo – le dije – voy a azotártelo hasta que me canse.

Durante no se cuanto tiempo, me dediqué a nalguearla sin compasión. Al principio sólo gemía de placer, pero poco después comenzó a gritar con cada golpe y pedía más, pedía que siguiera, que le diera más fuerte.

Sí, dame, dame...

Enardecido como un animal, apunte con el dedo corazón hacia la entrada a su ano y lo inserté dentro con despiadada fuerza.

Hayyyyy – grito ella salvajemente.

¿No querías que te partiera el culo?

Sí amo...

Tras insertar un segundo dedo y lograr que su ano se dilatara lo suficiente para que estos entraran y salieran sin mayor dificultad, la tomé por el pelo y le dije:

Ahora sí quiero que abras bien esas nalgas, porque lo que te voy a meter dentro es mi verga.

Sin dilación, se llevó las manos a las nalgas, las haló hacia los lados para separarlas y me contestó:

Su perra está lista señor.

Sus palabras, la forma en que me obedecía y se entregaba totalmente a mí, resultaron ser el afrodisíaco más fuerte que he conocido en mi vida.

Puta divina – exclamé, mientras se la enterraba hasta el fondo.

Hayyyy... me mata.

Eso es lo que quiero, puta, matarte a vergazo limpio.

Primero tomándola por las caderas, después apalancándome en sus hombros; finalmente, halándola de los cabellos para cabalgarla con toda la fuerza y violencia de la que era capaz, logré que su cuerpo explotara en una secuencia de espasmos y convulsiones que señalaban a las claras el alcance de un orgasmo total.

Me muero papi, me muero...

No soy tu papi, perra, soy tu amo, el dueño de tu culo.

Sí señor, sí.

Satisfecho, orgulloso de haberla hecho gozar plenamente, saqué mi verga del interior de su culo y me permití exhibirme con mi miembro aún totalmente erecto.

Creo que mi verga aún necesita más – me permití fanfarronear. Y en ese momento dirigí mi vista hacia Alma.

En realidad, creo que fue el deseo incontenible por desvirgar a su hermana lo que me permitió follar desenfrenadamente a Elsa sin llegar a depositar en ella mi ya no tan abundante semen.

Quieres comértela ¿verdad?.

No, no quiero comérmela – le dije – quiero hacerle el amor.

Si su primera reacción fue de sorpresa, la segunda, inmediatamente después, lo fue de comprensión.

Estaré afuera en la piscina, dándome un baño – dijo.

Caminando lentamente se dirigió hacia la puerta, cuando iba a salir se detuvo, se volteó y, con ternura en la voz y la mirada, me pidió:

Trátala con cariño, es una niña y una hermana adorable.

Por unos instantes me quedé quieto, sin decir ni hacer nada. Estaba absorto observando la cautivadora belleza de aquel cuerpo. Pensaba, que nunca antes una mujer me había producido aquella sensación. Me sentía esclavo de mis deseos, embriagado de admiración, dispuesto a entregar lo que fuera necesario a cambio de un gesto de verdadero amor de aquella chiquilla.

¿Te molestan las cadenas? – pregunté presuroso, cuando finalmente reaccioné.

No, realmente – respondió ella, casi coqueta.

¿Te gustó verme hacer el amor con tu hermana?... ¿Te excitó?

Tan pronto solté la pregunta, me arrepentí de haberla echo. Me molestó haber usado la palabra amor para describir lo que había pasado entre su hermana y yo.

En algún momento me asustó, me parecía muy salvaje...pero después, entendí que mi hermana lo disfrutaba.

¿Y qué te hizo sentir? – le pregunté, llegando ya a su lado y colocando suavemente la yema de mis dedos sobre la delicada piel de sus caderas.

Una sensación extraña... Me sentí agitada, caliente...Quería que dejaras de tocarla a ella y vinieras a tocarme a mí.

No podía imaginar otras palabras que quisiera escuchar más que las que acababa de oír. Con ternura y pasión contenida lleve mis labios a sus senos y me dedique a besarlos con extrema delicadeza. Quería demostrarle que podía hacerla gozar y sentir de una manera muy diferente a la que me había visto utilizar con su hermana.

Hazme como a mi hermana, por favor .

Sus palabras me sorprendieron, me extrañaron. Incluso. me provocaron una pequeña desilusión.

Tú eres diferente y quiero tratarte...con dulzura – dije, sin dejar de besarle los pechos y las caderas.

Me tratas como una niña... Ahhh!...y quiero que me trates como una mujer...Ahhh...quiero ser tu mujer.

Mi mano le cruzó la cara. Fue una cachetada rabiosa, una reacción instintiva que no pude contener.

¿Sabes lo qué estás diciendo?...¿Sabes lo qué me estás pidiendo?.

Ella no respondió, sólo levantó la vista para dirigirme una mirada llena de lujuria.

Sin entender muy bien las emociones que sentí, abrí los grilletes que mantenían a Alma encadenada a la pared y, tomándola de una mano, le dije:

Ven, acompáñame, ya no soporto este lugar.

Con pasos acelerados y siempre halándola detrás de mí, la llevé hasta la que era mi habitación. Me detuve al pie de la cama y le ordené que se acostara en ella. Cuando lo hizo, salí del cuarto rápidamente gritando el nombre de su hermana.

