Complicidad entre primos 33
La parada en un pintoresco pueblo traerá recuerdos de la infancia a Alicia y un feliz reencuentro con un viejo amigo. Mientras que Luis planea cómo desvirgar a su nueva amiga.
Alicia se despertó tras oír llamar a la puerta, escuchó la voz de su madre y miró la hora, era las 9:30. Se levantó somnolienta y abrió.
- Buenos días cariño. Arréglate que nos tenemos que ir, recuerda que tenemos que visitar a la tía Margarita. En el coche podrás descansar.
- Voy mamá.
- Una ducha te espabilará. – Dijo sonriendo.
Alicia le estuvo contando sus andanzas con Rafael mientras se arreglaba. Salían a las 10:30 de la mañana y Alicia se perdió el bello paisaje verde y montañoso al ir dormida mientras su madre la observaba con cariño y sabiendo las razones de su cansancio. Visitaban a una tía de Antonio a la que hacía tiempo que no veían y que vivía en un pequeño pueblo enclavado en la montaña. Algunos veranos habían ido a pasar ahí unos días de vacaciones.
- Cariño despierta que hemos llegado. – Dijo Marta.
- Hija, ¿no te pasarías con la bebida anoche?
- No papá, tranquilo. Solo estoy algo cansada.
- Cuando me fui estaba bien y tardó poco en volver. – Le ayudó Marta.
Cuando Antonio se giró las dos se miraron sonriendo, con gesto de agradecimiento de Alicia. Marta bien sabía que el cansancio de su hija no provenía precisamente del alcohol. Alicia no estaba desde que tenía 13 años, mientras que sus padres habían estado hacía cuatro años dejándola sola en casa por dos días. Hacía un sol que picaba que se abría entre negros nubarrones que avecinaban tormenta.
- ¡Ay hija! Qué guapa estás, cuanto has crecido desde la última vez que te vi. – Así de efusiva le saludó Margarita.
- Sí, ha pasado tiempo. – Dándole Alicia dos besos.
- Seguro que los chicos te cortejan.
Alicia sonrió conteniéndose la risa.
- Es una buena chica y aplicada en los estudios. – Terció Marta.
- Muy bien sigue así. – Respondió Margarita.
Estuvieron quince minutos hablando y después salieron a dar una vuelta por el pueblo, subieron a la iglesia desde donde se dominaba el pueblo y un bonito paisaje.
- ¿Te acuerdas hija?
- Sí papá.
Entraron al bar del pueblo donde Marta y Alicia concitaron las miradas de los lugareños que jugaban una partida de cartas. Había otros veraneantes y gente de fin de semana descendiente del pueblo y Antonio y Marta se dedicaron a saludarlos y presentar a su hija a los que no se acordaban de ella.
- ¿Te acuerdas de Eduardo? Algún verano eráis amigos y jugabais juntos. – Dijo Marta.
- Sí, su abuela es pariente lejana de Marta, siempre hemos tenido buena relación con ellos. – Continuó Antonio.
- Hola, um, sí que me acuerdo, ya tenía 13 años. – Respondió Alicia dándole dos besos a Eduardo.
- Hola Alicia. – Dijo Eduardo algo ruborizado.
Aquella reacción divirtió a Alicia, que sonrió mirando a Eduardo. Marta se dio cuenta enseguida de sus intenciones e hizo como que no se daba cuenta pero en un descuido miró a Alicia con cara de “otra vez”.
- Podéis quedar después de comer y recordáis viejos tiempos, hasta las cinco no nos vamos. – Dijo Marta haciendo de celestina.
- Sí, las conversaciones de mayores te aburrirían hija. – Completó Antonio.
- Ah, pues te paso a buscar. – Dijo Eduardo con la cara iluminada.
- Sí. – Respondió Alicia que ya empezaba a estar algo excitada.
Pasadas las tres y media llamaron a la puerta y se oyó la voz de Eduardo por el patio de la casa.
- Voy. – Respondió Alicia.
- Pasadlo bien. – Dijo Marta con una retranca que solo advirtió Alicia y la devolvió sonriendo.
- Hola. – Alicia saludó cariñosa a Eduardo con un beso en la mejilla. – A ver donde me llevas.
Eduardo se contuvo donde le gustaría llevarla. Era un chico de su misma edad, de buena complexión y aspecto de chico sano de pueblo, noble.
- Por ahí arriba hacia el monte tenemos un campo de cereal y sacamos leña también. – Le explicó.
- Muy bien.
- Pero vamos a ir a una huerta que estaremos con sombra. Regamos con una acequia que sale del río.
- Sí.
- ¿Estudias o ya trabajas?
