Complejo de Loba (5)
La lobata sigue en su misión de seducir y enamorar a su tío Uriel. Sin embargo, en un momento cumbre de su relación, aparece una zorra en el corral... ¿qué relación tiene con Uriel? ¿Cómo se tomará Sofía su presencia?
- ¡UAAAAAYAAAAAA! ¡AYUUUYEEEAAAAAA! ¡YUUUUUUAAAAAWAWAA!
Estaba con los brazos cruzados viendo cómo Sofía intentaba montar a Vento por primera vez, y por supuesto, escuchando los alaridos de esa banshee con complejo de loba, no dejaba de correr de un lado a otro.
El motivo de todo esto: Sofia me vio montarlo para dar unas pocas vueltas meramente rutinarias para que Vento no se olvidara que puede ser montado, y no lanzar a su jinete por los aires la próxima vez que lo montaran. La razón: Sofía es insoportablemente codiciosa, y se rige por el culo veo culo quiero.
- ¿Te lo pasas bien?- Dije, levantando bien la voz para que me oyera-. Ya te dije que no sería fácil.
- ¡YAAAYIIIUYAAAA AEEEYUUAAAAA! ¡WEEEEWAAAAEE!
- Si sigues chillando tanto voy a tener que ponerte un bozal, lobata escandalosa.
- ¡Solo si a cambio me atas con correas y me das azotes en el traserooo!
Me llevé la mano a la cara.
- Por situaciones como estas agradezco no vivir con nadie más. A saber qué pensaría cualquier persona normal.
- Probablemente... - abrí los ojos como platos- cualquier persona normal tendría pensamientos altos en contenido turbio. Pero supongo que puedo hacer una excepción por ahora y hacer ver que no he oído nada.
Giré el cuerpo entero para encontrarme con la persona que menos me esperaba encontrar. Una chica rubia con el cabello liso semisuelto que le llegaba hasta media espalda. Unos enormes senos, un cuerpo esbelto. Y su atributo más destacable en aquel ambiente. Un vestido blanco, con motivos y cintas rojas, de sirvienta... y un guante blanco níveo en su mano derecha.
- Saludos señor Uriel. He vuelto.
- Carol...
Sofía cayó del caballo detrás de mí, y después de rodar un poco por el suelo se levantó llena de barro y suciedad, mirando a la recién llegada.
- ¿Y esta quien es?
Una transición entre escenas después estábamos Sofía y yo en la sala de estar.
- Caroline Verdrak es la chica de la que te hablé que vivía conmigo y se dedicaba a hacer trabajos de campo, y limpiaba. Tiene veinticuatro años y está en último año de carrera de ingeniería.
- ¿Ingeniería?
- Ingeniería mecánica. Se quiere especializar en robótica.
- Hostia puta.
- En general sabe hacer un poco de todo.
Justo mientras hablábamos Carol entró en la sala con una safata con tres vasos. Pasó por delante de Sofía con su típica pose altiva e integérrima.
- Un poco de todo... Ya veo... - Sofía habló entre dientes, casi siendo un gruñido, siguiéndola con la mirada.
- Por favor, Sofía, te pido que te comportes. Es una muy buena amiga mía y la hija mayor de mi vecino. Vive aquí desde hace casi un año para independizarse de sus padres y tener más espacio para trabajar en sus proyectos.
- ¿No me digas que su habitación es la del final del pasillo donde hay una cerradura electrónica que no destaca para nada en una granja de campo?
- En efecto. Cuando me preguntaste te dije que tarde o temprano te contaría por qué estaba cerrada de aquella manera.
- Pensaba que guardabas a un harem de chicas atadas con correas de cuero negro, y por eso no querías que lo viera.
Suspiré. Carol, sin inmutarse y con la espalda recta, nos puso delante de Sofía y de mi un vaso efectuando sus movimientos elegantes y perfectos. Se inclinó especialmente al servirme el café a mí, y casi pude notar una corriente de viento soplarme de lo grande que era el canal que quedaba bien abierto entre sus exhuberantes senos.
