Compartiendo piso de estudiante con mis primas 24
Una borrachera de Antonia y mi prima Luisa me descubre nuevas cosas. Las secuelas del COVID afectan a mis padres. Paula viene a visitarme y me cuenta un nuevo sueño. Pasamos una tarde sado ella, Victoria y yo. Al final disfruto un buen rato con Susana.
(Ya sabéis que hay que leer, al menos, algunos capítulos anteriores para poneros al día del relato).
A media noche me despertaron sin querer mi prima Luisa y Antonia, que debían haberse bebido la bodega entera del antro donde se refugiaran huyendo del toque de queda.
- ¡Como debo estar! Yo creía que con nosotras iba a dormir Victoria. -Dijo Antonia en voz baja-.
- Y que yo recuerde así era, creo. -Le contestó mi prima Luisa-.
- ¿Te lo has pasado bien con el de la chupa?
- ¡Que va! Mucha fachada y mucha tontería, pero nada de nada. ¿Y tú con la tía de la microfalda? -Le preguntó mi prima a Antonia dando tumbos por media habitación-.
- No me hables, que tía más bocazas. Según ella se había follado a todas las del pub y a media Sevilla, además, pero cuando me acerqué a besarla, me hace la tía la cobra y me dice que no le gusta ir tan rápido.
- ¡Joder, que difícil está la cosa para ligar con alguien que merezca la pena! Es la última vez que apostamos a ver quien liga antes. Seguro que estos en casa se lo han pasado mejor que nosotras y se han gastado menos dinero. -Dijo mi prima tratando de quitarse la falda-. ¡Antonia deja de moverte que me estás mareando!
- Yo no soy la que se mueve, eres tú con la borrachera que tienes.
- ¡Vamos, que tú no estás cocida también!
- Pues sí, tengo un pedo encima de los que hacen época. ¿Qué mierda nos habrán echado? -Se preguntó Antonia-.
- Eso, una mierda, pero también es que nos hemos bebido seis copas cada una. ¿Tú recuerdas tu primera borrachera?
- Recuerdo el principio y el final, de lo de en medio nada. Había quedado en un pub con un chico que me gustaba, pero que era más corto que la manga de un chaleco …
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que era muy tímido, muy cortado. Después de dos horas de contarme el tío su vida y con el primer cubata entero, decidí quitarle la timidez a base de alcohol. Le hice beberse el primer cubata rapidito y empecé a pedir chupitos para los dos uno detrás de otro. Cuando pensé que el tío estaba lo bastante pedo como para superar su timidez, le dije que diéramos un paseo. Como el pobre estaba que no podía andar sin caerse, lo senté en un banco del paseo en la zona oscurita, me puse encima de él y empecé a besarlo y a restregarle el coño por la entrepierna …
- ¡Qué zorra has sido siempre!
- ¡Pues anda que tú! El tío besaba de pena y yo estaba cada vez más caliente, así que decidí pasar a mayores le solté el pantalón, le bajé la bragueta y traté de meter la mano bajo los calzoncillos. Yo no sé si sería porque yo también estaba pedo o porque el tío usaba unos slips blancos que le venían chicos, pero lo cierto es que no había manera de llegar a su polla y yo estaba cada vez más caliente, así que le dije: tío, pon algo de tu parte, le cogí una mano y me la llevé al chocho, que lo tenía como para nadar en él y el tío no mueve ni un puto dedo. Entonces, ya cabreada le pregunté qué coño pasaba. ¡El cabrón se había dormido de la borrachera! Me levanté, lo dejé en el banco durmiendo con los pantalones abiertos y me volví al pub.
- ¿Para qué te volviste al pub?
- Para seguir con los chupitos y probar suerte con otro. En el pub quedaban los más tontos del pueblo y dos o tres zorrones, todos bien cargados. ¡Puta noche! Pensé. Menos mal que la camarera, que por cierto estaba buenísima, trabó conversación conmigo y me llenaba el vaso como si no hubiera un mañana. Cuando llegó la hora de cerrar yo ya estaba que me caía. La camarera echó a la gente que había en el local, bajó la persiana, se vino hacia mí, me aprisionó contra la barra y empezó a morrearme y a meterme mano en el chocho de mala manera…
- ¿Antonia, me tienes que contar todo eso?
- Tú me has preguntado, pero no te preocupes, ahí acaban mis recuerdos de esa noche. Me desperté sola, en uno de los sofás del pub con la ropa revuelta, sin bragas y con un picor en el chocho de mucho cuidado. Salí por la puerta del almacén y cuando llegué a mi casa me cayó la mundial.
- ¡Qué historias tan edificantes siempre las tuyas! -Le dijo mi prima un poco molesta por los celos-.
- No te enfades, si de eso hace ya por lo menos cinco años. ¿Y la tuya?
La verdad es que me estaba divirtiendo, escuchando las historias de Antonia y mi prima. Tenía los ojos cerrados como si estuviera dormido y sólo los abría momentáneamente cuando escuchaba ruido de los muebles, por si se habían caído, saltar a levantarlas.
- Pues más o menos como la tuya, pero yo sí recuerdo lo que pasó. Tendría unos dieciséis años, un día de verano en el pueblo salimos un grupo de amigas, como decíamos nosotras a quemar la noche. Empezamos por un pub y luego fuimos cambiando, tomando por lo menos una copa en cada uno. Debían dar un partido de fútbol de los buenos por la tele, porque no había un puto tío en ningún sitio, hasta que empezaron a llegar como las cucarachas casi a las doce de la noche, cuando nosotras ya estábamos un poco perjudicadas por los cubatas. Al volver de los aseos me entró un chico al que yo conocía de vista del instituto, me preguntó si quería tomar una copa con él, miré a mis amigas y les había entrado un grupo de tontos del haba, que me caían fatal, así que se la acepté. Conforme tomábamos la copa, el chico empezó a parecerme apetecible para echar un polvete. Hablaba mucho de ropa de mujer y de hombre y parecía saber bastante de moda. Después de otras dos copas más le propuse cambiar de sitio, porque el pub se había llenado demasiado y no había forma de entenderse. De camino a otro pub lo besé en la boca, él me lo devolvió con cierta cara de sorpresa. Me dijo que tenía las llaves del coche de su padre y yo vi el cielo abierto para echar un casquete, que no fuera en un banco del parque.
- Pues tú también eres un zorrón bueno, para montártelo con un tío que acababas de conocer.
- Antonia, estaba bastante cargada y caliente como siempre. Llegamos donde estaba aparcado el coche, uno bastante grande y con los cristales tintados, pensé que debía ser su picadero. Seguimos besándonos dentro, él empezó a sobarme las tetas con bastante torpeza por encima de la camiseta, menos mal que yo no llevaba sujetador. Pese a lo mal que lo hacía, a mí me subió todavía más el calentón y le eché mano al paquete. Me extrañó que el tío no estuviese ya empalmado, así que me dije que me lo iba a tener que trabajar. Le abrí los pantalones y el bóxer, menos mal, si no me hubiera pasado como a ti.
- Las hay con suerte.
- El tío tenía una polla que no estaba mal, lo malo es que no estaba nada animada. Me dispuse a comérsela, eso no lo resistía ningún chaval sin empalmarse. Cuando ya se la tenía cogida con la mano e iba a empezar la mamada, el tío me retira la cabeza, entonces le pregunto que si le pasa algo y va y me dice que a él le gusta que se la coman los hombres. Indignada le pregunto que entonces para qué me entra y me lleva al coche y me contesta que quería probar con mujeres, pero que se ha dado cuenta que no le van. Salí del coche llamándole de maricón para arriba y con un calentón de cuidado. A la hora que era los pubs estaban ya cerrados y a mi me venía de perlas tratar de dormir la mona, así que me fui para mi casa. Decidí dormir en el dormitorio de invitados, que era el que estaba más lejos del de mis padres. Después de pasar por el baño entré en el dormitorio y encendí la luz. Mi primo, que entonces tendría trece años, estaba acostado en una de las camas, debía haber llegado después de que yo saliera con mis amigas, encendí la luz de la mesilla y apagué la del techo para no molestarle. Lo miré, tenía una tienda de campaña de cuatro plazas montada bajo la sábana, recordé cuando de pequeños jugábamos a los médicos, cosa que tú ya sabes.
- Me acuerdo perfectamente del polvo que echamos entre los tres con motivo de tomarle la temperatura. Mira como está ahora tu primo, igual que cuando chiquitito.
Yo me había puesto boca arriba y tenía un pollón como para rajar la sábana.
- Es verdad, que bárbaro, que ganas dan de echarle mano. Me desnudé para ponerme el pijama, pero hacía bastante calor, así que decidí no ponérmelo. La cabeza me daba vueltas de la borrachera, como ahora. Me dije, Luisa acuéstate que la vas a liar, pero entre ver la tienda de campaña de mi primo, el calentón que yo llevaba y acordarme del maricón, me dije que qué coño y me metí en la cama con mi primo, que se medio despertó. Hola Luisa, me dijo y me dio un beso en la mejilla. Hola primo, le contesté con otro beso en la mejilla. ¿Te pasa algo? Me preguntó. Nada importante, es que estoy un poco, bueno, bastante mareada. ¿Quieres que te traiga agua o algo? Me preguntó.
- ¡Qué tierno, si es para comérselo!
- ¿Y qué te crees que hice yo? La polla se le había salido del pantalón corto del pijama, puse mi mano sobre ella y volví a acordarme de todos los muertos del maricón picha floja. ¿Qué te pasa primo? Nada, me pasa todas las noches, las primas dicen que es porque tengo nervios y no los expulso. ¿Tú tienes nervios también? Claro y hoy muchos, le dije cogiendo su mano, llevándomela al chocho y abriendo las piernas …
Empecé a recordar aquello muy ligeramente, como algo que me había ocurrido de pequeño.
- ¿Prima se te ha salido el pipí, porque lo tienes muy mojado? Me dijo cuando movió los dedos sobre él. No, son también los nervios. ¿Quieres que nos los quitemos mutuamente? Le dije empezando a pajearlo. Si tú quieres sí, ¿qué tengo que hacer? Tú quédate, así como estás. Eché la sábana hacia los pies y me puse en la posición del “69”. Ahora pon tu lengua en mi rajita y pásala de arriba abajo, le dije cogiendo su pollón y llevándomelo a la boca. Te huele muy raro tu rajita. No te preocupes es normal cuando las mujeres tenemos muchos nervios. Prima, me gusta mucho lo que me haces para quitarme los nervios. Tu prima Luisa es la que más te quiere, por eso hago esto para quitarte los nervios. Mi primo me estaba comiendo el coño de lujo y eso que no tenía más que trece años.
