Compartiendo piso de estudiante con mis primas 18

Mi abuelo recibe la visita de la investigadora de la universidad americana. Javier sigue en el portal y tristemente conoce a Paca. Ya en el piso, tras un desconcierto inicial, jugamos a dos juegos muy guarros, que terminan en sendas orgías. Que paséis un buen rato.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente, ya diría yo  que imprescindible, leer los capítulos anteriores, al menos los primeros para conocer a los personajes. Como ya van demasiados, no voy a poner todos los enlaces, no es difícil dar con ellos. A pasarlo bien y gracias por vuestros comentarios, valoraciones e ideas.)

-              ¿Dónde os habéis metido toda tarde? –Nos preguntaron mis primas al entrar en el piso un poco antes de las nueve-.

-              Visitando a unas amigas. –Les contestó mi abuelo y luego exclamó-. ¡Pero qué barbaridad que guapas estáis todas!

Mis primas se debían haber vestido para la ocasión porque en vez de sus pijamitas y camisones cortos habituales, iban con pantalón corto y camiseta de tirantas, unas con sujetador y otras sin él.

-              Don Francisco está usted estupendo –le dijo mi prima Julia acercándose a besarlo-.

-              Como me llames don Francisco la vamos a tener, Paco y de tú, que no soy tan viejo. –Le contestó mi abuelo devolviéndole los besos en las mejillas-.

Mi abuelo, con setenta y cinco años, diciendo que no era tan viejo, aunque con la tarde que llevaba, debía tener razón. Cuando terminó de besar a las cuatro les dijo:

-              Sois igualitas que vuestras madres, parece que hubieran mezclado a las tres hermanas para sacar a las cuatro primas, aunque tú Julita eres exactamente la doble de tu madre cuando tenía tu edad.

Sonó el portero del edificio.

-              Debe ser la de la universidad. –Dijo mi abuelo-.

Fui a abrir, pero mis primas me dijeron que tendría que bajar, que se había estropeado o lo habrían desenchufado.

-              Bajo yo –les dije-.

Fui por las escaleras, en el portal seguía Javier, sentado en el suelo.

-              Hola Javier, voy a abrir la puerta y ahora te veo.

Abrí la puerta con la llave y fuera estaba una chica como de veinticinco años gordita, rubita, con gafas, mascarilla y aspecto de norteamericana.

-              ¿Vienes de la universidad a ver a mi abuelo? –Le pregunté-.

-              Yes, a ver a don Francisco. –Me contestó con bastante acento-.

-              Sí ese, pasa.

La acompañé al ascensor, le di al botón del piso y me volví a hablar con Javier.

-              ¿Has tenido suerte con tu diosa?

-              Qué va. Llevo aquí casi toda la tarde, pero nada.

-              ¿Por qué no lo dejas ya y te subes con Patro?

-              Me lo estoy pensando. Tengo a la pobre Patro desatendida, para nada. Encima me he quedado sin batería en el móvil y no puedo ver los vídeos de la diosa. Mañana le propondré que juguemos dos veces a la ferretería para resarcirla.

-              ¿En qué herramientas estáis trabajando ahora?

-              En las brocas de corona y en las ventosas.

-              Eso suena divertido. Lo de las brocas de corona, me lo puedo imaginar, aunque suene presuntuoso por tu parte, y aun cuando sé que me voy a arrepentir, lo de las ventosas, ¿de qué va?

-              Me pide que le ponga ventosas chicas o grandes por todo el cuerpo y luego que se las quite a lametones y chupetones.

-              ¡Qué bárbaro, no se me hubiera ocurrido semejante uso, aunque no lo descarto en el futuro!

-              Buenas noches, Carlos.

Era la voz de Paca detrás se nosotros.

-              Buenas noches, Paca. ¿Te ha tocado tirar la basura?

-              Sí, sino Puri se pone atacada.

Paca iba con su albornoz, como siempre, y la bolsa de basura en la mano. Cuando Javier la vio se le cambió cara, no fue capaz ni de darle las buenas noches. Paca abrió con la llave y salió a tirar la bolsa.

-              ¿Tú la conoces? –Me preguntó Javier cuando se cerró la puerta-.

-              Sí, está pasando el confinamiento en el otro piso del rellano.

-              ¿Y por qué no me lo habías dicho?

-              Porque no se habrá terciado.

-              Me la tienes que presentar.

-              ¿Pero tú qué quieres con ella?

-              Yo nada, como me iba yo a atrever a querer nada con semejante mujer.

-              Pues no te entiendo Javier.

-              Yo todo lo más, poder fardar luego por las redes contando que la he conocido.

Paca abrió la puerta y se paró un momento conmigo.

-              Hace una temperatura estupenda en la calle, lástima que haya que estar encerrada en el piso.

-              Paca, te voy a presentar a mi amigo Javier.

Javier se quedó como una estatua.

-              Ya nos conocimos el otro día dándole vueltas a la basura. El chico es de pocas palabras. –Dijo Paca-.

-              Bueno es que está muy impresionado de haberte visto en persona.

-              Pues yo no me como a nadie. –Paca se acercó a Javier y le dio dos besos en las mejillas, luego se volvió hacia mí y me dijo:- Tu amigo acaba de correrse, el muy guarro.

Miré y en efecto Javier tenía un manchurrón incipiente en la entrepierna.

-              ¡Coño Javier! –Le reprendí y el siguió sin reaccionar-.

-              Déjalo Carlos, si el pobre es tonto y tiene eyaculación precoz que le vas a hacer. A ver si luego o mañana nos vemos. –Dijo Paca y se fue haciendo gestos con la cabeza-.

-              ¡Javier eres un impresentable!

-              ¿Qué quieres? No he podido contenerme cuando me ha tocado.

-              Anda ve, cámbiate y quédate con Patro, que Paca ya no bajará más por hoy.

-              Carlos, te llama tu abuelo. –Era mi prima Luisa-. ¡Hombre, si está aquí el babas!

-              Hola Luisa. –Dijo Javier tratando de taparse el ya extendido manchurrón-.

-              ¡Valiente tío asqueroso! –Le dijo mi prima cuando le vio el manchurrón-. ¿Qué te dedicas ahora a hacerte pajas en el portal?

-              No Luisa, ha sido un desgraciado accidente.

-              Como el de los aseos del pub del pueblo. ¡Enfermo que eres un enfermo!

Dejamos a Javier en el portal y cogimos el ascensor.

-              ¿Qué quiere mi abuelo?

-              No lo sé, ha subido una chica que decía que venía de una universidad norteamericana y se han encerrado los dos en el salón. Al rato ha salido tu abuelo preguntando por ti, cuando le hemos dicho que no habías vuelto me ha pedido que bajara por ti. ¿Quién es la chica?

-              El otro día me contó mi madre que una universidad norteamericana se había enterado de las proezas sexuales de mi abuelo y le habían escrito para hacer una investigación sobre él. Cosas de mi familia.

Luisa se partió de la risa con el tema.

-              Desde luego los americanos hacen estudios de cualquier cosa. –Dijo cuando estábamos entrando en el piso-.

Me dirigí al salón. La chica, con la mascarilla todavía puesta, y mi abuelo estaban sentados en el sofá, ella con una coca-cola y él con una copa de algo.

-              Hola Carlos, gracias por subir. Ella es Nancy, mi nieto Carlos.

La chica movió la mano y yo hice lo mismo. Me fijé en ella: rubia, media melena, gafas, ojos azules, camiseta de tirantas celeste que dejaba ver partes de un sujetador blanco, pantalón corto blanco y zapatillas deportivas también blancas. Estaba entre fuerte y gordita y tenía la piel casi transparente de no haber tomado el sol desde hacía bastante tiempo.

-              Dime abuelo.

-              Tu abuela me había dicho que la cita era para una entrevista, pero ella me ha dicho que venía a que follásemos, como primera fase de la investigación.

Miré a la chica a ver si confirmaba lo que me había dicho mi abuelo. Por toda contestación la chica cerró el dedo índice y el gordo de la mano izquierda y metió y sacó varias veces el dedo índice de la otra mano entre los dedos unidos. Vamos, lo que en lenguaje no verbal de toda la vida ha significado follar.

-              ¿Y qué quieres que yo haga? –Le pregunté a mi abuelo-.

-              Pues que a mí me gustan todas las mujeres, menos las lechosas, ¿y tú has visto la piel que tiene esta chica?

La miré de nuevo y se le transparentaban las venas.

-              Pues dile que no y listo. –Le contesté-.

-              Me da cosa, la chica se ha desplazado sólo para eso.

-              No sé, piensa en Yasmine o en Azucena –le dije con cierta guasa-.

