Compartiendo piso de estudiante con mis primas (9)

El vídeo de un tal Doc de las Estrellas revoluciona internet y el comportamiento de los abuelos y no tan abuelos. Mi prima María me cuenta la primera vez que me corrí. La sirvienta mulata de unas vecinas beatonas me pide ayuda para pasar el confinamiento. Y más cosas. Que disfrutéis y me lo contéis.

( Ya sabéis que para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los siete capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://todorelatos.com/relato/156465/https://todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/https://todorelatos.com/relato/158502/ y https://todorelatos.com/relato/158808/

Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer, comentar y darme nuevas ideas para los relatos).

Cuando llegué al piso tenía un cabreo de puta madre con mi prima Julia. ¡Coño, la hija de puta me había dejado tirado sin ropa en casa de la vecina! Me fui directamente al salón vestido sólo con la túnica que me había dejado Patro y la ropa sucia en la mano. Allí estaban Julia y su hermana María desnudas.

-              ¡Coño Julia muchas gracias por el favor! –Le dije indignado-.

Las dos me miraron y se echaron a reír.

-              ¿Qué haces así vestido? –Me preguntó María-.

-              Lo que me ha podido dejar Patro, ya que tu hermana no ha sido para subirme una muda.

-              ¿El manchurrón es de Patro o tuyo? –Me preguntó Julia riéndose-.

Miré la túnica y percibí dos cosas: pese a que no estaba empalmado, mi polla formaba un buen bulto debido a lo estrecha que me estaba y al ligero tejido  de la túnica; y justo a la altura del bulto, tenía un manchurrón del semen y otros líquidos que debía haber seguido segregando.

-              ¡Vete al carajo Julia! –Le dije-.

-              No te enfades, que estás muy atractivo y muy sugerente. –Me contestó María-.

-              ¿Le has limpiado todas las cañerías a Patro? –Me preguntó Julia-.

-              Todas las que me ha dado tiempo. –Le contesté-.

-              ¿Ha llegado ya tu amigo Javier?

-              Sí, acaba de llegar. Por eso he salido corriendo, para que lo recibiera Patro como a ella le diese la gana.

Mis primas estaban sentadas mirando al ventanal del salón hacia la calle.

-              Ven, verás cómo se lo pasa de bien el vecindario. –Me dijo mi prima Julia-.

Me puse entre las dos a mirar por el ventanal. Lo que vi, lo menos que se puede decir es que era singular. Varias parejas de abuelas y abuelos follaban como cosacos la mayoría en la posición del perrito, cada uno en la que debía ser su casa. A algunos los conocía de cruzármelos por la calle. Los más jóvenes deberían tener sus buenos sesenta años y los más mayores, debían tener ya bisnietos.

-              ¿Pero esto qué coño es? –Les pregunté a mis primas-.

-              Según parece están siguiendo las recomendaciones del vídeo de un doctor en youtube. –Me contestó Julia-.

-              ¿Qué vídeo? –Pregunté-.

-              Lo hemos buscado por curiosidad, míralo. –Me dijo mi prima María acercándome su móvil-.

Aparecía un rótulo que decía: “Los consejos de servicio público del Doctor de las Estrellas”. Con un fundido en negro el rótulo cambiaba al busto de un hombre que tendría unos sesenta años, con una bata blanca. El fondo era el clásico de una consulta médica. El hombre con un acento cubano muy marcado empezaba a decir su mensaje:

“Queridos pacientes maduros.

Estamos viviendo una terrible pandemia que se ceba con nosotros, las personas mayores. Desde mi responsabilidad como el Doc de las Estrellas, tengo que daros unos consejos que os podrán ayudar a evitar la pandemia y salvar la vida…”

El hombre tenía el pelo negro canoso, se conservaba bastante bien y hablaba con un ligero movimiento adelante y atrás.

“He estado investigando, junto a mis colegas, el Doctor Vergadura y la Doctorcita Conchahambrienta, cómo podemos hacer para que nuestros amigos maduros sobrevivan al maldito virus. Empezamos haciéndonos una pregunta: ¿Por qué el virus ataca mortalmente más a las personas mayores? Desde nuestro conocimiento científico rechazamos las respuestas fáciles: porque son más débiles, porque ya sufrían otras enfermedades antes, porque están deprimidos,… NO y mil veces NO.”

-              Esto es cachondeo, ¿no? –Les pregunté a mis primas-.

-              ¡Qué va, el tío habla más en serio que el copón! –Me contestó mi prima María-.

“Nos costó, pero gracias a la ayuda del Señor, al final dimos con la solución: porque no follan, nuestros mayores no follan”

Aquí no pude evitar una carcajada, que hizo que mis primas me reprendieran con la mirada. Me puse serio de nuevo y seguí mirando el vídeo.

“Sí queridos pacientes, porque los mayores no follamos lo necesario. A través de ensayos clínico-prácticos entre nosotros, nuestras familias, nuestros ayudantes y algunos pacientes voluntarios, descubrimos que follando al menos una o dos veces al día, la incidencia del virus sobre los mayores desciende más de un OCHENTA POR CIEN. Algunos de vosotros os preguntaréis, ¿y eso cómo se hace? O exclamaréis, ¡ya nos gustaría a nosotros follar una o dos veces a la semana! A falta de uno, os voy a dar dos remedios. Uno, el clásico de las píldoras vigorizante del Doc de las Estrellas, de eficacia más que comprobada por miles de mayores de ambos sexos durante los últimos años, pero con el problema de que, con las actuales limitaciones, no puede llegaros a todos los que las necesitáis. ¿Y os preguntaréis cuál es el otro? Lo descubrimos durante nuestros ensayos clínicos, basándonos en la vida sexual de las estrellas del cine y la televisión. Recordáis ese refrán tan latino de “no hay hombre viejo si lo cambian de conejo” y ese otro de “no hay mujer vieja si la cambian de pareja”, pues ese es el remedio queridos pacientes seguidores de mis consejos: liaros entre vosotros, cambiad de pareja, además de divertido os salvará del maldito virus”

Aquello era increíble, pero miraba por la ventana y los yayos del barrio se lo habían creído a pies juntillas. Aguantaba la risa, aunque a veces no podía evitar soltar una carcajada.

“Ved y escuchad a algunos de los primeros en probar nuestro remedio.”

La imagen pasaba a una pareja que debía tener por lo menos setenta y cinco años, con una sonrisa los dos de oreja a oreja. Hablaba la mujer

“La verdad es que yo al principio no lo creí. Yo sabía que tanto mi esposo como mi vecino Vicentito, bueno le llamamos Vicentito pero el año pasado cumplió los setenta y cinco, tenían problemas de erección y mi vecina y yo estábamos muy apenadas, pero fue intercambiarlos un día y mano de santo. Vicentito se me empalmó como un veinteañero y por lo que me contó luego mi vecina, mi esposo parecía un toro”

La imagen volvía otra vez al Doc de las Estrellas. Yo ya tenía hasta interés en lo que el nota seguiría contando.

“Sí amigos, como el testimonio anterior os podría poner decenas, centenares, de mujeres y hombres maduros que, además de retomar el deseo y el vigor sexual, están luchando contra esta maldita pandemia. FOLLAD, CHINGAD, todo lo que podáis con vuestros esposos o esposas, con los amigos o amigas de vuestros esposos o esposas, con vuestros vecinos, con quien sea, pero FOLLAD.”

Aquí el plano se iba abriendo y se veía que el Doc de las Estrellas se estaba follando a lo perrito a un pedazo de mulata que tendría cincuenta y tantos años, con un culo y unas tetas descomunales.

“Miradme a mí luchando contra la pandemia con la Doctorcita Conchahambrienta. Mi esposa está en la sala de espera de mi consulta con dos pacientes de ochenta años, luchando también contra la maldita pandemia. Sólo un consejo más: si lucháis junto a alguien que no sea vuestra pareja, hacedlo a lo perrito, por mayor seguridad contra el contagio.”

Volví a mirar por la ventana y quitando una pareja de abuelos, todas las demás parejas lo hacían a lo perrito. ¡Joder qué cachondeo debían tener montado en aquel bloque! Pensé.

“Me despido de vosotros amigos, recordándoos mi mensaje: ¡FOLLAD con quien sea, pero FOLLAD!”

El video terminaba con el Doc de las Estrellas, dándole unos empujones tremendos a la Doctorcita y fundiéndose en negro.

-              ¿De dónde coño habéis sacado esto? -Le pregunté a mis primas-.

-              Es el vídeo más visto ahora mismo en internet. –Me contestó mi prima María-.

Volví a mirar por la ventana y aquello era increíble, abuelos y abuelas follando como cosacos, unos con poca ropa y otros desnudos, pero todos follando.

-              Tú será imposible que pilles el virus, con las manos de follar que estás dando. –Me dijo Julia-.

-              ¿Pues sabéis lo que os digo? Que el Doc de las Estrellas será un carota, pero ha entendido mejor y está haciendo más por los mayores que todos los gobiernos juntos. –Les dije a mis primas-.

-              ¿Por qué no le mandas el vídeo a tus abuelos? –Me dijo María-.

-              Porque no les hace falta, ellos ya se saben la teoría y la práctica. Bueno voy a cambiarme que ya está bien de hacer el ridículo con la túnica.

