Complicidad familiar para follar 2
Continúa el silencio cómplice entre mi tía y yo, y la cosa mejora bastante, aprendiendo cosas que nunca imaginé.
Milagrosamente aprobé las oposiciones y tuve que volver a la ciudad. Mi tía me dijo que fuera a su casa mientras encontraba alojamiento, que ella estaría encantada. Yo por mi parte también lo estaba y aparte de abusar de su generosidad no veía ningún inconveniente.
La primera sorpresa cuando me presenté en su casa es que el diván que yo utilizaba para dormir ya no estaba. Me dijo que había preparado una cama pequeña en su habitación y dejado un armario vacío para mi y de esa manera dormiría mejor que en un incomodo mueble plegable.
Ella se iba siempre primero a la cama y yo me quedaba trabajando con el portátil o viendo la tele y me pareció que se habían acabado los buenos tiempos, porque cuando yo llegaba a dormir, ella estaba en su cama dormida o tapada mas o menos, pero sin darme las señales que me parecían tan evidentes un mes antes.
Yo no me atrevía a dar ningún paso mas atrevido, era la hermana de mi madre, parecía que todo se había acabado, hasta que una noche, supongo que cansada de mi inactividad y timidez, cuando llegué a dormir me la encontré desnuda del todo, encima de la cama y con las piernas abiertas.
Yo era bastante torpe, pero eso estaba clarísimo, quería guerra. Me desnudé y me arrastré desde sus pies hasta su conchita abierta y metí mi nariz hasta el fondo. Humm… ¡que bien olía! ¡Y que calentita! Era delicioso.
Metí mi lengua a continuación y empecé a chupar por todos los lados. Ella estaba quieta, solo daba algún saltito de vez en cuando y la notaba rígida, pero no decía ni media palabra. Me dolía la boca y tenia las mandíbulas entumecidas, de modo que decidí salir de aquel riquísimo pozo y hacer lo que yo sabia bien. Mi pene estaba a reventar y su agujerito empapado; fue muy fácil: lo metí y le di toda la caña que pude, hasta que empezó a arquearse y yo me acabé dentro de ella y ella se retorcía y agitaba como si estuviera enchufada a una corriente eléctrica.
Un buen rato después me fui despacito a mi cama y ni me enteré cuando se levantó por la mañana y se fue. No hubo ningún comentario a la noche, cenamos en silencio, o con los temas normales, pero cuando se fue a dormir y abrí mi ordenador encontré dentro un par de papeles escritos, copia de alguna pagina de Internet y en uno de ellos un dibujo.
Era una descripción de los órganos sexuales femeninos, con un dibujo a todo color y una buena explicación de todo. ¡Que barbaridad! Cada parte del coño de una mujer tenia un nombre: que si labios mayores, que si menores… que sé yo. Me leí lo del clítoris. ¡Vaya, que sorpresa! O sea que la mujer tiene una cosa ahí dentro que no sirve para nada, solo para dar placer. Nosotros todo lo que tenemos es útil para algo (bueno, a lo mejor el apéndice no) pero ellas tienen una cosa que solo sirve para darles placer. Nada más.
Aquella noche me la volví a encontrar desnuda y boca arriba. Me acerque por abajo, igual que ayer y como medio tonto que era entonces y supongo que todavía algo debo ser, coloqué el dibujo de su coño delante, a un lado y me dediqué a investigar. Empecé por abajo. Los labios mayores era eso abultadito de los lados y cubierto de pelos. Los menores esa especie de piel cruda y sonrosadita de dentro, tan suave y que tan bien olía, le di un par de lametones para la cosa de informarme mejor, pero seguí aprendiendo.
Abrí un poco por arriba y apareció un pequeño botoncito, redondito y brillante. Eso debía ser el clítoris. Toqué un poco con el dedo y saltó su vientre hacia arriba, soltando un pequeño gemido, casi de dolor. ¡Que raro!, decía que era para dar placer. Le pasé la lengua para ver a que sabía. Otro pequeño bote pero ahora el gemido pareció mas de gusto. Insistí a ver. El gemido se hizo largo, prolongado, luego entrecortado, discontinuo. En tres minutos estaba dando botes sin control en un orgasmo soberbio.
Ni me dolía la boca ni nada, era fabuloso y ella decía bajito: para, para, no lo aguanto, esta muy sensible…
Era la primera vez que hablaba en nuestra extraña relación. Estaba anonadado. Me había convertido en un experto, y todo por un papelito y un dibujo de Internet. Lo debía tener muy sensibilizado y el roce de mi lengua le provocaba molestias en sus nerviosas terminaciones y no era capaz de soportarlas sin expresarlo, así que paré un poco. Me tumbé a su lado y me quedé dormido, bien abrazadito a su cuerpo y pensando en la imagen de ese botoncito sonrosado y pequeño, que se iba agrandando al tocarlo y se convertía en el centro de placer mas increíble que yo conocía.
Aprendí mucho con mi tía. Nunca hablaba de esas cosas conmigo pero de vez en cuando me dejaba algún papel impreso y yo ya sabía lo que tenia que hacer. Me gustó particularmente aquel que trataba de las posturas sexuales, me ponía uno diferente de vez en cuando, o aquel de cómo se podía introducir por el agujero trasero y tratar al mismo tiempo el delantero para experimentar un buen orgasmo.
De momento no he encontrado otro alojamiento. Claro que ella tampoco me dice que me vaya, ni me hace ninguna insinuación y yo, la verdad, es que no tengo mucha prisa, todavía me queda mucho por aprender…
¡Y donde mejor!