- Sigo estudiando en la universidad.
- Ah, yo no acabé el instituto más que lo básico, hice luego algo de FP y me metí a trabajar con mi padre.
- ¿Es duro no?
- Bueno, te acostumbras, de algo hay que vivir.
- Ya. En invierno habrá poco que hacer, digo de salir y eso.
- Bueno, vamos al pueblo de al lado y algo hacemos.
- ¿Y chicas?
Eduardo se detuvo y miro hacia el cielo, abrió la verja que daba acceso a la huerta y le invitó a entrar.
- Hay poco donde elegir.
- Qué bien cuidado tenéis esto. – Observó Alicia.
- Luego te daré unos tomates.
- Gracias.
Se sentaron bajo un nogal desde donde se oía el rumor del agua de la acequia.
- Qué bien se está aquí. – Observó Alicia sonriendo.
- Sí.
- Me acuerdo que cuando estaba aquí de pequeña y jugábamos, querías jugar a médicos y no quería jiji.
- Sí, ya me acuerdo.
- Me querías hacer un examen, y me preguntabas si me dolía aquí o aquí –señalándose el muslo y la teta respectivamente – y que necesitabas tocar para curarme jiji.
- Cosas de críos.
- Yo te despachaba y decía que no me dolía nada y que eras un guarro.
- Estás muy guapa cuando sonríes.
- Gracias.
- Y cuando no igual.
- Jiji. ¿Tienes novia?
- Eh, no.
- ¿Y no tienes ninguna amiga especial?
- ¿Qué se deje quieres decir?
- Pues no.
- Vaya.
- Si no voy al club no hay forma de mojar. – Dijo algo ruborizado.
- Entiendo no te apures.
Le cogió de la mano para demostrarle más confianza y le miró a los ojos. Casi a la vez inclinaron la cabeza hacia el otro y se besaron. Animado por la recepción Eduardo le empezó a tocar las tetas por encima de la camiseta, respondido por Alicia que le llevó la mano a la entrepierna.
- Buf. –Dijo Eduardo.
- ¿Mejor que las putas? Jiji.
- Desde luego y más guapa.
- No me gusta que estés así y tengas que pagar.
- Vamos mejor a la caseta.
- ¿Te da corte si nos ven? Jiji.
Eduardo aún no se creía su suerte y sacó la llave del bolsillo para abrir la puerta.
- Lo tenías todo previsto ¿eh? Pillín.
- Esto… no. Era solo para que lo vieras.
- Ya, es broma jiji.
- Jeje.
La caseta tenía dos ventanas por las que entraba luz suficiente. Había también un sillón algo viejo, que le recordó a Alicia su pasada noche con Rafael, sonrió.
- A veces lo empleamos para descansar un poco antes de volver a casa. – Indicó Eduardo.
- Nos va a venir muy bien. ¿Me vas a examinar ahí a ver que me duele?
- Ahora sí que se te dejas examinar.
Alicia se quitó la camiseta y miró un sitio donde dejarla, la dejó en una estantería con herramientas mientras Eduardo abría más los ojos. Alicia se sujetó las tetas y las bamboleó.
- ¿Te gustan?
Eduardo sonrió y empezó a desnudarse. Alicia se quedó en ropa interior de beige estampado de flores, tras despojarse del pantalón corto. Siguió con las sandalias puestas.
- Voy a examinarte.
- Adelante doctor. – Poniendo los brazos en cruz.
Eduardo le palpó la cintura y siguió por los muslos y las nalgas, para sobar detenidamente las tetas de una divertida Alicia.
- Sí, ahí me duele doctor siga. – Dijo con voz insinuante.
- No se preocupe que así se curará. Necesito verlas, quítese el sujetador por favor.
- Sí, doctor. - Alicia liberó sus tetas, con los pezones duros.
- Um, veamos. - Le sobó y lamió las tetas a placer. - ¿Nota mejoría?
- Sí, doctor. – Entre suspiros.
- Necesito seguir y examinar aquí.
Con sumisión se dejó bajar las bragas y levantó los pies para quitárselas del todo. Eduardo le pasó el dedo por la vagina y notó la humedad.
- Esto está bien. – Observó. – Ponga el culo en pompa.
Alicia siguió obediente las indicaciones y se colocó así. Notó las manos sobando sus nalgas, algún pellizco y leve palmada. Acabó abriendo las nalgas y observando el ano.
- Todo correcto.
Eduardo estaba en la gloria cumpliendo un sueño de la infancia, con el que de adolescente se había pajeado tantas veces imaginando ese momento y el de ver a Alicia desnuda. Se dispuso a quitarse el calzoncillo.
