Compartiendo piso de estudiante con mis primas 19

Nos despiertan para avisarnos de que el confinamiento se ha levantado parcialmente. Después de una ducha con Nancy cogemos el autobús para el pueblo. En el trayecto una abuela me hace una mamada de escándalo. El reencuentro con Cristina, su madre Clara y su amiga Sonia es fantástico. Divertíos.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente, ya diría yo  que imprescindible, leer los capítulos anteriores, al menos los primeros para conocer a los personajes. Mis mejores deseos de que lo disfrutéis y gracias por vuestros comentarios, valoraciones e ideas.)

Me despertó, como a todos los que dormíamos en el piso, una auténtica sinfonía de timbres de móviles. En nuestra habitación sonaron casi a la misma vez el de mi abuelo, el de mi prima Julia y el mío. Salté de la litera con mi erección matutina y miré el mío, eran las ocho de la mañana y la llamada era de mi madre. Salí de la habitación para poder hablar con más tranquilidad.

-              Buenos días mamá.

-              ¿Te has enterado?

-              ¿De qué me tengo que enterar?

-              Hijo vives en Babia, pues de qué va a ser, que han levantado parcialmente el confinamiento y ya se puede viajar en el interior de la provincia.

-              No sabía nada.

-              ¿Por qué será que no me extraña? Al parecer han decidido adelantar la medida por sorpresa. ¿Está tu abuelo contigo?

-              Sí mamá.

-              Pues ya os estáis viniendo los dos para el pueblo, que estoy deseando veros.

-              Yo también a vosotros. Cuando cuelgue hablo con él para ver a qué hora cogemos el autobús.

-              Cuando llegues al pueblo, ve primero a casa de tu abuelo y ya te recogemos tu padre o yo allí.

-              De acuerdo mamá, hasta dentro de un rato.

Volví a la habitación, mi abuelo estaba hablando con mi abuela, también con una erección matutina, pero con cincuenta y cinco años más que yo, y Julia con su madre.

-              Ya lo sabes, ¿no? –Le dije cuando colgó-.

-              Sí me lo acaba de decir tu abuela.

-              Mamá dice que nos vayamos cuanto antes para el pueblo.

-              Lo mismo me ha dicho tu abuela y que te vengas para casa, que te recogerán tus padres allí.

-              Voy a hablar con mi hermana y las primas, a ver cuando nos vamos. –Dijo Julia cuando colgó-. ¡Joder que bien os levantáis los dos! Lástima que tenga prisa. –Nos dijo cogiéndonos nuestras pollas a la misma vez y soltándolas al momento-.

No le dio tiempo a Julia de salir de la habitación, cuando ya habían entrado María y Vero desnudas.

-              ¿Cuándo nos vamos? –Le preguntó María a Julia-.

-              En cuanto podamos.

Entraron Luisa y Antonia, como no, también desnudas.

-              Antonia dice que nos lleva a las cuatro en su coche al pueblo, camino del suyo. –Dijo Luisa-.

-              Pues venga, ya estamos tardando. –Dijo Julia y salieron de la habitación camino del baño o de sus dormitorios, dejándonos solos a los dos-.

-              Que buen despertar, cinco chicas preciosas en pelotas. –Dijo mi abuelo-.

-              Sí que da alegría y ánimos para el día. Dejamos que ellas se arreglen, luego lo hacemos nosotros y nos vamos para la estación de autobuses.

-              ¿Crees que podremos coger el autobús de las diez?

-              Yo creo que sí.

Empecé a recoger algunas cosas en una maleta pequeña y mi abuelo a sacar una muda de su mochila. Apareció por la puerta Nancy, también desnuda, como era la costumbre de la casa por la mañana.

-              Good morning.

-              Buenos días Nancy. ¿Te has enterado? –Le dije-.

-              Sí. ¿Don Francisco, usted que piensa hacer?

-              ¡Qué no me llames Don Francisco, coño, Paco y de tú! Pues irnos para el pueblo en cuanto podamos.

-              Bien, yo marchar con ustedes.

-              ¿Con nosotros? –Le pregunté extrañado-.

-              Claro, yo necesito seguir mi investigación.

-              Buenoooo. –Dijo mi abuelo, como diciendo la que le había caído encima con la investigación-.

-              ¿Se levanta usted así todos los días? –Dijo Nancy señalando la erección de mi abuelo-.

-              Casi todos guapa. ¿Eso también es para la investigación?

-              Sí, otra pregunta: ¿Cuántas veces se corrió ayer?

-              Yo no llevo la cuenta de eso.

-              Please, es importante.

-              ¡Joder la que me ha caído a mí! Pues uno al levantarme y otro al ducharme con mi mujer, dos, otro en el autobús con Manoli, aunque ese fue una mamada, tres, dos en el salón de masajes con Pepa y su hija, cinco, uno con Puri, seis, tres en la terraza, nueve, y dos por la noche, once. Ah se me olvidaba y el pajote que me hizo Julia cuando te quedaste dormido, doce. –A la americana se le había ido descolgando la boca, hasta quedársele totalmente abierta-.

-              ¡It is portentous! –Logró decir al rato-.

-              ¿Qué ha dicho? –Me preguntó mi abuelo-.

-              Que le parecen muchos para un día y a mí también.

-              Qué le vamos a hacer si el día se terció así.

Mis primas, ya vestidas y con sus maletas, se asomaron por la puerta.

-              Nos vamos. Nos llamamos para vernos todos por el pueblo. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Claro guapa. –Dijo mi abuelo y empezó a darle dos besos a todas, sin que se le hubiera bajado la erección-.

-              Paco me debes una ducha. -Le dijo Antonia-.

-              Las que tú quieras, que yo soy muy limpio. –Le contestó riéndose-.

Se marcharon finalmente. Le dije a Nancy, que pasara la primera al baño, pero ella no se movió, hasta que nos cogió las pollas a los dos y dijo:

-              Mejor todos juntos en la ducha para ahorrar agua.

-              ¡Qué peligro tiene esta! Pero yo sin mi polvo mañanero no soy persona. –Me dijo mi abuelo-.

-              Yo primero me voy a tomar un café y a llamar por teléfono.

Se fueron Nancy y mi abuelo para el baño y yo me fui para la cocina para prepararme un café. Cuando puse la cafetera llamé a mi medio novia y hermanastra Cristina.

-              ¡Hola Carlos, que alegría, que vamos a poder vernos por fin!

-              Ya era hora, creía que esto no iba a terminar nunca. Yo también estoy deseando que nos veamos.

-              ¿Cuándo vienes?

-              Dentro de un rato. Me vuelvo con mi abuelo que ha pasado un trasnoche aquí en Sevilla con nosotros.

-              ¿A qué hora coges el autobús?

-              Queremos cogerlo a las diez, yo creo que nos dará tiempo.

-              Llámame cuando llegues.

-              Claro. Cuando llegue iré primero a casa de mis abuelos y allí me recogerán mis padres.

-              ¿Cómo tienes la polla?

Iba a decirle que en carne viva del día anterior, pero yo sabía que ella no quería saber eso.

-              Como un palo, como siempre que hablo contigo.

-              Eso me gusta, mantenla así porque vamos a desquitarnos de estos días sin vernos.

-              No lo dudes.

-              De acuerdo, un beso y nos vemos enseguida.

-              Igualmente Cristina.

Me serví el café y llamé a Javier.

-              ¿Cómo te va con la ferretería?

-              Mejor que ayer con la diosa.

-              Tienes que arreglar eso, no te puedes correr por dos besos en las mejillas, aunque te los de tu diosa.

-              Lo sé Carlos. Qué vergüenza con ella y con tu prima Luisa.

-              ¿Te has enterado que han levantado el confinamiento y ya se puede viajar por la provincia?

-              Sí, me acabo de enterar, me ha llamado mi padre.

-              ¿Qué vas a hacer?

-              Quedarme en Sevilla con Patro.

-              ¿No vas a ver a tus padres?

-              Por ahora no. ¿No te acuerdas que me dejaron más tirado que a una colilla?

-              Hombre eso fue por las circunstancias.

-              Les he dicho que me voy a tomar unos días para ir. Carlos, aquí con Patro estoy en la gloria, polvo mañanero, polvo con la cervecita, polvo con el juego de la ferretería, polvo después de comer…

-              Vale Javier, ya te he entendido.

-              ¿Y vosotros que hacéis?

-              Mis primas se han ido ya en coche y mi abuelo y yo cogeremos el autobús al pueblo dentro de un rato.

-              Dale recuerdos a Cristina y a su madre de mis partes.

-              ¡Vete al carajo y ponte la bata de ferretero! Adiós.

Había visto a mi abuelo pasar para el dormitorio, así que después de terminarme el café me dirigí al baño para asearme. La puerta del baño estaba entornada, cuando entré vi a Nancy sentada en el plato de ducha.

