Compartiendo piso de estudiante con mis primas 20

El último capítulo de esta primera etapa. Gracias por haberme seguido.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente,  imprescindible os diría, leer los capítulos anteriores, al menos los primeros para conocer a los personajes. Mis mejores deseos de que disfrutéis el último capítulo, al menos de esta etapa, igual recupero la historia dentro de un tiempo, cuando haya descansado un poco de ella. Gracias por vuestros comentarios, valoraciones e ideas durante todo este tiempo.)

Dejé a Cristina, Clara y Sonia en la corsetería. Al volver hacia casa de mis abuelos vi que el pub estaba abierto y no pude resistirme a entrar. Estaba vacío, la camarera, que por cierto estaba buenísima, me pareció nueva, aunque como llevaba mascarilla tampoco podía asegurarlo. Habían puesto una mierda de barrera de plástico en toda la barra, sólo con una pequeña ventanilla para recoger las copas y pagarlas. Como se conviertan en esto los bares y los pubs, va a ser una mierda de mucho cuidado, pensé.

-              ¿Qué quieres Carlos? –Me preguntó la camarera y a mí me extrañó que me conociera-.

Me fijé más en ella. Llevaba un vestido negro bastante corto y elástico, que permitía admirar su preciosa figura, el espléndido canalillo que formaban sus grandes tetas, un culo y unas caderas muy sensuales y unas bonitas piernas.

-              Perdona, ¿nos conocemos? Es que con la mascarilla no hay forma de reconocer a nadie.

-              No puedo creer que no me reconozcas.

-              ¡Coño Paula, qué alegría verte! –Dije de corazón. Paula era una compañera de curso en la universidad y yo sentía por ella una enorme admiración, debido a su capacidad para buscarse el sustento y estudiar a la misma vez, bastante más que yo por cierto. Me metí dentro de la barra y nos dimos un abrazo-.

-              Igualmente te digo.

-              ¿Qué haces en mi pueblo?

-              Pues ya ves, trabajando de camarera como siempre. Vi la oferta en “Shit-job”, lo pedí y aquí estoy.

-              ¿Y tú negocio de vender ropa durante el confinamiento?

-              Muy bien mientras duró, pero terminé todas las existencias y ahora las tiendas, como van abriendo poco a poco, ya no me pasan más género. De todas formas le saqué una buena pasta, que me ha permitido seguir viviendo.

Volví a abrazarla para expresarle la alegría que me causaba verla y lo que me contaba de que le había ido bien.

-              ¿Dónde te estás quedando a dormir? –Le pregunté-.

-              Todavía en ningún sitio, es mi primer día de trabajo. Por cierto Carlos, muchas gracias por ayudarme a venderle ropa a tus primas, cuando la cosa estaba muy mala.

-              Ya te dije que no había de qué, más se alegraron ellas que tú. O te vienes conmigo a dormir o te vas a la casa de alguna de mis primas.

-              Te lo agradezco, porque si no me tengo que volver a Sevilla en el autobús, las pensiones están todavía cerradas. No sabes la de veces que Victoria y yo nos hemos acordado de tus primas y de Antonia.

-              Me creo que os acordaseis de ellas, porque no es para menos. ¿Cómo está Victoria?

Victoria era una bellísima chica transexual, un poco mayor que Paula y yo, compañera de piso de ella.

-              Pues todavía sin trabajo, para azafata de congresos y eventos no hay nada. ¿Qué quieres tomar?

-              Ponme un whisky, pero sólo si tú te tomas otro.

-              Por mí perfecto, ya ves que no hay nadie. Por ahora eres el único cliente. Es el primer día y la cosa va a tardar en arrancar de nuevo.

Paula fue a servir las copas y, además de mirar su precioso culo, pasé la vista por el local y en los monitores empezó a salir el video del pajote que me había grabado, le había enviado a Cristina y Clara había interceptado y difundido antes de que firmáramos la paz. Paula también lo miró mientras ponía el hielo en los vasos. Sacó las copas de la barra y nos sentamos en dos taburetes.

-              Ese eres tú, ¿verdad? –Me dijo Paula señalando un monitor-.

-              ¡Qué memoria la tuya y que vergüenza la mía! Es una larga historia, pero no tiene nada de malo. Se lo envié…

-              A mí no me la tienes que contar si no quieres.

-              Deja que te la cuente, porque no es lo que parece. Me lo grabé para enviárselo a mi medio novia Cristina, de la que te hablé cuando nos vimos en mi piso, su madre lo interceptó y para vengarse de mí lo distribuyó por todo el pueblo. Ahora las cosas son muy distintas entre nosotros, pero al parecer la gente le ha cogido afición.

Paula se levantó, entró en la barra, paró el video, trasteó en el ordenador, puso otro video y volvió al taburete.

-              Pues aquí no se va a volver a ver más.

-              Gracias Paula, me tenía bastante harto ser el calienta bragas del pueblo. Estás preciosa incluso con la mascarilla.

-              Gracias, que ganas tengo de quitármela. Por si esto de camarera no fuera un coñazo, encima la puta mascarilla.

-              ¿Sabes que he tenido varias veces sueños guarros con la mejicana protagonista del sueño que tú me contaste?

-              ¿Y por qué sabes que es ella?

-              Porque lo sé, son cosas de los sueños. ¿Y tú has tenido nuevos sueños calientes?

Paula, en contra de la mayoría de las personas, recordaba perfectamente todos sus sueños, según ella, la mayoría bastante tórridos, y los escribía al despertar para que no se le olvidasen.

-              Casi todos los días Carlos. Lo mío va a peor. –Dijo riéndose-.

-              Cuéntame alguno, que ya sabes que me divierten mucho. –Le eché la mascarilla hacia abajo y la besé en la boca. Peligro, peligro, pensé, podía enamorarme perfectamente de ella-.

-              Déjala ahí abajo, si viene alguien más, que no parece, me la pondré bien. A ver cuál te cuento, pero tengo que advertirte que esta vez no tengo el periodo, así que esta noche no te libras de mí.

-              Ni se me ocurre con quién pasar mejor esta noche.

-              Ahora tú sales en ellos con bastante frecuencia. ¿No sé por qué será?

-              Yo tampoco, pero me gusta mucho y de aquí en adelante me tienes que contar todos en los que salga y algunos en los que no salga.

-              Volvíamos Victoria y yo de un día de playa en su coche, cuando se averió y nos dejó tiradas en el arcén de la carretera. Tratamos de que alguien se detuviera a ayudarnos, pero no pasaba nadie. Cosas de los sueños, porque era un sábado por la tarde de verano en la carretera de la playa. Victoria llamó por teléfono al seguro y le dijeron que enviarían una grúa en una media hora. Al sol y después de un día playa, el calor era enorme. Decidimos quitarnos los pingos que llevábamos, quedarnos en biquini y echarnos parte del agua  que teníamos por el cuerpo para soportar mejor el calor.

-              Uuff, que visión las dos en biquini mojadas en medio de la carretera.

-              En la realidad no se nos hubiera ocurrido semejante cosa. La media hora se convirtió en una hora, durante la que sólo pasaron dos furgonetas, una llena de árabes que nos gritaron cosas que, aunque no entendimos, no debían ser muy elogiosas sobre nuestra moralidad y otra llena de curas y monjas del Palmar de Troya, que ni nos miraron.

-              Cómo es la cabeza, ¿tenían que ser curas y monjas del Palmar?

-              Me imagino que no, pero sé que lo eran. A la hora llegó una grúa con más años que el baúl de la Piquer y más mierda que el palo de un gallinero. Tú te bajaste de la grúa, llevabas el mono a medio abrir, tenías unos pectorales y unos brazos de pasarte el día en el gimnasio e ibas lleno de manchas de tizne.

-              ¡Pues sí que iba arregladito!

-              ¿Carlos, tú no sabes que una de las fantasías de muchas mujeres es ese tipo de hombres, musculados y tiznados?

-              No sé, algún día se lo preguntaré a mis primas. Si ellas no tienen ese tipo de hombres entre sus fantasías, es que no es cierto. –Nos reímos los dos y le puse una mano sobre una de sus piernas-.

-              Avanzaste hacia nosotras y nos pediste que abriéramos el capó del coche y tratáramos de ponerlo en marcha. Mientras tenías la cabeza metida bajo el capó, Victoria y yo, todavía en biquini, comentamos que estabas para comerte, empezando por el tremendo bulto que tenías en la entrepierna.

-              ¡Qué suerte la mía!

-              Después de varios intentos nos dijiste que había que llevarlo a un taller, que allí no era posible arreglarlo. Victoria te preguntó si podía ser al tuyo, para poder volvernos a casa aunque fuera de noche. Pusiste una cara como de estar pensando y luego, mientras te limpiabas las manos de la grasa del coche en mi vestido, sin que yo me atreviera a decirte nada, contestaste que de acuerdo mirándonos de arriba abajo. Cargaste nuestro coche y nos montamos las dos en biquini a tu lado en la grúa. Olías muy fuerte a sudor de hombre. Entre los músculos, la tizne y el olor a sudor, empecé a ponerme muy caliente, temiendo manchar el tanga del biquini con mis flujos. Condujiste un poco por la carretera y te desviaste por un camino muy polvoriento hasta una nave en la que no había ninguna indicación de que aquello fuera un taller.

-              Me estoy temiendo lo peor.

-              Calla y lo descubrirás. Metiste la grúa y el coche en la nave, encendiste una penosa luz y cerraste la puerta. No había nadie más, pero no nos extrañó, al fin y al cabo era verano y sábado por la tarde. Me fijé en Victoria y se le notaba que estaba empezando a tener una erección. Nos preguntaste si queríamos beber agua, a lo que las dos respondimos que sí, pues estábamos muertas de sed. De un frigorífico de quinta mano sacaste una botella y nos la pasaste. Las dos bebimos con ansia. Mientras tu bajabas el coche, nosotras nos sentamos en un asiento trasero muy sucio, que en algún momento debió pertenecer a un coche, al poco empezamos a notar un cansancio y un sueño irresistibles, hasta que nos quedamos dormidas. Me desperté no sé al cabo de cuanto tiempo, me dolía todo el cuerpo, me di cuenta que tenía la boca amordazada y estaba colgada del techo por las muñecas y con los tobillos atados al suelo.

-              ¡Joder Paula, vaya pesadilla! –Le dije y subí mi mano por su suave muslo, hasta casi meterla bajo el vestido-.

-              Déjame que siga. Miré a mí alrededor lo que podía y Victoria, todavía dormida, estaba también colgada y amordazada como yo y presentaba una erección completa bajo la braga de su biquini. Me acojoné viva, lo único que me tranquilizó es que las dos llevábamos todavía el biquini. Debías ser un sádico vicioso y no podía ni imaginar que querrías hacer con nosotras dos. En un reloj de pared muy sucio vi que eran las doce y media, debían ser de la noche porque no había más luz que la de la bombilla que habías encendido al entrar. Pasaban los minutos y no se oía ni se movía nada, mientras Victoria seguía durmiendo y empalmada.

-              ¡Qué angustia me está produciendo el puto sueño!

-              Me dolía todo el cuerpo, no sé si tenía más miedo o más frío, pero sin embargo estaba caliente como pocas veces había estado en mi vida, quitando el rato que pasamos juntos tú y yo.

-              Gracias, lo mismo te digo. –Y después le di otro beso en la boca-.

-              Pensé que debía ser algo masoquista para estar caliente en esa situación. Los minutos pasaban sin que sucediera nada. Trataba de hacer ruido para despertar a Victoria, pero con la mordaza y atada no podía conseguirlo. Pasadas las dos de la madrugada, escuché un coche fuera de la nave y una puerta abrirse y cerrarse detrás de nosotras. No sabía si serías tú u otro compinche tuyo, traté de mirar, pero en lo  que podía recorrer mi vista no había nadie. Después escuché pasos, parecían de una sola persona. Por fin pude verte, trataba de gritar pero no podía, llevabas una botella de petaca en la mano y bebías de ella con asiduidad.

-              ¡Joder con cómo me estás poniendo en tu sueño! –Protesté-.

-              ¿Será esa la impresión que tengo de ti en mi subconsciente?

-              No seas cruel conmigo. Ya se sabe que los sueños sacan el subconsciente, pero también que la forma en que se expresa no es directa. –Le dije subiendo todavía un poco más mi mano por su muslo, hasta colocarla ya muy cerca de su ingle-.

-              ¿Vas a llegar hasta mi chocho?

-              No sé, ¿te gustaría?

-              Ahora no, luego. Quiero que primero me hagas una paja y después otra y otra y otra, hasta que se me quite la calentura que tengo encima, que ya te aviso que es mucha.

Volví a besarla en la boca, esta vez durante un buen rato.

-              Sigue con el sueño, aunque no me está gustando nada como me pones, te imagino amordazada, atada y en biquini, en un sucio y oscuro taller y me encantaría poder hacértelo yo.

-              Ves como tengo razón en mi sueño, que eres un pervertido y un sádico.

-              No te pases, que yo lo pienso jugando.

-              Pues yo no.

-              No creí que tuvieras tanto peligro encima.

-              Cuando me conozcas mejor sabrás el peligro que tiene la nueva Paula.

-              Es verdad, te noto muy cambiada respecto del otro día.

Paula me estaba poniendo como una moto, no tanto por el sueño, que también, como por su actitud.

-              Estuve pensando bastante lo que me dijiste y creo que tenías razón, ahora cuando te folle quiero hacer lo que a mí me apetezca. En el sueño seguiste avanzando hasta colocarte delante de Victoria, reparando en la erección que tenía. ¡Vaya, esta pavita viene con regalo! Dijiste. Luego te acercaste a mí. ¿Tú que eres una viciosa a la que le gustan las transexuales? Traté de insultarte, pero no podía con la mordaza. Me bajaste el tanga del biquini. ¿Para quién llevas el coño tan arregladito? Victoria se había despertado al fin y tenía cara de pánico por encontrarnos en esa situación. Te fuiste hacia ella y también le bajaste la braga del biquini, haciendo que su polla saltara hasta golpearle repetidamente la barriga. Luego le rompiste el top del biquini a tirones, dejándole sus grandes tetas al descubierto. ¿Sabes que tienes mucho morbo con ese cuerpo de mujer y esa polla?

-              Es que eso es verdad. No te puedes imaginar cómo me quedé cuando después de admirar el cuerpo de Victoria, me enseñó la polla. Primero me quedé de piedra, pero luego empecé a sentir una fuerte atracción por ella.

-              Sí, la cuestión es que resulta atractiva para hombres y para mujeres. Algunas veces me ha resultado difícil no abalanzarme sobre ella. Déjame que siga. ¿Estás tan caliente porque te haya atado? Le dijiste y Victoria trató de contestarte, pero no pudo con la mordaza. La dejaste a ella y te viniste hacia mí. Sin decir nada, me rasgaste también el top del biquini y me chupaste las tetas. Tenías ya un bulto impresionante bajo el mono, que te sobabas con una mano. Después de babearme las tetas durante un rato, te volviste junto a Victoria, le cogiste la polla y empezaste a hacerle una paja, luego te agachaste y empezaste a comérsela, hasta que Victoria, que había conseguido soltarse las manos, descargó un golpe con los puños sobre tu nuca que hizo que cayeras redondo al suelo.

-              ¿El sueño es de verdad o te estás cachondeando de mí?

-              Es posible que haya de las dos cosas. Contigo en el suelo, Victoria se liberó los pies, se quitó la mordaza y me liberó a mí. ¡Vámonos, salgamos huyendo! Me dijo, pero yo tenía otra idea en la cabeza. Ayúdame a darle a este hijo puta su merecido, le dije. Entre las dos te atamos los brazos a una polea y te pusimos de pie, luego te atamos los pies muy separados a una barra de hierro que había por allí. Fui hacia el frigorífico y saqué una botella que parecía de agua muy fría y te la eché por la cabeza para despertarte.

-              ¿No te daba pena de mí?

-              Ninguna, estaba fuera de mí deseando vengarme. Cuando despertaste nos miraste horrorizado. ¡No me hagáis daño! Suplicaste y yo te largué una hostia como una catedral, que te produjo sangre en los labios. Rebusqué por el taller hasta encontrar una tijera muy grande. ¡No te pases Paula! Me dijo Victoria…

-              Menos mal que Victoria fue compasiva conmigo.

-              Con la tijera empecé a cortarte el mono, mientras tú nos suplicabas que te liberáramos. Te dejé sólo con unos slips blancos muy ridículos, con un buen bulto debajo. Te los bajé y el bulto que yo creía que era tu polla empalmada era de verdad un gurruño de trapos…

-              ¡Esto ya es demasiado, slips blancos y un gurruño de trapos como paquete, tú te lo estás inventando todo!

-              Calla y escucha. Debajo de los trapos tenías una micropolla, escondidita y agurradita.

-              ¡A ti te voy a dar luego yo micropolla, mira cómo me tienes! –Le dije cogiéndole una mano y poniéndola sobre mí entrepierna para que notara la erección que tenía-.

-              Igual no eras tú el del sueño. –Me dijo riéndose y luego besándome en la boca-. ¿Qué hora es?

-              Las doce.

-              Hora de cerrar y pasar a la acción.

-              ¿Pero el sueño era de verdad o no?

-              Qué más da. Nos hemos entretenido y nos hemos puesto calentitos, pues qué más quieres.

-              Me las vas a pagar, así que micropolla arrugadita.

Paula empezó a recoger y a cerrar el bar.

-              Oye, págame las copas, que si hago cero de caja me van a despedir. ¿Y tú no querrás que me tenga que volver a Sevilla?

-              Desde luego que no. –Le contesté pagándole las dos copas-.

-              ¿Dónde me llevas por fin? –Me preguntó cuando estábamos ya en la calle con el pub cerrado-.

-              Vamos a casa de mis abuelos.

-              ¿No se enfadaran contigo por llevar una chica a dormir?

-              No creo –le contesté riéndome y volví a besarla en la boca-. Ahora, sí te voy a decir que no te asustes por nada de lo que pueda pasar.

-              ¿De qué tendría que asustarme?

-              Bueno, mis abuelos son muy activos sexualmente. –Paula soltó una carcajada-. No te lo crees, pues allá tú.

Empezamos a andar hacia la casa de mis abuelos, parando cada poco tiempo para besarnos. Yo seguía con la polla a reventar y cada beso me la ponía un poco más. Cuando llegamos a la puerta reparé en que no había cogido las llaves.

-              ¿Pasa algo? –Me preguntó Paula cuando me vio rebuscar en los bolsillos-.

-              Que se me han olvidado las llaves. Pero no te preocupes que entramos por la puerta del patio, que se queda siempre abierta.

Para entrar al patio desde la calle había que saltar un muro, que en la parte más baja, tendría como metro y medio.

-              Dame la mochila y te ayudo a saltar. –Le dije-.

Paula me la dio, se subió el vestido, dejando a la vista el tanga negro que llevaba, le hice un apoyo con las manos y logró saltar el muro. Luego le pasé la mochila, salté, me senté en el muro y luego me deje caer del otro lado. Aunque estaba oscuro yo me conocía bien la casa.

-              Por aquí. –Le dije dándole la mano-.

No habíamos dado dos pasos, cuando sentí que me caía encima un tío como un armario empotrado y que otro armario igual o más grande apresaba a Paula.

-              ¡Quietos que vivo aquí y ella me acompaña! –Grité y me encontré con la luz de una linterna en los ojos, que me dejó cegado-.

Los tres o cuatro que parecían ser hablaron entre ellos en inglés y luego me levantaron de un tirón. Se encendió la luz del patio y salieron mis abuelos, Nancy y Mónica todos en pelotas.

-              Release them, he's from the family! –Dijo Mónica-.

Paula tenía la cara de no entender nada de lo que pasaba, entre los armarios empotrados enchaquetados y los otros cuatro en pelotas.

-              Perdona Carlos, pero es que nos han puesto seguridad, temen que quieran robarnos nuestra investigación. –Me dijo Mónica, a la misma vez que nos soltaban a los dos-.

Cogí a Paula de la mano y seguimos andando hacia donde estaban los demás.

-              Ellos son mis abuelos y ellas Mónica y su hija Nancy, ambas sexólogas, ella es Paula, una amiga de la facultad que se va a quedar a dormir.

-              Encantada Paula. –Le dijo mi abuela dándole dos besos-.

-              Igualmente. –Acertó a contestar Paula-.

-              Perdónanos que estemos desnudos, pero es que estábamos ya en la cama y hemos saltado al escuchar los ruidos. ¿Habéis cenado algo? –Dijo mi abuela-.

-              No, pero no te preocupes, ya preparo yo cualquier cosa. –Le contesté-.

-              Como quieras. Adiós Paula hasta mañana.

-              Adiós guapa. –Dijo mi abuelo y le dio un par de besos a Paula-.

-              Nosotras nos volvemos también a la cama, que yo sigo muerta de sueño. –Dijo Mónica y ella y Nancy se fueron hacia su habitación-.

-              ¿Qué coño ha pasado? –Me preguntó Paula, sin dar crédito a la situación-.

-              Cosas de los americanos. ¿Te apetece una tortilla?

-              Dame primero una copa, a ver si se me pasa el susto.

Fui al salón por una botella de whisky, saqué hielo del frigorífico y serví dos vasos bien despachados.

-              ¡Joder que susto he pasado, creí que iba a terminar peor que en el sueño! –Dijo Paula, después de darle un buen trago al vaso-.

-              La verdad es que yo también me he asustado.

-              ¿En esta casa va todo el mundo desnudo siempre?

