Compartiendo piso de estudiante con mis primas (8)

Mi prima Vero y yo tenemos una vídeo conferencia muy animada con Cristina y Sonia. Recodar mi niñez con Luisa y Antonia nos lleva a jugar a los médicos entre los tres. Luego socorro a Patro, una vecina, con sus problemas con las cañerías. Logro salvar a Javier de ir a un asilo de personas sin hogar.

( Ya sabéis que para disfrutar del todo este relato es muy conveniente leer los siete capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://www.todorelatos.com/relato/156465/https://www.todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/ y https://todorelatos.com/relato/158502/

Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer, comentar y darme nuevas ideas para los relatos).

Después de la follada que nos habíamos dado mi prima Vero y yo y de rememorar ella nuestros juegos de pequeños, se quedó dormida y yo me quedé pensando que me gustaría poder recordar todas aquellas cosas, pero que me había cogido demasiado pequeño. Tendría que preguntarles a mis primas para saber qué cosas habían pasado durante mi infancia, que yo no podía recordar.

Me despertó el sonido de un mensaje en mi móvil sobre las nueve de la mañana. Yo estaba abrazando a Vero por la espalda y tenía mi polla, con la típica erección matutina, entre sus nalgas. El mensaje era de Cristina:

-              Buenos días guapo, ¿te apetece que nos conectemos? Tengo ganas de verte el pollón.

Le contesté inmediatamente:

-              Buenos días preciosa. Te has despertado muy pronto.

-              No he podido dormir bien con la noticia de la prolongación de la cuarentena. Me disgusta no poder estar contigo un mes entero.

-              A mí también. Me conecto y nos vemos.

Me levanté de la cama desnudo tratando de no hacer ruido para no despertar a mi prima, encendí el ordenador, me puse los auriculares con micrófono de la Play e invité a Cristina a reunirse conmigo. En menos de un minuto la estaba viendo. Pese a estar recién levantada, estaba tan guapa como siempre, llevaba un camisón muy descotado que permitía admirar buena parte de sus grandes tetas.

-              Hola Cristina, qué guapa estás hoy.

-              Tú también. ¿Estás desnudo?

-              Sí, estaba acostado cuando he recibido tu mensaje.

-              ¿Y cómo la tienes?

-              Pues como todos los días cuando me levanto, aunque todavía más dura cuando te he visto. Espera.

Cogí la cámara web y me enfoqué la polla.

-              Así me gusta, que la tengas bien gorda y bien dura cuando hablas conmigo.

Volví a colocar la cámara sobre el monitor y escuché que mi prima se daba la vuelta en la cama.

-              No hagas mucho ruido, que está mi prima durmiendo. –Le dije-.

-              ¿Qué prima, Julia?

-              No, mi prima Vero. Anoche se cambiaron de habitación.

-              ¿Y qué hicisteis?

-              No seas tan curiosa, que la curiosidad mató al gato.

-              A mí puedes contármelo todo. Entiendo que estamos separados y que cada uno tiene sus necesidades

El camisón se le iba resbalando por los hombros y cada vez le veía más las tetas.

-              ¿Y Sonia? –Le pregunté-.

-              Está en el baño, ahora vendrá. Enséñame otra vez la polla.

Bajé la cámara y me separé de la mesa.

-              ¿Me ves bien?

-              Divinamente. ¿Quieres que me desnude yo también?

-              Claro.

Cristina se levantó y se quitó el camisoncito por la cabeza, llevaba un tanga mínimo celeste a juego con el camisón.

-              ¡Joder que buena estás! Qué ganas tengo de que estemos juntos.

-              Y yo, para poder comerme ese pollón y que luego me folles en todas las posiciones.

Escuché que mi prima Vero se incorporaba en la cama.

-              Cristina, Vero se ha despertado.

-              Bueno ¿y qué? A mí no me importa que nos vea. ¿Y a ti?

-              A mí tampoco, creo que he perdido la vergüenza.

-              Yo no la he perdido, porque no la he tenido nunca. –Dijo Cristina riéndose-. Quítate los auriculares y deja el altavoz del ordenador.

Hice lo que me dijo. Vero se había sentado también desnuda en la cama mirándonos.

-              Hola Vero –le dijo Cristina-.

-              Hola Cristina, que madrugadora.

-              Me he despertado temprano y caliente, queriendo hablar con tu primo. Bueno, hablar es por decir algo.

-              Cristina estás muy guapa –le dijo Vero-.

-              Tú también, a las tías buenas nos sienta bien estar recién levantadas. ¿Verdad Carlos?

-              Totalmente cierto –dije mirando a las dos por el monitor-.

Por detrás de Cristina apareció Sonia en albornoz.

-              Carlos está con su prima Vero. –Le dijo Cristina a Sonia cuando la oyó-.

-              Hola Carlos, hola Vero.

-              ¿Os conocéis? –Les pregunté-.

-              Sí de vernos por el instituto y por los pub del pueblo.  –Contestó Sonia-. Qué buena reunión tan temprano.

-              Es de las pocas ventajas del confinamiento. Si no estuviéramos confinados ya estaríamos nosotras en el “insti” y vosotros en la facultad. –Dijo Cristina-.

-              ¿Qué tal tienes la polla Carlos? –Preguntó Sonia-.

-              Estupendamente –le contestó Vero-.

-              Estoy envidiosa del confinamiento que tenéis las cuatro primas con vuestro primo. Sin embargo, aquí Sonia y yo solitas. –Dijo Cristina-.

-              ¡Cristina, que nosotras tampoco nos aburrimos tanto! –Le dijo Sonia-.

-              Pero no es lo mismo un consolador o el succionador que una buena polla. –Dijo Cristina-.

-              En eso tienes razón –le dijo Vero-.

-              ¿Por qué no nos lo montamos entre los cuatro? –Propuso Sonia-.

-              ¿Cómo? –Preguntó Vero-.

-              Vero tú haces lo que te diga Cristina y yo y este consolador –dijo Sonia sacando un enorme consolador color carne con forma de polla de un cajón del armario-, hacemos lo que diga Carlos.

-              Me había levantado caliente, pero esta reunión mañanera me está poniendo para reventar. –Dijo Vero-.

-              ¿Qué pasó, que te acostaste anoche también caliente? –Le preguntó Cristina-.

-              En absoluto, anoche me acosté de lo más relajada. ¿Verdad Carlos?-Le dijo Vero-.

-              Por lo menos a mí me pareció que sí. –Le contesté-.

-              Lo que pasa es que dormir con una polla como la de Carlos en medio del culo, es lo que tiene. –Concluyó Vero y se rieron las tres-.

-              Vero, yo ahora le comería la polla a tu primo. –Dijo Cristina-.

-              ¿Carlos, tú que le harías a Cristina? –Me preguntó Sonia-.

-              Yo, comerle el coño y sobarle bien las tetas. –Le contesté-.

Vero colocó mi silla de lado frente a la cámara, se puso en cuclillas entre mis piernas y empezó a comerme la polla. En el monitor veía como Sonia hacía más o menos lo mismo con Cristina, le bajaba el tanga y empezaba a comerle el coño.

-              ¡Cristina, que mamada me estás haciendo! –Le dije-.

-              ¡Y tú que comida de coño! Pero sóbame las tetas con más fuerza.

Tanto Vero como Sonia se estaban acariciando el chocho mientras seguían comiéndonos a Cristina y a mí.

-              Cristina tienes el chocho como una laguna. –Dije-.

-              No lo sabes tú bien –me contestó Sonia-.

-              Pues tú tienes la polla dura como un cerrojo. –Dijo Cristina-.

-              Tampoco lo sabes tú bien –dijo Vero-.

-              ¡Fóllame a lo perrito Carlos! –Dijo Cristina poniéndose de rodillas en la silla mirando a la cámara y apoyando las manos en la mesa-.

-              ¡Joder que tetas tienes Cristina! –Dije levantándome de la silla para que Vero se colocara igual que Cristina-.

-              ¿Te gustan? –Me preguntó-.

-              Me gustan no, me vuelven loco.

Vero y Cristina se miraban en primer plano, con sus preciosas tetas colgándoles, eché la silla hacia atrás para que Cristina pudiera verme, le puse la punta de la polla en el chocho a Vero y se la metí de una vez.

-              Chooppp –sonó su chocho de lo inundado que lo tenía-.

-              ¡Joder Vero como estás! –Dijo Cristina-.

-              Lo tengo como un estanque –contestó Vero-.

Sonia se había colocado detrás de Cristina con el consolador en la mano y se lo incrustó de una vez.

-              Chooooopppp –sonó el chocho de Cristina-.

-              Pues anda que tú, también estás buena –le dijo Vero riéndose-.

Sonia se colocó el otro lado del consolador entre los muslos, pegado a su chocho y empezó a metérselo y sacárselo a Cristina, mientras le cogía las tetas con las dos manos, lo mismo que yo había hecho con Vero.

-              ¡Más fuerte, Carlos, más fuerte! –Gritó Cristina-.

Sonia y yo bombeábamos cada vez más rápido y más fuerte y les apretábamos las tetas también cada vez con más saña. Ver las caras de Cristina y Vero en el monitor mientras las follábamos me puso a reventar. Las tetas de las tres se bamboleaban tanto que parecía que se les iban a salir del sitio.

-              ¡Ahora Carlos, ahora, sigue follándome, sigue, que me corroooo! –Gritó Cristina con la cara fuera de sí-.

-              ¡Aaaaaahhhhh, siiiiii, siiiii, sigue, sigue…! –Grito Vero al correrse-.

Sonia se separó de Cristina, cuando esta terminó de correrse, se llevó las dos manos a su chocho y empezó a gritar y a lanzar chorros por el coño como si fuera una fuente, que le caían a Cristina en el culo y en la espalda. Le saqué la polla a mi prima Vero y empecé a correrme salpicando  la cámara y el monitor.

-              ¡Toma Cristina, para ti, todo para ti, toma, toma,…! –Grité al correrme-.

Quedamos los cuatro como muertos.

-              Hace mucho tiempo que no echaba un polvo mañanero como este, tenemos que repetirlo. –dijo Vero-.

