Compartiendo piso de estudiante con mis primas VI
La primera semana de cuarentena no me resulta demasiado difícil. Voy conociendo mejor a mis primas con algunos juegos y las video conferencias con Cristina y su madre me animan las mañanas. Puri y Paca quieren poner su granito de arena para mantener la moral del país y mi prima Julia se apunta.
( Como en las anteriores entregas, para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los cinco capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, os copio sus direcciones: https://www.todorelatos.com/relato/156465/https://www.todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/ y https://todorelatos.com/relato/157758/
Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer y comentar mis relatos. Gracias a “iluminati86” por sus ideas para la continuación de los relatos. Espero que cunda el ejemplo y me deis ideas para seguir matando el tiempo con mis primas).
La noticia del aislamiento social había caído como una bomba entre mis primas.
- Vamos a tranquilizarnos todas. –Dijo mi prima Luisa y continuó:- ¿Cuántas veces hemos estado sin follar durante dos semanas y no nos ha pasado nada?
- Yo ya ni me acuerdo de cuando me ha podido pasar eso. –Le contestó María-.
- Hermana no te tires el moco, que bien has venido muchas veces a contarme que tenías telarañas en el chocho. –Le dijo Julia-.
- ¡De eso hace mucho tiempo! –Le contestó María enfadada de que la dejara por mentirosa-. Y lo tuyo de las pilas del vibrador tiene arreglo, coge las del mando a distancia de la televisión.
- ¡Sí hombre lo qué faltaba! Háztelas con los deditos, que estás tú muy sofisticada. –Protestó Vero-.
- ¿Antonia, me prestarás alguna vez el soplador? –Preguntó Julia-.
- Depende de lo que diga tu prima Luisa, que lo usa más que yo.
Todavía no llevábamos ni una hora y ya estaban las cinco como locas. Decidí dejarlas e ir a mi habitación.
- ¿Tú dónde vas? –Me interpeló Luisa-.
- A mi habitación, para que podáis discutir tranquilamente de vuestras cosas.
- De eso nada, primero te duchas y te cambias de ropa, que lo han recomendado en la televisión para cuando se viene de la calle.
- ¿Y vosotras, no salisteis anoche? Pues venga primero a la ducha. –Le contesté siguiendo camino a mi dormitorio-.
- Carlos, ¿es que no me has oído? –Siguió Luisa-.
- Perfectamente Luisa, voy por mi albornoz.
- Ya te lo llevamos nosotras. Primero a la ducha.
Esto va a ser insoportable, pensé girando sobre mis pasos y dirigiéndome al baño. Iba a cerrar la puerta del baño, pero decidí no hacerlo. ¡Qué se pongan más calentitas! Me dije. Me desnudé, dejé la ropa en el cesto de la ropa sucia, entré en la ducha y abrí el agua. Escuchaba todavía de fondo la discusión entre mis primas. Bajo el agua me acordé de Cristina y del polvo que habíamos echado hacía un rato sentados en el inodoro. Tengo que llamarla, me dije. Escuché ruidos en el baño.
- Déjame el albornoz donde puedas. –Dije sin saber a cuál de ellas se lo decía-.
- Oye Carlos, –era la voz de mi prima María- acuérdate de mí cuando en estos días necesites aliviarte.
- Gracias María, pero he venido del pueblo bastante aliviado.
- Mejor para ti, pero tú acuérdate de mí, que hay mucha lagarta suelta por aquí.
Seguí duchándome y al poco volví a escuchar ruidos dentro del baño.
- Que sí María, que me acordaré.
- No soy María, soy Luisa, a ver si nos vemos tú y yo a solas cuando estas estén en sus cosas.
- ¡Joder, primero que me duche y ahora no me dejáis! –Protesté cortando el agua de la ducha-.
- Tenemos que comentar lo de mi madre –me dijo pasándome la toalla-.
- No creo que haya mucho que tú no sepas. –Le dije recordando que ella y Antonia habían estado mirando, cuando Paca, Puri y yo le habíamos hecho la escena de la criadita y la enfermera a su madre-.
- Bueno luego hablamos más tranquilamente.
- Vale Luisa.
Me sequé y busqué el albornoz, pero no me lo habían traído. ¡Será posible, coño! Si el baño parecía una parada del metro y ninguna se había acordado de traerme el albornoz. Me lie la toalla a la cintura y salí del baño.
- ¡Macizo! ¿Por qué no nos haces un baile y después te bajas la toalla y nos quitas las penas? –Me gritó mi prima Vero al pasar por la puerta del salón-.
- ¡Eso, eso, ayúdanos a pasar la cuarentena! –Gritó Antonia-.
- ¿Qué tienes debajo de esa toalla, que tanto bulto hace? –Preguntó Luisa también a voces-.
Me paré en la puerta del salón mirándolas. ¡Valiente guasa tenían conmigo! Sin pensármelo dos veces, me abrí la toalla y moví las caderas para que el nabo se moviera de un lado a otro. Las voces subieron de tono.
- ¡Qué alegría para la que la pille!
- ¡Primo nos tienes que hacer esto todos los días, que el encierro va a ser muy largo!
- ¿Desde cuándo tienes esa serpiente gorda entre las piernas?
Estas tías se creen que están en una despedida de soltera, pensé.
- Ahora sin coña primo. Nos tienes que alegrar, por lo menos la vista, estos días. –Dijo mi prima Vero riéndose-.
Me quité la toalla del todo y seguí hacia mi habitación. Mi prima Julia estaba tumbada en la cama, con la bata medio abierta.
- ¡Qué fresquito vienes! –Me dijo al verme desnudo-.
- Tus primas y tu hermana que tienen muchas ganas de guasa –le dije cogiendo el albornoz y poniéndomelo-.
Vi que Puri estaba asomada a su ventana con su sempiterno albornoz blanco y negro. Abrí la mía y le dije:
- Buenos días Puri, ¿qué tal estas?
- Inmejorable, mira quién está conmigo. –Dijo tirando de Paca para que se asomase a la ventana-.
- Hola Paca.
- Hola Carlos, ya sabes lo que se me alegra al verte.
- Gracias Paca. ¿Y tú marido, Puri? –Les dije-.
- Eso es lo mejor, ayer se fue el muy inútil a pasar el fin de semana con su hermana y se tiene que quedar allí con ella. Hola Julia, que bien te veo. –Le dijo cuando mi prima se acercó a la ventana a saludar-.
- Hola Puri, tú sí que estás bien.
- Carlos, a ver si puedes venir uno de estos días a ver qué le pasa al ordenador.
- ¿Qué pasa con el aislamiento? –Le dije-.
- ¿Después de lo de ayer nos vamos a aislar? –Me contestó-.
- Pues también tienes razón.
- Venga ya nos vemos estos días. -Dijo Puri cerrando la ventana-.
- Qué ganas de guasa tiene Puri siempre. –Dijo mi prima-.
- Sí, además se ha quedado en las glorias sin el marido.
- ¿Y la otra mujer quién es?
- Una amiga suya. Es una historia muy larga, uno de estos días te la cuento.
Mi prima volvió a tumbarse de lado en la cama.
- ¿Qué pasó ayer en casa de mi madre? –Me preguntó-.
- Lo que tú me pediste que pasara. –Le contesté devolviéndole las llaves que me había prestado-.
- He recibido esta foto de mi madre hace un rato. –Me dijo, enseñándome la foto que nos había hecho Cristina en la bañera-.
- No debería habértela mandado. –Le dije con bastante vergüenza al verla-. Dijo que era para tu padre y su amante, no que la fuera a repartir entre toda la familia.
- ¿Quién hizo la foto?
- A ti que más te da. Tu madre contenta, tú contenta, mi madre contenta, mi abuela contenta, yo contento, pues todos contentos. Déjalo estar.
- ¡Qué no te reprocho nada! La he llamado cuando he recibido la foto, se escuchaban voces de fondo y me ha cortado rápidamente, lo cual es muy raro en ella. Es por pura curiosidad.
- Una amiga, la foto nos la hizo una buena amiga.
- ¡Primo cómo me alegro de que ella se lo pasara tan bien, bueno de que todos os lo pasarais tan bien!
- Creo que está mucho mejor. Además la he dejado muy bien acompañada esta mañana.
- ¿Por qué no cierras la puerta? Me he puesto muy cachonda con la foto y no quiero ser menos que mi madre. –Me dijo abriéndose la bata del todo, mostrándome su espléndido cuerpo desnudo-.
- Prima que la cuarentena va a ser muy larga.
- Por eso, cuanto antes empecemos, antes nos quitamos el ansia.
Cerré la puerta e inmediatamente se escuchó a mi prima Luisa gritar:
- Esa puerta.
- ¡Vete a cagar Luisa! –Le contestó Julia-.
Me acerqué a la cama junto a ella. Julia se incorporó y me soltó el cinturón del albornoz. En ese momento sonó mi móvil era Cristina.
- Perdona un momento prima –le dije a Julia-.
- Hola Carlos. ¿Estás bien?
- Hola Cristina. Perfectamente, ¿y tú?
- De lo más relajada. Hace un momento que hemos vuelto a casa.
- Hola Carlos –escuche decir a Sonia de lejos-.
- Hola Sonia. ¿Qué haces que no estás en tu casa con el rollo este del aislamiento?
- Cristina y yo hemos decidido pasarlo juntas. Así será menos aburrido.
- ¿Cómo habéis dejado a mi tía?
Mi prima Julia puso oído en la conversación al escuchar lo que les había preguntado a Cristina y a Sonia.
- Carlos tu tía es incansable y para que lo digamos nosotras, ya te puedes figurar como ha sido. –Me contestó Cristina-.
- Oye –dijo Sonia por detrás-, a ver si nos conectamos por video conferencia durante estos días, que tenemos ganas de verte a ti y a tu amigo el calvo.
- Por supuesto. Y tú madre Cristina, ¿cómo está?
- Muy feliz después de las alegrías del fin de semana. Algún día le diré a la pobre que se sume a la video conferencia para que tenga alguna alegría.
- Vale, hablamos luego o mañana. –Les dije y colgué-.
- ¿Quiénes eran, tus amigas de anoche? –Me preguntó Julia-.
- Sí.
- ¡Qué suerte tienes primo, son de las dos chicas más guapas del pueblo!
- Eso dijo también tu madre. ¿Por dónde íbamos? –Le dije a mi prima, admirando de nuevo su espléndido cuerpo-.
- ¿Tú tampoco te cansas?
- Prima tengo dieciocho años y vengo de familia caliente. ¿De qué quieres que me canse? –Le dije poniéndome delante de ella con el albornoz abierto y la polla medio empalmada-.
- Tienes razón, yo tampoco me canso.
Pensaba que se iba a meter mi polla en la boca, pero en vez de eso me cogió el culo por debajo del albornoz y empezó a pasarme su lengua por los pezones y a mordérmelos. Me dio mucho placer. Luego fue bajando por la barriga hasta llegar al ombligo, donde metió su lengua y empezó a hurgar dentro con ella.
- ¡Uuummm! –Suspiré por lo que me gustaba lo que me estaba haciendo-.
- ¿No te han hecho nunca esto?
- No y la verdad es que me gusta mucho.
- Ya lo noto primo –dijo Julia al ver que me había empalmado ya del todo-.