- ¡Qué cacho de puta has sido siempre! -Le dijo Antonia-.
- ¿Y no te gusta?
- Claro que me gusta, por eso te quiero tanto. -Antonia se levantó, se puso a horcajadas sobre mi prima, que estaba sentada en la otra silla, y la besó en la boca-.
- Después de unos minutos de “69” mi primo me dijo: prima, creo que ya voy a expulsar los nervios. Y yo, primo, sigue y no te preocupes que yo sabré recibirlos. Nos corrimos los dos a la misma vez. Yo me tragué toda su lefa y él todos mis jugos. Ahora podremos dormir los dos más tranquilos, le dije, apagué la luz de la mesilla y nos quedamos abrazados, aunque a mí la cama se me movía como si fuese un barco.
Debían ser las tantas de la madrugada y yo reiniciaba las clases al día siguiente a las nueve de la mañana, pensé que debía dormirme y dejarlas a ellas a su aire. Pero mi prima y Antonia debieron pensar de otra manera, porque empecé a notar que tiraban de la sábana hacia los pies de la cama, hasta dejarme la polla fuera.
- ¿No te entran ganas de comértela entera? -Le preguntó mi prima a Antonia-.
- Y tanto que me entran, esto va a ser como tu primera borrachera, que no nos hemos comido un colín en toda la noche, pero, gracias a Dios, en casa tenemos una barra entera para nosotras. Cómesela tú, que a ti te entra mejor, y yo le como los huevos.
Noté que cada una se ponía a un lado de mí y luego cómo me comían la polla y los huevos. Era evidente que, si estuviera dormido, tendría que despertarme con el trabajo que me estaban haciendo.
- ¿Qué hacéis? -Les pregunté como si acabara de despertarme-.
- ¿Tú que crees? -Me contestó mi prima-.
- Lo mismo que vosotras, que esto es una mamada a dos bocas en toda regla.
- Pues eso, ¿entonces para qué preguntas tonterías? -Me dijo mi prima-.
Doblé la almohada para verlas mientras me la comían. Estaban las dos desnudas y preciosas, acariciándose el chocho mutuamente.
- ¿Qué pasa, no habéis tenido éxito esta noche? -Les pregunté-.
- Carlos, otra pregunta tonta y te doy un bocado. -Me dijo Antonia-.
- ¿Y vosotros aquí en el piso? -Me preguntó mi prima-.
- Bien, tranquilos jugando.
- ¿Al parchís o a la oca?
- De todo un poco. ¡Joder, como me estáis poniendo!
- No es verdad, ya estabas puesto. -Me dijo Antonia-.
- Tienes razón.
- ¿Cómo vas Antonia? -Le preguntó mi prima-.
- En la gloria, tú sigue y verás que prontito me voy a correr con los huevos de tu primo en la boca. ¿Y tú?
- Me puedo correr en cualquier momento.
- ¿Y a mí no me preguntáis?
- ¡Qué espeso te has despertado, nosotras lo sabemos antes que tú! -Me contestó mi prima-.
Me estaban dando una mamada deliciosa, era el final perfecto para el domingo que habíamos tenido. ¡Que bien tener a mis primas, a mi tía y a Antonia en casa!
- Mi primo se va a correr en segundos. -Dijo mi prima y era verdad-.
- ¡Aaaaagggg, siiii, me corro, me corro, toma prima y deja algo para Antonia!
- ¡Y yo, no pares Luisa, sigue, sigue, aaaagggg, que bueno, siiiii, …! -Gritó Antonia-.
Mi prima se sacó mi polla de la boca y mis últimos chorros fueron a caer sobre la cara de Antonia.
- ¡Aaaaaggggg, siiii, sigue Antonia, que me estás matando del gusto, siiiii, …!
- Bueno primo, duérmete que mañana tienes que madrugar y nosotras tenemos que dormir la mona. -Me dijo mi prima al cabo del rato-.
Y tanto que me dormí después de haber expulsado todos los nervios.
Me costó Dios y ayuda levantarme e irme para la facultad. La universidad había decidido que los primeros cursos fueran presenciales, así que nos habían cambiado a las aulas más grandes para poder mantener la distancia de seguridad. Estábamos todo el día con la mascarilla y a los profesores era muy difícil seguirlos entre la mascarilla y la distancia. Me resultó extraño volver a ver a los compañeros y no poder saludarnos más que con el codo o con la mano en el corazón. ¡Valiente gilipollez! El primer día, entre el sueño y los cambios, me costó la misma vida aguantarlo. De vuelta al piso me encontré con Carmen, la profesora del cuatrimestre pasado con la que había tenido un rollete.
- Hola Carmen, casi no te reconozco con la mascarilla.
- Hola Carlos, a mí me pasa igual. ¿Cómo estás?
- Bien, un poco extrañado de la situación.
- Y que lo digas, aunque yo creo que esto va a durar muy poco y vamos a volver a las clases no presenciales.
- Tal y como van las cosas no me extrañaría nada.
- Bueno, a ver si quedamos un día y nos vemos con más tranquilidad.
- Tú tienes mi teléfono, llámame cuando quieras. Siempre estoy disponible para ti.
- Gracias, Carlos, lo haré.
Me gustaba Carmen, tanto por su físico como por su carácter, me apetecía quedar alguna tarde con ella, para hablar o para lo que surgiera.
Llegando a casa recibí una llamada de mi madre.
- Hola, mamá.
- ¿Qué tal tu primer día de clase del cuatrimestre?
- Extraño, lo de la mascarilla y lo de la distancia de seguridad es un coñazo, pero que le vamos a hacer, eso lo que hay. ¿Cómo está papá?
- Todavía convaleciente y con muy pocas fuerzas.
- ¿Y tú, cómo estás?
- No sé, no muy animada. Esto se está convirtiendo en una pesadilla.
- ¡Venga, anímate!
- Lo intentaré hijo, lo intentaré. Hasta mañana.
- Hasta mañana, mamá.
Me quedé preocupado por el desánimo de mi madre. Cuando llegué al piso sólo estaba mi tía Julia, el resto no había vuelto todavía de la facultad.
- Hola, tía. -Le dije dándole dos besos en las mejillas-.
- Hola, Carlos. Quería hablar contigo.
- Claro, dime.
- Es sobre tu madre.
- Acabo de hablar con ella y la he notado muy desanimada.
- ¿No te ha dicho nada?
- No.
- Verás, después de pasar el COVID a tu padre le han quedado algunas secuelas, que según parece se le irán quitando con el tiempo, pero que ahora les tienen muy afectados.
- Mi madre me ha dicho que tiene muy pocas fuerzas, pero no me ha dicho nada más.
- Según me ha dicho ella, se ha quedado temporalmente impotente.
Que mi tía me hablase de la impotencia de mi padre, me puso un poco violento.
- Bueno, ya se le pasará.
- Eso espera ella, pero tu madre es una mujer bastante fogosa, bueno como todas las mujeres de la familia, …
- ¿Tía me tienes que hablar de eso?
- Carlos, ya eres mayorcito y te estoy hablando de un problema que está afectando a tus padres.
- De acuerdo tía, perdóname, sigue por favor.
- La cosa es que la inactividad sexual la tiene nerviosa y deprimida.
- Digo yo que a mi padre le pasará lo mismo.
- Imagino que sí, pero sobre su problema no se puede hacer nada más que dejar pasar el tiempo y esperar que se arregle. Sin embargo, sobre el de tu madre sí. Si estuviera tu abuelo él podría hacer algo, pero como sigue en Estados Unidos, pues no puede hacer nada.
- ¿Tía, puedes ser un poquito menos directa?
- No. Tu madre nos ayudó a tu tía Marisa y a mí cuando tuvimos el mismo problema y ahora tenemos que ayudarla a ella, así que no me vengas con pamplinas.
- Bueno, yo también ayudé algo.
- Tienes razón en eso, no te voy a decir que no. A lo que iba, a tu madre le gustaría poder ir a las reuniones que hace su grupo de amigos los sábados a medio día, ya sabes a las reuniones que me refiero.
Mis padres iban muchos sábados a unas barbacoas que organizaban un grupo de parejas, que luego se convertían en orgías durante toda la tarde.
- Sí, lo sé. Pues que vaya.
- ¿Cómo va a repetir con el problema de tu padre? Sabes que hace unos días fueron a una de sus reuniones pensando que aquello ayudaría a tu padre y nada de nada. Para que pueda ir tienes que acompañarla tú.
- ¿Pero yo cómo voy a hacer eso con mi madre?
- Carlos, no dramatices. Tú la acompañas y después de comer cada uno se va por su lado con un grupo distinto.
Afortunadamente, en ese momento volvieron María, Susana y Vero y dejamos la conversación. A media tarde me llamó Javier.
- Hola, Javier. ¿Has pedido cita para ir al médico?
- Ya he estado.
- ¡Qué rapidez! ¿Y qué te ha dicho?
- No sé Carlos, ha sido todo muy raro.
- ¿Raro por qué?
- Esta mañana temprano empecé a llamar a consultas de los que me dijiste, que si urólogo, sexólogo, sicólogo. Todos me daban cita por lo menos para dentro de un mes.
- ¿Entonces como es que te han visto ya?
- Espera, como todos terminaban en “logo” me dije, bueno pues también servirá un ginecólogo, que además mira las cosas de los bajos.
- ¿Tú eres tonto? ¡Coño, el ginecólogo es sólo para mujeres!
- Déjame que siga. Total, que llamé a una consulta de esas colectivas y pedí cita, me preguntaron que para quién era y yo dije que para mí. Pero usted tiene voz de hombre, me opusieron. ¿Y de qué quiere que tenga la voz? Le pregunté. Pues de mujer.
- ¡Claro coño, si los ginecólogos son para las cosas de las mujeres!
- No me vas a dejar hablar.
- Sigue, anda, a ver cuánto has hecho el ridículo hoy.
- Como estaba simpático, le dije que mis años me había costado tener voz de hombre. ¿A qué es bueno?
- Sí, después de los de Arévalo y de Chiquito de la Calzada no he escuchado otro chiste mejor.
- Vale, pero me dieron cita para esta misma tarde a las cinco …
¿Qué le está pasando a este hombre que cada día está más tonto? Pensé.
- … Me planté en el centro médico ese a la hora que me habían dicho. Mientras esperaba noté que me miraban todas las enfermeras y cuchicheaban entre ellas. Lógicamente yo lo achaqué a mi atractivo natural.
- Claro, como iba a ser otra cosa.
- No seas envidioso.
- Lo intentaré.
