Compra exclusiva

En una tierra donde los extranjeros han sido convertidos en esclavos yo soy utilizado, me someto a todos los amos que me quieran usar, sólo para verte a ti, para que seas tú quien me uses, quien me humilles, folles y golpees...Porque eres mi luz en la oscuridad. Y no importa nada más.

El último cliente me folla sin compasión, embistiendo mis caderas, clavando su sexo más y más hondo en mi interior, insultándome y palmeándome las nalgas por el mero placer de torturarme.

Y mientras tanto tú esperas tu turno, con los brazos cruzados y mirándome, observando cómo otros me follan, me golpean, me insultan y me llenan con su semen.

Cuanto más caliente que está más fuerte me pega, resoplando como un toro. Me cuesta contener los gritos de dolor. El arnés me ata: el cuello, las muñecas, las rodillas y tobillos, incluso unas cuerdas ciñen mi cintura para que no pueda moverme ni un centímetro buscando el alivio. Nada. Estoy a merced de cualquiera que quiera follarme y usarme…como docenas más a mi alrededor.

Objetos. Putas. Extranjeros que fueron apresados cuando las leyes de inmigración de este país se cerraron en banda y nos consideraron escoria prescindible.

¿Prostitución? Eso es un regalo de tiempos mejores. Nosotros somos esclavos.

De pronto estalla en mi ano, me llena con su semen caliente y sale de mí. Me pega fuerte dos veces, arrancándome quedos gemidos. Me lanza una patada al costado y después se va, satisfecho.

Es tu turno.

Si soporto todo esto es sólo para verte. Para que me uses.

-          Vaya, perro, pero qué guapo estás hoy.

Me coges del pelo y me obligas a alzar la cabeza para mirarte. Sonríes, divertido. ¿Te gusta verme así? A cuatro patas ante ti, temblando de puro agotamiento ya, desnudo y manchado de las corridas de otros: la espalda, el culo, la cara. Hay semen seco y semen húmedo, llevo todo el día aquí, siendo utilizado para satisfacer los más bajos instintos de tu pueblo.

Me da igual. Estás aquí, y vas a usarme. Con eso me basta.

-          Has tenido mucho que hacer hoy, ¿verdad, puta?

Sonríes. Piensas que no entiendo lo que me dices, pero yo nací aquí. Era muy pequeño cuando las leyes nos convirtieron en objetos, pero ya conocía vuestra lengua. No te lo diré. No te diré que sé lo que me dices, cada una de tus palabras.

-          ¿Aún tienes fuerzas? ¿Tienes hambre?

Te sacas el sexo de los pantalones, y yo tiemblo de adoración. Sí, por favor. Abro la boca, y tú te ríes. Así es como te gusta que esté, a cuatro patas, inmovilizado, tembloroso y sucio, pero anhelante de ti.

Hoy has venido tarde y mi culo ya está demasiado usado para tu gusto, demasiado dilatado, así que sólo usarás mi boca. Me gustaría decirte que no importa, que intentaré contraerme para estrecharme a tu alrededor y que lo disfrutes más, así me follarías más fuerte, me pegarías y me follarías…pero no te diré nada. Dejaré que uses mi boca a tu antojo. También me gusta. Me gusta todo lo que venga de ti, incluso cuando me abofeteas tan fuerte que me partes el labio.

-          Eres una puta glotona, cerdo.

Sí, por eso estoy aquí, con los dóciles y sumisos. Por eso no tengo una anilla en la lengua que me ate al suelo con una cadena dorada, para mantenerme la boca abierta. Ya la abro solito. Así puedo usarlo todo para darte placer, para exprimir hasta la última gota de tu semen.

Tus dedos se hunden en mi cabello, me agarras con firmeza, tiras hasta que mi cabeza queda justo como tú quieres, y yo sigo con la boca abierta, expectante, anhelante.

Me haces esperar. Me torturas con la espera, sólo mirándome con esa sonrisa, y yo expuesto y dispuesto.

-          ¡Venga, joder! – Gruñe alguien en la cola tras de ti.

Entonces embistes, y bruscamente tu sexo se clava en mi boca. Gimo y gorjeo cuando sin compasión te hundes en mi garganta hasta el fondo, impidiéndome respirar.

No importa. Nada importa. Envuelvo tu pene con mi lengua y mis labios, con desesperación, y tú suspiras.

-          Así, buen chico…- Ronroneas como un gato feliz.

Comienzas a bombear. Casi me robas todo el caramelo, casi, y entonces vuelves a embestir hasta el fondo. Tu sexo es inmenso y caliente y duro, me dan arcadas cada vez que tocas el fondo de mi garganta, pero me da igual, quiero que me uses. Y lo haces: sin un ápice de compasión embistes mi boca, me la follas como harías con mi culo, disfrutas de ella como disfrutarías de la de cualquiera.

Tu respiración se acelera, el ritmo también, me tiras del pelo y yo me esfuerzo en complacerte. Bombeas y me usas y no te importa si no puedo respirar, y a mí tampoco…

Entonces terminas. Eres dulce conmigo: lo haces en mi boca, llenándome la garganta y dejando que trague tu semen hasta la última gota.

-          Pero qué glotón eres.

Ríes y sales de mi boca. Quiero más…pero no lo voy a tener. Has terminado. Ahora volveré a ser un objeto al servicio de cualquier hasta que vuelvas a venir.

-          Me encantas.

Me sorprendes al arrodillarte y darme un beso en la boca. Después me abofeteas y te marchas, y yo me quedo allí, sin comprender…pero inmensamente agradecido por este regalo que jamás olvidaré.


-          ¿Cómo fue la compra privada?

Lo pregunta como quien no quiere la cosa, observando sin demasiado interés a la joven de cabellos castaños y altos pómulos mientras le hace una soberana mamada a su amigo, que descansa en un sillón, dejándose hacer.

Su amigo lo mira con una ceja alzada, como si la felación no lo tuviera caliente como un perro. Desde luego esa fulana sabe utilizar la lengua, no hay más que ver lo duro que tiene a su amo.

-          Bueno, ya lo ves. – Responde.

-          No te jode. En serio, ¿cómo es el cambio?

-          En serio, ¿de tener que ir allí y hacer cola, a tener a mi puta atada a la pata de la cama? Oye, ¿estás pensando en hacer una compra privada? Sabes que eso es mucha pasta.

-          Ya.

Baja la mirada a su taza de té, pero no la ve en realidad. En su memoria está observando al joven que lo mira siempre con ojos de cachorro, al de cabellos castaños y expresión anhelante.

-          Es más fácil para ti. – Comenta su amigo. – No puedes preñar a un puto.

-          ¿Por qué lo hiciste? Sabes que si la dejas embarazada te la quitarán.

-          Por eso el coño ni se lo toco. Quería tenerla en exclusiva, así que la compré. Si te pasa lo mismo, cómpralo.

-          ¿No acabas por aburrirte?

La jovencita parece atragantarse un momento, pero su amigo le empuja la cabeza, y ella sigue con su mamada.

-          Puede pasar. – Responde. – También puedes aburrirte de hacer cola para echar un polvo de quince minutos. Si lo quieres en exclusiva, cómpralo. Te prestaré el dinero.

Desvía la mirada hacia la ventana, y piensa en cómo sería tener a ese esclavo todos los días para él, a su entera disposición, a cualquier hora del día o de la noche. Podría usarlo cuando quisiera, para follarle la boca o ese culo estrecho.

Sólo pensarlo se pone a cien.

-          Oh, ya veo. – Comenta su amigo al ver el bulto de sus pantalones.