Compartiendo piso de estudiante con mis primas VII

El confinamiento se endurece. Mis primas están revolucionadas y me piden que las ayude a pasarlo. Mi madre, mi abuela y mi tía Julia me dan la brasa con que ayude a mis primas. Se va internet y pasamos una espléndida tarde-noche de confesiones.

( Ya sabéis que para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los seis capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://www.todorelatos.com/relato/156465/https://www.todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/ y https://todorelatos.com/relato/158232/

Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer y comentar mis relatos. Un saludo para la esposa de “tomaflujos”, espero que te siga gustando la serie).

¡Quince días más de aislamiento, es decir, un mes en total, no llevábamos ni una semana y los nervios estaban haciendo mella en todos!

-              ¿De verdad que han dicho eso? –Pregunté a mis primas-.

-              Acabamos de oírlo, pasado mañana lo hacen oficial. Y lo que es peor, el aislamiento será más duro, prácticamente no se podrá salir de casa. –Me contestó mi prima Julia-.

-              Yo no voy a poder aguantar sin hacer nada. Ya me entendéis a qué me refiero. –Dijo Vero-.

-              No, no te entiendo. –Le contesté-.

-              ¡A follar, Carlos, a follar, coño que a veces pareces tonto! –Me contestó mi prima Vero hecha una furia-.

-              Vale, vale, entendido. –Dije comprendiendo que los nervios de todos estaban a flor de piel-.

-              Hay que hacer un plan de contingencia. –Dijo Luisa saliendo de su habitación a la misma vez que se cerraba la bata-.

-              Luisa, quédate en tu habitación. –Le dijo Antonia-.

-              Y una leche. Yo no tengo el corona. Habrá sido una gripe o un calentón demasiado fuerte o yo qué coño sé lo que habrá sido.

-              ¿A qué te refieres con un plan de contingencia? –Le preguntó Julia-.

-              Hay que poner en común lo que tenemos y repartírnoslo con justicia entre todas.

-              ¿Qué es lo que quieres poner en común? –Insistió Julia-.

-              Tú tienes un vibrador, Antonia tiene un soplador, cada una tendrá algunas cosas que puedan servir para aliviar esta situación. Además de las depiladoras, las cuchillas, la cera, las cremas, …

-              ¿Y cuál de nosotras va a hacer el reparto justo ese que dices? –Preguntó María-.

-              Quién va a ser, pues Carlos, que no le va nada en esto. –Respondió Luisa-.

-              Eh, eh, eh, a mí no meterme en vuestros líos. –Me apresuré a decir-.

-              Carlos es tu obligación, ¿qué quieres que cinco mujeres jóvenes se maten entre ellas en esta situación? –Me dijo Luisa muy seria-.

-              ¡Qué no coño, os pongáis como os pongáis! Al final terminaríais las cinco contra mí, sin comerlo ni beberlo. Cread una comisión entre vosotras que se encargue del reparto.

-              ¿Pero cómo vamos a crear una comisión si somos cinco? No digas tonterías.

-              Bueno haced lo que queráis, pero a mí me dejáis tranquilo. –Les dije siguiendo camino al baño-.

Me duché, me vestí y me fui al salón. Me llamó mi madre al móvil.

-              Hola Carlos. ¿Te has enterado?

-              Sí mamá, hace un rato que me lo han dicho las primas.

-              Pues no queda otra que echarle paciencia.

-              Ya y mucha.

-              Me ha llamado tu prima Luisa y me ha dicho que no quieres colaborar con ellas. ¿Es eso cierto? –Joder con Luisa, le había faltado tiempo para ir con el chisme a mi madre-.

-              Según se mire. A Luisa se le ha ocurrido hacer entre las cinco, lo que ella llama un fondo de contingencia y quiere que sea yo quién lo lleve. Si lo hago me van a matar entre las cinco, así que me he negado.

-              Pues ya puedes ir cambiando de opinión. A mí me parece muy bien la idea de tu prima de ser solidarias entre todas ellas y tú, que no tienes las mismas necesidades, tienes que colaborar con esa idea.

-              ¿Pero mamá, que hago yo repartiendo consoladores o cremas u otras cosas, según ellas necesarias? ¿Me lo quieres decir?

-              Carlos ayuda a tus primas. No te lo quiero volver a repetir.

-              De acuerdo mamá, haré lo que pueda.

-              Hablamos mañana.

-              Espera un momento mamá.

-              Dime.

-              ¿No podríais venir a recogerme?

-              Imposible hijo. La orden que han dado es que cada uno se quede dónde esté. Hasta mañana hijo.

¡Joder, mi madre nunca se pone de mi parte! Pensé. Al momento entraron todas en el salón, cada una con una montaña de cosas en los brazos y las fueron poniendo ordenadamente sobre la mesa y resto de muebles.

-              Aquí las cremas. Aquí las depiladoras y las cuchillas. Aquí los consoladores… -Decía mi prima Luisa, que parecía haberse repuesto del todo de la fiebre-.

Yo miraba los montones que se iban formando y me preguntaba cómo iba yo a poder organizar aquello al gusto de todas. Cuando terminaron de poner las cosas ordenadamente, mi prima Julia me dijo:

-              Primo, hemos pensado que además de estas cosas, es necesario que te repartamos a ti de manera equilibrada.

-              ¿Qué? –Le contesté-.

-              Sí. Tampones, depiladoras o cremas hay muchos, pero hombres no hay más que uno en la casa, que eres tú. Así que tendrás que repartirte entre nosotras de manera justa y equilibrada, para atender nuestras necesidades. –Siguió mi prima Julia-.

-              ¿Vosotras estáis fumadas o qué os pasa? –Les dije-.

-              No Carlos. Hasta ahora cada una ha venido jugando contigo cuando ha querido o tú jugando con nosotras cuando te ha venido bien. Eso ya no puede ser de ahora en adelante en esta situación de confinamiento. –Ahora hablaba mi prima Luisa-.

-              Vosotras estáis de guasa, ¿no?

-              En absoluto. Carlos tú ahora eres un bien escaso en esta casa y los bienes escasos hay que intervenirlos y repartirlos según las necesidades de la población que lo precise, en este caso, nosotras. –Me contestó otra vez mi prima Luisa-.

-              ¡Joder con Lenin! ¡Bueno está que tenga que repartir tampones, cremas o bragas, pero esto que pedís ya es demasiado!

-              Carlos, ¿nosotras te gustamos? –Me preguntó mi prima María-.

-              ¡Todas sabéis que sí, pero no es eso! Me estáis tratando como a un cacho de carne, que os podáis repartir a vuestro antojo.

-              Carlos, asúmelo. Eso es lo que hay.

Se fueron las cinco y me dejaron sólo en el salón rodeado de sus cosas. ¿Pero que se pensaban mis primas? ¡Joder si a mí me gustaban todas! Lo que no me gustaba es que de pronto decidieran repartirme entre ellas. Después de la noche que había pasado levantándome a cada rato, me quedé dormido en el sillón. Me despertó el móvil. ¡Hostia mi abuela, mis primas tenían que haber acudido a ella!

-              Hola abuela, ¿cómo llevas el confinamiento?

-              Bien, porque tu abuelo sabe cómo hacer feliz a una mujer, cosa que, al parecer, tú no. ¿Se puede saber qué te pasa?

-              ¿A qué te refieres ahora abuela?

-              Carlos, no te hagas el tonto conmigo, que soy tu abuela y te llevo más de cincuenta años.

-              De verdad que no sé a qué refieres.

-              Carlos, acabo de tener una video conferencia con tus primas…

-              No sabía que fueras tan moderna.

-              Cállate. ¿Sabrás tú lo moderna que yo soy? Me han dicho que no quieres ayudarlas, en un momento tan difícil para ellas. Cinco chicas pasionales, sin un hombre que les de cariño.

Ya estaba mi abuela otra vez con el cariño.

-              ¿Pero tú sabes lo que me han dicho?

-              Claro que lo sé y no me parece nada descabellado. Cinco mujeres solas y un hombre bien dotado, pues de alguna manera habrá que organizarse. Que quedan tres semanas, por lo menos. Tu abuelo no habría reaccionado como tú.

-              Ya, es que el abuelo es muy generoso. ¿Qué quieres de mí abuela?

-              Que seas sensible con ellas en una situación tan complicada. Son cinco mujeres jóvenes, guapas, encantadoras y calientes, que no son cinco sapos, como tu abuelo se ha tenido que tragar alguna vez.

-              Quieres dejar ya al abuelo. Él es él y yo soy yo.

