Compartiendo piso de estudiante con mis primas IV

Llega la hora de empezar a cumplir mis compromisos. La madre de Cristina le levanta el castigo, después de la tarde de sexo y más cosas que pasamos juntos. Mi prima Julia se viene a pasar unos días al piso y me cuenta su parafilia. El pobre Javier no levanta cabeza. Y muchas cosas más. Gracias.

( Como en las anteriores entregas, para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los tres capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, os copio sus direcciones: https://www.todorelatos.com/relato/156465/https://www.todorelatos.com/relato/156932/ y https://todorelatos.com/relato/157222/ Que lo sigáis pasando tan bien leyéndolos, como yo escribiéndolos).

Durante los días siguientes la presión de mi madre y de mis primas para que fuera cariñoso con mis tías fue en aumento, lo mismo que la de Cristina para que me follase a su madre, llegando a prometerme un trío con Sonia si lo hacía, promesa que desde luego me incentivaba mucho. Yo le daba vueltas a la cabeza pensando qué podía hacer para cumplir los compromisos que había empeñado. El jueves mi prima María me dijo a la hora de la cena:

-              Carlos mañana viene mi hermana Julia a pasar unos días a Sevilla y se quedará en el piso. Yo le he ofrecido mi cama, pero ella me ha dicho que prefiere dormir en su habitación de siempre, es decir la que tú ocupas ahora, así que hazle sitio.

Mi prima Julita era hija de mi tía Julia, como mi prima María. Entonces tendría unos veintidós o veintitrés años. La diferencia de edad entre los dos siendo adolescentes había hecho que nos tratáramos poco y que ella me pareciera una estirada de mucho cuidado.

-              Si no hay más remedio, que le vamos a hacer. –Le contesté-.

Los viernes tenía la clase de Carmen y siguiendo su petición ese viernes no asistí a la facultad. Me desperté algo más tarde de lo habitual, cuando ya debían haberse marchado mis compañeras de piso, y me quedé un rato perreando en la cama mirando el móvil, tenía varios mensajes de la noche anterior. Empecé por el que recibía casi diariamente de Clara, la madre de Cristina:

-              Voy a estar mañana viernes por la mañana en Sevilla. El curso al que voy termina a medio día. Si quieres podemos comer y echar la tarde juntos, haciendo lo que los dos queramos. Contéstame algo.

Era una oportunidad de verla, aunque no me apeteciera demasiado, salir del tema y que le levantara el castigo de Cristina. Le contesté:

-              Por mí de acuerdo, pero tienes que levantarle el castigo a Cristina.

-              Eso depende de ti. –Me contestó casi al instante-.

-              ¿Dónde nos vemos?

-              Te lo digo más tarde cuando lo piense.

El siguiente mensaje era de Sonia, la amiga de Cristina:

-              Hola Carlos. Me ha dicho Cristina que su madre va a estar mañana en Sevilla, que hagas lo que puedas por verla y hacerle lo que tú ya sabes.

¡Joder con el cerco que me estaban haciendo la madre y la hija! El siguiente era de mi madre:

-              Carlos no te olvides de lo que me prometiste. Tu tía Marisa está cada vez peor y empieza a ser muy preocupante para todos.

Iba a tener que dar número para follar a las recomendadas de unos y otros. El último mensaje era de mi amigo Javier.

-              Tío me hubiera gustado comer hoy contigo y luego ir al club de maduras, pero tengo una CITA con una madura calentorra. El anuncio que puse en la página “madurasquequierenfollar.com” empieza a dar resultado. ¡Me voy a poner las botas a follar!

¡Otra tontería de Javier, es qué no se cansa! Entré en la página que decía en su mensaje. En la pantalla de inicio se veían fotos de mujeres de unos cuarenta años de edad y muy buen ver, ligeritas o muy ligeritas de ropa. Evidentemente eran fotos de reclamo, porque a algunas de las mujeres las reconocí de salir en otros anuncios de algunas páginas porno. Intenté profundizar un poco más, para saber en qué lío se iba a meter Javier, pero ya no pude, había que registrarse y no quería hacerlo. Mientras miraba la página recibí un mensaje de Puri, mi vecina:

-              Carlos, el piloto o palote o como se diga ha sido un éxito total. Dice Paca que hemos batido el record de la página con más de cien mil visitas en dos días. Tenemos que vernos para celebrarlo.

Me alegré por Paca y Puri, sobre todo por Paca, que la pobre lo había pasado muy mal económicamente. Me acordé de la grabación del piloto y, parafraseando a Puri, me puse medio palote. Me levanté y en pelotas, con mi medio erección, me dirigí al baño, en el convencimiento de que estaba solo en el piso. Medio segundo antes de abrir la puerta del baño para entrar, la abrió Antonia para salir.

-              ¡Coño Carlos, que susto, creía que estaba sola!

Antonia iba desnuda con una toalla liada en la cabeza. Ya había visto a Antonia desnuda en la playa y sabía que estaba buenísima, pero el detalle de la toalla en la cabeza, no sé porqué, me resultó de lo más morboso.

-              Perdona Antonia, yo también creía que estaba solo. –Le dije tapándome con las manos. Ella, por el contrario, no hizo ningún intento de cubrirse-.

-              Bueno, estas cosas pasan cuando a los ocupantes de un piso les gusta ir desnudos, en cuanto tienen la mínima posibilidad. –Dijo ella sin moverse de la puerta del baño-.

-              Termina tú y me avisas luego.

-              No hace falta que te tapes, que no voy a ver nada que no haya visto ya. Voy a recoger mis cosas y te dejo el baño libre.

Me quité las manos de delante de la polla. No me resultaba muy razonable que yo me tapara y ella siguiera en pelotas sin la mínima intención de cubrirse.

-              ¿No tienes clase hoy? –Me preguntó mientras recogía sus cosas, dándome la espalda y mostrándome su precioso culo y su chocho depilado comprimido entre sus muslos-.

-              He dejado una asignatura, me voy a presentar al examen final, en vez de seguirla por curso. ¿Y tú, tampoco tienes clase?

-              En mi facultad los viernes no hay clase.

-              ¡Qué suerte!

-              Pues sí, empezar el fin de semana los jueves por la tarde es fantástico.

-              Si llego a saberlo antes me matriculo… –culo el que tú tienes, no pude evitar pensar- …en tu facultad.

-              ¿Has tomado café?

-              Todavía no.

-              ¿Quieres?

-              Sí gracias, lo necesito para despertarme.

Me resultaba curioso mantener esa conversación con Antonia, estando los dos desnudos como si fuéramos pareja.

-              ¿Te importa si me quedo desnuda?

-              En absoluto, precisamente estaba pensando que me resultaba curioso que estuviéramos charlando los dos así, desnudos.

-              Si por mí fuera estaría siempre desnuda, como en casa de mis padres.

-              Qué familia más liberal.

-              Mis padres son nudistas y a mí me educaron también en el naturismo.

-              A mí también me gustaría, pero compartiendo piso con cuatro chicas, me da un poco de palo ir con el mandado al aire.

-              Bueno voy a hacer el café mientras tú entras al baño. –Dijo Antonia saliendo del baño-.

Entré, entorné la puerta y comencé a orinar. Olía de maravilla al champú y al gel que habría usado Antonia en la ducha. Me gustaría ducharme con ella aunque sólo fuera por ese olor. Escuchaba el trasteo de Antonia en la cocina preparando el café. Me gustaba Antonia, además de guapa y de estar buenísima, me agradaba su carácter desinhibido, lo mismo se dejaba el soplador del clítoris en el lavabo, que iba desnuda por la casa. Terminé de orinar, me sequé la última gotita, pulsé la cisterna y fui a la cocina. Antonia estaba de espaldas, tenía un culo muy, pero que muy bien puesto, un poquito respingón, de nalgas carnosas y muy apretadas.

-              ¿Te sirvo el café? –Me preguntó-.

-              No hace falta, sírvete tú y luego me lo pongo yo.

Después de servirnos el café nos quedamos los dos de pie de frente.

-              ¿Te excita verme desnuda? –Me preguntó Antonia al ver que tenía la polla morcillona-.

-              Estoy intentando que no, pero parece que no lo consigo del todo.

-              Tú prima Luisa está obsesionada con tu polla.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Por las noches habla de ella en sueños.

-              No me lo creo.

-              De verdad, dice cosas como: Carlos, por favor, usa tu polla; o la polla de Carlos podría solucionarlo; y cosas así.

Mi prima debía soñar con los problemas de su madre y con la solución en la que se habían empeñado la mía y mis dos primas.

-              Debe ser otra cosa.

-              Tú sabrás que Luisa y yo estamos manteniendo una relación lésbica. Que sueñe con tu polla no me hace precisamente feliz.

-              Seguro que no es eso.

-              ¿Entonces qué es?

-              No lo sé –le mentí-.

-              Carlos aquí está pasando algo raro. Vero y Luisa cuchichean a menudo, yo le preguntó a Luisa de qué se trata, pero ella no me dice nada o me da excusas.

-              Yo no te puedo decir lo que no sé.

-              ¿Sabes que a mí también me tiene un poco obsesionada?

-              ¿El qué?

-              ¡Qué va ser, tu polla! Me apetecería tenerla entre mis manos y sentirla gorda, caliente y dura. Yo tengo un rollo lésbico con tu prima, pero los hombres también me gustan y mucho.

La desnudez de Antonia y su confesión sobre la atracción que sentía por mi polla, estaban derrotando mis defensas y ya estaba más que medio empalmado.

-              Ese deseo lo puedes cumplir cuando quieras. –Le dije-.

-              ¿Seguro?

-              Seguro.

Antonia soltó la taza de café y dio dos pasos hacia mí, hasta ponerse a mi lado, mirándome a los ojos adelantó sus manos hasta cogerme la polla y los huevos. Al sentir sus manos mi polla se puso como un palo.

-              Chiquillo vaya talla que gastas y cómo se te pone de dura.

-              Tú tienes la culpa, yo estaba tratando de no excitarme. –Le dije poniendo una mano en su culo y comenzando a acariciárselo. Era delicioso, duro, carnoso y con un ligero vello que me ponía más todavía-. ¡Joder Antonia, estaba deseando acariciar tu culo!

-              Estoy muy contenta con él, ¿te gusta? –Me dijo empezando a mover su mano por el tronco de mi polla-.

-              No es que me guste, es que vuelve loco.

-              Me estoy poniendo muy caliente jugando con tu polla.

-              Y yo.

-              ¿Vas a correrte?

-              Si sigues haciéndomela, sí.

-              Córrete, quiero ver cómo lo haces.

-              Pues como todo el mundo. ¿Tú no quieres correrte?

-              Soy muy lenta, por eso tengo que utilizar el aireador.

-              ¡Me corro Antonia, me corro, aaaggg!

Antonia siguió pajeándome mientras yo llenaba el suelo de lefa, sin parar de acariciarle el culo.

-              Y pensar la hostia y la patada en los huevos que te di el día que te conocí.

-              Ya ves que injusta fuiste conmigo.

-              Es verdad. ¿Pero tú qué hubieras hecho si recibes las cerdadas que me escribió tu amigo Javier?

-              Lo mismo o algo peor.