-              No te cambies que estás muy guapo –dijo mi prima Luisa entrando en el salón acompañada de Antonia, las dos muertas de la risa-.

-              ¿Habéis visto el video ese del Doc de las Estrellas? –Preguntó Antonia-.

-              Sí, acabamos de verlo. ¿Y vosotras habéis visto como está de animado el bloque de enfrente? –Le contestó Julia-.

Luisa y Antonia se asomaron a la ventana y empezaron a reírse.

-              ¡Qué barbaridad con los yayos y casi todos en plan perrito, siguiendo los consejos del Doc! –Dijo Luisa-.

-              Estos han visto el vídeo antes que nosotros y después dicen que los viejos no se manejan en internet. –Dijo Antonia riéndose-.

-              Pues el bloque este también está lleno de yayos y sobre todo de yayas. ¿Tendrán el mismo cachondeo que los de enfrente? –Dijo Julia-.

-              No creo, aquí son todas más del rosario y de la iglesia que el Papa de Roma. –Le contestó Luisa-.

-              Pues a mí me encanta verlos disfrutar. –Dijo  Antonia-. Les voy a mandar el vídeo a mis abuelos.

-              Yo creo que al Doc ese había que darle el Nobel de medicina. –Dijo mi prima María-.

-              Sí, y a la Doctorcita, que también pone lo suyo. –Dije riéndome-.

Me pregunté cómo le iría a Javier con Patro. Me fui a mi habitación para llamarlo.

-              ¿Qué pasa hombre, has llegado ya a tu nuevo hogar?

-              Hola Carlos. Sí, hace un rato.

-              ¿Y qué tal?

-              Bien, lo que pasa es que cuando he subido la puerta del piso estaba abierta he entrado y no he visto todavía a la señora. Sólo escucho a un perro ladrar como un loco.

-              Vete acostumbrado al perro. Lo raro es que no te estuviese esperando Patro.

-              Pues sí, pero eso es lo que hay.

Pensé en putear a Javier gastándole una broma:

-              Antes no te he dicho una cosa, para no asustarte.

-              ¿El qué?

-              Según me ha dicho mi prima Julia…

-              ¡Qué buena está tu prima Julia, bueno y las otras tres también y qué decir de tu tía Julia!

-              Déjame hablar y deja de pasarle revista a mi familia materna. Al parecer, Patro toma una medicación muy fuerte por problemas mentales. Y así y todo, a veces se le va la pinza.

-              ¿Se le va la pinza cómo?

-              Le dan violentos ataques sicóticos.

-              ¡Joder Carlos, eso me lo podías haber dicho antes!

-              Mi prima me ha dicho, que se sabe que le van a dar cuando empieza a hablar mucho.

-              ¿Mucho cuanto es?

-              Mucho es mucho, Javier, ya lo notarás.

-              Pues sí que te explicas tú bien.

-              Bueno, que según parece normalmente no es peligrosa. De todas formas enciérrate esta noche en tu habitación, por seguridad.

-              Si no sé cuál es mi habitación.

-              ¿El perro está encerrado en algún sitio?

-              Sí, parece que en uno de los dormitorios.

-              Pues esa debe ser.

-              Carlos estoy empezando a acojonarme.

-              Venga hombre no seas miedoso. Si te ocurriera algo me llamas.

-              ¡Coño que no sea miedoso y estoy encerrado con una loca peligrosa!

-              Venga ya, adiós Javier.

Colgué y empecé a reírme, pobre Javier, si Patro era una bendita. Vi a Puri por la ventana que me hacía señas. Me acerqué y abrí la ventana.

-              Hola Puri. ¿Qué tal van los rodajes?

-              Mal, Paca está sin ideas y, además, las dos solas no podemos actuar y grabar a la vez.

-              Eso último no es problema, cuando Paca tenga alguna idea nos lo dices y os ayudamos.

-              Gracias Carlos, pásate cuando quieras a tomar una copita con nosotras.

-              Déjalo, hoy estoy muy cansado. ¿Y tú cómo estás?

-              Yo de vacaciones sin el inútil de mi marido, que lo aguante su hermana, y divirtiéndome mucho con Paca. Ella es la que empieza a estar un poco harta de no poder salir a la calle ni tomar el sol.

-              Todos empezamos a estar un poco hartos de este confinamiento. Mañana me paso y hablamos un rato.

-              Cuando quieras, siempre eres bien recibido en esta casa.

Nos despedimos y cerramos las ventanas. Se me ocurrió que ya que Paca estaba sin ideas, igual podía darles yo alguna que a mí me diera mucho morbo, para que la representasen, grabarla yo y divertirme con la historia, el problema era la escasa imaginación que yo tenía para esas cosas. Empecé a pensar cuál podría ser, pero en ese momento sonó mi móvil, era mi madre.

-              Hola mamá, ¿cómo lo lleváis?

-              Bien, bueno tu padre protestón como siempre.

-              Es que es mucho lo que tiene en casa.

-              Y que lo digas, la verdad es que las tres hermanas somos mucho para cualquiera.

-              ¿Qué querías?

-              ¿Has visto el video del Doc de las Estrellas?

-              Sí, me lo han enseñado las primas hace un rato. El tío está revolucionando a los mayores y yo me alegro.

-              En el pueblo se ha vuelto viral. Ya sabes que aquí la población es bastante mayor. ¿Te has enterado de lo de tu abuelo?

-              No, ¿le pasa algo? –Le pregunté preocupado-.

-              El Alcalde ha decidido declararlo de utilidad pública a petición de las del asilo y en la furgoneta de los albañiles del Ayuntamiento le llevan cuatro viejas por la mañana y cuatro por la tarde, para que les haga la terapia del Doc de las Estrellas.

-              ¡Venga ya mamá, no me tomes el pelo!

-              Que no es broma, tu abuela está encantada. Dice que por fin reconocen lo que ha hecho tu abuelo por el pueblo y además no para de hablar con unas y con otras y se entretiene mucho.

-              ¿Y el abuelo cómo está?

-              Según dice tu abuela hecho un toro, tu padre no ha podido hablar con él, tu abuelo dice que no tiene tiempo para hablar.

-              Si va a ser verdad lo del Doc de las Estrellas, que no hay hombre viejo si lo cambian de conejo.

-              Cuídate hijo y toma ejemplo de tu abuelo, que hasta en los momentos más duros sabe dar la cara.

-              De acuerdo mamá y cuidaos vosotros también.

Después de hablar con mi madre me quedó la duda de si se había cachondeado de mí o si sería cierta la historia del servicio público de mi abuelo. Me quedé un rato en mi habitación repasando las tareas que tenía que hacer para la facultad.

-              ¿Se puede? –Era mi prima María-.

-              Sí claro María, estaba repasando cosas de la facultad.

María entró y se sentó en la cama.

-              Me ha dicho Luisa que esta mañana habéis estado recordando cuando de pequeños jugabais a los médicos.

-              Sí, parece mentira pero no recordaba nada de esa época

-              También me ha dicho que no te acordabas de la primera vez que te corriste.

-              Tiene razón, no logro recordarlo, pero por lo visto tú tuviste algo que ver.

-              Algo. ¿Quieres que te cuente?

-              Me encantaría, estos días estoy empezando a recomponer los hechos sexuales de mi infancia y la primera corrida, digo yo que tendrá mucha importancia.

-              Te lo cuento, pero vamos a ponernos en situación. Quítate la túnica esa y ponte un bañador.

Le hice caso.

-              Acompáñame al baño – me dijo-.

-              ¿Hace falta?

-              Sí, si quieres recordarlo de verdad.

Nos fuimos los dos al baño. Mis otras primas debían estar en sus habitaciones porque no las vimos. Entramos y mi prima cerró la puerta. María llevaba un pantalón muy corto y una camiseta de tirantas, que se quitó quedándose  desnuda. Tenía razón Javier, qué buenas estaban mis primas.

-              Una tarde, tendrías tú diez años más o menos y yo unos trece, me estaba duchando para salir con mis amigas.

Mi prima abrió el grifo de la ducha y se puso al lado del chorro del agua.

-              Esa tarde yo estaba especialmente excitada. Mi hermana había estado contándonos algunas de las cosas que hacía con los chicos. Ya te puedes imaginar, besarse en la boca, dejarse tocar las tetas, sobarles la entrepierna, contó que a uno incluso le había hecho una paja y cómo se había corrido lanzando chorros de esperma y gimiendo, mientras le sobaba las tetas.

-              ¿Os contabais esas cosas?

-              Y muchas más. Teníamos un pacto de contárnoslo todo, para que la experiencia de una fuera para útil para las tres, Vero era todavía demasiado pequeña.

Mi prima se metió bajo el chorro y dejó caer el agua sobre su cuerpo. Sus grandes tetas y su precioso culo me tenían subyugado. Comenzó a extender el gel por su cuerpo.

-              Como te decía, esa tarde estaba especialmente excitada. Yo todavía me había corrido muy pocas veces.

-              ¿Tú recuerdas la primera vez que te corriste?

-              Perfectamente.

-              Cuéntamelo, por favor.

-              Tú sabes que Julia y yo compartíamos habitación. Pese a que en la casa había habitaciones de sobra, nuestra madre se empeñó en que durmiéramos juntas. Decía que quería que estuviésemos tan unidas como lo estaban ella y sus hermanas. Que ella había guiado a sus hermanas durante la pubertad y que quería que Julia lo hiciera conmigo. Yo creo que también quería protegernos de los ataques del pervertido de nuestro padre.

