Compartir piso confinados

Después de semanas confinados por la pandemia, tanto yo como mi compañera de piso estamos muy calientes y tendremos que solucionarlo.

Mi compañera de piso está muy buena. Rubia, menuda, con buenas tetas y un culo bien hecho. Alguna vez me he pajeado pensando en esas tetas. Por desgracia, desde que la conozco tiene una relación muy estable, aunque a distancia porque su novio viaja mucho por trabajo.

Cuando nos confinaron, él estaba en su casa madrileña y no podían verse. Aunque eso nunca les había impedido hacer cibersexo. Creedme, los he oído más de una vez. Al principio era cómodo. Nada de madrugar para ir a trabajar. El teletrabajo dejaba mucho tiempo para ver series mientras trabajabas. También nos hizo conocernos más entre Alba y yo.

Pero pasadas unas semanas, empezó a hacerse más duro. No poder ir por ahí a descargar la tensión sexual se empezó a hacer poco llevadero. Ver a Alba con sus pijamas, con sus shorts en cuanto empezó a hacer calorcillo, cada vez me llamaba más. No solía usar sujetador, así que los pezones me atraían tanto que me los miraba más que la tele. Claro que ella se daba cuenta, siempre saben cuándo las estamos desnudando con la mirada.

Una noche que desencadenó todo fue su cibersexo más reciente. Habíamos estado tomando unas cervezas y nuestra conversación había estado un poco desinhibida. Me había explicado en qué lugares famosos había follado con su novio, a veces hasta en demasiado detalle. Algunos ligues de discoteca. Cómo le gusta que la follen. Yo estaba visiblemente empalmado, pero ella también estaba cachonda.

Así que, cuando ya nos retiramos, yo pensaba pajearme como un animal. Lo que no esperaba era no necesitar ponerme algo de porno. Alba, quizá por la bebida, estaba especialmente inspirada y gritó como nunca.

-¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a follar delante de todos? - decía entre jadeos -. ¡Rómpeme el coño con ese pollón!

Yo, atento, no podía dejar de imaginar que la tenía debajo de mí. Mi paja primero fue lenta, quería gozarla con esos gemidos de guarra. Le pedía posiciones, le gritaba insultos, le explicaba hasta dónde se metía el consolador. Yo fui incrementando mi propio ritmo sin pensar y me corrí con un aullido. Que oyó, por supuesto, como me dijo después. Pero con esa paja no se fue toda mi excitación, así que seguí el espectáculo con mis manos ocupadas.

Alba gemía como una perra en celo. Le decía que quería su polla en su boca, que quería una corrida hasta la garganta. Y luego tenía que reventarle con la polla como si no hubiera mañana. Cuando ella alcanzó su orgasmo, que duró lo suyo, yo volví a correrme con mucho gusto. Y muchas ganas de disfrutar de más que eso.

El día siguiente ella me miraba con media sonrisa burlona. La muy puta había disfrutado de tener público.

-Pareces contenta. ¿Qué tal la resaca? - le pregunté.

-Bien, me la quité antes de dormir - sonriendo aún más.

-Sí, algo oí - ella me miró sin reaccionar -. No es mal ejercicio.

-Ya te digo. ¿Qué tal te fue?

-Como nunca.

Cada uno se conectó a lo suyo y solamente nos cruzamos al ir a buscar algo o al baño. Yo no dejaba de pensar en esos gemidos y en esos pezones pequeños y duros.

Por la tarde se conectó con su novio por Skype desde el salón. Estuvieron charlando de cualquier cosa mientras trabajaban. En algún momento la cosa se volvió más caliente y empezaron a decirse guarradas.

-Llevo unos shorts, pero sin bragas - le decía-. Sí, mojadísima. Voy a manchar el sofá.

Mi polla por supuesto despertó al escuchar algo tan interesante. Empecé a tocarme mientras centraba mi atención en Alba.

-Me he metido un dedito - seguía, con un susurro cargado de calentura.

Yo procuré levantarme sin hacer ruido y mirar sigilosamente al salón. Ella estaba en el sofá, con auriculares, y el portátil encima de una mesilla de bandeja. Mi polla estaba durísima, pero tenía que andarme con cuidado para no hacer ruidos. Quería ver cómo terminaba.

-Así, dame más, sí - gemía en voz baja -. La calentura estaba en aumento y ella empezaba a moverse con más ritmo. Aunque estaba de espaldas a mí, casi podía ver en mi mente esos dedos masturbando su coño. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sofá y los ojos cerrados. Jadeando de forma cada vez más sonora.