-              Cuando quieras –le dijo Cristina-. Haces muy bien de mi misma.

-              Estoy agotada, me vuelvo a la cama. –Dijo Sonia-.

-              Yo también me voy otra vez a la cama, pero mucho más relajada. –Dijo Vero-.

-              Carlos, acuérdate de llamar de vez en cuando a mi madre. –Me dijo Cristina-.

-              De acuerdo Cristina, hasta la próxima. –Le dije cortando la conexión-.

Me fui junto a mi prima Vero otra vez a la cama.

-              ¡Qué barbaridad, me ha encantado el cibersexo! –Dijo Vero ya echada en la cama-.

-              ¡Pero que cibersexo, si hemos follado como cosacos! –Le dije-.

-              Pues por eso me ha gustado –me contestó ella riéndose-.

-              ¿Oye, esto vale como cuarteto? –Le pregunté recordando la conversación de la tarde anterior-.

-              Ni lo sueñes. –Me contestó justo antes de volver a quedarse dormida-.

Dejé a Vero dormida, me puse el albornoz y me fui a la cocina a hacerme un café. Antonia estaba desnuda en la cocina sirviéndose uno. Era una mujer preciosa, con un cuerpo perfecto.

-              ¡Vaya cachondeo que teníais! ¿Quieres un café? –Me dijo-.

-              No ha estado nada mal. No te preocupes ya me lo pongo yo.

-              Vale, póntelo que le voy a llevar uno a Luisa, que también se ha despertado con vuestra juerga.

-              Perdonad, la cosa se nos ido un poquito de las manos.

-              ¿De las manos? –Me dijo Antonia con mucha guasa-.

-              Bueno de todas partes, qué más da.

Antonia terminó de servirle el café a Luisa, después de que yo me pusiera el mío.

-              Vente con nosotras a tomarte el café. –Me propuso Antonia-.

-              Ahora voy, quiero hablar primero con mi madre.

Antonia salió de la cocina y yo llamé a mi madre.

-              Hola hijo. Tu madre está en la ducha.

-              Hola papá, ¿cómo lo llevas?

-              Bien por ahora. No llevamos más que una semana y aun nos faltan por lo menos tres más.

-              ¿Qué tal con las tías en casa?

-              Pues me imagino que más o menos como tú con tus primas.

-              ¿A qué te refieres?

-              Carlos que ya somos los dos mayorcitos. Tú madre pensó que tus tías no podían estar un mes solas sin salir de casa y sin compañía masculina que les diese cariño. ¿No te ha dicho a ti que les des cariño a tus primas? Pues lo mismo me pidió a mí para tus tías.

-               ¡Qué modernos estáis!

-              ¿Modernos? Carlos esto ha pasado toda la vida y seguirá pasando cuando  se acabe la cuarentena.

Ya me imaginaba yo que tenían montado un lío de cuidado entre los cuatro, pero que mi padre no se cortase un pelo en contármelo sí me extrañó.

-              Espera que ya ha salido tu madre de la ducha, te la paso.

-              Vale, adiós papá.

-              Hola hijo, ¿cómo estás?

-              Bien, no sé como estaré dentro de unos días, pero por ahora bien. ¿Y vosotros?

-              Bien también, haciendo lo que podemos para que no se nos caiga la casa encima. Tus tías tan disparatadas como siempre. ¿Y las primas?

-              Pues igual de disparatadas que tus hermanas.

-              Me refiero  a que si les estás dando cariño.

-              Hago lo que puedo mamá, que no es poco.

-              Está bien. Para ellas esta cuarentena es muy dura.

-              Ya me lo dijeron la abuela y la tía Julia.

-              La verdad es que las mujeres de esta familia no nos podemos quejar. Me dan mucha pena las mujeres que tengan pasar esta cuarentena solas o con unas parejas que no las entiendan, que es peor que estar solas.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Tu abuela está encantada con tener en casa a tu abuelo todo el día para ella sola. Hasta que han llegado tus tías, tu padre y yo encantados también de recuperar la época de recién casados. Ahora con tus tías no es que yo esté peor, es tu padre el que tiene que esforzarse más. Y a tus primas les ha tocado el gordo contigo para pasar la cuarentena.

-              Visto así.

-              Claro, ¿cómo quieres que lo vea?

-              Haré lo que pueda para que sobrelleven el confinamiento.

-              Gracias hijo. Estudia también, aunque sea un poco.

-              Lo haré. La semana que viene empiezan las clases virtuales. ¿Ya veremos cómo funcionan?

-              Por lo que yo sé, te estás convirtiendo en un experto en vídeo conferencias, así que no deberías tener problemas.

-              No es lo mismo mamá.

-              Tú haz lo que puedas, no vayas a perder el curso.

-              De acuerdo mamá. Gracias por resolver lo de internet de ayer, aunque al final estuvimos charlando toda la tarde.

-              ¿Y a que fue más divertido que estar cada uno delante de su ordenador?

-              Bastante más mamá, bastante más. Hasta mañana.

-              Adiós hijo. Cuídate y no salgas de la casa.

Al parecer mis padres habían decidido no tener secretos conmigo. Por un lado eso me gustaba, pero por otro no tenía muy claro si era mejor mantener algunas cosa reservadas.

Entré en la habitación de Antonia y Luisa a terminarme el café. Luisa estaba tumbada en la litera de abajo y Antonia sentada en la cama, todavía desnuda.

-              Buenos días primo y no es un saludo retórico. Vaya la que teníais liada mi hermana y tú. –Me dijo Luisa-.

-              Ya le he pedido disculpas a Antonia por despertaros.

-              No te preocupes, es agradable despertarse escuchando a la familia pasárselo tan estupendamente. –Me contestó-.

Me senté también en la cama. Decidí sacarle el tema del juego de los médicos con Vero, para intentar tener más información de esa etapa perdida de mi memoria.

-              Luisa, ayer Vero me contó que de pequeños nos cogiste jugando a los médicos, pero no quiso contarme lo que pasó luego.

-              ¡Es verdad, casi no me acordaba, que buena memoria la de mi hermana!

-              ¿Cómo fue eso? –Preguntó Antonia-.

-              Si no recuerdo mal, tu tendrías seis años, mi hermana ocho y yo diez, más o menos. Las mayores nos pasábamos la siesta hablando sobre qué chicos nos gustaban, cuales querríamos como novios, qué haríamos con ellos y cosas así. Vero y tú mientras os dedicabais a correr por la casa y a jugar entre vosotros.

-              ¿Qué casa? –Le pregunté-.

-              Da igual, la vuestra, la de la tía Julia o la nuestra, unos días estábamos en una y otros días en otra. Una tarde que tuve que ir al baño, al cruzar por delante de la  puerta de la salita vi que mi hermana te estaba desnudando y que luego se desnudaba ella y te tumbaba en el sofá boca arriba. Me resultó curioso y me quedé mirando desde la puerta.

-              ¿Entonces también eras tan cotilla como ahora? –Le pregunté-.

-              O más. Mi hermana te puso primero una oreja contra el pecho, luego fue bajando por el estómago hasta que llegó a tu pichita. La escuché decir que ese era el origen de la fiebre que padecías, te la cogió con la mano y luego se la metió en la boca. A mí empezó a picarme el chocho un disparate, aunque no tenía más que diez años.

-              Luisa no me habías contado que fuiste tan precoz. –La interrumpió Antonia-.

Luisa se había incorporado en la cama, dejando sus grandes tetas al aire.

-              Tampoco te he contado muchas otras cosas de mí. Me llevé la mano a mi rajita por encima de la corta falda que llevaba y empecé a rascarme a ver si se me quitaba el picor, pero todo lo contrario, cada vez me picaba más. Luego empecé a rascarme por debajo de la falda y nada, seguía picándome mucho.

Yo imaginaba a mi prima Luisa mirándonos a Vero y a mí con una faldita mínima de esas que entonces usaban las niñas y con unas braguitas blancas con encajes

-              Ya metí la mano bajo las braguitas y en vez de rascarme empecé a pasarme el dedo por la rajita, eso me mejoró bastante, pero no del todo. Sentía un pellizco en el estómago y un calor muy grande en el cuerpo. Recordé entonces una cosa que nos había contado Julia a María y a mí, según ella cuando a una chica le picaba el chochito, la forma de quitárselo era restregarlo contra la picha de un chico.

-              ¡Vaya con Julia, que precoz también! –Dijo Antonia-.

-              Todas las primas hemos sido muy precoces, acuérdate que mi hermana Vero, con ocho años, se la estaba comiendo a este con seis. Entonces entré en la salita y os quedasteis los dos como paralizados. Le dije a mi hermana que eso no lo hacían las niñas buenas, que se vistiera y que se fuera a otro sitio. Vero me hizo caso a la primera, cosa inaudita, pero ella sabría que lo que estaba haciendo no debía estar bien. Tú querías irte también, pero te dije que no, que te quedases dónde estabas. En cuanto Vero salió de la habitación, me quité la faldita y las braguitas. Recuerdo que tú me preguntaste si yo también era médico y te dije que no, que yo era doctora.

-              ¿Qué querías hacerme prima?

-              A ti nada, quería hacérmelo a mí. Me puse a horcajadas sobre ti con mi rajita sobe tu pichita y empecé a moverme adelante y atrás. Julia tenía razón, aquello me mejoraba mucho el picor. Al principio el roce era un poco áspero, pero enseguida noté la sensación de que yo segregara un lubricante, que hacía que el roce fuera mucho más placentero. Debiste notar en mi cara el placer que sentía y me preguntaste si me pasaba algo. Te contesté que es que te quería mucho y me alegraba de poder quitarte la fiebre.

-              Vaya cara más dura –Le dijo Antonia-.

-              ¿Qué quieres para como yo estaba ya? Fui notando que mi piel se erizaba, que mis músculos se tensaban y de pronto un enorme placer en mi chochito. El picor se había transformado en un placer como nunca había sentido. Fue mi primer orgasmo, aunque esa misma tarde tuve el segundo y el tercero de mi vida sobre tu pichita.

-              ¿Cómo no recuerdo yo eso?

-              Porque tú no te corriste ni sabías lo que pasaba, te quedaban cinco años para correrte por primera vez.

