Compartiendo piso de estudiante con mis primas 23

Con el regreso de mi tía Julia y de mis primas al piso vuelven las buenas costumbres.

(Ya sabéis que hay que leer, al menos, algunos capítulos anteriores para poneros al día del relato).

Cuando terminé de ducharme volví desnudo a mi habitación, con los consiguientes comentarios de mis primas al pasar por la puerta del salón. En la habitación estaba mi tía Julia terminando de deshacer la maleta.

-              ¡Qué fresquito vienes, sobrino!

-              Poco tengo que ocultarte a ti.

-              Ya, pero yo no soy de piedra. Oye, te acaba de llamar tu amigo Javier. ¡Qué chico tan raro!

-              ¿Por qué lo dices?

-              Como no paraba de sonar tu teléfono, he terminado cogiéndolo. Ha preguntado por ti y le he dicho que estabas en la ducha. Entonces me ha preguntado quien era yo, si la tetona mejicana o la rubita de Utrera. Cuando le he dicho que era tu tía Julia, no sé que le ha pasado, pero se ha quedado en silencio y luego ha emitido como un gemido muy fuerte. Le he preguntado si le pasaba algo y en lugar de contestarme, ha colgado.

Estaba seguro de que Javier se había corrido al saber que estaba hablando con mi tía Julia, a la que adoraba.

-              Esta muy rarito últimamente.

-              ¿Tú crees que se habrá corrido? Cómo el hombre es tan rápido.

-              Es bastante posible.

Mientras yo me vestía mi tía acabó de deshacer la maleta, dejando fuera los pantalones de cuero que se le ajustaban como una segunda piel.

-              ¿Crees que haré mucho el ridículo con estos pantalones?

Recordé el sueño que había tenido a cuenta de esos pantalones la primera vez que se los vi puestos. Ella me pedía que la ayudase a quitarse los pantalones estando yo desnudo durmiendo y empalmado, yo trataba de meter las manos por todos lados para ayudarla, hasta que con el roce nos corrimos los dos juntos y me desperté.

-              No tía, te quedan muy bien.

Se quitó los pantalones vaqueros que llevaba, quedándose con un mínimo tanga blanco que también se quitó, luego se sentó en la cama y empezó a tratar de ponerse los pantalones de cuero, lo que le llevó sus buenos cinco minutos hasta que consiguió subírselos y cerrárselos.

-              ¿Qué tal me quedan? -Me preguntó poniéndose de pie-.

-              De infarto, te quedan de infarto.

-              No me quedan un poco chabacanos.

-              Ni mucho menos. Tienes el mejor culo de la familia.

Los pantalones le hacían un culo de muerte. La verdad era que mi tía tenía mejor culo que sus dos hijas, incluso que sus hermanas o mis otras dos primas.

-              Gracias, sobrino, sé que no es verdad, pero me encanta que me lo digas.

-              ¿Nos vamos? -Preguntó mi prima Luisa abriendo la puerta-. ¡Que barbaridad tía, a nosotras no nos va a mirar nadie!

-              Vosotras tenéis otras virtudes. ¿Dónde vamos a comer? -Me preguntó-.

-              Pues a alguna terraza, que tenga dos mesas libres. No muy lejos hay una que está bien y podemos ir andando. -Le contesté-.

-              Ya sé cual dices. Está bastante bien. -Dijo Luisa-.

-              Pues adelantaros Antonia, María, Vero, la mejicana y tú y en seguida vamos el resto. Coge dos mesas. -Le dijo mi tía-.

Se fueron las cinco, mi tía fue a hablar con Victoria y yo me quedé en mi habitación para devolverle la llamada a Javier.

-              ¿Qué pasa que ahora también te corres con sólo hablar por teléfono?

-              Perdona Carlos, menos mal que tu tía no se habrá dado cuenta.

-              ¿Pero cómo no se va a dar cuenta? ¡Claro que se ha dado cuenta!

-              Carlos, estoy fatal, cada vez peor. No me puedo quitar de la cabeza lo de ayer. ¡Joder, para una vez que iba a poder follar con una tía buenísima, lo gasto todo en salvas!

-              Tienes que hacer algo, ve a un siquiatra o a un sexólogo o a un urólogo, yo que sé, pero así no puedes seguir.

-              Lo sé, lo sé.

-              Por cierto, la que tú llamas la rubita de Utrera, es una transexual.

-              ¡Venga ya, no te quedes conmigo!

-              Te lo juro, Javier.

-              ¿Y tú cómo lo sabes?

-              Pues porque le he visto el nabo.

-              ¿Y cómo lo tiene?

-              ¡Yo que sé como lo tiene! ¿Y a ti que te importa cómo lo tenga?

-              Mira, Carlos, la tía está buenísima y yo le hago gracia. Que me tengo que dejar dar por culo o darle por culo a ella, pues se hace. Pero si tiene un nabo como el tuyo, ya me lo tengo que pensar. ¿Y tú cómo le has visto el nabo?

-              Porque a mí me pasó igual que a ti y no me di cuenta de que era una transexual.

-              ¿Me puedes dar su teléfono?

-              O sea que te da igual que sea un tío.

-              ¡Un tío no es, coño! Pero tu te has fijado en lo guapa que es, en las tetas que debe tener, en su culo, en sus piernas, en su todo. ¿Me das el teléfono o no?

-              Cuando hayas ido a que te vea un especialista.

-              Vale, mañana mismo voy. ¿Tus primas han venido también?

-              Sí y Antonia, pero mi prima Julia se ha tenido que volver.

-              ¡Joder, cómo tiene que estar tu casa, como para volverse loco! Pero como tu tía Julia no está ninguna, ni la rubita de Utrera. Es que me la imagino y se me pone la polla como un palo.

-              Para el carro, Javier, que es mi tía y además te vas a volver a correr.

-              No, si ya me corrido otra vez, imaginándomela desnuda y atada y …

-              ¡Vete a la mierda, Javier!

-              No te pongas así conmigo…

Le colgué, ¡pues no se estaba corriendo el tío hablando conmigo! Fui al salón, mi tía y Victoria estaban hablando mientras tomaban una cerveza.

-              ¿Nos vamos? -Les pregunté-.

-              Sí, vámonos. -Dijo mi tía y se levantaron las dos del sofá-.

-              Julia, los pantalones te quedan de escándalo. -Le dijo Victoria cuando la vio por detrás-. ¿Quién pudiera ponérselos?

-              Gracias, guapa, quién tuviera el cuerpo que tú tienes y la edad que tú tienes.

Mi tía estaba tonteando con Victoria y Victoria con mi tía. Conociéndolas a las dos, no iban a tardar mucho en liarse. Por la calle camino de la terraza, notaba como los hombres y algunas mujeres se volvían para mirarle el culo a mi tía.

-              Victoria, ¿te has dado cuenta como se vuelven para mirarte? -Le dijo mi tía-.

-              Ya me gustaría, pero te miran a ti.

-              Ves como te dije que los pantalones me quedaban chabacanos. -Me dijo a mí-.

-              Que no te quedan chabacanos, que es mucho el culo que tienes. -Le contesté-.

Al llegar a la terraza ellas estaban sentadas en una mesa y había otra reservada para nosotros.

-              Carlos, siéntate con ellas, que será más entretenido. -Me dijo mí tía, que quería quedarse a solas con Victoria-.

-              No quiero dejaros a las dos solas en la otra mesa. -Le dije para chincharla un poco-.

-              No discutas con tu tía, Carlos. -Me dijo Victoria, que también quería evidentemente quedarse a solas con ella-.

Me senté con mis primas, entre María y Susana, llegando al límite entonces permitido para una mesa.

-              Carlos, le estábamos contando a Susana cuando a Antonia le dio por relatarnos su historia con el bikini azul, en versión extendida. -Dijo mi prima Luisa-.

-              Te la tiene que contar, aunque mi prima se enfade. -Le dije a Susana-.

-              Ya no me enfado, sé que la historia es fruto de su imaginación calenturienta.

-              Yo no lo juraría. -Le dijo Antonia y Luisa le hizo un gesto indicando que la dejara en paz-.

Cerca de nuestra mesa se sentaron tres parejas, que ninguno cumplía ya los cincuenta. Las mujeres se sentaron juntas dándonos la espalda y los hombres de frente a nosotros.

-              ¿Jugamos a los puteríos? -Propuso Luisa-.

-              ¿Qué juego es ese? -Preguntó Susana-.

-              Es muy fácil, se trata de ver cual de nosotras cinco es capaz de calentar más a esos tres maduros. -Le contestó Luisa señalando con la cabeza a las tres parejas que acababan de sentarse-.

-              ¡Joder Luisa, cada día estás peor! -Le dije-.

-              Hay que mantenerse en forma que, si no, se nos oxida el zorrerío. -Me contestó-.

-              ¿Qué vale? -Preguntó María-.

-              Pues todo. ¿Por qué le vamos a poner puertas al campo? -Le contestó Luisa-.

-              De acuerdo. -Contestaron a dúo Antonia y Vero-.

Antonia empezó a mirar de forma descarada hacia los de la otra mesa, moviendo la cabeza haciendo que su pelo fuera de un lado a otro, para terminar, recogiéndose el pelo detrás de su cabeza, con los brazos hacia atrás, luciendo el volumen de sus buenas tetas. A mí no me quedó mas remedio que pensar el pedazo de polvo que tenía Antonia. Los tres hombres, guardando silencio, no le quitaban la vista de encima.

-              Buen intento Antonia, ahora aprende de la maestra. -Le dijo Luisa-.

Luisa se puso de pie, después de exhibir su tentadora figura, se agachó, primero de espaldas a los sufridores, haciendo como que buscaba algo en su bolso, logrando que su culo se viera imponente y que su minifalda se le subiera hasta el final de los muslos, mostrando enteras sus preciosas piernas, luego cogió el bolso del suelo, lo colocó sobre la silla y se volvió a agachar, esta vez de  frente a los hombres, mostrándoles por el escote triangular de su blusa sus  preciosas y grandes tetas sin sujetador. A uno de los hombres se le cayó en la camisa la cerveza que se estaba tomando. Luego se volvió a incorporar y mirando a los tres hombres con descaro, se sentó.

-              Mira que eres golfa. -Le dijo Antonia-.

-              ¿Vamos que tú no? -Le contestó Luisa-.

-              Chicas, creo que ya sé de que va el juego. -Dijo Susana-. ¿Cuál es el trofeo para la que gane?

-              Un polvo con el primo, porque yo me estoy poniendo bien caliente con los puteríos. -Le contestó Luisa-.

-              ¡Oye que yo tendré algo que decir! -Exclamé-.

-              Cállate, Carlos, ¿o es que tú no quieres?

-              Yo no he dicho que no quiera.

-              ¿Te animas Susana? -Le preguntó Luisa-.

-              ¿Por qué no?

Susana llevaba una discreta chaqueta roja abotonada, que, más o menos, le disimulaba el volumen de las tetas. Me di cuenta de que el camarero se había sumado a mirar las exhibiciones de Antonia y Luisa. Susana se levantó de su silla, haciéndose aire con sus manos como si tuviera mucho calor. De frente a los tres hombres, sin mirarlos, comenzó a soltarse lentamente los botones de la chaqueta, para luego quitársela, dejando a la vista una blusa negra de encaje que le transparentaba sus enormes tetas, incluidas sus oscuras areolas y sus carnosos pezones, que empitonaban la blusa. En ese momento al camarero se la cayó la bandeja llena de vasos vacíos que acababa de retirar de la mesa de las tres parejas. Los tres hombres ni se inmutaron pese al ruido, no dejando de mirar las tetas de Susana en ningún momento. Una vez que se había exhibido largamente, Susana se sentó mirando a los tres hombres y al camarero.

-              ¿Qué tal? -Preguntó al sentarse-.

-              Que hoy vuelves a follar con mi primo. -Le contestó Vero-.

-              ¿Te ha gustado, Carlos? -Me preguntó Susana-.

-              Tengo la polla como un palo otra vez.