No sé qué me pasó por la cabeza que decidí hacer algo que podía acabar muy mal. Me acerqué lentamente, sin hacer ruido, y me arrodillé frente a ella. Ya se había quitado los shorts y podía ver su coño en toda su gloria. Tenía el pelo corto, rubio como ella, y estaba tremendamente mojado. Sin pensarlo dos veces, agarré su mano y comencé a comer todo el jugo.

Ella dio un respingo e hizo un primer amago de apartarme. Pero rápidamente pasó a gemir como a zorra que era. En lugar de empujarme lejos, me comenzó a apretar contra su coño mojado. Yo pasaba mi lengua por todo ello, succionaba en su clítoris y ella se retorcía de gusto.

-Así, sí, sí, así, más, más - gemía para mí y para su novio.

Yo comencé a meterle un dedo a la vez que lamía.

-¡Dios! ¡Qué gustazo! - gritaba.

Con mi mano izquierda agarré una teta y apreté su pezón. Sus gemidos eran intensos. Yo estaba alucinando con todo lo mojada que estaba. Estaba disfrutando como un enano. Comencé a pajearme a la vez que comía su coño. Estaba cachondisimo. Me corrí en el suelo con un gemido y ella no tardó en correrse en mi cara. Arqueó la espalda y empujaba con la cadera contra mí.

-Qué rico - dijo al auricular, mirándome a mí con cara de zorra -. No, ha ido a comprar. ¿Te imaginas que me msaturbe así con él al lado? jajaja

Yo me lamía el dedo y gozaba con las vistas.

-Tengo que ir al baño y limpiar esto un poco. Mañana hablamos.

Cerró el ordenador y me miró.

-Eres un cabrón, cómo comes el coño. No deberías haberlo hecho - miró al suelo con mi corrida, no sin dejar de fijarse en mi polla todavía morcillona -. Espero que limpies eso.

-Pues claro - contesté -. Ha sido un impulso, no he pensado.

-Ya...

Sin prisa por vestirse, me miraba pensativa.

-Yo llevo muy caliente hace tiempo, tú al menos tienes con quien compartir tu calentura - le dije.

Esa noche cada uno cenó por su lado. Yo dormí muy bien. El día siguiente tenía un día de reuniones bien largo. Desayunamos juntos, aunque poco habladores. Ella seguía vistiendo con la misma poca ropa. Me rozó con el culo un par de veces al pasar. Y no pude evitar mirar detenidamente esas tetas que había tocado pero no visto al descubierto.

-¿Hoy tenías muchas reuniones? - me preguntó desinteresada.

-Sí, qué mierda.

-Es lo que hay. Yo tengo mucho curro. Ayer no hice mucho - pensé que era sarcasmo, pero tampoco quise meter cizaña.

Recogimos y fuimos a nuestros respectivos rollazos. Yo pasé la mañana recordando la tarde anterior. Estaba algo excitado, aunque tampoco podía hacer demasiado con ello. Estaba tan absorto que no me di cuenta de que Alba había entrado. Pero no lo hizo caminando, sino que gateó hasta mi escritorio y se metió entre mis piernas y me agarró la polla. Rápidamente me aseguré de que el micro estaba silenciado y, sin mirar, pregunté:

-¿Qué haces?

-Hago unas comprobaciones - dijo burlona -. Ayer solamente la vi a medias. Ahora veo que está más viva. ¿Hay alguna buenorra en la reunión?

-Ahora sí - contesté.

-Je - me acariciaba la polla y se estaba comenzando a poner muy dura. Y me estaba incomodando. Era difícil mantener la compostura de cara a la cámara mientras tenía a esa zorra entre las piernas jugando conmigo.

-No es buena idea - le dije.

-Me tengo que vengar. O igual es devolverte el favor - añadió.

Comenzó a bajarme los pantalones de chándal. Le ayudé simulando que me sentaba bien.

-Vaya, vaya. Qué pollón. Has tenido que dejar muchos coños bien follados con esta herramienta.

Me empezó a pajear y quería morirme. Sin poder gesticular. Su mano estaba caliente y en sus ojos solamente había promesas de guarradas. Me moví para que pudiera trabajar sin estorbarle.

-Creo que tengo que probarla.

Se arrodilló un poco más alto, miré que no se viera nada, y comenzó a lamerme la punta de la polla. Qué lengua. Sin mover la boca, comencé a gemir con sus lametones. Me comenzó a comer con toda la boca y yo notaba cómo se ponía tan dura que parecía que fuera a explotar.

-Creo que te gusta - me decía entre lamidas -. Soy muy buena chupapollas. Y me voy a esforzar porque tu mamada de ayer también fue espectacular.