-              Carlos, no te tomes esto a broma.

La chica nos miraba a uno o a otro durante la conversación y de vez en cuando volvía a hacer el gesto con los dedos.

-              Abuelo no te eches obligaciones que no tienes. Se lo dices y que te manden a otra investigadora o te tapas los ojos y que ella te anime.

-              Si hago cualquiera de esas cosas, tu abuela se va a enfadar conmigo.

-              ¿Tú no te das cuenta que esto es surrealista?

-              Es posible que tengas razón. Yo había pensado a ver si me podía ayudar esa chica tan simpática que he conocido esta tarde, Antonia creo que se llama, o alguna de tus primas.

-              ¿Tú has perdido la cabeza?

-              No te pongas así, que yo sé que bien que tú te las follas a las cinco.

-              ¿Y si fuera así, qué tiene eso que ver contigo y con esta mujer?

Conociendo a mis primas, me hubiera extrañado mucho que no nos estuviesen escuchando al otro lado de la puerta. Llamaron con los nudillos, abrieron la puerta y apareció mi prima Julia.

-              Perdonad, pero estábamos pensando en cenar, ¿vosotros os apuntáis?

-              Pues sí Julita, porque desde que comí antes de coger el autobús han pasado un montón de horas y estoy desfallecido. –Dijo mi abuelo-.

¡Joder si tenía que estar desfallecido con la tarde de follar que llevaba!

-              Yo la verdad es que también tengo hambre. –Le contesté-.

-              ¿La investigadora se queda a cenar? –Preguntó mi prima Julia mirando a Nancy, que volvió a hacer el gesto con los dedos-. ¿Qué le pasa a esta chica en las manos? –Me preguntó-.

-              Que te lo cuente mi abuelo. –Le contesté-.

-              Que la chica quiere follar conmigo, pero a mí no me gustan las mujeres tan lechosas. –Le contestó-.

Ya habían entrado en el salón mi prima Luisa y Antonia.

-              Es que no se puede comparar una piel como esa, con una piel como la nuestra. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Yo tengo una crema de esas que broncean al instante. Que se la ponga, a ver si mejora algo. –Dijo mi prima Vero que también había entrado al salón-.

-              Gracias Verónica, por fin una idea positiva. –Le dijo mi abuelo-. Hay que ver en los líos que me meten tu madre y tu abuela. –Me dijo luego a mí-.

-              ¿Mi madre que tiene que ver con esto?

-              Tu abuela, aunque se puso muy contenta con la idea de la investigación, después pensó que iba a ser un lío y decidió decir que no, pero tu madre la convenció de que aceptara.

Nancy seguía sentada, callada, mirándonos y con sus deditos, dale que te pego. La criatura era un poco insistente.

-              Sí, como que a mi abuela la convence cualquiera fácilmente.

-              Llama a tu madre o a tu abuela y lo verás. –Me dijo mi abuelo-.

-              Eso es lo que a mí me faltaba, llamarlas ahora a cualquiera de las dos.

-              ¿A quién quieres llamar? –Preguntó mi prima María, que también había entrado en el salón-.

-              A nadie María. –Le contesté-.

El salón del piso no estaba mal de tamaño, pero para cuatro o cinco no para ocho que éramos los que nos habíamos juntado ya.

-              ¿Qué pasa para que estéis todos aquí? –Preguntó mi prima María-.

-              Que esta chica ha venido a follarse al abuelo de Carlos, pero resulta que él no quiere porque dice que tiene la piel lechosa. –Le contestó su hermana-.

-              ¡Anda que es tonta la americana y yo también quiero, que además tengo una piel preciosa! –Exclamó María-.

-              Paco, tampoco está tan mal la chica. –Le dijo mi prima Julia-.

-              Yo no digo que esté mal, digo que las pieles tan blancas me dan grima. –Le contestó mi abuelo-.

-              ¿Cómo se llama la chica? –Preguntó Julia-.

-              Nancy –le contesté-.

-              ¡Anda Nancy guapa, levántate que te vea Paco a ver si así se anima! –Le dijo Julia tendiéndole la mano para que se levantase-. ¡Vamos Paco, que seguro que lo has hecho con mujeres menos atractivas!

Nancy se había levantado, tenía unas tetas de medianas a grandes, un poco de barriga y unos muslos que los pantalones cortos le oprimían. Era verdad que tenía la piel lechosa, pero vamos tampoco para la perra que había cogido mi abuelo.

-              Julia no te empeñes, si Paco no se la quiere follar, pues que no se la folle, que ya estamos aquí bastantes chicas nacionales y todavía morenitas pese al confinamiento. –Dijo mi prima María, que le estaba entrando a mi abuelo a saco-.

-              ¿Por qué no cenamos algo y que así Paco descanse y coja energía a ver si se anima? –Dijo mi prima Luisa-.

Fui con Julia, María y Antonia a la cocina a sacar algunas cosas para picar del frigorífico, algunas cervezas y una botella de vino. Al poco asomó mi abuelo la cabeza.

-              ¿Tenéis un poquito de whisky? Es que como es un vasodilatador me viene muy bien. –Dijo-.

-              Abuelo, con la tarde que llevas debes tener los vasos sanguíneos como la pata de un mulo.

-              Niño, tienes el carácter cada vez más parecido al de tu abuela.

-              Aquí en casa no queda, pero las vecinas seguro que tienen. Me acercó a pedirles. –Dijo Antonia y salió de la cocina-.

-              Que guapas estáis las dos. –Les dijo mi abuelo que no perdía oportunidad de decirle un piropo a una mujer-.

-              Gracias Paco, pero ya quisiéramos estar como tú. –Le contestó María-.

-              Sabes de lo que acordé el otro día y se lo conté a Carlos. –Le dijo Julia-.

-              No lo sé princesa. –Mi abuelo seguía como Paco Martínez Soria-.

-              Del verano que nuestros padres alquilaron una casita en la playa y fuisteis tú y tu mujer a pasar un domingo con ellos. Yo tendría entonces doce años. ¿Te acuerdas que tenía un cuarto con una ducha fuera?

-              Ligeramente. –Le contestó mi abuelo-.

-              ¿Tú te acuerdas María?

-              De sobras sabes que sí. –Le contestó esta-.

-              Pues cuando tú te estabas duchando se nos ocurrió a las dos mirar por la ventana para verte desnudo.

-              De algo me voy acordando. Erais unas chicas muy traviesas entonces.

-              Entonces y ahora –le dijo mi prima María con bastante zorreo-.

-              Al principio estabas de espaldas a la ventana, pero luego te diste la vuelta y te vimos lo que tienes entre las piernas. Estabas empalmado y parecía que haciéndote una paja. Nos quedamos las dos asombradas, ¿verdad María?

-              Yo era más pequeña que tú, pero sí que me acuerdo. ¡Qué barbaridad! Pensé entonces y todavía lo pienso.

-              Gracias por el halago, pero esa no fue toda la historia. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿No? –Le preguntó Julia-.

-              ¿No tenéis otra cosa de que hablar? –Les dije-.

-              Cállate Carlos y deja hablar a tu abuelo. –Me dijo Julia-.

-              Tú madre, que es muy larga, os había visto espiar unos días antes a mi hijo, supuso que me ibais a espiar a mí también y me pidió que os dejara hacerlo, quería que pudieseis verme empalmado, para que supierais lo que es un hombre bien dotado.

-              ¿Eso es verdad? –Preguntó María-.

-              Claro que es verdad. Vi vuestras caritas curiosas asomadas a la ventana, reflejadas en el espejo del lavabo, empecé a masturbarme y cuando estuve empalmado me di la vuelta para que me vieseis.

-              Muy edificante abuelo. –Le dije-.

-              ¡Ni edificante ni hostias! ¿Os sirvió para vuestra formación?

-              ¡Vaya que si nos sirvió! –Contestó Julia riéndose-. Cuando empecé a cogerles la polla a mis novietes, todas me parecían de risa. Yo ya sabía lo que quería. Gracias por hacerlo. –Mi prima Julia le dio un beso en la mejilla a mi abuelo-.

-              No hay de qué. –Le contestó mi abuelo, pasándole una mano por el culo a Julia-.

Volvió Antonia con lo que quedaba de la botella de whisky, sacó hielo del frigorífico, sirvió un buen vaso, le dio un sorbo y se lo pasó a mi abuelo para que bebiera por el mismo sitio que ella. ¡Joder en que plan estaban todas!

-              ¿Cómo está la cosa por el salón? –Le preguntó mi abuelo-.

-              No queda nada más que Luisa, que está poniendo la mesa, Vero debe haberse llevado a la americana. –Le contestó Antonia-.

