Complejo de Loba (2)

Sofía llega a una granja donde se encontrará con su macho deseado: su tío Uriel. Sin embargo, las cosas no marcharán cómo espera...

Pocas semanas después había hecho las maletas. Daniel me abrazó en la puerta de casa y se estuvo un largo rato abrazándome. Acerqué mis labios a su oído.

-   Vamos, Daniel, vamos... tarde o temprano tenías que aprender a ducharte y hacerte pajas solito- se estremeció cuando notó mi mano pasar por encima de su entrepierna. Noté cómo en medio segundo se hacía grande debajo de la ropa-. Ahora ve a tu cuarto, bájate los pantalones y empieza a echar de menos a tu prima favorita. Pero mañana más te vale salir de casa y buscarte una novia- le di un besito en la mejilla y me separé de él.

Mi padre me avisó que el taxi había llegado. Cargamos las maletas y me despedí de mis padres. Casi no había logrado dormir la noche anterior, así que estaba con ojeras. Sin embargo no es nada que el maquillaje no pueda tapar. "Hacía años que no me maquillaba para nada..."

Crucé la ciudad entera y salimos por la nacional en dirección a la siguiente, a unos ochenta kilómetros de distancia. No estaba tan lejos, pero tampoco tan cerca. Aquella ciudad me pareció muy similar a la que me había visto crecer toda mi vida, pero tenía algo de diferente. Es donde vivía Uriel. En las afueras, pero es donde estaba él. Mi amor ideal y platónico. Mi hombre ideal. Mi Príncipe de los Huevos de Macho Alfa, el futuro monarca de mi cuerpo. Mi querido...

-   ...hijo de la grandísima puta.

Dije estas palabras en voz alta cuando, al bajar del taxi, pisé una enorme y apestosa mierda de caballo. El taxista, después de sacar mis maletas, se rió y arrancó, marchandose por el camino de tierra. Mientras intentaba limpiarme los zapatos en el tocón de un árbol viejo, escuché a alguien acercarse corriendo. Era una chica, con pintas de tener unos veinti tantos. Sin embargo sus cabellos encrespados y desordenados, sus ojeras y el hecho de que estaba jadeando mientras arrastraba una maleta de ruedines mal cerrada, la hacían parecer una lunática.

-   ¡Tu!- Me chillé, y me estremecí. Se acercó a largas zancadas, pero traté de mantener la distancia, imaginando que iba a hacerme daño o a intentar robarme-. ¿¡Vienes a la granja!?

-   ¿G-granja? ¿Qué granja? ¡Solo soy una joven talentosa experta en artes marciales mixtas cinturón negro capaz de tumbar a un gigante de dos metros contra la que no tendrías ni una sola oportunidad! ¡N-no sé de qué me hablas!

-   ¡HUYE! ¡VETE DE AQUÍ, RÁPIDO! ¡ESE TÍO ESTÁ LOCO! ¡NUNCA DEBÍ ENTRAR EN ESA APLICACIÓN!

Vi como daba media vuelta y levantaba el brazo, echando a correr detrás de la nube de humo chillando al taxi que se detuviera.

Miré en dirección a la granja y tragué saliva. "Sintiéndolo mucho por ella, he pasado demasiados años solo deseando volver a ver el cuerpazo de mi tío y su rostro suuuper atractivo. Me da igual que se haya dejado un poco, o que tenga barriga cervecera. Me da igual que se haya vuelto loco.  Necesito verlo o yo sí que me volveré loca."

Entré en la finca, descubriendo los campos de alrededor muy dejados de la mano de dios, incluso para una inculta en todo lo referido al campo como yo. Olía a estiércol por todos lados.