-              De lo que le pasa a tu prima ya me enteraré. Voy a vestirme, he quedado con unos amigos para ver una exposición y ya voy tarde. –Dijo soltándome la polla y saliendo de la cocina-.

-              ¿Tienes que entrar al baño? –Le pregunté mientras cogía una buena cantidad de papel de cocina para limpiar el suelo-.

-              Sí, pero dúchate tú mientras yo me visto.

¡El pajote de Antonia me había dejado de lo más relajado! Pocas cosas hay mejores para afrontar el día que un buen pajote mañanero. Mientras trataba de recoger mi corrida, pensé que igual tenía que decirle a Luisa que se anduviera con cuidado con lo de su madre y la curiosidad de Antonia. Bajo el agua de la ducha me dije que tenía que hacer algo con mi tía Marisa, que no podía retrasarlo más. Vistiéndome se me ocurrió algo que podría funcionar. Mi tía trabajaba entonces en una tienda de disfraces y cosas de carnaval en el polígono industrial de un pueblo cercano al nuestro. Me iba a cobrar el favor que me debían Paca y Puri y le íbamos a dar espectáculo del que a ella le gustaba. Le mandé un mensaje a Puri:

-              Puri necesito que mañana me devolváis el favor. Tenemos que ir en coche los tres a comprar unos disfraces.

Me contestó a los pocos minutos:

-              He hablado con Paca y dice que sin problemas, que mañana nos recoge y que nos viene muy bien eso de los disfraces para los videos que tenemos que grabar. Ya nos contarás mañana con más detalles de qué va el tema.

Recibí un mensaje de la madre de Cristina:

-              A la una y media en el restaurante “El cebiche calentón”. Está al lado del salón de estética de una amiga mía, al que podemos ir después de comer.

Estudié un rato hasta la una y luego cogí un autobús que me dejó cerca del restaurante en el que había quedado con Clara. Iba un tanto cabreado, no me hacía gracia haber tenido que ceder ante Cristina y su madre. Cuando llegué Clara ya estaba allí. Nos besamos educadamente en las mejillas y me senté en frente de ella. El local estaba vacío, era viernes y posiblemente se ocupara más tarde. Clara iba muy arreglada con un traje de chaqueta y una falda por encima de la rodilla bastante ajustada, quizás demasiado arreglada para asistir a un curso de peluquería. A sus cuarenta y tantos años se conservaba estupendamente. Era una mujer guapa de mediana estatura y rotunda en sus formas.

-              Clara estoy bastante molesto contigo. Circular los videos y acosarme no me parece el comportamiento normal de la madre de una buena amiga.

-              Lo sé Carlos, lo sé, pero no pude contenerme después de ver tus videos en el teléfono de mi hija. Primero me pareció lamentable que se los enviaras a una chica todavía menor de edad. Luego cuando vi los suyos supe que lo de la edad, leches, que era ella quien te había estado provocando…

-              No es que ella me provoque a mí o al revés, somos dos jóvenes con las calenturas y la curiosidad propias de la edad. No es para tomárselo por la tremenda. Los videos, hasta que tú decidiste otra cosa, eran sólo para disfrutarlos nosotros.

-              Yo eso no podía saberlo, pero tampoco es lo importante. Me imagino que no lo sabes, pero yo tuve hace muchos años una relación con tu abuelo. Mientras duró fue la época más feliz de mi vida en lo que al sexo se refiere. Cuando vi tus grabaciones me di cuenta de que echaba de menos disfrutar con una polla como esa, que mi hija, todavía tan joven, tendría otras ocasiones en el futuro, pero que yo ya casi no tengo futuro.

Callamos mientras nos servían la comida, cuando el camarero se retiró le dije a Clara:

-              Sea lo que sea lo que hagamos, yo quiero seguir viendo a Cristina y ella quiere seguir viéndome a mí. No nos vamos a casar ni cosa que se le parezca, sólo queremos disfrutar juntos el uno del otro hasta que la cosa se acabe.

-              Carlos hay un problema. Cristina es hija de tu abuelo y, por tanto, tía tuya.

Si no hubiera sabido eso de antemano posiblemente me habría quedado de piedra, pero cómo ya se lo había oído le contesté:

-              No me irás a decir que eso no es salvable. No vamos a tener hijos, no somos tan tontos y aunque así fuera, cuántos hijos entre primos, entre hermanos o entre padres han andado y andan por el mundo tan felices.

-              Está bien, no pienso impediros que sigáis viéndoos Cristina y tú. Sé que mi hija es muy fogosa, como lo soy yo, y que es una chica muy atractiva capaz de seducir a cualquier chico. Carlos yo también soy una mujer atractiva que puede darte mucho placer y enseñarte muchas cosas, a cambio de que tú me des a mí un poco.

-              Clara creo que hemos empezado con mal pie, tratemos de solucionarlo. ¿Sabes que eres la musa erótica de muchos hombres del pueblo?

-              De muchos viejos del pueblo querrás decir. De los mismos que me decían unas guarrerías tremendas, pero que a mí me excitaban mucho, cuando era una cría con unas tetas muy desarrolladas para su edad..

-              No solo, también de gente de mi edad. Los chicos están obsesionados con la leyenda, de que las mujeres se reúnen los sábados por la tarde en tu peluquería, para aprender a depilarse el chocho.

-              ¿Quién te ha dicho que es una leyenda?

-              Pues si es cierto debe ser de lo más morboso, ver a las mujeres del pueblo reunidas, maquinilla en mano y con las piernas abiertas.

-              No te voy a decir que no tenga su punto. Por cierto, deberías depilarte los bajos, estarías mucho mejor.

-              ¿Tú me lo harías?

-              Con mucho gusto.

La conversación había derivado peligrosamente y yo me había empezado a poner caliente. Terminamos de comer y Clara me dijo:

-              Una amiga tiene un gabinete de estética aquí al lado con cabinas independientes y muy discretas. ¿Te apetece que vayamos?

-              De acuerdo. ¿Cuándo tienes que volver al pueblo?

-              No tengo prisa, he venido en mi coche y en casa nadie me echa de menos.

Salimos del restaurante y pocos metros más allá me señaló un rótulo que rezaba “Gabinete de belleza femenino. Menos vello más bello”.

-              Tú amiga es una poetisa. –Le dije con cierta guasa-.

-              La idea fue de un medio novio tuvo, un obseso de los chochos depilados.

Entramos en el gabinete. Dos o tres mujeres estaban sentadas en los sillones de peluquería y otras dos o tres estaban esperando a que les tocase el turno  de depilarse.

-              Estas van a salir de aquí con el chocho como la Nancy. –Me dijo Clara al oído-.

Las mujeres me miraron con cierta extrañeza, no debía ser habitual ver a un chico de mi edad por allí. Entre las mujeres que estaban esperando para depilarse, reconocí a la boticaria mal encarada con la que había discutido semanas atrás a cuenta de la pomada para bajarle la inflamación a Javier. Afortunadamente ella pareció no reconocerme. Clara saludó a su amiga, que me miró de lejos de arriba abajo y luego se acercaron las dos donde yo me había quedado de pie.

-              Carlos, ella es mi amiga Pepa. –Dijo Clara mientras Pepa me daba dos besos en las mejillas-.

-              Puta, cada vez te gustan más jóvenes. –Le dijo en voz baja la tal Pepa-.

-              ¡Qué envidiosa has sido siempre! –Le contestó Clara-.

-              Pasad a la cabina B, es más silenciosa y más amplia. –Dijo Pepa-.

-              ¿Tienes allí alguna maquinilla? –Preguntó Clara-.

-              ¿Vas a pelar al chaval?

-              No, se la voy a pelar a base de bien.

-              ¡Pues que os divirtáis! –Dijo Pepa riéndose-.

Entramos por un pasillo y pasamos al gabinete señalado con la letra B. Era una habitación relativamente amplia, sin ventanas, equipada con una camilla grande, un bidé, un lavabo, una ducha y varias estanterías. Tras cerrar la puerta Clara me abrazó y me besó en la boca.

-              ¡Qué ganas tenía besarte! –Me dijo después de un primer beso-. ¿Entonces quieres que te depile tus cosas?

-              Me gustaría mucho que lo hicieras. –Y era verdad, me resultaba muy morboso que Clara me dejara el mandado como el culito de un niño-.

-              Y a mí hacértelo.

Clara me desabotonó la camisa y me soltó el pantalón aprovechando todo lo que pudo para rozarme la polla, ya empalmada, por encima de los bóxers.

-              ¿Quieres que te depile desnuda?

-              Claro, no pensaba que me lo fueses a hacer de otra manera.

-              Termina de desnudarte y míra como lo hago yo.

Hice lo que me dijo mientras ella continuaba de pie mirándome.

-              ¡Qué pedazo de polla tienes, es todavía más gorda que la de tu abuelo! –Las comparaciones con mi abuelo estaban empezando a cansarme-.

Cuando terminé me senté en la camilla mirándola. Ella, sin dejar de mirarme a los ojos, se desabotonó la chaqueta, debajo sólo llevaba un sujetador negro que conseguía subirle y apretarle sus grandes tetas. Después se bajó la cremallera de la falda y dándose la vuelta se la bajó, no sin cierto esfuerzo de lo ceñida que le venía. Su culo, más bien grande como había observado ya en el video que me mandó, se veía de lo más apetitoso. Llevaba un escueto tanga también negro y medias sin liguero.

-              Tienes un polvo de mucho cuidado. –Le dije-.

-              Gracias, aunque sea mentira. Suéltame el sujetador. –Dijo poniéndose de espaldas y acercándose-.

Se lo desabroché y aproveché para besarle el cuello y la espalda.

-              Para, sino no respondo de lo que te haga con la maquinilla.

Se separó de mí, se quitó el sujetador todavía de espaldas a mí y lo puso con el resto de la ropa. Por último se quitó el tanga, dejándome ver su chocho depilado y carnoso, quedándose con las medias y los tacones. Se acercó a mí, me cogió la polla que la tenía a reventar y tras mirarme detenidamente, dijo:

-              Carlos, tienes ahí una selva. Tengo que empezar con la tijera para quitar lo más frondoso y luego te meteré la maquinilla.

Levantó el respaldo de la camilla y extendió una toalla.

-              Recuéstate aquí –me dijo señalando la toalla-.

Cogió un peine y una tijera y empezó a cortarme pelos poco a poco. Para poder hacerlo iba apartándome la polla de un lado a otro o tirando de mis huevos hacia arriba.

-              Clara me estás poniendo a mil. –Le dije-.

-              ¿Cómo te crees que estoy yo manoseando esa estaca que tienes?

Mis deseos por sobar sus tetas, su culo o su chocho eran tremendos. Lo más que me permitió fue que le acariciara los muslos y el culo.

-              Ahora la maquinilla –dijo cuando creyó que ya no podía seguir con el peine y la tijera-.

-              ¿Por qué no nos tomamos un descanso y follamos?

-              Déjame que termine. Quiero comerme tu polla sin pelos.

Cogió una maquinilla eléctrica rosa y blanca.

-              Esa maquinilla es de mujeres. –Le dije-.

-              Claro y qué más da. ¿Te crees que hay mucha diferencia entre el vello de la polla de un hombre y el del chocho de una mujer?

