Compartiendo piso de estudiante con mis primas 21

El primer capítulo de la segunda temporada. Espero que os siga gustando. Un saludo especial para Susana, lectora y amiga mejicana.

(Comienzo una nueva temporada del relato. Sigue siendo muy conveniente leer los capítulos anteriores, al menos los primeros y los últimos. Espero que os guste).

Habían pasado unas pocas semanas desde aquella maravillosa tarde de sexo con mi tía Julia, sus hijas Julita y María, primas hermanas mías, y mi amiga Paula. También estuvo mi amigo Javier, pero mis primas lo tuvieron al pobre atado y con los ojos vendados todo el tiempo.

Estaba tumbado en la cama del piso de estudiantes que compartía con mis primas, pensando cómo era posible que las cosas hubieran cambiado tanto para mí en tan poco tiempo tras el final del confinamiento.

Empezando por Paula, compañera de la universidad y bastante más que amiga, el dueño del pub en el que trabajaba en mi pueblo decidió cerrarlo. Ella volvió primero a Sevilla y luego cambió el expediente universitario y aceptó un trabajo en un pub de Salamanca para poder estudiar y vivir, con lo que muy a nuestro pesar dejamos de vernos asiduamente.

Cristina, mi medio novia y hermanastra, y su adorable amiga Sonia decidieron marcharse del pueblo para cursar un módulo de formación profesional de estética y peluquería en Córdoba y aunque hablaba con ellas a veces, no era lo mismo que disfrutar de sus bellos cuerpos adolescentes.

Mis abuelos paternos se habían marchado temporalmente a Estados Unidos, para seguir formando parte de una investigación disparatada sobre la extraordinaria capacidad sexual de algunas parejas, capacidad que a ellos les sobraba a sus más de setenta años.

El curso en la universidad estaba próximo a recomenzar y mis padres me dijeron que debía marcharme a Sevilla para preparar su comienzo. Pese a lo mucho que les supliqué que me dejaran quedarme hasta el último día, ellos se negaron en redondo y unos cuantos días antes del inicio de las clases me trajeron ellos mismos a Sevilla, para asegurarse de que no me fuera a ver a Paula o a Cristina y a Sonia.

La tarde que me dejaron mis padres en el piso, pensé en ir a ver a Puri, una madura que estaba buenísima, vecina del rellano de la escalera y que había sido en su juventud estrella de los cabarets porno. Una salita de su casa daba al mismo patio que mi habitación, abrí las cortinas tratando de verla y quedar como habíamos hecho otras veces. Pero en vez de verla a ella con su permanente albornoz blanco con dibujos negros, me encontré a su marido, un viejo antipático que iba en silla de ruedas, haciéndose un pajote mirando una tablet, en la que debía estar viendo algún video porno. Cerré las cortinas y decidí llamarla por teléfono por saber que pasaba.

-              ¡Hola Carlos, qué alegría saber de ti!

-              Hola Puri. Es que ya he vuelto y quería saludarte. Estoy solo en el piso y era por si querías acercarte.

-              Ya sabes tú que eso me gustaría mucho, pero he dejado a mi marido y me he ido con Paca de gira.

Paca era una colega suya de los espectáculos porno, que había pasado el confinamiento en casa de Puri, periodo en el que habíamos follado los tres lo más grande.

-              ¿Cómo es eso Puri?

-              Cuando terminó el confinamiento el imbécil de mi marido volvió a casa y tuve que elegir entre Paca y él y la decisión no tenía color. A Paca, debido al éxito de los videos eróticos que grabamos, le salió una gira por centro Europa, me ofreció ir con ella y aquí estamos ahora las dos en Berlín.

-              Me alegro por las dos. -Le dije. Cosa que era cierta, pero me apenó perder a dos espléndidas compañeras de folleteo-.

-              Gracias, Carlos, lo sé. Te dejo que tenemos que salir a escena y hoy toca pajote mutuo con consoladores dobles.

Me imaginé a las dos en escena, desnudas, en el suelo o en una cama, taladrándose mutuamente y mi polla empezó a ponerse muy morcillona.

-              Que os divirtáis y además tengáis mucho éxito.

-              Gracias, cuando volvamos por España te llamo y quedamos los tres.

Mala suerte, pensé. Me estoy quedando más solo que la una, menos mal que mis primas llegarían en unos días. Pensando en Puri y Paca me había puesto calentito, entonces pensé en Yasmine, la sirvienta venezolana mulata de las trillizas de casi sesenta años que vivían en el quinto y que parecían muy beatas y muy santurronas, pero que eran tres cachos de guarras de mucho cuidado. Me decidí a subir a verla. Subí por la escalera y cuando llegué a la planta, pensé en saludar primero a Patro. Patro era una mujer muy guapa de cara, como de cincuenta años, bajita y con barriga, pero con unas tetas y un culo de escándalo. Durante el confinamiento le había dado refugio a mi amigo Javier, ahora debía estar sola porque Javier estaba todavía en el pueblo. Llamé al timbre de su puerta, pero nada, no debía haber nadie, porque tampoco escuché los ladridos del mierdiperro que tenía. Llamé entonces a casa de las trillizas, a ver si con suerte estaba Yasmine sola y podíamos echar un buen polvo. Mientras esperaba que abriese recordé el culo de Yasmine, era el culo más impresionante que yo había visto en mi vida, cada cachete era como el culo de una de mis primas. Escuché ruidos al otro lado de la puerta, como si alguien estuviera en la mirilla.

-              ¿Sí, que desea joven? -Preguntó una voz de vieja al otro lado de la puerta-.

-              Buenas tardes, soy Carlos, un vecino del bloque. Quería ver a Yasmine.

-              Yasmine no está, se ha ido a pasar una temporada en su tierra.

¡Joder qué putada, con las ganas que tenía de echar un buen polvo con ella!

-              ¿Están las señoras? -Desde luego las trillizas no eran lo mismo que Yasmine, pero eran tres a las que les gustaba una buena polla bastante más que rezar el rosario-.

-              Las señoras están confinadas en la casa de ejercicios a la que habían ido a pasar el fin de semana, uno de los sacerdotes ha dado positivo.

-              ¿Le importaría abrirme y no tener que estar hablando a voces en la puerta?

-              ¿Y cómo sé que no vienes a violarme?

-              ¡Señora, que soy amigo de las trillizas!

-              Más a mi razón.

¡Jodida vieja! Pensé.

-              De acuerdo señora, pues no abra. ¿Sabe algo de Patro, la vecina?

-              ¡Valiente pendón! La muy guarra a sus años se ha mudado a vivir con los hermanos de la ferretería.

Pues sí que estaba teniendo mala suerte. Ni una sola de mis cariñosas y calientes maduras iba a poder llevarme a la boca, mientras volvían mis primas.

-              De acuerdo, gracias. -Le dije y me volví a mi piso-.

Pese a haberme quedado solo me alegré por Patro, debía estar muy feliz pasando una temporada con los gemelos de la ferretería, que eran su fijación. Recordando los polvos con unas y otras me había puesto más caliente todavía y cuando volví a mi habitación decidí mirar porno un rato y cascármela. Pero mi mala suerte no estaba dispuesta a darme tregua y cuando conecté el ordenador me di cuenta de la wifi no funcionaba. Reinicié el enrutador, pero nada.

-              ¡Me cago en todo! -Exclamé al volver a ver todas las lucecitas naranja-.

Llamé a mi madre, que ya debía haber llegado a casa.

-              Buenas tardes, hijo. ¿Qué pasa?

-              Hola, mamá. Pues que la wifi ha dejado de funcionar. He reiniciado el enrutador, pero ni caso. ¿Podrías llamar para que vean que pasa?

-              ¿Qué le hacéis a la wifi para que se estropee tanto?

-              ¿Qué quieres que le hagamos? Lo que pasa es que la compañía es un desastre.

-              Bueno, ahora ya es muy tarde, llamaré mañana.

-              De acuerdo mamá, gracias.

Miré a ver si me quedaban datos en el teléfono, pero tampoco. Con unas cosas y con otras eran ya más de las diez y media de la noche y con el toque de queda los pubs debían estar cerrados. Me desnudé para irme a la cama y nada más acostarme me llamó mi prima Vero.

-              Buenas noches, Vero.

-              Buenas noches, Carlos.

-              ¿Qué quieres?

-              Tengo que decirte una cosa y pedirte un favor.

-              Escoge el orden que quieras.

-              Estamos todas confinadas.

-              ¿Quiénes sois todas?

-              Pues todas, las cuatro primas, Antonia y tus tías.

-              ¿Pero qué ha pasado?

-              Antonia ha venido esta mañana a pasar unos días con nosotras antes de volver todas juntas a Sevilla. Nos hemos reunido para comer, incluyendo a mi madre y a la tía Julia. Hace un rato han llamado a Antonia para decirle que su madre había dado positivo. Así que estamos todas confinadas en casa de la tía Julia.

¡Qué putada! Pensé, tanto por el peligro de que alguna cogiera el virus como porque yo me iba a quedar más solo que la una diez o quince días más.

-              ¡Vaya, esperemos que no sea nada!

-              Así sea, pero por ahora todas confinadas.

-              ¿Y el favor?

-              Veras, mañana llega a Sevilla una amiga, que iba a venirse al pueblo a pasar unos días, como comprenderás ahora no puede venir. Tienes que recogerla en la estación de ferrocarril y alojarla en casa hasta que yo pueda ir o ella venir al pueblo.

-              Vale, dime cómo es, su nombre y cuando llega.

-              Se llama Susana, aterriza de madrugada procedente de Méjico y después cogerá el AVE a Sevilla. Llega sobre las diez de la mañana.

¡Coño que casualidad, Susana y de Méjico, como la protagonista de los sueños calientes de Paula y míos!

-              ¿Cómo es para poder reconocerla?

-              Te mando una foto.

-              Creo que ya me ha llegado. -Le dije al sonar la señal en el teléfono-.

-              No se te vaya a olvidar y se plante aquí la pobre.

-              No te preocupes, me pongo ahora una alarma y tú ponle un mensaje para que lo lea cuando aterrice.

-              Gracias Carlos. ¿Qué vas a hacer sin tus primas en el piso?

-              Pues aburrirme mucho. ¿Sabes que Puri ha dejado al marido y se ha ido de gira con Paca, que Yasmine se ha ido una temporada a Venezuela y que Patro se ha ido vivir con los ferreteros?

-              No lo sabía, ¡te vas a tener que matar a pajas! Va a ser como tus primeras semanas en Sevilla.

-              No te rías que no tiene gracia.

-              Sí la tiene, verás cuando se lo cuente a las primas.

-              Vale Vero, te llamo mañana cuando recoja a tu amiga.

-              ¡Ah una cosa más! Susana es muy tímida y muy cortada, así que no hagas el burro con ella.

-              No te preocupes, adiós.

-              Adiós Carlos y cuidado con los músculos del brazo y de la mano. -Dijo Vero riéndose antes de colgar-.

Tenía razón Vero con lo de que me iba a matar a pajas, a ver si volvía pronto internet y por lo menos me animaba viendo porno. De nuevo en la cama recordé el sueño que me contó Paula con la tal Susana en los aseos de la piscina de su pueblo y los dos que tuve yo con ella, uno de una entrevista de trabajo muy peculiar en un restaurante mejicano que ella regentaba y otro con la entrega de un pedido en su casa y una bañera que no desaguaba. Me dio hambre y me levanté a comer cualquier cosa. Mientras picaba en la cocina recordé el polvo que había echado allí con Sonia, la amiga de Cristina, y el pajote que me había hecho Antonia una mañana. Con unos recuerdos y con otros volví a ponerme bastante calentito. Me sacó mi amigo Javier de mis pensamientos.

-              ¿Te has enterado del confinamiento de tus primas y tus tías?

-              Buenas noches, por lo menos, que estás cada día más bruto. Sí, me acaba de llamar mi prima Vero para contármelo.

-              Carlos, la casa de tu tía Julia debe ser la hostia. Siete tiacas todas juntitas y sin tíos durante diez o quince días. Estoy por colarme y confinarme con ellas.

-              No digas barbaridades. Además, ¿qué ibas a hacer tú con ellas?

-              Que no iba a hacer, es lo que tienes que preguntar. ¡Joder Carlos que buenas están todas! Me las follaba a las siete juntas.

-              ¿Me has llamado para decirme esas tonterías?

-              Tonterías los cojones. Carlos, estoy malo sólo de imaginármelas. Me cogería primero a tu tía Julia, que es la que está más buena, y le daría pollazos en las tetas hasta que se le pusieran moradas, luego a …

-              ¡Ya vale Javier! Si no quieres nada más cuelgo.

-              Sí, quería preguntártelo desde hace días. ¿Tú qué te tomas para tener el nabo así?

-              ¡Vete a la mierda, Javier! -Le dije por último y le colgué-.

El idiota de Javier había conseguido meterme en la cabeza la imagen de mis primas, de mis tías y de Antonia juntas y solas durante diez días. Conociéndolas podía tener la seguridad que la iban a liar entre ellas a base de bien. Me volví a la cama después de asearme. Me acordé de la mejicana y primero me puse una alarma en el móvil a las ocho y media de la mañana y luego abrí la foto de ella que me había mandado mi prima.

-              ¡Pero coño, si la tía tiene la misma cara que la Susana de mis sueños, sólo que con veintitantos años menos! -Exclamé en voz alta cuando vi la foto-.

La foto era sólo de la cara. Una chica morena, muy guapa, con una belleza salvaje, bonitos ojos negros, nariz pequeña, labios muy carnosos bellísimos y pelo castaño oscuro largo y ensortijado. No podía creerme aquella coincidencia entre mis sueños y la realidad. Pensé que mi cabeza me estaba jugando una mala pasada. Llamé a Vero por la curiosidad de saber de qué la conocía.

-              Hola Carlos, ¿qué quieres?

-              Perdona Vero, pero he visto ahora la foto de la mejicana y me ha entrado la curiosidad de saber de qué la conoces.

-              ¿Y qué tiene que ver la foto con de qué la conozco?

-              Tienes razón, pero es que tiene la misma cara que una mujer que aparece en mis sueños calientes que, además, se llama Susana y es mejicana.

-              ¿Tú desde cuando tienes sueños calientes?

-              Imagino que, desde la pubertad, igual que tú.

-              ¿Y qué te hace tu Susana en los sueños?

-              ¡Venga ya, Vero! Si quieres me cuentas de que la conoces y si no quieres, pues nada.

-              No te pongas picajoso. Hace dos años coincidimos en la misma residencia cuando fui a estudiar fuera y nos hicimos amigas. La invité a pasar una temporada y por eso viene ahora. El año que viene iré yo a Méjico a su casa.

-              ¿Tú no recuerdas haberme enseñado nunca una foto de ella?

-              Que yo recuerde no, pero tampoco me acuerdo de todo.

-              Pues tiene que haber sido eso. En algún momento habré visto su foto y la he metido en mis sueños, aunque con veintitantos años más.

-              Pues será eso. ¿Me vas a contar ahora que te hace en los sueños?

-              No Vero, si quieres calentarte lee relatos guarros. Adiós. -Le dije y colgué-.

Volví a tumbarme en la cama, apagué la luz y me quedé dormido. Como no podía ser de otra forma, esa noche volví a soñar con Susana.

El sueño empezaba con que mi madre me llamaba para contarme que le habían dicho en la compañía de telefonía, que el problema de la wifi tenía que ser de la instalación del piso y que mandarían a un técnico a revisarla. A la mañana siguiente, bastante temprano, me despertó el timbre de la puerta. Como casi todas las mañanas, me había despertado empalmado. Me puse el albornoz y fui a ver quién estaba llamando. Por la mirilla vi que era la Susana de mis sueños con el uniforme de la compañía de telefonía, una caja de herramientas y una caja de cartón bajo el brazo. Pensé que debería vestirme, pero si lo hacía igual ella se aburría y se iba y yo me quedaba sin internet por más tiempo. Traté de acomodarme la polla para que no se notara mucho y abrí la puerta.

- Buenos días vengo de “cacafibra” a revisar la instalación. -Me dijo, mientras yo admiraba sus tetas embutidas en el uniforme que le quedaba pequeño, por lo menos a la altura del pecho-.

- Buenos días, pase, le indico dónde está el enrutador.

Entró y la llevé hasta el salón.

- Aquí lo tiene, mientras lo mira voy a vestirme. -Le dije-.

Ella se volvió hacia el cacharro y se inclinó para observarlo. El uniforme también le venía pequeño por el culo y cuando se inclinó la visión hizo que mi polla pegara un bote. ¡Joder con la técnica que han mandado, la tía no puede estar más buena! Me dije dirigiéndome a mi cuarto. En el sueño también llevaba una temporada de sequía, como en la vida real, y la visión de aquella mujer me había puesto a mil. No me había dado tiempo a llegar a mi habitación, cuando la oí llamarme:

- ¡Oye puedes venir? -Volví hacia el salón, para saber que quería-.