-              Perdona, termina tranquila no hay prisa. –Le dije, volviéndome para salir del baño-.

-              No, pasa Carlos, i was waiting for you. –Me dijo-.

Mi inglés no es muy bueno o mejor dicho es bastante malo, pero eso lo entendí. Pensé que no sabía para qué me estaba esperando.

-              ¿Querías algo? –Le pregunté mientras ella se ponía de pie-.

-              Lo de ayer noche fue wonderful. Hablé después con mi mother, que es también la directora de my investigation. Ella me ha recomendado que la amplíe contigo.

-              ¿Pero la investigación de que va en concreto?

-              De conocer porqué algunas personas se comportan so sexually active.

-              ¿Se comportan cómo?

-              Tan activas con el sexo.

-              Yo creo que con mi abuelo tienes bastante para eso, incluso para hartarte. Perdona tengo que mear.

-              Do it here. –Me dijo indicándome el plato de ducha-.

No sé porqué, pero la cosa me hizo gracia. Entré en el plato de ducha junto a ella y fui a situarme sobre el desagüe, tenía la polla bastante morcillona todavía, después de la erección matutina. Nancy se situó a mi espalda y me cogió la polla y los huevos, pegándome sus tetas a mi espalda y su chocho a mi culo. Ella me descapulló.

-              Nancy voy a empezar a mear. –Le dije-.

-              Sure, no problema.

Empecé a mear y ella a jugar con mi polla dirigiendo el potente chorro en distintas direcciones.

-              ¿Haces esto a menudo? –Le pregunté-.

-              Noo, pero me ha entrado el gusto.

De dirigir el chorro pasó a empezarme un pajote mientras meaba.

-              ¿Has follado antes con mi abuelo?

-              ¡Yes, wonderful! –Me contestó mientras se ponía delante de mí para que me siguiera meando en su barriga y en su chocho, sin parar de pajearme-.

-              Eres tú un poco guarrita.

-              No, i’am very dirty. –Me dijo bajando el tono de voz-.

Terminé de mear y ella siguió con la paja, mientras yo empecé a besarla primero en la boca y después a comerme sus rosados pezones, agarrándole el culo con fuerza y llevando una mano hasta su chocho.

-              ¡Aaaaahhhh! –Suspiró cuando le metí dos dedos en su chocho-.

-              Chúpamela –le dije-.

Nancy se puso en cuclillas y se metió mi polla en la boca, empezando a hacer el gesto de tragársela hasta que su cara chocó con mis ingles.

-              ¡Aaaaagggg, aaaaagggg! –Eran los únicos ruidos guturales que podía emitir-.

-              ¡Qué barbaridad Nancy, que manera de tragártela!

-              ¿Te gusta? –Me preguntó cuando se la sacó de la garganta y de la boca-.

-              No sé, me parece que te fueras a atragantar. ¿Dónde has aprendido a hacer eso?

-              I learned it from my mother.

-              Pues anda que tu madre también te ha enseñado a hacer ganchillo, como las madres de mi pueblo.

-              ¿A hacer qué?

-              Da igual.

Nancy volvió a tragase mi polla entera como si nada, mientras se sobaba el chocho. La verdad es que era una sensación extraña tener la punta de la polla metida en la garganta de Nancy, mientras con la lengua fuera de su boca me lamía los huevos. Al poco volvió a sacársela y se metió mis huevos en su boca, mientras me pajeaba con fuerza has que notó que iba a correrme. Entonces dirigió mi polla a su cara.

-              ¡Nancy no pares que me voy a correr!

-              ¡I also!

Empecé a llenarle la cara y los ojos de chorros de lefa, a la misma vez que ella gritaba al correrse conmigo. Nos duchamos con algunos magreos, ella se fue a su habitación a vestirse y recoger sus cosas y yo hice lo mismo.

-              ¿Nos vamos? –Dijo mi abuelo-.

-              En cuanto termine de vestirme y recoger mis cosas.

Nancy apareció por la puerta de la habitación con su mochila justo cuando estaba cerrando la maleta. Salimos del piso los tres, cerré y le dije a mi abuelo que iba a despedirme de Puri y de Paca.

-              Nos vamos al pueblo. –Les dije cuando abrieron la puerta las dos-.

-              Para nosotras se acabó lo bueno. El imbécil de mi marido no tardará en llamar para anunciar que vuelve. –Dijo Puri-.

-              Cuando volváis tenemos que quedar para rodar el vídeo del harén. –Dijo Paca-.

-              Tienes razón Paca, lo estoy deseando. –Le dije-.

-              Puri, tenemos que volver a vernos, bueno y contigo también, Paca. –Les dijo mi abuelo-.

Nos despedimos con un beso en la boca, tanto mi abuelo como yo y nos fuimos andando para la estación. En la calle seguía habiendo muy poca gente, pero algo más que el día anterior. La única que llevaba mascarilla era Nancy. Al comprar los billetes en la estación todavía desierta nos facilitaron mascarillas a mi abuelo y a mí. En el andén estaba sólo Manoli con una mascarilla puesta.

-              Buenos días Manoli, ¿ya de vuelta?

-              Sí Paco, no queda más remedio. ¿Quiénes son estos jóvenes?

-              Ella es una investigadora de no sé qué universidad y él es mi nieto Carlos.

-              Encantado. –Le dije a Manoli-.

-              Tú eres amigo de mi nieto Javier, ¿verdad?

-              Sí señora acabo de hablar por teléfono con él.

-              Qué rarito es el pobre. –Comentó la abuela de Javier-.

Se subió el conductor del autobús y detrás lo hicimos nosotros cuatro.

-              Siéntate aquí conmigo, que quiero que me cuentes cosas de mi nieto. –Me dijo Manoli entrando en un pasillo por la mitad del autobús, mientras Nancy y mi abuelo siguieron andando hacia los asientos del final-.

-              ¿No se ha pasado usted a ver a Javier? –Le pregunté-.

-              No me hables de usted. La verdad es que no he tenido tiempo, no he estado más que un trasnoche.

Pensé que en efecto habían sido unas pocas horas, pero que mi abuelo las había exprimido como si hubieran sido días.

-              Bueno, Javier está bien de todas formas, lo vi ayer noche. –Le dije cuando el autobús se puso en marcha-.

-              Sus padres están muy disgustados con él, después de lo que pasó en el pub con la mujer del alcalde.

-              Eso son cosas de la juventud, tampoco hay que tenérselo muy en cuenta.

-              ¡Hombre, que te pille la esposa del alcalde en el aseo de mujeres cascándotela, tampoco es bonito!

-              Ya. ¿Qué ha venido al médico? –Le pregunté por cambiar de tema-.

-              A recibir un tratamiento, pero no del médico.

Estábamos los dos ladeados en el asiento charlando. Manoli era de esas personas toconas, que al hablar están todo el tiempo cogiéndote el brazo.

-              ¿Y para qué es el tratamiento?

-              Para los nervios.

-              ¡Vaya! ¿Te ha afectado mucho el confinamiento?

-              Sí hijo. Yo venía a Sevilla para recibir el tratamiento una vez a la semana, con el confinamiento he estado varias semanas sin poder venir, hasta que ayer me decidí, porque estaba ya atacada. ¿Te importa si me quito la mascarilla? Es que me resulta muy molesta.

-              No, en absoluto. ¿Te ha sentado bien la sesión del tratamiento?

-              De maravilla. Como pareces un chico muy simpático y muy maduro y siendo nieto de Paco, te lo voy a decir. Hace unos años me quedé viuda…

-              Lo sé por Javier.

-              Yo soy una mujer que no puede estar sin la compañía de un hombre y no quería dar que hablar en el pueblo, que hay mucha lengua larga, así que me eché una relación por el Meetic y semanalmente vengo a verlo.

-              Haces muy bien, hay que hablar con alguien.

-              No, si yo no vengo a hablar, el pobre además es mudo, yo vengo a follar.

Me quedé de piedra con la confesión de Manoli, que no paraba de sobarme el brazo.

-              Bueno, también hace falta, que eres todavía joven. –Le dije por quitarle hierro al asunto-.

-              ¿Te parece, pero si soy la abuela de un amigo tuyo?

-              Claro que sí me parece todavía joven, Manoli.

Manoli bajó su mano de mi brazo a mi pierna y empezó a meterla por la pernera de mi pantalón corto, hasta llegar a mi polla. Aquello era un asalto en toda regla.

-              Estás tan bien dotado como tu abuelo. –Me dijo a la misma vez que se abría un par de botones de su blusa-.

Al principio movía su mano con suavidad sobre mi polla, pero cuando esta empezó a reaccionar a las caricias me la cogió con fuerza y empezó a hacerme una paja.

-              ¿Manoli me vas a hacer una paja? –Le pregunté-.

-              No, te la voy a animar, para luego comértela.