Mi tía Julia se levantó de su mesa, vino hacia la nuestra, puso las manos sobre los hombros de su hija María y se inclinó como para decirle algo al oído, mostrando su increíble culo a los tres hombres, que se lo comieron con los ojos.

-              Niñas, dejad los puteríos para cuando hayamos comido. Y, además, quien gana soy yo. ¿O no, Carlos?

-              ¿Es que con vosotras no se puede salir a comer tranquilamente? -Les dije-.

-              No protestes, que ya quisiera cualquiera de esos cambiarse por ti. -Me dijo mi tía y tenía toda la razón-.

Mi tía se incorporó y dándose una vuelta sobre si misma, se volvió a su mesa, donde estaba Victoria muerta de risa. Las parejas habían pagado, las mujeres se levantaron, mientras los hombres se hacían los remolones, hasta que tuvieron que levantarse los tres con las manos en los bolsillos, ante la insistencia de las mujeres, y se marcharon detrás de ellas, volviéndose insistentemente a mirar a nuestras mesas.

-              Esos seis follan esta tarde, lo que no sé es si antes o después de comer. -Dijo María riéndose-.

Cuando terminamos de comer, propuse ir a tomar una copa, pero Susana me dijo:

-              Ellas pueden ir a lo que quieran, pero tú te vienes conmigo al piso, que quiero cobrarme mi trofeo.

Me levanté y me acerqué a la otra mesa.

-              Ellas van a tomar una copa, ¿vosotras que hacéis?

-              Nosotras nos la vamos a tomar mejor en casa. -Me contestó Victoria-.

-              Susana y yo también.

Volvimos andando al piso, Susana me cogió del brazo, pegándome sus tetas todo lo que podía. Al cruzar un semáforo Susana y Victoria se nos adelantaron a mi tía y a mí.

-              ¿Carlos, por qué no nos montamos una fiestecita entre los cuatro, ahora que las niñas se han ido de copas?

-              Estás muy fiestera, tía.

-              Hace tiempo que no disfruto una buena fiesta y me apetece mucho.

-              Por mi parte encantado y no creo que ellas pongan problemas a disfrutar de una fiesta de las nuestras. ¿Cómo lo hacemos?

-              No te preocupes que ya improvisamos.

Tuve que volver a meterme la mano en el bolsillo, porque me había vuelto a empalmar con la propuesta de mi tía. Llegamos al piso, nos quitamos las mascarillas y nos subimos los cuatro en el ascensor. Nada más cerrarse la puerta mi tía me acorraló contra ella y empezó a besarme en la boca apasionadamente. Susana y Victoria nos miraban con cierto asombro.

-              Chico, no es sólo con tus primas con quien te lo montas. -Dijo Victoria-.

-              Hay que disfrutar de las cosas de la familia. -Le dijo mi tía al abrirse la puerta del ascensor-.

-              Creo que no voy a olvidar este viaje a España. -Dijo Susana al entrar en el piso-.

-              ¿Qué queréis beber? -Les pregunté en el salón-.

-              Lo que haya. -Dijeron las tres-.

-              Creo que hay una o dos botellas de espumoso.

-              Pues muy bien, que hay mucho que celebrar. -Dijo mi tía-.

-              Te ayudo. -Dijo Victoria, acompañándome a la cocina-. Me encanta tu tía. -Me confesó ya en la cocina-.

-              La pobre lo pasó mal cuando el marido la dejó por otra. En un pueblo esas cosas son muy crueles. Ella, además, se había enviciado en el sado masoquismo y el tío no era una buena persona.

-              ¡Qué familia más completa y más abierta la vuestra!

-              No es fácil acostumbrarse, pero ahora me encanta como somos.

Mi tía y Susana, ya sin la chaqueta, estaban hablando sentadas en el sofá.

-              Le estaba proponiendo a Susana jugar al juego de los relatos encadenados que nos enseñaste en casa. -Dijo mi tía-.

-              ¿Cómo es? -Pregunto Victoria-.

-              Uno inicia un relato guarro y en un momento determinado se lo pasa a otro, que lo tiene que continuar manteniendo todos o algunos de los personajes e incluyendo otros nuevos, así hasta que todos hayamos jugado. -Le contesté-.

-              Parece divertido, pero difícil. -Dijo Susana-.

-              Más difícil que el del teto de Javier sí que es. -Dije y Susana y Victoria se rieron-.

-              Si son relatos guarros se jugará desnudos. -Dijo Victoria-.

-              Claro, ¿si no que gracia tiene? ¿También se puede escenificar a la misma vez? -Dijo mi tía-.

-              Lo que queráis. -Le contesté-.

-              Cada vez me gusta más ese juego. -Dijo Susana-.

Mientras hablábamos había abierto una botella y servido las copas.

-              ¿Quién empieza? -Pregunto Victoria-.

-              Primero habrá que desnudarse. -Dijo Susana, empezando a quitarse la ropa-.

-              Que envidia, Susana, que bien te ha tratado la naturaleza. -Le dijo mi tía cuando se quitó la blusa-.

Mi tía se quitó la camisa que llevaba y el sujetador. Los problemas empezaron cuando trató de quitarse los pantalones.

-              Carlos, me vas a tener que ayudar como la otra vez.

-              Te confundes, tía, eso fue un sueño que tuve contigo y tus pantalones.

-              No Carlos, te confundes tú. Todavía me acuerdo como me corrí dos veces con tu barra de carne entre las piernas.

-              Tía, o los dos soñamos la misma cosa o yo te lo contaría en algún momento.

-              No seas cabezota, habíamos vuelto tarde de tomar un par de copas, tú te acostaste y te quedaste dormido al instante. Cuando traté de quitarme los pantalones me era imposible y fui a tu cuarto a que me ayudaras…

-              Que no tía, que eso fue un sueño que tuve.

-              Bueno da igual, pero ahora ayúdame con los pantalones.

Mi tía se medio tumbó boca arriba en el sofá con sus espléndidas tetas al aire y no sin esfuerzo logró bajarse la cremallera.

-              ¿Quieres que te ayude yo? -Le dijo Victoria que ya tenía la polla muy morcillona-.

-              Claro, guapa, el soso de mi sobrino se ha empeñado en discutir.

Victoria trató de meter las manos entre las caderas de mi tía y el pantalón, sin éxito ninguno.

-              Ponte al revés Julia, a ver si así es posible.

-              Yo sabía que no debía ponerme estos pantalones, pero no puedo resistir la tentación de lucir el culo que me hace.

-              Y haces bien, los mirones de la otra mesa se han quedado sin aliento cuando les has enseñado tu culo en pompa. -Le dijo Susana-.

-              ¿Cómo has logrado ponerte los pantalones? -Le pregunto Victoria-.

-              Con mucho esfuerzo y pensando en el efecto que iban a tener sobre los hombres.

Victoria tenía las manos metidas entre los pantalones y el culo de mí tía trataba de tirar, pero le pasaba lo mismo que a mí me había pasado en el sueño, que no conseguía que le sobrepasaran las nalgas. Victoria estaba preciosa también con su culo en pompa doblada sobre mi tía.

-              Susana, ayúdame a ver si entre las dos podemos.

-              Ponte tú delante de ella y empuja los pantalones, que yo tiro de ellos por detrás. -Le dijo Susana a Victoria-.

Victoria maniobró para ponerse delante de mi tía entre sus brazos apoyados en el sofá. El roce con el culo de mi tía y la situación debían haberla excitado porque estaba completamente empalmado y puso su polla a la altura de la boca de mi tía. Susana, doblada sobre mi tía había logrado meter sus manos a los lados de la cremallera. Aquello me recordaba cada vez más a mi sueño. Mi tía no pudo resistir la tentación de tener la polla de Victoria junto a su boca y empezó a chupársela y a comérsela.

-              Susana, mueve más tus manos por dentro, a ver si baja el pantalón. -Dijo mi tía-.

Yo estaba completamente empalmado y muy caliente. Empecé a pensar que todo aquello era un montaje de mi tía. La posición de Susana era perfecta para follarla a lo perrito. Me levanté y me situé detrás de ella, le toqué el chocho y lo tenía empapado. Sin más, le puse la punta de la polla a la entrada y se la metí de un golpe.

-              ¿Qué haces Carlos, que no ayudas? -Dijo mi tía-.

-              Déjalo, Julia, ¡que a mí me ayuda mucho! -Le contestó Susana entre gemidos-.

-              ¡Julia, si me la sigues comiendo, me corro! -Dijo Victoria-.

-              ¡Susana, por Dios, mueve un poco más las manos, que ya casi han salido! -Gritó mi tía-.

-              ¡Aaaaaggg, aaaagggg, trágatela toda Julia, aaaaagggg, toma, toma, aaaagggg…! -Grito Victoria corriéndose en la boca de mi tía-.

-              ¡Sigue Susana, sigue, que ya casi lo consigues! -Dijo mi tía cuando terminó de tragarse la corrida de Victoria. Y tanto que lo consiguió, porque al momento mi tía empezó a correrse a la misma vez que los pantalones pasaban de su culo-. ¡No pares Susana, no pares de sobarme el coño!

-              ¡Aaaaaggg, sigue Carlos, más fuerte, más fuerte, aaaagggg…! -Gritó Susana al correrse-.

-              ¡Uuuuffff, aaaaggg, me corro, me corro, uuuuffff…! -Grité yo al correrme dentro de Susana-.

Caímos los cuatro unos sobre otros en el sofá, recuperando el aliento.

-              Bueno, ahora que ya estamos todos más relajados, podemos jugar a los relatos encadenados. Sirve otra copa, Carlos. -Dijo mi tía, terminando de bajarse los pantalones-.

-              ¿Tía, tú has organizado todo el lío de los pantalones para que follásemos los cuatro?

-              Claro sobrino, ¿o no estábamos los cuatro deseando descargar?

-              Tienes razón, Julia, ha sido una gran idea. -Le contestó Victoria-.

Pensé que mi tía tenía cada vez más peligro. Nos sentamos los cuatro desnudos, mi tía y Victoria en el sofá y Susana y yo en los dos sillones en frente de ellas.

-              ¿Quién empieza? -Pregunté-.

-              Que empiece Susana, a ver qué historia nos cuenta. -Dijo mi tía-.

-              De acuerdo, pero os advierto que no he jugado nunca a esto ni he escrito ningún relato erótico.

-              No se dice erótico, se dice guarro. -Le corregí de broma-.

-              Pues guarro, como quieras. El último año del instituto estuve todo el curso muy distraída. Mis hormonas estaban disparadas, estaba todo el día caliente y no podía hacer otra cosa que pensar en hombres. Me apetecían todos desde casi niños a medio desarrollar, a mis compañeros de clase, por supuesto los jóvenes universitarios que conocía en las cafeterías o mis profesores u hombres de la edad de mi papá, incluso viejos verdes que me miraban de forma procaz con mi uniforme del instituto y me decían todo tipo de groserías.

-              ¿Cómo tenías las tetas entonces? -Le preguntó Victoria-.

-              A eso iba ahora. Mis tetas empezaron a crecerme más que al resto de mis amigas y compañeras de clase a los catorce años y a los quince las tenía ya casi como ahora de grandes. Percibía como mis compañeros y profesores me miraban con lujuria, pero también como los amigos de mi papá babeaban cuando asistía a algunas de las comidas o cenas que organizaban mis papás en casa. La atención que parecía concentrar sobre mis tetas me tenía muy desconcertada. Por una parte, me agradaba que los hombres me mirasen, pero por otra sentía vergüenza y trataba de disimularlas.

-              No creo que lo consiguieras. -Le dije-.

-              No, no demasiado, por más que utilizara unos sujetadores deportivos que me apretasen las tetas y camisas, blusas o niquis muy holgados y cerrados no lo conseguía. Yo soy la mayor de mis hermanos, no tenía una hermana mayor con quien consultar y hacerlo con mi madre no me apetecía, además, ella es más bien plana, con lo que creía que tampoco podría serme de mucha utilidad. Mi mejor amiga era Guadalupe, una chica de mi edad físicamente poco desarrollada, excepto su cola que era un primor. Si hubiéramos juntado su cola y mis tetas el resultado hubiera sido la chica más popular del instituto y casi de la ciudad.