Me sorprendió que María fuese consciente de aquello, ya que su hermana Julia creía que ella no se había dado cuenta.

-              Eso me lo ha contado Julia, pero ella cree que tú no te dabas cuenta.

-              Claro que me había dado cuenta de lo asqueroso que era mi padre, aunque a mí nunca me hizo nada, posiblemente gracias a Julia, pero yo notaba como ella sufría. He preferido no decirle nunca nada para evitarle más sufrimiento.

-              Lamento mucho que os hiciera eso.

-              Tú no tienes nada que lamentar, tú no has hecho nada. Cerdadas como esa no las comete el género masculino, las cometen unos cuantos pervertidos. Continúo respondiendo a tu curiosidad. Una noche que no podía dormirme, tendría yo doce años entonces, escuché como Julia gemía en la cama de al lado. Me preocupé y le pregunté si le dolía algo. Ella me contestó que no, que se estaba quitando los nervios. Le pregunté qué cómo se quitaba los nervios. Ella entonces encendió la luz y me dijo que me pasara a su cama. Echó las sábanas hacia abajo y estaba con las braguitas por las rodillas. Ya tenía vello en el chocho. Quítate las braguitas me dijo. Yo la obedecí, comparé mi chochito con el suyo, el mío todavía no estaba formado. Ves el botoncito que tienes ahí, me dijo señalando mi incipiente clítoris, pues si te lo acaricias lo bastante, se te quitan los nervios.

-              Me hubiera gustado tener un hermano mayor que me hubiera enseñado esas cosas. Yo las he tenido que aprender a lo bestia.

-              Eso no es verdad, tus primas siempre hemos cuidado de ti. Ponte aquí a mi lado y súbete el camisón para poder tocarte las tetitas, me dijo Julia. Ella ya tenía unas tetitas en desarrollo, mientras que yo parecía todavía un chico. Ábrete con una mano la rajita y con la otra acaríciate el botón como yo. La obedecí, al principio no sentí nada, pero tras un rato empecé a sentir mucho calor. Sóbate las tetas, mientras te acaricias el botoncito, me dijo mi hermana cuando notó que yo ya estaba acalorada. ¿Notas un calor muy grande en tu rajita? Me preguntó. Sí y en todo el cuerpo, le respondí. Seguimos las dos acariciándonos hasta que vi como Julia se corría y yo me corría por primera vez segundos después.

-              ¡Qué buena memoria prima!

-              Las mujeres recordamos mejor esas cosas, somos más introspectivas, los hombres recordáis más las alineaciones de vuestro equipo de fútbol o los resultados de los partidos. Bueno pues esa tarde que te estaba contando, decidí hacerme un dedo para bajar la excitación que tenía. Primero me coloqué el rociador de la ducha sobre mi chocho, lo que me excitó todavía más, luego llevé una mano a mi chocho y la otra a mis tetas.

Mi prima empezó a hacerse lo que estaba contando y a mí el nabo empezó a crecerme bajo el bañador, hasta formar un tremendo bulto.

-              La cosa fue que, mientras me hacía el dedo, escuché que se abría la puerta del baño. Primero paré y me tapé, después cuando vi que eras tú, te dije que pasaras y seguí haciéndomelo. Creo que en ese momento me puso más que hacérmelo, que vieras cómo me lo hacía. Tú me preguntaste qué me estaba haciendo y yo te contesté lo mismo que me había dicho Julia, quitarme los nervios. Te miraba y veía que tú no perdías detalle de mi cuerpo y de mis manos. Eso me calentó muchísimo, lo mismo que ver cómo te crecía el bulto en el bañador. Pensé que ya estabas empezando a hacerte un hombrecito.

-              ¡Prima cómo me estás poniendo!

-              Me encanta que ocho años después te ponga como el primer día. Te dije: ¿por qué no te bajas el bañador, que te va a hacer daño? Me obedeciste y sacaste tu pollita, todavía sin vello, no era como la de ahora, pero ya la tenías grande y empalmada. Me preguntaste por qué se te ponía así la churrita y yo te contesté que porque te estabas convirtiendo en un hombre.

Me bajé el bañador, como mi prima decía que había hecho entonces, pero no  me toqué la polla.

-              Yo estaba a punto de correrme y te dije que por qué no te la tocabas. Empezaste a hacerlo muy torpemente, no te hacías una paja, sólo te pasabas la palma de la mano por encima, pero yo me excité tanto que me corrí.

Yo repetía lo que mi prima me contaba que había hecho entonces. No estaba seguro de si ella acababa de correrse o no.

-              Me preguntaste si me pasaba algo, te contesté que no y cuando me recuperé salí de la bañera y me puse a tu lado, metiendo tu cabeza entre mis tetitas, luego llevé una mano a tu pollita, la tenías ya dura como un palo.

María hizo lo que me estaba contando. Las tetas le olían a su maravilloso perfume natural, pese a que acababa de ducharse con el gel barato que usábamos. Deslizaba su mano por mi polla, haciéndome un  pajote, que me tenía en el séptimo cielo.

-              Te dije, mira Carlos como se hace, cerrando mi mano alrededor de tu pollita y cogiéndote tus incipientes huevos con la otra. Tú unas veces mirabas como te masturbaba, otras mirabas mis tetitas y otras me mirabas a los ojos, como preguntándome que te hacía para que sintieras tanto placer, que aun no habías probado nunca. Prima, siento una sensación muy extraña, pero me da mucho gustito, me dijiste.

Mi prima seguía haciéndome el pajote, mientras me contaba mi primera corrida.

-              María, estoy ya muy caliente. Haces unas pajas insuperables.

-              No me hicieron falta más que unos cuantos movimientos, para que empezaras a correrte. ¿Esto qué es prima? Me preguntaste. Son los nervios que expulsas de tu cuerpo, te contesté. Son muchos nervios, me dijiste y yo te contesté, que era que los tenías acumulados.

Pensé que quería follarme a mi prima María y devolverle todo lo que ella había hecho por mí.

-              María quiero follarte –le dije-.

-              Pues hazlo –me contestó ella besándome en la boca-.

Me senté en la taza del inodoro y la atraje hacia mí. Ella abrió mucho las piernas, mirándome, me cogió la polla por el tronco y empezó a bajar metiéndosela en el chocho.

-              Carlos, después de tantas pajas que te he hecho, es la primera vez que follamos.

-              Lo sé prima. ¿Después de aquella me hiciste muchas más pajas?

-              Muchas. Esperabas a que yo entrase al baño para ducharme, luego entrabas tú como la primera vez, me mirabas desnuda y te empalmabas, te bajabas el bañador, pero no te tocabas, me esperabas para que fuera yo quien te la hiciera. ¡Ay Carlos, que gusto, pero no voy a poder llegar a metérmela entera!

-              No hace falta, noto como me aprieta tu chocho.

Bajé la cabeza y empecé a comerle las tetas, mientras le sobaba su suave y duro culo.

-              Primo me excitaba tanto hacerte pajas, que quizás por eso me he convertido en una pajillera. Pero nunca ha vuelto a ser cómo aquellas veces contigo.

María subía y bajaba sobre mi polla gimiendo, su chocho estrechito me producía un placer enorme, pero el mayor placer era comerle y sobre todo olerle sus tetas.

-              María creo que me gusta tanto el olor de tus tetas, porque me recuerda a aquellos días de nuestra infancia.

-              El olor es quizás el recuerdo que más perdura. ¡Carlos estoy ya muy, muy caliente! Deseaba tanto tenerte dentro, que no quiero correrme ahora tan pronto.

-              Después de que me has contado mis primeras corridas, estoy empezando a recordarlas, aunque muy vagamente. Recuerdo que esperaba ese momento durante todo el día y toda la noche.

-              ¡Carlos voy a correrme!

-              Hazlo, pero sigue follándome, quiero que te corras varias veces hoy.

-              ¡No puedo más, aaagggg, aaaagggg, me corro, me corro…!

Noté como el chocho de mi prima se contraía y se dilataba, mientras yo seguía comiéndole las tetas.

-              María, ahora recuerdo que muchas noches soñaba contigo y me corría dormido.

-              Entonces te he hecho todavía más pajas, sin saberlo.

-              Algunas noches me corría durmiendo hasta dos y tres veces. Recuerdo que mi madre tenía que cambiarme las sábanas a diario.

María seguía moviéndose arriba y abajo mientras hablábamos.

-              Así ahora aguantas lo que aguantas. –Me dijo mi prima-.

-              ¿Cuándo dejaste de hacerme pajas?

-              Cuando te salieron pelos en la polla y mi hermana Julia se dio cuenta.

-              ¿De qué se dio cuenta Julia?

-              Eso te lo tendrá que contar ella.

-              ¿Cómo he podido olvidar esos años?

-              Tal vez porque necesitabas olvidarlos para convivir con nosotras, ya como un hombre.

-              María no voy a tardar en correrme.

-              Ni yo en hacerlo otra vez. –Dijo mi prima acelerando el ritmo de sus subidas y bajadas-.

-              ¡Aaaaggg, aaaagggg! –Grité al empezar a correrme dentro de mi prima-.