- Dígame.

- El enrutador está quemado de ver porno.

- No creo, lleva casi un mes sin usarse, no ha habido nadie en el piso.

- Estoy harta de ver el mismo problema en pisos de jovencitos como tú, así que créeme, que sé de lo que hablo. -Dijo con un fuerte acento mejicano-.

Tanta era la presión de sus tetas sobre la camisa del uniforme que, sin que ella se diera cuenta, se le soltó otro botón, dejándole buena parte de sus enormes tetas a la vista.

- Perdone, no quiero discutir, pero al cacharro que más le da que lo que se vea sea porno o sea Netflix. -Le dije ya sin poder quitar la vista de sus tetas-.

- Chico, nadie ve dos veces seguidas “Lo que el viento se llevó”, pero jóvenes como tú sois capaces de llevaros nueve horas seguidas viendo porno haciéndoos pajas y al final se quema el enrutador.

- Pero si hace un mes que no se usa y cuando nos fuimos del piso funcionaba perfectamente.

- ¿Cuántos vivís aquí?

Se le soltó otro botón más y ya podía verle el sujetador negro que llevaba con las copas casi transparentes. Notaba como a mi polla, en lugar de bajársele la erección, le estaba creciendo y se estaba poniendo cada vez más grande y dura.

- Normalmente, cinco, cuatro chicas y yo.

- ¿Y viviendo con cuatro chicas estás todo el día pegado al porno?

- ¡Oiga que yo no estoy todo el día pegado al porno!

- Dime la verdad, chico.

- Ayer noche intenté mirar un poco de porno y ya no funcionaba.

- ¿Dónde están tus compañeras de piso?

- Están confinadas y no podrán venir en diez o quince días.

- Así que estás solito, con todo el tiempo para ver porno y cascártela.

Lo mismo que ella no se había dado cuenta que se le habían abierto dos botones de su camisa, yo no me había dado cuenta de que se me había abierto el albornoz y se me había salido el nabo, hasta que vi que su mirada estaba fija en mi entrepierna. Miré hacia abajo y creí morirme de vergüenza. Fui a cerrarme el albornoz, pero ella me dijo:

- Ahora te vas a tapar, cuando llevas un buen rato con el pollón que tienes al aire para ponerme caliente. ¿Por qué no te lo tocas para que vea cómo te la cascas?

- ¡Señora que yo no soy un mono en el zoológico!

- Si te tocas para mí, te dejo ver mis tetas.

- Es una propuesta muy tentadora para cualquiera.

Terminé de abrirme el albornoz sin quitar la vista de sus tetas. Tenía la polla como un leño. Ella se terminó de soltar los botones de la camisa, la sacó de los pantalones y se la quitó. Sus tetas eran impresionantes, se le transparentaban unas grandes areolas oscuras y unos pezones grandes y erectos. Luego se dio la vuelta y me pidió que le soltara el sujetador. Con las manos temblorosas lo hice, luego ella se dio la vuelta y lo dejó caer en sus brazos.

- ¿A qué esperas para tocarte? Yo ya te he enseñado mis tetas.

¡Qué barbaridad de tetas! Enormes, redondas, altas y apretadas, tanto que entre ellas no cabría un cabello. Me cogí la polla con la mano derecha y empecé a hacerme una paja.

- ¿Te gustan mis tetas?

- No sabes cuánto me gustan.

- ¿Te gustan más que las de las tías del porno?

- Me gustan más que ningunas.

Mientras me la cascaba el capullo se me había puesto brillante del liquido pre seminal que estaba soltando.

- ¿Y a ti te gusta mi polla?

- Tanto que estoy mojando las bragas y me las voy a tener que quitar.

- Me gustaría mucho ver eso.

La Susana de mis sueños no me quitaba la vista de encima. Lentamente se soltó la trabilla del pantalón y se bajó la cremallera. Luego se quitó los zapatos doblándose por la cintura, dejándome ver sus fabulosas tetas colgándole. Se dio la vuelta y se bajó los pantalones con mucho trabajo por lo estrechos que le estaban. Tenía un culo impresionante, realzado por el hilo negro del tanga que llevaba. Fue a quitarse el tanga, pero le pedí que no lo hiciera todavía.

- ¿Te pone más caliente verme sólo con el tanga?

- Mucho.

- Pues esto sí que te va a poner caliente.

Se subió sus enormes tetas con las manos, bajó la cabeza y comenzó a lamerse y morderse los pezones. Sacaba mucho la lengua lo que le permitía darse grandes lametones por todas sus areolas.

- ¿No prefieres que sea yo quien te las coma?

- No por ahora. Tu sigue machacándote el pollón.

Soltó una de sus tetas y se llevó la mano al chocho por encima del tanga, sin dejar de mirar como me estaba sobando el nabo.

- ¿Vas a aguantar mucho más? -Me preguntó-.

- No lo sé. No quiero dejar de verte las tetas. ¿Y tú?

- Voy a quitarme el tanga, me viene tan estrecho que no puedo meter la mano por debajo y necesito sobarme el chocho.

Se bajó el tanga a media pierna. Iba depilada, su monte de Venus era muy carnoso y su chocho se veía grande y muy apretado.

- Tienes un coño grande como tus tetas.

- ¿No te gusta?

- Claro que me gusta. ¿Quieres que te lo coma?

- No, lo que quiero es que me folles la boca.

Diciendo esto se acercó a mí, se puso en cuclillas y abrió mucho la boca. Le metí media polla de un golpe, mientras ella me cogía los huevos con una mano y con la otra se sobaba el coño con mucha intensidad. Inicié un frenético bombeo dentro su boca, que ella mantenía muy abierta.

- ¿A qué esto es mejor que estar viendo porno? -Me preguntó en un momento que echó su cabeza hacia atrás-.

Le cogí la cabeza con las manos y la atraje hacia mi polla con fuerza.

- Claro que es mejor. Me voy a correr.

- Córrete en mi boca, me voy a tragar toda tu leche.

- ¡Aaaaggg, aaaaggg, toma, toma mi leche …aaaaggg! -Grité cuando empecé a correrme en su boca, notando como ella se estaba corriendo también-.

Me desperté cuando me estaba corriendo también en la realidad. Hacía meses que no me pasaba eso de correrme dormido. Pasar de por lo menos cuatro polvos diarios a cero me estaba afectando. ¡Joder, había vuelto a poner las sábanas perdidas! Sonó la alarma del móvil y me levante todavía empalmado a hacerme un café antes de ducharme. Desde la cocina escuché el timbre del móvil y fui a cogerlo. Era mi prima Vero.

-              Ya estoy levantado, no se me ha olvidado lo de recoger a tu amiga.

-              Mejor. Susana ya ha llegado a Madrid y hemos hablado por teléfono. Le he contado lo que nos pasaba y le he dicho que iras a buscarla a la estación.

-              De acuerdo, mejor que sepa que voy a ir a recogerla.

-              Carlos, ya te he dicho que es una chica tímida, así que compórtate, que ella es muy religiosa y no es como nosotras.

-              No te preocupes Vero, ya sabes que sé comportarme.

-              Bien. Al final no me contaste ayer que hacías con tu Susana en los sueños.

Recordé el sueño que acababa de tener con ella.

-              Esta noche he soñado con ella otra vez.

-              ¿Y?

-              Ya te dije ayer que, si te quieres poner calentita, te leas un relato guarro.

-              Prefiero que me lo cuentes tú.

-              Vero, que voy a llegar tarde a recoger a tu amiga.

-              Vale, pero luego me llamas y me lo cuentas.

Colgamos, me tomé el café, me aseé y me vestí decente para ir a recoger a Susana, la amiga de Vero. Llegué a la estación diez minutos antes de la hora y cinco minutos después llegó el tren. No venían muchos viajeros y la divisé bajando del tren con una maleta enorme, otra más pequeña y una mochila colgada sobre el pecho. Me acerqué a la llegada de la rampa a recibirla.

-              Hola, soy Carlos, el primo de Vero. -Fui a saludarla con dos besos, pero me acordé de que llevábamos la mascarilla y que había que evitar el contacto con desconocidos y me eché hacia atrás-.

-              Encantada yo soy Susana, ya me advirtió Vero de la situación.

Con la mascarilla no podía verle más que los ojos y su largo pelo recogido en una coleta.

-              Creo que con esas maletas será mejor coger un taxi.

-              Sí, por favor, creo que me pasé con la ropa y la valija pesa demasiado.

Era más o menos de mi altura, gracias a unos zapatos que debían tener entre diez y quince centímetros de plataforma. Entre el abrigo que llevaba y la mochila al pecho resultaba imposible deducir algo de la forma de su cuerpo. Cogimos un taxi y en diez minutos estábamos ya entrando en casa.

-              Pasa, voy a enseñarte tu habitación. Aunque todas son iguales, me imagino que Vero querrá que duermas en la suya.

-              Carlos, puedo pedirte otro favor.

-              Claro Susana.

-              Soy muy miedosa y no me gusta dormir sola. ¿Podría dormir en tu habitación?

Me quedé mirándola. O la chica era en efecto muy miedosa o era una broma que pretendían gastarme entre Vero y ella.

-              Por mí no hay problema, pero pensaba que estarías más cómoda sola en una habitación.

-              De verdad que no te causaré molestias y yo dormiré mucho más tranquila.

-              Como quieras Susana. Entonces vamos para atrás. -Le dije dándome la vuelta tirando de su maletón-. Si vamos a dormir en la misma habitación, no tiene mucho sentido seguir con las mascarillas puestas.

-              Razón de más para estar en la misma habitación, odio las mascarillas. -Me contestó ella-.

Al llegar a mi habitación, o mejor ya nuestra, ambos nos habíamos quitado las mascarillas. Susana era todavía más guapa que en la foto. Tenía una preciosa boca de labios muy carnosos.

-              Yo normalmente duermo en la litera de abajo, pero me da igual cambiar. -Le dije, justo en el mismo momento que reparé en el manchurrón de semen en mis sábanas causado por la corrida de la noche anterior-.

-              No voy a quitarte además tu cama, yo dormiré arriba.

Se quitó la mochila del pecho y luego el abrigo, aunque llevaba un jersey amplio le era imposible disimular el volumen de sus tetas, que estaba entre enorme y grandioso. ¡Joder con Susana, vaya par de tetas que se gasta! Pensé.

-              Te dejo para que deshagas las maletas. Voy a cambiar algunas cosas de mi prima Julia para dejarte sitio. -Le dije esto tratando de no mirarle las tetas-.

-              Espera que te ayude. -Dijo poniéndose a mi lado, rozándome el costado con sus tetas-.

Fui sacando algunas cosas de mi prima, pasándoselas a ella, hasta que entre la ropa interior apareció un pedazo de consolador del tamaño de un pepino grande. Para que ella no lo viera lo lie entre bragas y sujetadores y le dije que iba a trasladar esas cosas a otra habitación. Susana me siguió con las cosas de mi prima que le había ido pasando.

-              Cuelga tú las perchas primero y ahora dejo yo esta ropa en un cajón. -Le dije tratando de esconder el consolador de su vista-.

Susana me hizo caso y colgó las perchas que llevaba, echándose luego hacia atrás para dejarme acceso a los cajones del armario. Lamentablemente, cuando fui a depositar las cosas, el consolador se escurrió y cayó al suelo haciendo bastante ruido, lo que llamó su atención y se quedó mirando como rodaba por el suelo. Tenía dos posibilidades o hacerme el loco o recogerlo con naturalidad y guardarlo. Opté por la segunda opción, pero en el tiempo que tardé en decidirme ella se agachó, lo recogió y me lo pasó mirándome a los ojos. ¡Joder, que vergüenza! Pensé.

-              Cosas de chicas. -Le dije al cogerlo de su mano y ella no me contestó-.

Volvimos a nuestro dormitorio. El manchurrón de semen en mis sábanas era cada vez más evidente. Quité las sábanas de un tirón mientras le decía:

-              Te dejo sola para que puedas deshacer tus maletas. -Le dije haciendo un gurruño con las sábanas-.

-              No te preocupes, no me molestas.

-              ¿Estás cansada del viaje? -Le pregunté desde la puerta-.

-              Un poco, son muchas horas.

-              ¿Has podido dormir algo en el avión?

-              Muy poco, no sé si acostarme cuando deshaga la maleta.

-              Yo he oído que lo mejor es aguantar hasta la noche para adaptarte al horario.

-              Lo intentaré.

La dejé en el dormitorio con la visión del volumen de sus tetas en mi cerebro. Dejé las sábanas en el cesto de la ropa sucia y fui a la cocina a llamar a mi prima Vero.

-              Hola, Carlos. ¿Recogiste a Susana?

-              Sí, hace un rato, está acomodándose en mi habitación.

-              ¿En tu habitación?

-              Le dije que se pusiera en la tuya, pero dice que le da miedo dormir sola y que prefería dormir en la mía.

-              Le tendrías que haber dicho que no.

-              De acuerdo, ¿pero que le hago si me lo pide ella?

-              Por favor, Carlos, que es una chica muy religiosa y muy cortada.

-              Pues a mí no me ha parecido que fuera tan cortada para pedirme dormir en mi habitación.

-              No creía yo que fuera tan miedosa. Por cierto, ¿qué te ha parecido?

-              Una chica muy amable y mona de cara.

-              ¿No hay nada más que te haya llamado la atención de ella?

Mi prima Vero claramente quería guasearse conmigo a costa de las tetas de Susana.

-              No sé a qué puedes referirte.

-              No te hagas el tonto conmigo.

-              Tal vez que tiene unos ojos muy grandes y bonitos.

-              ¡Sus tetas, coño, sus tetas!

-              Lleva un jersey muy amplio y no me he dado cuenta de nada. ¿Qué le pasa en las tetas?

-              ¡Que son enormes, Carlos, que pareces tonto!

-              ¿Y tú cómo lo sabes?

-              Porque dormíamos juntas en la misma habitación de la residencia.

-              Me fijaré, a ver si de verdad son tan grandes como dices.

-              Carlos, no te pases con ella.

-              De acuerdo Vero. Adiós.

Colgué y fui a ver si necesitaba algo.

-              ¿Susana necesitas más sitio en el armario? -Le pregunté sin entrar en la habitación-.

-              Pasa Carlos, estás en tu habitación. -Entré, como ella me había indicado-. No creo que necesite más sitio, tampoco voy a sacar todas las cosas de la valija.

En el momento que me decía eso, estaba sacando dos enormes sujetadores de la maleta y colocándolos en el cajón del armario, luego sacó unos cuantos mini tangas y los colocó en el mismo cajón. Mi polla empezó a animarse con la visión de aquella ropa interior.

-              Voy a darte unas sábanas limpias por si quieres echarte un rato antes de comer.

Me acerqué al armario, saqué dos juegos de sábanas y le di uno a ella.

-              No creo que me acueste, pero si necesito ducharme y cambiarme ropa.

-              Claro, toma aquí tienes un juego de toallas.

-              Gracias Carlos, muy amable.

Cuando ella no me miraba, mis ojos se dirigían al volumen de sus tetas bajo el jersey, que se correspondía con el tamaño de las copas de los sujetadores que había guardado.

-              Te dejo que voy a hacer unas llamadas. -Le dije dirigiéndome a la puerta de la habitación-.

-              ¿Podrías darme la clave de la wifi?

-              Claro, lo que pasa es que no funciona el enrutador, iba a llamar a mi madre por si había hablado ya con la compañía.

De pronto recordé que mis primas habían cambiado la contraseña, después de la avería que se había producido durante el confinamiento, y a las muy hijas de puta no se les había ocurrido otra cosa que cambiarla por “cincocoños5yunpollon”. Entre las sábanas emplastadas, el consolador de Julia y ahora la puta contraseña, estaba quedando como un perfecto vicioso.

-              Sin problemas, cuando funcione me la das.

Me fui al salón a hablar con mi madre.

-              Hola, mamá. ¿Sabes algo de la compañía de la wifi?

-              Hola, hijo. Me han dicho que tienes una invitada en el piso.

-              Sí, una amiga de la prima Vero.

-              ¿Y qué tal?

-              Bien, precisamente te llamaba porque necesita usar la wifi y todavía no funciona.

-              Pues parece que va para rato. Me han dicho que tienen una avería general en la zona y que no saben cuánto tiempo van a tardar en arreglarla.

-              ¡Qué le vamos a hacer! Si no te importa, llámales cada cierto tiempo para hacer presión.

-              De acuerdo. ¿Y la invitada cómo es?

-              Una chica mejicana de unos veinte años, muy mona de cara y según Vero muy religiosa y tímida.

-              Sácala a comer y pasáoslo bien.

-              Gracias, mamá. Adiós.

Susana pasó por delante de la puerta del salón camino del baño. Se había puesto una bata muy recatada que le llegaba casi hasta los pies y llevaba en la mano el juego de toallas.

