Compartiendo piso de estudiante con mis primas II

Las andanzas de mi tía y la vuelta de mis primas revolucionan mi vida, que de todas formas ya estaba bastante revuelta.

( Para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leerse el primer capítulo, para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo: https://www.todorelatos.com/relato/156465/ . Que disfrutéis de mis aventuras).

Después de la conversación con mi tía Julia, que me había dejado muy pensativo, terminé de cambiar los muebles de mi habitación de sitio y fui a preguntarle qué plan tenía para comer:

-              ¿Tía vas a comer en casa?

-              No, he quedado para comer. ¿Por qué?

-              Me ha propuesto Javier salir a comer y para saber que le decía.

-              Haz lo que quieras, comida hay. Por cierto, ¿Carlos tu manejas el programa ese para localizar el móvil?

-              ¿El “icluod”? Sí, necesitas algo.

-              Cada dos por tres pierdo el móvil y me han dicho que ese programa te permite localizarlo.

-              Sí, tienes que activar el GPS del móvil e instalar el programa en el teléfono y en el ordenador. Yo lo tengo instalado. Si quieres probamos con tu teléfono.

-              Pues sí, así aprendo y luego lo instalo en el mi ordenador.

Fuimos al ordenador, abrí el programa y le dije:

-              Escribe tu usuario y contraseña.

-              Te los digo, porque no tengo las gafas y no veo.

-              Son demasiado sencillos, tendrías que cambiar la contraseña.

-              Ni de broma, que luego no me acuerdo.

-              Ya está –le dije cuando apareció su teléfono en el mapa-.

-              ¡Qué bien, se acabó perder el tiempo buscando el teléfono! Bueno me voy que ya llego tarde.

Cuando me quedé sólo llamé a Javier para quedar a comer.

-              ¿Dónde vamos a comer, al sitio de siempre?

-              Carlos tengo un problema, mejor dicho dos problemas. ¿Puedes venir a mi residencia?

-              Sí, pero que te pasa.

-              Cuando vengas verás y, por favor, no tardes.

Colgué y salí del piso. En el descansillo me encontré con el matrimonio que vivía en el piso de enfrente, que volvía a su casa. Los saludé, él no me contestó y ella me dio las buenas tardes. Él era un viejo que iba en una silla de ruedas y que según decían los vecinos tenía muy mala leche. Ella era por lo menos veinte años más joven que él, le eché unos cuarenta y tantos, morena, guapetona, media melena de pelo castaño muy lacio, buena facha y bien vestida. Una ventana de su piso daba enfrente a la de mi habitación, pero la verdad es que no los había visto nunca por la ventana.

Fui andando a la residencia de Javier, después de muchas gaitas en la portería me dejaron subir. Llamé y me abrió la puerta de su habitación sin pantalones.

-              Pasa –me dijo y cerró la puerta-.

-              ¿Qué problema tienes?

-              Dos y gordos –me contestó levantándose el faldón de la camisa-.

-              Tío que yo no he venido a verte el nabo.

-              Mírame por favor.

Miré a su entrepierna y aquello daba miedo. Tenía los huevos y la polla de color morado y muy inflamados.

-              ¿Qué te pasa?

-              Ya sé que te vas a reír con lo que te diga. El otro  día viendo porno, reparé en el anuncio de una crema que prometía hacerte crecer el nabo ocho o diez centímetros y para siempre, naturalmente compré la crema.

-              No eres más tonto porque no te entrenas lo suficiente. ¿Cuánto te sacaron por el mejunje?

-              Cincuenta pavos, pero espera que sigo contándote. Al día siguiente o a los dos días en la misma página vi el anuncio de un anillo, que te pones cogiéndote la polla y los huevos, y que hace que se te mantenga dura el tiempo que quieras, sin correrte.

-              ¿Pero tú para qué coño quieres eso? ¿No me jodas qué también lo compraste?

-              Pues sí y antes de que me lo preguntes, 30 pavitos.

-              A ti hay que retirarte el dinero por tu salud. ¿Y qué has hecho para estar así?

-              Verás, hace un rato primero me puse en anillo, que ya me dolió lo mío ponérmelo, y luego me embadurné bien de crema todo el aparejo. Con la puta crema se me ha inflamado todo el paquete y ahora no consigo quitarme el anillo y se me está poniendo todo morado.

Miré otra vez su entrepierna y daba miedo la inflamación y el color.

-              ¿Te duele?

-              Un disparate.

-              ¡Javier pero qué tonto eres! Primero el “calentómetro”, que sé de buena tinta que es un engañabobos y ahora esto. Tú no sabes que con las cosas de comer no se juega.

-              Tienes razón Carlos, ¿pero qué puedo hacer?

-              Y yo que sé, ¿soy yo urólogo?

-              Ayúdame Carlos, que esta tarde he quedado con una pibita que el otro día reventó el “calentómetro” y follo seguro.

-              Me parece a mí que tú no follas esta tarde tal y como tienes eso. De todas formas déjame la caja y el prospecto.

-              ¿De qué?

-              De qué va a ser, ¿el anillo trae prospecto?

-              No trae unas instrucciones en inglés y en chino.

-              Pues eso, déjame la caja de la puta crema.

-              ¿Qué pasa, que te quieres poner para que te crezca a ti también?

-              Desde luego no se puede ser más tonto. ¿Tú crees que viéndote así me voy a poner yo eso, que además no me hace falta?

-              Ya estás fardando de polla.

Me pasó la caja, dentro el bote estaba casi vacío. Leí el prospecto y decía que se pusiera sólo una pequeña cantidad y sólo en el nabo, no en los huevos.

-              ¿Tú te has leído esto?

-              Entero no.

-              O sea, que no te lo has leído. Pone que muy poca cantidad y sólo en la polla.

-              Pues yo me he embadurnado bien todo el mandado. ¡Coño si crece ocho o diez centímetros con poca cantidad, con mucha tendrá que crecer por lo menos quince! ¿Y qué quieres que tenga un pollón de la hostia con dos huevitos de codorniz?

-              De verdad que no sé cómo te escucho. O te acompaño a urgencias para que seas el hazmerreír de todo el hospital o bajo por hielo y metes eso en la bolsa. –Le dije señalándole la entrepierna-.

-              Mejor lo último, no quiero imaginarme a las enfermeras viéndome así.

-              Mientras bajo, mete el paquete en agua fría en el bidé, en el lavabo o donde puedas.

Las cosas que le ocurren a este hombre no le pasan a nadie, pensaba mientras iba por el hielo. Además de por el hielo, me acerqué a una farmacia. Estaba vacía y me atendió una señora muy estirada.

-              Perdone, quería una crema para bajar una inflamación.

-              ¿Dónde?

-              Donde qué.

-              Pues qué va a ser, ¿dónde es la inflamación?

-              En el pene y en los testículos de un amigo.

La mujer me miró de arriba abajo.

-              En esta farmacia no se atiende a maricones viciosos. –Vaya con la boticaria, pensé-.

-              Señora no se trata de eso. Un amigo se ha puesto una crema que le ha producido una inflamación en todas sus partes y quiero algo para que se le baje.

-              ¿Qué tipo de crema se ha puesto? –Empecé a arrepentirme y mucho de haber entrado en la farmacia-.

-              Una que le prometía aumentarle el pene.

Mientras le estaba explicando el tema a la boticaria entró en la farmacia una vieja con decenas de recetas en las manos y empezó a hablar con la boticaria como si no me estuviera atendiendo a mí ya.

-              Su amigo es un asqueroso y un descreído. Todo el cuerpo humano es un templo creado por Dios. ¿Quién es el hombre para tratar de cambiarlo? –Me espetó, mientras la vieja de las recetas seguía a lo suyo-.

-              Señora la mitad de las mujeres se ponen o se quitan tetas, se ponen o se quitan culo, ahora hasta se blanquean el ojete o se estiran los labios del coño, muchos hombres se ponen pelo y mi amigo va a ser un monstruo por ponerse una crema, que además no sirve para nada. –Todo esto se lo dije a la boticaria, sin que en ningún momento se callara la puta vieja de las recetas-.

-              ¡Fuera de mi farmacia o llamo a la policía!

-              Vale, ¿entonces me puedes vender una caja de condones para pollas sensibles, una crema lubricante para el coño de la puta vieja esta y la píldora del día después para tu puta madre?

-              ¿Qué ha dicho este joven? –Le preguntó la vieja de las recetas a la boticaria-.

-              ¡Al carajo! –Dije y salí de la farmacia con un cabreo de cojones-.

Desde la puerta oía como la boticaria me gritaba:

-              ¡Drogadicto, maricón, vicioso, voy a llamar a la policía!

Pero lo mejor fue cuando escuché que la vieja le decía a la boticaria:

-              Eduvigis, ponme también eso que me ha recomendado el muchacho.

Al volver llamé insistentemente a la puerta de su habitación y Javier no me abría. Empecé a preocuparme y lo llamé por teléfono.

-              Pues no escuchas que estoy llamando a la puerta.

-              Sí coño, pero me estoy secando los huevos para no mojar toda la habitación, espera un segundo.

Esperé, finalmente me abrió desnudo y cerró la puerta cuando entré.

-              ¿Cómo lo llevas? –Le pregunté dándole la bolsa de hielo-.

-              Un poco mejor con el agua fría. –Me contestó acercándose la bolsa de hielo al paquete-.

-              ¡Coño vete al baño que no tengo ganas de verte en pelotas con el hielo en los huevos!

-              ¡Joder que delicado eres!

Se fue al baño y yo me senté en la silla de la mesa de estudio.

-              ¿Qué hago rompo la bolsa y los meto dentro?

-              Yo que sé Javier, haz lo que quieras.

-              ¿No se te ha ocurrido pasarte por una farmacia y comprarme alguna crema?

-              ¡Vete a tomar por culo! –Le contesté pensando en entrar al baño y partirle la cara-.

Pasaron unos minutos y yo ya tenía hambre como para comerme un buey.

-              ¿Cómo lo llevas? –Le pregunté-.

-              Mejor, parece que la inflamación va bajando. ¿Podrías tratar de sacarme el anillo?

-              Ni sueñes que te voy a toquetear el nabo y los huevos. Voy a bajar a comer algo, ¿te traigo algo para ti?

-              Sí, lo que sea. Si me pongo peor te llamo. No tardes.

Fui a una pizzería próxima que vendían para levar. Mientras estaba en la cola me llamó otra vez Cristina:

-              Hola Carlos, mi teléfono se había quedado sin batería. ¿Dónde estás?

-              En una pizzería esperando a que me atiendan.

-              ¿Te gustó lo de esta mañana? A mí mucho.

-              Claro que me gustó, lo malo es que me cogió mi tía.

-              ¡Vaya racha que llevamos!

-              Y que lo digas –le contesté pensando también en la corrida en el tanga de mi tía-.

-              ¿Te gustaría comerte la pizza sobre mis tetas mientras me follas? –Cristina no es que estuviese salida, sino lo siguiente-.

-              Cristina, te tengo que colgar que me toca, luego te llamo y hablamos de dónde me comería yo la pizza.

-              Vale, no se te pase llamarme, que sigo sola en casa.

Pensé que había tenido mucha suerte con Cristina, una chica simpática, guapa, con un cuerpo para hartarse de pecar y muy caliente. Compré la pizza y subí otra vez a la habitación de Javier. Lo llamé cuando iba a entrar en la residencia para que fuera secándose para abrirme la puerta.

-              ¡Coño tápate! –Le dije cuando me abrió la puerta en pelotas. Me fijé que ya no llevaba el anillo-.

-              He logrado quitarme el anillo y la cosa va mejor, pero no creo que pueda ir a mi cita. –Dijo mientras se envolvía en la toalla de cintura para abajo-.

-              Sigue poniéndote el hielo y dile a la chica que no vas a poder ir.

-              ¡Los cojones! Me tienes que hacer el favor de ir tú.

-              ¿Yo para qué?

-              Ve tú, te haces pasar por mí y otro día me presentas como tú mejor amigo y ya le doy yo lo suyo y lo de su prima.

-              Tú estás tonto. O sea que ni siquiera la conoces.

-              Verás yo estaba el otro día en un pub, distinto al del otro día cuando nos encontramos, allí no puedo volver, estaba pasando el “calentómetro” y saltaron todas las alarmas cuando la escaneé: la imagen se puso roja como una lata de coca-cola. Afortunadamente, la tía le estaba dando el número de teléfono a otra y lo pillé. Luego le mandé unos mensajes y ella me contestó citándome para esta tarde.

-              ¡Que no voy a ir Javier, que estoy hasta los huevos de tus líos y tus tonterías!

-              Bueno vamos a comer y ya luego lo volvemos a hablar.

Nos comimos toda la pizza que había comprado, luego Javier se volvió al baño y yo me quedé descansando y viendo la tele en el sofá.

-              Carlos te tienes que ir, que es casi la hora. –Me dijo Javier desde el baño-.

-              ¿Tú que parte no has entendido de que no voy a ir?

-              No me puedes hacer eso, que soy tu mejor amigo. Te dejo el anillo para el resto del fin de semana.

-              Yo no quiero tu anillo para nada.

-              Hazlo por mí, que mira como estoy.

Se puso tan pesado que al final le tuve que decir que sí.

-              ¿Y yo como la reconozco?

-              Ven y te enseño la foto.

Javier estaba sentado en el bidé con el mandado dentro de la bolsa de hielo.

-              Me parece a mí que tu vas a tardar en tener descendencia –le dije-.

-              Que va, esto se me pasa mañana. Mira esta es. –Me enseñó una foto con un grupo de chicas como de poco más de veinte años y me señaló a una de ellas-. Ves que no está nada mal. Vete ya que no llegas. Llámame cuando hayáis terminado y no te la folles.

-              Lo que tú quieras.

La chica no sólo no estaba nada mal, sino que estaba bastante, pero bastante bien. Salí de la residencia con el convencimiento de que era el tío más tonto y más huevón del mundo. Fui andando al pub, la chica no había llegado todavía. Me pedí una copa y me senté a esperarla. Llegó como a los diez minutos. En persona estaba todavía mejor que en la foto, morena, alta, guapa, con una nariz preciosa y una estupenda figura. Me levanté para que supiera quién era, ella se acercó a mí y me arreó una hostia sin mediar palabra.

-              Eres un cerdo –me dijo después de darme la hostia y yo pensé en la trastada que le habría hecho Javier-.

-              Verás… –le dije tratando de empezar a hablar-.

-              Ni verás ni hostias. ¿Pero tú de dónde has salido? Tú te crees que se puede escribir esta guarrada a una mujer que ni conoces.

Me puso el teléfono delante de la cara. Con estupor empecé a leer una serie de mensajes, con el número de móvil de Javier.

