Compartiendo piso de estudiante con mis primas 22

Por fin vuelven mis primas y mi tía Julia al piso.

(Ya sabéis que hay que leer, al menos, el capítulo anterior para poneros en situación).

Después de follar Susana y yo como cosacos hasta altas horas de la madrugada, finalmente nos quedamos dormidos. Me despertó la luz del sol entrando por la ventana de mi habitación. Me dolía la polla, debía tenerla en carne viva después de no parar de follar desde el medio día hasta la madrugada, primero con Pepa y Mercedes y después con Susana. Pese al dolor me desperté empalmado como siempre. Susana dormía plácidamente en el lado interior de mi litera. Me levanté sin hacer ruido, me puse el albornoz y salí de la habitación con el móvil en la mano. Fui a la cocina a hacerme un café, la puerta estaba cerrada, la abrí, dentro estaba Victoria en camisón, tomándose un café.

-              ¿Querrás un café, después de la tarde-noche que te has tirado?

-              Sí, por favor, lo necesito.

-              Pues no es tan mosquita muerta como parecía. -Me dijo mientras me servía el café-.

-              No, no lo es. Susana y la muy cabrona de mi prima Vero se habían puesto de acuerdo para dármela bien y vaya si me la dieron.

-              ¿Después de toda la noche follando te levantas así? -Me dijo Victoria señalando el bulto que provocaba mi erección en el albornoz-.

-              La naturaleza, aunque te puedo asegurar que me duele lo más grande. ¿Saliste anoche?

-              ¿Para qué, con el espectáculo que tenía en casa? ¿Vas a ducharte o me ducho yo?

-              Dúchate tú, yo voy a llevarle un café a Susana en cuanto me termine el mío.

Victoria salió de la cocina y yo admiré la belleza de su culo cuando me dio la espalda. Al poco me llamó mi madre.

-              Buenos días, mamá.

-              Buenos días, Carlos. Tienes voz de dormido y ya casi es medio día.

-              Es que he dormido poco esta noche y me he levantado tarde.

-              ¿Dónde estuviste? Ten cuidado, que ya sabes lo del toque de queda.

-              No salí, estuve aquí en el piso.

-              ¿Qué hiciste para no poder dormir?

-              Si te digo que estudiando no cuela, ¿verdad?

-              No te molestes en contarme semejante embuste.

-              Hablando hasta tarde con Susana. -Le mentí descaradamente-.

-              Me alegro de que se le haya pasado el enfado contigo.

-              Yo también. ¿Cómo están las primas y las tías?

-              Muy bien. Les han hecho una PCR y están esperando los resultados.

-              ¿Y papá?

-              Bien, ya está casi repuesto del todo. ¿Cuándo empiezas las clases?

-              Pasado mañana, el lunes.

-              Llama a tus primas, que les dará alegría escucharte y saber de ti.

Vaya que si iba a llamarlas, sobre todo a Vero para decirle que era una cabrona.

-              Sí mamá no te preocupes. Un beso.

-              Un beso hijo y pórtate bien.

Colgué y llamé a mi prima Vero por vídeo llamada.

-              Hola, Carlos. ¿Qué tal anoche?

Estaba tan guapa como siempre y con una medio sonrisa de tener mucha guasa encima.

-              Eres una cabrona de mucho cuidado. ¿Tú no puedes vivir sin cachondearte de mí?

-              ¡Venga ya, Carlos, que ha sido muy divertido!

-              Lo de anoche sí, pero antes me habíais tenido acojonado.

-              ¿A qué tenía yo razón?

-              Si te refieres a sus tetas, toda la razón. Pero, vamos, que su culo tampoco está mal.

-              Me alegra que te guste toda ella.

-              De todas formas, que sepas que esta me la pagas.

-              ¿Cómo quieres que te pague, en carne? -Me dijo alejándose el teléfono y enfocando su cuerpo. Estaba en camiseta y tanga-.

-              Vero eres tremenda, te llamo cabreado contigo y tengo que terminar adorándote.

-              Así me gusta. Oye y fóllatela bien, no me dejes en mal lugar.

-              Por eso no te preocupes, que después de la nochecita de ayer, sigue durmiendo todavía.

-              ¿No le has echado uno mañanero?

-              Todavía no.

Se abrió la puerta de la cocina y entró Susana desnuda. No tuve más remedio que exclamar para mis adentros: ¡Dios mío, qué barbaridad de mujer!

-              Estoy hablando con mi prima Vero. -Le dije a Susana-.

-              Pásamela, por favor. -Me contestó Susana-.

-              Vero, te paso con Susana, que se acaba de levantar y está para comérsela.

-              Eso espero. -Me dijo Susana cogiendo el teléfono-. Hola, Vero. ¿Te extrañaría si te digo que me duele todo?

Me puse detrás de Susana, me abrí el albornoz, le encajé la polla entre sus nalgas y le cogí las tetas, bueno lo que pude de las tetas.

-              Pero, aun así, espero que mañana me duela todavía más. -Le dijo Susana a mi prima entre risas y alejándose el teléfono-.

-              ¡Qué puta eres, con lo mosquita muerta que pareces! -Le contestó mi prima entre risas-. ¿Qué te hace mi primo, que tienes esa carita?

-              Pues ya ves, pegarme su barra de carne al culo y sobarme las tetas.

-              Vamos, que estás en la gloria. Para que luego digas que no has visto cosas en España.

-              ¡Vaya que si he visto y he disfrutado! ¿Cuándo terminaréis el aislamiento?

-              No lo sabemos, nos hemos hecho la PCR y estamos pendientes del resultado. Aquí todas estamos bien, pero puede haber alguna asintomática.

-              A ver si es verdad y sale todo bien, estoy deseando que nos veamos.

Me separé un poco de Susana y le metí la polla entre las piernas. Tenía otra vez el chocho encharcado y empecé a moverme adelante y atrás.

-              ¿Qué te hace mi primo ahora, que se te ha puesto todavía más cara de puta?

-              Me ha metido su vergota entre las piernas y su vaivén me está matando.

-              Primo, saca a Susana de casa, que vea algo más de Sevilla que tu pollón.

-              Le enseñaré la Giralda, para que tenga con lo que comparar.

-              ¡No seas bocazas! Os dejo que ya veo que estáis muy liados y si sigo viéndoos me voy a poner muy calentita.

-              Besos, Vero.

-              Igualmente, para vosotros dos.

Besé a Susana en el cuello y en los lóbulos de las orejas, sin dejar de moverme ni de sobarle las tetas.

-              ¿Echamos uno rapidito en la ducha y salimos a comer? -Le dije a Susana-.

-              Bueno, tampoco hace falta que sea tan rapidito.

-              Cuando queráis podéis entrar en el baño, yo ya he terminado. -Dijo Victoria en tanga desde la puerta y siguió camino a su habitación-.

-              Vamos a salir de turisteo y a comer, ¿te animas? -Le pregunté a Victoria-.

-              No lo sé, no quiero molestar. -Dijo en broma-.

-              Venga que en media hora salimos. -Le contesté-.

Sin sacarle la polla de entre las piernas, empujé a Susana hacia el baño.

-              Ve abriendo el agua caliente, mientras orino. -Me dijo-.

-              De eso nada, te meas en la ducha conmigo.

-              Uuummm, suena lo bastante sucio como para gustarme, pero no tardes, que no aguanto más.

Me puse delante de ella y la besé en la boca. Ella me cogió la polla y empezó a pajearme.

-              Qué me gusta tener esto a mi disposición. -Me dijo en voz baja-.

-              Aprovecha que ahora es para ti sola.

Entramos en la ducha, ella se puso en cuclillas y empezó a comerme la polla, mientras meaba con un potente chorro que en parte caía sobre mis pies.

-              ¿Tú no tienes ganas de orinar?

-              Claro que tengo, pero con esta erección no puedo.

-              Pues córrete y ya podrás.

-              ¿Y tú?

-              ¿Y yo qué?

-              Qué si no te va a correr.

-              En cuanto empieces a llenarme las tetas con tu crema.

-              Eso suena de maravilla.

Susana me la comía y me pajeaba a la misma vez que se sobaba el chocho. Yo estaba ya a punto de correrme, se lo dije:

-              Me voy a correr.

-              Hazlo, yo también estoy a punto.

Cuando notó que iba a empezar, apuntó mi polla a sus tetas y yo empecé a embadurnarlas con abundantes chorros.

-              ¡Sigue Susana, sigue, que todavía me queda, aaaagggg, aaaagggg!

-              ¡Aaaahhh, aaaagggg …! -Gritó Susana al empezar a correrse ella también, antes de sentarse en el suelo de la ducha-.

-              ¡Joder, que a gusto me he quedado! -Le dije cuando ella me soltó la polla-.

-              Y yo. ¿Tardas mucho en poder mear después de correrte?

-              Depende, pero ahora no creo que tarde mucho.

-              Méate encima de mí, lo estoy deseando.

Me cogí la polla que estaba descapullada y se la dirigí a las tetas, mientras ella, sentada, volvía a sobarse el clítoris y a meterse dos dedos. Por fin empecé a mear con un chorro caudaloso sobre sus tetas, mientras ella aceleraba el ritmo de sus manos.