-              ¿Quieres entrar al baño antes de que entre yo a ducharme?

-              No gracias, Susana. Imagino que tendrás hambre. ¿Quieres que salgamos a comer temprano?

-              Gracias, Carlos. Te lo agradecería, no sé si tengo más hambre, más sueño o más ganas de ducharme.

Susana siguió hacia el baño y yo decidí llamar a Paula, que ya estaría levantada.

-              Hola guapa. ¿Cómo estás?

-              Bien, un poco harta de la mascarilla y del pub y de todo, pero bien. ¿Y tú?

-              Bien también. ¿Sabes que mis primas, Antonia y mis tías están confinadas?

-              ¿Están bien?

-              Sí, sólo que la madre de Antonia ha dado positivo y se enteró estando en casa de mi tía Julia. ¿Te acuerdas?

-              ¿Cómo no me voy a acordar con lo bien que lo pasamos?

-              No me lo recuerdes, que estoy más sólo que la una aquí en Sevilla.

-              ¿Cómo llevas lo de estar solito?

-              Pues como puedo, echándote de menos.

-              Yo también. Te tenía que llamar ahora para pedirte un favor.

-              Pues dime.

-              Me ha llamado Victoria para contarme que la echan del piso y que no tiene donde ir. Te agradecería mucho que le dieras alojamiento por unos días hasta que encuentre algo.

Victoria era una transexual de lo más atractiva, amiga y antigua compañera de piso de Paula.

-              Hasta que vengan mis primas sin problema. Después ya nos arreglaremos como podamos. Esta mañana ha llegado también una amiga de Vero y como ella está confinada, pues se va a quedar aquí unos días.

-              Bueno, así habrá de todo en tu piso, ya me entiendes.

-              Perfectamente. Dale mi teléfono a Victoria y que me llame para ponernos de acuerdo.

-              Gracias Carlos. Sabes que esta noche he tenido un sueño guarro, pero muy guarro, contigo y con Victoria.

-              Cuéntamelo.

-              ¿Qué vas a hacer mientras te lo cuento?

-              ¿Tú que crees?

-              Que te la vas a cascar, como yo.

-              Desde luego que sí. Anda empieza, que ya estoy poniéndome caliente.

-              ¿No quieres que mejor hagamos una vídeo llamada?

-              No puedo, no funciona internet y no me quedan datos en el teléfono.

-              Lastima, porque estaba deseando verte el pollón.

-              Y yo verte a ti enterita.

-              Pues verás, Victoria y yo estábamos sin una perra y amenazadas con el desahucio por falta de pago del alquiler.

-              El sueño empieza bastante real por lo que me has contado antes de Victoria.

-              Sí, desde luego. Una amiga, azafata de congresos como Victoria, la llamó para decirle que una empresa estaba haciendo pruebas para seleccionar personal y que ella no podía acudir porque estaba fuera. Llamamos inmediatamente y con mucho misterio nos dieron cita para media hora después. Salimos pitando para la dirección que nos habían facilitado. Se trataba de una especie de nave medio reconvertida a vivienda y oficina. Llamamos a la puerta y nos abriste tú, pero con unos diez años más.

-              No empieces con que iba sucio y con un bulto de calcetines en la entrepierna.

-              ¡Vaya, te picó lo del último sueño que te conté! No, esta vez ibas limpio y bastante bien vestido, aunque sí tenías un buen bulto en los pantalones, que te quedaban muy ajustados. Nos hiciste pasar y nos llevaste a una sala grande con varias cámaras de video, focos y cosas así y un sofá enorme. Nos preguntaste si sabíamos de que iba el trabajo. Al contestarte que no, pusiste una cara rara y nosotras te dijimos que necesitábamos cualquier tipo de trabajo, que la pandemia nos había dejado sin trabajo y sin dinero. ¿Qué edad tenéis? Fue tu siguiente pregunta, veintidós y dieciocho. Veréis, estamos haciendo pruebas para escoger chicos y chicas para una película porno. Victoria y yo nos miramos y luego te volvimos a mirar a ti. Normalmente trabajamos siempre con los mismos actores, pero ahora están confinados y tenemos previsto un rodaje mañana. Por la prueba son doscientos euros para cada una y si os escojo será bastante dinero más para las dos. ¿Qué hay que hacer? Preguntó Victoria. Desnudaros, primero interactuar entre vosotras y luego follar conmigo.

-              ¡Qué buen trabajo me has buscado en tu sueño!

-              Claro, para ti lo mejor.

Hacer un trío con Victoria era una fantasía que tanto Paula como yo teníamos, así que el sueño de Paula empezó a ponerme muy caliente. Me levanté del sofá del salón y me fui a la habitación de Vero y María para poder empezar a hacerme una paja.

-              ¿Paula, como estás ahora?

-              Desnuda sobre la cama haciéndome un dedo. ¿Y tú?

-              Me he venido a la habitación de Vero, acabo de bajarme los pantalones y he empezado a sobarme el nabo.

-              ¿Estás empalmado?

-              Sí y mucho. Sigue con tu sueño, que me está gustando.

-              Con los cuatrocientos euros, por lo menos podremos pagar el alquiler de un mes y si nos escogen vivir una temporada. Me dijo Victoria. Puta pandemia, pensé y empecé a quitarme la camiseta que llevaba, lo mismo que Victoria. Tú nos mirabas fijamente mientras nos desnudábamos. Victoria no llevaba sujetador y sus grandes tetas, morenas de tomar el sol desnuda, fueron las primeras en quedar al descubierto. Yo me quité la camiseta y el pantalón que llevaba, quedándome en sujetador y tanga. Sentí vergüenza, no por desnudarme, sino porque la ropa interior que llevaba era muy normal y estaba ya muy usada. Victoria se quitó la falda, llevaba unas bragas tipo culote mucho más eróticas que las mías y que le disimulaban totalmente el bulto de su polla. Decidí seguir desnudándome para que Victoria pasase más desapercibida. Me quité el sujetador y me sobé momentáneamente las tetas, el sujetador me venía pequeño y me las apretaba mucho.

-              ¿Y yo que hacía en el sueño mientras tanto?

-              Tú no nos quitabas la vista de encima.

-              ¿No me estaba tocando el nabo?

-              No, estabas quieto mirando. Hacía semanas que no me depilaba el chocho y cuando me quité las bragas el pelucón que llevaba se quedó al descubierto. Luego fue Victoria la que se quitó las bragas, iba completamente depilada. Cuando viste su polla morcillona enarcaste las cejas por la sorpresa. ¿Y ahora qué? Te preguntó Victoria. Interactuar entre vosotras, fue tu respuesta. ¿Qué quieres decir con interactuar? Te pregunté. Besaros, excitaros, sobaros, … contestaste.

-              Vamos que me pusierais calentito.

-              Eso parecía. Aunque Victoria y yo no habíamos mantenido relaciones sexuales nunca, si existía una fuerte atracción entre las dos. Victoria se volvió hacia mí, me pegó su polla a la barriga, me cogió con fuerza el culo y empezó a besarme. Sentía como su lengua asaltaba mi boca, como sus tetas presionaban las mías y yo presionaba su polla contra mi barriga, ya completamente empalmada, y como sus manos amasaban mi culo. La tensión entre nosotras era tanta que yo al menos me había olvidado de tu presencia, hasta que te moviste para soltarte y bajarte los pantalones.

Yo le había puesto el altavoz al móvil y me estaba sobando el nabo y los huevos a dos manos. El sueño de Paula me estaba poniendo a reventar de caliente.

-              Me separé un poco de Victoria para poder cogerle la polla con mis manos y chuparle sus tetas. Ella logró meter una mano entre mis piernas y llegar a mi mojado chocho para sobármelo. En un momento me fijé en ti, tenías los pantalones en los pies, el niqui remangado y te sobabas la polla, se veía grande, pero no conseguías empalmarte.

-              ¡Qué dices, eso es imposible! ¿Cómo no iba a estar empalmado de veros a las dos en pelotas y sobándoos?

-              A mí también me extraño, pero en el sueño era así.

-              Paula, tengo ahora la polla como un leño sólo de oírte, ¿cómo no iba a estar empalmado viéndoos?

-              Carlos, pues así era. Tanto me extrañó que te pregunté si es que no te gustábamos. Claro que me gustáis, pero necesito que me la comáis alguna para empalmarme. Victoria se separó de mí, se puso de rodillas entre tus piernas, te cogió la polla con su mano y empezó a mamártela. Yo estaba demasiado caliente para quedarme mirando, así que me puse detrás de Victoria y empecé a chuparte el ojete y los huevos, mientras le hacía una paja.

-              ¿Me empalmé por fin con la mamada de Victoria?

-              No lo sé, yo no podía verte.

-              Me imagino la escena y estoy llegando al punto de no retorno. ¿Cómo estás tú?

-              Yo estoy que me quemo, tengo el chocho encharcado. Debiste empalmarte, porque al rato Victoria se levantó se puso de espaldas a ti entre tus piernas y poco a poco se metió tu polla por el culo. Llevaste una mano a sus tetas y la otra a su polla para hacerle una paja. Yo me puse en cuclillas delante de ella, empecé a comerle la polla, sin que tú se la soltaras, y a sobarme el chocho de manera salvaje, como lo estoy haciendo ahora. Al rato debiste correrte dentro de Victoria por los gritos y los gemidos que dabas. Yo noté que Victoria también estaba a punto de correrse y aceleré los movimientos de mi cabeza y de mi mano para hacerlo con ella. Victoria empezó a correrse en mi boca y yo empecé a correrme a chorros, igual que ahora. ¡Aaaaggg, aaaggg, qué bueno, aaaagggg…!

-              ¡Me corro Paula, me corro, uuuuffff, toma, toma, uuuuffff!

Cuando abrí los ojos después de correrme en el suelo como una fiera, vi a Susana mirándome fijamente desde la puerta. Cruzamos nuestras miradas un segundo, ella siguió andando y yo traté de subirme los pantalones muerto de vergüenza.

-              Paula te dejo que la invitada me ha cogido en plena corrida.

-              ¿Cómo ha sido?

-              No lo sé, yo creía que había cerrado la puerta de la habitación, pero se ve que no.

-              Te pasa cada cosa. Bonito recibimiento le has dado. Un beso, hablamos mañana.

No sabía que hacer. Actuar como si no hubiera pasado nada o excusarme. Decidí darle tiempo para que se vistiese, fui al baño a por papel higiénico para limpiar el semen que había quedado en el suelo. Susana se había dejado su ropa interior en la encimera del lavabo. Las copas del sujetador eran enormes, ¡qué tetas debía tener para llenar aquello! Lo cogí, estaba todavía templado del calor corporal, no pude evitar llevármelo a la nariz para olerlo. Olía casi tan bien como las tetas de mi prima María. Lo volví a dejar sobre la encimera y cogí su tanga, era alto, debía ser de los que iban a la cadera, medio transparente, tampoco pude evitar llevármelo a la nariz. Olía a chocho que tumbaba. Todavía no había recogido mi corrida del suelo y ya me estaba volviendo a empalmar con los olores de Susana. Dejé la ropa, cogí el papel, limpié mi corrida y volví al baño a tirar el papel. Me dije que tendría que afrontar lo que había pasado con Susana. La puerta de mi habitación estaba cerrada, llamé y esperé que me dijera que pasara, lo que hizo inmediatamente.

-              Susana, lamento que me hayas visto antes, estaba hablando con una buena amiga y las cosas se nos han ido un poco de las manos. -Estaba muy guapa con ropa en las manos para guardarla en el armario. Después de haber visto el tamaño de las copas de su sujetador, los ojos se me fueron a sus tetas, llevaba una blusa tan amplia que no permitía valorar su volumen-.

-              No Carlos, soy yo la que tiene que disculparse, no debí mirar al interior de la alcoba. -Me respondió bajando la mirada al suelo-.

-              Debí cerrar la puerta, pero en esta casa la costumbre es no cerrarlas nunca y se me pasó.

-              Vamos a tratar de olvidarlo y, por favor, llévame a comer estoy desfallecida.

Pensé en llevarla a un restaurante mejicano que conocía, pero me dije que eso era una tontería, ella debía estar harta de comida mejicana y de mejor calidad que la del restaurante que yo conocía. Fuimos a un restaurante italiano, simplemente decentito, que estaba cerca del piso. Yo pedí una cerveza al sentarme y ella un refresco. Mientras esperábamos la comida le pregunté por su vida.

-              Muy tranquila, vivo con mis papas, dedico mucho tiempo a estudiar y a leer. Salgo de vez en cuando con mis amigas al cine o a tomar un refresco y poco más. Bueno, ahora que te la cuento, pienso que más que tranquila es aburrida. ¿Y la tuya? ¿Era con tu novia con quién estabas hablando?

-              Más que novia, es una buena amiga que lamentablemente ha tenido que mudarse para poder vivir y seguir estudiando. ¿Mi vida? Pues a rachas, pero también tranquila en general.

Nos trajeron la comida. Yo me tiré a mi plato por el hambre que tenía, sin embargo, Susana se quedó quieta y en silencio. Me dio la sensación de que estaba rezando antes de empezar a comer. Me detuve y esperé a que ella terminara de rezar. Antes de volver a comer, le pregunté:

-              ¿Eres muy religiosa?

-              Bastante, en mi país suele ser así.

-              ¿Pero es una religiosidad obligada o realmente sois así?

-              Me imagino que habrá de todo, pero en el caso de mi familia sí somos muy creyentes.

-              ¿Y eso que implica en vuestras vidas, además de rezar?

La verdad es que tanto mi familia como yo somos muy poco religiosos, por no decir nada, y sentía curiosidad.

-              Rezar es importante, pero lo realmente importante es comportarse de manera cristiana en todo momento.

-              ¿Y tú, tienes novio?

-              Mis papás dicen que soy muy joven todavía.

Pensé que debía seguir siendo virgen. ¡Qué desperdicio de tetas! Terminando de comer sonó mi móvil, era un número desconocido.

-              ¿Sí? -Pregunté al descolgar-.

-              Hola Carlos, soy Victoria. Paula me ha dado tu teléfono.

-              ¡Hola Victoria! Sí, he hablado con ella esta mañana y me ha contado tu situación.

-              Te agradezco mucho que puedas acogerme por unos días.

-              No hay de qué. Mis primas están confinadas y hay sitio de sobra.

-              ¿Podría mudarme esta misma tarde?

-              Claro.

-              ¿Te parece bien sobre las cinco?

-              Por mi perfecto.

-              Gracias de nuevo y hasta luego.

-              De nada, hasta luego.

Me quedé pensando que iba a ser divertida la convivencia entre Susana y Victoria: una virgen y una transexual. Y yo caliente todo el día.

Susana se empeñó en que pagáramos a medias y después volvimos para el piso.

-              Carlos, si no te importa me voy a acostar, no puedo con mi cuerpo. -Me dijo Susana al llegar a casa-.

-              Claro que no me importa, comprendo que debes estar reventada.

Susana se fue a la habitación y yo me quedé en el salón viendo un poco la televisión hasta que me quedé dormido en el sofá. Me despertó el timbre del portero, miré la hora en el móvil, eran las cinco. Abrí el portero y esperé en la puerta del piso a que Victoria subiera. Cuando salió del ascensor, como la otra vez que la vi, venía preciosa. Era imposible, al menos para mí, pensar que era una transexual y no una mujer.

-              ¡Hola Victoria, pasa!

-              Hola Carlos. -Dijo dándome dos besos en las mejillas y un piquito en los labios-.

Rubia, pelo largo muy lacio, ojos azules, boca carnosa y una figura para volverse loco, tetas grandes y un fantástico culo, vamos un bombón.

-              ¿Te ayudo con las maletas?

-              No hace falta. He dejado muchas cosas en casa de un vecino, hasta que encuentre un sitio más definitivo. -Dijo encarando el pasillo-.

-              Puedes instalarte en cualquiera de las habitaciones en las que duermen mis primas. Las dos son iguales, así que donde más te guste.

-              ¿Y qué tal en la tuya?

-              Se te han adelantado, ya se ha instalado una invitada de mi prima Vero.

-              Mala suerte la mía.

Victoria decidió instalarse en la habitación de Luisa, que está al lado de la mía.

-              El otro día me acordé de cuando acompañé a Paula a esta casa durante el confinamiento para venderles ropa a tus primas.

-              Yo me he acordado varias veces de ese día. Te debí parecer tonto al no darme cuenta de que eras una transexual.

-              Hombre muy espabilado no me pareciste.

-              ¿Sabes que después he soñado contigo algunas veces?

-              ¿Y qué me pasaba en tus sueños?

-              La verdad es que eran bastante tórridos.

-              Eso me gusta. ¿Te apetece que sigamos donde lo dejamos aquel día? -Me preguntó Victoria acercándose a mí-.

-              Es una propuesta muy tentadora. -Le contesté sin pensarlo mucho-.