-              ¿Y tú cómo sabes eso? –Le pregunté sorprendido-.

-              Pregúntale a María, que ella te lo cuente.

Iba a tener que hablar con todas mis primas para conocer los inicios de mi vida sexual.

-              ¡Luisa, con la tontería de tus recuerdos lúbricos, me he  puesto más caliente que una plancha! –Dijo Antonia-.

-              ¡Joder y yo también! –Dije-.

-              Voy a tener que hacer algo para remediar las calenturas que os he provocado. ¿Jugamos a los médicos? Carlos tú sigues siendo el paciente, Antonia es la enfermera y yo la doctora. –Dijo Luisa-.

Luisa se levantó y me dejó sitio en la cama para que me tumbase. Yo me quité el albornoz, estaba otra vez completamente empalmado y me tumbé boca arriba en la cama, expectante por lo que se le ocurriese a mi prima Luisa.

-              ¿Qué le ocurre? –Me preguntó mi prima-.

-              Doctora, creo que tengo fiebre, tengo el cuerpo ardiendo.

-              Bueno eso del cuerpo ardiendo puede tener varias causas. –Dijo Antonia-.

Me fijé y tanto a Antonia como a Luisa le brillaba la cara interior de los muslos de los flujos que debían estar segregando. A mí me salía un hilo de líquido preseminal desde la punta de la polla, que me estaba embadurnando el vientre.

-              Enfermera tómale la temperatura al paciente. –Le dijo mi prima a Antonia-.

-              ¿Cuál le tomo?

-              Empieza por la bucal, mientras yo le tomo la corporal.

-              ¿Por qué no lo hacemos al revés?

-              Porque yo soy la doctora y tú la enfermera.

Antonia se puso de rodillas al lado de mi cabeza, mirando a mis pies, y me colocó su chocho en la boca. Su olor era maravilloso y lo tenía empapado de flujos. Noté que mi prima se ponía entre mis piernas y me cogía la polla con las manos.

-              ¿Cómo lo nota enfermera?

-              Caliente, muy caliente, creo que tiene fiebre. ¿Y usted como lo nota?

-              También muy caliente, voy a profundizar en el examen.

Mi prima empezó a lamerme el capullo y el frenillo, produciéndome mucho placer.

-              Doctora es usted una experta tomando la temperatura. –Le dije-.

-              Se la he tomado a muchos pacientes, aunque no tenían un termómetro como este.

Antonia se movía sobre mi boca, pasándome el chocho de un lado a otro. Mi prima, después de pasarme la lengua por todo el tronco de la polla, se la metió en la boca. La humedad y el trabajo de su lengua sobre mi capullo eran deliciosos.

-              Doctora tenga cuidado, no se vaya a atragantar, que ese termómetro es demasiado grande. –Le dijo Antonia a mi prima-.

-              No te preocupes, tengo mucha experiencia, luego si quieres te dejo probar.

-              Me gustaría mucho aprender a tomar la temperatura como usted. Aaaaagggg, aunque este método tampoco está nada mal.

-              Enfermera, me parece que no es usted muy profesional. –Dijo Antonia-.

Estaba en la gloria comiéndole el coño a Antonia y con mi prima comiéndomela de lujo. Noté que mi prima dejaba de comérmela, se ponía encima de mí y me ponía el chocho sobre la polla.

-              ¡Uuuummm, que delicia y que recuerdos de mi primer orgasmo! –Dijo mi prima-.

Noté que Antonia se echaba hacia delante, seguramente para besar a mi prima. El sonido de sus besos empezó a llenar la habitación, lo mismo que el  olor a sexo. Mi prima se deslizaba sobre mi polla, notaba que su chocho estaba completamente lubricado.

-              Enfermera, ¿cómo va esa temperatura? –Preguntó mi prima-.

-              Alta, cada vez más alta.

-              Enfermera, ¿le pasa algo en el pecho para que se amase así las tetas?

-              Doctora siento un calor muy grande y sobarme las tetas me mejora.

-              Enfermera yo estoy a punto de dar un diagnóstico. –Dijo mi prima-.

-              Y yo también. Doctora, déjeme luego que yo le tome la temperatura corporal al paciente.

Mi prima había puesto sus manos sobre mi pecho y se movía cada vez más rápido, gimiendo y suspirando. Yo estaba también al límite de correrme.

-              Enfermera, creo que el paciente va a tener un ataque. –Dijo mi prima entre sonoros gemidos-.

-              No se preocupe enfermera, puedo tener varios ataques estando en tan buenas manos. –Le dije yo-.

-              ¡Aaaaagggg, que gusto más grande, me corro, enfermera me corro, aaaaggg! –Gritó mi prima-.

-              ¡Y yo doctora, aaaagggg, qué bueno, que rico, aaaaggg! –Gritó Antonia llenándome la boca con sus flujos-.

-              ¡Ahí tiene doctora, todo para usted, uuuuhhhh, el tratamiento me ha sentado de maravilla, otro y otro, todo para usted! –Grité cuando me corrí-.

Mi prima se dejó caer a un lado y Antonia se dobló para comerme la polla.

-              ¡Qué barbaridad doctora, que barbaridad de termómetro, casi no me cabe en la boca! –Dijo Antonia empezando a comérmela-.

-              Haga un esfuerzo enfermera, ¿es qué ya recuerda la cantidad de veces que me ha dicho que soñaba con tener ese termómetro en la boca? –Mi prima le había cogido la cabeza a Antonia y se la apretaba contra mi polla-.

-              ¡Aaaaggg, que me ahogo! Claro que me acuerdo, pero no había calibrado bien su tamaño. –Dijo Antonia cuando mi prima la dejó levantar la cabeza-.

Antonia también la mamaba de escándalo. Pegaba su lengua a la parte baja del paladar y luego la movía sobre el tronco de mi polla.

-              Doctora, esta enfermera se ha metido muchos termómetros en la boca. –Dije, alabando la mamada que me estaba haciendo Antonia-.

-              Sí, a esta enfermera le gusta mucho comer termómetros, pero no más que comer chochos. –Dijo mi prima que volvió a empujar la cabeza de Antonia contra mi polla-.

-              ¡Pues si los come igual que las pollas, debe tenerte en la gloria! –Le dije a mi prima-.

-              ¡Aaaaagggg, cada vez voy tragando más, pero me llega ya a la campanilla! –Gritó Antonia en otro momento que mi prima la dejó levantar la cabeza-.

-              ¡Enfermera, échate para atrás que le voy a tomar la temperatura al paciente de otra forma! –Dijo mi prima, empujando a Antonia hacia arriba-.

Mi prima se puso sobre mí en cuclillas, me cogió la polla con la mano y se la puso en el chocho, dejándose caer después hasta metérsela entera, tanto que me dolieron los huevos del golpe que me dio.

-              ¡Doctora, le cabe entera! –Le dije-.

-              Tengo un coño grande, pero sobre todo profundo como un túnel. –Me contestó ella-.

-              Entonces no soy yo solo el que está bien dotado.

-              Sí, pero lo mío no se ve, mientras que lo tuyo se ve desde Ceuta.

Mi prima, con toda la polla dentro, se movía para restregar su clítoris contra mi pelvis, produciéndome un enorme placer.

-              Doctora es usted una maestra en tomar así la temperatura. –Le dije-.

-              Tenía tantas ganas de tenerla dentro desde chica, que lo hago lo mejor que puedo.

-              ¡Qué es mucho! –Le contesté-.

A esas alturas tenía la lengua medio adormilada de comerle el chocho a Antonia, que había vuelto a besarse con mi prima.

-              ¿Antonia, quieres probar a tomarle la temperatura así al paciente? –Preguntó mi prima-.

-              Claro que quiero.

Mi prima se la sacó y se puso a un lado, Antonia se movió hacia mis pies. Mi prima, que no me había soltado la polla, la sostuvo para que se la metiera Antonia.

-              Doctora yo no tengo un chocho tan grande. –Dijo Antonia cuando empezó a bajar sobre mi polla-.

-              ¡Vamos enfermera que se enfría el paciente! –Le dijo mi prima-.

-              ¡Por los cojones me voy a enfriar! –Grité yo-.

En efecto, el chocho de Antonia era más estrecho y notaba como se lo iba dilatando conforme se metía mi polla.

-              Enfermera, me parece que con el termómetro del paciente la pasa como con la comida, que primero se llena el plato y después no puede acabársela. –Le dijo mi prima-.

-              Ya verá como si puedo, lo que pasa es que tengo que comer más despacio. ¡Aaaaagggg, noto como me va dilatando todo el coño, qué gusto, joder…siiii, siiii! –Gritó Antonia, bajando despacio sobre mi polla-.

-              ¿Mejor así?

Mi prima empezó a sobarle el clítoris a Antonia. El culo de Antonia bajando sobre mi polla estaba precioso. No lo pude evitar y le di un cachete.

-              ¡Qué me gusta que me den en el culo, sigue, más fuerte! –Me pidió Antonia-.

Antonia al final pudo meterse entera mi polla. Se echó entonces hacia detrás apoyando las manos en mi pecho. Yo le daba cachetes alternativamente en las dos nalgas y ella se movía adelante y atrás con mi polla dentro.

-              ¡Doctora, creo que voy a tener otro ataque! –Dijo Antonia-.

-              ¿Por qué lo notas? –Le preguntó mi prima-.

-              ¡Porque me sube el calor por todo el cuerpo y mi corazón va a estallar!

Mi prima no dejaba de sobarle el clítoris a Antonia, mientras ella se sobaba también el suyo.

-              ¡Ahora, ahora, ahora, síii, Diossss, que bueno, me corroooo, aaaaagggg! –Gritó Antonia, moviéndose cada vez más rápido-.

-              ¡Enfermera, yo también me corro, aaaagggg, aaaagggg, siiii! –Gritó mi prima a la misma vez que Antonia-.

Después de que ellas dos se corrieran, me quité a Antonia de encima y de rodillas en la cama les puse la polla delante de sus caras y me corrí sobre ellas yo también, dejándome caer luego en la cama, sin respiración.

-              Enfermera mira como me ha puesto el ataque del paciente, límpiame.