No me pegaba nada su aspecto de señora madura de pueblo con lo que me estaba haciendo ni con el lenguaje que utilizaba.

-              ¿Manoli esto es otra sesión de tu tratamiento?

-              Podríamos decir que sí. Echa el respaldo para atrás.

Hice lo que me dijo, ella sacó su mano de la pernera y con las dos manos me soltó el cinturón y me bajó la cremallera del pantalón. Ese día también iba sin calzoncillos, no me había dado tiempo a lavar ninguno. Cuando me sacó la polla estaba algo más que morcillona.

-              Es igualita que la de tu abuelo. –Me dijo volviendo a pajearme con una mano y a cogiéndome los huevos con la otra-. ¡Qué bonita es una buena polla!

Por los botones que se había soltado de la blusa se le veían las tetas dentro de un sujetador blanco bastante transparente.

-              ¿Hace mucho tiempo que no te han hecho una mamada?

-              No demasiado. –Le contesté pensando en la que me había hecho Nancy hacía un rato en la ducha-.

-              ¿Y te gusta que te coman el pollón que tienes?

-              ¿A quién no le gusta una buena mamada? ¡Aaaaggg! –Gemí cuando empezó a lamerme el capullo y el frenillo-.

-              ¡Qué gorda y qué dura se te ha puesto!

-              ¿Por qué no te sacas las tetas del sujetador?

Manoli me soltó la polla, se quitó otro par de botones de la blusa y se sacó las tetas del sujetador. Las tenía todavía bastante en su sitio y tenía los pezones como piedras.

-              ¿Te gustan mis tetas?

-              Están estupendas. –Le dije llevando una mano a ellas para sobárselas-.

Volvió a lamerme la polla y a metérsela en la boca con mucha sapiencia de lo que hacía.

-              ¿Quieres que te la haga lenta o rápida?

-              Como para haber terminado cuando lleguemos al pueblo. –Le dije poniéndole una mano en la cabeza-.

-              Para ser tan joven a ti te la han mamado ya muchas veces.

-              No me puedo quejar.

Siguió un buen rato comiéndome el nabo y sobándome los huevos lentamente, luego miró el reloj de pulsera que llevaba y aceleró el ritmo.

-              Como no hay tráfico vamos un poco justos de tiempo para terminar antes de llegar al pueblo. –Me dijo-.

-              Yo creo que vamos bien. –Le contesté-.

Ahora me la hacía bastante más rápido y me la sorbía haciendo  bastante ruido.

-              ¿Tú no quieres correrte? –Le pregunté-.

-              Yo acabo de correrme en la ducha con el mudo y tengo la capacidad de tu abuela.

-              Manoli, no voy a tardar en correrme.

-              Córrete en mi boca, que no me ha dado tiempo a desayunar.

Vi que quedaban como cinco kilómetros para el pueblo y empecé a moverle más rápido la cabeza, hasta que me corrí.

-              ¡Sigue Manoli, sigue comiéndomela que tengo más para ti, sigue, sigue,…!

Se tragó casi toda mi lefa, menos un poco que le quedó en la comisura de los labios, luego me pasó la lengua hasta dejarme la polla resplandeciente, se incorporó, se metió las tetas en el sujetador y se volvió a abotonar la blusa, mientras yo me cerraba los pantalones.

-              Qué corto se me ha hecho el viaje. –Me dijo, limpiándose las comisuras de los labios-.

-              Y a mí también.

El autobús se detuvo en una parada cerca de la plaza y nos levantamos para bajar.

-              Me tienes que contar otro día más cosas de mi nieto. –Me dijo ya en tierra dándome dos besos en las mejillas-.

-              Cuando quieras, a ver si coincidimos en otro viaje.

Manoli se marchaba ya cuando bajaron del autobús Nancy y mi abuelo. Nancy estaba despeinada y mi abuelo radiante.

-              Adiós Paco, tienes un nieto que es un encanto. –Le dijo al despedirse, poniéndose la mascarilla-.

-              ¡A qué la come es escándalo! –Me dijo mi abuelo en voz baja-.

-              Desde luego que sí, aunque la americana también es buena.

-              Muy buena, lo que pasa es que yo no me entero de lo que dice.

Nos dirigimos andando hacia la casa de mis abuelos, Nancy se pasó todo el tiempo hablando en inglés por el móvil. El pueblo estaba igual de desierto que Sevilla.

-              ¿Siguen los bares y los pub cerrados? –Le pregunté a mi abuelo-.

-              Alguno va abriendo, pero todavía muy tímidamente. Si encontramos alguno abierto nos tomamos un anís.

-              ¿Abuelo con lo que bebiste ayer no tienes resaca?

-              Sudé y expulsé todo lo que bebí. –Me contestó mi abuelo riéndose-.

Pasamos cerca de la peluquería de Clara, la madre de Cristina, tenía un rótulo nuevo todavía envuelto en papel

-              ¿Qué pasa con la peluquería de Clara? –Le pregunté a mi abuelo-.

-              Al parecer quiere diversificar el negocio y tener algunas cosas de baño y ropa interior femenina.

-              ¡La que puede liar Clara con eso!

-              ¡Y que lo digas!

Llegamos a la casa, justo cuando Nancy terminó de hablar por teléfono. Mi abuelo abrió con su llave y entró, detrás entró Nancy y yo el último. Cuando cerré la puerta, unas manos me taparon los ojos. Por las manos no sabía quién podía ser, pero por las tetas que se presionaban contra mi espalda supe que era Cristina.

-              ¿Qué haces tú aquí? –Le pregunté-.

-              He venido a recibirte como te mereces. ¿Cómo has sabido que era yo? –Me dijo quitándome las manos de los ojos-.

-              Conozco esas tetas en mi espalda, preciosa.

Cristina llevaba un sujetador negro que le cubría escasamente los pezones, un tanga de hilo también negro y unos zapatos de tacón.

-              ¡Qué guapa estás! –Le dije besándola en la boca-.

-              Gracias, tú también.

En el salón vi que estaban mi abuela y Clara en bata.

-              ¿Qué hacéis? –Le pregunté-.

-              A mi madre le ha dado por meterse en el mundo de la corsetería y estábamos probándonos prendas para todas las edades.

Me acerqué a mi abuela, le di un abrazo y dos besos en las mejillas. Yo sabía que tenía más de setenta años, pero realmente parecía que no tuviese más de cincuenta y cinco.

-              ¡Hola abuela, que bien te ha sentado el confinamiento, bueno y a ti también Clara! –Les dije mientras le daba un par de besos a Clara-.

-              Gracias Carlos. ¿Y esta quién es? –Dijo mi abuela señalando a Nancy-.

-              La investigadora de la universidad. –Le contestó mi abuelo-.

-              Qué lechosa, ¿no? –Dijo mi abuela-.

-              No empieces, que así empezamos ayer y terminamos follando todas con todos. –Le contestó mi abuelo-.

-              Así me gusta que te lo pases bien y que hagas que las demás nos lo pasemos bien también. –Le dijo mi abuela, pasándole la mano por la entrepierna a mi abuelo-.

-              ¿Qué llevas debajo de la bata? –Le preguntó-.

-              Lo que a ti no te importa.

-              ¿Cómo que lo que a mí no me importa, entonces a quien le va a importar? –Le dijo dándole la vuelta y abriéndole la bata-. ¡Qué buena estás!

-              Espérate un momento. Carlos llama a tu madre, que me dicho que la llames en cuanto llegaseis.

Lo de Cristina en sujetador y tanga y lo de las batas de mi abuela y Clara debió confundir a Nancy, que se quitó la camiseta.

-              ¿Qué hace esta muchacha? –Preguntó mi abuela-.

-              Esta se piensa que vamos a empezar otro cachondeo. –Le contestó mi abuelo-.

-              Bueno, pues deja que piense lo que quiera. –Le contestó mi abuela-.

Los dejé a todos en el salón y me fui a la salita para hablar con mi madre. Cristina se vino conmigo.

-              Hola mamá, ya estamos en casa de los abuelos. ¿Qué pasa?

-              No te lo he querido decir antes, pero vas a tener que quedarte un tiempo en casa de tus abuelos, tu padre ha cogido el virus y no puede entrar ni salir nadie de la casa.

-              ¿Pero él está bien?

-              Sí, tiene fiebre y está molesto, pero bien dentro de lo que cabe.

-              ¡Qué mala suerte, cuando ya esto está remitiendo!

-              Qué le vamos a hacer. Esperemos que no nos hayamos contagiado ninguna y que en unos días haya remitido.

Cristina se estaba abrazando por la espalda y pasando su mano por mi entrepierna.

-              ¿En qué puedo ayudar?

-              Vas a tener que ir a hacer las compras, traérnosla y dejarla en la puerta, nosotros no debemos salir.

-              De acuerdo, claro.