-              ¿Te vas a volver a correr? -Le pregunté-.

-              ¡Siiiiii, siiiii, siiiii, aaaaahhhhh, siiiii …!

Vaya que si se volvió a correr y como una fiera con las piernas descontroladas y con unas voces como para alertar al vecindario. Terminamos de ducharnos, nos vestimos y nos fuimos los tres andando para el centro. Después de un buen paseo por la zona monumental nos sentamos a comer en una terraza. Notaba como los hombres miraban a Susana y a Victoria y luego a mí, poniendo cara de preguntarse qué hacía yo con aquellas dos bellezas tan distintas. Entre los aperitivos y el plato principal me llamó Javier.

-              ¡Oye bien, Carlitos, el rompe bragas ha llegado a la ciudad!

-              ¿Estás ya en Sevilla?

-              Sí señor. ¿Cuándo salimos a ligar?

-              Yo estoy comiendo con dos amigas en el centro, si te apetece venirte a tomar una copa luego, te esperamos.

-              ¿Qué dos amigas?

-              Pues dos amigas.

-              ¿Están buenas?

-              Yo diría que sí, que bastante.

-              ¡Qué suerte tienes, cabrón!

-              ¿Dónde te vas a quedar?

-              Le he pedido a un amigo que me dé cuartelillo de momento.

-              Menos mal. ¿Te vienes o no?

-              Claro que voy, no vas a estar tú solo con dos tías.

-              Vale, pues como en una hora en el pub Toriles.

-              Buen sitio, porque voy a llegar como un Miura, que se preparen esas dos pibitas.

-              Vale Javier, las avisaré de que llega el terror de la ciudad.

Colgué, Susana y Victoria estaban hablando animadamente de la ropa interior que le gustaba a cada una.

-              He quedado como en una hora con un amigo y paisano para que tomemos una copa.

-              ¿Es guapo ese amigo? -Preguntó Victoria-.

-              Normalito. No os asustéis de él. Es buena persona, pero un poco cafre.

Terminamos de comer y fuimos al pub dónde había quedado con Javier. No había llegado todavía, nos sentamos en la terraza y pedimos una copa. Llegó a los cinco minutos con una pinta de macarra que tumbaba para atrás. Me levanté para saludarlo y presentárselo a Susana y Victoria.

-              ¡Qué pasa tronco, que bien te cuidas con dos pibitas tan guapas para ti sólo!

-              Susana, Victoria, Javier, un amigo que parece que se ha escapado de un episodio de “Maki Navaja”.

-              Un orgasmo de placer conocer a semejantes dos pibones. Eso que has dicho del Miki no sé qué, no sé lo que es.

-              Encantada. -Le contestó Susana, mirándolo de arriba abajo-.

-              Tú tienes acento de no ser de aquí.

-              Correcto, soy de México.

-              ¿Y todas las mejicanas están igual de buenas que tú?

-              Javier, córtate un poquito.

-              Déjalo, Carlos, que el muchacho se exprese. No conozco a todas las mexicanas, pero gracias por el piropo.

-              ¿Y tú cacho de rubia, eres también de Méjico?

-              Del mismo Zócalo. -Le contestó Victoria con mucha guasa-.

-              No, te estás quedando conmigo, tú no tienes acento de ser de Méjico, tú tienes acento de ser de Utrera.

-              ¡Qué barbaridad, que oído tan fino!

-              Yo soy un hombre de mundo, no como este, que se pierde en cuanto sale del pueblo. Voy a pedirme una copita, que se me ha secado la boca de la impresión de veros. -Javier entró al interior del local-.

-              Vaya pieza tu amigo. -Dijo Victoria riéndose-.

-              Ya os dije que es un poco cafre. Si queréis reíros, preguntadle por algunas de las cosas que le pasan. Por ejemplo, si va al gimnasio o su experiencia con las páginas de citas o sus vivencias como butanero.

-              ¿No se enfadará? -Pregunto Susana-.

-              ¡Qué va! Mis primas se cachondean de él de mala manera y el dice que no hay nada como hacer reír a una mujer para luego follar con ella. -Volvió Javier con su copa, sin que lo vieran ellas hizo un gesto de admiración sobre el volumen de las tetas de Susana y se sentó entre las dos, sin quitarle ojo a sus tetas-.

-              Javier, pareces muy fuerte, como si fueras mucho al gimnasio o tuvieras un trabajo muy duro. -Le dijo Victoria-.

-              Hombre, al gimnasio no he ido más que un día y una vez trabajé de butanero, pero también un solo día.

-              ¿Cómo es eso? -Le preguntó Susana para tirarle de la lengua-.

-              Verás guapa, hace unos meses me salió trabajo de butanero, bueno de ayudante del butanero. Ya sabéis lo que se cuenta de los butaneros, que se empotran a todas las amas de casa solitarias cuando suben las bombonas. Que te diga Carlos la ilusión que yo tenía con el trabajo. Pero chicas tuve mala suerte y en vez de un ama de casa cachonda, me tocó una puta, vieja y sin dientes, que quería pagarme la bombona comiéndomela, un viejo cabrón, que debía ser su marido que ya no se empalmaba, y un travesti con ganas de juerga. Total, que tuve que salir por piernas, sin la bombona, y abandonado por mi jefe, que se había cansado de esperarme en el camión.

Susana y Victoria se rieron como locas con la historia de Javier.

-              Venga ya, tu exageras. ¿Cómo te va a pasar eso? -Le dijo Victoria-.

-              Te lo juro rubita de Utrera. Por cierto, ¿en Utrera hay más rubitas o tú eres la única?

-              Hay más, pocas, pero hay más. -Victoria se lo estaba pasando en grande y Javier también con que semejante mujer le prestara atención-. ¿Y con el gimnasio que te pasó?

-              Mala suerte también. Yo, como ves, no tengo que ir al gimnasio con este cuerpo que Dios me ha dado, pero yo sabía que muchas maduritas calientes del pueblo iban y me dije, macho si allí no follas no follas en ninguna parte. Pagué mi matrícula y mi mensualidad y allí me planté antes de ayer, con la mala suerte que ese día el gimnasio era sólo para hombres, mejor dicho, para miembros del género masculino no ejercientes, con muchas ganas de vestuario, de duchas y de masajes, ya me entendéis. Como le conté a Carlos, de milagro salí de allí con el ojete entero, pero eso sí, con la boca y con las manos muy trabajadas. Vamos, que no vuelvo más a ningún gimnasio.

-              Déjanos ya tranquilos de tus historias, pesado. -Le dije-.

-              No, Carlos, déjalo que son muy divertidas. -Dijo Susana partiéndose de la risa-. ¿No tienes alguna más?

-              Para llenar un libro. Sabes guapa, lo que pasa es que yo soy muy caliente, pero no tengo suerte con las mujeres, entonces estoy todo el día maquinando como cambiar mi suerte.

-              ¿Y lo consigues? -Le preguntó Victoria-.

-              No mucho, la verdad. ¿Queréis otra copa?

-              Claro, ¿qué pregunta es esa? -Le contesté-.

-              A ti no te lo preguntaba, sino a estos dos pibones.

-              Te acompaño a pedir. -Le dijo Victoria poniéndose la mascarilla. Cuando los dos se pusieron de pie, Victoria le sacaba la cabeza-.

-              Chiquilla, yo me creía que en Utrera erais más bajitas.

-              También las hay más bajitas. ¿Es que no te gusto?

-              Hija de mi vida. ¿Cómo no me vas a gustar con las hechuras que tienes?

-              Pobre chaval, que mala suerte tiene. -Dijo Susana cuando entraron en el interior-.

-              Lo que ha contado es de lo más suave que le ha pasado.

-              Parece que él lo lleva bien.

-              No he conocido a otra persona con mayor capacidad para hacer el ridículo sin inmutarse por hacerlo.

-              ¿Javier sabe que Victoria es transexual?

-              Qué va a saber, este es tan pazguato como yo, aunque estoy seguro de que le va a dar igual como consiga meterle mano.

Seguimos charlando y Javier contando otras de sus historias, hasta que empezó a anochecer.

-              ¿Dónde os estáis quedando? -Preguntó Javier cuando nos levantamos-.

-              Estamos las dos en casa de Carlos. -Le contestó Susana-.

-              ¡Joder, es que hay tíos con suerte! ¿Cómo va a quedar suerte para los demás humanos? ¡Es que tiene cojones que ahora, que no están tus primas, tengas a estas dos tiacas en tu casa! Bueno, compramos unas pizzas y algo de beber y seguimos en tu casa.

-              Vale, pero luego te vas, no vayan a llegar mis primas mañana y te pillen en el piso.

-              ¿Van a tener tus primas problemas conmigo?

-              Javier, no quiero recordarte lo que pasó en casa de mi tía Julia.

-              ¡Cómo está de buena tu tía Julia, es que me pongo malo cuando me acuerdo de ella!

Nos volvimos andando. En una parte del trayecto, Victoria y yo nos adelantamos a Susana y Javier.