-              ¿Sabes lo que te pasa? Que eres de una generación a la que le han dado todo hecho, incapaz de sacrificarse por los demás.

¡Joder la bronca que me estaba cayendo por segunda vez, en menos de una semana!

-              No me puedo creer lo que me estás diciendo. Qué deje que me follen mis primas, cuando a cada una le apetezca.

-              ¡Carlos esa boca! Míralo de esta forma: ellas te quieren a ti, quiérelas tú a ellas.

-              ¿Pero es que mi madre y tú nunca os vais a poner de mi  parte?

-              No seas simple Carlos, madura. Esto no se trata de ponerse de parte de uno o de otro.

-              De acuerdo abuela, le daré una pensada.

-              Sí, pero piensa con la cabeza generosa, no con la egoísta.

Colgó y me quedé pensando un momento, hasta que me llamó mi tía Julia. ¿Es qué no iba a faltar nadie de la familia?

-              Hola tía Julia, ¿qué tal estás?

-              Ahora mejor. Me he venido a casa de tu madre a pasar el resto de la cuarentena. Sola en mi casa se me venía encima.

-              Me alegro que os deis compañía.

-              Seguramente esta tarde se venga también tu tía Marisa. Le han prohibido abrir la tienda de disfraces y está harta de su marido.

¡Coño mi madre a mí me decía que cada uno se tenía que quedar donde estuviese, pero sus hermanas sí podían ir a casa!

-              Mejo todavía, ¿no? Las tres hermanas juntas.

-              Tus padres están siendo muy generosos con nosotras. Pero bueno, para eso está la familia.

Empecé a vislumbrar por dónde iba mi tía y decidí tratar de tomarle ventaja.

-              Claro tía, ya sabes que yo lo he dado todo por la familia.

-              Lo sé Carlos. Yo hasta ahora no te había dicho nada sobre mis hijas. Ellas se manejaban bastante bien en lo relativo al sexo, no había que ayudarlas, pero en estas circunstancias las cosas han cambiado…

¡Qué barbaridad la campaña de acoso que me están haciendo otra vez! Pensé.

-              …Son dos chicas jóvenes y muy pasionales, cada una a su manera pero muy pasionales, y un mes, como mínimo, sin tener relaciones sexuales las puede desquiciar e incluso dejarles algún trauma. Ellas me ayudaron a mí contigo, ahora tengo que ayudarlas yo.

-              Tía, ya me han llamado mi madre y mi abuela por la misma cuestión, de verdad no hace falta que insistas. Quedo enterado. Ya le ha dicho a mi abuela que le daré una pensada.

-              Lo siento Carlos, permíteme que te insista. ¿A ti no te apetece tener relaciones sexuales?

-              Claro que me apetece y tú lo sabes, pero Cristina y Sonia están en el pueblo y yo estoy aquí.

-              Por eso, esta es una situación de emergencia, cuando termine la alarma, pues vuelves con esas dos chicas tan estupendas, pero mientras tanto, no dejes que se te oxide lo que tienes entre las piernas.

-              ¡Pero si no me dejan que se me oxide!

-              Ya sé que te follaste ayer a Julita y que por la noche María y tú tuvisteis un buen momento, pero no lo dejes ahí. En nuestra familia para que las mujeres estemos bien, nos hace falta todos los días, una o dos veces.

-              ¡Tía que son cinco y yo uno!

-              Bueno tú haz lo que puedas. Adiós sobrino, por favor, dales cariño a todas.

-              Un momento tía, ¿cómo ves a mis padres?

-              Estupendamente. Desde que te fuiste a Sevilla y se quedaron solos, parecían una pareja de novios, pero ahora que se pasan todo el día juntos y solos, parece que estén de luna de miel. Hasta me da un poco de cosa venirme a vivir con ellos y poder estropear la pasión en la que ahora viven. Adiós sobrino y recuerda lo que te he dicho.

-              Adiós tía, me acordaré.

¡Vamos que mis padres se pasaban el día follando como conejos! Había venido  a decirme mi tía Julia. Fui a la cocina donde estaban reunidas las cinco en gabinete de crisis.

-              ¿Qué queréis de mí exactamente? –Les pregunté-.

-              Parece que te has avenido a razones. –Dijo mi prima Julia-.

-              ¡Joder, habéis hecho una campaña entre la familia a la que es imposible resistirse!

-              Queremos que nos des el cariño que necesitamos. –Dijo Julia-.

-              Hasta ahí llego, pero eso no es exactamente. –Le contesté-.

-              Durante estos meses que llevamos viviendo juntos, de una manera o de otra, todas hemos disfrutado de ti, siempre simultaneándote con otros chicos o chicas. Ahora no hay otros chicos ni chicas, sólo tú, claro que menos Antonia y yo, pero nosotras también necesitamos otras cosas. Queremos tener sexo contigo, pero comprendemos que somos cinco y que tenemos que organizarnos para no dejarte seco. A nosotras nos gusta estar permanentemente excitadas, pensamos mejor, respiramos mejor, vivimos mejor. ¿Lo entiendes? –La parrafada de mi prima Luisa me dejó desarmado-.

-              De acuerdo, pero no sois vosotras las que me vais a organizar a mí. Nos vamos a organizar entre todos.

-              ¿A qué te refieres? –Preguntó mi prima Julia-.

-              A que creemos situaciones excitantes y divertidas y que luego las cosas vayan por donde tengan que ir.

-              ¿Y eso como se hace? –Preguntó mi prima María-.

-              Pues no sé. Por ejemplo con juegos como el del otro día o parecidos o relatando situaciones excitantes o cosas así.

Se miraron entre ellas y asintieron.

-              Nos parece una buena idea. También podríamos escribir relatos eróticos y leerlos en común. Eso nos tendría excitadas mientras escribimos y luego nos excitaríamos más escuchando los que haya escrito el resto. –Dijo Julia riéndose-.

-              Oye Carlos, tú también tienes que escribir el tuyo. –Dijo Vero-.

-              Yo no tengo imaginación para escribir. –Le contesté-.

-              Pues échala.

Coño, a mí me  había gustado la idea de Julia pensando que me podía divertir con las guarrerías que se le ocurrieran a mis primas y además para conocerlas mejor, no para tener que escribirlos yo también.

-              Vamos a comer que ya es la hora. –Dijo Julia-.

-              ¿Sabéis que me excitaría a mí? –Preguntó Antonia retóricamente-. Pues que comiéramos desnudos.

-              Bueno eso no es problema. –Dijo Luisa quitándose la bata y poniéndose un delantal-.

Ver a mi prima sólo con el delantal, me recordó cuando me encontré a Cristina también sólo con el delantal en la cocina de su casa. Terminamos desnudándonos todos para comer. Efectivamente era muy excitante, tanto que me pase la comida medio empalmado, ayudado por la conversación de las cinco.

-              ¿Has sabido algo de Luis? –Le preguntó Luisa a su hermana Vero-.

-              Ha querido hablar conmigo alguna vez, pero lo he mandado a paseo. ¿De qué me sirve a kilómetros de distancia?

-              Pues también tienes razón. –Dijo María-.

-              Carlos, ¿tú tienes cibersexo con tu novia? –Me preguntó Luisa-.

-              Si te refieres con Cristina, desde que empezó esta situación sí. Algunas mañanas nos vemos, hablamos y nos excitamos.

-              ¿Y qué tal? –Volvió a preguntar Luisa-.

-              A falta de contacto físico, algo es algo.

-              ¿Y tú Julia? –Preguntó Luisa-.

-              También algún día con algún amigo y bien. Ya sabéis que yo soy bastante exhibicionista y eso de la cámara, el micro y verme me pone lo bastante caliente como para hacerme un dedo.

-              ¿Alguna más lo ha tenido?

-              Yo no, la verdad es que me resulta muy frío, no llego a ponerme cachonda. –Dijo Vero

-              Yo tampoco. A mí lo que me pone cachonda es hacerle pajas a los tíos y que me coman las tetas. O sea que lo del cibersexo, como que no. –Dijo María-.

-              A mí me llama la atención, pero con Luisa aquí, ¿para qué lo quiero? –Dijo Antonia-.

-              ¿Tenéis mucho sexo? –Les preguntó Julia a Luisa y a Antonia-.

-              ¿A qué te refieres con mucho? –Le repreguntó Luisa-.

-              No sé, una o dos veces al día.

-              Entonces tenemos mucho. –Contestó Antonia riéndose-.

-              ¿Y para que queréis a Carlos? ¿No os parece un poco de abuso? –Preguntó María-.

-              Mira María, el sexo lésbico está muy bien, pero una buena polla también. –Le contestó Antonia-.