-              Siempre no, pero muy a menudo sí.

-              Por cierto, tus abuelos están mejor que muchos jóvenes.

-              Sí, es una cosa portentosa.

-              ¿Quiénes son las dos inglesas o americanas esas?

-              No te lo vas a creer. Son madre e hija que están haciendo una investigación sobre la sexualidad de mi abuelo.

-              ¡No me tomes el pelo!

-              Ya te he dicho que no te lo ibas a creer, pero es la pura verdad.

-              ¡Pero esto es de locos!

-              Un poco sí. –Le dije y le di otro beso en la boca-.

Terminé de hacer la tortilla y nos la comimos de pie en la cocina.

-              ¿Vamos a la cama? –Le die a Paula cuando terminamos-.

-              ¿Y en la cama qué harás?

-              Como la ratita, dormir, dormir y nada más.

-              Eso no  te lo crees ni tú, con el calentón que yo tengo.

-              Paula, pareces de mi familia. –La cogí por la cintura, cogí su mochila y nos fuimos para el dormitorio-.

-              Tengo que ir al baño. –Me dijo antes de entrar-.

-              Te acompaño, es la puerta siguiente.

La luz del baño estaba encendida y la puerta entornada. Llamé con los nudillos antes de abrir.

-              Yes? –Era la voz de Nancy-.

-              ¿Tardas mucho? –Le pregunté-.

-              Pasa, estoy en la bañera.

-              Es Paula que quiere orinar.

-              Qué pase, sin problemas, y tú si quieres también.

Nos miramos Paula y yo como diciéndonos que no íbamos a estar esperando toda la noche, empujé la puerta y entramos. Nancy estaba efectivamente en la bañera, metiéndose y sacándose un pedazo de consolador del chocho.

-              ¡Nancy, coño, córtate un poquito! –Le dije-.

-              Es que no podía dormir, necesitaba relax.

-              Espérate un minutito y luego sigues.

-              No puedo, ya estoy casi a punto.

Paula se subió el vestido, se bajó el tanga y empezó a orinar.

-              Seguro que a ti no te cuesta volver a coger el ritmo. –Le dije-.

-              ¿Queréis que hagamos un trío? –Preguntó Nancy-.

-              En todo caso luego, primero me lo voy a follar yo, bien follado y si queda algo, pues igual lo comparto. –Le contestó Paula, limpiándose la gotita con un papel-.

Cuando se levantó Paula del inodoro, pulsó la cisterna y me acerqué yo a mear también. Me saqué la polla, la tenía morcillona y empecé a mear.

-              I love tu polla. –Dijo Nancy-.

-              Pues adivina quién se la va a comer en un minuto. –Le dijo Paula, mientras yo me limpiaba también la gotita y notaba como me iba empalmando-.

Con la polla fuera, cogí la mano de Paula y salimos del baño.

-              Qué tengas suerte. –Le dijo Paula al salir y por el pasillo me dijo:- ¡Joder con la calentura de la muchacha! ¿Iba en serio lo del trío?

-              Yo creo que totalmente.

Entramos en el dormitorio, cerré la puerta y besé en la boca a Paula durante un buen rato, cogiéndole el culo para apretarla contra mí.

-              ¿Has hecho alguna vez un trío? –Me preguntó-.

-              Sí.

-              ¿Con una mujer y un hombre?

-              No, con dos mujeres. ¿Y tú?

-              Qué va.

-              ¿Te apetece hacerlo?

-              Sí, aunque no sé cómo reaccionaría.

-              ¿Te apetecería con Victoria y conmigo?

-              Mucho, sería como dos tríos en uno.

Ella me cogió la polla, que estaba otra vez como un palo y dijo:

-              No, no debías ser tú el del sueño.

-              Me las vas a pagar, así que slips blancos ridículos, trapos para hacer bulto y micropolla.

-              No seas picajoso.

-              ¿Cómo era el biquini que llevabas en el sueño?

-              Blanco, con un tanga indecente que me dejaba el culo al aire y tan apuntado por el chocho que se me metía entre los labios y un top mínimo, que si bien me tapaba los pezones, los transparentaba.

-              ¿Y así estabas atada?

-              Sí, así me tenías atada.

Le fui subiendo poco a poco el vestido hasta dejarlo por encima de su precioso culo, mientras ella me soltaba el cinturón y el pantalón dejándolo caer a mis pies.

-              Seguro que no eras tú, porque tú no llevas calzoncillos. ¿Te gusta llevarla sueltecita?

-              Pues sí, pero además es que no tengo calzoncillos limpios.

Seguí subiéndole el vestido hasta sacárselo por la cabeza y bajé la cabeza para comerle las tetas.

-              ¿Así te comía las tetas en el sueño?

-              Peor, mucho peor. –Dijo Paula, quitándome el niqui-.

Cogí el niqui, y con él le até las manos a Paula por delante.

-              ¿Qué quieres hacer conmigo que tienes que atarme?

-              Cosas muy feas. –Le contesté tapándole los ojos con un pañuelo-.

-              Carlos yo ya estoy bastante caliente, si me subes más la temperatura te vas a quemar.

La conduje a la cama y la tumbé boca arriba. Estaba preciosa solo con el tanga negro que llevaba.

-              ¿Cuántas pajas me dijiste antes que te tenía que hacer? –Le pregunté-.

-              Que yo recuerde por lo menos cuatro.

-              ¿No te parece que exageras?

-              Desde que me corrí dos veces cuando nos acostamos, no he vuelto a correrme, al menos despierta, así que fíjate como estoy.

Empecé de nuevo a besarla en la boca, me encantaba tenerla así. De la boca fui bajando por su cuerpo, besándola y lamiéndola.

-              ¿Sabes que estás preciosa así?

-              No, debo estar sudada de todo el día.

-              Por eso te estoy limpiando con mi lengua.

Le puse una mano en el chocho por encima del tanga, que estaba empapado.

-              ¡Aaaagggg! –Gimió al sentir mi mano-.

-              Eres una chica muy mala, voy a tener que darte un correctivo.

-              Corrígeme lo que quieras.

-              ¿Te has corrido alguna vez varias veces seguidas sin parar?

-              No que yo recuerde y me acordaría si me hubiera pasado.

Metí la mano bajo el tanga, mientras seguía comiéndole las tetas. Su chocho estaba más mojado todavía que el tanga. Luego me puse entre sus piernas y tiré del tanga hasta quitárselo.

-              Date la vuelta quiero disfrutar de tu culo.

-              ¿Te gusta mi culo?

-              Mucho. –Le dije besándole y mordiéndole las nalgas, para terminar lamiéndole el ojete-.

-              ¡Aaaaggg, que rico Carlos, no me lo habían hecho nunca y es delicioso, así no voy a tardar nada en correrme!

Seguí lamiéndole el ojete y metí una mano debajo de sus caderas para llegar hasta su chocho y acariciarle el clítoris que lo tenía fuera.

-              ¡Sigue Carlos, que me voy a correr, sigue, sigue, aaaaaggggg, aaaaagggg! –Sus gritos mientras se corría debían haberse oído en toda la casa-.

Seguí lamiéndole el ojete y sobándole el clítoris como si no se hubiese corrido.

-              ¡No Carlos, para por favor o me voy a morir del gusto!

-              Ya verás cómo no te mueres.

-              ¡Claro que me voy a morir, para por favor!

Noté que iba a volver a correrse.

-              ¡No pares ahora, sigue, sigue, que me viene otro, aaaaggg, aaaaggg!

-              Pues ya te has corrido dos veces seguidas, ¿vamos por el tercero?

-              Eres un cabrón, déjame que te coma la polla.

Se giró para ponerse boca arriba y abrió la boca para que le metiera la polla. Me puse sobre ella, primero se la pase por las mejillas y por los labios, ella seguía con la boca abierta y la lengua muy fuera, hasta que se la metí. Le puse los brazos por encima de la cabeza, metiéndole y sacándole la polla suavemente, mientras ella movía la cabeza separándola de la almohada o dejándola reposar.

-              ¿Te vas a correr? –Me preguntó-.

-              Todavía no.

-              Pues entonces fóllame.

-              Estás tú muy caprichosa.

-              Déjate de hostias y fóllame.

Me puse entre sus piernas, le metí una almohada debajo del culo y le separé mucho las piernas. Su chocho se veía precioso, depilado, muy carnoso y muy rosa en su interior. Le pasé el capullo por fuera, insistiendo en su clítoris, que seguía muy grande.

-              ¡Métemela ya, coño! –Me gritó y yo se la incrusté de una vez-. ¡Aaaaaggg, por Dios que pollón!

-              ¿Te gusta? –Le pregunté empezando a bombear dentro de ella-.

-              Me encanta, lo necesitaba. He soñado con esto desde que nos acostamos y yo tenía el periodo.

-              Y yo. No sabes las ganas que tenía de follarte.

Bombeaba suavemente pero a buen ritmo mientras le acariciaba el clítoris.

-              No me han follado así en mi vida, no podía suponer que podía ser tan rico. No te corras dentro, que con el confinamiento no he podido comprar anticonceptivos.

-              ¿Dónde quieres que me corra?

-              Donde quieras, pero quítame la venda cuando te vayas a correr, quiero verte la cara.

-              ¿Te gustaría que lo hiciera en tus tetas?

-              ¡Siiiii, sigue, que me voy a correr otra vez, sigue por favor, así, así, así, aaaaaagggg, aaaaagggg! –Gritó corriéndose de nuevo-.

Yo estaba ya a punto, se la saqué, me puse a su lado y le quité la venda. Ella me cogió la polla con sus manos atadas y empezó a jalármela.

-              ¿Te vas a correr? –Me preguntó-.

-              ¡Siiiiii, toma, toma, toma! –Grité lanzando chorros sobre sus tetas y su vientre-.

-              Me encanta tu cara cuando te corres. –Me dijo-.

-              Y a mí la tuya.

-              Desátame y pásame unas toallitas de mi bolso.

Le solté las manos, me levanté, busqué en su bolso y saqué un paquete de toallitas húmedas. Me acosté a su lado mientras ella se limpiaba.

-              Apaga la luz, que estoy muerta. –Me dijo apoyando su cabeza en mi hombro y acariciándome la polla-.

-              Estoy muy a gusto contigo. –Le dije-.

-              Y yo contigo –me contestó y se quedó dormida-.

Paula era adorable, había echado una tarde noche fantástica. Antes de dormirme pensé que no me importaría nada enamorarme de ella.

Me desperté al notar que me estaban comiendo la polla. Me quedé quieto y con los ojos cerrados disfrutando del despertar. Paula se estaba esmerando con la mamada.

-              ¡Uuuummm, Carlos que lengua! –Escuché decir a Paula-.

Abrí los ojos y levanté la cabeza, era Mónica la que me estaba comiendo la polla y Nancy, la que le estaba comiendo el coño a Paula. Decidí dejar a Paula en su error, no sin antes admirar lo atractiva que estaba desnuda, boca arriba, con las piernas abiertas. Mónica me la estaba comiendo como el día anterior lo había hecho su hija, metiéndose entera mi polla en la boca y lamiéndome los huevos con su lengua. Mónica se dio cuenta de que ya estaba despierto y dijo:

-              Buenos días.

-              Good Morning. –Le contesté-.

Al oírla Paula abrió los ojos y levantó la cabeza también, viendo a la madre y a la hija en faena. Luego me miró cómo preguntando qué coño estaba pasando.

-              Se habrán levantado con hambre. –Le dije-. ¿Te molesta?

-              Es la primera vez que otra mujer me come en coño y tampoco es que me lo hayan comido muchos hombres. Molestarme no, me resulta extraño. ¿Y tú qué tal?

-              Mónica hace un “garganta profunda” de mucho cuidado. –Le dije cogiéndole la mano-.

-              Pues la hija tiene una lengua que es un prodigio. Nunca me habían despertado así y la verdad es que está muy bien. ¡Uuuummm! ¿Tú me lo harías todas las mañanas?

-              Y todas las noches.

-              Voy a tener que pensar en ir en serio contigo. Carlos, lo de anoche estuvo fantástico.

-              ¿Has soñado algo guarro esta noche?

-              Que me acuerde no, se ve que me quedé tan satisfecha que no me ha hecho falta.

Madre e hija seguían a lo suyo, masturbándose a la misma vez que lo hacían con Paula y conmigo. Me incorporé y besé a Paula en la boca.

-              ¿Esto es habitual en tu casa? –Me preguntó Paula-.

-              Paula, mi vida sexual y la de mi familia es muy intensa.

-              Ya empiezo a darme cuenta. ¡Aaaaahhhh!

-              ¿Crees que podrías integrarte entre nosotros?

-              No sé si estaré a la altura. ¿Te has follado a alguna de tus primas?

-              Mejor sería  decir que ellas me han follado a mí.

-              Ahora entiendo la complicidad que teníais entre vosotros. ¡Uuuuuffff, cómo me está poniendo Nancy! Oye y lo de tus abuelos ¿cómo es?

-              Mis abuelos son dos máquinas sexuales. Tienen más de setenta años y no fallan un día.

-              Tú me mientes. Yo los vi ayer en pelotas y les eché quince o veinte años menos de lo que tú dices.

Paula había puesto las manos en la cabeza de Nancy y se le veía disfrutar de lo lindo con la comida de coño que le estaba haciendo.

-              No te miento, es así. Estas dos están haciendo una investigación sobre ellos y ya de paso sobre mí, como segundo sujeto.

-              ¡Aaaaaagggg, aaaaagggg, sigue, sigue Nancy que me estoy corriendo, aaaaagggg!

-              Déjala que siga, a ver si te corres otra vez como anoche. –Le dije cuando terminó de correrse-.

-              Carlos, lo de anoche fue una necesidad por el calentón que tenía. ¿Tú no te vas a correr?

-              Sí, pero todavía no. Mónica, ¿por qué no vienes aquí y me follas?

Mónica se puso sobre mí, mirándonos alternativamente a Paula y a mí. Estaba muy buena, debía tener unos cincuenta años, era guapa de cara, pensé que las tetas debían ser operadas, parecían demasiado duras para su edad, se debía matar en el gimnasio, porque no tenía una gota de barriga y su culo estaba duro como una piedra, compatibilizaría el gimnasio con los baños de sol, tenía la piel morena y unas marcas muy blancas del biquini. Nancy seguía encelada con el coño de Paula, que tras haberse corrido una vez, seguía en la misma posición, suspirando y gimiendo.

-              Mónica, tú debes cuidarte mucho, ¿no? –Le pregunté-.

-              Me gusta seguir siendo atractiva, ¿te lo parezco?

-              Sí, estás muy buena.

-              Tienes una polla igual a la de tu abuelo y la manejas bastante bien para la edad que tienes.

Me incorporé y metí la cabeza entre sus grandes tetas, me había equivocado eran naturales.

-              ¿Vosotras os levantáis siempre con ganas de follar? –Le pregunté-.

-              Yo por lo menos sí y creo que mi hija también.

Mónica subía y bajaba sobre mi polla echada hacia atrás, con los brazos apoyados en mis muslos, con lo que sus tetas parecían todavía más grandes de lo que ya eran.

-              ¡Nancy no pares, sigue que me voy a volver a correr, si, si, aaaaaggggg, aaaagggg! –Gritó Paula-.

-              ¡Aaaaagggg, yes, yes, aaaaagggg! –Gritó Nancy al correrse a la misma vez que Paula-.

-              Carlos llevo más corridas en las últimas doce horas que casi en los doce meses anteriores. No creo que pueda resistir este ritmo mucho tiempo.

-              Déjate llevar Paula. Tú eres una mujer sexualmente muy activa a la que las circunstancias no le han sido favorables, aprovéchate ahora y disfruta del sexo.

-              ¡Me voy a correr, Carlos! –Me dijo Mónica acelerando sus subidas y bajadas-.

-              Córrete, yo no me voy a correr todavía.

Mónica empezó a correrse en silencio, pero su expresión evidenciaba que estaba teniendo un orgasmo muy intenso. Cuando terminó se tumbó en la cama entre Paula y yo.

-              ¿Podéis dejarnos solos a los dos? –Les pedí, me apetecía quedarme a solas con Paula-.

Mónica nos dio un beso a los dos, igual que Nancy, y se marcharon.

-              ¿Qué tal estás? –Le pregunté a Paula girándome en la cama para mirarla-.

-              Si te digo la verdad, no lo sé. Yo no creía que estas cosas pasaran. Que aparezcan dos tías, madre e hija, en nuestro dormitorio, nos despierten, nos follen, se vayan como si no hubiera pasado nada y nosotros nos quedemos también, como si nos hubieran traído un café a la cama.

-              Te advierto que a mí esto tampoco me pasa todos los días.

-              ¿Seguro? Para mí no ha estado nada mal, no me importaría que me volviera a suceder. ¿Por qué no te has corrido?

Le di un beso en la boca antes de contestarle.

-              Me apetecía más correrme contigo.

-              Pues te vas a tener que conformar con una paja. Entre anoche y esta mañana tengo el coño dolorido.

-              ¿Vais a desayunar? –Preguntó mi abuelo desnudo desde la puerta-.

-              Sí abuelo, ahora vamos. –Le contesté-.

-              No tardaros mucho, que el café esta recién hecho.

-              Yo normalmente no soy muy pudorosa, pero no pensaba que podría perder la vergüenza del todo de la noche a la mañana. –Me dijo Paula-.

-              Vístete si quieres, el ir desnudo es una opción personal, y a mí no te creas que me hace mucha gracia con mi abuela delante.

-              Creo que voy a seguir desnuda, me siento muy libre y me resulta excitante. Una de mis fantasías más recurrentes es estar desnuda con un grupo de gente que también lo está.

-              Si tú vas desnuda, tendré que irlo yo también.

-              Como quieras.

Nos levantamos, a mí la erección se me había bajado en parte, y nos fuimos para el patio a desayunar. Mi abuela estaba también desnuda en la cocina.

-              Sal tú, yo voy a hablar con mi abuela. –Le dije a Paula, ella me dio un beso en los labios y siguió hacia el patio-.

-              Buenos días abuela.

-              Buenos días Carlos. ¿Qué tal tu amiga?

-              Bien, un poco extrañada de todo esto, pero bien.

-              Me gusta mucho esa chica y anoche os lo pasasteis de maravilla.

-              Vaya, lamento que fuéramos tan escandalosos.

-              No tienes nada que lamentar, el sexo es vida y anoche tomasteis una buena ración. Ha llamado tu madre, tu padre sigue bien, aunque cansado y con fiebre. Te llamará si necesitan algo.

Me resultaba extraño, hasta un poco embarazoso, estar hablando con mi abuela los dos desnudos. Yo sabía que ella y mi abuelo habían sido o eran todavía nudistas, pero a ella nunca la había visto desnuda.

-              ¿Por qué vas desnuda abuela? Aunque seas nudista, nunca lo has estado antes delante de mí.

-              Voy desnuda porque me apetece estarlo. Como dices, hasta ahora no lo había estado delante de ti, pero ya eres mayor, sé que las cosas han cambiado mucho para ti en las últimas semanas y ya no eres el atolondrado de antes. Tú también vas desnudo y desde que eras un niño no lo has estado delante de mí.

-              Tienes razón, no soy el mismo de hace unas semanas cuando me fui a estudiar a Sevilla. Mis tías, mis primas y otras mujeres han hecho que madure a marchas forzadas.

-              Anda ve al patio a desayunar, que tu abuelo debe estar dándoles la brasa a las tres.

Le di un beso en la mejilla y me fui hacia el patio. Estaban los cuatro desnudos sentados a la mesa.

-              ¿Pero a vosotras que os importa cuántas veces lo haya hecho con mi mujer desde que volví? –Le estaba diciendo mi abuelo a las americanas-.

-              Paco no te cortes. Cinco veces. –Dijo mi abuela saliendo al patio y Paula enarcó las cejas como diciendo que vaya si eran activos sexualmente-.

-              ¡Es que son muy pesadas! ¡Coño, se creen que esto es cuestión de número de polvos y no de la calidad de cada polvo!

Paula debía estar asombrada por la situación y con una taza de café en la mano miraba a unos y otros alternativamente. Me senté a su lado, le cogí una mano y ella me la apretó. Mi abuela se sentó entre mi abuelo y yo.

-              La niña no es gran cosa, pero lo madre está muy bien. –Le dijo mi abuela a mi abuelo al oído-.

-              ¿Qué estás tramando? –Le preguntó mi abuelo-.

-              Exactamente lo que tú te imaginas.

Mi abuela puso una mano sobre la polla de mi abuelo y empezó a acariciársela.

-              No empieces si no vas a terminar. –Le dijo mi abuelo-.

-              ¿Desde cuándo empiezo yo algo que no vaya a terminar? –Le preguntó mi abuela dándole un beso en la boca-.

-              ¿Cuántos años llevan juntos? –Me preguntó Paula-.

-              Hace unos días han celebrado las bodas de oro de su primer polvo.

-              ¿Crees que tú serás igual que él?

-              ¿Y tú igual que ella?

-              No lo sé, pero desde luego me gustaría intentarlo. –Me contestó Paula poniendo una mano también sobre mi polla-.

Las americanas nos miraban a las dos parejas con cara de morirse de envidia.

-              ¿Por qué no jugamos a las dos damas victorianas abandonadas en la isla de la tribu del sexo libre? –Preguntó Mónica-.

-              ¡Joder que ganas de follar tiene esta! –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Cómo es el juego? –Preguntó mi abuela, a la que la cosa parecía haberle gustado-.

