Complicidad entre primos 45

Luis continúa dando sus tratamientos a Alicia. Mientras hablan de sus gustos y experiencias. El vecino sigue incomodando a Marta y Alicia.

Esa misma noche le contó a Marta el tratamiento prescripto y se rió.

-         No hay nada como el semen y con lo que te gusta a ti…

-         Es verdad, mamá. Eso sí, ya va a ver cuando yo sea la doctora la próxima vez jiji. Pero si te has vuelto a excitar…

-         Que remedio, hija.

Marta se encontraba abierta de piernas acariciándose el clítoris y metiéndose alternativamente dos dedos por el coño. Alicia le miró socarrona.

-         Hemos hablado de tratamiento en el culo… y veo una única solución.

-         Tienes razón. Vamos a mi cama.

-         Nuestra cama jiji.

Muchas noches dormían juntas y disfrutaban de sus cuerpos. O el mero placer de sentir el roce de la piel de una con la otra. Marta se recostó de medio lado y Alicia le recorrió con la lengua del coño al ano, haciendo estremecer a su madre. Le introdujo el consolador en la vagina humedecida y una vez mojado se lo metió de un lento empujón por el ano hasta el fondo, haciéndola dar un respingo. Se acercó a besarla mientras proseguía. Marta gemía de placer y finalmente quedó relajada. Se colocaron una frente a la otra y sintieron los pechos de una con los de otra rozándose, sensación que les encantaba sentir.

-         Me encantan tus tetas, mamá.

-         Y a mí las tuyas, hija.

EL jueves por la tarde, Alicia volvió a la consulta del doctor.

-         Buenas tardes, dígame que le pasa esta vez.

-         Buenas tardes, verá, también es… un poco vergonzoso de decir. – Fingiendo apuro.

-         No se preocupe, relájese, estoy aquí para ayudarla.

-         Pues verá, cuando veo a un chico guapo por la calle…

-         Sí, continúe, no tenga miedo.

-         Me fijo en la entrepierna, se me van los ojos sin que lo pueda impedir y me imagino cómo es su pene. Siempre me lo imagino grande, como un plátano.

-         ¿Por qué así el pene?

-         Me gustan así, mucho, veo uno y no me puedo contener. Quiero hacerle una felación y que me practique sexo.

-         ¿Que la penetra vaginalmente se refiere?

-         Sí, y el culo, como le dije en la anterior consulta.

-         Bien.

-         Incluso si el chico no es muy guapo pero se le marca… usted ya sabe. Siento deseo.

-         Entiendo.

-         ¿Es grave?

-         No, no se preocupe, no lo es en absoluto. Su afición es muy sana para usted y quien se lo haga, al hacer ejercicio físico. Con su físico es normal que sienta ese deseo.

-         Me alivia, doctor.

-         ¿Es también placentero? Como en la anterior consulta.

-         Sí, totalmente.

-         Mi diagnóstico es que simplemente es usted una ninfómana. No tiene que preocuparse por nada.

-         Gracias doctor.

-         De todas formas voy a reconocerla para confirmar el diagnóstico. Y a hacerle unas preguntas.

-         ¿Le excita desnudarse en lugares públicos o ante desconocidos?

-         Sí.

-         ¿Y practicar sexo en esas circunstancias?

-         Sí.

-         ¿Con que frecuencia practica sexo?

-         A diario, incluso más de una vez.

-         ¿Tiene sueños eróticos?

-         Sí.

-         ¿Alguna vez se ha sentido atraída sexualmente por una mujer?

-         También. -  Respondió Alicia pensando en Marta y Carla.

Luis le hizo la pregunta siguiendo el juego sin intención de sonsacarle nada. Aunque en realidad él también pensaba que era algo ninfómana en la vida real.

-         Muy bien. Confirma mi diagnóstico las preguntas y queda la última parte. Desnúdese por favor.

-         ¿Otra vez? – Fingiendo que tenía cierto reparo.

