Compartiendo piso de estudiante con mis primas 17

Antes de llegar al piso con mi abuelo nos encontramos a Antonia y a Paca en el rellano y echamos un buen rato junto con Puri. Luego subimos con Yésica y Azucena a la terraza, donde mi abuelo conoce a una vecina que nos propone un juego muy entretenido. Espero que os divirtáis con esta nueva entrega

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente, ya diría yo  que necesario, leer los capítulos anteriores. Como ya van demasiados, no voy a poner todos los enlaces, no es difícil dar con ellos. Esta vez me ha salido un poco más largo, pero creo que merecerá la pena. A pasarlo bien y gracias por vuestros comentarios, valoraciones e ideas.)

Dejamos al pobre de Javier en el portal en la dudosa espera de su diosa, en vez de aprovechar el tiempo con Patro, que es lo que tenía que hacer.

-              Vamos por la escalera, que quien mueve las piernas mueve el corazón. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Pero tú qué necesidad tienes de mover las piernas más?

-              Venga ya Carlos, que te vas a quedar anquilosado.

-              ¿Anquilosado yo? Tiene cojones el asunto.

Llegamos a la planta. Antonia estaba hablando con Paca en la puerta del piso de Puri.

-              Buenas tardes. –Les dije entre hipidos al terminar de subir la escalera-.

-              Hola Carlos –me contestaron las dos-.

Observé que a mi abuelo se le salían los ojos de las órbitas al ver a las dos. Paca iba con su sempiterno albornoz, que llevaba un poco abierto y dejaba ver sus bonitos muslos y una buena parte del canal de sus tetas. Antonia llevaba una especie de vestidito que le llegaba un poco, pero poco, por debajo del culo.

-              Os presento a mi abuelo Paco, ellas son Paca y Antonia.

Las dos lo miraron de arriba abajo y Antonia, más rápida o más enterada de las virtudes de mi abuelo que Paca, se acercó inmediatamente a darle dos besos en las mejillas.

-              Encantada Paco, una amiga de la casa a la que le ha cogido aquí el confinamiento. –Le dijo de forma muy zalamera-.

-              Yo más encantado, princesa.

-              Qué casualidad que seamos tocayos, un placer. –Le dijo Paca empujando un poquito a Antonia para besar a mi abuelo-.

-              No puede ser que el mismo nombre sirva para una reina como tú y para un patán como yo. –Le dijo mi abuelo a Paca mirándola de cuerpo entero-.

-              Qué galante, ya sé yo de dónde le viene el encanto al nieto.

Apareció Puri en la puerta, como no, con su albornoz blanco con figuras negras.

-              ¡No me lo puedo creer, te he oído desde la cocina, pero pensé que era mi imaginación que me jugaba una mala pasada!

-              ¡Puri, estás más guapa que antes, que alegría verte! –Dijo mi abuelo acercándose a ella y cogiéndola por las caderas le dio dos besos en las mejillas muy cerca de las comisuras de los labios-.

No tenía sentido que me pusiera celoso, pero tengo que confesar que aquel recibimiento me pareció excesivamente cariñoso por parte de las tres.

-              Pasad y tomamos una copa para celebrar el reencuentro con semejante hombre. –Dijo Puri, acentuando muy especialmente lo de hombre-.

-              Encantado, porque traigo la boca seca del viaje, pero sólo si tomamos todos esa copa. –Dijo mi abuelo cogiendo a Paca y a Antonia y empujándolas hacia el piso de Puri-.

¡Joder con mi abuelo, que se creía Arturo Fernández en sus mejores tiempos! Puri se las arregló para colocarse a su lado y poniéndole la mano en el culo con todo el descaro, lo condujo hasta el salón.

-              Es increíble, tu abuelo tiene un magnetismo que engancha. –Me dijo Antonia en voz baja, metiendo el dedo en la llaga hasta los nudillos-.

-              Si tu lo dices –le contesté-.

Cuando llegamos salón Puri se sentó a su lado en el sofá y le preguntó sólo a él que quería tomar.

-              Yo un whisky si tienes, que es un vasodilatador y me viene muy bien para mi edad. –Valiente cara la de mi abuelo, que se tomaba el whisky como si fuera agua-.