-              ¡Aaaaggg, noto tus chorros contra mi chocho, sigue corriéndote, aaaaggg, me corro, siiiii, me corro…!

Nos quedamos los dos un rato quietos sobre el inodoro.

-              Carlos, ha sido fantástico follar contigo. No creía que esto pudiera suceder algún día.

-              Lo mismo te digo, maestra de mis pajas.

-              Sabes que cuando me hago un dedo, normalmente recuerdo las pajas que te hacía  y cómo me comías las tetitas.

-              O sea, que yo también te he ayudado a quitarte los nervios, aunque sin saberlo.

-              Muchas, muchas veces. –Me dijo mi prima, luego me dio un beso en la boca y se levantó-. Pásame un trozo de papel, que si no voy a poner el suelo perdido.

-              No sabes que el papel higiénico es una de las cosas más preciadas en este momento, déjame que yo te limpie.

-              ¡No seas guarro!

-              De guarro nada, devuélveme lo que es mío.

Yo me agaché y María me puso el chocho en la boca. Con la lengua le fui quitando la lefa que le goteaba por el chocho.

-              Tenemos que hacerlo más a menudo, debemos conocernos más. –Le dije mientras ella volvía a ponerse la ropa-.

-              Por mí, cuando quieras.

Volví desnudo a mi habitación. Luisa y Antonia que tenían la puerta abierta estudiando, cuando pasé por delante, me dijeron:

-              ¡Primo, vaya día que llevas! Como se entere el Doc de las Estrellas, te va a coger como modelo.

-              Ese doctor es un hombre sabio –les contesté y seguí camino a mi habitación-.

Me tumbé un rato en la cama desnudo. Al poco me llamó Javier, me acordé de la putada de broma que le había gastado.

-              ¿Cómo vas con Patro?

-              Mal, muy mal. Hace como media hora que está al otro lado de la puerta sin parar de hablar. Debe tener un brote sicótico de los gordos.

-              ¿De qué habla?

-              ¡De todo Carlos, es una cosa increíble! Lo mismo me cuenta dónde compró los muebles de la habitación, que el producto con que los limpia, que dónde compra el producto, que quién se lo recomendó…

-              Tiene pinta de ser un ataque fuerte. ¿Y el perrucho, sigue ladrando?

-              Al perrucho lo eché de la habitación cuando ya me tenía hasta los cojones. Lo malo es que tengo un hambre como para comerme las piedras. Con el disgusto de que nos echaban de la residencia no he desayunado y luego no he podido comer, estaba todo cerrado.

-              ¡Qué putada chico! Trata de darle tú conversación, a ver si así se tranquiliza y puedes salir de la habitación y comer algo.

-              Una pregunta, por si tengo que salir de la habitación, saber a qué me enfrento. ¿Es una mujer muy grande?

-              Más o menos de mi altura.

-              ¡Joder, esa me mata!

-              Bueno, pues sigue en la habitación y no pienses en la comida.

-              Carlos me duele mucho la cabeza, pero no sé si es de escucharla o del hambre.

-              Posiblemente de las dos cosas. Tengo que colgar que han llamado a la puerta del piso.

En efecto, llamaban al timbre de la puerta del piso insistentemente.

-              ¿Quién será a estas horas? –Dijo Luisa en la puerta de mi habitación-.

-              No sé, es raro que llamen  a la puerta durante el confinamiento. –Le contesté-.

-              Anda ve tú a ver por la mirilla.

Antes de salir de la habitación, me volví a poner la túnica de Patro, que era lo que tenía más a mano, luego fui hacia la puerta con Luisa detrás de mí. Abrí la mirilla y eran tres mujeres como de cincuenta y muchos o sesenta años, arregladas muy antiguas, con mascarillas puestas.

-              Son tres mujeres. Mira tú a ver si las conoces, aunque llevan mascarillas puestas. –Le dije a Luisa-.

Luisa se acercó a la mirilla, luego se volvió y me dijo:

-              Son inconfundibles, son las beatas solteronas del quinto izquierda. Viven las tres juntas con una criada mulata un poco más joven que ellas. Ahora llevan la presidencia de la comunidad. Ábreles a ver que quieren.

-              ¡Joder Luisa que voy con la túnica de Patro!

-              ¡Y yo sólo con esta bata! Venga ábreles, saben que estamos en casa. –Tenía razón Luisa, la bata que llevaba dejaba poco a la imaginación-.

Abrí la puerta con Luisa medio oculta detrás.

-              Buenas tardes –les dije muy educadamente-.

-              Buenas tardes joven. –Dijo la que estaba en el centro-.

-              Ustedes dirán.

-              Verá joven, somos las vecinas del quinto izquierda, no sé si usted sabrá que ahora llevamos la presidencia de la comunidad.

-              Sí, eso me ha dicho mi prima.

Parecían estar clonadas. Rubias de bote, media melena, ojos muy maquillados, de metro sesenta y tantos de altura, vestidas con traje de chaqueta, medias negras y zapatos de medio tacón, también negros. Me di cuenta que me miraban de arriba abajo con especial insistencia en el bulto que formaba mi polla bajo la túnica y el manchurrón que tenía justamente ahí. Cuando me fijé en ellas, las mascarillas no eran tales, sino que parecían copas de sujetador color carne muy antiguo.

-              Bien. En esta situación de alarma y confinamiento en la que nos encontramos, todos los miembros de esta comunidad deben realizar de forma altruista los servicios que sean necesarios por el bienestar del resto. ¿Me comprende?

-              Más o menos sí.

Mientras hablaba con las tres, veía a abuelos y abuelas subir y bajar las escaleras del bloque o estaban ejercitando las piernas o estaban siguiendo el tratamiento del Doc de las Estrellas.

-              Es usted el habitante más joven del bloque y necesitamos de sus servicios.

-              Dígame en que puedo ayudarlas, que si está en mis manos delo por hecho.

-              Ese es el espíritu de colaboración vecinal que esperábamos. Si no le importa, la cuestión es un poco delicada y sería preferible que la tratáramos en nuestro piso.

-              Si me dan un minuto me visto y subo.

-              No hace falta que se vista de otra manera. ¿Vamos?

-              De acuerdo, permítanme coger el móvil y las llaves.

Entorné la puerta y le dije a Luisa:

-              ¿Qué coño querrán estas?

-              No tengo ni idea, pero no las enfades que nos pueden hacer la vida imposible. A unas chicas estudiantes que alquilaron el piso de debajo de ellas, no pararon hasta que las echaron.

Cogí las cosas, salí del piso y cerré la puerta.

-              Mejor vaya usted por la escalera, que nosotras iremos en el ascensor. Como le hemos dicho el piso es el quinto izquierda. –Dijo la portavoz de las tres-.

Subí intrigado, cruzándome con yayos casi en cada piso, no había reparado que la población del bloque estuviera tan envejecida. Cuando llegué al quinto, las tres salían del ascensor. Pensé que me tenía que haber cambiado de ropa, dijeran ellas lo que dijeran. Por la puerta del piso de Patro se oían los ladridos del perrucho y una especie de salmodia que debía ser ella hablándole a Javier. Llamaron al timbre de la puerta e inmediatamente abrió la que debía ser la criada. Era en efecto una mulata como de treinta y tantos o cuarenta años, llevaba el uniforme típico negro con delantal blanco, pelo muy negro recogido con cofia, sin mascarilla, tenía unos rasgos fuertes, pero en conjunto era una mujer guapa. Entré detrás de las tres mujeres, saludé a la criada al cruzarme con ella:

-              Buenas tardes.

-              Buenas tardes señor. –Me contestó muy derecha-.

Noté que la mulata me sobaba el culo cuando pasé delante de ella. Era la primera vez que me tocaban el culo por la cara. Me volví, ella ya había retirado la mano y seguía con la misma cara sin expresión.

-              Vamos al salón, llévanos algo de beber. –Le dijo la que siempre hablaba a la criada-.

La decoración del piso más que anticuada era antediluviana, oscura y llena de cuadros de vírgenes y santos. En el salón además de un sofá y un sillón había tres reclinatorios colocados formando un semicírculo. Se sentaron las tres y me indicaron el sillón para que yo lo hiciera. Al momento entró la mulata con una jarra de agua y unos vasos sobre una bandeja. Me di cuenta entonces que el culo de la mulata era una cosa impresionante, de grande y de apretado y tan respingón, que pensé que podía haber traído la bandeja sobre él, sin que se le cayera. Reparé en que las cortinas del salón eran como de terciopelo morado. La mulata sirvió los vasos de agua y se fue.

-              Son ustedes muy feministas por lo que veo. –Dije rompiendo el silencio-.

-              ¿Por qué lo dice?

-              Por el color morado de las cortinas.

-              Joven, es el color de nuestra hermandad del Señor de los treinta latigazos y las tres caídas. Una de las hermandades más antiguas de Sevilla.

-              Perdón por la confusión, pero como el feminismo está en horas altas, pensé que era por eso. –Me dije que había perdido una estupenda oportunidad para callarme-. Bueno, ustedes dirán.

-              ¿Ha oído usted hablar del Doctor de las Estrellas?

Me quedé sin habla. ¿Qué querrían estas de mí con el Doc de las Estrellas de por medio?

-              Sí, casualmente esta tarde. –Dije después de reponerme-.