Empezó por el pubis y fue bajando a las ingles, el comienzo de la polla, el tronco y los huevos. Yo estaba tan caliente que podía correrme en cualquier momento.

-              Listo, no te vas a reconocer, vamos al bidé. –Me dijo-.

Me fijé y llevaba la cara interior de los muslos brillante de los flujos que había segregado. Me levanté y me senté en el bidé. Ella abrió el grifo y fue echándome agua hasta quitarme todos los pelos. Luego cogió una toalla y me secó.

-              Es la primera vez que depilo el mandado de un hombre y creo que voy a abrir una nueva línea masculina de depilado en la peluquería, estoy harta de ver y depilar chochos. Me he puesto caliente como hace mucho tiempo que no estaba.

Me puse de pie y ella me dijo:

-              Mírate al espejo y verás que cambio.

Tenía razón, mi polla se veía todavía más grande y los huevos todavía más gordos.

-              Me gusta mucho cómo me has dejado. –Le dije-.

-              Ahora me toca a mí –dijo ella poniéndose en cuclillas y metiéndose mi polla en la boca-.

-              Clara no respondo de mí.

-              Me da igual, si eres como tu abuelo puedes correrte varias veces sin que se te baje. –Y dale con el abuelo-.

-              Clara no aguanto más.

-              Córrete en mi boca –me contestó apretándome el tronco de la polla con su mano-.

-              ¡Uuuuffff, aaaggg, toma, toma…! –Exclamé al correrme en el interior de su boca. Clara iba intentando tragar para que no ahogarse con la cantidad de lefa que estaba expulsando-.

Cuando terminé de correrme se incorporó, se puso de espaldas, se dobló por la cintura, se paseó mi polla por su chocho varias veces y luego se la metió hasta el fondo. La cogí por las caderas y empecé a moverla a ella y a moverme yo adelante y atrás. Luego puse mis dos manos en su clítoris y se lo fui amasando, hasta que ella gritó:

-              ¡Aaaaggg, me corro, no pares de follarme, no pares, me estoy corriendo, aaaahhhh,…!

La sostuve y la dejé boca arriba en la camilla. Al poco escuchamos golpear la puerta de la cabina y una voz que gritaba:

-              ¿Qué está pasando ahí? ¡Degenerados, sinvergüenzas, se lo voy a decir a Pepa!

-              ¡Venga ya a pelarte el chocho y deja disfrutar a los demás! ¡Tía mal follada! –Le respondió Clara-.

-              ¡Esto es un escándalo! –Seguía la tía pesada-.

-              ¡No, un escándalo es el nabo que tengo yo aquí dentro!

-              Venga Eduvigis, no te pongas así. –Le dijo Pepa-.

¡Coño tenía que ser la puta boticaria!

-              Señora, déjenos en paz y métase en sus cosas. –Le dije-.

Pepa debió conseguir amansar a la boticaria porque cesaron las voces y los golpes en la puerta.

-              Podéis seguir en paz, ya ha ido. –Dijo Pepa al otro lado de la puerta-. ¿Te lo estás pasando bien, jodía zorra?

-              De maravilla.

-              Tendré que hacer algo para aliviarte la tensión –me dijo Clara cuando vio que seguía con el pollón-. Ponte aquí arriba, que te voy a hacer una cubana como no te han hecho en tu vida.

Me puse de rodillas sobre la camilla a la altura de sus tetas. Ella se llevó una mano a su chocho cargando los dedos de jugos y se los untó entre las tetas. Metí la polla en medio y ella se apretó las tetas. Me fui moviendo adelante y atrás, cuando avanzaba Clara abría la boca y yo le metía el capullo.

-              ¡Qué bueno Clara, me estás matando del gusto!

-              Acaríciame el clítoris –me dijo levantando y abriendo sus piernas-. Ves las cosas que puedes aprender con una mujer madura. ¿Cómo estás?

-              No voy a tardar en correrme.

-              Yo tampoco, sigue sobándome el chocho.

Al minuto empecé a correrme en sus tetas, su cuello y su barbilla y ella volvió a correrse. Me tumbé a su lado en la camilla tratando de recuperar el aliento.

-              ¡Joder Clara, por poco me matas del gusto!

-              A mí también me ha gustado mucho. Vamos a ducharnos que tengo que irme –me dijo después de mirar el reloj-.

Nos levantamos y nos metimos en la ducha. Nos acariciamos mientras nos enjabonábamos mutuamente.

-              No se te baja todavía –me dijo cogiéndome la polla-.

-              Me has puesto como unas brasas.

-              ¿Puedes con otro?

-              Vaya que si puedo. –Le dije volviendo a besarla-.

-              ¿La has metido por el culo alguna vez?

-              No, creo que puedo hacer daño y no lo he hecho.

-              A mí no me vas a hacer daño. Antes de que tú nacieras ya me la metía tu abuelo.

-              ¡Quieres dejar ya a mi abuelo!

-              No te enfades, para mí son unos recuerdos maravillosos. –Dijo mientras se ponía de espaldas-. Dilátame el ojete.

Me puse de rodillas detrás de ella y primero con la lengua y después con los dedos logré que la presión de sus esfínteres cediera. Luego me puse de pie  pegado a ella, me cogió mi polla con una mano entre sus piernas, se la acercó al ojete y me dijo:

-              Empuja ahora.

Mi polla fue entrando en su culo poco a poco. Me apretaba mucho al principio, después se dilató del todo, alcanzando una presión que me daba mucho placer.

-              ¡Ah Carlos, que me gusta! Sóbame el clítoris.

La verdad es que a mí también me estaba gustando mucho. Pensé que no iba a tener muchas ocasiones de metérsela a una mujer por el culo sin hacerle daño.

-              ¡Carlos no pares ahora que estoy a punto!

-              Y yo también.

-              ¡Dios, me corro otra vez, sigue, sigue, sigue…!

-              ¡Yo también me corro!

-              ¡Hazlo dentro de mí, sigue, sigue, aaahhh, qué corrida más larga y más fuerte…!

Le llené el culo de crema y luego nos sentamos los dos en el suelo de la ducha. Volvimos a enjabonarnos y a ducharnos, nos vestimos y salimos de la cabina. Por el pasillo la puerta de la cabina A estaba entornada, miré por curiosidad y la boticaria estaba espatarrada con el chocho recién depilado descubierto. No pude evitarlo y le saqué una foto con el móvil.

-              Pepa nos vamos. –Avisó Clara cuando volvimos al salón principal. Pepa dejó a la clienta y vino a despedirnos-.

-              ¡Qué carita de satisfecha tienes! –Le dijo a Clara cogiéndola cariñosamente por la barbilla-.

-              Me he quedado como nueva y él también. –Le contestó Clara, cruzándose dos besos-.

-              Puedes venir cuando quieras, que serás bien recibido. –Me dijo Pepa al oído cuando nos besamos para despedirnos-.

-              ¡Pepa! –Protestó Clara-.

-              No iras ahora a ponerte celosa.

-              Ni lo más mínimo, aquí hay para nosotras dos y para otras dos más. –Le dijo Clara a Pepa, cogiéndome por el brazo-.

Ya en la calle Clara se ofreció a llevarme en coche al piso ya que le venía de camino. Mientras conducía me dijo:

-              Pepa es un encanto. Tenía un puesto de pescado en el mercado, luego cambió de trabajo a dar masajes exóticos, ya sabes de esos con final feliz, vamos con pajote al final. –Dijo subiendo y bajando la mano expresivamente-. Cogió una tendinitis en el codo de la voluntad que le ponía al tema, tuvo que dejarlo y montó el salón.

-              Vaya cambios de trabajo.

-              La vida es así. A mí me ofreció trabajar con ella en los masajes, pero yo tenía a los niños pequeños y no pude aceptarlo, por mucho que me hubiera gustado. Tendrías que conocer a su hija Pepita, será un par de años mayor que tú, es un bellezón e igual de suelta que su madre.

-              Yo encantado de conocerla.

Llegamos a la calle del piso, aparcó el coche a un lado y antes de que me bajara me dijo:

-              Gracias por todo Carlos, lo he pasado muy bien. Cuando llegue a casa le devolveré el móvil a Cristina y le levantaré el castigo. Por mí podéis veros cuando queráis o podáis y por mi marido no te preocupes, que ya lo manejo yo.

Nos dimos un beso en la boca y me bajé del coche. Cuando arrancó el coche, vi a mi prima Luisa en la otra acera de la calle. No tuve dudas de que había visto la despedida. ¡La jodimos! Pensé. Javier me estaba esperando en la puerta del bloque.

-              ¡El hombre del momento, el rompe bragas de maduras! ¿Qué tal te ha ido en tu primera cita?

-              No era lo que esperaba de “madurasquequierenfollar.com”

-              ¿Por qué?

-              Era un cacho puta, no una madura calentorra, bueno o no sólo una madura calentorra.

-              Sube y me lo cuentas arriba. Luego te vas, que tengo que compartir habitación con mi prima Julia.

-              ¡Hijo de puta, no se puede tener más suerte! ¡Pero si tu prima Julia es un cañón de tía!

-              Es una estirada de mucho cuidado.

-              Yo sí que le estiraba el chocho.

-              ¡Javier coño, no seas burro!

Subimos, no había nadie en el piso, pasamos a mi habitación. Mi prima debía haber llegado porque su maleta estaba allí.

-              ¿Entonces qué? –Le pregunté a Javier-.

-              La tía me había citado supuestamente en su casa. ¡Vamos para follar directamente! Pensaba yo. Cuando llamé al timbre me abrió una tía como de cincuenta años con una batita roja casi transparente que dejaba ver casi todo su cuerpo.

-              Bien, ¿no?

-              Hombre por ese lado sí. La tía era bajita, rubita de bote y con unas tetas gordas que se transparentaban por la batita. Lo malo fue que nada más entrar empezó a soltarme una milonga sobre que tenía a su marido enfermo y en el paro y que necesitaba doscientos pavos para comprarle medicinas.

-              Pobre mujer.

-              ¡Los cojones! La tía era un cacho puta, prostituta, ramera, meretriz,...

-              Te he entendido a la primera.

-              Yo le dije que no llevaba esa cantidad encima y la tía me contestó que no pasaba nada, que le dejara la tarjeta de crédito. Yo ya estaba un poco mosqueado. ¿Qué hacía la madura que quería follar con un PTV en su casa? Total que yo me hice un poco de rogar, hasta que la tía me suelta que lo de la página era un reclamo para que los tíos se creyeran que habían ligado, pero que todos sabían que las tías eran putas.

-              ¿Y qué pasó?

-              Carlos, la verdad es que yo ya iba caliente perdido y lo de la batita de la tía ya me había terminado de poner a hervir. Así que me dije, Javier te va a costar doscientos pavitos, pero coño vas a follar a rosca con esta tía. Le solté la tarjeta, la tía se cobró y luego me dijo que me duchara antes de empezar con el lío. Yo le dije que vale, pero que me duchara ella. Fuimos al baño y nos desnudamos. La tía no es que fuera Miss Universo, pero yo ya tenía tal calentón que, nada más verla desnuda, me corrí.

-              Javier coño, ¿es qué no podías haberte ido bien pajeado?