Llegué a la masía siguiendo el caminito de piedras y tierra, no sin tropezar en un par de ocasiones, y me situé frente a la puerta principal. Llamé dos veces, y esperé. Llamé otra vez, chillando "¡¿Holaaa?! ¡Soy yo, Sofía! ¡Tío Uriel!" pero nadie respondió. No se escuchaba nada. Cuando puse la mano en el pomo, la puerta se abrió solita. Entré en la casa, viéndolo todo hecho un auténtico estropicio. Había herramientas de campo tiradas por el suelo, polvo por cada rincón de las paredes... crucé por la cocina, viendo una pila de platos y cazuelas para lavar. Instintivamente abrí la nevera. Por lo menos había un montón de verduras bien empaquetadas, contrario al estropicio que imaginaba que encontraría. Recordé que mi padre había comentado que Uriel es vegetariano.

Seguí explorando la casa, chillando de tanto en cuando el nombre de mi tío. Pasé por un largo pasillo y llegué a la sala de estar, con una chimenea y varios muebles que no sabía ni para qué servían. Dos sofás alrededor de una mesa pequeña eran la principal decoración del lugar.

-   Pero... ¿dónde coño está?

Escuché algo acercarse, y vi aparecer por la puerta un perro labrador. Se acercó a mi husmeando con cautela, y me arrodillé, extendiendo la mano hacia él. Me la olió y me la lamió. Sonreí y lo acaricié.

-   Que mono...- miré la placa que llevaba en el collar-. ¿Max? ¿Así te llamas? Dime, ¿sabes dónde está...?

De fondo empecé a escuchar algo que no había notado hasta que me quedé quieta y en silencio en la sala. El relinchar de un caballo. Dejé las maletas ahí mismo y salí al exterior por la puerta del salón. Siguiendo el sonido me dirigí a lo que parecía ser un establo.

Rodeé el establo, avanzando lentamente y con miedo de encontrarme con una de esas enormes bestias capaces de arrollarme como a una hormiguita, y cuando vi el interior me quedé de piedra.

Allí, con la luz del mediodía, el pecho descubierto, sucio y sudoroso, estaba de espaldas frente a un caballo. Su media melena rizada negra como el carbón. Su espalda ancha. Sus brazos musculosos. El caballo se levantaba sobre dos patas, nervioso, pero él levantaba las manos con gentileza. Finalmente llegó a alcanzar su cabeza y empezó a acariciarlo. El caballo dejó de saltar y hacer ruidos, calmándose poco a poco.

-   Esa chica te ha tratado mal estos días, ¿eh...? No te preocupes... ya se ha marchado- lo escuché susurrar al caballo, y sentí cómo una flecha me atravesaba el corazón.

Aquella voz tan grave, aquella espalda ancha, fornida y manchada de arena. Aquel trasero firme apretado debajo de sus pantalones de chándal marrones. Y yo pensando lo peor, que si barriga cervecera, que si se habría dejado...

Di un paso, haciendo un poco de ruido, y Uriel se giró para mirarme. Antes que verle la cara mi vista se posó sobre su torso. Unos pectorales bien marcados, una tableta reluciente empapada en sudor y brillando con la luz del sol. DIOS, sentí cómo se me mojaban las bragas allí mismo. Aunque aquella barba tan larga de leñador no me gustaba demasiado.

-   T-tio Uriel...

-   Oh. Eres tú.- Parpadeé. No me esperaba esa reacción fría en absoluto- ven. Te enseñaré tu habitación. ¿Dónde tienes tus maletas?

Regresamos a la masía. Me indicó que cogiera mis maletas y las subiera al piso de arriba. Se quedó mirándome mientras me veía sudar la gota gorda para cargarlas todas por las escaleras. Me abrió la puerta a una habitación con dos armarios y una cama individual deshecha. Entrecerré los párpados, suspirando. Me dio un papel con las tareas que había que realizar cada día.

-   E-espera... pero... ¿voy a trabajar?

Si quieres ser una persona de provecho debes entender que no puedes vivir, comer y dormir gratis en un sitio esperando no pagar nada a cambio. Ya que no tienes dinero, me ayudarás con el trabajo de la granja cuando no estés en la universidad. Aunque aún falta un mes para que empieces, así que estarás trabajando para mí de sol a sol.

-   Pe...pero, tío, yo no sé hacer la mayoría de estas cosas...