Yo no me tengo por bisexual, pero sentía una fuerte atracción por Victoria, que el sueño de Paula había incrementado esa misma mañana.

-              Pues déjame que me duche y seguimos.

-              ¿Yo te gusto?

-              Claro que me gustas y más sabiendo lo que tienes entre las piernas. -Me contestó llevando su mano a mi entrepierna, comenzando a sobarme el paquete-. ¿Y yo te gusto a ti cómo soy?

-              Me resultas muy atractiva y porque no decirlo muy morbosa. -Le dije abrazándola y cogiéndole el culo-.

-              Espera que me baje de los tacones, si no se nos va a partir el cuello al besarnos. -Victoria con los tacones que llevaba me sacaba casi veinte centímetros-.

-              Sí, va a ser mejor. -Se apoyó en mí y un pie tras otro se los quitó. Luego comenzó a besarme en la boca, jugando con mi lengua-.

-              Como nos liemos no me ducho. Esta mañana no he podido hacerlo y te voy a parecer una guarra. -Me dijo separándose de mí-.

-              ¿Quieres que te duche yo?

-              Pensaba que no lo ibas a decir nunca.

La cogí de la mano y nos fuimos juntos al baño. Cerré la puerta del baño detrás de nosotros e inmediatamente volvimos a besarnos. Yo tenía ya el nabo bastante morcillón.

-              ¡Qué barbaridad! ¿De quién es ese sujetador? -Exclamó Victoria al reparar en el de Susana que seguía sobre la encimera del lavabo-.

-              De la invitada.

-              ¡Joder que tetas debe tener!

-              Sí que deben ser muy grandes.

-              Tú sabrás que la conoces.

-              Usa ropa muy amplia y no hay manera de intuirlas.

-              Bájame la cremallera del vestido. -Me dijo Victoria dándome la espalda y yo me acordé del día que la conocí y fui incapaz de bajarle la cremallera-.

-              ¿Qué quieres volver a reírte de mí?

-              Espero que hayas aprendido desde ese día.

Estaba un poco nervioso. Tenía sensaciones contradictorias, por un lado, Victoria era preciosa y me producía mucho morbo, pero por otro, sabía que era un hombre y no tenía experiencia con ninguno. Le bajé la cremallera sin problemas y ella dejó caer el vestido por su cuerpo, recogiéndolo a sus pies. Tenía una espalda preciosa. Llevaba un tanga muy pequeño que permitía ver su culo casi entero. Me pegué a ella por detrás y le cogí las tetas.

-              Me gusta que me abracen así. -Me dijo echando sus manos hacia atrás para sobarme la entrepierna-. Si que debo gustarte por como tienes la polla de dura.

Comencé a besarle el cuello y las orejas. Al poco se dio la vuelta y empezó a desnudarme. Yo llevé las manos a su entrepierna y empecé a acariciar su polla por encima del tanga. La tenía sólo morcillona.

-              ¿Qué pasa no te pongo? -Le pregunté-.

-              No es eso. Es que durante el confinamiento no pude seguir el tratamiento, ahora me lo están dando más fuerte y me cuesta más empalmarme.

Mientras yo me quitaba la camisa Victoria me soltó los pantalones y me los bajó junto con el bóxer. Mi polla saltó como un resorte.

-              La recordaba muy grande, pero no tanto. -Me dijo empezando a hacerme una paja, mientras yo le metía la mano bajo el tanga-.

-              Bueno, la naturaleza me ha hecho así. Yo no he tenido nada que ver. -Le contesté volviendo luego a besarla en la boca-.

-              Si seguimos así nos vamos a liar antes de que me duche. -Me dijo Victoria separándose de mí-.

Mientras yo me terminaba de quitar los pantalones, Victoria se quitó el tanga y empezó a sobarse su polla. Abrí el grifo para que empezara a salir el agua caliente. Me seguía causando perplejidad el cuerpo de Victoria. Era el de una tía buenísima, pero con polla. Entramos los dos en la ducha, nos pusimos bajo el agua y volvimos a besarnos y a sobarnos nuestras pollas mutuamente. Después de mucho sobe mutuo la polla de Victoria empezó a empalmarse.

-              Déjame que te la coma. -Me dijo poniéndose en cuclillas, mientras seguía el mismo con su paja-.

La comía francamente bien, imagino que me la estaba comiendo como le gustaba a ella que se lo hicieran.

-              Victoria la comes de escándalo.

-              Comerse esta barra de carne es un auténtico placer. ¡Joder que grande y que dura, me estoy poniendo a mil!

-              Y yo Victoria. Túmbate en el suelo déjame que te folle las tetas.

Victoria hizo lo que le dije y yo me puse sobre ella metiendo la polla entre sus tetas y apretándoselas, mientras ella seguía haciéndose una paja.

-              Ponte más arriba para que pueda comértela a la misma vez. -Me dijo, abriendo luego mucho su boca-.

-              ¿Está bien así?

-              Sí. Carlos estoy tan caliente que tengo que correrme.

-              Pues hazlo, yo no voy a tardar.

-              ¡Aaaaggg, aaaagggg, me corrro, ya, ya…! -Gritó Victoria y luego volvió a comerse mi polla-.

-              ¡Degenerados, pervertidos, desgraciados, depravados!

Miré hacia donde venían los insultos y Susana estaba en la puerta del baño mirándonos con cara de no creerse lo que estaba viendo.

-              ¡Joder que día llevo! -Exclamé-.

No podía dar crédito a mi mala suerte con Susana: el consolador de mi prima Julia, las manchas de semen de mis sábanas, el pajote en que me había sorprendido y ahora cogerme follando con una transexual. Susana salió corriendo y yo me quedé paralizado.

-              ¿Esa era tu invitada? -Me preguntó Victoria-.

-              Claro que era mi invitada, bueno la de mi prima Vero, que me va a matar cuando se entere.

Me levanté, la erección se me había bajado del todo, me vestí y salí en busca de Susana. Tenía la puerta cerrada.

-              Susana, quería hablar contigo.

-              No, Carlos, ya he visto demasiado para un día. No sé qué tipo de casa es esta, lo que sí sé es que tú eres un pervertido.

-              No te pongas así, deja que te explique.

-              No hay nada que explicar, pero no voy a dormir en la misma habitación que tú.

-              De acuerdo lo entiendo, no pasa nada. Quédate tú con esta y yo me cambiaré a otra.

-              No, creo que me voy a mudar a una pensión.

-              Mi prima Vero no me perdonaría eso en la vida. Si quieres podemos no vernos, es cuestión de organizarse.

Susana se quedó un rato callada.

-              Vale, pero no voy a dormir en esta habitación, tengo miedo por lo que pueda encontrarme fruto de tus depravaciones.

-              Como quieras, pero yo no soy ningún monstruo

-              Un monstruo puede que no, pero sí un demonio del sexo lleno de vicios y pecados.

-              Como quieras. Me voy a encerrar en la cocina mientras te mudas a la habitación de Vero, que es la que está al lado del baño. Le diré a Victoria que se encierre en la otra habitación.

Más tarde y una vez que Susana se había cambiado de habitación, acordamos un horario de uso del baño, cocina y salón para evitar encontrarnos.

Anocheciendo me llamó mi madre.

-              Hola Mamá.

-              Hola Carlos. Me han llamado de la compañía de la wifi para decirme que ya está arreglada la avería. Díselo a tu invitada para que pueda hablar con su familia.

-              Sí, ya estoy viendo en el ordenador que vuelve a haber wifi.

-              ¿Qué tal con la invitada?

-              Bien y mal.

-              ¿Qué ha pasado?

Como sabía que mi madre se terminaría enterando, decidí contarle sólo parte de lo que había pasado.

-              Una tontería. Esta mañana estaba hablando por teléfono con una amiga, nos hemos animado un poco más de la cuenta y me ha pillado Susana masturbándome.

-              ¿Pero hijo, tú eres tonto, no se te ocurre cerrar la puerta?

-              Mama, te juro que creía que la había cerrado. Ahora no quiere ni verme.

-              Carlos no vuelvas a las andadas, acuérdate de lo que pasó con los videos que le mandante a Cristina.

-              No tiene nada que ver, mamá.

-              Espabílate, que falta te hace.

Ahora el trago era darle la contraseña de la wifi a Susana, porque yo no sabía cambiarla. Me cagué cincuenta veces en el sentido del humor de mis primas. Fui a la puerta de la habitación en la que dormiría Susana y llamé.

-              ¿Sí?

-              Susana soy Carlos, La wifi ya funciona.

-              Dime la clave, por favor.

Pensé que si la deletreaba igual no se daba cuenta:

-              ce, i, ene, ce, o, ….

-              A ver si he tomado nota bien, “cincocoños5yunpollon”. -Hizo una pausa y luego me gritó: - ¡Estás todavía más enfermo de lo que pensaba!

Mi treta no había colado y mi imagen no es que estuviese ya por los suelos, sino que había comenzado a escarbar.

-              Lo siento Susana. Yo no puse esa clave, debió ser alguna de mis primas.

-              Olvídame, Carlos, estoy asqueada contigo. Si pudiera me iría ahora mismo.

-              Lo siento de nuevo.

Victoria sequía también encerrada en su habitación. Me volví a mi habitación bastante apesadumbrado con las meteduras de pata del día. Al rato me llamó mi prima Vero, se me cayó el cielo encima.

-              Hola Vero, imagino que estarás enfadada conmigo.

-              ¡Ni un día ni siquiera ocho horas te has podido comportar como una persona normal!

-              Lo siento, han sido una sucesión de infortunios.

-              ¡Joder, infortunios! Si a mi me da igual que te la casques diez veces al día o que te folles a un hombre a una mujer o a una transexual, ¡pero coño delante de Susana, que te dije que era muy religiosa!

-              Yo no lo he hecho delante de ella. Sí es verdad que me ha pillado, pero por mala suerte, no porque yo quisiera.

-              ¡Carlos que estoy quedando yo también como una guarra! ¿Qué puede pensar Susana de mí si cree que la he dejado en manos de un pervertido?

-              Vale Vero, lo siento.

Colgué y volví a pensar en mis meteduras de pata del día. Me tumbé en la cama, cerré los ojos y no tardé ni un minuto en empezar a oír gemidos que debían provenir de la habitación de al lado, Victoria debía estar, como mínimo, dándole al manubrio. La interrupción de Susana cuando Victoria me la estaba comiendo en el baño, me había dejado a medias y me apetecía mucho que Victoria terminara lo que había empezado, pero pensé que lo que faltaba era que Susana volviera a pillarnos, así que me di la vuelta en la cama me tapé la cabeza con la almohada y me quedé dormido.

Me levanté temprano para desayunar y asearme antes de que le tocara a Susana el uso de la cocina y el baño. Mientras estaba en la cocina esperando a que se hiciera el café entró Victoria con un camisón corto que le transparentaba su bello cuerpo y el tanga que llevaba.

-              Buenos días, Carlos.

-              Buenos días, Victoria. ¿Quieres un café?

-              Sí, gracias, he dormido bastante mal con la juerga que tenía montada Susana.

-              ¿Qué juerga?

-              ¿Tú no la has oído?

-              A ella no, a ti sí.

-              Te confundes Carlos, yo no monté ninguna juerga. Era Susana la que se pasó más de una hora gimiendo y jadeando.

Me quedé extrañado después de lo que me había contado Susana comiendo el día anterior sobre sus creencias y su comportamiento religioso.

-              Me dejas preocupado. A ver si le dolía algo y se quejaba.

-              Carlos, que yo sé distinguir una queja de dolor de un pedazo de paja y lo de Susana de anoche era un pedazo de paja de mucho cuidado.

Igual Susana no era la mosquita muerta que ella decía ni la chica tan religiosa que decía mi prima Vero. Terminamos el café, le dije a Victoria que pasara ella primero al baño y yo regresé a mi habitación hasta que Victoria me avisara que había terminado. Me llamó Javier.

-              ¿Qué te pasa tan temprano?

-              Carlos, que dentro de un rato voy a ir al gimnasio.

-              ¿Y?

-              ¡Qué me voy a follar a todas las mamis buenorras que haya!

-              ¿Ya estás otra vez con lo mismo?

-              Tío, ¿tú no has visto las pelis porno de tías en los gimnasios? Están todas calientes como perras deseando follarse a un jovencito y ese jovencito voy a ser yo.

-              Lo que tú digas Javier. ¿Y tú no has visto otras pelis porno de maricas en los gimnasios, que le rompen el culo en el vestuario a los recién llegados?

-              ¿Tú que ves ahora porno gay?

-              Yo hace un siglo que no veo porno, pero es un clásico.

-              Bueno pues será un clásico, pero en el pueblo las que van al gimnasio son las mamis cachondas buscando polla.

Empecé a oír otra vez los gemidos de la noche pasada.

-              Vale Javier, que te tengo que dejar, ya me cuentas luego tus andanzas en el gimnasio.

Miré el reloj en el móvil y todavía era mi hora de usar las partes comunes del piso. Salí de mi habitación y sin hacer ruido me acerqué a la habitación donde dormía Susana. En efecto debía tener otra juerga dentro de mucho cuidado. Gemía a tal volumen que era imposible que no supiera que se la debía escuchar en todo el piso y en los pisos colindantes. O esa chica no controlaba sus expresiones de placer o quería ponernos a Victoria o a mí o a los dos bien calientes, pero bien calientes, como había conseguido ya conmigo que había comenzado a empalmarme. Victoria salió del baño y me pilló con la oreja pegada a la puerta.

-              Esta muchacha no se cansa, con el cachondeo que montó anoche. -Me dijo Victoria en voz baja-.

Cogí a Victoria para separarnos de la puerta.

-              ¿Tú crees que no se da cuenta del espectáculo o es que quiere que la oigamos? -Le pregunté a Victoria-.

-              No lo sé, hay algunas mujeres que son muy escandalosas cuando están en su salsa. -Me acordé de Sonia, la amiga de Cristina, que tenía que taparse la boca para no despertar al barrio entero cuando se corría-.

-              Me cuesta trabajo pensar que no se da cuenta con las voces que está pegando.

Pese a que nos habíamos retirado de su puerta nos seguían llegando los gemidos y algunas voces, tipo: ay mamita o virgencita que bueno o quien cogiera esa polla y cosas así.

-              ¿Entonces tú qué piensas, que lo está haciendo a propósito para ponernos cachondos?

-              Por lo menos conmigo lo está consiguiendo. -Le dije a Victoria señalando el bulto que tenía en el albornoz-.

-              ¿Quieres que sigamos lo de ayer?

-              Déjalo, gracias. No quiero que vuelva a pillarnos la chillona.

Dejé a Victoria en la cocina y fui al baño a asearme. Dentro del baño se seguían oyendo los gemidos de Susana, que me estaban poniendo más caliente por momentos. Su sujetador y su tanga seguían sobre la encimera del lavabo. Ya ha tenido tiempo de recogerlos, coño, pensé volviendo a cogerlos para llevármelos a la nariz. No habían perdido su aroma, incluso creo que olían más fuerte que el día anterior. Tenía ya la polla como un palo, entre unas cosas y otras Susana había conseguido ponerme al rojo vivo. Decidí pasar de la ducha e irme a mi habitación. Al pasar por la puerta de Susana, decidí hacerle evidente mi presencia.

-              Susana ya hemos terminado en el baño, puedes pasar cuando quieras.

-              Gracias, Carlos. -Me respondió con la voz entrecortada pasados unos segundos, tras parar de emitir sus gemidos-.

Al pasar por la habitación de Victoria tenía la puerta abierta, estaba desnuda de espaldas dándose crema corporal. ¡Joder qué buena está! Pensé y seguí camino a mi habitación. Cerré la puerta al entrar y dudé entre llamar a Cristina para tener una vídeo paja o hacerme una paja viendo porno en el ordenador. Recordé que Paca y Puri tenían algunos vídeos colgados y me decidí por recordar el tiempo pasado con ellas dos. Había varios videos que no conocía, debían haber encontrado un cámara nuevo: “Las maestras de Carlitos”; “Misión diplomática en el emirato”; y “Examen médico a la nueva sirvienta”. Me llamó la atención el de “Misión diplomática en el emirato” habíamos hablado de grabarlo, pero entre unas cosas y otras no pudimos hacerlo. Cliqué sobre él.

Estaba grabado evidentemente en casa de Puri, aunque los muebles habían sido sustituidos por una infinidad de cojines y pufs. La cámara simulaba tener el punto de vista del que al momento se sabía que era el del emir. Entraba una mujer mulata vestida con las clásicas ropas de la danza del vientre. La mujer era Yasmine y estaba como un tranvía con esa ropa.

-              Mi señor, la misión de la Unión Europea ha llegado.

-              Hazla pasar y llama a algunas mujeres de mi harén. -Decía una voz en off-.

Yasmine salía del cuadro y entraba al momento con Paca y Puri, que venían vestidas a lo Merkel, pero tan guapas y atractivas como siempre.