- Espera, ya te quito yo el calzoncillo.
A Alicia le gustaba saborear ese momento de liberar una polla tiesa y verla así tras haber provocado la erección. Y empezar a hacerla mimos antes de ser penetrada. Afuera se había levantado aire y se veía el resplandor de algún relámpago y el rumor sordo de los truenos.
- Viene tormenta. – Dijo Alicia.
- A lo mejor tenemos que estar aquí un rato.
- Estaremos bien. - Se sentó en el sillón y con Eduardo enfrente de él de pie, le palpó el calzoncillo. - Hay algo gordo debajo. – Sonriendo pícara.
- Compruébalo.
- Um, necesita tratamiento.
La polla de Eduardo medía 16 centímetros pero destacaba por su grosor. Alicia la acarició y se la introdujo en la boca, Eduardo puso una cara de gran placer y se atrevió a dirigir la mamada cogiéndole de la cabeza y a follarle la boca, viendo la facilidad de Alicia. Alicia le miró lasciva y Eduardo sacó su polla y le metió algo toscamente un dedo en la vagina y luego dos, Alicia se había abierto de piernas y se había abierto con los dedos los labios vaginales para masturbarse. Eduardo le metió aquel martillo pilón hasta el fondo.
- Aaaaah. – Exhaló Alicia.
Estaba acostumbrada a recibir pollas de todos los tipos pero aún así sintió su grosor haciéndose sitio. La cara de Eduardo mostraba una total felicidad, se estaba follando a una chica espectacular y sin pagar. Le hizo ponerse de pie recostada sobre el sillón y empezó a ver un ano sonrosado que se abría y cerraba a cada embestida. Para poder completar su gran tarde. Afuera se oían caer gotarrones sobre el tejado de uralita y entraba un aire húmedo. Poco después empezaba a llover fuerte. Le palmeaba el culo de vez en cuando. Pensó que no tendría oportunidad así y se lanzo.
- ¿Puedo metértela por el culo?
- Uf, aah, con una condición.
- ¿Cuál? – Preguntó expectante.
- Follas bien pero no has sido muy considerado, tenías un chocho mojado para comértelo y no lo has hecho. Y además si me das por el culooooh tendrás que chuparlo.
- Bueno.
- Mientras te lo piensas voy a follarte que llevas tu todo el tiempo dándome.
- No voy a tardar mucho en correrme.
- Pues descansamos un poco.
Alicia se acercó a la ventana y miró como seguía lloviendo, no se veía a nadie por el camino por el que habían venido y cerca se veían las primeras casas del pueblo.
- Es una pena que no vengas más.
- Jiji, para poder follarme ¿eh?
- Bueno eres una chica muy agradable.
- Ya. – Le dijo sonriendo.
- No hay por aquí ninguna chica que se te parezca.
Eduardo empezó a acariciarle las nalgas.
- Vamos a seguir. - Indicó Alicia.
Le hizo un gesto para que se sentara y se puso en cuclillas para mamarle un poco la polla y comprobar su dureza. Se la encasquetó con facilidad en el coño y le cabalgó mientras él miraba embelesado el bamboleo de sus tetas.
- Buf, como follas, vale, que te la quiero meter en el culo.
- Pues ya sabes.
Alicia se puso en la posición de antes del descanso. Eduardo pasó torpemente la lengua por su vagina, gesto que valoró Alicia de intentar complacerla y la llevó al ano. Para meter su polla con relativa facilidad. Alicia a pesar de todo quería probar el grosor de esa polla en su culo. Eduardo pensó que estaba ante una auténtica ninfómana y lamentó aún más su corta estancia, viendo que no debió de empujar ni trabajar demasiado la entrada de su polla en el culo. Se sintió pleno de satisfacción follándolo y cuando se la metió entera. Se la sacó y disfrutó el agujero que le provocaba.
- ¿En el club se dejan dar por el culo?
- Muy pocas y lo cobran muy caro
- Jiji. Esto es gratis recuérdalo.
- Uf uf, toda la vida, toma hasta el fondo.
- Aaah.
Le sacó la polla y la dispuso tumbada ladeada, con las piernas en alto bien abiertas. Alicia estaba con la cabeza colgando y se sentía desmadejada y a placer de su amante y no le disgustaba. Sentía que estaba haciendo algo bueno dándole una alegría a aquel chico de pueblo. Le abrió más las piernas y volvió a metérsela en el culo provocando el gemido de ella. Rápidamente se la sacó y se la metió profundamente en el coño pues quería correrse ahí. Alicia sintió borbotones de semen en su interior que empezaban a desbordarse de su vagina.