-              ¿Cómo era su culo? -Preguntó Victoria-.

-              Inenarrable, Victoria. Grande, sin ser excesivo, redondito, muy respingón y con una profundísima raja entre sus cachetes, que se comía los tangas que usaba. Guadalupe también tenía las hormonas desbocadas. Muchas tardes después de salir del instituto, nos juntábamos en su casa o en la mía, buscando en la que no hubiese nadie, con la excusa de estudiar, pero, en cuanto sacábamos los libros, una de las dos empezaba a hablar de los chicos que nos gustaban y de lo que haríamos con ellos de tenerlos a mano. Yo le decía a Guadalupe que lo que más me gustaría sería poner sus vergas entre mis tetas y hacer que se corrieran así, salpicándome las tetas y la cara con su lefa.

-              ¿Es verdad eso? -Le preguntó mi tía-.

-              Claro que es verdad, Julia.

-              ¿Y no te hubiera gustado más que te follaran?

-              No, de esa forma yo los controlaba y hacía que se corrieran a mi voluntad. Guadalupe me contaba que su fantasía era sentarlos desnudos bien empalmados, ponerles su carnoso culo encima de sus vergas y moverse, sobándose la chocha, hasta que se corrieran en sus cachetes. Con esa plática nos poníamos las dos más calientes todavía, que ya era mucho, y terminábamos haciéndonos un dedo hasta corrernos.

-              ¿Cómo os lo hacíais? -Le pregunté yo, que volvía a estar caliente con lo que contaba Susana, como si no me hubiera corrido minutos antes-.

-              Depende de la tranquilidad que tuviéramos. Si estábamos solas y sabíamos que nadie llegaría en un tiempo, nos desnudábamos y viendo porno por internet nos acariciábamos cada una hasta corrernos u otros días nos acariciábamos mutuamente, hasta corrernos igual. Los días que no teníamos seguridad, nos bajábamos los tangas y por debajo de la faldita del uniforme nos sobábamos hasta corrernos. Algunas tardes caían sus buenas dos o tres corridas, lo que no impedía que yo volviera a acariciarme todas las noches al acostarme.

-              ¿Eras virgen todavía? -Le preguntó Victoria-.

-              No, mi amor. Decidí dejar de ser virgen el día de la fiesta de mis quince años, para qué quería yo aquello en mi chocha.

-              ¿Cómo fue? -Preguntó mi tía-.

-              Yo le había echado el ojo a un primo hermano, mayor que yo unos seis años. Coincidíamos en bañarnos en la pileta en las fiestas familiares, había observado como él me miraba las tetas y yo había reparado en el bulto que se le formaba en su ceñido bañador cuando me las miraba. El día de mi fiesta él había bebido tequila algo más de la cuenta, así que empecé a zorrearle bajándome más el escote del vestido. El pobre no podía quitar la vista de mis tetas, entonces le dije que tenía algo de frío y que sería mejor seguir platicando en el cuarto de la pileta. Una vez estuvimos solos allí, sin que él se diera cuenta cerré el pestillo de la puerta y le dije como había notado que me miraba las tetas. Él se excusó y yo le dije que no tenía que hacerlo, que a mí no me molestaba. Me acerqué a él y puse una mano en su entrepierna, estaba completamente empalmado y la tenía de buen tamaño. Le dije que si me follaba le dejaría ver y sobar mis tetas.

-              ¡Anda que iba a decir que no! -Exclamó mi tía-.

-              Ni yo lo iba a dejar, estaba resuelta a quitarme la virginidad de una vez. Le abrí la bragueta mientras le empujaba la cabeza contra mis tetas. El me agarraba del culo y movía su cabeza para olerme y lamerme. Cuando llegué hasta su polla, agarrársela y correrse fue uno. Mierda, pensé. ¿Qué ha pasado? Le recriminé. Estaba muy caliente, se excusó él. Me vas a follar sí o sí le dije. Lo empujé contra una pared, le quité la chaqueta y le bajé los pantalones, su verga estaba empezando a decaer. Me saqué las tetas del vestido, me puse en cuclillas, metí su verga entre mis tetas y empecé a hacerle una cubana.

-              ¿Una cubana? -Preguntó Victoria-.

-              Sí, una paja con mis tetas, lo que he dicho antes que tanto me gustaba. Acércate, Victoria y sabrás el placer que da.

Victoria, ya completamente empalmado, se levantó y se acercó a Susana, que se puso de rodillas sobre el asiento del sofá para poner sus tetas a la altura de la polla de Victoria, tiró de ella para colocarla en la posición de la cubana, luego con las manos encerró la polla de Victoria entre sus tetas y comenzó a moverlas en círculo.

-              ¡Uuuummm, da mucho placer! -Dijo Victoria-.

-              Le estuve haciendo la cubana a mi primo, hasta que volvió a tener la polla como un palo, entonces le dije que se tumbase en el suelo boca arriba, me quité el tanga y me subí el vestido sin que él dejara de mirarme. Tenía la chocha empapada, tanto que me resbalaban los flujos por los muslos. Me puse en cuclillas de espaldas sobre él, no quería que viese como perdía la virginidad, sin mediar palabra le cogí su verga, me la puse a la entrada de la chocha y empecé a acariciarme con ella. Estaba tan caliente que podía correrme en cualquier momento. Cuando noté que ya no podría aguantar más, empecé a dejarme caer para penetrarme. Me corrí a chorros a la misma vez que perdía la virginidad. Él dejó de sobarme las tetas cuando notó que me había desvirgado mientras me corría. Yo no tomaba nada y no quería quedarme preñada, así que me incorporé, me puse el tanga, me bajé el vestido y metí mis tetas dentro de él. ¿No me iras a dejar así? Protestó. La verdad es que el pobre estaba hecho un Cristo, empalmado, lleno de los restos de su corrida, de mis chorros de jugos y de la sangre de haberme desvirgado. Sin contestarle, volví encantada a la fiesta, había perdido la virginidad y me había corrido salvajemente, ¿qué más podía querer?

-              ¡Qué cruel! ¿No te dio pena del pobre? -Le dijo Victoria a la que Susana continuaba haciéndole la cubana-.

-              Ninguna. ¿Cómo vas Victoria?

La imagen de Victoria, con su atractivo cuerpo de mujer, con la polla metida en las tetas de Susana era perturbadora.

-              Demasiado bien, si sigues me voy a correr y no quiero hacerlo todavía o se acabará para mí esta pervertida tarde de sexo. -Le contestó Victoria volviendo a sentarse junto a mi tía-.

-              Ni lo sueñes, Victoria, que se va a acabar antes de que te folle. -Le dijo mi tía-.

-              Lo estoy deseando. -Le contestó Victoria-.

-              Recuerdo que ese último año de instituto teníamos una profesora de anatomía que nos hacía sentarnos a Guadalupe y a mí en primera fila y nos suspendía una vez tras otra. Era una mujer bella de unos cincuenta años y se conservaba como si tuviera treinta y pocos. Guadalupe y yo comentábamos que nos había cogido manía ...

Susana estaba muy atractiva de rodillas sobre el sofá, sentada sobre sus pies. Mi tía y Victoria, también preciosas las dos, la escuchaban con atención. Había echado mucho de menos después del confinamiento tardes como la que estábamos pasando entre los cuatro.

-              … al final de una de sus clases nos dijo a ambas que fuéramos a su casa esa tarde después de clases porque quería hablar con nosotras sobre nuestra actitud con la asignatura y lo bajo de nuestras calificaciones. Nos extrañó que nos citara en su casa, en vez de en su despacho, pero eran los profesores quienes decidían el lugar y la hora de las tutorías. A la hora que nos indicó estábamos llamando a la puerta de su casa, un pequeño chalé en una buena zona de la ciudad. Llevábamos todavía el uniforme del instituto, no nos había dado tiempo de ir a nuestras casas a cambiarnos de ropa.

-              ¿Cómo era el uniforme? -Le preguntó mi tía-.

-              Un poco ridículo para la edad que teníamos ya. Camisa blanca, que a mí se me quedaba pequeña y tensaba los botones a la altura de las tetas, un jersey sobre los hombros, una falda escocesa muy corta, que Guadalupe acortaba más todavía subiéndosela para destacar su precioso culo, y unos calcetines blancos altos.

-              ¡Joder, como debíais estar las dos! -Dije yo imaginándomelas con esa ropa-.

-              No había chico, hombre o viejo que no nos desnudara con la mirada y nosotras lo sabíamos y lo disfrutábamos. Desconocíamos si la señorita Julia, que así se llamaba ella, estaba casada o tenía hijos. Nos hizo pasar a una salita y nos ofreció un té, que nosotras aceptamos de buen grado. Minutos después de tomarme el té empecé a sentir un sueño contra el que no podía luchar. Miré a Guadalupe y vi como también luchaba para que no se le cerraran los ojos. Finalmente debimos quedarnos dormidas las dos. Cuando desperté tenía dolor de cabeza, estaba atada y amordazada. La oscuridad del lugar donde estaba era total.

-              ¿Eso te ocurrió de verdad? -Preguntó Victoria-.

-              Puede que sí o puede que no, tú decides. Tenía los brazos y las piernas entumecidos, debía de tener las muñecas y los tobillos atados a algo, porque no podía moverlos y tenía un frío terrible. Debía estar desnuda, ya que no sentía la presión del sujetador ni del tanga. No sabía si estaba sola o si Guadalupe estaba conmigo. Pasó un buen rato hasta que percibí cierta luz que venía de detrás de mí y arrojaba dos sombras sobre el suelo. Debíamos estar atadas en X por las sombras que aprecié. Empecé a tener un ataque de pánico y traté de tranquilizarme, sin éxito ninguno. Me preguntaba una y otra vez que había pasado para que estuviera en esa situación. Poco después se encendió una potente luz que me deslumbró y tardé unos segundos en que mis ojos se acostumbraran a ella. Cuando por fin lo hicieron nos vi a Guadalupe y a mí reflejadas en un gran espejo que cubría toda la pared de enfrente. Como había supuesto estábamos las dos desnudas atadas de pies y manos a unas cruces en forma de X. Verme así, a merced de lo que cualquiera quisiera hacerme, empezó a ponerme muy caliente, ya he dicho que tenía las hormonas desbocadas. Al poco tiempo reparé en la señorita Julia. ¡Estaba desnuda también, sólo con unas botas negras de charol con mucho tacón por encima de la rodilla y con un pequeño látigo en las manos! Te toca seguir Julia.

-              ¡Muy bien, Susana, nos has puesto a reventar de calientes con tu relato! -Le dije-.

-              De eso se trataba, ¿no? -Me contestó ella-.

-              Venga Julia, que estoy deseando saber lo que pasa. -Dijo Victoria-.

Mi tía Julia se incorporó en el sofá y nos miró, todos estábamos expectantes.

-              Estoy cachonda perdida y me encanta. -Dijo antes de empezar su relato-.

-              Igual o más caliente estoy yo, he disfrutado mucho inventándome el relato. -Dijo Susana-.

-              A mis cuarenta y muchos años estaba divorciada. A veces repasaba mi vida y me decía que me había comportado de forma bastante tonta. De joven era una chica con muy poco deseo sexual, concentrada en mi carrera y mi familia. Cuando terminé los estudios mi madre comenzó a insistirme en que debía buscar a un chico, casarme y formar una familia. Comprendí que así debía ser y no tardé demasiado en encontrar a uno que me pareció adecuado: correcto, educado, no era feo y decía que muy religioso.

-              ¿Cómo estaba? -Preguntó Susana-.

-              No me fijé mucho en eso, normal, creo, como he dicho, entonces tenía muy poco deseo sexual, por no decir ninguno. Alguna vez me había masturbado, pero más por curiosidad que por necesidad. A los pocos meses nos casamos, sin que hubiera habido sexo entre nosotros. La noche de la boda estaba un poco nerviosa, iba a ser la primera vez que hiciera el amor con un hombre.