Bajó sus manos por mi culo hasta colocar un par de dedos en mi ojete y empezar a acariciármelo. Al primer contacto contraje el culo, pero mi prima perseveró, a la misma vez que seguía lamiéndome el ombligo, hasta que distendí las nalgas y mi prima siguió acariciándome el ojete. Yo seguía de pie y ella sentada en la cama con la bata abierta.
- ¿Te gusta primo?
- Mucho, no sabía que tenía tanta sensibilidad en los pezones, el ombligo o el ojete.
- Tenemos sensibilidad en todo el cuerpo, lo que pasa es que nos centramos en lo fácil. ¿Te apetece comerme los dedos de los pies?
No lo había pensado nunca, pero cuando mi prima me dio la idea, me apeteció mucho.
- Sí que me apetece, pero tendrás que enseñarme a hacerlo.
Mi prima Julia se quitó la bata y se sentó en la cama con la espalda contra el cabecero.
- Quítate el albornoz y ponte de rodillas a mis pies. –Hice lo que ella me dijo-. Ahora cógeme un pie con las manos.
Tenía unos pies preciosos. Medianos de tamaño, con unos dedos perfectos y las uñas pintadas de rojo.
- No me había fijado nunca, pero tienes unos pies muy bonitos.
- Gracias primo. Ahora chúpame el dedo gordo, te lo metes en la boca y me lo muerdes suavemente. Así, así, lentamente.
La miré y tenía los ojos cerrados disfrutando del momento, su chocho estaba brillante.
- ¿Prima sabes que me estoy poniendo muy caliente?
- De eso se trata, yo también estoy cada vez más caliente. Ahora chúpame los otros dedos y luego métetelos todos en la boca menos el gordo.
Hice lo que mi prima me decía. Mientras tenía los dedos de sus pies en la boca, ella empezó a acariciarse en chocho muy lentamente.
- Primo me estás dando mucho placer. Ahora sigue con el otro pie y déjame este bien mojado de saliva.
Me encantaba lamerle y comerle los pies, si ella no me lo hubiese sugerido, jamás hubiera pensado que me podía dar tanto morbo y por lo que parecía a ella también.
- Prima me estoy poniendo a mil.
- Y yo, Sigue un poco y después sabrás que más cosas se hacen con los pies.
Julia gemía quedamente sin dejar de acariciarse el chocho. Yo segregaba tanto líquido preseminal, que tenía la polla embadurnada.
- Yo estoy a punto primo. Acércate un poco.
Me acerqué a ella subiéndole más su pie para no dejar de comerme sus dedos. Julia me puso el otro pie en la polla, me la apretó contra la barriga y empezó a moverlo suavemente de un lado a otro. Sentí como un calambrazo en la polla.
- ¡Qué bien, la tienes muy lubricada!
- Es que estoy muy caliente. Si sigues haciendo eso con el pie me voy a correr.
- Me encanta sentir tu polla contra la planta de mi pie, yo también me voy a correr. Métete los cinco dedos en la boca.
- ¡Me corro prima, me corro, no pares de mover el pie contra mi polla!
- ¡Aaaaggg, aaaggg, que bueno, aaaaggg!
Tuve por lo menos ocho espasmos en la polla lanzando chorros, que le llenaron el pie a mi prima de lefa. Me dejé caer con la cabeza contra su estómago.
- ¡Joder que corridón prima! No podía estar más caliente con lo de comerte los pies.
- Ha sido delicioso para mí también. Otro día te enseñaré más cosas para hacer con una mujer, que seguro no has hecho todavía.
Entre la noche de juerga que había pasado, el levantarme temprano y lo relajado que me había quedado al correrme me dormí con la cabeza sobre el vientre de mi prima, que creo que también se durmió.
Nos despertó mi prima Luisa aporreando la puerta.
- Hora de comer –gritaba a la misma vez-.
- Cállate Luisa. Ahora vamos.
Antes de vestirnos le limpié el pie a mi prima con unas toallitas húmedas. Cuando terminé le di un beso en cada dedo. Salimos los dos vestidos de la habitación y fuimos al salón. Estaban sentadas en la mesa todavía en pijama o camisón.
- Primas tenéis que vestiros. No os podéis pasar quince días en pijama. –Les dijo Julia-.
- Tienes razón Julia, pero es que da mucha pereza vestirse para nada. –Le contestó su hermana-.
- Hemos visto en la tele que la gente está vaciando los supermercados, así que mañana tenemos que salir a ver si han dejado algo para comer y para limpiar, por lo menos. –Dijo Luisa-.
- De acuerdo. –Le contestamos todos-.
Cuando terminamos de comer, recogimos la mesa y puse la lavadora con la ropa sucia del cesto, todavía había más tangas y más sujetadores. Después me fui a mi habitación sin saber qué hacer. ¡Joder, la verdad es que lo del confinamiento iba a ser un palo! Al rato entró mi prima Lusa.
- ¿Qué haces? –Me preguntó-.
- Ahora nada. No me apetece ni jugar a la Play.
- ¿Cómo se te ocurrió la idea de llevarte a la vecina para ver a mi madre?
- ¿Te parece que hice mal?
- No, en absoluto y además a mi madre le gustó lo más grande.
- No sabía que Antonia y tú fuerais a ir a la tienda.
- Noté a mi madre tan deprimida que le pedí a Antonia que fuéramos a verla. No tenía ni idea de que nos íbamos a encontrar semejante espectáculo que, por cierto, nos encantó. ¡Vaya la marcha de la vecina y su amiga!
Vero asomó la cabeza por la puerta.
- ¿Queréis jugar a algo para matar el tiempo?
- ¿A qué? –Le preguntó su hermana-.
- Nos da igual, a lo que queráis vosotros.
- ¿Sabes jugar a la botella? –Me preguntó Luisa-.
- No, pero si me enseñas aprendo rápido.
- Se juega de distintas formas, pero a la que yo juego es que nos sentamos en círculo en el suelo con una botella en medio. Se sortea quien empieza. Al que le toque hace una pregunta o pone un reto o plantea algo que los demás deben contestar o cumplir o lo que sea y el que no quiera, mienta o los demás lo quieran, tiene que quitarse una prenda. Después se gira otra vez la botella y así hasta que alguno se quede en pelotas o nos hartemos. No valen retos hasta que todos hayamos perdido al menos una prenda.
- ¿No podemos jugar a otra cosa? –Protesté-.
- Venga ya Carlos no seas aburrido, ya verás cómo es muy divertido y además conocerás mejor a tus primas.
Acepté y nos sentamos los seis en el suelo del salón con una botella en medio. En el primer sorteo le tocó a María preguntar:
- ¿Con cuántos tíos o tías os habéis follado la semana pasada?
Empieza suave el juego, pensé.
- A uno o ninguno, porque el tío era tan malo, que no sé si a lo que hicimos se le puede llamar follar. –Contestó Vero, entre las risas de todos-.
- A dos –contestó Julia-.
- A una –contestaron a la vez Luisa y Antonia-. Quedas tú, Carlos.
- A seis –contesté yo-.
- ¡Venga ya fantasma, no te lo crees ni tú harto de whisky! –Exclamaron todas a la vez-.
- Pensad lo que queráis –les contesté-.
- Quítate una prenda, por mentiroso. –Dijo María-.
- ¡Que es verdad! –Protesté-.
- Bueno, pues si es verdad, te la quitas también por exagerado. ¿Pero cómo va ser verdad que folles tú solo más tías, que nosotras cinco juntas?
- Será que sois muy estrechas.
- ¡Vete a la mierda! –Me gritaron todas-.
Me quité la camiseta, María giró la botella y le tocó a Luisa preguntar.
- ¿Cuál ha sido el tío o la tía con el que os ha resultado más repugnante tener sexo?
- ¿No puedes preguntar de otra cosa? –Le dije a Luisa-.
- Yo hago las preguntas que me da la gana, cuando te toque a ti haces tú las que quieras. –Me contestó Luisa-.
- ¿Os acordáis de don Manuel el profesor de matemáticas en el instituto? –Empezó a contar Julia-.
- Claro, que tío más pesado, más mal hecho y más malo explicando. –Contestó Vero-.
- Yo necesitaba un seis en la tercera evaluación para aprobar toda la asignatura y el tío hijo de puta me pone un cinco y medio, sabiendo que necesitaba el seis. El día de la revisión del examen me puse un sujetador de esos que te juntan y te suben las tetas, una camiseta que dejaba ver medio sujetador, además de la mitad de las tetas, una faldita cortita, cortita y unas sandalias de tacón.
- Vamos que iba a por todas –le dijo Antonia-.
- Exacto. Cuando llegué a su despacho al tío de le salieron los ojos de las órbitas y mientras yo revisaba mi examen, el tío no paraba de tocarse la entrepierna. Después de ver el examen, le dije echándome hacia delante para que disfrutara todavía mejor de la visión de mis tetas: don Manuel, ¿qué podría hacer para que me subiera el medio punto que me falta? Y el tío asqueroso se saca una pollita de risa por la bragueta y me dice: hágale un favor a mi amigo.
- ¿Y qué pasó? –Le preguntó Antonia-.
- ¡Que me puso un sobresaliente! –Contestó Julia muerta de risa-.
- ¿Y qué le hiciste? –Le preguntó Luisa-.
- Nada, me saqué las tetas y el tío se corrió antes de que tuviera que tocarlo.
- ¿Has aprobado así muchas asignaturas? –Le volvió a preguntar Luisa-.
- Alguna que otra.
- Yo para eso he sido siempre muy pava –dijo Antonia-.
Por lo visto no es Carmen la única que aprueba a cambio de favores sexuales, pensé.
- Vero tu turno. –Dijo Luisa-.
- A mí esto me pasó hace dos veranos. Había ido con unos chicos a la verbena de la pedanía. Los tíos se enrollaron con unas guarras de allí y me quedé más tirada que una colilla. Me fui para Paco, el taxista, para que me llevara al pueblo.
- ¡Qué tío más gordo y más guarro el Paco, cómo olía el taxi a pies y a peos! –Dijo Julia-. Yo he estado varias veces a punto de vomitar al subirme al taxi del tío.
Recordé el taxi del tal Paco y, en efecto el tío no podía ser guarro.
- Bueno pues me acerco al tío y le digo que me lleve al pueblo, el tío me mira y me dice que tiene tres carreras por delante. Mentira, yo había visto que llevaba parado más de media hora. Para carrera la que yo tengo aquí, le digo subiéndome la falda, enseñándole todo el muslamen hasta el final de las medias que llevaba. ¿Sabéis que me contestó el guarro?
- Ni idea –dijo Antonia-.
- Que me llevaba si le daba mis bragas y le dejaba ver mi chocho por el retrovisor durante el trayecto.
- ¡Qué guarro el Paco! –Dijo Julia-. ¿Y qué hiciste?
- ¿Qué iba a hacer si no tenía como volverme al pueblo? Me quité el tanga que llevaba, que iba además bien aliñado, se lo di y me monté detrás con las piernas bien abiertas. En cuanto puso en marcha el coche, se abrió los pantalones, se sacó la polla y empezó a cascársela oliendo el tanga y mirando por el retrovisor. Llegando al pueblo se corrió el tío en mi tanga. Paró frente a casa y me dice el tío, todavía con la polla fuera, que eran quince euros. Me bajé del taxi y le dije que se los iba a pagar su puta madre, que eso era lo que me había costado el tanga.
Nos reímos todos de la salida de mi prima Vero.