-              ¿Me pasas con papá?

-              Ahora está durmiendo, cuando se despierte le digo que te llame.

-              De acuerdo, mamá. Adiós.

Cristina seguía abrazándome por la espalda y sobándome la entrepierna.

-              ¿Qué les pasa a tus padres?

-              Mi padre ha cogido el virus, parece que no es grave, pero tiene fiebre.

-              Vaya, ¿quieres ir a verlo?

-              No puedo ahora, igual dentro de unos días. –Le dije volviéndome para besarla en la boca y cogerle el culo y apretarla contra mí-.

-              ¿Entonces no tienes nada que hacer?

-              Claro que tengo cosas que hacer, tengo que ponerme al día contigo.

-              ¿Eso quiere decir lo que yo creo? –Me preguntó pasándome la mano por la entrepierna-.

-              Exactamente eso. –Le dije apretándole más el culo-. Se te ha puesto mejor culo en estas semanas.

-              He hecho mucho ejercicio para no coger peso ni anquilosarme.

Cristina se puso en cuclillas y me abrió el pantalón, tenía la polla sólo morcillona, pese al manoseo que le había dado Cristina.

-              ¿Es que ya no te pongo? –Me preguntó-.

-              Claro que me pones, igual o más que antes.

-              ¿Por qué no me grabas con tu teléfono mientras te la como y luego lo vemos juntos?

-              Vale, me parece un juego muy nuestro.

Abrí la cámara del teléfono y empecé a grabar el fantástico cuerpo de Cristina en ropa interior y luego cuando empezó a comérmela.

-              ¿Hace mucho tiempo que no te la comen?

-              Me alegra que me hagas esa pregunta. –Le dije con mucho cachondeo-. Me parece que unos veinte minutos o media hora.

-              ¿Y quién ha sido?

-              Si te lo digo no te lo creerías. ¡Uuuummm, que rico Cristina! Ven aquí que hace tiempo que no te como el chocho.

La tumbé en el sofá, ella levanto las piernas y se ladeó el tanga, yo metí la cabeza entre sus piernas y empecé a lamerle su chocho grande y completamente depilado.

-              Hace poco que te lo has arreglado. –Le dije-.

-              Hace un rato, para ti, cuando supe que venías. Estaba tan caliente pensando en esto, que me he corrido depilándome.

-              Pues todavía lo tienes mojado.

-              Me lo he dejado bien mojado para ti. Mi madre me va a matar, voy a tener que quedarme con todos los tangas que me he probado, porque no veas como huelen.

-              Eres una chica muy guarrita y me encanta.

-              A mí también. Ven aquí que siga comiéndotela.

El olor y el sabor del chocho de Cristina me habían puesto como una moto y ya la tenía como un leño. Me puse sobre ella y seguí grabando en el móvil como le comía el coño. Cristina suspiraba con fuerza y aceleraba la mamada que me estaba haciendo. Al rato me apeteció follarle las tetas, me incorporé, me giré, metí las manos bajo su espalda, le solté el sujetador y se lo quité. Puse mi polla entre sus tetas y le pedí que se las apretara para poder seguir grabando.

-              ¡Cristina que tetas tienes!

-              ¿A qué son bonitas?

-              Son fantásticas, ni muy duras ni blandas, grandes y con unas areolas preciosas.

-              Tenemos compañía. –Me dijo sin dejar de apretarse las tetas-.

Miré para donde estaba mirando ella y Nancy, desnuda, estaba en la puerta sobándose el chocho una mano y grabándonos con una pequeña cámara en la otra.

-              ¿Quieres que la llame para hacer un trío? –Me preguntó Cristina-.

-              No, prefiero follarte a ti sola.

-              No sé si seré bastante para ti, después de los líos que has tenido con tus primas.

-              Claro que serás bastante, incluso mucho.

Yo seguía moviéndome con la polla entre las tetas de Cristina.

-              Fóllame ya, Carlos, necesito tenerla dentro.

Me tumbé a su lado, Cristina se puso de costado, me cogió la polla y con una pierna en alto se la metió poco a poco gimiendo sin parar y mirando a Nancy mientras se la metía.

-              ¡Cómo la echaba de menos! Ni el vibrador ni el aireador ni los dedos pueden sustituir una polla grande, dura y caliente como la tuya.

Llevé una mano a su clítoris y empecé a acariciárselo. Sus gemidos eran cada vez más fuertes.

-              ¿Y Sonia, como está?

-              Hace un rato me ha dicho que deseando verte.

-              Tenemos que repetir el trío con ella.

-              Cuando tú quieras, ella lo está deseando. Tu amiga no va a tardar en correrse por la cara que tiene.

-              ¿Y tú?

-              Yo igual me corro antes que ella. Cógeme las tetas.

Con la mano del brazo que tenía bajo su cabeza le cogí las tetas y se las apreté.

-              ¿Recuerdas la noche con tu tía Julia? –Me dijo al poco-.

-              Claro que me acuerdo. La americana dijo un juego anoche que me pareció muy morboso para hacerlo en los bajos de la casa de mi tía.

-              ¿Cuáaaal?

-              Los herejes y las monjas calientes de la Inquisición.

-              Sí que parece muy morboso. ¡Carlos, muévete más rápido que me voy a correr!

Empecé a bombear más fuerte y ella también a moverse más rápido, hasta que gritó:

-              ¡Aaaaahhhh, siiii, aaaagggg, sigue Carlos, sigue, que me estoy corriendo, aaaagggg!

-              ¡Oooohhhh yes, ooooohhhh my mother! –Gritó Nancy a la misma vez, corriéndose también-.

Yo estaba también a punto y le indiqué por señas a la americana que se acercara. Nancy vino hacia nosotros, se puso de rodillas, me sacó la polla del chocho de Cristina y empezó a hacerme una paja muy rápida, hasta que me corrí sobre sus tetas. Ella luego cogió mi lefa y se la extendió por todas las tetas.

-              ¡Very good for the skin!

Cristina y yo nos quedamos tumbados como estábamos y Nancy se fue hacia la puerta.

-              Esta chica debería perder unos kilos, dentro de unos años va a estar como una foca. –Dijo Cristina-.

-              Igual, pero ahora es una fofibuena.

-              ¿Te la has follado?

-              Sí, anoche.

-              Así me gusta mi sobrino.

Me extrañó que Cristina supiera que su padre biológico había sido mi abuelo.

-              ¿Cómo sabes eso? –Le pregunté-.

-              Me lo contó mi madre estos días del confinamiento.

-              ¿Cómo te ha sentado?

-              Ni bien ni mal, pero prefiero tener los genes de tu abuelo a los de mi padre.

-              Cristina lo que pasa es que no somos tía y sobrino, sino hermanastros.

-              ¿Quééé? –Exclamó volviéndose para mirarme-.

-              Sí, mi abuelo me contó ayer que mi padre no podía dejar embarazada a mi madre y por acuerdo de la familia lo hizo él.

-              ¡Qué bárbaro, hemos pasado de medio novios a hermanastros en dos días!

-              ¡Cristina! –Era la voz de Clara desde el salón-.

-              ¿Qué pasa ahora, no me puedes dejar tranquila?

Entró Clara en la salita con la misma bata que antes, pero abierta y sin nada debajo. Estaba estupenda.

-              ¿Que qué pasa? ¡Coño que los tangas que te has probado echan una peste a chocho que tiran de espaldas! ¿Cómo voy a venderlos?

-              ¿Qué le hago yo? Pues lo mismo que los que te has probado tú. Ya tenemos tangas nuevos para una temporada. –Le contestó Cristina con mucho desparpajo-.

-              Ya sabía yo que entre tú y yo el negocio de la corsetería iba a ser una ruina, eso por no hablar de los que me roba tu hermano para pajearse. ¡Coño, tenía que haber puesto un negocio de hábitos de monja!

-              Pues Carlos me ha contado un juego para el que nos vendrían muy bien.

Aparecieron por la puerta mis abuelos los dos desnudos y abrazados.

-              Venga iros arreglando que vamos a comer. –Dijo mi abuela-.

Cristina se levantó, cogió el sujetador, el tanga lo había llevado puesto todo el rato, y junto a su madre y mi abuelo salieron de la habitación. Mi abuela se acercó al sofá y se sentó. Cómo se mantenía era realmente un portento. Yo estaba un tanto violento con que estuviéramos los dos desnudos, pero no hice gesto de taparme. Si mi abuela estaba desnuda, no tenía sentido que yo me tapase.

-              Carlos, me ha dicho tu abuelo que te lo contó todo ayer.

-              Sí abuela, vaya culebrón.

-              Entonces ya sabes que no tienes porque llamarme así.

-              Tú siempre serás mi abuela África. –Le dije dándole un beso en la mejilla-.

-              Gracias Carlos. ¿Cómo se portó tu abuelo ayer?

