Complice3

He perdido la apuesta

¿Dónde me he metido y donde he metido a mi mujer?

¿Qué me está pasando?

¿Cómo he podido llegar a esto?

Todas esas preguntas no paraba de hacérmelas, estaba poniendo mi matrimonio en juego, ya no estaba en mis manos y ya no lo podía parar. Pero… ¿quería pararlo?

Estaba claro que no, había algo en mi interior que quería dar un paso adelante, saber a dónde nos iba a llevar esta aventura. Saber hasta donde era yo capaz de aguantar y saber hasta dónde estaba ella dispuesta a llegar.

Tampoco sabía si debía decirle que estaba al corriente de todo o callarme y seguir ejerciendo el rol de cornudo que no se entera nada.

Cuando llegó era ya tarde, venía muy alterada, le pregunté que qué le pasaba y me dijo que había discutido con su amiga y que no tenía muchas ganas de hablar. Entró directamente en la ducha  dejando encima de la cama su chaqueta y su bolso.

No me puse resistir, cogí su bolso y lo registré buscando su móvil, me fui directamente a la bandeja del whatsapp. Solo había dos mensajes, se ve que los anteriores los había borrado, pero estos no había tenido la precaución de borrarlos.

El primero decía…

-Muchas gracias mi amor, ha sido bestial.

Y la respuesta de él fue contundente.

-Solo me interesa de ti si estás dispuesta a entregarte o no.

Dejé el móvil en su sitio y me volví al salón a esperarla.

Desde el dormitorio me dijo que se acostaba directamente que estaba muy cansada y entonces le dije que me esperara que yo también quería acostarme.

Cuando me metí en la cama quise abrazarla y me llevé una sorpresa, estaba desnuda.

-Estoy muy cansada mi vida, déjame dormir.

-¿Te acuestas desnuda y pretendes que me de la vuelta y me duerma?

Cedió y me dejó abrazarla, nunca había necesitado más hacerlo que esa noche.

La besaba, la acariciaba, la trataba con ternura y su cuerpo, después del castigo que había sufrido, reaccionaba ante tanta delicadeza.

Me abrazo muy fuerte y me dijo…

-Te quiero, no me dejes nunca, no sabría vivir sin ti.

-Pero tonta ¿a qué viene eso ahora? ¿quién te va a dejar?

Me alegró y me tranquilizó profundamente que después de venir de los brazos de otro hombre me dijera que me quería y que no la dejara nunca.

Sabía que tenía claro que su pareja y su marido era yo y que me necesitaba, pero también sabía que estaba teniendo remordimientos, pero  que no estaba arrepentida.

Le acaricié los pechos, se los besé, le dije que estaban muy calientes y que los adoraba. Fui bajando hasta su vientre y me paró.

-Hoy no mi vida

-¿Por qué hoy no? déjame hacerlo por favor.

Estaba recién duchada y olía a limpio, ya sabía que se lo había rasurado pero hice como si me sorprendiera.

-¿Te gusta que lo lleve así?

-Me encanta

-Lo he hecho para ti.

Eso me jodió porque sabía que no había sido pora mí, pero consiguió que mi polla después de tantas veces que me había masturbado esa tarde se pusiera tiesa como un palo.

Empecé a besárselo, a acariciarlo con mi lengua, olía y sabía a limpio, pero conforme se excitaba, fui notando un sabor diferente, un sabor que salía de sus entrañas y que sabía perfectamente lo que era.

No pude más y me subí encima y empecé a follarla, pero fue un día muy intenso y no pude aguantar ni un minuto. Me corrí.

Ella se quedó callada, yo no sabía que disculpa poner. Se levantó y fue a lavarse. Yo entré después de ella y con la luz encendida vi señalados en su culo los manotazos de él. No dije nada, me lavé y me acosté.

Nunca antes fui más consciente de mis limitaciones como hombre y comprendía que mi mujer deseara que otro llenara el espacio que yo no podía ocupar.

A la mañana siguiente estaba ansioso por que él se conectara y pudiera contarme su experiencia y cuando lo hizo, me dejó claro que ahora el que mandaba era él.

-No pretendo ser la distracción de un matrimonio aburrido y burgués, esto es un juego y si queréis jugar, debéis hacerlo en serio.

-¿Qué he de hacer?

-¿Tú? nada… no desvelar que estás al corriente y hacer todo lo que te pida. Por cierto, tenemos una apuesta pendiente.

-No hemos apostado nada.

-Sí que hemos hecho la apuesta, lo que no hemos dicho es lo que nos apostamos.

-Di que quieres apostar.

-Si tu mujer no me vuelve a llamar, yo desaparezco y no volvéis a saber nada más de mí, pero si quiere seguir, tendrás que ser mi esclavo y eso conlleva obligaciones y castigos. ¿Aceptas?