- Cada vez que recuerdo al tío corriéndose en mi tanga, que además era una preciosidad, me entran ganas de potar. ¿A quién le toca? –Concluyó Vero-.
La verdad es que el juego era divertido. Lo que más me gustaba era oír como mis primas se reían de unas situaciones tan repugnantes y las contaban sin el menor reparo ni el menor trauma.
- A Antonia –dijo Luisa-.
- Esto me pasó este verano pasado. Quería comprarme un biquini y fui a una boutique de mi pueblo que regenta la Dolores, una tía gorda de casi sesenta años, pero que se cree que tiene veinte.
- ¡Ah sí, alguna vez hemos ido juntas, la tía la verdad es que es un cromo! –Dijo Luisa-.
- Era a primera hora de la tarde y estábamos la Dolores y yo solas. Yo estuve mirando biquinis un buen rato, pero ninguno me convencía, todos demasiados clásicos. Le pregunté si tenía otros modelos más actuales, me dijo que sí, que entrara con ella en el almacén y me los enseñaría. Antes de entrar al almacén cerró la puerta de la tienda diciendo que podían entrar a robar al no verla en el mostrador. Abrió el almacén, me dijo que pasara y cuando lo hice cerró la puerta. Sacó unas cuantas perchas con unos biquinis preciosos y muy escasos de tela, nada que ver con los que tenía en exposición.
- ¿Cómo de escasos? –Preguntó Julia-.
- Sólo decirte que si no llevabas el chocho sin un solo pelo, no te lo podías poner y si eres de chocho grande, tampoco. –Nos reímos todos-.
- ¿Y por arriba? –Preguntó esta vez María-.
- Peor que por abajo. Si tienes las areolas grandes, como yo, la mitad se te quedaban fuera. –Antonia dijo esto último indicando con el dedo gordo y el índice sobre sus tetas el tamaño de sus areolas-. Después de mirar un rato, escogí uno amarillo, que me iba a quedar fantástico contra mi piel morena. Le dije de llevármelo al probador para ver cómo me quedaba y la tía me dice que me lo pruebe allí mismo. Le digo que bueno, pero que me deje sola para cambiarme y la tía me contesta que no, que ella tiene que vigilar que no aproveche para robarle.
- ¡Pero bueno, valiente tía guarra! –Exclamó Luisa-.
- Espera, que te vas a enterar si la tía es una guarra. Yo, como sabéis, no tengo problemas en quedarme desnuda, así que me quité toda la ropa y me puse el biquini. Como no había espejos en el almacén, me costó lo mío encajarme el chocho y las areolas en los trocitos de tela. La tía no me quitó la vista de encima durante todo el tiempo. Por el rabillo del ojo vi que había empezado a tocarse el chocho por encima del pantalón que llevaba y me dije: ¡cuidado Antonia que esta tía quiere lío! Pero en vez de tener cuidado con ella, me salió el lado perverso.
- ¡Antonia! –Exclamó Luisa-.
- ¿Qué quieres Luisa? Ya sabes que yo soy así. Le pregunté si ella creía que me quedaba bien y la tía me dice: espera que te lo termino de ajustar. Se me acerca y con el rollo de ajustarme el biquini empieza a sobarme el culo, el chocho y las tetas a lo bestia.
- ¡Tía boyera! –Volvió a exclamar Luisa que estaba indignada con lo que estaba contando Antonia-.
- ¡Luisa no te pongas pesada! Eres tú la que has propuesto que juguemos a la botella y la que ha hecho la pregunta, yo me limito a jugar y a responder.
- Sigue, que está muy interesante y deja a Luisa, que cada vez está más carca –dijo Julia-.
- Mientras la tía me sobaba, le pregunté el precio del biquini y va y me dice, que si dejo que me coma el chocho, me lo regala. A mí me cogió en el momento tonto ese de media tarde, que te apetece un meneo y además con la leche del micro biquini me había puesto calentita.
- ¡Eres un zorrón! –Le dijo Luisa-.
- Luisa, tú y yo no estábamos todavía juntas. ¡A saber lo que te habrán comido a ti este verano! ¡Coño, ya me has puesto de mala leche con los putos celos!
- Vale, haya paz. ¿Cómo terminó el tema? –Preguntó Vero-.
- Me desplacé la braga del biquini, dejando el chocho al aire y le dije: a ver qué tal lo haces. La tía se puso de rodillas delante de mí, se abrió los pantalones y me aplicó la lengua a la raja, mientras ella se sobaba su chocho lleno de pelos por debajo de unas bragas muy antiguas y muy grandes que llevaba.
Luisa se levantó y salió del salón. Me levanté yo también y me fui detrás de ella. La cogí por el pasillo.
- Luisa no te pongas así, es un juego.
- No es un juego, Antonia podía haber contado cualquier otra cosa. Ella sabe que a mí no me importa lo que haya follado con tíos o las pollas que se haya comido, pero me cabrea que cuente lo que haya hecho con otras tías y más, con la tía gorda esa de la boutique. ¡Coño, que después de la gorda le he comido yo el chocho yo cincuenta veces!
- ¿Tú no has hecho nada este verano que no debas contarle?
- Sí, algunas cosas he hecho, que seguramente no le gustaría saber a Antonia.
- Pues entonces, déjalo ya y volvamos al salón. Luisa tenemos que estar quince días aquí encerrados, ¿qué quieres pasártelos enfadada con Antonia?
- Tienes razón Carlos, pero no puedo con los celos.
- Con lo moderna que pareces, ahora vas a tener un ataque de celos por lo que haya hecho Antonia antes de estar juntas. Bonito historial debes tener tú.
A Luisa se le escaparon unas lágrimas, la abracé para consolarla. Me di cuenta que quería mucho a mi prima Luisa.
- Venga vamos, ya habrá terminado de contar como la gorda le comió el chocho. -Le dije en broma, primero me miró con cara de mala leche, pero luego se rió-.
- Seguramente sí, Antonia tampoco dura mucho cuando le comen el chocho.
Volvimos al salón, Luisa se sentó al lado de Antonia y le dio un beso en la boca entre exclamaciones de las demás, diciendo que ellas también querían.
- Que no te vea yo puesto el biquini ese o la vamos a liar. –Le dijo Luisa a Antonia después de besarla-. ¿A quién le toca?
- Venga voy yo –les dije-.
Yo no sabía bien que contar y me acordé de uno de los lamentables rollos que había tenido antes de conocer a Cristina.
- Ocurrió en las fiestas del pueblo de hace dos veranos –comencé-. Una noche me puse más alegre de la cuenta y la borrachera me puso más caliente todavía de lo normal.
- Que es mucho –apostilló Vero riendo-.
- Bueno, al menos no es poco. –Le contesté-. Javier y yo nos lamentábamos de que los tíos mayores se habían ligado ya a todas las tías buenas y nosotros nos habíamos quedado mirando al tendido.
- Por cierto, vaya el sátiro de tu amigo Javier, que ayer lo pillaron en el pub cascándosela en el aseo de mujeres. –Dijo mi prima María-.
- ¡Joder cómo vuelan las noticias! –Dije-.
- ¡Hombre y más si son como esa! –Contestó María-.
- ¿Qué pasó con Javier, que yo no me enterado? –Preguntó Antonia-.
- Pues que la mujer del alcalde fue a entrar al aseo y cuando abre la puerta se encontró a Javier con el mandado al aire, cascándosela como un mono en el zoo, sin echar siquiera el pestillo. –Respondió María-.
- ¿Tú lo sabías? –Me preguntó Luisa-.
- Sí, me lo ha contado esta mañana en el autobús y la cosa no fue tan así. Pero vamos a dejar a Javier y dejadme que siga.
- ¿Y cómo fue entonces según él? –Mi prima Luisa no quería dejar lo de la paja de Javier tan rápido-.
- Según él, al salir del aseo masculino lo estaban esperando dos tías del grupo de las estiradas, que lo empujaron dentro del aseo de mujeres, allí le estuvieron sobando la entrepierna, hasta que se empalmó…
- O sea, dos o tres segundos –me interrumpió mi prima Vero riéndose-.
- Vale, el tiempo que fuera, que efectivamente sería poco. Entonces le sacaron la polla de los pantalones y cuando se la vieron, se dijeron entre ellas: este no es. Luego le largaron una hostia y se fueron. El pobre se quedó empalmado y en el aseo de mujeres, lo que según él le dio mucho morbo y empezó el sube y baja, hasta que una mujer abrió la puerta, no me dijo que había sido la mujer del alcalde, y se lo encontró dándole al manubrio. A partir de ahí se montó un escándalo y lo echaron del pub a patadas.
- ¿Y qué iban buscando las estiradas? –Me preguntó Vero-.
- No lo sé.
- ¿Qué iban a ir buscando, Vero? Pues al tío del video del pollón. –Dijo Luisa-. ¿Verdad primo?
- Que no lo sé.
- ¿Primo nos vas a dedicar algún video de los tuyos para sobrellevar la cuarentena? –Preguntó Luisa con mucha guasa-.
- ¿Un video para qué? Pudiendo disfrutarla en directo. –Dijo mi prima Julia-.
- Como sigáis con esa monserga dejo de jugar.
- No te enfades, si somos las cinco mujeres más afortunadas del mundo, teniendo que estar encerradas quince días con un tío con semejante carajo. –Dijo María-.
- ¿Puedo seguir o dejamos la historia?
- Sigue anda, a ver por dónde sales. –Contestó Julia-.
- Coño, ya he perdido el hilo.
- Tu amigo Javier y tú borrachos y calientes ya de madrugada en las fiestas del pueblo. –Dijo Luisa-.
- Eso. Nos encontramos entonces a dos tías también bastante alegres. Las dos gordas, embutidas en unos vestidos tres tallas menos de lo que deberían ser. Las tías nos preguntan que dónde vamos. Yo les contesto que ya de vuelta a casa, pero Javier les dice que si ellas quieren tomar una copa, nosotros estaríamos encantados de acompañarlas.
- Qué galante Javier. –Dijo Antonia-.
- Total, que nos volvemos a la barra de la verbena y nos pedimos unas ginebras de garrafón con tónica. Con un poco más de luz en la barra me fijo en las tías y eran un poema. El maquillaje desecho, los pelos como si no se hubieran peinado en su vida. Las faldas se le habían subido por la presión de sus barrigas y casi se le veía lo que yo creí que eran unas bragas negras.
- ¡No me jodas que no eran las bragas! –Exclamó María-.
- Después supe que no, que no eran las bragas. Yo tenía unas ganas enormes de coger la cama, aunque también con la calentura tenía ganas de otra cosa. Javier consigue empezar a morrearse con una de ellas y al poco se apartan de la barra y se van a lo oscurito. Entonces la que se había quedado conmigo, me dice al oído: ¿Por qué no nos vamos tú y yo también bajo los árboles? La propuesta de la gorda hizo que terminara de empalmarme y le dije que sí. Dando traspiés nos metimos bajo los árboles y en cuanto estuvimos ocultos, la tía me echa mano al nabo y empieza a gritar: ¡Ay Virgen del Carmen, he tenido que esperar mucho, pero me ha tocado el gordo!
- ¡Desde luego que a la tía le había tocado el gordo, el gordo de navidad y sin jugar! –Dijo mi prima Luisa partiéndose de la risa, igual que todas las demás-.
- A vosotras os hará mucha gracia el tema, pero para mí no tuvo ninguna.
- ¡Venga ya Carlos, que todas hemos follado con algún elfo y aquí estamos! –Dijo mi prima Julia-.