Antonia empezó a pasarle la lengua por la cara a mi prima limpiándole mi corrida y tragándosela. Luego mi prima limpió a Antonia de la misma manera.

-              Me parece que hemos debido despertar a todo el bloque. –Les dije-.

-              ¡Mejor, que sepan que aquí hay mujeres calientes! –Dijo mi prima-.

-              ¡Joder qué polvazo! –Dijo Antonia-.

Me moví para abrazar a mi prima.

-              Prima te quiero mucho. –Le dije-.

-              Y yo a ti, primo.

-              ¿Jugabas mucho a los médicos conmigo de pequeños?

-              Desde que jugué la primera vez, siempre que podía.

-              Tenemos que inventar más juegos para pasárnoslo así de bien. –Dijo Antonia-.

-              Lo estoy deseando. –Les dije-.

Eran ya casi las doce de la mañana, se me habían pasado las horas volando. Me puse el albornoz y salí de la habitación, después de besar a las dos. Mis otras tres primas estaban en el salón, todavía en pijama o camisón, menos Vero que estaba desnuda.

-              ¡Vaya faena maestro! –Dijeron muertas de risa-.

-              Te habrás quedado a gustito.

-              No son ni las doce y ya llevas tres. –Dijo mi prima Vero-.

-              Pues no es mi record.

-              ¡Coño, el follador de la pradera! –Dijo Julia riéndose-.

-              ¿Vero esto cuenta como un trío? –Le pregunté-.

-              Y de los buenos –me contestó-.

-              Voy a ducharme. –Les dije-.

-              ¿A qué no tienes cojones de cascártela? –Me dijo Julia-.

-              No me tientes, no me tientes. –Le contesté sobándome el paquete-.

Me duché, lógicamente sin cascármela, y al pasar de vuelta por la puerta del salón camino de mi cuarto, me dijo mi prima Julia:

-              Carlos, ha venido a buscarte Patro, la vecina del quinto, que a ver si puedes ayudarla con un atasco que tiene.

-              Vale Julia, muy ocurrente.

-              Que no es broma. ¿No es verdad María? –María contestó que sí con la cabeza-.

-              ¿Y a mí por qué, no hay más vecinos?

-              Porque te habrá visto jovencito y poco propenso al virus.

-              Yo no voy a subir.

-              No seas así Carlos, la mujer es muy servicial y nos ha hecho desde siempre un montón de favores. –Me dijo María-.

-              Vale. Si es así, me visto y subo.

-              Igual no hace falta que te vistas, ella te reconoce mejor desnudo. –Dijo Julia riéndose-.

Cogí mi móvil de la cocina, tenía dos llamadas de mi amigo Javier. Pensé que tenía que haberle llamado, pero entre unas cosas y otras se me había pasado. Lo llamé:

-              ¿Qué pasa hombre, cómo lo llevas? –Le pregunté-.

-              Pues hasta hace un rato de puta madre.

-              ¿Y eso?

-              Te acuerdas lo que te conté de las dos hermanas que habían traído de otra residencial.

-              Las dos que nos habían ligado a nosotros una noche de la feria.

-              Yo recuerdo que las ligue yo, pero sí, esas mismas. Pues al final conseguí ligarme a la que se fue contigo.

-              ¡Hombre estupendo!

-              Bueno, la muchacha tiene sus cosas. El primer día que conseguí que viniera a mi habitación, nada más entrar, me echó mano al paquete.

-              Buen comienzo.

-              Después de magrearme bien el paquete, que a mí se me había puesto la polla como el asta de la bandera, la tía me abre los pantalones y me la soba a base de bien.

-              ¿Tú bien no?

-              ¿Bien en qué sentido?

-              Sin correrte en los preámbulos.

-              Sí, sí aguanté el tipo. Yo le abrí unos vaqueros que llevaba, que no debían dejarle respirar. Con la cremallera bajada, no tenía cojones de meterle una mano por ningún sitio…

Me acordé de mi sueño con mi tía Julia.

-              Al final, entre los dos, conseguimos que le bajaran. ¡Joder Carlos, llevaba un tanguita rojo, del que le salían pelos por todos lados! ¡Qué me gusta un buen pelucón!

-              Sobre gustos no hay disputas.

-              La tía se pone en cuclillas para mamármela y en cuanto se la mete en la boca, empieza a mearse en mis pies con el tanga puesto.

-              Bueno, debe ser un acto reflejo, porque a mí me hizo lo mismo aquella noche, pero sin tanga.

-              ¡No me jodas!

-              Pues sí, pero vamos meando como una burra.

-              Tendrá un problema en la vejiga. Te sigo contando, mientras la tía se me meaba en los pies le dije: ¿coño Nela, no podías aguantarte un poquito? No podía, estaba a reventar, me contesta la tía. Me puso el suelo de la habitación que parecía el paseo de caballos de la Feria de Sevilla. Total, que para que no saliera el meado por la puerta de la habitación eché unas toallas y me puse a recogerlo con la fregona, mientras la tía se quedaba tan pancha en el sillón con los pantalones por las rodillas.

-              Oye, ¿la tía sigue tan gorda como antes?

-              Yo no me acuerdo como estaba antes, pero gorda está un rato largo. Bueno que cuando termino de limpiar, más o menos, le digo con todo el pollón fuera: ¿seguimos por dónde nos hemos quedado? La tía se vuelve a poner en cuclillas, se mete mi polla en la boca, ¡y vuelve a mearse! Yo me pregunté, ¿pero coño desde cuando no meaba esta mujer?

-              Ja, ja, ja –no pude evitar empezar a reírme-.

-              ¡No te rías coño! Me dije: tú te vas a mear, pero a mí me la vas a mamar. Así que me la llevé a la ducha y le dije: ya puedes mearte lo que quieras, pero sigue comiéndomela.

-              ¿Y qué tal?

-              Que me corrí a base de bien. Desde ese día, cuando la tía venía a mi habitación, íbamos directamente a la ducha. ¡Tío no ha habido una vez que me la haya comido, que no se haya meado!

-              Eso no es de la vejiga, eso es que la tía tiene una parafilia.

-              ¿Y eso que es?

-              Pues un gusto sexual rarito.

-              Pues será eso.

-              ¿Habéis follado?

-              No, follar lo que se dice follar no, pero me la ha comido día sí y día también. Pero bueno, por lo que te llamaba es porque me han hecho la putada de decidir que van a cerrar la residencia. Así que me quedo sin las mamadas, sin las meadas y en la puta calle.

-              ¿Vienen tus padres a recogerte?

-              Que va, mi padre está acojonado por lo del virus y me ha dicho que me busque la vida.

-              ¿Por qué no te vas con la meona?

-              ¿Cómo me voy a ir con ella a casa de sus padres? ¿Tú estás tonto? Yo había pensado que me dieras asilo.

-              Imposible Javier, el piso está al completo, y no creo que a mis primas le haga mucha gracia.

-              ¡Qué putada!

-              Déjame pensar algo. Si encuentro una solución, te llamo.

-              Piensa Carlos, que me veo en un asilo con los sin techo.

-              Vale Javier. De todas formas vuelve a llamar a tus padres.

-              No, si yo los puedo llamar quinientas veces, pero no me van a hacer ni puto caso.

Colgué. ¡Qué cosas le pasan a este hombre! Pensé.

-              Carlos acuérdate de lo de Patro –me dijo mi prima Julia entrando en la habitación-.

-              Voy, es que estaba hablando con Javier.

-              ¿Qué le pasa ahora?

-              Que lo echan de su residencia y sus padres no quieren venir a recogerlo.

-              Ni se te ocurra traértelo.

-              Ya lo he dicho que no hay sitio, pero me da cosa que se quede en la calle.

-              Pues que no te de nada, que es muy pesado y muy baboso, además de un reconocido pajillero.

-              ¡Vamos te vas a poner tu ahora remilgada con lo de las pajas!

-              ¡Que no Carlos, que no cabe en el piso!

-              Voy a ver qué le pasa a la vecina. –Le dije a Julia cuando terminé de vestirme-.

¡Tiene cojones el tema, con dieciocho o veinte pisos que hay en el bloque que me toque a mí ayudar a la vecina! Pensaba mientras subía la escalera. Llamé a la puerta de la tal Patro y el mierdiperro empezó a ladrar como para comerme.

-              Calla Van Damme, anda déjame pasar. –Escuché decir a la tal Patro antes de abrir la puerta-.

Cuando la abrió el perro seguía ladrando a los pies de su dueña.

-              Perdona a Van Damme, pero es que no está acostumbrado a las visitas. No te preocupes que no hace nada.

Esa es una cosa que me jode del todo de los dueños de los perros. El puto perro ladrando y amagando y el jodido dueño con el “no hace nada”. Una vez que el mierdiperro se medio calló, me fije en la tal Patro. De la cara no puedo decir nada más que tenía unos ojos verdes preciosos, porque llevaba una mascarilla que le cubría el resto. Rubia natural con el pelo corto. Bajita, por no decir que muy bajita, le calculo que estaría sobre el metro cincuenta. Las formas de su cuerpo se ocultaban tras una especie de túnica naranja muy ligera que le llegaba hasta los pies.

-              Buenos días Patro, me ha dicho mi prima Julia que tenías algún problema en las cañerías.

-              ¿Carlos no? –Hablaba en un volumen muy alto y en un tono agudo-.

-              Sí.

-              Pasa hijo. Perdona que tenga que molestarte. Resulta que se ha atascado el desagüe del fregadero. Ya me venía dando problemas de antes, pero desde ayer no traga nada. ¡Calla Van Damme! He llamado al fontanero, pero me ha dicho que no puede venir con lo del confinamiento. Como nos encontramos el otro día en el descansillo y me dijiste que estabas limpiando la puerta, he pensado que serías un muchacho muy apañado y que igual podías ayudarme con las cañerías. ¡Van Damme, te estás poniendo muy pesado y voy a tener que encerrarte!

Patro hablaba mucho, muy seguido y muy alto con un marcado acento que me pareció de Andalucía oriental, tal vez de Almería. No es que yo sepa mucho de acentos, pero el año anterior mis padres y yo habíamos estado veraneando por allí.