-         Sí, debo verla completamente desnuda. La consulta anterior solo lo hizo de cintura para abajo.

-         Está bien.

-         ¿Le excita desnudarse aquí en la consulta ante el doctor?

-         La verdad que sí.

-         Muy bien, siga.

Luis contemplaba con deleite como se desnudaba Alicia. Se quedó de pie delante de él esperando instrucciones. Esplendorosa y exuberante.

-         Tiene un cuerpo espléndido y muy sensual. Ideal para la práctica del sexo. Es normal que sienta esos deseos.

Alicia sonrió levemente.

-         Le voy a examinar.

Luis empezó a acariciarle y sobarle el cuerpo de arriba abajo, sin dejar nada por examinar. Le acarició y agarró las tetas para comprobar su firmeza. Le agarró de la cintura e hizo lo mismo para comprobar la firmeza del culo y los muslos.

-         Muy bien, túmbese boca abajo.

Alicia obedeció solícita. Luis volvió a amasarle el culo y se fijo en el ano, abriéndoselo separando los cachetes y observando su estado.

-         He de hacerle un tacto rectal.

Luis le introdujo el dedo meñique.

-         Correcto. – Se limitó a decir. – Póngase ahora boca arriba.

Alicia se giró y esperó a que siguiera el reconocimiento.

-         Se le mantienen firmes las tetas cambiando de postura, muy bien. Póngase ahora en el borde, así, y ahora recuéstese, voy a examinarle la vagina y acabamos ya el reconocimiento, tranquila.

A Alicia le excitaba esa postura, mostrarse así impúdica y a merced del deseo del otro. Incluso le pasaba cuando iba al ginecólogo. Luis se acercó y le abrió los labios vaginales, inspeccionando, localizó y tocó el clítoris, lo que hizo suspirar a Alicia automáticamente. Le introdujo uno y luego, dos dedos y los movió. Miró que habían salido humedecidos y sonrió satisfecho.

-         Está usted estupendamente, no debe de preocuparse por nada. Incorpórese. Ahora necesito ver un caso práctico.

Luis, por fin mostró su polla enhiesta, que llevaba un rato queriendo dejarla libre. Alicia fingió sorpresa y luego curiosidad.

-         ¡Oh! No sabía que usted…

-         No se preocupe, ya conoce mis métodos y la consulta anterior le fue bien. Dígame qué piensa viendo esto, un pene erecto delante de usted, además de la forma que le gusta.

-         Deseo.

-         No se prive y haga lo que desee. Tengo que ver su comportamiento. Usted vaya diciendo y hágalo.

-         Me gusta acariciar un pene y sentir su dureza y que yo hago porque se ponga más duro. Besar el glande a veces. Metérmelo entero en la boca y sentir su dureza. Me siento orgullosa de poder tragarme enteros estos penes y que me digan lo bien que hago una felación.

-         Está diciendo la verdad.

-         Recorrer todo el tronco con la lengua y acariciar y lamer los testículos.

-         ¿Sigo o me quedo aquí?

-         Como usted desee.

-         Me gusta aprisionar el pene entre mis tetas, sentir su roce y dureza.

-         Es usted todo una experta y complaciente.

-         También me gusta que me hagan un cunnilingus y un beso negro antes de ser penetrada.

-         ¿Quiere que se lo haga?

-         Si me hiciera el favor, así vería el proceso completo.

Luis, sin dilación obedeció a su paciente.

-         ¿Ha visto la cantidad de flujo que saco?

-         Es verdad, se excita fácilmente.

-         Así es la mejor forma de que me penetren y me hagan el amor.

-         ¿Le gusta ser penetrada o penetrarse usted?

-         Las dos, me es igual.

-         Pues le voy a penetrar, ¿qué siente?

-         Un gran placer, que me abra un buen pene.

-         Penétrese usted ahora.

Luis se sentó en la cama y se dejó envolver en la vagina de Alicia.