- Bueno, la tía dice que me quiere comer la polla y trata de ponerse en cuclillas, para lo cual se tiene que levantar la falda, y entones compruebo que lo yo creía que eran unas bragas negras era un maturrón de pelo que no se habría depilado desde que empezó a salirle. Con la falda ya por encima de las caderas, la tía al intentar ponerse en cuclillas con mucho trabajo, se tira un peo como la catedral de Burgos. Ya más o menos en posición, me abre el pantalón y los bóxers y me saca la polla, que se la mete en la boca como si llevara años sin comer.
- ¿Era tu primera mamada? –Me preguntó mi prima María-.
- Fue el primer intento de que me hicieran una mamada, pero déjame que siga. De pronto noto que me están salpicando los pies, miro ¡y la tía se estaba meando encima de mis pies! -El desternille de mis primas ya fue generalizado-. Le dije, ¿pero tía que haces que me estás meando los pies y las perneras del pantalón? Es que estaba reventando, me contesta la tía. Me eché para atrás hasta que la tía terminó de mear y era verdad que debía estar reventando, porque se llevó casi dos minutos.
- ¡Qué exagerado! –Dijo Antonia-.
- Coño yo no miré el reloj, pero aquello fue eterno. La tía dejó el suelo como si fueran los carnavales de Cádiz amaneciendo. En cuclillas se me volvió a acercar y se la metió casi entera en la boca. Afortunadamente noté que empezaron a darle arcadas y di un salto hacia atrás antes de que empezara a potarme encima.
- No sigas Carlos, que me voy a poner mala de reírme. –Dijo mi prima Luisa-.
- No, si ya no hay más, salí corriendo empalmado y cogiéndome los pantalones con las dos manos para que no se me cayeran.
- ¿Quién era la gorda? –Preguntó Luisa-.
- No lo sé, yo creo que no era del pueblo o por lo menos su cara no me sonaba de nada.
- Debió ser una de las guarras de la pedanía que te dejaron a dos velas, Vero. –Bromeó Luisa-.
Nos reímos todos sin poder parar, hasta que Luisa me preguntó:
- ¿Es de verdad la historia?
- Te prometo que totalmente cierta, por surrealista que pueda parecer.
- ¿Y todavía te quedaron ganas de ligar en las fiestas del pueblo?
- Prima en las de aquel año no, pero en las del año siguiente claro que repetí. ¿Qué otro remedio tenía para meterle mano a alguna tía?
- ¿Lo dejamos ya? –Preguntó Julia-.
- No, queda tu hermana. –Le contestó Luisa-. Venga María, a ver si puedes superar la de Carlos.
- No creo, aunque mi historia tampoco es manca. ¿Julia te acuerdas del Eusebio, el hijo del de la papelería?
- Sí, estuvo un tiempo detrás de mí, hasta que se cansó de que le diera calabazas. Ahora pienso que no estaba mal del todo, será que con los años me he vuelto menos exigente.
- Bueno pues a mí me gustaba mucho, tendría yo entonces diecisiete añitos o así. Un día me propone que salgamos y yo, por supuesto, le digo que sí. Para mi mala suerte llevaba unos pocos de días con estreñimiento y me estaba tomando unas pastillas laxantes.
- María, a ver por dónde vas a ir. –Dijo Antonia-.
- Pues por donde fue el tema. Después de pasear un rato y de morrearnos en el parque, sobre las nueve y media de la noche, el tío me dice que tiene las llaves de la papelería del padre, que ya estaría cerrada, que si quiero podemos ir para estar más tranquilos. Yo, por supuesto, le dije que sí, estaba harta de pasar frío en el parque.
- ¡Es verdad joder, que frío hacía en el puto parque, se te quitaban las ganas de todo, menos de mear! –Dijo Luisa-.
- De camino a la papelería, no sé si por los nervios de pensar en el lote que me iba a dar con el Eusebio o por efectos de los laxantes, se me empieza a descomponer la barriga.
- No sigas María –dijo Antonia-.
- Sí, claro que voy a seguir. Yo caminaba apretando el culo, tratando de controlar la situación. Llegamos a la papelería y entramos por la puerta de atrás.
- Nunca mejor dicho lo de la puerta de atrás –le dijo su hermana Julia, muerta de la risa-.
- Pues eso, nada más cruzar la puerta empezamos a besarnos y a sobarnos. El Eusebio me quita el abrigo y el jersey, yo le echo mano al nabo y le suelto los pantalones. En fin ¿qué os voy a contar de un buen sobe que vosotras no sepáis? A mí, con el manoseo mutuo, se me habían olvidado los problemas de la barriga. El tío me baja los pantalones, yo creía que para follar, pero resulta que era un fetichista del culo. Me da la vuelta, se pone de rodillas detrás de mí, me baja las bragas y empieza a lamerme el ojete. Yo le dije: ven aquí, ¿no quieres que te la coma? Vaya, que a mí me apetecía comérsela, pero sobre todo quería que me dejase el ojete tranquilo, porque mi barriga se iba descomponiendo cada vez más.
- ¡Qué mal rato tuviste que pasar! –Dijo Luisa-.
- Pero malo, malo. Ni diciéndole que se la iba a comer me dejaba el tío el ojete en paz. Sólo decía: ¡Qué culo tienes María, qué culo! Y venga con la lengua dale que te pego en el ojete. Yo, por ver si conseguía sacarlo de mi culo, le decía: Y mis tetas, ¿no te gustan mis tetas? Pero nada, no había manera. De pronto noto que el tío empieza a meterme un dedo por el ojete. Le grité que no lo hiciera, pero lo hizo y mi barriga terminó de descomponerse.
- ¡Qué asco, pobre Eusebio! –Dijo Julia-.
- ¡Qué coño! El tío asqueroso no se retiró de mi culo. Muerta de vergüenza, logré medio limpiarme, vestirme y salir corriendo, mientras él me gritaba: ¡no te vayas, no te vayas ahora!
- ¡Qué tío más guarro! –Dijo Luisa-.
- Pues el tío estuvo como un mes más detrás de mí, diciéndome que lo teníamos que repetir ¡y queriendo besarme!
Aunque nos reímos todos, la cosa tuvo que ser terrible para María.
- Creo que estaremos todas de acuerdo, que el premio está entre María y Carlos. –Dijo Luisa-.
- Yo pienso que el premio debe ser para Carlos. –Dijo María-. De acuerdo con la pregunta que has hecho, él fue el sufridor de su historia, en la mía el sufridor fue el Eusebio.
Volvimos a reírnos todos.
- Te toca quitarte el pantalón –me dijo mi prima Julia-.
Aunque no era así, me lo quité sin protestar y me quedé sólo con los bóxers.
- Bueno, vamos a dejarlo por hoy, que ya es hora de cenar. ¿Te ha gustado el juego? –Me preguntó Luisa-.
- Mucho, sabía que teníais pocas inhibiciones entre vosotras, pero es que no tenéis ninguna. –Le contesté-.
Era verdad que me había gustado mucho el juego. Comunicarme y reírme con mis primas, me había permitido conocerlas mejor, ahora que íbamos a tener que pasar quince juntos a todas horas. Escuché el timbre del móvil que me lo había dejado en mi habitación. Era mi madre.
- Hola hijo. ¿Cómo estáis?
- Hola mamá. Bien, pasando la tarde tratando de no aburrirnos. ¿Y vosotros?
- En casa, tu padre y yo hemos decidido no salir a la calle, más que para comprar.
- Hacéis bien, lo malo es que os vais a aburrir mucho.
- No te creas, tenemos muchas cosas atrasadas que resolver. Cuídate hijo.
- Igualmente mamá.
Cenamos, recogimos la mesa y mis primas se fueron retirando a sus habitaciones. Yo me quedé un rato viendo los programas de deportes en la tele, hasta que me quedé dormido en el sofá. Me desperté cuando debían ser por lo menos las dos de la madrugada. Apagué la televisión y me dirigí al aseo. Al pasar por la puerta de la habitación de Luisa y Antonia, que como siempre estaba entornada, las escuché hablar:
- ¿Te enfadarías si me lo follo? –Dijo Antonia-.
Mi prima tardó en contestar, pero al final lo hizo:
- ¿Tanto te has quedado pillada?
- Sí, verlo follar el otro día me puso como una moto.
- Yo tengo una idea mejor. ¿Por qué no nos lo follamos entre las dos?
- Por mí sabes que no hay problemas.
Pensé qué de quién estarían hablando, hasta que escuché a Luisa decir:
- Me da un poco de reparo que sea mi primo, pero creo que no voy a aguantarme quince días viéndolo a todas horas.
- Lo mismo me pasa a mí, con la ventaja de que no es mi primo.
Imaginarme follando con Antonia y con mi prima a la vez me excitó mucho.
- Anda vamos a dormirnos o saca el soplador, que me estoy poniendo muy caliente. –Dijo mi prima Luisa-.
- Vamos a dormirnos mejor, que el soplador está descargado después de la paliza que le diste esta mañana. –Le contestó Antonia-.
Fui al baño, meé con dificultad por cómo se me había puesto la polla con la conversación entre mi prima y Antonia, me lavé los dientes y me fui a mi habitación. Julia se había quedado dormida leyendo con la luz encendida. La miré, estaba guapa, me subí a mi litera y me dormí pensando en lo que haría con mi prima Luisa y con Antonia.
Los primeros días de encierro fueron duros. Mis primas se turnaban para ir a comprar cada dos o tres días y todos nos esforzábamos para mantener el piso lo más limpio posible. Nos distribuimos el tiempo de estancia en las habitaciones para que cada uno pudiera tener algo de intimidad y se permitió cerrar las puertas durante ese tiempo. Julia me dejaba la habitación de nueve a doce y yo se la dejaba a ella de doce a tres de la tarde. Cuando estaba solo en la habitación, muchos días me conectaba por video conferencia con Cristina y Sonia, que siempre tenían alguna manera de mantener el ánimo en alto.
- Hola guapo, ¿cómo te encuentras hoy? –Me preguntaba al conectarnos-.
- Bien, un poco harto de la situación, pero bien. ¿Y vosotras?
- Pues ya nos ves, tratando de no desesperar.
- ¡Hola Carlos! –Me decía Sonia al volver de la ducha, envuelta en una toalla-. Perdona, pero tengo que ponerme la crema hidratante.
Entonces se quitaba la toalla, se quedaba en pelotas detrás de Cristina y empezaba a darse crema por todo el cuerpo. La sola visión de su delicioso cuerpo desnudo empezaba a excitarme.
- ¿Cristina por qué no ayudas a Sonia a extenderse la crema? –Le decía yo-.
- Vale, pero no te vayas, que ahora vuelvo.
Cristina se quitaba la bata que llevaba y se quedaba en pelotas también, se acercaba a Sonia y empezaba a sobarla para extenderle la crema. Yo me quitaba también el albornoz, y me separaba del monitor para que ellas vieran el pajote que empezaba a hacerme a su salud.
- ¿No la tienes más gorda hoy? –Me decía cualquiera de las dos-.
- Es que todavía no he meado.
- Pues no mees por ahora, que nos gusta mucho como se te pone de grande y de gorda.
- Cristina me parece que no le has puesto bien crema en las tetas a Sonia.
- ¿Quieres ponerle tú? –Me contestaba Cristina-.
- No seas mala, ya me gustaría estar ahí con vosotras.