Sacamos las cosas de picar y las bebidas a la mesa. Luisa fue a avisar a Vero y a la americana, que volvieron al momento. Nancy llevaba puesta una bata corta de Vero y debía haberse untado la crema autobronceadora, porque ahora tenía la piel de un color que parecía árabe. Picamos de pie. En un momento Julia hizo un aparte conmigo.

-              ¿Le has preguntado a tu abuelo eso? –Me dijo en voz baja-.

-              ¿Eso qué es?

-              Ya sabes, si él es tu padre biológico.

-              ¡Joder, cuando quieres qué pesada eres Julia! A ti que más te da.

-              Claro que me da. Venga cuéntame, que tú sabes algo más.

-              Me ha dicho dos cosas, pero tienes que guardarme el secreto.

-              ¡Esto se pone interesante!

-              Julia, prométemelo.

-              Prometido.

-              Me ha dicho que mi padre no es hijo de ellos, sino adoptado.

-              ¡Joder, que sorpresa te habrás llevado! Y la segunda.

-              Que soy hijo suyo, que mi padre no lograba dejar embarazada a mí madre y se lo pidieron a él.

-              ¡Lo sabía, no podía ser de otra manera! ¿Cómo te has quedado?

-              Pues igual, creo que no lo he digerido todavía.

-              Me alegro por ti, ya sabes a quién vas a parecerte.

Habíamos terminado de picar y seguíamos bebiendo cerveza y vino.

-              Escuchadme un momento. –Dijo Vero que había estado todo el tiempo hablando con la americana en inglés-. Nancy, que debe ser una guarra de mucho cuidado,..

-              ¡Vamos como nosotras! –La interrumpió mi prima Luisa-.

-              Pues eso. Como iba diciendo, me ha propuesto que porqué no jugamos a un juego, al que ella ha jugado algunas veces y que dice que es muy divertido…

-              Si es al Strip Poker dile que se olvide, que somos muchos y está muy visto. –Dijo mi prima Julia-.

-              No Julia, déjame hablar. Se llama el “mercado persa” y a mí me ha parecido muy interesante.

-              ¿Cómo es? –Preguntó María-.

-              Ahí viene lo bueno. Nosotras somos jóvenes turistas universitarias occidentales , secuestradas por una tribu del desierto, que nos llevan al mercado de esclavas para vendernos. Llevamos más de dos meses secuestradas, sin sexo, ni siquiera un dedo…

-              Eso no te lo crees ni tú. –Dijo Antonia-.

-              Esto me empieza a gustar. –Dijo Luisa-.

-              De ellos, uno es el vendedor de las esclavas y el otro ha ido a buscar una para follársela día sí, día también, porque vive solo en mitad del desierto. Las turistas tienen miedo, pero también están deseosas de que las compren para ser folladas sin parar.

-              ¿Esto es así todos los días? –Me preguntó mi abuelo-.

-              Algunos días. Lo que pasa es que hoy están más revolucionadas de lo normal por tu presencia y la de la americana, para eso tienes la fama que tienes.

-              ¡Pues te lo tienes que pasar de puta madre!

-              ¿Alguna duda? –Preguntó Vero-.

-              Sí, yo tengo dos. –Dijo Julia-. ¿Cómo es la dinámica y cómo vamos, más vestidas o menos vestidas?

-              Me alegra que me hagas esas preguntas. –Dijo Vero con mucha guasa-.

-              Déjate de leches Vero y contesta. –Le dijo Julia-.

-              Te respondo antes a la segunda. Como no tenemos disfraces, desnudas, sólo con algo que nos cubra…

-              ¿Y ellos? –Preguntó Antonia-.

-              Eso no está claro, pero yo propongo que en bóxers, para que se les note el paquetón, en cuanto se pongan calentitos. –Dijo Vero riéndose-.

-              Por mí sin problemas, pero notarse se va a notar desde el principio –Dijo  mi abuelo riéndose-.

-              Sobre la dinámica, el vendedor, que es un pervertido, le va ofreciendo esclavas al comprador y uno y otro pueden hacer con ellas lo que quieran.

-              ¡Joder, cómo nos lo vamos a pasar Carlos!

-              Desde luego pinta de maravilla. –Le contesté-.

-              Para ser tan lechosa, la americana es una guarra de cuidado. ¡Vaya que ha empezado a hacerme su gracia! –Me dijo mi abuelo-.

-              Bueno pues ale, aquí en diez minutos y vosotros a la cocina y ya sabéis cómo tenéis que estar. –Dijo Vero y se fueron todas a cambiarse-.

-              Yo me voy a tomar otro whisky porque la cosa lo merece. –Dijo mi abuelo-.

-              Te acompaño. Yo me voy a tomar otro también para coger fuerzas.

-              Déjame a mí que sea el comprador, voy a ser un hombre que lleva veinte años sin follar y ya no puede aguantar más la abstinencia.

-              De acuerdo abuelo, pero eso no se lo va a creer nadie.

-              ¿Sabes que no hemos empezado el juego y estoy ya medio empalmado?

-              Claro, si llevas veinte años sin follar. –Le dije y nos reímos los dos-.

Nos desnudamos, y ya iban cuatro veces esa tarde, y nos quedamos en calzoncillos. A los dos se nos notaba un buen paquete.

-              Ya puede salir el que vaya hacer de vendedor. –Dijo Vero desde el salón-.

Le di el último trago a la copa y salí al salón. Estaban las seis medio cubiertas con sábanas, descalzas, se habían despeinado y se habían maquillado con churretes de tizne. Alguna se había dejado o se había puesto un sujetador con pinta de muy usado de los que dejaban ver una o las dos tirantas y parte de las copas. La americana se mordía los labios con un gesto que indicaba que tenía que estar más caliente que una plancha.

-              Amo, no aguantamos más nuestra situación. Nos tenéis todo el día y toda la noche medio desnudas en la tienda, vigiladas por hombres salvajes que se soban su entrepierna, pero que no nos dan lo que nosotras, jóvenes muy apasionadas, necesitamos. Si nos vas a vender, hazlo a hombres que satisfagan nuestras necesidades. –Dijo Vero-.

-              Sí amo, por favor, no nos hagas sufrir más sin poder yacer con varón. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Callad mujeres que sois procaces y libidinosas. ¿Cómo pensáis que pueda compraros un hombre decente para que seáis una de sus castas y entregadas esposas?

-              Cualquiera de nosotras puede hacer muy feliz a ese hombre decente que dices, con nuestros jóvenes cuerpos y nuestras sucias mentes. –Dijo de nuevo Vero-.

-              Cuando venga el comprador, mostraros amables con él y haced lo que él o yo os digamos.

La imagen de las seis juntas envueltas en sus sábanas, unas mostrando parte de sus tetas, otras de sus piernas y otras las dos cosas, descalzas, despeinadas y con los churretes era de lo más morbosa.

-              Decidnos amo, ¿cómo es ese comprador que has buscado para nosotras? –Preguntó mi prima Julia-.

-              ¡Sí, por favor! –Dijeron varias a coro-.

-              Es un hombre maduro, que se retiró solo al desierto hace veinte años para alejarse de los pecados del mundo y meditar junto a su Dios. Tras veinte años sin sexo, ha llegado al convencimiento de que la mujer es la mayor creación que habita el mundo, cosa que es evidente, pero que él ha tardado en descubrir, y que es yaciendo con ellas como podrá conocer la verdadera alegría del corazón y de otras partes de su cuerpo. –Les dije-.

-              ¿Ha estado veinte años sin yacer con ninguna mujer? –Preguntó mi prima Luisa-.

-              Sí, era un hombre santo, pero ahora pretende alcanzar la felicidad fornicando sin parar.

-              ¿Y a cuantas de nosotras podrá adquirir? –Preguntó Antonia-.

-              A las que quiera, es un hombre rico y poderoso.

-              ¡Qué mirlo blanco, loco de deseo por yacer con mujeres, rico y poderoso como para mantenernos a todas! –Dijo Antonia-.

-              Así es.

-              Amo, ¿y cómo es su miembro viril? –Preguntó la americana hablando por primera vez-.

-              Cuenta la leyenda que grande y gordo, pero eso lo tendréis que probar vosotras. Ya lo oigo llegar. Colocaros bien, bajad vuestras cabezas y no le dirijáis la palabra ni lo miréis hasta que yo os lo ordene.

Abrí la puerta de la cocina, mi abuelo se estaba terminando el whisky y presentaba un buen bulto entre las piernas bajo los bóxers.

-              Señor, entrad en el mercado de esclavas de este humilde servidor. –Le dije-.