-              Dos damas victorianas de finales del siglo XIX viajan en barco de Inglaterra a Australia, para casarse con un padre y un hijo. Una terrible tormenta hace naufragar al barco. Las dos damas consiguen mantenerse a flote agarradas a una parte del casco. Tras dos días a la deriva, el oleaje y las corrientes las depositan en una playa de una pequeña isla. Casi desnudas, sedientas y quemadas por el sol son descubiertas por los habitantes de la isla. Aunque ellas no lo saben, se trata de una tribu pacífica y hospitalaria que practican entre ellos el sexo libre.

-              ¡Pues ya tienen suerte las dos damas! –Dijo mi abuelo-.

-              Sí que la tienen, pero ellas están atemorizadas y su casi desnudez las avergüenza. –Le dijo Mónica-.

Estaba claro ya de dónde había  sacado Nancy tantos juegos como dijo la noche de la orgía con mis primas.

-              ¿Cómo son las dos damas? –Preguntó Paula-.

-              Cómo Nancy y como yo, pero con la rígida moral victoriana, la hija no ha tenido sexo nunca, ni siquiera ha visto a un hombre desnudo, y la madre, desde que enviudó hace quince años, tampoco ha tenido sexo. Sin embargo, ambas son mujeres pasionales, victimas del tiempo que les ha tocado vivir.

-              Esta mujer cada vez me cae mejor. Desde luego el juego promete. –Dijo mi abuela-. ¿Nos animamos a jugar?

-              Por mí sí, yo hasta después de comer que abra el pub no tengo otra cosa de hacer. –Dijo Paula-.

-              Ya veo que no te ha costado integrarte. –Le dije a Paula riéndome-.

-              Pues alégrate. –Me dijo mi abuela-.

-              Venga abuelo, tú y yo las hemos recogido de la playa y las traemos atadas a presentarlas al consejo de mujeres, para que se encarguen de ellas. -Le dije levantándome de la silla-.

-              Cuídamela. –Me dijo Paula acariciándome la polla-.

-              Esperad un momento, que voy a ir por un poco de atrezo. –Dijo mi abuela levantándose y entrando en la casa-.

-              A ver qué se le ha ocurrido a mi mujer. –Dijo mi abuelo-.

-              Eran de mi abuela y creí que no les iba a dar nunca utilidad. –Dijo mi abuela al volver trayendo unas ropas blancas y unos cordones de color morado-. Toma esto para ti y esto para ti. –Dijo pasándoles las ropas blancas que había traído a Nancy y a su madre-.

A Nancy le había dado una enagua banca que se cogía a la cintura con una cinta y a su madre una especie de combinación blanca de algodón con tirantas.

-              Las damas victorianas deben llevar algo encima, por mucho que hayan naufragado. Tomad estos cordones para que las atéis. –Dijo mi abuela pasándonos los cordones morados-. Id los cuatro dentro y salís cuando estéis listos, mientras Paula y yo formaremos el consejo de mujeres.

Entramos los cuatro en la casa como había dicho mi abuela. Antes de ponerse la combinación Mónica besó a mi abuelo, que la abrazó por el culo. Ambas se pusieron lo que les había dado mi abuela y la cosa ganó mucho morbo. Parecían sacadas de una película de época ambientada a finales del siglo XIX.

-              ¿Qué tal? –Preguntó Mónica-.

-              Muy bien, estáis muy atractivas –le contestamos mi abuelo y yo-.

Mónica estaba especialmente atractiva. Sus grandes tetas formaban un buen canal debajo de aquella especie de combinación, más bien ceñida hasta la cintura y con mucho vuelo en la enagua. Nancy también estaba bastante atractiva con sus tetas fuera y las enaguas a la cadera. Les atamos las manos a la espalda con los cordones y salimos hacia el patio. Sentadas una al lado de la otra, mi abuela y Paula se estaban besando en la boca cuando cruzamos la puerta.

-              ¡A ver qué consejo de mujeres es este! –Dijo mi abuelo riéndose-.

Me quedé un poco parado al ver a las dos besándose en la boca. Eran dos de las mujeres más importantes para mí, además de mi madre. Por un lado, me chocaba que casi sin conocerse estuvieran intimando así, pero por otro, me gustaba que hubieran congeniado y que Paula se hubiera liberado. Lo entendí como la manera en que mi abuela le daba la bienvenida a la familia. En otras familias igual hubiera bastado un abrazo o una cogida de manos, pero en la mía, las cosas siempre eran más sexuales. Ambas se separaron y nos miraron a los cuatro que acabábamos de llegar al patio.

-              ¿Madre, los hombres tienen todos esas cosas tan grandes entre las piernas? –Preguntó Nancy con cara de inocencia-.

-              No hija, los de este pueblo parecen estar más dotados que los blancos.

-              ¿Papá la tenía así?

-              Ya me hubiera gustado a mí que la hubiera tenido así, la tenía bastante pequeña.

-              ¿Tú crees que los hombres con que nos íbamos a casar la tendrían así?

-              No creo hija. Pienso que para nuestra desgracia tendríamos que habernos conformado con bastante menos.

-              ¿Quiénes son estas dos mujeres? –Preguntó mi abuela-.

-              Las hemos encontrado en la playa, estaban medio inconscientes. Cuando nos han visto se han aterrorizado, han salido huyendo y por eso las hemos tenido que atar. –Le contestó mi abuelo-.

-              ¿Qué se decían entre ellas? –Preguntó Paula-.

-              No lo sabemos, no entendemos su lengua. –Le contesté-.

-              Pues por como os miraban, yo creo que estaban hablando de vuestros miembros. –Dijo mi abuela-.

Mónica, que estaba delante de mi abuelo, echó sus manos hacia atrás para cogerle la polla.

-              Ves lo que os decía, estas mujeres blancas quieren sexo con vosotros. –Dijo mi abuela-.

-              Son muy pálidas. –Objetó mi abuelo-.

-              No protestes, que con mujeres menos atractivas de la tribu has follado y bastante.

Mi abuela se levantó y se dirigió hacia nosotros. Se paró delante de Nancy, le cogió la mandíbula con la mano para que abriera la boca, metiéndole dos dedos de manera muy provocativa, luego llevó sus dos manos a las tetas de Nancy, se las palpó, se las levantó y luego las dejó caer. Después cogió la enagua y se la levantó para mirarle y tocarle el chocho.

-              Esta está sana. –Dijo cuando terminó su examen-. Paula examina tú a la otra.

Paula se levantó y también se vino hacia nosotros, estaba preciosa. Le cogió el pelo a Mónica y tiró de él hacia atrás, hasta que levantó la cabeza, abrió la boca y Paula le metió la lengua. Luego le bajó las tirantas del camisón, que resbaló hasta dejar sus tetas fuera. Las cogió con ambas manos y le lamió los pezones que se endurecieron inmediatamente. Por último  le levantó el faldón y miró el carnoso chocho de Mónica.

-              ¿A mí no me lo vas a tocar? –Le dijo Mónica cuando Paula dejó caer el faldón-.

-              Luego, ahora déjame a mí a estas dos y prepara a nuestros hombres para todas. –Le dijo mi  abuela a Paula-.

Mi abuela las cogió a las dos hasta dejarlas en medio del patio, luego cogió la manguera y las fue rociando de agua con ella. La escena estaba llena de erotismo. Sus ropas se fueron mojando, pegándoseles al cuerpo. Paula empezó a besarme mientras cogía las pollas de mi abuelo y mía y empezaba a hacernos una suave paja, mientras mi abuelo le acariciaba suavemente el culo. Mi abuela terminó de echarles agua y las llevó a dos de las sillas para que se pusieran de rodillas sobre el asiento mirando al respaldo, con los brazos atados todavía. Les subió a las dos las enaguas, dejando sus culos desnudos en pompa. Mi abuelo y yo ya estábamos los dos empalmados y Paula nos condujo hasta las dos damas victorianas, dejándonos a mi pegado al culo de Nancy y a mi  abuelo al de su madre.

-              ¿Os apetece follaros a estas dos extranjeras? –Dijo mi abuela-.

-              Lo que tú dispongas. –Le contesté, mientras mi abuelo había encajado la polla entre las carnosas nalgas de Mónica-.

Mi abuela me cogió la polla, lo que me produjo un calambrazo en el cuerpo, la puso a la entrada del chocho de Nancy y me dijo:

-              Fóllatela, lo está deseando.

Cogí a Nancy por la cadera y se la metí entera de un golpe.

-              Mother, how good!

Luego cogió la polla de mi abuelo e hizo lo mismo con Mónica, que no tardó un segundo en ser penetrada hasta el fondo.

-              ¡Aaaaaagggg! –Exclamó Mónica al sentirla dentro-.

Paula se puso delante de Mónica, se abrió el chocho y Mónica empezó a comérselo. Mi abuela se puso a mi espalda y me iba marcando el ritmo del bombeo con sus manos agarradas a mis caderas.

-              ¿Carlos, sientes el placer que le estás dando? –Me dijo-.

-              Sí abuela, lo siento en toda ella.

Nancy gemía con cada embestida y movía la cabeza de arriba abajo.

-              No dejes nunca de hacerlo, todas las mujeres lo necesitamos y tú también.

Veía la cara de Paula que tenía los ojos cerrados disfrutando de la comida de coño que Mónica le estaba haciendo, mientras mi abuelo no paraba de bombear dentro de ella. Mi abuela paso sus brazos hasta coger a Nancy por las caderas y tirar de ella mientras me empujaba a mí. Noté que Nancy se iba a correr.

-              Yes, Yes, Yes, follow, follow!

Nancy se corrió segregando tantos jugos, que con mis embestidas le salían del chocho a chorros. Mónica, al escuchar y ver como se corría su hija, empezó también a correrse gritando:

-              Daughter, daughter, daughter, thanks for your notice!

Mi abuelo le sacó la polla, cogió a mi abuela, la sentó en la mesa y empezó a follársela. Paula se vino hacia mí, me dio un beso en la boca, me llevó también a la mesa, se sentó al lado de mi abuela y me dijo, levantado mucho las piernas:

-              Quiero que me folles, como si no hubiera un mañana.

La agarré por las caderas y se la metí hasta el fondo.

-              ¡Fóllame Carlos, fóllame, más fuerte, así, no pares! –Me gritaba Paula mientras yo bombeaba cada vez más rápido dentro de ella. Sus gritos me estaban poniendo a mil-.

-              No voy a tardar en correrme. –Le dije-.

-              Deja que me corra primero y no te corras dentro.

-              Complicado me lo pones.

-              ¡Ya, ya, ya, síiiii, sigue, sigue…! –Me pidió Paula al correrse-.

No pude más, se la saqué y me corrí desde su vientre hasta sus tetas. Poco después se corrieron mis abuelos. Paula se incorporó, me abrazó y me dijo al oído.

-              Carlos me ha encantado, creo que soy tan viciosa como tu familia.

-              No pierdas a esta chica, Carlos, te hará muy feliz. –Dijo mi abuela-.

-              No la voy a perder. –Le contesté-. ¿Vamos a la ducha? –Le dije a Paula-.

-              Sí, falta nos hace.

En el dormitorio miré el móvil. Tenía un mensaje de mi prima Luisa.

“Nos hemos enterado por tu madre que estás con Paula. Veniros a comer a casa de la tía Julia, estamos las cuatro aquí y tenemos una sorpresa.”

-              Mi prima Luisa dice que comamos con ellas en casa de mi tía Julia. –Le dije a Paula-.

-              Eso suena de maravilla. –Me contestó dándome un beso-.

-              ¿De maravilla para qué?

-              Para qué va a ser, para otro folleteo.

-              Dios, creo que he criado a un monstruo.

Nos duchamos, nos vestimos, nos despedimos de mis abuelos y de las americanas y no fuimos para la casa de mi tía Julia. Llamamos a la puerta cuando era más o menos las doce de la mañana. Nos abrió mi prima Julia en sujetador y tanga. Le dio un abrazo a Paula y un beso a mí.

-              Me da mucha alegría verte, ya nos hemos enterado que estás trabajando en el pub. –Le dijo Julia  cuando la abrazó-.

-              Cosas de la vida, terminar trabajando en vuestro pueblo. Oye que monería de ropa interior.

-              Hemos estado en la corsetería de Clara y hemos arrasado con aquello. –Me dijo Julia-.

-              No sé para qué, si luego casi no os ponéis ropa interior. –Le contesté-.

-              Carlos, llevábamos no sé cuánto tiempo sin comprarnos nada y habiendo una tienda nueva, pues teníamos que ir.

Llegó mi prima Luisa también en sujetador y tanga y se abrazó también con Paula.

-              Anda, ve a ver la sorpresa que tenemos en el bajo. –Me dijo mi prima Luisa-. Paula, tú vente con nosotras que tienes que ver y probarte  las cosas tan bonitas y tan guarras que nos hemos comprado.

Se fueron las tres a la planta de arriba y yo me dirigí a los bajos de la casa, que estaban sin rehabilitar, recordando justo la noche antes del confinamiento, cuando Cristina, Sonia y yo habíamos asaltado a mi tía Julia, a instancias de su hija mayor. Al entrar en la antigua sala de matanza vi por detrás la cabeza de una persona que estaba sentada en una silla. Me acerqué y era Javier desnudo y atado a la silla.

-              ¿Pero tú qué haces aquí? –Le pregunté-.

-              Tus primas que se han confundido.

-              ¿Qué se han confundido con qué?

-              Verás, ya te dije que yo quería quedarme en Sevilla con Patro, pero mis  padres me dijeron ayer que o me presentaba hoy o me olvidase de seguir viviendo en Sevilla, al menos a costa suya. Esta mañana he cogido el autobús y yendo para casa de mis padres, he visto que habían abierto una corsetería en la peluquería de tu suegra y a tus primas saliendo de ella cargadas de bolsas. Me he querido acercar a ellas para saludarlas, pero andaban tan de prisa que no he podido alcanzarlas, pero si alcancé a escucharlas decir que, en cuanto llegaran a casa, se iban a probar toda la ropa que habían comprado.

-              Javier, que te estoy viendo venir.

-              Espera y no seas malpensado. En mi voluntad de saludarlas y cómo ya habían entrado en la casa, he trepado por unos de los cierres, sin ninguna mala intención,…

-              ¿No podías llamar a la puerta?

-              Yo que sé, son cosas tontas que se piensan sin mala intención. Subido al cierre he visto que estaban casi desnudas en el salón, probándose los sujetadores, los tanguitas, los bodis, los ligueros,…

-              Pues te has fijado tú bien en lo que habían comprado, para sólo querer saludarlas.

-              Créeme. Lo que pasa es que encaramado al cierre me he dado cuenta que tenía la portañuela abierta y el nabo fuera. Queriendo recogérmelo, he soltado una mano y me he caído al suelo. No te puedes imaginar el porretazo que me he dado, coño que me he quedado medio inconsciente.

-              ¡Joder Javier eres incorregible, te vas a poner a hacerte un pajote subido al cierre espiando a mis primas!

-              ¡Que no Carlos, que no es eso! Eso es lo que ellas se han creído cuando me han visto en el suelo con el nabo fuera. Como estaba medio alelado con el golpe, me han metido entre todas en la casa, me han desnudado y me han atado a la silla esta.

-              ¡Desde luego es lo menos que podían hacerte!

-              Es que hay más, cuando ya estaba medio despejándome, tu prima Julia me ha puesto esto.

Abrió las piernas y tenía el nabo metido en una especie de jaula de plástico transparente que se cerraba con un aro que le cogía también los huevos, en el que había un pequeño candado. Cuando lo vi, empecé a reírme y no pude parar hasta pasados unos minutos.

-              ¡Coño que no es para reírse, no te puedes imaginar lo que duele! ¿De qué tendrían tus primas esto?

-              ¡Yo qué sé! Si no fueras tan tonto sería para matarte.

-              Es que además las muy hijas de la gran puta se pasean en ropa interior por delante de mí y, claro, pues yo reacciono y como no puedo empalmarme me duele lo más grande. Carlos, de verdad, créeme que es como te lo he contado. Anda suéltame.

-              Ni lo sueñes, lo más que puedo hacer es interceder por ti. Si mis primas te han pillado, son ellas las que te tienen que perdonar. Voy a ver qué me dicen.

Dejé a Javier atado y sin poder dejar de reírme subí a la planta alta. La puerta del salón estaba entornada, llamé con los nudillos.

-              ¡Carlos, ahora vas a llamar, tu eres tonto del culo! –Me contestó mi prima Luisa entre las risas de todas-.

Entré, unas estaban desnudas, otras con tanga o sujetador y Paula con un bodi que le sentaba de maravilla.

-              ¿Te ha gustado la sorpresa? –Me preguntó mi prima Julia-.

-              Sois malas con él. Me ha dicho que sólo quería saludaros y que se le salió el nabo sin querer… -No pude seguir porque me partía de la risa-.

-              ¿Se le salió el nabo sin querer? Se podrá ser babas, subirse al cierre para espiarnos probándonos la ropa interior, ya está bien. Pero empezar a hacerse un pajote, caerse y no matarse de milagro, ya sí que no tiene arreglo. –Me contestó Luisa riéndose también-.

-              Vale con que lo tengáis atado, pero el artilugio del nabo ya es mala leche. Por cierto, ¿de quién es?

-              Mío, lo compré para un ligue masoca que tenía. –Contestó mi prima Julia-.

-              No me cuentes para qué, por favor. –Le dije-.

-              Tú ya sabes mi parafilia, así que te lo puedes imaginar.

-              ¿De qué habláis? –Preguntó Paula-.

-              De un prenda amigo del primo que es un babas. –Le contestó Luisa-.

-              El chaval no es mala persona, lo que pasa es que no se le ocurre nada bueno.

-              Paula, el primo dice que no es mala persona, pero si te contamos las cosas que le pasan, no te las crees. ¿O no te acuerdas de lo del anillo y la crema para alargarse el nabo?

-              O de las barbaridades que le escribió a Antonia.

-              O lo del “calentómetro”

-              O lo del pajote en el aseo de mujeres y la alcaldesa.

-              O lo último de hacerse pajas en el portal de casa.

-              O lo del aceite lubricante mineral en el nabo.

No sabía cómo mis primas se habían enterado de muchas de esas cosas, porque yo hacía tiempo que había decidido no contarles las desgracias de Javier. Paula las miraba cada vez con mayor cara de asombro, sin entender la mayor parte de las cosas de que se estaban acordando mis primas.

-              Vale, es un poco descerebrado, pero lo del nabo es cruel.

-              ¿Qué es lo del nabo? –Preguntó Paula-.

-              Baja y lo ves, pero baja así con el bodi, que se joda. –Le contestó Luisa-.

-              Ya me pica la curiosidad, ¿me acompañas? –Me preguntó Paula-.

-              Pobre hombre, anda sí. –Le contesté-.

Por la escalera, Paula me dijo:

-              Tus primas son divertidísimas.

-              Tienen sus ratos, pero la verdad es que las quiero mucho a las cuatro.

-              ¿Qué es eso de la parafilia de tu prima Julia?

-              Julia es exhibicionista. Le gusta hacerse pajas mientras la miran.

Guié a Paula hasta donde estaba Javier atado a la silla. Paula estaba preciosa.

-              ¿Has conseguido algo? –Preguntó al oír mis pasos-.

-              La cosa está difícil.

-              ¿Entonces a qué vienes? Sigue insistiendo.

-              Vengo a presentarte a mi amiga Paula.

-              ¿Tú crees que yo estoy para presentaciones?

Paula se adelantó y se puso frente a él.

-              ¿No quieres conocerme? –Le dijo-.

-              Encantado, pero te importaría ponerte detrás de mí. ¡Carlos eres un hijo de la gran puta! Sé que te debo lo de Patro, pero esto no se le hace a un amigo.

-              ¿Pero criatura que te han puesto? –Le preguntó Paula mirándole la entrepierna-.

-              Paula de verdad, encantado, aunque no me explico que haces con Carlos con ese bodi del demonio puesto, pero por favor, quítate de mi vista. ¡Ay, ay, cómo me duele!

-              ¿Qué te duele ahora? –Le pregunté-.

-              ¡Qué va a ser coño, la polla! No te he dicho que no me puedo empalmar con la cosa esta y tú te traes a esta preciosidad con esa indecencia puesta. Por favor, Carlos, sube y ruégales a tus primas que se apiaden de mí.

-              Javier, yo creo que lo mejor es que les pidas perdón, por mirón y por pajillero.

-              ¡Que no, coño, que ha sido como yo te lo he contado!

-              Bueno, tú piénsatelo. ¿Paula, vamos para arriba?

-              Sí, porque tu amigo no me quiere mirar.

Dejamos a Javier. Por la escalera me dijo Paula:

-              Hay que ver cómo han puesto tus primas al pobre hombre.

-              No creas que no se lo merece, por lo menos por un rato.

Cuando llegamos al salón mis primas no estaban. Escuchamos sus voces en el dormitorio de mi tía Julia, fuimos hacia allí, estaban las cuatro desnudas sentadas en la enorme bañera del baño de la habitación.

-              ¿Qué hacéis? –Les pregunté-.

-              Teníamos calor y estábamos pensando en jugar a algo aquí en la bañera, pero no se nos ocurre a qué. –Contestó mi prima María-.

-              Yo sé un juego que es muy divertido. –Les dije pensando en el que habíamos jugado en la terraza con Rosa, Yasmine, Azucena y mi abuelo-.

-              Son cuentos encadenados y tenemos que jugar todos.

-              Explícate –me dijo Julia-.

-              Uno empieza un relato guarro, cuenta como un capítulo del relato con él como protagonista y al final del capítulo, le da el pie a otro, que tiene que continuarlo.

