Compensación.

Un hombre de peculiar personalidad, y su particular accionar ante ciertas circunstancias "especiales"...

No me gustaba su mirada, por eso me acerqué. Poco a poco, mientras la sostenía casi sin pestañear. Nunca me agradaron las mujeres engreídas, que creen tener un cierto poder dominante sobre los hombres solo por las formas de sus cuerpos. Por eso me dedicaba a jugar con ellas siempre, aprovechando mis dotes físicas para la causa. Juego que disfruto sobremanera, ya que para mí es tan solo un fin y ellas con certeza equivocada lo suponen un comienzo quizás interminable.

Me ubiqué sentado en un cómodo sillón saboreando detenidamente mi naranja, gajo por gajo, succionándolos uno a uno hasta absorber todo su jugo. Ella no apartaba su mirada de mi boca, por momentos mordiéndose suavemente el labio inferior o humedeciendo su boca con la lengua. Su esposo estaba sentado a mi lado, demasiado concentrado en el partido que me había invitado a ver mientras su mujer se paseaba por la casa como desfilando sus curvas imperiosamente ante la presencia de tantos hombres, cinco en total. Y desde un principio noté su empecinamiento conmigo, incómodamente primero, y luego ya relajado una vez decidido mi accionar venidero. Al terminar mi naranja me levanté para llevar el plato a la cocina, y luego me dirigí al baño sin cerrar la puerta con llave. Mientras orinaba en silencio, escuché la puerta entornarse suavemente, y luego cerrarse. Presioné el botón y me acomodé la ropa, y al apenas abrir la puerta ella estaba parada frente a mí; retocedí nuevamente hacia dentro del baño y procedí a lavarme las manos, mientras ella entraba siguiendo mis pasos y cerraba la puerta. Actuando con normalidad, como si no estuviera nadie más, sequé mis manos con la toalla y me miré al espejo, y luego de unos segundos volteé hacia donde ella estaba.

Me miraba fijamente de frente, apoyando su cabeza y brazos en el umbral de la puerta, mientras curvaba su cuerpo con movimientos cadenciosos y humedecía sus labios con la lengua. Solo vestía un vestido blanco con breteles pegado al cuerpo que dejaba al descubierto su ombligo y transparentaba sus pezones marcados por la excitación. Acerqué una de mis manos suavemente a sus labios y comencé a deslizar mis dedos, y dejó escapar un suspiro estremecedor; atrapaba uno de mis dedos en su boca y lo lamía y succionaba lánguidamente. Luego de unos segundos, aparté mis manos y permanecí inmóvil frente a ella, mirando cómo acariciaba sus pechos por sobre el vestido con una mano, mientras con la otra repasaba su entrepierna y asomaba su lengua entre los labios. Continué observándola inmutable mientras ella se colocaba de espaldas a mí ondulando con sus caderas apuntándome, mientras iba subiendo su vestido hasta dejar al descubierto sus glúteos enfundados en una especie de short transparente que comenzó también a bajar hasta dejarlos caer al suelo y quedar completamente desnuda desde la cintura hacia abajo. Mientras se asomaba por sobre uno de sus hombros para mirarme, con ambas manos recorría sus caderas hacia abajo y pasando una de sus manos hacia delante reclinó su cuerpo para empezar a acariciar su sexo. Su otra mano se deslizaba con sus dedos por entre sus glúteos una y otra vez, mientras su respiración sonaba profunda y cada vez más exaltada. Entonces retrocedió unos pasos apoyando toda su parte trasera en mi pelvis y sintiendo la dureza de mi sexo por sobre el pantalón, contoneándose rítmicamente mientras yo solo continuaba mirándola. Terminó por quitarse el vestido mientras volteaba hacia mí, dejando sus grandes pechos al aire mientras comenzaba a desabrochar mi cinto y bajarme el pantalón y boxer luego. Hasta que ubicándose de rodillas frente a mí, comenzó a paladear mi falo erecto palpitante con desesperación, atrapándolo casi por completo en su boca y recorriéndolo con su lengua a lo largo y ancho. Al rato me tomaba por las nalgas con ambas manos balanceando mi cuerpo para que penetrara más su boca, movimiento que acentué notablemente pero sin siquiera tocarla, tan solo contemplándola sumida en su excitación. Le acabé dentro de la boca sin dudarlo, sintiendo cómo ella bebía ávidamente mis fluidos tragándolos casi con desesperación. Luego de no deja prácticamente rastro limpiándolo todo con su lengua, se sentó sobre la tapa del inodoro abriendo sus piernas ampliamente e invitándome con un gesto a que saboreara su sexo. Me incliné hacia ella hasta quedar apenas a unos centímetros de sus labios vaginales carnosos y mojados, y los soplé mientras ella cerraba los ojos y masajeaba sus pechos con ambas manos. Me acomodé en pantalón rápidamente, y salí del baño abruptamente, cerrando la puerta tras de mí no sin antes apagar la luz.

Fingí un llamado telefónico ante el grupo que continuaba enfrascado ante el televisor mirando el partido, saludé desde el hall y me fui sin titubear. La calle estaba oscura y fría, y decidí caminar hasta casa fumando un cigarrillo en el camino. Mi mujer me esperaba más tarde, así que estaba dispuesto a sorprenderla gratamente con una buena noche de acción debida desde hacía rato. Habíamos estado distanciados por un tiempo, en el que supe que tuvo alguna aventura con un compañero de trabajo pero nunca le dije nada. Siempre prefiero esperar a que las cosas se abran camino solas, y sigan su curso naturalmente…