- ¿Quieres que le ponga crema en su culito y en su chochito?
- Sí por favor, hay que mantenerlos bien hidratados durante la cuarentena.
- ¿Quieres que Cristina te ponga a ti crema hidratante en el nabo? –Preguntaba Sonia-.
- Nada me gustaría más. Cuando termine esta cuarentena me la vais a poner las dos con vuestras boquitas.
- ¿Eso es de verdad o simplemente nos das esperanzas para soportar estos días? –Decía Cristina-.
- No puede ser más cierto. Cristina, ahora que Sonia está bien hidratada, ¿por qué no hacéis un 69 para que yo os vea?
- Claro, pero míranos bien y no te corras hasta que no lo hagamos nosotras.
- Yo no sé cómo estaréis vosotras, pero yo estoy a mil.
Se ponían frente a la webcam lo mejor que podían para que yo no perdiera detalle. Se abrían el chocho una a la otra y jugaban con sus lenguas sobre sus vulvas.
- Carlos, Cristina ya está a punto y yo también. No te corras hasta que no podamos verte bien.
- ¡Aaaaaggg, sigue Sonia, sigue, aaaaggg! –Gritó Cristina e inmediatamente Sonia empezaba a correrse también-.
Cuando terminaban de correrse se ponían delante del monitor, era la señal para que yo me corriera.
- ¡Aaaaagggg, me corro, me corro, aaaagggg!
La corrida me salpicaba por el pecho y la barriga, mientras ellas me animaban.
- ¡Venga Carlos, sácate otro! –Decían mientras yo subía y bajaba la mano por mi polla como un poseso-.
- ¡Qué ganas tengo que seáis vosotras las que me la hagáis!
- Pronto Carlos, pronto, no desesperes. –Me consolaban las dos-.
- Bueno tengo que dejaros, que voy a mandar unos ejercicios a la facultad.
- Me ha alegrado verte, Carlos. ¡Ah, mi madre dice que la llames por video conferencia cuando puedas! La pobre está muy aburrida con la peluquería cerrada y se pasa el día con el mocho en la mano limpiándola.
- Vale, veré que puedo hacer. Por las tardes me es más difícil con mis primas dando vueltas.
Pasaba el resto de la mañana haciendo ejercicios para la facultad y estudiando en el salón, hasta la hora de comer. Normalmente a segunda hora de la mañana coincidíamos en el salón mi prima Vero, Antonia y yo. A ratos hablábamos y a ratos estudiábamos.
Uno de los días me acordé de mi amigo Javier, no sabía nada de él desde que lo dejé en su residencia. Lo llamé por teléfono.
- Hola Javier, ¿dónde estás?
- ¡Hola Carlos! En la residencia todavía, no dejan venir a mis padres a recogerme.
- Vaya putada.
- ¡Qué va tío! Han concentrado aquí a los que quedan sin poder ir a su casa de varias residencias, incluyendo una de pibitas.
- ¡Coño que suerte!
- No me jodas con la suerte que tú estás con tus primas, ¿no?
- Sí y con Antonia, todos aislados en el piso.
- ¿Sabes a quienes han traído de otra residencia?
- No, ni idea.
- ¿Te acuerdas de las tías con las que ligamos hace dos veranos?
- No, ahora mismo no.
- Sí hombre, dos tías así gorditas, con las que estuvimos tomándonos una copa a última hora.
- ¿Qué tú te fuiste con una y yo con la otra? –Le pregunté pensando en la gorda meona-.
- Eso es, para una vez que ligué yo primero.
- ¿Y qué tal están?
- Pues igual de gordas. Resulta que son hermanas. Yo me presenté cuando las vi, pero no me reconocieron. Me están mintiendo fijo. ¿Cómo no se iban a acordar de mí?
- Bueno, igual las pobres iban ese día un poco cargadas o también puede ser que la mente les protege de los malos recuerdos.
- ¡Qué gracioso eres! A mí me da igual que no se acuerden, ahí estoy, a ver si consigo ligarme a alguna de las dos o a las dos.
- No empieces a disparatar. Oye, ¿lo del otro día del pub ha tenido consecuencias?
- Parece que me han prohibido la entrada, pero bueno ya se les pasará y si no, pues hay más pub. Te dejo Carlos, que estoy viendo a una de las hermanas entrando en el comedor y voy a ver si ligo.
- Adiós Javier, suerte.
Una tarde que estábamos mi prima Julia tumbados en las literas, tratando de echar la siesta, me despertó mi prima.
- Carlos te llama la vecina.
- ¿Qué vecina?
- Cual va a ser, Puri. Mírala, ahí está asomada a la ventana.
Giré la cabeza en la cama y en efecto allí estaba. Cuando se dio cuenta que la había visto, nos dijo:
- ¿Podéis venir los dos un rato a casa?
- ¿Nos vas a dar café? –Le preguntó Julia-.
- Café sólo tengo descafeinado, pero si queréis una copita de anís.
Julia y yo nos miramos y con un gesto nos dijimos que por qué no. Nos pusimos los albornoces, salimos de la habitación, cogimos las llaves del piso y Puri nos estaba esperando con la puerta abierta. Julia y ella se saludaron cruzándose dos besos y yo le di un pico en los labios.
- ¿Qué pasa Puri?
- Pasad al salón y os pongo una copita de anís.
Sentada en el salón estaba Paca. Le di un beso y se la presenté a Julia. Al momento volvió Puri con una bandeja, unas copas y una botella de anís.
- Julia, ¿Carlos te ha contado algo de nuestros videos? –Le preguntó Puri sirviendo el anís-.
- No, no le he contado nada. –Dije yo-.
- Julia, Paca y yo hemos vuelto a la escena erótica, después de años.
- ¿Qué escena erótica? –Preguntó Julia-.
- Puri y yo trabajamos hace años juntas haciendo escenas eróticas en directo en locales de la noche. –Le contestó Paca-.
- No sabía que te hubieras dedicado a eso Puri. –Le dijo Julia mirándola sorprendida-.
- Sí, Paca y yo éramos de lo mejor del momento. Nuestro espectáculo era muy elegante, nada de las ordinarieces de ahora. Sigue Paca, por favor.
- Hace unos días grabamos un episodio piloto de nuestra vuelta al mundo del espectáculo erótico, que ha sido un éxito completo en la red. –Continuó Paca-.
La cara de mi prima era de completa incredulidad
- Esta mañana nos ha llamado el productor –la cortó Puri-, para decirnos que en estos momentos tan difíciles para España y el mundo, tenemos que volcarnos para dar ánimos a la población…
- Nos pidió que adelantáramos el siguiente episodio de la serie. –Dijo Paca-. He estado pensando un guión y necesitamos que nos ayudéis.
- ¿Ayudar cómo? –Preguntó mi prima-.
- Tú grabándonos y Carlos haciendo un papel.
- Espera, espera un momento. ¿Cómo que haciendo un papel? –Interrumpí a Paca-.
- No te preocupes que no se te va a reconocer –me dijo Puri-.
- Dejadme que os cuente el guión y lo entenderéis.
- Venga sí, veréis que bueno es. –Nos dijo Puri-.
- Yo soy una viuda que vive con Puri, su asistenta. No somos lesbianas declaradas, aunque de vez en cuando nos quitamos las telarañas. Puri recibe la llamada de su sobrino, se ha quedado aislado en Sevilla con la cuarentena, no tiene donde ir y le pide un sitio para refugiarse…
Paca nos contó el guión que, cómo era de esperar, daba pie al lucimiento de las dos y a una tórrida escena final. La sorpresa para mí fue, cuando al terminar de contarlo, mi prima dijo:
- ¿No podría tener yo un papelito? Es que desde siempre me ha apetecido participar en un video guarro.
- Claro Julia, será un placer iniciarte en el mundo del espectáculo erótico. Nosotras no hacemos videos guarros–le dijo Puri-.
- ¡Julia te has vuelto loca! –Le dije-.
- No Carlos. Me apetece hacerlo, siempre que no se me pueda reconocer.
- Sin problemas –le contestó Paca-. Tú serás la novia del sobrino de Puri. Ahora todos a cambiarnos.
Dejamos que se adelantaran Paca y Puri, para poder hablar entre los dos.
- ¿Esto va en serio? –Me preguntó mi prima-.
- Por lo menos el otro día lo iba.
- ¿Qué pasó el otro día?
- Las ayudé a grabar el episodio piloto.
- ¿Y de qué iba?
- Ya te puedes imaginar, mucha carne, muchas tetas, mucho culo, mucha lengua, lo que viene siendo un video de lesbianas. ¿Pero cómo quieres meterte en esto?
- Me pone mucho. Tú ya sabes que soy exhibicionista. Pensar que luego me van a ver hombres y mujeres y al verme se van a poner cachondos y cachondas, me excita mucho.
- Allá tú, pero ten cuidado de que no se te reconozca.
Entramos al dormitorio de Puri. Sobre la cama había un vestido elegante y pasado de moda, que debía ser para Paca y una ropa de asistenta, como la del ama de llaves de Rebeca, para Puri. Del armario sacó unas mallas y una camiseta para Julia y una camisa y unos pantalones, que debían ser de su marido, para mí. Nos quitamos los albornoces para cambiarnos, ver a las tres desnudas mientras se cambiaban empezó a calentarme. Puri y Paca con sus cuerpos maduros y rotundos y Julia con su precioso cuerpo juvenil. No podría decir cuál de las tres me gustaba más.
- Carlos, tú nos grabas la primera escena en el salón. –Dijo Paca-.
Paca se sentó en el sofá y yo empecé a grabar con mi prima al lado. Al momento entró Puri.
- Señora, me ha llamado mi sobrino. ¿Se acuerda usted de él?
- Ligeramente, hace por lo menos cinco años que no lo veo. ¿Qué le ocurre?
- Había venido a pasar el fin de semana con su novia a Sevilla, le han cerrado el hotel y no los dejan volver al pueblo. Me ha pedido si podían quedarse aquí, hasta que puedan regresar.
- No sé Puri si eso es prudente, con esto de la cuarentena.
- Son dos chicos muy sanos y si usted quiere no tendrá que verlos, los meto en mi habitación y en la cocina y ya está.
- Tampoco es eso Puri. Que se duchen cuando lleguen y les lavas toda la ropa.
- Como usted quiera señora.
Paca me hizo el gesto de que cortase.
- Ahora grabo yo a Puri recibiéndoos. Puri de frente y vosotros dos de espaldas. Vamos a la entrada.
- ¿Sabes que estoy nerviosa y cachonda? –Me dijo mi prima-.
- Tranquila, que no nos van a dar el Oscar. –Le dije-.
Paca se puso pegada a la puerta de la calle, nosotros de espalda a ella y Puri enfrente de nosotros.
- Tía Puri muchas gracias por hacernos este favor tan grande. Te presento a Julia, mi novia.
Ellas se daban dos besos en las mejillas y luego Puri decía.
- ¡Qué barbaridad sobrino, que chica más guapa y tú qué grande estás!
- Muchas gracias doña Puri. –Contestó Julia con la voz insegura-.
- Nada de doña, soy tu tía Puri. Pasad e id a ducharos, la señora me lo ha pedido así para evitar riesgos.
- De acuerdo tía. ¿Te duchas tú primero? –Le preguntaba yo a mi prima-.
- Ducharos juntos, no os andéis con remilgos, que ya sé como sois los jóvenes de hoy en día.