- Te he visto esta tarde caliente como una perra en celo y yo te puedo dar lo que quieres: POLLA en cantidad.

- Tienes una boca para comer POLLAS, que me ha puesto todavía más caliente. Y un culo para endiñártela hasta el fondo.

- Quiero que me hagas una cubana con esas tetas gordas que tienes.

Y así por lo menos diez mensajes más. ¡Hijo de puta y me manda a mí! Guardó el teléfono y se dio la vuelta para irse.

-              Espera un momento –le rogué para poder explicarme, se dio otra vez la vuelta y creí que me iba a dejar explicarme, pero en vez de eso me largó una patada en los huevos que me dejó doblado por el dolor y se fue-.

Menos mal que el pub estaba casi vacío. Iba a matar a Javier, ¿cómo se podía ser tan bestia y tan grosero? Me repuse un poco del dolor y me fui del pub sin beberme la copa. No es que estuviese cabreado, es que la próxima vez que viera a Javier iba a matarlo con mis propias manos. No había pasado un mal rato como ese en toda mi vida y además sin comerlo ni beberlo. Llegué al piso, me quité los pantalones y me tumbé en la cama para que terminara de pasárseme el dolor que tenía en los huevos. No podía dejar de pensar: ¡Hijo puta Javier, así perdiera el nabo y los huevos con el ungüento ese de los cojones! Al final conseguí quedarme dormido. Me desperté sobre las seis de la tarde y recordé que había quedado en llamar a Cristina.

-              Hola, ¿tienes todavía el trozo de pizza entre las tetas para que me lo coma? ¿Sigues sola en tu casa?

-              Hola guapo. Sí, mi padre y mi hermano se han ido al fútbol y mi madre tiene sesión privada TECH esta tarde en la peluquería. -¡Coño, que iba a ser verdad lo de las sesiones TECH!-.

-              ¿Qué es eso de sesiones privadas TECH? –Le pregunté haciéndome el inocentón-.

-              No te hagas el tonto, seguro que te han contado algo de las sesiones TECH de mi madre.

-              No de verdad, es que me ha resultado extraño el nombre.

-              ¿Quieres que te lo cuente?

-              Si tú quieres –le dije para hacerme el desinteresado-.

-              Vale, pero no vayas a decirle nada a ninguno de tus amigotes. Resulta que mi madre se enteró que algunas clientas suyas iban a Sevilla a un gabinete de estética a depilarse el chocho y ya de paso se peinaban o se cortaban el pelo. Temió que eso le quitara clientela y entonces decidió aprender ella a depilar los bajos. Fue al gabinete ese de marras para que la depilaran y así aprender cómo se hacía.

Empecé a imaginarme a la madre de Cristina espatarrada y a otra mujer dale que te pego en el chocho y me fui calentando.

-              Le ofreció el servicio a algunas clientas y muchas aceptaron. Lo que pasa es que ella dice que toquetear chochos no le gusta, que a ella le gusta toquetear otras cosas más duras. Así que cambió el depilar ella por enseñar a las clientas a depilarse. No perdía clientela y ofrecía un nuevo servicio por el que cobra un buen dinero. –La imagen del taller de depilación de chochos volvió a mi cabeza, como cuando me lo había comentado Javier-.

-              ¡Qué negociante tu madre! ¿Y tiene muchas alumnas?

-              Sí, yo fui de las primeras, últimamente me ha comentado que han asistido tu madre y tus tías. – ¡Coño, mi madre también!-. Les hace mucha ilusión sorprender a sus parejas quedándose como la Barbie. ¿Quieres que te depile yo a ti algún día o que se lo diga a mi madre?-

-              Pues mira es posible, pero mejor que me depiles tú.

Mientras hablaba con Cristina deparé que por primera vez había luz en la ventana de los vecinos. Como había estado durmiendo yo tenía la luz de la habitación apagada.

-              Bueno ya está bien de hablar de las sesiones TECH de mi madre, anda cuéntame alguna guarrería para que pueda desfogarme o mejor mándame un video de tu pollón haciéndote un pajote, que mi madre me quitó el otro.

-              De acuerdo, me lo hago, te lo envío y hablamos luego.

Con la charla de Cristina sobre las sesiones se me había puesto bastante morcillona. Me quité los boxes y me miré el mandado. De la patada en los huevos que me había llevado, se me habían inflamado y amoratado. Volví a cagarme en Javier y en su puta madre. Justo entonces me llamó, pero decidí no cogerle el teléfono. Miré hacia la ventana de los vecinos, parecía que tenían una salita de estar en esa habitación. Entró el viejo en la silla de ruedas con mucho trabajo y se puso de lado, al poco entró la mujer con un albornoz blanco con dibujos negros, que al momento se abrió, no llevaba nada debajo. ¡Joder con la vecina, que buena estaba! Tenía unas tetas bastante grandes, un poco caídas, pero de lo más atractivas, con unas areolas enormes muy oscuras, un poco de barriga con un ombligo grande, una buena mata de pelo negro en el chocho y unas bonitas piernas, tal vez con los muslos algo rellenos. Me volvió a llamar Javier. Yo sabía lo pesado que podía llegar a ser, así que le cogí el teléfono, sin perder detalle de la ventana de los vecinos.

-              Javier no quiero hablar contigo. Eres un enfermo. ¿Tú te crees que se le pueden escribir esas cosas a una chica que ni conoces?

-              ¿Qué pasa, que estaba ya cachonda perdida?

-              Me ha largado una hostia y una patada en los huevos por tu culpa, así que fíjate lo cachonda debía estar.

-              Es que tú no sabes manejarte con las mujeres calientes.

-              ¿Y tú sí? No me llames hasta que no se me haya pasado el cabreo que tengo contigo y hayas ido a un sicólogo para que te cure. Adiós.

Mientras hablaba con Javier había recibido una llamada de mi tía. Iba a contestarla, pero en el piso de los vecinos la cosa se había animado bastante. Ella, de pie con la bata abierta, se sobaba sus grandes tetas y se acariciaba su peludo chocho con las piernas un poco abiertas. El viejo se había sacado la polla y se la tocaba intentando empalmarse, sin quitar ojo a su mujer. Yo me sumé a la actividad del viejo y empecé a sobarme el nabo también, mientras además me grababa en el teléfono para mandarle el pajote a Cristina. La vecina se cogía las tetas y se las subía para chuparse y morderse los pezones. El viejo parecía que le estaba diciendo algo a ella, pero no podía oírlo. Lo que fuera debía ser bastante grosero por la cara que los dos ponían. Al viejo se le había puesto morcillona, seguía el sube y baja con una mano, mientras que con la otra se sobaba los huevos. Yo ya estaba lo bastante excitado como para correrme, bajé el ritmo del pajote para prolongar el video que iba a enviarle a  Cristina. El viejo trató de mover la silla de ruedas para acercarse a su mujer, pero tropezó cuando esta movió una mesa para impedírselo. La vecina tenía la cara cada vez más desencajada y parecía respirar con mayor dificultad. El viejo no paraba de decirle cosas a su mujer, que parecían excitarla todavía más. Poco después el viejo se corrió sin que se le hubiera llegado a empalmar y la mujer, a la misma vez, empezó a soltar chorros por el coño. No sabía si se estaba meando o estaba soltando flujos como una fuente. Con la corrida se le aflojaron las piernas y se dejó caer al suelo con la espalda apoyada en la pared. Entonces me tocó a mí el turno y empecé a correrme a chorros, que salieron disparados al teléfono. Pensé que aquel final le iba a encantar a Cristina. En frente la mujer se levantó al poco tiempo, se cerró la bata y salió de la habitación dejando allí al viejo, que se había quedado como dormido. Me acordé entonces de la llamada de mi tía, me había dejado un mensaje de voz.

-              Carlos, soy tu tía, necesito que me ayudes. Coge algo de ropa de mi armario y ven a buscarme a…

Me asustó el mensaje. ¿Qué le pasaría a mi tía para necesitar ayuda y ropa? La llamé, pero no me cogió el teléfono. Me puse bastante nervioso. ¿Dónde tenía que ir a por ella? Mientras me vestía fui a su habitación, cogí unas bragas, un sujetador, unos vaqueros y una camisa y lo metí todo en mi mochila. Entonces recordé el programa de localización del móvil, encendí el ordenador, abrí el programa y puse el usuario y la contraseña de mi tía, menos mal que eran muy fáciles y pude acordarme de ellos. Después de un minuto apareció la localización, parecía estar fuera de la ciudad. En el mapa aparecía el nombre de un cortijo. Cogí dinero para tomar un taxi. Bajé a la calle y tuve suerte, pillé uno enseguida y le dije al taxista el nombre del cortijo. Desconocía el sitio, lo metió en el navegador y fue siguiendo sus instrucciones.

-              Yo creo recordar que ese sitio está abandonado. –Me dijo haciendo memoria mientras conducía-.

-              No lo sé –le contesté-.

Tardamos unos veinte minutos en llegar. Me dejó en un portalón grande un poco abierto. Después de que se fuera el taxista pensé que debería haberle dicho que me esperara. Entré en el edificio, que efectivamente estaba abandonado y lleno de mugre. Vi una escasa luz al fondo de un pasillo y llamé a mi tía.

-              ¡Tía Julia! ¿Dónde estás? –Grité, pero no recibí respuesta-.

Seguí andando hacia la tenue luz. La puerta de donde salía la luz estaba entornada. La abrí y vi a mi tía. Estaba de espaldas, desnuda de cintura para debajo, con los pies calzados en el suelo y echada boca abajo en una especie de banco de trabajo, que tampoco podía tener más mugre.  Su precioso culo estaba rojo y tenía pequeñas marcas ensangrentadas en las nalgas. En su ojete tenía un objeto incrustado que no pude saber que era. Al oírme entrar movió la cabeza, como tratando verme u oirme. Le di la vuelta al banco de trabajo, tenía las manos atadas al otro lado, los ojos cubiertos por un antifaz y una bola en la boca cogida con una correa a su nuca. Le desaté las manos, le solté la correa con la bola y se la saqué de la boca. Con mucho trabajo logró ponerse derecha, tenía sus preciosas tetas amoratadas por la presión que le causaban unas ataduras. Mientras la iba liberando le pregunté:

-              ¿Qué te han hecho tía?

-              Nada que yo no quisiera en el fondo de mi alma. No me quites el antifaz hasta que no esté vestida, no quiero ver cómo me miras y avergonzarme todavía más. –Dijo mientras intentaba expulsar lo que tenía metido en el culo-.

-              No tienes que avergonzarte de nada.

La limpié un poco con unas toallitas húmedas que tenía en la mochila, cosas de mi madre por si se me descomponía la barriga, luego le puse las bragas, le solté las ataduras de las tetas y le pasé el sujetador.

-              Ahora no puedo ponerme el sujetador, me duelen mucho los pechos.

Le puse la camisa y le quité el antifaz. Me miró como pidiendo comprensión, la ayudé a quitarse los zapatos para ponerse los pantalones y luego a volver a  ponérselos. Recogí los restos de su ropa en la mochila.

-              Busca el móvil, debe estar en el suelo. –Me pidió-.

-              Voy a llamar a un taxi. –Dije sacando el teléfono de la mochila. Seguía cubierto con mi lefa, con el susto se me había olvidado limpiarlo.-.

-              Aquí no vendrán, busca desde mi teléfono a un cabify.

Cuando localicé a un coche la ayudé a ir andando hacia la salida del cortijo. Allí esperamos hasta que nos recogió el coche. Ya de vuelta, recordé que tenía que mandarle el video del pajote a Cristina. Tenía por lo menos cuatro mensajes suyos reclamándomelo.

“¿Qué pasa con el video, es qué no se te empina?”

“Estoy cachonda perdida y necesito el video”

“¿Por qué no lees mis mensajes?”

“Va a llegar mi familia a casa y me voy a quedar con las ganas de correrme”

¡Joder con la impaciencia de Cristina! Pensé, mientras se lo enviaba.

-              ¿Estás bien? –Le pregunté a la mitad del camino a casa-.

-              Sí, sólo un poco magullada. ¿Cómo has dado conmigo?

-              Por la aplicación de esta mañana, ya te dije que tu usuario y contraseña eran demasiado fáciles, así que me he acordado de ellas.

-              Pues menos mal, sino no sé que habría sido de mí.

Cuando llegamos al piso preparé un par de copas con un resto de ginebra que quedaba de alguna fiesta que habrían dado mis primas. Nos las bebimos casi sin hablar.

-              Tía, lo mejor es que te duches y te acuestes.

-              Sí, pero me vas a tener que ayudar, estoy un poco mareada.

-              Claro.

-              Carlos estoy muy avergonzada de que me hayas visto así, pero no tenía a quién acudir.

-              No te preocupes y vamos a la ducha.

-              También lamento lo que te dije esta mañana, eres un buen chico y fue injusto.

-              No es verdad, tenías razón en la mayor parte de las cosas que me dijiste.

La ayudé a levantarse y ya en el baño le fui quitando la ropa que antes le había puesto y la eché al cesto de la ropa sucia.

-              Vas a tener que desnudarte para meterte en la ducha conmigo, no me fio de no caerme.

Desnudar a mi tía me había excitado bastante, cosa que lamentaba, pero que había sido inevitable. Una mujer tan compleja como ella y yo que todavía era un chaval medio alelado, era normal que sintiese una enorme atracción, eso sin hablar de lo maciza que estaba, que también producía sus buenos efectos. Tenía la polla muy morcillona. Me quité toda la ropa excepto los boxes, pero el bulto era notorio.

-              Venga tía a la ducha.

-              Pero quítate los calzoncillos, ¿no estoy yo desnuda?

Tenía razón, así que me los quité y entré en la ducha con ella.

-              Me tengo que lavar el pelo, lo tengo muy sucio y no quiero acostarme así. Pásame el champú.

Estar los dos desnudos y en la ducha terminó de excitarme y me puse palote del todo. Cuando abrió los ojos, después de enjuagarse el pelo, vio como estaba.

-              ¿Te excita una vieja viciosa como yo? –Me dijo-.

-              Ni eres vieja ni eres viciosa y está claro que me excitas. Lo siento, pero no lo puedo evitar.

-              No lo sientas. ¿Sabes con quien he estado?

-              No, ni falta que me hace.

-              Con Pepe y con la guarra con que se ha liado. La muy zorra es una sádica con muy mala leche.

Al decir esto se le quebró la voz y empezó a sollozar. La abracé para consolarla, sin pensar que le iba a incrustar la polla como un palo en la barriga.

-              Venga tía no te pongas así. Ya estás en casa tranquila y relajándote en la ducha.

-              Me pongo así porque sé que ahora se estará follando al zorrón ese.

-              Olvídate de los dos, piensa que tienes una nueva vida por delante.