-              Este no se ha dado cuenta que soy una transexual.

-              No creo. Posiblemente te pregunte si todas las de Utrera sois transexuales. -Dije y nos echamos los dos a reír-.

-              Es verdad, que perra ha cogido con que soy de Utrera. ¿Tú crees que le importará que sea trans?

-              Conociéndolo, ni lo más mínimo. Ahora, si estás pensando en enrollarte con él, te tengo que decir, que es de gatillo sensible.

-              ¿Tiene gatillazos a su edad?

-              Todo lo contrario, antes de llegar a algo contigo puede correrse media docena de veces.

-              ¡Qué capacidad!

Después de comprar las pizzas y las bebidas se adelantaron Victoria y Javier.

-              ¡Qué ganas tengo de que echemos otro polvo! -Me dijo Susana-.

-              Y yo, pero primero habrá que cenar algo.

-              Mira, Javier está empezando a hacer el pulpo con Victoria. ¿No deberías comentárselo?

-              Y perdernos la diversión. A mí me pasó lo mismo cuando conocí a Victoria, que no me di cuenta de nada hasta que le vi el nabo.

Cuando llegamos a la casa, les dije a Susana y a Victoria que cogieran ellas primero el ascensor.

-              ¡Tío, no hagas de esa manera el pulpo con Victoria! -Le dije a Javier-.

-              ¡Vamos, que tú no le vas a sobar las tetazas a Susana y le vas a poner la polla en medio para que te la reviente! ¡Joder, que tetas tiene la tía, te vas a poner hasta malo! ¿Tú no te tomabas todas las noches un vaso de leche? Pues hoy te vas a tomar un tazón y de los grandes, si quieres te ayudo.

-              ¡Qué burro eres Javier!

-              Sí, muy burro, pero un burro que hoy se va a empalar a la rubita de Utrera. -Veremos quien termina empalado, pensé-.

-              ¡Qué no es de Utrera, pesado!

-              Porque tú lo digas, no va a ser de Utrera.

-              Vale, Javier, lo que tú digas.

Cuando entramos en el piso no oímos nada y fuimos hacia el salón. Susana y Victoria estaban abrazadas besándose apasionadamente. Nos quedamos quietos los dos mirándolas.

-              ¡Ostia tío, esto si que no me lo esperaba, dos lesbis! -Exclamó Javier, tocándose el paquete por encima de los pantalones-. Lo que me faltaba a mí con el calentón que tengo.

-              Que raro que tú tengas un calentón. ¿Queréis algo de beber? -Le pregunté a ambas-.

-              Claro, es que no he podido resistir la tentación de besar a Victoria. -Me contestó Susana separándose de Victoria-. Te ayudo con la bebida. ¿Te molesta que haya besado a Victoria? -Me preguntó cuando estábamos los dos solos en la cocina-.

-              No, entiendo el morbo que produce y además yo no soy nadie para que me moleste que la beses. -Susana se acercó a mí y me besó en la boca-. Estás tú muy besucona hoy.

-              Me encanta comerle la boca a las personas que me resultan atractivas.

-              Coge los vasos y volvamos al salón, no sea que Javier haga una trastada de las suyas.

En el salón Victoria estaba sola.

-              ¿Y Javier? -Le pregunté-.

-              Ha ido al baño a limpiarse.

-              ¿Se ha manchado con la pizza?

-              ¡Qué coño, se ha corrido! Tenías razón en lo de gatillo sensible.

-              ¿Le has hecho algo?

-              Nada, estábamos hablando de pie, de pronto se le ha cambiado la cara y al momento le ha salido un manchurrón en la entrepierna, se ha excusado y ha dicho que se iba al baño.

Susana empezó a reírse.

-              No te rías, que no tiene gracia quedarse tan pronto sin pareja. -Le dijo Victoria-.

-              Voy a llevarle algo de ropa. -Dije-.

Fui primero a mi habitación a coger el albornoz y luego al baño a dárselo.

-              ¡Javier, eres un impresentable!

-              Lo sé Carlos y lo siento mucho, pero es que la rubita de Utrera me pone mucho.

-              ¡Hoy ha sido la rubita de Utrera, antes Patro o tu diosa o mis primas o un bombero con falda! Te vas a quedar aquí en el baño, te haces un par de pajas o las que tú quieras, te pones el albornoz, sales y te disculpas con Victoria.

-              De acuerdo, Carlos. Yo creo que tres o cuatro pueden caer en un ratito.

-              No me cuentes eso, que no me interesa. ¡Coño, que con tu problema hay que venir aliviado de casa!

Lo dejé compungido en el baño y regresé al salón.

-              ¿Qué tal Javier el rápido? -Me preguntó Victoria-.

-              Ahí lo he dejado en el baño, a ver si haciéndose unas pajas aguanta un poquito más. -Dije mientras servía unas copas de vino-.

Miré el teléfono para ver que hora era y tenía un mensaje de Vero.

“Nos han dado los resultados de los PCR, todas bien. Mañana temprano nos vamos para Sevilla, nos acompaña la tía Julia. No le digas nada a Susana, quiero darle una sorpresa.”

Pues no sé cómo vamos a caber nueve en el piso, pensé.

-              ¿Algún problema, Carlos? -Me preguntó Susana-.

-              Ninguno.

Estuvimos charlando, comiendo la pizza y bebiendo hasta que volvió Javier con el albornoz puesto.

-              Carlos, podemos hablar un momento a solas. -Dijo al llegar-.

-              Claro. -Me levanté y entramos los dos en la cocina-. ¿Qué te pasa ahora?

-              Qué creo que me he pasado con las pajas y ahora no se me levanta.

-              ¿Y a mí para que me cuentas eso?

-              Por si se te ocurría algo.

-              A mí nada, que no sea darle tiempo.

-              A ver que le digo yo ahora a la rubita de Utrera.

-              No digas nada y déjalo pasar, a ver si tienes suerte y se te anima.

-              ¿A ti te ha pasado esto alguna vez?

-              No que yo recuerde.

Volvimos al salón. Susana y Victoria hablaban animadamente entre ellas.

-              Carlos, hemos pensado jugar a algo. -Dijo Susana-.

-              ¿En qué habíais pensado? -Les pregunté-.

-              ¿Qué tal el teto? -Dijo Javier-.

-              ¡Javier no seas burro! -Le reproché-.

-              ¿Qué juego es ese del teto? -Preguntó Victoria inocentemente-.

-              ¡Tú te agachas y yo te la meto!

-              Bueno, no parece muy difícil. -Contestó Victoria-.

-              Javier eres un impresentable. Ya te estás yendo. -Le dije-.

-              Espera Carlos, a ver cómo está de preparado para jugar al teto.

Victoria se levantó, se puso frente a Javier y le abrió el albornoz. El aspecto de la polla de Javier era lamentable.

-              ¿Tú crees que con esto puedes jugar al teto? -Le preguntó Victoria-.

-              Es que, para aliviar tensiones, me he pasado antes en el baño con las pajas.

-              Total, que no estás para nada.

-              Más o menos. Te juro que es la primera vez que me pasa. Pero seguro que por la mañana estoy como nuevo.

-              Ya te he dicho antes que no te puedes quedar a dormir, así que ve vistiéndote y te vas.

Javier se levantó, se cerró el albornoz y se dirigió hacia el baño con la cabeza gacha.

-              Me da pena el pobre. -Dijo Victoria-.

-              A mí también me da pena. -Dijo Susana-. ¿Tratamos de animarlo?

-              Perder no perdemos nada. -Le contestó Victoria levantándose del sofá-. ¡Oye Javier ven un momento!

Javier apareció por el salón todavía en albornoz.

-              ¿Qué quieres, rubita?

-              Susana y yo nos preguntábamos ¿si es que no te gustamos?

-              ¡Qué dices si estáis las dos buenísimas!

-              ¿Igual no te gustan las mujeres con los pechos grandes? -Le preguntó Susana-.

-              Pero si mi mayor fantasía es meter el nabo entre unas tetas como las tuyas y correrme en ellas hasta embadurnarlas.

Victoria se colocó detrás de Javier, le abrió el albornoz y le cogió la polla y los huevos.

-              ¿Quieres verle las tetas a Susana? -Le preguntó Victoria-.

-              Pues claro que quiero ver esa hermosura.

Susana se levantó también del sofá, se puso delante de Javier y se quitó el jersey que llevaba, quedándose con un bonito sujetador rojo. Javier tenía los ojos fuera de las órbitas y Susana lo miraba como con gesto inocente. Yo tenía ya la polla como un leño.

-              ¿Quieres ver más? -Le preguntó Susana y Javier respondió con un gesto afirmativo de la cabeza-. ¿Por qué no me sueltas el sujetador? -Le dijo Susana poniéndose de espaldas a él-.

Javier adelantó sus brazos, acercó sus manos temblorosas al cierre y empezó a trastear en él.

-              ¿No sabes cómo se hace? -Le preguntó Victoria-.

-              Claro que sé, pero es que estoy muy nervioso y ahora no me acuerdo.