-              Pues ni más ni menos que cómo es él.

-              Me ha comentado que hicisteis un juego muy divertido en la terraza con las dos de la foto y otra chica.

-              Sí, fue muy divertido y muy morboso. Ya quedó con la inventora en que teníais que hacerlo juntos alguna vez.

-              Yo siendo morboso y divertido, encantada. Arréglate un poco, que vamos a comer. –Me dio un beso en la mejilla, se levantó y se fue. De espaldas estaba tan bien conservada o mejor que de frente-.

Mientras me arreglaba pensé que realmente mi familia tenía sus rarezas, pero eran rarezas que no hacían daño a nadie, más bien al contrario, podían hacer felices a muchas personas. Al ir a sentarnos a comer, Nancy seguía desnuda y con las tetas llenas de semen seco.

-              Carlos, dile a esta chica que esas no son formas de sentarse a comer. –Me dijo mi abuela-.

Yo pensé que se lo podía decir ella directamente, pero por no discutir, le dije:

-              Nancy, en esta casa se come vestido y aseado. –Y le señalé el pecho-.

-              Ok. –Me contestó y se puso la camiseta y el pantalón sin ropa interior-.

Mi abuela me miró cómo diciendo que qué pasaba con lo del aseo y yo la miré como diciéndole que qué más quería. Mi abuela no se cortó un pelo, se acercó a ella, le cogió de un brazo y la sacó al patio trasero. Allí, cogió una manguera, le dio una pastilla de jabón y la roció de pies a cabeza, entre las risas nuestras, hasta que ella se desnudó y se enjabonó. Luego le dio una toalla y un albornoz. Nancy había empezado a enterarse de quién mandaba en aquella casa. Comimos recordando cosas del confinamiento. Cristina y su madre, al terminar de comer, dijeron que tenían que irse para seguir preparando la corsetería, querían abrirla en cuanto pudieran. Estaba cansado entre el cachondeo de la noche anterior y haberme levantado temprano. Dije que iba a echarme un rato y me fui al que había sido el cuarto de mi padre cuando vivía allí. Me desnudé y me acosté desnudo sobre las sábanas. Creo que no tardé ni un minuto en quedarme dormido tan profundamente, que estuve soñando sin parar toda la siesta.

De los muchos sueños que tuve, me acuerdo de uno en el que aparecía la misma encargada del restaurante mejicano de otro sueño anterior, Susana, en el que ella y su secretaria, una preciosa transexual, me hacían una entrevista de trabajo que había terminado en un polvazo de mucho cuidado. En este nuevo  sueño yo ya estaba trabajando de repartidor del restaurante e iba a entregar un pedido. El uniforme me quedaba muy pequeño, como pasaba en el primer sueño. Me abría la puerta Susana, que llevaba sólo una camisa de hombre medio abierta, cuyos faldones le tapaban escasamente el chocho y el culo. La apertura de la camisa dejaba entrever sus dos enormes tetas. Yo la reconocía, pero ella a mí no.

-              Hola Susana. Qué casualidad, le traigo su pedido. –Le dije cuando me abrió la puerta-.

-              ¿Nos conocemos?

-              Claro usted me contrató y es mi jefa en el restaurante.

-              Debes estar confundido muchacho. Yo no te conozco y no trabajo en ningún restaurante.

-              Perdone entonces la confusión. –Le dije bastante extrañado, porque hasta su voz era la misma. Como ella no me reconocía, continué con el proceso habitual de una entrega-. Son dieciocho euros.

-              ¿Muchacho sabes algo de fontanería?

-              Poco, la verdad.

-              ¿Quieres ganarte diez euros de propina? –Trataba de no mirarle las tetas, pero era imposible. Aparecían detrás de la camisa medio abierta con una redondez y un volumen espectaculares-.

-              Usted dirá, no tengo ningún otro encargo que entregar por ahora.

-              Pasa, deja ahí las pizzas y sígueme. –Me dijo, cerró la puerta tras de mí, dejé las cajas con la bolsa en una mesa que había en la entrada y la seguí. Sus bonitas piernas y su culo escasamente tapado por el faldón de la camisa resultaban de lo más tentador. Me condujo por un corto pasillo hasta un dormitorio y de ahí a un baño enorme con un jacuzzi-.

-              No consigo desaguar el jacuzzi para poder darme un baño con agua limpia. –Dijo señalando al interior. Mientras ella hablaba miré a mi alrededor. Sobre la encimera del lavabo había dos tangas, uno rojo y otro negro, que eran la mínima expresión para poder seguir llamándolos así, dos sujetadores, uno con copas y otro sin ellas, y unas cuantas medias negras. El jacuzzi tenía, en efecto, bastante agua con espuma, debían haberlo utilizado y luego no habrían podido vaciarlo-.

-              ¿Ha probado a quitarle el tapón? –Ella me miró como diciendo si creía que era tonta. Sin embargo, se agachó para meter el brazo en el jacuzzi y probar de nuevo. Al agacharse su culo y su chocho por detrás quedaron al descubierto. Tenía un culo potente, con las nalgas voluminosas y duras y el chocho completamente depilado. Mi polla dio un salto con semejante imagen-.

-              Claro que lo he probado, pero es imposible. –Dijo incorporándose. Por el espejo sobre los lavabos, vi reflejada a otra mujer desnuda de espaldas. Alta, con una preciosa espalda, un culo redondo carnoso y respingón y unas largas y torneadas piernas. La  imagen de aquella espalda me resultó conocida. Comencé a notar que mi polla empezaba a ponerse morcillona entre el culo de Susana y el de la desconocida-.

-              Déjeme mirar a mí. –Le dije. Me acerqué a la bañera y miré hacia  donde debía estar el desagüe. Era de esos grandes cromados que normalmente se accionan desde algún mando en los bordes de la bañera-. Debe desaguarse con alguno de aquellos mandos. –Le dije señalando dos mandos redondos grandes situados en el otro extremo-. ¿Ha probado con ellos?

-              Creo que no voy a llegar desde aquí. –Dijo volviendo a inclinarse, mostrándome de nuevo su imponente culo y su chocho, que tenía unos labios externos muy carnosos y con los labios internos asomándose en el centro tímidamente-.

-              Deje que lo intente yo a ver si llego. –Entre que había empezado a empalmarme y lo pequeño que era el uniforme, se me había formado un bulto bastante aparente en la entrepierna. Apoyé una mano en la bañera y me estiré para llegar con la otra mano al otro lado-.

-              Ten cuidado muchacho, no vayas a voltear. –Me dijo Susana y no se le ocurrió otra cosa que pasar una mano por mi entrepierna y cogerme el paquete para agarrarme. Aquello terminó de excitarme. Por mucho que me estiraba no lograba llegar a los mandos-.

-              Imposible, le dije incorporándome. –Ella retiró su mano  de mi paquete-.

-              Date la vuelta, me voy a quitar la camisa para meterme en el agua. –Yo me volví, pero entonces la vi reflejada casi de cuerpo entero en el espejo. Se desabotonó la camisa del todo y se la quitó. Sus tetas eran espectaculares, como dos balones de tamaño medio, como de balonmano, con unas areolas oscuras y grandes y dos pezones muy carnosos. Me había equivocado, el chocho si lo llevaba depilado, pero en el monte Venus tenía un triángulo de pelo negro corto muy poblado. Estaba buenísima y tenía muchísimo morbo. Se metió en la bañera y nuevamente inclinada, con su culo en pompa, trató de mover los mandos-.

-              ¿Puede? –Le pregunté, ya con un paquete descomunal-.

-              Lo intento, pero no se mueven. Vas a tener que intentarlo tú. Deja que me meta en el agua para que no veas desnuda y entra tú.

-              Me voy a tener que desnudar.

-              Ya, pero no te preocupes que no te voy a mirar. –Por el espejo vi que se había metido en el agua tratando de que esta la cubriera, pero no le llegaba a las tetas, así que mientras yo me desnudaba ella se tumbó un poco más en la bañera, pero ni así, las tetas le seguían emergiendo del agua. Yo tenía el pollón como un leño mirando al techo-.

-              Voy a entrar. –Le dije. Metí primero un pie, después el otro, di un par de pasos tratando de no resbalar y llegué a los mandos. Con el primero nada, pero el segundo, después de mucho esfuerzo, se movió y el jacuzzi comenzó a desaguar.- Ya parece que se va el agua. –Le dije volviéndome hacia ella, que me estaba mirando el pollón. Yo traté de tapármelo-.

-              Muchacho, ¿cómo es que te has puesto así? –Me preguntó-.

-              La juventud y la situación, perdóneme. Voy a secarme y a vestirme. –Le contesté-.

-              No te azores, es delicioso ver a un muchacho como estás tú ahora.

-              Gracias.