-              Eres muy bueno y muy maduro para tu edad. –Me dijo a la misma vez que me besaba en la boca, beso que le devolví-.

-              Anda tía termina de ducharte y te seco –le dije cuando terminamos de besarnos-.

-              Sigues muy excitado por culpa mía. –Dijo cogiéndome la polla-.

-              No es por tu culpa. Tengo dieciocho años y como te dije esta mañana estoy todo el santo día caliente.

-              Déjame que te tranquilice yo ti –y empezó a mover su mano por mi polla-.

-              Tía, luego nos vamos a arrepentir.

-              Sí, pero eso será luego. Cuando tengo una sesión como la de hoy termino más caliente que al principio. –Dijo cogiéndome una mano y poniéndola en su chocho-. ¿Notas lo caliente que estoy?

-              Tía esto es una locura.

-              ¿No te apetece?

-              Claro que me apetece, pero…

-              Entonces no pienses en luego. –Dijo y volvió a besarme en la boca. Su boca era cálida y suave y ella manejaba la lengua de maravilla-.

-              Tía me estoy poniendo a mil.

-              Ahora no me llames tía, llámame sólo Julia.

-              Está bien, Julia, pues me voy a correr.

-              Y yo también sobrino.

-              ¿Por qué me llamas sobrino?

-              Porque me resulta más sucio y estoy a reventar.

-              ¡Me corro Julia, me corro, no pares ahora!

-              ¡Ni tú, yo también me corro, aaaagggg, aaaaggg!

Nos sentamos en la ducha.

-              Carlos, has salido a nuestra familia de caliente y además tienes una buena polla, como tu abuelo. Aprovéchala, te dará grandes satisfacciones. –Dijo mi tía-.

¿Cómo sabría mi tía el tamaño de la polla de su padre?

-              Creo que voy a dormir como una marmota –le dije a mi tía-.

-              Yo también, lo necesito.

La ayudé a secarse y luego ella se fue a su cama y yo a la mía. La cabeza me bullía, pero estaba tan cansado que me dormí al momento.

Me despertó el sonido del móvil. Era Cristina.

-              ¿Estabas durmiendo?

-              Sí, anoche me acosté tarde y estaba reventado.

-              Me encantó el final de tu video, parecía que te estabas corriendo en mi cara. Me lo he puesto tres veces y me he corrido las tres justo cuando salpicas.

-              Me alegra que te haya gustado. ¿Por qué no me mandas tú uno?

-              Tú ya tienes uno mío.

-               Ya, pero así tendré dos y podré alternarlos.

-              Venga pienso algo y te lo mando. ¿Estás palote?

-              Sí –le contesté sobándome el nabo-.

-              Mándame una foto.

-              Espera un momento. –Me saqué una foto y se la envié-.

-              ¡Uuufff, que ganas tengo de que me despiertes un día metiéndome  esa polla en la boca!

-              Y yo.

-              Te dejo que entra mi madre. Adiós.

Pensé que ya hora de levantarme, pero me daba cosa encontrarme con mi tía después de lo que había pasado la noche anterior. Me dije que tendría que afrontarlo antes o después, me levanté, me puse el albornoz y salí de la habitación. Mi tía no estaba en el salón, tampoco en la cocina ni en el baño. Fui a su habitación y tampoco estaba ni ella ni su ropa, debía haberse marchado. Sentí que se hubiera ido sin poder despedirme de ella. Decidí asearme y salir a desayunar. Cerrando la puerta de la calle salieron del ascensor los vecinos. Los saludé y bajé en el ascensor pensando que vestida no parecía que estuviera tan buena la vecina ni que tuviera tanto vicio. Desayunando pensé en lo compleja que era la sexualidad de los adultos o al menos de algunos de ellos. Yo lo que quería era follar y listo y si no podía, que era lo normal, pues hacerme un buen pajote. Pensé también en lo que me había dicho mi tía sobre lo caliente que era mi familia materna. ¿Serían también tan calientes mis primas? ¿Y mi madre? Preferí no seguir pensando en eso. Aunque estaba todavía cabreado con Javier lo llamé para saber cómo llevaba lo de sus bajos.

-              ¿Me has perdonado ya?

-              No te he perdonado y no lo haré hasta que te conviertas en una persona, pero quería saber cómo estabas.

-              Mejor, mucho mejor. Esta mañana ya me he podido hacer un pajote.

-              No me cuentes esas cosas, a mí que me importan los pajotes que te hagas.

-              Hombre, te lo he dicho como prueba de que ya estaba mucho mejor.

-              Me alegro, a ver si no vuelves a hacer más tonterías. ¿Comemos juntos?

-              Por mí encantado.

-              Pues vente a casa que voy a hacer algo de pasta.

-              Vale, a las dos estoy por allí.

Aunque Javier era un desastre, le tenía aprecio. Tenía que hacer algo por civilizarlo. Llegó a la hora que le dije, yo estaba terminando de hacer la salsa y de cocer la pasta.

-              ¿No está tu tía? –Me preguntó-.

-              No, creo que se ha ido esta mañana.

-              Lástima, porque hay que ver lo buena que está. –No lo sabes tú bien, pensé-.

-              No empieces Javier, que te quedas sin comer.

-              Después de lo que me pasó el viernes, he pensado en poner algún anuncio en una página guarra ofreciéndome para un trío.

-              Javier me asombra tu capacidad para pensar y hacer tonterías.

-              Claro, como tú te tiras a Cristina no tienes problemas, pero hay quienes no tenemos esa suerte.

Recordé que Cristina había quedado en mandarme un video. Miré el teléfono y efectivamente me lo había enviado. Le puse un mensaje:

“Lo veré luego, ahora voy a comer en casa con Javier. Besos para tus tetas.”

Al poco recibí la contestación:

“Eres un degenerado. Soy la madre de Cristina. Le he quitado el teléfono porque la he cogido viendo un video que le has mandado. Ya hablaré yo con tu madre. Te vas a enterar.”

¡Mierda otra cagada! Como se lo cuente a mi madre, en efecto me voy a enterar, pensé.

-              ¿Qué te pasa? Se te ha cambiado la cara. –Me preguntó Javier-.

-              Una cagada como la copa de un pino. Ayer le mandé a Cistina un video haciéndome una paja, se lo ha pillado su madre y amenaza con contárselo a la mía.

-              ¡Qué putada! ¿Cómo te haces los videos, apoyas la cámara o la sostienes con la otra mano?

-              ¡Vete a la mierda Javier!

Comimos, aunque a mí se me había quitado el hambre con el mensaje de la madre de Cristina. Después de comer recogimos las cosas y fuimos a mi habitación a jugar a la consola. Sobre las seis de la tarde vi una llamada de mi madre en el móvil y me cagué vivo.

-              Hola mamá. –Contesté mientras salía de mi cuarto para hablar a solas-.

-              Hola hijo, ¿qué haces?

-              Jugar a la consola con Javier que ha venido a comer.

-              Sal a la calle que te dé el aire y no te pases la tarde delante de la consola-.

-              Sí mamá.

-              Oye, ¿tú sabes que podrá querer la madre de Cristina? Me ha llamado varias veces, pero no le he podido coger el teléfono. -¡Joder en que lío me había metido!-.

-              Verás mamá…-empecé a contestarle para decirle lo que había pasado, pero comencé a balbucear-. Eeehhh, verás…

-              ¿Qué pasa Carlos? Contesta y no titubees.

-              Le ha cogido el móvil a Cristina y ha visto un video subido de tono que le mandé ayer tarde.

-              ¿Cómo subido de tono?

-              Un video masturbándome.

-              ¡Pero Carlos, cómo se te ocurre semejante estupidez!

-              Yo que sé mamá. Estábamos tonteando por teléfono y al final se me fue la cosa de las manos.

-              De las manos parece que no.

-              Mamá el asunto no es para bromas.

-              Por lo menos no se te vería la cara.

-              No, no, sólo ya sabes qué.

-              No lo hagas más o te quito el móvil.

-              Vale mamá, lo siento.

-              Ahora me toca a mí pasar un mal trago con esa mujer por tus tonterías.

-              Lo siento, en efecto ha sido una tontería.

Con todo el lío todavía no había podido ver el video de Cristina, aunque se me habían quitado las ganas. Cuando volvía a mi habitación abrieron la puerta de la calle, debían ser mis primas. En efecto, al momento entraban en el salón.

-              Hola primo. ¿Qué tal el fin de semana?

-              Aburrido –les dije mintiendo-.

-              Pues nosotras nos lo hemos pasado en grande con la casa para nosotras solas.

-              ¿Y la tía Julia?

-              Llegó esta mañana temprano. Ahora nos ha traído en coche y se ha vuelto, decía que tenía prisa.

Javier asomó la cabeza por la puerta.

-              Han llegado las más guapas del pueblo. –Dijo-.

-              Javier piérdete, que das pena. –Le contestó Luisa-.

Mis primas dejaron sus cosas en el suelo y se tumbaron en el salón cada una mirando su móvil y escribiendo mensajes. Javier, que se había quedado en la puerta de mi habitación, les estaba haciendo una foto sin que ellas se dieran cuenta. Lo empujé para dentro y entorné la puerta.

-              Cierra, vamos a ver el “calentómetro” –dijo en voz baja-.

-              No puedo cerrar la puerta, son las costumbres de la casa.

-              ¿Entonces cómo te la cascas?

-              Cuando están no me la casco.

-              ¡Mira, mira, mira están las tres calientes perdidas! –Me dijo Javier enseñándome el móvil-.

-              ¡Que eso no sirve para nada, que no escarmientas!

-              ¡Que sí sirve!

-              Dame el móvil.

Me lo dio, le saqué una foto y se lo devolví.

-              Pásale el programa ese de mierda a ver que sale.

-              Pues rojo, rojo. Estoy caliente como siempre que veo a tus primas. Ah pues no. Bueno, el programa debe estar hecho solo para las pibitas.

-              ¡Lárgate anda, que tengo cosas que hacer!

Javier salió de la habitación y al pasar por el salón les dijo a mis primas:

-              Adiós guapas.

-              Adiós baboso –le contestaron las tres a coro-.

Me quedé en la habitación mirando el programa de clases que tenía para la semana siguiente. Al poco entró mi prima Luisa.

-              Has cambiado los muebles de sitio.

-              Sí, este fin de semana.

-              ¿No te gustaba como estaba?

-              Sí, pero necesito algo más de intimidad, con eso de no poder cerrar las puertas.

-              Carlos quería hablar contigo.

-              Claro prima.

-              El sábado por la tarde fui a la peluquería de tu suegra. – ¡Vaya mi prima más buenorra había ido a aprender a depilarse el chocho!-.

-              ¡Que yo no tengo suegra!

-              Bueno vale. Tu suegra debía estar animada porque puso un video en la tele de un tío con una buena polla cascándosela, diciendo que se lo había quitado a tu novia.

-              Tampoco tengo novia. ¿Se animó la peluquería?

-              Bastante, la verdad es que el tío tenía un pollón de cuidado.

-              Me alegro. ¿Pero por qué me cuentas eso?

-              Porque me di cuenta que el tío debías ser tú.

-              ¡Venga ya!

-              Carlos, reconocí tu habitación en el video.

¡Otra cagada, coño con los putos videos, es que no salía de una, cuando ya estaba en otra!

-              Luisa los muebles de mi habitación son de IKEA, debe haber miles iguales.

-              ¿Y con los mismos póster en la pared?

-              Casualidad.

-              Bueno dos cosas te quiero decir: que tengas cuidado con las tonterías que haces, que el pueblo es muy pequeño y dos que vaya hermosura de pollón que Dios te ha dado. –Dijo esto último riéndose y saliendo de mi habitación-.

¡Cojones que mala suerte la mía! Ahora resultaba que había visto el video medio pueblo y la madre de Cristina los dos.

-              Carlos recoge la ropa tendida que debe estar tiesa –gritó desde el salón mi prima María-.

-              Vale, voy.

Al pasar por el salón para ir al lavadero, seguían las tres tumbadas. Mi prima Luisa me miró de arriba abajo con una sonrisa en la boca. Recogí la ropa, sobre todo la montaña de bragas y sujetadores de mis primas y la dejé en la mesa del salón, excepto la sábana que sabía que era mía.

-              Aquí os dejo la ropa, yo no sé cual es de cada una.

-              Pues es fácil –me dijo Vero-.

-              Pues será fácil para vosotras.

Mi prima Vero se levantó, se puso al lado del montón de ropa y empezó cogiendo un sujetador.

-              Vamos a ver criatura, ¿tú de quién crees que puede ser este sujetador? Mira con atención.

-              De Luisa -dije al observar el tamaño de las copas-.

-              Muy bien, de la tetona de la casa. ¿Y este tanga?

-              Tuyo.

-              Bien también, de la que tiene el mejor culo de la casa.

-              Eso lo dirás tú –le contestó María-.

-              Vale ya –la situación había empezado a ponerme cachondo y empezó a emerger un bulto en mi entrepierna-.

-              ¿Te ponen cachondo los sujetadores y los tangas de tus primas? –Dijo Luisa mirándome la entrepierna-.

Afortunadamente llamaron al portero electrónico.

-              Debe ser Antonia, va a estar unos días con nosotras hasta que encuentre otro sitio para vivir. –Dijo Luisa levantándose para abrir-.

Yo aproveché para quitarme de en medio. Desde mi habitación escuché como alguien entraba y saludaba a las tres.

-              ¿Os podéis creer que la casera nos haya echado a las tres a la puta calle, a la semana de habérselo alquilado?

-              ¿Qué ha pasado?

-              La tía asquerosa vive en el piso de enfrente con un hijo que es un salido y que se pasa el día y la noche mirando por la ventana, por si nos pilla en pelotas o en bragas y tocándose el nabo. Y no va la tía y dice que nosotras queríamos corromper a su inocente niño.

-              Anda, deja las cosas en la habitación –le dijo mi prima Luisa-.

-              ¿Qué tenéis subasta de bragas?

-              Nuestro primo que es muy torpe y no sabe de cual de nosotras es cada cosa. –Le contestó Vero-.

-              Pero si eso es sencillísimo, basta con olerlas. –Dijo la tal Antonia riéndose-.

Me acordé otra vez del video que me había mandado Cristina. Le puse los auriculares al móvil y tapándolo con el cuerpo lo puse en marcha. Cristina se enfocaba las tetas con la cámara y decía:

-              Hoy te voy a dar un tutorial de cómo depilar un coño, para que cuando me lo hagas, no tengas que buscar en “youtube” y te salga cualquier sudamericana depilándose el hopo.

Después de decir esto apoyaba el móvil en algo y se abría el campo de visión. Debía estar en el baño de su casa. Sentada en el bidé, se abría mucho de piernas y se pasaba la mano por el chocho.