Fue haciendo la mamada cada vez más intensa hasta que yo comencé a notar que se acercaba mi orgasmo. Apagué la cámara, me quité los cascos, y me puse cómodo para gozar. Alba fue comiendo hasta que yo me comencé a tensar intentando aguantar un poco más.

-Me voy a correr - le dije con voz tensa, pero gustosa.

Ella no contestó y siguió chupando hasta que comencé a correrme en su boca. Ella tragó con todo, excepto una parte que caía por la comisura de sus labios. Al acabar, se limpió todo con un dedo y lo lamió también. Yo estaba exhausto en ese momento, flipando con la situación. No había soltado todavía la polla y me miraba como una gata en celo. Yo estaba pensando si eso iba a ir a más en esos momentos, imaginando que la follaría en mi cama.

-No vamos a follar - me dijo como si leyera mi mente -. Esto es para quedar en paz, pero no vamos a tener nada más. Ayer tú te pasaste, pero es verdad que estuvo muy bien y yo necesitaba algo así. Pero no vamos a enrollarnos ni voy a poner los cuernos a mi novio.

Aunque realmente ya lo había hecho. No creía que a él le fuera a parecer poco que me hubiera comido la polla. Yo le dije que lo entendía y seguimos con nuestras cosas. Tenía varios mensajes de si estaba ahí y una compañera, de alguna manera, se había imaginado que estaba haciendo guarradas.

Los siguientes días fueron extraños. Guardamos las distancias y ambos estuvimos fríos con el otro. Yo ahora la miraba con más ganas todavía. Pero sabía que no podía ser. Me pajeaba pensando en lo que había pasado.

Un día entró en baño mientras me duchaba y masturbaba. Por un momento pensé que iba a ser mi momento, pero quería hacer pis y no podía aguantar. Vio lo que estaba haciendo, pero no dijo nada. Después estoy seguro de que la escuché gemir.

Unas mañanas más tarde, me levanté antes que ella y dejé listo su café y su desayuno como señal de paz. Alba salió de la habitación con mala cara, pero sonrió al ver el desayuno.

-¡Gracias! - por un momento olvidó el nuevo estado y me dio un beso en la mejilla. Y pude sentir su teta en mi brazo.

-¿Estás bien? - pregunté viendo su cara de molestia.

-Sí, es que he dormido mal y me duele el cuello un montón. Qué mierda que no se pueda salir, iría al fisio corriendo.

Le toqué el cuello y parecía muy duro.

-Ay... - suspiró -. ¿No podrías hacerme un poco de masaje? Igual así mejora algo.

No me lo pensé antes de aceptarlo. Una excusa para tocarla y una vuelta a una relación más normal. Trajo un aceite de masaje y se quitó la camiseta sin pudor alguno antes de sentarse de espaldas a mí en su esterilla deportiva. Pude ver, por fin, sus tetas. Fue breve, pero mereció la pena. Mi polla cosquilleó, pero me puse manos a la obra.

Me senté detrás de ella, cerca de su culo. Casi podía apretar mi polla contra ella. Comencé a masajear con el aceite y ella se quejaba de tanto en tanto cuando apretaba donde tenía contracturado. Yo me comenzaba a sentirse excitado, aunque por suerte no estaba con la polla tiesa.

-Qué bien... - decía ella -. Me voy a estirar y así me puedes masajear toda la espalda.

Estirada, me puse sobre su cintura y comencé a apretar. Por desgracia, o por suerte, con el movimiento y rozando su culo comencé a empalmarme. Ella lo notó y, aunque primero se tensó un poco, no hizo nada por apartarse. Yo me quedé pensando que quizá ahí podía conseguir algo.

-¿Quieres aprovechar y que te masajee las piernas también? - me atreví a preguntar. Quería quitarle todo.

-Vale - contestó tras pensarlo unos segundos -. Pero me vas a tener que desnudas. Me parece injusto.

Comencé a bajarle los shorts. Su culo magnífico ante mi mirada. Ella se giró y sus ojos se posaron en mi erecció bajo mis propios shorts. Sonrió y comenzó a quitarme la ropa.

-Si yo estoy en pelotas, tú también - era mi oportunidad, claro. Los dos desnudos solamente podía llevar a una cosa.

Volvió a estirarse y yo seguí con el masaje en las piernas. Quería meter la mano en su entrepierna, pero no me atrevía. Volví a subir hacia arriba y mi polla quedó sobre su culo. Con los movimientos casi parecía estar pajeándome con las nalgas. En uno de los bamboleos, mi polla quedó justo ante su coño. Me quedé muy quieto, tenso. Podía notar que ella estaba muy húmeda.