-              Parece divertido. –Dijo mi prima Vero-.

-              Pues empiezas tú, por hablar. –Le dijo su hermana Luisa-.

-              Mientras te lo piensas, voy por unas cervezas. –Les dije-.

Fui a la cocina y cogí unas latas del frigorífico. Cuando volví al baño, Paula estaba desnuda sentada en la bañera junto a mis primas. Me quedé parado contemplando a semejantes cinco bellezas desnudas. Desde luego era un tío con mucha suerte en la vida.

-              Venga Carlos desnúdate y ven a sentarte con nosotras. –Me dijo Paula-.

Me desnudé tras pasarles las cervezas y me senté con ellas, ya con la polla morcillona.

-              Dale Vero. –Dijo Julia-.

-              El año pasado, mi primer año en Sevilla, hice mucha amistad con Paula, una chica hija única que vivía con su padre divorciado, ya que con su madre se llevaba muy mal. Pasábamos muchas tardes estudiando en su casa junto con María, otra compañera de clase. Paula  hablaba mucho de su padre. Llegué a la conclusión de que tenía un complejo de Electra de mucho cuidado. Su padre normalmente no estaba en su casa, pero tanto lo ponderaba Paula, que sin conocerlo empecé a sentirme atraída por él. Un día Paula nos enseñó unas fotos en las que estaba con su padre en la playa y la verdad es que el tío estaba cañón. Unos cuarenta y cinco años, pelo canoso, bastante guapo, un cuerpo cuidado sin excesos y un paquetón debajo del bañador que llamaba la atención.

-              No te podías haber fijado en los ojos. –Le dijo María-.

-              Podía, pero me fijé en el paquete. Mi mente calenturienta empezó a imaginar que ese pedazo de hombre y yo teníamos un romance, vamos un folleteo y me ponía como una moto sólo de pensarlo. Un día Paula nos  invitó a María y a mí a pasar un fin de semana con ella y su padre en la playa, pero en el último momento María y ella no podían ir porque tenían que entregar un trabajo de la facultad el lunes. Paula me pidió que fuera sola con su padre, que estaba muy triste tras el divorcio y no quería que estuviera solo.

-              ¡Pobrecita, un fin de semana con un maduro triste y divorciado! Habría que ver cómo se te puso el chocho cuando te enteraste. –Le dijo su hermana-.

-              Pues como se te hubiera puesto a ti. –Le contestó Vero y nos reímos todos de su deparpajo-. Él me recogió el viernes a mediodía al salir de la facultad, comimos por el camino. Era un buen conversador, bastante divertido y en la realidad estaba todavía mejor que en las fotos. Se me fue derritiendo el chocho por el camino y cuando llegamos al apartamento, yo ya me había prometido que me lo tenía que follar ese fin de semana, sí o sí. Me acomodé en la habitación de Paula, que tenía la puerta enfrentada a la suya. Mientras sacaba las cosas de la mochila, lo vi como se cambiaba de ropa de espaldas y se ponía el bañador. Tenía un culo como para estárselo comiendo durante todo el fin de semana.

-              ¿Y no pensaste en endiñarle con la polla falsa? –Le preguntó María-.

-              Claro que lo pensé, tanto que decidí comprármela en ese mismo momento. La parafilia ya la tenía, lo que no tenía todavía era el arnés. Me había llevado dos o tres biquinis y opté por ponerme el más indecente de todos, más o menos como el de Antonia del otro día.

-              No me recuerdes la historia del biquini de Antonia, que todavía me cabreo. –Le dijo Luisa-.

-              Como ya era tarde decidimos bajar a la piscina, en vez de a la playa. Él se quitó la camiseta y yo me quedé prendada de sus pectorales. Esperé a que se sentara en una tumbona para quitarme el short y la camiseta que llevaba, luciéndome bien delante de él. Noté que el paquete empezó a crecerle, dijo que iba a darse un baño, supuse que para disimular la erección. Ni corta ni perezosa me fui también a la piscina, que estaba solitaria en ese momento, y empecé a zorrearle de mala manera con la excusa de jugar a la pelota. Varias veces le pegué las tetas a la espalda y otras, saltando para coger la pelotita, procuré que se me salieran las tetas del biquini, para luego recogérmela mientras él me miraba.

-              ¡Qué tarde tan mala debió pasar el pobre hombre! –Le dije-.

-              O tan buena, vete tú a saber. Al salir de la piscina, él con un buen bulto en el bañador y yo sin parar de ajustarme las tetas en el biquini, le dije que nos hiciéramos unas fotos para mandárselas a Paula. Mientras sacaba varias fotos, le zorreé también todo lo que pude. Una de las fotos me la hice con una teta fuera. Le pedí el número de teléfono para enviarle alguna de las fotos y le envié justo la de la teta fuera. ¿Queréis ver la foto?

Vero trasteó en el móvil y nos enseñó una foto que coincidía con la que nos había contado. Estaba cogiendo por la cintura a un hombre que coincidía con la descripción que había hecho del padre de Paula. El biquini era casi tan pequeño como el de Antonia y una de sus  tetas estaba fuera de las tiritas del top. Estaba para comérsela.

-              ¡Pedazo de guarra, la historia es cierta! –Le dijo Julia-.

-              Es posible.

-              ¿Qué te has tirado a este maromo? –Le preguntó su hermana-.

-              Déjame que siga con la historia y te enterarás. A Paula le envié otra con las tetas recogidas, lo poquito que permitía el biquini. Con la foto le envié a Paula el siguiente mensaje: “Estamos pasándolo muy bien tu padre y yo solos”. No tardó ni un minuto en contestarme: “Eres una guarra y un putón. Deja a mi padre en paz.” Evidentemente, no sólo no le contesté, sino que apagué el móvil, mientras él miraba embobado, tocándose el paquete,  la foto que yo le había mandado. Anocheciendo subimos al apartamento para ducharnos y salir a cenar algo. Él me dijo que me duchara primero, cosa que hice con la puerta medio abierta, por si él tenía la curiosidad de verme en pelotas.

-              Desde luego Vero estás cada día más puta. –Le dijo María-.

-              Eso es complicado, porque es difícil serlo todavía más que ya lo soy ahora. Desconozco si me miró o no me miró en la ducha, pero a mí me subió todavía más el calentón que tenía. Cuando salí del baño envuelta en una toalla mínima, que no podía taparme el chocho y el culo, fui a avisarlo al salón para que me viera bien y luego volví a mi dormitorio, me quité la toalla y dejé la puerta entreabierta porque él tenía que pasar por delante. Al ir a ponerme algo de aceite corporal, reparé en que se me había olvidado. Busqué en la habitación por si Paula se había dejado algún bote, pero en lugar de un bote de aceite, me encontré en el fondo de un cajón una revista guarra de tíos con unos pollones descomunales y un consolador tremendo de grande. ¡Joder con Paula la calentura se gasta! Pensé.

-              Cuéntanos que había en la revista que guardaba Paula. –Le dijo Julia-.

-              La revista era antigua, debía tener ya sus buenos quince o veinte años. Lo primero que me llamó la atención es que estaba muy manoseada. Era de formato pequeño y debía ser para público bisexual, porque por dentro estaba llena de fotos de tíos empalmados con unas pollas enormes, que se follaban a unas tías maduras con las tetas muy grandes o le daban por el culo a otros tíos con aspecto muy afeminado. ¿No era así Paula?

-              Sí, así era. La revista se la había cogido a mi madre de uno de sus cajones, no sé si ella y mi padre la utilizaban para animarse o sólo lo hacía mi madre cuando se quedaba sola en casa. El consolador sí era mío, lo había comprado por internet para intentar bajarme los calentones que me daban. –Le contestó Paula-.

-              Me puse una minifalda escandalosa con un tanga mínimo y una camiseta de tirantes, sin sujetador, para salir a cenar. Durante la cena, además de mucho manoseo de brazos y muchos ojitos, me levanté un par de veces para que pudiera verme bien, incluso me incliné para recoger alguna cosa del suelo, enseñándole bien mi culo con el tanga de hilo.

-              Desde luego, pobre hombre. –Dijo Luisa, que estaba embaucada con el relato de su hermana-.

-              Ya no estaba tan conversador ni tan divertido como durante la comida. Yo notaba como constantemente se tocaba el paquete bajo la mesa. Volvimos al apartamento y él me dijo que se iba a acostar, que estaba muy cansado. Yo le dije que me iba a quedar un rato viendo la tele, pero que no tardaría en acostarme. Antes de que se fuera a su dormitorio, comenté el calor que hacía y que era una noche para dormir desnuda. Al pobre se le cambió la cara y volvió a tocarse el bulto de su entrepierna. No mucho después apagué la tele y me fui a la cama. En su dormitorio estaba la luz de la mesilla encendida y se había quedado dormido desnudo sobre las sábanas, con un pollón de mucho cuidado, mejorando lo presente.

-              ¿Qué hiciste cuando lo viste así? –Le preguntó María-.

-              Dudé si despertarlo comiéndole la polla o hacerme un pajote mirándolo. Lo primero me apetecía enormemente, pero no quería dar el primer paso, quería que lo diese él, no por nada, sino por tenerlo  más dominado. Total que cogí el consolador de Paula, me volví a su dormitorio y me partí el coño, mirándolo desde la puerta. Ya más relajada me acosté desnuda como le había dicho, dejando la puerta entreabierta lo suficiente como para que pudiera verme y el consolador sobre la mesilla de noche, bien a la vista. Antes de dormirme escuché abrirse y cerrarse la puerta del baño y luego una respiración agitada desde la puerta de mi habitación, estaba segura de que se estaba haciendo una paja mirándome, como yo me la había hecho antes contemplando su pollón. Después escuché que cerraba la puerta de su habitación y me quedé dormida, pensando que se la tenía que haber comido en lugar de romperme el coño con el consolador.

-              Vero me estás calentando de mala manera. –Le dio María-.

-              Pues tómatelo con tranquilidad que quedan muchas historias. Me despertó el ruido de la ducha, tenía que estar duchándose con la puerta abierta. Me levanté, la puerta de mi habitación estaba más abierta de lo que yo la había dejado, miré y la puerta del baño estaba bastante abierta. Pensé que quería jugar a lo mismo que yo por la noche. Me acerqué al baño y miré sin tocar la puerta. Estaba bajo el agua de la ducha haciéndose un pajote de mucho cuidado. Tenía la polla como un palo y su mano se movía a una velocidad endiablada. Creí que era el momento de entrar en el baño haciéndome la despistada, pero justo cuando iba a hacerlo el tío se corrió con unos chorros tan fuertes que se estrellaron contra la mampara.

-              Vero, dos oportunidades perdidas y no está la vida para eso, más cuando el tío está como un queso. –Le dijo Julia-.

Me hacía gracia como mis primas hablaban de los hombres, exactamente igual que muchos hombres hablan de las mujeres.

-              Desayunamos en la terraza del apartamento, yo sólo con el biquini del día anterior. Al terminar escuchamos ruidos de sillas en la terraza de al lado y él comentó con mucha alegría que debía haber llegado la vecina. Se levantó y se asomó a la otra terraza. Hola Julia, qué bien que te hayas decidido por fin a venir, le dijo. Escuché una voz de mujer que me resultó conocida, que decía: Estábamos dudosas, pero ha amanecido un día tan bueno, que nos ha dado pena perdérnoslo. Empecé a mosquearme pero inmediatamente escuché otra voz conocida que decía: Hola Pablo, cuánto tiempo sin verte. Eran mi tía Julia y mi prima Julita. Julia ahora sigues tú.

-              Muy bien –exclamó Paula aplaudiendo-. Me encanta el juego.

-              Primo, por una vez has acertado. El juego puede ser de lo más caliente y divertido. –Me dijo Luisa-.

-              ¿Cuándo dices que lo jugaste? –Me preguntó María-.

-              En la terraza del edificio la otra noche, antes de que llegara la americana, con Yasmine, su concuñada y Rosa, la inventora del juego.

-              Pues vaya tarde noche que os pasasteis tu abuelo y tú. –Sentenció Luisa-. Venga Julia, a ver si eres capaz de superar a Vero.

-              Hacía varios años que no iba con mi madre al apartamento de la playa. Al principio no me apetecía a mí y luego, una vez divorciada, mi madre no me lo proponía casi nunca. Iba a pasar el fin de semana con mi madre en su casa, pero el sábado amaneció un día tan estupendo, que las dos pensamos en ir a tomar el sol al apartamento. De camino me acordé de los vecinos del apartamento, una pareja con una hija algunos años menor que yo. Le pregunté a mi madre por ellos, me contó que también se habían divorciado, que el apartamento se lo había quedado él y que algunas veces coincidían solos y comían o cenaban juntos. ¡Qué lista mi madre! Pensé, porque el vecino estaba bueno hasta decir basta.

-              ¿Tú también te habías fijado en su paquete como Vero? –Le preguntó su hermana-.

-              Estás tú un poco pesada con lo del paquete. Claro que me había fijado ¿o es que tú no te fijas en el paquete de los tíos? Me encanta ver un tío en bañador y observar el bulto que le hace la polla, sobre todo si el bulto es grande. Cuando llegamos al apartamento, salimos a la terraza para ordenar los muebles y oímos como el vecino le daba la bienvenida a mi madre y ambas le contestamos, alegrándonos también de su presencia. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando vimos aparecer también la cabeza y el torso de Vero, mi prima la pequeña, con un microbiquini del que se le escapaban las tetas. Hola Vero, ¿pero qué haces tú aquí? Le preguntamos. ¿Os conocéis? Dijo Pablo extrañado. Claro, es mi sobrina Vero, hija de mi hermana Marisa. Es también compañera de facultad de Paula. Iban a venir tres amigas, pero al final Paula y la otra han tenido que quedarse en Sevilla para terminar un trabajo, contestó Pablo. Miré a mi prima, tenía una cara de fastidio y de golfa que echaba para atrás.

-              Vamos que tú tienes cara de santa. –Le contestó Vero-.

-              Pablo nos dijo que pasásemos a su terraza a tomar un café con ellos. Aceptamos y al momento nos abrió la puerta del apartamento. Me sorprendí cuando él y mi madre se saludaron de una forma que no era propia de vecinos de la playa, sino de algo más. Pablo nos dijo que pasáramos a la terraza, mientras él preparaba el café. Tras besar a Vero, que llevaba un biquini más propio de una revista guarra que de invitada con el padre de una amiga, nos sentamos juntas, dejando que mi madre se sentara junto al vecino. Le has estado zorreando todo lo que has podido, ¿verdad? Le pregunté en voz baja. Y un poquito más, me contestó con mucho descaro. La verdad es que está como un queso curado: maduro, sabroso y picante, le confesé a Vero. ¿Te lo has follado ya? Le pregunté. No, creía que tendría más tiempo y sólo he estado poniéndolo a hervir. Pues me parece a mí que has perdido tu oportunidad, le dije viendo como mi madre y él se comían con los ojos.

-              No, si al final ni para ti ni para mí. –Le dijo Vero-.

-              Cuando terminamos el café, mi madre nos propuso que bajáramos mi prima y yo a la piscina, mientras ella se ponía al día con Pablo y preparaba el apartamento. Pensé que ahora a follar le llamaban ponerse al día. Aceptamos a regañadientes. Coge la llave, le dije a Vero. ¿Qué tienes en la cabeza? Me preguntó. Tú coge la llave. Fuimos a mi apartamento para ponerme el biquini. ¿Tú crees que tu madre se lo beneficia? A mí me da toda la impresión de que sí, le contesté.

-              ¿A quién me beneficio yo? –Dijo mi tía Julia entrando en el baño-.

-              ¡Mamá, que alegría! –Dijeron Julia y María-.

-              ¡Qué bien os lo pasáis las primas y primos juntos!

Mientras se besaban entre ellas, Paula me preguntó:

-              ¿A tu tía le da igual que estemos todos en pelotas en su bañera?

-              Igual no le da, a ella le gusta que los primos estemos así. –Le contesté a Paula-.

-              ¡Qué familia más particular! –Dijo ella levantando una ceja-.

-              ¿Cómo está mi padre? –Le pregunté a mi tía al darle dos besos-.

-              Mejor, ya le ha bajado la fiebre. A Marisa y a mí nos han hecho el test, hemos dado negativo, y nos han dejado salir mandándonos a cada una a su casa.

-              Nosotras nos vamos a casa a ver a nuestra madre. –Dijeron Luisa y Vero-.

Antes de salir del baño Luisa se volvió un momento para decirnos:

-              Seguid jugando vosotros que es muy divertido. Si puedo luego me paso, así que reservarme el turno.

-              ¿Quién es el chaval que tenéis atado abajo? –Preguntó mi tía, como si eso fuera una cosa normal-.

-              Un tío babas amigo del primo Carlos, que nos ha estado espiando. –Le contestó su hija Julia-.

-              Pobre chaval. ¿Qué hacíais todos desnudos en la bañera? Por cierto, yo soy Julia, hermana de la madre de Carlos y madre de Julita y María. –Le dijo a Paula cuando reparó en ella, dándole dos besos-.

-              Ella es Paula, una amiga y compañera de facultad. –Le dije a mi tía-.

-              Jugando a los relatos encadenados, es muy divertido. Siéntate con nosotros, mamá. –Le dijo mi prima Julia-.

-              ¿Cómo es?

-              Tú siéntate, escucha y lo sabrás.

Mi tía comenzó a desnudarse, mientras su hija retomaba el relato.

-              Tú te vas a beneficiar a un vecino del apartamento de la playa, que está buenísimo y nos tiene también a Vero y a mí, bien calentitas.

-              Ah pues muy bien, me encanta quitarles los hombres a mis hijas. –Dijo mi tía Julia sentándose ya desnuda junto a mí-.

Mi tía parecía bastante más animada que antes del confinamiento, imaginé que por la convivencia con sus hermanas y por lo que mi padre hubiera puesto de su parte.

-              Cuando me puse el biquini salimos a la terraza y me asomé por ver si mi madre y Pablo seguían allí. Ya no estaban. ¿Dónde estarán? Me preguntó Vero. Follando Vero, follando, que pareces tonta, y nosotras dos mirando al tendido, le contesté. Vamos a espiarlos, le dije luego. Con la llave de Vero abrimos silenciosamente el apartamento y salimos a la terraza, la habitación principal daba también a ella. Descalzas para no hacer ruido llegamos hasta la puerta de cristales de la habitación que daba a la terraza. Me asomé yo primero. Pablo le había atado los brazos a mi madre por la espalda y la tenía de rodillas en el suelo comiéndole el pollón.

-              Gracias hija, que suerte la mía. ¿Cómo la tenía?

-              Grande y bastante gorda, un tipo a la del primo, aunque no tanto.

-              ¿Esto se puede representar a la misma vez? –Preguntó mi tía-.

-              Si quieres, ¿por qué no? –Le contestó mi prima Julia mirándome, por si yo tenía algo que decir-.

-              Claro que quiero. Carlos tráete alguna de las cuerdas que hay en el armario y me atas. –Me dijo mi tía-.

Fui al armario y en efecto había varias cuerdas, cogí una de ellas y regresé al baño. Todos, menos Paula, sabíamos la faceta masoquista de mi tía Julia. Había echado unas toallas al suelo y estaba de rodillas sobre ellas con los brazos a la espalda. Yo estaba ya más que medio empalmado. Me puse detrás de ella en cuclillas y le até las muñecas.

-              Pablo la tenía cogida por la cabeza y ella con la boca y los ojos muy abiertos recibía los embates de su polla. Necesitaba esto, Pablo, le decía mi madre de vez en cuando, y yo Julia, le contestaba él. ¡Joder que tonta fui anoche, con la oportunidad que tuve de comerme ese pollón y dejarla pasar! Me comentó Vero al oído. Pablo ayudó a mi madre a levantarse, la puso boca arriba en la cama, le puso la polla entre las tetas, se las apretó con las manos y empezó a moverse. Mi madre con la boca muy abierta esperaba a tener su capullo cerca para chupárselo.

-              ¡Niña que gusto! ¿Y vosotras que hacíais además de mirar?

-              La prima y yo teníamos una mano por dentro del tanga del biquini sobándonos el chocho y con la otra nos amasábamos las tetas…

La temperatura en la bañera había subido varios grados, mis primas Julia y María estaban con las piernas abiertas mostrando sus chochos brillantes por los jugos. Paula miraba mucho a mi tía Julia, que se había sentado sobre sus piernas, con sus brazos atados por detrás y sus grandes tetas subiendo y bajando por lo agitado de su respiración. Yo estaba completamente empalmado y de vez en cuando me sobaba la polla, lo que no pasaba desapercibido para mis primas ni para Paula.

-              Suspirábamos quedamente, mirando como mi madre y Pablo disfrutaban de una buena follada. De pronto a Vero se le escapó un suspiro demasiado fuerte, Pablo miró hacia el ventanal y nos pilló mirándolos y masturbándonos. Saltó de la cama, nosotras nos habíamos quedado paralizadas, nos cogió a las dos por los brazos y nos metió en la habitación, arrojándonos sobre la cama. ¿Os parece bien espiarnos? Nos preguntó muy enfadado. Pablo no te enfades con ellas, son adolescentes y les hierve la sangre, igual o más que a nosotros. Le dijo mi madre a lo que él le contestó: Julia, tu sobrina Vero es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Me ha estado zorreando lo más grande, bordando el papel de calienta pollas y yo ya tengo una edad como para no aguantar zorritas. Suéltame Pablo, que les vamos a dar su merecido, le dijo mi madre. Pablo la soltó, ella se dirigió al armario cogió un par de camisetas y nos dijo a mi prima y a mí que nos pusiéramos de rodillas encima de la cama y nos ató las camisetas a la cabeza tapándonos los ojos. Paula, coge una toalla y véndame los ojos.