-              Cómo podrás ver no es que tenga el pelo muy largo, pero sí por todo mi chocho.

Me estaba poniendo como una moto con el video y la polla me apretaba contra los boxes y los pantalones. ¡Joder como estaba Cristina! Cogía un poco de agua y se mojaba ligeramente el chocho, luego un bote de crema de afeitar de esa que se hace espuma al frotarla contra la piel y se la extendía hasta que se ponía blanca.

-              Bueno pues ya está listo para coger la cuchilla. La cuestión ahora es decidir cómo arreglarlo. Hoy me apetece quedarme como una muñeca, así que fuera con todo el pelo. Voy a empezar con el monte de Venus y de ahí iré bajando. ¿De acuerdo?

Iba pasando la cuchilla y, de vez en cuando, enjuagándola bajo el grifo.

-              Lo fácil ya está afeitado, ahora viene lo difícil. Con una mano debes tirar de los labios mayores hacia fuera. Así, lo ves.

Detuve el video. O lo dejaba para mejor ocasión o me hacía una paja. En mi habitación era imposible, así que decidí irme al baño a hacérmela bajo la ducha. La puerta del baño era la única que se podía cerrar, aunque no tenía pestillo. Me desnudé y me puse el albornoz, me puse la toalla tapándome el bulto y salí de la habitación.

-              Voy a ducharme primas. –Les dije para que no fueran a entrar-.

-              ¿No has tenido  tiempo durante todo el día? –Me contestó mi prima Vero-.

-              Y a ti que más te da. Entra primero si tienes que ir tú.

-              No, entra tú, era por molestar.

Entré en el baño y cerré la puerta. Estaba muy caliente con el puñetero video de Cristina. Abrí el grifo de la ducha para que el agua saliera templada, me quité el albornoz y me metí en la ducha. Estaba empalmado a más no poder, bajo el agua y de cara a la pared empecé a sobarme el nabo. En lo mejor de la paja oí que se abría la puerta.

-              Está ocupado –grité-.

Quién fuera se quedó un momento y luego creo que se fue, pero sin cerrar la puerta. Con la intromisión se me quitaron las ganas de terminar el pajote, cerré el agua y empecé a secarme. Escuché voces en el salón, la tal Antonia decía:

-              ¡Joder que necesitada debo estar, pues no que he creído ver en el baño a un tío con una polla como una catedral haciéndose un pajote!

Mis primas se rieron de la ocurrencia.

-              ¿Cuál de vosotras se beneficia a ese maromo porque lo va a tener que compartir conmigo? –Siguió diciendo la tal Antonia-.

-              Por ahora ninguna, es nuestro primo pequeño.

-              O sea que está libre. ¡Qué bien!

Terminé de secarme, me puse el albornoz y me dirigí a mi habitación. Al pasar por la puerta del salón, mis primas María y Vero me dijeron:

-              Primo, enséñanos lo que tienes entre las piernas, que tanto celebra Antonia.

-              Queréis dejarme en paz. –Les contesté-.

Al mirar hacia el salón creí morirme. La tal Antonia era la tía con la que ayer se había citado Javier  y que a mí me había cascado una hostia y una patada en los huevos. Tuve la certeza de que me había reconocido igual que yo a ella.

-              Carlos, te presento a Antonia, va a vivir con nosotras una temporada. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Encantado Antonia –le dije sin cruzar la puerta del salón-.

-              Venga primo no seas arisco y déjanos ver tu pajarito –siguieron mis primas con la guasa, mientras yo reemprendía el camino a mi habitación-.

Mira que había tías en el mundo y la acogida de mis primas tenía que ser la tía con la que había pasado más vergüenza de mi vida.

-              Primo si nos dejas ver tu cosita, te enseñamos las tetas.

-              Iros a la mierda –contesté cerrando la puerta de mi habitación-.

-              Primo esa puerta –dijo mi prima Luisa-.

Abrí la puerta dejándola entornada y me senté en la cama sin dejar de pensar en la mala suerte que estaba teniendo. Me llamó mi madre.

-              Carlos, más o menos he tranquilizado a la madre de Cristina, pero dice que su marido quiere partirte la cara.

Recordé al padre de Cristina, era un tío como un armario empotrado y si me daba una hostia, desde luego que me partía la cara.

-              Gracias mamá.

-              Vas a quedarte en Sevilla hasta que las cosas se tranquilicen. ¡Qué tonto eres hijo mío!

-              Vale mamá. ¿Y papa como se lo ha tomado?

-              No le he dicho nada todavía. Se lo contaré cuando lo coja tranquilo. Adiós y déjate de gilipolleces.

-              Adiós mamá.

Me tumbé en la cama. ¡Qué ganas tenía de que fuera ya lunes! Mis primas no paraban con su guasa:

-              Antonia nos ha contado… - me temí lo peor y que Antonia le hubiera contado lo de la tarde pasada y los mensajes- …que la tienes como un pepino de los gordos.

Me tapé la cabeza con la almohada. Tendría que salir a cenar algo fuera, porque no estaba dispuesto a cenar con mis primas y con Antonia. Me vestí y me fui a una cafetería próxima sin decirles nada a mis primas. Estuve en la cafetería viendo el fútbol en la tele hasta que la cerraron. Deseaba que mis primas se hubieran acostado ya. En la entrada del bloque coincidí con la vecina.

-              Buenas noches vecina.

-              Puri, me llamo Puri.

-              Encantado Puri, yo me llamo Carlos.

-              Perdona que abuse, ¿tienes habilidad con los ordenadores?

-              No mucha, pero me defiendo en lo básico, ¿por qué?

-              El mío me falla algunas veces y con lo que pesa no quiero tener que llevarlo a la tienda.

Cuando miraba a Puri recordaba lo buena que estaba y el pedazo de paja que se había hecho la tarde anterior para su marido.

-              Ahora es tarde. ¿Te importa si te aviso alguna tarde de esta semana, a ver qué puedes hacer?

-              Claro que no.

-              Pues quedamos en eso, Carlos. –Me dijo mientras cada uno abría su puerta-.

¡Joder con la vecina que polvo tenía! La luz estaba apagada y supuse que mis primas se habrían acostado. Me desnudé y me metí en la cama. Miré el móvil que lo había dejado cargando. Tenía un mensaje de Cristina. Su madre debía habérselo devuelto. Lo abrí y venía con un video. ¿Es qué no iba a aprender nunca? El mensaje decía:

“Deja que te enseñe.”

Que enigmática, pensé y le di al video. Se veía desnuda de espaldas, parecía que estaba en un dormitorio a los pies de la cama. Su culo me pareció más grande de lo que lo recordaba. Estaba realmente atractiva. Se inclinaba hacia delante y abría sus piernas para dejar que su mano fuera desde su chocho hasta su ojete ¡y qué ojete! En el video se escuchaban unos suaves gemidos. Yo ya estaba otra vez como una moto y empecé a sobarme la polla. Poco a poco Cristina se fue volviendo de frente. La cabeza no se le veía. Cuando ya estaba de perfil reparé en que no era Cristina. Tenía las tetas todavía más grandes y un poco más de barriga. ¿De quién coño sería el video? Terminó de volverse de frente sin dejar de sobarse el chocho. ¡Coño que buena estaba quien fuera! Paré el video y comprobé que me lo habían mandado desde el teléfono de Cristina. Busqué en la mesilla los pañuelos de papel porque no iba a tardar en correrme. Cogí un par de ellos y seguí con el video y con el sube y baja. No paraba de sobarse las tetas con mucha fuerza, cada vez gemía más fuerte, parecía estar a punto de correrse, hasta que se corrió a gritos y tuvo que apoyarse en la cama. Yo estaba también a punto. Entonces quien fuera la del video dijo:

-              Carlos no pierdas más el tiempo con mi hija, ya has visto que soy puro fuego y estoy deseando tener tu pollón en mi interior, como tuve el de tu abuelo. Hasta que pueda ser, mándame algún video.

¡La madre de Cristina, lo que me faltaba para cerrar el fin de semana! Aquello no podía ser, tenía que ser algún tipo de engaño. ¿Y a qué venía lo del pollón de mi abuelo? Pensé que debía ser una broma de mal gusto de Cristina. Habría cogido de Internet algún video de una madura buenorra y le habría puesto la última frase para marearme. Dejé de sobarme el nabo y puse otra vez el video desde el principio. La protagonista había tenido mucho cuidado para que no se le viera la cara, desde luego la tía estaba buenísima y tenía un morbazo tremendo. Me fijé en los detalles de la habitación donde estaba. Por la decoración parecía que fuera en España. A un lado había una especie de mueble de cajones y encima unos marcos con lo que parecían fotos. Paré el video y amplié la imagen todo lo que pude, pese a que estaban muy borrosas, una de las fotos podía ser de Cristina con su hermano pequeño en la puerta de su casa. Avancé el video para volver a escuchar la voz en off. Podía ser la voz de la madre de Cristina, aunque más ronca de lo que la recordaba. ¡Será la tía guarra, primero se chiva a mi madre y a su marido y luego me manda un video igual o peor que los de su hija!

Oí que se abría la puerta del piso. Mis primas no debían haberse acostado como suponía o, al menos, no todas ellas. Las voces parecían de Luisa y Antonia y venían bastante alegres. Apagué la luz y me quedé quieto haciéndome el dormido.

-              Estoy reventada del fin de semana, me voy a ir a la cama de cabeza. –Dijo Luisa-.

-              Yo me voy a quedar un rato leyendo en el salón. –Le contestó Antonia-.

-              No tardes.

No se me quitaba de la cabeza lo de la madre de Cristina. Tenía que ser una trampa. Le iba a mandar un video su puta madre, para que la tía lo  paseara por todo el pueblo.

-              No te hagas el dormido que he visto que tenías la luz encendida. –Me dijo Antonia entrando en mi habitación-.

-              Perdona, ¿qué quieres? –Le contesté encendiendo la luz de nuevo-.

-              Mira tío mierda, ¿tú te crees que por tener una polla gorda, puedes escribir las guarradas que me escribiste?

-              Antonia, te juro que no fui yo. Mira el número de mi móvil y comprueba que yo no te mandé esos mensajes. –Le dije ofreciéndole mi móvil-.

Antonia se acercó y cogió mi móvil. Mientras ella hurgaba en su teléfono y en el mío la observé. Estaba todavía más guapa que el día anterior, llevaba la camisa un poco abierta y el inicio de sus tetas era subyugante.

-              El teléfono desde el que me enviaste las guarrerías no es este, lo que no quiere decir nada. Además eres un pajillero, no te ha bastado con la que te estabas haciendo antes en el baño. ¿Estás viendo videos porno para seguir con la manija? –Me dijo enseñándome la pantalla de mi móvil con el video de la madre de Cristina-.

-              No es eso. Antonia de verdad que yo no te mandé los mensajes ni siquiera sabía que existían.

-              Hombre y casualmente apareces a la cita.

-              Los mensajes te los mandó un amigo mío, que fue el que se citó contigo. Después, tuvo problemas para poder asistir y me embaucó a mí para que fuera en su lugar. Lamento mucho los mensajes, cuando supe de su existencia y de su tono sentí una vergüenza enorme.

-              Vamos a dejarlo así, pero que conste que no te creo.

-              De acuerdo Antonia y gracias por no decirle nada a mis primas.

Antonia se fue, apagué la luz me tapé la cabeza con las sábanas y me quedé dormido. Menos mal que el día siguiente era lunes.

Los días de clase eran cansados, pero agradables. Los compañeros y compañeras eran divertidos y nos lo pasábamos bastante bien. Al terminar las clases por la mañana, algunos días tomábamos una cerveza antes de volver a casa o si teníamos clase alguna tarde, comíamos algo en algún sitio barato. Al volver a casa unas veces estaban mis primas o Antonia u otras veces no estaban, con lo cual disfrutaba de una estupenda soledad, hasta que volvía alguna y empezaba a marearme. Una de las tardes que estaba solo recibí un mensaje desde el teléfono de Cristina.

-              Carlos me debes una cosa que te pedí.

Tenía toda la pinta de ser de la madre de Cristina, así que después de mucho dudar le contesté:

-              No voy a enviar ningún video ni quiero que lo envíes. Sólo fue una chiquillada. Yo he borrado todos los que recibí. –Ahí mentía como un bellaco, ni los había borrado ni los pensaba borrar-.

Al poco, no sé si la madre o la hija, me contestó:

-              Da igual que tú los hayas borrado, yo los tengo todos bien guardados.

Tenía que salir de dudas de cuál de las dos me estaba escribiendo. Pensé que la madre de Cristina debía estar en la peluquería y ella debía estar en su casa. La llamé al teléfono fijo.

-              No quiero cambiar de compañía telefónica, no quiero ningún seguro de decesos, tampoco quiero un préstamo, así que déjeme en paz. –Debía ser el padre de Cristina quién me contestó así. Al pobre lo debían tener breado-.

-              Por favor quería hablar con Cristina.

-              ¿Quién eres?

-              Un compañero de clase.

-              Si fueras un compañero de clase sabrías que esta tarde tiene una charla de asistencia obligatoria. Tú eres el cabrón de Carlos. Como te coja te voy a cortar los cojones y el nabo. No llames más a mi hija, que eres un pervertido. –Y colgó-.

¡Qué mala suerte, tenía que haber escogido justo el día que tenía una charla! Al rato recibí una llamada de un teléfono desconocido.

-              Hola Carlos, soy Cristina, le he pedido el teléfono a una amiga.

-              Hola Cristina, que alegría oírte. Estaba preocupado por ti y por cómo seguirían las cosas con tus padres.

-              Pues igual de mal. Mi madre me ha quitado el teléfono y el ordenador.

-              Vaya, lo siento.

-              ¿Y tú qué tal? Sé que mi madre habló con la tuya.

-              Sí, me llevé una buena bronca, pero no ha llegado la sangre al río.

-              Te echo mucho de menos. ¿Cuándo piensas venir?

-              No lo sé. Acabo de llamar a tu casa para hablar contigo, lo ha cogido tu padre y me ha amenazado con cortarme todo lo mío.

-              Sí, sigue muy cabreado contigo, pero ya se le pasará.

-              ¿Y tú madre, también está muy cabreada?

-              Un poco menos que mi padre, pero por mucho que le pido que me devuelva el teléfono no hay manera. Oye te tengo que dejar que va empezar la charla. Un beso muy grande en tu pollón.

Bueno, al parecer las cosas seguían bastante revueltas. Vi a la vecina en la ventana de su casa, llevaba el mismo albornoz del día que se hizo el dedazo. Llamó mi atención. Me acerqué a la ventana y la abrí.

-              Buenas tardes Puri.

-              Buenas tardes Carlos. ¿Tienes tiempo para mirar lo de mi ordenador, cada vez está peor?