- La cosa, es que me extrañó que allí no había más que tías. Carlos, algunas con unos bombos y un volumen de tetas, que empecé a calentarme. Cuando me llamaron entré en una consulta de las varias que había, dentro estaban una doctora y una enfermera, que por cierto tenía un culo de órdago, las dos con mascarilla y pantalla de plástico delante de la cara. La doctora tenía una cara de mala leche que tumbaba, pero vamos, que a mí me daba igual, yo a lo mío.
A que encima el tío tonto ha ido a la consulta de la hija de puta a la que fui con Patricia, pensé.
- ¿La consulta no estaría en la calle Pensamientos?
- Sí, creo que sí, que la calle tenía nombre de flores. ¿Por qué?
- Por nada, sigue con lo tuyo.
- Yo no había estado nunca en la consulta de un ginecólogo y ver el sillón ese para que las tías se abran de patas con el chocho al aire, me dejó obnubilado. Empecé a pensar en pibitas que me gustaría ver en ese sillón y la primera que se me vino a la cabeza fue tu tía Julia.
- ¡Venga ya Javier, quieres dejar tranquila a mi tía!
- Bueno, la cosa fue que la enfermera me tuvo que zarandear para sacarme de aquella visión. Dame el DNI, me dijo, se lo di y se lo llevó a la doctora que lo miró con mucha atención. Sin preguntarme para que había ido, la doctora, con mucha cara de asco, me dijo que me desnudara y me sentara en el sillón de marras.
- ¿Y lo hiciste?
- Claro, ¿si no para que había ido? Mientras me desnudaba me miraban las dos sin pestañear, cuando terminé me senté en el sillón con las piernas bien abiertas y todo el temazo bien a la vista.
- ¿Estabas empalmado?
- No, sólo la tenía algo morcillona.
- Menos mal.
- Se acercaron la doctora y la enfermera para mirarme el tema con mucho detenimiento. ¿Desde cuando eres Javier? Me preguntó la doctora. Pues yo creo que, desde siempre, le contesté extrañado por la pregunta. Es un trabajo impresionante, aunque sea una inmoralidad, le dijo la enfermera a la doctora. Yo no sé dónde vamos a ir a parar, esto de que cada uno escoja el sexo que le apetezca, va contra los principios más básicos de la moral, las buenas costumbres, el orden social y la religión, más o menos vino a decir la doctora. ¿Y tus tetas? Me preguntó la doctora. Pues aquí, no las ve. La enfermera del culo monumental empezó a sobarme los pezones. No hay cicatrices y tiene hasta vello, le dijo a la doctora. ¿Pero bueno, tú a que has venido? Me preguntó la doctora de muy malos modos. Verá doctora, mi problema es que me corro muy rápido y muchas veces y yo quería controlar eso. ¿Qué te corres? Me preguntó la enfermera muy extrañada. Sí, bueno, que eyaculo como si fuera un fusil de repetición y después no se me pone dura, ya me entiende. ¿Pero a ti se te pone eso duro? Me preguntó la enfermera. Claro, ¿quiere verlo? Le contesté.
- ¿Javier, tú no te distes cuenta de lo que estaba pasando?
- Por supuesto, en aquel momento pensé que aquellas dos maduras lo que querían era verme el pollón bien empalmado y yo les iba a dar por el lado del gusto. Total, que ante la atenta mirada de las dos empecé a cascármela. ¿Sabes Carlos, que hacerme un pajote delante de aquellas dos tías me puso como una moto? Igual tengo algo de exhibicionista.
- Sí, eso sería lo que te faltaba.
Mientras Javier me contaba aquello, yo pensaba que como se podía ser tan tonto y seguir vivo.
- Esto tiene que ser algún tipo de mecanismo, dijo la enfermera cuando se me puso como un palo. Sí, el de la calentura, le contesté yo. Date la vuelta, me ordenó la doctora, poniéndose a la misma vez unos guantes. Oiga, cuidado con lo que hace, le dije. ¡Que te des la vuelta, coño y no nos hagas perder más el tiempo! Me gritó y yo hice lo que ella me dijo. Una de las dos empezó a sobarme los huevos a lo bestia y al poco noté que empezaban a hurgarme en el ojete y fíjate que no me molestó. Me acordé de la rubita de Utrera y me dije que tampoco era tan molesto que te hurgaran en el culo.
- Javier, ve terminando, que no tengo toda la tarde para tus andanzas.
- ¡Espera un poquito, joder con tanta prisa! Al cabo del rato me dice la enfermera que me vuelva a sentar bien en el sillón y oigo como la doctora le dice a la enfermera que no ha encontrado ningún mecanismo. ¿Dónde te han operado? Me preguntó la doctora cuando ya estaba otra vez espatarrado y con una empalmaura que no era normal. Tú sabes que hace un poco menos de dos años me operaron de almorranas y como la tía me había estado sobando el ojete, pues yo le dije que aquí en Sevilla. ¿Qué doctor? Insistió y yo le contesté que no me acordaba. ¿Cómo era? Yo no le vi la cara, le contesté, claro coño, si me había operado el culo como iba a verle la cara.
- Lógico.
- ¿Verdad que sí? ¿Eyaculas? Me pregunta la enfermera. Coño, pues no te he dicho que ese era el problema, que parezco una fuente con chorrito. No me lo creo, déjame a mí. Me dice la enfermera y me echa mano al nabo.
- ¡Qué contento te pondrías!
- Hombre pues sí, porque la tía tenía un culazo para estárselo comiendo una semana …
Me acordé del culazo de la enfermera y Javier tenía razón en eso.
- Fue ponerme la tía la mano en el nabo y empecé a correrme como para llenar una bañera sobre las dos tías, que no salían de su asombro. ¿Pero vamos a ver, tú cuándo te has cambiado de sexo? Me preguntó la doctora a voces. Si yo no me he cambiado de sexo, yo soy un tío de toda la vida, le contesté. ¿Entonces a que cojones vienes a una ginecóloga? Pues por el problema que le he dicho que tengo. ¡Tú o eres tonto o eres un sinvergüenza o las dos cosas! Me gritó la doctora, mientras la enfermera llamaba al segurata que me ha echado de la clínica con cajas destempladas y he tenido que terminar de vestirme en la calle.
Yo empecé a reírme casi hasta perder la respiración.
- No te rías, coño, que al final no me han mandado nada y sigo igual que antes de ir al médico.
- La próxima vez vas a un oftalmólogo, que como también termina en “logo”, te puede servir.
- ¿Me vas a dar ya el teléfono de la rubita de Utrera?
- Adiós, Javier, y ve a un médico, pero que te sirva para algo.
Después de hablar con Javier fui a ver a Victoria a su habitación. Estaban mi prima Luisa y ella hablando, sentadas en sus mesas de estudio.
- Pasa Carlos, ¿quieres algo? -Me preguntó mi prima-.
- Nada importante, sólo contarle a Victoria la última de Javier y si tú quieres oírla, pues a ti también.
- ¿Qué ha hecho ahora?
Les conté la conversación que acababa de tener con él. Mi prima se partió de la risa y Victoria puso cara de no poder creerse que fuera cierto.
- ¿Esto te lo has inventado? -Me preguntó Victoria-.
- No Victoria, si conocieras más a Javier, no dudarías de que es cierto. -Le contestó mi prima sin poder parar de reírse-.
- Victoria, si te gusta deberías llamarlo antes de que se vuelva más tonto, pero no le digas que os lo he contado. -Le dije-.
- Lo pensaré, la verdad es que me río con él y eso cada vez es más difícil. -Me contestó riéndose también-.
Volví a mi habitación a intentar estudiar un rato, pero nada más sentarme me acordé de mí más que amiga Paula y la llamé por teléfono.
- Buenas tardes, Paula.
- ¡Hola, Carlos! Ahora mismo te iba a llamar, parece que me hayas leído el pensamiento.
- Me alegro de que te estuvieses acordando de mí. ¿Cómo estás?
- Muy bien, llegando a Sevilla.
- ¡Que bien! ¿Qué ha pasado?
- Tenía unos días libres y he decidido venir a verte. Anda, ven a recogerme a la estación de autobuses en media hora.
- Claro que sí. Salgo para allá, espérame si te adelantas.
- No te preocupes, que te espero. Un beso.
- Igualmente, un beso, hasta ahora.
Me arreglé, me despedí de las que estaban en el piso y salí como alma que lleva el diablo disparado hacia la estación. Por el camino iba pensando en las ganas que tenía de echar un buen polvo con Paula, pero que en el piso iba a resultar casi imposible con el lleno que había. Llegué a la estación a la misma vez que el autobús que venía de Salamanca. Mientras bajaba a los andenes, vi a Paula, preciosa, bajando del autobús con una maleta pequeña. Nos abrazamos, nos besamos y salimos de la estación.
- Tenía muchas ganas de verte. -Le dije ya caminando sin un rumbo fijo-.
- Y yo a ti. Te he echado mucho de menos a ti y a tu polla.
- No me digas eso, que me pongo malo.
- Pues ponte malo porque pienso dejarte seco. -Dijo girándose y dándome un beso en la boca-.
- ¿Quieres que tomemos algo?
- De acuerdo.
Entramos en un pub que nos cogía de camino, pedimos dos ginebras con tónica y nos sentamos en una mesa en la terraza.
- ¿Cómo es que te has decidido a venir para unos pocos días? -Le pregunté-.
- Porque estoy fatal, sueño todos los días unas cosas tremendas y como ya me conozco, sé lo que me hace falta para tranquilizarme una temporada.
- Pues tenemos que pensar cómo nos lo montamos, el piso está a reventar y mi tía Julia está durmiendo en mi habitación.
- Algo habrá que pensar porque yo no puedo darle muchas más largas.
- Ni yo tampoco. Cuéntame alguno de esos sueños tórridos que has tenido, que sabes que me gustan mucho.
- De acuerdo, pero que sepas que nos vamos a poner peor.
- Lo sé, pero es que me gustan demasiado.
- Como quieras. Yo estaba trabajando como enfermera de planta en un hospital. A una compañera y a mí nos correspondía asear a los pacientes accidentados que no podían valerse por si mismos. En un primer momento del sueño no pude reconocer quien era mi compañera, pero al despertarme me di cuenta de que era tu tía Julia.
- Ya empezamos a liarla.
- Que no te quepa duda. Algunas veces, después de asear los cuerpos de algunos pacientes, hombres o mujeres, tanto tu tía como yo, terminábamos cachondas perdidas y cuando nos íbamos juntas a la ducha no podíamos evitar liarnos entre nosotras. Irremediablemente, empezábamos muy formales, pero al cabo de un minuto o una u otra iniciaba una maniobra de aproximación de besos y magreos, que daba pie a terminar haciéndonos una paja mutuamente, a veces con los dedos y otras tiradas en el suelo de las duchas haciendo un “69”, hasta llegar a unos fuertes orgasmos que lograban rebajar algo la calentura. Procurábamos ser discretas, pero no siempre lo conseguíamos.