Susana se bajó las tirantas del sujetador y luego le soltó los gafetes y se lo quitó, quedándose de espaldas a Javier.

-              ¿Quieres que me dé la vuelta?

-              Si no te importa, me gustaría mucho.

Susana dio dos pasos y luego se volvió de frente a Javier tapándose las areolas y los pezones con sus manos

-              ¡La Virgen qué tetazas!

-              ¿Te gustan?

-              ¡Joder, que si me gustan!

Susana apartó primero una mano y luego la otra, mostrándole a Javier sus tetas enteras.

-              ¡Coño, este tío se ha vuelto a correr y sin siquiera empalmarse! -Exclamó Victoria-. Esto es un caso perdido.

-              ¡También es mala suerte que justo hoy no me empalme!

-              Vete ya Javier y deja de hacer el ridículo. A ver si otro día tienes más suerte. -Le dije-.

-              ¿Y te quedas tú con las dos, ahora que te las he dejado calentitas?

-              Efectivamente.

Javier se volvió al baño y al poco salió vestido.

-              Rubita, dame tu teléfono para que pueda llamarte cuando esté recuperado.

-              Ya se lo pides a Carlos otro día.

-              Bueno, adiós y perdonadme.

Acompañé a Javier a la puerta y cuando volví al salón estaban las dos desnudas besándose. Susana tenía la polla de Victoria apretada contra su barriga y se movía lentamente masturbándola. Me eché otra copa de vino y me senté en el sofá a admirarlas. Desde luego soy un tío con suerte, pensé, viendo a aquellas dos preciosidades desnudas.

-              Carlos, tu amiga dice que quiere que nos la follemos los dos. -Me dijo Victoria-.

-              Habrá que hacerle caso.

-              Estoy más caliente que en toda mi vida. -Dijo Susana-.

-              Veniros para acá. -Les dije terminando de desnudarme-.

-              Tú no tienes el problema de tu amigo. -Me dijo Susana cogiéndome la polla, que la tenía como un palo-.

-              Siéntate, Susana, que vamos a empezar a quitarte la calentura. -Le dijo Victoria, luego se puso de rodillas entre sus piernas y empezó a comerle el chocho-.

Yo me subí al sofá y con un pie a cada lado de Susana flexioné las piernas y empecé a follarle la boca, mientras ella se amasaba las tetas y se pellizcaba los pezones.

-              ¡Voy a tener el primero, pero vosotros seguid, creo que van a ser varios seguidos! ¡Aaaaagggg, siiiiii, siiiii, aaaagggg, otro, otro, otro …!

Me di la vuelta y le puse el culo en la boca para que me lo chupara. Victoria se subió al sofá y de rodillas con Susana en medio empezó a comerme la polla, mientras Susana la pajeaba a ella.

-              Yo estoy a punto. -Dijo Victoria-.

-              Y yo muy cerca- -Dije Yo-.

-              ¡Correros encima de mí, quiero quedar embadurnada de vuestra lefa! -Gritó Susana-.

Victoria empezó a correrse sobre la barriga y las tetas de Susana. Yo agarré mi polla y apuntando al cuerpo de Susana empecé a correrme sobre ella.

-              ¡Dádmelo todo, no dejaros nada dentro! ¡Así, así seguid, me vuelve loca que me cubran de lefa! -Gritaba Susana mientras la regábamos entre los dos-.

-              ¡Qué corridón, coño, que ganas tenía! -Dijo Victoria-.

-              De verdad que yo también estaba para reventar con la calentura. -Dije-.

-              Me vais a tener que duchar, pero ahora con agua y jabón. -Dijo Susana-.

-              Me estoy acordando del pobre Javier, que mala suerte tiene siempre. Mañana me das su teléfono para que le llame. -Me dijo Victoria-.

Cuando recuperamos el aliento nos fuimos los tres a la ducha.

-              Tengo ganas de correrme otra vez. -Nos dijo Susana al meternos los tres bajo el agua. Luego se puso de rodillas entre los dos, nos cogió nuestras pollas y empezó a comérnoslas de una en una o las dos juntas-. Esta es una de mis fantasías recurrentes, comerme dos pollas a la misma vez.

-              Susana eres una de las mujeres más calientes que he conocido y te aseguro que he conocido a varias muy calientes. -Le dije-.

Susana se levantó al rato sin soltarnos nuestras pollas que ya estaban empalmadas.

-              Comedme los dos las tetas.

Victoria y yo la obedecimos y empezamos a comerle, sobarle y lamerle las tetas, mientras ella incrementaba el volumen de sus gemidos. Llevé una de mis manos a su chocho y ella cerró las piernas.

-              Deja Carlos, quiero correrme sólo con el placer que me dan mis tetas y tener dos pollas para mí sola.

-              Tienes los pezones muy sensibles. -Le dijo Victoria-.

-              Mucho, tengo que llevar sujetador casi siempre, porque el roce de la ropa suelta con los pezones me pone a reventar.

Después de lo dicho por Susana, Victoria y yo nos afanamos todavía más en sus tetas, mientras ella apretaba más nuestras pollas y nos pajeaba más rápido.

-              ¡Siiiii, seguid, seguid, me corro otra vez, aaaagggg, qué placer, siiiiii …!

Sin darle tiempo a descansar, Victoria se arrodilló detrás se Susana, le abrió las nalgas y aplicó la lengua en su ojete

-              ¿Qué quieres hacerme Victoria? -Preguntó Susana-.

-              Quiero follarte por el culo, mientras Carlos lo hace por el chocho.

-              No sé si podré con dos pollas dentro a la misma vez.

-              Ya verás como sí. -Le dije yo-.

Cuando Victoria consideró que el ojete de Susana estaba lo bastante distendido, se tumbó boca arriba en el suelo. Susana se puso en cuclillas sobre su polla y empezó a bajar poco a poco metiéndose la polla de Victoria en su culo, cuando la tuvo entera dentro se recostó de espaldas y levantó sus piernas, dejándome acceso a su chocho. Me puse de rodillas y poco a poco se la fui incrustando.

-              Ves como sí podías. -Le dije cuando la tuve entera dentro y comencé a bombear cogiéndola por sus piernas con la fuerza necesaria para conseguir moverla y que también se desplazara sobre la polla de Victoria-.

-              ¡No podía imaginar que produjera tanto placer que te follen por los dos agujeros a la misma vez!

Victoria le tenía cogida desde detrás sus tetas y le pellizcaba los pezones. Notaba como la polla de Victoria se movía en el interior de Susana.

-              Correros los dos dentro de mí a la misma vez que lo hago yo.

-              No sé si voy a poder aguantar mucho más. -Dijo Victoria-.

-              Yo ya casi estoy. -Le contestó Susana-.

-              Y yo también. -Contesté-.

-              Me corro. -Grito Victoria-.

El grito de Victoria fue el desencadenante de que nos corriéramos también Susana y yo.

-              Ahora voy a tener que lavarme por dentro y por fuera. -Dijo Susana riendo mientras los tres recuperábamos el aliento-.

Terminamos de ducharnos y fuimos al salón los tres desnudos a tomar una última copa de vino.

-              Ha sido la mejor follada de mi vida. Esto tenemos que repetirlo. -Dijo Susana-.

-              Sí, pero otro día, ahora estoy muerta. -Le contestó Victoria-.

-              Vámonos a dormir.

-              ¿Puedo dormir contigo? -Me preguntó Susana-.

-              Si es a dormir, sí.

Cada uno recogió su ropa, Victoria se fue a su habitación y Susana y yo a la mía. Dejamos la ropa en una silla y nos metimos juntos en la litera de abajo. Abracé a Susana con su espalda en mi pecho.

-              Vero me dijo que no podía dejar pasar la oportunidad de follar contigo y tenía toda la razón. -Me susurró Susana-.

-              Gracias, pero ahora duérmete, estoy agotado.

Me debí quedar dormido al momento, pero no por eso dejé de disfrutar del roce del cuerpo de Susana con el mío. La suavidad de su piel y su calor corporal me mantuvieron empalmado toda la noche. Volví a soñar con mi Susana.

Estaba en el cine, debía ser un cine X porque estaban proyectando una película porno. Me extrañó el sitio, los cines X los habían cerrado antes de que yo naciera, cuando se impusieron los vídeos y antes de que estos pasaran a mejor vida con internet. El cine estaba casi vacío, solo algunos hombres mayores desperdigados por la sala. Al entrar me había parecido ver que algunos de los espectadores tenían la polla fuera y se estaban haciendo una paja. Pensé que no era raro, al fin y al cabo, para eso se iba a ese tipo de cines.

En la pantalla, un tipo que debía pasarse la vida en el gimnasio le estaba dando a una rubia tetona lo suyo y lo de su prima. La rubia le decía que, si eso era lo mejor que follaba, que la dejara en paz y siguiera con las pesas. El tipo se cabreaba con ella, la ponía de rodillas y le follaba la boca a lo bestia, diciéndole que a ver si así era capaz de seguir hablando. Las tetas de la rubia eran evidentemente de silicona, pero aun así yo me estaba poniendo muy caliente y pensaba lo que a mí me gustaría hacerle si pudiera. Empecé a sobarme el nabo por encima de los pantalones.