-              ¡Si me había hecho tres antes de salir! Pero nada, las tetas de la tía, el barrigón y el pelucón que tenía, me pusieron a mil y no lo pude evitar. Yo me dije no pasa nada, aquí el titi puede con dos más. Cuando iba a meterme en la ducha veo que la tía empieza a vestirse, entonces le pregunto qué pasa y va y me dice que ya me he corrido y que el servicio se ha acabado, que si quiero más, otros doscientos pavitos. Yo no tengo otros doscientos pavos en la cuenta, le dije y la tía me contesta que entonces a la puta calle.

-              ¡Qué putada!

-              Y tanto, porque yo seguía más caliente que el pico de una plancha. Pero la tía, ni corta ni perezosa, limpia con mi ropa la corrida que había en el suelo, luego me da el gurruño de ropa que había hecho y me pone en pelotas en el puto descansillo. Yo golpeé la puerta para que me abriera más que Pedro Picapiedra, hasta que escuché el ascensor y empecé a vestirme. Se bajó del ascensor la tía más siesa que yo me encontrado en mi vida, que empezó a insultarme y a gritar. Escuché que se abría una puerta en otra planta y que una vieja gritaba: Eduvigis, ¿te pasa algo? Me metí en el ascensor como pude, le di primero al bajo y luego a parada, para terminar de vestirme, y cuando le vuelvo a dar al bajo, ¡el puto ascensor no funciona! Le di al botón de emergencia y me dicen que me mandan a los bomberos.

No pude más y me reí a carcajadas.

-              A ti te hará gracia, pero a mi ninguna. La vecina loca había llamado a la policía, así que se presentan allí una dotación de bomberos y dos números de la policía municipal. La salida del ascensor fue de Berlanga, los bomberos, la policía, la vecina loca gritando y la vieja que salió a defenderla, con un puñado de papeles en la mano, que me parecieron recetas, metiéndoselos a la vecina loca por la cara.

-              Hay que ver que tienes mala suerte.

-              Total, que me sacan detenido del bloque. Les preguntó a los guardias que por qué y me dicen que para protegerme de la vecina loca y de la vieja. Una vez en la calle, me dicen que me quite de en medio y aquí estoy.

Escuché que se abría la puerta de la calle cuando estaba  en medio de un ataque de risa. Mis primas asomaron la cabeza por la puerta de mi habitación a ver qué pasaba.

-              ¡No vale! –Gritó Vero-. Si este ha contado una de las suyas, no vale, tiene que volver a contarla.

Detrás de las cuatro vi a mi prima Julia. Sin parar de reír salí a saludarla.

-              Hola primito, qué guapo estás. –Me dijo cuando nos cruzamos dos besos-.

-              Tú sí que estas guapa –gritó Javier-. Luisa, lo siento pero has pasado a un segundo plano.

-              ¡Vete a cagar! –Le respondió esta-.

-              Carlos, preocúpate de pasarle la inspección al edificio, porque está lleno de rajas. –Dijo Javier muerto de risa ante la presencia de las cinco-.

-              ¡A la puta calle! –Le dijo María a Javier-.

-              Pues ya es la segunda vez esta tarde que me mandan a la puta calle. –Le contestó Javier levantándose de la silla-.

-              Si no nos vas a contar la última, lárgate, que ya somos muchos. –Le dijo Antonia-.

-              La que quiera que se lo cuente, se tiene que duchar conmigo.

-              A ti se ha ido la cabeza. Venga largo. –Le dijo Antonia-.

-              ¿No me dais un besito de despedida?

-              Vete ya Javier –le dije empujándolo hasta la puerta-.

Las cinco se fueron al salón y yo volví a mi habitación. Pobre Javier, con lo buena persona que es y las cosas que le pasan, pensé. Sonó un mensaje en mi móvil. Era del teléfono de Cristina.

-              Soy Cristina, llámame cuando puedas, que mi madre se ha gastado todo el saldo.

Parecía que Clara había cumplido su parte. Decidí salir al salón para estar un rato con ellas y no aumentar mi fama de ermitaño, pero antes de salir de mi habitación entró mi prima Luisa y entornó la puerta.

-              ¿Qué hacías dándote el lote con tu suegra en la puerta? –Me preguntó bastante seria-.

-              Luisa estás cada día peor. ¡Qué lote ni qué lote! Hemos estado charlando para tratar de superar algunos problemas entre nosotros y ya está. Luego me ha traído en coche y nos hemos despedido en la puerta.

-              La que está cada día peor es mi madre, sin que tú hagas nada.

-              Lo lamento Luisa, pero no me culpes a mí de cómo esté tu madre. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano.

-              No es en tu mano, ya sabes con lo que tienes que hacer todo lo que puedas.

-              No seas burra.

-              ¡Joder, te vas a tirar a todo lo que se menea, menos a la familia!

-              Vale Luisa, tranquilízate por favor, no me gusta verte así ni que te enfades conmigo.

-              Carlos mi madre está descontrolada. Ayer por la noche la sorprendieron espiando a las parejas en el parque y por poco se lía en todo el pueblo.

-              Lo siento, de verdad que estoy con el tema.

-              Más te vale. –Me dijo saliendo de la habitación-.

Llamé a Cristina, a ver si las cosas con su madre se habían arreglado.

-              Hola Carlos, por fin podemos hablar normalmente y no por la cámara.

-              Te advierto que verte por la cámara me pone mucho.

-              Podrás seguir viéndome, pero ahora yo ya te puedo llamar.

-              ¿Qué tal con tu madre?

-              Esa pregunta te la tendría que hacer yo a ti, porque ha venido exultante, como hacía mucho tiempo que no la veía.

-              Me alegro de que la cosa se haya solucionado. ¿Te ha levantado el castigo?

-              Del todo, incluso que me ha dicho que si queremos podemos vernos.

-              Lo estoy deseando.

-              Y yo. Recuerdos de Sonia.

-              Dáselos a ella también de mi parte. Adiós, te llamo mañana. Si puedo igual me acerco al pueblo.

-              Sería estupendo. Adiós y un beso donde tú sabes.

-              Recibido.

Por fin pude salir al salón. Mis primas estaban en la cocina hablando, sólo quedaba Antonia.

-              ¿Qué tal la exposición? –Le pregunte-.

-              Bastante bien, después de verla hemos comido en la calle y pasado la tarde charlando en una terraza. ¿Qué le ha pasado esta vez a Javier?

-              Tenías que haberle dicho que sí a lo de la ducha, te hubiera merecido la pena.

-              Igual me lo pienso si de verdad merece la pena.

-              Te digo yo que la merece.

Salieron mis primas de la cocina, ayudé a poner la mesa y cenamos sin que me dejaran meter baza en la conversación ni una sola vez. Después vimos un poco la televisión. Una telenovela turca, según comentaron mis primas, en la que los protagonistas tenían como mínimo aspecto de suecos, cuando me cansé de aquella patochada dije que me iba a la cama.

-              Me voy contigo. Tengo que sacar las cosas de la maleta antes de que te duermas.

Fui al baño y después a mi habitación. Mi prima Julita estaba sacando la ropa de la maleta. Se parecía mucho a su madre, sólo que más alta y más delgada, lo normal de la siguiente generación. Cuando entré entornó la puerta.

-              ¿Cómo le va a Puri? –Me preguntó-.

-              Creo que bien, ¿por qué?

-              Me caía simpática. Cuando vivía en esta habitación a veces nos saludábamos y hablábamos por la ventana. El que es un gilipollas, además de un mirón y un guarro, es su marido.

-              Yo creo que el pobre ya está fatal. ¿Mirón por qué?

-              El tío se pasaba el día mirando por la ventana con la luz apagada, a ver si me pescaba desnuda. Yo se las hacía pasar putas. Empezaba a desnudarme con la luz encendida y luego se la apagaba en lo  mejor.

-              Pobre hombre.

-              Qué se joda por viejo verde. ¿No te desnudas para meterte en la cama?

-              Iba a hacerlo cuando fueras al baño a ponerte el pijama.

-              Yo no uso pijama, me molesta cuando me muevo en la cama.

-              A veces yo tampoco, pero compartiendo habitación contigo me lo pondré.

-              Por mí no lo hagas, yo no lo voy a hacer por ti.

-              Pues estupendo, más fresquitos. –Recordé la depilación que me había hecho Clara y empezó a darme vergüenza de que mi prima me viera así-.

Terminó de guardar las cosas, metió la maleta debajo de la cama y luego se sentó a mi lado en la cama. Estaba guapa con el pelo largo suelto.

-              Carlos realmente he venido a hablar contigo, por eso no he aceptado cambiar la cama con María.

-              Tú dirás.

-              Mi madre me ha contado que la ayudaste el otro día, cuando el cabrón de mi padre la dejó tirada en un sitio en ruinas, y también lo que pasó luego en la ducha.

-              Igual no debía habértelo contado todo.

-              Entre mi madre y yo casi no hay secretos. Desde hace años sé sus gustos sexuales y se los respeto, igual que ella respeta los míos. Lo que me jode de verdad es la dependencia que tiene de mi padre, que es un sádico cabrón de mucho cuidado.

-              Parece que ella no lo ve como tú.

-              Ella no sabe que mi padre nos sobaba a las dos cuando mi hermana y yo éramos pequeñas. Afortunadamente mi hermana era todavía muy chica y no se dio cuenta de lo que le hacía, pero yo sí.

-              ¡Hijo de puta! Lo siento mucho.

-              A mí me ha costado años de ir al sicólogo para superarlo, pero ya no me afecta lo más mínimo.

-              Menos mal.

-              Carlos, es necesario que mi madre se quite la dependencia sexual de mi padre y ahí es donde intervienes tú.

-              ¿Yo?

-              Sí tú y no te hagas el loco, que sé que tu madre ha hablado contigo.

-              ¡Joder, que comunicación tenéis las mujeres de la familia! Si os ponen al frente del gobierno, por primera vez tendríamos un gobierno coordinado.

-              Nosotras no queremos estar en ningún gobierno lo que queremos es ser felices y que quienes estén a nuestro alrededor lo sean también.

-              Bueno yo no soy de las mujeres de la familia, pero también quiero lo mismo.

-              Lo sé, por eso te voy a pedir lo mismo que tu madre, que seas cariñoso con mamá.

-              Ya soy cariñoso con ella.

-              Pero no en el sentido que ella necesita. Además de para hablar contigo, he venido para dejar sola a mi madre en la casa este fin de semana.

Cogió su bolso y sacó unas llaves.

-              Toma, estas son las llaves de casa. Mi madre va a estar sola y quiero que la asaltes, pero no como el cabrón de mi padre, sino mejor. Ella vuelve a casa por las noches sobre las nueve.

-              Estáis todas locas. ¿Cómo voy yo a asaltar a mi tía?

-              Eso ya es cosa tuya.

-              No se trata de que manera, sino de en qué cabeza entra eso.

-              Carlos a mí me parece muy bien que mi madre sea masoquista, como si es trapecista. Lo que quiero es que vea que hay otros hombres, además de mi padre, u otras mujeres que le pueden dar lo que a ella le gusta, sin que sean unos asquerosos. Nosotros no hemos tenido mucha relación por la diferencia de edad, pero te lo pido como un favor muy especial.

-              ¿No tendrá armas en su casa?