-              Veré que puedo hacer, yo no sé mucho de fontanería y desatascos.

-              Cualquiera lo diría, con lo que vi yo el otro día entre tus piernas, tienes que desatascar a muchas chicas. –Dijo riéndose-.

¡Vaya por Dios, no se le podría haber olvidado lo del otro día!

-              Perdone que estuviera desnudo, pero como estaba limpiando y hacía calor, pues me quité la ropa.

-              ¿Qué voy a perdonar? Si lo que vi es una alegría muy grande para cualquier mujer y más si tiene ya cincuenta años cumplidos y vive sola, bueno sola no con Van Damme.

-              Si me dice dónde está la cocina pues….

-              No me  hables de usted, que me haces muy vieja.

-              Bueno, pues si me dices dónde está la cocina…

-              Claro, claro yo es que me pongo a hablar y se me va el santo al cielo. Ven por aquí. –Me dijo y empezó a andar delante de mí. La caída de la túnica que llevaba le marcaba un culo respingón de buen tamaño-. Ves, vamos es que no traga nada ya, cuando antes daba gusto escuchar como el agua salía por las cañerías…

¡Joder con lo que hablaba Patro! En efecto, el fregadero tenía agua sucia hasta cubrir el rebosadero.

-              ¿Tienes una ventosa? –La interrumpí-.

-              Afortunadamente, antes de que empezara el confinamiento, como el fregadero empezaba a dar problemas, fui a la ferretería de los hermanos, ya sabes la que está yendo para el mercado, la primera vez que fui no tenían, pero me la encargaron, fui dos días después y ya habían traído varios modelos….

¡Qué barbaridad como hablaba aquella mujer de cualquier cosa!

-              ¿Me la podría dar? –Le dije-.

-              ¿El qué?

-              La ventosa Patro.

-              Ah sí, es que me pongo a hablar y me disparato. Bueno pues eso, que habían traído varios modelos. Como yo no sabía cuál era mejor, les pregunté a ellos que me preguntaron si era para desatascar el fregadero, la bañera o el inodoro. Yo les dije que no tenía bañera, que tenía plato de ducha, que lo había puesto cuando reformé el baño. Ellos me recomendaron entonces este de aquí, que yo no sé si sería el mejor o el más caro, porque….

Me estaba empezando a doler la cabeza con la cháchara de la mujer.

-              claro ellos te dicen que es el mejor para tu problema, pero vete tú a saber. Mira aquí lo tengo. A mí me gustó porque hace juego con el color de los muebles de la cocina.

-              Gracias Patro –le dije arrebatándole la ventosa de la mano-.

-              No te vayas a manchar, que el agua tiene aceite de haber frito unos boquerones, que compré en el mercado después de pasar por la ferretería. ¿Te podrás creer lo que me costaron los boquerones? ¡Doce euros! Vamos que yo le dije a Manolo el pescadero….

Metí la ventosa en fregadero, porque si no se la iba a tener que metérsela en la boca a aquella mujer. La empujé varias veces y el agua empezó a salpicar.

-              Ves como te había dicho que te podías manchar. Anda quítate la camiseta que está nueva y va a salir perdida. Una amiga mía le compró una muy parecida a su hijo y le costó un buen dinero y eso que se la compró en el mercadillo….

Iba a quitarme la camiseta con las manos mojadas, pero ella me dijo:

-              No, que te vas a manchar, deja que ya te la quito yo. Sécate las manos antes, para que no se moje ni se manche al sacártela. Mira que preciosidad de paño de cocina, me lo trajo mi cuñada de un viaje que hizo Cataluña antes de que empezara lo de los independentista, que hay que ver qué barbaridad esa….

Le cogí el paño catalán que le había traído su puta cuñada y dudé si envolverle la cabeza, incluyendo la mascarilla o secarme las manos. Me sequé las manos y deje el paño en la encimera.

-              Ven aquí, agáchate un poquito que si no, no te voy la voy a poder sacar por la cabeza. ¡Por Dios, que de tiempo hace que no le quitaba la camiseta a un hombre! –Dijo riéndose nerviosamente-. Pero son cosas que no se olvidan, ¿verdad? Es lo mismo que los hombres con los sujetadores, que una vez que aprenden a quitártelos, ya no les hace gracia hacerlo…

Patro me sacó la camiseta por la cabeza.

-              Huy que pecho más fuerte tienes. Con camiseta no lo parece y el otro día cuando te vi desnudo, no me dio tiempo a fijarme. El pecho de un hombre dice mucho de él…

Volví a mi tarea con la ventosa. Cuando viera a mi prima se iba a enterar por haberme dejado sólo frente al peligro.

-              claro que no es lo mismo que el pecho de una mujer, tu ya me entiendes –dijo cogiéndose las tetas-.

-              Sí, claro que te entiendo…

-              Parece que está difícil, ¿no? Como que yo creo que los de la ferretería me engañaron, lo que pasa es que como hacía juego con los muebles de la cocina, pues yo me dejé engañar…

Yo cada vez le daba con más saña a la ventosa, pero lo único que conseguía, además de descargar mi agresividad, era salpicar más agua fuera.

-              Ten cuidado que te vas a manchar los pantalones con las salpicaduras. Deberías quitártelos para no mancharlos, pero te hacen un culo tan bonito que sería una pena. –Volvió a reírse de manera nerviosa-. A mí me gustan los hombres con pantalones cortos, bueno también con pantalones largos.

-              Vamos que te gustan los hombres con pantalones. -Le dije en tono de broma y ella se rió-.

-              ¡No creas, que también me gustan sin pantalones! –Dijo y se tronchó ella misma de la risa-. Lo que no me gustan son los hombres con slips, que cosa más horrorosa por Dios. Tú ves, con bóxers sí que me gustan, pero un hombre con slips es como si llevara unas bragas muy antiguas y muy feas. ¿Tú llevas bóxers o slips?

-              Bóxers Patro, bóxers y limpios.

-              Ja, ja, ja… ¡Que gracia tienes hijo! Yo a mis parejas siempre les obligaba a cambiarse de calzoncillos dos veces al día….

La incontinencia verbal de Patro y los ladridos del puto perro me estaban desquiciando.

-              Patro podrías llevarte a Van Damme  a otro lado, es que me está poniendo nervioso.

-              No sé qué le pasa hoy. ¡Cállate Van Damme, que estás molestando! Tiene que ser que ya no está acostumbrado a que haya un hombre en casa y se pone celoso. Cosas de perros. Yo hace muchos años que tengo perro en casa. Además de la compañía dan mucha seguridad a una mujer sola…

Miré al mierdiperro y me cuestioné lo de la seguridad con semejante cagarruta de bicho.

-              Bueno ya está bien, Van Damme. Si no sabes comportarte te voy a encerrar en tu habitación. Yo antes alquilaba la habitación que me sobra a estudiantes, pero desde que han empezado a salir residencias de estudiantes como setas, pues ya no puedo alquilarla. Yo no lo hacía por dinero, bueno no sólo por el dinero, sino por la compañía. Una vez tuve una alemana que había venido…

¡Y no se llevaba al puto perro y ni el puto perro ni ella se callaban! Con el cabreo por el perro, le di tal empujón a la ventosa que me salpicó todos los pantalones.

-              ¡Vaya y mira que te lo había dicho, pero los hombres sois así de cabezotas!  Anda quítate los pantalones, que te los lavo en un momento. Tengo un detergente con suavizante que quita las manchas de grasa de maravilla. Lo compro en el supermercado de ahí al lado, me lo recomendó Patricia, una de las cajeras, que su marido es mecánico y le llega con el mono…

Pensé que si le daba los pantalones, por lo menos ella y el puto perro se irían al lavadero o al baño o donde coño fuera a lavarlos y yo me quedaría al menos un rato, en silencio. Como ya estaban manchados me dejó que me los quitara yo mismo.

-              ¡Qué preciosidad de bóxers! Yo le regalé al mensajero que me traía las cosas de Amazon unos muy parecidos. Claro que no es lo mismo verlos envueltos que puestos…

-              Patro, si puedes lavármelos cuanto antes, mejor. Si no voy a tener que bajar las escaleras en paños menores. –La interrumpí-.

-              Claro hijo, que despistada estoy. Tienes unas piernas muy bonitas, ¿te lo habían dicho antes? Yo me fijo mucho en las piernas de los hombres. Las mejores son las de los ciclistas. No me pierdo la Vuelta ni el Tour, hasta veo el Giro…

Patro por fin se movió de mi lado y vi el cielo abierto, hasta que también vi que sacaba un cubo y el detergente de un armario.

-              Te voy a tener que molestar Carlos, pero tengo que llenar el cubo de agua. Bueno, llenar no, sólo necesito un poco de agua, así hace más efecto el detergente…

Cuando me retiré del fregadero me di cuenta de que a Patro habían empezado a marcársele los pezones en la túnica y qué pezones debían ser, porque era como si tuviese dos bolígrafos debajo de la túnica.

-              Bueno ya no te molesto más. Me pongo aquí a tu lado para lavarte los pantalones…

¡Coño que no se iba a ir!

-              Son unos buenos pantalones, se nota porque la tirilla está bien cosida y el dobladillo también. Yo de joven cosía algunas cosas, faldas, algún vestido sencillo, nada muy complicado pero me entretenía y me ahorraba un dinero en ropa…

¿Cómo era posible que una mujer tan pequeña hablase tanto y que un perro tan mierda no parase de ladrar?

-              De verdad Patro, llévate a Van Damme que me está poniendo de los nervios.-Le supliqué-.

-              Venga Van Damme, vámonos que estás insoportable. Que además de a este joven estarás molestando a todo el vecindario. Menos mal que el vecindario tiene mucha paciencia contigo….

Por fin dejé de escuchar a Patro y al perrucho, al menos al lado de la oreja. A mí no me gusta ser grosero ni machista, ¡pero aquella mujer lo que necesitaba era un buen polvo! Pensé. Volví a intentar desatascar el fregadero con la ventosa, pero no había manera, el agua no bajaba ni un milímetro. Decidí mirar debajo del fregadero, por ver si tenía un sifón y lo podía desmontar. Tenía un sifón, en efecto. Empecé a sacar las cosas que había debajo del fregadero, para poder trabajar con algo de comodidad. Mientras lo hacía volvió Patro.