- Me lo estoy imaginando y empiezo a ponerme malo.
- Esta escena, de una u otra forma se repetía insistentemente en el sueño.
- ¿Mi tía y tú erais lesbianas?
- No, sólo que nos poníamos muy cachondas, ninguna tenía pareja y nos consolábamos la una a la otra. Un día otras compañeras nos comentaron que iba a venir un enfermero nuevo, bastante jovencito y de muy buen ver. A los pocos días de esa noticia, cuando tu tía y yo hacíamos nuestra ronda de aseo de los hospitalizados, encontramos uno que no teníamos en nuestra relación de pacientes, llevaba una mascarilla que le tapaba gran parte de la cara y parecía tener los dos brazos inmovilizados. Tenemos uno no previsto, dijo tu tía. No les habrá dado tiempo a comunicárnoslo, le contesté y luego le pregunté al paciente si quería que lo aseásemos, a lo que el contestó moviendo la cabeza en arriba y abajo. Tu tía echó la sábana hacia los pies y las dos nos quedamos paralizadas. El paciente, que estaba desnudo, tenía un pedazo de polla descomunal y eso que la tenía sólo morcillona. Nos miramos las dos con cara de asombro ante aquella visión, cogimos las esponjas mojadas en agua templada con jabón y fuimos pasándoselas por el cuerpo sin quitar ojo de su polla. Cuando terminamos con su torso, pasamos a sus piernas, percibiendo como, con el contacto de nuestras manos con su cuerpo, su polla empezó a empalmarse, hasta que se le pegó al estómago, le llegaba bastante por encima del ombligo y era tan gorda, que sería imposible abarcársela con una sola mano. Nuestra tensión fue en aumento, sobre todo porque era la parte que nos quedaba por lavarle.
- Qué mal trago estaríais pasando las dos.
- Como te he contado, ninguna de las dos éramos de piedra, sino todo lo contrario. Fue tu tía la primera en empezar a pasarle la esponja por el tronco de la polla y yo la seguí haciendo lo mismo con sus huevos, gordos como pelotas de tenis. ¿Quieres que te relajemos? Le preguntó tu tía y el movió la cabeza de arriba abajo con mucha energía.
- Que dos buenas samaritanas.
- Ya sabes, haz el bien y no mires a quién. Tu tía dejó la esponja en el barreño y trató de cogérsela con la mano, no pudiendo abarcarla, luego trató de meterse en la boca el cabezón que tenía, a lo cual tuvo que renunciar dado su tamaño, con lo que empezó a lamerle el frenillo y a pasar su lengua por el tronco. ¿No te animas, Paula? Me preguntó y yo sin soltarle los huevos abrí la boca tanto como pude y logré meterme aquel cabezón, lo que casi me impidió seguir respirando. Después de un buen rato de mamada, tu tía me preguntó: ¿Crees que podrías follártelo? No lo sé, es demasiado grande. Inténtalo, que luego te arrepentirás si no lo haces. El razonamiento de tu tía me convenció, me quité el pantalón del uniforme y el tanga y me subí a la cama, poniéndome en cuclillas sobre aquel pollón. Tu tía lo colocó a la entrada de mi chocho y yo empecé a bajar poco a poco, pero fue imposible que me entrara aquel cabezón, por lo que le pedí a tu tía que se lo dejara sobre la barriga para poder rozarlo con mi clítoris y hacerme una paja. Estaba tan caliente que no tardé en correrme. Déjame a mí intentarlo ahora, estoy tan mojada que seguro que puedo. Me dijo tu tía cuando logré reponerme del corridón que había tenido. Mientras tu tía se desnudaba yo logré echarme a un lado, cogiéndole la polla al paciente para ayudarla en su titánico intento. Cuando ya estaba en posición, se sobó el chocho reiteradamente, antes de intentar clavarse aquel mástil. Al principio pensé que no podría, pero poco a poco consiguió que le entrara primero el cabezón y luego el tronco casi entero. Sus gemidos y sus gritos rebelaban el placer que estaba sintiendo y que yo traté de aumentar lamiendo a la vez su clítoris y los huevos del paciente. Después de una buena follada, noté que el paciente no iba a tardar en correrse y se lo dije a tu tía. Ya lo sé, Paula, se le está poniendo todavía más gorda y más dura. Al poco el paciente emitió un salvaje sonido gutural y tu tía empezó a moverse como una loca al correrse a la misma vez que él.
- ¡Vaya sueñecito Paula! Me estás poniendo a reventar.
- Espera que no he terminado.
- Esa noche cogiste bien el sueño.
- Había tenido dos exámenes y me había hartado a trabajar en el pub, así que estaba muerta de cansancio. La noche de la follada no pude dejar de soñar con el pollón del paciente y a la mañana siguiente fuimos a asearlo el primero, pero ya no estaba. Ante el desconsuelo que nos produjo su marcha, al terminar la jornada tu tía y yo volvimos a nuestros juegos en la ducha. La cosa debió de animarse más de la cuenta, porque cuando apoyé un pie en el jabonero, para que tu tía pudiera comerme mejor el chocho, lo tiré al suelo y las dos nos asustamos. Cuando miramos el estropicio que había hecho, vimos que había un agujero desde el que se veían las duchas de los hombres. En ese momento no había nadie, pero inmediatamente entró un hombre joven desnudo de espaldas a nosotras. A mi el hombre me pareció familiar, como si lo conociera de antes, pero tuve la seguridad cuando se volvió y pudimos ver su polla. A ninguna nos cupo duda de que era el paciente del pollón. Nos miramos extrañadas, ¿qué hacía el paciente en el vestuario de los enfermeros? A tu tía se le iluminó la bombilla y me dijo: este es el enfermero nuevo, que le habrán hablado de nuestra debilidad por la carne y decidió tendernos una trampa el otro día.
- Ya os gustaría a vosotras una trampa de esas todos los días.
- Y mejor dos veces al día. Con lo disparatado que tienen los sueños nos envolvimos en nuestras toallas y fuimos al vestuario de los enfermeros a aclarar que había pasado.
- ¿Y para nada más?
- Bueno, si surgía algo, mejor todavía. Afortunadamente, parecía no haber nadie más en el vestuario y entramos a las duchas. Por el movimiento de su brazo, ya que estaba de espaldas a nosotras, el paciente-enfermero debía estar haciéndose un pajote de mucho cuidado. La verdad es que tenía un culo para comérselo. Tu tía se adelantó, se pegó a él por la espalda y adelantó sus brazos para cogerle el pollón. Se te han mejorado mucho los brazos desde el otro día, le dijo. Él se asustó y se volvió hacia nosotras. Me quedé sorprendida porque el tío eras tú.
- ¡Menos mal, esta vez me pones sólo de aprovechado!
- ¿Carlos que haces aquí? Te pregunté. Siento la treta, pero os había visto un día en las duchas y no pude contenerme, dijiste. Tenías la polla descapullada con una erección de caballo.
- Como ahora más o menos.
- ¿De verdad estás empalmado?
- Y tan de verdad.
- Pues yo estoy chorreando, si me muevo escuchas el chapoteo.
- Yo voy a tener que ir al servicio.
- Espera que termine de contarte. ¿Lo conoces? Me preguntó tu tía. Sí, es amigo de mi amiga Victoria, le contesté. ¿Para qué tienes que tendernos una trampa con lo que tienes ahí abajo? Te preguntó tu tía. Me producía mucho morbo que me aseaseis, aunque no esperaba que terminarais follándome como lo hicisteis. Mientras hablabas tu tía seguía con tu polla en las manos continuando el pajote que te estabas haciendo cuando entramos. ¿Te gustaría que te duchásemos entre las dos? Te pregunté, besándote después en la boca. Mucho, a ti Paula te tengo ganas desde que te conocí y tú Julia, eres una mujer madura que me pone una barbaridad. Cogí el bote de gel que tenías, empecé a verterlo sobre ti y a esparcirlo con mis manos, mientras volvía a besarte en la boca.
- Paula, no puedo aguantar más, tengo que ir al servicio o me corro en los pantalones.
- De acuerdo, pero no tardes.
Me levanté con las manos en los bolsillos para disimular el bulto que llevaba en la entrepierna y me dirigí rápidamente a los aseos, pensando en la paja que me iba a hacer. El aseo era de esos que no tienen más que una cabina, al tratar de cerrar la puerta me di cuenta de que el pestillo estaba roto, pero ante la urgencia, pensé en ponerme de cara a la pared y listo, total, el pub estaba casi vacío. Como pude me la saqué por la portañuela, pero cuando iba a empezar escuché la puerta.
- ¡Está ocupado! -Dije sin volverme-.
- Eso ya lo veo. -Era la voz de Paula que estaba cerrando la puerta tras entrar-.
Me empujó hasta conseguir sentarse en el inodoro, tras bajarse las bragas primero. Me cogió la polla y me dijo:
- Eres un egoísta, que pensabas hacerte un pajote y dejarme a mí con el calentón que tengo.
- De verdad que no podía aguantar más.
- ¡Que te gustan mis sueños!
Se quitó la mascarilla, se metió mi polla en la boca y empezó a sobarse el chocho a la misma vez.
- ¡Qué ganas tenía de estar así! -Dije quitándome también la mascarilla-.
- ¿Te gusta que te la coma?
- Contigo me gusta todo.
Paula me la comía de lujo, yo llevé mis manos a sus tetas, no llevaba sujetador y podía estrujarle sus tetas a gusto.
- ¡Carlos, voy a correrme, córrete tú también!
- Y tanto que voy a correrme. Hoy no vas a poder cenar, porque te voy a empachar. ¡Aaaaagggg, aaaagggg, todo para ti, sigue, sigue, que tengo más, aaaagggg, …!
- ¡Aaaagggg, siiiii, aaaagggg, dame más que hoy no he comido, aaaagggg, siiiii, …!
Nos corrimos los dos como fieras y luego tuve que sentarme en sus piernas.
- ¿Qué te pasa, no puedes con otro? -Me dijo-.
- Mejor luego, que aquí nos van a pillar.
- ¿Probamos en el de mujeres?
- Pues sí que has venido tú calentita.
- No te lo puedes imaginar.
Nos recompusimos lo que pudimos y salí yo primero por ver si había alguien. No había nadie y Paula salió también.
- ¿Nos vamos? -Preguntó-.