-              Sí claro, voy para allá.

Yo tenía muy poca idea de ordenadores, pero me imaginé que más que ella. Al cerrar la puerta de casa me di cuenta de que me había dejado las llaves dentro, así que tendría que esperar a que alguna volviese. Puri me estaba esperando con su puerta abierta.

-              Pasa –me dijo dejándome entrar y cerrando detrás de mí-.

El piso estaba bastante antiguo, la decoración debía de tener por lo menos treinta o cuarenta años.

-              ¿Dónde tienes el ordenador?

-              En el dormitorio, pasa por aquí. Mi marido está con otros viejos jugando al dominó.

¡Qué buena estás! Me dije al verla de espaldas andando delante de mí y moviendo su culo por las zapatillas de tacón que llevaba.

-              ¿Qué le pasa al ordenador?

-              El monitor se queda en negro cuando quiere y no hay nada que hacer hasta que no decide volver a funcionar.

Llegamos al dormitorio. Estaba decorado igual de antiguo, salvo la horrible mesita del ordenador que era más reciente, aun cuando todavía más fea que el resto del mobiliario. Deparé en que había dos camas en lugar de una cama de matrimonio.

-              Si te parece voy a empezar por desenchufar todos los cables del monitor, a ver si hay suerte y no es del ordenador.

-              Como tú veas –me dijo y apoyó un hombro en el quicio de la puerta que debía dar al cuarto de baño del dormitorio-.

-              ¿Lleváis mucho tiempo viviendo aquí? –Le pregunté por decir algo mientras quitaba todos los cables del monitor-.

-              Yo más de veinte años, desde el puñetero día que me casé. Juan por lo menos el doble, él ya vivía aquí con su primera mujer, que Dios tenga en su gloria. ¿Tú es el primer año que vives aquí?

A Puri con la postura se le había abierto un poco el albornoz dejando ver buena parte de sus muslos y algo de sus tetas. Me acordé del día del dedazo y empecé a calentarme.

-              Sí, he empezado este año la universidad y vivo con mis primas.

-              ¿Ah, que sois primos?

-              Sí, por parte de madre.

-              A tus primas sí las conozco de otros años. Por cierto que este año están más prudentes que otros anteriores.

-              ¿Por qué, daban muchas fiestas?

-              Fiestas y festejos. La que dormía en tu habitación se follaba a todo lo que se meneaba.

¡Coño con Julita! Luego pensé que la vecina se podía haber ahorrado el comentario.

-              Cosas de la juventud –le contesté-.

-              Ya, yo también he sido joven y he corrido lo mío y lo de varias más.

-              Bueno, ya están los cables conectados. Voy a encender el monitor a ver si ha habido suerte.

Pulsé el botón y después de varios mensajes de bienvenida, apareció el escritorio del ordenador. Me fijé un poco y el salvapantallas era una tía de perfil con un microtanga que parecía de lentejuelas y arriba sólo unas pezoneras colgantes, que también parecían de lentejuelas, que dejaban unas preciosas y grandes tetas a la vista. Me fijé en la cara de la chica y era Puri con unos veinte años menos. El nabo me dio un salto.

-              ¡Qué bien! –Dijo Puri, que se había colocado detrás de mí para ver el monitor-.

-              ¡Qué guapa! –Dije yo-.

-              ¿Te gusta? Soy yo con veinte años menos cuando trabajaba en un cabaret subido de tono.

-              Claro que me gusta, como a cualquiera.

-              En el cabaret conocí a Juan, que acababa de enviudar, y para mi mala suerte no se me ocurrió otra cosa que casarme con él.

-              Pues esto ya está –le dije volviéndome hacia ella, que seguía a mi espalda-.

Tenía el albornoz abierto y no llevaba nada debajo.

-              ¿Y ahora también te gusto? –Dijo terminándose de abrir el albornoz, luciendo sus espléndidas tetas, su ligera barriga y la buena mata de pelo que tenía en el chocho-.

Me quedé pensando que responderle. Era vecina y estaba casada, en fin todos los aderezos para que aquello desembocara en un buen lío. Pero por otro lado, quién era el guapo que desaprovechaba la ocasión. Cogió mi cabeza y se la pegó a su cuerpo. Su olor terminó con mis dudas y empecé a besarle la barriga, luego subí la cabeza para besarle la base de sus grandes tetas, un poco caídas si las comparaba con la foto del salvapantallas.

-              Ya veo que sí, que ahora también te gusto.

-              Estás buenísima Puri.

-              El inútil de mi marido no ha podido satisfacerme nunca, pero ahora ya es que no se le empina. –Al decir esto llevó una de sus manos a mi entrepierna, donde se encontró mi polla como un palo-. ¡Qué barbaridad vecino! ¿Qué tienes ahí, una linterna de las grandes?

Me levanté y la abracé por debajo del albornoz, tenía un culo grande y muy duro. La besé en la boca y luego la senté en la silla donde yo había estado sentado. No perdió un minuto en abrirme el cinturón y bajarme los pantalones y los boxes. Mi polla saltó como un resorte, ella la cogió con una mano y luego se la metió en la boca.

-              ¡Qué grande y qué dura! –Exclamó-.

-              Tú sí que tienes las tetas grandes y duras. –Le dije sobándoselas con las dos manos-.

Ella se deshizo del albornoz y se quedó completamente desnuda.

-              Ven aquí, déjame que sienta ese palo entre mis tetas.

Arqueé un poco las piernas, ella se incorporó sobre la silla hasta encajarse mi polla entre sus tetas, después de escupir entre ellas, y empezó a subir y bajar haciéndome una cubana de lujo, que duró sus buenos cinco minutos.

-              Fóllame, pero no te corras dentro. –Me dijo poniéndose de rodillas sobre la cama y arqueando su cuerpo hacia delante-.

-              Tienes un culo de locura. -Le dije-.

-              Era lo que más le gustaba al público cuando actuaba. Me gritaban unas cochinadas terribles, que a mí me ponían a mil.

Tenía el coño empapado, se la metí hasta el fondo, luego la cogí por las caderas y empecé a alejarla y acercarla hacia mí. Ella se llevó una mano al clítoris empezó a acariciárselo.

-              ¡Qué bueno por Dios! ¡Qué ganas tenía de esto! –Exclamó al poco tiempo de estar follando-. Tú y yo lo vamos a pasar muy bien este curso.

-              Estoy a punto de correrme –le dije-.

-              Y yo, espera a que me corra y luego lo haces tú en mi cara y en mis tetas. ¡Ahora, ahora, no pares, sigue, sigue aaaagggg!

Después de correrse se bajó al suelo y se puso otra vez de rodillas, me corrí encima de sus tetas y le salpiqué la cara con varios chorreones. Nos  quedamos los dos en la misma posición un poco, luego ella se levantó cogió un pañuelo de hombre que había en una de las mesillas de noche y se limpió mi semen con él.

-              Así mi marido sabrá que me ha follado alguno.

Luego ella se volvió a poner el albornoz y yo a subirme los pantalones. Me acompañó a la puerta y con la mano en el pomo me dijo:

-              Tendrás que venir más veces a arreglarme el ordenador. Mira de vez en cuando por la ventana si quieres verme y hacerte una paja cuando esté en casa el inútil de mi marido.

Salí, ella cerró la puerta y yo llamé al timbre de casa. Me abrió mi prima Luisa.

-              ¿De dónde vienes sin llaves? –Me preguntó-.

-              De arreglarle el ordenador a la vecina, se me olvidaron las llaves al salir.

-              ¿Le arreglas el ordenador a la vecina con la bragueta bajada?

-              Vaya, que vergüenza, no me había dado cuenta y ella no me ha dicho nada.

-              Ten cuidado con la vecina que tiene mucho peligro, sino pregúntale a la prima Julia.

El jueves siguiente cenando, mis primas y Antonia dijeron de ir el sábado a la playa.

-              ¿Te apuntas Carlos? Cabemos los cinco en el coche de Antonia. –Me preguntó mi prima Luisa-.

-              Sí que me apetece, de todas formas no voy a ir al pueblo.

-              Pues hecho salimos el sábado a las nueve de la mañana y nos volvemos después de comer.

El viernes me llamó Javier para ir a comer juntos y luego echar la tarde.

-              Yo al sitio del otro día no voy –le dije antes de que él dijera nada-.

-              Venga hombre no seas aburrido.

-              Te he dicho que no voy, si quieres ve tú, pero a mí me dejas en paz.

-              Bueno ya lo hablamos comiendo.

Apareció en el bar donde habíamos quedado con una caja de Amazon en la mano. Sabiendo que me iba a arrepentir le pregunté:

-              ¿Qué te has comprado?

-              Un cacharro para hacerse pajas.

-              Pues tú no tienes ya dos manos.

-              Es un cacharro donde metes el nabo y te parece que lo tienes metido en el chocho de una pibita.

-              ¡Tío tu eres un enfermo! ¿Cuánto te ha costado?

-              Treinta pavitos que voy a amortizar en menos de un mes. Si quieres cuando lo haya estrenado te lo presto.

-              ¡Los cojones voy yo a meter la polla en el mismo sitio que tú! Por cierto sabes quién está ahora viviendo en casa.

-              ¡Tú tía Julia otra vez! ¡Joder que buena está!

-              No, la chica a la que le escribiste la sarta de guarrerías y a mí me puso fino.

-              No jodas, que la tía está como un tranvía. ¡Joder que suerte tienes! Tengo que ir a verte para encontrarme con ella.

-              Ni lo sueñes, estoy intentando pacificar las cosas y si la ves la volvemos a liar.

-              Lo que pasa es que tú la quieres para ti solo.

-              No, yo estoy dispuesto a compartir contigo la hostia y la patada en los huevos que me llevé.

Afortunadamente, con la novedad del “pajeador” Javier se olvidó del sitio de marras y se fue a su residencia después de comer. Yo me volví al piso. Por el camino primero me llegó otro mensaje desde el teléfono de Cristina:

-              Me estoy enfadando contigo. No te lo pido más, mándame un video tuyo.

Los cojones, pensé, joder que pesada se estaba poniendo la madre de Cristina. Al momento recibí una llamada, era del mismo teléfono desde el que el otro día me había llamado Cristina.

-              Hola Cristina.

-              Hola Carlos. No soy Cristina, soy su amiga Sonia.

-              Ah hola Sonia, ¿está Cristina contigo?

-              No, sigue castigada sin poder salir de casa.

-              Vaya la pobre. Dime Sonia, ¿qué quieres?

-              Me ha pedido Cristina que, si venías este fin de semana, saliera contigo para que no te lie cualquier zorrón.

No recordaba bien a Sonia. Podía ser una amiga de Cristina rubita muy poquita cosa u otra pelirroja que estaba como un tren de buena. En mi cabeza veía un rótulo con el nombre de Sonia, sobre el que se iban turnando las imágenes que recordaba de las dos chicas.

-              No voy a poder ir este fin de semana, me quedo en Sevilla.

-              Bueno, yo podría acercarme a Sevilla algún día para que no te aburras.

¡Joder con la tal Sonia que atenta! ¿Cómo era posible que no recordara cual de las dos amigas de Cristina era Sonia? Si era la rubita no me interesaba nada, pero si era la pelirroja vaya que si me interesaba.

-              No sé todavía que haré estos días. Si quieres cuando lo sepa te llamo.

-              De acuerdo, pero no se te olvide, que si no Cristina se va a enfadar conmigo.

Colgué sin dejar de pensar cuál de las dos sería. Cuando llegue al piso miro en las redes sociales, a ver si la localizo, pensé. Al llegar al piso me asomé al salón por ver si estaban mis primas. Sólo estaba María. María tiene dos años más que yo es alta y guapa, pero un poquito gordita y ella dice que eso la tiene un tanto acomplejada.

-              Hola María. ¿Estás sola? –Le pregunté al verla en el salón-.

-              Sí, las otras se han ido a las rebajas de una corsetería.

-              ¿Y tú no has ido?

-              Yo utilizo ya ropa interior barata, total para lo que puedo lucirla.

-              ¡Venga prima que eres una chica muy guapa!

-              Y muy gorda.

-              No digas eso, que no es verdad.

-              Pues entonces ¿por qué no se me arrima ningún chico que merezca la pena?

-              Porque los chicos somos tontos casi todos.

-              Carlos, ¿te puedo pedir un favor?

-              Claro prima, lo que quieras.

-              Es que es un poco delicado.

-              Si es dinero, te puedo dar poco.

-              No, no es dinero. Quiero que me veas desnuda y me digas lo que opinas.

Me atraganté con la petición de mi prima.

-              ¿Prima eso no se lo puedes pedir a otro o a otra?

-              A otro, no tengo a quién, y a otras, las primas por cariño o por pena no me dicen  la verdad.

-              La verdad es que me resulta un poquito embarazoso.

-              ¡Anda Carlos, di que sí!

-              Vale, pero aquí no que las primas pueden llegar en cualquier momento y la liamos.

-              Vamos a tu habitación.

Pensaba que nos íbamos a meter en un lío, pero la petición de mi prima ya la querrían muchos tíos. Me senté en la cama mirando hacia ella.

-              ¿Quieres que me vuelva mientras te desnudas? –Le pregunté-.

-              No hace falta.

María se colocó junto a la mesa.

-              ¿Por dónde quieres que empiece? –Me preguntó-.

-              Por donde quieras. ¿Quieres que ponga música?

-              No es un striptease, es para que me des tu opinión sincera.

María llevaba unos pantalones vaqueros amplios y una camiseta de manga corta. Empezó por soltarse los pantalones, después de quitarse los zapatos. El faldón de la camiseta le ocultaba las bragas. Sus muslos eran bonitos, tal vez un poco gruesos, pero nada que no quitara un poco de ejercicio físico. Después se sacó los brazos de la camiseta y se la quitó por la cabeza. Llevaba unas bragas grandes y blancas y un sujetador también grande y blanco que se veía muy usado. Estaba todavía morena del verano y era una chica muy atractiva, tal vez con algún kilo de más, pero muy bien puestos. Empecé a ponerme cachondo y mi polla a reaccionar bajo los pantalones.

-              Eres muy atractiva, María. –Le dije con la intención de que dejara de desnudarse-.

-              Gracias primo, pero déjame que siga desnudándome.

-              Prima, déjalo ya.

-              No Carlos, necesito que me digas tu opinión sincera.