-              Te ayudo con esas cosas, déjame a mí. No hay manera con la ventosa, ¿verdad? Si es que los de la ferretería me vendieron lo que a ellos les convino y yo, como no sé de esto, pues se lo compré. Tus pantalones los lavo ahora en un momento y por la tela que tienen estarán secos en un periquete…

Patro se había puesto de rodillas para sacar las cosas de forma más cómoda. En esa posición se le marcaba mucho el culo. Tenía que ir sin bragas porque no se le notaban. También se le marcaban los pezones e incluso las tetas, lo mismo que una buena barriga, cuando se agachaba. Llegué a la conclusión de que no llevaba nada debajo de la túnica. Todavía no me puedo explicar, cómo después de echar tres polvos esa mañana con tres chicas preciosas, la idea de que Patro iba desnuda debajo de la túnica empezó a ponerme caliente. Mientras sacaba las cosas Patro no paraba de hablar:

-              Yo no sé cómo se acumulan tantas cosas en cualquier sitio y eso que yo limpio este hueco todas las semanas, por lo menos dos veces. Pero es que cuando voy al supermercado, que tampoco voy tanto, no recuerdo si queda tal o cual cosa y la compro otra vez, no sea que me quede sin ella...

Patro terminó de sacar las cosas de debajo del fregadero.

-              Ayúdame a levantarme, por favor, que hay que ver lo que me cuesta incorporarme. Yo antes hacía gimnasia y me mantenía bastante bien, pero empecé a echar esta barriga y lo dejé… -extendió la mano para dármela y que la ayudara-… ¿Tienes ya bastante hueco?

-              Sí, yo creo que sí.

No escuchar los ladridos del perro en la oreja me había tranquilizado bastante.

-              ¡Qué barbaridad si ya es la una! –Dijo Patro cuando miró el reloj de la cocina-. ¿Quieres una cerveza? Yo no perdono la cerveza de la una, claro que así estoy echando la barriga que estoy echando –dijo pegándose la túnica a la barriga, que efectivamente era grande, casi como si estuviese embarazada-. Vamos que parezco una parturienta. Tenías que haberme visto con veinte o con treinta años, que está feo  que yo lo diga, pero era un bombón de mujer, bajita, porque siempre lo he sido, pero un bombón…

Patro sacó dos latas de cerveza del frigorífico y dos vasos de un mueble alto. Reparé en que yo estaba en calzoncillos con aquella mujer a la que no conocía de nada y me pregunté cómo había sido posible que las cosas hubieran evolucionado así.

-              …Mira, tenía el culito apretadito, unas tetas grandecitas que daba gloria verlas y tocarlas y la barriga plana como una tabla –cuando iba recordando su anatomía se iba tocando sobre la túnica a la misma vez-. ¿Tienes novia? Claro, cómo no vas a tenerla con las hechuras que gastas. –Ella me hacía la pregunta y ella se la contestaba también-. Hay que tener novia, un joven como tú sin novia, es un bala perdida, mientras que si tienes una novia, te vuelves más responsable…

Patro se tomaba la cerveza con una pajita para no quitarse la mascarilla.

-              ¿No te resulta incómodo tomarte así la cerveza? –Le dije-.

-              Pues sí, esto de la mascarilla es de lo más incómodo –me fijé y era una mascarilla de pintor, vamos que no le servía para nada-. Esta la tenía yo de cuando barnicé los muebles del salón, eso hará unos cuatro o cinco años…

-              Esa mascarilla no te sirve para nada contra el virus.

-              ¡No me digas, pues yo hasta duermo con ella! El otro día hasta se me olvidó quitármela para ducharme y claro se me mojó entera. Pues si no sirve me la quito.

Se quitó la mascarilla y volvió a parecer una persona normal. Aunque se le marcaban las gomillas en la cara, era una mujer bastante guapa. Me tomé la cerveza, que me sentó de maravilla, y le dije:

-              Patro, ¿podrías darme un cubo?

-              Claro, ¿cómo lo quieres? Porque tengo de varios tipos, altos, bajos, grandes, chicos…

-              Un cubo que quepa debajo del sifón.

Fue al lavadero y me trajo uno que me pareció podría valer.

-              Mira a ver este, lo compré para lavar la ropa interior. A mí no me gusta meter los sujetadores y los tangas en la lavadora, porque se estropean mucho antes, así que los lavo…

Puse el cubo bajo el sifón y me tumbé boca arriba en el suelo al lado del mueble para poder desenroscarlo, echando los brazos detrás de la cabeza. El puto sifón estaba bastante duro.

-              …otra cosa que también lavo a mano son las mantitas de Van Damme, si no se ponen muy ásperas y el pobre se queja porque tiene la piel muy sensible…-Patro en medio  de su cháchara empezó a reírse de forma muy nerviosa-. ¡Vaya tela, Carlos, hijo que alegría! El otro día cuando te vi ya me di cuenta que la tenías grande, pero no creía que tanto.

¿De qué hablará ahora esta mujer? Pensé. Levanté la cabeza y vi que la polla se me había salido por la bragueta de los bóxers y que a Patro, que no le quitaba ojo de encima, se le habían puesto los pezones como astas de toro bajo la túnica.

-              Perdón Patro, no me había dado cuenta. –Le dije volviendo a metérmela dentro de los bóxers y luego volviendo al jodido sifón-.

-              ¡Hijo de mi vida, yo no había visto nunca una de ese tamaño y eso que está dormidita! Yo hace ya algunos años que estoy sola, pero en mis tiempos, algunos novietes y algunos amantes tuve, pero hijo no gastaban nada como eso…

Por fin pude con la rosca del sifón, con tan mala suerte que se me escapó de las manos y la cañería empezó a echar agua en el cubo, pero también sobre mí.

-              ¡Coño, me cago en su puta madre! –Grite tratando de coger otra vez el tapón del sifón y colocarlo en su sitio. Tardé en hacerlo pero al final lo conseguí y la cañería dejó de echarme agua encima-. ¡Joder! –Dije incorporándome-.

-              Pobre cómo te has puesto. Ve rápido a enjuagarte, que le había echado líquido de ese desatascador y puede hacerte daño en los ojos. Cierra los ojos fuertemente y ven por aquí.

¡Me cago en todo, lo que me faltaba! Pensé mientras me levantaba del suelo con los ojos cerrados. Patro me cogió la mano y luego me dijo:

-              Agárrate de mis hombros y pégate a mí para llegar al baño.

Hice lo que ella me dijo, igual demasiado al pie de la letra, y me pegué a su espalda y a su culo. Tenía el culo bastante duro. Por el camino al baño me dije: ¡Tú eres un anormal, lleno de agua sucia, con el riesgo de quedarte ciego y pensando en lo duro que esta tiene el culo! Llegamos al baño, Patro abrió el grifo del lavabo y empecé a echarme agua en la cara y en los ojos.

-              ¿Te pican los ojos?

-              No, creo que no me ha salpicado agua con desatascador. –Le contesté mientras me seguía echando enjuagando los ojos-.

-              ¡Qué mala pata, como te has puesto!

-              Ya está Patro no parece que me pase nada.

-              Déjame que te quite los calzoncillos para lavártelos, que también se han ensuciado.

-              No hace falta Patro, ya los lavo yo luego…

No me hizo el menor caso, me los bajó y me los sacó por los pies.

-              ¿Sabes lo que digo? Que lo que yo necesito que me desatasques e verdad es otra cosa. –Me dijo poniéndose en cuclillas con una agilidad asombrosa para lo que antes le había costado levantarse-.

Me giró hacia su lado y se metió mi polla, todavía dormida, en la boca. Bueno, va a ser la forma de que se calle, pensé, pero por ese momento me equivocaba.

-              ¡Ay por Dios, que polla, que penaba yo pensando que me iba a morir sin catar una como esta!

Me la comía con ansia, a la misma vez que me sobaba los huevos, hasta que consiguió que me empalmara.

-              ¡Qué barbaridad! ¿Con qué te han criado tus padres criatura, con rabo de toro para comer y para cenar?

-              Patro, vamos a la ducha que estoy lleno de agua sucia.

-              Tienes razón, que tengo que lavarte.

Patro se incorporó y se quitó la túnica por la cabeza, como yo había supuesto no llevaba nada debajo. Sus tetas eran grandes, pero sus pezones eran enormes y los tenía duros como piedras. Su barriga era prominente, tanto que casi no dejaba ver su depilado chocho, que también parecía bastante grande y con unos labios menores también grandes escapando de los labios mayores. Se adelantó hacia la ducha para abrir el agua. Su culo seguía siendo bonito, respingón con las nalgas muy apretadas.

-              Entra en la ducha, el agua ya sale caliente. –Me dijo-.

Entramos los dos y empezó a enjabonarme todo el cuerpo por delante y por detrás con las manos temblorosas, luego cogió el rociador y me quitó toda la espuma. Volvió a colgar el rociador, se puso de nuevo en cuclillas y empezó a comerme la polla de nuevo, con la misma o más ansia que antes.

-              Esta es la única vez que he lamentado en la vida no ser más grande. No me cabe más que el capullo y poco más. –Dijo-.

-              Patro sin prisas, que no me voy a ir todavía. –Le dije-.

-              Es que estoy muy alterada. Llevo tres años sin follar y casi sin correrme. Ni el soplador me hace ya nada.

Me doblé un poco para llegar con mis manos a sus tetas. Las tenía todavía duras y en los pezones se le podían partir nueces. Nunca había estado con una mujer con unos pezones tan grandes, tenían el tamaño de medio dedo gordo.

-              Carlos estoy tan caliente que me voy a correr de un momento a otro. Prométeme que me follaras luego.

-              Prometido.

-              ¡Aaaaaaggggg, me corro Carlos, me corro, cómo lo necesitaba, aaaagggg…!

La ayudé a sentarse en el plato de ducha, tenía la mirada perdida y por primera vez estaba en silencio. Me senté a su lado.

-              Patro, sí que necesitabas correrte.

