COMPETICIÓN ENTRE HERMANAS (Final)
Ella gana. Pero es papi el que consigue un premio.
Ahora gemimos los dos. Yo gimo con un gemido sordo y continuo, el con uno agitado y repetitivo. Yo gimo como una pobre vaquita atada al pesebre. El como el toro semental al que han traído para preñarme. Si no fuese por el lubricante me habría roto el culo en canal. Me cabalga con un salvajismo que desmiente su edad (Por no hablar del vínculo paterno-filial) Su polla está dura como un bate de madera. Arde como un hierro al rojo. Siento que me quema dentro. Y al final, con estremecimientos, mientras tiembla, noto como se le vacían los huevos dentro de mi culo.
He ganado.
Pero el premio se lo lleva él.
A partir de aquel día, ya solo yo dormía la siesta con él. Yo era el objeto de sus bromas y sus atenciones. Y mi hermanita se marchitaba. En esos casos una sabe por instinto lo que hay que hacer, y es no bajar la guardia.
Yo no llevaba sujetador ni braguitas a las siestas en la cama de papi. El metía rápidamente sus manos debajo de mi camiseta y colocaba su polla contra mi culo.
Mis risitas le hicieron audaz. Ya no pasó mucho tiempo hasta que se bajaba el pantalón para notar la frescura de mis nalgas directamente. ¡Como quemaba aquella polla contra mi carne fresca y virgen!
Un día papá me dio la vuelta y me miró con ojos de ternero degollado. En el fondo papá es muy cobarde. Muy hipócrita. Hay que forzarle para que coja lo que quiere. Así que me levanté la camiseta y le ofrecí los pechos como quién ofrece una fruta. No se lo pensó. ¡Que mamoncete! Como chupaba. Con que ganas devoraba las tetas maduras de su hija.
Pero mi hermanita debió pensárselo mejor, y un día escuché como se escondían juntos en la despensa. ¡Que putita! Una no estudia en un colegio privado sin aprender un poco lo que son los siete segundos en el cielo. Mi hermana salía siempre con los colores encendidos y papá con una sonrisa de oreja a oreja.
No había más remedio que subir la dosis.
Un día, mientras se acercaban disimuladamente a la despensa, llamé a mi hermana.
“¡Teléfono!”
Cuándo la muy tonta corrió en busca de una llamada que no existía, me lancé sobre papá, le cogí de la mano y lo llevé a su habitación. ¡Se lo había robado!
Allí no me corté. Le cogí la polla en las manos y vi su cara de delirio.
“Cuando no estén ellas…ven a mi habitación…y hazme lo que quieras”
Y vaya si me lo hizo.