-              Verá estamos muy preocupadas por el cariz que está tomando la situación en este edificio, que siempre ha sido muy católico y muy practicante, no como el edificio de enfrente, que lo hizo una cooperativa de arquitectos rojos y descreídos.

Escuchaba a la mujer con cara de atención, sin saber para qué me estaba contando todo aquello, que a mí me importaba un pimiento.

-              Desde ayer por la tarde, matrimonios católicos y buenos vecinos de toda la vida han entrado en una espiral de sexo y desenfreno debido a los consejos del impío Doctor ese de las Estrellas y al miedo a los efectos del virus. Las criaturas también han visto lo que ocurre en el edificio de enfrente y han perdido el norte cristiano. ¿Me entiende?

-              Con algo de dificultad por efecto de la mascarilla.

-              Procuraré hablar más alto. Hemos  pensado, que al ser nosotras la máxima autoridad moral y legal del edificio en estos momentos, dictar a todos los vecinos una orden de estricto confinamiento dentro de sus viviendas.

-              Bueno, eso ya creo que lo ha ordenado el gobierno. –Le dije-.

-              Sí, pero este gobierno de rojos y comunistas que tenemos, no tiene la autoridad moral que nosotras tenemos, como cristianas y como presidentas de la comunidad. Bueno, lo que necesitamos es que usted, que es joven y fuerte, haga de policía del edificio y les obligue a cumplir estrictamente el confinamiento, en beneficio de todos. ¿Qué nos contesta?

Pensé que lo que les pasaba a las tres es que no tenían quien se las follase y querían joderles la vida al resto de los vecinos. La cuestión era cómo me zafaba yo de semejante dislate.

-              Es una responsabilidad muy grande. A mí, con apenas dieciocho años, me parece que me van a tomar por el pito de un sereno. Además, parece que la terapia del Doc de las Estrellas está funcionando.

-              ¡Esa terapia es una superchería propia de ateos y rojos, no se le ocurra defenderla en nuestra casa!

-              Perdone, no era mi intención molestarla.

Pensé que lo suyo era darles lo que en lenguaje taurino se llama una larga cambiada.

-              Déjeme que lo piense y que consulte con mis primas, por ver si ellas pueden ayudarme.

-              De acuerdo joven, pero no tarde. La situación se está yendo de las manos y esos matrimonios católicos, castos y fieles, se están jugando la vida eterna, después de décadas ejerciendo de buenos  cristianos practicantes.

-              Lo tendré en cuenta.

Una de las tres cogió una campanilla que había sobre la mesita y la hizo sonar para llamar a la criada, que debía estar detrás de la puerta porque entró a la sala en segundos.

-              Por favor, Yasmine, acompañe al señor a la puerta. Luego no nos moleste, que vamos a rezar el rosario para pedir por la salvación de nuestra comunidad de vecinos.

Yo vi el cielo abierto, me levanté, noté como las beatas miraban el bulto de mi polla bajo la túnica, me despedí de ellas y me dispuse a seguir a la mulata. Salimos del salón y Yasmine cerró la puerta.

-              Por aquí señor – me dijo la mulata, señalándome una dirección del pasillo que era la contraria a la que yo creía que conducía a la puerta-.

La seguí, observando su portentoso culo y recordando el sobe que la tía le había dado al mío al entrar. Nos salimos del pasillo para entrar en la cocina. Sobre la encimera había una botella de whisky y dos vasos con hielo ya servidos. Cerró la puerta y me dijo:

-              Señor, necesito hablar con usted. ¿Le apetece un whisky?

-              Pues sí, llevo todo el confinamiento sin tomarme ninguno.

Yasmine me pasó uno de los vasos.

-              Verá señor…

-              Por favor, llámeme Carlos a secas.

-              De acuerdo Carlos, para lo que voy a decirle me gusta más. Pues verás Carlos, yo soy una mujer madura caribeña. Yo no sé si todas las mulatas caribeñas serán mujeres ardientes, aunque creo que sí, pero yo sí los soy. Llevo todo el confinamiento sin ver a mi hombre, un negro como un armario empotrado, que el pobre vende pañuelos en los semáforos, y que tiene una verga como un cimbel para alegría de su mulata, que soy yo.

¡Joder que tarde llevo primero las tres beatas con sus locuras y ahora la mulata contándome su vida! Pensé, mientras me tomaba el whisky que, por cierto, estaba buenísimo.

-              Yo estaba resignada a pasar el confinamiento conmigo misma. ¿Me entiendes?

-              Del todo no.

-              Satisfaciéndome con mis dedos. ¿Me entiendes ahora?

-              Perfectamente –le contesté, sin saber todavía por dónde me saldría-.

-              Me alegro. Hoy al mediodía no he podido evitar verle en casa de doña Patro, desnudo y con esa vergota entre sus piernas y mi templanza se ha desmoronado…

Me miraba fijamente mientras me contaba aquello.

-              Cuando te he visto entrar con las señoras me he mojado toda, pensando en tu vergota y no he podido evitar sobarte el culo. Mi carne es muy débil y soy muy pecadora…

Empecé a notar que mi polla se estaba empalmando sin motivo aparente.

-              Las señoras tienen por lo menos para una hora con sus rezos y sus cosas. Fóllate a esta mulata mientras tanto.

-              Yasmine no es por no hacerlo, pero es que llevo un día que para mí se queda.

¡Joder, la polla se me estaba empalmando cada vez más y el bulto que ya formaba bajo la túnica era tremendo!

-              No me dice eso tu vergota. –Me dijo echándole mano a mi polla por encima de la túnica-. Me imaginé que le habrías dado verga a doña Patro por lo menos dos veces y no podía arriesgarme a que me fallaras, por eso te he puesto una viagra en la copa.

¡Me cago en la puñeta, así tengo la polla! Pensé.

-              Mira Yasmine, si fuera sólo Patro no pasaría nada, ¡pero es que han sido cuatro mujeres más! –Le dije, mientras ella seguía sobándome el pollón que se me había puesto-.

-              Entonces he hecho bien ayudándote.

-              A mí no me hace falta ayuda, ¿pero ahora que hago yo con este pollón?

-              ¿Qué vas a hacer chico? Empotrárselo a tu mulata.

Yasmine se quitó el delantal y se desabotonó el uniforme, bajo el que tenía  unas tetas tremendas de grandes embutidas en un sujetador blanco, un minúsculo tanga sobre un liguero ambos blancos y unas medias también blancas. ¡Joder cómo estaba la mulata!

-              Mira mi amor, ¿no te gusto? –Me dijo volviendo a cogerme el pollón-.

-              Claro que me gustas, ¿y a quién no? –Le dije empezando a besarle su boca de grandes y carnosos labios-.

-              ¿Has estado alguna vez con una mulata?

-              No, pero lo he pensado muchas veces.

Yasmine se deshizo del uniforme, se dio la vuelta y se apoyó contra la encimera. Su culo era un portento de la naturaleza, cada cachete debía ser, por lo menos,  como el culo entero de cualquiera de mis primas. El tanga quedaba prácticamente absorbido, resultando casi invisible. Sus muslos, enormes en la parte pegada al culo decrecían rápidamente hasta resultar casi esculturales entre el culo y las corvas. Me quité la túnica y me quedé en pelotas admirando semejante portento de culo. Le solté el sujetador, atirantado casi hasta el límite de su resistencia, me pegué a ella y mi pollón fue absorbido también por aquel culo. Le cogí las tetas o bueno lo que pude de las tetas, estaban duras como piedras.

-              Ya veo que te gusta tu mulata.

-              ¡Joder Yarmine estás como un tren!

-              Tú tampoco estás mal. Tienes que ir al gym para que tus músculos hagan honor a esa vergota que tienes.

Echó las manos hacia atrás para volver a cogerme la polla.

-              ¡Vas depilado! –Exclamó cuando notó que no tenía pelos y se dio la vuelta para mirarme-. Nunca me he comido una verga depilada. Estoy harta de tragarme los pelos de mi negro y de no poder comerme sus huevos sin que me den arcadas.

Yasmine se puso en cuclillas y empezó a meterse mis huevos en la boca, luego me lamió todo el tronco de la polla y por último se la metió en la boca. Cerraba sus grandes labios sobre mi polla y movía su lengua sobre mi capullo, produciéndome un enorme placer.

-              ¡Yasmine como la comes! –Le dije-.

-              Ninguna mujer la mama como una mulata. ¿Para qué piensas que tenemos los labios así de grandes?

Doblé la cintura para poder llegar a sus tetas con las manos.

-              ¿Te gustan mis tetas de mulata?

-              Mucho, son muy grandes y las tienes durísimas.

Sus areolas eran del tamaño de una galleta maría y negras como el tizón. Se incorporó y se quitó el tanga, tenía un chocho enorme completamente depilado.

-              Hazme una cubana. –Le pedí viendo aquellas tetas-.

-              ¡No chico, yo soy de Venezuela!

-              ¡Coño, que me hagas una paja con las tetas!

-              Ah, es que mi negro le llama a esa paja una paja rusa.

-              Pues en España esa paja es una cubana.

Yasmine puso un cojín en el suelo y se puso de rodillas sobre él. Yo flexioné las piernas y le puse la polla entre las tetas, ella escupió en medio y luego las apretó contra mi polla. El líquido preseminal que empecé a segregar hizo que mi polla resbalara entre aquellas dos bolas de carne.

