Compartiendo piso de estudiante con mis primas V
Por fin consigo contemplar una sesión de peluquería de chochos. Luego me toca cumplir con mi tía Julia con la inestimable ayuda de Cristina y de Sonia. Cuando vuelvo a Sevilla me entero del confinamiento por el virus, ¡pero lo peor es que voy a tener que pasarlo con mis primas! Que lo paséis bien.
( Como en las anteriores entregas, para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los tres capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, os copio sus direcciones: https://www.todorelatos.com/relato/156465/https://www.todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/ y https://todorelatos.com/relato/157514/
Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer y comentar mis relatos).
Las conversaciones con mi padre y con mi abuela me habían hecho reflexionar. Si aplicaba lo que me había dicho mi abuela, no sólo podría, sino que debería, atender a Cristina y a su madre. Por otra parte, no se me quitaba de la cabeza lo que me había pedido mi prima que le hiciera a su madre esa noche. ¡Joder, con lo tranquilo que yo estaba con mis pajas y, de vez en cuando, un polvo con una u otra! Llamé al portero de casa de Cristina. Subiendo la escalera recordé la escena de un rato antes, cuando estaba en la cocina desnuda, de espaldas y sólo con el delantal. Desde luego, Cristina a sus diecisiete años estaba como un cañón. Otra vez la puerta de su piso estaba entreabierta, de todas formas llamé al timbre.
- Pasa Carlos, te estamos esperando en el comedor –me dijo Clara, la madre de Cristina-.
Me dirigí al comedor, que estaba en el salón, y allí estaban sentadas en la mesa Cristina, Clara y Sonia, la amiga de Cristina. Las tres estaban en albornoz y de lo más atractivas.
- Mira Carlos ha venido Sonia a comer, cuando se ha enterado que ibas a venir se ha apuntado también. –Me dijo Cristina mientras yo me acercaba a saludar a Sonia con dos besos en las mejillas-.
- ¿Así me vas a saludar? –Me dijo Sonia dándome un beso en los labios-.
- Perdona que estemos en albornoz, pero hemos pensado tomar el sol las tres en la terraza después de comer. -Dijo Clara-.
- No tengo nada que perdonar, todo lo contrario, estáis espléndidas las tres.
Me senté en el sitio que me habían dejado, entre Cristina y Sonia y con Clara enfrente.
- ¿Qué urgencia tenía tu padre? –Me preguntó Cristina-.
- Nada importante, cosas suyas. -Le contesté sin entrar al trapo. Si le contestaba la verdad, iba a pensar que mi familia estaba para encerrarla en el siquiátrico-.
- Carlos, antes ha salido tu abuelo en la conversación y me ha parecido que te enfadabas al mencionarlo. –Dijo Clara. Yo empezaba a estar harto del tema de mi abuelo-.
- Enfadarme no, sólo que en los últimos días varias personas me lo han sacado a relucir, y no llego a entender muy bien porqué.
- Te voy a contar lo que nos pasó a mi madre y a mí con él.
- No hace falta Clara. –Le contesté-.
- Sí hace falta Carlos para que entiendas las cosas.
- Bueno, como quieras.
- Como he comentado antes mi madre y yo hemos estado siempre muy unidas. Ella sabía que yo era una chica muy fogosa.
- ¡Mamá! –Protestó Cristina-.
- Calla, tú también eres muy fogosa y eso no tiene nada de malo. -Cristina no protestó porque era consciente de que tanto Sonia como yo lo sabíamos también-. Meses después de casarme, por cierto que contra la voluntad de mi madre, entré en una depresión que no pude ocultarle a ella. Un día que estábamos las dos duchándonos juntas, me preguntó qué me pasaba. Le dije la verdad, que las relaciones sexuales con mi marido me resultaban muy poco satisfactorias, que él se corría en un minuto y yo me quedaba cada vez más caliente.
- ¡Mamá! –Volvió a interrumpirla Cristina-.
- ¡Joder Cristina, que te he pillado hace un rato en pelotas en la cocina con Carlos restregándote la cebolleta! No te pongas ahora de virgen y pura.
- Cristina, deja que tu madre siga. –Le dijo Sonia-.
- Entonces mi madre me preguntó si me tocaba. Le confesé que sí, que no podía remediarlo, que era lo único que me animaba. Entonces me contó que a ella le había pasado lo mismo y que también se había tenido que tocar mucho, hasta que un día, Carlos, tu abuela, de la que era amiga desde niña, le dijo que se fuera una tarde a su casa a charlar y a rezar juntas. Cuando estaban rezando, mi madre vio a tu abuelo desnudo pasar por el pasillo, empalmado como un gorila, según sus propias palabras. La pobre perdió el ritmo del rosario y le empezaron a dar sofocos. ¿Te pasa algo? Le preguntó tu abuela. Debo estar muy mal, me ha parecido ver a tu marido desnudo andando por el pasillo y con un pollón que no puede ser real.
Empecé a notar que las manos de Cristina y Sonia trasteaban bajo la mesa en mi entrepierna. Las miré y las dos tenían cara de estar pendientes de la historia de Clara y su madre.
- Estarás viendo visiones por algún desfallecimiento. Mi madre le dijo que no era un desfallecimiento, que era que las relaciones sexuales con su marido le resultaban muy poco satisfactorias, que estaba fuera de sí y que podía haber tenido visiones. Vamos a salir de dudas, le dijo tu abuela. Se levantaron y recorrieron el pasillo hasta su dormitorio. Mi madre me contó que tu abuelo estaba sobre la cama, desnudo y sobándose el pollón. ¡Ah pues no son visiones, es mi marido que tiene ganas de guerra! Le dijo tu abuela, tirando de mi madre para que se acercara a la cama. Según mi madre fue la primera de las mejores folladas de su vida. Tu abuelo, no sólo la tenía larga y gorda, sino que además la manejaba de maravilla.
Cristina y Sonia me habían abierto el pantalón y me estaban sobando la polla y los huevos. Yo ya estaba empalmado del todo.
- ¿Clara y lo tuyo con el abuelo de Carlos como fue? –Le preguntó Sonia-.
- Después de contarme mi madre esa historia bajo el agua de la ducha, me lo imaginé en mi cabeza y no pude evitar empezar a masturbarme delante de ella. Mi madre me dijo al verme: Clara estás muy mal, ¿quieres que vayamos a ver qué puede hacer por ti? Sí, por favor, mamá, lo necesito, le contesté empezando a llorar. Déjame a mí, hija. Mi madre terminó de masturbarme, necesitaba sentir una mano que no fuera mía en el chocho.
- Pues sí que estabais unidas la abuelita y tú. –Dijo Cristina sin soltarme el nabo-.
- Ya te lo he dicho. Al día siguiente por la tarde vino mi madre a casa y me dijo: ponte guapa por dentro y por fuera que nos vamos de visita. Hice lo que ella me había dicho y fuimos a casa de tus abuelos. Tu abuela nos puso una copita de anís. Yo estaba hecha un manojo de nervios.
Noté que Clara extendiendo la pierna, ponía un pie en mis huevos y empezaba a amasármelos. Cristina y Sonia se centraron en sobarme la polla. Si la cosa está así, más valía que nos dejáramos de historias y disimulos, pensé.
- Mi madre le contó a tu abuela mis problemas de insatisfacción sexual y le preguntó si ella veía alguna solución. Tu abuela llamó a tu abuelo y le dijo: Clara tiene problemas con su marido en la cama. ¿Se te ocurre algo que podamos hacer? Qué lástima que una chica tan joven y tan guapa lo esté pasando mal. Vente conmigo y me lo cuentas, a ver si se nos ocurre algo. Le seguí hasta la cocina, allí me dijo: desnúdate a ver si hay algo en tu cuerpo que te produzca esa insatisfacción. No es mi cuerpo, le contesté mientras me desnudaba. Me miró con detenimiento y dijo que todo parecía estar bien. Se colocó detrás de mí y me abrazó. Jamás había notado algo tan grande y tan duro entre mis nalgas. ¿Te gustaría desnudarme? Me preguntó y le contesté que más que nada en el mundo. Cuando vi aquel pollón completamente empalmado, me desmayé. Él me reanimó besándome en la boca y acariciándome el chocho, cuando estuve repuesta le hice la mejor mamada que he hecho nunca y luego follamos toda la tarde sobre el poyete de la cocina. Mi vida cambió desde aquel día.
¡Vaya con la historia de Clara y de su madre con mi abuelo! Ahora entendía las ganas que me tenía Clara cuando vio el video que le había mandado a su hija.
- A partir de aquel día me convertí en otra mujer, tenía ganas de vivir, de trabajar, de cocinar, vamos de todo. Esperaba ansiosa saber algo de tu abuelo para follar con él.