Después de comer y de ayudar a quitar las cosas de la mesa y bien calentito con las cinco en pelotas, me fui a mi habitación. Me tumbé en la cama pensando otra vez en mi familia. Yo los adoraba, aunque no se podía negar que eran o éramos todos un poquito raros. Si mis padres estaban en celo, como me había dicho mi tía Julia, ¿para qué les habían dicho a mis tías de pasar el aislamiento juntos? Entró mi prima Julia desnuda y sentó a mi lado en la cama.

-              ¿Sabes que mi madre se ha ido a pasar la cuarentena a tu casa? –Me preguntó-.

-              Sí, me ha llamado hace un rato para pedirme que os diera cariño y me lo ha dicho.

-              ¡Mira que le tengo dicho a mi madre que no se meta en nuestras cosas!

-              No os metéis vosotras en las suyas, ¿pues qué quieres?

-              ¿Te apetece eso de escribir relatos guarros? –Me preguntó-.

-              No sé, no lo he hecho nunca y no creo que tenga imaginación. Si tengo que hacerlo le pediré ideas a Paca, que parece que le sobran para sus guiones.

Julia se rió.

-              Ayer lo pasé en grande. –Dijo al terminar de reírse-.

-              Tu madre me ha dicho que sabía que follamos ayer. ¿No le habrás contando nada de los videos de Puri y Paca?

-              Claro que no Carlos. Le dije que habíamos follado, no en qué circunstancias.

Se empezaron a oír voces por el pasillo.

-              ¿Qué les pasará ahora? –Me pregunté en voz alta-.

Se abrió la puerta de la habitación y Luisa preguntó:

-              ¿Tenéis Internet?

-              Hasta hace un rato sí. –Le contestó Julia-.

Me levanté y fui a mi ordenador a ver.

-              No, ahora no hay. –Le dije-.

-              Nosotras tampoco tenemos.

-              Pues es una putada. –Dije-.

-              Sobre todo para los que tenéis cibersexo. –Me contestó riéndose-.

-              ¡Para todas! –Gritó María detrás de ella-.

-              ¿Habéis reiniciado el enrutador? –Pregunté-.

-              ¿El enrutaqué? –Preguntó Vero-.

-              Ya veo que no. –Le contesté-.

Salí desnudo de la habitación, total, mis primas seguían en pelotas desde la comida. En efecto, las luces del enrutador estaban todas naranja y parpadeando. Le pedí a Dios que bastara con reiniciarlo. La situación dentro del piso podía ponerse muy mal si no volvía Internet. Lo desenchufé de la pared, esperé los cinco o diez segundos que recomiendan, volví a enchufarlo, las luces empezaron a parpadear, pero al cabo del minuto volvieron a ponerse naranja. ¡La jodimos! Pensé.

-              ¿Qué pasa Carlos, funciona ya? –Me preguntó Luisa-.

-              Creo que no, míralo en el ordenador. –Le contesté-.

Luisa se fue a su habitación y desde allí gritó:

-              ¡No, sigue sin funcionar!

Repetí la operación, pero nada.

-              ¡Carlos, tienes que arreglarlo! –Me dijo Julia que se había venido a mi lado-.

-              Eso intento, pero parece que no es del enrutador.

-              A mí me da igual de lo que sea, pero necesito Internet, tengo el móvil sin datos. –Dijo Vero-.

Estaba empezando a agobiarme, no tanto por mí, qué también, sino porque mis primas se pondrían fuera de control si no volvía Internet. Mira que le había dicho veces a mi madre que una compañía que se llamaba “cacafibra” no era de fiar, pero ella decía que sí y que además era mucho más barata.

-              Carlos arregla Internet, por lo que más quieras. –Me dijo Antonia-.

-              En eso estoy, pero yo no entiendo mucho de esto. Voy a llamar a la compañía.

Me costó Dios y ayuda dar con el teléfono de la puta compañía. Después de más de media hora esperando y de escuchar cien veces el mismo mensaje publicitario con las excelencias de la compañía, me saltó una maquina que, más o menos me fue dirigiendo a un ser humano, al cabo de otra media hora. Mis primas me preguntaban a cada minuto si ya estaba arreglado. Decidí nos contestarles y poner el manos libres para que escucharan directamente. Cuando finalmente pude hablar con un ser humano del género femenino, me preguntó:

-              ¿Es usted el titular de la línea?

-              No, debe ser mi madre.

-              Por favor, comuníqueme con ella.

-              No está aquí. ¿No ha oído usted lo del confinamiento?

-              Algo tengo oído, pero tiene que ser ella quien se comunique.

-              Señorita, por favor, yo le digo su nombre, el número de teléfono y todo lo que quiera saber.

-              Lo siento, pero tiene que ser el titular de la línea.

-              ¡Mira zorra devuélvenos Internet o permita Dios que el maricón de tu novio te ponga los cuernos con tu padre! –Le gritó Luisa fuera de sí-.

-              Señor, voy a tener que colgar y denunciar la llamada.

En efecto colgó.

-              ¿Luisa como se te ocurre decirle esa barbaridad, cuando le estaba pidiendo que por favor me atendiera? –Le dije-.

-              Vale, igual me he pasado, pero es que la tía era una zorra.

-              ¿Qué hacemos, porque esto hay que arreglarlo? –Preguntó María-.

Me iba dando cuenta que podía faltar la comida o el agua, pero que lo que no podía faltar era Internet. Estábamos al borde del abismo. Llamé a mi  madre, que no me cogió el teléfono.

-              Julia, llama tú a tu madre, a ver si te lo coge. –Le pedí-.

Me percaté de lo agobiado que estaba, cuando caí en que rodeado de cinco mujeres desnudas, que se me cogían a los brazos y se rozaban conmigo, con o sin intención, tenía la polla en mínimos históricos.

-              Tampoco me coge el teléfono –dijo Julia-.

-              ¡Yo me voy a la calle, yo no puedo vivir así! –Gritó María-.

-              ¡Vamos a tranquilizarnos todos! –Les dije-.

Tenía que pensar una solución hasta que se resolviera el problema o no sabría lo que podría pasar.

-              Carlos hace diez minutos que había quedado para hablar con unas amigas. ¿Qué van a creer? –Dijo  Vero-.

-              Pues que nos hemos quedado sin Internet. –Le contesté-. Voy a volver a llamar a mi madre, a ver si tengo más suerte.

A los veinte tonos, colgué sin recibir respuesta. Carlos piensa, me decía a mí mismo insistentemente. De pronto se me ocurrió una posible solución temporal.

-              Voy a hablar con la vecina, a ver si ella tiene Internet. –Dije y sin darme cuenta si quiera de que estaba en pelotas, me dirigí a su casa, seguido de Antonia y de Luisa-.

Mientras llamaba a la puerta de Puri, dije:

-              ¿Os habéis dado cuenta que estamos en pelotas en el rellano?

-              ¡Qué más da, con lo que tenemos encima? –Respondió Luisa-.

Por fin escuchamos ruidos detrás de la puerta y se asomó Puri con su consabido albornoz.

-              ¿Qué pasa, queréis juerga de la buena? –Dijo al vernos desnudos, abriéndose ella su albornoz-.

-              Luego Puri, luego. ¿Tienes internet?

-              No sé, pasa y mira.

Entramos los tres en el piso y me dirigí al ordenador que sabía que tenía en su dormitorio. Paca estaba desnuda sobre la cama, tenía toda la pinta de que las habíamos cogido en medio de un ensayo de sus videos.

-              Hola Carlos, qué fresquito vienes. –Me dijo Paca al verme-.

-              Hola Paca, tú también estás muy fresquita. Perdona que tengo que ver una cosa.

El ordenador estaba encendido, así que cuando moví el ratón apareció el salvapantallas con la foto de Puri en sus tiempos de actriz. Miré y el ordenador si daba señal de tener Internet, abrí un navegador y funcionó. Gracias al cielo.

-              Puri me tienes que hacer un favor enorme. –Le dije-.

-              Lo que quieras, Carlos. –Puri dijo esto en un tono, que daba poco pie a errores-.

-              Eso luego Puri. ¿Nos puedes prestar Internet hasta que funcione el nuestro?

-              ¿Y eso cómo se hace?

-              Dame el usuario y la contraseña de tu red.

Paca se había levantado de la cama y se había puesto frente al monitor, entre Antonia y Luisa.

-              No sé de qué me hablas. –Me contestó como si yo le hubiera hablado en chino-.

-              ¿No tienes un papel de cuando te instalaron la red?

-              Creo que sí, pero de eso se encargó el inútil de mi marido.