-              Bienvenidas a mi humilde morada. Tomen asiento, por favor. -Decía la voz en off, que no me resultaba desconocida del todo-.

-              Es un placer para nosotras que se haya dignado recibirnos. -Le contestaba Paca, mientras ambas se acomodaban de rodillas sobre algunos cojines-.

-              Y bien, ustedes dirán.

-              Señor, existe bastante malestar entre las mujeres de nuestros países por la desigualdad de trato entre hombres y mujeres en su emirato.

En ese momento volvía a entrar Yasmine a la que acompañaban tres mujeres, vestidas también con la ropa de la danza del vientre, y con velos que les cubrían la nariz y la boca y las tres se acomodaban en cojines a los pies del emir.

-              Yasmine, trae algo de beber para todos. -Decía el emir-.

-              Como no, mi señor. -Contestaba Yasmine y salía de nuevo del cuadro-.

-              ¡Qué culo tiene esa mujer, es para estárselo comiendo durante todo el ramadán!

-              ¡Emir! -Protestaba Paca-.

-              ¿Tengo o no tengo razón? -Preguntaba el emir a las tres mujeres recién llegadas-.

-              Claro mi señor. -Contestaban las tres al unísono-.

-              Emir, su apreciación sobre el trasero de esa mujer y el hecho de que tenga aquí a parte de su harén, es demostrativo de lo que venimos a decirle. -Decía Puri-.

-              ¿Vosotras no estáis a gusto formando parte de mi harén? -Preguntaba el emir a las tres mujeres-.

-              No se nos ocurre otro sitio mejor en el mundo para estar. -Dijo una de las mujeres, de la que también empezó a sonarme su voz-.

-              Emir, ¿podemos interpelarlas directamente? -Preguntaba Paca-.

-              Por supuesto que sí.

-              ¿No os sentís oprimidas por vuestro esposo y emir?

-              Nosotras en absoluto.

-              ¿No preferiríais vivir en libertad?

-              ¿Libertad para qué?

En ese momento volvía a entrar Yasmine con una botella de etiqueta negra, unos vasos y una cubitera en una bandeja.

-              Yasmine, estas señoras me han reconvenido por expresar mi admiración por tu culo. ¿Tú te sientes molesta por que lo haga? -Le preguntaba el emir-.

-              Señor, yo me sentiría molesta si no lo hiciera. ¿Para qué quiero este culo que me ha dado Alá, si no es para ser admirado, sobado y taladrado por vos?

Paca y Puri torcieron el gesto al oír la respuesta de Yasmine, que había terminado de servir el whisky y el hielo y se había quedado de pie enseñándole su fabuloso culo a la cámara.

-              No entendemos que no queráis vivir en libertad. -Decía Paca-.

-              Señora, usted no conoce las virtudes de nuestro esposo y emir, si las conociera no hablaría así. -Contestó la misma que había hablado desde el principio, levantándose después un poco el velo para poder beber-.

-              Os referís a virtudes como generosidad, justicia, magnanimidad, …

-              Bueno a esas también.

-              ¿Entonces a que virtudes os referís?

-              ¡A su polla señoras, a su polla!

Mientras la portavoz decía eso, sus manos se separaron indicando la longitud de la polla del emir, otra de las mujeres, formando un círculo con sus dos manos, indicó su grosor y la otra moviendo una de sus manos y con los ojos fuera de las órbitas hizo el gesto de follar. Paca y Puri enarcaron las cejas en señal de asombro por lo que indicaban las mujeres del emir. A la misma vez las tres mujeres se levantaron los velos para darle un trago a sus vasos. ¡Coño eran las trillizas! ¿Cómo habrían conseguido Paca y Puri que colaborasen en el video?

-              Hemos oído muchas veces eso y luego no es para tanto. -Dijo Puri-.

-              Yasmine, por favor, haz los honores a nuestro esposo. -Dijo una de las trillizas-.

La cámara cambiaba de punto de vista y ahora se colocaba en la posición de las tres mujeres. Yasmine se colocó entre las piernas del emir y empezó a sobarle la entrepierna por encima de los brillantes y amplios pantalones de seda que llevaba. Paca y Puri no perdían detalle de las maniobras de Yasmine en la entrepierna del emir, al cual le iba creciendo un bulto de un tamaño descomunal. Cuando Yasmine consideró que el emir ya estaba listo, tiró de sus pantalones hacia abajo y como un resorte salió un pollón que cumplía las dimensiones que gráficamente habían expresado las trillizas. ¡Era el pollón de mi abuelo! ¿Pero qué coño hacía mi abuelo en el video? Mi pregunta era retórica porque lo que iba a hacer mi abuelo estaba más claro que el agua. Paca y Puri se llevaban las manos a la boca en un gesto de asombro, mientras Yasmine empezaba a dar cuenta del pollón de mi abuelo con sus muy carnosos labios.

-              ¿Veis ahora por qué no queremos estar en ninguna otra parte del mundo?

-              Verlo, sí que lo vemos. ¡Qué barbaridad! -Dijo Paca-.

-              Paca, no te olvides que nosotras somos lesbianas. -Le dijo Puri al ver la reacción de Paca-.

-              Pero no radicales, Puri, y un pollón como ese no se disfruta todos los días.

Paca y Puri miraban golosamente como Yasmine, cogiéndole la polla a mi abuelo con las dos manos, se la comía con deleite, haciendo mucho ruido. Puri empezó a meterle mano a Paca, que se volvió para besarla apasionadamente.

-              Señoras, siguen creyendo ustedes que esto es discriminación. -Les preguntaba mi abuelo, después de dejar el vaso de whisky vacío encima de una mesita-.

-              Discriminación es que no todas las mujeres puedan disfrutar de semejante aparato, al menos una vez en su vida. -Le contestó Puri dejando de besar a Paca un momento-.

-              ¿No quieren ustedes probar? -Le dijo Yasmine a las comisionadas-.

Paca y Puri se miraban entre sí y después de un momento, contestó Puri:

-              Si no es molestia, sí que nos gustaría. Desnúdame Paca, que no voy a comerme semejante polla con el traje de chaqueta.

Ambas se ponían de pie y empezaban a desnudarse mutuamente. Primero las chaquetas, dejando a la vista sus espléndidas tetas embutidas en sus sujetadores, que les quedaban algo pequeños y se las juntaban y subían formándoles a ambas un canal fastuoso. Mi polla dio un salto ante semejante visión. Luego se bajaron las cremalleras que los pantalones tenían en la cadera, dejándolos caer al suelo. Estaban preciosas en sujetador y tanga.

-              Son ustedes bellísimas, no tienen nada que envidiarle a cualquiera de mis esposas.

-              Gracias emir, es usted muy amable con nosotras. -Dijo Puri-.

Paca se colocó de rodillas a un lado de Yasmine y Puri al otro lado. Las dos se agacharon hasta alcanzar con sus bocas el pollón del emir y comenzar a lamerlo. Yasmine, sin soltarle la polla, bajo más la cabeza para lamer y meterse en la boca los huevos de mi abuelo, aprovechando Paca y Puri para alcanzar su cabezón.

-              Señoras, son ustedes grandes mamadoras. -Dijo mi abuelo-emir, llevando sus manos sobre las caras y las cabezas de las dos-.

-              No nos llames señoras, que ya estamos en confianza.

-              Como queráis. Yasmine, ¿qué me haces que tanto me está gustando?

-              Calentar sus depósitos para que pueda dejar preñadas a estas mujeres.

Dos de las trillizas se situaron detrás de Paca y Puri, se habían quitado la parte de debajo de su ropa y se habían colocado sendos arneses con unas pollas falsas enormes. Les apartaron los tangas y empezaron a comerles el ojete con grandes lametones. No se podía negar la habilidad de Paca y Puri para poner caliente al espectador. Me abrí el albornoz y empecé a sobarme el nabo que lo tenía a reventar. Y pensar que yo había estado follando con todas ellas. Las dos trillizas que se habían situado tras Paca y Puri pararon un instante de comerles sus ojetes para soltarles sus sujetadores, que ellas dejaron caer al suelo.

-              ¡Qué barbaridad, qué tetas tienen las dos! -Exclamé en voz baja a la vista de semejantes maravillas-.

Las dos trillizas se pusieron de rodillas y empezaron a clavar sus pollas falsas a Paca y Puri, no se distinguía porqué agujero lo estaban haciendo, pero Paca y Puri empezaron a gemir a voces, sin dejar de comerle la polla a mi abuelo.

-              ¿Os gusta lo que os hacen mis mujeres? -Preguntó mi abuelo-.

-              Mucho emir, mucho. ¿Lo que nos están haciendo a nosotras se lo hacen entre ellas? -Preguntó Puri-.

-              Creo que cuando no puedo yacer con alguna, otras caritativamente las consuelan. ¿Es así mujer?

-              Claro emir, si no es imposible dormir en el harén con los gemidos de las mujeres haciéndose pajas para satisfacer sus ansias. -Le contestó una de las trillizas-.

-              ¿Y a vos emir, no os importa que entre ellas se den placer? -Volvió a preguntar Puri-.

-              En absoluto yo sé lo calientes que son mis mujeres y al no poder satisfacer a todas diariamente, comprendo que lo hagan.

-              ¿Alguna vez las observas mientras lo hacen?

-              Claro, algunas veces mientras me follo a alguna observo como se follan entre ellas y me excito más todavía.

Las trillizas le estaban dando a Paca y Puri unos empujones tremendos, tanto que algunas veces se les escapaba de sus bocas el pollón de mi abuelo.

-              Ven aquí mujer. -Le dijo mi abuelo a la que estaba detrás de Paca-.

Ella se levantó, se colocó de espaldas a mi abuelo con una pierna a cada lado de las suyas y lentamente se metió su polla en su depilado chocho. Paca no tardó en situarse también de espaldas delante de la trilliza empalada, coger con la mano su polla falsa y encajársela en el ojete. Yasmine y Puri se repartían ahora los huevos de mi abuelo, sin que la otra trilliza dejase ni un momento de follarse a Puri. Yo estaba ya a reventar con la calentura del video. Pensaba en lo que me hubiera gustado participar en su grabación, ya que además parte de la idea había sido mía. Llamaron a la puerta de mi dormitorio, antes de contestar me cerré el albornoz, paré el video y minimicé la ventana.

-              ¿Sí?

-              Carlos, si estás usando la wifi y es posible, ciérrala por favor, no puedo hablar con mis papás. - ¡Joder, con Susana no me iba a dejar ni terminar el video!-.

-              De acuerdo Susana, perdona.

Estaba otra vez con la polla como un palo y otra vez me había quedado a medias, iba a tener que hacer algo para remediar mi permanente estado de calentura. Pensé en escaparme de Sevilla e ir a ver a Cristina y a Sonia. Las llamé por teléfono, pero no me cogieron la llamada, igual estaban en clase. Miré la hora en el ordenador, eran ya casi las doce del mediodía. Me dije que tenía que salir un rato a la calle y tomarme una cerveza, por ver si me tranquilizaba y se me bajaba el calentón que tenía. Me vestí, salí de la habitación y desde el pasillo grité:

-              Me voy a la calle un rato a tomar el aire.

-              De acuerdo Carlos. ¿Vendrás a comer? -Me contestó Victoria-.

-              No lo sé, te llamo más tarde y te lo digo.

En la calle había gente, pero no demasiada. Me dirigí a un bar próximo que tenía una terraza muy agradable y soleada. Como era temprano, estaba casi vacía, sólo con algunas señoras mayores hablando y tomando café todavía. Le pedí una cerveza al camarero y mientras me la traía estuve observando a las abuelas. Debía estar fatal, porque alguna hasta me gustaba. Con la cerveza en la mano el grupo de abuelas empezó a disolverse, quedando sólo dos de ellas, que cambiaron del café a la cerveza, en cuanto el resto de las abuelas desapareció. Al rato, una de ellas fijó su vista en mí y luego le comentó algo a la otra, señalándome con los ojos. Poco después, la que me había estado mirando se puso la mascarilla, se levantó y se me acercó.

-              Buenas tardes, joven. Mi amiga y yo hemos visto que estás solo y nos preguntábamos si te importaría sentarte con nosotras.

La señora tendría unos sesenta años. Vestía con elegancia un traje de chaqueta bastante formal. Tenía el pelo negro, imagino que teñido, y unos bonitos ojos verdes. Conservaba un buen tipo, tal vez con tres o cuatro quilos de más. Me apeteció aceptar su ofrecimiento, total estaba más solo que la una.

-              Muchas gracias, señora, por su amabilidad. Acepto encantado.

-              Yo me llamo Mercedes y mi amiga Pepa ¿y tú?

-              Carlos. -Le contesté levantándome y acompañándola a su mesa-.

-              Pepa, él es Carlos.

Pepa era rubia con el pelo lacio, probablemente teñido, tendría algún año menos que Mercedes y se conservaba muy bien. Llevaba un vestido bastante holgado y de mucho colorido.

-              Encantado, señora.

-              No me llames señora que me haces todavía mayor de lo que soy. -Me contestó ella-.

-              Pues entonces, encantado Pepa.

-              ¿Qué hace un joven como tú sentado solo en una terraza? -Me preguntó Mercedes-.

-              Pues la verdad es que estaba harto de estar en casa, pensé en salir a la calle y al ver esta terraza tan soleada no he podido resistirme a sentarme a tomar una cerveza. ¿Y ustedes?

-              Solemos reunirnos con algunas amigas y conocidas a tomar café y cuando nos quedamos solas Mercedes y yo, siempre cae alguna cerveza antes de comer. ¿Quieres otra cerveza?

-              Sólo si vosotras os la tomáis también.

-              Que no lo dudes que nos la vamos a tomar.

Debían conocer a todo el mundo en el barrio, porque no paraban de saludar a los viandantes o a los que iban ocupando las otras mesas de la terraza. Como buenas representantes del género femenino no dejaban pasar ocasión para decir alguna maldad sobre tal o cual conocida.

-              ¿Has visto que mayor esta fulana?

-              ¿Y tú has visto que gorda se ha puesto mengana?

-              Hay que tener cara para venir a sentarse aquí, después de haber dejado a su mujer por una putita treinta años más joven que él.

-              … etc.

En fin, que no dejaban títere con cabeza, pero eran divertidas o, al menos, a mí me lo parecían.

-              Carlos, nosotras vamos a comer juntas en mi casa. ¿Te apuntas? -Me preguntó Pepa-.

A mí me venía estupendamente, así no tendría que verle la cara a Susana ni aguantar sus continuos reproches, pero me sabía mal dejar a Victoria sola.

-              Me gustaría mucho, pero si os acompaño voy a dejar sola a una amiga y me sabe mal.

-              Dile que se venga también, he hecho muchísima comida y si no nos la comemos hoy la voy a tener que tirar.

Me levanté de la mesa y llamé a Victoria.

-              Hola Carlos, ¿vienes a comer?

-              Te iba a proponer otra cosa, estoy con dos mujeres que acabo de conocer y me han invitado a comer, extendiendo la invitación para ti.

-              Bueno, no está mal comer de gorra con lo tiesa que estoy.

-              Pues vente a la terraza que está enfrente de casa y luego nos vamos todos juntos.

-              ¿Le digo algo a Susana?

-              Sí, que se vaya a tomar por culo.

-              No seas burro.

-              Vale, pero no le digas nada.

Volví a la mesa.

-              Mi amiga viene enseguida. -Les dije-.

-              ¡Qué suerte la nuestra Pepa, comer hoy con dos jóvenes en vez de solas o con unos carcamales! -Dijo Mercedes-.

-              ¿Esta amiga tuya es tu novia? -Me preguntó Pepa-.

-              No, es una amiga que está pasando unos días en casa porque ha tenido que dejar la suya.

A los pocos minutos llegó Victoria, tan atractiva como siempre.

-              Mercedes, Pepa, os presento a Victoria.

-              ¡Qué barbaridad, que chica tan guapa! -Exclamó Pepa-.

-              Gracias, igualmente. -Le contestó Victoria con una sonrisa de oreja a oreja-.

-              ¿Quieres una cerveza? -Le preguntó Mercedes a Victoria-.

-              Por mí prefiero comer, tengo más hambre que sed. -Le contestó Victoria-.

Ellas insistieron en pagar y al minuto estábamos los cuatro andando hacia el piso de Pepa. Mercedes y Victoria iban delante hablando y Pepa y yo las seguíamos.

-              Carlos, tu amiga es una chica muy atractiva. -Me dijo Pepa-.

-              Sí, sí que lo es y muy simpática.

-              Nadie creería que es un chico. -Dijo Pepa y yo me quedé bastante parado. ¡Joder, que vista tenía Pepa! –.

-              ¿Te importa?

-              A mí en absoluto, hasta me parece más atractiva y sobre todo me produce más morbo. Nunca he estado con una transexual y siento curiosidad por cómo será. ¿Y tú has estado con ella?