Tan absorto estaba en la película que no me di cuenta de que un hombre se había sentado en la butaca de al lado. ¡Coño con lo vacío que está el cine tiene que sentarse este a mi lado! Pensé. Temí que fuera un marica de sala X, en algún lado había leído que se habían convertido en uno de sus sitios favoritos para ligar, dejé de sobarme el nabo para evitar confusiones.

- Está buena la rubia y el tío tiene una buena polla para follársela. -Me dijo en voz baja mi nuevo vecino de asiento-.

- Si no le importa preferiría ver la película solo.

- ¿Qué has venido a hacerte pajas?

- No, he venido por el argumento. ¡No te jode!

- ¿Cuántas pajas te haces durante una sesión?

- ¡Y a usted que le importa!

- ¿Te gustaría follar de verdad?

- Porque no me deja en paz ver la película.

- No temas, no soy un marica de sala X.

- Estupendo. -Le dije levantándome de la butaca y cambiándome de fila-.

El tío me había puesto nervioso, fuera o no fuera un marica, yo lo que quería era ver la película y hacerme un par de pajas.

En la pantalla, a la rubia y al cachas se les había sumado una negra con un culo monstruoso de grande enfundado en unas mallas que estaban a punto de reventar. El tío había vuelto a metérsela a la rubia y la negra, de rodillas con el culazo en pompa, esperaba que se la sacara para comérsela ansiosamente. Yo había vuelto a sobarme el nabo, esta vez metiendo la mano por la bragueta de mis pantalones. Sentí que me tocaban en el hombro desde detrás, me saqué la mano y me cerré la bragueta a toda prisa. Me volví y era el mismo tipo de antes.

- ¡Joder, déjeme en paz! -Le dije ya bastante cabreado-.

- Tranquilízate, no voy a hacerte nada malo.

- No sé a lo que se refiere usted con hacerme algo malo.

- ¿Estás empalmado?

- ¿Y a ti qué coño te importa como la tenga?

- ¿Quieres follarte a mi mujer?

- ¿Qué pasa que a ti no se te levanta?

- Claro que se me levanta, pero mi mujer es muy viciosa y le gusta follar con jovencitos desconocidos.

- ¡Venga ya, hombre!

- ¿Quieres verla?

Me volví para verle la cara al individuo. Tendría unos cuarenta y tantos o cincuenta años, bastante calvo y con una cara de pervertido que echaba para atrás. El tío se sacó lo que parecían unas fotos del bolsillo y me las ofreció.

- Míralas, veras lo buena que está y no sabes lo viciosa que puede llegar a ser. -Me dijo, pasándome las fotos-.

No sé por qué, pero se las acepté. Eran tres fotos de cámara polaroid. En la primera una mujer de frente a la que no se le veía la cara, desnuda, se tapaba con las manos las tetas que parecían muy grandes, tenía un chocho carnoso y depilado y unas bonitas piernas sobre unos zapatos de mucho tacón. En la segunda, se veía a la mujer de espaldas, tenía el pelo largo negro, una bonita espalda y un potente culo, que centraba la atención de la fotografía. En la tercera la mujer estaba a cuatro patas sobre una cama, mostrando un primer plano de su culo y de su chocho y a su lado se veía la cara del tío. Le devolví las fotos.

- ¿No te había dicho que está muy buena? -Me dijo el individuo al devolverle las fotos-.

- ¿Pero usted que quiere de mí?

- Ya te lo he dicho, que te la folles, nada más.

- ¿Y usted que va a hacer mientras tanto?

- Mirar la película y hacerme una paja pensando en cómo te follas a mi mujer y en las cochinadas que ella te hará.

- ¿Nada más?

- Luego, me volveré a pajear  cuando ella me cuente lo que ha hecho contigo.

El tío era un pervertido de mucho cuidado. Me volví hacia la pantalla. Ahora el tipo se follaba a lo perrito a la negra, a la que le había rajado las mallas, y la rubia se hacía un dedo y se sobaba las tetas falsas mirándolos. ¿Y si es verdad lo que me propone y me pierdo follarme a semejante tía buena?

- ¿Dónde está ella? -Le pregunté-.

- En una habitación que hay al lado de la cabina de proyección. No tienes ni que salir del cine.

Aquello era una locura, lo más seguro es que me pillaran unos maricas de sala X y me pusieran el culo como un bebedero de patos. Lo malo es que yo con dieciocho años tenía un calentón de mucho cuidado y la remota posibilidad de follar con una madura, que estaba a reventar de buena y llena de vicio me parecía la gloria. Entre la película porno y las fotos que me había enseñado el pervertido, tenía la polla a reventar.

- Vale. -Le dije finalmente-.

- Muy bien chico, te lo vas a pasar en grande. Sal de la sala por aquella puerta. -Me dijo indicándome una puerta que estaba en el lateral de la parte de atrás-. A la derecha encontrarás una puerta en la que pone privado, entras, subes una escalera y la primera puerta a la izquierda, allí estará ella.

Me levanté de la butaca y me dirigí a la puerta que me había indicado el hombre. La entrepierna de los pantalones me formaba un bulto descomunal, tanto que, al pasar al lado de un individuo sentado cerca del pasillo, me dijo:

- Ya se nota que te ha gustado mucho la película. ¿Quieres que te la baje con una mamada?

Le hice el gesto de que me dejara en paz y salí de la sala, percatándome de que dos hombres se habían levantado de sus butacas y me seguían los pasos. Maldije lo tonto que podía llegar a ser y me vi enculado en los servicios por dos maricas. Dudé si salir del cine o hacer el recorrido que me había dicho el individuo. Vi la puerta en la que ponía el cartel de privado y el calentón pudo más que la razón. Abrí la puerta, entré y la cerré detrás de mí. La escalera estaba iluminada por una paupérrima bombilla. Pese al miedo que tenía por lo que me pudiera pasar, seguía con la polla tan dura, que me dolía bajo los pantalones. Encaré la escalera tratando de no hacer ruido. Al llegar arriba había dos puertas dando al descansillo, una de frente abierta que debía ser la de la cabina de proyección por el ruido que hacían los proyectores y otra cerrada a la izquierda, que se correspondía donde me debía estar esperando aquella mujer.

- Pasa chico. -Dijo una voz de mujer con un fuerte acento sudamericano y a mí me dio un salto la polla-.

¡Joder que va a ser verdad y me voy a follar a semejante tía buena! Pensé. Accioné la manilla de la puerta y la abrí. El interior estaba bastante oscuro. Parecía una especie de almacén con unas estanterías llenas de rollos de películas, un escritorio desvencijado con una silla y un catre completaban el mobiliario. De entrada, no vi a la mujer que me debía estar esperando.

- Cierra la puerta, chico. -Dijo la voz de la mujer que yo no acertaba a ver-.

- Hola, me manda su marido. -Cuando lo dije me sonó bastante idiota, pero no se me ocurrió otra cosa que decir. Cerré la puerta-.

- Deja a ese idiota en paz.

Por fin pude distinguir una silueta en la obscuridad.

- Buenas noches, mi nombre es Carlos.

- Y a mí que más me da tu nombre, a ver si te crees que nos vamos a cartear.

- No, porque lo supiera.

- Para mí eres el doscientos treinta y uno, el número que haces de chichos que me he follado aquí. Espera que te vea. -Dijo y encendió una luz que me enfocaba y me deslumbraba-.

¡Vaya si es borde la tía! Pensé. Dejó pasar un minuto largo sin decir nada ni moverse. Yo me sentía bastante asustado e incómodo, pero el bulto de la entrepierna no se me había bajado un milímetro.

- Por lo que se ve en tu entrepierna. te ha gustado la película que hemos puesto hoy.

- No he podido prestarle mucha atención, pero lo que he visto no ha estado mal.

- Tú si que no estas mal, hoy el idiota se ha esmerado. Muy jovencito, guapete de cara, buen cuerpo y un bulto imponente. Esta noche tendré que pegarle más fuerte para agradecérselo.

- Me gustaría poder verla, en sus fotos me ha resultado usted una mujer muy atractiva.

- Ya tendrás oportunidad de verme. Ahora desnúdate y entra al gabinete. -Me dijo señalando una puerta en la que yo no había reparado-.

No sin cierta vergüenza me fui desnudando, al bajarme los pantalones el bóxer me formaba una tienda de campaña tremenda. Cuando finalmente me los quité, la mujer exclamó:

- ¡Hoy desde luego se ha lucido el cabrón! Pasa al gabinete.

Entré en lo que ella llamaba el gabinete, no se podía ver nada. La mujer me empujó dentro y cerró la puerta. Debía conocer bien aquella habitación, porque, pese a estar totalmente a oscuras se movía sin problemas. Tiró de mí hasta situarme de espaldas contra algo que estaba muy frío, luego me cogió las manos y me trabó las muñecas con algo también muy frío.

- ¿Qué me está haciendo? -Le pregunté ya con bastante susto en el cuerpo-.