- Carol... - carraspeé- esta es Sofía Farendis. Es mi sobrina. Como puedes ver, tiene una personalidad... intensa. a quedarse este año con nosotros porque la universidad a la. que va a acceder queda cerca de aquí. Así que, si no se acaba arrepintiendo antes de tiempo, vas a verla, y sobretodo escucharla, bastante. Aunque ya lleva casi un mes, así que...
- ¡No voy a huír!- Me interrumpió aquel proyecto de lobata.
- ¡Un mes! Vaya, que chica más fuerte.
Sofía se cruzó de brazos y sonrió.
- Si, bueno, no es para tanto... cuando te acostumbras todo se hace solo.
- Sofía, luego te cambio las tiritas de las heridas que te has hecho montando a Vento, y te pondré más pomada para las picaduras de abeja, y te lavaré el cabello, que aún tienes barro de las cuatro veces que te has tropezado con cualquier cosa hoy.
- ...tenías que desmenuzar y exponerlo todo, ¿verdad?
- El exceso de soberbia es perjudicial para la salud mental- tomé un poco de mi café.
- Señor Uriel, puedo preguntar dónde está Clara?- Interrogó Carol.
- Oh... se fue pocos días después de que empezaras tus vacaciones. Luego vino otra, Jessica creo que se llamaba. Justo se fue el día que llegó Sofía.
- Debería dejar de buscar mujeres por internet, señor.
- Eso, eso. Porque, ¿sabes qué, Carol? Yo seré la mujer de Uriel...
- De eso ni hablar.
- ... cuando se de cuenta de que soy lo mejor que le ha pasado en la vida. ¡No necesita a ninguna otra mujer!
- Perdónala... es una cría que se cree con el derecho a decidir sobre los demás.
Carol se sentó al lado de Sofía y le dedicó una sonrisa amable.
- Así que usted ama al señor Uriel, señorita Sofía?
- ¡Eso es!
- Estoy segura de que el señor Uriel aprecia mucho el amor que le demuestra- dijo, y se puso a acariciarle el cabello.
- Pues ojalá... pero no deja d-... ¡n-no me trates cómo a una perrita!- Le apartó la mano.
- Oh, disculpe, no era mi intención.
- Hmf- Sofía extendió la mano para beber de su vaso, pero casi lo escupió cuando lo probó- ¡¿Pero esto qué es?!
- Zumo de melocotón. ¿No le gusta señorita? Si quiere puedo darle zumo de naranja.
- ¿Por qué me das zumo y a él café?
- Porque la cafeína desvela y no debería de beberla cuando está tan cerca la hora de ir a dormir.
- ¡No me trates como una a niña!
- Oh, no, no era mi intención tratarte como a una niña. Lo siento. ¿Quieres un vasito de leche para compensartelo antes de ir a la cama?
Carol dedicó una de sus astutas sonrisas a Sofía. Y esta reaccionó exactamente cómo esperaba que lo hiciera.
- ¡Que te den, zorra!- Se levantó e, indignada, se fue por la puerta.
- ¡Sofía! - dio un portazo-. Carol...- ella me miró-. ¿Por qué eres tan así con todas las que vienen?
Carol se llevó la mano en la que llevaba el guante a los labios, intentando esconder su sonrisa.
- Es que nunca habías tenido a alguien tan jovencita y he pensado que podríamos llevarnos bien con alguna si compartíamos alguna que otra bromita inocente.
- De verdad te digo que...- suspiré-. En fin. Bienvenida a casa. Intenta en la medida de lo posible llevarte bien con ella, ¿vale?
Carol se levantó, tomó ambos pliegues de su falda de maid, e inclinó el cuerpo de manera elegante para realizar una reverencia.