-              No, nosotras somos personas normales. Hombre todo lo más, los cuchillos de cocina. –Pues con los cuchillos de cocina me puede hacer un roto, pensé-.

-              Déjame que me lo piense –le dije cogiendo el juego de llaves de sus manos-

-              Gracias Carlos. ¿Tú tienes alguna parafilia sexual?

-              No sé muy bien que eso, pero creo que no, a mi me gustan mucho las mujeres, casi te diría que todas las mujeres. Me gusta su carácter, sus cuerpos, sus fortalezas, cómo dan placer y cómo reaccionan al placer que reciben, vamos que me gusta todo de ellas. Ah y también me gusta mucho follar.

Nos reímos los dos con lo último.

-              ¿Sabes cuál es mi parafilia? –Me preguntó mi prima-.

-              No, no lo sé, te conozco muy poco, pero me temo que me la vas a contar.

-              Soy exhibicionista, me gusta que me miren mientras me masturbo y poner a los hombres calientes para que luego se corran sobre mí.

-              Como se decía en mi colegio, a otros les da por chupar candados.

-              ¿Te gustaría verme mientras me masturbo para ti?

-              Prima en esta casa hay un problema, no se pueden cerrar las puertas de las habitaciones.

-              ¿Tú le haces caso a Luisa? ¡Anda ya! Pocos tíos me he traído yo y he cerrado la puerta cuando me ha dado la gana.

Se levantó y cerró la puerta. Inmediatamente se oyó a Luisa decir:

-              ¡Esa puerta!

-              Olvídame Luisa –le contestó Julia-.

Julia llevaba unos pantalones vaqueros bastante ceñidos y una camiseta sin mangas blanca, que dejaba más que intuir unas tetas grandes y duras.

-              Siéntate en la silla –me dijo-.

Yo me cambié de la cama a la silla.

-              ¿De verdad te apetece que te mire? –Le pregunté-.

-              Sí, desde que mi madre y mi hermana me contaron lo de tu polla, sueño con hacerlo y que me mires. ¿Lo quieres digital o mecánico?

-              ¿El qué?

-              La masturbación, ¿qué si la quieres que me la haga con los dedos o con un vibrador?

-              Me da igual, como más te guste a ti.

Mi prima Julia no era tan mayor como para empezar a tener fetiches sexuales. Lo que tiene que hacer es follar más con su novio o con quién quiera, pensé. Al poco tiempo dejé de pensar, concentrándome en el cuerpazo que tenía Julia. Se sacó la camiseta por la cabeza, no llevaba sujetador, sus tetas eran todavía más grandes de lo que parecían, casi miraban al cielo y terminaban en punta. Luego se soltó los pantalones y se los quitó, quedándose con un pequeño tanga blanco, que remarcaba sus aparentemente durísimas nalgas.

-              ¿Quieres que me quite el tanga o me lo dejo?

-              Ambas cosas me gustarían.

-              Entonces empiezo con él puesto y luego me lo quito.

Yo ya me había empalmado y me tocaba discretamente por encima de los pantalones. Se sentó en la cama con la espalda recostada en la pared y me miró fijamente.

-              ¿Estás ya empalmado?

-              Sí, bastante.

-              Quítate los pantalones, déjame ver tu polla.

Era la única de las mujeres de la familia que todavía no me había visto la polla. Pensé que lo de mi polla y las mujeres de mi familia materna se había desmadrado mucho en las últimas semanas. Me levanté de la silla y me quité toda la ropa de espaldas a Julia, cuando me volví de frente a ella, exclamó:

-              ¡Mi madre y mi hermana se han quedado cortas¡ ¡Qué barbaridad primo! Cómo eres el único varón de la familia te lo has llevado todo y además sin un pelito.

-              No me pongas violento Julia.

Julia se echó a un lado el tanga, se metió varios dedos de la mano derecha en la boca para ensalivárselos y luego se los llevó al chocho. Tenía un chocho más bien pequeñito, con unos carnosos labios mayores y los labios menores todavía dentro. Lo llevaba depilado, pero con un buen triángulo de vello corto en el monte de Venus. Me acordé de Cristina, ¿sería también exhibicionista como mi prima Julia? Ella se ponía también muy caliente cuando se desnudaba y se tocaba para mí delante de la cámara.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó mi prima con una voz muy ronca.

-              Mucho.

-              ¿Entonces por qué no te la sobas?

-              Si empiezo ya a sobármela me voy a correr demasiado pronto.

Julia con una mano se apartaba el tanga y con la otra se acariciaba el clítoris o se metía un par de dedos en el chocho. No había dejado de mirarme a los ojos todo el tiempo. Me encantaba ver como se tocaba, igual que me encantaba ver a Cristina. ¿Será mi parafilia ser mirón? Me pregunté. El chocho de mi prima brillaba cada vez más bajo la luz de la mesilla de noche.

-              Carlos estoy ya muy caliente, empieza a sobártela. -Me dijo quitándose el tanga-.

-              Eres muy guapa –le dije-.

-              Y muy guarra –me contestó ella-.

¡Qué familia! Pensé. Tenía la polla que me iba a reventar y todavía se puso peor cuando mi prima empezó a sobarse las tetas con saña.

-              ¿Creías que tu prima Julita era así? –Me preguntó-.

-              Ya te he dicho que casi no nos conocíamos. Pero he descubierto que estás llena de sorpresas.

-              Carlos, prepárate, no voy a tardar en correrme y quiero que mientras lo hago, tú te corras en mis tetas.

-              No va a ser un problema, yo también estoy a punto.

-              Acércate y ponte a mi lado.

Lo hice y seguí sobándome la polla a su lado. Escuchaba como gemía cada vez más fuerte, hasta que dijo:

-              ¡Me corro, aaaggg, me corro, ahora Carlos, ahora, córrete sobre mis tetas!

No me lo tuvo que decir dos veces, le llené las tetas con los chorros que me salían como balas de la polla. Cuando terminamos los dos de corrernos me tumbé a su lado.

-              Prima, tu parafilia tiene la ventaja de que es muy difícil que te quedes embarazada.

Nos reímos los dos a carcajadas.

-              ¿Te ha gustado? –Me preguntó cogiéndome la polla, que después del día que llevaba, empezaba a ponerse fláccida-.

-              Mucho, estás muy buena.

-              Límpiame –me dijo pasándome unas toallitas húmedas-.

Tenía las tetas tan duras como si fueran de mármol. Cuando terminé de quitarle mi corrida, me dijo:

-              También el chocho, lo tengo empapado.

Se lo limpié y volví a tumbarme en la cama a su lado.

-              Apaga la luz, que estoy tan relajada que no voy a tardar en dormirme. –Me dijo dándose la vuelta en la cama, poniéndose de lado mirándome-.

-              Buenas noches prima.

-              Buenas noches primito –me dijo dándome un beso en los labios y cerrando los ojos-.

Volví a pensar en las mujeres de mi familia materna, pero no llegué a ninguna conclusión, pues me quedé dormido en menos de un minuto. Me despertó la alarma que había puesto en el móvil para no quedarme dormido, ya que había quedado con Paca y Puri a las nueve y media en la puerta del bloque. Julia seguía durmiendo profundamente. Estaba para echarle dos polvos seguidos, pero no tenía tiempo. Me levanté, me puse el albornoz y fui al baño a asearme, después de preparar una cafetera. La casa estaba en completo silencio. Tras asearme me tomé un café, volví a la habitación, me vestí y me fui, eran las nueve y media en punto. Esperando el ascensor salió Puri de su casa. Nos saludamos con un beso y bajamos. Esperando que llegase Paca, me dijo:

-              Ya vi que anoche llegó tu prima Julia.

-              Sí, viene a pasar unos días.

-              Pues para ser el primer día os divertisteis mucho los dos.

-              ¿Y tú como lo sabes?

-              Ella me dejaba que la mirase cuando se traía a alguno. Y anoche, cuando os vi hablando en el cuarto, me imaginé que no iba a dejar pasar la ocasión. Yo desde luego, no la habría dejado pasar.

-              ¡Cómo eres Puri!

-              ¿No te gusta como soy?

-              Me gusta mucho.

A los dos minutos llegó Paca, nos montamos en el coche, Puri delante y yo detrás y nos pusimos en camino. Después de celebrar el éxito del video, Paca me preguntó:

-              Carlos, cuéntanos de que va esto de los disfraces.

-              Es un poco delicado, pero nada que vosotras no podáis hacer.

-              Nosotras lo podemos hacer todo, claro siempre que sea de sexo. –Dijo Puri-.

-              De eso se trata, veréis, mi tía Marisa tiene problemas de insatisfacción sexual.

-              Pobre –dijo Paca-.

-              A ella lo que de verdad la pone es mirar a gente follando y tocarse hasta correrse.

-              Como a muchos. ¿Y no le vale el porno? –Dijo Puri-.

-              No, tiene que ser en vivo.

-              Mira podía haber ido a vernos cuando actuábamos.

-              Seguramente le hubiera gustado mucho. –Dije y continué:- La cosa es que ella trabaja ahora en una tienda de disfraces y cosas de carnaval y con la excusa de probarnos disfraces, se trata de que nos liemos a follar y que ella nos mire. Lo que no sé es si nos espiará o nos mirará descaradamente.

-              Pero bueno Carlos, eso es pan comido. –Dijo Paca-.

-              Lo que es, es un chollo. Te devolvemos el favor que nos hiciste, compramos los disfraces que nos hacen falta para nuestros videos y nos hartamos de follar. ¡Mejor plan imposible! –Dijo Puri-.

Fui dirigiendo a Paca hasta que llegamos a la nave donde estaba la tienda. En el aparcamiento sólo estaba el coche de mi tía, no parecía que aquello tuviera mucho movimiento, al menos en esas fechas. Aparcamos y salimos del coche. Me fijé entonces en la ropa de las dos. Paca llevaba un traje de chaqueta muy ajustado, que realzaba su culo y sus tetas y unos tacones para matarse y Puri un pantalón blanco, también ajustado, una blusa entallada y unos zapatos de plataforma.

-              Vosotras dejadme a mí –les dije, aunque confiaba muy poco en que me hicieran caso-.

Entramos en la tienda y sonó un timbre de esos que avisan la entrada de alguien. En la tienda no había nadie, ni siquiera mi tía. Paca y Puri  se dirigieron a las estanterías con los disfraces de adultos. Al poco apareció mi tía.

-              Carlos, ¿qué haces por aquí? –Me preguntó dándome dos besos en las mejillas-.

-              Tía Marisa te presento a dos amigas mías, Paca y Puri, necesitan algunos disfraces para su trabajo y me he acordado que tú trabajabas en una tienda de disfraces. –Mientras las presentaba, ellas se habían saludado con dos besos en las mejillas-.

-              Encantada de conoceros. Estas fechas son muy flojas para la tienda, así que no nos van a molestar. ¿Qué tipo de disfraces queréis?

-              Un poco picantes, ya me entiendes. –Dijo Paca cuando yo iba a contestarle a mi tía-.

-              Claro que os entiendo, ¿algo en especial?

-              Nosotras habíamos pensado los clásicos de criadita, mujer policía, bruja descocada, guardia civil con faldita y tricornio,… de ese tipo. Seductores, pero no chabacanos. –Dijo Paca-.