-              Simpático joven, ya sabéis como he pasado los últimos veinte años en el desierto, espero que vuestras pupilas sean bellas y ardientes y puedan satisfacer mis acumulados deseos.

-              Mirad, mirad que seis hermosas jóvenes tengo seleccionadas para vos. –Le dije señalándolas-.

-              Sí, sí que son muy hermosas y muy jóvenes, tal vez demasiado jóvenes y revoltosas para un hombre de mi edad.

-              No penséis eso señor, ellas alegrarán tu vida con sus risas y sus juegos. ¿Cuántas esclavas deseáis llevaros?

-              Todas las que encuentre adorables, tengo mis establos llenos de camellos y mis huevos llenos de deseo. –Dijo mi abuelo llevándose una mano al paquete-.

Se rieron todas, menos la americana, que no debía haber cogido la broma.

-              Esclavas silencio. –Las reprendí y ellas callaron y bajaron de nuevo sus cabezas-.

-              Ve presentándomelas una a una, para que pueda conocerlas.

-              Claro mi señor. Esta es Julia, proviene, como gran parte del resto, de una familia de mujeres muy calientes y ella también lo es. Como podéis admirar es una mujer hermosa. Julia, muéstrale tu cuerpo al señor.

Julia se abrió la sábana con la que se envolvía y se mostró desnuda delante de mi abuelo, al que le siguió creciendo el bulto.

-              Sí que es muy hermosa. Agraciada de cara, unas hermosas tetas, unas caderas deliciosas, un precioso chocho y unas torneadas piernas. Date la vuelta para que pueda verte por detrás. -Julia recogió la sábana y se volvió enseñándole su culo-. No desmerece del resto de su cuerpo. Dime muchacha, ¿que sabes hacer para satisfacer a un hombre como yo?

-              Puedo hacer todo lo que desees, pero lo que mejor sé hacer es masturbarme delante de ti para excitarte hasta volverte loco.

-              Suena bien. Durante mis años de retiro en el desierto, se me aparecieron en sueños varias veces mujeres lujuriosas masturbándose, mientras me miraban el miembro erecto. ¿Crees que podrías hacerlo?

-              Claro mi señor, si me enseñáis vuestros atributos masculinos, yo me tocaré hasta que no puedas contener tu deseo y tengas que asaltarme.

-              Vamos a verlo. –Mi abuelo se quitó los calzoncillos y tenía la polla a reventar-.

-              ¡Oh mi señor, tus concubinas serán unas mujeres muy afortunadas! –Dijo Julia-.

-              ¡Oh my God! –Exclamó Nancy con los ojos fuera de las órbitas-.

Julia se tumbó en el sofá mirando a mi abuelo y se llevó una mano al chocho, mi abuelo no pudo resistir la tentación y empezó a sobarse el nabo.

-              Mi señor, ¿no preferís que esa labor impura la haga otra de mis pupilas? –Le dije-.

-              Bien pensado joven mercader.

-              Mirad, esta es María, hermana de Julia e igual de caliente. Una mujer experta en hacer pajas, tarea con la goza hasta perder el sentido. María muéstrate ante el señor.

María dejó caer la sábana, manteniendo la cabeza baja.

-              Dime María, ¿qué ha llevado a una joven tan hermosa como tú, con esas fantásticas y grandes tetas de rosadas areolas y duros pezones y un bello y tentador culo a hacerles pajas a los hombres, es que no te gusta follar?

-              Mi señor, claro que me gusta follar como a cualquier mujer u hombre en su sano juicio, pero siento un placer muy especial cuando tengo un buen nabo entre mis manos, percibir su dureza, escupir sobre él para facilitar la acción de mis manos, estimular sus secreciones para facilitar que su cabeza roja y brillante vaya emergiendo, escuchar los gemidos de placer del hombre y finalmente como brama cuando los chorros de lefa salen por él para caer sobre mis manos y mi cuerpo.

-              Hija, contado así es imposible que me niegue a darte ese placer que sientes al sobar una polla. –Dijo mi abuelo-.

-              Señor os recomiendo que pongáis la cabeza junto a sus tetas y aspiréis su inigualable aroma.

María se puso al lado de mi abuelo, cogió su pollón y sus huevos y empezó a sobárselos. Él puso una mano sobre su culo y fue moviéndola por la raja hasta llegar a su ojete y a su coño. María suspiró fuertemente.

-              Mi señor tenéis una polla grande y dura como pocas. –Le dijo María-.

-              El aroma de tus tetas me produce una excitación tremenda.

Luisa, Antonia, Vero y Nancy no perdían detalle de la escena. Sus caras iban denotando que su calentura estaba subiendo por momentos, igual que la mía.

-              Amo, ¿podría ayudar a Julia a alcanzar un mayor placer? –Preguntó Vero abriéndose la sábana y dejando a la vista su arnés y su polla falsa-.

-              Si ella quiere, adelante. –Le contesté-.

-              Ven Verónica, fóllame con tu femenina polla. –Contestó Julia-.

Yo estaba de pie entre la americana y mi prima Luisa y tenía la polla como un bate de beisbol de gorda y de dura, tensando el bóxers. Al pasar a mi lado mi prima Vero me susurró al oído:

-              Hoy no te libras de que te folle el culo.

Julia se había puesto a cuatro patas en el sofá, Vero se puso de rodillas detrás de ella y le fue metiendo su polla falsa, no sé porque agujero, hasta que pareció tenerla entera dentro. Las dos miraban desafiantes a mi abuelo, que tampoco dejaba de mirarlas.

-              Mi señor, ve el vicio que tienen estas esclavas en el cuerpo, figúrese de cuantas formas podrán darle placer. –Le dije a mi abuelo-.

-              Tienes mucha razón mercader, además de hermosas, están llenas de vicio. Me recuerdan a mi esposa. ¿No tendrás una esclava que disfrute con el sabor de las secreciones previas del miembro viril de los hombres?

Nancy, fue a acercarse y la detuve.

-              Quieta esclava, ya te tocará tu momento. Admirad esta belleza, se llama Antonia y le van tanto hombres como mujeres. Muéstrate a tu señor.

Antonia se abrió la sábana y llevaba un sujetador blanco muy gastado, que le venía pequeño y las tetas se le salían de las copas.

-              Gran belleza de mujer, su cuerpo y su cara me suenan de otras aventuras pasadas. Pequeña, dime, ¿qué te gusta de los sabores de un hombre?

-              Me gustan todos los sabores que acumula el miembro de un hombre, desde el sabor de los restos de meado, al inigualable sabor del semen desbordando por mi boca, pasando por el exquisito sabor de su lubricante natural.

-              Pues ven aquí y demuéstramelo.

Antonia se puso de rodillas delante de mi abuelo y María dirigió su polla para que el capullo le entrara en la boca. Una vez que lo tenía dentro empezó a sobarse el chocho y el clítoris. Me dirigí a Nancy:

-              Si tan ansiosa estas por chupar una polla, empieza por la de tu amo. –Le dije bajándome los bóxers ante su cara de asombro y admiración-.

-              ¡Spain is fabulous, i have to recommend it to my mother!

-              Luisa, átale las manos a esta esclava.

Luisa se acercó a Nancy y abrió la sábana que la envolvía. Llevaba también sujetador, se lo quitó y le ató las manos a la espalda con él. Nancy tenía unas tetas hermosas muy blancas un poco caídas, con las areolas de un rosa muy claro y unos pezones grandes y duros como piedras. Una barriga, que sin llegar a ser la de Patro, era abultada y le caía sobre el chocho, que llevaba con bastante pelo rubio corto. Luisa le empujo la cabeza para que se pusiera de rodillas, luego le quitó la mascarilla y le empujó la cabeza hacia mi polla, que yo tenía en la mano esperándola. Nancy empezó una mamada profunda, pretendiendo metérsela entera en la boca. Luisa de pie empezó a besarme en la boca

-              ¡Qué bien me lo paso contigo! –Me dijo-.

-              Y yo contigo prima.

Vero seguía follándose a Julia, que se sobaba el chocho descontroladamente.

-              ¡Vero no pares ahora, que me voy a correr! –Gritó Julia y luego empezó a emitir sonidos guturales, hasta que cayó hacia delante-.

El trabajo de la mano de mi abuelo en el culo y en el chocho de María también alcanzó sus frutos y empezó a gritar:

-              ¡Cómeme las tetas, por Dios Paco cómeme las tetas, aaaaagggg, aaaaaggg!

María se corrió largamente con las tetas en la boca de mi  abuelo y al final se dejó caer en el suelo, completamente desmadejada.

-              Chicas sois de correrse pronto, vuestra madre aguanta bastante más. –Les dijo mi abuelo-.