Me quedé en silencio pensando si contestarle la verdad o dejarlo estar. La conversación con Pepa se había vuelto demasiado personal y no tenía claro si quería seguir por ahí.

-              Si no quieres no me contestes, algunas veces soy demasiado preguntona. -Dijo Pepa rompiendo el silencio-.

-              Te lo agradezco.

Llegamos a la puerta de un bloque y Pepa se adelantó para abrirla.

-              Es el ático, subimos nosotras primero en el ascensor y luego subís vosotros. No tiene pérdida sólo hay una puerta en el descansillo. -Dijo Pepa abriendo la puerta-.

-              Son muy simpáticas las dos. ¿De qué las conoces? -Me pregunto Victoria cuando se cerró la puerta-.

-              Las acabo de conocer, me han invitado a sentarme con ellas hace unos minutos.

-              ¡Vaya que has ligado!

-              Victoria que son mayores que mi madre.

-              Y eso que tiene que ver, he observado como te miraban las dos y a nadie le amarga un dulce.

-              Déjalo ya, Victoria, que tienes una mente muy calenturienta.

-              Insinúate un poco a cualquiera de ellas y verás como no me equivoco.

Llegamos a la planta y la puerta estaba abierta.

-              Pasad, Mercedes ha ido al servicio y yo estoy abriendo una botella de vino. -Se oyó decir a Pepa-.

-              ¿Derecha o izquierda? -Preguntó Victoria-.

-              Como queráis, la cocina a la derecha y el salón a la izquierda.

-              Ve tú a la cocina para no ser descortés y yo iré al salón. -Dijo Victoria en voz baja-.

Al entrar en la cocina Pepa estaba de espaldas intentando abrir una botella. Pese a su edad seguía siendo una mujer atractiva y me acordé de lo que me acababa de decir Victoria.

-              ¿Te ayudo?

-              No hace falta, tengo mucha costumbre de abrir botellas sola desde que me separé de mi marido.

-              Lo siento.

-              ¡Qué va, ha sido la mejor decisión de mi vida!

Se volvió con la botella descorchada, se apoyó de espaldas en la encimera y se me quedó mirando.

-              ¿Por qué has venido? -Me preguntó-.

-              Porque me has invitado y me apetecía venir.

-              Carlos, soy una mujer con mucho peligro encima.

-              No lo pareces. -Le contesté acercándome a ella, apoyando las manos sobre la encimera, dejándola a ella en medio-.

-              Es que no quiero asustar a mi presa antes de tiempo.

Me acerqué mas a ella, empujándola contra la encimera con mis caderas y besándola en la boca, beso que ella me devolvió apasionadamente. Su lengua era suave y muy juguetona dentro de mi boca.

-              Aunque ahora no sé cual es el cazador y cual la presa. -Me dijo cuando dejamos de besarnos-.

-              Deberíamos seguir luego, no sea que nos pillen.

-              No nos van a pillar, conociendo a Mercedes ya debe estar comiéndosela a tu amiga.

-              ¡Que barbaridad, como están de liberadas las maduras!

-              ¿Te molesta?

-              No, me encanta. -Le dije volviendo a besarla en la boca-.

-              ¿Te gusta que te la coman?

-              ¿Y a quién no?

-              A mi exmarido. Al muy imbécil no le gustaba el sexo oral.

Me separé de ella para hacerle sitio. Ella aprovechó el hueco para llevar sus manos a mi entrepierna y empezar a sobarme por encima de los pantalones y yo volví a besarla.

-              ¿Estás segura de que no nos van a interrumpir?

Le pregunté, ella por toda respuesta me cogió de la mano y tiró de mí fuera de la cocina. Cruzamos la entrada del piso y nos quedamos en la puerta del salón. Mercedes y Victoria estaban desnudas haciendo un “69” acostadas en un sofá. Nos quedamos un minuto mirándolas durante el cual Pepa volvió a sobarme la entrepierna, consiguiendo que se me pusiera la polla como un palo. Luego volvió a tirar de mí hacia la cocina.

-              Lo que noto debajo del pantalón promete mucho. -Me dijo al oído-.

-              ¿Por qué no lo compruebas?

Pepa agarró su amplio vestido por los lados y se lo sacó por la cabeza, quedándose con un bonito sujetador rojo a juego con el minitanga que llevaba.

-              Sí que habías salido de cacería. -Le dije al ver su ropa interior-.

-              Ya te he dicho que soy una mujer con mucho peligro encima.

Pepa se puso en cuclillas y sin dejar de mirarme a los ojos empezó a soltarme el pantalón para luego bajármelo. A mí se me había salido la polla por la bragueta del bóxer.

-              ¡Chico que barbaridad, me ha tocado el gordo! -Dijo cogiéndomela con las dos manos-. ¿Quién hubiera dicho que tenías este monstruo debajo de los pantalones, con la carita de bueno que tienes?

Flexioné las piernas y el torso para llegar con mis manos a sus grandes tetas, un poco caídas.

-              ¿Y quién que tus tetas fueran tan grandes, con ese vestido tan holgado que llevabas?

-              ¿Te gustan? Ya están un poco caídas, deberías haberme conocido quince años atrás.

-              Entonces me hubiera limitado a mamar de ellas y no a admirarlas como hago ahora.

-              Mamártela es lo que me gustaría hacerte ahora, pero creo que no me va a caber ni la cabeza en la boca.

-              Haz un esfuerzo, que lo estoy deseando.

Pepa empezó a lamerme el frenillo y a pasar su lengua por el tronco.

-              Me gustaría ser una serpiente para descoyuntar la mandíbula y tragármela entera. -Dijo mientras tiraba de mi bóxer hacia abajo para luego empezar a comerme los huevos-.

-              Pepa me estás dando mucho placer.

-              Más me está dando a mí tener esto a mi disposición. -Me dijo sacándose uno de mis huevos de la boca-.

-              ¿Tú marido no te comía el coño?

-              Mi marido no me comía nada.

-              Eso vamos a tener que arreglarlo. -Le dije tirando de ella hacia arriba poniéndola de pie y luego sentándola en la encimera-.

-              ¿Te gustan los chochos depilados?

-              Me gustan los chochos de cualquier manera.

Pepa se echó el tanga a un lado. Tenía un chocho grande, completamente depilado del que emergía un clítoris grande y brillante. Me puse en cuclillas y apliqué mi lengua sobre él.

-              ¡Ufff Carlos, como me estás poniendo! -Me dijo al cabo de unos minutos-.

-              Peor me estoy poniendo yo con el pedazo de chochaco que tienes.

-              Me gusta tenerlo así de grande, por eso me lo depilo, para que parezca todavía más grande. Antes me daba vergüenza, pero ahora me encanta tenerlo así. ¿A ti no te daba vergüenza de chico tener ese pollón?

-              No me gusta exhibirlo, pero me ha dado muchas alegrías desde pequeñito.

-              Fóllame, Carlos, quiero que me partas en dos con ese rabo.

A esas alturas Pepa tenía ya el chocho como un estanque. Me incorporé tiré de ella hacia delante, le quité el tanga y se la metí hasta el fondo con un golpe de cadera.

-              ¡Aaaaahhhhh, por Dios nunca me he sentido tan llena!

Puse mis manos en su espalda, le solté el sujetador y ella se lo quitó, echándolo a un lado. Tenía unas areolas grandes y rosadas y los pezones carnosos y duros. Metí mi cabeza entre sus tetas y empecé a morderle y a lamerme los pezones, sin dejar de bombear en su interior.

-              ¡Joder, que bueno Carlos, sigue follándome que no voy a tardar en correrme!

-              Ni yo.

Era verdad, por fin iba a poder correrme y no quedarme a medias y estaba tan caliente que me dolía la polla.

-              ¡Ahora, sí, sí, sí, sigue por Dios que me voy a morir de placer, aaaaahhhhh!

Pepa tenía la cara transida y gritaba como una loca, hasta que se dejó caer contra el lateral de un mueble de la cocina. Le saqué la polla y llevé una de sus manos a ella para que terminara. Pepa le dio varios jalones fuertes y yo empecé a correrme sobre ella como una fiera. Aquello no era correrse era otro nivel, los chorros le llegaron a la cara, a las tetas, a la barriga, …etc., vamos que la embadurné entera con mi lefa.

-              Qué ganas tenías de correrte.

-              No lo sabes tú bien. ¿Quieres que te limpie?

-              Va a ser mejor que os vayáis a la ducha. -Escuché decir a Mercedes detrás de mí-. ¡Chico, que tranca y que producción!

Me volví, Mercedes estaba desnuda. Evidentemente se le notaban los sesenta años, pero seguía siendo una mujer atractiva.

-              ¿Hacéis esto muy a menudo? -Les pregunté-.

-              Menos de lo que nos gustaría, pero que nos salga tan bien como hoy, muy pocas veces. -Contestó Mercedes-.

-              ¿Qué tal con Victoria? -Le preguntó Pepa-.

-              Fantástico, tienes que probar es casi como hacer un trío.

-              Vamos a ducharnos antes de comer, no puedo acercarme a la comida como estoy. -Propuso Pepa-.

-              ¿Y Victoria? -Pregunté a Mercedes-.

-              En la ducha. No sabía que yo me corro a chorros y la he puesto como una sopa.

-              Mercedes, por favor, sírvenos una copa de vino. -Le pidió Pepa-.

Mercedes se acercó a un armario alto de la cocina, abrió la puerta y se estiró para alcanzar los vasos. Tenía un espléndido culo de mujer madura con una marca muy blanca de la braga del bikini que destacaba sobre el moreno del resto de su cuerpo. Cuando se volvió de frente aprecié la misma marca sobre sus hermosas tetas. Las areolas rozaban la marca del sujetador del bikini, debía apurar mucho para lucir sus melones sin que se le vieran las areolas. Llevaba el chocho con el pelo muy corto negro, no sé si teñido o todavía natural. Estar con las dos maduras desnudas en la cocina, me tenía muy caliente y mi polla no se había bajado un milímetro después de correrme.

-              Chico, eres el premio gordo para cualquier mujer: tienes un pedazo de polla que da gloria, te corres como una fiera y no se te baja. ¿Dónde has estado hasta ahora? -Me dijo Pepa-.

-              En la guardería Pepa, ¿no ves la edad que tiene? -Le contestó Mercedes riéndose mientras servía las copas-.

Mercedes nos pasó las copas y ella cogió la suya y la de Victoria y nos fuimos los tres hacia el baño. En el salón estaba la ropa de Mercedes y de Victoria hecha un ovillo en el suelo. Les debía haber dado fuerte a las dos. Victoria estaba en la ducha bajo el agua.

-              Tienes un cuerpo precioso. -Le dijo Pepa al verla-.

-              Ah hola, Pepa, ¿qué te ha parecido mi amigo? -Le contestó Victoria que estaba de espaldas a nosotros-.

-              De otro mundo. Hacía años que no me follaban así, si es que alguna vez lo habían hecho. -Le contestó Pepa entrando en la ducha y pegándose a la espalda de Victoria-.

-              Pareces pegajosa.

-              Es que no te puedes imaginar la corrida que se ha pegado tu amigo, aunque creo que a ti también te han embadurnado bien.

-              Es la primera vez que veo a una mujer correrse así. -Le contestó Victoria dándose la vuelta y besando y abrazando a Pepa-.

Mercedes pegada a mi espalda me cogió la polla y empezó a hacerme una paja.

-              ¿Crees que tendrás para mí? -Me dijo al oído-.

-              Eso espero, pero luego vas a tener que ducharte.

Eché los brazos hacia atrás y metí la mano entre nuestros dos cuerpos hasta llegar a su chocho

-              Uuuummm, que rico. -Dijo Mercedes en mi oído cuando empecé a sobar su clítoris-.

-              Lo mismo digo, me estás haciendo una paja de lujo.

-              Ven.

Mercedes tiró de mí sin soltarme la polla, salimos del baño y me llevó a un dormitorio.

-              Túmbate en la cama. -Me dijo-.

La obedecí y me tumbé boca arriba. Ella se puso sobre mí para hacer un “69”, me cogió la polla de nuevo y yo le abrí los cachetes para llegar bien con la boca a su chocho. Mercedes debía tener la boca más grande que Pepa porque se metió mi capullo entero y empezó a bajar por el tronco. El coño le olía muy fuerte a jugos y estaba empapado.

-              ¿Pues no dicen que a cierta edad el chocho no se humedece? -Le pregunté-.

-              El mío se me empapa desde que tenía trece años y hasta hoy no ha dejado de hacerlo.

Le di un par de palmadas en su hermoso culo, que ella agradeció metiéndose un poco más de mi polla en la boca.

-              Mercedes la comes de maravilla.

-              Gracias, pero es que esto no me lo puedo comer todos los días y no es por la dieta.

Mercedes se incorporó y se desplazo hasta situar su chocho encima de mi polla. Tenía un bonito culo y una bonita espalda. Se levantó con una pierna, se colocó mi polla a la entrada de su chocho y lentamente fue bajando hasta tenerla entera dentro.

-              ¡Aaaagggg, dentro se siente todavía más grande!

Cuando empezó a subir y bajar follándome se oía como si estuviera chapoteando. Llevé una mano a su clítoris y con la otra le sobé el culo. Ella se inclinó dejándome acceso a su ojete.

-              Dilátame el culo que quiero metérmela por ahí.

-              Te puedo hacer daño.

-              Tú dilátamelo, ya verás como no me haces daño y lo que te va a gustar.

Empecé a sobarle el ojete mojándome los dedos en saliva. Ella seguía arriba y abajo. Le metí primero un dedo y al meter el segundo, noté que ya lo tenía bastante dilatado. Ella debió notarlo también, se levantó y se puso a cuatro patas sobre la cama.

-              Fóllame el culo. -Me dijo, sin parar de sobarse el clítoris-.

Le puse la polla en el ojete y empecé a empujar mientras ella iba echando hacia atrás su culo para facilitar la entrada.

-              ¡Aaaaggg, casi no puedo, empuja que siga entrando, quiero notar tus pelotas en mi chocho! -Me dijo-.

Vaya con la madura, que sesenta años tan bien aprovechados, pensé, y seguí empujando. Notaba como tenía aprisionada la polla y eso me producía mucho placer.

-              ¿Las notas ya? -Le pregunté cuando rebotaron en su coño-.

-              Sí. Tengo el culo muy sensible, que bien trabajado me produce unos orgasmos tremendos. Carlos, pégame fuerte en el culo.

Empecé a darle a base de bien con las dos manos y ella lo agradecía ampliando cada vez más el movimiento adelante y atrás de su culo, produciéndome un enorme placer. Mercedes apoyó la cabeza de lado en la cama lo que le permitió sobarse todavía más el clítoris.

-              ¿Cómo estás? -Le pregunté-.

-              Pues enculada, ¿no lo ves?

-              Me refiero a si vas a tardar en correrte.

-              No creo. No te asustes cuando me corra, soy muy escandalosa con los chorros de flujo. Voy a tener que comprarle otro colchón nuevo a Pepa. ¡Pégame más fuerte en el culo!

Pepa me había dicho que tenía mucho vicio en el cuerpo, pero Mercedes no le iba a la zaga, incluso pensé que la superaba. Tenía las palmas de las manos ardiendo de los cachetes que le estaba soltando a Mercedes.

-              ¡Sigue Carlos, sigue que voy a correrme, no pares, dame más fuerte, aaaaaggggg, aaaaagggg, ya, ya, ya …! -Gritó y empezó a lanzar chorros por el coño que parecía realmente una fuente. Cuando había terminado de correrse, me dijo-: No te salgas Carlos, quiero que te corras dentro de mí.

Yo estaba a punto, seguí bombeando dentro de ella y dándole cachetes en su culo, hasta que no pude más y empecé a correrme.

-              ¡Uuuuffff, toma, toma, toma, toma …!

Cuando yo me estaba corriendo ella empezó a correrse de nuevo, todavía con mas chorros y más violencia que antes.

-              ¡Aaaahhhh, otro, otro, aaaagggg, aaaagggg!

Cuando terminamos los dos de corrernos nos tumbamos en la cama todavía ensartados.

-              ¡Qué pedazo de polvo, qué bueno! -Dijo Mercedes-.

-              Coño, Mercedes, ¡otro colchón! -Gritó Pepa desde la puerta del dormitorio-.

-              No te preocupes que esta misma tarde te compro uno nuevo. De verdad que ha merecido la pena.

-              Ducharos mientras nosotras ponemos la mesa. -Nos dijo Pepa y se fue del dormitorio-.

-              Vamos, que, si dejamos que se enfríe la comida, sí que nos la cargamos. -Dijo Mercedes levantándose de la cama-.

Mientras estábamos los dos acariciándonos y besándonos en la ducha entró Victoria, ya vestida, con la ropa de Mercedes y la mía.

-              No os enrolléis que Pepa dice que se enfría la comida.