-              ¡Yasmine, que gusto!

-              Para mí también lo es tener esa vergota tan dura entre mis tetas. Sube un poco más arriba y déjame que  te coma el capullo a la misma vez.

-              ¡Qué maravilla de labios tienes, están hechos para esto!

-              No vas a querer follarte a más blanquitas, sólo vas a querer follar con mulatas de Venezuela.

-              No te puedo negar que follas de maravilla, pero no creo que dejen de gustarme las blanquitas.

Yasmine se incorporó, se puso otra vez apoyada en la encimera y me dijo:

-              Empótramela ya.

Los jugos le llenaban el coño y le resbalaban por los muslos. Puse la polla a la puerta de su chocho y de un golpe de caderas se la metí entera.

-              ¡Viva Venezuela! –Gritó al empotrarle, como ella decía, toda la polla-.

-              ¡Viva! ¡Yasmine tienes un coño sin fondo! –Le dije golpeándole con los huevos el clítoris-.

-              Los mulatos la tienen como tú y las mulatas estamos preparadas para recibir sus grandes vergas.

Empecé a bombear dentro su coño sin parar, mientras le sobaba las tetas con fuerza.

-              ¡Ay mi blanquito delgadito, que bien folla a su mulata! –Exclamó tras un buen rato de bombearla-.

-              ¡Qué culo tienes Yasmine, reboto contra él!

-              Sóbame el ojete, que me voy a correr y me da mucho  gusto.

Como pude, llegué con dos dedos hasta su ojete, escondido entre las dos masas de carne de su culo.

-              ¡Ay mi papito, así, así, así, ya, ya, ya, aaaaagggg, sigue papito, sigue, no pares, dale al ojete, dale, dale, aaaagggg, me corrí, me corríiiii!

No me hacía falta que me lo dijera, mi polla flotaba en medio de sus jugos. Fue correrse y sonó a lo lejos la campanita.

-              Me llaman las señoras, hoy han rezado el rosario corto.

Yasmine empezó a vestirse.

-              ¿Qué hago? –Le pregunté-.

-              Vístete y vete, dentro de un rato se vienen las tres a la cocina con la botella de whisky, dicen que no quieren que el Señor las vea beber.

-              Sí, ¿pero qué hago con el pollón que llevo? No se me va a bajar en horas.

-              Yo he hecho todo lo posible para que te corrieras, pero tú eres demasiado buen amante para un solo polvo.

Me puse otra vez la túnica y el bulto del pollón era una cosa épica. Acompañé a Yasmine por el pasillo, ella esperó unos segundos a que yo alcanzara la puerta de la calle, antes de entrar en el salón. Era la segunda vez en un día que salía a aquel descansillo bien follado. Desde el piso de Patro seguían oyéndose los ladridos del perro y la salmodia de Patro hablando. Empecé a bajar las escaleras, me crucé con tres parejas de viejos, que se me quedaron mirando, no sé si escandalizados o admirados del bulto bajo la túnica. Las beatas tenían cierta razón con que el edificio se había convertido en un cachondeo de mucho cuidado. Cuando llegué al piso me di cuenta que se me habían olvidado las llaves en la cocina de las beatas. El pollón no se me iba a bajar ni de coña, así que tuve que llamar al timbre para que me abriera alguna de mis primas. Las parejas de viejos eran un no parar por las escaleras. Mientras esperaba me di cuenta de que me fallaban las piernas. ¡Yo no puedo con este ritmo! Pensé. Seguí llamando, pero ninguna de mis primas me abría, seguro que estarían hablando en el salón con la televisión puesta y no oían el timbre. No podía quedarme toda la noche en el descansillo, así que llamé al piso de Puri, que afortunadamente me abrió.

-              Hola Carlos, ¿no ibas a descansar esta tarde?

-              Hola Puri, déjame entrar por favor.

-              Sí claro pasa. ¿Qué ocurre en la escalera que es un no parar de vecinos para arriba y para abajo? –Dijo cerrando la puerta cuando entré-.

Puri iba vestida con su sempiterno albornoz blanco y negro.

-              ¡Huy que bulto criatura! –Exclamó cuando vio la forma de mi pollón bajo la túnica y el manchurrón de líquidos que cada vez era más grande-. Estábamos cenando, ¿te apetece?

-              Sí Puri, estoy desfallecido.

-              Pues chico, cualquiera lo diría viendo eso. –Contestó señalando el bulto-.

-              Te lo cuento luego, ahora dame algo de comer y de beber.

Seguí a Puri hasta el salón, allí estaba Paca sentada delante de una bandeja.

-              ¡Qué barbaridad, cómo está la juventud! –Me dijo mientras me agachaba para darle un beso-. ¿No te recuerda a Nacho cuando íbamos a salir los tres a escena? –Le preguntó a Puri-.

-              Un poco, pero a mí me gusta más la de Carlos, es más natural. –Le contestó-. ¿Qué quieres? –Me preguntó a mí-.

-              Lo que sea Puri.

-              Anda siéntate y tomate una copita de vino mientras te saco algo para cenar.

Me senté en un sillón, me serví una copa de vino blanco y entonces me di cuenta de que estaba desfallecido.

-              ¿Qué tal Paca? Me ha dicho Puri esta tarde que estás pasando por un momento de poca creatividad.

-              Es verdad Carlos, lo que me pasa es que ni follo ni puedo tomar el sol, que son las dos cosas que me dan la vida. Hombre, que está muy bien cómo me come el coño Puri, bueno y cómo se lo como yo a ella, ya quisieran muchas mujeres ahora que se lo comieran así, pero para tener creatividad yo necesito follar. No te digo más que la última vez que follé fue contigo y con Puri en la tienda de tu tía.

Me acordé del lío que formamos para que mi tía Marisa disfrutara. Volvió Puri con un plato de almejas de carril crudas en las manos.

-              Te he puesto estas almejitas que he pedido por internet a una empresa de Galicia y que están deliciosas.

-              Gracias Puri, pero vamos lo que a mí me faltaba.

-              Eso te iba a preguntar, ¿qué te ha pasado para que estés así? Vamos, así de bien presentado. –Me dijo Puri-.

Les conté lo que me acababa de pasar con las beatas, la mulata y la viagra. Las dos se partieron de la risa.

-              No me lo puedo creer Carlos, ¿que han endosado una viagra? –Dijo Puri-.

-              Pues créetelo. Ahora, que lo de la mulata es superlativo.

-              Las tres beatas esas tienen la mala leche retestinada. En cuanto saben que alguien se lo pasa bien en la comunidad van a joderlo. ¿Y eso de que seas policía de la comunidad a que viene?

-              ¿Vosotras no habéis visto el vídeo del Doc de las Estrellas? –Les pregunté-.

-              Nosotras no. –Me contestó Paca, después de mirarse con Puri-.

Lo busqué en el móvil y se lo puse. Por poco se quedan sin respiración de la risa con el puto vídeo.

-              ¡Qué razón tiene esta eminencia de la medicina! ¿Pero entonces que pasa, que los vecinos le han hecho caso y se están dedicando a follar entre todos? –Dijo Puri-.

-              Por eso escuchas a todos los vecinos subir y bajar las escaleras. –Le contesté-.

-              ¡Pero eso es buenísimo! ¡Con lo aburrida y lo meapilas que era esta comunidad!

-              Pues ya ves que cambio gracias al Doc.

-              Que manchurrón llevas en la túnica, déjamela que te la lavo en un momento. –Me dijo Puri-.

-              No te preocupes, mañana la lavo yo en casa.

-              ¿Qué pasa, que ahora te va dar vergüenza que te veamos desnudo? –Dijo Paca-. Puri, hagamos que se sienta cómodo.

Paca se levantó y se quitó el albornoz, mostrando su precioso cuerpo maduro. Puri hizo lo mismo dejando a la vista su morboso cuerpo de mujer plena.

-              Vosotras lo que queréis es otra cosa. –Les dije poniéndome en pie para quitarme la túnica-.

-              ¿De dónde has sacado tu eso? –Dijo Paca-.

-              Porque os conozco a las dos. –Le contesté-.

-              No, si yo lo que te pregunto es de dónde has sacado tú ese pedazo de nabo capaz de alegrar a cualquier mujer o a cualquier mariquita.

Me mire la polla y efectivamente estaba como la porra de un guardia.

-              Según parece de mi abuelo paterno.

-              Pues qué feliz ha debido ser tu abuelita. –Dijo Puri-.

-              Y lo sigue siendo, según dice ella.

Nos reímos los tres. Les tenía mucho cariño a Puri y a Paca. Eran dos mujeres preciosas, calientes, muy vividas y encantadoras, para mí eran como dos tías más. Me dije que tendría que proporcionarle creatividad a Paca y de paso follarme también a Puri, que con su cuerpo de morbo, me volvía loco.

-              ¿Por qué no dejas lo de la túnica para otro momento y me ayudáis a que se me baje? –Les dije-.

-              ¡Qué bien, yo ya daba el día por perdido! ¿Qué te apetece a ti, después de haberte follado a ese pedazo de mulata? –Dijo Puri-.

-              Hace tiempo que tengo una fantasía. Yo soy un califa con un harén, pero estoy deprimido y no llamo a mis mujeres a yacer conmigo. Ellas tratan de seducirme y yo caigo en sus juegos sexuales.