- Aaaaaaah. – Un grito triunfal de Eduardo.
Alicia se incorporó y se sacó un pañuelo de papel para limpiarse el semen de los muslos, se inclinó un poco y recogió más semen que le salía de la vagina, se acabó de limpiar y miró sonriente a Eduardo.
- Dame uno que me limpio.
- Lo haré yo.
Como era su costumbre le limpió la polla ante la agradable sorpresa de Eduardo.
- Ya está, bien limpia.
- Gracias.
- No hay de qué. Ha estado bien el tratamiento jiji.
- Es verdad, muy bien.
- Y hemos podido jugar a médicos, así no te quedas con las ganas.
Afuera seguía lloviendo ya con menos intensidad y en cinco minutos escampó.
- Una tormenta de verano. – Dijo Eduardo.
- Sí. – Guiñándole el ojo. – Me visto ya.
Eduardo ya se había vestido al acabar pero Alicia esperó a que escampara y seguía desnuda para disfrute de él.
- ¿Te pajeabas mucho pensando en mi?
- Sí. Ya con 13 años tenías unas buenas tetas.
Alicia recordó que en el colegio al principio le costó algún disgusto. Su madre tuvo una conversación con ella y le dijo que no debía avergonzarse de su cuerpo ni dejar que le humillaran. Muchos chicos trataban de pegarse a ella y tocárselas con cualquier excusa y le llamaban la tetuda. Hasta que se hizo valer dándole una buena bofetada a uno que se sobrepasó. Desde entonces su cuerpo había sido motivo de admiración y a veces de acoso. Ahora sentía que controlaba plenamente la situación y quién podía disfrutar de su cuerpo.
Le dio un abrazo a Eduardo y un beso suave y largo como despedida.
- Vamos a volver que ya no llueve. – Dijo Alicia.
Afuera olía a tierra mojada y fueron casi en silencio hasta la casa de Margarita. Donde delante de los demás le despidió con un casto beso pero le guiñó el ojo con disimulo. Marta salió a recibirles.
- Hola chicos, ¿lo habéis pasado bien? – Sabiendo lo que había pasado.
- Sí mamá me ha enseñado la huerta y nos ha regalado estos tomates.
- Muchas gracias, no tenías por qué. – Dándole dos besos.
- Que menos.
Eduardo se quedó unos instantes embobado mirando a Marta y se despidió. Marta y Alicia se sonrieron antes de entrar en casa. Se despidieron de la tía que les pidió que no tardaran tanto en volver la próxima vez, se dirigió a Alicia y le dijo.
- Además ahora has recuperado a un amigo de la infancia, seguro que se alegra de volver a verte.
- Sí, seguro, lo hemos pasado bien.
Marta miró al techo y se encaminaron al coche, donde Alicia volvió a adormilarse hasta que llegaron a casa. Ahí con la excusa de ayudarle a deshacer la maleta y ver la ropa para lavar, Marta estuvo en el cuarto de su hija mientras Antonio veía la televisión. Se besaron y metieron mano nada más entrar y a continuación Alicia le contó su encuentro con Eduardo.
- Hija, estás más tiempo desnuda que vestida.
- Jiji, estoy a gusto.
- Y te lo pasas bien.
- Parecía tan necesitado de una chica cariñosa.
- Sí, vas haciendo una función social. – Dijo con sorna.
- Jiji, eso mismo. Te hubiera gustado follar con Rafael, lo hacía muy bien, ni siquiera Manuel me lo come así el chochito.
- Um.
- Solo tú me das más placer, mamá, y Carla.
- Entre mujeres sabemos lo que nos gusta.
- Estoy mojada otra vez jiji.
- Ay, hija.
- Voy al baño y vuelvo.
- Sí, ya acabo yo.
Alicia empezó a recordar a su primo y como le apetecía follar con él. Sonrió recordando momentos gozosos y como aquella polla le martilleaba. Cerró los ojos y un espasmo le sacudió de arriba abajo. Se sacó los dos dedos pringosos y los chupó con deleite. Satisfecha se lavó las manos y salió del baño.
- Ya. – Dijo Alicia entrando sonriente por la puerta.
- ¿Más relajada hija?
- Sí.
- Bueno, ya he acabado. – Marta sonrió y se sentó en el borde de la cama. – Esa ropa es para lavar. – Le indicó.
- Gracias mamá.
- De nada.
- ¿Por qué te has ido al baño?
- No quería molestarte mientras acababas jiji.
- Qué considerada.
- ¿Sabes? – Alicia se sentó a su lado. – He estado pensando en Manu mientras me masturbaba, echo en falta su polla.