Nos dimos cierta prisa para que no se enfadara Pepa y porque yo tenía hambre como para comerme un buey. Al sentarnos a la mesa, Mercedes le dijo a Pepa:

-              ¿Has visto como merecía la pena entrarle a Carlos en la terraza?

-              Desde luego, siempre has tenido más ojo que yo para ligar, pero tú no te esperabas que viniera también su amiga Victoria.

Comimos, tomamos una copa y Victoria y yo nos fuimos, no sin antes intercambiarnos los teléfonos, con la intención de vernos otro día.

-              Ves cómo tenía razón al decirte que tenías que entrarles. -Me dijo Victoria de vuelta al piso-.

-              ¡Pero si yo no le he entrado a ninguna! ¿Tú le has entrado a Mercedes?

-              ¡Qué va, me entró ella a mí a saco!

Cuando ya estábamos muy cerca del piso me acordé de Susana.

-              ¿Le dijiste algo a Susana de que íbamos a comer fuera?

-              No, sólo me despedí de ella porque nos cruzamos por el pasillo.

-              Me resulta violenta la situación que se ha creado. Voy a intentar rebajar la tensión, a ver si podemos volver a la normalidad.

-              Me parece bien, tiene que ser desagradable para ella estar sola, tan lejos de su casa y de mal rollo.

Cuando llegamos al piso Victoria se fue a su habitación y yo me metí en la mía. Me llamó Javier por teléfono.

-              Hombre, el chulito del gimnasio. ¿Ha quedado alguna sin su ración?

-              ¡Carlos, que mala suerte tengo!

-              ¿Qué ha pasado ahora?

-              Que hoy el gimnasio estaba abierto sólo para el género masculino. Al parecer se celebraba no sé que día de no sé qué orgullo.

-              ¿Y?

-              Joder Carlos, mi peor pesadilla. Aquello estaba lleno de tíos musculosos y aceitados, con unos slips mínimos formando paquete.

-              ¿Y a ti no se te ocurre otra cosa que aparecer por primera vez hoy?

-              ¡Yo que sabía, coño!

-              Bueno, ¿cómo ha quedado el tema?

-              Tres pajotes y dos mamazos.

No se podía tener más mala suerte.

-              ¡Pues sí que has escapado calentito!

-              Carlos, lo que yo te diga, lo de las cárceles turcas una fiesta de pijamas al lado del gimnasio. Menos mal que he escapado con el ojete intacto.

-              Me alegro por ti. ¿Cuándo vuelves a ir?

-              ¡En mi puta vida vuelvo por el gimnasio, aunque pierda la inscripción!

-              Anda, vente ya para Sevilla y salimos a dar una vuelta a ver si ligamos algo.

-              Eso voy a tener que hacer, lo que pasa es que no sé dónde voy a vivir. No encuentro a Patro y a la residencia no puedo volver después de mandarlos a tomar por culo.

-              A Patro no la vas a encontrar tan fácil, está pasando una temporada con los hermanos de la ferretería. Más vale que te busques otra cosa.

-              ¡Joder que putada! ¿Con los ferreteros? Pues no va a haber quién la saque de allí.

-              Vente y te pasas por la ferretería, a ver si hay suerte, está ella y la convences.

-              Eso voy a tener que hacer. ¿Sabes algo de tus primas?

-              Que siguen confinadas las siete.

-              No me lo recuerdes que me pongo malo. Voy a ver si me dan trabajo de repartidor del supermercado y me confino con ellas. Alguna vez tiene que cambiarme la suerte.

-              Así sea Javier, pero no vayas más al gimnasio.

-              ¡Te juro que ni loco se me ocurre!

-              Adiós Javier.

-              Adiós Carlos.

Me quedé pensando en qué hombre con más mala suerte. No era ni feo ni guapo, un tío normal, era una buena persona, aunque un poco burro a veces. Lo que sí tenia era una capacidad innata para meter la pata, pero lo hacía sin mala fe. Me sacó de mis pensamientos mi prima Vero.

-              Hola Vero, hoy no he hecho nada que pueda avergonzar a Susana.

-              Lo sé, esta vez el problema es mío, bueno y tuyo.

-              Cuéntame.

-              Verás Carlos, ayer noche como sabía que Susana estaba enfadada y sola quise mandarle unos vídeos de gatitos, que sé que la divierten mucho.

-              ¿Vídeos de gatitos?

-              Sí, vídeos de esos para el móvil en los que los gatitos saltan, se enredan con un ovillo, juegan con un tazón y tonterías de esas.

-              A tu amiga no le falta un perejil.

-              Cállate, Carlos, la cosa fue que me lie con unos videos y otros y le mandé los dos tuyos.

-              ¿Qué dos míos?

-              Ya sabes, los que te pilló tu suegra.

-              Yo no tengo suegra.

-              Bueno, los de los pajotes.

-              ¡No me jodas, Vero! ¡Otra vez los putos vídeos! Además, ¿tú que hacías con los vídeos.

-              Los tenía olvidados en el teléfono y una equivocación la tiene cualquiera.

-              ¡Vaya cómo estamos quedando! Tú vas a ir a Méjico el día del juicio final. Bueno y para que me lo cuentas, en esos vídeos no se me reconoce.

-              Es que yo los tenía en el teléfono como CARLOSPRIMO-1 Y CARLOSPRIMO-2.

-              ¡Me cago en todo Vero, coño, eres para el servicio secreto! ¿Qué te ha dicho Susana?

-              Nada, no me coge el teléfono ni contesta a mis mensajes.

-              Déjalo ya Vero, que le vamos a hacer. ¿Por cierto cómo estáis?

-              De salud todas bien, pero estar las siete solas nos está empezando a agobiar, si al menos estuvieses tú también, sería otra cosa.

-              Ya me lo imagino.

Tocaron a la puerta.

-              ¿Sí?

-              Carlos, soy Susana quería hablar contigo.

-              Un momento. Vero te tengo que dejar, Susana quiere hablar conmigo.

-              Ten cuidado Carlos, no la asustes más.

-              Vale, adiós.

¿Qué querrá ahora Susana? Pensé.

-              Pasa Susana o prefieres que salga yo.

Susana abrió la puerta y la cerró después de entrar en la habitación.

-              Precisamente yo quería hablar contigo también. -Le dije, levantándome para dejarle la silla y sentándome en la litera-.

-              Pues empieza tú.

-              Antes que nada, quería disculparme por las cosas que han pasado y pedirte que las olvides, para poder retomar una relación amistosa.

Me fijé en ella, vestía de una forma diferente, con una camiseta ceñida que evidenciaba el volumen de sus tetas. ¡Qué bárbaro! ¡Quién pudiera meter el nabo ahí en medio! Pensé. Llevaba también un pantalón corto, que permitía ver una bonitas y morenas piernas.

-              Disculpas aceptadas. Yo no soy quién para meterme en tu vida sexual. Además, las dos veces fui yo la que abrió la puerta. La primera vez me confundí de habitación y la segunda pensé que el baño estaba vacío.

-              Pues todo aclarado.

-              No Carlos. ¿Has hablado con Vero?

-              Sí, lamenta mucho su confusión y está tratando de hablar contigo para disculparse personalmente.

-              Carlos, las dos veces que te he visto al natural y los dos vídeos tuyos que me mandó Vero por error, me han causado una gran confusión.

-              Lo lamento de verdad.

-              Yo soy una chica que ha tratado de mantenerse lejos de la tentación del sexo y en dos días la tentación me ha asaltado con fuerza y no sé cómo hacerle frente.

-              Yo no creo que siempre haya que hacerle frente. La tentación es consustancial con nuestra vida. Puede ser sexual, puede ser gastronómica o simplemente puede ser, querer darse un capricho.

-              Para ti, que no eres religioso, puede ser tan fácil como dices. Para mí es muy distinto.

-              Yo no he dicho que para mí sea fácil, ni que yo caiga en todas las tentaciones que tenga. -Estaba guapa Susana con cara de estar muy preocupada-. ¿Puedo hacerte una pregunta muy personal?

-              Ándele.

-              ¿Esta mañana te estabas masturbando?

Me miró a la cara y luego se quedó callada con la mirada hacia el suelo.

-              ¿Por qué lo piensas?

-              Por los gemidos y las cosas que decías.

-              ¿Estuviste espiándome?

-              Te juro que no, se te oía en toda la casa.

-              ¡Qué vergüenza Carlos!

-              Venga mujer, no te pongas así. ¿Qué tiene de malo darse una alegría y quitarse tensiones del cuerpo de vez en cuando?

-              ¿Y si la Virgencita se entera?

-              No tiene otra cosa que hacer la Virgen que mirarte a ti, con los problemas que hay en el mundo. El sexo es salud y vida.

-              Y pecado cuando no es para procrear.

-              ¡Venga ya, Susana! Modernízate un poquito, que no estamos en los años cuarenta del siglo pasado.

-              ¿Tú te masturbas a menudo?

Estuve tentado de contestarle que menos de lo que me gustaría, pero tampoco quería que creyese que era un mono enjaulado.

-              Cuando lo necesito.

-              ¿Y eso cada cuánto es?

-              ¡Yo que sé Susana! Pues depende de como te coja el cuerpo y de si tengo o no tengo relaciones sexuales.

-              ¿Tú ya has tenido relaciones sexuales completas?

Me preguntaba esas cosas tan íntimas sin mirarme a la cara, sino mirando al suelo.

-              ¿No crees que esta conversación está yendo demasiado lejos? -Le pregunté-.

-              Carlos, soy mayor que tú. En mi país los jóvenes son muy precoces para el sexo y yo casi sigo a dos velas. Quiero saber qué hacen otros jóvenes.

-              Yo me estrené muy prontito. Susana, a mi me gusta el sexo y creo que no podría vivir sin él o, al menos, viviría muy mal

Se quedó callada de nuevo con la mirada perdida.

-              ¿A ti te gustan las mujeres y los hombres?

-              A mí me gustan las mujeres. Lo que viste entre Victoria y yo el otro día, fue una tentación morbosa, aunque no te voy a negar que me apeteciera

-              Gracias por tu sinceridad.

-              ¿Y a ti te tientan más los hombres o las mujeres?

-              Los hombres. Sueño con sus vergas empalmadas y con lo que me hacen con ellas.

Aquella confesión de Susana hizo que mi polla saltara dentro mis pantalones.

-              Si tuvieras sexo real dejarías de tener sexo onírico y dormirías más tranquila.

-              ¿Tú no tienes sueños calientes?

-              Claro que los tengo, sobre todo cuando no tengo sexo real. -Recordé mis sueños en que aparecía su tocaya-. Una buena amiga tenía sueños calientes de manera recurrente, hasta que los sustituyó por practicar sexo en la realidad.

-              ¿Y qué es lo que sueñas?

-              La amiga que te digo me contó una vez un sueño que había tenido con una madura mejicana llamada Susana en los servicios de una piscina pública.

-              ¡Vaya que casualidad!

-              Pues sí. Desde entonces esa mujer forma parte de mis sueños más calientes. He soñado que tenía una entrevista de trabajo de lo más peculiar con ella o que le servía un pedido de comida mejicana y ella me pedía que le desatascara la bañera o últimamente que venía a arreglar la wifi y terminábamos liados. ¿Y tú con que sueñas?

-              No me atrevo a contártelos, son demasiado sucios.

-              Tú no eres responsable de tus sueños. Creo que Freud decía que en los sueños emergía todo aquello que expulsas de tu vida y tus pensamientos reales.

-              Sí, algo de eso tengo oído. Te contaré el que he tenido esta noche, pero por favor, no te asustes.

-              No creo que consigas asustarme.

Había viajado a España con mi madrina, que también se llama Susana, y a la que físicamente me parezco mucho. Íbamos a quedarnos unos días en Madrid, antes de seguir viaje por España. Dormíamos las dos juntas en la habitación de un buen hotel. Mi madrina es todo lo contrario que yo, muy abierta y desinhibida. Cuando nos sentábamos en un restaurante a comer o cenar, ella recorría el local con la mirada y empezaba a comentar:

- Susanita, no te pierdas a aquel macho, está para comérselo de pies a cabeza sin saltarse nada o quién fuera alguna de esas almejas para tener la mía en la boca de semejante tipo.

Yo me reía y me escandalizaba a la misma vez.

- Madrina, no diga esas cosas que la van a oír y qué pensarán de nosotras.

- De ti no sé, de mí que soy una mujer fogosa, que está deseando que un macho le alegre el cuerpo. ¿Es que eso es malo?

- Madrina, las mujeres debemos ser recatadas y no lujuriosas.

- ¿Quién te ha llenado la cabeza con esas tonterías?

- Las monjas del colegio.

- Las monjas de tu colegio están todavía más calientes que yo, sí no que se lo pregunten al capellán o a los monaguillos o a los albañiles que les trabajan.

Yo discutía con ella, pero en el fondo admiraba su carácter, que se correspondía en gran parte con el mío de verdad y no con el que pretendía mostrar.

- ¿Y tú mamá qué te dice?

- No hablo con ella de estos temas, me da vergüenza.

- Pues deberías hablar, tu madre es también una mujer pasional y te podría contar muchas cosas de nuestra juventud.

- ¿Qué cosas madrina?

- Que te las cuente ella.

Yo le insistí para que me las contase, hasta que doblegué su resistencia cuando llegamos por la tarde a la habitación.

- Cuando tu madre y yo tendríamos tu edad o un poco menores que tú nos apostábamos nuestra ropa para ver cuál de las dos se llevaba primero a la cama a cualquier chico, hombre o viejo que nos gustase.

- ¡Ay madrina, pero que cosas dices!

- Recuerdo al padre de una compañera de clase que estaba bien rebueno y que, según comentaba su hija, tenía un miembro bien grande y gordo y que además sabía manejar muy bien.

- ¿Y cómo sabía ella eso de su padre?

- A mí no me lo preguntes, pero ella una chamaca bastante desvergonzada. Pues ni con estas tetas que Dios me ha dado, logré ganarle a tu madre. Ella le zorreaba de mala manera cuando nos reuníamos todas en su casa. Con el cuento de ir a por agua o por un refresco al frigorífico o al servicio logró mamársela y cogérselo en su despacho.

- No te creo, te lo estás inventado.

- Piensa lo que quieras, pero recuerdo que aquella tarde, al irnos, me hizo una descripción detallada de la verga del tío y si era verdad lo que me contó, se lo debía haber pasado muy bien. Tengo que decirte ahijada que, recordando aquello, me he puesto bien caliente. Voy a darme un largo baño, que necesito relajarme.

Mi madrina sacó de un cajón un consolador exactamente igual que el que se te cayó al suelo y tras desnudarse en la habitación luciendo sus impresionantes pechos se fue al baño dejando la puerta abierta para que, al poco rato, pudiera oír sus potentes gemidos. Decidí bajar a uno de los salones del hotel para no estar oyendo como mi madrina se masturbaba.

- Madrina, voy a bajar a tomar un refresco. -Le dije desde la puerta-.

- Si quieres te dejo el agua para que te bañes tú también cuando subas.

- No te preocupes, te espero abajo cuando termines.

- Estaría bien, me apetece tomar un par de tequilas antes de acostarme, pero ya más relajada.

Sentada en uno de los salones estuve pensando en las cosas que me había dicho mi madrina y en su carácter. En mi cabeza veía como mi madre se la comía al papá de aquella compañera, por más esfuerzos que hacía por sacarme aquella historia de mi mente.

- No te vuelvas ahora, pero está bien rico aquel camarero y créeme que debe tener una muy buena verga. -Me dijo mi madrina al sentarse en el sillón que estaba a mi derecha-. Fíjate ahora que viene por la comanda.

El camarero eras tú. Se te veía buen mozo y con un buen bulto en los pantalones.

- ¿Qué tomará la señora?

- No me llames señora si no quieres quedarte sin propina. Dos tequilas.

- Ahora mismo se los traigo.

- ¿Qué te ha parecido? -Me preguntó mi madrina cuando te marchaste-.

- ¿Qué quieres que me parezca?

- A qué está para pedirle un favor.

- ¿Madrina, siempre estas con lo mismo?

- ¿Es que se puede estar en otra cosa? Mira ahijada, te lo voy a decir bien claro, en esta vida no hay nada más importante que el sexo. Tú podrás hacerte la estrecha, pero yo sé que por dentro eres tan caliente como yo. Mientras antes te quites esa fachada, antes vas a gozar de la vida. Ahora contéstame si no te lo tirarías

Miraba a Susana mientras me contaba su sueño, realmente era una chica muy atractiva y con la ropa que llevaba era capaz de subyugar a cualquier hombre.

-              No puedo estar más de acuerdo con tu madrina. -Interrumpí a Susana-.

-              ¿Tú también crees que es una fachada?

-              Los gemidos que escuché anoche y esta mañana, dejan pocas dudas sobre que tienes un carácter pasional.

-              Ese no es mi carácter, esa es mi debilidad.

-              Míralo como quieras, pero la de los gemidos también eres tú.