-              ¿Qué edad tenías entonces? -Le preguntó Victoria-.

-              Veinticinco.

-              ¿Y eras virgen todavía? -Le preguntó Susana-.

-              Sí.

-              ¡Venga ya Julia! ¿Con veinticinco?

-              Eran otros tiempos y mi interés por el sexo era nulo. Cuando subimos a la habitación después del banquete, siguiendo instrucciones de mi madre entré al baño a cambiarme y ponerme un camisón bastante provocativo que ella me había comprado. Recuerdo que me miré largamente en el espejo y me dio bastante vergüenza presentarme ante mi marido vestida con aquella prenda que dejaba intuir todo mi cuerpo. Nunca había estado desnuda delante de un hombre. Bastante nerviosa salí del baño. Mientras yo me había cambiado, él lo había hecho también y se había puesto un pijama de rayas de lo más antiguo. Entró al baño y yo lo esperé sentada en la cama cada vez más nerviosa.

-              ¿Te apetecía follar con él?

-              No lo sé, tenía sensaciones muy contradictorias. Yo no tenía ninguna experiencia, así que confiaba en la que él pudiera tener. Cuando salió del baño, se acercó a mí, me dio un beso en la frente, me deseó buenas noches y se acostó. Me quedé muy extrañada, me acosté también y me costó coger el sueño. Eso no era lo que algunas amigas me habían contado de la noche de bodas.

-              Yo lo hubiera matado si me deja a dos velas en mi noche de bodas. -Dijo Susana-.

-              Durante el viaje de novios, noche tras noche pasó lo mismo. Empecé a decirme que igual era culpa mía, que debía excitarlo para que pasara algo. Salía del baño envuelta en una toalla y después me la quitaba delante de él para que me viera desnuda, me daba las cremas en la habitación frente al espejo y luego me ponía un bikini bastante diminuto, tratando de excitarlo, pero nada surtía efecto. Después del viaje volvimos a la rutina diaria y él siguió sin tocarme. Un mes después de la boda mi madre me preguntó como iban las cosas entre nosotros y le confesé lo que nos estaba pasando. Ella me recomendó tener paciencia, que fuera cariñosa con él y que tratara de enterarme cuales eran sus gustos sexuales para así poder excitárselos.

-              ¿Se los preguntaste a él? -Le dije-.

-              Por supuesto que no, no quería que pensase que yo era una calentorra ni darle más importancia a lo que nos estaba pasando. Pero lo cierto es que cada vez estaba más caliente. Mi dormida sexualidad se iba despertando día a día. No acertaba a explicarme porque no le resultaba atractiva.

-              ¿Cómo eras entonces? -Le preguntó Victoria-.

-              Ya sabes que ninguna mujer está de acuerdo con su físico. A pesar de eso, yo creo que bastante atractiva para cualquier hombre. Unas tetas más grandes que pequeñas, durísimas, con unas grandes areolas rosadas y unos pezones que cuando se me ponían duros se volvían muy grandes, la barriga justa para ser erótica, un culo respingón muy carnoso, un chocho bastante grande y cerrado, sería por el poco uso que le daba, y unas piernas largas con unos muslos dignos de una vedet de revista.

-              Sí que debías ser una mujer muy atractiva. -Le dijo Susana, antes de que mi tía continuase-.

-              Un día que yo no tenía clase y él se había marchado a trabajar, decidí arreglar los cajones del armario. En el cajón de su ropa interior descubrí una revista de pequeño formato, forrada y muy gastada por el uso. La abrí por curiosidad y era una revista pornográfica muy singular. Yo había visto de joven un par de revistas pornográficas, que una compañera le cogió a sus hermanos y las llevó al instituto. Nos las dejaba ver en los aseos durante el descanso de clases. Recordaba a mujeres maquilladas, muy exuberantes y con ropa interior sofisticada. La revista del cajón de mi marido era muy distinta. Mujeres entre maduras y viejas, despeinadas, gordas o muy flacas, mal vestidas con batas de casa a medio poner o a medio quitar, se la comían a hombres gordos y sucios, que luego las follaban o les daban por culo en todas posiciones.

-              Qué rarito tu marido. -Dijo Victoria-.

-              Eso pensé yo cuando miré la revista. No sé por qué me calenté bastante con ella y tuve que hacerme una paja mirándola muy despacio, esa vez no por curiosidad, sino por la necesidad de desfogar el calentón que había cogido. Mientras me la hacía comparaba mi atractivo cuerpo desnudo con el de aquellas mujeres y menos entendía todavía a mi marido. Volví a dejarla en su sitio pensando que era un recuerdo de juventud que mi marido no habría querido tirar. A la mañana siguiente era sábado y yo solía quedarme más tiempo en la cama. Mi marido se levantó temprano, con mucho sigilo abrió el armario y sacó una cosa que me pareció la revista que yo había encontrado el día anterior, dejó abierto el armario y salió de la habitación. Le di un tiempo, luego me levanté y silenciosamente lo busqué por la casa. Lo descubrí en el baño, había dejado la puerta abierta y por el espejo pude ver que se estaba haciendo una paja sentado en el inodoro mirando la revista.

-              ¡Qué tío, a ti ni te toca y se hace una paja con una revista de viejas mal vestidas! -Exclamó Susana-.

-              Así era. Me volví a la cama y empecé a trazar un plan. Si a él le ponían las viejas despeinadas y descuidadas en sucias batas de casa, eso le iba a dar yo. Esa tarde, mientras él estaba en el fútbol, fui a casa de mis padres y le pedí a mi madre las batas de casa más viejas que tuviera, con la excusa de hacerlas trapos. Cuando volví a casa me puse unas bragas feas y desgastadas, cogí la bata más vieja y manchada y me la puse, luego me medio quité el maquillaje y me despeiné. Estaba nerviosa, no sabía si mi plan daría resultado. Lo esperé en la cocina con la bata a medio abrir. Cuando escuché la puerta lo llamé a la cocina. Él venía hablándome, se quedó mudo y paralizado al verme con las pintas que llevaba. Observé que se le había formado instantáneamente un buen bulto en la entrepierna. ¿Te importa que me haya puesto cómoda? Le pregunté. No me respondió, se acercó a mí y comenzó a besarme y morderme la boca como un loco. Recordé algunas de las fotos que había visto en la revista, me separé de él, me abrí un poco más la bata me puse de rodillas, le bajé el pantalón y los calzoncillos, estaba completamente empalmado y empecé a comérsela con ansia, mientras él me despeinaba todavía más de lo ya estaba. No tardó ni un minuto en correrse en mi boca. Luego me puso de pie y me sentó en la encimera de la cocina y allí mismo me desvirgó salvajemente mientras yo me corría.

-              ¡Tía, que historia más extraña! -Le dije-.

-              Pues que sepas que es cierta, aunque no me ha pasado a mí. Desde aquel día, cuando volvía de dar mis clases, me ponía alguna de las batas y lo esperaba desmaquillada y despeinada. Cuando llegaba follábamos una vez tras otra, hasta quedar desfallecidos. Nunca hablamos de su parafilia, aquella pasión duró cuatro o cinco años, en los que follamos lo más grande. Él iba a sitios que daban ropa por caridad y les cambiaba ropa nueva y buena por las batas y las bragas más viejas que tuvieran, que luego dejaba en mi armario. Al cabo de un tiempo empecé a notar que su pasión sexual descendía en picado y ya no me traía batas viejas. A los seis meses me dejó por una compañera de su trabajo, una adolescente con un culo que era un portento. El problema era que yo estaba cada vez más caliente. Me tenía que hacer varias pajas al día, que no lograban satisfacer mi calentura. Así pasé algunos años en los que me convertí en la zorra más salida que podáis imaginar.

El relato de mi tía nos mantenía a todos muy calientes. Victoria y yo teníamos una erección descomunal y a Susana le brillaban el chocho y los muslos de los jugos que emanaba.

-              ¿Qué pasó después? -Le preguntó Victoria-.

-              Me aficioné a los videos porno, especialmente a los de temática sado masoquista. Muchas noches soñaba estar atada y que mi amo o ama me golpeaba, me azotaba o me colgaba pesos de los pezones, me despertaba tan caliente que tenía que hacerme otra paja.

-              ¿No tenías ningún amante, aunque fuera ocasional? -Le pregunté-.

-              No quería dar escándalos. Si en el instituto se hubiera sabido algo me habrían despedido sin contemplaciones. No sé cómo, un día di con un chat sado masoquista y me aficioné a él. Allí la gente decía las barbaridades más inimaginables sobre lo que les harían a otros o lo que le gustaría que le hicieran a él o a ella. Adopté el papel de sumisa con gran éxito. Excitaba a hombres y mujeres del chat detallando pormenorizadamente las torturas a las que me gustaría que me sometieran. Había un hombre o al menos usaba un nombre masculino, Amo Salvaje, que me escribía unas aberraciones bestiales sobre lo que le haría a mi coño, a mis tetas y a mis muslos, pero que a mi me excitaban de tal forma que me corría sólo con leerlas. Me obsesioné con él, tenía que conocerlo y que me hiciera todo aquello que escribía. Me compré un móvil de prepago de los que había entonces y una noche que estábamos los dos solos en el chat le di su número, suplicándole que me llamara para vernos.

-              ¿Sabías que eso era una locura? -Le dijo Victoria-.

-              Claro que lo sabía, pero mi deseo era más fuerte que mi razón. Nadie más que él sabía el número de ese teléfono. Yo lo llevaba a todas partes, no fuera a ser que me llamara y no pudiera cogerlo. Una noche, varios días después de darle el número, recibí una llamada de un número oculto. Mi corazón se desbocó al oírla y muy nerviosa descolgué. ¿Amo Salvaje? Pregunté al descolgar. Cállate puta, ¿te he dado permiso para hablarme? Me contestó él y yo me corrí sólo con oír su voz y que me llamara puta. Me quedé en silencio, esperando que él hablase. ¿Qué quieres, que nos veamos y te haga todo lo que te he escrito? Sí amo. Espérame mañana a las siete en la puerta de la sala X de la calle Trajano. No se lo digas a nadie. Terminó de hablar y colgó.

-              ¿No se te ocurriría ir? -Le preguntó Susana-.

-              Que no lo dudes que fui. No había estado más caliente en toda mi vida que durante las horas que pasaron entre su llamada y la hora de la cita. Me vestí y me arreglé como una autentica puta y diez minutos antes de la hora estaba en la puerta de la sala X. Los hombres que entraban o salían de la sala me miraban libidinosamente y me decían cosas horribles, que a mí me calentaban todavía más. Diez minutos después de las siete empecé a temer que no viniera, pero cinco minutos más tarde se paró una furgoneta delante de mí y el conductor, al que no pude verle la cara, me ordenó que me subiera detrás. La caja de la furgoneta estaba iluminada por una bombilla tan sucia que prácticamente no iluminaba nada, tras cerrar el portón me senté en una especie de banqueta, que formaba el resalto de una de las ruedas traseras. Tras un recorrido de unos quince o veinte minutos se detuvo el motor y por un ventanuco entre el furgón y la cabina, una voz me dijo que me pusiera una máscara que había en el suelo. La máscara no me dejaba ver nada. Después se abrió la puerta del furgón y una mano que supuse de hombre por su rudeza, tiró de mí hacia fuera.

-              ¿Tenías miedo? -Le preguntó Susana-.

-              Claro que tenía miedo, pero todavía estaba más caliente. Subimos unos cuantos escalones y cruzamos dos puertas, hasta que el hombre me detuvo. ¿Estás caliente, puta? Me preguntó y yo le contesté mucho, amo. Me subió la falda y groseramente me tocó el chocho por encima del tanga que llevaba. Lo tenía empapado. Luego me quitó la chaqueta que llevaba y me sobó las tetas por debajo de la camiseta y el culo levantándome la falda. Estás muy buena para ser tan puta. Gracias, amo, le contesté. Poco después me desnudó del todo, dejándome sólo con la máscara, me empujó contra una mesa, me tumbó de espaldas, me inmovilizó las muñecas por encima de la cabeza, me colocó algo en los tobillos y me subió las piernas, muy abiertas por una barra que separaba las anillas de los tobillos, tiró tanto hacia arriba de mis piernas, que despegó mi culo de la mesa.