- Vale mamá, pero el nieto es ahora mi novio.
- Este hombre no puede tener una sola novia, debe ser libre y poder satisfacer a todas las mujeres que lo necesiten. Mira tu amiga Sonia como está de acuerdo conmigo. –Dijo poniendo el pie encima de su mano sobre mi polla-. ¡Bueno chicas vamos a tomar el sol, que me he puesto muy melancólica! Carlos si quieres te vienes y si no, quédate en el sofá viendo la televisión.
Se levantaron las tres, dejándome con el nabo fuera de los pantalones babeando lo más grande. De entrada no me apetecía tomar el sol, así que me tumbé en el sofá, sin poder cerrarme los pantalones. Creo que me quedé dormido durante un rato. Cuando me desperté me cerré los pantalones y fui a buscarlas a la terraza. Clara estaba desnuda boca arriba en una tumbona y Cristina y Sonia, con unos microbiquinis que apenas conseguían cubrirles algo, estaban charlando, una tumbada y la otra sentada en la misma tumbona.
- Pasa Carlos –me dijo Cristina cuando me vio-.
- ¿Qué hora es? –Preguntó Clara-.
- Algo menos de las cinco –le contesté-.
- Me tengo que ir, que tengo sesión de peluquería de chochos. –Dijo Clara levantándose de la tumbona y poniéndose el albornoz-.
- ¿Te apetece tomar el sol con nosotras? –Me preguntó Sonia.
- Sólo un poquito –Le contesté-.
- Quédate con mi tumbona –Me dijo Clara volviendo a entrar en la casa-.
Me quité los pantalones y la camisa que llevaba puestos y me quedé con los bóxers.
- Carlos, que te hemos visto el nabo las dos, no seas idiota. –Me dijo Cristina-.
Tenía razón, así que me quité los bóxers y me senté en pelotas en la tumbona.
- ¿Es verdad lo de la sesión de peluquería de chochos? –Les pregunté-.
- Sí, hoy es segundo sábado de mes. –Contestó Cristina-. ¿Te apetece ir a mirar?
- ¡Cómo voy a ir a mirar, que quieres que me capen!
- No seas burro, mi madre tiene un falso espejo de esos entre un pequeño almacén y el salón de la peluquería. Desde ahí no sabrán que estamos mirándolas, yo he ido algunas veces a observar cómo las vecinas se arreglan el chocho.
La propuesta de Cristina era sumamente tentadora. Ver a algunas mujeres del pueblo, que casi seguro más o menos conocía, afeitándose o depilándose sus chochos, como había visto a Puri antes del rodaje del video con Paca, me resultaba muy excitante.
- ¿Te animas entonces? –Me insistió Cristina-.
- Venga me visto y vamos.
- No hace falta que te vistas, de camino cogemos un albornoz. ¿Te vienes Sonia?
- Claro, no me voy a perder semejante espectáculo.
Ellas cogieron sus albornoces y yo mi ropa, pasamos por un armario para coger un albornoz para mí y bajamos. Antes de la puerta de la calle había otra puerta a la derecha que daba a la peluquería. Cristina la abrió con cuidado de no hacer ruido y la cerró, una vez habíamos pasado todos. La puerta daba a un pasillo con una puerta al fondo y otra a la izquierda. Cristina abrió la puerta de la izquierda y volvió a cerrarla. Pensé en lo que hubiera dado Javier por estar allí. Se veía relativamente poco por el falso espejo, hasta que alguien encendió la luz de la peluquería. Habría unas cinco o seis mujeres, además de Clara, todavía todas de pie hablando entre ellas. Con cierta dificultad se podía escuchar lo que hablaban al otro lado del espejo.
- ¿Estás caliente? –Me preguntó Sonia en voz baja-.
- La verdad es que sí y todavía no ha empezado.
- ¿Conoces a alguna? –Preguntó Cristina-.
Me fijé mejor en cada una. Los nombres no los sabía o no los recordaba, pero a algunas si las conocía: una de las camareras del pub, que era el deseo inalcanzable de todos los chicos del pueblo; una gordita que era cajera del supermercado; una amiga de mi madre que de pequeño me daba muchos achuchones cada vez que me veía con ella; y dos hermanas mellizas un año mayores que yo, que en su momento tenían a medio instituto revuelto cuando decían que eran de sexo variable y fluido.
- A varias, casi a todas. –Le contesté-.
- Es lo que tiene vivir en un pueblo pequeño. –Me contestó Cristina-.
Al otro lado del cristal, se escuchó a Clara decir:
- Bueno, pues ya estamos todas. Tomad asiento. La sesión pretende que aprendáis a dejaros el chocho como más os guste a vosotras o a vuestras parejas o a ambos. Hasta ahora para depilaros teníais que ir a Sevilla, de esta forma cada una podrá hacérselo en su casa o lo que es mejor, podréis enseñar a vuestra pareja a hacéroslo.
Las clientas se rieron nerviosamente sólo de pensarlo. La amiga de mi madre dijo:
- Ni loca dejo yo que el manazas de mi marido meta las manos ahí abajo con una cuchilla.
Las clientas volvieron a reírse con la ocurrencia.
- Algunas veces habréis usado cera, pero eso no sirve para las zonas más sensibles. Para esas zonas lo podemos hacer con maquinilla de depilar o con cuchillas. Yo os recomiendo lo primero, porque para meterse las cuchillas una sola, hay que tener experiencia de cómo hacerlo. Aquí tenéis las maquinillas y unos paños para el vello, id cogiendo.
Clara les pasó unas maquinillas de depilar y unos paños grandes.
- Quitaros la ropa de cintura para abajo y sentaros sobre los paños.
- Un momento Clara. –Era la cajera gordita del supermercado la que había interrumpido-. A mí me han dicho que a veces pones los videos del tío del pollón, era por si podías ponerlos hoy mientras nosotras nos depilamos.
- ¡Ay que pilla! –Le contestó Clara-. Tú lo que quieres es que la maquina te resbale por el chocho. Vale, pero no me la vayas a llenar de fujos.
Nuevas risas y adhesiones a la petición de la cajera, menos la camarera del pub, que dijo:
- A mí me da igual, lo habré visto ya unas mil veces.
Yo ya tenía una medio erección sólo de pensar lo que iba a ocurrir.
- Mientras os desnudáis lo pongo –Dijo Clara encendiendo el monitor-.
- Mierda, tiene que entrar aquí, porque es dónde tiene el ordenador. –Dijo Cristina-.
- ¿Qué hacemos? –Preguntó Sonia-.
- Nada, ya nada, echarle cara al asunto. –Le contestó Cristina-.
Al momento se abrió la puerta del almacén y apareció Clara.
- ¡Cómo sabía yo que no ibas a desperdiciar la oportunidad! –Me dijo metiendo la mano por la abertura del albornoz y cogiéndome la polla ya empalmada-. ¿Y vosotras dos qué? –Dijo luego dirigiéndose a Cristina y a Sonia-.
- Nosotras acompañando a Carlos –dijo Cristina-.
Luego se dirigió al ordenador, lo arrancó, puso mis dos videos en bucle y salió de la habitación mirándome fijamente el bulto del albornoz. Mientras tanto, las mujeres se habían quitado los pantalones o las faldas que llevaran y mayoritariamente también sus tangas. Aquello era una orgía de pelos. ¿Cuánto tiempo llevaban aquellas mujeres sin depilarse, si es que lo habían hecho alguna vez?
- ¿Te has fijado en el pelucón que lleva la cajera? –Me preguntó al oído Cristina-.
Yo me estaba fijando en todos los pelucones. A mí me gustaban más las mujeres con menos pelos, pero había que reconocer que aquellos pelucones tenían su morbo. A la amiga de mi madre le llegaba el pelucón hasta poco debajo del ombligo, era imposible que aquella mujer pudiese usar biquini.
- Sí y vaya también con el de la madura y los de las mellizas. –Le contesté-.
Las clientas tomaron asiento de frente al monitor sentadas en el borde de las sillas y con las piernas muy abiertas, dejándonos ver sus peludos chochos.
- Antes de empezar a meter maquinilla, ¿cómo queréis que os queden? –Pregunto Clara-.
- Mañana es mi cumpleaños y quiero darle una sorpresa a mi novio. Así que sin un solo pelo. –Contestó la cajera-.
- Yo como algunas actrices porno, con pelo corto en el monte y ni un solo pelo en la raja. –Dijo la camarera-.
- Nosotras también todo sin un solo pelo. –Dijeron las mellizas-.
- ¿Y tú? –Le preguntó Clara a la amiga de mi madre-.
- No lo tengo claro. Desde luego la raja sin pelos, para que mi marido pueda comérmelo a gusto, que siempre se queja de que tiene que tragar pelos, el monte no lo sé todavía.