-   Te lo enseñaré mañana. Hoy descansa el resto del día y limpia un poco la casa.

-   ¿Que limpie la...?

Empezando por la cocina. Hay que barrer y fregarlo todo, la anterior inquilina no supo cuidar la casa durante toda la semana que la dejé a su cuidado.

-   E-esa chica de antes, ¿era...?

-   Y cambia las sábanas. Las ha estado usando ella y probablemente huelan mal. Hay otras en ese armario de allí. Por cierto, lo uses el otro para guardar tu ropa- se quedó bajo el marco de la puerta-. Oh, casi me olvidaba de lo más importante. Bienvenida a la vida adulta, Sofía- y cerró la puerta, dejándome sola.

-   ... mierda, es un lunático.

Después de un buen rato cambiando las sábanas y limpiando un poco el cuarto, no me atreví a sacar las cosas de mis maletas. Bajé al piso de abajo y no vi a Uriel por ninguna parte. Saqué la cabeza por la puerta principal y lo vi en el campo arrancando hierbajos con las manos desnudas. Me ruboricé un poco. "Tan varonil... y tan imbécil, y estúpido, y... y..., y tiene un cuerpo tan perfecto, cincelado por las diosas..."

Pensé que a lo mejor no recordaba lo que sucedió aquella noche, y por ende me trataba tan panchamente. Tal vez estaría borracho, recordé que había bebido un poco durante la cena. Fuera como fuese, no había pasado los últimos años deseando volver a verlo solo para rendirme ante aquel pequeño desafío. "¡Debo demostrarle que soy una mujer perfectamente capaz de encargarme de unas pocas tareas para que vuelva a verme digna de restregar sus huevos por mi cara!"

Me arremangué brazos y piernas y até mi cabello con una cinta. Fui a la cocina, viéndola peor que antes, ahora que sabía que tenía que limpiarla. Pero aún así me puse manos a la obra. Empecé a ordenar herramientas y utensilios, fregar platos y cubiertos, pasar un trapo por las superficies a las que llegaba...

-   ¡NO PUEDO MÁS, DIOS MÁTAME!

A las tres horas sentía cómo me dolía el cuello y mis brazos se caían con el peso de la su propia gravedad. Pocas veces había limpiado tanto algo, y el calor del verano me estaba matando. Tomé la última sartén que quedaba por limpiar, e hice un último esfuerzo. Pero cuando intenté ponerla donde iban las sartenes, en un armario superior, cometí un pequeño error y vi cómo se cernían sobre mí la montaña de utensilios de cocina que acababa de apilonar. Cerré los ojos, imaginando que volvería a abrirlos en el hospital, pero no ocurrió nada. Cuando los abrí, con cierto miedo de lo que me encontraría, vi una imagen de lo más... arrebatadora.

Mi tío estaba al lado, con sus músculos desnudos, a pocos centímetros de mí, sujetando con sus fornidos brazos la pila de sartenes. Por un instante todo se detuvo a nuestro alrededor, y levanté la mirada. Era realmente enorme, más de lo que imaginaba. Entre sus dos pectorales él hinchaba y deshinchaba el torso, resoplando como una auténtica bestia. Me miró con unos ojos que por un instante me parecieron preocupados, pero instantaneamente pasaron a verse enormemente indiferentes.

-   Ve con más cuidado.

-   Gra...gracias.

Casi sin darme cuenta me vi cayendo de espaldas. Me rodeó con una mano de la espalda mientras con la otra colocaba bien las sartenes y cerraba el armario. Por unos instantes desvió la mirada para ver alrededor. Estaba todo bastante limpio. Asintió con la cabeza y sentí cómo el mundo entero rodaba. En menos de lo que imaginaba me vi tumbada entre sus enormes brazos, lejos del suelo.

-   Lo has hecho bien, por hoy.