-              Anda ven aquí que te alivie. –Me dijo cuando ya casi se había vaciado el jacuzzi y podía volver a ver por completo sus enormes tetas-. ¿Te gustan mis pechos o te parecen demasiado grandes? –Me dijo cogiéndoselas con las dos manos, provocándome un espasmo en la polla-.

-              Me parecen preciosas. –Le dije y me aproximé a ella-.

-              Muchacho, Dios ha sido generoso contigo, igual que conmigo. –Dijo cogiéndome la polla con las manos-. ¿Quieres que te haga una cubana?

-              Si tú quieres, me encantaría ponerla en medio de semejantes maravillas.

-              Siéntate en el borde. –La obedecí, ella se puso de rodillas en el suelo de la bañera y colocó mi polla entre sus tetas, apretándoselas luego-.

-              Déjeme a mí que las apriete, quiero sentirlas en mis manos. –Puse mis manos sobre las suyas y ella las retiró al momento, dejando mis manos en contacto con sus tetas. Era delicioso, la piel de sus tetas era extraordinariamente suave, pese al tamaño estaban duras y calientes-.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó-.

-              Me vuelven loco. –Ella se movió más abajo y ahora me chupaba el capullo cuando salía por encima de sus tetas-. Así me gusta todavía más. -Le dije-.

-              Muchacho tienes una muy buena polla, me encanta hacer una cubana y a la misma vez poder comerme la polla, pero puedo hacerlo con muy pocos hombres.

-              Gracias. –Le dije. Ella tenía sus manos en mi pecho y me acariciaba o retorcía los pezones alternativamente. Luego apartó mis manos de sus tetas, se agachó un poco más y sin dejar de mirarme me cogió la polla con la mano y se metió mis dos huevos en la boca-. Me va a matar del gusto.

-              ¿Por qué no me comes ahora tú a mí la chocha? –Me dijo y se sentó en el borde del jacuzzi con las piernas muy abiertas en frente de mí. Me puse de rodillas en la bañera y fui hacia ella hasta poner mi boca en su coño. El sabor de sus jugos era delicioso. Le pasaba la lengua insistentemente por su raja y luego la detenía en su clítoris, lo que provocaba que soltara ruidosos gemidos. La miraba y se estaba sobando sus enormes tetas y pellizcándose los pezones-. Lo haces muy bien para ser tan joven.

-              Quiero follarte. –Le dije. Ella se levantó y se puso de rodillas en el jacuzzi ofreciéndome su chocho por detrás. Me puse de pie a la altura de su culo y fui flexionando las piernas hasta poner el capullo a la entrada de su chocho, luego seguí flexionando las piernas y metiéndosele lentamente-.

-              ¡Aaaaaggggg, que bueno! –Exclamó Susana cuando le tuvo entera dentro-.

Mientras bombeaba dentro de ella con las manos apoyadas en su  culo, vi por el espejo del lavabo a la misma mujer desnuda, que antes había visto de espaldas, pero ahora estaba dentro del baño.

-              ¿Mamá quieres algo? –Dijo Susana. Aquella mujer no podía ser la madre de Susana, su aspecto era de tener, todo lo más, la misma edad-.

-              No hija, estaba cogiendo mi tanga. –Al contestar se volvió y la pude ver de frente. ¡Era mi abuela, aunque en el sueño representase a la madre de Susana!-

-              ¿Abuela que haces aquí? –Le pregunté sin dejar de bombear dentro de Susana-.

-              Pregúntaselo a tu sucia cabeza. –Me contestó ella con mucha serenidad y salió del baño-.

-              ¡Sigue Carlos que me voy a correr, córrete dentro de mí! –Me pidió Susana-.

-              ¿Y si te dejo embarazada, qué será mi hijo o mi hermano o ambas cosas?

-              ¡Déjate de tonterías y termina de follarme! –Me reprendió Susana-.

-              Me voy a correr. –Le dije-.

-              ¡Pues hazlo, yo también me voy a correr! –Empecé a correrme dentro de ella, mientras Susana se corría a la misma vez. Luego encogió los brazos y se quedó con la cabeza pegada al suelo del jacuzzi-.

-              ¿Qué haces? –Le pregunté-.

-              Dejando que tu semen llegue a mis ovarios para quedarme preñada.

En ese momento me desperté. El lío de mi familia me estaba afectando, por lo menos en mis sueños. Me quedé tumbado boca arriba en la cama un rato, hasta que escuché mucho ruido en la calle. Me levanté para mirar por la ventana. En la puerta de la casa de mis abuelos había tres coches negros muy grandes, como esos que salen en las películas, que llevan los agentes del FBI o de cualquier agencia de seguridad norteamericana. Me puse un albornoz y salí para saber que estaba pasando. Nancy estaba abrazada a una mujer rubia, alta y muy bien vestida.

-              Ella es mi mamá. –Nos dijo-.

Pensé que seguía soñando entre los coches negros de la calle y que Nancy dijera que aquella mujer era su madre, de la que tanto se acordaba cuando follaba. Me pellizqué y me dolió, no debía estar soñando. Mis abuelos también miraban la escena con incredulidad.

-              ¿Pero que hace aquí tu madre? –Le pregunté-.

-              Anoche le dije que se viniera, que había dado con el caso más importante de nuestra investigación y ella misma tenía que comprobarlo. –Me contestó Nancy con mucho trabajo-.

-              ¿Pero qué pasa con el cierre de las fronteras? –Le dije-.

-              Nuestra investigación está declarada de alto interés nacional en Estados Unidos, el gobierno ha puesto todos los medios necesarios para que yo pudiera venir. –Dijo su madre en perfecto castellano, con un ligero acento inglés-.

Una vez que dejaron de abrazarse me fijé en la madre de Nancy. Debía medir casi un metro ochenta, rubia, guapa de cara, con unos bonitos ojos azules y una boca carnosa, que parecía haber sido objeto de algún tratamiento. Estaba morena de tomar el sol. Llevaba un vestido azul entallado relativamente corto, que permitía comprobar que sus tetas estaban entre grandes y muy grandes, sin un pelo de barriga, unas caderas y un culo muy atractivos, marcados por el vestido y unas piernas largas y torneadas, que parecían todavía más largas por los zapatos de tacón que llevaba.

-              Mamá, él es Paco, nuestro sujeto, ella es su mujer, África, y él Carlos, su nieto y nuestro segundo sujeto. Ella es Mónica, mi madre, doctora en sexología. –Dijo Nancy haciendo las presentaciones-.

Mónica nos fue dando la mano y un beso en la mejilla, según Nancy nos iba presentando.

-              Me encantará conocerlos a todos ustedes en profundidad, pero ahora estoy cansadísima por el viaje. Si me indican dónde puedo bañarme y acostarme, les estaré muy agradecida. –Dijo Mónica-.

-              Carlos, indícales a Nancy y a su madre el cuarto de invitados, para que puedan descansar y hablar entre ellas. –Me dijo mi abuela-.

Cogí la maleta de Mónica y avancé por el pasillo hasta llegar a la habitación de invitados seguido por ellas dos, que venían hablando en inglés.

-              Esta será vuestra habitación. El baño es la puerta anterior. –Les dije-.

-              Gracias Carlos. –Me contestó Mónica-. Deja la maleta en el suelo, luego la abriré, ahora lo que quiero es bañarme y descansar. Nancy, por favor, bájame la cremallera del vestido.

Nancy se acercó a ella mientras yo salía de la habitación.

-              Perdona Carlos, ¿qué edad tienes? –Me preguntó Mónica quitándose el vestido, una vez que su hija le había bajado la cremallera-.

-              Dieciocho. –Le contesté. No llevaba ropa interior, tenía un cuerpo juvenil muy atractivo, sus tetas eran grandes y su culo muy apretado. Estaba muy morena con unas marcas muy blancas de un biquini mínimo-.

¡Joder como está la madre de Nancy! Pensé. Salí de la habitación y me dirigí al salón. Mis abuelos ya no estaban allí y tampoco los coches negros en la puerta. Sonó mi móvil en el dormitorio y me dirigí a cogerlo, era Cristina.

-              Hola guapa, ¿cómo lleváis lo de la corsetería?

-              Bastante bien, por eso te llamaba. Si no tienes nada mejor que hacer, vente y ves como está quedando.

-              Vale, me visto y voy para allá.

-              ¿Estás desnudo?

-              No exactamente, me he levantado de la siesta y me he puesto el albornoz. No te lo podrás creer pero la madre de Nancy se ha plantado aquí desde Estados Unidos.

-              ¿La madre?

-              Sí la madre, una rubiaca de mucho cuidado. Ahora te lo cuento con más detenimiento.

-              No te pongas calzoncillos para venir.

-              No pensaba, llevo dos días sin calzoncillos limpios y no tengo para ponerme.

-              Estupendo, pues hasta ahora.