Yo tenía la polla como un leño. Estaba asistiendo a una sesión de la leyenda urbana más comentada por los hombres del pueblo.
- ¿Te está gustando? –Me preguntó Cristina cambiándose a mi izquierda y dejando a Sonia a mi derecha-.
- Mucho, me está poniendo mucho, no puedo creer estar asistiendo a una sesión de estas.
Las clientas pusieron en marcha sus maquinillas y empezaron a trastearse con ellas en el chocho. Cristina y Sonia se abrieron sus albornoces, a mí no me hacía falta porque la polla se me había salido del mío hacía rato.
- ¿A vosotras os pone también? –Les pregunté-.
- A mi mucho –contestó Sonia-.
- Yo preferiría que fueran pollas en vez de chochos, pero aun así me pone mucho. –Dijo Cristina-.
De vez en cuando las clientas paraban la maquinilla y miraban al monitor.
- ¿Te das cuenta lo que les gustan tus videos? –Me preguntó Cristina cogiéndome la polla-.
- Parece que casi tanto como a ti cuando te los mandé. Uuufff Cristina, que mano tienes, como la he echado de menos. –Le contesté empezando a sobarle su culo-.
- ¿Sabéis alguna quien es el tío del pollón? –Preguntó la camarera-. En el pub he oído de todo.
- Yo lo que sé es que mi novio no es. Más quisiera yo que fuera él. –Contestó la cajera, provocando nuevamente risas nerviosas de todas-.
- Clara dale voz al video, a ver si por la voz lo reconocemos. –Dijo la chica que yo no conocía-.
- Que te crees tú que el tío recita. Gime como si lo estuvieran matando y luego grita cuando se corre. –Dijo Clara-.
- Bueno de todas formas, pon el sonido que será todavía más excitante. –Aquella chica parecía dispuesta a hacerse también un dedo-.
Clara volvió a salir del salón y a entrar en el almacén.
- ¡Qué bien os lo pasáis los jóvenes! –Dijo al ver como Cristina me sobaba la polla-.
Mientras trasteaba en el ordenador para darle voz, sin pensar le pedí a Clara:
- Diles que se desnuden del todo.
- ¿Cómo les voy a decir eso?
- Yo que sé, invéntate algo.
Empezaron a oírse mis gemidos en el video. Al pasar delante de mí Clara para volver al salón, se paró un momento, se puso en cuclillas, le quitó mi polla de la mano a su hija y se la metió en la boca.
- ¿Mamá, que haces? –Protestó Cristina-.
- Tu qué crees. –Le contestó, al poco se incorporó y tras limpiarse las comisuras de los labios dijo-. Niña ya puedes seguir.
Los pelos de las clientas iban lentamente desapareciendo y sus coños se iban mostrando poco a poco. Cristina se puso de lado, se dobló por la cintura y me dijo:
- Fóllame.
Me giré, puse mi polla en su chocho y tras admirar y sobar su culo se la metí hasta el fondo. Ella ahogó un grito y se apoyó contra la puerta para aguantar mis empujones en su interior.
- Por la voz tiene que ser un chaval joven, de unos dieciocho años más o menos. –Dijo la amiga de mi madre, que ya casi depilada, mostraba un bonito chocho grande y carnoso que debía haber permanecido oculto desde su pubertad-. A mí me suena un poco la voz.
- Ya quisieras tú que te hubiera gemido al oído. –Le dijo la cajera-.
- Si te dijera que no te mentiría. –Le contestó-.
- Tiene que ser de uno de los chicos que se han ido a estudiar fuera. Los videos ha debido mandárselos a la novia, para que no lo olvide, como si eso se pudiera olvidar. –Dijo la camarera del pub-.
Yo seguía follándome a Cristina, que tenía que morderse los labios para no gritar. Sonia se había puesto a mi espalda y se restregaba contra mí, sintiendo los embates que le daba a Cristina.
- Ahora, para terminar, tenéis que quitaros el resto de la ropa y os miráis en ese espejo, para ver como os habéis dejado. –Adoré a Clara en ese momento-.
Como si fuera el final de un examen, las clientas, conforme pensaban que habían terminado, se acababan de desnudar y venían a mirarse en el falso espejo. Verlas era la fantasía de cualquier hombre. Se ponían delante del espejo, se tocaban el chocho para notar si les habían quedado pelos, se doblaban hacia atrás y se los abrían con las manos para vérselos bien, pero en realidad era yo quien se los veía de maravilla. La amiga de mi madre se había quedado con una rayita de pelo casi hasta el ombligo y las mellizas se habían quedado como unas muñecas. ¡Joder que buenas estaban las del sexo fluido!
- Carlos, me voy a correr, tápame la boca o me van a oír. –Me dijo Cristina-.
La obedecí, le tire del pelo hacia atrás para poder llegar con la otra mano a su boca y se la tapé justo a tiempo para evitar un escándalo.
- ¡Uuuummmm, uuummmm, aaaagggg!
Después de correrse se dejó caer al suelo y yo me volví para follarme a Sonia. Ella se apoyó contra la mesa del ordenador y se la metí de una vez, estaba tan mojada que le entró entera sin el menor problema.
- Carlos, cómo lo deseaba. –Me dijo-.
Fuera las clientas seguían hablando del protagonista del video, mientras se perfeccionaban la depilación frente al espejo.
- Yo estoy contigo, tiene que ser uno de los chicos que se han ido a estudiar fuera. –Dijo una de las mellizas-.
- Este año se han ido Pedro, Javier, Carlos, Pepe y Luis. –Dijo la otra melliza-.
- Pedro o Pepe no son –dijo la cajera del supermercado-.
- ¿Y tú como lo sabes? –Le preguntó la camarera-.
- A ver si te crees que yo me paso todo el día detrás de la caja.
- Pues entonces quedan Javier, Carlos y Luis. –Dijo de nuevo una de las mellizas, que cada vez me parecían que estaban más buenas-.
- Dame Carlos, dame fuerte, más fuerte. –Me pidió Sonia y yo traté de darle todavía más fuerte-.
La cosa se estaba poniendo fea, en un rato más podían descubrir que el del video era yo, pero Clara viendo el peligro dijo:
- A mí me han dicho de buena tinta que es Javier, el hijo de la costurera.
La que le va a caer a Javier, no se lo va a poder creer, pensé.
- ¡Con lo babas que es y las guarrerías que dice! –Exclamó la camarera-.
- ¡Qué tendrá que ver eso con el tamaño del nabo! –Le contestó Clara-
- También es verdad.
Sonia me estaba dejando sin aliento de los empellones que me pedía. Las clientas habían empezado a vestirse. Sus caras reflejaban ya las alegrías que esperaban obtener esa noche de sus parejas. Cuando salió la última Clara cerró la puerta con llave y se quedó ella mirando el monitor embobada.
- ¡Carlos, sigue que me voy a correr, sigue, sigue, por Dios no pares, aaaahhhh, aaaahhh,…!
Sus gritos retumbaron en el almacén y en toda la peluquería, menos mal que las clientas se habían marchado ya. Los gritos espabilaron a Clara que entró en el almacén. Se subió la falda, se quitó las bragas y se tumbó boca arriba en la mesa del ordenador.
- Fóllame a mí ahora. –Me dijo-.
No me hice de rogar, le subí las piernas a mis hombros y se la encajé de un golpe de cadera.
- ¡Aaaahhhh, que bueno!
- Mamá, que papá está al llegar. –Escuché decir a Cristina. A mí se me había olvidado que la hija de Clara estaba delante. Clara debió notar mis dudas de seguirla follando y dijo:-
- Carlos, tú sigue follándome y olvídate de la niña, que no voy a tardar nada en correrme.
El que ya no iba a tardar nada era yo, que tenía la polla a punto de reventar.
- ¡Así, así, sigue, sigue, no pares, más fuerte! –Gritaba Clara-.
Sonia había vuelto a ponerse detrás de mí, ayudándome con sus caderas para que cada vez le diera más fuerte a Clara, que se corrió al minuto vociferando:
- ¡Qué polla, qué polla, qué polla…!
Cuando terminó de correrse, Sonia tiró de mí para atrás, me cogió la polla, la dirigió contra la barriga de Clara y me corrí sobre ella como una fiera en celo. Fue terminar de correrme y escuchar la puerta de la casa, tenían que ser el padre y el hermano de Cristina. Menos mal que me había bajado mi ropa.
- Vístete, rápido –me dijo Clara-.
Me vestí como una máquina, Clara se puso de pie y se bajó la falda. Cuando estuve vestido me dijo:
- Sal por la peluquería.
- Nos vemos luego en el pub –dijeron Cristina y Sonia-.