Junté mucho las piernas cuando sentí mi entrepierna mojarse de algo más que de sudor. Me llevó al baño donde me dejó con una toalla. Me duché, deseando que se metiera conmigo. Aunque, por supuesto, no lo hizo. Sin embargo empecé a fantasear con esa escena y me masturbé restregándome la alcachofa por el coño, imaginando las veces que la había usado para limpiarse aquellos huevos que tanto deseaba tener de una maldita vez al alcance. Sin embargo estaba tan cansada que me costó un montón llegar y acabé agotándome todavía más.

Se hizo de noche y cenamos verduras cocinadas por él. Estaban un poco crudas, pero después de pasar la tarde entera limpiando sabían de maravilla. Entonces me fui a mi habitación, me puse el pijama y me tumbé en la cama.

No me quedaban energías ni siquiera para masturbarme pensando en él y en el tacto de su cuerpo. En sus brazos. En su cuerpo semidesnudo, ensuciado con tierra y sudoroso de...

-   Bueno, supongo que puedo hacer un último esfuerzo...- me dije a mi misma mientras deslizaba la mano dentro de mis pantalones por debajo de las sábanas.

-   ¿Un último esfuerzo de qué?- Uriel entró por la puerta sin llamar ni nada, provocándome un respingo, sacando la mano de mis pantalones.

-   ¿Q-q-qué haces aquí?

-   La anterior inquilina ha llenado de estiércol mi cama como venganza por hacerla trabajar un poco para ganarse el sustento- mientras hablaba se quitó la parte de arriba de su ropa. Se había duchado, por supuesto, pero igualmente hacía tanto calor que volvía a estar sudoroso-. Me he dado cuenta ahora, y no da tiempo de lavar y secar mi cama. Así que nos toca dormir juntos esta noche.

-   ¿¿Es una broma??- Pero mientras hablaba se sentó en el otro lado de la cama-. ¡Aquí no cabemos los dos! ¡Y-y a demás, soy una chica!

-   Y yo un hombre. Encantado- me dio la mano, y yo se la di en modo piloto automático-. Y si no cabes, entonces échate para acá.

-   ¿Qué?

-   Que vengas.

Me cogió la mano y me atrajo hacia él con su fuerza bruta. Me quedé muy quieta con la mejilla apoyada encima de su brazo. Sentía cómo si estuviera tumbada encima de un roca blandita.

Sin más, apagó la luz con el interruptor que había al lado de la cama. Se recolocó bien, y, rodeándome con su brazo, se quedó totalmente quieto. "¿¡Es en serio!? ¡¿Espera que pueda dormir en esta situación?!" Me quedé mirando su entrepierna de reojo. Aquel bulto en las sábanas que se notaba incluso con dos capas de tela por encima. Tuve una idea, pero debía esperar a que se durmiera para llevarla a cabo.

Por la mañana siguiente, me di cuenta de que había caído dormida mucho antes de lo que imaginaba por lo agotada que estaba. Me desperté sola en la cama, pues él ya hacía rato que se había levantado. Golpeé mi cara con la almohada varias veces, maldiciéndome por no haber aprovechado la oportunidad de oro que me había regalado el destino de finalmente completar el ciclo que se inició la noche de mi cumpleaños. ¿Cómo podía haberme dormido teniendo a un hombre de verdad durmiendo en mi misma cama?

Durante todo el día siguiente mi tío estuvo enseñándome los trabajos de los que tendría que ocuparme. Sin embargo, los hacía tan mal que no dio tiempo con un solo día de aprenderlos todos. Por la noche volvió a dormir conmigo, y me prometí a mi misma que por lo menos le sobaría la polla cuando se durmiese. Pero, nuevamente, caí dormida antes que él, totalmente agotada.

-   ¡Maldita mierda, ¿por qué me duermo siempre!?- Le chillé al perro, que por cierto se llamaba Max, mientras el mismo daba vueltas corriendo a mi alrededor alegremente durante mi limpieza-. ¡Esta vez trabajaré menos para no estar tan cansada!

Y volvió a pasar lo mismo.

-   ¡Joder! ¡Joder! ¡Mierda!- De fondo Uriel cruzaba el pasillo mirándome como si estuviera loca- ¿¡Cómo puedo tener un cuerpo tan débil!? ¡Si era la mejor bailarina de mi clase!