-         ¿Sabe? Como le dije, me encanta el sexo anal. - Alicia se giró y se encasquetó el pene en el culo. – Me gusta hasta el fondo. También la posición pasiva.

Tras unos momentos se colocó recostada en la cama y Luis la penetró analmente con gusto.

-         A mi novio le gusta mucho lo que está haciendo usted ahora.

-         No me extraña. Es un culo magnífico. Para que el tratamiento sea bueno ha de colocarse boca arriba en la parte final.

Alicia se dispuso según le dijo.

-         La eyaculación en este caso ha de ir a la vagina y alrededores. Así.

Con un último empujón se corrió en gran cantidad, desbordando la cavidad y aprovechando para extenderle el semen por el pubis y los muslos.

-         Hay una última cosa, doctor.

-         Diga.

-         Me gusta limpiar el pene.

-         Esto confirma sin ningún género de duda de que es ninfómana.

-         ¡Y tú un enfermo mental, obseso sexual y pervertido! – Exclamó Alicia rompiendo el papel.

Los dos se rieron. Era gracioso ver a Alicia sentada desnuda con una actitud entre enfadada y divertida.

-         Para ese problema ya iré a tu consulta.

-         Y vas a ver.

-         Iré encantado.

-         Preguntándome si soy bisexual, mira que eres guarrete, seguro que pensabas en mi mamá.

-         Te soy sincero y no estaba pensando en eso, solo era parte del juego. Lo digo de verdad. Otras veces no te digo que no, ya sabes que te lo cuento.

-         Um, te voy a creer. – Dijo sonriendo amigablemente.

-         ¿Sabes? Es muy gracioso discutir estando así en pelotas jaja.

-         Es verdad jijiji.

Como era de costumbre, Alicia le contaba por la noche la experiencia del día. Y siempre la acababa excitando.

-         Menudos tratamientos te hace como doctor jeje. Pero el diagnóstico es acertado. – Dijo mirándola con una gran sonrisa.

-         Um, es verdad jiji.

-         No lo puedes negar, hija.

-         Pero mira que pregunta, como quería sonsacar si me gustan las mujeres. Luego me ha dicho que era parte del juego, creo que dice la verdad.

-         Yo creo que también.

-         Seguro que se ha imaginado un rollo entre nosotras, jiji, pobre, si supiera todo.

-         Sí.

-         Y un trío con nosotras dos, como hacíamos con Manuel. – Elevando la vista hacia arriba.

-         Qué recuerdos.

-         Hablando de médicos, hoy lo he recordado cuando estaba abierta de piernas simulando la consulta. La última vez que fuimos al ginecólogo me excitó el desnudarme delante de un desconocido, era la primera vez que me atendía, no sé si me pasará otra vez. Estar así abierta de piernas con el chocho a su disposición.

-         Um, no pasa nada, estás muy activa sexualmente y te excitas con facilidad. Además era atractivo, a lo mejor si hubiera sido un viejo.- Dijo riéndose. – Seguramente te vuelva a pasar conociéndote, aunque sea el mismo.

-         ¿A ti te ha pasado alguna vez?

-         Antes no – Alicia sonrió expectante – lo veía como algo normal y que hay que ir. Pero esta vez… - sonrió – sí, me pasó un poco como a ti, pero un poco nada más. Me has activado sexualmente y se nota. Además me hizo ilusión que fuéramos juntas.

-         A mí también. ¿Sabes? Como pasamos juntas a la consulta, hasta me excité viendo como un hombre desconocido te trajinaba el coño y te metía cosas.

-         Yo viéndote a ti no, tanto no, hija.

-         Pues yo casi me corro cuando me metió ese aparato jiji.

-         Ahí tampoco. Ay, hija. – Dijo sonriéndole con dulzura.

El viernes, Marta recibió a Luis con el acostumbrado generoso escote en el kimono, sugerente, y al que Luis siempre enfocaba su mirada, haciendo regocijar a Marta y Alicia.