La siguiente escena era en la ducha del dormitorio de Puri. Julia y yo nos desnudamos y nos metimos en el plato de ducha. Nos pusimos de espaldas y Puri cogió la cámara. Lo que voy a contar ahora, parte lo vi durante la grabación y parte al ver después el video.
- Paca anima un poco a Carlos, que salga bien hermoso. –Dijo Puri-.
- No hace falta, ya lo animo yo misma. –Dijo mi prima-.
- Como quieras.
- Carlos estoy muy excitada pensando que voy a salir desnuda en un video guarro y me van a ver un montón de tíos pajilleros tocándosela mientras me miran. –Me dijo Julia cogiéndome el nabo que ya estaba medio animado-.
- Espero que alguna pajillera nos mire también. –Le dije a mi prima-.
- Parad un momento. –Dijo Paca-. Vamos a hacer que no se os vea la cara, pero sí el resto.
El agua caliente de la ducha había empañado la mampara, Paca cogió una toalla y le quitó el vaho excepto la parte que nos tapaba la cabeza.
- Grabando, poneos de perfil –dijo Puri-.
Julia me sobaba la polla y yo empecé a sobarle el chocho y las tetas, mientras nos besábamos.
- ¡Julia que buena estás! Qué suerte que nos haya acogido mi tía en casa de su señora.
- Desde luego, que diferencia estar aquí duchándonos juntos a estar tirados por la calle. La tienes durísima, ¿quieres correrte?
- No sé Julia y si nos ve mi tía.
- Pues se morirá de envidia por no tener este pollón entre sus manos.
- ¡Julia, que es mi tía!
- ¿Y si nos viera doña Paca?
- Bueno eso ya sería otra cosa. Tiene pinta de estar buenísima.
- ¿Te apetecería follártela?
- Si tú me dejas, claro que sí.
Mientras hablábamos sin parar de magrearnos, Paca, ya en albornoz, hacía como que iba a entrar al baño, nos descubría a los dos en la ducha y se quedaba mirando.
- ¡Cómo ha crecido el sobrino de Puri! ¡Virgen santa que pollón se le ha puesto! Ella también está muy buena y es tan jovencita, que me encantaría comerle las tetitas y el chochito.
Paca, sin dejar de mirar empezaba a tocarse el chocho y a sobarse las tetas bajo el albornoz.
- ¿Te imaginas que doña Paca nos estuviese mirando ahora? –Me preguntaba Julia-.
- A mí me pondría mucho. ¿Y a ti?
- A mí seguramente más que a ti. Me pone que me miren cuando lo hago.
- Eres mi guarra Julia y eso me vuelve loco.
- ¡Fóllame aquí de pie!
Mi prima se dio la vuelta, volvió a cogerme la polla, se la puso a la entrada del chocho y se la metió entera.
- ¡Qué barbaridad! –Exclamó cuando la tuvo dentro-.
- Prima esto no estaba en el guión –le dije en voz baja-.
- Es una improvisación. ¿No te gusta?
- Me encanta. –Le dije empezando a bombear hasta sacarla casi por completo y volver a metérsela entera-.
Fuera, Puri había dejado la cámara fija grabando, se acercaba a Paca y le decía:
- ¡Señora qué vergüenza, mi sobrino se ha vuelto loco!
- Déjalos Puri, son jóvenes y están calientes. ¿Te has dado cuenta del mandado de tu sobrino?
- ¡Cómo se le ha puesto a la criatura, vaya pollón!
- ¿Hay alguien más en tu familia con eso entre las piernas?
- Su padre, mi hermano pequeño. Era muy descuidado, a veces no cerraba la puerta del baño cuando se pajeaba y yo lo veía por la ranura. ¿Señora quiere que le coma el chocho?
- Sí Puri, pero antes quítate el uniforme.
Puri se desabotonaba el uniforme y lo dejaba caer al suelo, quedándose en sujetador y tanga blancos muy apretados. Paca se abría el albornoz, no llevaba nada debajo, se recostaba en el quicio de la puerta, se abría de piernas para que Puri pudiese llegar bien a su chocho y seguía mirando hacia la ducha.
- ¿Puri no te gustaría tener una polla como esa dentro de ti?
- Claro señora, incluso esa, aunque sea la de mi sobrino.
Dentro de la ducha yo seguía bombeando en el interior de mi prima a la que tenía agarrada por las tetas.
- ¡Carlos, sigue follándome que me voy a correr! ¡Ahora me gustaría que me estuviese mirando doña Paca, que viese cómo me corro con ese pollón dentro!
- Yo me imagino que nos está mirando, que está viendo como mi polla sale y entra de tu chocho y me pongo todavía más excitado
- ¡Aaaagggg, ya, ya, sigue, no pares, sigue, aaaagggg!
Julia se corrió y se tuvo que sentar en el plato de ducha con la espalda pegada a la mampara.
- ¿No te apetece correrte? –Me preguntó-.
- Estoy demasiado caliente.
- ¿Quieres que te la coma?
- No, espérate a que me calme un poco. –Le contesté ayudándola a levantarse-.
- Carlos, creo que nos han estado mirando tu tía y doña Paca.
- Sí, ya las veo, están las dos liadas en la puerta.
- ¿Vamos con ellas?
- Sí, vamos a ver si quieren fiesta entre los cuatro.
Puri cortó la grabación para que no se nos viera al salir de la ducha.
- Vamos a la cama –Dijo Paca-. Vosotros os acostáis boca arriba. Puri y tú, Carlos, hacéis un 69 y yo me siento en la cara de Julia para que me coma el chocho.
Dicho y hecho. Puri me puso el chocho en la boca y empezó a comerme la polla y a chuparme los huevos. Paca, de cara a la cámara se abría el chocho para que Julia se lo comiera.
- Sobrino que polla tienes, casi no me cabe en la boca. –Dijo Puri-.
- Pues la novia de tu sobrino tiene una lengua como pocas he disfrutado, mejorando lo presente.
Al poco de estar con la escena, mientras le comía el coño a Puri, llevé mi mano al chocho de mi prima, que abrió las piernas lo que pudo, y empecé a acariciárselo.
- Bésame Puri –dijo Paca en medio del fregado que teníamos montado-.
Puri se incorporó, sin dejar de sobarme la polla con las manos, se estiró hasta llegar a Paca, que había vuelto el torso hacia el lado y empezaron a besarse en la boca apasionadamente. Mi prima suspiraba cada vez más fuerte, lo mismo que Purí y Paca por la comida de chocho que les estábamos dando. Yo estaba ya listo para correrme, se lo dije a Puri:
- Tía cómemela que estoy a punto.
- Perdona sobrino que te estaba descuidando.
- No hables tanto y cómemela ya.
- ¡Julia sigue, que yo también estoy a punto! –Dijo Paca-.
- ¡Aaaaagggg, sigue tía, sigue! –Grité cuando iba a empezar a correrme-.
- ¡Deja que vea cómo se corre tu sobrino en tu cara! –Le dijo Paca a Puri-.
Puri me la había cogido con la mano y me pajeaba, dejando que los chorros de lefa le cayeran sobre la cara.
- ¡Aaaaggg, aaaaagggg! -Gritaron las tres a la misma vez corriéndose-.
- ¿Cuánto dices que dura la cuarentena? –Le preguntó Paca a Puri-.
- Señora, creo que quince días, pero es posible que la prolonguen.
- Así sea, Dios nos oiga. –Le contestó Paca y continuó:-. Puri, estos chicos no pueden salir a la calle, que a saber qué pueden coger por ahí.
- Yo creo que ha quedado muy bien. –Dijo Puri con la cara llena de semen-.
- Yo también. –Dijo Paca, levantándose de la cara de mi prima Julia-.
- ¡Joder que bien me lo he pasado! –Dijo Julia, dándose la vuelta en la cama-. Por mí podemos hacer otro episodio cuando queráis.
Julia y yo nos pusimos los albornoces y tras tomar otra copa de anís, volvimos a casa.
- ¡Vaya el marchón de las vecinas! Yo sabía que Puri era muy animada, pero eso de que había sido actriz erótica no me lo podía ni imaginar. –Me decía mi prima mientras yo abría la puerta-.
Antonia y mi prima Vero estaban detrás de la puerta.
- ¿Dónde estabais? –Preguntó Vero-.
- Tomando una copa de anís con la vecina. ¿Pasa algo? –Dijo Julia-.
- Sí, Luisa tiene fiebre y dice que tiene muy mal cuerpo. –Contestó Antonia-.
- ¿Habéis llamado al médico? –Preguntó Julia-.
- Sí. Nos han dicho que por precaución la dejemos aislada. Que se tome una aspirina y que trate de dormir, a ver cómo se levanta mañana. –Contestó Antonia-.
- ¡Joder, que putada como haya cogido la mierda del virus! –Dijo Vero-
- Venga, no nos pongamos en lo peor. –Les dije-.
- ¿Cómo está ahora? –Preguntó Julia-.
- Se ha quedado dormida después de tomarse la aspirina. –Le contestó Antonia-.
- Vamos a cenar y ya veremos cómo evoluciona. –Dijo Julia-.
Durante la cena todos estábamos preocupados por Luisa.
- Antonia no puedes seguir durmiendo en la misma habitación con Luisa. –Dijo Julia-.
- Yo creo que si me tenía que contagiar, ya lo habría hecho. –Le contestó Antonia-.
- Da igual lo que hayáis hecho hasta ahora. Seguir durmiendo con ella sería una irresponsabilidad para todos. –Insistió Julia-.
- Julia tiene razón, Antonia. Si una está contagiada, malo, pero que haya dos es peor. –Dijo Vero-.
- Antonia, tú dormirás con Carlos y conmigo. Es la habitación más grande. –Dijo Julia-.
- Cómo queráis –dijo Antonia-.
- Carlos, tú te encargarás de cuidar de Luisa. He oído que los hombres son menos propensos al contagio. –Me dijo Julia-.
Yo no había oído eso, pero no era momento de discutir, así que asentí. María se levantó de la mesa y al momento volvió de su habitación con un sujetador en las manos.
- Toma usa esto de mascarilla. –Me dijo doblando el sujetador por la mitad y pasándomelo-.
- ¿Pero cómo me voy a poner esto? –Protesté-.
- Carlos, déjate de coña y úsalo. –Sentenció mi prima Julia, que se había convertido en la líder del grupo-.
- De acuerdo, como quieras.
- Ven que te lo ponga.
Julia, más o menos, me ajustó el sujetador a la boca y la nariz. Olía de maravilla e imaginé cómo tenían que olerle las tetas a mi prima María. ¿Pero cómo puedes ser tan guarro en una situación como esta? Me auto recriminé.
- Voy a ver cómo está Luisa. –Dije levantándome de la mesa y yendo hacia su cuarto-.
Entré y cerré la puerta detrás de mí.
- Esa puerta –dijo Luisa-.
- Luisa tengo que cerrar, así que no protestes.
- ¿Estoy contagiada?
- Eso no se sabe, puede ser cualquier cosa, un resfriado fuerte, una gripe,…
- ¿Qué haces con eso en la cara? –Me preguntó al abrir los ojos-.
- Tus primas se han empeñado en que me lo ponga. ¿Cómo te encuentras?
- Bastante regular, la verdad. Tengo fiebre y estoy sudando mucho.
- ¿Te duele el pecho?
- No, no me duele y puedo respirar sin problemas.