-              No lo sabes tú bien. Hacía por lo menos un año que no me corría. Ya me aburría el soplador o el vibrador. De vez en cuando me ponía a ello, pero nada, no conseguía más que ponerme todavía más caliente, pero no correrme. Ni viendo porno ni leyendo novelas eróticas ni nada de nada. El último polvo lo eché hace tres años con un estudiante que tenía alquilado, luego terminó la carrera, se fue y ya no conseguí mas alquilados.

-              ¿Alquilas todavía la habitación?

-              La tengo en alquiler, pero ni llaman.

-              ¿Te importaría alquilársela a un amigo que se ha quedado en la calle?

-              Si es amigo tuyo, por mi encantada, haya o no haya confinamiento.

Se giró, me besó en la boca y volvió a cogerme el nabo, que seguía empalmado.

-              Déjame que ahora te duche yo. –Le dije-.

-              Puedes hacer conmigo lo que quieras.

Me levanté y la ayudé a ponerse de pie. De frente, ya levantados, volvimos a besarnos en la boca, para lo que yo tenía que agacharme mucho y ella ponerse casi de puntillas. Cogí el bote de gel y le fui poniendo por todo el cuerpo, acariciándola, sin que ella dejara de pajearme en ningún momento. Al acariciarle las tetas, le dije:

-              No he visto nunca unos pezones tan grandes como los tuyos.

-              De joven estaba acomplejada, pero ahora estoy muy contenta con ellos. Además de muy grandes, son muy sensibles. Me encanta que me los acaricies, incluso que me los pellizques.

Patro gemía quedamente cuando le enjabonaba el chocho o el culo.

-              ¿Tu amigo tiene una tranca como esta?

-              No sé como la tendrá, lo que sí sé es que está todo el día caliente.

-              ¡Qué bien! Mi último inquilino era muy parado, tenía yo que animarlo cuando quería guerra.

-              Pues eso no te va a pasar con Javier. El único problema es que se corra muy rápido, pero tú le insistes y seguro que revive también muy rápido.

-              Carlos sigue tocándome el chocho, me vuelvo loca cuando me lo tocas. Al último inquilino, para que se le empalmase, se la chupaba mientras él veía el resumen de los partidos en la tele.

-              ¡Qué tío más futbolero!

-              Carlos, sigue, me voy a correr otra vez, prométeme antes que luego me vas a follar.

-              Claro que te voy a follar.

-              ¡Sigue, por Dios, sigue, no pares de sobarme el chocho, así, así, síiii, aaaagggg, aaaagggg!

Ni corriéndose dejó de pajearme, sino que cerró la mano sobre mi polla con mucha fuerza.

-              ¿Tú no te corres? –Me preguntó-.

-              Sí, pero más tarde, te he prometido que te iba a follar.

-              ¿Seguimos  o comemos algo?

-              Yo tengo hambre, pero también me apetece follar contigo. –Le contesté-.

-              Pues vamos a comer, porque si no, me voy a desmayar del gusto.

Nos secamos y salimos de la ducha. Fuimos a la cocina los dos desnudos. Mientras ella terminaba de hacer la comida. Miré el móvil. Un mensaje de mi prima Julia de hacía un par de minutos.

-              ¿Cómo llevas los desatranques? Parece que tardas mucho.

-              En ello estoy, el atasco es muy grande, no me esperéis para comer. –Le contesté-.

-              Eso está bien, que le hagas compañía a Patro, que falta le hace.

-              No te preocupes por ella, que va a estar bien acompañada desde esta tarde.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Va a alojar a Javier en su casa.

-              Buena idea. Les vendrá muy bien a los dos.

Luego llamé a Javier.

-              ¡Carlos, que me echan en dos horas! ¿Has pensado algo?

-              Pensado no, te he resuelto la papeleta.

-              ¿Cómo?

-              Una vecina del bloque donde vivo alquila una habitación en su casa y está dispuesta a recibirte.

-              ¿Está buena?

-              Si te gustan maduras, está bien. ¡Pero coño, no te irás a poner exquisito!

-              ¡Eres mi padre, Carlos, me salvas la vida!

-              Tu padre no, él te ha dejado más tirado que a una colilla.

-              ¡Bueno, pues más que mi padre!

-              No llegues antes de las cinco, llamas al quinto derecha, la vecina se llama Patro. No se te ocurra pasar por mi piso.

-              Gracias Carlos, no sé como agradecerte esto.

-              Ya me lo pagarás en copas.

Colgué y volví a la cocina. Patro y yo seguíamos desnudos.

-              Ven Carlos, que se muera de envidia la vecina. –Me dijo llamándome frente a la ventana que daba al patio-.

-              No me metas en más líos con los vecinos. –Le dije acercándome-.

-              La vecina es una cotilla, por eso tengo echada la persiana normalmente, pero ahora quiero que vea lo que tenga en casa, aunque sea por un rato.

Me puse junto a ella frente a la ventana un momento y luego me retiré sin haber visto a la vecina cotilla.

-              Javier vendrá sobre las cinco. –Le dije a Patro-.

-              Fóllame aquí en la cocina, mientras hablabas por teléfono he picado algo de comer y ya no me voy a desmayar, así podremos echar otro después de comer.

-              Me vas a sacar los hígados.

-              No me cabe duda de que tú puedes varias veces sin problemas.

Me acerqué a ella por detrás y la abracé, el problema era que mi polla le daba a la mitad de la espalda y no en el culo.

-              Espera un momento –me dijo-.

Fue hacia el lavadero y volvió con una plataforma de la altura de un escalón, de las que sirven para coger las cosas de las baldas altas de los muebles de cocina. La puso donde estábamos y se subió en ella.

-              La compré en la ferretería de los hermanos, porque no conseguía llegar a los muebles altos de la cocina…

Ahora sí mi polla se encajaba de maravilla en su duro culo de apretadas nalgas.

-              …me gustó el modelo porque es ligero y estirándome mucho alcanzo… ¡Ay Carlos por Dios, que grande y que dura! Había otros modelos…

-              ¿Patro tú tienes algo con los hermanos de la ferretería? –Le dije empujándola y sobándole sus enormes pezones-.

-              ¡Yo no! Bueno, es verdad que a veces cuando voy a comprar algo, tengo la fantasía de que el que me atiende, me dice que pase a la trastienda a elegir lo que le haya pedido y que en la trastienda entre los dos hermanos, sin quitarse sus batas azules, me obligan a que les coma sus pollas a la misma vez y luego me follan.

-              ¿Y no lo has hecho nunca?

-              ¡Qué va…! ¡Aaaagggg, casi no me cabe, espera que abra más las piernas! –Gritó cuando empecé a metérsela en el chocho-.

-              Seguro que te cabe, antes cuando te le limpiado el chocho, he notado que lo tienes grande.

-              Sí Carlos, muy grande para mi tamaño, pero es que lo tuyo es de la talla XXL. Sigue, ahora me va entrando de maravilla.

-              Patro, tienes las tetas muy duras.

-              Mi esfuerzo y mi dinero me cuesta, que me gasto en cremas y aparatos lo más grande.

Bajé las manos de sus tetas a su barriga y parecía que me estuviera follando a una mujer embarazada.

-              Tengo que perder barriga, pero me da mucha pereza ponerme sola a hacer ejercicios para perderla, porque de la cerveza no me voy a quitar.

Logré metérsela casi entera, paré cuando noté que estaba golpeando contra el fondo de su chocho.

-              ¡Ay, ay, ay qué gusto por Dios! –Gritó ella cuando llegué al fondo-. Carlos tienes que hacer esto con todas las mujeres que puedas. Tu igual no te lo crees, pero las mujeres soñamos en tener dentro de nosotras algo así, al menos  una vez en la vida.

Empecé a bombear dentro de Patro, que movía la cabeza adelante y atrás sin control.

-              Patro, para que te vas a hacer daño en el cuello.

-              Déjalo, ya luego me doy una pomada. Pica algo mientras me follas, que falta te hará.

-              Ahora cuando terminemos.

Volví a poner las manos sobre sus tetas. Le cogí sus duros pezones, primero se los acaricié y luego se los retorcí poco a poco.

-              ¡Carlos, si me haces eso me corro!

-              Pues córrete, yo también quiero correrme.

-              ¡Jesús bendito, ahora, ahora, siii, sigue follándome, aaaaagggg!

-              ¿Me puedo correr dentro?

-              Córrete donde quieras, pero mejor dentro, quiero sentir en mi interior los chorros que debe lanzar ese monstruo.

-              ¡Aaaaagggg, toma Patro, toma Patro,…! –Le dije al correrme dentro de su chocho-.

-              ¡Ay la Virgen, qué barbaridad criatura! ¿Qué tienes en los cojones para lanzar semejantes chorros?

Se la saqué y a ella empezó a chorrearle mi lefa por el coño.

-              Dame el trapo, que lo voy a poner todo perdido. –Me pidió. Se lo di y se lo puso como si fuera una compresa de esas de toalla, de antes de que se inventaran las de celulosa-.

-              Ahora sí que tengo hambre –le dije cuando se bajó del escalón-.

-              Claro hijo cómo no vas a tener hambre con lo que has largado por ahí. –Me dijo cogiéndome otra vez la polla-. Ayúdame a poner la mesa, mientras yo hago los filetes.

Comimos desnudos en la mesa del salón. Yo le había dicho de ponerme algo, pero ella se negó, aduciendo que quería verme la polla todo el tiempo que pudiese. Durante la comida habló poco, en comparación a como había hablado antes. Noté que Van Damme se había cansado de ladrar, porque ya no se le oía.

-              Este es tu primer año aquí, ¿no? –Me preguntó-.

-              Sí. ¿Conoces mucho a mis primas?

-              Sobre todo a Julia, que fue la primera en venir a vivir. Es muy buena chica, con las locuras propia de su edad. Yo me divierto mucho con ella cuando le pregunto por sus novios y sus ligues.

-              ¿Y qué te cuenta?

-              Cosas entre mujeres. Ella sabe que me divierto mucho con sus historias y yo creo que las exagera para que nos riamos juntas.

-              Cuéntame alguna.