-              ¿Puedes buscarlo?

-              Creo que lo guardó en un cajón del mueble del salón. Voy a buscarlo.

-              Tenéis cuerpos de actrices. –Les dijo Paca a Antonia y a Luisa-. ¿Os gustaría hacer una prueba de video?

Cada loco con su tema, pensé. Antonia y Luisa se miraron y miraron el cuerpo de Paca.

-              ¿De qué tipo de video? –Preguntó Antonia-.

-              Erótico-artístico. –Le contestó Paca-.

-              Bueno es cuestión de hablarlo. –Dijo Luisa-.

-              Mira a ver si es alguno de estos. –Dijo Puri al volver del salón-.

Eran varios papeles con usuarios y contraseñas. Mientras yo los miraba, Paca seguía con su rollo.

-              ¿Puri has visto que dos chicas más atractivas? Les he propuesto que hicieran una prueba de video con nosotras.

-              ¡Qué buena idea Paca, adolescentes y maduras, éxito seguro!

De los usuarios y contraseñas que había escritos dos podían ser de la red. El resto no sabía de que podían ser, aunque tampoco había que ser un lince para imaginárselo con semejantes usuarios: “pollagorda”, “megustanpeladitos”, “maridoinfielcaliente”,…etc. El marido de Puri no debía ser tan inútil como ella creía.

-              ¿Me dejas el papel un momento? –Le pregunté a Puri-.

-              ¿Qué papel? –Puri estaba concentrada en mirar los cuerpos de Antonia y Luisa-.

-              ¡Coño, el que me acabas de dar!

-              Ah sí, pero no te vayas.

-              Ahora vuelvo, tengo que resolver una emergencia en casa.

Mis primas habían cerrado la puerta y me quedé en pelotas en el rellano. Mientras tocaba el timbre bajaba una vecina con un perrito mierdoso, que se me quedó mirando.

-              Es que se me ha cerrado la puerta cuando la estaba limpiando. –Le dije tapándome la polla-.

-              Otro día llámame y te ayudo a limpiarla. Vivo en la quinto derecha. –Me dijo-.

-              No se me olvidará. –Le dije entrando en el piso cuando Julia me abrió la puerta-.

-              Hola Julia. –Le dijo la vecina cuando la vio detrás de la puerta-.

-              Hola Patro. Es mi primo, que es muy despistado.

-              ¡Coño, te vas a poner a hablar con la vecina y yo en pelotas! –Le dije en cuanto logré cruzar la puerta-.

-              Es Patro, una vecina muy servicial.

-              Vale Julia, pero no era el momento.

-              Probad con estos dos usuarios, a ver si hay suerte. –Les dije a María y a Vero, que estaban con las caras desencajadas-.

¡Joder que locura con el puto Internet! Pensé, mientras ellas probaban si podíamos pillárselo a la vecina.

-              ¡Esta sí funciona, lo que pasa es que va muy lenta! –Grito Vero desde su cuarto-.

-              ¿Qué quieres para estar cogiéndosela la vecina? –Le contesté, mientras ellas se pasaban el papel-.

Por fin recibí una llamada de mi madre, por una app de video llamada de la que había oído hablar, pero que nunca había utilizado. Acepté la llamada y en la pantalla apareció su cara.

-              ¿Qué quieres hijo? Que tengo no sé cuantas llamadas tuyas en un rato.

-              Hola mamá, perdona la insistencia, pero estamos en una crisis. Se ha ido Internet.

-              Pues yo he pagado el recibo ayer o antes de ayer.

Me di cuenta que veía la cara, pero también los hombros desnudos de mi  madre.

-              Ya mamá, pero debe haber algún problema, y aunque he reiniciado el sistema, seguimos sin Internet. He llamado a la compañía y tienes que ser tú la que hable con ellos.

-              ¡Vaya, que inoportuno!

-              Lo siento mamá, pero tienes que arreglarlo o aquí va a haber una crisis y de las gordas.

Por detrás de mi madre vi a mi padre con el torso desnudo y a mis tías en sujetador. ¡Ay que ver con la edad que tienen y siendo familia! Pensé.

-              Bueno, dentro de un rato llamo y te cuento.

-              No mamá, tiene que ser ahora.

-              ¡Qué pesados os ponéis con Internet! Carlos, ¿vas sin camisa?

-              Si mamá, estaba sudando tratando de arreglar lo de Internet y me la he quitado. –Igual que va mi padre, pensé, pero me callé-.

-              Póntela, no vayas a coger frío.

-              Sí mamá. Por favor, llama y me cuentas.

Pensé que tenía que llamar a mi padre para preguntarle el lío que tenían ellos con mis tías.

-              Carlos, hay algo de Internet, pero muy lento y con muy poca señal. –Me dijo Julia-.

-              Julia es una solución provisional para evitar una crisis. Mi madre va a llamar a la compañía a ver qué pasa.

-              ¿Antonia y Luisa no habían ido contigo a casa de la vecina? –Me preguntó Julia-.

-              Sí, deben estar allí todavía. Copia el usuario y la contraseña de la red, que voy a devolverle el papel.

A saber el lío que tendrán montado entre las cuatro, pensé por como las había dejado. Julia me devolvió el papel y cuando iba a devolvérselo me llamó mi padre, esta vez con llamada de voz.

-              Hola papá.

-              Hola hijo. Tu madre está hablando con la compañía de internet. Parece que han tenido una caída en toda la zona, que esperan que en dos o tres horas puedan restablecer el servicio.

-              Gracias papá, dile que me llame cuando sepa algo más.

Me puse el albornoz para ir a casa de la vecina, no me fuera a coger otra vez en pelotas la del perrito subiendo la escalera. Llamé al timbre de su puerta, pero no me abrían. Insistí hasta que me aburrí y volví al piso.

-              ¿No ibas a devolverle el papel a Puri? –Me preguntó Julia cuando reaparecí en la habitación-.

-              No me abren, valiente lío que deben tener entre las cuatro.

-              Oye has estado muy listo con lo de pillarle la red a la vecina.

-              Cualquiera os deja sin internet a vosotras.

Fui a ver a María y a Vero, por saber si había remitido la crisis. Estaban cada una delante de su ordenador, parecía que chateando con amigos.

-              ¿Cómo va la cosa? –Les pregunté-.

-              Bueno, para chatear sirve. –Me contestaron-.

-              ¿Podemos hablar un momento? –Les dije-.

-              Claro –dijo Vero, volviéndose hacia mí-.

-              Yo creo que no podemos tener una crisis como la antes porque nos quedemos sin internet. Podemos charlar, jugar a algo entre nosotros, yo qué sé. Hay veces que me parece que fuéramos extraños y no primos que nos hemos criado juntos de toda la vida.

-              Es posible que tengas razón y estemos todos demasiado metidos en los chats y esas cosas y no le prestemos suficiente atención a quién tenemos al lado. –Dijo Vero-.

-              Opino lo mismo que Vero. ¿Qué tal si luego hacemos algo juntos los seis?

-              Por mí perfecto y eso que yo sí practico el cibersexo, no como vosotras.

-              Puedo hacerte una pregunta –me dijo Vero-.

-              Sí.

-              ¿Qué hacéis Cristina y tú para excitaros cuando hacéis cibersexo?

-              Me imagino que como todo el mundo. Nos quedamos desnudos, ella empieza a decirme cosas, yo a ella, nos tocamos imaginando que es el otro quién lo hace, hasta que nos corremos.

-              ¿Me dejarías verte alguna vez?

-              Si a Cristina no le importa, vale.

-              ¿Cuándo? –A Vero le habían entrado las prisas por vernos a Cristina y a mí con los juegos manuales-.

-              Cuando tengamos internet en condiciones.

-              ¿Me dejarías a mí que te tocase una de las veces que te cites con ella? –Me preguntó María-.

-              Estáis vosotras muy participativas. Te digo lo mismo, por mi estupendo si a Cristina no le importa.

¡Joder cómo estaban mis primas de calentitas! Escuché abrirse la puerta y me acerqué a ver que les había pasado a Antonia y a Luisa para que antes no me abrieran. Venían con unas batas que les debía haber prestado Puri.

-              ¿Dónde estabais? Me he matado a llamar y no me habéis abierto.

-              Paca nos ha puesto vuestro video del otro día y estábamos demasiado entretenidas.

-              ¿Qué video?

-              Carlos puedo reconocer tu polla en cualquier parte y el cuerpo de mi prima Julia, también. –Dijo Julia-.

-              ¡Pues vaya discreción que han tenido con el video! ¿En que habéis quedado con ellas?