Mientras Paula se levantaba y cogía la toalla, mi prima Julia se puso de rodillas, luego Paula le vendó los ojos y volvió a mi lado.

-              Carlos estoy más caliente que en toda mi vida. –Me dijo al oído, pero mi tía debió escucharla y le dijo:-

-              De eso se trata Paula o es que te crees que las demás no lo estamos.

-              Que mi madre nos tapara los ojos, me produjo una fuerte incertidumbre sobre lo que querría hacernos y eso terminó de desbocar mi calentura. Sigue tú mamá.

-              Muy bien Julia. Sí que es muy divertido. –Le dijo su madre-. Como suele pasar, desde varios meses antes de mi divorcio no iba al apartamento de la playa, lo último que queríamos mi marido y yo era quedarnos los dos solos, sin tener nada que hacer, y mirándonos las caras. Tras el divorcio también pasé algunos meses sin ir, hasta que llegó el calor de la primavera y me decidí a ir sola un fin de semana. Cuando terminé de ordenar las cosas después de meses sin ir, escuché ruidos en el apartamento de al lado. Los vecinos eran una pareja, más o menos de mi edad, con una hija un poco más chica que mi hija pequeña. Al rato llamaron al timbre. Yo estaba en la terraza tomando el sol con mi biquini amarillo. ¿Te acuerdas de él, Carlos?

-              Claro que me acuerdo, ¿pero por qué me lo preguntas?

-              La tarde que estuvimos tú y yo solos en la piscina noté que te gustó mucho, sobre todo cuando me quité el sujetador y quería saber si te acordabas.

-              ¿Te diste cuenta?

-              No sólo las jovencitas zorrean a los maduros, las maduras también sabemos zorrear a los jovencitos. –Dijo mi tía riéndose-.

-              ¿Cómo fue la cosa? –Preguntó mi prima Julia, que seguía de rodillas con los ojos vendados-.

-              Que te la cuente luego tu primo, que si no pierdo el hilo. Fui a abrir suponiendo que era la vecina, pero me encontré con Pablo, el vecino, que estaba en bañador. Hola Pablo, le dije dándole dos besos y le pregunté por su mujer. No está, eso quería contarte antes de que te enterases por otro lado. Pasa y me cuentas. ¿Quieres algo de beber? Sí, un poco de vino si tienes. Me acompañó a la cocina por las cosas y luego salimos a la terraza. Julia, mi mujer y yo nos hemos divorciado en estos meses que no nos hemos visto, me dijo. Bueno, debe ser una epidemia, porque yo también me he divorciado de Pepe, le dije. Vaya lo siento, ¿cómo lo llevas? Me preguntó. Tratando de olvidarlo, pero una mujer con cuarenta y cinco años y dos hijas no tiene fácil empezar de nuevo. Tú, sin embargo, estarás en una segunda juventud liándote cada día con una distinta. No te creas, mi hija está viviendo conmigo y es su madre la que está cada día con uno distinto, me contestó riéndose. A mí Pablo me había gustado desde que lo conocí, pero estando los dos casados, yo no quería líos. No sé si porque llevaba varios meses sin sexo o porque Pablo estaba para comérselo, la verdad es que empecé a tener un calentón de mucho cuidado.

-              Es raro eso en ti mamá. –Le dijo su hija María-.

-              O en ti y tu hermana. ¿Se permite fabular?

-              Claro tía, el que relata puede fabular lo que quiera. –Le contesté-.

-              Yo notaba como los ojos se le iban a mis tetas, así que decidí echar el torso hacia delante, para que se le fueran más. De pronto me acordé que llevaba meses sin depilarme el chocho y los pelos se me salían por la braga del biquini, crucé las piernas para que no los viera. Él estaba sentado con las piernas abiertas y en un movimiento pude verle una muy buena polla por una de las perneras del bañador. Aquello hizo que me descompusiera todavía más. Mirándome a los ojos, me dijo: Julia, nuestra nueva situación me permite al menos decirte algo que antes no podía, me gustas desde que te conozco, te confieso que cuando decidí venir hoy tenía la esperanza de verte, aunque no supiera que te hubieras divorciado. La confesión de Pablo terminó con mis defensas y exacerbó mi calentura. Me levanté, lo cogí de la mano para que se levantara él también, entramos en el apartamento y lo besé en la boca cogiéndole la cabeza con las manos.

-              ¿Te estás poniendo romántica? –Le preguntó su hija Julia, que estaba preciosa de rodillas con los ojos vendados-.

-              Yo siempre he sido tan romántica, como pasional. Nos abrazamos mientras seguíamos besándonos, él llevó sus manos a mi culo y mi chocho se mojó de inmediato, luego me soltó el nudo de la espalda del biquini y mis tetas se liberaron. Empecé a notar su polla empalmada bajo el bañador contra mi barriga y me arrimé todavía más a él. Quítate el bañador, le dije liberándolo del abrazo. Él se soltó el cordón que lo cerraba y se bajó el bañador. Iba depilado, su polla era grande y la tenía como un palo de dura. La cogí con mis manos y el suspiró. Julia he soñado durante años con esto, no me puedo creer que sea cierto. Volví a besarlo en la boca, mientras el ponía sus manos en mis tetas. Luego él se puso en cuclillas para bajarme la braga del biquini. Pablo, hace meses que no me depilo ahí abajo. Sin contestarme me las bajó, con sus manos me abrió el chocho y empezó a lamerme el clítoris y toda la raja. Me quité del todo el sujetador del biquini y me sobé las tetas mientras él seguía comiéndome el chocho. Hicimos un “69” sobre el sofá y terminamos corriéndonos como adolescentes.

-              ¡Qué bonito Julia! –Dijo Paula-.

-              A partir de ese fin de semana tratábamos de vernos todos los fines de semana que podíamos, aunque  no quedábamos nunca. A los dos nos gustaba la incertidumbre de no saber si estaríamos juntos o no. Un día le confesé mis gustos masoquistas y él se volvió loco de contento. Según me confesó, una de sus mayores fantasías era jugar con una mujer atada, alguna vez se lo había pedido a su mujer, pero ella se había negado a hacer ese tipo de juegos. Cuando nos encontramos el fin de semana que estaban contando Vero y Julia…

-              ¿Tú como sabes que había empezado Vero el relato, si todavía no habías llegado? –Le preguntó mi prima María-.

-              Porque he estado escuchando fuera un buen rato. Después de echar de mala manera a la piscina a mi hija y a mi sobrina, Pablo y yo nos desnudamos mutuamente en su dormitorio, le pedí que me atara y de rodillas le dije que me follara la boca, lo que hizo con una pasión enorme. Fue él quien se dio cuenta de que Julia y Vero nos estaban espiando desde la terraza. Yo estaba tan perra que me daba igual que nos estuvieran espiando como que no, pero él se enfadó bastante, sobre todo con Vero, que al parecer había estado haciendo de calienta pollas toda la tarde noche del día anterior. Decidí transformar la chiquillada de las dos, que podía estropearnos un estupendo día de sexo, en una orgía. Estaban preciosas y deseables las dos, calientes como brasas, de rodillas y con los ojos vendados a nuestra merced. Yo sabía que mi hija Julia era una mujer tan caliente como yo y me lo suponía de Vero, porque así hemos sido desde siempre las mujeres de mi familia.

-              Y que lo digas. –Dijo Julia-.

-              ¿Te gustaría ser de otra manera? –Le preguntó su madre-.

-              Sí, todavía más zorra.

-              Persevera y con el tiempo lo serás. –Le contestó a su hija, riéndose-.

-              ¿Lo dices por experiencia?

-              Por supuesto. Pablo me comentó que Vero tenía sobre la mesilla un consolador enorme, con el que había estado tratando de seducirlo. Fui a por él a la habitación en que dormía, lo tenía encima de la mesilla, junto a una revista pornográfica antigua. Cogí las dos cosas y regresé al dormitorio de Pablo. Ellas seguían de rodillas y Pablo empalmado como un semental. ¿Esto es tuyo? Le pregunté dándole la revista. Pablo la ojeó. Creo recordar que sí, pero es de hace muchísimos años, todavía no había nacido mi hija Paula. La compré para verla con mi mujer y excitarnos los dos juntos, debo  decirte que sin mucho éxito. La perdí de vista hace años, creía que ella la habría tirado. No sé que hace aquí, me dijo pasando páginas. Espera, déjame ver, de dije. Se la cogí de las manos y volví al desplegable central. Esta es la polla del suegro de mi hermana. ¡Venga ya! Me dijo Pablo incrédulo. Te lo aseguro, ¿tú crees que a alguna mujer se le olvida una polla como esta, cuando la ha tenido en su boca, entre sus tetas y en su chocho? Cerré la revista y le cogí la polla a Pablo. ¿Te apetece que te coman la polla entre las dos? Le dije señalando a mi hija y a Vero.

-              ¡Mamá, que detallazo! –Le dijo Julia-.

Me fijé y mi prima María se estaba acariciando el chocho con cara de vicio y de placer.

-              Para que veas lo que tu madre te quiere. Pablo se puso de pie sobre la cama frente a ellas, yo les cogí las cabezas y se las aproximé hasta dar con la boca contra él. Subieron sus manos y le cogieron los huevos y luego cada una por un lado le fueron lamiendo el tronco de la polla.

Me levanté y me puse frente a mi prima Julia, Paula se vino a mi lado, le cogió la cabeza a mi prima y la estrelló contra mi polla. Luego me cogió a mí la polla y se le iba dando y retirando a Julia.

-              Primo, que me gusta que te acuerdes de mí para estas cosas. –Me dijo Julia-.

Mi tía se había girado para mirarnos a los tres y se mordía los labios con cara deseo.

-              Mientras Vero y Julia le comían la polla a Pablo, me puse detrás de ellas con el consolador y le dije a Pablo que se pusiera de rodillas, para que ellas se doblaran por la cintura y poder meterles aquel tremendo consolador por sus empapados coños. Ven aquí María y acaríciame.

María se levantó, fue junto a su madre y metiendo su mano por detrás entre sus piernas empezó a acariciarle el clítoris.

-              Entre la calentura que tenían las dos, la comida de polla que le estaban haciendo a Pablo y el efecto del consolador en sus coños, no tardaron nada en correrse las dos por primera vez.

-              ¿Ah que fueron varias veces? ¡Qué bien! –Dijo mi prima Julia-.

-              Claro hija, no te voy a dejar con una sola. Quedaron desfallecidas sentadas sobre sus pies, les quité las improvisadas vendas y le pedí a Pablo que volviera a atarme, esta vez con las manos por delante. Me tumbé en la cama y las sustituí en comerle la polla. Él se echó hacia delante para sobarme el ojete con sus dedos llenos de mi saliva.

María, detrás de su madre, le metió una mano en la boca y llena de saliva empezó a acariciarle el ojete, mientras que con la otra mano se sobaba el clítoris. Pensé que no íbamos a tardar nada en corrernos todos.

-              Julia y Vero no perdían detalle de lo que Pablo y yo hacíamos. Primero tímidamente y luego abiertamente empezaron a masturbarse la una a la otra. Me incorporé y me puse de rodillas mirándolas y le pedí a Pablo que me follara así a cuatro patas. Sentir el pollón de Pablo en mi interior me volvió loca. Se movía tan fuerte que sus huevos me golpeaban el clítoris, matándome de placer, hasta que le grité a Pablo que me azotara el culo, que iba a correrme. Me corrí a la misma vez que mi hija y mi sobrina de nuevo. Pablo me sacó la polla cuando terminé de hacerlo y se corrió él con tales chorros que fueron a parar a las caras y a las tetas de ellas.

-              ¡Me corro, me corro, me corro! –Gritó mi prima Julia-.

-              ¡Y yo, no pares María! -Gritó su madre-.

-              ¡Aaaaagggg, aaaaaggggg! –Gritaron a la misma vez Paula y mi prima María-.

-              ¡Uuuuuuffff, uuuuuffff! –Grité yo corriéndome sobre las tetas de Paula y de Julia-.

-              ¡Ostia qué bueno, pero esto no puede terminar así, quedamos tres por continuar el relato! –Dijo Paula-.

-              Traemos algo de picar y seguimos. –Dijo mi tía-.

Con el juego me había olvidado por completo de Javier. Le escuché dar voces pidiendo socorro.

-              Julia apiádate de Javier y si no lo quieres liberar, por lo menos quítale la cosa esa de la polla. –Le pedí a mi prima-.

-              Mejor vamos a hacer otra cosa con el babas. María, acompáñame abajo. –Le dijo a su hermana y bajaron las dos-.

Los demás preparamos algunas cosas de picar y algunas bebidas y nos las llevamos al baño.

-              ¿Carlos esto lo hacéis mucho en vuestra familia? –Me preguntó Paula-.

-              Mucho no, pero algunas veces las cosas se tercian y ninguno decimos que no. ¿Te estás divirtiendo?

-              Como pocas veces en mi vida. No creí que pudiera tener tan poca vergüenza.

Mi tía Julia, que nos debía haber estado oyendo, le dio un beso en la boca a Paula y a mí me acarició la cara con ternura.

-              Carlos, no te he dado las gracias por cuidar de tus primas durante el confinamiento. Ellas me han dicho que se lo has hecho mucho más llevadero. –Me dijo mi tía-.

-              Y ellas a mí también. –Le contesté-.

Cuando estábamos ya en el baño, aparecieron mis primas Julia y María con el pobre Javier. Lo traían desnudo, todavía con el cacharro en la polla, atado de manos y con los ojos vendados.

-              Quitadme esto del nabo, por favor, me duele mucho y tengo que mear. –Iba diciendo al entrar-.

-              Siéntate y mea. –Le dijo mi prima Julia, sentándolo en el inodoro-.

-              ¡Aaaaahhhhh! –Exclamó de placer al empezar a mear-. ¿Qué estáis haciendo aquí? –Preguntó mientras meaba-.

-              Jugando a los relatos encadenados. Quédate sentado donde estas y callado. Como te muevas te enteras. –Le dijo mi prima María-.

-              Bueno mamá, estabas tú relatando antes de la corrida general. –Dijo mi prima Julia-.

-              ¿Qué es eso de la corrida general? –Pregunto Javier-.

-              ¡No te hemos dicho que te calles! –Le gritó María-.

-              Vale, vale, lo siento.

-              Durante el buen rato que estuvimos los cuatro liados, en el móvil de Pablo había sonado varias veces la alarma de mensaje. Cuando recuperó el aliento fue a mirarlos. Es mi hija Paula, que han terminado el trabajo antes de lo previsto y están en camino María y ella. Más vale entonces que nos arreglemos un poco antes de que lleguen, les dije volviendo a vestirme. Julia, Vero, ayudadme a preparar algo para comer todos juntos y tú Pablo ordena un poco el apartamento. Sigues tú Paula.

-              Has estado enorme mamá. –Le dijo su hija Julia-.

-              Es verdad Julia, has conseguido ponernos a mil y hacernos explotar. Me lo has puesto muy difícil.

-              ¡Venga Paula! –Le dije dándole un beso en la boca-.

Volvíamos a estar todos sentados en el borde de la bañera, menos Javier que seguía sentado en el inodoro.

-              Después de recibir las fotos de mi amiga Vero con mi padre en la piscina del apartamento, pensé que dejarla e incuso pedirle que fuera sola con mi padre, había sido un error garrafal. Conocía bien a Vero y sabía que era una fresca de mucho cuidado, pero que zorreara a mi padre, como evidenciaban las fotos, me pareció ya demasiado. Convencí a María para trabajar durante toda la noche e irnos al día siguiente a mediodía para el apartamento. Yo por aquel entonces tenía un noviete llamado Carlos, al que mi padre no veía con buenos ojos. Creía que iba a abusar de su hija, no sabiendo que era más bien lo contrario, que era yo la que abusaba de él y sobre todo, del pollón que se gastaba, todavía más grande que el de mi padre, que no era moco de pavo.

-              Gracias Paula. –Le dije-.

-              No hay de qué.

-              ¿Y tú como sabías como tenía tu padre la polla? –Le preguntó mi prima Julia-.

-              Un día lo pillé haciéndose un pajote en la ducha, el pobre debía estar muy necesitado desde el divorcio con mi madre. Me gustó tanto, que empecé a espiarle de forma sistemática y supe que sus buenas dos o tres pajas caían todas las semanas, por lo menos la mitad de las que yo me hacía cuando lo espiaba.

-              ¿Qué sentías por tu padre? –Le preguntó mi tía Julia-.

-              Tenía un complejo de Electra como un camión. Odiaba a mi madre, porque sabía que lo había estado puteando lo más grande hasta que no le concedió el divorcio. La muy zorra lo tuvo a palo seco una buena temporada, mientras ella se hacía pajas mirando una revista guarra de unos tíos con unas pollas enormes, que por cierto le mangué durante su mudanza.

-              ¿La misma revista que había descubierto Vero?

-              Eso es. La misma noche del viernes llamé a Carlos, para que nos llevara en su coche a la playa al día siguiente. Cuando se enteró que María y yo estábamos solas en casa, me pidió que le dejara acompañarnos, a lo que me negué por dos motivos: si venía Carlos no terminaríamos el trabajo y Vero seguiría  zorreando a mi padre a sus anchas; y dos, porque mi amiga María estaba coladita por él y no me fiaba de ellos un pelo. Un día, por fardar de noviete, le había enseñado a María un vídeo que le había sacado a Carlos empalmado haciéndose un pajote y ella se quedó tan pillada, que la cogí varias veces trasteando en mi móvil para volver a verlo.

-              ¡Por favor, quitadme esto que me está matando! –Suplicó Javier-.

-              Pobrecito. –Dijo Paula cuando reparó en que Javier tenía el nabo y los huevos hinchados y morados aprisionados por el artilugio-.

-              Todavía no Javier, no insistas o te lo aprieto más todavía. –Le contestó Julia-.

-              Carlos nos recogió al día siguiente sobre las doce de la mañana, nosotras habíamos podido dormir escasamente cuatro horas. Le puse un mensaje a mi padre al montarnos en el coche, diciéndole que íbamos para allá, como no me salía que lo hubiese leído, le puse un par de ellos más. María y yo nos pasamos todo el viaje dormidas. Cuando llegamos al apartamento, mi padre estaba cambiando las sábanas de su cama, cosa que me produjo un mosqueo tremendo, pues él siempre llamaba a una chica para que dejase la casa y las camas preparadas con ropa limpia. Además el dormitorio olía a sexo más que un club liberal. Algo ha pasado entre la guarra de Vero y mi padre, pensé. Cuando él salió a saludar a María y se encontró también con Carlos, se le torció el gesto y yo pensé: jódete, para eso que te habrás tirado esta noche a la guarra de mi amiga.

-              ¡Tú lo que estabas era muerta de celos por tu padre! –Le dijo mi prima Julia-.

-              No te lo voy a negar. Le pregunté a mi padre dónde estaba Vero. Está con la vecina, ¿te acuerdas de ella? Pues resulta que es tía de Vero. Claro que me acordaba de la vecina, una madura muy atractiva y también de sus dos hijas, aunque hacía años que no las veía. ¿La vecina es tía de Vero? Pregunté extrañada por la casualidad. Eso parece, me contestó mi padre. Fui a dejar mis cosas en el dormitorio y me encontré la revista guarra que le había mangado a mi madre y mi consolador en un cajón distinto al que yo lo dejaba siempre y, además, el consolador olía a coño que tiraba para atrás y no era al mío. Les dije a María y a Carlos que fuéramos a por Vero y bajáramos un rato a la piscina, ya que teníamos el bañador puesto. Llamamos a la puerta y nos abrió la vecina, estaba más guapa de lo que la recordaba y demasiado  acalorada para la buena temperatura que hacía. Igual está con los sofocos de la menopausia, pensé. Vero estaba detrás de ella con el mismo biquini indecente que llevaba la tarde anterior. Se acercó a darme dos besos en las mejillas y aproveché para decirle al oído que teníamos que hablar.

Yo no le quitaba ojo de encima a Paula. Estaba preciosa y se le notaba que estaba disfrutando con su relato. Me lo volví a decir: ¡peligro, peligro! Me podía enamorar de ella sin ningún problema, si es que no lo estaba ya.

-              Bajamos los cuatro. En la piscina había dos o tres grupitos de vecinos. María se quitó los short y la camiseta para bañarse y llevaba un biquini tan indecente como el de Vero. Bueno, diciéndolo todo, como el que yo también llevaba. El pobre Carlos nos miraba a las tres y su entrepierna había comenzado a reaccionar. Sin esperar a nadie, se tiró de cabeza a la piscina, seguido por María, que bajó por la escalerilla como si fuera una actriz de película guarra en una escena de piscina. Vero iba también a bañarse, cuando le pregunté qué había pasado entre ella y mi padre. Nada y no porque yo no tuviera ganas, me contestó con todo el descaro y continuó: pero no es conmigo con quien tienes que tener cuidado, cuídate de la vecina, que le tiene muchas, pero muchas ganas a tu padre. Por detrás de Vero veía como María le estaba zorreando a Carlos de mala manera y el otro tonto o no tan tonto se dejaba hacer. María se acercó al borde de la piscina y me preguntó si se permitía el toples. Con malas formas le contesté que sí, que el toples y el tangales. Ni corta ni perezosa se quitó el top del biquini, me lo tiró a los pies y se volvió con todo el tetamen al aire junto a Carlos, que debía estar completamente engorilado.