- No te preocupes que nos lo vamos a pasar muy bien.

De fondo se oían como lamentos, pensé que debían ser de la película que seguía proyectándose. Noté que se alejaba de mí y de pronto se iluminó la habitación, deslumbrándome. Cuando recuperé la visión, entendí que aquello era un gabinete sadomasoquista en toda regla. Miré a un lado, había una jaula colgada del techo con un hombre joven desnudo dentro, miré al otro lado y había una mujer, que parecía joven, de espaldas atada por las muñecas a una barra que colgaba del techo y con una barra entre los tobillos. Aquello hizo que mi miedo pasara a terror.

- Quiero irme. -Le dije a la mujer, que debía estar detrás de mí, pues no podía verla. Por toda contestación recibí una carcajada de la mujer-.

El que estaba en la jaula se volvió. Tenía una venda en los ojos. ¡Era mi amigo Javier!

- ¿Javier, que haces aquí enjaulado?

- ¿Carlos, eres tú?

- Si soy yo. ¿Por qué estás así?

- Hace unos días estaba en la sala X, un hombre me invitó a subir aquí, el ama me exigió que me la follase, pero yo había descargado seis veces viendo la peli porno, que era muy guarra y en la que salía mi diosa, y no pude cumplir con ella y eso que está “pa” reventar de buena.

Yo miré mi polla y afortunadamente estaba todavía como un palo, pese al susto que tenía en el cuerpo. Al escucharnos hablar, la chica que estaba colgada del techo por las muñecas, con mucho trabajo logró girarse. ¡Era mi invitada Susana! Pero yo no la reconocí. Tenía también una venda en los ojos y estaba de buena como para mojar pan.

- ¿Carlos, tú eres el primo de Vero? -Me preguntó-.

- Yo tengo una prima que se llama Vero, pero no sé si será la misma a la que tú te refieres.

- A la que yo me refiero es una a la que le gusta follarse a hombres y mujeres con una polla falsa.

- Entonces, sí. ¿Y tú, tan joven y tan maciza, porque estás aquí?

- Me ha castigado mi madrina, que es el ama de este sitio, según ella por no tener bastante vicio en el cuerpo.

- ¿Y es cierto?

- Te aseguro que no, si no me crees pregúntale a tu prima.

Debía tener razón porque los flujos le chorreaban por los muslos.

- Ya está bien de tanta cháchara, que aquí no hemos venido a hablar, sino a follar. -Dijo la voz de la mujer, agarrándome desde detrás el pollón que seguía luciendo-.

- Al menos yo he venido con esa idea. -Le contesté-.

- Tienes que correrte tres veces y hacer que yo me corra por lo menos las mismas. Entonces os liberaré a los tres. Pero si no lo consigues, quedarás aquí preso también encerrado en la misma jaula que tu amigo.

- ¡No, eso no! -Grité horrorizado-.

- Pues espabila. -Me dijo sobándome el nabo con mucha fuerza-.

- Suéltame las muñecas o no podré conseguirlo. Te juro que no me escaparé.

La mujer misteriosa me rodeó y por fin pude verla. ¡Era la Susana de mis sueños, pero todavía con las tetas más gordas, si es que era posible! Llevaba una especie de malla formada por finas tiras de cuero, remachadas entre sí. Sus enormes tetas le salían por sendos huecos de la malla y en la depilada entrepierna llevaba dos arandelas cromadas, una a la altura del chocho y otra a la altura del ojete. Pensé que el que yo me corriera tres veces no iba a ser difícil, pero tenía que lograr que ella se corriera, al menos, las mismas veces. Se pegó a mí para soltarme las muñecas. Su calor y su olor eran deliciosos.

- ¿Todas esas tetas son tuyas o te ha ayudado la cirugía? -Le pregunté y ella me soltó un guantazo de los que hacen época-.

- Muchacho, todo lo que ves es mío.

Ya con los brazos sueltos la abracé de frente y la apreté contra mí, mientras la besaba en la boca.

- Madrina, quítame la venda, quiero ver como folláis.

La Susana de mis sueños se dirigió a su ahijada y le quitó la venda de los ojos.

- ¡Con esa polla estamos salvados!

- Carlos no nos defraudes. -Dijo Javier-.

Cogí al ama y la puse apoyada de espaldas contra el cacharro en el que ella me había apresado. Me puse en cuclillas, le abrí las piernas y empecé a comerle el chocho por la abertura de la anilla. Ella gemía muy fuerte y me agarraba la cabeza con sus manos. El olor de su chocho me tenía descompuesto, ¡que perfume de mujer caliente!

- ¿Tu marido no te hace esto? -Le pregunté-.

- El cabrón de mi marido no quiere más que le cuente los puteríos que hago con otros mientras le pego.

- ¿Puedes correrte muchas veces?

- Si encuentro a un macho de verdad, las veces que hagan falta, hasta perder el aliento y hacérselo perder a él. Ahora cállate y sigue dándome placer con tu lengua.

Mientras me comía su chocho empecé a sobarme el nabo, lo tenía tan duro que me dolía y necesitaba descargar.

- ¡Sigue muchacho, que vas por muy buen camino!

- Madrina tiene cara de correrse pronto.

- ¡Así es ahijada, ahora muchacho no pares de comérmelo, que me no voy a tardar en correrme!

Miré hacia arriba y el ama se estaba sobando sus enormes tetas con saña. De vez en cuando se las subía con las manos y se las chupaba o se mordía los pezones.

- ¡Siiiii, ahora, ahora, bébete todos mis jugos, no dejes caer nada, aaaagggg, siiiii, sigue muchacho, sigue, sigue …!

Por su coño le brotaban unos jugos espesos de fuerte sabor afrodisiaco, tanto, que ya estaba a punto de correrme. Me levanté y empujé al ama hacia abajo para que se pusiera en cuclillas. Ella entendió lo que quería, me cogió la polla, me la jaló con mucha fuerza un par de veces y me corrí como una fiera sobre sus enormes tetas.

- ¡Así, vamos córrete como un hombre, dámelo todo, quiero toda tu crema en mis tetas!

- ¡Toma crema y más crema y más crema para tus tetas! -Le dije mientras le soltaba grandes chorros de lefa en la inmensidad de sus tetas-.

Cuando terminé de correrme me cogí la polla y se la paseé por sus tetas extendiendo la lefa hasta dejárselas embadurnadas. Luego ella volvió a cogerme la polla y se la metió en la boca.

- ¡Cómo te ha puesto madrina, como me gustaría haber sido yo la que recibiera esa descarga!

- Ya te tocará a ti otro día.

- ¿Carlos, que ha pasado? -Pregunto Javier-.

- Que nos hemos corrido los dos por primera vez. -Le contesté-.

- ¿Sigues con fuerzas?

- Como para follarme a una tribu de guerreras amazonas.

Susana se incorporó, apoyó las manos en la jaula en la que estaba Javier, poniendo su culo en pompa para que me la follase por detrás. Con la visión de aquel culo y de aquellas tetas colgándole, me volvió el dolor al nabo que había disminuido algo tras descargar. Me puse detrás del ama y me cogí la polla para incrustársela por cualquiera de los dos agujeros, pero tras probar por las dos anillas eran demasiado pequeñas para como tenía yo la polla.

- Quítate la malla, no me cabe la polla por las anillas.

- ¡No digas tonterías, le ha cabido a doscientos treinta antes que tú y no te va a caber a ti!

- Pues no me cabe. -Le dije volviendo a intentarlo sin éxito-.

- Es verdad madrina, tiene tal cabezón que no le entra por las anillas.

Me agaché a mirar y vi que girando las anillas podía soltarlas. Me afané girándolas, maniobra que facilitaba el que estuviesen cubiertas por los jugos del ama.

- ¿Muchacho, que estás haciendo?

- Tratando de soltar las anillas para poder follarte.

- Pues tus manos en mi chocha me están dando mucho placer.

- Placer te va a dar cuando te empale por los dos agujeros.

- ¡Madrina, que suerte la tuya de poder disfrutar de semejante verga!

- De suerte nada ahijada. Que bien que me lo trabajo.

- Ya. -Dije cuando logré soltar las anillas y su chocho y su ojete quedaron a mi disposición-.

Empecé a lamerle su ojete, mientras que con las manos le sobaba el chocho y le acariciaba el clítoris que le brillaba como una perla.

- ¿Ahijada, cómo la tiene el muchacho?

- Grande, gorda y parece que muy dura.

- ¿Muchacho a qué esperas para follarme?

- A que tengas el culo distendido para no hacerte daño. -Le contesté cuando ya había logrado meterle dos dedos dentro-.

- ¡Cómo me gusta eso que me haces!

- ¿Tu marido no te lo hace?

- ¡Deja ya en paz al cabrón de mi marido! No te he dicho que sólo le gusta que le pegue mientras le cuento mis puterios. Muchacho, métemela ya por donde quieras.

Me incorporé y se la metí por el chocho de una vez hasta el fondo, sin sacar los dos dedos de su culo ni dejar de acariciarle el clítoris.