- De acuerdo, hasta luego.
Clara me dio un beso en la boca antes de abrir la puerta y ya en la calle salí corriendo hacia el pub para alejarme de la peluquería. Llegué al pub casi sin resuello, a la misma vez que la camarera. Era temprano y estaba todavía tranquilo. Afortunadamente en los monitores pasaban los resúmenes de fútbol de la jornada anterior y no mis videos. Me estuve fijando en la camarera cuando se metió detrás de la barra. Vestida se veía que estaba muy buena, pero desnuda yo sabía que estaba todavía mejor. La chica no debía haberse acostumbrado todavía a tener el chocho sin un pelito y no paraba de tirarse de la malla y del tanga para abajo. Le pedí una ginebra con tónica y me salí a la calle. De lejos vi pasar a mi tía Marisa con una sonrisa bobalicona en la cara, como de estar en otro mundo. Sonó mi móvil, era mi amigo Javier.
- ¿Qué pasa tío? Me han dicho que estás por el pueblo.
- Sí me vine esta mañana. ¿Y tú?
- Estoy llegando ahora. ¿Nos vemos?
- Vale, yo estoy en el pub.
- Temprano empiezas, si todavía no habrán llegado las tías buenas.
- Pues no, no han llegado, esto está de lo más aburrido.
- En diez minutos estoy contigo. Déjame alguna pibita.
- Las que quieras.
Volví a entrar en el pub y me quedé un rato mirando los monitores viendo el fútbol, hasta que la camarera decidió poner uno de mis videos.
- Deja el fútbol. –Le dije-.
- Si quieres ver el fútbol te vas a tu casa. –Me contestó de malos modos.-
¡Qué simpática, así te esté picando el coño hasta dentro de un mes! Le deseé. Volví a salirme a la puerta. Vi a mi tía Julia y me acerqué a saludarla.
- Hola tía.
- Hola Carlos. ¿Has venido este fin de semana?
- No del todo, he llegado hoy a medio día y me volveré mañana por la mañana.
- ¿Cómo has dejado a mis hijas?
- Bien, bueno como siempre. ¿Y tú cómo estás?
- Pues con un poquito de miedo, no me gusta estar de noche sola en casa, más ahora que, al parecer, se están produciendo robos y asaltos.
Pues verás lo que te va a tocar esta noche, pensé.
- Venga ya tía, ¿quién te ha dicho eso?
- Tú prima Julita, que encima se ha ido a Sevilla, dejándome aquí sola.
- No te preocupes, que ya verás cómo no te pasa nada.
- Te dejo que llega tu amigo Javier.
- Adiós tía.
¿A ver cómo coño me las arreglo yo esta noche con mi tía? Pensé.
- ¡Joder Carlos, que buena está tu tía! ¿Me has dejado alguna pibita?
Miré para dentro del pub y habían entrado cuatro o cinco chicas que estaban hablando con la camarera y mirando el video.
- Antes no había ni una. Ahora han llegado esas de ahí.
- Espera que les pase el “calentómetro”. –Me dijo sacando el móvil-.
- Todavía estás con la tontería esa.
- ¿Tontería? Mira chaval cómo están las nenas.
Me puso delante el móvil y todas aparecían rojo fuego.
- Desde luego pareces tonto. –Le dije apartando el móvil de delante de mi cara-.
- ¡Los cojones tonto, información es poder! ¿Te pido algo?
- Pídeme otra ginebra con tónica, luego te la pago.
Vi aparecer de lejos a Cristina y a Sonia. Se habían vestido para partir la pana. Vestidos ajustados y muy cortos y unas botas negras de charol con taconazo por encima de las rodillas. Le di un piquito a cada una y les dije:
- ¿Qué queréis, infartar a todos los viejos del pueblo?
- No, sólo a ti –me contestó Cristina-.
- ¡Cómo está el ganado! –Les dijo Javier, dándome la copa y mirando a Cristina y a Sonia-.
- ¡Javier coño, no seas animal!
- ¿Pero os he dicho yo algo malo? –Les preguntó-.
- Para venir de ti se podría considerar hasta un cumplido. –Le contestó Sonia-.
- ¿Queréis algo? –Les pregunté-.
- Ya entramos nosotras a pedir y miramos quién hay.
- ¡Joder cómo vienen hoy tu novia y su amiga! –Dijo Javier mirando como entraban en el pub-. Oye me ha pasado una cosa muy rara dentro. El grupo de tías aquel, que nunca me dirige la palabra, me han saludado muy cariñosas y mirándome mucho el paquete, tanto que he pensado que llevaba la bragueta abierta, pero no.
- Han debido descubrir el macho que hay en ti.
- Déjate de cachondeo Carlos, que estoy que reviento de caliente.
- ¿Y cuando no?
- Tienes razón, pero es que lo de ayer con el putón me ha dejado peor de lo que estaba.
Hablando con unos y con otros se me fue el santo al cielo y me olvidé de la hora que era, hasta que recibí un mensaje de mi prima Julia:
- Carlos espero que estés ya en mi casa esperando a mi madre.
Miré la hora y eran las ocho y media. Me acerqué a Cristina y Sonia y les dije:
- Me tengo que ir.
- ¿Dónde vas a ir ahora? –Me preguntó Sonia-.
- Tengo que hacer una cosa con mi tía.
- ¿Qué tía tuya? La mirona o la masoquista.
- ¿Pero tú como sabes eso?
- Carlos que este pueblo es muy pequeño y siendo mi madre la peluquera se entera de todo, lo mismo que de tus primas.
- ¿Qué le pasa a mis primas?
- Que Julia es exhibicionista, que ahora Luisa dice que es lesbiana, pero es mentira, en todo caso será bisexual, con lo que le gusta una polla o que tu prima María hace las pajas mejores del pueblo.
- ¡Qué barbaridad, eres peor que Villarejo!
- Ese es un aficionado. No me has dicho a que tía tuya vas a ver.
- A mi tía Julia.
De pronto se me ocurrió que Cristina y Sonia podían ayudarme con la terapia de mi tía, más con las botas que llevaban, que parecían dos dominadoras.
- Estoy pensando que podríais ayudarme con mi tía.
- Si es a mover muebles ni de coña. –Dijo Sonia-.
- No, es más delicado.
- Habla, delicado debe significar guarro. –Dijo Cristina-.
- Ya sabéis que mi tía es masoca y al parecer está enviciada con lo que le hace su ex marido, que es un asqueroso. Se trata de cogerla por sorpresa y hacerle pasar un buen rato, para que sepa que no sólo su ex puede darle lo que ella quiere.
Cristina y Sonia se miraron antes de contestar.
- ¡Qué pedazo de plan para un sábado por la noche! ¿Cómo nos íbamos a perder nosotras eso?
A esas alturas de la noche cada uno llevaba encima por lo menos tres ginebras con tónica. Yo ya sabía que Sonia resistía muy bien la bebida, pero Cristina y yo estábamos un poquito afectados. A las nueve menos cuarto estaba abriendo la puerta de casa de mi tía con las llaves que me había prestado su hija. Entramos y Sonia me dijo:
- Vuelve a cerrar, que no se de cuenta que hay alguien dentro.
- Sonia estás en todo –le contesté volviendo a echar la llave-.
La casa de mi tía era una casa antigua de pueblo, de la que habían arreglado la planta de arriba entera y la fachada de la planta baja. Yo la conocía bien de las veces que había jugado en ella con mis primas. Dando al patio trasero había dos habitaciones que estaban sin arreglar. Una de ellas, que era el cuarto de matanza, tenía una mesa grande y unas cadenas colgando del techo que eran perfectas para lo que quería hacerle a mi tía. Se la enseñé a Cristina y a Sonia.
- Que siniestro es esto –dijo Sonia-.
- Por eso, perfecto para una sesión sadomasoquista. –Le contesté-.
- Os podéis creer que ya estoy empapada sólo de pensarlo. –Dijo Cristina-.
Recordé que Cristina tenía un buen ramalazo sadomasoquista, que me demostró la primera que follamos.
- Coge ese saco y dame esas cuerdas. –Le pedí a Sonia-.
- ¿Qué hacemos? –Preguntó pasándome lo que le había pedido y quedándose ella con el saco-.
- La esperamos detrás de la puerta, cuando entre yo la inmovilizo y vosotras le ponéis el saco por la cabeza, cerramos la puerta y nos la traemos a esta habitación. Después ya vamos viendo. ¡Venga que es casi la hora de que llegue!
Fuimos rápido hacia la puerta y nos escondimos como pudimos.
- Pues yo también estoy empapada con la tontería –dijo Sonia-.
- Y yo palote perdido –les dije-.