-              ¿No te daba cosa estar de esa forma tan expuesta delante de un extraño? -Le preguntó Victoria-.

-              Sí, me puso todavía más caliente, ya os he dicho que me había convertido en una zorra salida. Me dejó unos cinco minutos en esa posición, sin hablarme ni tocarme. Amo, por qué no me quitas la máscara para que pueda verte, le dije. Por toda respuesta recibí un fuerte golpe con una vara o con una regla en mis muslos, que incrementó más mi calentura. ¿Para qué quieres verme? Para saber como es el amo que me tiene dominada. Tiró de la mascara y me la quitó. Al principio no pude verle porque estaba detrás de mí, pero pude verme a mí con las piernas subidas y abiertas y el chocho chorreándome jugos. Poco a poco fue apareciendo por mi izquierda, llevaba una mascara de cuero que le dejaba libre la nariz, la boca y la barbilla, tenía una barriga prominente y una gran cantidad de pelo por todo el cuerpo, menos en el pubis y la polla que llevaba depilados. Tenía una polla mediana de larga, pero muy gorda, era casi como una lata de cerveza y estaba completamente empalmado. En ese momento hubiera dado cualquier cosa por poder comerme su polla. Fue rodeando la mesa a la que me tenía atada y yo lo fui siguiendo con la cabeza, hasta que me pareció ver a alguien en la sombra sentado en una especie de trono, no podía distinguir si era un hombre o una mujer.

Yo sabía que mi tía estaba disfrutando, contando esa situación. Si era cierta por recordarla y si se la estaba inventando por el placer que le hubiera dado haberla vivido.

-              ¿Tía, te calienta mucho lo que estás contando? -Le pregunté-.

-              No te lo puedes imaginar, sobrino. Tú sabes bien que soy muy masoquista y el relato de Susana me ha dado pie a explayarme.

-              Me alegra haber acertado. -Dijo Susana, que seguía sentada sobre sus talones con el torso hacia fuera, luciendo sus enormes tetas-.

-              ¿Amo, no estamos solos? Le pregunté y él me golpeó en los brazos con la vara que llevaba, produciéndome un fuerte dolor. ¿A ti eso que te importa? Nada, amo, pero me gustaría todavía más si alguien observase como me dominas. Eres todavía más guarra de lo que creía. Amo, no te puedes imaginar siquiera lo guarra que puedo llegar a ser. Le dije y era la verdad. El se puso de frente al bulto en la sombra y empezó a golpearme con la vara en las tetas y en la barriga. Los golpes me dolían, pero más caliente me ponía yo al sentirlos, tanto, que me corrí a chorros sin haberme tocado él.

-              ¿Es verdad eso de que el dolor produce placer? -Le preguntó Victoria-.

-              No es sólo el dolor, es sentirte dominada e indefensa a merced de un desconocido. Deberías probarlo Victoria y verás cómo te resulta adictivo. El amo, al ver como me corría empezó a golpearme en el chocho y en el monte de Venus, haciendo que me corriera una vez tras otra hasta perder el sentido. Me despertó sentir como el amo me penetraba con su polla dura y gorda, de rodillas sobre la mesa. Lo miré a sus ojos, que podía ver a través de la máscara, los tenía fuera de sus órbitas, mientras bombeaba salvajemente en mi interior y me daba golpes con su vara en las tetas y en la barriga. Volví a correrme, al poco me sacó la polla y cogiéndosela con su mano se corrió con enormes chorros sobre mí, sin dejar de golpearme en ningún momento, hasta que dejó de correrse y yo volví a perder el conocimiento del placer tan enorme que había sentido. En el sopor pude oír como el amo hablaba con una mujer. Esta perrita nos puede dar mucho juego, dijo ella. Sí, es una auténtica zorra, ¿te lo has pasado bien? Le preguntó el amo. Mucho, pero ahora despiértala, quiero que vea como me follas. El amo me echó agua sobre la cara para sacarme del sopor, entonces pude ver a la mujer, iba a cara descubierta y era muy poca cosa, más bien fea, sin tetas y casi sin culo. Se puso entre mis piernas mirándome y el amo se la metió en plan perrito sin mayores prolegómenos. Sus caras eran las de dos auténticos viciosos que estaban disfrutando, sabiendo que una mujer atada los observaba follar.

-              ¿Tú que sentías en ese momento?

-              Yo era todavía más viciosa que ellos dos. Ella se corrió enseguida, debía estar muy caliente, él se la siguió follando hasta que se la sacó y se corrió sobre su culo, momento en el que yo volví a correrme a chorros sobre la cara de la mujer que, tras dejarse empapar con mis jugos, cayó sobre mí. Ahí terminó la primera sesión con mi amo. Cuando me acosté después de una buena ducha, no podía dejar de pensar en el placer que me había dado la sesión y en la necesidad que tenía de más sesiones como aquella. Pasados unos días, me volvió a llamar el amo y me propuso participar en una orgía sado masoquista que iban a celebrar un grupo de conocidos. La orgía superó con mucho mis mayores expectativas y siempre a través del amo pasé a formar parte de aquel grupo y de muchos otros y a participar en las sesiones que hacía en su casa con otras mujeres tan sado masoquistas como yo o más. Fueron unos años de auténtica lujuria. Yo seguía con mis clases en el instituto, donde pensaban que era una aburrida y solitaria divorciada, pero, al menos una vez a la semana, tenía una sesión o una orgía, en las que me corría una vez tras otra. Un día tuvimos una sesión con una jovencita con unas tetas enormes y todavía más vicio encima que tetas. Noté que el amo estaba subyugado por aquella mujer y por sus tetas. Fue espaciando sus llamadas, hasta que dejó de llamarme o de escribirme por el chat. Aquella adolescente tetona me había quitado a mi amo y me había privado de las sesiones y las orgias, pero no de mi calentura permanente. Cuando me topé con Guadalupe y con Susana en mi clase las vi como a las dos niñatas que me habían quitado primero a mi marido y luego a mi amo …

-              ¡Magnífico Julia como has retomado el relato de Susana! A mí no se me hubiera ocurrido jamás. -Le dijo Victoria eufórica-.

-              Estoy tan caliente que necesito una polla dentro. ¿Te importa Victoria si es la tuya? -Dijo mi tía, que iba a empezar a buscarse su segunda corrida?

-              En absoluto, yo también estoy para reventar de caliente.

Mi tía se levantó, le dio un largo beso en la boca a Victoria, luego se colocó de espaldas a ella, le cogió la polla con la mano, se la puso en el chocho y fue bajando hasta tenerla entera dentro.

-              ¡Uuuummm Victoria, que gusto! -Exclamó mi tía y luego continuó su relato, como si nada-. Yo me había construido un pequeño gabinete sado masoquista durante el tiempo que estuve con mi amo, que él no quiso nunca disfrutar, decía que un amo no podía ir al gabinete de su esclavo porque podía perder su autoridad. Cuando él me dejo, bajaba muchas veces a hacerme pajas, el ambiente me hacía recordar mejor mis anteriores vivencias. Ver un día tras otro a aquellas dos adolescentes salidas, me obsesionó hasta hacerme perder la cabeza y decidir secuestrarlas para tenerlas a mi antojo y vengarme de lo que otras adolescentes como ellas me habían hecho. Había cambiado de masoquista a sádica o igual siempre había tenido las dos facetas. Me hice con un potente somnífero y un día les dije que vinieran las dos a una tutoría en mi casa. Se presentaron a la hora que les indiqué vestidas todavía con sus uniformes. Les ofrecí un té que ellas aceptaron y les eché el somnífero en él. Disfruté viendo como trataban de no dormirse, hasta que no pudieron más y se doblegaron al sueño. Primero cogí a Guadalupe, me la eché al hombro, la bajé al sótano, la tumbé en la mesa de tortura, la desnudé, luego la trabé de pies y manos a una cruz en X. Me estuve fijando en ella, desde luego tenía un culo absolutamente maravilloso. Subí por Susana e hice la misma maniobra, la muy guarra no llevaba sujetador, pese a las tetas enormes que tenía. Las dos llevaban sus chochos depilados y aunque a mí me gustan sobre todo los hombres, tuve que reconocer que se veían muy tentadores. El efecto del somnífero se les pasaría en dos o tres horas, las dejé allí a oscuras y volví a subir.

-              No te muevas mucho Julia, que no respondo. -Le dijo Victoria que le tenía cogidas las tetas a mi tía-.

-              Como quieras, Victoria, me moveré sólo lo justo. En algunas de las orgías sado masoquista en las que había participado con mi amo, conocí a un chico con una polla enorme y en permanente estado de calentura, que acompañaba a una madura muy guarra y sádica. Por mi amo supe su nombre, Carlos, y luego que había dejado de ser el esclavo de la sádica. Hacía tiempo que me había hecho con su teléfono para invitarlo en alguna ocasión. Pensé que qué mejor ocasión que aquella con dos adolescentes a su merced. Lo llamé, él se acordaba de mí de algunas veces que habíamos follado, después de una pequeña charla, le propuse que viniera a mi casa a pasar un buen rato. Él aceptó encantado, ya os he dicho que lo recordaba en permanente estado de calentura. ¿Verdad, sobrino?

-              Totalmente, tía. Por lo que veo me vas a meter en una orgía improvisada.

-              No te adelantes, que ya te tocará a ti. En menos de una hora, Carlos estaba llamando a mi puerta. Acordarme de su pollón me había puesto más caliente de lo que normalmente estaba. Le abrí y nos saludamos con dos besos en las mejillas y uno en la boca.

Susana se levantó del sofá, se aceró a mí, se colocó en la misma posición que mi tía y se metió mi polla en su chocho lentamente, sin decir una palabra, luego me cogió las manos y me las llevó a sus tetas.

-              Susana, eres una chica muy lista. -Le dijo mi tía-.

-              No podía aguantar ni un minuto más viéndola y sin disfrutar de ella. -Le contestó-.

-              Creo que empezamos a necesitar corrernos por segunda vez. -Dijo mi tía-. Estaba anocheciendo y le ofrecí una copa. Me pidió si podía ser whisky y serví dos vasos bien colmados. Me alegra mucho que te hayas acordado de mí y me hayas llamado, siempre me has gustado mucho. Me dijo y continuó: Creo que a los dos nos han excluido de las sesiones a las que nos llevaban nuestros amos, pero que le vamos a hacer. De todas maneras, yo ya estaba un tanto harto de que me pegasen ¿Te apetece que tengamos nosotros una sesión? Le propuse. Claro que me apetece, ya te he dicho que siempre me has gustado. Espérame un minuto, le dije y fui a mi dormitorio a vestirme o mejor dicho a desnudarme para la ocasión. Me quité toda la ropa y me puse unas botas negras de charol con mucho tacón y altas hasta medio muslo.

-              Tía, te imagino así y me dan ganas de follarte.

-              Bueno, eso es lo que hiciste más tarde. Volví al salón y se quedó con la boca abierta cuando me vio. ¡Julia, recordaba que estabas como un cañón, pero mis recuerdos se han quedado muy cortos! Dijo y me abrazó por detrás, pegándome su pollón empalmado al culo, amasándome las tetas y besándome el cuello y las orejas. Ya veo que te gusto, le dije llevando mis manos a su entrepierna, bajándole la cremallera y metiendo una mano por la bragueta. No llevaba calzoncillos y pude cogerle su polla durísima sin dificultad. Luego me di la vuelta y mientras él me chupaba y mordía las tetas, terminé de desnudarlo. Ven conmigo abajo, que te tengo preparada una sorpresa. Bajamos la escalera hacia el sótano y abrí la puerta del gabinete, entrando la luz del descansillo en su interior. Su polla dio un brinco cuando las vio. Él se quedó en la puerta observando a las dos adolescentes desnudas en el espejo que estaba frente a ellas, encendí la luz y entré en el gabinete, dejándome ver por ellas, a la misma vez que se veían reflejadas en el espejo. Pasa Carlos, le dije. ¡Qué sorpresa tan agradable! Exclamó él entrando en el gabinete. Cuando Guadalupe y Susana lo vieron y sobre todo vieron su larga y gorda polla, dura como un palo, se les saltaron los ojos de las órbitas. Señorita Julia, ¿qué hacemos aquí desnudas y atadas? Preguntó Susana. ¿Es que no te gusta? Le pregunté y ella guardó silencio.