- ¡Aaaaggg, joder, por poco me revientas, muévete que la sienta como entra y sale!

- Quieres sentirla, pues te vas a enterar. -Le dije iniciando un bombeo brutal ayudado por el movimiento de la jaula en la que ella se apoyaba-.

- ¿Qué hacéis? Me estoy mareando. -Dijo Javier-.

- ¡Cállate inútil! -Le gritó el ama-.

- Sí eso cállate, que estás más guapo. -Le dije yo-.

- ¡Me corro, me corro, me corro, aaaaagggg, por Dios que bueno! ¿Qué tienes entre las piernas para darme ese placer? ¡No pares, no pares, que está siendo muy largo, aaaagggg, sigue, sigue, no lo dejes hasta que no desfallezca …!

La agarré por la cintura para mantenerla en la posición, pues no iba a tardar nada en correrme.

- ¡No te muevas, que voy a correrme! ¡Aguanta un poco, ahora, ahora, siiii …! -Le dje-.

Tuve una corrida larga e intensa, que le llenó el chocho tanto, que cuando se la saqué le caía mi lefa del chocho a borbotones. La cogí por la cintura y la ayudé a sentarse en el suelo con la espalda apoyada contra uno de los aparatos.

- ¿Crees que podrás con el tercero? -Me preguntó la Susana atada-.

- Creo que sí, pero tu madrina es mucha mujer.

- Si bajas la barra del techo podré comértela para mantenerla en forma. Por favor, madrina, déjalo que lo haga.

- Podéis hacer lo que queráis, siempre que yo obtenga mi tercera corrida.

- ¡Así puede cualquiera con tres polvos! -Dijo Javier-.

- Ahijada, ¿cómo tiene el inútil ese la polla?

- Pues como siempre. Yo no he visto una cosa igual, el tío se corre una vez detrás de otra sin empalmarse.

- ¡Pues entonces, cállate inútil, que no has sido capaz de echarme ni uno!

Fui hacia una anilla en la pared a la que estaba atada la barra de la que colgaba Susana, le solté como metro y medio de cuerda y eso permitió que ella pudiera doblarse por la cintura.

- Ven aquí, déjame que te coma ese pollón.

Me puse delante de ella y se le metí en la boca, que tenía muy abierta.

- ¡Aaaagggg, aaaagggg! -Era lo único que podía decir, mientras yo trataba de metérsela cada vez más adentro de su boca-.

- Ten cuidado muchacho, no sea que te corras y tengas que quedarte aquí con tus amigos. -Dijo la Susana de mis sueños-.

Tenía razón, yo me estaba poniendo otra vez a punto de descargar, pero era incapaz de sacarla de aquella boca.

- Déjame madrina que siga comiéndosela. Sigue Carlos, no me dejes ahora así.

Me despertó un grito de Susana, sentí que me estaban comiendo la polla como en el sueño, alcé la cabeza de la almohada para mirar y la vi desnuda entre mis piernas con mi polla dentro de su boca y corriéndose sin parar de sobarse el chocho.

-              ¿Te has levantado con ganas de guerra? -Le pregunté-.

-              Me has despertado hablando entre sueños, diciendo que te estaba comiendo la polla y no he podido resistirme a hacerlo. ¿Te molesta?

-              En absoluto, me encanta despertarme así. -Le dije llevando una mano a su cabeza-.

-              ¿Qué estabas soñando?

-              Un lío muy grande contigo, Javier y tu madrina. Si lo pongo en pie te lo cuento.

-              ¿Pero hijo, qué haces? -Mi madre había abierto la puerta de la habitación y nos miraba desde ella-.

-              ¿Mamá que haces aquí? -Acerté a preguntarle, mientras que Susana trataba de taparnos con la sábana-.

-              Perdona hijo, pero he acompañado a tus primas y a tu tía Julia, así aprovechaba para verte.

Mis primas asomaron la cabeza por detrás de mi madre para mirar lo que pasaba.

-              Primo, no pierdes oportunidad. -Dijo Vero entrando en la habitación para besar a Susana-. Tú tampoco pierdes oportunidad. -Le dijo a Susana después de besarla en la boca-.

-              Perdone señora, he empezado yo, comprenda que la tentación es muy grande. -Le dijo Susana a mi madre-.

-              La tentación y otra cosa también es muy grande. Bueno, vamos a tomar un café, que hemos salido tan temprano que ni tiempo nos ha dado. -Dijo mi madre tirando de mis primas-.

El sitio de mi madre y mis primas lo ocupó mi tía Julia.

-              Buenos días, sobrino.

-              Buenos días, tita.

-              ¿No me presentas a esta chica tan guapa? -Dijo entrando en mi habitación, poniéndose al lado de mi prima Vero, que seguía a los pies de la cama-.

-              Buenos días, señora, soy Susana, una buena amiga de Vero.

-              Y por lo que se ve también de mi sobrino. -Dijo mi tía acercándose para darnos un beso. Susana se incorporó para besar a mi tía, dejando sus tetas a la vista-. ¡Qué barbaridad chiquilla, qué alegría para cualquier hombre o mujer! -Dijo mi tía mirando las tetas de Susana-.

-              Gracias, señora.

-              No me llames señora, llámame, Julia.

Yo estaba entre perplejo y encantado al volver a disfrutar del desparpajo de mi familia materna.

-              Venga levantaos y venid a desayunar. -Dijo Vero-.

-              ¡Hola Victoria, qué alegría! -Escuché exclamar a mi prima Luisa desde el pasillo, que debía haber entrado a su habitación y encontrársela allí-.

-              ¿Está Victoria aquí? -Me preguntó Vero-.

-              Sí, me pidió Paula el favor. La habían echado de su piso.

-              Voy a saludarla. Vente tita y te la presento. -Dijo Vero saliendo de la habitación-.

-              ¿Esto es siempre así? -Me preguntó Susana-.

-              Así o peor.

-              Te he dejado a medias. ¿Quieres que termine? -Me susurró Susana, poniendo su mano en mi polla todavía empalmada-.

-              No, déjalo, no nos van a dejar en paz, luego seguimos.

Me levanté y como estaba mi madre, me puse un bóxer y el albornoz. A Susana le dejé el albornoz de mi prima Julia, pues su bata estaba en la habitación en la que había dormido. Salimos de la habitación y el piso estaba a reventar. Mi madre, mi tía Julia y mi prima Julita en la cocina haciendo café, el resto desperdigadas entre el salón y las otras dos habitaciones. Fui a la cocina a darle un beso a mi madre.

-              ¿Cómo estás hijo, aunque ya he visto que muy entretenido?

-              No te esperaba y Susana no quería dormir sola.

-              Yo tampoco hubiera querido, pudiendo dormir acompañada.

-              No empieces mamá. ¿Y papá cómo está?

-              En la gloria solo con la casa para él.

-              ¿Para qué os habéis levantado tan temprano?

-              Quiero volver para la hora de comer, hoy tu padre y yo tenemos barbacoa.

Lo de la barbacoa era una excusa que tenían varias parejas del pueblo para hacer una orgía después de comer, según me había enterado justo antes del confinamiento.

-              Me parece muy bien mamá. ¿Y la tía Marisa?

-              Va a venir con tu padre y conmigo a la barbacoa y quería ir esta mañana a la peluquería.

-              ¿La tía Marisa también va a ir a la barbacoa?

-              La pobre está muy sola y tiene que conocer a gente, así que la hemos invitado.

¡Joder con la familia! Mi tía Marisa es voyeur, así que se lo iba a pasar en grande en la barbacoa, especialmente en la sobremesa.

-              Oye, Carlos, muy guapa y muy poderosa tu amiga Susana. -Me dijo mi prima Julia-.

-              Es una amiga de Vero y con eso de haber estado vosotras confinadas, pues se ha quedado aquí.

-              ¿Sabes algo de Paula? -Me preguntó mi tía Julia-.

-              Trabajando y estudiando en Salamanca. A ver si termina todo esto y puede volver a Sevilla.

-              ¿Y tu medio novia y su amiga? -Volvió a preguntarme mi tía, que al parecer quería revisar la vida de todas mis amigas con las que habíamos tenido líos juntos-.

-              Con ellas hace más tiempo que no hablo, pero me imagino que bien.

Aparecieron mi prima Luisa y Victoria por la cocina.

-              Mira Victoria, ellas es mi tía Julia y ella la madre de Carlos, a mi prima Julia ya la conoces de cuando la ropa. -Dijo mi prima Luisa, mientras Victoria las iba besando a todas ellas-.

-              ¡Que barbaridad, estoy unos días sin venir por aquí y no hago más que conocer a chicas guapas! -Dijo mi tía Julia mirando de arriba abajo a Victoria, que llevaba un pijama muy decente-.

-              Gracias. -Le contestó Victoria-.

-              ¿Prima, tú te vas a quedar? -Le pregunté a mi prima Julia-.

-              Me gustaría, pero no, tengo que seguir con el máster. Me vuelvo ahora con tu madre, he venido a verte y a recoger mis cosas.

-              Gracias por la visita. -Le dije dándole un beso en la mejilla-. Te acompaño a recoger tus cosas, porque están un poco desperdigadas.