Escuchamos trastear con la llave en la cerradura, vimos como la puerta se abría y mi tía, una vez cerrada de nuevo la puerta, volvía a meter la llave para echarla. Cuando iba a encender la luz salté sobre mi tía y la inmovilicé desde detrás mientras Sonia le ponía el saco sobre la cabeza.
- ¿Qué hacéis hijos de puta? Soltadme. –Gritaba mi tía mientras la empujaba a la habitación de la matanza-.
Cuando entramos en la habitación Cristina encendió la luz y Sonia le ató los brazos a mi tía con unas cuerdas alrededor de su cuerpo.
- Estate quieta y no te pasará nada malo. –Le dijo Sonia atándole las muñecas por delante-.
Ya atada la empujé contra la mesa de matanza dejándola boca abajo. Ella intentaba darme patadas por detrás, así que Sonia le ató los tobillos para que dejara de hacerlo. Mi tía trataba de revolverse en la mesa pero no podía, lo más que consiguió fue caerse al suelo y quedarse inmovilizada.
- Cállate o lo vas a lamentar –le dijo Cristina, tratando de apaciguar sus gritos-.
- ¿Qué queréis? No tengo dinero ni joyas en casa. –Dijo mi tía ya más calmada-.
- No queremos ni tu dinero ni tus joyas, te queremos a ti. –Le contestó Sonia-.
- ¿A mí para qué?
- Para satisfacer nuestros viciosos deseos y nuestras perversiones.
- ¿Qué vicios, qué perversiones? –Preguntó mi tía-.
- Todos los que queramos, zorra. –Le contestó en este caso Cristina-.
Yo mientras tanto había bajado unas cadenas del techo, luego la levantamos entre los tres y la llevamos a rastras debajo de las cadenas, le levantamos los brazos y le atamos las muñecas a las cadenas. Quedó casi colgando, sólo podía apoyar los pies si se ponía de puntillas.
- ¡Tía como me ha puesto esto, tengo el tanga empapado! –Le dijo Cristina a Sonia-. Estoy tan caliente que me voy a tener que hacer un dedo-.
- A mí me pasa igual, no pensaba yo que me fuese a gustar tanto este rollo.
Yo tenía el nabo como una piedra. Me puse a mirar a mi tía. Llevaba una falda, que por la posición tan estirada que tenía, le había dejado a la vista buena parte de sus muslos envueltos en las medias que llevaba. Su blusa, igualmente subida por su posición, dejaba a la vista su barriga y su bonito ombligo. Como decía Javier estaba buenísima.
- Carlos, yo quiero que me ates a mí también. –Me dijo Cristina en voz baja-.
- Desnúdate –le dije-.
Cristina se bajó la cremallera del vestido y se lo quitó. No llevaba sujetador. El tanga presentaba una mancha de humedad que cogía toda su entrepierna.
- Dame el tanga. –Le pedí. Ella se lo quitó y me lo dio, quedándose sólo con las botas altas negras-.
- ¡Cómo estás de buena Cristina, mañana cuando me vaya me voy a tener que matar a pajas! –Le dije-.
Bajé otras cadenas que estaban delante de mi tía y le ate las muñecas, dejándola también en una posición muy estirada. Los jugos le resbalaban por los muslos, dejándoselos brillantes. Verla desde detrás con los brazos arriba muy tirantes, su bonita espalda y su precioso culo muy elevado por los tacones y la posición estirada y sus piernas con las botas por encima de las corvas me pusieron como una moto. ¡Tengo que tranquilizarme o esto va a ser un desastre, pensé!
- ¿Qué te apetecería hacerles? –Le pregunté a Sonia-.
- Mejor pregúntame que no me apetecería.
Mi tía se movía intentando buscar una posición más cómoda. Me acerqué a ella por detrás y le puse las manos sobre sus tetas.
- ¿Qué me vas a hacer? –Me preguntó-.
- De entrada voy a desnudarte.
- Tu voz me suena, ahora no te reconozco, pero ya caeré en quien eres.
- No lo hagas –le dije intentando cambiar de voz-.
Le solté el gafete de la falda y le bajé la cremallera, después tiré de ella hacia abajo, hasta que quedaron a sus pies. Llevaba un tanga blanco que le hacía un culo precioso y unas medias sin liguero, también blancas. Después me puse delante de ella, agarré su blusa abotonada y tiré con fuerza hacia los lados hasta saltarle todos los botones. Debajo llevaba un sujetador blanco de encaje que le apretaba sus grandes tetas. Tiré hacia debajo de las copas del sujetador y le saqué las tetas, que se le quedaron presionadas hacia arriba por las copas. Vi que Sonia se había sentado en la mesa de matanza mirando hacia mi tía y hacia Cristina, se había levantado la falda y se tocaba el coño por encima del tanga. El nabo me dio un calambrazo con la visión.
- ¿Tú crees que es el momento de hacerte un dedo? –Le dije acercándome a ella-.
- No puedo evitarlo Carlos, no puedo estar más caliente.
Me puso su mano en la entrepierna y empezó a sobarme la polla sobre los pantalones.
- ¿Por qué no descargamos y nos quedamos más tranquilos para el resto de la noche? –Le dije-.
Sonia me abrió los pantalones y me sacó la polla.
- ¡Joder como te babea la polla, tienes los bóxers empapados! Déjame que te la seque.
Se puso en cuclillas y empezó a lamerme el capullo, sin dejar de tocarse por encima del tanga. Luego se puso de pie de cara a la mesa, sin perder de vista a mi tía y a Cristina, se echó hacia delante y me pidió que la follara, cosa que hice de inmediato después de darle dos fuertes cachetes en su durísimo culo.
- ¡Dame más fuerte! –Gritó al minuto de estarla follando-.
- ¿Qué hacéis cerdos? ¡Iros a follar a vuestra puta casa! –Gritó mi tía-.
- ¡Cállate zorra y escucha como follan! –Le dijo Cristina, que sin éxito trataba de doblar la cabeza para vernos-.
- ¡No quiero callarme, niñata! –Le contestó mi tía-.
Se la saqué a Sonia, me terminé de quitar los pantalones y los bóxers, cogí el tanga empapado de Cristina que estaba sobre la mesa, por detrás levanté el saco que cubría la cabeza de mi tía y se lo puse de mordaza.
- ¡Qué barbaridad, que peste a puta caliente! –Fue lo último que dijo antes de dejar de poder hablar y que le volviera a tapar la cabeza con el saco-.
- ¿A qué te gusta el sabor del tanga de mi amiga, guarra? –Le dijo Sonia-.
Volví a ponerme detrás de Sonia y a metérsela.
- ¡Aaaaahhhh, que me revientas! –Gritó cuando le entró hasta el fondo-.
Mientras follaba con Sonia y le agarraba las tetas por encima de su vestido, miraba a las dos colgadas del techo y me ponía cada vez más fiera. La imagen de mi tía medio desnuda, con parte de su ropa trabándole los pies y tratando de liberarse era para volverse loco y la de Cristina desnuda, colgada de las muñecas y con sus duras nalgas elevadas por el efecto de los tacones, no la iba a olvidar en mucho tiempo, si es que alguna vez llegaba a olvidarla. Sonia gritaba como una loca:
- ¡Fóllame, fóllame, más fuerte, no pares, no pares, que escuchen estas zorras como me corro!
Mi cuerpo bombeando contra su culo sonaba como una tralla, cada vez fuerte y más rápido.
- ¡Córrete ya puta y deja que ahora me folle a mí! –Gritó Cristina revolviéndose colgada del techo-.
- ¡Uuuummm, uuummm! –Eran los únicos sonidos que podía emitir mi tía con el tanga tapándole la boca-.
- ¡Aaaaahhhh, me corro, me corro, me corro, sigue, sigue follándome, aaaahhhh…! –Gritó Sonia corriéndose y dejándose luego caer en la mesa-.
Yo tenía tal calentura encima que estaba como loco, además notaba que tenía una erección de esas que podías estar horas sin correrte y con la polla cada vez más dura. Deje a Sonia, me quité la camiseta y me la lie en la cabeza, le quité el saco de la cabeza a mi tía y me coloqué detrás de Cristina.
- ¡Fóllame, fóllame ya! –Me dijo-.
- No vas a tener tanta suerte.
Cogí una pequeña pala de chimenea vieja que estaba colgada de la pared y le di un golpe con ella en el culo a Cristina que resonó en toda la habitación.
- ¡Aaayyy! –Gritó del dolor-.
Yo seguí golpeándola y ella lamentándose de cada golpe. Paré creyendo que le estaba haciendo daño.
- ¿Por qué paras? ¡Sigue dándome por todo el cuerpo! –Me gritó-.
Le di un par de golpes más en el culo, que lo tenía ya totalmente rojo, y empecé a darle golpes con la pala en los muslos.