-              ¿Son para alguna fiesta de disfraces? –Preguntó mi tía dirigiéndose a la estantería para coger algunos-.

-              No exactamente –le contestó Puri-.

Mi tía cogió por lo menos seis u ocho bolsas con disfraces y las dispuso en el mostrador. Paca y Puri empezaron a mirarlos y a abrir las bolsas.

-              ¿De dónde has sacado estas amigas? –Me preguntó mi tía en voz baja-.

-              Una es vecina del piso de Sevilla y la otra una amiga suya.

-              De esa me suena su cara –dijo mi tía señalando discretamente a Paca-.

-              Creo que hace años trabajó en el cine.

-              No me extrañaría. Son las dos muy atractivas.

Mi tía volvió con ellas y yo la seguí.

-              Están muy bien los disfraces, pero nosotras estamos buscando algo un poco más para adultos, ya me entiendes, más seductores. –Dijo Paca-.

-              Perfecto. Los tengo en el almacén, no es cuestión de que estén a la vista de los niños. Venid por aquí.

-              Es atractiva tu tía, lo que pasa es que no se arregla –me dijo Puri en voz baja cuando la seguíamos hacia el almacén-.

Después del comentario de Puri, observé a mi tía. Llevaba una blusa y una falda las dos bastante sueltas, el pelo con una media melena y unos zapatos planos. Abrió la puerta del almacén y entramos detrás de ella. El almacén era grande, estaba lleno de disfraces colgados de perchas, había una mesa que hacía las veces de escritorio y unas sillas a su alrededor. Entre el almacén y la sala de ventas había una ventana para controlar desde dentro lo que pasaba en la sala.

-              Están aquí –dijo mi tía y cogió varias perchas con ropa-. Mirad, de criadita francesa, de policía americana con short, gorra, esposas y porra, de embrujada desvergonzada, de cajera de supermercado ligera de cascos, de enfermera zorrona…. vamos de lo que queráis. En el pueblo no tienen mucha salida, pero a veces vienen clientes de la capital que buscan cosas para animarse.

Lo menos que se podía decir de los disfraces es que podían levantársela a un moribundo en su lecho de muerte.

-              A estos, a estos nos referíamos nosotras. –Dijo Paca cogiendo algunos y levantándolos para verlos bien por delante y por detrás-.

-              ¿Nos los podemos probar? –Preguntó Puri-.

-              No tenemos probadores, pero hacedlo aquí sin problemas.

-              Gracias –le contestó Paca-.

-              ¿Cuál prefieres tú? –Le preguntó Paca a Puri-.

-              A mí siempre me han sentado muy bien los de criadita francesa.

-              Y a mí los de enfermera zorrona.

Cada una cogió el que parecía de su talla o una talla menos y empezaron a desnudarse para probárselos.

-              Os dejamos para que estéis más tranquilas –dijo mi tía incluyéndome a mí-.

-              No, Carlos se tiene que quedar para que nos de su opinión. Y por nosotras, quédate tú también, así tenemos más opiniones. –Dijo Paca que ya se había quitado la chaqueta del traje dejando sus fantásticas tetas al aire-.

-              Vale me quedo, por si os puedo ayudar. –Dijo mi tía, que empezaba a tener la cara desencajada-.

Siguieron desnudándose las dos, hasta quedarse sólo con unos escuetos tangas. Mi tía las miraba con los ojos que se le salían de las órbitas.

-              ¿A qué son muy atractivas? –Le pregunté a mi tía-.

-              Y tanto, como que parecen actrices. Deben tener más o menos mi edad, pero parece que tengan diez años menos.

-              Gracias –le dijo Puri-. Lo que pasa es que tú te arreglas poco, con otra ropa estarías igual o mejor que nosotras. ¿Verdad Paca?

-              Totalmente de acuerdo. ¿Por qué no te pones mi traje de chaqueta mientras me pruebo los disfraces?

-              No me vendrá bien. –Dijo mi tía para que alguien le dijera lo contrario-.

-              Claro que te vendrá bien, tía Marisa. Anímate.

Puri había terminado de ponerse el disfraz de criadita francesa, incluyendo un plumerito ridículo, y Paca se había puesto un liguero con medias rojas e intentando cerrarse el escote de la bata de enfermera, con mucha dificultad por el volumen de sus tetas. El drisfaz se complementaba con un estetoscopio más falso que un billete de tres euros y una lengüeta de madera de esas que utilizan los médicos para ver la garganta de los pacientes.

-              De acuerdo, pero no os riáis cuando no me entre. Carlos mira para otro lado. –Dijo mi tía empezando a desnudarse-.

Voy a mirar para dónde tú quieras, pensé. Paca y Puri estaban para comérselas. El disfraz de criadita francesa era un uniforme negro minúsculo con la faldita como si fuera un tutú, un delantal blanco de encaje, que no lograba disimular el volumen de sus tetas y una cofia también blanca. Paca debía haber cogido el suyo dos tallas menos de lo conveniente. Era una especie de bata blanca con detalles rojos, ajustadísima y cortísima, abotonada por delante, que le apretaba las tetas hasta casi no dejarla respirar.

-              Os quedan de maravilla. –Les dije-.

-              Es verdad –dijo mi tía, que en ese momento estaba en bragas y sujetador ambos feos como para reventar-.

-              Se me ha ocurrido un primer guión para estos disfraces. –Dijo Paca-.

-              ¡Qué bien, cuéntanoslo! –Le contestó Puri-.

-              Mejor que contarlo lo vamos ensayando. –Dijo Paca-.

Mi tía luchaba contra el traje de chaqueta, no conseguía ni cerrarse la chaqueta ni subirse del todo la cremallera de la falda.

-              Carlos tú siéntate en el sillón de la mesa de despacho. Como el actor que hemos conseguido tiene ya sus años, será el abuelo del clan. Es un viejo vicioso, pero muy aprensivo, que antes de follarse a la joven criada, la somete al reconocimiento médico de una enfermera. Empezamos.

Mi tía, que estaba boquiabierta con el lío que había empezado a formarse, dejó de intentar meterse en el traje y se dispuso a observar cómo evolucionaba aquello.

-              Enfermera, mire a ver si la nueva doncella tiene algún problema, aunque no lo parezca, hay que tomar precauciones. –Dije yo-.

-              Claro don Carlos.

Paca se acercó a Puri y fue a ponerle el estetoscopio en las tetas por encima del delantal.

-              Enfermera, ¿qué hace? –Le pregunté-.

-              Reconocer a la criada como usted me ha dicho.

-              Vamos a ver enfermera, a mi me interesa si tiene la boca sana, no me vaya a pegar algo cuando me chupe la polla, y que tenga en condiciones el culo y el chocho, para cuando me la folle. ¡A mí que me importa su tensión arterial!

-              Como quiera don Carlos.

Puri abrió mucho la boca y Paca le metió la lengüeta hasta la campanilla, mientras la agarraba con fuerza por la barbilla. Luego le sacó la lengüeta y le miró la boca como si fuera una yegua, para terminar metiéndole su propia lengua en la boca.

-              Don Carlos, por arriba todo bien, le puede comer la polla sin problemas. Veamos el resto. Chica, súbete a la mesa.

Mi tía había dejado caer la falda del traje y se tocaba suavemente el chocho por encima de las espantosas bragas. Yo estaba ya empalmado como un fraile carmelita. Puri se subió a la mesa, se tumbó boca arriba y subió y abrió sus piernas para permitir el reconocimiento. Paca le quitó el tanga y le dijo:

-              Ábrete bien el chocho, para que pueda reconocértelo.

Puri puso las manos en su chocho y se lo abrió todo lo que pudo. Tenía los labios menores grandes y por fuera de los mayores. Su chochito estaba rosado y brillante de los jugos que estaba segregando. Paca le pasó la misma lengüeta por todo el chocho y luego empezó a darle golpecitos con la lengüeta en el clítoris, que lo tenía muy excitado.

-              El chocho bien y preparado, vamos a ver el ojete. Ponte de rodillas en la mesa mirando a don Carlos. –Le dijo Paca-.

Puri la obedeció y se puso de rodillas con su precioso culo en pompa.

-              Don Carlos, si usted quiere la chica está lista para comerle la polla.

Me puse de pie y me quité los pantalones y los bóxers. Tenía la polla como pocas veces la había tenido de dura y de gorda.

-              ¡Te has depilado, que bien! –Exclamó Puri-.

-              El señor puede llevar la polla como quiera. –La recriminó Paca dándole un sonoro cachete en el culo-.

Cogí a Puri por la cabeza y le metí la polla en la boca hasta más de la mitad. Mi tía ya había dejado el recato y se estaba sobando de lo lindo por debajo de las bragas. Paca empezó a chuparle el ojete a Puri, que se lo agradecía gimiendo con fuerza, y a meterle tres dedos en el chocho, que le entraban hasta los nudillos sin el menor problema. Puri me estaba haciendo una mamada de escándalo, me cogió la polla con una mano y bajó su cabeza para lamerme y comerme los huevos.

-              ¡Qué bien sin pelos! –Dijo Puri-.

-              Marisa, ¿no quieres venir a explorar a esta guarra? –Le preguntó Paca a mi tía-.

Mi tía ya se había quitado las bragas y el sujetador. Tenía unas bonitas tetas muy blancas y una marca también muy blanca de las bragas del biquini. El pelucón le cubría todo el chocho. Con una mano se acariciaba el clítoris y de la otra tenía dos dedos dentro del chocho.

-              Estoy muy bien aquí mirando, gracias. –Le contestó con un hilo de voz-.

-              ¡Paca no pares que estoy a punto de correrme!

-              De eso nada, primero termina la mamada a don Carlos. –Le dijo Paca-.

-              Don Carlos está también casi a punto de llenarle la boca a la criadita. –Le dije yo-.

-              ¡No puedo aguantar más, aaaagggg, me corro, me corro, no pares Paca! –Gritó Puri-.

-              ¡Yo también me corro, cómemela, Puri, cómemela, aaaagggg! –Grité al empezar a correrme en la boca de Puri-.

-              ¡Diosssss, me corro yo también, aaaggg! –Gritó mi tía y se sentó desfallecida en una de las sillas, sin dejar de sobarse el chocho-.

-              Don Carlos, déjeme que examine como le ha dejado su pollón la criadita, no vaya a haber cogido algo malo. –Dijo Paca, dejando a Puri tumbada en la mesa y acercándose a mí-.

-              Enfermera primero desnúdese, que pueda verla bien –le dije a Paca-.

Paca se quitó la bata, liberando sus oprimidas tetas, y el tanga quedándose sólo con el ligero y las medias rojas.

-              Siéntese don Carlos, que voy a reconocerle el pollón con mis tetas.

Me volví a sentar en el mismo sillón con las piernas muy abiertas. Paca de puso de rodillas entre ellas y se metió mi polla entre sus tetas.

-              ¿Cómo la ves? –Le pregunté-.

-              Estupendamente, lista para volver a rendir.

Paca se apretaba sus tetas contra mi polla y se movía de arriba abajo, metiéndose de vez en cuando mi capullo en la boca.

-              Enfermera me está usted dando mucho placer.

-              Eso pretendo don Carlos.