-              Si pero nosotras nos corremos varias veces. –Le dijo Julia-.

-              Y vuestra madre también ¿o que te crees?

Vero se bajó del sofá y se puso detrás de Nancy con su arnés

-              ¿Por el coño o por el culo primero? –Le preguntó tirando de su culo hacia arriba para ponerla en posición-.

-              ¡Is the same!

-              ¡Vamos a ver si te da igual! –Le dijo Vero incrustándosela en el culo-.

-              ¡Uuuuaaaauuuu! –Gritó Nancy mientras le iba entrando hasta el arnés-.

Luisa se fue junto a Antonia, la levantó del suelo y se la llevó junto con mi abuelo al sofá.

-              ¡Fóllame! –Le dijo a mi abuelo tumbándose boca arriba en el sofá. Mi abuelo se colocó sus piernas sobre los hombros y se la metió. Antonia le puso el chocho en la boca a Luisa y empezó a sobarse las tetas-.

La mamada profunda de Nancy me estaba llevando al punto sin retorno de correrme.

-              ¡Me voy a correr! –Le dije y ella apretó todavía más su cabeza contra mí-.

-              ¡And me!

Empecé a correrme en su boca a la misma vez que ella se corría con sonidos guturales, mientras Vero no dejaba de follarle el culo. Cuando Nancy se dejó  caer al suelo, Vero la sustituyó chupándome la polla. Antonia gritó que se corría y Luisa también. Después de que se corrieran mi abuelo le sacó la polla a Luisa y se corrió sobre su cuerpo, desde la cara hasta la barriga. Vero se corrió a la misma vez que mi abuelo, sin dejar de comérmela, sobándose la polla falsa con una mano y con la otra el agujero del culo.

-              ¡Joder con la tontería del juego del mercado persa! –Dijo mi abuelo sentándose en el sofá junto a Luisa y Antonia-.

Nos fuimos sentando todos, donde cada uno pudo, a recuperar el aliento.

-              Carlos, por favor, tráeme otro whisky. –Me dijo mi abuelo-.

-              Te acompaño y traemos las bebidas para servirnos unas copas. –Me dijo mi prima Luisa y nos fuimos los dos a la cocina-.

-              ¡Vaya día que llevo, estoy muerto! –Le dije a mi prima-.

-              Pues no te mueras todavía, que tenemos que echar otro.

-              ¿Tú no te cansas?

-              No me compares contigo, que el único mío de hoy ha sido el que he echado con tu abuelo.

-              Vale, porque yo he perdido la cuenta.

Volvimos al salón y servimos unas copas con lo que había, que no era mucho.

-              Verónica, ¿por qué no le preguntas a Nancy si conoce más juegos de estos? –Dijo mi abuelo-.

-              ¡Abuelo por Dios, que te va a dar algo!

-              ¡No seas tonto niño, tú no sabes lo que han sido estos días con las del asilo!

Vero estuvo hablando en inglés con Nancy, luego se volvió hacia nosotros y dijo:

-              ¡Qué peligro tiene la americana! Me ha dicho varios: los boys en la fiesta de la cárcel de mujeres; los vaqueros del oeste en el poblado de las mujeres mineras; los niños refugiados en el internado de señoritas; los exploradores españoles y las indias salidas; los navegantes romanos en la isla de las amazonas calientes, los herejes y las calientes monjas de la inquisición, entre otros. En todos, menos en el  primero, vosotros sois prisioneros en nuestras manos.

-              Sí, sí que tiene peligro la americana. –Dijo mi prima Luisa-.

-              ¿Cuál os apetece más? –Preguntó Vero-.

-              Acostarnos no se plantea, ¿verdad? –Dije yo-.

-              No seas aburrido Carlos. –Me dijo mi abuelo-.

-              ¡Joder, encima aburrido! –Le contesté-.

-              Me suena muy morboso el de los herejes y las calientes monjas de la inquisición. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Dice la americana que ese necesita un atrezo que no tenemos, que ella y su madre si lo tienen en su casa. –Dijo Vero-.

-              ¡Vaya con la niña y la madre, pero no nos vamos a ir ahora hasta su casa! Pues entonces, a mí me hace gracia el de las amazonas calientes. A ellos les ponemos una toalla corta a la cintura y les atamos las muñecas y nosotras nos ponemos unos biquinis más o menos parecidos. –Dijo mi prima Luisa-.

-              A mí el de los niños recogidos en el internado de señoritas me parece también muy morboso. –Dijo mi prima María-.

-              Pues el de los exploradores y las indias salidas, también tiene lo suyo. –Dijo Antonia-.

Después de cierta discusión entre ellas, Luisa se llevó el gato al agua para jugar al de las guerreras Amazonas.

-              Vamos a tomarnos las copas con algo de tranquilidad y luego jugamos. –Dije yo-.

-              Lo que pasa es que a ti se te ha bajado ya y tu abuelo sigue como un chaval. –Me reprochó mi prima Luisa-.

-              Lo que tú digas. –Le contesté cogiéndome el paquete-.

-              Grosero. –Me contestó Luisa, dándome un piquito en los labios-.

-              Vosotros volved a la cocina, tomad estas toallas para ponéroslas, mientras nosotras nos preparamos. –Dijo Vero-.

Mi abuelo y yo le hicimos caso y volvimos a encerrarnos en la cocina con nuestras copas.

-              Yo sabía que las hijas de Julia y Marisa eran unas chicas guapas y apasionadas, pero no pensaba que tanto. –Dijo mi abuelo-.

-              Son unas chicas maravillosas, tengo mucha suerte con que sean mis primas y vivamos juntos.

-              ¿Cómo te has portado con ellas?

-              Lo mejor que he podido, que no ha sido poco.

-              Eso está bien Carlos. Cuando termine esto del virus no te olvides de ellas, te seguirán necesitando, lo mismo que tú a ellas.

-              No creo que nunca pueda olvidarme de ellas.

Empezamos a escuchar que habían vuelto al salón y nos pusimos las toallas de forma que nos tapasen escasamente la polla y el culo. Entró Vero en la cocina, seguía con el arnés puesto y llevaba el top de un biquini con dibujo de piel de pantera.

-              Verónica estás muy guapa. Mi mujer también tiene una de esas pollas falsas y nos hemos divertido mucho con ella. –Le dijo mi abuelo-.

-              A mí me parece que vosotros dos  os divertís mucho con y sin arnés. –Le contestó Vero-. Venga que tengo que ataros las manos, sois nuestros prisioneros.

Le ofrecimos nuestras muñecas y ella nos las ató por delante con unos cinturones de tela. Mientras lo hacía entró María en la cocina, llevaba un biquini también de pantera muy pequeño, estaba guapísima.

-              Vamos Vero, que las demás están ya impacientes. –Le dijo María a Vero-.

Salimos al salón detrás de Vero y delante de María. La imagen del resto en el salón no la olvidaré nunca. Julia y Nancy llevaban biquinis parecidos de piel de pantera o de tigre. Debían haber estado de moda hacía años, porque les venían pequeños y sus tetas les desbordaban el top. Luisa y Antonia estaban envueltas en sábanas blancas a las que habían dado forma de túnica, dejándose una teta fuera.

-              Reina Antiope, hemos capturado a estos dos perros que nos estaban espiando mientras nos bañábamos desnudas en la cascada. –Le dijo Vero a Julia que, al parecer, hacía de reina de las guerreras Amazonas-.

-              ¿Qué estaban haciendo mientras os espiaban? –Preguntó Julia-.

-              Se estaban tocando lujuriosamente sus pervertidos miembros masculinos. –Le contestó María-. Bajad vuestras cabezas ante nuestra reina, perros. ¿Cómo os atrevéis a mirarla? –Nos dijo  a nosotros empujando nuestras cabezas hacia abajo-.

-              Los hombres son todos unos cerdos. ¡Madre, ordena matarlos, que dejen de ensuciar nuestra aldea con sus miembros colgantes y sus pervertidas mentes! –Dijo Nancy con mucho acento acercándose a nosotros-.

-              Quieta hija. Como sabes nuestra tribu está dividida entre guerreras y vestales, aunque desde hace muchos años somos todas vestales ante la falta de hombres. Tú eres la más joven de la tribu y tienes dieciséis años. Necesitamos procrear para mantener fuerte nuestra tribu.

-              Madre me horroriza oír lo que estás diciendo. ¿No pretenderás que forniquemos con ellos para que nos preñen? –La frase, entre las palabras y la “ñ”, le había costado la misma vida a Nancy decirla-.

-              Hija, ¿tú conoces otra forma de procrear? –Le preguntó Julia y Nancy se quedó callada-.