- ¡Fóllame ya, cabrón! –Me gritaba una vez tras otra-.
- ¡Fóllatela ya, no ves que la muy puta no puede aguantar más! –Gritó mi tía detrás de mí, que no sé cómo había conseguido zafarse de la mordaza-.
Continué sin hacerles caso, me puse delante de Cristina y le golpeé las tetas con la pala. Estaba loco con la calentura, sentir como le gustaba que la golpeara me tenía desquiciado. Decidí parar los golpes y follarme a Cristina. Le bajé algo la cadena que la tenía cogida por las muñecas para que pudiera inclinarse hacia delante, luego me puse detrás de ella, le abrí las piernas con las manos, le sobé el chocho, por el que segregaba jugos cómo no le había visto nunca, se la metí entera y luego la agarré por las tetas moviéndola de adelante a atrás.
- ¡Así, así, dale fuerte, que note tu polla hasta la garganta! –Gritaba mi tía fuera de sí-.
- ¡Mira como disfruta la muy guarra! –Dijo Sonia, ya desnuda, repuesta del desvanecimiento, poniéndose delante de Cristina-.
Sonia le cogió la cara a Cristina, le apretó las mandíbulas y le metió la lengua en la boca hasta la campanilla.
- ¡Qué bien os lo pasáis, cabrones! ¿Es que no tenéis nada para esta madura caliente? –Gritó mi tía-.
- ¡Tú espera que ya recibirás lo tuyo, ahora me están follando a mí! –Le contestó Cristina-.
Cristina empezó a convulsionarse y noté como un tremendo chorro de jugos empujaba mi polla hacia fuera de su chocho. Se la saqué y ella empezó a soltar chorros por el chocho, uno detrás de otro como si fuera una fuente. Le fallaron las piernas y se quedó colgando de los brazos.
- ¡Vaya con la niñata, sí que estaba caliente! –Dijo mi tía-.
Entre Sonia y yo la soltamos y la llevamos a la mesa, dejándola allí tumbada semiinconsciente. Como delirando decía:
- Ha sido el mejor polvo de mi vida, qué calentón con el sadomasoquismo.
- ¿Me toca a mí ya? ¡No vayas a correrte sin follarme a mí, cabrón! –Gritaba mi tía que no podía vernos-.
Me apoyé en la mesa para recuperar el aliento.
- ¿A qué esperas maricón? –Vaya la boquita que estaba echando mi tía, pensé. Pues te vas a enterar-.
Me puse detrás de ella y tiré de su tanga hacia arriba para rompérselo contra el coño. Con la presión contra su chocho el tanga empezó a soltar los jugos que mi tía había estado segregando. Me costó, pero al final el tanga cedió y se le quedó roto enrollado en la barriga, luego tiré de su blusa hacia atrás hasta hacerla jirones y finalmente tiré de su sujetador, hasta que los gafetes se rompieron y se le quedó colgando de los hombros. Fui a por la pala con la que había golpeado a Cristina, volví a ponerme detrás de ella y le golpeé las nalgas con saña.
- ¡Más fuerte, más fuerte, no siento los golpes, nenaza, maricón! –Gritaba ella fuera de sí-.
Sonia se puso delante de ella, le cogió los pezones y se los retorció sádicamente.
- ¿Esto tampoco lo sientes, puta? –Le dijo acercando mucho su cara a la de mi tía-.
- ¡Aaaaagggg, sigue apretando que me estoy corriendo, retuerce más niñata!
Mi tía se corrió, pero yo sabía que no había hecho más que empezar. Seguí golpeándole los muslos y las nalgas con la pala, mientras Sonia le apretaba salvajemente las tetas y los pezones.
- ¡Métemela por el culo, cabrón de mierda! –Pidió mi tía-.
- ¡Métesela, reviéntala, a ver si se calla! –Dijo Cristina detrás de mí ya repuesta-.
Me apartó de detrás de mi tía, le metió tres dedos en el chocho, que salieron empapados y luego se los fue metiendo progresivamente por el ojete. Me puse en cuclillas detrás de Cristina, le abrí las nalgas y le metí la lengua en su ojete.
- ¡A mí no, a la guarra esta, que ya está lista! –Me dijo-.
- ¡Niñata, yo estoy lista desde mucho antes de que tú nacieras! –Dijo mi tía-.
Sonia le soltó la cadena lo suficiente para que pudiera doblarse y quedarse con su hermoso culo en pompa. Cristina me cogió la polla, la enfocó al ojete de mi tía y me dijo:
- Empuja hasta que le revientes las tripas.
- ¡A mí no me revienta nadie!
De un golpe de caderas le metí más de la mitad de la polla.
- ¡Aaaaggg, qué bueno, sigue metiéndomela!
Cristina se puso delante de mi tía, le mordió los labios, luego se arrodilló le metió otra vez tres dedos en el chocho y le pegó su boca al clítoris. Sonia volvió a estrujarle las tetas y los pezones a mi tía y yo en dos embates más se la metí hasta el fondo del ojete.
- ¡Sois una pandilla de niñatos gamberros viciosos, pero no lo hacéis mal del todo! –Gritaba mi tía-.
Cristina demostrando sus capacidades, le comía el coño alternativamente a mi tía y a Sonia, con una mano le metía los dedos a mi tía en el chocho y con la otra se machacaba el suyo.
- La vieja se va a volver a correr de un momento a otro. –Dijo Sonia-.
- ¡Vieja será tu puta madre! –Le contestó mi tía y Sonia le pellizcó y le retorció los pezones todavía con más saña-.
Empecé a notar que por fin iba a poder correrme y aceleré el bombeo en el culo de mi tía, que al poco gritó:
- ¡Me voy a correr, no paréis por Dios, sé que voy a empalmar uno con otro! ¡Aaaaahhhh, seguid, no paréis, no paréis, más, quiero más!
Cuando mi tía debía ir por el tercero seguido, empecé a correrme en su culo como si llevara meses sin hacerlo.
- ¡Así sobrino, córrete, siento como me inundas el culo! –Gritó mi tía-.
¡Coño me ha pillado, la jodimos! Pensé, sin dejar de bombear en su interior.
- ¡Joder como se corre la vieja, me está poniendo perdida! –Gritó Cristina, que al momento empezó también a correrse, a la misma vez que lo hacía Sonia-.
Me tuve que sentar en el suelo porque estaba desfallecido, igual que Cristina y Sonia y mi tía quedó como muerta colgada de las cadenas.
- ¿Desde cuándo sabías que era yo, tía? –Le pregunté al recuperar el resuello-.
- Desde que noté tu polla contra mí culo cuándo me agarraste en la puerta. –Me contestó-. Igual que reconocí a la hija de la peluquera y a la hija del llave inglesa. Por favor, ayudadme a subir las escaleras de casa, no tengo fuerza en las piernas.
Nos levantamos cogimos nuestras ropas, soltamos a mi tía de las cadenas y todos desnudos, conseguimos subirla al piso de arriba.
- Llevadme a mi baño, por ahí. –Nos indicó mi tía-.
Entramos a su dormitorio y de ahí a su baño. Era una habitación muy grande con una bañera redonda semihundida en el centro, una placa de ducha grande, una encimera con dos lavabos, con un espejo que cogía todo el frente y el resto de las piezas pegadas a la pared.
- ¡Qué bien te lo montas, Julia! –Dijo Sonia cuando vio aquel inmenso baño-.
- Al gilipollas de mi ex le dio por ahí cuando hicimos la reforma. Esta sin estrenar, ni una vez follamos aquí. –Le contestó mi tía-.
La sentamos en el inodoro mientras la bañera se llenaba y ella aprovechó para mear sonoramente.
- Creí que antes me iba a mear encima. No podía aguantar más. –Dijo entre expresiones de satisfacción-.
Con la bañera llena la ayudamos a quitarse los jirones de ropa que le quedaban puestos y a meterse dentro. Cristina y Sonia entraron también. A mí el folleteo me había dado hambre.
- ¿Tía tienes algo de comer? –Le pregunté-.
- En la nevera hay alguna cosa, aprovecha y tráete una botella de champán y unas copas, que celebremos esta fantástica primera noche.
Las dejé a las tres en el baño y fui hacia la cocina. Pensé que no tenía previsto que mi tía supiera que era yo quien la había asaltado, pero ya era inevitable. Abrí el frigorífico y era claro que mi tía no había hecho la compra hacía varios días. Además de dos botellas de champán, lo único que había eran unas fresas y un bote de nata. Conociendo a las tres, aquello iba a resultar una tentación irresistible para un nuevo cachondeo. Cogí las cosas y volví al baño. Sonia le estaba comiendo la boca a mi tía, mientras Cristina las miraba embobada.