Fuimos primero recoger las cosas que estaban en el cuarto de Vero y María. Estaban las dos charlando junto con Susana. Julia recogió su ropa y su consolador.

-              ¡Que ganas tenía de volver a verte! -Dijo exhibiéndolo-.

-              No podrías ser un poco más discreta. -Le dije-.

-              No quiero. ¿Qué tiene de malo que una mujer se satisfaga cuando no tiene otra cosa a mano? ¿Verdad Susana? -Dijo llevándose el consolador a la nariz-.

-              Desde luego. Deja que te lo lave, igual se me olvidó después de usarlo la última vez. -Le contestó Susana-.

-              De eso nada, huele a chocho que tira para atrás y eso me encanta.

-              ¡Joder Julia! -Le dije-.

-              ¿Ahora te has vuelto tímido? -Me dijo-.

-              Déjalo y vamos a recoger el resto de tus cosas, que están en nuestra habitación.

-              ¿Qué tal está tu madre? -Le pregunté cuando estuvimos los dos a solas-.

-              Mejor, bastante mejor. El confinamiento que pasaron las tres hermanas juntas, en casa de tu madre, le ha venido muy bien. Por cierto, primito, vaya si tu amiga está bien despachada de tetas. -Me dijo cogiendo uno de los sujetadores de Susana-.

-              ¿Te gustaría disfrutarlas?

-              Por supuesto que sí, ya sabes que yo soy bisexual. Lástima que tenga que marcharme. ¿Y Puri? -Me preguntó mirando a la ventana-.

-              Se ha separado del marido y él se ha quedado en el piso.

-              Lo siento por ti, porque ella daba mucho juego y el marido es un baboso pajillero.

-              Y tanto, el primer día que volví me asomé por si veía a Puri y me lo encontré al tío dale que te pego.

-              Lástima que no me quede porque me divertiría poniendo al tío cardiaco.

Entró mi madre en mi habitación.

-              ¿Hijo que tal llevas el curso?

-              Regular. Entre que es mi primer año en la universidad y el lío de la pandemia, no termino de centrarme.

-              Haz un esfuerzo ahora que todavía puedes, no vayas a perderlo.

-              Sí mamá, lo intentaré.

-              ¿Julita, estás ya?

-              Sí tía, cuando quieras.

-              Mamá, ha sido la visita del médico.

-              ¡Que le vamos a hacer! -Dijo mi madre dándome dos besos-. Cuida de tus primas y de tu tía, bueno y de las otras dos chicas.

Cuando se fueron mi madre y mi prima Julia nos agrupamos todos en el salón.

-              ¿Cómo nos vamos a organizar para dormir? -Preguntó mi tía-.

-              Somos ocho para tres habitaciones. Yo propongo que Victoria duerma con Antonia y conmigo, Susana con María y Vero y tú, tía Julia, y Carlos en la otra habitación. -Dijo mi prima Luisa-.

-              Por nosotras perfecto. -Dijeron todas a coro-.

-              Por mí también. -Dije yo-.

-              Pues resuelto. Sobrino, que bien nos lo vamos a pasar. -Dijo mi tía-. ¿Salimos a comer a la calle?

-              Pues sí, porque hasta que no hagamos la compra el frigorífico da hasta miedo. -Contesté-.

-              Asearos y vestiros los dormilones y nos vamos a comer. -Dijo mi tía-.

-              Pasad vosotras primero. -Les dije a Susana y a Victoria, que se fueron camino del baño-.

-              Acompáñame sobrino que voy a sacar las cosas de la maleta.

Seguí a mi tía en dirección a mí-nuestra habitación. Mientras ella deshacía la maleta, me senté en la silla a mirarla. Era una mujer muy atractiva todavía.

-              ¿Qué miras sobrino?

-              Pues a ti. Eres una mujer muy atractiva.

-              Gracias, pero ya soy una mujer madura, por no decir mayor. Me gustaría volver a tener veinte años, para enfocar mi vida de manera muy diferente.

-              ¿Y qué cambiarías?

-              Por supuesto no a mis hijas, pero sí al imbécil de mi ex. Oye, me encanta Victoria. No había conocido nunca a una transexual tan seductora. ¿Te has acostado con ella?

-              Hemos tenido alguna cosa, pero tanto como acostarme en el sentido que tú lo dices, no.

-              Pues creo que yo voy a intentarlo, me produce muchísimo morbo y ya no quiero perderme nada más en esta vida.

-              Me parece muy bien, tía. Ella es una chica muy abierta a todo.

-              Bueno es saberlo.

Tocaron a la puerta.

-              Quien sea que pase. -Dije. Era Victoria-.

-              Carlos, nosotras hemos terminado en el baño.

-              Gracias, Victoria.

De camino al baño vi que mis primas y Antonia estaban en el salón, cuando pasé por la puerta empezaron con la guasa de siempre.

-              ¿Quieres que te ayudemos a enjabonarte?

-              ¡Quién fuera toalla para secarte ese mandado!

-              ¿Por qué no nos enseñas lo que tienes en la entrepierna y nos alegras la mañana?

Me paré en la puerta a mirarlas. Antes me molestaba que me trataran como a una polla con piernas, pero ahora me encantaba, las quería mucho a todas.

-              A vosotras se os va la fuerza por la boca. -Les dije-.

-              De sobra sabes tú que eso no es así. -Me contestó Antonia-.

-              ¡Venga, ábrete el albornoz, no te hagas el estrecho! -Dijo mi prima María-.

Llevé mis manos al cinturón del albornoz y deshice el nudo sin abrírmelo todavía.

-              Si me enseñáis las tetas, os enseño el pajarito.

-              Si hombre, ocho tetas como las nuestras por un simple pajarito. A ti se te ha subido a la cabeza.  -Dijo mi prima Luisa-.

-              Bueno, pues entonces sólo tus tetas.

-              Vale, pero que estas tres cierren los ojos cuando te saques el pajarito.

-              ¡Tú estás loca, vamos a cerrar los ojos! -Le contestó Antonia-.

Con el juego con ellas yo había empezado a empalmarme. Luisa se subió la camiseta dejando su sujetador a la vista.

-              A que promete, ¿verdad? -Me dijo mirándome a los ojos con mucha malicia-.

-              No está mal, pero en el piso hay otra chica que las tiene el doble de gordas o más. -Le dije para picarla-.

-              ¡Joder, es verdad, vaya tetas que tiene tu amiga, Vero! -Dijo Antonia-.

-              ¿Se las has comido? -Le preguntó María a Vero-.

-              ¿Y tú para que quieres saber eso? -Le contestó Vero-.

-              Por curiosidad malsana.

-              ¿Bueno qué, terminamos o me voy a la ducha? -Les dije-.

-              Espérate, porque las tetas de Susana dan para una conversación. -Me contestó mi prima Luisa-.

-              ¿Te has duchado ya, sobrino? -Preguntó mi tía asomando la cabeza por la puerta de mi habitación-.

-              Todavía no, las primas me han entretenido.

-              Niñas, dejad que vuestro primo se duche, que tengo hambre.

Me abrí el albornoz enseñándoles el bulto que tenía debajo del bóxer y le dije a mi prima María, mirándola a los ojos:

-              A que promete, ¿verdad?

-              ¿Ahora llevas calzoncillos con el albornoz? -Me contestó-.

-              Me los he puesto hoy porque estaba mi madre.

-              Pero si tu madre te ha visto en faena nada más llegar. Anda sácatela por la bragueta, al menos. -Me dijo Luisa-.

-              Carlos, quieres ducharte de una vez, o nos vamos sin ti. -Insistió mi tía-.

-              Lo siento primas, otra vez será. -Les dije cerrándome el albornoz-.

-              ¡Tira para el baño, calienta chochos! -Me dijo Antonia-.

-              A vosotras no os hace falta que os los caliente, son calentitos de nacimiento. -Les dije y seguí hacia el baño-.

-              ¿Y no te gusta? -Escuché decir a Antonia cuando estaba entrando en el baño-.

Dejé la puerta abierta, me desnudé y me metí en la ducha.

-              Anda primo hazte un pajote, que te veamos. -Me dijo mi prima Luisa dentro del baño-.

-              Sí, por favor, Carlos, que levamos varias semanas sin verte. -Dijo Antonia-.

Sin mirarlas empecé a sobarme el nabo.

-              ¡Olé! -Exclamó mi prima María, cuando empecé-.

-              ¿Ahora te vas a hacer un pajote, niño? -Me preguntó mi tía desde la puerta-. Vamos dejad al primo, que estoy muerta de hambre. -Dijo empujando al resto fuera del baño y cerrando la puerta-. Y tú deja la paja y termina ya de ducharte.

Dejé la paja. Era la segunda vez en la mañana que me quedaba a medias. Mientras me duchaba pensé que estaba muy feliz con mis primas. Las había echado mucho de menos después del confinamiento, pero, afortunadamente, por fin volvíamos a estar todos juntos.

(Continuará. Dejadme vuestros comentarios y gracias por leerme.)