-              Un momento mi reina, si estamos hablando de follar, yo me paso de vestal a guerrera. –Dijo mi prima Luisa, que estaba preciosa con la túnica y una teta fuera-.

-              Luisa, gran virgen de nuestra tribu… -que Julia llamara gran virgen a Luisa, hizo que todas se rieran a carcajadas-. Callad, coño y dejadme seguir. Vestal Luisa, ¿haces renuncia de tu virginidad para fornicar con estos perros pervertidos?

-              Claro mi reina ¿o es que tú te quedaste embarazada de oído?

-              ¿Pero tú has mirado bien a estos cerdos, no prefieres las dulces caricias de la vestal Antonia?

-              Una cosa no quita la otra. –Dijo Luisa acariciando a Antonia-.

-              Basta de discusiones. ¿Qué propones que hagamos, madre?

-              Propongo que utilicemos a estos perros para ampliar los miembros de la tribu o se nos va a pasar a todas el arroz. La tribu de las Amazonas nos exige otro sacrificio. Vosotras, vestales, cubridles los ojos a los perros y excitadlos para el sacrificio.

-              Reina Antiope, dejad que contemplemos la belleza de vuestras guerreras, sus jóvenes y turgentes cuerpos nos aliviarán los más de dos años de navegación solitaria que llevamos. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Pretendes que me crea que lleváis dos años sin tocar a una mujer? –Le preguntó Julia-.

-              Créetelo reina, así es para nuestra desdicha. –Dije yo-.

-              ¿Entonces debéis estar muy calientes? –Preguntó la americana-.

-              Como leones en celo. –Le contestó mi abuelo-.

-              Obedeced –les ordenó Julia a las dos vestales-.

Luisa y Antonia se acercaron a nosotros y con dos servilletas nos taparon los ojos.

-              Eres una mujer muy cruel con dos pobres marinos. –Le dijo mi abuelo a Julia, ya metido en el papel-.

Al poco de estar con los ojos cubiertos, noté que una mano se deslizaba bajo la toalla y empezaba a sobarme la polla, lo mismo que debía pasar con mi abuelo, porque le escuché lanzar un suave gemido.

-              Mientras los perros se excitan con vuestras caricias, os voy a contar la historia de nuestra tribu.

-              ¿Reina es necesario, no podríamos pasar a la acción ya? –Preguntó Antonia-.

-              Virgen Antonia –nuevas risas de las demás-, es necesario que estén totalmente excitados, para que el sacrificio sea lo más corto posible y lancen el fruto de sus miembros nada más entrar en nuestros cuerpos.

-              Bueno, un poquito de follar tampoco estaría mal. –Dijo María pensando más en la realidad que en la historia-.

La que fuera me seguía sobando la polla y los huevos suavemente con sus dos manos bajo la toalla.

-              Calla María y escucha. Nuestro pueblo era una tribu como las demás, compuesta de mujeres y hombres, que fornicaban habitualmente en parejas, como el resto de las tribus. Sin embargo, los hombres descubrieron el vino, se pasaban borrachos todo el día y dejaron de follar con sus mujeres. Las mujeres estuvieron tristes y desatendidas durante años, pero como eran mujeres fuertes como nosotras, finalmente decidieron mandar expediciones, para saber que hacían en otras tribus cuando pasaba algo así.

-              No sé quién eres, pero chiquilla, me estás matando del gusto. –Dijo mi abuelo-.

-              Fueron volviendo las expedicionarias sin grandes resultados, al parecer esa desatención de las necesidades de las mujeres por los hombres no era muy común en el entorno y según contaban, nuestras expedicionarias habían aprovechado para follarse todo lo que se meneara. La última que volvió fue la expedición en la que había viajado mi abuela.

Alguna de ellas había empezado a besarme en la boca de una forma muy pasional.

-              Se presentaron ante el consejo de ancianas y contaron que en una lejana tribu había sucedido una cosa parecida, pero que ellas habían descubierto un elixir que, mezclando unas gotas en el vino, los hombres recuperaban el deseo por las mujeres. Tras muchas súplicas e intercambios carnales con hombres y mujeres de esa tribu, incluidos todos los miembros del consejo de ancianos, habían conseguido dos pequeños frascos del elixir.

Noté que alguna de ellas había empezado a chuparme la polla, que ya se me había animado bastante. Por la forma de comérmela pensé que era Antonia.

-              El consejo de ancianas decidió mezclar el elixir con el vino esa misma noche, pero pese a las advertencias de mi abuela de que fueran sólo unas gotas, vertieron uno de los pequeños frascos enteros.

-              ¿Madre, de que era el elixir? –Preguntó Nancy-.

-              De los jugos vaginales de las vírgenes de la tribu, obtenido cuando se masturbaban entre ellas las noches de luna llena en enormes orgías lésbicas

La que fuera me estaba haciendo una mamada de mucho cuidado y, de vez en cuando, se metía mis huevos en la boca, produciéndome un placer enorme. La otra que fuera seguía comiéndome la boca y acariciándome el pecho.

-              A los pocos minutos de que los hombres bebieran el vino mezclado con el elixir, empezaron a notar que sus miembros se les ponían extremadamente grandes y duros, como hacía lustros que no se les ponían. Los hombres decidieron volver a sus casas para yacer con sus mujeres, pero la calentura de los hombres por el elixir y la de las mujeres por el deseo insatisfecho durante años era tal, que toda la aldea se convirtió en una enorme orgia hetero, bi y homosexual que duró toda una noche, que también era de plenilunio.

-              Mi reina, los perros ya están listos y bajo las toallas tienen sus miembros como palos. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Retiradles las toallas y mirad con pavor con lo que vamos a ser sacrificadas. –Dijo Julia-.

Noté como me quitaban la toalla y me la colgaban de la polla como si fuera un perchero.

-              ¿Madre todos los hombres tienen el miembro así de grande y de gordo? –Preguntó la americana-.

-              No hija, el destino nos ha deparado a dos mulos en celo. Dejad que termine la historia y daremos paso al sacrificio.

-              Julia, ¿tú estás gilipollas? ¡Qué historia ni qué historia, aquí estamos para follar! –Protestó mi prima Luisa-.

Alguna me estaba acariciando los huevos y otra movía la toalla sobre mi polla masturbándome suavemente.

-              Cállate Luisa, hemos quedado en que yo hacía de reina y te aguantas, termino enseguida. Follaron todos con todas y al revés, hasta que se quedaron dormidos al alba. Cuando las mujeres despertaron descubrieron que se habían pasado con el elixir y todos los hombres yacían todavía terriblemente empalmados, pero muertos, sus  cuerpos no habían podido con el esfuerzo de toda la noche follando narcotizados. Sólo quedaron las mujeres, que decidieron mantener la aldea sin hombres, naciendo la tribu de las guerreras Amazonas.

-              Muy bonita la historia. ¿Podemos follar ya? –Preguntó Nancy-.

-              Hija ponte en posición, que tú y yo vamos a ser las primeras en ser sacrificadas. –Dijo mi prima Julia-.

-              ¿Y eso por qué? –Protesto mi prima María-.

-              Porque lo digo yo. –Le contestó Julia-.

-              Chicas haya paz, que habrá para todas. –Dijo mi abuelo-.

Me dirigieron hacia delante, hasta que choqué con algo que debía ser un culo, alguna me quitó la toalla, me cogió la polla y la paseó por la entrada de un chocho que estaba empapado, hasta que me empujó por las caderas y a la que fuera se la metí hasta la bola. Debía ser Nancy, porque era un chocho que yo no conocía y también porque cuando se la metí gritó:

-              ¡Oh my God! ¡This is Paradise! ¡Mom how I remember you, how I wish you were here now!

Qué buena hija acordándose de su madre en este momento, pensé. Puse mis manos atadas sobre su culo grande y algo blando, luego como pude la cogí por las caderas y empecé a acercarla y alejarla de mí, ayudado por alguna que se había  colocado detrás de mí, clavándome las tetas en la espalda. Nancy no se debía haber quitado el tanga del biquini, porque notaba su roce en mi polla. De vez en cuando chocaba con una mano, no sé si la suya, que le estaba sobando el chocho a la misma vez.

-              Julita, tienes el mismo chocho que tu madre. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Tú te acuerdas de los chochos de todas las mujeres con que has follado? –Le pregunté-.

-              Claro, no podría olvidarme de ninguno.

La americana empezó a gritar:

-              ¡Oh mom it's the best I've ever had and you know it's been a lot!

-              ¿Qué dice de su madre? –Pregunté-.

-              Está diciéndole a su madre que es la mejor polla que ha probado. –Me contestó mi prima Vero-.