Miré a mi tía que seguía acariciándose el clítoris, a la misma vez que se sobaba sus bonitas tetas. Me pareció que se estaba corriendo por segunda vez. De pronto vi a mi prima Luisa y a Antonia al otro lado de la ventana que comunicaba con la sala de ventas. Estaban pegadas al cristal con los ojos como platos y parecía que se estaban tocando el coño a dos manos.

-              Enfermera siéntese aquí sobre mí. -Le dije a Paca-.

Paca se incorporó se puso de espaldas a mí, me cogió la polla y se la fue metiendo hasta llegar a presionarme los huevos con sus muslos.

-              ¡Qué barbaridad don Carlos, la siento como llega hasta el final de mi chocho!

-              Muévase que quiero sentir como se desliza dentro de ti.

Paca puso sus manos en los brazos del sillón y empezó un sube y baja endemoniado. Yo le sobaba las tetas con una mano y el clítoris con la otra.

-              ¿Don Carlos puedo correrme ya?

-              Dame un minuto y me corro contigo.

-              Entonces deje de acariciarme el chocho, hasta que vaya a correrse.

Paca seguía con el sube y baja casi hasta sacársela entera para después dejarse caer. Sus ingles contra mis muslos sonaban como palmadas cada vez que se dejaba caer. Miré a mi prima Luisa y a Antonia, que tenían la expresión de estarse corriendo. Yo ya estaba en disposición de correrme otra vez, llevé de nuevo la mano al chocho de Paca y empezamos los dos a corrernos a voces. Mi tía se sumó a las voces, se estaba corriendo otra vez. Mire hacia donde estaban Antonia y mi prima, pero ya no estaban.

-              Fantástico, va a ser un video de lo más caliente. Lo malo es dónde lo vamos a poder grabar. –Dijo Puri-.

-              ¡Aquí, aquí lo podéis grabar sin problema, este y todos los que queráis! –Gritó mi tía-.

-              Pues ya tenemos plató. –Dijo Paca-.

-              Tía nos vamos a tener que ir, se ha hecho tarde y tengo cosas que hacer en el pueblo. ¿Me lleváis? –Les pregunté a Paca y a Puri-.

-              Claro.

Nos vestimos los tres, mi tía dijo que todavía  no tenía fuerzas para levantarse de la silla.

-              Carlos dales mi número de móvil para que nos pongamos de acuerdo para los rodajes.

-              Claro tía, ahora se lo doy.

Fui a despedirme de mi tía con dos besos y ella aprovechó para decirme al oído:

-              Muchas gracias Carlos, me has hecho una mujer feliz, se lo tengo que decir a tu madre.

-              Tampoco hace falta que le cuentes todo.

Paca y Puri me acercaron a mi pueblo. Durante el corto trayecto sonó un mensaje en mi móvil, era de mi prima Luisa.

-              Carlos, puedes pedirnos lo que quieras. Ha sido fantástico. Mamá ha vuelto a ser la que era.

Cuando me dejaron cerca de mi casa, llamé a Cristina.

-              Hola Cristina.

-              Hola Carlos. ¿Dónde estás?

-              Aquí en el pueblo. ¿Te apetece que nos veamos?

-              Claro. Mi madre está en la peluquería y mi padre y mi hermano se han ido a Sevilla. Así que estoy sola, ven a casa.

-              No tardo ni cinco minutos.

De camino a casa de Cristina recibí en el móvil un mensaje de mi madre:

-              Ya sólo te queda tu tía Julia.

¡Joder que angustias estaba mi madre, no me iba a dejar tomarme un descanso! Le contesté:

-              Sí mamá ya lo sé. Estoy en el pueblo, luego nos vemos para comer.

Me contestó al momento:

-              Lo siento Carlos, pero tu padre y yo hemos quedado en ir a una barbacoa. Si quieres, en el frigorífico hay alguna cosa para comer.

¡Coño con mis padres, vengo a verlos y me hacen el mismo caso que a una mierda! Pensé.

Llegué a casa de Cristina y llamé al portero electrónico. Me abrió enseguida. Subí la escalera, fui a llamar a la puerta, pero vi que estaba entreabierta. La llamé desde la entrada:

-              ¡Cristina! ¡Cristina!

No recibí contestación. Debe estar juguetona, pensé y entré en el piso. Miré a un lado y a otro y no la vi. Miré en el salón, después en los dormitorios y los baños y nada. Sólo me queda la cocina, pensé. Volví sobre mis pasos y abrí la puerta de la cocina. Allí estaba Cristina, desnuda, de espaldas a la puerta y con un pequeño delantal que dejaba su fantástico culo al aire. Miré su culo con detenimiento, redondito, muy apretado, con nalgas grandes, carnosas y duras. ¡Qué culo tiene Cristina, por Dios! Se lo había visto muchas veces, pero lo del delantal me producía un morbo tremendo.

-              Hola Carlos, estaba preparando algo de comer. ¿Tienes hambre? –Me dijo sin volverse a mirarme-.

-              Tengo hambre de ese culo, que me lo voy a comer enterito.

Me puse de rodillas detrás de ella, le abrí las nalgas con las manos y metí la cara en medio. Su olor era delicioso y la textura de su piel excitante. Tras mover la cabeza entre sus nalgas y golpearme con ellas, le metí la lengua en el ojete.

-              ¡Uuummm Carlos, vas a hacer que me ponga muy caliente!

-              ¿No lo estás ya? –Le contesté llevando una mano a su depilado chocho que lo tenía empapado-.

-              Más todavía. ¿Estás ya empalmado?

-              Como un semental.

-              Entonces pégame la polla al culo.

Me incorporé, me abrí los pantalones, me bajé los bóxers, le volví a abrir las nalgas con las manos se la encajé entre ellas.

-              ¡Huy que dura la tienes! Cógeme las tetas y sóbame el chocho, necesito correrme cuanto  antes.

La obedecí, el contacto con sus grandes y duras tetas me enervó más todavía.

-              ¡Joder Cristina qué buena estás!

-              ¿Me has echado de menos?

-              A todas horas

Cristina llevó una de sus manos a su espalda para cogerme la polla.

-              ¿Qué le ha pasado a tus pelos? –Me preguntó-.

-              Me depilé ayer pensando en estar hoy contigo. –Le dije para no abundar en que había sido su madre-.

-              ¿Te depilaste tú solo?

-              No Cristina, lo depilé yo. –Oí decir a Clara detrás de nosotros-.

¡Otra cagada! Pensé, mientras me retiraba del culo de Cristina y me tapaba con las manos, no sé para qué porque Clara conocía mi polla mejor que yo mismo. Iba a decir el clásico “esto no es lo parece”, pero me callé antes de meter más la pata y encima hacer el ridículo

-              ¡Mamá, quería haberlo hecho yo! –Dijo Cristina-.

-              Pero me adelanté yo. –Le contestó Clara-.

-              ¿No es un poco temprano para haber cerrado ya la peluquería? –Le preguntó Cristina a su madre-.

-              ¿Y no es un poco pronto para estar así con tu novio? –Le contestó esta-.

-              Anda mamá, vete al salón y déjanos terminar de hacer la comida.

-              No, vete tú a tu habitación y vístete.

Cristina se dio por vencida y salió de la cocina. Yo hice amago de subirme los pantalones y seguirla, pero Clara me lo impidió.

-              No, tú quédate aquí. –Me dijo-.

-              Clara, perdóname. Cómo sabes llevaba bastantes días sin ver a Cristina y no me he podido contener. –Le dije cuando se fue Cristina-.

-              Si yo comprendo que tengáis que follar, ¿pero coño en mi cocina?

Terminé de subirme los pantalones. No entendía muy bien el enfado de Clara después de los polvos que habíamos echado la tarde anterior. Volvió Cristina vestida y con el delantal en la mano.

-              No entiendo tu cabreo mamá. Ayer te follas a Carlos como te da la gana y ahora no me dejas que me lo folle yo.

-              Desde ayer he estado pensando y he llegado a la conclusión de que yo quiero mi parte. Ni para ti ni para mí, hay para las dos.

-              Pienso que algo tendré que decir yo en eso. –Les dije-.

-              ¡Cállate Carlos, esto es entre nosotras! –Me gritaron las dos a dúo-.

-              Pero me afecta a mí.

-              Te vas a quejar encima, pudiendo estar con dos mujeres como nosotras. –Dijo Cristina-.

Yo cada vez entendía menos aquello, ahora era Cristina la que salía en defensa de su madre.

-              ¿Sabéis lo que os digo? Que me voy. –Les dije harto de la situación entre la madre y la hija-.

-              ¿Dónde vas a ir? –Me preguntó Cristina-.

-              A mi casa a comer.

-              ¿Para comer solo? –Preguntó Clara-. Tus padres están hoy en la barbacoa que organizan una vez al mes con su grupo de amigos y no creo que quieran verte por allí.

-              ¿Por qué no van a querer verme?

-              Porque todo el pueblo sabe que la barbacoa es una excusa para hacer una orgía en la sobremesa. –Me contestó Cristina-.

¿Una orgía, mis padres en una orgía? Me pregunté.

-              Vosotras no estáis buenas de la cabeza y, además, ¿vosotras que sabéis lo que hacen mis padres? –Les pregunté muy enfadado-.

-              No te enfades, Carlos. A nosotras nos da igual lo que hagan tus padres, pero este pueblo es muy pequeño y se sabe todo. –Contestó Clara-. Ya me gustaría a mí poder ir, no pocas veces lo he deseado, pero mi marido no sirve para eso, bueno ni casi para nada.

-              ¡Mamá, deja a papá en paz! –Le dijo Cristina-.

-              De acuerdo hija, perdona, pero me desespera. Bueno a lo que íbamos, ¿cómo nos organizamos entre los tres?

-              ¿Pero vosotras os estáis escuchando? ¿Qué queréis hacer un cuadrante de cuándo le toca a cada una? –Les pregunté no creyendo que aquella situación fuera posible-.

-              Tu abuelo no se puso tan delicado cuando mi madre y yo se lo planteamos. –Dijo Clara-.

-              ¡Y dale con mi abuelo, que yo no soy mi abuelo!

-              ¿De verdad se lo propusisteis juntas la abuela y tú? –Preguntó Cristina-.

-              Mamá y yo hemos estado siempre muy unidas. Comprendimos que si nos hacíamos competencia entre nosotras, saldríamos las dos perdiendo.

Sonó mi móvil. Mi padre. Qué raro, pensé. Salí de la cocina para hablar con más tranquilidad.

-              Hola papá, ¿pasa algo?

-              Hola hijo, nada, no pasa nada. Ya sé que te ha dicho tu madre que vamos a una barbacoa…-coño con las barbacoas de mis padres, pensé-…y quería hablar antes contigo, aprovechando que estás por aquí.

-              Dime.

-              No, es mejor que nos veamos, es un poco largo.

-              ¿Me acerco por casa?

-              Mejor nos vemos en cinco minutos en la terraza del bar de Juan, que estaremos más tranquilos.

-              De acuerdo papá.

Volví a entrar en la cocina, Cristina y su madre seguían discutiendo.

-              Voy a ver a mi padre, que he quedado con él.

-              Vale, pero vuelve para comer. –Me dijo Cristina-.

-              Me imagino que sí, si no, te llamo.