-              Claro que nos gustaba a las dos. Una situación inesperada, todos desnudos y nosotras atadas, sin saber que nos iba a pasar, pero deseando que aquel chico, con el pollón que gastaba, nos follase hasta matarnos del gusto. -Dijo Susana-.

-              ¿Te gustan mis esclavas? Le pregunté. Sigue tú, Carlos, que yo no puedo aguantar más y me tengo que correr.

Mi tía empezó a moverse sobre la polla de Victoria en todas direcciones, sobándose el clítoris a la misma vez. Me encantaba mirarla esperando a que se corriera. De pronto se le cambió la cara y empezó a gritar.

-              ¡Aaaaagggg, por Dios, qué placer, aaaagggg, me corro, me corro …!

-              Y yo. -Gritó Victoria también, cogiendo a mi tía por las piernas y tumbándola sobre ella-. ¡Aaaahhh, toma, toma Julia! -Decía mientras se veían los espasmos de su polla al correrse-.

Susana comenzó a mover las caderas en circulo y a saltar sobre mi polla. Llevé mis manos a su clítoris y se lo sobé con fuerza. Yo estaba a punto de correrme y quería que ella lo hiciera conmigo.

-              ¡Carlos, ahora, ahora, me corro, sigue, sigue, córrete conmigo!

Al notar los espasmos del coño de Susana empecé a correrme yo también.

-              ¡Susana, sigue moviéndote, siiii, siiii, aaaahhhh!

Tanto se movió Susana que a mitad de la corrida se salió mi polla de su chocho y terminé de correrme sobre su barriga. Quedamos los cuatro en silencio y muy relajados. Mi tía a los pocos minutos se levantó y rellenó las copas.

-              ¡Como me gusta venir a esta casa! -Dijo mientras lo hacía-.

-              Y a nosotros que vengas. -Le contesté admirando su atractivo cuerpo de mujer madura-.

-              Bueno sobrino, te toca seguir el relato. -Me dijo volviendo a sentarse en el sofá-.

-              ¿Dónde me lo habías dejado? Perdóname, pero con el cachondeo me he despistado. -Le pregunté a mi tía-.

-              Julia te había preguntado si te gustaban sus esclavas. -Me respondió Victoria-.

-              Cierto, gracias, Victoria. La pregunta de Julia me extrañó, ¿a quién podrían no gustarle semejante par de adolescentes? Con la posición que tenían, lo que saltaba a la vista eran las impresionantes tetas de una de ellas, luego supe se llamaba Susana. Lo mismo que luego descubrí el inigualable culo de la otra chica. Tengo que retrotraerme cierto tiempo atrás para que entendáis mi situación en aquella escena. Con dieciocho años recién cumplidos, mi amigo Javier me llevó a un sitio muy misterioso, en el que se reunían mujeres maduras deseosas de sexo, con jovencitos como Javier o como yo. Yo no sabía de qué iba el tema, pero a los pocos minutos de llegar Javier dijo que tenía que ir al servicio, yo creo que a hacerse una paja rapidita. Cuando me quedé solo me abordó una madura de unos cuarenta y tantos años, guapa de cara, muy maquillada, con unas tetas de muy buen tamaño y unas bonitas piernas que dejaba lucir su minifalda, un poco impropia para su edad. Me preguntó qué edad tenía y qué había venido a buscar a ese sitio. Le contesté hecho un manojo de nervios que dieciocho, que me había traído un amigo y que hasta hacía un rato no conocía el sitio. Aquí hay mucho ruido, acompáñame a otro sitio para que podamos hablar más tranquilos. ¡Coño que he ligado! Me dije para mis adentros.

-              ¡Sobrino, que éxito y eso sin verte la polla, qué si te la llega a ver!

-              Gracias, tía. Busqué a Javier con la mirada para decirle que me iba, pero debía seguir en el baño porque no lo vi. Pensé que íbamos a otro pub, pero me equivoqué. La mujer pidió un Cabify, que llegó en dos minutos, e hicimos un trayecto como de diez minutos hasta una zona de la ciudad que yo no conocía. Yo tenía mi calentura habitual acrecentada por lo que pudiera hacer con aquella mujer. Entramos en un chalé con muy buena pinta. La mujer me hizo pasar a un amplio salón, se quitó la chaqueta que llevaba y me preguntó si quería beber algo. Yo, sin quitar los ojos de sus tetas, le respondí que lo mismo que ella fuera a tomar. Sirvió dos generosos vasos de ginebra con hielo y me dijo que me sentara junto a ella en uno de los sofás que había en el salón. ¿Cómo te llamas? Carlos ¿y usted? Llámame, Priscila. ¿Has estado con muchas mujeres maduras? Yo no había estado con ninguna, pero por no parecer un pardillo, le respondí que con algunas. Entonces sabrás de que va esto. Más o menos, le respondí, lamentando no haber dicho la verdad desde el principio. A cierta edad cada mujer busca una cosa diferente con un jovencito y a mí me gusta el bondage. Yo no sabía muy bien que era aquello, pero me sonó a una cierta perversión, lo que me calentó mucho y me puso la polla ya bastante morcillona.

-              ¿Cómo ahora? -Me preguntó Susana-.

-              Yo llevaba varios meses sin follar a base de pajas y hasta ese momento no lo había hecho más que con algunas chicas de mi edad en los bancos del parque de mi pueblo. La posibilidad de hacer algo con aquella tiaca me tenía muy excitado, así que la tenía más morcillona que ahora. ¿Te excita el bondage? Me preguntó. No sé muy bien lo que es, creo que es algún juego sexual. Así se le podría definir. En un ambiente adecuado nos desnudamos, te inmovilizo y jugamos. Cuando me dijo aquello se me puso la polla como un palo. ¿Quieres que probemos? Me preguntó poniendo su mano en mi entrepierna. ¿Qué llevas ahí? Preguntó sobándome la polla por encima de los pantalones. Nada, le contesté. ¿Seguro que no es el bocadillo de la merienda? Preguntó con mucha guasa. No, Priscila, es que estoy muy excitado. Acompáñame, me dijo levantándose del sofá. La seguí por un pasillo, mirándole las piernas y el culo, pensando que iba a poder vérselo y sobárselo poco después. Entramos en una habitación decorada con unas cortinas rojas que se veían muy pesadas, unos cuantos espejos y con muchos artilugios, que me recordaron a algunas películas sobre la edad media que había visto. Una vez dentro traté de besarla y ella me empujó para que me separase. Desnúdate, me ordenó. Yo no tenía costumbre de desnudarme delante de mujeres y menos delante de una a la que casi no conocía. Me puse de espaldas a ella para hacerlo, pero ella me preguntó de malos modos, si era imbécil. Me di la vuelta evidenciando el bulto en la entrepierna producido por la erección que tenía. ¿Tú no te desnudas? Me atreví a preguntarle. Primero tú, me contestó muy seca. Cuando me bajé el bóxer se quedó mirándome la polla durante un rato. ¿Sabes manejar todo eso? Me preguntó y yo por toda respuesta me encogí de hombros. Me empujó hasta colocarme debajo de una barra colgada del techo, colocó mis manos en unas anillas, las apretó y subió la barra, luego me trabó los tobillos en otra barra con argollas. Yo tenía una calentura como para reventar. Se colocó delante de mí y empezó a desnudarse muy lentamente, primero la falda, luego la blusa, luego el sujetador y finalmente el tanga, quedándose con un liguero que sostenía unas medias negras y los zapatos rojos de mucho tacón que llevaba. Tenía el chocho depilado, las chicas con las que había follado hasta entonces tenían unos maturrones de pelo como para rellenar una almohada, así que aquel chocho grande, carnoso y sin vello me pareció el colmo de la sofisticación.

-              ¿No te gusta un buen pelucón? -Me preguntó mi tía-.

-              Con moderación también me gusta, pero algunas del pueblo es que se lo arreglan sólo una vez al año, cuando tienen que ponerse el bañador, así que antes de la época de piscina, el pelucón les baja por las ingles que da miedo. Menos mal que mi medio suegra está haciendo mucho para luchar contra esos pelucones.

-              A mí de joven también me ocurría y me pasaba la cuchilla por las ingles un par de veces al año, menos uno que tuve un novio que le gustaba el vello en las mujeres. Ese año no fui ni a la piscina ni a la playa, se me hubieran salido los pelos por los lados. -Dijo mi tía riéndose-.

-              Tía, recuerdo el día del verano pasado que nos bañamos tú y yo en la piscina y llevabas un buen maturrón de pelo debajo de la braga del bikini.

-              Quería llamar tu atención.

-              Pues lo conseguiste.

-              Mi hermana mayor, que es muy religiosa y muy velluda, tuvo un novio que cogió una infección y se puso muy enfermo el hombre. -Dijo Victoria y continuó: - Pues a ella no se le ocurrió otra cosa que prometerle a la Virgen de mi pueblo, que si el novio se curaba no volvía a depilarse el chocho y alrededores. El novio se curó y a los seis meses la dejó diciéndole que a él no le gustaba la selva que tenía y menos sabiendo que iba a ir a peor durante toda la vida. La muy tonta se quedó sin novio y con la promesa. Chico que conocía, chico que salía huyendo cuando descubría su selva negra. Lo pasó muy mal hasta que supo de un chat de hombres a los que les gustaban las mujeres a lo natural y entonces se vengó del tiempo que se había llevado sin follar. -Nos reímos todos con la historia de la hermana de Victoria-.

-              ¡Venga ya Victoria eso no puede ser cierto! -Le dijo Susana-.

Victoria se levantó del sofá, fue a buscar su móvil, trasteó en él y se lo enseñó a Susana.

-              ¡Pero qué barbaridad, pobrecita! -Exclamó Susana y me pasó el móvil-.

La foto era del chocho con más pelo que yo había visto en mi vida. Una mata que iba desde casi el ombligo hasta buena parte de los muslos.

-              Pues sí que es velluda tu hermana. -Le dije pasándole el móvil a mi tía, que se quedó con la boca abierta-.

-              Cuando yo era joven no se llevaba eso de depilarse el chocho, pero por lo menos nos quitábamos lo más gordo con las tijeras y un peine y nos depilábamos las ingles. -Dijo mi tía-.

-              Sigue Carlos, ¿qué pasó entonces? -Me dijo Susana-.

-              El cuerpazo de aquella madura me tenía sobrecogido. Sus tetas, su chocho, su culo, su espalda, sus piernas … estaban para comérselos. Estaba tan excitado que sin que ella me tocara me corrí con tales chorros que varios de ellos le cayeron encima, pese a que estaba a por lo menos dos metros de mí. Yo me morí de la vergüenza. ¿Qué iba a pensar aquella mujer de mí? Ella se quedó quieta y en silencio hasta que descolgó de la pared una especie de látigo y me golpeó con él la polla y los huevos, diciéndome que era un niñato y que quién me había dado permiso para correrme. Me dolían los golpes que me daba, pero también me excitaban. Como se te baje te la corto, me amenazó y continuó: la señora debe estar a punto de llegar y se va a creer que te he usado antes que ella. ¿Qué señora? Le pregunté. Idiota, yo no soy más que la sirvienta de la casa y la que le trae jovencitos para que satisfaga sus vicios. Por más que yo intentaba que no se me bajase mirando a aquella tiaca, mi polla empezó a coger la curva descendente. Ante aquella situación, Priscila empezó a pajearme con mucha violencia, tanta que no conseguía su objetivo. Igual si me la chupas lo conseguimos, le dije y me gané un bofetón con todas sus ganas, que parecían ser muchas. Ella estaba cada vez más agobiada con que su señora me encontrase así, se puso en cuclillas y acercó su boca a mi polla, sólo con la posibilidad de aquella tiaca me la comiese empecé a empalmarme de nuevo, podía ser la primera vez que me la chupasen. Cuando creía que iba a empezar a comérmela, se abrió la puerta de la habitación y entró una mujer como de cincuenta años bajita y gorda vestida de ama del calabozo. Priscila se levantó inmediatamente y se cuadró ante ella.