Mi instinto pudo más que mi mente y sin pensarlo dos veces acepté.

Iban pasando los días y Eva cada vez estaba más arisca, discutía por todo y sobre todo, me rechazaba en la cama.

Sabía que estaba librando una batalla interior.

O se olvidaba de todo y volvíamos a nuestra aburrida vida anterior o terminaba de abrir las puertas a un fascinante mundo que no sabía a dónde nos podía llevar.

En todos esos días, perdí el contacto con él, ni se conectaba ni contestaba a mis correos o mensajes. Eso me provocaba una fuerte ansiedad, realmente estaba jugando con nosotros y lo hacía muy en serio. Nos quería dejar claro que si queríamos seguir, debíamos aceptar sus condiciones.

Trataba por todos los medios pillar a Eva en un descuido y poder mirar su móvil, pero siempre que lo conseguía, tenía la bandeja vacía. Estaba seguro de que borraba todos los mensajes. Hasta que una noche que no me podía dormir vi un resplandor que provenía del móvil de mi mujer.

Comprobé que ella dormía, me levanté y lo cogí. Me salí del dormitorio y lo abrí.

-Mi amor, haré todo lo que me pidas, pero por favor no me dejes. Dime algo te lo suplico.

-No te creo, no tienes ni idea de hasta donde quiero llegar.

-Quiero llegar contigo, ponme a prueba.

-Lo haré.

Vi que los tres primeros mensajes los habían mandado antes de acostarse, pero el último lo mandó él en ese momento.

Dejé el móvil donde estaba y me acosté, no solo ella había aceptado, sino que había perdido la apuesta.

Yo al igual que mi mujer, tenía mi propia lucha interior, como él decía, si aceptábamos seguir su juego, debía hacerlo en serio y me propuse hacerlo.

En el trabajo me costaba mucho poder concentrarme y siempre tenía abierto el chat por si él entraba y cada vez que sentía el típico sonido cuando se conectaba, se me aceleraba el corazón.

-Hola amigo

-Yo no soy tu amigo.

-¿Qué somos entonces?

-Yo el chulo que se está follando a tu mujer y tú el cornudo que lo consiente.

-¿Crees que es necesario esta humillación?

-Si

-Sé que he perdido la apuesta, pero quiero poner una condición.

-Cual

-Ya que ella ha decidió no informarme de nada, quiero que me informes tú de todo.

-Lo considero justo, aunque me reservo el momento de hacerlo.

-¿Qué prueba  le vas a poner?

-De momento no te lo voy a decir, pero ya te garantizo que no tengo ninguna esperanza que la pase.

-¿Tan difícil se lo vas a poner?

-Difícil no es, pero tiene que desterrar muchos prejuicios para hacerlo.

-Me estás preocupando

-No tienes por qué, vuestra seguridad, vuestra integridad y mi discreción, están garantizados.

-Gracias, me quedo más tranquilo

-Hay una cosa de la que te quiero advertir, también lo haré a tu mujer. Ahora quiero que me atiendas atentamente y sin interrumpirme ¿entendido?

-Si claro

-No es mi intención romper vuestro matrimonio, ni mucho menos robarte a tu mujer. Lo que os hace atractivos para mí, es precisamente que seáis un matrimonio. Si os separaseis, dejaríais de ser atractivos.

La diferencia entre vosotros y yo es que yo no tengo ningunos sentimientos previos. Solo me interesáis para manipularos y para llevaros a cada uno a su límite. Somos personas maduras y cada uno llegará hasta donde quiera llegar. Es más, para que mi rol sea creíble, he de expresar lo que sinceramente pienso de vosotros.

Ya te dije antes que no éramos amigos, no lo entiendas como una descortesía. Puedo tenerte respeto por educación, pero no me pidas que me guste como eres porque te detesto. Un hombre que cede a lo que más quiere, para mí, no es un hombre y por lo tanto, mi deseo es humillarte.

-Sobre tu mujer, pienso que representa el típico rol de mujer reprimida, insegura y con complejos que no es capaz de confesar, por lo tanto es una hipócrita. Mi deseo para ella es sacar todo lo sucio que esconde, quitarle la máscara y desnudarla no solo físicamente, sino como persona. Y eso solo se consigue a base de humillación.

Todos aceptamos este juego, cada uno tiene sus motivos y sus objetivos. La distancia entre hacer algo realmente bueno para todos y el ridículo es muy estrecha. De cada uno depende de que esto sea patético o consigamos una experiencia única.

Ahora retírate y piensa en lo que te he dicho.

-Me dejas sorprendido, realmente eres bueno.

-Ahora hace falta que tú también lo seas.