-              ¿Y por qué se lo dice a su madre?

-              Porque le está haciendo una vídeo llamada mientras te la follas.

-              ¡Coño, qué unida está con su madre! –Exclamé-. ¿Y la madre que le dice?

-              No lo sé, porque Nancy tiene puesto el auricular. La madre es una rubia con las tetas operadas enormes, con unas marcas muy blancas de un biquini muy indecente y se está haciendo un dedo que ríete tú de los de la prima Julia.

-              ¡Mom i can't take it anymore!

-              ¿Y ahora que le dice a la madre?

-              Primo a ver si mejoras el inglés, que no puede aguantar más, vamos que se va a correr.

-              ¡Mom, mom, mom, come to Spain, aaaaagggg, aaaagggg!

-              Eso último sí lo he entendido y lo he notado, porque está largando lo más grande.

-              Pues la madre también se ha corrido, claro que no es comparable una paja con el vibrador a un pedazo de follada con esa polla.

Nancy se dejó caer hacia delante, sacándose mi polla, que no tardó ni un minuto en estar en la boca de alguna.

-              Guapas, ¿por qué no me quitáis la venda de los ojos para que pueda disfrutar viéndoos? –Dijo mi abuelo-.

-              Sí y a mí también, que sepa cuál me la está comiendo tan estupendamente.

-              A tu abuelo sí, pero a ti no, que nos tienes ya muy vistas. –Dijo Antonia-.

-              Estás preciosa Julita. –Dijo mi abuelo cuando debieron quitarle la venda-.

-              Paco, sigue follándome, que me voy a correr muy pronto.

-              Lo que os dije antes, vuestra madre era incansable.

-              Deja a mi madre ya, coño, y sigue follándome a mí.

-              Carlos, a ver si adivinas a quien te vas a follar ahora. –Me dijo mi prima Vero separándome del sofá, luego me colocaron dos piernas sobre los hombros y Vero me guió hasta la entrada de un chocho y fue pasándome la polla por él-. ¿Lo sabes ya?

-              Todavía no. –Le contesté y alguna me fue empujando para que empezara a meterla-. ¿Y ahora?

-              Es Antonia, no he podido olvidar cuando me tuvo más de una hora sólo con el capullo dentro, el día del cuento del micro biquini.

-              Eres un cielo, así me gusta que no se te olvide mi chochito. –Me dijo Antonia-.

Fui empujando con la cadera hasta que la tuve casi dentro y puse mis manos, todavía atadas sobre su vientre para acariciarle el clítoris.

-              ¡Aaaaagggg, sigue Paco, sigue, sigue, sigue, aaaagggg, qué fuerte y qué largo, ya me decía mi madre: Julita, hazme caso y fóllate a Paco, no te lo pierdas, aaaagggg!

-              Me toca. ¿Cómo quieres que me ponga? –Dijo María-.

-              Déjame que me siente, que quiero follarte oliéndote y comiéndote las tetas.

-              ¡Carlos, cógeme las tetas! –Me dijo Antonia y elevé los brazos hasta llegar a ellas y notar de nuevo su dureza-.

Sentí que mi prima Vero se había puesto detrás de mí y me había encajado la polla falsa entre las piernas, presionándome los huevos y agarrándose a mi barriga.

-              Termina con Antonia, que quiero follarte ya. –Me dijo al oído-.

-              Yo también quiero que me folles. –Le contesté-.

-              Vamos Carlos, que te desconcentras. –Me reconvino Antonia-.

-              ¡Aaaaaggg, que barbaridad Paco, casi no me cabe! –Gritó María-.

-              Verás cómo te cabe, estás muy mojada y te entrará con facilidad.

-              ¿Cómo no voy a estar empapada? ¡Aaaaagggg, ya casi la tengo entera dentro!

Noté que mi prima Luisa debía haberse puesto de pie sobre el sofá para que Antonia le comiera el chocho mientras me la follaba.

-              Acercaros a mí, para que me pueda comer el culo de Luisa. –Les dije-.

Noté que Antonia se incorporaba y que Luisa se movía con ella hasta colocarme el culo a la altura de la boca.

-              ¡Qué culo tienes Luisa! –Le dije-.

-              Y que lo digas hijo. De los mejores que he visto en mujeres blancas.

-              ¡Carlos más fuerte, fóllame más fuerte y apriétame más las tetas, que estoy a punto! –Dijo Antonia-.

-              Cállate y cómeme el coño. –Le dijo mi prima Luisa-.

-              ¡Joder, que me gusta, qué vicio tenéis! –Dijo mi abuelo-.

-              Habló quien pudo y fue el mudo. –Le contestó Luisa-.

Mi abuelo se echó a reír.

-              Tienes razón Luisita, por eso me gusta tanto como sois todas vosotras y vuestras madres.

Luisa se abrió el culo con las manos para que pudiera acceder más a su ojete.

-              ¡Aaaaagggg, qué rico! –Exclamó cuando le clavé la lengua-.

-              No me explico cómo a alguien no le pueda gustar el sexo. –Dijo mi abuelo-.

-              ¡Carlos ahora, ahora, síiiiii, sigue, sigue, fóllame más, así, así…! –Antonia se estaba corriendo como una posesa-.

Entre mi prima Luisa y mi prima Vero, prácticamente debieron desalojar a Antonia del sofá.

-              Túmbate boca arriba que te voy a follar en plan cangrejo. –Me dijo mi prima Vero-.

-              ¿Eso cómo es? –Le pregunté-.

-              Túmbate y sube las piernas abiertas todo lo que puedas. –Me contestó-.

Tenía un calentón encima de ponerme enfermo. Cuando iba a hacer lo que Vero me había dicho, pensé que deseaba chuparle su polla falsa.

-              Vero, quítame la venda de los ojos que quiero verte y comerte la polla. –Le dije-.

Vero me quitó la venda, tenía la cara desencajada del calentón y se sobaba la polla como si fuese de verdad. Se puso de pie en el sofá, mi prima Luisa me cogió la cabeza y me la acercó a la polla falsa de Vero, abrí la boca todo lo que pude y Vero me la metió. Mi prima Luisa me marcaba el ritmo de la mamada.

-              Vero, ¿te la come bien? –Le preguntó Luisa-.

-              De maravilla hermana, siento un placer como si la polla fuera mía de verdad.

La americana había vuelto a la vida y estaba de rodillas en el suelo chupándole y comiéndole los huevos a mi abuelo, mientras María se movía de arriba abajo con su cabeza entre las tetas.

-              Túmbate ya primo, que necesito follarte. –Me dijo Vero-.

Me tumbé boca arriba en el sofá con las piernas hacia la cabeza.

-              Espera no te vaya a hacer daño. –Me dijo Vero, que cogió a su hermana Luisa, la puso de espaldas y le metió en el chocho la polla falsa-.

-              Hermana da mucho placer tu polla. –Le dijo Luisa cuando la tuvo dentro-.

-              ¿Qué haces no me iba a follar a mí? –Le pregunté a Vero-.

-              Y te voy a follar, pero la estoy lubricando en mi hermana primero.

Mientras Antonia, que había descansado después de correrse, se puso de rodillas frente a mí y empezó a lamerme el ojete.

-              Antonia que placer me das. –Le dije-.

-              Te estoy abriendo el ojete para que no te duela. –Me contestó-.

-              Ábreme lo que quieras.

Después de un mete y saca con su hermana, Vero desplazó a Antonia y puso la punta de su polla en mi culo y empezó a empujar poco a poco. Me daba mucho placer, pero sobre todo me encantaba ver su cara, roja de deseo, mientras me la metía por el culo.

-              ¿Te duele? –Me preguntó-.

-              No, me da mucho placer.

-              ¿Te han follado el culo antes?

-              No, es la primera vez, pero creo que no va a ser la última.

-              Me encanta ser yo quien te desvirgue el culo, como te desvirgué la polla de chico.

Luisa se había subido al sofá y de rodillas a mi lado empezó a comerme la polla y los huevos. Antonia se subió también al sofá al lado de mi prima Luisa y empezó a besarme en la boca, mientras le sobaba el chocho a Luisa.

-              ¡Esto es la gloria! –Exclamé mientras me follaban el culo y me comían la polla y la boca-.

Julia se había espatarrado en un sillón mirándonos al resto y se estaba sobando el chocho.

-              ¡Paco me voy a correr! –Gritó mi prima María botando sobre mi abuelo, al que Nancy seguía comiéndole los huevos-.

-              ¿Primas cómo vais, porque yo no aguanto mucho más? –Les pregunté-.

-              Por mí cuando quieras, Antonia me está trabajando el chocho de maravilla. –Me contesto Luisa-.