-              Déjame continuar.

-              Espera un momento, ¿te excita contarme tu sueño?

-              Bastante, es la primera vez que hablo de estos temas con un chico, bueno o con una chica.

-              ¿Tú de verdad conoces a mi prima Vero?

-              No sé lo que me quieres decir.

-              Tú no conoces a mi prima Vero. Ella es una mujer tremendamente caliente y no se asusta ni lo esconde, lo disfruta y mucho. ¿Qué vas a hacer con esa excitación, te vas a masturbar otra vez o te vas a reprimir?

-              No lo sé todavía. ¿Y tú estás excitado con mi sueño?

-              Bastante, me pone mucho tu madrina, me gustan las mujeres con ese carácter.

-              ¿Qué quieres decir con eso, zorronas?

-              No, quiero decir que no rechazan su sexualidad, sino que les gusta. Bueno, perdóname, sigue con tu sueño.

Volviste con los tequilas y aproveché para mirarte detenidamente, tratando de responder a la pregunta que me había hecho mi madrina. Estabas de lo más apetecible y yo, con unas cosas y con otras, me había puesto muy caliente, tanto que notaba como mi concha estaba completamente mojada. Mi madrina observaba como te miraba y se reía entre dientes. Cuando te retiraste, ella me preguntó de nuevo:

- ¿Te lo tirarías?

- No lo sé, me estás haciendo dudar de mis principios.

- Ahora voy a tener yo la culpa y no los picores de tu chochito.

- Madrina a mi me parece que a él la que le gustas eres tú. ¿No te has dado cuenta qué no ha quitado ojo de tus tetas?

- ¿Y qué? Como cualquier hombre. Además, no te quejes que tú las tienes igual que yo de grandes y duras como piedras. ¿No te gusta sobártelas cuando estás caliente?

- Sí, pero me contengo.

- ¡Ay, Susanita, que pánfila eres! Te advierto que si tú no te lanzas me lanzaré yo y luego no me vengas con quejas.

Madrina volvió a llamarte.

- ¿Dígame?

- Chamaco, ¿sabes dónde hay un bar por aquí cerca para conocer gente?

- No sé si la he entendido bien.

- ¡Chico, un bar para ligar! Salvo que a ti te quede poco tiempo para terminar tu turno.

No me podía creer el desparpajo de mi madrina para tirarle los tejos a un desconocido.

- Me queda una media hora.

- ¿Y luego tienes algo que hacer?

- Nada.

- ¿Y te gustaría tener algo que hacer?

- Me encantaría.

- Pues tráenos otros dos tequilas y lo apuntas todo a la habitación 669, recuerda habitación 669.

Durante la conversación con mi madrina te fue creciendo el bulto de la entrepierna, lo que no nos pasó desapercibido a ninguna de las dos.

- ¿Madrina, cómo eres tan desahogada?

- No te quejes, que tú también vas a coger hoy o te vas a quedar aquí pensando en lo que te dicen las monjas, desaprovechando la vergota de ese chico.

Me di cuenta de pronto que tenía unas ganas tremendas de coger contigo y la certidumbre de poder hacerlo en minutos me excitó todavía más de lo que ya estaba. Trajiste los otros dos tequilas.

- Gracias, chico si quieres propina ven a buscarla cuando termines. Ya sabes la habitación.

- Allí estaré, habitación 669. -Le contestaste-.

-              El personaje de tu madrina es de verdad. -Le pregunté a Susana-.

-              Sí, aunque ella no es tan descarada o, al menos, eso creo. ¿Quieres ver una foto suya?

-              Claro, ya tengo curiosidad.

Susana buscó en su móvil y al poco me dijo enseñándome la pantalla del móvil:

-              Ella es mi madrina, Susana también.

Me quedé petrificado era la Susana de mis sueños, si cabe con las tetas aún más grandes. Debió notar mi perplejidad y me preguntó:

-              ¿Te pasa algo?

-              No te lo vas a creer, pero la mujer de mis sueños calientes es un doble de tu madrina.

-              No te burles de mí.

-              Te lo prometo. ¿Pero no me explico cómo es posible?

-              ¿Te excita eso más?

-              Claro, es como si estuviera viviendo otro de mis sueños con ella, pero además compartido contigo.

-              ¿Qué te hace ella en tus sueños?

-              Muchas cosas, pero con esas tetas una paja cubana no puede faltar.

-              ¿Qué es una paja cubana?

-              Una paja hecha con las tetas y si las tetas son como las tuyas o las de tu madrina, el morbo es tremendo. -Le dije mirándole descaradamente sus tetas-.

-              ¿Crees que tengo unos pechos para hacer eso?

-              Susana, salvo que lleves dos cojines de relleno, por supuesto.

-              Te aseguro que no llevo relleno, lo que percibes es lo que tengo. -Me contestó mirándose las tetas-.

-              Pues lo que percibo es de lo más apetecible.

-              ¿De verdad crees eso? A mí me han acomplejado mucho.

-              Ya verás como con el tiempo se te quita el complejo.

-              No lo sé, Carlos. No me gusta que muchos hombres y algunas mujeres se me queden mirando los pechos. Cuando voy a la playa o a la pileta uso bañadores de vieja para evitar esa sensación.

-              ¿Tus amigas que te dicen?

-              Me dicen que sienten envidia de mí por tener los pechos tan grandes, que a ellas con unos pechos de este tamaño no se les escapaba ningún hombre. Carlos, ¿de verdad os gustan tan grandes?

-              No sé que les gusta a todos los hombres, a mí desde luego me provocan mucho. Pero sigue con tu sueño, que parece que ahora viene lo mejor.

Mi madrina me pasó uno de los tequilas y aunque yo normalmente no bebía alcohol me lo tomé de un trago.

- Sube tú a la habitación, yo esperaré aquí. -Le dije a mi madrina-.

- No Susanita, vamos a subir las dos.

- El chico quiere estar contigo, no conmigo.

- Eso no decían sus ojos cuando te devoraban las tetas.

- Exageras madrina. Además, tu pareces estar más necesitada que yo.

- ¡Ay, Susanita, yo estoy siempre necesitada de un buen macho! -Dijo mi madrina riéndose-. ¿Tú no?

Pensé en lo que me preguntó. La verdad era que me mojaba, cuando por las noches en la cama, pensaba en tal o cual chico de la facultad o en los chicos que se me acercaban en las fiestas. Los iba desnudando mentalmente mientras me acariciaba hasta llegar a sus vergas bien grandes y duras. Entonces pensaba en comérselas y sobárselas hasta que se corrían sobre mis pechos.

- No madrina, yo espero al hombre de mi vida para formar una familia. -Le mentí descaradamente-.

- Bueno, pues mientras te llega, diviértete con los demás o te crees que tu hombre también te va a guardar la ausencia. Dejémonos de tonterías y subamos a la habitación, no sea que el chico se aburra y se vaya.

Hecha un manojo de nervios por la situación acompañé a mi madrina en el ascensor. Entramos en la habitación y le dije a mi madrina que iba a tomar una ducha para refrescarme. Cogí mi pijama y entré al baño. Estaba caliente como pocas veces en mi vida. Empecé a desnudarme frente al espejo del baño, bajé la cremallera del vestido que llevaba y me quedé en sujetador y bragas. Sin dejar de mirarme me solté el sujetador y me lo quité. Mis grandes tetas me miraban desafiantes. Me las sobé, primero para disminuir las molestias de haberlas tenido comprimidas y luego por el placer que me proporcionaba hacerlo. Al rato de sobármelas escuché que tocaban a la puerta de la habitación, debías haber llegado. Pensé que lo mejor era tomar un largo baño y así quitarme de en medio de lo que pasara entre mi madrina y tú. Abrí el grifo de la bañera y luego me quité las bragas. Llevaba el vello púbico bastante recortado. Cuando la bañera terminó de llenarse cerré el grifo y me metí en el agua. La inmersión me produjo una sensación muy placentera. Cerré los ojos no se oía nada de lo que pudiera suceder en la habitación. Creo que hasta puede que diera una cabezada. Cuando volví a abrir los ojos tú estabas allí mirándome, desnudo, de pie y con tu enorme verga completamente empalmada. Susana, estás soñando otra vez con vergas, me dije.

- ¿Qué haces ahí parado? -Te pregunté-.

- Tu madrina me ha dicho que me estabas esperando, dándote un baño.

Miraba tu verga con deseo. Normalmente hubiera intentado taparme los pechos que flotaban en el agua, pero decidí no hacerlo.

-              Para Susana, me has puesto demasiado caliente con tu sueño. -Le dije cuando ya estaba completamente empalmado-.

-              Ya lo noto por el bulto que se te ha formado bajo el pantalón. -Me dijo mirándome la entrepierna-.

-              ¿Por qué me haces esto?

-              ¿Qué es lo que te hago?

-              Estás en mi habitación contándome un sueño caliente que has tenido conmigo, pero no sé lo que pretendes. Si era calentarme ya lo has conseguido, así que no hace falta que sigas

-              Si hay alguien demasiado caliente en esta habitación, esa soy yo. ¿Crees que verte la vergota y cómo te pajeabas no me ha puesto bien caliente?

-              ¿Qué quieres Susana?

-              Quiero volver a vértela.

Me levanté de la litera en que estaba sentado, me solté los pantalones y me los bajé junto con el bóxer. Mi polla salió como un resorte y se quedó mirando al techo.

-              ¿Está bien así? -Le pregunté-.

-              ¡Dios, qué hermosura! -Exclamó mirándomela-.

-              Gracias.

-              ¿Quieres ver mis pechos?

-              No, quiero ver tus tetazas.

Susana sonrió, se levantó de la silla y cogiendo su camiseta por la parte de abajo con los brazos cruzados, tiró de ella hacia arriba hasta sacársela por la cabeza. No llevaba sujetador y sus tetas eran impresionantes de grandes y bonitas. Tal vez el mejor par de tetas que había visto nunca. Mi polla me rebotó en el estómago. Sin embargo, me extrañó que no tenía marcas del top del bikini, después de haberme contado lo de los bañadores que usaba.

-              ¡Qué barbaridad Susana, qué belleza!

-              Gracias, ¿no te parecen demasiado grandes?

-              Me parecen perfectas.

-              ¿Quieres follármelas como hiciste en mi sueño?

-              No sé que haría en tu sueño, pero claro que quiero follártelas.

-              Túmbate en la cama.

-              Mejor túmbate tú y yo me pongo arriba.

Susana se quitó los pantalones cortos y el tanga y se tumbó en la cama, mientras yo me terminaba de desnudar también. Tampoco tenía marcas de la braga del bikini. Tenía un culo generoso, que parecía duro como una piedra y una buena mata de pelo muy corto en el monte de Venus. Me puse de rodillas a la altura de sus tetas. Estaba tan empalmado que me molestó bajarme la polla para ponerla entre sus tetas. Ella me la aprisionó entre sus tetas y sus manos, a la misma vez que se apretaba las tetas.

-              Ponte más para arriba para que pueda chupártela a la misma vez. -Me dijo y yo la obedecí encantado-.

Estaba soltando tal cantidad de líquido pre seminal, que a los dos movimientos entre sus tetas, Susana las tenía ya completamente lubricadas.

-              ¿Quieres que te cuente el final del sueño?

-              ¿Es que no te gusta este final?

-              Más que el del sueño, porque este es real y tengo tu verga entre mis tetas.

Eché un brazo hacia atrás hasta llegar a su chocho. Estaba completamente empapado, mojé los dedos en sus jugos y empecé a acariciarle el clítoris.

-              Carlos, así me voy a correr enseguida.

-              No te preocupes, que habrá más.

Empezó a gemir como la noche anterior o por la mañana. Era muy escandalosa y eso me gusta, que las mujeres expresen el placer que están sintiendo.

-              ¡Carlos, no puedo aguantar más, voy a correrme, ssiiiii, aaaagggg, sigue, por Dios, sigue, sigue, sigue aaaagggg …!

Yo seguí acariciándola hasta que cerro las piernas con fuerza para que parase. Yo estaba también a punto con la cubana y la mamada que me estaba haciendo Susana. Se lo dije:

-              Susana, estoy a punto. Voy a echarme hacia atrás.

-              ¡No, córrete en mi boca, lo he deseado montones de veces, mientras me tocaba y hoy quiero que sea así!

Me incorporé y me adelanté para encajarle bien la polla en la boca y empecé a correrme con unos potentes chorros producidos por los espasmos que daba mi polla. Miraba a Susana y ella me miraba a los ojos mientras me corría. Notaba como se iba tragando mi lefa, conforme la recibía. Cuando terminé de correrme le saqué la polla de la boca y ella volvió a correrse otra vez, cayendo luego en un letargo. Me acosté a su lado mirándola, al poco ella se volvió y me besó en la boca.

-              ¿Cómo estás? -Le pregunté-.

-              En la gloria, es una de las veces que estoy a gusto conmigo misma.

-              Vaya calentón que hemos pillado. Me ha encantado conocer tu auténtica personalidad.

-              Carlos, creo que voy a hacerle caso a lo que me decía mi madrina en el sueño y voy a disfrutar de mi cuerpo y del sexo todo lo que pueda.

-              Cuenta conmigo para eso.

-              ¿Quieres que echemos otro?

-              Claro que sí.

Susana se incorporó y se puso sobre mí. Yo seguía todavía empalmado. Cogió mi polla y se la puso a la entrada de su chocho, mientras yo la agarraba por el culo y las caderas.

-              Temo que me puedas hacer daño con tu vergota. -Me dijo empezando a descender-.

-              Ve suave y para cuando te moleste.

-              ¡Uuuummm, que gusto me da sentirte dentro de mí!

-              Me gustaría conocer algún día a tu madrina.

-              ¿Te gustaría hacer con ella de verdad lo mismo que le haces en tus sueños?

-              Me encantaría, aunque no sabría si era real o lo estaba soñando.

-              Estás de suerte, ella está trabajando en España y va a venir a verme. ¿Te gustaría estar con las dos a la misma vez?

Sentí un espasmo en mi polla cuando Susana me dijo aquello. Le cogí las tetas con mis manos y me incorporé para comérselas.

-              Me encanta comerte las tetas.

-              Y a mí que me las comas, me excita mucho.

Susana había conseguido meterse entera mi polla y ahora movía sus caderas en círculos, produciéndome un enorme placer.

-              ¿Le vas a contar esto a mi prima Vero?

-              En cuanto terminemos de follar. Si no hubiera sido por ella esto no habría sucedido.

-              Claro, ni nos hubiéramos conocido.

-              No Carlos, ella me dijo que tenía que follar contigo, que así sabría lo que es bueno.

-              ¿Habéis montado esto entre las dos?

-              Lo de su cuarentena no, pero todo lo demás sí. Me dijo que estaba de suerte al quedarme aquí contigo y que no podía desaprovechar una oportunidad como esta, pero que ella quería gastarte una broma. ¿Tú has follado con Vero?

-              ¡Valientes hijas de puta! Esto me lo va a pagar Vero, sí o sí. Lo de follar entre nosotros se lo debías preguntar a ella.

-              No te quepa duda de que lo haré.

-              Si sigues moviéndote así, no voy a tardar en correrme.

-              Hazlo, te voy a dejar seco estos días.

-              ¿Lo de la religiosidad también era mentira?

-              Soy una chica creyente, pero eso no me impide disfrutar de mi sexualidad.

Tiré de ella hacia mí y arqueé mis piernas para poder bombear con fuerza dentro de ella, mientras seguía comiéndole las tetas y sobándole el culo.

-              Susana, que buena estás. Te estaría follando todo el día y toda la noche.

-              Y eso es lo que vas a hacer o qué te crees. ¡Sigue así Carlos, que estoy a punto de correrme otra vez! Me vuelve loca como rebotan tus huevos en mi ojete. ¡Ábreme el culo, no quiero perder ni uno solo de esos golpes!

Ella se cogió las tetas y me las daba a chupar alternativamente.

-              ¿Cómo vas Susana?

-              A punto de correrme.

-              ¿Puedo correrme dentro?

-              Quiero que me dejes llena. ¡Siiiiiii, aaaagggg, aaaagggg, me corro, ay, ay, ay, sigue Carlos, que va a ser larguísimo, córrete conmigo!

-              ¡Ahora, ahora, toma, aaaaagggg, vas a chorrear de lo lindo! -Le dije lanzando un chorro tras otro en su interior-.

Nos quedamos los dos abrazados un buen rato, hasta que ella me dijo:

-              Creo que Vero ha sido muy mala contigo y deberíamos devolvérsela.

-              Podemos intentarlo, pero a Vero es muy difícil dársela, no como a mí que soy un alelado.

-              Mientras terminemos todos follando, por mí vale.

-              Eso no es complicado con Vero.

(Ya sé que ha sido un episodio diferente a los últimos, pero es que las cosas también son ahora diferentes. No preocuparos que mis primas volverán pronto o eso me gustaría. Besos para Susana).