- Gracias por acogerme nuevamente, señor Uriel. Haré lo que pueda para ganarme la amistad de su sobrina y seguir ganándome el sustento de vivir en su casa.
Al día siguiente Sofía se levantó antes de la hora en la que solía levantarse, y fue a hacer el desayuno. Pero Carol ya se le había adelantado y había hecho una comida exquisita. Por supuesto, Sofía se puso hecha una fiera, pero devoró su comida por lo buena que estaba.
- A veces he intentado aprender alguna de las recetas de Carol, pero sigo sin entender cómo le queda tan rico todo.
- Mi secreto es el amor y el cariño, señor- Sofía gruñó, pero Carol la ignoró-. Y... especias de países exóticos compradas por mi padre.
Durante todo el día en el que llegó Carol y el siguiente estuvo compitiendo contra ella con absolutamente todo. Si Carol recogía plantas medicinales, Sofía recogía el doble. Si sacaba los caballos, Sofía se ponía como loca a chillar para sacarlos más rápido. Si recolectaba miel de los panales, Sofía recolectaba más. Bueno, al menos supongo que esa es la idea con la que iba. Pues fuera lo que fuera que hicieran, Carol siempre lo hacía más rápida y eficazmente que Sofía. Al fin y al cabo, es una verdadera prodigio, no solo para la mente, sino también para el cuerpo.
Al tercer día, por la mañana, Sofía se fue por primera vez a la universidad. Carol le preparó un almuerzo para llevar y ella lo tomó, agradeciéndoselo rechinando los dientes. Le di una colleja.
- No seas tan maleducada. Anda, ve a estudiar. Y por favor no digas nada indecente en tu primer día.
- ¿Decir algo indecente? ¿En público? ¿Es que te piensas que estoy enferma?
- ¡Claro que sí! Ugh, mira, sea como sea el bus estará al caer. Pasa cada hora así que ya estar corriendo.
- ¡Mierda! ¡Nos vemos luegooo!
Sofía se fue corriendo y tanto Carol como yo nos quedamos viendo cómo se alejaba con su mochila saltando de un lado a otro.
- Qué mona... Parece una niña en su primer día de colegia.
- Es una niña en su primer día de colegio.
- ¿Tu crees?- Carol volteó en mi dirección-. Yo creo que ha crecido tanto que te niegas a verla cómo la mujer en la que se ha convertido. Es... la sobrina de la que me hablaste, ¿verdad?
- Sí... lo es.
- Has aguantado un mes entero.
- Sí... al final parece que no me guardaba rencor. Pero aún así...
- Si no te guarda rencor, y parece que te quiere tanto y está tan atenta a ti, tal vez es que el único que está sufriendo por eso seas tu. ¿No crees que va siendo hora de soltar el pasado?
- No me agobies, niña...- di mediavuelta, regresando al interior de la masía.
- Vaya... ¿ahora me llamas niña?
Varias horas después Carol llamó a la puerta de mi cuarto. La invité a pasar y me trajo un poco de café recién hecho.
- Te echaba de menos...
- Si quiere hacer de Sofía su mujer, tendría que enseñarle los hábitos que le gustan para que le pueda complacer como es debido.
- Muy graciosa. ¿Cómo van tus estudios, Carol? ¿Cuando empiezas?
- Me han dado permiso para estudiar la mayor parte de la semana desde casa, puesto que aquí tengo el mismo equipamiento que en la universidad. Solo necesito ir un par de horas a la semana a menos que sea alguna clase especial.
- Sofía te tendrá envidia.
- Bueno... estoy segura que me tendrá envidia de todas formas por poder pasar más tiempo con usted.
Reí un poco y sentí sus manos apoyarse sutilmente sobre mis hombros, para luego deslizarse por mis clavículas y acabar el cercado sobre mi pecho, abrazándome desde atrás. Carol apoyó su mejilla en mi hombro, descansando el peso de la cabeza.