- ¿No me vas a contar el final del sueño?
- ¡Qué mejor final quieres que el que has tenido!
Nos fuimos para el piso. Pensé que ya veríamos como nos acoplábamos para dormir. Cuando llegamos miré por los dormitorios, ya que no se oía a nadie. Sólo estaba Susana, haciendo algo en el ordenador de una de mis primas.
- Buenas tardes, Susana. Ven y te presento a una buena amiga.
Susana se levantó, llevaba sólo una camiseta y era evidente que no llevaba sujetador, por como se le marcaban los pezones. Cuando iba tras ella por el pasillo se le veía buena parte de su espléndido culo y el inicio de la tirilla del tanga.
- Paula, te presento a Susana, la amiga mejicana de mi prima Vero, que está pasando unos días en España.
- Encantada Susana.
- Lo mismo digo Paula.
Se saludaron con dos besos en las mejillas.
- ¿Tú eres la que pilló a Carlos haciéndose una paja por culpa de mis sueños? -Le preguntó Paula a Susana-.
- La misma, fíjate el buen recibimiento que tuve. -Le contestó Susana riéndose y cogiéndome del brazo-.
- Desde luego que sí. -Dijo Paula-.
- Bueno, os dejo que querréis estar solos. -Dijo Susana, le dio de nuevo dos besos en las mejillas a Paula y se fue a su dormitorio-.
- Vaya si está potente la mejicana. -Me dijo Paula, cuando Susana se había marchado-.
- ¿No te lo había comentado?
- Pues no, por algo será.
- ¿Te vas a poner celosa?
- Ya sabes que no. Hasta a mí me gustaría tener un rollito con ella.
- Si me imagino la escena, vas a tener que volver a aliviarme.
Se oyó la puerta del piso y al momento mis primas asomaron la cabeza en mi habitación.
- ¡Paula, que alegría volver a verte! -Dijeron a coro-.
- ¡Igualmente, que buenos recuerdos me traéis!
- ¡Paula, que sorpresa! -Dijo Victoria pasando entre mis primas para abrazarla-.
- ¡Qué ganas tenía de verte! ¿Qué tal te tratan en esta casa? -Le dijo Paula a Victoria mientras la abrazaba-.
- De maravilla, mejor imposible. ¡Qué guapa estás, aunque un poco más delgada de la cuenta!
- Es que a mí no me tratan tan bien como a ti. Julia, no sabía que estabas aquí. Dame un beso.
Paula se soltó de Victoria, se acercó a mi tía y le dio un beso en la boca, con el consiguiente cachondeo de mis primas.
- Me alegra mucho volver a verte. -Le dijo mi tía-.
- Yo también me alegro, me he acordado mucho de ti. -Y yo pensé en el sueño que Paula me acababa de contar-.
- ¿Quieres que os dejemos solas? -Le dijo su hija María a mi tía Julia con mucha guasa-.
- No hace falta, ya tendremos tiempo de vernos a solas. -Le contestó mi tía-.
- ¿Y Antonia, sigue viviendo aquí? -Preguntó Paula-.
- Claro que sí, lo que pasa es que hemos discutido porque una tía no hacía más que mirarme y la muy zorra para darme en las narices ha dicho que iba a comprarse un biquini y se ha marchado. -Le contestó mi prima Luisa-.
Mis primas y mi tía se fueron y nos quedamos Paula, Victoria y yo en mi habitación. Ellas dos volvieron a abrazarse.
- Dentro del desastre de la pandemia, te veo muy bien. -Le dijo Paula a Victoria-.
- Gracias a ti y a Carlos por permitirme vivir con ellos. No te puedes imaginar que bien se lo pasan.
- Me lo puedo imaginar perfectamente, conozco a casi toda su familia.
- ¿Cómo te va en Salamanca?
- Aburrida, no hago más que estudiar y servir copas.
- ¡Anda ya, algo más harás!
- Ya me gustaría a mí hacer algo más.
- ¿Ni un triste revolcón?
- Eso le estaba diciendo a Carlos, ya sabes tú que cuando estoy de sequía tengo sueños tórridos, pues desde hace semanas los tengo todos los días.
- Ya verás como en estos días se te quitan las telarañas.
- Eso espero. Carlos y yo ya hemos empezado el tratamiento. -Paula le contó lo que había sucedido en el pub-.
- Pues sí que vienes calentita.
Mi tía Julia asomó la cabeza por la puerta.
- Victoria, cámbiate conmigo de habitación y así estáis más tiempo juntas.
- Como quieras. Te lo agradezco porque tenemos muchas cosas que contarnos.
Victoria se fue a recoger algunas de sus cosas y mi tía empezó a coger algunas de las suyas del armario. Paula se acercó a mi tía y la abrazó por detrás.
- El otro día soñé contigo. -Le dijo Paula al oído-.
- ¿Y qué tal?
- Muy bien, entre las dos nos follábamos a Carlos. Ya te lo contaré con más tiempo.
- Lo estoy deseando. Poned la mesa que vamos a cenar pronto. -Dijo mi tía al marcharse-.
- ¡Qué guapa está tu tía!
- Sí y tan tremenda como siempre.
Justo antes de sentarnos a la mesa llegó Antonia con una bolsa de una tienda de lencería.
- ¿Queréis ver el biquini que me han regalado?
- ¿Y a ti por qué te tienen que regalar nada? -Le preguntó mi prima Luisa bastante mosqueada-.
- Porque he hecho un posado con los biquinis de temporada. Mirad. -Dijo Antonia sacando un micro biquini blanco de la bolsa-.
- ¡Mira que eres zorra! -Le dijo mi prima Luisa al verlo-.
- Pues es el más decente de los que me puesto para las fotos.
- Ya hablaremos tú y yo más tranquilamente.
Cenamos, charlamos un poco y nos retiramos los tres a nuestra habitación.
- Yo dormiré sola en la litera de arriba. -Dijo Victoria-.
- Tú, ya veremos si duermes. -Le contestó Paula-.
- ¿Por qué, tienes algo pensado para mí?
- Ahora soy feliz, Victoria, estoy ahora mismo con las dos personas a las que más quiero, además de a mi familia. Durante años he pensado que debía separar la amistad del sexo, pero ahora comprendo que estaba equivocada. ¿Qué mejor que tener sexo con mis dos mejores amigos?
Victoria se acercó a Paula y se besaron en la boca. Yo me acerqué también a ellas y las abracé a las dos.
- ¿Tú que dices Carlos? -Me preguntó Paula-.
- Sabes que yo he pensado siempre así.
- ¿Por qué no me desnudáis entre los dos? Necesito que me deis mucho cariño y mucho sexo para poder volver a mi destierro de otra manera. -Dijo Paula-.
Tenía razón Paula al llamarlo un destierro. La voluntad de superación y la falta de recursos económicos la habían obligado a marcharse. Nos fundimos los tres en un abrazo y en un beso en la boca y Victoria y yo empezamos a sobar el culo de Paula.
- Os he echado mucho de menos, creía que era una persona más autosuficiente, pero me he dado cuenta de que no y, además, que tampoco quiero serlo, quiero depender de mis amigos.
Victoria le bajó la cremallera del vestido, Paula lo dejó caer y se quedó sólo con el tanga, estaba preciosa, aunque, como le había dicho Victoria, tal vez excesivamente delgada.
- ¿Estáis ya liados o puedo pasar? -Preguntó Antonia llamando a la misma vez a la puerta-.
- Pasa Antonia. -Le contestó Paula-.
- ¿Qué pasa Antonia? -Le pregunté cuando ya estaba dentro del dormitorio-.
- Tu prima, que ha cogido un rebote con lo del biquini que no es normal. -Llevaba una bata corta que dejaba buena parte de sus bonitas piernas a la vista-.
- Coño, Antonia, si tú sabes cómo se pone cada vez que sacas el tema de los biquinis, ¿qué quieres? -Le dije-.
- Ella se ha llevado toda la tarde tonteando con una y poniéndole ojitos. Me ha cabreado y le he dado donde sé que le duele. Por cierto, Paula, estás muy guapa.
- Gracias.
- ¿Y qué ha pasado en la tienda?
- Cuando he llegado, estaban haciéndole fotos a una modelo en biquini más fea que pegarle a un padre. El fotógrafo, que estaba como un queso, me ha visto, ha cuchicheado algo con una mujer, que ha resultado ser la dueña, y ella me ha propuesto si yo quería posar en biquini. Y yo he pensado que por que no.
- Claro, yo habría hecho lo mismo. ¿A qué chica no le gustaría posar? Y más en biquini. -Dijo Paula-.
- La modelo se ha pillado un cabreo de cuidado y se ha ido con cajas destempladas, así que he tenido que posar toda la colección. Yo empecé a tontear con el fotógrafo, por ver si, además, me daba el lote con él. Vana ilusión la mía, porque el tío le dio un piquito al que se encargaba de la iluminación, dejando bien claro que era gay. Pero vamos que he pasado una tarde estupenda posando biquinis y luego la dueña me ha dicho que me regalaba el que quisiera. ¿Os gusta cómo me queda?
Antonia se abrió la bata para que viéramos el biquini y desde luego la visión fue tan espectacular como la del día que nos contó la historia del biquini azul, incluso era posible, que el que ahora llevaba puesto, fuera todavía más indecente que el otro.
- Te queda perfecto, pero o tienes un moreno integral o no hay forma de ponérselo. -Le dijo Paula-.
- Pero como yo lo tengo. Ventajas que tiene ser nudista.
- ¿Entonces para que quieres los biquinis? -Le preguntó Victoria-.
- Porque me ponen muy cachonda.
- ¿Quieres que hable con Luisa? -Le pregunté-.
- No, déjala que rabie un rato. Imagino que me toca la litera de arriba con Victoria, ¿no?
- Exacto. -Le contestó Victoria empezando a desnudarse-.
Antonia se subió a la litera, se quitó el biquini y se lo lanzó a Paula.
- Quédatelo, porque si no Luisa lo va a quemar. -Le dijo, tumbándose en la cama-.
Victoria se quedó en bragas y se subió también a la litera de arriba.
- ¿No te desnudas? -Me dijo Paula al oído quitándose el tanga-.
- Sí, a ver si no tardan en dormirse y podemos echar un ratito tú y yo.
- A ti que más te da, nosotros a lo nuestro.
Paula se metió en la cama y se tapó con la sábana, mirándome mientras yo me desnudaba. Cuando lo hice me metí en la cama a su lado, abrazándola por detrás.
- Es delicioso estar así a tu lado. -Le dije, llevando mis manos a su vientre-.
- Lo mismo te digo, pero yo tengo más ganas de otra cosa que de dormir. -Me contestó cogiéndome una mano y llevándosela a su chocho-.