-              Esa historia está muy bien para uno de nuestros videos. –Dijo Paca-.

-              O también puede ser que yo sea un alumno revoltoso y vosotras seáis dos profesores muy estrictas, pero muy calientes y pervertidas, que quieren corregir mis fechorías.

-              También está muy bien, hoy estas lanzado. A mí me apetece esta última, así podremos castigarte, para luego follarte. –Dijo Paca-.

-              Quédate aquí, nos vestimos y te traemos tu ropa.

Salieron las dos del salón, desnudas de espaldas estaban preciosas y de lo más sexi. Me serví otra copa de vino después de zamparme las almejas. Vibró mi móvil, que lo había silenciado en casa de las beatas. Era Javier.

-              Carlos, te juro que yo no puedo más.

-              ¿Qué te pasa?

-              Esta mujer lleva hablando sin parar desde hace más de horas, que tiene que tener la boca como el esparto, el puto perro tampoco deja de ladrar, coño que con lo chico que es parece mentira, a mí me suenan las tripas lo más grande del hambre que tengo, que ya no es hambre, que es necesidad, y encima tengo unas ganas de mear horrorosas.

-              ¡Coño Javier, que quejica eres!

-              No Carlos, te juro por lo más sagrado que tengo un dolor de cabeza y un dolor de barriga insoportables. No te digo más que ahora mismo hubiese preferido quedarme en un asilo, por lo menos estaría en silencio, me habrían dado algo de comer y podría mear. ¿Tú podrías venir por mí?

-              Ni lo sueñes, yo hoy ya te he buscado un sitio dónde quedarte. ¡Coño que pareces un niño chico!

-              ¡Carlos, por favor, por lo que más quieras!

Me dio pena el pobre Javier, con el quinario que le estaba haciendo pasar con la broma.

-              Vamos a ver Javier, vas a hacer lo siguiente…

-              Lo que tú me digas, te juro que yo hago lo que tú me digas.

-              Vale, déjame hablar. Está claro que esa mujer tiene un ataque sicótico. Yo he leído que la manera de afrontarlo es que sienta tu fuerza, tu virilidad y que la domines, que no perciba tu miedo.

-              ¿Tú estás gilipollas? ¡Pero qué virilidad ni qué ostias!

-              ¡No has jurado que vas a hacer lo que te diga!

-              Sí, pero coño dime algo con sentido, concreta.

-              De acuerdo, así que lo quieres más concreto, pues escucha. Te pones en pelotas, miras en el móvil un vídeo porno para empalmarte, pero bien empalmado, nada de tonterías.

-              Carlos, si me empalmo no voy a poder mear y de verdad que no aguanto.

-              Pues te jodes. Sigo, abres la puerta de la habitación te enfrentas a ella y sin mediar palabra le dices: tú, deja de hablar ya, ponte de rodillas y llévame algo de comer al salón o te vas a arrepentir.

-              ¡Como se nota que tú no estás aquí! ¿Qué en pelotas le diga a una tía loca más grande que yo que se ponga de rodillas y me dé de comer? ¡Vamos tú has perdido la cabeza del todo!

-              Haz exactamente lo que te digo y no se te olvide ir bien empalmado.

Escuché que Puri y Paca volvían.

-              Javier, te tengo que dejar y no me llames más hasta mañana, bien entrada la mañana.

-              Pero Carlos…

Le colgué sin contemplaciones, imaginándome el trabajo que le iba a costar empalmarse con el miedo que tenía encima. Entraron Puri y Paca y por poco pierdo el aliento. Las dos iban iguales. Se habían recogido el pelo en un moño, y se habían vestido con unas ajustadas faldas grises cruzadas por la rodilla, unas camisas blancas muy entalladas con los suficientes botones abiertos para lucir sus maravillosos canalillos, medias negras de esas con la costura por detrás y unos zapatos de mucho tacón también negros. ¡La Virgen que dos monumentos! Pensé.

-              Toma Carlos, ponte esto y vete para el despacho. –Dijo Paca-.

Las dos salieron del salón para el despacho. Miré la ropa que me habían dado, unos calzoncillos blancos tipo slips, un pantalón corto y una camiseta de rallas horizontales. Con semejante ropa iba a parecer Jaimito o el chavo del ocho. Me costó Dios y ayuda meter el pollón en los slips, al final llevaba medio nabo dentro de ellos y medio fuera. Me puse los pantalones muy arriba para que la cintura no me apretara la polla y la camiseta por fuera. Iba con ciertos nervios camino del despacho pensando en lo que las dos fueran a hacerme. La puerta del despacho estaba cerrada, llamé con los nudillos.

-              ¿Sí?

-              Buenas noches. ¿Puedo pasar?

-              Pasa Carlitos.

Estaban las dos sentadas en el sofá, mirando hacia la puerta.

-              Carlitos, tus profesoras se han vuelto a quejar de tu comportamiento en clase. Dicen que molestas a tus compañeras enseñándoles tu miembro y que les dices cosas soeces, sobre que les harías con él. ¿Es eso cierto?

-              Sí señorita Paca. Es que mis compañeras me provocan. Me enseñan sus pechitos adolescentes y me piden que les enseñe mi pito.

-              Y sobre que te masturbas en clase. ¿Es eso cierto también?

-              Si señorita Puri. Las niñas me dicen que quieren ver como lo hago, para hacérselo ellas a sus novios y saber cuándo voy a eyacular, para que no las coja desprevenidas.

-              Tienes que cambiar ese comportamiento, estás revolucionando a tus compañeras.

-              Eso quiero señorita Paca, pero es que las niñas no me dejan.

-              Vamos a tener que sacarte el demonio del cuerpo. Date la vuelta, bájate los pantalones y los calzoncillos y apoya las manos en la silla. –Me ordenó Paca-.

Hice lo que me dijeron y me quedé con los pantalones y los slips a media pierna y el culo desnudo.

-              ¿Te has fijado lo que le cuelgan los testículos? –Le dijo Puri a Paca-.

-              Claro, si está todo el día dale que te pego a su miembro.

Una de las dos me cogió los huevos con una mano y me los apretó con cierta fuerza.

-              ¿Por qué no tienes pelos en tus partes?

-              Porque me lo arrancan mis compañeras con sus dientecitos.

-              ¿Y tú te dejas?

-              ¿Qué puedo hacer? Ellas me bajan los pantalones, acercan sus boquitas de labios pintados y me dan tirones. A mí me duele, pero cuando veo sus boquitas acercarse a mi miembro y a mis testículos no puedo resistirme.

-              Ves como tenemos que sacarte el diablo del cuerpo. –Dijo Paca apretándome más los huevos-.

-              Sí señorita Paca, tienen ustedes toda la razón. ¿Y cómo lo van a hacer?

-              Como creamos más conveniente. –Dijo Puri, dándome un fuerte golpe en el culo con una regla o algo así-.

-              Sí señorita Puri.

Mientras Paca me seguía apretando los huevos, Puri descargó varios golpes más en mi culo. Aquel jueguecito me estaba poniendo muy caliente, aun cuando notaba que el culo se me debía haber puesto bien rojo y me picaban los golpes.

-              ¡Esta criatura es de la piel del diablo! ¿Te das cuenta que su miembro no le cuelga? Eso es porque debe tener una erección el muy cochino. –Dijo Paca-.

-              ¿Es verdad eso Carlitos? –Dijo Puri largándome otro golpe-.

-              Sí señoritas, se me ha puesto como les gusta tocármela y metérsela en sus boquitas de labios pintados a mis compañeras.

-              Ellas no harían eso, si tú no las provocaras. –Dijo Puri volviendo a golpearme-.

-              Lo que usted diga señorita Puri, pero son ellas las que me provocan a mí.

-              ¿Dime y cómo te provocan esas niñas? –Me pregunto Paca-.

-              Unas se suben sus falditas y se bajan sus braguitas, enseñándome sus chochitos y otras se suben sus jerséis y se abren sus camisitas mostrándome sus tetitas. Entonces a mí, sin yo querer, me crece y se me pone dura. Ellas lo notan bajo mis pantalones y me los abren para verla y tocarla.

-              ¡Eres un mentiroso, esas niñas nunca harían una cosa así! –Dijo Puri, volviendo a golpearme-. Será que tú te la tocas y cuando te crece se la enseñas.

-              Cómo usted diga señorita Puri.

-              Paca mete el brazo entre sus piernas y comprueba si tiene una erección. –Dijo Puri-.

Paca hizo lo que le dijo Puri y me cogió la polla, apretándome los huevos con su antebrazo.

-              Sí, la criatura está como un burro.

-              Cerdo, que eres un cerdo. –Dijo Puri y me dio otros dos golpes con la regla o con lo que fuera-.

-              Perdonen señoritas, pero es que no lo puedo evitar cuando pienso que dos profesoras tan buenorras me castigan.

-              A ver, date la vuelta para que veamos cómo se te pone. –Dijo Paca-.

Me di la vuelta y vi que ellas se habían soltado por lo menos dos botones más de sus camisas y dejaban ver ya buena parte de sus tetas y de sus sujetadores negros.

-              ¿Tu marido tiene un miembro como el de Carlitos? –Le pregunto Paca a Puri con la vista fija en mi polla, que la tenía a reventar-.