- Lamento interrumpirle, pero su olor... tiene algo especial, señor Uriel.
- Tranquila... no me molesta. También hueles muy bien, Carol- le acaricié uno de sus brazos- y tienes la piel muy suave.
- ¿Sabe? Siempre se lo digo, pero constantemente me imagino cómo sería una vida teniéndolo a usted de marido. Que probablemente no se diferenciaría mucho de cómo estamos ahora. Y eso me haría tremendamente feliz. Sin embargo... yo se que su corazón le pertenece a otra persona.
- Venga ya... ¿no me digas que te refieres a...?
- No tengo por qué referirme a nadie. Solo especulo teorías... sin embargo, me gustaría que hubiera algo que aquella afortunada que acabase con usted no me quitase nunca. Aunque lo veo algo bastante difícil... pues lo querrá todo para ella sola.
Carol bajó sus manos mientras hablaba, paseándolas por mi cuerpo. Llegó a la barriga... al abdomen... a la pelvis... y metió poco a poco sus manos, la derecha con el guante incluso, en mi entrepierna. Sentí cómo la mano izquierda abrazaba mi polla con una delicadeza claramente propia de Carol.
- Mmm... Por nada en el mundo querría perder tus masajes, Carol.
- Me halaga usted, señor...
Poco a poco sacó mi polla del pantalón, y este creció mucho más rápido al salir de su prisión. Con una habilidad única empezó a masajear el tronco, masajeando con la otra mano la zona de alrededor.
- ¿Quiere que siga, o lo dejo trabajar?
Me giré en su dirección y la cogí con una mano de la nuca, atrayéndola hacia mi. Nuestros labios chocaron en un beso que, con experiencias pasadas, nos llevó a abrir ambas bocas y encontrar nuestras lenguas en un minucioso baile muy entrenado a lo largo del año que habíamos compartido juntos. Me seguía fascinando su habilidad para mantener la concentración en el masaje que me estaba haciendo y a la vez realizar aquel beso con tanta facilidad.
Carol subió poco a poco su mano por el tronco de mi polla y pasó su dedo índice por el capullo, recogiendo un par de gotitas de líquido preseminal. Sin pensarlo dos veces y mirándome fijamente a los ojos apartó sus labios de los míos y se metió el dedo en la boca, saboreándolo como si se tratara de un manjar.
- Carol... ve a la cama. Vamos a celebrar tu regreso con lo que mas te gusta.
La mirada de Carol adquirió un brillo singular.
- Sí, señor.
Carol fue hacia la cama y se tumbó bocarriba, desabrochándose el vestido de maid por la parte superior. Sus sostenes de color negro quedaron totalmente a la vista. Me bajé los pantalones y los calzoncillos, y me subí a la cama. Avancé ascendiendo a gatas por su cuerpo, hasta que me senté sobre su barriga, dejando descansar mi polla encima de sus pechos. Escupí en mi mano y se la puse en frente. Ella también escupió, aunque con mucha más clase que yo. Metí la saliva de ambos entre sus pechos, untándola bien por todo el canal, sin quitarle los sostenes. Acto seguido, tiré las caderas hacia delante y apunté con mi polla para entrar ahí en medio. Sin pensarlo dos veces empecé a mover mis caderas, y poco a poco la cama empezó a balancearse adelante y atrás, al igual que el cuerpo de Carol. Mi polla entraba y salía de entre sus pechos, tocándole la parte alta del cuello en cada embestida. Ella me miraba fijamente a los ojos, con aquella mirada tan llena de deseo que me hizo caer en su tentación hacía ya tiempo.
Sin embargo, ocurrió algo que no me esperaba para nada. Tenía a Carol, una auténtica belleza. Con un cuerpo rozando la excelencia. Y, sin embargo, donde estaba su rostro y su melena rubia perfecta, veía la melena de color castaño y el rostro de Sofía. Sacudí la cabeza, pero la imagen no se borró. "Hay que joderse... ahora también se me mete en medio cuando está en la universidad. Ahora verás lo que es bueno".