-              En pensárnoslo, no somos tan lanzadas como vosotros.

-              Estábamos pensando en jugar a algo. ¿Os animáis? –Les pregunté-.

-              Por mí sí. –Dijo Luisa-.

-              Por mí también. –Dijo Antonia-.

Llamamos al resto y mientras las esperábamos, Luisa estuvo rebuscando en el montón de consoladores y similares y descubrió un cacharro con un pollón para fuera y una polla más pequeña para dentro y con unas tiras para ponérselo en las caderas.

-              ¿Coño, de quién es esto? –Dijo levantándolo-.

-              Mío no desde luego, yo ya tengo la mía. –Dije-.

-              Es mío –dijo Vero entrando-.

-              ¿Y tú para que lo quieres? –Le preguntó su hermana-.

-              Cuando estemos todas os lo cuento. –Le contestó-.

-              Vale, momento confesión sexual. Me encanta. –Dijo Antonia-.

Entró Julia en el salón. Seguía desnuda.

-              ¿Vamos a estar desnudas o vestidas? –Preguntó-.

-              Desnudas, mejor desnudas. –Le contestó Antonia quitándose la bata prestada que llevaba-.

-              Venga Vero ya estamos todos, cuéntanos para que lo quieres.

-              ¿Vosotras nunca habéis deseado ser un chico? –Preguntó-.

-              Yo de muy pequeña. –Dijo Julia-. Me daba envidia ver el pito de los chicos y sobre todo verlos mear de pie y apostar quien legaba más lejos. Mientras que nosotras teníamos que hacerlo sentadas o en cuclillas. Después me olvidé del tema y ahora no me cambiaría nunca por un tío.

-              Yo de pequeña también. –Terció Antonia-. Me parecía que a las niñas nos faltaba algo, en comparación con los niños. Yo tengo hermanos mayores y más pequeños y soy la única chica. Cuando nos bañábamos en la piscina, mi madre dejaba que mis hermanos se quitasen el bañador y a mí no me dejaba quitármelo. Yo veía sus churras, miraba dentro de mi bañador y veía mi rajita. Llegué a la conclusión de que estaba mal hecha. Se lo dije un día a mi madre mientras ella me bañaba. Mi madre se desnudó y me dijo abriéndose el chocho: niña, ¿tú crees que esto está mal hecho?

Nos echamos todos a reír.

-              Yo creo que de pequeñas nos ha pasado a todas. –Dijo Luisa-. Os acordáis de las madres, de las abuelas o de las tías diciéndoles a los niños la picha tan bonita que tenían y no diciéndonos nada de nuestras vulvas, como si no fueran igual o más bonitas. Yo ahora, como venganza, cuando veo a un crio desnudo, le digo que se le ha salido el intestino por la rajita.

-              ¡Qué mala leche tienes! –Le dijo Julia riéndose igual que todos de la ocurrencia-.

-              Mala leche la de nuestras mayores por no decirnos a nosotras lo bonito que era nuestro chocho. –Le contestó Julia-.

-              ¿Y tú María? –Le preguntó Vero-.

-              Yo no he tenido nunca ganas de ser chico. Veía desnudas a mi hermana Julia y a mi madre y me gustaban tanto, que sólo quería ser como ellas.

-              Gracias hermana –le dijo Julia-.

-              De nada. Ser la hermana pequeña tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajas.

-              ¿Y tú Carlos has querido alguna vez ser una chica? –Me preguntó Vero-.

Me quedé pensando un rato, poniendo en orden las ideas. Luego les dije:

-              Yo creo que desde que tengo memoria hasta los nueve o diez años quería ser una chica.

-              ¿Y eso por qué? –Preguntó mi prima Julia-.

-              Por vuestra culpa. ¿Os acordáis cuando las tres familias nos bañábamos en verano en la piscina de tu casa?

-              Claro –respondió Luisa-.

-              Cuando sólo estaban nuestras madres y nosotros, ¿recordáis que nos bañábamos todos desnudos, incluidas ellas?

-              Sí que lo recuerdo y también lo bien nos lo pasábamos. –Dijo Julia-.

-              Yo veía a las siete desnudas, todas con sus rajas o rajitas y a nuestras madres con sus grandes tetas y sus hermosos culos. Era el único diferente, justo lo contrario de lo que le pasaba a Antonia. Entonces quería ser como vosotras. Alguna vez se lo dije también a mi madre y ella me contestaba que no me preocupase que estaba muy bien como estaba, que ya me daría cuenta con el tiempo. Me encantaba veros desnudas en la piscina o cuando nos duchábamos juntos para quitarnos el cloro.

-              ¿Y qué pasó para que dejaras de desear ser chica? –Me preguntó mi prima Julia-.

-              Tú fuiste la causante.

-              ¿Yo?

-              Sí tú. Un verano empezaste a desarrollarte como mujer: a salirte las tetitas, a crecerte el culo, a marcar las caderas y a salirte vello en el chocho. Te miraba y empezaba a tener una leve excitación. Pase de querer ser como vosotras, a comprender que no quería ser como vosotras, que me gustaba excitarme cuando os veía desnudas, sobre todo a ti, que empezabas a ser una mujer. Es curioso, pero ver a mi madre o a las vuestras desnudas no me decía nada, mientras que cuando te miraba a ti notaba un cosquilleo en el estómago que me gustaba.

-              Me acuerdo de aquel verano. –Terció Julia-. Yo sabía que me estaba convirtiendo en mujer y me gustaba esa transformación, pero empecé a sentir vergüenza por estar desnuda delante de otras personas, aunque fueran de la más estricta familia. Ya veis que ahora la vergüenza se me ha pasado del todo. –Dijo señalando su precioso cuerpo desnudo, provocando la risa de todos-.

-              Aquel verano nuestras madres decidieron que se había acabado aquel paraíso nudista y nos obligaron a ponernos el bañador. –Dije-.

-              Me acuerdo perfectamente. –Dijo María-. Yo no terminaba de entender porque teníamos que llevar bañador, con lo bien que estábamos desnudas. Le protesté a mi madre un día en casa y ella te echó a ti la culpa, Carlos, me dijo que empezabas a ser un hombre y que te pondrías malito si no nos poníamos el bañador.

-              ¡Vaya hombre, al final iba a tener yo la culpa del fin del paraíso!

-              Y si yo te excitaba y recuerdas mi transformación en mujer, ¿cómo es que tu prima preferida es Luisa?

-              Tú tienes cinco años más que yo, ahora todavía se nota, pero no demasiado, entonces para mí estabas en otra galaxia.

-              En resumidas cuentas. –Dijo Luisa-. Que pasaste de querer ser chica a querer tener a todas las chicas.

-              Más o menos –le contesté riéndome-.

Recordar con ellas esos veranos me hizo darme cuenta que ellas eran una parte muy importante de mi vida y que sin ellas yo sería seguramente una persona muy diferente.

-              Bueno Vero, ¿vas a contarnos para que quieres ese artefacto?

-              Veréis, yo también deseaba ser un chico y tener mi pollita. Lo que pasa es que yo, de vez en cuando, todavía lo sigo deseando. No tengo que decir que a mí me gustan los tíos y follar con ellos. Pero de vez en cuando echo de menos tener una polla y follármelos yo a ellos también.

-              ¡Joder Vero, tú también tienes una buena parafilia! –Le dijo Julia-.

-              Claro que la tengo. ¿Y quién de los que estamos aquí no tiene alguna?

Nos quedamos todos en silencio, creo que unos pensando cuál era la suya y otros asumiendo que por supuesto que la tenían.

-              Vero cuéntanos que les haces, que me estoy poniendo muy cachonda de imaginármelo. -Dijo Antonia-.

-              Depende del tío, pero normalmente cuando ya estamos los dos desnudos y el tío empalmado, le preguntó si le apetece comérmela. Los tíos que son muy simples, perdón Carlos pero es así, se creen que me refiero a la almeja y cuando se van a poner en posición, les digo que no es eso, entonces se quedan bastante perdidos. Normalmente mi polla la dejo en el bolso en otra habitación o en el baño, me levanto del sofá o de la cama en la que estemos, cojo mi polla me la coloco, le extiendo bien el lubricante, que para mí os puedo asegurar que hacerlo me produce la misma sensación de estarme haciendo un pajote, me presento ante el tío sobándome el pollón y le digo: quiero que me chupes la polla.

-              ¡Joder Vero, con dos ovarios! –Le dijo su hermana-.

-              Me estoy poniendo mala con sólo imaginármelo. –Le dijo Julia-.

-              ¿Queréis verme con la polla? –Preguntó Vero-.