-         Bueno Luis, mañana estás invitado a cenar. Iremos a un restaurante cercano. Alicia y yo queríamos formalizar vuestra relación y que te sientas uno más de la familia. Hasta ahora entre una cosa y otra no habíamos podido hacerlo. – Dijo dirigiéndole una gran sonrisa.

-         Ah, muchas gracias, estaré encantado.

Y tanto, salir con nosotras dos, pensó Alicia.

-         Mira que contenta está Alicia. – Indicó Marta.

-         Mucho. – Respondió.

-         Así que portaros bien esta noche que os quiero ver para mañana. – Dijo sonriendo.

-         Siempre nos portamos bien. – Respondió Alicia sonriendo. - ¿Verdad Luis? – Sonriendo con picardía.

-         Sí. – Respondió un poco azorado.

Ya en su cuarto le dijo.

-         Es encantador que a estas alturas aún te dé vergüenza ciertas cosas.

-         Ya.

-         Luego bien que me hablas abiertamente de que te gustaría follarte a mi mamá jiji. ¿No es contradictorio?

-         Sí, pero contigo es distinto, contigo a solas no me da apuro nada. Pero a tu madre… una cosa es que me la quiera follar y otra… le tengo un respeto, ¿entiendes?

-         Sí. Cariño. – Respondió conciliadora.

-         La respeto y le tengo un afecto. Es muy agradable conmigo, en el trato quiero decir, no lo buena que está jeje. Y le agradezco la libertad que nos da y lo comprensiva que es, está guay.

-         Hablando de madres… ¿Hay alguna madre de un amigo a la que te quieras follar también? ¿O sólo a mi mamá?

-         Me gusta como remarcas lo de mi mamá. Sí, sólo me follaría a tu mamá. Las demás madres ninguna se le aproxima ni por asomo, en verdad. Alguna no está mal, pero son normales. Una tiene buenas tetas, otra es guapa de cara… Pero ninguna como Marta. Llegado el caso y si fuera por obligación no le haría ascos, pero no tengo deseo hacia ellas.

-         Solo mi mamá jji.

-         Sí. Bueno…

-         Cuenta, cuenta. – Alicia le miró con interés y curiosidad.

-         No es propiamente la madre de un amigo, sino de una amiga. Esa que te dije que folla casi igual de bien que tú.

-         Ya caigo quien dices. Eso es, casi, jiji.

-         Es verdad. Tienen un cierto parecido y hasta he soñado con ella. Tiene un gran cuerpo, es guapa y es agradable la vez que la vi. En realidad no me la ha presentado, la vi un día bajando de su casa y luego por la foto supe que era ella.

-         Vaya, te gustan maduritas, jiji. – Dándole con el codo.

-         Si surge la ocasión…

-         Anda que no vas a presumir mañana, con dos bellezas como nosotras. Te van a tener envidia.

-         Desde luego que sí. No es para menos.

-         Eres tan guarrete que seguro que has pensado en un trío con nosotras, pero eso no va a suceder. Hay un límite para todo.

-         Lo entiendo, pero déjame fantasear jeje.

-         Eso todo lo que quieras. Y aparte de madres, seguro que con alguna profesora tuviste una fantasía, un despertar sexual.

-         Eso sí. Con 10-11 años había dos, una me daba clase y otra no. La primera era muy guapa, rubia, ojos azules, muy agradable dando clase. Tenía dos grandes tetas y un culo redondo. Mis primeros sueños eróticos fueron con ella. Tampoco hacía gran cosa, no sabía más. Tocarle el culo, las tetas, besarla, querer verla desnuda.

-         Siempre las tetas jiji, desde pequeño.

-         Es en lo primero que te fijas de una chica al principio, eh, cuando te empiezan a gustar digo.

-         Y ahora. – Dijo afirmando con la cabeza.

-         También, no siempre. Si fuera así no estaría contigo.