- Y yo. – Marta se dio cuenta de su espontaneidad y se puso algo colorada ante la mirada divertida de su hija.
- Es normal.
- Sí. Pero no le digas nada a tu padre. – Le dijo con picardía mientras Alicia sonreía igual.
- No te preocupes. Y quiero mucho a Luis y me folla muy bien ¿eh?
- Te entiendo, pero lo pasamos muy bien con Manuel… y con Carla.
- Pillina, como te gusta.
- Sí, es tan dulce… Bueno, voy a hacer la cena que nos vamos a acabar liando.
Marta salió de la habitación y observó que su marido se había quedado dormido en el sofá. Al día siguiente Alicia recibió la llamada de una amiga del instituto que le invitaba a ir a la piscina por la tarde. No le gustaba demasiado ir a la piscina y su amiga le parecía algo mojigata pero decidió aceptar. Llamó a Luis que se alegró de oír su voz.
- Hola Ali, como me alegra que me llames.
- Hola, ¿me has echado en falta?
- Sí.
- Yo también. ¿Sabes? Te iba a decir de quedar esta tarde, pero me ha llamado una amiga, ¿te importa quedar mañana?
- No, para nada. ¿En el parque a las seis?
- Perfecto. Y me cuentas qué has hecho estos días jiji. Chao.
- Adiós.
Luis se quedó con ganas de hablar más pero a continuación pensó que podía quedar con la chica que conoció el otro día y follársela. Pensó el sitio para hacerlo, sonrió y le llamó. La voz de ella sonó algo sorprendida.
- ¿Diga?
- Hola, soy Luis.
- Ah, perdona que no tenía tu número metido.
- ¿Podemos quedar esta tarde?
- Eeeh, bueno, sí.
- ¿Quedamos en el parque a las seis?
- De acuerdo.
- Pues hasta mañana.
- Adiós.
Luis sonrió satisfecho y sintió un hormigueo en los huevos. Había un parque cercano entre la casa de Andrea, donde habían estado en las escaleras del garaje la última vez y su casa, sin saberlo vivían bastante cerca. Se puso a pasear un poco nervioso buscando con la mirada a Andrea, pensando si estaría tan receptiva como la vez anterior, donde pensaba que el efecto del alcohol había ayudado. La vio a parecer al final del paseo y sonrió. Ella también le sonrió, algo tímida, pero le pareció una buena señal. Se saludaron con dos besos en la mejilla. Andrea llevaba una camiseta de tirantes que dejaba ver un sujetador fucsia y un pantalón corto. Se había maquillado y en conjunto estaba bastante atractiva. Luis pensó que quizá no era tan tímida o bien que su amiga le coartaba algo.
- Hola Andrea.
- Hola Luis.
- Me alegra verte.
- Y a mí.
- ¿Qué quieres? ¿Dar un paseo? ¿Tomar algo?
- Por ahora sentarnos ahí a la sombra.
Se sentaron en el césped bajo la sombra de un buen árbol. A Andrea se le veía el canalillo y sentada a lo indio se le subía aún más el pantalón. Luis pensó que estaba muy apetecible. Ella le miró y bajó la cara sonriendo como si no se atreviera de decirle algo. Luis le puso la mano en la rodilla y habló.
- Se está muy bien aquí a la sombra.
- Sí.
- Tienes una sonrisa muy bonita.
- Gracias. Tú también.
- Bueno. Me gustó lo de la otra noche y espero no haberte hecho daño.
- Oh, no, me lo pasé muy bien.
- Como estábamos un poco pedo…
- Controlaba lo suficiente.
- Me quedo más tranquilo.
Andrea le miró dulcemente y le puso la mano en la rodilla.
- Podemos acabar lo del otro día.
- Me gustaría mucho.
Andrea se rió por lo bajo tapando el apuro que le daba.
- ¿Tienes pensado dónde?
- No. – Dijo cabizbaja.
- ¿Tu casa tiene trastero?
- No.
- La mía tampoco.
Andrea se encogió de hombros pensativa.
- Um, espera, mis padres suelen darse un paseo cuando cae la tarde. Podemos tener sobre una hora porque se sientan en una terraza.
- Genial.
- Solo hay que esperar, voy yo antes y te aviso. – Dijo ilusionada.
- Ahora solo hay que hacer tiempo.
- Sí.
- ¿Y no te pone hacerlo en un sitio público?
- Prefiero la tranquilidad de casa
- Vale.
Estuvieron un rato más a la sombra hablando de temas instranscendentes. Luis propuso ir a un centro comercial donde pensaba hacer algo más que mirar las tiendas.