-              ¿Es cierto que estabas engorilado por mis tetas? –Me preguntó mi prima María-.

-              Paula estaba en lo cierto. Estaba completamente empalmado debajo del bañador y tú no perdías oportunidad de restregarte conmigo, excitándome más todavía. –Le contesté-.

-              Dejé a Vero en la sombrilla, me quité también el top del biquini y fui a bañarme para impedir que María siguiera zorreando con Carlos. A mí me daba igual lo que María le hiciera a Carlos o cómo este se lo tomase, al fin y al cabo yo quería a Carlos para follar y me había demostrado que podía hacerlo varias veces seguidas sin problema, pero estaba rabiosa con lo de Vero y mi padre. Mis dos mejores amigas querían follarse a mis dos hombres. Me fui hacia ellos y con arrumacos me metí entre los dos, para lo que tuve que empujar el brazo de María, que le tenía la polla cogida a Carlos. Le pegué mis tetas a su pecho y mi vientre a su polla, que la tenía ya fuera del bañador. ¿Estás calentito? Le pregunté a Carlos al notar su erección. Mucho, me contestó él besándome. María estaba pegada a mi espalda, le cogí las manos y las llevé a la polla de Carlos, mientras yo seguía besándole, luego le cogí las manos a Carlos y las metí bajo mi tanga, para que me hiciera una paja. Al poco noté cómo se corría y yo me corrí a la misma vez que él. Cuando nos corríamos, una socorrista con cara de pocos amigos, muerta de la envidia, vino a decirnos que a hacer eso nos fuéramos a otro lado.

-              ¡Qué tía más malaje y a ella que le importaba! –Dijo mi prima Julia-.

-              Hombre, la lefa de Carlos fue subiendo a la superficie de manera un tanto escandalosa y pensaría que le iba a tocar limpiarla a ella. Desde el borde de la piscina Julia, la hija de la vecina, nos avisó que subiéramos, la comida estaba en la mesa. María y yo subimos en toples, tal y como estábamos, lo que provocó la cara de disgusto de mi padre cuando me vio. ¿No te da vergüenza subir así? Me dijo en un aparte. ¿Y a ti no te da vergüenza follarte a una amiga mía, que podía ser tu hija? Mi padre estuvo a punto de cruzarme la cara, pero se contuvo al final. ¿Os pasa algo? Nos preguntó la vecina tratando de mediar y rebajar la tensión. Durante la comida reconozco que abusé bastante del vino y en la sobremesa del orujo. Después de la sobremesa, dije que iba a ver la televisión y a dormir a nuestro apartamento y tiré de Carlos para que se viniera conmigo, con la consiguiente cara de cabreo de mi padre.

-              ¿Y te dormiste? –Preguntó mi prima Julia-.

-              No exactamente. Nada más cerrar la puerta del apartamento Carlos y yo empezamos a besarnos apasionadamente. ¿Te ha gustado la paja que te ha hecho María en la piscina? Le pregunté. Yo pensé que eras tú, me dijo cogiéndome el culo y apretándome contra su polla, que estaba otra vez empalmada. No te hagas el tonto que de sobra sabes cómo son mis pajas. ¿Follamos? Me preguntó. Yo no sabía si tenía más sueño o más ganas de follar. Sí, pero después de una siesta, le contesté. Como tenía el cuerpo golfo, decidí echarme la siesta con Carlos en la cama de mi padre. Como nos pille tu padre nos vamos a enterar, me dijo Carlos. Pues si te da miedo, quédate tú en el salón, le contesté sabiendo que no sería capaz de resistirse a seguir abrazándome y sobándome mientras dormía. Fue tumbarme en la cama y quedarme dormida con la polla de Carlos entre mis nalgas, ya sin el tanga del biquini. Soñé con mi padre follándose primero a Vero y después a la vecina, mientras que Carlos se follaba a María y a Julia, la hija de la vecina y yo me hacía un dedo mirándolos, pero tan caliente, que no era capaz de correrme.

-              ¿Pero bueno, que tipo de cuentos son estos? –Preguntó Javier cuando ya no pudo resistir más-.

-              ¿Qué pasa, no te gustan? –Le contestó mi prima Julia-.

-              ¡Claro que me gustan, pero joder no pueden ser más guarros y no puedo veros ni empalmarme!

-              Yo creo que una de las dos cosas deberíamos quitarle, o la venda de los ojos o el cacharro de la polla. –Dijo Paula compasiva con el pobre Javier que cada vez tenía más oscuros la polla y los huevos-.

-              Mejor la venda, para que sufra un poco más. –Dijo mi prima María-.

-              Se va a poner malo sin venda y con el cacharro ese. –Le objeté a María-.

-              Que lo hubiera pensado mejor antes de hacerse una paja en la calle espiándonos, el tío guarro. –Dijo mi prima Julia-.

-              Pero Julia, si a ti te gusta que te miren. –Le dije-.

-              Me gusta que me miren sabiéndolo  yo, que no es lo mismo a que me espíen.

-              Venga Julia, no putees más al chaval. –Le dijo su madre-.

-              Haced lo que queráis. Aquí está la llave, pero yo no se lo quito. –Dijo Julia cediendo al fin-.

Mi tía se levantó, cogió la llave, se fue al lado de Javier, abrió el candado y lo giró para quitarlo. Al soltarse la presilla, el cacharro salió volando yendo a estrellarse contra la pared contraria y Javier empezó a correrse, una vez tras otra, gritando y lanzando unos chorros que salían en todas direcciones.

-              ¡Veis como el tío es un guarro! ¿Pero tío que tenías ahí dentro? –Dijo mi prima Julia-.

-              El hombre se ha corrido, lo mismo que nos ha pasado a todos antes. –Le excusó mi tía-.

-              Es usted un ángel. –Le dijo Javier a mi tía-.

-              Ya estás liberado del cacharro, ahora quédate ahí quieto y callado. Sigue Paula, que está muy interesante. –Le dijo mi prima María-.

-              Me desperté ya de noche, no tenía ni idea de la hora que era. Tenía a alguien pegado a mi espalda. En un primer momento pensé que era Carlos, pero después pensé que debía ser una mujer, porque notaba la presión de unas tetas en mi espalda. Eché el brazo lentamente hacia atrás y palpé lo que debía ser un culo grande y duro. Me incorporé y miré. Con la luz de la luna que entraba por la ventana, vi que eran la vecina y Carlos, que dormían abrazados desnudos. ¡Joder con Carlos, que le da igual una que otra! Pensé. Me levanté sin hacer ruido, tenía que ir al baño, antes de entrar al baño, vi que María, Julia y Vero dormían revueltas en mi habitación, con mi consolador y mi revista porno sobre la mesilla de noche. ¿Qué coño habrá pasado ayer tarde? Pensé en el baño meando. Fui a la cocina a echarme un vaso de agua y salí a la terraza a bebérmelo, desnuda como estaba. ¿Dónde estará mi padre? Pensé. Te toca Carlos.

-              ¿Qué le toca? –Preguntó Javier-.

-              Continuar el relato, so tonto. –Le contestó mi prima Julia-. ¿Pero tío estás empalmado otra vez? ¡Joder, no será gran cosa, pero insistente es!

-              ¿Cómo que no es gran cosa?

-              Pues eso, que no cargas una herramienta para llamar la atención.

-              Muy bien Paula, a ver cómo sigo yo ahora. –Dije-.

-              No te quejes, que te ha dejado abiertas un montón de puertas. A ver cuántas me  dejas abiertas tú a mí. –Me dijo mi prima María-.

Sonó la recepción de un mensaje en el móvil de Paula. Lo leyó y dijo:

-              El dueño del pub, que no me moleste en abrirlo hoy, que lo deje para mañana. Me alegro, así puedo seguir aquí con vosotros.

-              Vamos a celebrarlo, Carlos, tráete una botella de champán del frigorífico y unas copas. –Me dijo mi tía Julia-.

-              Te ayudo. –Se ofreció Paula-.

Fuimos los dos para la cocina.

-              Carlos, me lo estoy pasando de maravilla. En mi vida había pensado que podría estar así: desnuda frente a otras personas que casi no conozco, inventando y disfrutando relatos guarros con ellos, practicando sexo y corriéndome sin la menor vergüenza. –Me dijo Paula, me besó en la boca y la abracé-.

-              Creo que me estoy pillando contigo.

-              Y yo contigo, pero quiero que tengamos una relación como la de tus abuelos, nada de una parejita clásica. Nos gusta demasiado el sexo a los dos como para perdernos algo.

-              Por mí perfecto.

-              ¡Si vais a follar, pasa el turno Carlos! –Se oyó gritar a mi prima María desde el baño-.

-              ¡Ya vamos, coño! –Le contesté-.

Cogimos la botella y las copas y nos fuimos para el baño de nuevo. Sirviendo las copas me dijo mi tía:

-              No la dejes escapar, es la chica que te conviene. Me recuerda mucho a tu abuela.

-              Gracias tía, lo mismo me ha dicho ella. –Le contesté dándole un pico en los labios-.

Nos volvimos a sentar con las copas en las manos. A mí besarme y abrazarme con Paula había vuelto a empalmarme.

-              Conocía a Paula de vista del barrio. Debía haberse mudado pocos meses atrás, porque siendo una preciosidad no la tenía controlada de antes. Lógicamente ella me gustaba, como al resto de los chicos del barrio, incluido un amigo que era ciego de nacimiento y así y todo, no paraba de decir lo buena que estaba. Yo la observaba en la lejanía, sin atreverme a cruzar con ella más que los buenos días o las buenas tardes de cortesía, cuando me la encontraba en alguna tienda del barrio. Un miércoles por la noche, mi amigo Javier y yo salimos a tomar una copa y recalamos en un pub que habían abierto recientemente. En esa época a Javier le había dado por el “calentómetro”, una aplicación para el móvil que,  según él, permitía, a través de una foto, saber que mujeres estaban más calientes y supuestamente estaban más accesibles para entrarles.

-              Según yo no, es una aplicación científica. –Objetó Javier-.

-              ¡Asqueroso! –Le espetó mi  prima María-. ¡Tonto y asqueroso!

-              ¡Os juro que funciona! –Dijo Javier-.

-              Pobrecito, dejadlo en tonto a secas. –Dijo mi tía Julia-.

-              Es usted muy buena conmigo. –Le contestó Javier-.

-              Cuando llegamos el pub estaba hasta arriba. Javier fue sacando fotos y pasándolas por la aplicación, hasta que me dijo: la camarera es la tía que está más caliente de todo el pub. Miré hacia donde me indicaba y era la vecina buenorra. Su vestimenta era completamente distinta a la que llevaba normalmente. Ahora lucía un vestido blanco elástico, que le marcaba tanto sus formas, que parecía que fuese desnuda. Iba sin sujetador porque se le marcaban los pezones de sus grandes tetas y si llevaba bragas, debía ser un tanga blanco invisible, porque las nalgas se le veían impresionantes. Aunque había otros camareros y camareras, todos los tíos hacían cola para que ella los atendiera. ¡Joder como está la tía de buena además, voy a entrarle! Me dijo Javier sin darme tiempo a retenerlo. La cosa fue vista y no vista, Javier le dijo algo al oído y ella le metió una ostia que no se la hubiera metido Urtain en sus mejores tiempos.

-              Alguna de esas me he llevado, pero no recuerdo la de Paula.

-              Javier, es un relato de ficción, no quiere decir que tenga que haber sido yo. –Le dijo Paula condescendiente-.

-              La cosa se puso de tal modo entre Javier y el resto de camareros que tuve que meterme en medio, para evitar que le partieran la crisma. Cuando conseguí que Javier saliera a la calle, le pedí perdón en su nombre y en el mío a la camarera. Yo te conozco de vista, ¿tú vives por El Porvenir? Me preguntó ella. Sí, así es, yo también recuerdo haberte visto por el barrio, le contesté y después le dije: no se lo tengas en cuenta, no es mala persona, es tonto. Hombre, tonto y bastante borde, me ha dicho que me iba a descoyuntar la boca del pollazo que me iba a meter. Yo me sentí abochornado por lo burro que podía ser Javier.

-              ¡Oye que hay tías a las que les gusta que les digan esas cosas! –Dijo Javier-.

-              En todo caso les puede gustar que se lo diga su novio, no un babas como tú, al que no conoces de nada. –Le dijo María-.

-              A ti te gustaría que yo te las dijera. –Insistió Javier-.

-              Si tienes cojones dímelo y verás lo que te duran en su sitio. –Sentenció María-.

-              ¿Cómo te llamas? Me preguntó la camarera. Carlos, ¿y tú? Paula. Anda invítame a un cigarrillo fuera, que el vaina ese me ha sacado de mis casillas, pero primero dile que se vaya o le voy a meter otra ostia más grande que la anterior. Salí del pub y fuera estaba Javier doliéndose de la primera ostia. ¿Qué te ha dicho, he ligado? Me preguntó. ¿Tú eres subnormal? Le dije y continué: animal, vete para tu casa que todavía vas a llegar en ambulancia. Después de un tira y afloja lo convencí para que se fuera, diciéndome él que se la debía, porque me la había dejado en bandeja. Al poco salió Paula a fumarse el cigarrillo. ¡Joder que buena está! Pensé al verla de nuevo. Después de fumar el cigarrillo, le dije: si quieres te espero y te llevo para el barrio, he venido en coche. Bueno, si no te importa esperar, me queda como una hora. La esperé y cuando terminó  su turno nos fuimos para el barrio. ¿Cómo es que un chico que parece normal como tú, tiene un amigo como ese patán? Me preguntó. Lo conozco de toda la vida, no es mala persona, pero a veces pierde el norte con las mujeres.

-              ¡Joder Carlos, te estás aprovechando bien! –Protestó Javier-.

-              Te aguantas.

-              Verás cuando me toque a mí.

-              ¿Y a ti quién te ha dicho que te va a tocar nada? Como si a los demás nos interesaran tus patéticas historias. –Le contestó mi prima Julia-.

-              No te pases tanto con él, Julita. –Le pidió su madre-.

-              Con el coche parado delante de su casa estuvimos hablando un rato. Terminamos besándonos. Yo empecé a sobarle las tetas y ella llevó su mano a mi entrepierna donde se encontró que estaba empalmado como un fraile carmelita. ¡Vaya, han sido los diez euros mejor empleados de mi vida! Me dijo ella, sin parar de sobarme el pollón. No te entiendo, le dije. Me refiero a la aplicación “PPP”. No sé qué es eso, le dije ya engorilado por el lote que nos estábamos metiendo. “Paquete, Picha, Pollón”, le sacas una foto a la entrepierna de un tío y te dice qué te vas a encontrar.

-              ¡Venga ya Carlos, eso es leyenda! –Dijo mi tía-.

-              De eso nada tía, que yo conozco a la creadora y conmigo acertó del todo. –Le dije-.

-              Si es así, ya me la estás bajando Julita. Estoy hasta el coño de encontrarme a tíos con pichas como salchichas Frankfurt de las pequeñas.

-              ¿Te ha gustado lo que te has encontrado? Le pregunté con los labios ya morados del morreo que nos estábamos dando. Voy a ver, no vayas a llevar un pepino escondido. Me dijo abriéndome la bragueta y sacándome el pollón como un palo de duro. No, no es un pepino, vaya polla que te gastas.

-              ¡Tío lo tuyo no es un relato guarro, son las fantasías animadas de ayer y hoy! –Protestó Javier-.

-              ¿Tú sabes del tamaño que la tiene mi primo? –Le preguntó María-.

-              Pues no, porque nunca me ha dejado que se la viera, así que me supongo que pequeñita y estará avergonzado.

-              Si eres así de espabilado para todo, lo que no me explico es cómo sigues respirando. –Le dijo mi prima Julia-.

-              ¡Cállate ya Javier y déjame seguir! Echa el asiento para atrás, me dijo Paula. Yo le hice caso, ella se puso de rodillas en el asiento, se remangó el vestido por encima de las caderas y empezó a comerme la polla. Luego cogió mi mano y se la llevó a su chocho para que se lo acariciara. Tenía el chocho empapado de jugos. Yo me había dado algún lote que otro en el coche con algunas chicas más bien feítas o gorditas, ellas me hacían una paja mientras yo les sobaba las tetas, pero nunca me la habían comido y menos un pibón como Paula ni me habían incitado a que les hiciese un dedo. Cuando estábamos en lo mejor, una vieja asomó la cabeza por la ventanilla y empezó a insultarnos al ver lo que hacíamos y el perro que paseaba empezó a ladrar como un energúmeno. Os voy a denunciar, gritaba la puta vieja, dando golpes contra la ventanilla. Abre la puerta, me dijo Paula. ¿Tú estás loca? ¡Coño que abras la puerta! Finalmente la abrí, temiendo que empezaran a caerme golpes de la vieja. ¡Señora, que aquí hay polla para las dos, anímese, que falta le hará! Le dijo Paula a la vieja, que se quedó callada, absorta, mirándome el pollón.

-              ¡Qué descarada esa Paula! –Dijo la Paula de verdad poniendo su mano sobre mi polla-.

-              ¿Puedo tocar? Preguntó la vieja al cabo del rato. ¡Una mierda para ti vas a tocar! Le gritó Paula y la vieja se marchó llamándola de puta para arriba y deseándole que se atragantara con mi polla. Volvimos a lo  nuestro y no tardamos en corrernos los dos. Nos dimos los teléfonos y quedamos en llamarnos algún día del fin de semana. Nos veíamos de vez en cuando y cuando podíamos follábamos en su casa o en mi coche. Descubrí que era una chica muy caliente y muy morbosa, lo que me encantó. Un día me pidió que la dejara grabarme, mientras yo me hacía un pajote. Le pregunté para qué y ella me contestó que para los días que no podíamos vernos. Una vez me la encontré por el barrio con María, una compañera suya de facultad, que estaba también como un queso. Me extrañó porque se quedó todo el rato mirándome la entrepierna.

-              ¿A ti hay alguna que no te mire la entrepierna? –Preguntó Javier con mucha sorna-.

-              ¿Y a ti hay alguna que te la mire con el lapicito que tienes? –Le contestó mi prima Julia-.

-              ¡Joder cómo estáis con vuestro primo! –Protestó Javier-.

-              Un viernes por la noche me llamó Paula para pedirme que las recogiera al día  siguiente para llevarlas a la playa dónde ya estaban su padre y su amiga Vero. Al comprender que estaban solas ella y su amiga María en su casa le pedí que me invitara, pero me dijo que ni hablar, que tenían que trabajar toda la noche para terminar un trabajo de la facultad. Las recogí a la mañana siguiente y llegamos como a la una y media a la playa. Cuando su padre me vio allí me miró con muy mala cara, no parecía gustarle que su única hija saliera con chicos o, al menos, que saliera conmigo. Paula parecía estar bastante cabreada con el mundo desde que llegamos al apartamento. Nos propuso recoger a Vero que estaba en el apartamento de al lado y bajar a la piscina hasta la hora de comer. Nos abrió una madura que estaba para comérsela. A mí lógicamente me gustan las chicas de mi edad, pero algunas maduras me ponen como una moto y aquella era una de esas. Se llamaba Julia, no se me olvidará.

-              Gracias sobrino.

-              No hay de qué. Cuando vi a las tres con unos microbiquinis realmente indecentes empecé a empalmarme y me tuve que tirar a la piscina para que no se notase. Su amiga María se metió también en la piscina mientras que Paula y Vero discutían por algo. María empezó a pegárseme y a rozarse de una forma descarada, luego se quitó el sujetador del biquini y siguió con el tonteo hasta bajarme el bañador y cogerme la polla. Le pedí que se cortara un poquito, que Paula nos miraba de vez en cuando. Luego se incorporó Paula al baño y se me pegó como una lapa, cogiéndome las manos para llevárselas a su chocho y que le hiciera un dedo, una de las dos, de verdad que no sé cual, empezó a hacerme un pajote hasta que me corrí dentro de la piscina.

-              ¿Cómo no vas a saber cuál te estaba haciendo el pajote? –Me preguntó mi tía-.

-              De verdad que allí había un revoltijo de manos en mi polla, que yo ya no sabía cuál de las dos me la estaba trabajando. El tema fue tan evidente que la socorrista nos metió una buena bronca, me extrañó que Paula no le contestara, después de lo sucedido con la vieja la noche que nos conocimos, imaginé que no tenía ganas de bronca y que su padre terminara enterándose. Vino a buscarnos la hija de la madura, que también estaba como un queso, pero no era lo mismo que su madre.

-              La próxima vez que te defienda la madura buenorra. –Me dijo mi prima-.

-              En eso tiene razón Carlos. Julia tú estás muy buena, pero el morbo que tiene tu madre es imposible de superar. –Dijo Javier-.

-              ¡Te vas a enterar so babas! –Dijo Julia haciendo el gesto de levantarse e irse hacia Javier-.

-              Déjalo Julita. Si él piensa así por algo será. –Dijo mi tía con mucha guasa-.