- Menos mal. Yo no soy médico, pero por lo que he oído son los síntomas más claros. ¿Necesitas algo?
- Ayúdame a ir al baño. Tengo que orinar y quiero ducharme.
- Vale. Espera que avise a las demás.
Saqué la cabeza por la puerta y dije:
- No parece que sea el corona. Voy a ayudarla a ir al baño, así que quitaos de en medio. Cada una a su habitación.
Cuando mis primas se metieron en sus habitaciones. Le dije a Luisa.
- Vamos cuando quieras.
Luisa echó la sábana para abajo. Estaba desnuda.
- ¿Quieres una bata? –Le pregunté-.
- No hace falta, salvo que te de vergüenza verme desnuda.
- Ya te he visto desnuda otras veces.
La cogí por la cintura para ayudarla a ponerse de pie y fuimos andando despacio hasta el baño. Iba a sentarla en el inodoro, pero me dijo:
- No hace falta, ya orino en la ducha. Abre el agua, estoy deseando quitarme el sudor.
- ¿Quieres que entre contigo en la ducha?
- Sí por favor, me encontraré más segura.
Abrí el grifo con agua templada y me quité el albornoz que todavía llevaba desde la tarde.
- ¿Primo qué te has hecho ahí abajo? –Me preguntó mirando mi entrepierna depilada-.
- ¿No te gusta cómo estoy?
- Me gusta mucho, parece que tengas la polla más grande todavía.
- Vamos, entra en la ducha y deja mi polla tranquila.
- Ayúdame a ponerme en cuclillas para mear.
Nos pusimos los dos en cuclillas y Luisa empezó a orinar con un potente chorro.
- Uuff, que ganas tenía. –Dijo y luego mirándome empezó a reírse-.
- ¿De qué te ríes?
- De la mascarilla que llevas. ¿De quién es el sujetador?
- De María.
- Primo muchas gracias por cuidarme con tanto cariño.
- No hay de qué. Ya sabes que eres mi prima favorita. –Le dije mientras la ayudaba a incorporarse-.
- Enjabóname, por favor.
Cogí gel y se lo fui extendiendo por el cuerpo. No quería excitarme, pero era muy difícil no hacerlo, acariciando el precioso cuerpo de mi prima.
- Primo lávame el chocho que acabo de mear.
Aquella petición terminó con mis defensas y me empalmé en cuanto le toqué el chocho.
- ¡Vaya, enferma y todo tu prima Luisa te sigue gustando!
- Perdona prima, no quería, pero esto funciona a su aire.
- ¿Qué tengo que perdonar, que te hayas empalmado?
- Imagino que sí.
- ¿Sabes que a Antonia le gusta mucho tu polla?
- No, no lo sabía –mentí-.
- Pues sí y a mí también. Cuando me ponga bien tenemos que pasar un buen rato los tres juntos.
- Prima empiezas a delirar.
- ¿Quieres que te haga una paja para que duermas bien?
- No, no quiero, ya se me bajará.
Terminé de ducharla, la sequé, me puse el albornoz y volvimos a su habitación.
- ¿Quieres que te traiga algo de la cocina?
- Un vaso de agua y otra aspirina.
Fui a la cocina y cuando volví ya estaba dormida. Dejé el agua y la aspirina al lado de la cama, apagué la luz, entorné la puerta y fui hacia mi habitación, quitándome la improvisada mascarilla. Antonia y mis primas me estaban esperando en el pasillo.
- ¿Cómo está? –Preguntó Antonia-.
- Yo creo que bien. Ha querido ducharse y ahora se ha quedado dormida. Esta noche iré a verla un par de veces.
- Gracias por todo Carlos –me dijeron María y Vero retirándose a su habitación-.
- Voy a dormir en el sofá –les dije a Julia y a Antonia-.
- Ni lo sueñes, tú duermes con nosotras, ya nos apañaremos. –Me dijo Julia, tirando de mí para dentro de nuestra habitación-.
Nos sentamos los tres en la cama, en silencio y con cara de preocupación.
- Esperemos que no sea el virus. –Dijo Julia-.
- Ojalá –dijo Antonia-.
- ¿Tú cómo estás? –Le pregunté a Antonia-.
- Ahora mismo como siempre. –Me contestó.- Si el virus no se transmite por el soplador de clítoris no creo que tenga problemas. –Dijo riéndose-.
- No hay estudios rigurosos sobre eso –le dijo Julia siguiéndole la broma-. ¿Es tan bueno el soplador como dicen? –Le preguntó luego a Antonia-.
- ¿No lo has probado?
- Yo soy más clásica, ya sabes de vibradores y cosas así, pero ya tengo curiosidad.
- Cuando quieras te lo presto.
- Vale, pero tendrás que enseñarme como se usa.
- Que va, es muy fácil de usar.
Yo no daba crédito a la conversación sobre sopladores y vibradores que tenían entre las dos.
- ¿A vosotras os parece normal tener esta conversación conmigo delante?
- ¿Qué tiene de malo? –Me preguntó Antonia-.
- No, si no tiene nada de malo. Lo que pasa es que soy un tío, tengo dieciocho años y vamos a dormir juntos.
- ¿Y qué, te vas a excitar? –Me preguntó mi prima-.
- No mucho más de lo normal desde que vivo con vosotras. Vamos a dormir, voy a poner una alarma a las tres para ver como sigue Luisa.
- Dormimos Antonia y yo hoy en la litera de arriba, para que te puedas levantar sin mucho lio. –Dijo Julia-.
Se quitó el albornoz y se subió desnuda a la litera de arriba. Antonia se quitó el camisón y también desnuda se subió a la litera. ¡Al cachondeo! Pensé al verlas subir una detrás de otra desnudas. Me quité el albornoz y me acosté.
- Carlos, de lo de Luisa si una palabra a tu madre, para que queremos más si se enteran. –Me dijo Julia-.
- ¿Tú crees que yo estoy loco, para decirle algo?
- Ya me imaginaba, pero tenía que decírtelo.
Lógicamente, me quedé dormido al segundo siguiente con el día que llevaba. Me despertó la vibración del móvil que había dejado sobre la almohada, para no despertar a Antonia o a Julia. A tientas localicé la mascarilla-sujetador y salí de la habitación desnudo. Por el pasillo me coloqué la mascarilla, su olor volvió a excitarme. ¡Joder con el aroma de mi prima María! Entré en la habitación de Luisa con la luz del pasillo. Seguía dormida, se había tomado la aspirina y el vaso de agua. Le toqué la frente y parecía no tener fiebre. Fui a la cocina por otro vaso de agua y se lo dejé al lado. Antes de volver a la cama la miré un rato durmiendo. Pensé que, si no fuera mi prima, podría enamorarme de ella fácilmente. Salí al pasillo y entorné la puerta. Apagué la luz y me dirigí de nuevo a mi habitación, quitándome la mascarilla. Distinguí el bulto de alguna en el pasillo.
- ¿Qué tal está? –Era María-.
- Durmiendo y parece que sin fiebre –le contenté-. ¿Qué haces que no estás durmiendo?
- Estoy preocupada por Luisa y por todos. Gracias Carlos por cuidar de ella.
- No hay de qué. Anda vuelve a la cama.
- ¿Quieres otra mascarilla?
- No hace falta, yo creo que no tiene el corona. Oye María, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Sí claro.
- No te enfades conmigo. ¿A ti te huelen tas tetas como el sujetador?
- ¿Qué pasa huele mal?
- Todo lo contrario, huele como debe oler la gloria.
- ¿Quieres olérmelas?
- Si a ti no te importa.
Con la poca luz que entraba de la calle vi como mi prima María se abría la chaqueta del pijamita y se quedaba con las tetas al aire, luego sentí como me cogía la cabeza y se la llevaba a las tetas. Le olían todavía mejor que el sujetador.
- ¿Te gusta? –Me preguntó-.
- El olor de tus tetas me vuelve loco.
Me dejó con la cabeza pegada a sus tetas un buen rato. Las tenía suaves y calientes. Con cada aspiración mi polla iba ganando en tamaño y en dureza hasta que me empalmé del todo.
- ¿Quieres que te haga una paja? –Me preguntó-.
- Sí, pero déjame que siga oliéndote.
María me cogió la polla con una mano, mientras que con la otra apretaba mi cabeza contra sus tetas.
- ¿Puedo chupártelas?
- Y sobármelas.
Le cogí sus hermosas tetas, sin que ella dejara de presionarme la cabeza contra ellas.
- ¡Qué polla tienes, primo! No puedo cerrar la mano.
- Y tú que tetas, casi me dejan sin respiración. Me estás dando mucho placer con la paja.
- Me encanta hacerle pajas a los tíos, pero hacértelas a ti, más que a ningún otro.
Su mano se deslizaba arriba y abajo. De vez en cuando se ensalivaba la palma de la mano para que fuera todavía más suave. Estaba en la gloria con la cara metida en las tetas de mi prima y con el pajote que ella me estaba haciendo.
- Ya noto que estás a punto –me dijo-.
- ¿Quieres que te haga una paja yo a ti también?
- No hace falta tengo las tetas muy sensibles y yo también estoy a punto de correrme.
- ¡Sigue María, por favor, sigue que me voy a correr!
- No hace falta que me lo digas, lo noto por cómo se te pone la vena.
- ¡Aaaaggg, aaaagggg, aaaagggg! –Le gemí al oído cuando empecé a correrme-.
Noté como ella empezaba a correrse también por sus temblores y sus gemidos. Siguió sobándome y apretándome la polla hasta por lo menos dos minutos después de correrme, produciéndome un placer enorme.
- Primo cuando quieras repetimos. –Me dijo dándome un beso en la boca-.
- Desde luego que tenemos que repetir. Voy a limpiar esto –le dije-.
- No hace falta –dijo poniéndose de rodillas y empezó a recoger del suelo mi lefa con la lengua-. Me gusta el sabor de tu semen.
Terminó de recoger mi semen, volvió a besarme y me dijo:
- Ya sabes que cuando quieras repetimos.
En la habitación se oía la suave respiración de Antonia y de Julia mientras dormían. Puse una alarma en el móvil a las siete y volví a dormirme muy relajado y con el olor de las tetas de María en la nariz. Me despertó otra vez el móvil a las siete de la mañana. Estaba amaneciendo. Me puse mi mascarilla, cuyo olor volvió a excitarme, y el albornoz y fui a la habitación de Luisa. Antonia estaba allí desnuda con un sujetador puesto de mascarilla y sentada en una silla al lado de Luisa, que parecía dormir todavía. Le hice señas para que saliera.
- ¿Cómo sigue? –Le pregunté-.
- Mejor que ayer, desde luego. Yo creo que no tiene fiebre.
- ¿Tú no sabes que el sujetador no se pone ahí? –Le dije riéndome-.
- Es que a mí en otro sitio no me hace falta, ¿no lo ves? –Dijo mirándose las tetas duras y puntiagudas-.
- Vuelve a la cama que es muy temprano y el día va a ser muy largo. –Le dije-.
- Vuelve tú también, Luisa está bien.
Volvimos los dos a la habitación y nos quitamos las, llamémosles, mascarillas.
- Hazme sitio en tu litera, no quiero despertar a Julia al acostarme. –Me dijo Antonia-.
Después de quitarme el albornoz me acosté pegado a la pared, Antonia se acostó también y nos tapó con la sábana.