-         Tienes razón.

-         Pero también te acabas fijando claro.

-         ¿Y la otra profe?

-         Estaba maciza, era como una modelo pero con el culo y las tetas bien marcadas. Pelo castaño, cara redonda y labios carnosos, piernas largas. Le recuerdo voz de pito y con poco tacto, estaba con los más pequeños.

-         Vaya. ¿Y también soñaste con ella?

-         Sí. Le metía mano bajo las tetas y me rechazaba, entonces fue como una pequeña venganza. Años después, fíjate, volví a soñar con ella y le hice de todo, hasta darle por el culo.

-         ¿La violaste?

-         No, se dejó hacer, se me apareció ya desnuda.

-         Jiji, siempre rompiendo culos.

-         ¿Y tú? Cuenta, cuenta.

-         Las chicas maduramos antes, yo con 8-9 años ya me fijaba en los chicos, era muy inocente entonces. Solo besitos, y con lengua me daba asco entonces, fíjate. Se me pasó pronto. Había un profesor con esa edad que me gustaba, alto, moreno, pelo castaño rizado. Pero solo besitos, si le viera ahora le haría más cosas jiji. El primer sueño con un profesor y tener sexo fue con otro, se le parecía pero tenía la piel clara, me bajé las bragas y me abrí de piernas esperando que me follara, cosa que hizo, tendría pues 11 años o así. En otro le llegué a chupar la polla.

-         Tanto hablar me ha puesto cachondo.

Los dos se reclinaron sobre la cama y se ayudaron a desnudarse mutuamente. Momentos después ya se oían jadeos. En el pasillo, recostada en la pared y escuchando a través de la puerta estaba Marta. Llevaba el kimono abierto y con la mano izquierda se acariciaba una teta y con la derecha se acariciaba el clítoris y se alternaba con introducirse dos dedos en la vagina. Tenía los dedos mojados y sonriendo los chupó con gusto. Llevaba unos días haciendo eso y le daba un morbo especial excitarse oyendo follar a su hija con su novio. Ahogó un gemido mordiéndose el labio y sonrió satisfecha. Se recompuso el kimono y volvió al salón.

Ajeno a ello, Luis acabó por eyacular en la vagina de Alicia. Pronto se recompusieron y se fueron a la autoescuela. Marta, con el mayor disimulo, los despidió sonriente y les recordó la cita del día siguiente.

-         No te preocupes, mamá.

-         Hoy voy a fijarme en la recepcionista. – Dijo Luis mientras bajaban en el ascensor.

En el vestíbulo estaba esperando el ascensor el mirón. Se le alegró la cara al ver a Alicia, mientras que ésta puso un gesto de desagrado, otra vez éste, pensó. Le saludó por cortesía, mientras notaba su mirada clavada en sus tetas y cómo le seguía con la mirada puesta en el culo.

-         Estoy harta de este niñato baboso. A mi madre le hace igual. Un día…

-         Os entiendo, debe ser incómodo.

-         Que yo entiendo que nos mire, pero es la cara de pajillero que pone y el descaro en mirarte las tetas y el culo. ¿Has visto cómo se le iba la mirada cuando salíamos?

-         Sí.

Luis le acompañó a la autoescuela hasta la puerta e hizo por observar a la recepcionista. Ésta le saludó sonriente y Luis se lo devolvió. La verdad que sí, le echaría un polvo bien a gusto. Era tal y como se la había descrito Alicia. Mientras iba a un bar para hacer tiempo estuvo fantaseando.

El sábado a media mañana, Marta le pidió a Alicia que bajara a por el pan. Iban a una pequeña tienda de barrio donde siempre había algún aprovechado con la excusa del poco espacio para arrimarse. Había veces que no se ponía sujetador y las tetas se le iban bamboleando bajo la ropa o se le marcaban los pezones si era ajustada. Se puso un pantalón corto que dejaba ver el inicio de los mofletes del culo y una camiseta estampada. Un conjunto muy sexy. En la tienda, un chico alto que no conocía, se puso detrás de ellas y por encima del hombro le miraba el escote. Alicia giró la cabeza con gesto serio y apartó la mirada. Aún así al salir le miró el culo.