- Ya noto que estás preparada.
- Hace días que no se me ha secado el chocho. -Dijo echando un brazo hacia atrás para cogerme la polla-. Tú también estás bastante preparado.
Me separé de Paula y me metí entre sus piernas bajo la sábana.
- ¿Qué buscas ahí?
- La fuente de mis placeres.
Le olía el chocho a jugos como pocas veces antes le había notado un olor tan fuerte. Cogí su clítoris con dos dedos y me apliqué a lamerle y comerle su chocho.
- ¡Como necesitaba esto! -Suspiró Paula-.
- ¿Cómo vais por ahí abajo? -Preguntó Victoria-.
- De maravilla. ¿Y vosotras por ahí? -Le contestó Paula-.
- También de maravilla. -Contestó Victoria-.
- ¿Te está tomando Antonia la temperatura? -Le pregunté acordándome del día que había jugado a los médicos con Antonia y mi prima Luisa-.
- No te puedes hacer una idea de si me está tomando la temperatura.
Comerle el coño a Paula me estaba poniendo como una moto. Subí la mano que tenía libre para sobarle sus tetas.
- ¡Carlos, sigue, sigue, no pares, que ya estoy, aaaagggg, siiiii, siiii, sigue, sigue, …! -Me dijo Paula al correrse llenándome la boca todavía más con sus jugos-.
Cuando terminó de correrse ya no pude más, me incorporé y me puse a la altura de sus tetas, ella me cogió la polla y en dos segundos me estaba corriendo sobre sus tetas, su garganta y su cara. Mientras me corría escuché como Antonia y Victoria se estaban corriendo a la misma vez. Le di unos pañuelos de papel a Paula para que se limpiara. Luego nos acurrucamos y nos quedamos dormidos en la gloria.
Me levanté temprano para ir a la facultad. Fui a prepararme un café y mi tía Julia estaba ya en la cocina en albornoz.
- Buenos días, sobrino.
- Buenos días, tía Julia.
- ¿Te pongo un café?
- Sí gracias, tía.
- ¿Has pensado en lo que hablamos ayer de tus padres? -Yo ya sabía que cuando la familia de mi madre coge un tema entre manos, te puedes dar por muerto-.
- La verdad es que no.
- Pues hazlo, Carlos.
- Lo haré, tía.
- Buenos días. -Dijo Susana entrando en la cocina sólo con una camiseta de tirantas desbordada por sus tetas. Pensé que estaba como un cañón-.
- Hola, Susana. -Dijimos mi tía y yo-.
- Buenos días. -Dijo ella dándonos un beso a cada uno-.
- Si no os importa me voy a duchar, que hoy tengo clase temprano. -Les dije cuando terminé el café-.
- Ve, nosotras no tenemos prisa y las niñas no tienen clase a primera hora, así que se levantarán más tarde. -Me contestó mi tía-.
Me fui para el baño pensando en lo buena que estaba Susana. Me quité el albornoz y después de mear me puse frente al espejo para afeitarme. Al minuto llamaron a la puerta.
- Carlos, soy Susana puedo entrar.
- Sí, claro.
- Perdona, pero es que tengo que orinar. -Dijo entrando y cerrando la puerta de nuevo tras ella-.
- No te preocupes, hoy me toca afeitarme.
Por el espejo vi como se sentaba en el inodoro y comenzaba a mear con un potente chorro. La camiseta que llevaba debía usarla para dormir y su tamaño era muy insuficiente para el de sus tetas, que luchaban por escaparse por las amplias aberturas laterales. Mi polla empezó a reaccionar a semejante visión y ahí se me encendió la bombilla, no había hombre en el mundo que resistiera semejante visión sin que su polla reaccionara. ¿Y si en lugar de acompañar a mi madre a su orgía, lograba que mi padre saliera de su problema gracias a Susana? Paré de afeitarme y me quedé mirando fijamente a Susana, que no tardó en darse cuenta de que la estaba observando y también de que me estaba empalmando. Se limpió la última gotita con un poco de papel higiénico y se quedó sentada mirándome también fijamente.
- ¿Te gusta lo que ves? -Me preguntó-.
- ¿Y a quién no?
Sin dejar de mirarnos, Susana se sacó sus enormes tetas de la camiseta, se levantó del inodoro, se puso a mi espalda, apretando sus tetas, y me cogió la polla con las manos.
- ¿Me vas a hacer una paja? -Le pregunté-.
- Sí, me apetece mucho. -Me contestó empezando a mover sus manos-.
- ¿Puedo pedirte un favor muy especial? -Le pregunté-.
- Por supuesto, para eso están los amigos.
- Susana, mi padre padece una secuela del COVID. Está temporalmente impotente y tanto él como mi madre están muy afectados.
- Lamento, que tus papás tengan ese problema, pero ¿cómo puedo ayudarte?
- Quiero que te vengas este viernes conmigo a mi casa y te folles a mi padre.
Susana no me respondió de entrada, pero aceleró el trabajo de sus manos.
- Déjalo, ha sido una idea tonta. -Le dije ante su silencio-.
- No, Carlos, es tan perversa que me encanta.
- ¿De verdad harías eso por mí?
- Por ti y también por mí.
- ¿No quieres que follemos?
- Déjalo, estoy disfrutando mucho haciéndote una paja.
- Y yo con que me la hagas, pero te advierto que estoy a punto.
- Lo sé, córrete.
- ¡Uuuuuffff, aaaagggg, sigue Susana, sigue ordeñándome que tengo más, siiii, aaaaggg, …!
Me corrí como una fiera en el lavabo y alrededores.
- ¿Es que ayer no hiciste nada con Paula? -Me preguntó Susana sin dejar pajearme-.
- Claro que hicimos, pero es que tú eres mucha mujer.
- Gracias. Te dejo para que termines de afeitarte y te duches.
Susana se recogió sus enormes tetas dentro de la camiseta y antes de salir del baño me dijo:
- ¿Cuándo nos iríamos a tu casa?
- El viernes para comer allí.
- Perfecto.
Cuando se marchó Susana me quedé pensando en que debía contarle a mi madre el plan. Después de ducharme fui a mi habitación a vestirme. Paula y Victoria seguían dormidas y Antonia ya no estaba. Antes de marcharme desperté a Paula y le dije que fueran ella y Victoria a recogerme a la facultad para comer fuera.
En el descanso entre las clases llamé a mi madre.
- Hola, mamá.
- Hola, hijo. ¿Qué haces, que no estás en clase?
- Estoy en el descanso.
- Ah. ¿Qué quieres?
- Mamá, ayer me contó la tía Julia el problema de papá y cómo te repercute a ti.
- Ahora soy yo la que no está cómoda con la conversación.
- Venga, mamá, que ya soy mayorcito.
- De todas formas, eres mi hijo.
- Ya, mamá. ¿Te acuerdas de Susana, la mejicana amiga de Vero?
- Sí. ¿Por qué?
- Porque vamos a ir juntos este fin de semana al pueblo.
- Ya sabes que a tu casa vienes.
- Lo sé. He pensado que los atractivos de Susana podrían despertar a papá de su letargo.
- ¡Hijo!
- Déjame hablar. Ella está de acuerdo y por probar no perdemos nada.
- La verdad es que, entre los atractivos de Susana y la novedad, tendría que estar muerto para no animarse. Pero no lo termino de ver claro.
- ¿Por qué, tendrías celos?
- No digas tonterías. La relación entre tu padre y yo es abierta y eso es lo que la hace fuerte. Si consigue hacerlo con Susana, pues mejor primero para él y luego para mí.
- Te tengo que dejar que es la hora de volver a entrar.
- Gracias, hijo, por preocuparte por nosotros.
- No hay de qué.
Ya solo quedaba trazar el plan para que Susana sedujera a mi padre, aunque eso para ella no parecía que le fuera a resultar muy difícil.
Cuando salí de la facultad me estaban esperando en la puerta Paula y Victoria. Paula se entretuvo un rato saludando a algunos compañeros, mientras Victoria concitaba el interés del resto de los que salían de la facultad.
- ¿Dónde os apetece comer? -Les pregunté-.
- Donde tú quieras. -Contestó Victoria-.
- Llévanos a un sitio que no sea demasiado malo. -Dijo Paula-.
- Vamos a un italiano, que no está mal y está cerca. -Dije-.
Andamos unos cinco minutos hasta el restaurante. Tuvimos suerte y tenían una mesa para tres en la terraza. Pedimos. Victoria estaba exultante.
- Hoy tengo el cuerpo golfo. -Dijo Victoria cuando el camarero se marchó-.
- ¿Y cuando no? -Le dijo Paula-.
- Ya, pero hoy estoy especialmente perraca. Tengo unas ganas de follaros y de que me folléis que no son normales.
- ¿Qué te ha pasado para que estés así? -Le pregunté-.
- Yo creo que es por un sueño que he tenido esta noche.
- ¿De qué iba? Ya sabes que a mí me encantan los sueños guarros. -Le preguntó Paula-.
- Desgraciadamente no logro ponerlo en pie. Yo no tengo tu habilidad para recordar los sueños. ¿Os apetece ir después de comer a un sitio de folleteo que conozco?
- ¿Qué sitio es ese? -Le preguntó Paula-.
- Uno muy especial que tiene habitaciones para practicar sado maso.
- ¿Y tú cuando has estado ahí?
- Hace tiempo tuve un noviete al que le iba ese rollo y algunas veces íbamos a echar un buen rato.
- ¿Te gusta el sado maso? -Le preguntó Paula-.
- A veces. ¿A ti no?
- No lo sé, no lo he practicado nunca.
- ¿Y no te pica la curiosidad?
Yo las estaba escuchando a las dos un tanto perplejo, pero la verdad es que me apetecía mucho que jugáramos los tres a lo que fuera.
- Un poco sí. -Le contestó Paula-.
- ¿Y a ti Carlos? -Me preguntó Victoria-.
- A mí con vosotras dos me apetece todo. -Y decía la verdad-.
Cuando terminamos de comer cogimos un taxi que nos llevara al sitio que había propuesto Victoria. La idea de practicar sado masoquismo con las dos me había puesto muy caliente. Me acordé de mi tía Julia y su más que afición al masoquismo. El sitio era un antiguo motel que había quedado en un descampado de una urbanización. Parecía que lo habían arreglado algo, aunque no demasiado. Un cartel en la puerta indicaba que se pagase en una maquina automática y que la misma máquina facilitaría una tarjeta para abrir las puertas con el número de habitación. Lo hicimos, y ya con la tarjeta, miramos un plano para ir a la habitación.