-              ¡Por supuesto que sí! –Gritamos todos. Yo estaba ya más que empalmado con lo que Vero nos estaba contando-.

Se levantó, cogió el arnés y salió del salón.

-              ¡Joder que caliente me ha puesto Vero! –Dijo Antonia-.

-              ¡Vaya con cómo se las gasta mi hermanita!

Volvió al minuto con el cacharro puesto, sobándoselo como si se estuviera haciendo un pajote y volvió a sentarse. En el salón se había hecho un silencio que ponía los pelos de punta. Sin dejar de sobarse la polla falsa, siguió hablando:

-              A veces sólo de verme con el pollón puesto, el tío se corre. A mí me da igual. Lo llamo a mis pies, le digo que se ponga de rodillas y que me la coma.

-              Algún tío te habrá dicho que no. –Le dijo Antonia-.

-              Ni uno por ahora. Cuando el tío está de rodillas, le cojo la cabeza, le meto el pollón en la boca y empiezo a follársela, para que la polla de dentro me masturbe a mí. Si el tío se había corrido antes, se le vuelve a levantar de la mamada que me hace. Cuando ya llevamos un rato, le digo que se ponga a cuatro patas sobre la cama o el sofá o mejor haciendo el cangrejo boca arriba.

-              ¿Carlos a ti te gustaría que te hicieran eso? –Me preguntó mi prima Luisa-.

-              Claro, ¿pues no ves como estoy?. –Le dije señalándome el pollón que se me había puesto-.

-              ¡Qué raros sois los tíos!

-              Raros por qué. Vero quiere hacer de hombre y a muchos hombres nos gusta hacer de mujer algunas veces.

-              Sigue Vero, que estoy mala de la calentura. –Le pidió Julia-.

-              Yo le cojo la polla, ya dura como una piedra y le voy sobando el ojete con lubricante, hasta que se le abre como una flor. Entonces se la meto, bien poco a poco, bien de un golpe, según como yo vea al tío. Sin dejar de pajearlo, voy subiendo la fuerza de la penetración, la polla que llevo dentro hace que parezca que el tío me está follando a mí también.

-              ¡Para Vero, para, por Dios! No puedo más con la calentura. –Exclamó mi prima Julia-. Yo me voy a hacer un dedo como una catedral, ¿alguna tiene problemas?

-              Yo te acompaño –dijo Antonia-.

Empezaron las dos a sobarse los chochos que los tenían rosas y brillantes.

-              Yo también os acompaño. –Les dije empezando a sobarme la polla y los huevos-.

-              Algunos tíos me piden que me los folle más fuerte todavía. Otros me dicen que les apriete los huevos hasta hacerles daño. Cuando yo empiezo a percibir que van a correrse, les digo que ni se les ocurra todavía, que ya les diré yo cuando pueden hacerlo. Entonces me ruegan que deje de pajearlos, que no van a poder aguantar. A mí me vuelve loca tenerlos así, controlar cuando se pueden o no se pueden correr.

Vero tiraba y se empujaba la polla falsa cada vez con más fuerza y más rápido y Luisa se había terminado sumando a la paja colectiva que nos estábamos  haciendo.

-              A veces les he metido tales empujones a los tíos, sobre todo a los que pongo a cuatro patas, que termino tirándolos de la cama. Cuando ya noto que no pueden aguantar más los pajeo como no se han pajeado ellos en su vida, hasta que van a empezar a correrse y entonces les aprieto la base del nabo con tal fuerza, que son incapaces de lanzar los chorros, luego se la suelto y el tío grita como un cochino.

-              ¡Aaaaggg, me corro, me corro, aaaggg!

Gritó mi prima Julia a la que siguieron Antonia y Luisa corriéndose. Mi prima María, que estaba sobándose las tetas, no tardó tampoco en correrse. La cara de mi  prima Vero indicaba que estaba a punto también, como yo. Cogí un tanga de mi prima María que estaba el primero en el montón para correrme sobre él.

-              ¡Córrete Carlos, que me corro contigo! –Dijo mi prima Vero-.

-              ¡Aagggg, uuuufffff, ahora Vero, ahora, me corro! –Le dije-.

-              ¡Y yo, aaaagggg, aaaagggg, sigue corriéndote Carlos, me encanta ver cómo te corres!

¡Qué barbaridad, cómo nos había puesto Vero! Para mí era mi primera paja colectiva y me había encantado.

-              ¿Esta es vuestra primera paja colectiva? –Les pregunté-.

-              Con tantos sí –contestó Julia-. Nosotras cuatro nos hemos algunas cuando nos  ha cogido demasiado calientes.

-              ¿Te acuerdas la que nos hicimos el año pasado viendo porno? –Preguntó Luisa-.

-              Sí.

-              Cuéntanosla –le pedí a Julia-.

-              Estábamos todas muy tensas entre la primavera y los exámenes. Yo estaba estudiando en mi habitación y fui a la cocina por un vaso de agua. Al pasar por la puerta del salón vi en la televisión a una tía con unas tetas descomunales y a un mulato con una polla casi como la tuya, que follaban haciendo el perrito. Me fijé y vi las cabezas de Luisa y María mirando a la pareja en la tele.

-              Todavía me acuerdo del pedazo de polla mulata que tenía el tío. –Dijo Luisa-.

-              Me asomé sin hacer ruido y las dos estaban con los tangas ladeados y las tetas fuera, dale que te pego al chocho. Yo iba con un camisón corto y pensé que me iba a venir de puta madre descargar tensiones. Sin que ellas me vieran me puse a su lado y les dije: hacedme sitio pajilleras.

-              ¡Qué susto nos pegaste! –Dijo María-.

-              Lo mejor fue que una vez que se había sentado, abierto de piernas y empezado el dedo, ¡va y nos pregunta por el argumento de la película! –Dijo María muerta de risa-.

Las carcajadas debieron llegar a todo el bloque.

-              ¿Qué pasa? A mí siempre me gusta seguir el argumento de las películas.

-              ¿Pero qué argumento criatura, si era una película porno? –Le preguntó Luisa-.

-              Total, que debimos hacer tanto ruido que al rato salió Vero. –Siguió Julia-.

-              ¡Coño me creí que alguna estaba enferma de los gemidos y los suspiros que escuché!

-              Cuando  vio el plan en que estábamos, se sumó a contemplar al mulato y a la tetona y al dale que te pego que teníamos. –Dijo Julia-. Nos corrimos las cuatro a la vez cuando el mulato le llenó de lefa las tetas a la tía.

-              Oye Vero. una curiosidad, ¿lo has hecho también con mujeres? –Le preguntó su hermana Luisa-.

-              Una vez, una amiga quería hacer un trío con su novio y me lo propuso. A mí me gustaban los dos, así que le dije que sí. Una noche que su novio iba a estar sólo en su casa, me llamó y me dijo que si me seguía apeteciendo lo del trío era el momento. Nos presentamos las tres en casa del novio.

-              ¿Qué tres? –Preguntó María-.

-              ¡Pues qué tres íbamos a ser, mi amiga, yo y mi polla! –Contestó Vero muerta de risa-. Cuando el novio nos vio aparecer se quedó un poco chafado, pensando que yo iba de carabina. Nos sentamos en el salón y cuando el tío volvió de la cocina de ir por los vasos y el hielo, nos pilló a su novia y a mí morreándonos de lo lindo. Se quedó tan pasmado que tuvo mi amiga que ir por él para que se sentase con nosotras.

-              ¿Y el tío respondió o se quedó paralizado? –Le preguntó Julia-.

-              Le costó. Su novia y yo lo desnudamos a él, luego nos desnudamos ella y yo mutuamente y el tío ya consiguió empalmar. Mi amiga y yo estábamos bastante salidas y estuvimos comiéndonos la boca, las tetas y el chocho con el tío mirando. Por fin el hombre se lanzó y nos dijo que se la comiéramos las dos juntas. Yo le dije que no, que primero me la tenían que comer ellos a mí. Ellos se miraron extrañados y luego volvieron a mirarme a mí, mientras salía del salón para coger el bolso con la polla, que había dejado en la entrada. Cuando me vieron sobándome el pollón con el aceite se les descolgó la cara a los dos.

-              ¡Joder Vero, no podía imaginar que te las gastases así! –Le dijo Antonia-.

-              ¿Por qué? –Le preguntó Vero-.

-              No sé, me parecías la más cortada de las cuatro primas, pero ya veo que me equivocaba.

-              ¿Qué paso con el trío? –Le preguntó Julia-.