-              Comimos sin que le pudiese quitar el ojo de encima a la madura, aunque Paula y María comieran en toples, con un buen cabreo de su padre. Me pareció que entre Julia madre y el padre de Paula había algo más que una relación de buena vecindad. Bebimos todos bastante, pero Paula pagó el cabreo con el vino blanco primero y luego con el orujo. Cuando se terminó el Ruavieja, dijo de irse a su apartamento a dormir o a ver la tele y me pidió que la acompañara con el consiguiente peor careto del padre. Después de un cierto morreo con ella le propuse que folláramos, a lo que me contestó que primero necesitaba dormir. Pese a mis protestas se empeñó en que durmiéramos en la cama de su padre. Fue poner la cabeza en la almohada y se durmió como muerta. Yo estaba empalmado con el magreo que nos habíamos pegado, estuve un rato con la polla entre sus nalgas y sobándole la barriga y las tetas. No tenía sueño, estaba intranquilo por si al padre se le ocurría venir, me levanté a ponerme el bañador e intentar que se me bajase la erección, viendo un rato la tele. Sin embargo, no llegué a hacer ninguna de esas cosas. Escuché ruidos en la terraza, miré y estaban María, Julia y Vero en toples tomando el sol. ¡Joder qué barbaridad, como están las tres! Pensé y la erección en vez de bajárseme se me puso peor.

-              ¿Te gustaron más o menos que yo? –Me preguntó mi tía con mucho zorreo-.

-              Si fuera usted tan amable de quitarme la venda de los ojos, yo podría darle mi opinión sincera. –Le propuso Javier a mi tía-.

-              No está hecho el dulce para la boca del asno. –Le respondió mi prima María-.

Paula seguía acariciándome la polla y yo estaba en la gloria. Mi prima Julia se levantó para rellenar las copas, mientras María y Javier discutían.

-              Está un rato buena tu prima. –Me dijo Paula al oído-.

-              Sí, pero no me negarás el morbo que tiene mi tía.

-              Me pone hasta a mí. –Me contestó Paula-.

-              ¿Por qué no vas con ella?

-              Luego, ahora prefiero sobarte a ti un rato. –Me dijo dándome un beso en la boca-.

-              Paula, no te creas que te vas a quedar al primo para ti sola y a nosotras nos vas a dejar al babas. –Le dijo mi prima Julia-.

-              ¿Qué creéis que yo no puedo con todas vosotras? –Le preguntó Javier-.

Julia que estaba de pie se acercó a Javier y le puso un pie en su polla que seguía en erección y Javier se corrió al instante.

-              ¡Cállate ya, precocito! –Le dijo mi prima Julia limpiándose el pie en el cuerpo de Javier-.

-              Eres cruel. –Le dijo Javier abochornado-.

-              Tía, tú me produces más morbo. –Le contesté finalmente-.

-              Sobrino, la solera es un grado.

-              Me acerqué un poco al ventanal que daba a la terraza desde el salón. Julia y Vero parecían poner al día a María sobre el lío que tenían la vecina madura y el padre de Paula. María le preguntó a su amiga Vero si se lo había tirado la noche anterior. La verdad es que estuve tonta, tanto quise zorrearle, que al final me quedé a dos velas y eso que tiene una polla de lo más apetecible. Te ha enseñado Paula el video de Carlos que tiene en el móvil, le pregunto María a Vero. No, contestó Vero. Pásame el móvil de Paula que me lo traído yo antes del otro apartamento, veréis lo que es bueno. ¿A qué coño vídeo se referirá esta mujer? Pensé. María trasteó con el teléfono y luego lo puso para que lo vieran Julia y Vero. ¡Ostias que pollón! Exclamaron las dos a la misma vez. Debía ser el vídeo del pajote que me había grabado Paula y que por lo que fuera, se lo habría enseñado a María. ¡Joder con Paula que bien se lo monta! Dijo Vero. Yo le he hecho un pajote hoy en la piscina, sólo de tenerlo en las manos me he puesto tan caliente que me he corrido. Dijo María….

-              ¡Tío de verdad, esto es insano! No te da vergüenza contar esa sarta de mentiras. –Dijo Javier-.

-              Piensa lo que quieras Javier, pero al menos yo tardo más de un milisegundo en correrme. –Le contesté-.

-              ¡Joder porque me habéis cogido en un día tonto!

-              ¿Y con la gorda meona? ¿Y con Patro? –Le pregunté-.

-              ¡Días tontos también, coño!

Mi prima María se levantó, se acercó a él, le puso también el pie en el nabo y volvió a correrse.

-              ¡Lo que sí es verdad es que eres de repetición, uno detrás de otro! –Le dijo María riéndose mientras Javier se corría-.

-              ¿Tú has pensado en hacerte donante de semen? –Le preguntó mi prima Julia muerta de risa-.

-              Niñas dejad al pobre, que bastante tiene con lo que tiene encima. –Dijo mi tía con mucha guasa-.

-              Gracias doña Julia, es usted muy buena conmigo. Ya si me quitara la venda sería mi adalid.

-              No insistas, Javier. –Le contestó mi prima Julia-.

-              Pon el vídeo otra vez, por favor, María. Le pidió Julia. ¿A qué no se cansa una de ver semejante polla? Le dijo María, mientras volvía a ponerlo. ¡Qué barbaridad, qué alegría para el cuerpo! Exclamó Vero. ¿Se estará follando ahora a Paula? Se preguntó Julia. No creo, Paula se ha cocido bien durante la comida y estará durmiendo la mona, le contestó María. ¿Habéis follado alguna vez con un tío con una polla como esa? Preguntó Vero. No he tenido esa suerte, le contestó María. ¡Joder que caliente me ha puesto  el vídeo! Dijo Julia. Prima que nos conocemos desde siempre y no hay un día que no te haya visto caliente, le dijo Vero. Voy a tener que ir a la habitación a aliviarme. Dijo Julia levantándose. Salí corriendo, me metí en el baño y entorné la puerta para que no me pillara. Julia debió cambiar de opinión por el camino, porque empezó a abrir la puerta y yo me escondí en la ducha detrás de la cortina. ¡Qué bárbaro cómo me ha puesto! Comentó al cerrar la puerta. Yo tenía el corazón a mil, pensando que me podía pillar, como así fue. Julia descorrió la cortina y me encontró dentro de la ducha, desnudo y empalmado. Traté de cubrirme y le dije: no te he oído, si no te hubiera avisado. ¿De qué tenías que avisarme? Me preguntó Julia, que se había quitado el tanga del biquini. Pues de que estaba yo en la ducha. ¿Te importa si nos duchamos juntos? Es que estoy muy acalorada. Lo mismo me pasa a mí, le contesté. ¿Para qué te tapas, crees que no he visto nunca a un hombre desnudo y empalmado? No sabía si podía molestarte.

-              A mí, primo, no me molesta en absoluto, más bien lo contrario. –Dijo Julia-.

-              Tampoco te encontrarás todos los días hombres desnudos en la ducha. –Le dije-.

-              Desgraciadamente no.

-              Te acercaste a mí y me abriste los brazos. ¿Qué te tiene así? Me preguntó. He estado jugando con Paula, pero ella se ha quedado dormida y me ha dejado así. ¿Quieres que juguemos tú y yo? Me preguntó cogiéndome la polla y besándome en la boca. Claro, le contesté devolviéndole el beso. ¿Te gusto? Me preguntó. ¿Cómo no me vas a gustar si estás para comerte? He visto durante la comida que mirabas mucho a mi madre. No me he dado cuenta, en todo caso es también una mujer muy atractiva, como tú, le dije. ¿Sabes que está enrollada con tu suegro? No, no lo sabía, pero algo me imaginaba. Julia no dejaba de sobarme la polla y yo  empecé a magrearle las tetas. Abrió las piernas y metió mi polla entre ellas sin penetrarse. Se movía adelante y atrás haciéndome una paja, a la misma vez que se la hacía ella. ¿Te gusta lo que te hago? Me preguntó con un tono de voz muy bajo. Mucho, tienes el chocho muy húmedo. Húmedo no, lo tengo empapado por tu culpa. Tienes que hacerte otro vídeo como el que tiene Paula y enviármelo, me voy a matar a pajas con él. Escuchamos que la puerta del baño se abría otra vez, Julia corrió la cortina a toda prisa y luego sacó la cabeza para ver quién era. Hola Vero, me estoy duchando para quitarme el calor. ¿El calor o la calentura? Le preguntó Vero. Las dos cosas, le contestó Julia riéndose. Yo también me he puesto muy caliente con el puto vídeo. El culo de Julia apretándose contra mi polla me estaba poniendo malo. Le abrí las piernas y le metí la polla en el chocho. ¡Aaaagggg! Exclamó ella. ¿Te pasa algo? Le preguntó Vero. No, nada, que me he rozado y estoy tan caliente que me ha dado como un calambre. Hay que ver la suerte que tienen algunas y Paula es una de ellas, teniendo un follamigo como Carlos, dijo Vero.

-              ¿Nos vas a follar a las dos? –Preguntó mi prima Julia-.

-              ¿Quieres? –Le contesté-.

-              Sí, ¿por qué no?

-              Yo seguía bombeando dentro de Julia, mientras escuchaba como Vero meaba ruidosamente. Sólo con pasarme el papel por el chocho me he puesto a reventar, dijo Vero y luego pulsó la cisterna. ¡Aaaaggg! Volvió a gemir Julia cuando le puse los dedos en el clítoris y empecé a acariciárselo. ¿Te estás haciendo un dedo? Le preguntó Vero a Julia. Sí y no, le contestó Julia, tapándose luego la boca con su mano. ¿Qué es eso de sí y no? Insistió Vero. Pues que me estaba enjabonando el chocho y me he detenido un poco más de la cuenta. Háztelo, a mí no me importa, yo estoy por hacerme otro. De pronto Vero asomó la cabeza por la cortina y nos pilló a Julia y a mí en toda la faena. Prima, aunque sea la chica, no soy tonta, le dijo. ¿Quieres pasar? Le preguntó Julia. ¿Tú qué crees? Le contestó entrando en la ducha, ya también sin el tanga del biquini. Dame un minuto que estoy a punto de correrme, le pidió Julia a Vero. Carlos, no te vayas a correr y me dejes a mí a dos velas, me dijo Vero. ¿Qué te crees que soy como Javier? Dije riéndome y provocando la risa en todas.

-              ¡Vete a la mierda cabrón! –Me gritó Javier-.

Mi prima Julia se levantó y silenciosamente se acercó a Javier, cuando estaba a su lado se abrió el chocho y se lo acercó más todavía. Lo tenía brillante de los jugos que había segregado.

-              ¡Coño que perfume a chocho! –Exclamó Javier y volvió a correrse-.

-              Tío de verdad, ¿a ti cuanto te dura hacerte una paja? –Le preguntó mi prima María muerta de risa-.

-              No mucho. –Le contestó Javier, otra vez abochornado-.

-              Julita, María, dejad al chico. –Le dijo su madre-.

-              Gracias doña Julia, porque sus hijas son malas conmigo.

-              Son traviesas, no malas y tú también es que tienes poco aguante.

Julia, en vez de volver donde estaba sentada antes, se sentó al lado de Paula y empezó a lamerle las tetas.

-              ¡Qué rico Julia! –Le dijo Paula-.

-              ¿Qué es eso tan rico? –Preguntó Javier-.

-              Imagínatelo tú. –Le contestó Paula-.

-              Vais a conseguir que me vuelva a correr. –Dijo Javier, provocando la risa de todos-.

-              Tío tú cuando follas, ¿que lo haces por etapas? –Le dijo mi prima María-.

-              ¡Prueba tú, a ver si a ti te follo por etapas!

-              Bocazas, que eres un bocazas. –Le contestó María-.

-              Seguí follando y acariciándole el chocho a Julia en la ducha, hasta que se corrió a voces. Luego, se sentó en el plato de ducha y le dijo a Vero: aprovecha prima, que no te follan con eso todos los días. Vero me dio la espalda, levantó una pierna y la apoyó contra la mampara, me cogió la polla y se la metió entera. ¡Joder, qué bueno prima, me llena por completo el chocho! Dijo y yo empecé a bombear dentro de ella. Al rato Julia se levantó y empezó a besar a su prima en la boca y a sobarle las tetas. Prima, hace tiempo que tú y yo no nos enrollamos, tenemos que hacerlo más a menudo. Le dijo Julia. Sí y con mi hermana Luisa también, le contestó. Yo me imaginé a ellas dos y a esa tal Luisa a la que no conocía, comiéndose los chochos y las tetas y me subió varios grados el calentón. ¡Carlos me voy a correr, no pares, dame más fuerte, aaaagggg, sí, sí, síiiiii! Vero se corrió su buen tiempo, luego las puse a las dos de rodillas frente a mí y me corrí en sus tetas.

-              ¡Vaya así que tú también te corres! –Me dijo Javier-.

-              Sí, lo que pasa es que después de follarme a dos pibones, no como tú.

-              Nos duchamos de nuevo, ellas se pusieron los tangas y se volvieron a la terraza. Miré donde dormía Paula y seguía  haciéndolo en la misma posición que la había dejado. Me entró algo de sueño y me fui a su dormitorio a intentar dormir yo también. Tuve un extraño sueño con la madre de Julia. Ella y Pablo, el padre de Paula, se iban a vivir juntos y yo iba a menudo por su casa a recoger a Paula para salir o para verla. Uno de los días que subí a su casa, no estaban ni Julia ni su padre. Paula, se puso cariñosa y terminamos follando en su habitación. Cuando estábamos follando a lo perrito en la cama, se abrió la puerta y apareció Julia. Yo intenté sacársela a Paula y cubrirme con la almohada, pero me había quedado paralizado del susto. Lo normal en esa situación hubiera sido que Julia hubiera cerrado la puerta, al fin y al cabo Paula tenía ya dieciocho años, yo salía con ella y además no era su hija. Sin embargo. Se quedó callada mirándonos fijamente. ¿Te molesta que haya entrado? Le preguntó a Paula, que no le contestó. Pues igual me molesta a mí cuando tú nos espías a tu padre y a mí follando, siguió Julia. Yo no os espío, sois vosotros los que no cerráis la puerta y hacéis mucho ruido con vuestra parafilia del sadomasoquismo. ¡Coño que Julia es sadomasoquista! Pensé.

-              Y tanto sobrino y tanto que lo soy.

-              ¿Doña Julia, que es usted masoca? –Le preguntó Javier-.

-              Sí y a mucha honra. Cada uno tiene su sexualidad y no tiene porque  avergonzarse de ella. Mi hermana Marisa es voyeur, mi hermana Ana y mi hija Julita exhibicionistas y mi hija María pajillera. ¿Pasa algo?

-              No, únicamente, que a mí me gustaría poder conocer algo más del sadomasoquismo.

-              Tú ya eres masoca, no ves como te humillamos y te termina gustando. –Le dijo mi prima Julia-.

-              Julita no te pases. –Le dijo su madre-.

-              Sí, ¿y por eso te quedas en la puerta mirando y tocándote un buen rato? Le reprochó Julia. Paula no le contestó y Julia continuó: Paula, yo sé que lo que tú quieres es follarte a tu padre, muchas hijas lo hemos deseado en un momento u otro y que yo no te caigo bien, porque crees que soy yo quién te lo impide y en eso te equivocas. Te propongo un trato, tú te follas a tu padre y yo me follo a tu novio.

-              ¡Qué descarada Julia! –Le dijo Paula-.

-              Al pan, pan y al vino, vino. –Le contestó mi tía-.

-              Paula se quedó pensando un rato. ¿No podéis discutir esto sin que yo esté delante? Les dije. Cállate Carlos, me contestó Paula. Hombre, es que estáis hablando de mí, protesté. De acuerdo, le contestó finalmente Paula. Tu padre se está duchando, ve con él, le dijo Julia. Paula se levantó, dejándome a mí con todo el cacharro a la vista de su madrastra, y salió de la habitación cerrando la puerta. ¿Te parece mal el acuerdo? Me preguntó Julia. Me parece extraño, le contesté. Julia, que llevaba un ajustado vestido negro, se bajó la cremallera de la espalda y lo dejó caer, no llevaba ropa interior y estaba completamente llena de morbo. Me desperté en ese momento.

-              ¡Coño Carlos, siempre te despiertas en lo mejor! –Protestó mi tía-.

-              ¿Quieres seguir participando? –Le pregunté-.

-              Está claro que sí, bien que le has dado su sitio a mi hija y a mi sobrina.

-              Alguien me estaba dando en el brazo y repitiendo mi nombre insistentemente, abrí los ojos, era la madre de Julia. Me incorporé un poco en la cama y me di cuenta que estaba desnudo sobre las sábanas y empalmado. Me eché un poco la sábana por encima. ¿Sí Julia, me he quedado dormido, desea algo? Le dije. Pablo ha bebido más de la cuenta y se ha caído en mi terraza, a ver si puedes ayudarme a meterlo en la cama para que duerma. Sí claro, voy a ponerme algo, le contesté. No hace falta va a ser un momento. Aunque sea un momento, no creo que a Pablo le guste verme así. Por Pablo no te preocupes, yo creo que está inconsciente. Vaya, mi suegro debía haberse pasado tres pueblos con el whisky. Me levanté con el asta de la bandera. ¡Qué barbaridad, qué contenta debes tener a Paula! Julia llevaba una especie de túnica holgada hasta los pies. La seguí, en la terraza seguían su hija, María y Vero tomando el sol en toples. Entramos a su apartamento y salimos a la terraza, allí estaba mi suegro desnudo en el suelo. Yo lo cojo por los brazos y tú por las piernas, le dije a Julia. Tratamos de levantarlo y nos costó lo nuestro. ¡Hay que ver lo que pesa un cuerpo inánime! Le dije cuando logramos dejarlo en la cama. Lo mejor es que se quede aquí hasta que se despierte, dijo Julia. Bajó las persianas y salimos los dos del dormitorio. Gracias, Carlos. ¿Quieres beber algo? Me preguntó. Vale, pero deja que me ponga algo. Por mí no te preocupes, soy nudista. Me he puesto esto sólo para ir a buscarte, dijo sacándose la túnica por la cabeza, quedándose desnuda. Mi polla al verla pegó un brinco.

-              ¡Venga ya, Carlos! –Protestó Javier-.

-              ¿Javier, quieres saber cómo estamos los cinco? –Le preguntó mi prima María-.

-              Imagino que con poca ropa.

-              Desnudos, estamos todos desnudos. –Le dijo María-.

-              ¿Usted también doña Julia?

-              Sí yo también.

-              ¡Por favor, quitadme la venda, por lo que más queráis!

-              ¿Para qué, para que te corras otra vez? ¡Joder, que vamos a tener que baldear el suelo! –Le dijo Julia, que seguía sobando y lamiendo a Paula-.

-              Salimos a la terraza y nos sentamos alejados para que no pudieran oírnos. ¿Tú eres nudista? Me preguntó Julia, ya los dos con un whisky en la mano. No, aunque tampoco soy especialmente vergonzoso, más bien no se me ha terciado. ¿Y Paula? ¿Qué si es nudista? No me ha dicho que lo sea. No, ¿qué dónde está? Ah, durmiendo también la mona, padre e hija se han pasado hoy bastante, le contesté. Ambos se adoran, pero los celos de uno con otro los matan. ¿Celos, si son padre e hija? Le contesté extrañado. No seas simple Carlos, claro que tienen celos. Paula está celosa de mí porque follo con su padre y su padre de ti, porque te follas a su hija. Miré a Julia madre, me extrañó la crudeza de su lenguaje. Estaba buenísima. Una cara guapa y simpática, unas muy hermosas tetas estupendamente puestas, un poco de barriguita, que la hacía todavía más atractiva, y unas piernas largas y torneadas.

-              Gracias sobrino, ¿cómo no voy a quererte?

-              ¿Qué miras? Me dijo ella. Que eres una mujer muy atractiva. ¿Estás intentando ligar conmigo? Me preguntó ella mirándome a los ojos. ¿Le importaría si así fuera? Todo lo contrario, me halagaría que un chico con la mitad de mis años lo hiciera. Distinto es que yo entre en el juego o no. Me dijo acariciándome la mejilla. ¿Qué hacéis aquí y mi padre? Era Paula que estaba en la puerta de la terraza despeinada y con mala cara. Tú padre está durmiendo ahora, ha bebido más de la cuenta y le he pedido a Carlos que me ayudara a acostarlo. Le contestó Julia. Paula, que se había vuelto a poner el tanga del biquini, se acercó a mí, se sentó en mis piernas, me cogió el vaso de whisky y se lo bebió de un trago. Qué resaca tengo, el orujo me sienta como un tiro, dijo después de acabar con mi whisky. Os dejo solos, dijo Julia. No, quédate, quiero hablar contigo, le repuso Paula. Tú dirás, le dijo Julia. ¿Desde cuándo tú y mi padre sois amantes? Desde hace unos meses, después de separarnos los dos. ¿Te folla bien? Eso es una grosería y no te la voy a contestar. Se notaba una fuerte tensión entre las dos. ¿No te basta con mi padre, también quieres follarte a mi novio? Paula estás diciendo barbaridades de las que después te vas a arrepentir, es mejor que vuelvas a la cama y sigas durmiéndola. Le dije. ¿Qué quieres quedarte solo con ella a ver si cae algo? Me preguntó Paula.

-              Qué mala bebida tiene esa Paula. –Dijo la Paula real, que seguía sobándome la polla-.