- Me he puesto muy caliente con todo esto. -Dijo Paula-.
- Yo también. -Le contesté-.
- Yo ya venía caliente. -Dijo Victoria-.
Con la tarjeta abrimos una cancela que daba acceso a una galería abierta para acceder a las habitaciones. No había un alma en el sitio o nosotros no la veíamos. Llegamos a la habitación. Paula, que llevaba la tarjeta, abrió la puerta. El interior era un tanto cutre, sobre todo por un papel pintado que imitaba los muros de piedra de una mazmorra. El mobiliario lo componían una gran mesa con argollas para manos y pies, una jaula alta y estrecha como para una persona de pie, un yugo y algunos látigos colgados de las paredes, junto con algunos dibujos de temática sadomasoquista muy viejos y feos. Miré a Paula, que observaba atentamente la habitación. Su cara denotaba que debía estar muy caliente.
- ¿Cómo lo hacemos? -Preguntó Victoria-.
- Vosotros dos desnudaros. -Dijo Paula, que parecía haber tomado el mando-.
- ¿Y tú? -Le pregunté-.
- Yo lo haré cuando quiera, aquí mando yo.
Me gustaba verla en el papel de dominanta. Estaba muy guapa y sexi. Victoria y yo empezamos a desnudarnos.
- Así no, desnudaros el uno al otro y besaros. -Ordenó Paula-.
Victoria se volvió de espaldas para que le bajase la cremallera del vestido. Esta vez lo hice sin problemas y ella dejó caer el vestido, quedándose en bragas. Se notaba que tenía la polla muy morcillona. Luego se volvió, acercó su boca a la mía y empezó a besarme, mientras me soltaba los botones de la camisa. Empecé a notar la presión de su polla contra la mía, que también estaba medio en erección.
- Estoy muy caliente. -Me dijo mientras me soltaba el pantalón y yo me quitaba la camisa-.
- Y yo. -Le dije sobándole el culo y bajándole las bragas-.
- Carlos, túmbate en la mesa. -Me ordenó Paula-.
La obedecí. Al tumbarme ya tenía una erección completa. Paula me subió los brazos y me puso las argollas en las muñecas y luego me las puso en los tobillos dejándome inmovilizado. Me calentó mucho estar atado en esa posición.
- Victoria, haz un “69” con Carlos.
Victoria se subió a la mesa, se cogió la polla y me la metió en la boca. Tenía la polla caliente, descapullada y tremendamente dura. Luego me cogió la mía con la mano, se agachó y se la metió en la boca. Por el rabillo del ojo veía a Paula que, todavía vestida, se sobaba las tetas y el chocho por encima del tanga. Luego cogió un pequeño látigo de la pared, se acercó a nosotros y descargó un golpe en el culo de Victoria, que como reacción se metió todavía más mi polla en la boca. Nunca había tenido una polla en la boca, pero estaba tan caliente que me estaba gustando mucho. Después de descargar varios golpes más en el culo de Victoria, Paula, se lo abrió con las manos y empezó a lamerle el ojete.
- Paula, vas a hacer que me corra. -Le dijo Victoria-.
- El primero que se corra va a la jaula. -Le contestó sin dejar de lamerle el ojete y dándole un fuerte cachete en el culo-. Carlos, ¿te gusta comérsela a Victoria?
- Estoy tan caliente que creo que sí.
Paula se separó un momento del culo de Victoria para quitarse la camiseta que llevaba. Sus hermosas tetas rebotaron cuando pasaron a través del final de la camiseta. Luego siguió chupando el ojete de Victoria.
- ¡Paula, no puedo más, me voy a correr! -Gritó Victoria-.
Paula sacó la polla de Victoria de mi boca y la volvió hacia ella, sin dejar de comerle el ojete hasta que Victoria se corrió largamente sobre sus tetas gritando.
- ¡Sigue Paula, estaba deseando esto desde hace mucho tiempo, sigue, sigue por favor, aaaagggg, …!
- ¡Y yo, pero ahora a la jaula! -Le dijo Paula a Victoria-.
- Primero deja que te limpie. -Le contestó Victoria bajándose de la mesa y yendo hacia Paula, le cogió sus tetas y empezó a chupárselas limpiándolas de su semen-.
Cuando se las dejó limpias se dirigió hacia la jaula seguida de Paula, que cerró la puerta cuando estuvo dentro.
- Suéltame, Paula, que quiero follarte. -Le pedí-.
- Para eso no hace falta que te suelte.
Se subió a la mesa y en cuclillas, mirándome a los ojos, fue bajando por mi polla hasta tenerla casi entera dentro. Su cara demostraba que estaba tan caliente como yo y que aquel juego de tenerme inmovilizado le producía un morbo especial, igual que a mí.
- Paula, déjame que te coja las tetas.
- No te voy a soltar, no insistas. No te corras dentro que no estoy tomando nada. -Me dijo empezando a subir y bajar sobre mi polla-.
- Vas a tener que controlar tú.
- Me he acordado mucho de tu polla, pero hoy la tienes más gorda que nunca.
- Por tu culpa, te has convertido en una pervertida y me encanta.
- Siempre he sido una pervertida, lo que pasa es que ahora no lo disimulo.
Victoria estaba mirándonos sin perder detalle y sobándose la polla que mantenía la erección.
- ¡Ahhhh, aaaagggg, me corro, me corro, que bueno, aaaggg, siiiii, …! -Miraba a Paula mientras se corría y me encantaba ver su cara enrojecida y su cuerpo vibrando-.
Cuando terminó de correrse se sacó mi polla y se sentó sobre ella. Tenía el chocho tan empapado que se deslizaba sobre ella como si me hubiera puesto lubricante.
- ¿Tienes ganas de correrte? -Me preguntó en un tono que demostraba que todavía estaba muy caliente-.
- No son ganas Paula, es necesidad. Me duelen los huevos lo más grande.
- ¡Pues córrete, vamos, córrete! -Me dijo moviéndose sobre mi polla-.
- ¡Aaaaahhhh, aaaahhh, sigue, sigue moviéndote, sigue, …! -Grité al empezar a correrme con unos chorros que me salían disparados y caían sobre mi pecho-.
- Buena corrida te has pegado. -Me dijo doblando el torso para besarme en la boca-.
- La tuya tampoco ha estado mal, por lo que parecía.
- Nada mal. Tengo que despacharme bien antes de irme.
- Suéltame ahora, que te voy a seguir despachando bien.
Paula se bajó de la mesa y me soltó de las argollas. Me incorporé, la abracé y la besé en la boca largamente.
- ¿Cómo me vas a seguir despachando? -Me preguntó-.
- ¡Eh sacadme de aquí, que quiero seguir jugando con vosotros! -Gritó Victoria desde la jaula-.
- ¿Sigues caliente? -Me preguntó Paula-.
- Más que antes de correrme.
- Eso me gusta, yo también.
- Ven para acá. -Le dije llevándola al yugo-.
- ¿No me irás a meter ahí?
- ¿No quieres?
- ¡Claro que quiero! Me mojo más todavía sólo de pensarlo y de imaginar lo que me haréis entre los dos.
Abrí el yugo, ella se agachó, puso el cuello y las muñecas y luego lo cerré. Me retiré para poder admirarla en esa posición. Su culo estaba precioso y entre sus muslos aparecía su chocho brillante de los jugos que estaba segregando.
- Sácame, Carlos. -Volvió a decir Victoria que presentaba una erección de caballo-.
Fui hasta la jaula y la abrí. Nos acercamos los dos a Paula.
- ¿Qué pasa, vais sólo a mirar? ¿Para qué queréis tener los dos las pollas tan duras? -Nos retó Paula-.
Victoria cogió una especie de raqueta de ping pong de la pared, se puso detrás de Paula y le arreó tres fuertes golpes con ella en el culo.
- ¿Te parece bien así? -Le preguntó a Paula-.
- Para ser de una transexual, sí. ¿No eres capaz de más? ¿Y tú, Carlos, para que quieres ese pollón? -Paula estaba desbocada y yo decidí taparle la boca. Me acerqué a su cabeza y le metí la polla en la boca todo lo que pude-.
- Muy bien Carlos, a ver si así la viciosa esta se calla un poco. -Dijo Victoria volviendo a golpear el culo de Paula-.
- Ves para que quiero el pollón, ¿te gusta así? -Le pregunté a Paula, que me contestó con movimientos afirmativos de la cabeza-.
- ¡Fóllame ya, Victoria! -Gritó Paula en un momento que le saqué la polla de la boca, para luego volver metérsela-.
- ¡Vaya que, si te voy a follar, pero primero voy a hacer que te corras otra vez! -Le contestó Victoria dejando la raqueta, poniéndose detrás de Paula en cuclillas y llevando la boca a su chocho-.
- ¿Te estamos despachando bien? -Le pregunté a Paula-.
- ¡Siiii, sigue follándome la boca!
Le volví a meter la polla todo lo que pude. Estaba muy caliente, me encantaba ver a Paula con tanto vicio. Victoria debía seguir comiéndole el chocho porque se a oían unos lametones tremendos.
- ¿Qué te ha puesto tan cachonda, ver cómo Victoria y yo nos comíamos las pollas?
- Yo ya venía cachonda, pero sí, eso me ha puesto a reventar de caliente. ¡Victoria, sigue que me voy a correr otra vez!
- Ya te he dicho que te ibas a correr antes de que te follase.
- ¡Siiiii, aaaagggg, siiii, aaaggg, que bueno, aaaaggg, sigue, no pares todavía, …!
Mientras se corría agarré la cabeza de Paula para volver a meterle la polla. Cuando acabó de correrse, Victoria se incorporó y le metió la polla por el chocho.
- ¡Joder chica, que forma de correrte y soltar jugos! -Le dijo Victoria al empezar a follarla-.
- Victoria no te corras dentro, que no estoy tomando nada. -Le advirtió Paula-.
- Pues hay que tomar, que cualquier día vas a tener un disgusto. -Le contestó Victoria-.
- ¿Para qué? No follo y, además, no tengo dinero.
- ¿Entonces cómo le llamas a lo que estamos haciendo ahora?
- ¡No follo en Salamanca, coño!
- Pues hay que follar más.
- Ya me gustaría a mí.
- Quiero correrme dentro de ti. -Dijo Victoria echándose hacia atrás para sacarle la polla del chocho a Paula y apuntar a su ojete-.
- ¿Qué vas a hacer? -Preguntó Paula-.
- Tú que crees, metértela por el culo. ¿No quieres?
- No sé si quiero, lo tengo muy sensible.
- Si tuviera la polla de Carlos deberías estar aterrorizada, pero la mía no es para tanto.