Entró en el portal y llamó al ascensor. Mientras bajaba entró el vecino mirón como si hubiera detectado su presencia. Puso gesto de desagrado pero se recompuso y le saludó. Saludaron al vecino que bajaba y entraron. Una vez más le clavó la vista en las tetas. Solo levantó la vista y le miró a la cara para decir.

-         Hace calor. – Con un esbozo de sonrisa.

-         Sí. – Mirando al techo.

-         Ya llegamos a tu piso, yo voy arriba.

-         Ya. – Alicia se quedó quieta y esbozó una sonrisa maliciosa. – Vamos arriba del todo.

-         ¡Ah!

El chico puso gesto sorprendido y se quedó expectante. Alicia por primera vez le miró a la cara. Arriba del edificio estaban los trasteros. Le dejó salir primero a Alicia y aprovechó para mirarle el culo. Se contuvo de estirar la mano y palparlo. Ahí estaba más oscuro y Alicia encendió la luz. Dejó apoyada la barra del pan y le volvió a mirar con una extraña sonrisa, demasiado complaciente.

-         A ti te gusto, ¿verdad?

-         Pues…

-         No seas vergonzoso ahora.

-         Sí.

-         Veo cómo me miras. ¿Te gustaría verme las tetas?

El corazón del chico se aceleró y le pareció estar fuera de la realidad, mientras notaba como se endurecía su pene.

-         Claro que sí, ¿de verdad lo harías?

Alicia sonrió y despacio se empezó a levantar la camiseta. Primero le dejó ver el ombligo, subió más, y se detuvo sonriendo cuando estaba a punto de sacársela. El chico no se contuvo y extendió la mano, Alicia se apartó y le dijo con voz melosa.

-         Sólo mirar, no tocar.

-         Vale.

Volvió a su sitio y despacio se quitó la camiseta. Dejando la camiseta en el barandado. Dos espléndidas tetas, tersas y apetecibles, se adivinaban bajo un sujetador beig. Alicia sonrió y se atusó el pelo. El chico miraba extasiado y embobado.

-         ¿Te gustan?

-         Sí. ¿Me dejarías otro día…?

-         ¡Pues esto es todo lo que vas a ver, guarro! – Dándole dos bofetadas. El chico se quedó estupefacto.

-         ¿Pero?

-         Mi madre y yo estamos hartas de cómo nos miras, cerdo. Merecemos un respeto y que no nos desnudes con la mirada. ¡Pajillero! Hala, agradecido de que ya tienes un recuerdo para tus pajas. ¡Largo!

Alicia le hizo un gesto con el brazo, se puso la camiseta y recogió el pan. Se bajó por la escalera y le dejó ahí, sintiéndose ridículo. Alicia iba con una gran sonrisa. Durante la bronca sintió como se le endurecían los pezones. El chico reaccionó y bajó en el ascensor. Nada más llegar a casa entró en el baño y se hizo una paja. La visión no se la iba a quitar nadie.

Alicia entró riéndose a casa.

-         ¿Qué ha pasado, hija?

Alicia se lo contó y Marta abrió la boca con gesto de sorpresa para reírse bien a gusto.

-         Ay, como eres.

-         Bien merecido se lo tiene.

-         Eso tienes razón.

-         Pues claro. Ese ya verás como no nos vuelve a molestar jiji.

-         Al menos te vio el sujetador. – Dijo sonriendo.

-         Para sus pajas. Contigo seguro que también se pajea, a mi me da asco que un baboso así se pajee pensando en mí.

-         A mí también. Bueno, pensemos en esta noche. Una gran noche. – Dijo con una gran sonrisa.