-              Paula, déjalo ya, le dije. ¿Por qué habría de hacerlo? Me levanto y me encuentro a la amante de mi padre y a mi novio, desnudos los dos y ella acariciándote la mejilla. ¿Qué creéis, que soy tonta? Paula cogió la botella de whisky, se sirvió otra copa y se bebió la mitad de un trago. ¿Por quién son los celos por tu padre o por tu novio? Le preguntó Julia. Por los dos. Paula, tu padre ya es mayor, está divorciado y puede hacer lo que quiera con su vida y lo de tu novio es una paranoia, simplemente estábamos hablando. Le dijo Julia. Paula se volvió, me besó en la boca y me cogió la polla, que la tenía morcillona. ¿Te gusta más la polla de mi padre o la de mi novio? Paula, no sabes lo que dices, le contestó Julia levantándose de la silla para marcharse. Julia no quiero que le hagas daño a mi padre, lo ha pasado muy mal con mi madre y no quiero que vuelva a sufrir. ¿De dónde sacas que yo voy a hacerle daño a tu padre? Además, que tu padre ya tiene una edad para que tú, que eres una cría, tengas que cuidarlo. Lo que tendrías que hacer es vigilar mejor a tus amigas, para que lo zorreen menos. Paula se bebió la media copa que le quedaba. Ves tú, en eso tienes razón. No debí dejar solo a mi padre con el putón de tu sobrina. Bueno, aquí te quedas Paula, le dijo Julia y se marchó de la terraza. ¿Te la ibas a follar? Me preguntó Paula cuando Julia se hubo marchado. Paula estás insoportable. ¿Se puede saber qué te pasa? No, porque no lo sé ni yo misma. Me contestó volviendo a besarme.

-              María estas muy callada. –Le dijo su hermana-.

-              Porque estoy pensando en cómo voy a seguir la historia. Estoy viendo que Carlos me la va a dejar imposible.

-              Paula se levantó de mis piernas. ¿Dónde vas? Le pregunté. A follarme a la amante de mi padre. ¿Te has vuelto loca? No Carlos, mi padre me ha hecho daño follándose a esa mujer y yo pienso devolverle el daño. Paula entró al apartamento y yo detrás de ella. Julia estaba en la cocina desnuda y pensativa bebiendo un vaso de agua. ¿Qué quieres ahora Paula? Disculparme contigo, le dijo acercándose a ella. Disculpas aceptadas. Así no, Julia. Con sus brazos a los lados del cuerpo de Julia la acorraló contra la encimera y la besó en la boca. Julia le aceptó el beso, pero no se lo devolvió. ¿No te gusto? Paula estás bebida, vete a la cama y duerme, que falta te hace. Tiene razón Julia, le dije. Llévame tú a la cama, le dijo ella a Julia. ¿No te parece que ya eres mayorcita para irte a la cama solita? No me apetece irme sola a la cama, prefiero irme contigo, le dijo volviendo a besarla. ¿Paula, a qué estás jugando? Le preguntó Julia. Quiero saber cómo folla la amante de mi padre, quiero saber qué le da para que la prefiera a ella y no a mí. Paula, deja de decir barbaridades, le dije. Déjala Carlos, me dijo Julia, antes de coger las muñecas de Paula, ponérselas a la espalda, darle la vuelta y salir de la cocina en dirección a la puerta del apartamento. En un primer momento creí que la estaba echando de su casa, pero luego siguió con Paula cogida por las muñecas hacia el apartamento de su padre y allí la llevó hasta el dormitorio de Pablo, dónde la empujo sobre la cama, dejándola tumbada boca abajo.

-              Esto se pone interesante –dijo mi tía-.

-              Paula se quedó quieta en la cama mientras Julia rebuscaba en el armario hasta sacar un cinturón de Pablo, con el que le trabó con fuerza las muñecas por la espalda. Luego la giró para ponerla boca arriba y se sentó sobre ella. ¿Quieres saber cómo follo? Pues tu padre me ata, como ahora te he atado yo. Cuando estoy inmovilizada empiezo a mojarme, como tú ahora. Le dijo metiéndole una mano bajo el tanga del biquini. Entonces me pellizca las tetas con saña, retorciéndome los pezones, continuó haciéndole ella eso a Paula, que puso cara de dolor, pero no se quejó. Y yo me mojo y me excito cada vez más. Él vuelve a meterme los dedos en el chocho y yo sé que ya está fuera de sí, por la violencia con que me los mete y me los saca.

Paula se levantó y fue a tumbarse boca arriba con las manos en la espalda al lado de mi tía Julia, que entendió lo que Paula deseaba y se puso sobre ella a la altura de su barriga, llevando una mano hasta su chocho, sobándoselo primero y luego metiéndole y sacándole dos dedos, con el dedo gordo encima de su clítoris. Mi prima Julia me cogió la polla, que estaba como una barra de hierro, primero empezó a hacerme una paja y luego se dobló para comérmela.

-              Yo observaba cómo Julia estaba muy excitada castigando a Paula y me empalmé del todo. Dudé de si intervenir, pero lo descarté. Eran ellas las que tenían que resolver sus problemas. Cuando ya me tiene fuera de mí, me mete sus huevos y su polla como un palo en la boca hasta casi ahogarme, sin que yo pueda defenderme ni rechazarlo. Julia le puso el coño en la boca a Paula y empezó a moverse adelante y atrás, sin dejar de meterle los dedos en el chocho.

En la realidad, mi tía Julia le hizo lo mismo a Paula que no paraba de gemir fuertemente por la acción de los dedos de mi tía en su chocho.

-              ¿Qué hacéis para que una esté gimiendo de esa manera? –Preguntó Javier-.

-              Mi madre se ha sentado en la cara de Paula para que le coma el coño y se la está follando con sus dedos. –Le contestó mi prima María-.

-              ¡Eso es mentira, te quieres quedar conmigo!

-              ¿Mamá es verdad o no?

-              Totalmente cierto. –Contestó mi tía suspirando también-.

-              ¡Por Dios quitadme la venda de los ojos. Prometo no hacer nada!

-              ¡Que te calles Javier! Sigue Carlos y ve terminando, que le toque a mi hermana. –Dijo mi prima Julia en un momento que tenía mi polla fuera de su boca-.

-              Después, a veces me venda los ojos para que no pueda ver lo que va a hacer conmigo, eso me pone tan caliente que puedo correrme sin que me toque. De pronto noté que alguien se pegaba a mi espalda, miré y era María la amiga de Paula. Te toca seguir María.

-              ¡Vaya menos mal, creía  que no ibas a terminar nunca! –Dijo Javier-.

-              No le eches cuenta al babas este, que has estado muy bien primo. –Me dijo Julia, sobándome los huevos-.

-              Paula, Vero y yo éramos inseparables, aunque yo tenía con Paula una amistad especial. –Comenzó María-. Cuando estábamos solas Paula y yo, normalmente en su casa, después de estudiar y hacer los trabajos que nos mandaban en la facultad, yo le proponía a Paula que por qué no nos relajábamos un poco. Paula ponía porno en su ordenador y nos masturbábamos mutuamente hasta corrernos. Un día puso un vídeo de un tío con un pollón que daba hasta miedo haciéndose un pajote. Cuando nos corrimos a la misma vez que el menda del vídeo, me dijo que el tío era Carlos, un ligue del que me había hablado alguna vez. La envidié como no había envidiado nunca y me prometí que yo tendría alguna vez esa polla entre mis manos. Con el tiempo, alguna vez salíamos las dos o las tres con Carlos y algún chico más. Yo al ver a Carlos, recordaba su polla y tenía que ir al aseo del pub que fuera a hacerme un dedo de urgencia. La cosa empezó a ser obsesiva y soñaba que Carlos con su pollón me follaba y me daba por el culo en el pub, en el coche, en el parque, en un probador, donde fuera, y me despertaba tan caliente que tenía que hacerme un dedo para poder seguir durmiendo.

-              No es para menos hermana. –Le dijo Julia que seguía comiéndome la polla-.

-              Cuando Paula me propuso que fuéramos a su apartamento de la playa un sábado por la mañana y que le había pedido a Carlos que nos llevara, me dije que esa era mi oportunidad. Durante el viaje, que yo hice en el asiento trasero y ellos dos delante, veía como la muy guarra de Paula deslizaba su mano por la entrepierna de Carlos y cómo a este le crecía un tremendo bulto en el pantalón. Me tuve que meter la mano bajo el pantalón corto que llevaba para tocarme. Cogí el biquini más pequeño que tenía, pero cuando llegamos a la piscina del apartamento me di cuenta que no había sido a la única a la que se le había ocurrido ese truco. Paula y Vero comenzaron a discutir entre ellas en la piscina antes de meterse en el agua. Carlos se tiró a la piscina y yo decidí meterme sola con él, aprovechando que ellas discutían. Hice la guarra todo lo que pude pegándome a él por delante y por detrás, notando como se iba empalmando con el zorreo que le estaba haciendo. Pasado un rato decidí ir a por todas, ya que ellas seguían discutiendo, me acerqué al borde de la piscina y me quité el top del biquini dejando mis preciosas tetas al descubierto para Carlos. Volví a pegarme a él, su calentón debió de ser ya tan grande, que se bajó el bañador, me cogió una mano y me la llevó a su polla. No había tenido nunca ninguna de ese tamaño y de esa dureza en mi mano.

-              ¡Vale ya con la polla de este tío! ¡Coño, que lo diga él bueno está, pero María que tú también lo digas! –Dijo Javier indignado-.

-              ¿Tú sabes del tamaño que tiene la polla mi primo? –Le preguntó Julia a Javier-.

-              Yo que sé, normalita me imagino.

-              Pues como mínimo el doble que la tuya de larga y de gorda, así que cállate.

-              ¿Carlos, qué le has pagado a tus primas para que digan eso?

-              En polvos, les he pagado en polvos y muchos.

-              ¡Vete a la mierda, fantasma!

-              Sigue María y no le eches más cuenta al babas. –Le dijo Julia a su hermana-.

-              Pensé que Paula era una asquerosa por tener aquello a su disposición cada vez que quisiera. Con la polla de Carlos en mi mano llegó Paula, también sin el top del biquini, y se metió entre él y yo haciendo que le soltara la polla. En aquel momento estuve a punto de ahogarla en la piscina, pero al poco tiempo, con ella en medio, me cogió las dos manos y me las llevó a la polla de Carlos. No hizo falta mucho para que Carlos se corriera y yo con él, al notar los calambres que sufría su polla al correrse. Paula y yo decidimos quedarnos en toples durante la comida, notaba como su padre nos miraba las tetas a las dos y a mí se me empapaba el coño. Paula se emborrachó y se llevó a Carlos al otro apartamento, luego nos fuimos también Vero, una prima suya llamada Julia y yo a tomar el sol en la terraza. Aprovechando que Paula se había olvidado el móvil y yo se lo había recogido, les estuve enseñando el vídeo del pollón de Carlos. Se pusieron tan calientes que tuvieron que ir a aliviarse una detrás de otra. Ya casi a las siete de la tarde, me desperté y vi como entraban en el apartamento Julia madre, Paula y Carlos, los tres desnudos, y se metían por el pasillo de los dormitorios. Me extrañó y al cabo del rato, con la excusa de ir al baño, mientras Vero y Julia hija seguían durmiendo al sol, decidí ir a mirar que pasaba. Lo que me encontré me dejó de piedra. Julia madre tenía a Paula con las manos a la espalda, le había colocado el coño en la boca y la estaba follando con dos dedos. Carlos, completamente empalmado, las observaba, sobándose la polla muy despacio. Sin que me vieran me quité el tanga del biquini, me coloqué detrás de Carlos y le eché mano a su polla, la tenía otra vez como una piedra y todavía más grande que en la piscina.

-              ¡Eso, eso, no te cortes, vamos sigue exagerando hasta que le tape los ojos con el cabezón! –Volvió a protestar Javier-.

Mi prima Julia se levantó, tiró de mí y me puso frente a Javier, después se colocó detrás de él y le levantó la venda un poco, diciéndole:

-              A ver si así te callas.

-              ¡Ostia puta! –Exclamó Javier al verme la polla-.

-              ¿Está claro o no? –Le preguntó mi prima María, mientras Julia le volvía a colocar la venda a Javier-.

-              ¿Tío, que te has puesto para tenerla así?

-              Es su natural.

-              ¿Cómo va a ser eso natural?

-              Pues cómo tú la tienes de natural pequeñita. –Le dijo mi prima Julia, riéndose-.

-              Julita, deja a Javier tranquilo. –Le dijo su madre, que seguía con Paula en la misma postura-.

-              ¡No hay justicia y luego dicen que somos todos iguales y una mierda iguales! –Protestó Javier-.

-              Sigue María. –Le dijo su madre, mientras Julia y yo volvíamos a sentarnos y ella volvía a comérmela-.

María antes de seguir se vino a mi lado también y me pegó la cabeza a sus tetas, que seguían desprendiendo el perfume más sensual del que nunca he disfrutado.

-              Ni Paula ni Julia madre podían verme. Carlos no dijo nada cuando le cogí la polla y pensé que era mi oportunidad para tener semejante aparato en mi boca. Me puse en cuclillas delante de él, se la volví a coger y me la metí en la boca lo que pude, mientras me sobaba el chocho. Carlos miraba alternativamente la escena entre Paula y Julia y a mí comiéndosela. De vez en cuando me la sacaba de la boca y seguía pajeándolo con la mano mientras le chupaba los huevos y me los metía en la boca. Quería que primero me comiera el coño y luego me follase. Tiré de él a la habitación de al lado, lo tumbé en la cama y me senté en su cara mirando a su polla para que me lo comiera.

-              ¿Y lo hizo? –Le preguntó su hermana-.

-              Maravillosamente, mientras yo seguía pajeándolo, después me doblé y empezamos a hacer un “69”, el mejor que había hecho en mi vida. ¿Tardas mucho en correrte? Le pregunté. Creo que ahora sí, estoy tan caliente que no voy a poder correrme en un buen rato. Me moví, me di la vuelta y mirándolo a los ojos me metí su polla hasta el fondo, mientras el no dejaba de sobarme las tetas. Desde la otra habitación se oyeron dos gritos de placer. Julia y Paula debían haberse corrido. Yo saltaba sobre Carlos ya con tal calentura, que gemía como loca, hasta que no pude más y me corrí. Después de un rato me dejé caer sobre él, casi sin respiración.

Yo le había abierto las piernas a mi prima María, que estaba recostada en mi hombro, y le acariciaba el chocho mientras su hermana me seguía comiendo la polla.

-              Al rato vi aparecer a Julia madre por la puerta. Era una mujer impresionante. Se me quedó mirando. ¿Y Paula? Le pregunté. Se ha vuelto a quedar dormida. Carlos se dio cuenta de la presencia de Julia y me pareció que se avergonzaba de que nos hubiera pillado así, todavía ensartados. Por mí seguid, nos dijo. ¿No te sumas? Le dijo Carlos. Yo no había hecho todavía un trío en mi vida y me apeteció mucho hacerlo con Carlos y aquella mujer madura tan atractiva. Me quité de encima de Carlos, me puse de pie y me acerqué a ella. Carlos se giró en la cama para mirarnos. Abracé a Julia y la besé en la boca, ella me devolvió el beso y el abrazo. Prácticamente había anochecido y sólo la última tenue luz del atardecer nos iluminaba. Carlos se puso también de pie y vino hacia nosotras, sumándose al abrazo y al beso. Julia le echó mano a la polla de Carlos y empezó a pajearle suavemente, luego se puso en cuclillas para comerle la polla, mientras él y yo nos besábamos. ¡Anda mamá que te podrás quejar!

-              Todo lo contrario, qué maravilloso día de sexo. Así deberían ser todos los días, como ese o como hoy. –Dijo mi tía Julia-.

-              Las dos acabábamos de corrernos, pero las dos seguíamos calientes, disfrutando del follaamigo de Paula. Yo no podía creerme que finalmente me hubiese follado a Carlos y que ahora estuviera con él y con otra mujer. Carlos levantó a Julia, la llevó a la cama y ella se puso a cuatro patas con las piernas muy abiertas. Yo me puse delante de ella para que me comiera el chocho y Carlos se puso detrás para comerle a ella su ojete y su chocho, acariciándole el clítoris con sus dedos. Los gemidos, los suspiros y el ruido de los lametones llenaban la habitación, que ya estaba iluminada sólo por la luz de la luna. Para mí estaba siendo el mejor momento de sexo de mi vida.  Soy una mujer caliente y si un hombre me gusta no tengo el menor reparo en follármelo, pero el trío que estábamos haciendo me tenía disparada. Carlos se incorporó y le metió la polla a Julia hasta el fondo de su chocho, empezando a bombear dentro de ella. ¡Carlos azótame el culo! Le pidió ella. Yo le cogí la cabeza y se la apreté contra mi chocho, para que no dejara de comérmelo.

-              ¡Joder, joder, joder! –Gritó Javier volviendo  a correrse sin que nadie, ni el mismo, lo tocara-.

-              ¿Qué te pasa ahora? –Le preguntó mi prima María-.

-              ¡Que me has puesto a reventar con tus guarrerías y me he corrido, coño!

-              ¡Yo también me he corrido! –Dijo Paula-.

-              Ya lo sabía cariño. Descansa ahora. –Le dijo mi tía Julia-.

Luego se levantó y se vino donde estábamos nosotros, se hizo sitio entre María y yo, diciendo:

-              María túmbate, Carlos fóllame.

Repitió la posición que María estaba contando, me cogió la polla, se la colocó a la entrada de su chocho y se echó hacia atrás hasta metérsela entera. Mi prima Julia se puso de pie dejando a su madre entre sus piernas y me ofreció su chocho abierto para que se lo comiera.

-              Carlos estuvo un buen rato follándose a Julia y golpeándole el culo con sus manos, hasta que se puso en cuclillas detrás de ella y empezó a metérsela por el culo, entre gemidos de Julia cada vez más fuertes. Julia no había dejado ni un momento de comerme el coño y yo ya estaba más que a punto de volver a correrme. ¡Julia no pares, que me voy a volver a correr! Le dije y ella redobló el trabajo de su lengua y de sus dedos sobre mi chocho, hasta que me corrí de nuevo, desfalleciéndome del placer. Entre sueños noté primero como  Julia y Carlos se iban de la habitación y luego como Vero y Julia hija se acostaban en mi misma cama. Me despertó el ruido de la cisterna en el baño, me levanté, miré en la habitación donde Paula se había quedado dormida. No estaba, estaban sólo Julia y Carlos dormidos y abrazados. Escuché ruidos en la cocina, debía ser Paula y me dirigí allí, pero tampoco estaba. Miré en la terraza y allí estaba. Hola Paula, le dije al entrar…

-              Hola María, ¿sabes dónde está mi padre? –Dijo la Paula real saliendo de su letargo y entrando en la conversación del relato con mi prima-.

-              Creo que durmiendo en casa de la vecina, ¿por qué?

-              María me siento muy rara. No me acuerdo de nada de lo que ha ocurrido esta tarde y me he despertado con Julia y con Carlos desnudos y abrazados, los tres en la cama de mi padre.

-              Ha sido una tarde extraña para todos, creo que el sexo se ha apoderado de nosotros y nosotros hemos dejado encantados que se apodere.

-              Acompáñame a ver a mi padre, le dije a María saltando desnuda la separación entre las terrazas, haciéndolo ella detrás de mí.

-              ¿Qué quieres hacer, Paula?

-              No lo sé. Tengo celos de Vero y de la vecina, por sus líos con mi padre.

Después de llevar un buen rato sin poder correrme, noté que ya estaba a punto de hacerlo, se lo dije a mi tía.

-              ¡Tía me voy a correr!

-              Hazlo dentro de mí, quiero sentir tu lefa en mi chocho.

-              Yo también me voy a correr. –Dijo su hija Julia-.

-              ¡Aaaaagggg, aaaagggg! –Grité al empezar a correrme-.

Mi prima Julia empezó a sobarse el clítoris violentamente, hasta que se corrió en mi boca, llenándomela de jugos.

-              ¿Qué está pasando ahí entre vosotros? –Preguntó Javier-.

-              Que nos estamos corriendo uno detrás de otro. –Le contestó mi tía-. ¡Ahora yo, aaaaagggg, aaaagggg, Carlos sigue un poco más, asíiii, asíiii,…!

Después de corrernos nos tumbamos para recuperar el aliento. Paula y María empezaron a sobarse los chochos entre ellas y siguieron con el relato.

-              Paula y yo entramos en el apartamento por la puerta de la terraza, que estaba abierta, y nos dirigimos al dormitorio principal. La luz de la luna entraba en la habitación, su padre estaba sobre las sábanas, desnudo y empalmado. La verdad es que estaba para comérselo. ¿Te lo quieres follar? Le pregunté a Paula.

-              No lo sé, es mi padre y aunque esté pillada por él, me da miedo pasar ciertos límites. Mi padre se revolvió en la cama como si fuera a despertarse. Espera María, no sigas con el relato, deja que sea Javier haciendo de Pablo.

-              ¿Estás segura? –Le preguntó María a Paula-.

-              Vamos a darle la oportunidad. Venga Javier. –Le dijo Paula-.

-              Gracias, Paula. Me desperté sin saber la hora que era, con un dolor de cabeza del carajo. Noté que, como cada vez que me despertaba, tenía mi pollón de treinta y cinco centímetros a reventar. Sin abrir los ojos me lo sobé unos minutos. Cuando ya abrí los ojos, vi la silueta de dos pibas que me estaban mirando, volví a sobarme el pollón y les dije: ¿queréis que os reviente el culo? Ellas se acercaron a mí y me las follé de todas las formas posibles, hasta dejarlas sin conocimiento.

-              ¡Pero serás animal! -Le gritó mi prima María-.

-              ¿Por qué me dices eso, no te ha gustado el final?

-              ¿Pero tú te crees que puedes terminar así el relato? –Le dijo Paula-.

-              Tienes razón, me faltaba: y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

(Amigos lectores, aquí me despido de este relato, al menos por ahora. Espero que sigáis leyendo otros relatos, que irán de otras cosas excitantes y divertidas o al menos eso pretendo. Gracias).