No dejaba de pensar en la proposición de Cristina y su madre, me trataban otra vez como una polla con patas. Cuando llegué a la terraza, ya estaba allí mi padre sentado en una mesa retirada del resto.

-              Hola hijo –me dijo mi padre dándome dos besos-.

-              Hola papá, ¿qué tal estás?

-              Bien, con mucho trabajo, pero bien. ¿Y tú?

-              Bien también, liado con los estudios. ¿De qué querías hablarme?

-              Es un poco delicado, pero tu madre se ha empeñado en que lo haga y ya la conoces, si se le mete algo en la cabeza, o lo haces o lo haces.

-              La conozco papá.

-              Verás hijo. Estás en una edad muy delicada y hay cosas que debes saber…

-              ¿Papá, no me habrás llamado para contarme que los niños no vienen de París o lo de la semillita?

-              No hijo, eso ya me imagino que lo sabes de sobra. Es algo sobre nuestra familia, en concreto sobre tu abuelo.

-              ¿Qué le pasa a todo el mundo con el abuelo?

-              ¿Alguien más te ha hablado sobre él?

-              Mejor pregunta quien no me ha hablado de él.

-              ¿Y qué te han dicho?

-              Qué tiene una polla muy grande y que le gustaban mucho las faldas.

-              Ambas cosas son ciertas, pero muy simplificadas. Tengo entendido que tú has heredado las dos cosas.

-              ¡Papá!

-              ¿Qué pasa? Déjame hablar. Tus abuelos se casaron muy jóvenes, como era habitual en sus tiempos y ambos sin experiencia en el sexo, como también era habitual. Después de la boda tu abuela se dio cuenta que, mientras ella se sentía cada vez más feliz, más atractiva, más plena y más mujer, sus amigas y conocidas estaban cada vez más tristes, más deprimidas y más abandonadas. Hablando con ellas descubrió que la diferencia entre ella y las demás era que ella estaba sexualmente muy satisfecha con tu abuelo y las demás no lo estaban con sus maridos.

Desde pequeño me había dado cuenta que mi abuela era mujer singular, lista, alegre, guapa y siempre pareciendo mucho más joven que sus amigas

-              ¿Me tienes que contar esto ahora?

-              Ya te he dicho que tu madre se ha empeñado, así que déjame seguir. Como sabes tu abuela ha sido siempre y es muy generosa, además de empatizar con todo el mundo. Sentirse feliz ante tanta penuria de sus amigas la tenía preocupada y descubrió que tu abuelo tenía un don y que a ella no le importaba compartirlo con otras mujeres. Se lo dijo a tu abuelo. Él le contestó al principio que estaba loca y que se olvidase de eso. Pero ella no desistió y poco a poco logró que él se diera cuenta de que, en efecto, muchas de las mujeres del pueblo de la misma edad que tu abuela estaban marchitándose.

-              Papá, ¿esto es una coña, no?

-              De coña nada hijo. Déjame que siga, que no tengo mucho tiempo. Tanto le insistió a tu abuelo sobre que tenía que compartir su don, que él al final aceptó a regañadientes. Tu abuela percibía cual de sus amigas se encontraba peor y entonces se las arreglaba para que pasaran por la cama, por el pajar o por donde fuera con tu abuelo, cosa que, por otra parte, él no le hacía ascos, porque, como has dicho tú antes, siempre le han gustado mucho las mujeres. Después es verdad que si tu abuela le dio la mano, el se tomó el brazo y medio cuerpo.

-              Papá, es una bonita historia un tanto peculiar pero ¿por qué me la cuentas y por qué tenía que ser ahora?

-              Hijo tu abuelo está ya mayor y tu abuela y tu madre han pensado que es hora de que lo sustituyas y que te hagas cargo de tus responsabilidades.

-              ¿Me estás diciendo que me folle a todo lo que se mueva, como parece que hacía el abuelo?

-              Así no, te estoy diciendo que tú puedes ser muy feliz y a la vez hacer felices a muchas mujeres. Qué no seas estrecho, que seas generoso como lo fueron tus abuelos.

En fin, estaba claro que mi padre y mi madre se habían vuelto locos.

-              Vale papá, lo procuraré.

-              Tu madre se ha enterado ya de lo tu tía Marisa de esta mañana. La ha llamado con una alegría que hacía años que no tenía y todo porque te has preocupado por ella.

-              ¿Pero papá y tú porqué no eres también generoso?

-              Porque yo no tengo el don, vamos que no tengo una polla como la tuya o la de tu abuelo. Yo hago lo que puedo con tu madre, que no es poco, pero ni de lejos puedo aspirar a emular a tu abuelo o al hombre en que tú debes convertirte.

-              Bueno, pues gracias por los consejos. ¿Es cierto que mamá y tú vais ahora a una orgía? –Decidí preguntarle directamente, ya que estábamos de confesiones-.

-              Ahora vamos a una barbacoa, la orgía será después de comer.

-              ¿Y me lo dices tan tranquilo?

-              ¿Cómo quieres que te lo diga, si llevamos media vida yendo? Ya eres grandecito como para escandalizarte.

-              Pues que lo paséis muy bien.

-              Eso intentaremos.

Nos terminamos la cerveza que nos estábamos bebiendo, nos cruzamos dos besos y nos fuimos cada uno por un lado. Pensé que le tenía que haber dicho que había conocido a una medio hermana suya. Que el don también tenía consecuencias. No sabía qué hacer, si volver a casa de Cristina como ella me había dicho o coger un autobús e irme para Sevilla, pero recordé que tenía pendiente lo de mi tía Julia y si volvía a Sevilla sin haber hecho nada por ella, mi prima Julia me iba a matar, más si ya se había enterado de lo de la tía Marisa, que seguro se habría enterado, por como volaban las noticias en mi familia. ¡Tiene cojones el tema del don! Pensé. ¡Coño lo que tengo es una polla grande y listo, como tantos tíos en el mundo! ¿O es que los negros tienen todos también el don? De camino a no sabía dónde me llamó mi abuela paterna.

-              ¡Hola abuelita, qué sorpresa!

-              Hola Carlos, ¿cómo estás cariño?

-              Muy bien. Hoy aquí en el pueblo.

-              ¿Y los estudios?

-              Ahí los llevo, unas asignaturas mejor y otras, más regular.

-              ¿Y tú cómo estás?

-              De salud bien, pero muy disgustada contigo.

-              ¿Conmigo por qué?

-              Me ha dicho tu padre que acaba de hablar contigo y que te has tomado a broma lo de don de tu abuelo y tuyo.

No podía ser que mi abuela también hubiera perdido la cabeza. Me senté en un banco para hablar con ella.

-              Pero abuela, mi padre me ha contado unas cosas muy raras, que yo no termino de entender, sobre un don del abuelo y sobre que ahora me tocaba a mí seguir con el don y cosas así.

-              Es una verdad como un templo Carlos. Tu abuelo ha hecho felices a muchas mujeres de este pueblo durante casi tres generaciones. Ahora, como sabes, el pobre está con sus achaques y ya no es lo que era, bien que lo siento yo…

-              ¡Abuela, por favor!

-              ¿Tú que te crees que a los viejos no nos apetece un rato de diversión? ¡Pues claro que nos apetece igual o más que a ti!

-              Vale abuela, perdona.

-              A lo que iba, este asunto lo hemos hablado entre todos, especialmente entre tu madre y yo, y es importante que te lo tomes en serio. Debes hacer felices a las mujeres, ¡tienes que hacerlas felices! Yo he visto como renacía la alegría y la vida en mis amigas y conocidas, y bueno también en otras lagartas que se lo montaban por su cuenta, después de estar con tu abuelo. He sentido durante años un orgullo muy grande de poder hacer el bien y tú tienes que seguir ese ejemplo. ¿Me entiendes?

Era la primera vez que sentía a mi abuela realmente enfadada conmigo. La cosa tenía que ser muy importante para ella, como para ponerse así conmigo, su único nieto, claro que ahora pensaba que, en realidad, el único nieto reconocido.

-              Si abuela, te entiendo.

-              Carlos, tu madre me ha enseñado el video que está de moda en el pueblo y en toda la comarca –me cago en el video, pensé-. Piensa que sólo el video ya está produciendo felicidad a muchas mujeres y orgullo en muchos hombres que saben que es de un hijo del pueblo. Así que déjate de tonterías, que ahora que tienes dieciocho años y eres libre, puedes con todo y con todas.

-              De acuerdo abuela, ¿entonces qué tengo que hacer?

-              ¡Pareces tonto hijo, pues follar con toda aquella que te lo pida!

Lo de mi abuela ya era superlativo. Tenía el desparpajo de las viejas y decía las cosas tal como las sentía, sin disimulos ni tonterías.

-              Bueno, tú por lo menos me lo has dejado claro y no como mi madre o mi padre con lo de ser cariñoso y generoso.

-              Eso además, por supuesto, como lo hemos sido siempre tu abuelo o yo.

-              Está bien abuela. ¿Me invitas a comer?

-              Lo siento Carlos, pero he conseguido que tu abuelo se tome una viagra y no la voy a desperdiciar.

-              ¡Abuela!

-              ¡Otra vez con los reparos y las tonterías! Sé que has estado esta mañana en casa de Clara…

-              ¿Pero cómo os enteráis todos de todo?

-              Este es un pueblo pequeño. Déjame que siga con lo que te decía, esa mujer te necesita. Su cara cuando estaba con tu abuelo le cambiaba por completo, era otra mujer. Ahora cuando voy a que me peine está triste, como mustia y, además, mira lo contenta que estuvo su hija cuando hacía sus cosas contigo y, con lo mona que es, la mala cara que se le ha puesto desde que te fuiste a Sevilla. Y no me digas nada, que de sobra sé que es tía tuya.

¡Joder con mi abuela!

-              ¿Y a ti no te importó que el abuelo la dejara embarazada?

-              ¿A mí por qué tenía que importarme? Carlos, entonces comprar anticonceptivos en el pueblo era un milagro, ¿y qué iba a hacer la mujer, quedarse a dos velas? Tú mira a tu alrededor en la comarca y verás cuantas hay que se parecen a tu abuelo, a tu padre o a ti. Ahora las cosas son muy diferentes, casi todas las mujeres toman la píldora y si no, pues a usar condón o a tomarse la píldora del día después.

Me quedé callado, incapaz de rebatir a mi abuela.

-              Carlos, que no tenga que volver a hablar contigo de este tema. Eres muy buen chicho, así que no me vayas a amargar los años que me quedan por vivir.

-              No te pongas así que estás estupenda.

-              ¿Sabes por qué? Pues porque he follado mucho y bien. Te tengo que dejar que a tu abuelo ha empezado a hacerle efecto la pastilla. Carlos, no me decepciones.

Colgó y yo me quedé sin habla. Yo como iba a pensar que a mi abuela le salía ese carácter. ¡Qué bronca me había metido por las buenas! Seguí un rato sentado en el mismo sitio pensando en lo que me habían dicho mi padre y mi abuela, hasta que recibí un mensaje en el móvil. Era de Cristina:

-              ¿Vienes a comer? Te estamos esperando.

Lo pensé un minuto y le contesté:

-              Voy de camino.

(Continuarán mas historias de mi familia y otros animales, parafraseando a Gerald Durrel. Espero que os haya gustado esta entrega.)