María me recordó a mi tía Julia, su madre, el día que la vi en el baño de casa en tanga y sujetador. Tenía un cuerpo muy parecido sólo que con algo más de peso. Llevó sus manos a su espalda para soltarse el sujetador, se lo quitó y se sobó las tetas como si el sujetador la hubiese molestado. Tenía unas tetas grandes con unas areolas medianas y sus pezones se veían muy grandes y muy salidos. A mí se me puso ya la polla como un palo bajo los pantalones. Luego se dio la vuelta para quitarse las bragas, su culo era delicioso. Cuando se quitó las bragas observé que su culo estaba también moreno casi entero, excepto dos delgadas líneas, una en sus caderas y otra que bajaba de la primera hacia el centro de sus nalgas. Por último se dio la vuelta con los brazos pegados a sus caderas. Por delante también estaba morena excepto tres pequeños triángulos, dos alrededor de sus areolas y otro en el pubis. Estaba buenísima, no me explicaba cómo podía estar acomplejada. Llevaba una línea de pelo en el monte de Venus, parte en el triángulo blanco y parte subiendo por su vientre moreno, debía habérsela dejado después del verano.

-              Vístete prima, eres una mujer preciosa.

-              Todavía no primo. No es que dude de tu sinceridad, pero necesito una prueba de lo que me dices.

-              No sé qué me quieres decir.

-              Primo si de verdad te parezco atractiva debes tener una erección, quiero verla.

-              ¡Pero prima!

-              Sin peros Carlos. Si se te ha puesto dura te creeré, si no, sabré que me mientes por lastima.

Mientras escuchaba y miraba a María pensé que era muy extraño que, con el complejo que decía tener, luego se pusiera un microbiquini como demostraba su moreno casi integral.

-              María la tengo cómo un palo, pero no creo que esté bien enseñártela.

-              ¡Venga Carlos, déjate de tonterías que estoy desnuda frente a ti!

-              Mira -le dije levantándome para que viera el bulto que se había  formado en mi entrepierna-.

-              No es suficiente, puede ser cualquier truco.

-              ¿Pero qué truco va a ser?

María se vino hacia mí, llevó  sus manos a mi cinturón para soltármelo y yo di un paso atrás.

-              Estate quieto –me ordenó-.

-              María, por favor, no sigas.

-              ¡Pero bueno, te grabas las pajas para tu novia y a tu prima no le puedes demostrar que te resulta atractiva! –Me dijo a la misma vez que terminaba de soltarme el cinturón y llevaba sus manos a mi bragueta-

-              Pero que tendrá que ver. ¿Y tú cómo sabes que yo me grabo las pajas para Cristina?

-              Porque me lo ha contado la prima Luisa, que vio un video tuyo en la peluquería.

No se podía haber estado callada mi prima Luisa.

-              Que el video no era mío. Para María, vale, ya me abro yo el pantalón.

María quitó sus manos de la cremallera cuando ya la tenía a medio bajar. Terminé de bajarme la cremallera y dejé que el pantalón cayera hasta media pierna, luego me bajé los boxes y mi polla salió dando botes contra mi barriga.

-              ¡Joder primo qué pollón!

-              Ves como me resultas muy atractiva.

-              Ya, ya. Más quisiera yo que los chicos que he conocido tuvieran una cosa así entre las piernas.

La situación me tenía a mil. Mi prima desnuda y yo con la polla fuera como un palo frente a ella.

-              Primo me has puesto muy caliente.

-              ¿Qué yo te he puesto muy caliente? Pero si eres tú la que se ha empeñado primero en desnudarse y luego en verme la polla.

-              Primo ¿por qué no nos hacemos una paja el uno al otro? –Dijo llevando su mano a mi polla-.

-              Estate quieta que la vamos a liar.

-              ¡Joder como la tienes de dura! –Exclamó a la misma vez que me cogía una mano y la llevaba a su chocho-.

Tenía un chocho grande con los labios menores fuera, un clítoris también grande muy duro y le chorreaban los jugos por los muslos. No pude evitar recordar cuando ayudé a su madre a ducharse

-              Pues tú estás chorreando. –Le dije al oído-.

-              ¿Cómo quieres que esté con este pollón entre mis manos?

Mi prima subía y bajaba su mano por mi polla y suspiraba fuertemente.

-              Túmbate en la cama –me ordenó a la misma vez que me empujaba hasta hacerme caer boca arriba-. Tengo que meterme eso en la boca.

María se puso en la posición de hacer un “69” y antes de meterse mi polla en su boca, me puso su chocho en la mía. ¡Qué barbaridad lo tenía completamente encharcado!

-              ¡Vamos Carlos cómemelo bien!

-              María estoy muy caliente.

-              ¡Joder y yo, es que no lo ves!

-              Sí, pero yo no voy a tardar en correrme.

-              Ni yo tampoco. ¡Vamos, no pares ahora!

María se metía mi polla en su boca todo lo que podía, casi hasta atragantarse.

-              ¡No he tenido otra como esta en la boca, no llego ni a la mitad y me está descoyuntando la mandíbula! ¡Primo, ahora, ahora, ahora, así, así,…!

-              María me corro.

Mi prima mantuvo mi polla en su boca mientras yo me corría como una fiera y al poco empezó a expulsar jugos de su chocho a mi boca como si fuera un manantial. Luego se dejó caer a un lado de la cama, respirando agitadamente.

-              Primo me has pervertido.

-              ¡Y una mierda “pa” ti, si eres tú la que ha empezado todo esto!

Se levantó, cogió su ropa y salió de mi habitación sin decir una palabra más. Luego se asomó a la puerta y me dijo:

-              Ni una palabra de esto a nadie, ¿me entiendes?

Preferí no contestarle, me puse de pié, me subí los pantalones y me limpié la cara de sus jugos con unos pañuelos de papel. Mi prima se ha vuelto loca, pensé. Luego corregí mi opinión: de loca nada, la tía me había metido el rollo de su complejo para dar pie a la situación de meterme mano. Una tía con el complejo que decía tener no se ponía un microbiquini como el que debía haber llevado gran parte del verano. Al cabo del rato recordé a la tal Sonia, cogí el móvil y me puse a mirar el instagram de Cristina, para ver si había alguna foto suya con la tal Sonia. Entre las muchas fotos que tenía colgadas en su muro, en varias aparecían la rubita y la pelirroja con el rótulo de “Con mis amigas Sonia y Silvia” en tal o cual ocasión. Seguí mirando a ver si tenía alguna foto sólo con una de ellas y salía de dudas. Al fin la encontré, ¡Sonia era la pelirroja! En la foto en la que salían juntas, estaban las dos en biquini y las dos estaban para comérselas. Tenía que llamar a la tal Sonia, no iba a desaprovechar una ocasión como esa. Me llamó Javier al móvil, dudé si cogérselo, seguro que me llamaba para contarme los pajotes que se había hecho con el cacharro que se había comprado.

-              ¿Qué pasa? –Le dije al descolgar-.

-              ¡Joder tío es la hostia, te lo tengo que prestar para que lo disfrutes!

-              ¡Vete al carajo Javier! Yo no voy a meter mi polla en ese cacharro.

-              Me he hecho por lo menos tres pajas, a cada cual mejor.

-              ¿Me has llamado para contarme las pajas que te has hecho?

-              Bueno también para decirte que mañana me voy al pueblo, ¿te vienes?

-              No puedo, mi madre me ha dicho que no aparezca por allí hasta que no se hayan tranquilizado las cosas con los padres de Cristina.

-              ¿Quieres que le diga algo a Cristina de tu parte?

-              No creo que la veas, no la dejan salir.

-              Qué pena coño. Pensaba aprovechar que tú no ibas para beneficiármela yo.

-              ¡Vete a tomar por culo! –Le dije y colgué-.

Al rato me llamó un compañero de clase, por si me apetecía salir por la noche. Le dije que sí y quedamos. Pasé el resto de la tarde sin salir de mi habitación, sin ver ni oír a mi prima María. Cuando fue la hora salí para verme con los compañeros. Volví tarde, pasé por el servicio sin hacer ruido, me acosté y me dormí al instante.

Por la mañana me despertaron las voces de mi prima Vero para que me levantara.

-              Carlos, venga que nos van a cerrar la playa.

-              Voy.

Después de asearme fui a la cocina a desayunar algo. Estaban las cuatro charlando. Mi prima María se comportó como si no hubiera pasado nada entre nosotros la tarde anterior. A las nueve estábamos los cinco en el coche. Antonia conduciendo, Luisa a su lado y yo en el centro del asiento trasero entre María y Vero.

-              ¿Os apetece que vayamos a Los Enebrales? –Preguntó Antonia-.

-              Por nosotras perfecto –le contestaron mis primas entre risas-.

-              ¿Está muy lejos? –Pregunté yo-.

-              No, a algo más de una hora. -Me contestó Antonia-.

-              Pues si no os importa, yo voy a dormir un rato. –Les dije repanchigándome en el asiento-.

Me despertó el timbre de mi móvil que sonaba por el manos libres del coche. Era Javier, lo cogió Antonia a través del coche.

-              Carlos he pasado una noche terrible –le escuché decir por los altavoces del coche-. Se me encajó el nabo en el “pajeador” y ni para atrás ni para adelante… -Antonia y mis primas empezaron a reírse como para matarse-.

-              Javier, estoy con mis primas en el coche y no sé cómo pero se ha puesto el manos libres…

-              Hola guapas. –Será tonto el tío pensé, es que le da igual que le oigan contar las historias de su nabo y el “pajeador”-.

-              Hola tío guarro –le contestó mi prima Luisa-. ¿Es qué no tienes a nadie que te la casque?

-              No sé quién eres, pero si tú quieres, por mí encantado.

-              Ni en tus sueños más guarros te voy yo a coger la cosita esa que tienes.

-              Javier, cállate y no metas más la pata. –Le dije-. ¿Pero cómo coño se ha puesto mi teléfono en el manos libres? –Les pregunté a las cuatro, sin que ninguna me contestara-

-              Deja que te siga contando, que verás que calentitas se van a poner esas pibitas. –Dijo Javier-.

-              Sí sigue, que nos vamos a mear de la risa. –Le dijo María-.

-              Pues eso macho, después de hablar contigo y contarte las tres pajas que me había hecho, aunque ya casi no tenía ganas, el cacharro me miraba a mí y yo miraba al cacharro, así que decidí hacerme otra. Busqué porno en el ordenador y me puse otra vez a la tarea… -Las cuatro se partían de la risa escuchando las barbaridades de Javier-.

-              Javier, ¿a ti no te importa hacer el ridículo de esa manera? –Le dije tratando de cortarlo-. ¿Quién tiene mi teléfono? –Les pregunté a las cuatro-.

-              Cállate Carlos y deja que Javier nos cuente sus aventuras de pajillero. –Me dijo mi prima Luisa-. Sigue Javier, que estamos en ascuas.

-              ¡Qué guarrillas sois! Pues por donde iba, al rato de estar viendo porno se me puso otra vez dura… -no me podía creer que Javier fuera tan tonto y mis primas tan crueles con semejante criatura-  …la verdad es que el cacharro estaba ya un poco pringoso, ya me entendéis, pero yo pensé que así resbalaría mejor. –Las risas de las cuatro apenas dejaban escuchar a Javier-. Total que la metí en el cacharro, no sin bastante trabajo, y cuando quise empezar a moverlo no había manera macho, se había encajado y cuando lo intentaba veía las estrellas.

-              Por favor Javier, para un momento que me voy a poner mala de reírme. –Le dijo Vero-.

-              ¡Ahí, ahí, que la tías que se ríen mucho después follan más! –Le contestó Javier-.

-              Por favor cortad la llamada y devolvedme el teléfono. –Les pedí-.

-              Ni lo pienses, esto es lo más divertido que he escuchado en mi vida. –Me contestó Luisa entre carcajadas-. Sigue Javier, que mi primo es un aburrido.

-              Del dolor que me producía cuando trataba de moverlo se me vino abajo lo mío, ya sabéis a lo que me refiero. Pero ni así, joder se me tenía que haber quedado pegado. Me entraron unas ganas de mear de la hostia, ¿pero cómo iba a mear con aquello encajado?

-              ¿Javier tú no te cansas de hacer el ridículo? –Le dije a ver si se callaba, pero no conseguí nada-.

-              Me metí en la ducha a mear y al final con bastante trabajo pude descargar. Como ya era tarde, decidí hacer un último intento de quitármelo, pero imposible, así que me fui a la cama con el cacharro en el nabo.

-              Bonito tenías que estar –le dijo mi prima Luisa-.

-              ¿Quién eres? –Preguntó Javier-.

-              Luisa.

-              Tú sabes que eres la que está más buena de todas.

-              Gracias galante. ¿Y al final qué?

-              Logré dormirme y esta mañana cuando me he despertado se me había salido solo. La verdad es que la tengo bastante roja. Ahora me iba a duchar con el cacharro para limpiarlo y darle nuevo uso.

-              Oye Javier, ¿tú llamas a mi primo para contarle las pajas que te haces? –Le preguntó Vero con muy mala hostia-.

-              Hombre claro, Carlos es como si fuera familia.

-              ¡Coño Javier, que te calles!

-              ¿Y él te cuenta las suyas?

-              No, aunque yo lo quiero mucho, el tío es muy remilgado para eso. Además ahora dice que no se la puede cascar porque no le dejáis cerrar la puerta de su cuarto.

-              ¡Javier cuelga ya! –Le grité-.

-              Si hombre, ahora que estoy hablando con unas tías tan buenas voy a colgar.

Afortunadamente mi móvil debió quedarse sin batería y se cortó la llamada. Antonia tuvo que parar el coche porque no podía seguir conduciendo de la risa.

-              ¡Qué figura tu amigo Javier! –Dijo Luisa-. ¿Así que ahora no te la cascas primo?

-              ¡A vosotras qué coño os importa si yo me la casco o no!

-              No te pongas así, sólo te lo pregunto porque me preocupa tu bienestar sexual.

-              ¡Iros al carajo! Sois crueles, pues no lo que le habéis hecho al tonto de Javier.

-              Pues a mí me ha parecido que estaba encantado.

Continuamos viaje una vez medio repuestas las cuatro de las risas. A la media hora y tras unos minutos de camino de tierra, Antonia dijo:

-              Ya hemos llegado. ¿Vamos a ir al chiringuito a comer luego?

-              Yo creo que sí, si no vamos a pasar más hambre que el perro de un ciego.

Empezamos a andar entre árboles por un camino de arena, hasta que al final divisamos la playa. Seguimos andando hasta una construcción que parecía un chiringuito todavía cerrado y luego nos acercamos los cinco a la orilla. Había bastante poca gente, por no decir casi nadie. Luisa escogió un sitio y pusimos las toallas para tumbarnos. Antonia fue la primera en quitarse un vestido muy veraniego que llevaba, quedándose sólo con el tanga de un biquini. Miré para otro lado al darme cuenta que no llevaba el top del biquini y sus tetas se quedaron al aire. ¡Joder que tetas y que todo! Pensé.

-              ¿Hacemos toples o nos quedamos en bolas? –Preguntó Antonia a mis primas ante mi estupor-.