-              Les dije a los dos que se pusieran a comerme la polla. El tío casi no dejó que mi amiga se acercara de las ganas que tenía de comérmela. Luego puse al tío haciendo el cangrejo y a mi amiga encima de él, el resto ya os lo podéis imaginar.

-              ¡No queremos imaginar, queremos que nos lo cuentes! –Le dijo María-.

-              Pues nada, les puse a los dos el ojete bien abierto y me los fui follando alternativamente, hasta que nos corrimos los tres como fieras. ¿Habéis hecho vosotras un trío alguna vez?

Mis primas eran incansables cuando se ponían a hablar de sexo. Yo prefería escucharlas a meter baza en la conversación. De sobra sabía que no eran nada pacatas, pero tampoco pensaba que fueran tan tremendas.

-              ¿A qué dos tíos se hicieran una paja mirándome mientras yo me hacía otra, se le considera un trío? –Dijo Julia-.

-              Eso no es un trío, eso es una panda de pajilleros. –Dijo Vero riéndose-.

-              Entonces no. –Contestó Julia-.

-              ¿Y hacerles una paja a dos tíos a la misma vez, se considera un trío? –Preguntó María-.

-              Eso se acerca algo más, pero es muy mejorable. –Dijo Vero de nuevo-.

-              ¿Y a estar nosotras dos con otra tía? –Preguntó Luisa-.

-              A eso sí se le puede considerar un trío.-Dijo Vero, que seguía con el arnés puesto-.

-              Carlos, tú no hace falta que respondas, que ya sabemos que has hecho varios. –Me dijo Julia-.

-              ¡Vaya, qué bien os conocéis mi vida!

-              Es lo que tiene ser el único hombre entre tanta mujer chismosa. –Dijo Luisa-.

-              Oye y puestas a imaginar. ¿Qué os gustaría más con dos tíos o con un tío y una tía? –Preguntó Julia-.

Se quedaron un poco de tiempo pensando, empezó Vero a contestar.

-              Yo ya lo he hecho con un tío y una tía, así que con dos tíos, por probar que se siente follándose a los dos. –Dijo riéndose y sobándose la polla del arnés-.

-              ¡Cómo eres Vero! ¿A ti no te gustaría que te follasen los dos tíos a la misma vez? –Le preguntó Julia-.

-              Puede ser, pero después de que yo me los hubiera follado primero.

-              A nosotras con un tío, las dos tías ya las ponemos nosotras. –Dijo Antonia-.

-              ¿Y a ti Carlos?

-              Yo, aunque ya lo haya hecho, me sigo quedando con dos mujeres.- Le contesté a Julia-.

Sonó mi móvil, era mi madre por video llamada. Me levanté y salí del salón antes de contestar, no era plan que nos viese como estábamos los seis.

-              Hola Carlos. ¿Sigues sin camiseta? Vas a coger un resfriado ¿Tenéis internet ya?

-              Ahora me la pongo, en el piso hace calor. Espérate que voy a mirar en el ordenador.

-              Con las prisas que me has metido esta tarde y no lo sabes.

-              Mamá, estábamos todos hablando en el salón y no hemos mirado ninguno.

Por detrás de mi madre, veía a mi padre y a mis tías en albornoz. ¡Estos tendrán un buen cachondeo entre ellos, pero el nuestro tampoco está nada mal! Pensé.

-              Parece que sí mamá. Espera que voy a comprobar la velocidad.

-              Tus tías me preguntan cómo están tus primas.

-              Calientes, mamá, calientes. –Me di cuenta que había tenido un lapsus total, iba a corregirlo, pero mi madre no me dio tiempo-.

-              ¿Qué están cómo?

-              Con calor, mamá. Igual que yo.

-              Pues aquí no hace tanto calor.

¡Anda que no, tanto o más que aquí! Pensé.

-              Mamá, internet ya está recuperado del todo. Gracias por la rapidez.

-              No hay de qué. Dejad internet, hablad entre vosotros y dale cariño a tus primas.

-              De acuerdo mamá, hasta mañana.

Me quedé pensando frente al ordenador. Habíamos pasado una tarde estupenda todos juntos, hablando con total franqueza y conociéndonos mejor unos a otros. Tenía razón mi madre, internet está muy bien, pero es mejor conocer a quien tienes al lado. Volví al salón, seguían las cinco sentadas en el suelo charlando.

-              ¿Qué quería la tía? –Me preguntó Julia-.

-              Nada, decirme que estaba haciendo gestiones con la compañía de internet, pero que le están dando largas. –Les mentí para continuar con la reunión-. ¿De qué hablabais?

-              Estábamos diciendo que teníamos que depilarnos –dijo Luisa abriéndose el chocho para mostrar los pelos que le iban creciendo-. Si no vamos a terminar como las guarras de la pedanía.

-              Que graciosa eres –le contesté-.

-              ¿Y tú como te vas a depilar? –Me dijo María mirando el vello que había empezado a crecerme-.

-              Pues tendré que esperar a que se termine esto para ir hacerme un arreglito. –Dije mirándome el vello que había empezado a salirme también-.

-              Si no es indiscreción, ¿el arreglo te lo hizo, Cristina? –Me preguntó Luisa-.

-              No.

-              ¿Entonces quién? –Volvió a preguntar-.

-              Pues una profesional.

-              ¡Tu suegra!

-              No empecemos, que yo no tengo suegra.

-              Entonces sí fue ella. –Concluyó Luisa-.

-              Piensa lo que quieras.

-              ¿Te empalmaste cuando te lo hizo? –Preguntó Julia-.

-              Claro que me empalmé. Que te estén moviendo la polla y los huevos para acá y para allá y con la maquinilla por todas partes, pues claro que al final terminas caliente. ¿A vosotras no os pasa igual?

-              Yo, cuando me lo hace Luisa, termino como una moto de gran cilindrada. –Dijo Antonia-.

-              Si quieres también te lo puedo hacer a ti, aunque no sea igual que cuando te lo hace tu suegra. –Dijo Luisa riéndose-.

-              ¡Qué pesada estás con lo mi suegra!

-              ¿Y cómo fue, que me da mucho morbo saberlo? –Insistió-.

Pensé que, si ellas hablaban abiertamente de sus cosas, por qué no hacerlo yo también.

-              Ella vino a un curso a Sevilla, comimos juntos en un restaurante, y logramos limar los problemas que teníamos desde lo de los videos famosos que le había mandado a Cristina. Al terminar de comer fuimos al gabinete de estética de una amiga suya que estaba muy cerca y allí me depiló.

-              ¡Carlos que no somos tontas! ¡Claro, lo más normal del mundo es terminar de comer con tu suegra e ir a que ella te depile la polla! Si lo vas a contar, cuenta la verdad y entera. –Me dijo Julia-.

-              Vale. –Dije derrotado-. Resulta que Clara hace años había tenido un lío con mi abuelo…

-              ¿El del pollón? –Me interrumpió Luisa-.

-              ¿Y tú cómo sabes eso?

-              Me lo ha contado mi madre infinidad de veces.

-              Pues sí, parece que con el del pollón. Cuando vio los videos que le había mandado a Cristina le recordó aquel lío y se empeñó en que quería follar conmigo…

-              ¡Huy esto se pone más interesante de lo que pensaba! –Dijo Julia-.

-              Yo no le hice caso, ella difundió los videos, como bien sabéis, y castigó a Cristina sin ordenador ni móvil. Cristina me pidió que fuera cariñoso con su madre, hiciéramos las paces y consiguiera que le levantara el castigo. Como he dicho antes, en la comida que tuvimos firmamos la paz. Ella me dijo que con la polla que tenía, debía  depilarme.

-              Y tenía toda la razón. –Dijo Antonia-.

-              Total, que después de comer fuimos al gabinete de esa amiga suya, ella dijo de desnudarse o yo se lo pedí, no me acuerdo, pero lo cierto  es que me depiló desnuda, yo me fui calentando, ella también y terminamos follando.

-              ¡Carlos eres la hostia, con tu suegra también! Qué morbazo, ¿no? ¡Además que la  peluquera es un icono en el pueblo! –Dijo Luisa-.

-              ¿Y qué tal? –Preguntó Julia-.

-              Eso no te lo voy a contestar.

-              Está bien, te entiendo.

-              ¿Os habéis dado cuenta que son ya casi las doce? –Dijo María-.

-              Pues no, a mí se me ha pasado la tarde volando. Tenemos que hacerlo más. –Dijo Antonia-.

-              Vero, quítate eso. No vaya a ser que pongas a Carlos mirando al somier de la litera. –Dijo Luisa riéndose-.

-              Él ha dicho que le gustaría. –Le contestó Vero riéndose-.