-              ¿Qué pensaste en ese momento? -Me preguntó mi tía-.

-              Que me había quedado sin mi primera mamada. -Se rieron las tres por mi respuesta-. El ama se quedó mirándonos sin decir nada, luego se paseó lentamente por la habitación, sin dejar de mirarnos. Debió pisar parte de mi corrida, resbaló y a punto estuvo de caerse. Cuando recuperó la estabilidad, se agachó para comprobar que era lo que había en el suelo. ¿Filo que ha pasado aquí? Le preguntó muy seria a la que me había dicho llamarse Priscila. Ama, el pupilo debía estar muy caliente y ha tenido una corrida espontánea, pero se ha recuperado bien, le contestó. Filo, cuantas veces te he dicho que el primer fruto debe ser para mí. Muchas, ama, pero yo no he tenido nada que ver con que se haya corrido. ¡Ven aquí! Le ordenó su ama, abriendo la parte de arriba de un yugo. Priscila o Filo o como se llamase se acercó, se dobló y metió las manos y el cuello en el yugo, que su ama cerró después, trabándolo para que no pudiera abrirlo. ¡Joder que mala leche tiene la gorda! Pensé. La dejó en el yugo y se acercó a mí. Estás bien despachado de polla, muchacho, pero parece que no la controlas como es debido. Perdone, es que estaba muy caliente con todo esto. ¡Que no vuelva a suceder! Me gritó dándome a la misma vez un apretón en los huevos que me hizo ver las estrellas. Lo intentaré, señora, le contesté. ¿Te apetece follarte a Filo? Yo, lo que usted diga, le contesté mirando el culo en pompa de Filo en el yugo y el pedazo de chocho que lucía desde detrás.

-              ¿Mejor que el mío? -Me preguntó mi tía poniéndose de rodillas en el sofá, enseñándome su culo y su chocho-.

-              Ya quisiera la tal Filo tenerlos como tú. -Le contesté-.

-              Gracias sobrino. Te veo otra vez empalmado.

-              Otra vez no, es la misma erección de antes de correrme por primera vez.

-              A ti no hay que reanimarte como al de tu relato. -Me dijo Susana-.

-              El de mi relato estaba un poco asustado y yo aquí estoy encantado con vosotras. Dejadme seguir. La señora soltó el enganche de la cadena que me elevaba los brazos, bajó la barra y me soltó las muñecas. Con mucho trabajo, por la barra que me separaba los tobillos, me acerqué al culo de Filo, le sobé el chocho por saber si estaba lubricado y vaya que si lo estaba. Le acerqué la punta de la polla y se la incrusté hasta el fondo de una vez. Ella gritó de placer y empecé a bombear. Su ama empezó a golpearnos el culo a ella y a mí con mucha fuerza, sobre todo a ella. Filo gritaba como una loca pidiendo más polla y más golpes. Su ama empezó a golpearle las tetas, sin dejar de darle golpes en el culo. Yo estaba otra vez a punto de correrme y empecé a sobarle el clítoris a Filo, para que se corriera primero, como así fue al cabo de un par de minutos. Cuando se corrió perdió la fuerza en las piernas y mi polla se salió de su chocho en el preciso momento que yo empezaba a correrme también, con lo que llené su espalda y su culo con mi lefa. Su ama, abrió el yugo y la ayudó a incorporarse. ¿Señora ha disfrutado? Le preguntó ante mi extrañeza. Mucho, el chico vale para esto y me va a dar muchas alegrías. Y así pasé a ser su esclavo.

-              ¿Pero quien era la señora y quien la sirvienta? -Preguntó Victoria-.

-              La señora era Priscila, pero la ponía hacer de sirvienta para follar. La tía era una sado masoquista de cuidado. Le gustaba pegar a sus esclavos y luego no se corría si la criada no la miraba mientras la follaban y a la misma vez le pegaba. Como ha contado antes Julia, teníamos sesiones privadas y me llevaba a orgías sado. A mí, la verdad, es que el sado masoquismo no me gustaba demasiado, pero si para follar tenía que aguantar algunos golpes, pues los aguantaba y follaba. Conocí a Julia en algunas orgías y sesiones privadas que tenían nuestros amos. Debo decir que me encantó desde el primer día que follamos y que debido a ella dejé las prácticas sado.

-              Gracias sobrino, pero tú te lo pierdes.

-              De nada tía. En una sesión privada de nuestros amos, Priscila se pasó mucho con Julia golpeándola y metiéndole toda clase de cosas por el chocho, lo que me cabreó bastante. Cuando se fueron, le di a Priscila una buena mano de latigazos, luego le partí el culo sin contemplaciones y me fui para siempre de aquel ambiente. Cuando pasado bastante tiempo me llamó Julia para invitarme a su casa me quedé sorprendido, no creía que se acordara de mí. Como ha contado ella, tomamos una copa nos desnudamos y me dijo que tenía una sorpresa para mí, tenía a dos adolescentes preciosas, desnudas, atadas a cruces de San Andrés. Claro que me gustaban sus esclavas, pero, como he dicho, a mí había dejado de interesarme el sado y follaba ya bastante, por no decir mucho, sin tantas tonterías y sin que me pegasen. Miré a las adolescentes y miré a Julia, lo que de verdad me apetecía era follar con ella. Son dos chicas muy atractivas, pero yo he venido por ti, así que primero quiero follar contigo y luego, si me queda algo, ya veremos qué hacemos con ellas.

-              ¡Que galante, sobrino!

-              Carlos, me has puesto como una moto, déjame que te la coma, me dijo Julia, y tiró de mí hasta ponernos frente a las dos adolescentes de perfil para que nos vieran bien y para verlo ella todo reflejado en el espejo. Cuando empezó a comerme la polla, las chicas comenzaron a morderse los labios y a gemir. La dejé que me la comiera largamente, lo hacía de maravilla. Lo mismo me lamía el capullo, que el tronco, que los huevos o se la metía en la boca todo lo que podía. Luego la levanté y la apoyé de frente contra la chica de las tetas gordas, le abrí las piernas y empecé a comerle el coño con grandes lengüetazos o cogiéndole sus labios menores con mis dientes. El coro de gemidos era cada vez más fuerte, sobre todo cuando Julia puso sus manos entre ella y la chica de las tetas gordas y empezó a sobarle el chocho a la misma vez que se sobaba el suyo. La chica debía estar muy caliente, porque no tardó en correrse. Carlos, fóllame ya, me dijo Julia y se puso de rodillas frente a la otra, para comerle el coño, mientras yo, en cuclillas se la metía hasta el fondo. La cara de la chica evidenciaba que no se lo había pasado mejor en su vida. No tardamos los tres en corrernos y quedar los cuatro desfallecidos del gusto. ¿Señorita Julia, cuándo nos va a tocar a nosotras disfrutar de ese pollón? Dijo la chica de las tetas gordas. Espera Susana, ya te tocará si te portas bien, le contestó Julia.

-              ¿Julia, qué entendías tú por portarse bien? -Preguntó Susana-.

-              Darnos mucho placer a Carlos y a mí.

-              Entonces sí que me portaría bien.

-              Julia se acercó a mi de nuevo para besarme. ¿Quieres más? Le pregunté. Claro que quiero más, me contestó ella volviendo a sobarme el nabo. En ese momento, por el ventanuco que tenía la habitación vi la cabeza de una mujer, que había metido un brazo por la reja para abrir la cortina que lo tapaba y mirar el interior. Se lo dije a Julia, advirtiéndole que no mirara directamente. ¿Quién coño será esa que ha entrado en mi jardín? Después desapareció la mujer y empezaron a llamar a la puerta de la casa con mucha insistencia. Bastante cabreados los dos porque vinieran a molestarnos, desnudos como estábamos, fuimos a abrir la puerta. Sigue Victoria.

-              ¡Vaya situación que me has dejado! -Protestó Victoria-.

-              Pues yo la veo fantástica. -Le contestó Susana-.

-              Venga Victoria. -La animó mi tía Julia-.

Victoria la tenía muy morcillona. Me seguía asombrando su atractivo cuerpo de mujer y el nabo que se gastaba.

-              No os burléis luego mucho de mí. -Dijo antes de empezar su relato-.

-              Nadie se va a burlar de ti. -Le contesté antes de que ella empezara-.

-              Después de varios meses en el paro, había logrado un trabajo como repartidora de paquetería. No era gran cosa, pero trabajando doce o catorce horas al día, lograba el suficiente dinero como para pagarme el tratamiento que cambiara mi físico al de una mujer, que yo tanto ansiaba. Durante la pubertad había descubierto que yo no quería tener el aspecto de un muchacho alto y desgarbado, sino el de una mujer atractiva y voluptuosa. Mi físico me ayudaba para eso, cara aniñada, poco vello y un culito duro y respingón como el de una mujer. Durante mi juventud era un chico muy caliente al que le gustaban por igual hombres y mujeres. Como era alto y guapetón tenía bastante éxito con ambos sexos. Un día de mis andanzas sexuales, conocí a una bella mujer bastante mayor que yo. Ella estaba separada y se pasaba por la piedra también a todo lo que podía. Hicimos cierta amistad y al cabo de varias semanas de conocernos le confesé que mi deseo era transformarme en una mujer como ella, pero conservando mi polla, que me daba muchas satisfacciones. A ella le encantó esa idea y se comprometió a ayudarme. Pasábamos muchas tardes juntas, en las que ella me prestaba sus vestidos y su ropa interior y yo me los probaba, luego ella me maquillaba y me convertía en una mujer, únicamente que todavía sin tetas. Las dos nos poníamos muy calientes con las sesiones de conversión de Víctor a Victoria. Mientras me probaba su ropa o me maquillaba yo me empalmaba y terminábamos follando. Ella decía que le producía mucho morbo que la follara vestida de mujer. Nuestra mejor follada fue el día que me hizo la depilación integral.

-              ¿Cómo fue? -Le preguntó mi tía-.

-              Fue un sábado. Como muchas tardes, yo me acerqué a su casa para nuestras sesiones de vestuario, peluquería y maquillaje. Ella me dijo que tenía algo especial para mí, que me desnudara y fuéramos al baño. Tenía todo un arsenal de bandas de cera fría y cuchillas para mí. Yo me puse loca de contenta, aunque después me hiciera la depilación láser, era la primera vez que iba a tener el tacto de una piel de mujer. Desnudas las dos en el baño, antes de que me pusiera la primera banda, yo ya estaba empalmado. Aunque me dolía, nos producía tal morbo la situación que follamos tres veces durante el proceso. Cuando sólo me quedaban la polla y los huevos por depilar, dejó la cera y cogió las cuchillas, nada más empezar yo me empalmé de nuevo con el trajín de sus manos. Ella unas veces me pasaba la cuchilla y otras veces se comía mi polla o mis huevos con verdadera ansia, pese a haberse corrido tres veces en esa tarde. Cuando terminó de depilarme y dejarme como un querubín, me pidió que se la metiese por el culo. Yo tenía bastante práctica para eso, ya que me había follado a muchos hombres. Mientras le distendía el ojete y luego me la follaba por el culo ella se corrió por lo menos otras tres veces y yo por lo menos dos.

-              ¿Sigues viendo a esa mujer? -Le preguntó Susana-.

-              ¿Y tú como sabes que de verdad me sucedió lo que estoy contando?