-              Mejor en bolas, quiero quitarme las marcas del biquini. –Le contestó mi prima María-.

-              Un momento, ¿pero esta playa es nudista? –Pregunté viendo la que se me venía encima-.

-              Aquí cada uno hace lo que quiere. Qué quieres bañador, pues bañador, que no lo quieres, pues en pelotas.

Antonia se dispuso a bajarse el tanga mientras mis primas se deshacían de sus short y camisetas, quedándose durante un minuto con unos microbiquinis que eran peores que no llevar nada. Yo me senté en mi toalla mirando hacia otro lado.

-              Carlos, estamos aquí. –Me dijo mi prima Luisa-.

-              Ya.

-              ¿Entonces por qué miras hacia otro lado?

-              Porque me pone muy violento veros desnudas.

-              No seas pazguato.

Me giré y las vi a las cuatro desnudas. Mi polla empezó a tener vida propia, pese a los intentos que yo hacía para que no fuera así. Si una estaba buena la otra estaba mejor. Se reían recordando las cosas de Javier, cuando lo viera lo iba a matar.

-              Carlos, ¿te vas a quedar así? –Me preguntó mi prima María-.

-              ¿Así como?

-              Vestido. ¿Te da vergüenza que tus primas te vean tu pollita? –Miré a María con ganas de matarla, después del lío que me había montado la tarde anterior-.

-              ¿Por qué no podéis dejarme en paz?

-              Porque nos aburrimos. ¿Tú también te vas a comprar un “pajeador” como tu amigo?

-              ¡Vamos que vosotras no tendréis consoladores y sopladores y cosas de esas!

-              Yo prefiero los deditos. –Dijo Antonia-.

-              Antonia que tú no eres prima mía. No te pases.

-              Huy que sensible. –Me contestó-.

-              Voy a dar un paseo por la orilla. –Dije para quitarme un rato de en medio. Lo malo era que tenía que levantarme y se darían cuenta del bulto de la entrepierna-.

-              Te acompaño, claro que si no te molesta. –Me dijo Vero-.

Mi prima Vero estaba para mojar pan. Unas tetas medianas, pero muy firmes, un culo abundante, sin ser excesivo, y el chocho completamente depilado con unos labios menores grandes que le sobresalían de los mayores.

-              Como quieras –le contesté-.

-              Pero al menos quítate la camiseta y los pantalones.

Si me quitaba los pantalones el bulto no es que se intuyera, es que iba a ser más que evidente. Me quité la camiseta y me la eché al hombro dejándola colgar hacia delante con la intención de que me tapara el bulto, me dejé los pantalones y me levanté mirando al lado contrario de dónde estaban mis primas. Me miraba la entrepierna deseando que no se notase mucho estado de excitación en que estaba.

-              Vamos primo –me dijo Vero empezando a andar delante de mí-.

-              ¿Vosotras sois nudistas? –Le pregunté cuando llegamos a la orilla-.

-              Siempre no, pero no nos importa estar desnudas y en la playa es una maravilla que no te queden marcas del biquini. ¿Tú no sabes que tu madre y la mía también lo son?

Me quedé sin palabras. ¿Qué mi madre era nudista? No podía creérmelo.

-              ¡Venga ya Vero no me tomes el pelo!

-              No te estoy tomando el pelo. Hace poco más de un año vinimos a esta playa tu madre, la mía, mi hermana Luisa y yo. Al rato de quedarnos en biquini mi madre se quitó el top, quedándose con las tetas al aire, y nos dijo que nos animáramos a hacer lo mismo. Un poco a regañadientes terminamos haciéndolo las dos, tu madre se lo había quitado casi a la misma vez que la mía. Al rato, tu madre dijo que le apetecía quedarse en pelotas, que hacía años que no lo hacía en la playa. Así que se quitó la braga del biquini y se tumbó boca arriba a tomar el sol.

-              ¿De verdad sucedió eso?

-              Claro que es verdad. Poco después mi madre la imitó y se quedaron las dos en pelotas. Por cierto que estaban las dos preciosas. Finalmente mi hermana Luisa y yo hicimos lo mismo y nos encantó la sensación de libertad. ¿Tú te animarías?

-              No lo sé. Si te soy sincero en situación normal igual lo haría, el problema es que estoy muy excitado con vosotras cuatro en pelotas y eso me da mucha vergüenza.

-              Quítate el pantalón y métete en el agua, a ver si con el frio se te baja.

-              Está bien, pero no mires. –Le dije quitándome el pantalón y dejándoselo a ella junto a la camiseta-.

Pese a que el agua estaba bastante fría, a mis calores internos no le hizo el más mínimo efecto. A los cinco minutos de estar en el agua seguía igual de empalmado o más que cuando me metí. Vi que mi prima Vero dejaba mi camiseta y mis pantalones en la orilla y se metía en el agua, nadando hacia donde yo estaba.

-              ¿Qué pasa primo? –Me dijo cuando llegó a mi lado-.

-              Nada, no pasa nada, sigo igual de excitado y ahora va a ser peor con el bañador mojado y sin pantalones.

-              Quítate el bañador.

-              ¿Para qué?

-              Para que pueda hacerte una paja.

-              Gracias Vero, pero no.

-              ¿Te vas a quedar todo el día en el agua?

-              No querría, pero no me va a quedar más remedio.

-              Si no quieres que yo te la haga, háztela tú.

Miré la cara y las tetas de mi prima, era una preciosidad de mujer.

-              ¿No te importa? –Le pregunté-.

-              Primo, si me he ofrecido a hacértela yo, ¿por qué me iba a importar que te la hagas tú?

Cogí mi polla con mi mano derecha y empecé a sobármela. Mi prima no me quitaba ojo mientras yo le daba al sube y baja.

-              ¿Te resulta excitante ver cómo me hago una paja?

-              Me excitaría más hacértela yo.

-              Pues no te cortes. –Le dije sacando las dos manos del agua-.

Vero adelantó sus dos manos bajo el agua, con una me cogió la polla y con la otra los huevos.

-              Primo, qué bien te ha tratado la naturaleza.

-              No me puedo quejar, aunque también tiene sus inconvenientes, como antes en la arena, pero son inconvenientes menores.

-              Es la polla más grande que he tenido entre las manos, no puedo abarcarla entera.

-              ¡Prima ahora, ahora, ahora…! –Le dije cuando empecé a correrme como si no fuese a tener otra ocasión en mi vida-.

-              ¿Estás ya más tranquilo?

-              Yo  sí. ¿Y tú?

-              Yo no estoy nada tranquila, pero a mí no se me nota como a ti.

-              Gracias prima.

-              No hay de qué, ha sido un placer tener esa polla entre las manos. Salgamos del agua.

Salí del agua junto a Vero con el bañador en la mano. Cogí el resto de mi ropa y nos fuimos caminando hacia dónde estaban las otras. Llevaba la polla muy morcillona, pero no era lo mismo que antes de la paja.

-              Primo lo que te has hecho de rogar para enseñarnos tu pajarraco. –Dijo Luisa al vernos-.

-              ¡Qué alegría de hombre! –Exclamó Antonia-.

Nos quedamos un rato callados, tumbados en las toallas. La verdad es que la sensación de estar en la playa en pelotas era muy placentera. Al poco mis tres primas decidieron ir a bañarse y me quedé solo con Antonia.

-              ¿Javier es el amigo que dices que me escribió las guarrerías?

-              Sí y sigo lamentándolo.

-              No te preocupes, se me ha quitado el enfado contigo y con él. Después de lo de esta mañana, me he dado cuenta que el hombre no es que sea un pervertido, es simplemente tonto.

-              Me alegra que se te haya quitado el enfado. El hombre no lo hace por maldad, es que tiene que desasnarse.

-              De todas formas no me había reído más en mi vida. Me he quedado como nueva.

Volvieron mis primas. Luisa desnuda era un monumento, bueno también lo era vestida.

-              Vamos a dar un paseo –propuso-.

-              Id vosotras Carlos y yo ya lo hemos dado –le contestó Vero-.

Se marcharon las tres y verlas de espaldas desnudas andando casi hace que volviera a tener una erección.

-              ¿Lo estás pasando mal? –Me preguntó Vero-.

-              Ahora ya no, ¿pero por qué me habéis traído a una playa nudista?

-              Tu madre le dio la idea a la mía.

-              ¡Venga ya!

-              Sin coña. Le dijo que creía que sería bueno para que maduraras y se te quitaran algunas tonterías.

-              Prima, pese a que vivimos juntos, me parece que os conozco muy poco.

-              Tampoco hay tanto que conocer. La prima María está todo el santo día caliente y pese a que protesta mucho de su físico, se tira a todo lo que se menea. No me contestes, pero estoy segura de que ya lo ha intentado contigo. Mi hermana Luisa y Antonia están teniendo un rollo lésbico.

-              ¿Qué son lesbianas? –Le pregunté pensando en lo que se estaba perdiendo el género masculino-.

-              No, yo no he dicho que sean lesbianas. Yo he dicho que están teniendo un rollo entre ellas, que no es lo mismo. Les he conocido los bastantes ligues a las dos cómo para pensar que sean lesbianas. Y yo soy la más aburrida. Me gustan los hombres, claro está, pero tampoco estoy todo el día pensando en ellos.

Me acerqué a Vero y le di un beso en la mejilla.

-              ¿A qué viene eso primo? –Me preguntó-.

-              Me he dado cuenta que os quiero a las tres y que nunca os lo digo u os doy muestras del cariño que os tengo.

Vero me devolvió el beso en la mejilla y luego continuamos callados, pensando cada uno en sus cosas. Había empezado a llegar gente a la playa y efectivamente allí iba cada uno como le daba la gana, en pelotas, en toples, en bañador o en biquini. Me gustaba esa libertad. Me acordé de mi teléfono y de que se hubiera cogido al manos libres del coche, le pregunté a mi prima Vero qué había pasado.

-              Cuando te quedaste dormido Luisa lo cogió porque se te había caído de las manos al suelo. Antonia dijo que te había pillado la otra noche con videos guarros. Luisa empezó a hurgar en él y de alguna forma, para nuestra suerte, debió enlazarse con el manos libres del coche, porque yo no me he reído más en mi vida que con las burradas de Javier.

Sobre la una y media nos pusimos los bañadores, bueno si se le podía llamar así a las indecencias que llevaban Antonia y mis primas, y nos fuimos al chiringuito a comer. Durante la comida María dijo:

-              Esta tarde tenemos elección de ropa.

-              ¿Qué es eso? –Pregunté-.

-              Cuando hay unas buenas rebajas vamos todas a arrasar. Para no perder el tiempo cogemos todo lo que nos gusta sin probarnos. Luego nos reunimos y nos la repartimos según la talla y los gustos de cada una. Ayer fuimos a unas rebajas de ropa interior y hoy toca repartírsela.

-              Qué bien avenidas estáis. –Les dije-.

-              No te creas, luego tenemos unas broncas de mucho cuidado en los repartos. Así que si estás por casa esta tarde, igual tenemos que llamarte para que pongas paz.

Terminamos de comer, volvimos al coche y regresamos a Sevilla. Cuando llegué a mi  habitación puse el móvil a cargar. Al desbloquearlo empezaron a saltarme avisos de mensajes y de llamadas perdidas: Cristina, Sonia, Javier y mi madre. Llamé primero a mi madre.

-              Hola mamá. ¿Qué querías? Es que me he quedado sin batería en el teléfono.

-              Nada, saber de ti y de cómo te había ido en la playa con tus primas.

-              Bien, todo bien. –Estaba dispuesto a hacerla sufrir un poco-.

-              ¿Sólo bien?

-              Sí.

-              ¿A qué playa habéis ido?

-              A una que creo que se llama Los Enebrales.

-              Ah sí, una vez estuve con tu tía Marisa y tus primas. Pero esa playa es nudista.

-              Bueno, según parece cada uno hace lo que quiere.

-              ¿Y vosotros que habéis hecho?

-              Pasear, bañarnos tomar el sol y comer. –No se lo iba a poner tan fácil-.

-              ¡Digo de la ropa!

-              ¡Ah perdona, no sabía que te referías a eso! Pues quedarnos en pelotas.

-              ¡Qué modernos los cinco!

-              Mamá que ya me han contado que tú y la tía Marisa también os quedáis en pelotas.

-              ¿Quién ha sido la lengua larga?

-              Qué más da mamá.

-              ¿Y qué te ha parecido?

-              Al principio un tanto excitado con las primas desnudas, pero luego bien.

-              Claro hijo, eso de hacer nudismo es sanísimo para la mente y el cuerpo. Te tengo que dejar que me llama tu tía Marisa.

¡Joder con mi madre, que desparpajo! Luego miré el mensaje de Cristina o seguramente de su madre.

-              Te vas a arrepentir de no haberme mandado ningún video.

¡Qué pesada estaba esta mujer con los videos! Miré el mensaje o mejor dicho los mensajes de Sonia:

-              Llámame cuando puedas.

-              Te he llamado, pero no me has cogido el teléfono.

-              Llámame, tengo que darte un recado de Cristina.

La llamé.

-              Hola Carlos, llevo todo el día detrás de ti.

-              Hola Sonia, es que me he quedado sin batería en el móvil y no podía cargarlo. ¿Qué quieres?

-              Como quedaste en llamarme y no lo hacías, saber si al final vamos a poder vernos este fin de semana.

-              Cuando te viene bien a ti.

-              Esta misma tarde, si quieres cojo el autobús y nos vemos dentro de un rato.

-              Vale, te espero en la estación a las ocho.

-              Estupendo.

-              Por cierto, qué recado tenías que darme de Cristina.

-              Luego te lo digo cuando nos veamos.

Qué raro lo de esta chica, pensé. Cuanto interés por verme. Aunque estaba todavía cabreado con Javier, lo llamé.

-              Mira que eres tonto y bocazas –le dije cuando descolgó-.

-              Encima de que te he dejado a tus primas calentitas.

-              Tú no eres más tonto porque no entrenas lo suficiente. Yo no he visto a nadie hacer más el ridículo en mi vida.

-              Venga hombre con el ridículo. La próxima vez que las vea sabrás si he hecho el ridículo o si estás loquitas por mí.

-              ¿Tienes algo más que decirme?

-              Sí, por lo que te había llamado. En el pueblo se ha vuelto viral un video de un tío con una polla como un bate de beisbol, haciéndose un pajote y que al final el tío se corre encima de la cámara.

Me cagué en la zorra de la madre de Cristina, por eso me había escrito que me iba a arrepentir.

-              ¿Y a mí que me importa?

-              Pues que se comenta que el mozo es hijo del pueblo y está todo el mundo orgulloso de él. En la peña del club de fútbol han enviado el video a los pueblos de alrededor para comerles la moral en los próximos partidos y en el ropero de la Virgen se cruzan apuestas sobre quién será.