- Carlos, el sábado pasado cuando te vi follando con la vecina y con otra mujer y a la madre de Luisa mirando y masturbándose, me pareció una monstruosidad, hasta que Luisa me contó lo que pasaba y que era ella quien te lo había pedido. Entonces me pareció un enorme gesto de cariño hacia Luisa. Bueno, aunque tú no tenías pinta de estar sufriendo. –Me dijo Antonia en voz baja-.
- Antonia, yo creo que eso lo debes comentar con Luisa, no conmigo.
- No quiero saber nada más. Sólo quería que supieras mi opinión. No es muy habitual follarse a dos delante de una tía tuya. Otra cosa, verte en acción con aquellas dos me puso como una moto. No sé si tendré yo una parafilia similar a la de la madre de Luisa. Podemos probarlo algún día.
- Anda duérmete y déjate de parafilias. –Le dije dándole un beso en la mejilla-.
- ¿Yo te gusto?
- Antonia ya sabes que me gustas.
Me volví a dormir, cuando me desperté estaba sólo en la habitación. Me puse el albornoz, cogí la mascarilla y salí de la habitación para saber cómo seguía Luisa. Estaban todas menos ella en la cocina desayunando.
- Buenos días Carlos. –Me dijeron-.
Pensé que ya me había acostumbrado a verlas con sus pijamitas o camisones cortos medio transparentes. Me resultaban muy atractivas, pero me excitaban bastante menos que al principio del curso.
- ¿Qué tal sigue Luisa?
- Parece que mejor. Te estábamos esperando para que le tomases la temperatura.
Me puse la mascarilla mirando a María, para que supiera que el olor de sus tetas seguía encandilándome. Julia me dio un termómetro de esos digitales y me dirigí a ver a Luisa.
- Carlos no le tomes la temperatura en la boca, tómale la rectal. –Me dijo Julia-.
La miré con ganas de matarla.
- ¿Qué más da, no se trata de saber si tiene una décima más o una menos, sino si de verdad tiene fiebre? –Le contesté-.
- No Carlos, nos han dicho que tenemos que hacer un seguimiento detallado de su temperatura corporal y que esa se debe tomar o en el recto o en la vagina. –Insistió mi prima Julia-.
La deje con la palabra en la boca y entré a ver a Luisa. Estaba medio despierta medio dormida.
- Buenos días Luisa. ¿Cómo te encuentras esta mañana?
- Bastante mejor. He dormido bien, aunque creo que todavía tengo fiebre.
- A eso vengo. –Le dije enseñándole el termómetro-.
Luisa abrió la boca para que le pusiera el termómetro.
- Lo siento prima, pero Julia se ha empeñado en que te tome la temperatura rectal o vaginal. ¿Qué prefieres?
- ¡Joder con Julia, qué le gusta meter cosas por los agujeros!
- Vale, pero decídete.
Echó la sábana a los pies de la cama, se dio la vuelta y se puso a cuatro patas con su portentoso culo en pompa.
- ¡Joder prima, qué barbaridad de culo tienes!
- Gracias. Taládramelo primo. –Dijo riéndose-.
- No me des ideas.
Se abrió las nalgas para darme acceso al ojete.
- ¿Te parece bien abierto así? –Me dijo-.
- Luisa, por favor, que soy un ser humano del género masculino. –Le dije y con cuidado le metí el termómetro por el ojete-.
- Ya puestos, ¿no había termómetros más gordos? Este casi ni lo siento.
La visión del culo de mi prima, la guasa que tenía y el manipularle su bonito y rosado ojete, habían logrado que me empalmara. Mi prima, con la cabeza de lado apoyada en la almohada, se dio cuenta.
- Primo, ya veo que te pone mi culete.
- Luisa, soy como tu enfermero, así que compórtate.
- No me digas eso, Carlos. Una de mis fantasías es que un enfermero con mascarilla me hace de todo en la camilla de una consulta.
Afortunadamente sonó la alarma del termómetro, se lo saqué y ella volvió a tumbarse en la cama, pero sin taparse con la sábana.
- ¿A qué temperatura tengo el ojete? –Me preguntó-.
- Estás bien, sólo unas décimas, que me imagino se deben a tu calentura natural. –Le contesté riéndome-.
- Pues como te lo pongas tú, lo quemas.
- ¿Quieres desayunar algo?
- ¿Qué tal una pieza de salami? –Me dijo mirándome el bulto del albornoz-.
- Mejor dos huevos duros.
- O las dos cosas.
- Venga ahora en serio. ¿Qué quieres para desayunar?
- Que soso eres primo. Un té.
- ¿Y de comer?
- Ya te lo he dicho antes. –Dijo riéndose otra vez-.
- Luisa a ti no te pasa nada, lo que tienes es mucho cuento para que estemos todos pendientes de ti.
- Es posible.
Esperé un minuto para que se me bajara un poco el bulto y volví a la cocina.
- Sólo tiene unas décimas y está de buen humor. Yo creo que no le pasa nada. –Les dije al entrar-.
- Menos mal –dijeron todas a coro-.
Le preparé el té y se lo llevé a su habitación. Se había vuelto a quedar dormida. Lo dejé junto a ella y fui a la cocina a tomarme un café.
- ¿Alguien sabe qué día es hoy? –Pregunté mientras me servía el café-.
- Creo que viernes, pero tampoco estoy segura –me contestó Julia-.
- Bueno me voy a la habitación, hasta luego. –Me despedí llevándome la taza de café-.
Sentado frente al ordenador miré el teléfono y tenía un mensaje de Cristina:
- Llama a mi madre por video conferencia, está empezando a ponerse insoportable.
Le había dicho que la llamaría, pero se me había ido completamente. Entré en una aplicación de video conferencias y luego le mandé un correo con la invitación. No tardó ni un minuto en entrar.
- Hola Clara. ¿Me ves y me oyes?
- Perfectamente. ¿Y tú a mí?
- También perfectamente.
Estaba en el almacén de la peluquería desde el que había visto la sesión de depilación de chochos. Llevaba una chaqueta de chándal y estaba medio despeinada.
- ¿Cómo llevas la cuarentena? –Le pregunté-.
- Fatal, la llevo fatal. La peluquería cerrada, perdiendo dinero. Mi marido todo el día en casa, sin hacer nada. Mi hijo todo el día viendo porno, matándose a pajas. Y Cristina y Sonia todo el día con la puerta cerrada, qué a saber que hacen. ¿Y tú, qué tal?
- Pues con mis primas en el piso, cinco mujeres al borde de un ataque de nervios. Pero bien, no puedo quejarme.
Clara tenía aspecto de estar muy harta de la cuarentena y de que había entrado en una medio depresión.
- ¿Hablas mucho con Cristina?
- De vez en cuando por las mañanas, que estoy más tranquilo en mi habitación.
- ¿Y de qué habláis?
- De tonterías para entretenernos.
- ¿Os excitáis entre vosotros para haceros pajas?
- ¡Clara!
- Ni Clara ni obscura. ¡Carlos necesito que me excites para descargar la calentura que tengo encima!
- Tranquilízate Clara.
- ¿Quieres verme desnuda y tú me dejas que te vea yo a ti?
- Me gustaría mucho.
- ¿No lo dices por pena?
- Claro que no, ya sabes que me gustas y que me parece que estás muy buena.
Clara se levantó de la silla y me dejó verla casi de cuerpo entero. Llevaba unas mallas grises y una chaqueta de chándal roja.
- No sabía que me ibas a llamar y no me he arreglado para la ocasión. –Me dijo-.
- Vas muy guapa, como siempre. ¿Por qué no me enseñas las tetas?
- ¿Si quieres?
- Sí claro que quiero.
Clara se bajó la cremallera de la chaqueta del chándal y se la quitó. Llevaba un sujetador blanco sin gracia que le quedaba pequeño y sus grandes tetas le rebosaban por encima de las copas. Sin quitarse el sujetador se sacó las tetas de las copas.
- ¡Qué tetas tienes Clara!
- ¿De verdad te gustan? –Me dijo acercándose a la cámara y subiéndoselas con las manos-.
- Mucho. ¿Te alcanza para chuparte los pezones?
- Claro, mira. –Se subió las tetas, bajó la cabeza y empezó a lamerse los pezones alternativamente-.
- Quítate el sujetador.
Se sacó las tirantas del sujetador por los brazos, luego llevó sus manos hacia atrás se lo soltó y lo dejó caer sobre sus brazos.
- ¿Estás empalmado?
- Sí, mucho.
- Déjame que te la vea.
Eché la silla para atrás y me abrí el albornoz. Se me había puesto un pollón de mucho cuidado.
- La semana que viene te tienes que volver a depilar. Tócatela. –Me dijo-.
- Sólo si me dejas ver tu chocho y te lo tocas a la misma vez.
Clara se puso de espaldas a la cámara y lentamente se quitó las mallas, quedándose con un pequeño tanga blanco que se perdía entre los cachetes de su culo. Después se quitó el tanga. Su culo era rotundo, más bien grande y con algo de celulitis.
- ¿Te pone mi culo? –Me preguntó-.
- Sí Clara, es hermoso. Me gustaría tener la polla entre tus cachetes y moverla de arriba abajo.
Su puso otra vez de frente, para verme en el monitor.
- Carlos tu polla me está alegrando la mañana. La cosa esta de la video conferencia me parece un invento fantástico, me estoy poniendo caliente, caliente.
- Yo también. ¿Comprendes por qué lo hacemos Cristina y yo?
- Ya lo comprendía antes, pero ahora comprendo por qué ella, con diecisiete años, no tiene problemas para quedarse en casa y yo con cuarenta y muchos tengo tantos.
- ¿Estás mojada?
- Mojada no, estoy que los flujos me resbalan por los muslos. Mira.
Se metió dos dedos en el chocho y los sacó brillantes.
- ¿Y tú tienes mucho líquido?
- Mira –le dije acercando el capullo a la cámara, para que viera que estaba brillante-.
- ¡Uuummm, quién la tuviera en la boca!
- Clara no voy a aguantar mucho más, ¿y tú?
- Yo tampoco, cuando quieras nos corremos juntos.
Clara se trabajaba el chocho con las dos manos, con una se metía dos dedos y con la otra se maceraba el clítoris.
- ¡Ahora Clara, ahora, me corroooo!
- ¡Aaaaaggg y yo, mira cómo me salen los flujos, mira, aaaagggg!
Dejamos pasar un par de minutos antes de volver a hablar.
- Clara cómo me pones.
- Te agradezco que me lo digas, aunque no sé si creerte, pero me encanta oírlo. Me he quedado mucho más tranquila y relajada. No tardes mucho tiempo en volver a invitarme a una reunión de estas.
- No te preocupes, no tardaré.
Me quedé en mi habitación hasta que dieron las doce, que le tocaba a mi prima Julia. Cogí mi ropa para ducharme y salí al salón. Mis primas tenían las caras como si estuvieran en un funeral.
- ¿La pasa algo a la prima Luisa? –Pregunté asustado-.
- No, sigue durmiendo sin problemas. –Me contestó Antonia-.
- ¿Entonces por qué tenéis esas caras?
- ¡Hemos visto en la tele que van a prolongar el aislamiento quince días más y no podremos soportarlo!
- ¡Ni yo! –Grité desconsolado-.
(Continuará. Espero que sigáis todos bien. Esto se está haciendo cada vez más duro, hasta para mí, que estoy encerrado con cinco atractivas mujeres. Sin bromas, cuidaos).