Me cogí la polla y empecé a pasársela a Paula por los labios. Ella abrió la boca y sacó la lengua pidiendo que se la golpeara con mi polla. No me quedaba mucho para correrme, pero no quería ser el primero en hacerlo. Victoria debió empezar a metérsela por el culo a Paula, porque sus ojos se desorbitaron.
- ¡Victoria, por Dios, con mucho cuidado! -Suplicó Paula-.
- Espera que me la voy a volver a lubricar. -Le contestó Victoria, volviendo a metérsela por el chocho-.
- ¡Carlos, dame más fuerte, párteme la lengua!
- ¿Mejor ahora? -Preguntó Victoria, volviendo al ojete de Paula-.
- Sí, así, embadúrname el ojete. ¡Siii, sigue metiéndomela, poco a poco hasta el final, aaaagggg, que gusto! Muévete, Victoria, que note tus huevos contra mi chocho. ¡Siiii, asíiii, asíiiii, …”
Paula, en una de las veces que le golpeaba la lengua con la polla, abrió mucho la boca y volvió a engullírsela.
- ¡Paula, me voy a correr en tu culo!
- ¡Hazlo, me voy a correr contigo otra vez!
- ¡Siiii, siiii, toma, toma, toma, todo para ti, aaagggg, aaaaggg, …! -Gritó Victoria al empezar a correrse-.
- ¡Toma, por aquí también tienes, aaaagggg, toma, toma, trágatelo todo, aaaggg, …! -Grité yo al empezar a correrme en la boca de Paula-.
- ¡Aaaggg, aaaagggg, aaaaggg, …! -Gritó Paula al volver a correrse-.
- ¿Te parece que has quedado bien despachada? -Le pregunté a Paula-.
- Por ahora creo que sí.
- ¡Joder chica, que calentura traías! -Le dijo Victoria-.
- No lo sabes tú bien.
Paula se marchó tras dos días maravillosos repletos de sexo y yo volví a mi rutina de clases y estudio. El jueves por la tarde vino Susana a mi habitación. Como casi siempre venía discretamente vestida disimulando la enormidad de sus tetas.
- Hola Carlos, quería saber si sigue en pie el viaje de este fin de semana.
- Sí, ¿por qué, tienes algún problema?
- Lo he estado pensando y no sé si tu mamá se tomará a mal que seduzca a tu papá.
- En absoluto, además, ya lo he hablado con ella y me ha agradecido que me preocupe por ellos.
- Que familia tan liberal, entonces no tengo ningún problema.
- Quería darte de nuevo las gracias por prestarte a hacerme un favor tan grande. No sé cómo podré pagártelo.
- Yo sí lo sé y no te preocupes que me lo cobraré. ¿Cómo crees que debería hacerlo?
- Te refieres a cobrarte el favor.
- No, eso ya sé yo cómo. Me refiero a seducir a tu papá.
- Susana, creo que tu experiencia en eso es bastante mayor que la mía.
- ¿Crees que le gustaré tanto a tu papá cómo para seducirlo?
- Creo que le gustas mucho a cualquier hombre.
- ¿A ti te gusto?
- Eso ya ha quedado demostrado en varias ocasiones.
- ¿Dime qué te gusta más de mí, así podré saber mejor cómo seducir a tu papá?
Susana me estaba zorreando a base de bien y yo decidí dejar que lo hiciera y disfrutarlo.
- No podría destacar nada en concreto, me gustas entera.
- Pero ¿te gustan más mis tetas o mi colita?
- Me pones en un brete. Me gustan mucho tus tetas, pero también me gusta mucho tu colita. Si me enseñaras de nuevo tus tetas y tu colita, igual podría darte una respuesta.
Mi polla ya había empezado a reaccionar a la estrategia de Susana y mi entrepierna estaba en crecimiento.
- Eres un pillo, lo que quieres es que me desnude para ti.
- ¿Y tú no quieres hacerlo? Espera que cierre la puerta.
Me levanté con un bulto ostensible en la entrepierna y cerré la puerta, lo que motivó las protestas de mi prima Luisa y que su madre le dijera que nos dejara en paz. Me senté de nuevo en la silla mirando a Susana.
- Empezaré por mi colita, creo que no le has prestado atención suficiente.
- Es posible, pero ahora no perderé detalle.
Susana se puso de perfil, empezó a desabrocharse los amplios pantalones blancos que llevaba y luego se los quitó lentamente, volviéndose de espaldas a mí. Debajo llevaba un tanga blanco de hilo que se le incrustaba entre los cachetes de su culo. En efecto, su culito estaba para comérselo. Respingón de nalgas grandes, apretadas y duras. Me quedé un rato admirándolo, hasta que ella preguntó:
- ¿Crees que le gustará a tu papá?
- Temo por la salud de mi padre cuando vea semejante culo.
- ¡Qué lindo! -Dijo sentándose sobre mi entrepierna-.
- Lindo tu culo.
- ¿Qué te pasa, noto una cosa muy dura debajo de los pantalones?
- Pasa, que me estoy poniendo muy cachondo.
- Yo pensaba que tu amiga Paula te habría dejado inapetente.
- Que hayamos follado un disparate no significa que no tenga ganas de volver a follar.
- ¿Entonces te ha gustado mi colita?
- Mucho, efectivamente no le había prestado la admiración que merece.
- ¿Sigo? -Dijo moviendo su culo sobre mi entrepierna-.
- ¿Con qué quieres seguir?
- Con mis tetas.
- Por supuesto que sí.
Sin levantarse de mis piernas, Susana se desabrochó los dos botones que tenía su camiseta. La visión del canal que formaban aquellas dos masas de carne que eran sus tetas me volvió a subyugar, como siempre que lo veía. Iba sin sujetador, cosa rara en ella. Lentamente llevó sus manos cruzadas al final de la camiseta y empezó a subírsela, hasta que sus tetas aparecieron mientras ella tenia la cara cubierta, terminando de quitarse la camiseta. No me cansaría nunca de mirar aquellas tetas.
- ¿No te parecen demasiado grandes?
- En absoluto, me parecen impresionantes. -Le dije besándole uno de sus carnosos pezones-.
- ¿A tu papá le gustan los pechos grandes?
- Creo que como a casi cualquier hombre.
- ¿Tu mamá tiene los pechos grandes?
- No, yo diría que medianos.
Susana seguía moviéndose encima de mi entrepierna y había conseguido que tuviera una erección completa. No pude más y metí mi cabeza entre sus tetas, Susana llevó sus manos a mi nuca y me apretó la cabeza contra ellas. Era una sensación única quedar enterrado entre sus enormes tetas.
- Si tu mamá tiene los pechos medianos, es que igual le gustan así las mujeres a tu papá.
- Mi madre tiene muchas virtudes capaces de seducir a cualquier hombre. -Le dije poniendo mis manos en su culo-.
- Como tú para seducir a cualquier mujer. -Me dijo girándose para quedar frente a mí y llevar sus manos a mi cinturón para abrirlo-.
- ¿Qué estás buscando?
- Lo que tú ya sabes. ¿No te apetece?
- ¿Cómo no me va a apetecer? Lo estoy deseando.
Había conseguido abrir el cinturón y los pantalones, luego me soltó los botones del bóxer y me cogió la polla con sus manos.
- Sí, creo que sí te apetece. -Me dijo pasando sus dedos por mi capullo que estaba inundado de líquido preseminal y luego besándome en la boca-.
- Susana, me estás poniendo malo.
- ¿Crees que si le hiciera esto a tu papá conseguiría animarlo? -Me dijo soltándome los botones de la camisa-.
- No me cabe la menor duda.
- Me encanta tu pollón.
- ¿Qué quieres hacer con él?
- Quiero hacerte primero una paja cubana y luego ya veremos.
Susana se levantó de mis piernas y yo aproveché para quitarme los pantalones y el bóxer. Abrí las piernas, Susana se colocó entre ellas y se arrodilló. Avanzó el torso, dejó caer un hilo de saliva entre sus tetas y se colocó mi polla entre ellas, hasta hacerla casi desaparecer. Nos mirábamos fijamente a los ojos. Susana tenía cara de estar muy caliente y yo debía tener la misma cara, porque también estaba muy caliente.
- Susana, me encanta que me hagas esto.
- Y a mí hacértelo. ¿Crees que le gustaría a tu papá?
- Si consigues arreglar su problema, creo que le gustaría mucho.
- ¿Quieres que te la chupe a la misma vez?
- Claro que quiero.
- Eres el primer hombre con el que puedo hacer las dos cosas y me pone todavía más caliente.
Susana se agachó un poco recolocándose mi polla entre sus tetas y bajando la cabeza conseguía meterse mi capullo en la boca cuando bajaba sus tetas.
- Esto es la gloria, Susana.
- Apriétame tú las tetas, que voy a acariciarme el chocho a la misma vez.
Llevó sus dos manos a su chocho, con una se ladeó el tanga y con la otra empezó a sobarse.
- Estoy muy caliente, Susana, no creo que aguante mucho sin correrme.
- Yo también, cuando te corras tú, lo haré yo.
Seguimos así un rato, hasta que noté que me iba a correr y empecé a mover sus tetas más deprisa contra mi polla.
- ¿Te vas a correr? -Me preguntó-.
- ¡Siiiii, siiii, aaaagggg, siiii, …! -Grite al empezar a correrme en sus tetas-.
- ¡Aaaaagggg, siiii, aaagggg, aaaagggg, …! -Gritó Susana al correrse a la misma vez que yo-.
No había pasado ni un minuto desde que nos corrimos, cuando me levanté de la silla, la levante a ella y me la llevé a la cama.
- ¿Qué quieres? -Me preguntó-.
- Follarte, quiero follarte.
Susana se puso a cuatro patas sobre la litera, yo me puse de rodillas detrás de ella y se la metí hasta el fondo de una atacada.
- ¡Ah, qué bueno, hasta el fondo Carlos!
Llevé mis manos a sus tetas y empecé a sobárselas y a apretárselas con furia. Ella llevó una mano a su clítoris tras mojarse los dedos en saliva y empezó a acariciárselo. Estuvimos así unos minutos, hasta que Susana empezó a correrse a voces.
- ¡Más, Carlos, más, no pares, no pares, aaaaggg, sigue, sigue, …!
- ¡Siiii, siiii, toma, toma! ¿Lo sientes?
- Claro que lo siento, noto tus chorros contra mi chocho. ¡Qué rico, que bueno, …!
Caímos los dos como muertos en la cama. Luego la abracé por detrás cogiéndole las tetas y me quedé dormido.
(Continuará. Dejadme vuestros comentarios y gracias por leerme.)