-              La gente se ha vuelto loca.

-              ¡Qué va tío es de lo más divertido! No hay bar o pub en el que no esté puesto el video.

Me cagué en todo y en el puto video. Ya me había advertido mi prima Luisa que tuviera cuidado, pero cómo iba yo a pensar yo que el zorrón de la madre de Cristina iba a hacerme eso y que la gente se dedicara a ver el puto video como si no hubiera catorce cadenas de televisión. Escuché que mis primas me llamaban desde el salón.

-              Te tengo que dejar que me llaman mis primas.

-              Dales recuerdos míos y de mi “pajeador”.

Eran ya las siete de la tarde, debía ducharme, vestirme e ir a por Sonia a la estación. Cogí mi ropa y salí hacia el baño, pasando antes por el salón a ver que querían mis primas.

-              ¿Qué queréis? Voy a ducharme. –Dije desde el pasillo-.

Cuando me asomé al salón estaban las cuatro en tanga y sujetador o sólo en tanga o en sujetador. ¡Joder que barbaridad y eso que las había visto desnudas toda la mañana!

-              Carlos, ¿tú a cuál crees que le queda mejor este sujetador? –Me preguntó mi prima Luisa-.

-              ¡Y yo que sé! ¿Soy yo corsetero o modisto?

-              Fíjate un poquito –dijo Luisa quitándose el sujetador y pasándoselo a María que estaba en tanga-.

Si seguía un minuto más viéndolas iba a empalmarme de nuevo y tenía muchas cosas que hacer.

-              ¡Dejadme en paz, coño! –Les dije continuando hacia el baño-.

-              No te toques –me dijo María cuando seguí andando-.

Será hija de puta, pensé. Que no me toque, con el intento de paja y la mamada que me había hecho la tarde anterior. Terminé de arreglarme y salí del piso mientras ellas seguían en el salón discutiendo por los tangas y los sujetadores. Un poco antes de las ocho estaba en la estación. El autobús del pueblo llegó unos minutos después. Observé a los pasajeros, pero Sonia, al menos la Sonia que yo recordaba, no bajó del autobús. Pensé que o me había tomado el pelo o no había podido coger el autobús. Cuando ya me iba me tocaron en el hombro por detrás y me volví a mirar quién era.

-              Hola Carlos.

No era la Sonia que recordaba, bueno sí, pero estaba catorce veces más buena todavía.

-              Hola Sonia, al no verte creí que no habías podido coger el autobús.

-              Estábamos muchos viajeros y han puesto otro un minuto después. Bueno dame un beso de saludo.

Nos cruzamos dos besos en las mejillas. Olía a gloria bendita. Sonia tenía más o menos mi estatura, pero estaba más alta que yo por las plataformas que llevaba. Pelo muy abundante color anaranjado oscuro, ojos verdes, labios carnosos pintados en color naranja fuerte, un vestido corto que remarcaba unas tetas voluminosas y muy altas por el efecto del sujetador, un hermoso culo apretado por el vestido entallado y unas bonitas piernas envueltas en unas medias naranja. Tragué saliva. Llevaba un bolso muy grande colgado al hombro.

-              ¿Qué te apetece hacer? –Le pregunté-.

-              Llévame a cenar.

-              Claro. ¿Y Cristina, cómo se ha quedado?

-              Bien, luego te cuento. –Me dijo colgándose de mi brazo y restregando por él sus durísimas tetas-.

-              Si te parece vamos a una pizzería próxima que no está mal.

-              Donde tú quieras. Yo no conozco muchos sitios por aquí.

-              ¿Te vuelves en el último autobús?

-              Yo no tenía pensado volverme hoy.

-              Mejor, así tenemos más tiempo para charlar y conocernos.

Pero si no se volvía esa noche, ¿qué tenía pensado hacer? Será que tiene amigos o familia en Sevilla e irá a pasar la noche con ellos. Cuando llegamos a la pizzería todo el local, ellos y ellas, se quedaron mirándola. Nos sentamos en una mesa, pedimos la comida y una botella de “pinod noir “, un vino blanco que yo había visto pedir a mi padre algunas veces. Miraba a Sonia y la verdad es que era espectacular. Debía ser algo mayor que Cristina, porque daba la impresión de tener por lo menos diecinueve años.

-              Verás Carlos, Cristina está muy preocupada por los videos que tienes de ella y por el cariz que están tomando las cosas.

-              Cristina puede estar completamente tranquila por mi parte. Nunca haré nada con los videos que pueda perjudicarla lo más mínimo.

-              Cristina no duda de ti, pero de todas formas a  ella le gustaría que los borraras.

-              Sonia yo no soy el peligro, el peligro es la madre de Cristina que está totalmente fuera de control.

-              ¿Su madre?

-              Sí su madre.

Cogí el teléfono y le enseñé el hilo de mensajes que me había mandado desde el móvil de su hija, incluyendo el video. Sonia se quedó con la boca abierta.

-              Sí, sí que está fuera de control.

-              Esta tarde, después del último mensaje amenazándome, ha difundido por todo el pueblo uno de los videos que yo le envíe a Cristina. ¿Los has visto?

-              Sí, me los enseñó Cristina antes de que se montase el lío. Por cierto Carlos, vaya alegría que tienes ahí abajo. ¿Por qué no quieres borrar los videos?

-              Porque me los mandó ella para mí y me da pena borrarlos, sólo porque su madre se haya desquiciado.

¡Qué barbaridad lo guapa que era Sonia! Su cara y su cuerpo me tenían completamente subyugado. Terminamos de cenar y le propuse tomar una copa que ella aceptó encantada. Ya sentados en un pub no me quedó más remedio que decírselo:

-              Sonia te había visto algunas veces con Cristina, pero no me había fijado bien en lo guapa que eres.

-              Gracias, eres muy galante. Yo también te había visto algunas veces y desde el principio me caíste muy bien. Me pareciste muy diferente a los otros ligues de Cristina.

Tomamos un par de copas y cuando nos dimos cuenta eran las dos de la mañana. Yo estaba un poco achispado, pero Sonia seguía perfecta, parecía un irlandés, bebía y bebía y le sentaba como si nada.

-              Deberíamos irnos, te acompaño a dónde vayas. –Le dije-.

-              Yo pensaba quedarme en tu piso.

Me atraganté con el último trago que tenía en la boca y por poco no se lo arrojo encima.

-              Perdona, no te he entendido bien.

-              Te he dicho que yo pensaba quedarme en tu piso.

-              Eso me había parecido entender.

-              ¿Qué pasa, no quieres?

-              No es eso, es que están todas las habitaciones ocupadas y tendrías que dormir en mi habitación.

-              Eso pretendo.

Tenía un buen lio encima. Mis primas me habían prohibido llevar a nadie a pasar la noche cuando ellas estuvieran, pero no podía dejar pasar semejante oportunidad y mucho menos dejar a Sonia en la calle.

-              Pues vámonos. –Le dije después de pagar las copas-.

-              ¿Puedo decirte algo? –Me preguntó Sonia andando camino del piso-.

-              Claro, lo que quieras.

-              Desde que Cristina me enseñó los videos me dije que esa polla la tenía que disfrutar yo. Luego me las he arreglado para convencer a Cristina de venir a verte. Ella me dijo que te cuidara y eso pienso hacer.

Cuando llegamos al piso yo llevaba un calentón de cuidado. Abrí la puerta del piso con mucho cuidado de no hacer ruido. Mis primas debían estar durmiendo, el piso estaba a oscuras.

-              Necesito ir al servicio –me dijo Sonia-.

-              Sígueme y no hagas ruido.

Como siempre las puertas de las dos habitaciones en las que dormían estaban entornadas y se escuchaba la respiración de alguna de ellas. A oscuras conduje a Sonia hasta el baño, abrí la puerta para que pasara y encendí la luz lo justo para entrar yo también.

-              Yo también necesito ir al servicio. –Le dije al cerrar la puerta-.

Me quedé en la puerta mirando hacia otro lado, mientras Sonia bajaba la tapa.

-              No me importa que me veas orinar, yo pienso hacerlo cuando tú lo hagas.

Me volví para mirarla. Se remangó el vestido y se bajó el tanga naranja que llevaba. Tenía un buen triángulo de vello, como no, naranja oscuro. Se sentó y empezó a orinar con un potente chorro. Recordé una escena que había visto en una película porno y que me había puesto muy caliente, me acerqué a ella y cogí un trozo de papel. Cuando terminó fue a coger ella otro trozo.

-              Déjame que yo te limpie la gotita. –Le dije-.

-              Encantada, nadie me lo hecho.

Le pasé el papel por su chocho. Resbalaba de los jugos que tenía. Cuando terminé se levantó, se subió el tanga y se bajó el vestido.

-              Ahora tú –me dijo-.

Me abrí la bragueta y me saqué la polla que estaba algo más que muy morcillona.

-              Qué hermosura. –Dijo al verla fuera de los pantalones-.

-              No sé si podré mear tal y como estoy de excitado.

-              ¿Quieres que te la coja yo?

-              No, si lo haces sí que no voy a poder mear.

Después de abrir el grifo del lavabo y de un rato de concentración conseguí empezar a mear.

-              Cógemela ahora si quieres. –Le dije a Sonia, que lo hizo de inmediato-.

-              Tenías ganas de mear, ¿eh?

-              No lo sabes tú bien, estaba a reventar.

-              Lo mismo que yo antes.

Sonia me la sacudió y después cogió un trozo de papel y me limpió la última gota de orín, las de líquido preseminal era imposible. La situación, la sacudida y la limpieza habían terminado de empalmarme del todo. Ya no podría metérmela en los pantalones. Después de pulsar la cisterna cogí una toalla para taparme. Sonia se puso delante de mí y me besó en la boca mientras terminaba de llenarse el tanque. Cuando cesó el ruido abrí la puerta del baño, apagué la luz antes de salir al pasillo. Deje pasar a Sonia, luego salí yo y cerré la puerta. Despacio fuimos hacia mi habitación, cuando estuvimos los dos dentro cerré la puerta, que les dieran por el culo a mis primas con las putas puertas, y encendí la luz de la mesilla. Sonia volvió a besarme y me cogió la polla.

-              Déjame desnudarte. –Le pedí-.

-              Soy toda tuya, haz lo que quieras.

Escucharla decir eso me produjo un rebote del nabo. Busqué la cremallera que llevaba el vestido, puse a Sonia de espaldas a mí y la bajé lentamente descubriendo su carne poco a poco. Después saqué sus brazos del vestido y se lo quité. Llevaba un sujetador también naranja, el tanga que ya había visto y un liguero que le sostenía las medias.

-              Te gusta el naranja. –Le dije-.

-              ¿Y a ti no?

-              Desde esta noche es mi color favorito. –Le dije apretando la polla contra su magnífico culo-.

-              ¿Qué tienes ahí que es tan grande y está tan duro?

-              Una barra de pan de hace una semana.

-              Quiero probarla, me he quedado con hambre.

Se volvió de frente. Sus hermosas tetas luchaban por salirse del sujetador. Se puso en cuclillas y empezó a lamerme el capullo.

-              No sé si me cabra en la boca. –Me dijo sin dejar de lamérmela-.

-              Haz lo que puedas –le contesté mientras me terminaba de soltar el pantalón-. Eres preciosa.

Su lengua me lamía el frenillo y su mano subía y bajaba por mi polla.

-              ¿Cuántas veces puedes correrte? –Le pregunté-.

-              Hasta ahora sólo he podido una por noche, pero creo que hoy voy a superarme. ¿Y tú?

-              Por ahora hasta tres, pero también quiero superarme.

Se incorporó, me desabrochó la camisa y empezó a lamerme y morderme los pezones, mientras yo trataba de soltarle el sujetador. Tenía las tetas grandes y muy pecosas, con unas areolas bastante grandes y unos pezones duros como piedras.

-              Déjame que te coma el chocho. –Le pedí-.

Me puse de rodillas delante de ella, le bajé el tanga, ella se lo abrió con las manos y yo apliqué mi lengua sobre su clítoris.

-              Estas empapada. –Le dije-.

-              Y tú, ¿o no ves el hilo de baba que te llega hasta el suelo?

-              Tienes razón, no me había dado cuenta.

-              Sigue comiéndomelo Carlos, que me voy a correr y estoy segura que lo voy a hacer más veces esta noche.

Su chocho olía a jugos de mujer caliente y un poquito a orines, le aplicaba la lengua desde el clítoris hasta el ojete. Ella suspiraba y gemía.

-              Tienes el chocho también pelirrojo.

-              Ahí miento un poquito, de natural lo tengo castaño oscuro, pero me lo he tintado para ti. ¿Te gusta?

-              Mucho, me pone muy excitado.

-              Deja que me tumbe en la cama, no voy a tardar en correrme y cuando lo hago me fallan las piernas.

Se tumbó boca arriba en la litera y cogió la almohada entre sus manos. En cuanto terminó de hacerlo volví a aplicarle mi lengua. Tenía un chocho grande y sobre todo muy carnoso, casi me costaba trabajo llegar a su clítoris con la lengua.

-              Carlos me voy a correr, sigue así por Dios.

Noté que se iba a correr porque las piernas empezaron a temblarle y su coño no paraba de segregar jugos.

-              ¡Ahora, siiiii, aaaagggg!

Aunque se tapó la cara con la almohada para disminuir el volumen de su grito, alguna de mis primas tenía que haberla oído. Efectivamente al momento escuché a alguna por el pasillo.

-              Métete debajo de las sabanas y pégate a la pared. –Le dije-.

Ella se acurrucó contra la pared bajo las sábanas y yo traté de cubrir el bulto que formaba. A los pocos segundos se abrió la puerta y mi prima Luisa asomó la cabeza.

-              ¿Qué pasa Carlos? ¿Por qué tenías la puerta cerrada?

-              Nada prima. Lo siento, me estaba masturbando viendo un video porno y el volumen del teléfono estaba demasiado alto.

-              Pues deja ya de tocarte la sardina y duérmete.

Se fue dejando la puerta entreabierta. Mientras había hablado con mi prima, Sonia no había parado de sobarme la polla, en cuanto nos quedamos solos me corrí, dejando toda la sábana pringada.

-              ¡Ummm, vaya corridón Carlos!

-              Desde luego que sí. Deja que cierre la puerta y limpie un poco esto.

Me levanté cogí unos pañuelos de papel, le pasé algunos a Sonia para sus manos, con otros me limpié yo y lo que pude de las sábanas. Cuando volví a meterme en la cama Sonia se había quedado profundamente dormida. Le di un beso en la mejilla y me quedé yo dormido también.

(Continuará, espero que sigáis mis próximas aventuras con mis primas, mis tías y resto de amigas en el piso de estudiantes).