Ahí la tienes – dije, dirigiéndome a Elsa a la que había ido a buscar – quiero ver como te la comes hasta que grite de placer.

Pensé que querían estar solos...

Tu hermanita prefiere que la trate como a una puta y he decidido complacerla.

Hay, hermanita, siempre he sabido que eras tan caliente como yo.

Con el pelo y la piel aún humedecidos de haber estado en la piscina, Elsa se acostó en la cama al lado de su hermana y rápidamente comenzó a besarle los senos efusivamente. La pequeña, que al principio se dejó hacer, pronto reaccionó acariciando el cabello y la cabeza de su hermana, al tiempo que arqueaba el cuerpo buscando ofrecer más centímetros de su piel a los labios que la devoraban.

Cómetela toda, gózala y hazla gozar como una puta – exclamé yo mientras las observaba.

Sí, hazlo – grito la chiquita, ya totalmente enardecida.

Cállate perra... – le respondió la hermana – voy a mamarte ese coño para que después te desvirguen.

Mientras la cabeza de Elsa se perdía entre los muslos de su hermana, mi calentura empezó a hacerse plenamente evidente. Sin esperar más, me coloqué de rodillas en la cama a escasos centímetros de la boca de Alma.

Mama verga putita – le dije, golpeándola en los labios con mi miembro.

Ella, que mantenía los ojos cerrados disfrutando del placer que la lengua de su hermana le estaba produciendo, reaccionó con un pequeño sobresalto; pero, tan pronto descubrió la cabeza de mi verga al alcance de su boca, se lanzó sobre ella con ansiosa pasión.

Así, trágatela toda. Chúpate la verga que te va a romper el virgo – le decía.

Pronto, Alma no pudo contenerse más. Sacándose mi verga de la boca, dejó escapar un gutural y sensual gemido que nos anunció que estaba alcanzando su primer orgasmo.

Aaaaahhhhjj...qué rico siento – alcanzó a decir, antes que su cuerpo estallara en espasmos de placer incontrolables.

Mi excitación resultaba ya también irrefrenable y decidí que el momento había llegado. Primero le indiqué a Elsa que se acostara boca arriba al lado de su hermana. Después, le dije a Alma que hiciera lo mismo, pero colocándose encima de su hermana. Al final, las dos estaban frente a mí, una sobre la otra, con las piernas abiertas y esperando a que yo hiciera con ellas lo que quisiera.

Tomé las piernas de Elsa y levantándolas por las rodillas las utilicé para obligar a que las de Alma quedaran aún más abiertas. Finalmente, con el camino de entrada a ambos coños completamente despejado, me situé de rodillas entre sus piernas exhibiendo en mi mano una exuberante y completamente erecta verga.

Abrázala, acaríciale las tetas y sostenla fuerte...que voy a romperle ese virgo de una sola clavada.

Ante mi advertencia, Elsa rodeó a su hermana con los brazos, la tomó de los senos y comenzó a masajeárselos. Cuando vio en mis ojos que todo estaba listo, que la punta de mi verga estaba en la entrada al coño de su hermana, la agarró con fuerza y le dijo:

Ahora aguanta hermanita, que toda esa verga te va para dentro.

De un envión, más de la mitad de mi miembro penetró aquella cueva que aún no conocía visitante alguno. Lo profundo de la introducción y lo violento de la misma, hizo que la delgada membrana de su himen desapareciera sin apenas yo darme cuenta.

Haaayyyy...me matas – gritó ella adolorida.

Aguanta nenita, aguanta, que ya viene lo rico – le susurró la hermana al oído, mientras intensificaba las caricias que la hacía.

Así mi niña... ahora ya eres mi hembra – dije yo, comenzando a bombear dentro de ella cada vez con más fuerza.

Aaaahhhh... sí,sí,si...dame, dame...quiero, quiero ser tuya.

Lo eres mi perrita...eres mi hembra y mi putita...tú y tu hermana son mis putas.

Sí, mi macho...somos tus hembras y nos comes como te da la gana – exclamó Elsa.

Toma perra, toma verga... – gritaba yo.

Dame, dame...

Gózate ese coño, muéstrale a esta zorrita que ya tiene un macho que se la goza.

Gózame, sí...hazme lo que quieras...sigue, si....ahhhhhhhhh!.

Alma estalló en el primer orgasmo de su vida con una verga dentro de su concha.

Vente perra, vente... – comencé a decirle, a la vez que aumentaba el ritmo y la fuerza con la que entraba y salía de ella.

Ahhhhyyyy... qué rico.

Dale, dale duro mi macho...que nunca se olvide de la primera verga que la hizo gozar.

No te vas a olvidar ¿verdad? – respondí yo, asestando una violenta bofetada en el rostro de Alma que hizo que ésta clavara sus ojos en mí.

Te gusta ¿verdad?... te gusta que te lo meta fuerte y te dé bofetadas ¿Ah? .

Me gusta ser tuya...

Su mirada me dijo más que sus palabras. El deseo encendido, la ansiosa lujuria que pude encontrar en sus ojos, me confirmaron lo que la entrega dócil y total de su cuerpo ya me insinuaban. Alma era una perra en celo tan caliente como su hermana mayor, y mucho más sumisa que ella.

Vístanse y vayan a hacer maletas. Mañana nos vamos los tres a mi casa en la ciudad.