Me vestí, busqué a mis abuelos, pero no los encontré, así que le mandé un mensaje a mi abuela diciéndole que salía un rato. Me puse la mascarilla y fui andando a la peluquería/corsetería de Clara y Cristina. Llamé a la puerta quitándome la mascarilla y me abrió Clara en bata.

-              Pasa Carlos, Cristina está ordenando cosas al fondo con Sonia que ha venido a ayudar.

Lo que era la peluquería había disminuido sensiblemente, habían retirado bastantes sillones y ahora ocupaba sólo la parte de delante, una especie de tabique móvil separaba las dos partes. Acompañé a Clara hacia el interior, Cristina y Sonia, las dos también en bata ordenaban cajitas.

-              ¡Hola Sonia, qué alegría verte! –Le dije cuando la vi y era verdad, le tenía mucho aprecio a Sonia-.

Sonia era la mejor amiga de Cristina y compañera suya en el instituto. Una chica muy guapa, muy simpática y tan apasionada como Cristina. Nos dimos un beso en la boca.

-              ¿Cómo están tus abuelos? –Me preguntó-.

-              Bien, ¿y los tuyos?

-              Bien también, un poco achacosos, pero bien. –Me contestó Sonia-.

-              ¿Qué hacéis? –Les pregunté-.

-              Terminando de colocar las cosas y preparando el showroom. –Me contestó Clara-.

-              ¿El qué? –Pregunté-.

-              ¡Qué cateto eres, la sala para presentar los productos! –Me dijo Cristina-. ¿Te acuerdas del antiguo almacén de la peluquería?

-              Para no acordarme con el  lío que formamos los cuatro. Coincidió con una sesión TECH tuya. –Le dije a Clara y nos reímos los cuatro recordando la follada que nos habíamos pegado la tarde justo antes del confinamiento-.

Una sesión TECH, quería decir una sesión de Tratamiento Estético del CHocho. Clara convocaba a varias mujeres y les enseñaba como depilarse el chocho ellas mismas, para evitar que fueran a la capital a hacerlo y perderlas como clientas.

-              Pues la hemos acondicionado para que las clientas y los clientes puedan ver puesta la ropa interior, sobre todo la picante, antes de comprarla. –Dijo Cristina-.

-              ¿Y eso va a tener éxito en el pueblo? –Pregunté-.

-              La gente del pueblo es bastante más moderna y liberal de lo que parece. Fíjate el éxito que tenían las sesiones TECH. –Me contestó Clara-.

-              ¡Ojalá sea así y os vaya muy bien! –Les dije de deseándolo de verdad-.

-              Pasa al showroom y verás que bien ha quedado. –Me dijo Clara-.

Pasé a lo que era el antiguo almacén y había cambiado del todo. Lo habían pintado de un bonito color naranja claro, habían puesto unos focos, colocado dos sillones y una mesa de centro y dividido una especie de pequeño vestidor.

-              Queremos comprobar contigo que la cosa funciona. –Me dijo Clara-.

-              ¿Qué es lo que tiene qué funcionar?

-              Verás, el negocio en la corsetería no es vender bragas y sujetadores baratos de uso diario, sino ropa interior erótica a un precio desorbitado, porque se compra pensando en los buenos ratos que va a motivar y eso no tiene precio. –Me contestó Clara-.

-              Visto así, posiblemente tengas razón. ¿Y yo qué tengo que hacer?

-              Tú vas a hacer de cliente que le quiere regalar algo de ropa interior excitante a su novia. Si al verlas con la ropa interior puesta coges un calentón, la comprarás pensando en lo bien que te lo vas a pasar el día que se la regales.

-              No parece muy complicado mi papel.

-              Ahora vuelve a salir y entras en la corsetería a comprar algo erótico, pero no sabes qué.

Saliendo hacia la peluquería iba pensando que aquello iba a terminar en una nueva follada entre los cuatro. Con lo cual, cuando me volví para fingir que entraba en la corsetería ya estaba de nuevo calentito. Me recibió solo Clara con la misma bata.

-              Buenas tardes, ¿qué desea?

Decidí jugar un rato para darle más diversión a la compra.

-              Buenas tardes. El próximo fin de semana hace tres meses que salgo con mi novia. Ella es un poco estrecha y había pensado en comprarle algo de ropa interior un poco picante, ya entiende usted a qué me refiero, a ver si así se animaba.

-              ¿Cómo es ella?

-              Guapa, morena, de estatura media, unos pechos muy hermosos, intuyo, porque no he podido verla más que en traje de baño en la piscina, y culito creo que respingón, porque tampoco he podido disfrutar de él.

-              ¿Y tú que pretendes con ella?

Clara estaba siguiendo el juego que le había propuesto.

-              Pues lo que cualquier chaval con su novia, darnos un buen lote y lo que surja.

-              ¿No os lo habéis dado todavía después de tres meses saliendo?

-              Ya me gustaría a mí, pero ella me aparta las manos en cuanto lo intento o me hace la cobra cuando quiero besarla en la boca.

-              ¿Ella tampoco te toca a ti?

-              Tampoco. El otro día en el cine tenía un calentón de mucho cuidado, le cogí una mano, la puse sobre mi entrepierna y me llevé un guantazo del que todavía no me he recuperado.

-              ¿Entonces debes estar muy caliente?

-              No lo sabe usted bien, por más que trato de aliviarme hasta tres veces al día, acabo más caliente aun.

-              Es una situación complicada. ¿Cómo piensas celebrar los tres meses con ella?

-              Quiero llevarla a cenar al restaurante del hostal de un pueblo cercano, allí comiendo darle su regalo y después pedirle que se lo ponga para mí en una habitación del hostal.

-              ¿La quieres mucho?

-              Ya no sé qué decirle. Es una chica estupenda, pero estar a palo seco me está desquiciando. ¿Me comprende?

-              Claro que te comprendo. Un joven como tú tiene sus necesidades. ¿Sabes cómo funciona esto?

-              Me imagino que usted me enseña algunas cosas y me asesora sobre las tallas y esas cosas.

-              Eso era en las corseterías antiguas. Aquí tenemos un showroom y tú mismo vas a ver las prendas puestas, para hacerte mejor la idea de cómo le quedarán a tu novia.

-              ¿De verdad?

-              Claro.

-              ¿Entonces la ropa guarra que yo quiero comprar la voy a ver primero puesta en una modelo?

-              Eso es.

-              Yo no sé cómo me va a sentar eso con el calentón permanente que tengo.

-              Hombre, igual te excitas un poco, pero así te acostumbras para cuando se la veas a tu novia puesta.

-              ¿Y el pase de modelos cuesta mucho?

-              Barato no es, pero ten en cuenta que te estás jugando mucho con tu novia. ¿Tú en que habías pensado para regalarle?

-              Un bodi o un sujetador y un tanga muy pequeñito o un liguero o varias cosas de esas. Pero vamos que lo usted vea mejor, para eso que es usted la que tiene experiencia.

-              ¿Algo como esto? –Clara se abrió la bata y llevaba un sujetador y un tanga mínimo, ambos transparentes-.

-              Por ahí creo que vamos bien. –Le dije sobándome suavemente la entrepierna-.

-              ¿Qué ropa interior usa ella?

-              No lo sé, no se la he visto.

-              Da igual, a toda mujer le gusta que le regalen prendas que realcen su belleza y su sensualidad. Vamos al showroom.

Clara se había quitado la bata e iba delante de mí, su culo, sólo con el hilo del tanga y realzado por las sandalias de tacón que llevaba, era fastuoso. En el showroom estaban Cristina y Sonia con unas batas de seda muy cortas. ¡Qué buenas están las dos, joder que suerte tengo! Exclamé para mí.

-              Buenas tardes. –Les dije-.

-              Chicas tenemos una emergencia. La novia de este joven lo tiene a palo seco. Quiere regalarle algo atrevido para celebrar sus tres meses saliendo, a ver si así ella se apiada y se vuelve más cariñosa.

-              Pobrecito. –Dijeron las dos mirándome con cara de pena-.

-              ¡Qué modelos tan guapas! –Dije-.

-              Gracias por el cumplido. Siéntate en el sillón, miras lo que vamos luciendo, bueno a nosotras también nos puedes mirar un poquito si quieres, nos comentas y así vamos centrando lo que quieres. –Dijo Sonia-.

Me senté en un sillón, ya bastante calentito, Cristina y Sonia se metieron en el cambiador y Clara se quedó de pie a mi lado. Al poco salió Sonia con la bata todavía puesta, se la abrió mirándome y se la quitó.

-              Joven, Sonia lleva un corsé de ballenas blanco muy descotado, tanto que sus pechos quedan descubiertos y un tanga blanco capaz de realzar el trasero de cualquier mujer, mucho más el de ella, pero que hará lo mismo con el de tu novia. ¿Cómo crees que le quedaría a ella? –Dijo Clara-.