-              Bueno, pero no le digas que te la he contado yo. Una vez me dijo que el primer año, cuando vivía sola, se trajo al piso a tres maromos y los metió desnudos a uno en cada habitación del piso. Ella se puso en el pasillo desnuda y empezó a tocarse, fíjate que entonces tendría dieciocho añitos recién cumplidos. El reto era que se follaba al último en correrse. La muy cruel, cuando se corrió el primero, le hizo limpiar la corrida del suelo y luego lo echó a la calle desnudo. Los otros dos le duraron más, pero cuando se corrió el segundo, le hizo lo mismo. El tercero se creía que se la iba a follar, pero en vez de eso, también lo echó a la calle desnudo con todo el pollón, diciéndole que si no se había corrido ya con ella, es que era un picha floja.

¡Joder con mi  prima, que guerrillera! Era bueno saber que le gustaba maltratar a los tíos.

-              ¿Te puedo pedir un favor? –Me preguntó Patro cuando terminamos de comer-.

-              Claro. Si está en mi mano cuenta con él.

-              Verás, yo tengo la fantasía de que mi dueño me tiene dominada en mi propia casa, que me hace ir todo el día desnuda y de rodillas y que tengo que satisfacerle en todo lo que me pida. Con esa fantasía me pongo muy cachonda. –Yo pensé que con esa y con cualquier otra-. ¿Quieres ser mi dueño por un rato hasta que te vayas?

¡Cómo se lo va a pasar Javier, no se lo va a creer! Pensé.

-              De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer?

-              Lo que tú quieras, para eso eres mi amo.

El jueguecito me gustaba, nunca había tenido a una esclava sexual a mi servicio.

-              Tengo ganas de mear. Ve de rodillas al baño y siéntate en la taza, ahora iré yo.

Patro se puso de rodillas, pese a que le costaba con la barriga que tenía, y salió del salón. Su culo se veía de lo más atractivo en esa posición y sus grandes tetas le colgaban, chocándoles con sus brazos. Empecé a ponerme cachondo otra vez. Cuando calculé que ya habría llegado al baño, me levanté de la mesa y fui a buscarla. Estaba sentada muy derecha en el inodoro, como le había dicho. No dijo nada cuando entré, ni siquiera me miró hasta que no me tuvo delante. Me puse frente a ella de pie, me cogí la polla y la descapullé para que el chorro saliera más fuerte. La miré a los ojos e iba a empezar a mearme sobre ella, cuando pensé que por qué iba a hacerle eso. Con mis primas o con Cristina no me atrevería, ¿por qué con ella? Porque tenía cincuenta años y estaba gorda y sola.

-              Anda Patro, levántate.

-              ¿Por qué? Yo quiero que te mees encima de mí. Estoy muy cachonda sólo de imaginar cómo cae tu chorro sobre mi cuerpo.

-              Porque no me parece bien, creo que te mereces más cariño y no estas cosas.

-              Yo sé lo que me gusta y me excita hasta volverme loca. No me censures mis gustos sexuales.

Pensé que tenía razón, si a ella le gustaba eso, porque no iba a satisfacerla. Empecé a mearme sobre sus tetas y su barriga. Ella cuando notó el potente chorro caliente en su cuerpo empezó a gemir. El meado le caía de las tetas a la barriga y de ahí a los labios de su chocho, de donde caía a la taza. Estuve un buen raro meándome. Cuando terminé le dije:

-              Límpiame la gotita.

Ella fue a coger un trozo de papel.

-              No, con la boca.

Echó su cuerpo hacia delante y me pasó la lengua por todo el capullo.

-              Así mi amo.

-              Sí muy bien, ahora dúchate que estás sucia.

Se levantó y se fue hacia el plato de ducha.

-              Con agua fría. Eres muy viciosa y hay que rebajarte la calentura. –Le dije-.

Patro cerró el agua caliente y se puso bajo el rociador. Cogió el gel y empezó a extenderlo por su cuerpo.

-              Límpiate bien la barriga y el chocho.

Se llevó sus manos a la barriga, la frotó insistentemente, y luego se las bajó al chocho.

-              Amo, me voy a correr si sigo con mi chocho.

-              Pues córrete, luego tendrás tu castigo –le dije empezando a sobarme en nabo, que tenía otra vez empalmado-.

-              ¡Aaaaagggg, aaaaagggg! –Gritó al correrse-.

-              Llévame una copa al salón cuando te seques y no tardes mucho.

Le dije y la dejé sentada en el plato de ducha. Me fui al salón y me senté en el sofá. La escuché cuando de rodillas fue a la cocina, luego volvió a aparecer por el salón de rodillas y con un whisky en la mano, que me ofreció sumisamente, sin atreverse a levantar la cabeza.

-              No has sido buena en la ducha, no debes buscar tu placer, sino el de tu dueño. Ponte entre mis piernas y sírveme de mesa.

Ella hizo lo que le ordené, con la cabeza pegada a mi polla y mis huevos. Cuando ya se quedó quieta le puse el vaso entre sus omóplatos, tras beber un trago. La tuve así un buen rato, me gustaba su espalda y su culo, aunque pequeños eran atractivos.

-              ¿Quiere mi amo algo de mí? –Me preguntó-.

-              Lámeme los huevos y no se te ocurra tirar mi vaso.

Muy despacio levantó su cabeza, sacó su lengua todo lo que pudo y empezó a pasármela bien mojada por los huevos. Yo estaba confundido me gustaba el papel de dominador con las mujeres, aunque normalmente era sumiso con ellas. La lamida de huevos que me estaba dando Patro era deliciosa, su lengua bien ensalivada no me dejaba nada sin lamer o sin chupar. Cogí el whisky de su espalda y le di un trago mientras Patro seguía a lo suyo.

-              Date la vuelta. –Le dije-.

Ella obedeció y me mostró su magnífico culo en primer plano.

-              Apoya las manos bien en el suelo.

-              ¿Qué me vas a hacer mi amo?

-              Te voy a follar.

Le cogí las piernas por los muslos y se las subí hasta apoyarlas en el sofá, ahora tenía las rodillas sobre el sofá y las manos en el suelo. Yo me adelanté en el sofá y tiré de ella hacia atrás, hasta encajarle la polla en el chocho.

-              ¡Aaaaagggg mi amo, nunca lo he hecho así, pero me gusta mucho! –Me dijo cuando iba profundizando en el interior de su chocho-.

-              Muévete adelante y atrás.

Patro lo hizo pese a la incomodidad de la posición. Yo tenía mis manos sobre su culo, sobándoselo con fuerza.

-              Amo, si quiere puede pegarme por haber sido mala antes en la ducha.

-              No, ahora prefiero sobártelo y notar lo carnoso y duro que tienes el culo.

-              Como quiera mi amo, estará bien.

-              ¿Te gusta que te folle así?

-              Me gusta que me folle mi amo como a él le apetezca.

Yo estaba ya muy caliente. Patro se movía impulsada por sus brazos con la cabeza apoyada en el suelo, bombeándose ella misma.

-              Perdóneme mi amo, pero estoy a punto de correrme otra vez.

-              Yo también estoy muy caliente, sigue moviéndote y dime cuando te vayas a correr.

Cada vez apretaba más su culo y empecé a sobarle su ojete bien expuesto en esa posición.

-              ¡Amo ahora, ahora, ahora, siiii, que bueno, aaaagggg, córrase mi amo, córrase también! –Empezó a gritar y a suplicar-.

-              ¡Aaaagggg, me corro, toma, me corro! ¿Lo sientes en tu interior?

-              ¡Siiii, lo siento, siento como mi amo se corre dentro de mí con mucha fuerza, síiii!

Yo me recosté en el sofá y Patro se quedó en el suelo junto a mis pies. Nos quedamos descansando un rato, hasta que miré un reloj que había en el salón y eran las cinco menos cuarto.

-              Patro, ve a limpiarte para recibir a tu nuevo amo.

Mientras Patro iba al baño, traté de recuperar mi ropa, pero estaba o sucia o mojada o ambas cosas. Miré el fregadero y milagrosamente estaba vacío. ¡Joder parecía que hubiera una conexión entre Patro y su fregadero! Desatascar a Patro había servido para desatascar el fregadero. Perplejo por la casualidad, pensé que iba a tener que bajar las escaleras en pelotas. Llamé a mi prima Julia, por si podía traerme una muda de ropa.

-              ¿Todavía estás con el desatranque de Patro? –Me dijo con mucha guasa-.

-              No, ya está todo bien desatascado. ¿Puedes subirme una muda, que se me mojado toda la ropa?

-              Lo siento Carlos, estoy desnuda en el salón y no me apetece vestirme.

-              ¡Venga Julia, no seas así!

-              Te he dicho que no, pídele algo que ponerte a Patro.

-              ¡Coño prima, que ella mide uno cincuenta y yo uno ochenta y cinco!

Mi prima me colgó. Será hija de puta, pensé. Podía haber llamado a otra, pero con el cabreo no me apeteció. Fui al baño a pedirle algo a Patro. Estaba secándose.

-              Patro, préstame algo de ropa para bajar.

-              Que te pueda servir no tengo más que la túnica que llevaba puesta antes.

Cogí la túnica de la banqueta en que se había quedado antes de comer. La miré, me iba a quedar ridícula, pero tampoco tenía muchas opciones eran las cinco y Javier estaría al llegar. Con mucho trabajo me la puse. Me quedaba casi por las rodillas y me apretaba mucho los hombros. Salimos los dos a la cocina. Patro desnuda y yo con la túnica. Llamaron al telefonillo, cogí mi ropa, las llaves y el móvil y besé a Patro mientras abría la puerta del bloque. Salí al descansillo para bajar las escaleras camino de mi piso. Me pareció que alguien estaba mirando por la mirilla de la puerta de al lado del piso de Patro y me tiré corriendo escaleras abajo. ¡Vaya con Patro y sus atascos! Pensé mientras saltaba de tramo en tramo.

(Continuará. Deseo que sigáis todos bien. Esto se está haciendo cada vez más duro, sin tener una perspectiva clara para salir a la calle, pero que le vamos a hacer. Sin bromas, cuidaos y los que podáis quedaos en casa).