-              Porque te has empalmado como una fiera al recordarlo.

-              Sí, nos vemos con menos frecuencia que entonces, pero continuamos viéndonos. Bueno a lo que iba, con su ayuda me hice un tratamiento hormonal bastante fuerte y luego la cirugía necesaria para mi casi completa transformación. Mi benefactora tuvo que mudarse de ciudad durante unos meses y yo para poder seguir pagando el tratamiento me puse a repartir paquetes. Cobraba por paquete entregado, así que cuando no podía entregarlos a la primera tenía que ir una segunda o tercera vez hasta conseguirlo. Tenía que entregar un paquete en casa de una tal Julia y no había manera. No conseguía pillarla en su casa y no me cogía el teléfono para poder concertar cuando podría dárselo. A la quinta vez de pasar por su casa, llamé a la puerta de la cancela y seguían sin abrirme, pese a que me pareció que había luz dentro. Salté la pequeña valla y rodeé la casa a ver si descubría algo o veía a alguien. En el jardín trasero vi que salía un poco de luz de un ventanuco situado casi a ras del suelo. Me agaché a mirar, la ventana estaba abierta y una cortina me impedía ver, metí la mano y aparte la cortina, estaba dispuesta a entregar el puto paquete como fuera. Cuando vi lo que pasaba dentro me quedé de piedra. Dos jovencitas estaban desnudas y cogidas a unas cruces, mientras que una mujer madura y un joven, más o menos de mi edad con un pollón impresionante, follaban como cosacos delante de las jovencitas. ¡Vaya como se lo pasa de bien la gente! Pensé. Aunque yo no soy cotilla me picó la curiosidad y me quedé mirando sin hacer ruido. Primero la madura estaba pegada a una chica con unas tetas descomunales, besándola y haciéndole una paja, mientras el joven del pollón le comía el ojete y el chocho en cuclillas. Cuando pareció que la tetona se había corrido la madura se puso de rodillas delante de la otra y empezó a comerle el coño, mientras el del pollón se la follaba en plan perrito.

-              ¿Te calentaste al verlos? -Le preguntó mi tía-.

-              Ya he dicho antes que soy muy caliente, así que ver aquella escena de porno en vivo y en directo me puso la polla como un palo. Cuando pareció que se habían corrido los tres, se tumbaron en el suelo a retomar el aliento. Me quedé un rato más mirando. Al parecer la madura quería más guerra y empezó a sobarle el nabo otra vez al joven. Pensé que ya había visto bastante y que tenía que entregar el paquete de una vez. Volví a la puerta de la casa y empecé a tocar al timbre y a golpear la puerta como una loca, con la intención de no parar hasta que no me abrieran.

-              ¡Muy bien Victoria, mi sobrino no te lo había dejado fácil! -Le dijo mi tía-.

-              Gracias, Julia.

-              Ahora lo que hace falta es que no decaiga, a ver si nos corremos otra vez. -Dijo Susana-.

-              Eso ni lo dudes. -Le contestó mi tía-.

-              Escuché voces detrás de la puerta. No se me quitaba de la cabeza la escena que acababa de ver ni se me bajaba la erección que me había provocado. ¡Traigo un paquete para Julia M y es la quinta vez que vengo, no me voy a marchar hasta que lo recoja! Déjalo en la puerta y luego lo recojo. De eso nada, me tienen que firmar. Vi que la puerta empezaba a abrirse y que sacaban un brazo como para coger el paquete, pero en lugar de coger el paquete me cogió del brazo, tiró de mí hacia el interior de la casa y luego cerraron la puerta. Eran los dos folladores de antes y seguían desnudos. Me dije que no me importaría nada echar un polvo con los dos, juntos o por separado. Es la que nos estaba espiando por la ventana, dijo el joven del pollón, que ahora lo tenía a media asta. Yo no estaba espiando, yo lo que quería era entregar el paquete de una vez, lo que pasa, es que me encontré con la fiesta que tenéis y me llamó la atención. ¿Y para entregar el puto paquete tienes que mirar por las ventanas? Dijo la madura, que me recordaba bastante a mi benefactora. Es la quinta vez que vengo y cobro por paquete entregado, le contesté.

-              ¿Cómo ibas vestida? -Le pregunté-.

-              Con el uniforme de repartidora, chaqueta naranja y pantalón negro, sin ropa interior. De cerca la madura estaba todavía más buena que cuando la había visto desde el ventanuco. Yo estaba tan caliente que decidí echarle cara, a ver si salía de la temporada de sequía que llevaba. ¿La fiesta que tenéis es privada o admite invitadas? Les dije a los folladores. ¿Qué quieres propina en carne? Me contestó la madura. Si puede ser, ¿por qué no? Pero antes firma la entrega del paquete. El joven me miraba de arriba abajo, me dio la impresión de que le había gustado y que no se había dado cuenta de que era transexual. Con tres que tiene para él solo y todavía quiere más, me dije. ¿Te suelen dar propina? Me dijo la madura cuando firmó y le entregué el paquete. Tan espléndida como esta normalmente no. Se escucharon voces que debían ser de las dos jóvenes que tenían atadas. Carlos, ve tú, que yo voy a tratar algunas cosas con la repartidora. El del pollón se fue y me quedé a solas con la madura. Si te crees que no me dado cuenta de que eres una transexual, te equivocas, me dijo. ¿Y te molesta? No, me provoca. Una hermana mía me ha comentado que es de lo más morboso. ¿Tú hermana no se llamará Marisa? ¿Y tú no te llamarás Victoria? Pues sí. Mi hermana me ha hablado mucho de ti, dice que eres muy sensual. Y tiene razón, ella también es muy sensual. La madura se me acercó, me besó en la boca y me puso su mano en la entrepierna, yo terminé de derretirme con su contacto. ¿Repartes todos los paquetes así de empalmado? No, sólo los de los clientes especiales. Acompáñame abajo, me dijo cogiéndome de la mano. Bajamos una escalera y llegamos a la habitación en la que estaban los demás. El del pollón había soltado los brazos de la tetona y ésta doblada por la cintura y con las manos apoyadas en las caderas de él, se la estaba comiendo, mientras que la otra chica los miraba con cara de envidia.

-              ¿Cómo tú ahora? -Dijo Susana empezando a comérmela-.

-              Más o menos. ¿Julia no te apetece comérmela? -Dijo Victoria-.

Mi tía se levantó del sofá, salió del salón y volvió al minuto con una cuerda.

-              Átame las manos a la espalda y verás lo que me apetece. -Le dijo a Victoria-.

Le dio la cuerda y se puso de espaldas a ella con los brazos pegados a su culo. Victoria no tardó en trabarle las muñecas, luego mi tía se giró y se arrodilló entre las piernas de Victoria, mirándola a la cara. Victoria se cogió la polla y empezó a golpearle con ella la cara a mi tía, que abrió mucho la boca y sacó la lengua todo lo que pudo para que también se la golpeara.

-              ¿Por qué no liberas a la otra chica y jugamos los tres? Le propuse a la madura. Sólo si luego me atáis vosotras a mí. Nos acercamos las dos a la chica atada. ¿Cómo te llamas? Le pregunté mientras la soltábamos. Guadalupe, señora. Me fijé en ella y tenía un culo realmente fabuloso. Desnudadme entre las dos, les pedí. Guadalupe empezó a soltarme los botones de la camisa y la madura a soltarme el pantalón, encontrándose inmediatamente con mi polla como un palo de dura. ¡Qué chica tan completa! Dijo al verla. Mira Guadalupe, Victoria viene con premio. A Guadalupe se le descolgó la cara. No me esperaba esta otra sorpresa, dijo cuando pudo articular palabra.

-              ¿Cuándo me vais a atar? -Preguntó mí tía-.

-              Pronto, cuando me la halláis comido entre las dos.

-              ¿Alguna vez te la han comido entre dos? -Le pregunté a Victoria-.

-              Sí, una pareja de vecinos mayores bastante viciosos que tuve en un piso en el que viví hace tiempo.

-              Susana, ve a darle más gusto a Victoria. -Le dije-.

Susana se levantó, se puso junto a mi tía, también con las manos a la espalda y entre ambas empezaron a comérsela a Victoria.

-              ¡Coño, esto no me lo esperaba de la repartidora? Exclamó Carlos cuando observó como la madura y Guadalupe me comían la polla con ansia. La tetona se puso de rodillas y le pidió al del pollón que se la pusiera entre las tetas …

Yo estaba ya muy caliente de ver la escena que tenían montada entre Victoria, mi tía y Susana.

-              … Atadme ya, por favor, suplicó la madura levantándose y poniéndose en posición en la cruz. Saber que era la hermana de mi benefactora y verla desnuda con los brazos y las piernas abiertas me puso todavía más caliente. Guadalupe le trabó los tobillos mientras yo le trababa las muñecas. Cogí a Guadalupe y la puse de cara a la madura para que la besara y la sobara. Así pude observar detenidamente su culo, lo tenía en forma de pera, más bien grande que pequeño, respingón y con unas nalgas muy carnosas que debían devorar los tangas que se pusiera. Me pegué a ella por detrás, metiendo la polla entre sus nalgas. Gimió con mi contacto, al llevar mis manos a su chocho.

Victoria se levantó, aupó a mi tía, la puso de rodillas en el sofá con el culo hacía fuera y le pegó la polla, comenzando a darle cachetes en su culo. Susana, de rodillas, se vino hacia mí y colocó mi polla entre sus tetas, juntándolas con sus manos.

-              ¿Susana que quieres de mí? -Le pregunté-.

-              Quiero que te corras en mis tetas y en mi boca. -Me contestó con la voz muy ronca del calentón que tenía-.

-              Moverme en círculos con la polla incrustada entre los cachetes del culo de Guadalupe era casi como que me hicieran una cubana. Mis dedos recorrían su empapado chocho, mientras ella incrementaba el volumen de sus gemidos. Tenía una mano en el chocho de Guadalupe y la otra en el de la madura. Córrete, Carlos, lo estás deseando, le dijo la tetona al del pollón.

-              Hazlo, Carlos, que yo me voy a correr enseguida. -Me dijo Susana-.

-              ¡Aaaaaggggg, sigue Susana, sigue moviéndote, aaaaagggg! -Grité cuando empecé a correrme. Los primeros chorros dieron en la cara y en el pelo de Susana y el resto sobre sus tetas-.

-              ¡Me corro otra vez, me corro, siiiii, siii! -Gritó Susana al momento de empezar yo a llenarla de lefa-.

-              ¡Métemela por el culo, Victoria! -Suplicó mi tía, Victoria se la metió y siguió dándole cachetes en sus nalgas-.

-              No pude resistirme y se la metí por el culo a Guadalupe, que gritó no sé si de placer o de dolor. Los dos nos movíamos coordinados y mi polla la recorría entera, dándome un enorme placer, que no tardó en hacer que me corriera en su interior. ¡Toma Julia, toma, toma …! A la vez que yo me corría Guadalupe y la madura se corrieron también.

-              ¡Siiii Victoria, sigue corriéndote, noto como me llenas, siiiii! -Gritó mi tía al correrse con la polla de Victoria en su culo-.

Caímos los cuatro desfallecidos.

-              ¡Joder, que buena tarde de sexo, estoy muerta! -Dijo mi tía-.

-              ¿Cómo termina la historia? -Preguntó Susana-.

-              Pues como la nuestra, todos desfallecidos de follar. -Le contestó Victoria-.

-              Pues entonces todos felices. -Dije yo-.

-              ¿Qué hora es? -Preguntó mi tía-.

-              Pasadas las diez. -Le contesté-.

-              Veniros las dos conmigo a la cama, que no quiero estar sola. -Le dijo mi tía a Susana y a Victoria. Desde luego mi tía no se cansaba nunca de follar-.

Ellas se fueron a mi habitación y yo me fui a la de Luisa y Antonia, me tumbé en la litera de arriba y me quedé dormido en menos de un minuto.

(Continuará. Dejadme vuestros comentarios y gracias por leerme.)