Durante ese tercer día, lo vi poner a secar su cama. La noche siguiente ya dormiría en su cuarto. Era mi última oportunidad.

-   Está bien... tengo un plan infalible.

Esa misma noche, a pesar de acabar muy cansada de todos los trabajos, de cuidar a las gallinas y de pelearme con los caballos para meterlos en el establo, me bebí un par de litros de agua enteros. Y, cuando llegó la noche, volví a caer dormida. Sin embargo, esta vez me desperté en mitad de la noche. "¡Toma ya! ¡Éxito total!" Sin embargo, antes de nada me fui al baño corriendo a vaciar la vejiga. Cuando regresé al cuarto, me quedé mirando la cama y el cuerpo enorme de mi tío con la luz de la luna filtrándose por la ventana. Estaba totalmente dormido. Me acerqué a él y me volví a tumbar a su lado. Con sumo cuidado puse una mano sobre su pecho, y la bajé por su barriga fornida. "Oh dios mío... aquí vienen las cataratas del niágara..." Empecé a bajar más allá llegando a su pelvis. Una maraña de pelos de macho muy diferentes a los poquitos que tenía Daniel se interpusieron en mi camino. "¡No me pararéis!" Sin embargo, justo cuando empezaba a sentir la piel dejar de bajar para empezar a subir en lo que era el tronco de su polla...

-   Sofía...

Me quedé cómo una estatua de hielo, sin mover un solo músculo. "Pillada..."

-   Sofía... lo siento...

Aquella frase me tomó por sorpresa y aparté la mano. Pero cuando entendí lo que decía, y que estaba hablando en sueños, me quedé muy quieta, mirándolo. Me quedé unos largos segundos casi sin respirar , notando en su rostro una expresión algo triste.

Entonces una posibilidad que pocas veces había rondado por mi mente me asaltó. "¿Será posible que se arrepienta de verdad de haberme asaltado por la noche y casi violarme, como para haber terminado siendo esto? ¿Una persona aislada del mundo en su pequeña granja? ¿Será posible que el hecho de ser tan exigente conmigo es porque desea con todas las fuerzas que me enfade con el, o que lo chille, o que me vaya y lo rechace frontalmente? Bueno, tal vez estoy dando muchas cosas por supuestas y solo simplemente un cascarrabias socialmente marginado, un poco rudo..."

-   Sofía...- volvió a susurrar, en un tono que me pareció demasiado triste.

Me acerqué a él, acariciando suavemente las facciones de su muy bien definida tez. "Pero, sea como sea, no puedo evitar sentir pena por ti... por la posibilidad de que, detrás de ese cuerpazo, estés martirizandote por algo que yo misma quise encontrar... pero que llegado el momento no me vi capaz de encajar."

Aparté la mano de su cintura y la llevé a su pecho, tumbándome encima de él. Lo rodeé con los brazos, y al cabo de pocos segundos pareció como su rostro se aliviaba un poco. Le di un beso en la mejilla y volví a acomodarme, cerrando los ojos para dormirme.

Sin embargo, soy un ser mortal con escasa resistencia a las tentacciones, así que, por supuesto, acabé tocándome y corriéndome abrazada a su enorme y fornido brazo sin que él se despertara.

Al día siguiente...

-   Anoche me despertaste- me dijo mientras yo limpiaba el corral de las gallinas de buena mañana.- Normalmente jadear y moverte tanto mientras duermes en la misma cama que alguien, aún más abrazada a ese alguien, va a acabar despertándolo. No vuelvas a hacerlo. No me gusta que me despierten a mitad de la noche. Oh, y si alguna vez se lo haces a alguien más, por lo menos ten la decencia de subirte los pantalones cuando termines.

Cerré el grifo de la manguera, mirándolo con una sonrisita nerviosa y unos ojos abiertos cómo los de un búho. Sin embargo, él ya se había dado la vuelta, y se estaba alejando cargando con un par de leños, después de soltar esa frase.

-   ... mierda.

((Continuará!