-              Sí, pero a ver si no va a poder sentarse en una temporada. –Dijo Julia-.

-              Oye, que yo sé hacerlo muy bien, no como los tíos, que no saben preparar un ojete como Dios manda.

Nos levantamos todos para irnos a la cama. Como siempre, dejé que ellas entraran primero al baño, lo que suponía su buen cuarto de hora o veinte minutos de espera. Cuando salió la última entré yo. Con la excitación de toda la tarde estaba bastante caliente, pese a haberme corrido hacía un rato. Pensé en cascármela, pero luego pensé que qué coño me la iba a cascar, con cinco mujeres preciosas en el piso y con ganas de guerra. Salí del baño en pelotas, miré en la habitación de María y Vero, parecían estar dormidas, luego miré en la habitación de Luisa y Antonia, también parecían estar dormidas. ¡A que al final me tengo que hacer el pajote! Pensé. En mi habitación también estaba la luz apagada, Julia debía dormir en la litera de arriba. Mala pata, pensé. Con el empeño que tenían esta mañana y ahora que yo tenía ganas de guerra con alguna de ellas, todas dormidas. Me acosté sin taparme. Al poco empecé a escuchar débiles gemidos que debían ser de Julia. Pues parece que Julia no duerme, me dije. Seguí escuchándola, debía estarse haciendo un dedo o soñando algo que la tenía muy calentita. Entre lo caliente que yo estaba y los placenteros gemidos de Julia me empalmé otra vez y empecé a sobarme la polla.

-              ¿No vienes Carlos? –Escuché decir desde la litera de arriba, pero no era mi prima Julia-.

Me incorporé en la cama, encendí la luz de la mesilla y miré hacia arriba. Era mi prima Vero.

-              ¿Qué haces tú aquí? –Le pregunté-.

-              ¿Es qué no me has oído, pues haciéndome un dedo?

-              Eso sí lo he oído, te pregunto dónde está Julia.

-              Como tú no te decidías, lo hemos echado a suertes y me ha tocado a mí venir a tu habitación. ¿Te molesta?

-              En este momento nada en absoluto. –Le dije levantándome de la cama y subiendo a la litera de arriba-.

Vero estaba preciosa desnuda boca arriba en la cama, sobándose el chocho con una mano.

-              ¿Te acuestas todas las noches así de empalmado? –Preguntó al verme-.

-              No, todas las noches no, pero la historia de tus andanzas y las de tu polla me han puesto muy caliente. –Le dije tumbándome a su lado-.

-              No te preocupes que no me la he traído. Tenía el chocho irritado de toda la tarde con ella dentro.

-              ¿Quieres que te baje la irritación?

-              ¿Tienes alguna crema?

-              Por supuesto que sí.

Me incorporé y me puse de rodillas entre sus piernas, se las abrí y empecé a besarle y a morderle la cara interior de los muslos.

-              Eso está muy bien, pero así no me vas a quitar la irritación, es más arriba. –Me dijo-.

-              Aunque no te lo creas, sé dónde las mujeres tienen el chocho.

-              Qué adelantado para tu edad.

Tenía el chocho entre rojo y rosa, efectivamente se le debía  haber irritado con el artefacto dentro, le brillaba y tenía el clítoris fuera. Acerqué primero mi nariz, me vuelve loco el olor de los jugos de una mujer, desprendía un fuerte olor, que me provocó un calambrazo en la polla. Se lo abrí con las manos y empecé a pasarle la lengua desde el clítoris hasta el ojete. Ella gimió con fuerza.

-              ¿Carlos te acuerdas cuando tu yo de chicos jugábamos a los médicos? –Me preguntó-.

-              No me acuerdo bien, cuéntamelo tú que no tienes nada que hacer ahora con la boca.

-              Tú tendrías seis añitos y yo ocho. Le había escuchado a mi hermana y a la prima Julia hablar con muchas risas de con qué chicos les gustaría jugar a los médicos y qué tipo de reconocimiento les harían. Ya te puedes imaginar cómo eran los reconocimientos que les gustaban. ¡Huuuu Carlos, que gusto me estás dando! Ya noto como me baja la irritación. Como éramos los más pequeños, mientras que las mayores hablaban, nosotros corríamos por la casa. Un día te dije: primo tienes mala cara, es necesario que te haga un reconocimiento.

-              Eres una corruptora de menores. –Le dije sin dejar de lamerle todo el coño-.

-              Calla y sigue. Tú me preguntaste que era eso y yo te dije que igual que cuando ibas al médico. Te quité la camiseta y el bañador, dejándote desnudito. Luego me los quité yo, quedándome también desnudita.

-              Prima, ¿cómo es posible que yo no me acuerde de eso?

-              Eras todavía muy pequeño. Entonces te decía que te tumbases en el sofá y empezaba a tratar de oírte el corazón, poniendo mi oreja en tu pecho. Del pecho iba bajando al estómago y de ahí a tu pichita. Tú me preguntabas lo que te estaba haciendo. ¡Aaaaagggg, primo estoy ya muy caliente, sigue con la lengua y méteme dos dedos!

-              ¿Y qué más me hacías?

-              Cuando tenía la cabeza al lado de tu pichita, te decía: voy a tener que profundizar en el reconocimiento, creo que ya sé de dónde viene la fiebre. Tú inocentemente, preguntabas qué fiebre. Entonces me metía tu pichita en la boca y te tiraba de los huevos. ¡Me corro Carlos, me corro, sigue, sigue, sigue, aaaagggg, qué bueno, que fuerte, aaaagggg….!

Noté como Vero se corría en mi boca llenándomela de jugos. Me puse encima de ella y la besé en la boca pasándole parte de los jugos de su corrida.

-              Prima tenías muy poca vergüenza, aprovecharte así de tu primo pequeño.

-              No te quejes que a ti te gustaba mucho. Después te decía que yo también tenía fiebre en mi rajita, que tenías que lamérmela para que se me bajara. El juego de los médicos terminó un día que mi hermana nos pilló en pleno reconocimiento, pero eso ya que te lo cuente ella.

Vero empezó a sobarme la polla, que ya no podía tenerla más dura.

-              Prima, ¿quieres reconocerme por si tengo fiebre?

-              Claro primo, ven aquí.

Me puse de rodillas con las piernas al lado de su cabeza y le metí la polla en la boca.

-              Prima que bien la reconoces. –Le dije por la mamada que empezó a hacerme-.

-              Métemela más, a ver hasta dónde me la puedo tragar ahora.

Me fui dejando caer hasta que ella me empujó hacia atrás.

-              Para que por poco me ahogas. ¿Cuánta has metido?

-              Más de la mitad.

-              De chicos me la metía entera.

-              Ya, pero no es lo mismo.

-              Fóllame Carlos. ¿Quieres que me ponga a cuatro patas?

-              No, quiero verte la cara cuando te folle.

Me puse otra vez entre sus piernas, me las subí a los hombros, le puse una almohada debajo del culo y se la fui metiendo hasta que estuvo entera dentro. Tenía el chocho encharcado.

-              ¿Te hubiera gustado que te hubiese hecho esto en el reconocimiento? –Le pregunté-.

-              Entonces no me habría cabido.

Me miraba fijamente a los ojos mientras bombeaba en su interior y le sobaba el clítoris que se le había duplicado de tamaño.

-              He deseado esto desde que tenía quince años. Soñaba con que algún día follaríamos juntos. –Me dijo-.

-              Me has gustado siempre, pero lo de que fueras mi prima me impedía abordarte.

-              Carlos noto que te vas a correr.

-              Si prima. ¿Y tú?

-              Deja que me corra otra vez primero y luego córrete en mis tetas, quiero disfrutar de ver cómo me las llenas.

-              Haré lo que pueda, estoy a punto.

-              Sácala y sigue sobándome el clítoris. ¡Asiiii, siiii, asiii, me corro, no pares de sobarme, aaaagggg, aaaggg…!

Mi prima Vero volvió a correrse y después de menos de treinta segundos, me dijo:

-              Ven aquí.

Me puse de rodillas al lado de sus tetas, ella se las apretó y me corrí sobre ellas hasta dejárselas embadurnadas, luego me tumbé a su lado.

-              ¡Qué rico primo! Ha sido mejor de lo que tantas veces he soñado.

-              Para mí también prima.

(Continuará. Espero que sigáis todos bien. Esto se está haciendo cada vez más duro, hasta para mí, que voy a follar con cinco chicas preciosas. Me alegra que mis historias puedan haceros más llevadera la cuarentena. Sin bromas, cuidaos y los que podáis quedaos en casa).