-              Por mí también. Estoy tan caliente por follarte, que me podría correr varias veces seguidas. –Me contestó Vero-.

-              ¡Aaaaaggg, aaaaagggg, cómeme las tetas Paco, me corro, síiiiii, aaaagggg! –Grito María, al correrse, desmadejándose luego sobre mi abuelo-.

-              ¡Luisa me voy a correr! –La avisé por si quería sacarse mi polla de la boca-.

-              Córrete, no voy a quitarme.

Empecé a correrme a chorros en la boca de mi prima, que al notarlos empezó a correrse también, como Vero que lo hizo dándome unos empellones tremendos en el culo. La americana le sacó a María la polla de mi abuelo del chocho y se la metió en la boca recibiendo también toda la lefa en su interior. Antonia y Julia volvieron a correrse con sus manos. Quedamos todos como muertos intentando recuperar el aliento.

-              No se os ocurrirán más jueguecitos. –Les dije-.

-              Yo no puedo más por hoy. –Contestó Antonia-.

-              Ni nosotras. –Dijeron las demás-.

-              Mí podría hacer otro. –Dijo la jodida americana-.

-              Pues vete al baño y te haces un dedo. –Le contestó Antonia-.

-              ¿Cómo nos apañamos para dormir? –Preguntó Luisa-.

-              Yo duermo con Carlos en su cama, que su abuelo duerma en la otra litera y vosotras os la arregláis con Nancy.

-              Tú eres muy lista. –Le dijo mi prima Luisa-.

-              Os juro que no vamos a hacer nada. –Le dije-.

-              Tú habla por ti. –Dijo mi abuelo-.

Recogimos un poco el salón, como siempre me tocó pasar por el baño el último, meando pensé que me gustaría algún día jugar a lo de los herejes y las monjas en los bajos de la casa de mi tía Julia, con ella, Cristina, su madre Clara, Sonia y mi prima Julia, con las cinco se podía liar la mundial. Cuando entré en mi habitación mi abuelo y Julia estaban acostados en la litera de abajo.

-              Carlos, duerme tú en la litera de arriba que quiero despertar al lado de esta belleza. –Me dijo mi abuelo-.

-              Cómo quieras, pero dejadme dormir que estoy muerto. –Le contesté-.

-              ¿Paco, cómo era mi madre de joven? –Le preguntó Julia-.

-              Una mujer guapísima y muy divertida. Yo creo que en algún momento mi mujer llegó a tener celos de ella, cosa que era rarísima pues siempre ha sabido lo que siento por ella. Pero quien era de una belleza extraordinaria era tu abuela.

-              ¿La madre de mi madre?

-              Sí.

-              ¿También te la follaste?

-              Yo diría que me folló ella a mí.

-              ¡No me lo puedo creer, llevas tres generaciones! ¿Cómo fue eso?

-              Yo entonces tendría poco más de veinte años. Trabajaba en el cortijo de tu bisabuelo haciendo lo que me mandaban. Comía  en la cocina del cortijo, que atendía una mujer madura, viuda, muy simpática y bastante gorda, pero guapetona y atractiva.

-              ¿Abuelo, a ti qué mujer no te resulta atractiva? –Le pregunté con mucha guasa.

-              ¡Coño ya has visto la que se ha liado porque no me gustaba la americana, así que alguna no me gusta! –Me contestó-.

-              Sigue Paco con lo de mi abuela.

-              La cocinera del cortijo me trataba muy bien, me ponía de comer lo que me gustaba y sobre todo mucha cantidad. A la edad que tenía entonces me comía hasta las piedras. Uno de los días que llegué a comer, Eusebia, que así se llamaba la mujer, estaba triste y medio llorosa. Yo le profesaba mucho aprecio le pregunté por lo que le pasaba. Ella me contestó con evasivas y yo volví a preguntarle al rato y entonces rompiendo a llorar me confesó que se sentía muy sola. Que su marido y ella habían disfrutado mucho de su matrimonio en todos los sentidos, que desde su muerte ella no había querido nada con ningún hombre y que eso le estaba pasando factura.

-              ¡Vamos que no follaba! –Dijo Julia-.

-              ¡No seas burra niña! Yo entonces salía con unas y con otras, pero no tenía novia y me ofrecí a ayudarla en lo que necesitase. Me dijo que había escuchado en el pueblo que yo era un muchacho muy bien dotado y generoso con las mujeres y que si a mí no me importaba le gustaría hacerlo conmigo.

-              Ahí abuelo sin falsa modestia. –Le dije-.

-              Yo no me ando con pamplinas. Me condujo al dormitorio de las mujeres en la entreplanta del servicio, aprovechando que estaban todas en sus tareas. Me pidió que me sentara en una cama y empezó a desnudarse para mí. La ropa de entonces del servicio era hasta los pies y cerrada hasta el cuello, con lo que no se podía ver nada de su cuerpo. Se desabotonó el uniforme y lo dejó caer en el suelo, llevaba debajo un sujetador enorme y unas enaguas blancas. Su barriga era muy gorda y muy blanca. Luego se soltó las enaguas, que iban con un cordón y también las dejó caer al suelo. Sus piernas eran gruesas, su culo muy grande y el pelo de su chocho le bajaba por las ingles.

-              ¿Cómo te acuerdas de eso si hace más de cincuenta años? –Le preguntó Julia-.

-              Para mí todas las mujeres sois importantes y guardo recuerdo de todas ellas. Sería muy descortés olvidarme de cualquier detalle de cualquiera de ellas. Se acercó a mí y me pidió que le soltara el monstruoso sujetador que llevaba. Lo hice y cayeron los dos cántaros que tenía por tetas. Evidentemente, con veinte años y mi carácter, yo ya estaba empalmado como una fiera. Me pidió que me levantara y ella me fue desnudando. Cuando llegó a la polla dio un grito entre susto y alegría. Era una mujer limpia dentro de las limitaciones de entonces. Nos estuvimos besando, luego hicimos un “69” con mucha dificultad por sus dimensiones y finalmente ella me tumbó en la cama, se puso encima y empezamos a follar con mucha violencia por el deseo acumulado de ella y por el mío natural. Cuando empezamos a corrernos apareció tu abuela por la puerta y nos pilló en toda la faena.

-              ¿Qué edad tenía mi abuela entonces?

-              Un poco menos de veinte. Eusebia se echó a un lado al sentirse descubierta y mi polla, completamente empalmada todavía, quedó a la vista de tu abuela, que no pudo articular palabra. Yo me tapé y me excusé, lo mismo que hizo Eusebia, que le rogó que no le dijera nada a tu bisabuela, porque la echaría a la calle y no tenía donde ir. Tu abuela se quedó un rato callada, hasta que dijo que mantendría el secreto, si también me la follaba a ella.

-              ¡Joder con las mujeres de la familia! –Dije-.

-              Grandes mujeres Carlos, grandes mujeres. Le dijo a Eustaquia que la ayudara a desnudarse. Era un primor de mujer, con una figura muy sensual y unas tetas durísimas que destacaban por su tamaño en un cuerpo tan delgado. Ya desnuda se vino hacia la cama y empezó a comerme la polla que estaba llena de los jugos de Eustaquia y de mi propia lefa, le dije que se volviera para comerle el coño a la misma vez y para mi sorpresa lo llevaba sin pelos. Luego me pidió que la follase. Le pregunté si era virgen para ir con cuidado, me contestó que no lo era desde los dieciséis años, cuando folló por primera vez con uno de sus primos.

-              Tradición familiar. –Dije-.

-              ¡Paco, estás otra vez empalmado!

-              Claro Julita, estas historias me hacen revivir momentos muy queridos para mí. Total que tuve un trío estupendo con una mujer madura y gruesa y una joven delgadita y tetona.

-              ¿Era tu primer trío? –Le preguntó mi prima-.

-              No. Yo ya conocía bien el dormitorio de las mujeres del servicio, me liaba con cierta frecuencia con dos de las muchachas que eran bisexuales.

-              ¡Paco, lo tuyo es increíble! –Exclamó Julia-.

-              Repetimos el mismo trío muchas veces, hasta que me fui a trabajar por mi cuenta y dejé el cortijo.

-              ¿Paco quieres que te haga una paja, para que puedas dormir más relajado? –Le preguntó mi prima Julia-.

-              Si te apetece adelante, pero yo duermo muy relajado estando empalmado…

Me giré en la cama y me dormí profundamente tras el día que llevaba, tan empalmado y tan relajado como mi abuelo.

(Continuará, aunque ya no estemos confinados. Habrá que sacar a los personajes también de su confinamiento, aunque sea tan placentero. Mandadme vuestros comentarios.)