- Ya veo que os estáis conociendo mejor. –Les dije al entrar, pero ellas no me hicieron el menor caso-.
Descorché una botella de champán, con el ruido conseguí que me miraran y les pasé las copas ya llenas. Luego cogí las fresas y la nata y me metí en la bañera al lado de Cristina.
- ¿Sobrino que quieres que hagamos con las fresas y la nata?
- Vosotras no sé, yo comérmelas que tengo más hambre que el perro de un ciego.
- No seas aburrido Carlos. –Me dijo Cristina-.
- ¡Joder aburrido! ¿Es que vosotras no tenéis hambre?
- Algo sí, pero además de comer también podemos divertirnos un poquito. –Dijo mi tía-. Poneros de rodillas en la bañera mirando para fuera. –Le dijo luego a Cristina y a Sonia, que vieron el cielo abierto para seguir la noche como había empezado-.
- Tía de verdad que necesito comer.
- Y vas a comer. –Me contestó-.
Cogió una fresa y la puso entre las nalgas de Cristina, luego cogió la nata y puso un poco sobre la fresa y el culo.
- Mira qué forma tan divertida de comerse unas fresas en un culo tan bonito como este. –Dijo mi tía y acercando su boca al culo de Cristina, cogió la fresa, se la comió, luego lamió toda la nata que se le había quedado entre las nalgas y después hizo lo mismo en el culo de Sonia, que había empezado a besar a Cristina-.
Mirándola pensé en la sensualidad que desbordaba mi tía Julia, que yo nunca había supuesto que pudiera tener hasta el día que la escuché contarle a mi madre sus tendencias masoquistas.
- ¿A qué es más divertido comérselas así, quieres probar un par de ellas? –Me preguntó mi tía-.
- Si me las preparas haré lo que pueda. –Le contesté admirando los jóvenes, duros y carnosos culos de Cristina y Sonia-.
Ella volvió a poner una fresa en el culo de cada una y las embadurnó de nata. Me puse detrás de ellas, primero me comí la del culo de Sonia, rebañando bien la nata con la lengua y después la del culo de Cristina. El jueguecito hizo que me volviera a empalmar.
- Sobrino, demuestras ser un chico muy listo cuando tienes amigas tan divertidas y tan guapas. –Me dijo mi tía mientras terminaba de lamer el culo de Cristina-.
Mientras Sonia y Cristina seguían besándose entre ellas, mi tía me cogió la polla y empezó a hacerme una paja.
- Tía no respondo de mí. –Le dije-.
- Ni yo de mí. –Me contestó ella, sin dejar de mover su mano sobre mi polla-. Carlos estoy feliz y quiero que todo el mundo lo sepa. ¿Podéis hacernos una foto? –Les preguntó a Cristina y a Sonia-.
- Tía déjate de fotos –le dije-.
- No seas aguafiestas –me contestó mi tía-.
- Claro –le contestaron las dos-. ¿Cómo la quieres?
- Así como estamos. Que a mí se me vean la cara y las tetas mientras se la como a mi sobrino.
Cristina fue por el móvil, yo me puse de pie al lado de mi tía, que se metió mi polla en la boca todo lo que pudo y Cristina disparó varias fotos.
- Envíamela, que mañana se la pienso mandar a mi ex y a la guarra de su amante, para que rabien.
Mi tía volvió a meterse mi polla en la boca, Cristina se metió de nuevo en la bañera y empezó a comerle el chocho a Sonia.
- ¿No tenéis hambre? –Le preguntó mi tía a las dos-.
- Yo ya estoy comiendo –le contestó Cristina-.
- No me refiero a eso. Sobrino pásame el bote de nata. -Se lo di, ella lo movió y me puso nata por encima de toda la polla-. Me refiero a esto.
Las tres de rodillas en la bañera empezaron a lamer toda la nata cada una por un sitio.
- Vais a acabar conmigo y tú, tía, eres la peor de las tres. –Les dije-.
Mi tía volvió a poner nata cuando se la tomaron toda y las tres volvieron a lamérmela. Luego mi tía me dijo:
- Déjame que te mire mientras te follas a estas dos preciosidades.
- ¿También tienes la misma afición que la tía Marisa? –Le pregunté-.
- De vez en cuando, no soy tan viciosa como ella, pero ver a tres chicos tan jóvenes y tan calientes me pone mucho. De jovencitas mirábamos a tu madre cuando se traía a algún noviete a casa y nos corríamos las tres a la vez.
¡Joder con mi madre y mis tías, que bien se lo pasaban las tres de jovencitas! Yo me había sentado en la bañera, Sonia se había puesto de espaldas a mí entre mis piernas y se había dejado caer metiéndose mi polla hasta el fondo. Le cogí sus preciosas y grandes tetas y ella empezó a subir y bajar apoyada en mis rodillas. Cristina metió también la cabeza entre mis piernas y empezó a lamerme los huevos, mientras se metía dos dedos en el chocho y con los dedos de la otra mano se apretaba el clítoris. Mi tía nos miraba acariciándose el chocho y pellizcándose los pezones.
- ¡Carlos apriétame más fuerte las tetas! –Me dijo Sonia y yo se las apreté y se las retorcí-.
- Así, así, me encanta que me estrujen las tetas.
- Y a mí estrujártelas. ¡Qué duras las tienes!
Sonia había cogido un ritmo infernal de sube y baja alrededor de mi polla.
- ¡Carlos no pares de estrujarme las tetas, siento que me voy a correr de un momento a otro!
- ¡Córrete Sonia, córrete! –La animó Cristina antes de meterse mis huevos enteros en la boca-.
- ¡Aaaaagggg, qué gusto por Dios, me voy a morir del gusto, aaaagggg! –Gritó Sonia al correrse-.
Luego, como pudo, se levantó y se sentó a mi lado. Cristina aprovechó para meterse mi polla en la boca, sin parar de sobarse el chocho. Mi tía parecía que quería gastarse el chocho de la velocidad y la fuerza con que lo sobaba.
- ¡Cristina me estás dando mucho placer! –Le dije mirando cómo engullía mi polla y volvía a sacársela de la boca-.
- ¡Vaya mamadas que hace esta chica para ser tan joven! –Exclamó mi tía-. Si te comes los chochos igual debe ser maravilloso.
- ¡Cristina no puedo más, me voy a correr! –Le dije al sentir que mi polla iba a reventar-.
- ¡Córrete, yo también me voy a correr!
Empecé a soltar chorros de lefa que Cristina intentaba tragarse sin conseguirlo del todo y empezó ella a correrse sin sacarse mi polla de la boca.
- ¡Aaaaahhhh! –Gritó mi tía acelerando todavía más el ritmo de su mano sobre su chocho, al correrse-.
- ¡Qué noche, esto hay que repetirlo! –Dijo Sonia, cuando caímos los otros tres desfallecidos-.
Nos secamos unos a otros y nos fuimos los cuatro a la cama de mi tía. No tardamos ni un minuto en dormirnos. Tenía razón Sonia, ¡joder que noche!
Me desperté con los primeros rayos de sol, me incorporé y miré a mí alrededor, estaban las tres abrazada como si tuviesen frío. Me levanté y les eché una sabana por encima. Tenía una medio erección matutina y unas ganas de mear tremendas. Fui al baño y me senté en el inodoro para no regar todos los bordes de la taza. Cuando logré empezar a mear aquello no tenía fin. Se abrió la puerta y apareció Cristina tan maciza como siempre.
- ¿Te queda mucho? –Me preguntó-.
- Un poquito –le contesté-.
Se vino hacia mí y mirándome a los ojos se sentó a horcajadas sobre mis piernas y empezó a mearse encima de mi polla y de mi barriga.
- No podía esperar. ¿Te molesta? –Me preguntó mientras me besaba en la boca-.
- Ni lo más mínimo, meas muy calentito y con mucha fuerza. –Le contesté-.
- ¡Uuuummm, qué gusto mear así! Creo que lo vamos a hacer todas las mañanas. –Exclamó irguiéndose para que sus tetas quedaran a la altura de mi boca-.
- A mí también me gusta mucho este desayuno. –Le dije metiéndome uno de sus pezones en mi boca-.
Era una sensación muy excitante. Sentir su potente chorro de meado sobre mi polla y mis ingles, mientras yo meaba también, aunque cada vez con más dificultad, porque la medio erección se había completado y tenía la polla ya como un leño otra vez. Cuando terminamos de mear los dos metió su mano bajo su cuerpo empezó a sobarme la polla.
- Fóllame así –me dijo, metiéndose mi polla en su chocho-.¡Aaaaggg, que rico! –Exclamó cuando la tuvo entera dentro-.