-              Ya quisiera yo que tuviera la mitad. ¿Y el tuyo?

-              Al mío, cuando se le pone tiesa, que es un milagro, me sobra con una mano para abarcársela completa. –Dijo Paca-.

-              Paca, me he puesto muy caliente viéndole la polla a este niño.

-              Y yo Puri. ¿Por qué no nos lo beneficiamos, como hacen las niñas de su clase?

-              Buena idea Paca. –Dijo Puri empezando a besar a Paca y a sobarle el culo-.

-              Señoritas, eso que están ustedes haciendo ahora, también lo hacen las niñas de mi clase.

-              Cuéntanos exactamente que hacen entre ellas. –Me dijo Paca, sin dejar de abrazar a Puri-.

-              Muchas de ellas se esconden en los aseos. Cuando creen que nadie las ve, empiezan a besarse en la boca y meten sus manos debajo de las falditas de sus compañeras, bajándoles las braguitas. Entonces forman grupitos de cuatro o cinco que van desabotonándose sus camisitas, dejando sus tetitas al aire, que otras lamen y muerden. Las más lanzadas se ponen de rodillas y van lamiendo el culito y el chochito de otras compañeras, mientras se acarician sus rajitas.

-              ¿Y tú cómo sabes eso?

-              Porque a mí me dejan esconderme en una cabina y mirar por encima de la puerta. Dicen que les gusta que las mire y se me ponga dura.

-              ¿Y tú las miras y te tocas?

-              Sí señorita, se me pone muy grande y muy dura cuando las miro y veo las cosas que se hacen entre ellas, entonces tengo que tocarme.

-              ¿Y cómo te tocas?

-              Yo me abro los pantalones y me bajo los slips sacándome el nabo muy duro y los huevos…

-              ¡Cuida tu lenguaje! –Me dijo Paca-.

Me subí los pantalones y los slips para hacerles la demostración de lo que me hacía.

-              Sí señorita, perdóneme. Pues eso, me saco mi miembro y mis testículos por encima de los calzoncillos. Me dejo los calzoncillos bastante arriba para que me aprieten mis testículos y empiezo a mover una mano sobre mi miembro arriba y abajo. Si ustedes hicieran lo que hacen las niñas en los aseos, yo podría hacerles una demostración.

Paca empezó a soltar el resto de botones de la camisa de Puri, se la sacó de la falda y se la quitó. Luego le bajó la cremallera de la falda y Purí la dejó caer al suelo. Puri se quedó con un sujetador que le apretaba muchos las tetas, con un tanga negro de hilo, con las medias sin liguero y los tacones. Estaba para comérsela. Cuando Paca terminó de quitarle la ropa a Puri, fue el turno de esta para desnudarla. Llevaban la misma ropa interior las dos. Empezó a dolerme el nabo de la erección que tenía.

-              ¿Te parece bien así? –Me preguntó Paca-.

-              Sí señoritas. Si pudieran tocarse entre ustedes, sería más parecido  a lo que se hacen las niñas entre ellas.

Paca se puso detrás de Puri y empezó a sobarle las tetas por encima del sujetador.

-              Yo pongo una mano en mi miembro cerca de la cabeza y con la otra me acaricio los testículos. Así, ven.

-              Sí lo vemos. ¿Y después que haces?

-              Voy moviendo la mano de arriba abajo. A veces cuando tengo la mano muy seca me escupo en ella y así puedo moverla mejor.

-              ¿Y las niñas que se hacen entre ellas?

-              Las niñas son muy sucias y se tocan unas a otras sus rajitas, primero sin quitarse sus braguitas, metiendo sus manitas por debajo.

-              Así. –Dijo Paca metiendo la mano bajo el tanga de Puri, lo que hizo que esta lanzase un profundo suspiro-.

-              Sí señorita. Se llevan así bastante tiempo suspirando y gimiendo. Creo que algunas se ponen malitas, porque empiezan a gemir muy fuerte y les fallan las piernas.

-              ¿A qué niñas les pasa eso? –Me preguntó Paca sobando cada vez más rápido a Puri-.

-              Les pasa a varias, pero sobre todo a Susana, la que tiene las tetas muy grandes. A veces tienen que sostenerla entre dos o tres niñas, si no se cae.

-              ¿Y luego que siguen haciendo?

-              Casi siempre hay una pareja que se viene hacia mí y abren la puerta de la cabina. Como yo estoy subido en el inodoro para poder ver sobre la puerta ellas acercan sus boquitas a mi miembro y me lamen mis testículos y la base de mi miembro, mientras yo sigo moviendo mi mano. –Al decir esto me subí en el asiento de la silla-. Señoritas, si pudieran ustedes hacerlo se harían una idea más clara.

Se acercaron las dos y empezaron a comerme los huevos y a lamerme la polla mientras yo seguía pajeándome.

-              ¿Así?

-              Sí señoritas, así. Ellas me bajan los calzoncillos y los pantaloncitos para que les sea más fácil y se quitan sus sujetadores para que yo pueda verles sus tetitas.

Puri y Paca lo hicieron. Sus preciosas tetas y sus bocas me estaban volviendo loco.

-              Entonces alguna de las niñas me retira la mano de mi miembro para poder metérselo en la boca y a mí eso me gusta mucho, porque siento como mi capullo entre y sale de sus salivadas boquitas.

-              ¿Estáis mucho tiempo así?

-              Normalmente hasta que me corro, como ahora. ¡Aaaaagggg, siiii, aaaaggg, aaagggg! –Grité cuando empecé a correrme en la boca de Paca, que en vez de retirarse siguió comiéndome la polla-.

Paca le pasó parte de mi lefa a Puri, que se la tragó de una vez.

-              ¿Y después que hacéis? –Preguntó Paca-.

-              Aunque me corra, no se me quita la erección. Entonces me bajo del inodoro le doy la vuelta a una de las niñas y le paso el capullo de mi miembro por su chochito hasta que se lo meto.

Me bajé de la silla cogí, a Paca y le di la vuelta. Ella se dobló por la cintura y se apoyó en los brazos de la silla. Le bajé el tanga y empecé a pasarle la punta de la polla por su carnoso y depilado coño, hasta que ella se echó hacia atrás y se la metió.

-              ¿Y las niñas se dejan que les hagas eso? –Preguntó Puri-.

-              Sí señorita. La niña a la que no se la estoy metiendo se pone detrás de mí, aplastando sus tetitas contra mi espalda y empujándome el culo con sus caderas.

Puri lo hizo y cogiendo a Paca por las caderas me aprisionó entre las dos.

-              ¿Te empujan muy fuerte?

-              Sí señorita, a veces me quedan las señales de sus duros pezoncitos en mi espalda durante varios días.

Entre Puri y yo le estábamos unos empujones a Paca, que los podía aguantar porque la silla estaba apoyada contra la mesa.

-              ¡Aaaaagggg, seguid, seguid empujando que me voy a correr, siiiii, aaaaagggg, que bueno, que rico, aaaagggg! –Gritó Paca al correrse-.

-              ¿Y cuando le pasa esto a la niña, tú qué haces? –Me preguntó Puri-.

-              Yo sigo dentro de ella, hasta que se deja caer al suelo, entonces me vuelvo, siento a la otra niña en el inodoro y le subo las piernas sobre mis hombros. –Dije cogiendo a Puri, dejándola boca arriba sobre la mesa y poniéndome sus piernas en los hombros-. Le paso el capullo por el chochito que normalmente tiene ya muy mojado, como usted ahora, hasta que ella me pide que se la meta. Yo lo hago y le entra entera de una vez sin problemas.

-              ¡Hazlo, hazlo ya! –Me gritó Puri-.

-              ¿Y si le hago daño?

-              ¡Déjate de pollas y métemela entera, coño!

Se la metí tan fuerte de un golpe de caderas, que mis huevos rebotaron en su culo. Puri puso sus manos en mi culo y me movía adelante y atrás. Yo empecé a acariciarle el clítoris con una mano y a sobarle las tetas con la otra.

-              ¿Qué dice la niña cuando le haces esto? –Me preguntó Puri-.

-              La niña normalmente dice que le sobe el clítoris y las tetitas y que me mueva más rápido.

-              ¿Y a qué esperas para moverte más rápido?

Después del día que llevaba, Puri quería más leña. Pensé que sería un último esfuerzo y la follé como una máquina.

-              ¡Sigue Carlitos, sigue, así, así, aaaagggg, sigue que me estoy corriendo como una fiera, sigue, córrete tú, que siento que lo vas a hacer!

-              ¡Tome, tome, tome señorita Puri, aaaaggg, aaaagggg! –Grité corriéndome dentro de ella-.

-              ¡Ostia que calentón tenía! –Exclamó Puri cuando terminó de correrse-. Paca, tenemos que grabar esto. El personal se va a poner como una moto.

-              Por favor, dejadme descansar, necesito dormir. –Le dije tumbándome en el sofá y quedándome dormido al instante-.

Desde luego, no iba a olvidarme del día del Doc de las Estrellas en mucho tiempo, si es que alguna vez podía.

(No sé si me quedarán fuerzas para continuar contando mis aventuras durante el confinamiento. Espero que sigáis todos bien y que este relato os sirva para aplicar los consejos de mi Doc preferido. Sin bromas, cuidaos y los que podáis quedaos en casa o en casa de los vecinos).