Sin pensarlo demasiado llevé una mano a su cara y le acaricié la mejilla. Me agaché para besarla, y cuando aparté mis labios le acerqué un pulgar a la comisura. Sof... Carol, juntó y desplazó los labios para besarmelo. Hice presión con el dedo y lo metí en su boca. Le estiré la comisura desde dentro a un lado, haciéndole abrir la boca. Empecé a escuchar los gemidos provenientes de lo más hondo de su garganta cada vez que la sacudía entera con cada embestida. Metí otro dedo, para abrirle más la boca. Su lengua húmeda lamía mis dos dedos invasores. Invitándolos a meter más dedos, si así lo quería. Sus ojos seguían fijos en los míos, llenos de deseo. Le estrujé un pecho con una mano libre, y le pellizqué un pezón a través del sostén. Gimió de aquella forma tan atractiva con la que siempre gemía. Me ponía a cien.
Hice fuerza hacia abajo con los dedos para bajarle la cabeza, y le desabroché los sostenes. Mi polla pasó más allá del límite impuesto por la prenda y se metió de lleno en su boca. Subí un poco más las caderas, y mi polla siguió entrando rozando su paladar. El cuerpo de Sofía nunca podría metérsela tan hondo sin sufrir una arcada.
Me quedé quieto unos segundos sujetando con ambas manos su cabeza, y cuando sentí la lengua de Sofía -sacudí la cabeza- la lengua de Carol empezar a acariciar el tronco de mi polla, supe que podía empezar a moverme. En varios momentos detuve el movimiento para darle un respiro, apretando la parte interior de sus mejillas con mi polla, acariciándosela por el exterior con uno u dos dedos. Sofía reía un poco cada vez que lo hacía. Y a pesar de tener una polla metida en la boca, de alguna manera lograba parecerme mona. Luego, la manera en cómo usaba la lengua, o mordisqueaba con la presión adecuada de tanto en cuando, convertía aquello en un acto de pura resistencia. Sin embargo, no tardé demasiado.
- Voy a correrme...
- Hájalo (hágalo)- dijo, con la boca llena.
- Ya voy...
- Ajerante (adelante).
- ¡Sofía...!
Metí toda la envergadura de la polla dentro de la boca de Sofía, cerré sus labios alrededor de la base con la mano que no le sujetaba la cabeza, para que no se escapara ni una gota por los huecos de sus comisuras, y empecé a correrme. Emití, pulso tras pulso, chorros enteros de semen. Sentía cómo su laringe apretaba a ratos el glande de mi miembro, emitiendo espasmos haciendo el acto reflejo de tragar, aún sin tener mucha más alternativa que aceptar todo lo que bajaba inevitablemente por su tráquea y acabaría llenando su estómago. Asimismo, ella emitía unos ruiditos de estar atragantándose sin dejar de mirarme con ojos llorosos. Escuché cómo tosía y por la nariz le salía un hilito de semen, pero cerró los párpados y se concentró. Su mano permanecía apoyada en mi muslo. Sin golpear. Sin luchar por sacarse mi polla de la boca. Aceptando todo el semen que le estaba metiendo en el cuerpo.
Al cabo, al terminar, empecé a retirar la polla, no sin antes sentir cómo cerraba fuerte los labios alrededor de la misma para acabar de escurrir lo que quedara a medio camino de salir. Me senté encima de la cama, a su lado, mientras ella tosía un par de veces y se relamía. Se acarició la barriga, como siempre. Y, como siempre...
- Gracias -tosió una vez- por la comida... señor Uriel.
Al cabo, al ver que no respondía cómo sería usual, que es emitiendo una risita irónica, sino que me quedé callado al borde de la cama, se incorporó y gateó hacia mi.