-              Mejor no creo. Aunque le quedase un poco peor, creo que sería suficiente para que estuviese muy atractiva.

-              Dime, ¿le dejarías el corsé un buen rato mientras la besas por todo el cuerpo o se lo quitarías enseguida?

-              Sin duda se lo dejaría puesto, primero la besaría estando ella de pie y yo iría descendiendo por su cuerpo, lamiéndolo y besándolo. Luego la tumbaría sobre la cama y seguiría besándola.

-              ¡Qué chico tan galante! ¿Sonia a ti te gustaría que te hicieran eso? –Preguntó Clara-.

-              Claro, como a toda chica a esa edad. Sentir como tu amante adora tu cuerpo y se va volviendo loco de pasión a la misma vez que tú.

Sonia estaba preciosa y al terminar de hablar se había mordido el labio inferior, expresando la calentura que le producía sólo imaginárselo.

-              Veamos ahora a nuestra otra modelo, Cristina.

Cristina salió del vestidor también con la bata, anduvo dos o tres pasos y se detuvo delante de mí. Se abrió la bata y se la quitó.

-              Cristina lleva un bodi negro transparente, cerrado por delante con lacitos rojos. Completa su excitante vestuario con unas medias negras cogidas a los ligueros del proprio bodi. ¿Qué me dice joven?

-              Pufff. –Fue lo único que atiné a decir a la vista de la imagen de Cristina. Sus grandes tetas luchaban contra el bodi, parecía que sus grandes areolas y sus pezones fueran a rasgarlo en cualquier momento-.

-              Bueno joven, ¿cómo te resultaría más excitante tu novia? –Me preguntó Clara-.

-              Señora, mi novia va siempre cubierta de pies a cabeza, pantalones vaqueros largos, faldas largas, camisetas de cuello cerrado, no me la puedo imaginar con estas prendas.

-              Bueno, entonces a ti, cuál de las dos prendas te resulta más excitante.

-              A mí cualquiera de las prendas me ha puesto ya la polla como un palo.

-              Deja que veamos hasta qué punto es cierto lo que dices.

Clara se puso entre mis piernas y tiró del niqui que llevaba hasta sacármelo por la cabeza. Luego me soltó el cinturón y me bajó la cremallera de los pantalones, metió una mano, me cogió la polla y me la sacó de los pantalones, finalmente tiró de ellos hasta quitármelos. Como les había dicho yo tenía la polla a reventar.

-              No has mentido, ¿pero cómo es que estás ya así tan pronto? –Me preguntó Clara-.

-              Señora, la calentura y la belleza que hay en esta habitación.

-              ¿No has pensado en cambiar de novia? Cualquiera de ellas dos podría ser tu novia y yo tu amante. ¿Tu novia te chupa esa barra de carne?

-              Si no me toca, ¿cómo me la va a chupar?

-              ¿Tú se la has enseñado?

-              Un día me la vio en el probador de una tienda de ropa. Yo me estaba comprando unos pantalones y ella me acompañaba. Me probé unos pantalones y ella entró a ver cómo me quedaban. Tiró de la entrepierna de los pantalones hacia abajo, diciendo que me quedaban pequeños de tiro. La sola proximidad de su mano me excitó. Cuando salió del probador me quité los pantalones y estaba completamente empalmado, me saqué la polla de los bóxers tratando de calmarme. Ella volvió a entrar con otros pantalones y me pilló empalmado y sobándome el nabo. Me gritó que era un asqueroso, se fue y estuvo más de una semana sin hablarme.

-              Lo dicho joven, lo mejor es que cambies de novia y que sea ella la que te regale a ti ropa interior, como merece eso que tienes entre las piernas.

-              ¿Entonces usted cree que cualquiera de ellas querría ser mi novia y chuparme lo mío?

-              Por supuesto y yo sería tu amante, que también te chuparía ese palo.

Clara se puso de rodillas entre mis piernas, me cogió la polla y empezó a lamerme el capullo. Sonia se acercó y me puso sus tetas al alcance de mi boca.

-              ¿Te gusto yo como novia? –Me preguntó-.

-              Creo que ganaría mucho contigo como novia. –Le contesté llevando una mano a su chocho. Tenía el tanga empapado-.

-              Eso me gusta, que mi novio conozca mis necesidades y las satisfaga.

Chupar y morder las duras tetas de Sonia, mientras Clara me comía la polla me tenía en el séptimo cielo. Cristina se estaba tocando el chocho mirándonos. Se soltó los gafetes del bodi y se vino hacia nosotros. Sonia la besó en la boca cuando estuvo a su alcance y después se puso junto a Clara de rodillas entre mis piernas. Cristina se subió a los brazos del sillón y me puso el chocho en la boca, lo tenía empapado también.

-              ¿Y yo, te gusto también como novia?

-              Mucho, además traes una suegra que es una artista de las mamadas.

-              ¿Te pide tu novia que le comas el coño? –Me preguntó-.

-              Una vez se lo propuse y me dio una patada en los huevos que perdí el conocimiento.

-              ¿Cómo fue? ¡Aaaaagggg, que rico Carlos, sigue comiéndomelo!

-              Después de mucho insistir la había convencido para ver en mi ordenador una película porno. En una escena dos tías se estaban comiendo el coño a base de bien. Noté que ella respiraba cada vez más aceleradamente y pensé que era mi oportunidad. ¡Joder las de ahí abajo cómo me estáis poniendo! Entonces le dije que si quería que yo le hiciese eso y ella por toda respuesta me largó un rodillazo en los huevos y se fue llamándome degenerado.

Noté que dejaron de comerme la polla y que una de ellas se ponía sobre mí y se metía mi polla en el chocho.

-              ¡Aaaaagggg!

Debía ser Sonia la que me estaba follando, porque el grito era suyo. Sabía que Sonia era muy escandalosa follando y sobre todo cuando se corría. Eso me gustaba de ella. Mientras Sonia me follaba, Clara me estaba lamiendo y comiendo los huevos. Del chocho de Cristina manaban tantos jugos que no podía lamerlos todos y le resbalaban por los muslos y las medias.

-              ¡Tienes un chocho delicioso! –Le dije a Cristina-.

-              ¿Te gusta más que el de tu novia?

-              Ya te digo que no me deja comérselo ni tocárselo, pero un día se lo vi.

-              ¿Cómo se lo viste? ¡Aagg, aagg, aggg, que bien me lo comes, sigue!

-              Un día que hacía mucho calor y ella llevaba falda larga nos sentamos a comer en una pizzería. Noté que ella, por el calor que hacía, se había ido subiendo la falda, entonces disimuladamente cogí el móvil y lo metí grabando debajo de la mesa….

-              ¡Aaaaaaggggg, aaaaaaggggg, aaaaaaggggg! –Sonia gritaba como si fuera la sirena de una ambulancia-.

-              …Después de tenerlo un rato grabando, le dije que tenía que ir al servicio. En la cabina del servicio me puse el video, no llevaba bragas y se veía un marturrón de pelos que le bajaba por las ingles. Me puse tan caliente que tuve que hacerme un pajote.

-              ¡Me corro, me corro, aaaaggggg, aaaaaggggg, aaaaagggg! –Gritó Sonia con fuertes espasmos en el chocho que me apretaban y me soltaban la polla-.

Cuando pudo, Sonia se levantó y le dejó el sitio a Clara que no tardó un minuto en ocuparlo, pero poniéndose al revés que Sonia, para comerle el culo a su hija mientras yo le comía el chocho.

-              ¡Qué bueno mamá, así no voy a tardar en correrme, me encanta que me comas el culo! ¿Tampoco te dejaba tu novia comerle el culo?

-              Ni lo intenté después del éxito con el chocho.

-              ¡Aaaaagggg, seguid que me estoy corriendo, seguid los dos, Diosssss, aaaagggg! –Gritó Cristina llenándome la cara con sus jugos y luego dejándose caer para sentarse sobre mi barriga, poniéndome las tetas en la cara-.

-              ¡Hija que falta te hacía una corrida como esa! ¡Yo también estoy a punto! ¿Aguantas todavía Carlos? –Me preguntó Clara-.

-              Sí, córrete cuando puedas.

Clara había echado un brazo hacia atrás y me estaba sobando los huevos a la misma vez que me follaba, produciéndome un placer enorme.

-              ¡Ahora, ahora, ahora, siiiiii, aaaaagggg! –Gritó Clara saltando sobre mi polla y luego dejándose caer sobre la espalda de su hija-.

Sonia tiró de mi polla para sacársela a Clara y empezó a comérmela otra vez, hasta que no pude más y me corrí en su boca.

-              Me llevo todas las prendas. Os aseguro que el showroom va a ser un éxito. –Les dije cuando pude recuperar el aliento-.

(Continuará un capítulo más. Gracias por leerme y comentarla, pero tengo que descansar de esta historia o me volveré loco).