Así nos quedamos unos momentos que se me hicieron eternos. Hasta que ella alzó un poco su cadera para invitarme a follarla. Me acomodé y comencé a empujar para penetrarla. Dejamos escapar un suspiro a la vez.

-Joder, qué polla tienes - exclamó en voz baja mientras yo se la metía hasta el fondo lentamente.

-Qué coño tienes tú, putita - le dije apretando sus nalgas. Comencé a moverse sobre ella. Estaba en la gloria. Mi polla entraba y salía y ella movía un poco la cadera debajo de mí. La oía comenzar a jadear.

-Quiero que me la metas hasta los huevos - me dijo poniéndose a cuatro patas. Yo la agarré de la cadera y comencé a metérsela con fuerza. Ella ya jadeaba con ganas, dejando escapar gemiditos. Se movía conmigo y podía sentir cómo de mojada estaba.

-Joder, qué bien - dije yo al agarrarla fuerte -. Llevo queriendo follarte desde hace mucho.

-Lo sé - contestó ella entre gemidos -. Dios, qué pollón tan bueno. Fóllame toda.

-Te voy a reventar el coño como nadie te lo ha reventado antes.

-¡Sí! ¡Así, venga!

Ella se masturbaba mientras la follaba y pude notar cómo se acercaba su orgasmo. Se tensó cada vez más y gritó como una perra mientras no dejaba de follarla. Aunque ella bajó su ritmo, yo continué mientras ella se retorcía de placer. La hice girarse y, agarrado a sus tetas, mirándole a su cara de zorra caliente, la follé duramente.

-Córrete. Relléname. Dame toda tu leche.

Yo seguí dándole mi polla, jugando con sus pezones, hasta que vino mi corrida y me dejé caer sobre ella. Estábamos muy sudados y jadeantes.

-Vaya corrida - me dijo al oído -. Me has dejado toda llena de leche.

-Estaba a mil - contesté. Comencé a besarla y ella se dejó. Nos comimos las bocas ávidamente. Parecía que aquello no había terminado. Mi polla estaba morcillona, pero aún no estaba preparada para otro asalto.

Entre besos, fui bajando hacia sus tetas. Metí un pezón en mi boca y bajé mi mano a su coño. Tan húmedo y con semen que podía masturbarla perfectamente.

-Ah, ah... - gemía ella. La combinación fue muy efectiva y le llegó un nuevo orgasmo eléctrico -. Qué buenos dedos también. Tengo que hacer algo por ti ahora.

Nos levantamos y me hizo sentar en el sofá. Se arrodilló ante mí y comenzó a comerme la polla a media asta. Pronto volvió a estar lista para la acción y Alba se sentó sobre mí. Se metió la polla entera de una sentada y yo me moría de gusto mientras me cabalgaba. Primero me besaba, luego me acercó las tetas y se las comía mientras me montaba como toda una cowgirl.

-¿Te gusta comerme las tetas, guarrillo?

-Ya lo creo - decía entre lamida y lamida.

Le mordisqueaba los pezones mientras las tetas revotaban al son de sus saltos sobre mi polla. La tenía a mil. Alba también estaba cachondísima, gemía en mis oídos, me mordía las orejas y el cuello. Noté que se corría nuevamente sobre mi polla, entre gemidos y jadeos. No dejó de montarme y mi propio orgasmo se acercaba de nuevo mientras el de ella casi parecía alargarse sin fin.

-joder, fóllame con esa pollla. Cómo me gusta, Dios, qué pollón. MÁS, MÁS, MÁS, MÁS, ¡MÁS!

Yo me corrí mientras su multiorgasmo daba sus últimos espasmos, exhausto pero muy, muy complacido. Se quedó sentada sobre mí, besándonos, con sus tetas apretadas sobre mí, mi polla y su coño totalmente pegajosos.

-Qué bueno - dijo ella susurrando, casi sin voz -. Necesitaba mucho una follada épica.

-Sí - me limité a decir -. Ha sido glorioso. Hacía mucho, mucho tiempo que no me corría así.

-Necesitabas una buena puta que te folle bien - djo riéndose frente a mis ojos.

-Habrá que repetir - dije ilusionadamente. Agarrado a sus tetas para que no escapara, todavía besándola poco a poco, entre las diferentes palabras.

Ella se lo pensó y al día siguiente le contó lo que había pasado a su novio. Él la mandó a la mierda y ella quedó dolida. Pero tenía el consuelo de nuestro sexo. Hicimos un pacto de pandemia. Decidimos dejar de usar ropa en casa. Nos fuimos paseando desnudos cada día. Folleteábamos varias veces al día, cada roce era una excusa. Comenzamos a compartir la cama.

Fueron un par de meses muy calientes.