Movía sus caderas rítmicamente adelante y atrás con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Yo tenía las manos en su culo y le iba lamiendo y mordiendo sus pezones, que se le habían duplicado de tamaño.
- ¿Qué prefieres, que te despierte metiéndote la polla en la boca, como me dijiste hace algún tiempo, o mearte encima de mí y luego follar como ahora? –Le pregunté-.
- Las dos cosas, primero me despiertas con tu polla y después nos meamos.
- Cristina me encanta como eres.
- ¿Y cómo soy?
- Muy caliente y muy desinhibida.
- ¡Pues anda que tu tía!
- También, pero ella no es tan desinhibida como tú.
- ¡Anda, fóllame y déjate de filosofía!
Seguí comiéndole las tetas y sobándole el culo, hasta que me dijo:
- ¡Carlos me voy a correr! ¿Puedes correrte conmigo?
- Lo estoy deseando.
- ¡Pues ahora, siiiiii, ahora, ahora, siento como te estás corriendo conmigo, sigue corriéndote, no la saques, aaaahhh…!
Terminamos de corrernos los dos y nos quedamos en la misma posición abrazados.
- ¿Qué vas a hacer? –Me preguntó-.
- Ducharme e irme para Sevilla, tengo trabajos que entregar mañana en la facultad.
- Prométeme que me mirarás por la cámara.
- Prometido.
- Si lo haces, te avisaré cuando Sonia y yo estemos solas.
- ¡Qué tentación!
- Bueno, te dejo que te duches, me vuelvo a la cama.
Se levantó se puso un trozo de papel higiénico en el chocho para no gotear mi crema y salió del baño. Mientras me duchaba volví a pensar en lo afortunado que era teniendo a Cristina, bueno y también a Sonia. Me vestí en el baño, donde se había quedado mi ropa la noche anterior. Cuando terminé salí al dormitorio creyendo que las tres estarían dormidas, pero me equivoqué. Cristina y Sonia tenían atada a mi tía de pies y manos a la cama y le estaban aplicando el consolador negro que ya le conocía a mi tía y un soplador de clítoris.
- ¿No tenéis límite? –Les pregunté-.
- No seas muermo sobrino.
Decidí dejarlas allí a las tres, si me quedaba un minuto iba a terminar follando otra vez y no volvería a Sevilla hasta la tarde. Fui andando a la estación de autobuses, no había nadie por la calle. Esperando el autobús me encontré con Javier, que también se volvía a Sevilla.
- ¿Dónde os metisteis anoche? –Me preguntó-.
- Tuve que ir a casa de mi tía Julia.
- ¡Qué buena está tu tía Julia! –No lo sabes tú bien, pensé-.
- No seas pesado con lo de mi tía.
Llegó el autobús y nos montamos. Íbamos solos.
- ¿Y a ti qué tal te fue? –Le pregunté-.
- Bien y mal.
- ¿Cómo es eso?
- Tuve que ir a mear en el pub y cuando salí de la cabina había dos pibitas tela de buenas entre la puerta de salida de los aseos y las cabinas. Supuse que estaban esperando para entrar al de las tías, pero cuando me voy a cruzar con ellas, me dicen: hola Javier, ¿tienes prisa? Yo ninguna, les contesté, entonces acompáñanos, me dicen las tías, me meten en la cabina de tías y cierran la puerta.
- ¡Joder estaban lanzadas!
- Eso pensaba yo y me empalmé de momento. Las tías empiezan a sobarme la entrepierna y yo empiezo a sobarle las tetas, aunque las tenían más bien pequeñitas. Entre las dos me abren el pantalón y me bajan los calzoncillos. Cuando me ven el nabo, se miran una a otra y dicen: este tío no es. Me dan una hostia y me dejan allí tirado.
Pensé que eran las consecuencias de la trola que le había metido Clara a las clientas y que la camarera del pub se habría dedicado a difundir.
- ¿Qué raro no?
- Eso pensé yo, pero estaba tan caliente con el manoseo que me habían metido las tías, que empecé a hacerme un pajote pensando además, que estaba en el baño de las tías y en la cantidad de chochitos que habrían pasado por allí. Cuando estaba en lo mejor del pajote se abre la puerta y aparece una tía más gorda que su puta madre, que se pone a gritarme que era un pervertido. Alertados por los gritos de la gorda aparecen dos tíos, me sacan a patadas y me echan del pub insultándome lo más grande.
- Total que te luciste.
- Pues sí, traté de cerrarme los pantalones y me fui cagando hostias antes de que me mataran.
- ¡Qué mala suerte tienes siempre!
- No te creas que las tías me sobaron el nabo por encima de los pantalones a base de bien. Yo creo que esas tías otro día follan.
- Igual sí.
Me llamó mi madre al móvil:
- Hola Carlos, ¿dónde estás que no has venido a dormir?
- Ahora en el autobús de vuelta a Sevilla, tengo trabajos que entregar mañana en la facultad.
- ¿Y anoche?
- Me quedé a dormir en casa de un amigo.
- No me mientas, que mi hermana Julia me ha enviado una foto.
- ¿Entonces para qué me preguntas?
- Gracias Carlos, tu tía está encantada.
- Déjalo ya mamá.
- De acuerdo. ¿Oye te has enterado de lo que pasa?
- ¿Qué pasa de qué?
- ¿No viste anoche la tele?
- Mamá, ¿cómo voy a ver la tele y cumplir tu encargo?
- ¡Yo que sé, da tiempo para todo!
- Bueno, pues a mí no me dio. ¿Entonces qué es lo que pasa?
- Que el gobierno va a ordenar el aislamiento social, por lo del virus ese de China.
- ¿El aislamiento social?
- Sí, que no se va a poder salir de casa.
- Pues a mí ya me coge en el autobús camino de Sevilla.
- Trata de volverte cuando llegues a Sevilla.
- Haré lo que pueda. Luego te llamo. –Colgué y le pregunté a Javier:-
- ¿Tú te has enterado que van a ordenar una cuarentena?
- Sí, lo oí anoche en la tele, pero como yo ya estoy aislado, pues no le hice mucho caso.
- Me lo podía haber dicho antes.
- Cómo estábamos charlando de otra cosa, pues se me pasó.
Llegamos a Sevilla y estaba la policía en la estación. Traté de volver a coger el autobús de vuelta, pero me dijeron que ni hablar, que me fuera directamente a dónde viviera en Sevilla. Javier y yo echamos andar. La residencia de Javier estaba de paso para el piso, así que nos fuimos juntos. Cuando llegamos a la residencia estaba cerrada, Javier estuvo llamando al telefonillo hasta que consiguió hablar con alguien.
- Hola, ábreme por favor, que yo vivo aquí.
- Debes volver a tu casa.
- Vengo de la estación y no me dejan volver a mi pueblo.
El que fuera le abrió con muy pocas ganas, me despedí de Javier y continué camino hacia el piso. No había un alma en la calle. Llegué al piso sobre las once de la mañana.
- Hola primo, ¿por qué no te has quedado en el pueblo? –Me dijeron mis primas asomando la cabeza por la puerta del salón-.
- Lo he intentado pero la policía no me ha dejado subir al autobús. –Les contesté yendo hacia el salón-.
Mis primas y Antonia estaban con sus pijamas cortos y sus camisones medio transparentes.
- ¿Te has enterado que han cerrado la universidad? –Me preguntó mi prima María-.
- No, no me he enterado de nada.
- ¿Pero tú en qué mundo vives?
- Estuve muy liado ayer –le contesté mirando a su hermana Julia y a mi prima Luisa-.
- Pues vamos a tener que estar quince días sin salir más que para comprar comida. –Dijo mi prima Julia-.
- ¡Eso no puede ser, yo tengo hora mañana en la peluquería! –Protestó Antonia-.
- Pues vete haciendo a la idea de que no vas a poder ir. –Le dijo Luisa-
- Yo no puedo estar quince días sin ver a Luis –dijo Vero-.
- ¿Y quién es el tal Luis? –Le preguntó su hermana Luisa-.
- El follamigo de turno –le contestó Vero-.
- Yo no había pensado en eso. ¿Cómo voy a estar quince días sin follar? –Terció María-.
- ¡Venga no es para tanto! –Le contestó Luisa-.
- ¡Claro para ti no, como tú vas a estar encerrada con tu novia! –Le contestó María-.
- Hay cosas peores, a mí se me han acabado las pilas del vibrador y no tengo de repuesto. –Dijo Julia-.
¡Qué horror, voy a tener que estar encerrado con mis primas durante quince días sin poder salir! Pensé, espantado con la sola idea de lo que se me venía encima.
(Continuará. Espero que estéis todos bien y aprovechéis el confinamiento como yo lo aprovecharé para conocer más a fondo a mis primas. Sin bromas, cuidaos).