- ¿No quiere seguir, señor Uriel?- Dije que no con la cabeza-. No me importa que me llame por su nombre...
- No... lo siento. Estuvo mal, no debí llamarte por su nombre. Me... salió solo. Perdona.
Carol, carraspeando un poco, esperó unos segundos para acabar de recuperarse hasta que me giró la cabeza y me dio un beso el los labios. Luego, sin soltarme las mejillas, se quedó mirándome.
- Voy a amarle y servirle aunque usted ame a otra mujer. Voy a dejar que me haga el amor cuantas veces quiera aunque me llame por el nombre de otra mujer. Lo que usted hizo por mi... no solo permitirme quedar en esta casa...- Carol se señaló su mano con el guante blanco.- Sino por aquella noche en la que salvó mi vida... Me dejó claro que usted sería el único hombre al que quería amar con todo mi ser, y lo que más quiero es que sea feliz. Es que disfrute de su vida. Es que no sufra innecesariamente. Y el día que decida dejar de obtener placer carnal con mi cuerpo, seguiré allí para apoyarlo cuando se sienta mal o triste, o para ayudarlo a arreglar una discusión con aquella mujer a la que ame.
- Carol... no digas eso. Quiero que encuentres a un hombre que te haga feliz a ti también.
- No se preocupe, después del amor que siento por usted, amo las máquinas y mi trabajo más de lo que amaré nunca a ninguna otra persona. Mi felicidad no está en encontrar una pareja. Mi felicidad está en mí misma, amándolo a usted. Se que no es la primera vez que le digo todo esto... y se que tambien quieres mi felicidad en la vida. Pero ahora mismo, esta es mi mayor felicidad. Y quiero que sepa que no me interpondré en su futuro, más que para servir de canalizador de sus emociones más intensas. Quería que lo recordara. Ahora, más que nunca.
Carol miró en dirección a la puerta. Yo también miré, y vi cómo Sofía, que estaba espiando, cerró la puerta inmediatamente.
- ¡Sofía!- Me levanté. Antes de pasar por la puerta, miré a Carol, que usaba un pañuelo para acabar de limpiarse el sudor de la cara y el líquido preseminal y saliva que había quedado por su clavícula y entre los pechos-. Carol... después seguimos hablando de esto, ¿vale?
- Deje de pensar en mi... y vaya con su lobita- me guiñó el ojo con una sonrisa pícara.
Llegué a la puerta de la habitación de Sofía. Llamé, pero nadie respondió.
- ¡Sofía! ¡Por favor, abre! ¡Sofía!
Empecé a escuchar un sonido extraño a través de la puerta. Apoyé la oreja para escuchar mejor. Sonaba a algo húmedo. "No puede ser..."
- Sofía... ¿qué haces?
- ¿No está claro...?- Dijo sin abrir la puerta, justo desde el otro lado de la misma-. Me estoy masturbando...
- ¿Por qué? Es decir... ya sé que estás enferma, y tal. Pero, ¿por qué coño lo estás haciendo precisamente ahora?
- ¡Porque para nada me había puedo furiosa al regresar antes de tiempo por ser el primer día y encontrarte follándole la boca de la zorra esa! ¡Y para nada me estaba tocando al otro lado de la puerta imaginando que eso me lo hacías a mi! ¡Pero también para nada me he sentido súper feliz al escuchar que la llamabas por mi nombre cuando te has corrido! ¡Así que ahora para nada estoy terminando lo que por vuestra culpa he empezado! ¡Dios, ya casi llego! ¡aaaaAAAAH!
Apoyé la espalda en la puerta, y fui cayendo hasta llegar al suelo. Estuve unos minutos escuchando los gemidos de Sofía al otro lado mismo de la puerta.
- Eres... una absoluta lunática, Sofía... - dije, negando con la cabeza.
Mi miembro estaba, otra vez, duro como una roca.
((Continuará! -^-^-))