-              Paca, para mi otro y vosotros tomad lo que queráis. –Dijo poniéndole una mano en el muslo a mi abuelo-.

A Paca se le torció el gesto y se dio la vuelta para ir a la cocina.

-              Espera Paca que te ayudo. ¿Tú qué quieres Antonia? –Le pregunté-.

-              Otro whisky –dijo y se sentó al otro lado de mi abuelo-.

Seguí a Paca hasta la cocina, cuando entramos cerró la puerta.

-              ¿Tú te crees el zorreo que le está haciendo, que parece que tenga dieciocho años, por favor? –Dijo Paca indignada-.

-              ¿Lo dices por mi abuelo?

-              ¡No seas panolis Carlos, lo digo por Puri, por quién lo iba a decir!

-              Parece que se conocen hace tiempo.

-              Sí y también que lleva sin follar con él desde hace tiempo y quiere recuperar el tiempo perdido la muy puta.

-              ¿Estás celosa de Puri?

-              ¡Yo qué coño voy a estar celosa por Puri! ¡Joder, si ella ya se lo ha follado, que deje a las demás disfrutar también! Siempre le ha pasado lo mismo, como le eche el ojo a uno o a una lo absorbe como una esponja.

Con el enfado, a Paca se le había terminado de abrir el albornoz y le dejaba a la vista gran parte de sus hermosas tetas, su vientre y su chocho depilado. Me quedé mirando y le dije:

-              ¡Qué guapa estás así Paca!

-              Sabes lo que te digo, llévate esto al salón y vuelve que vamos a echar un caliqueño de los guarros aquí en la cocina.

-              No te lo decía por eso.

-              ¡Coño, que te lo lleves y vuelvas! Este es el de Puri. –Dijo escupiendo en uno de los vasos-.

En una bandeja me llevé los tres vasos de whisky al salón, pensando que a Paca le había salido el temperamento de la artista que era. Cuando entré en el salón, Puri le tenía cogidas las dos manos a mi abuelo y no paraba de hablarle. Si mi abuelo trataba de mirar para otro lado que no fuera a ella, le cogía la barbilla cariñosamente y le volvía la cara hacia ella.

-              Gracias Carlos, estaba muerto de sed. –Dijo mi abuelo cogiendo de la bandeja el vaso del escupitajo. Total, cosas peores te habrás bebido, pensé. Le di los otros dos vasos a Puri y a Antonia-.

-              Espera Carlos, que me voy a la cocina contigo. –Me dijo Antonia levantándose-.

Cuando pasó por delante de mi abuelo, a éste se le saltaron los ojos mirándole las piernas. Por el pasillo me dijo Antonia:

-              Yo creía que se lo follaba conmigo delante, vamos que no es que me importe, pero hombre hay que repartir un poquito de juego. ¿Qué tiene ese hombre entre las piernas?

-              Más o menos lo mismo que yo, con mucha más experiencia. Pero espérate, que Paca tiene un cabreo de puta madre con Puri. –Le dije parándome para hablar con Antonia-.

-              Es que se está pasando tres pueblos. A una conocida mía le pasaba lo mismo y al final ninguna queríamos salir con ella, porque no sabíamos a cuál iba a merendarse cada día.

-              Ya te digo yo que a mi abuelo Puri le dará un bocadito, pero que merendárselo no se lo merienda.

-              Por curiosidad malsana, ¿cuántos años tiene tu abuelo?

-              Setenta y cinco que yo sepa. En el autobús se la ha mamado una del pueblo, que mejor no te digo quién era, y de camino ha echado dos polvos en un salón de masajes al que me ha llevado.

-              ¡La virgen, estoy por volver para ver en acción a semejante máquina! ¿Y tu abuela que dice?

-              Mi abuela es peor que él. Para celebrar las bodas de oro de su primer polvo, le ha preparado cincuenta tríos, con sus mejores amantes.

-              ¡Tú te estás quedando conmigo!

-              Que no Antonia, que así se las gastan en mi familia.

-              ¡Joder y a veces pienso que a mí el sexo me gusta demasiado, seré ilusa! Claro con esa mezcla, ¿cómo iba a salir tú? –Dijo Antonia llevando su mano a mi entrepierna-.

-              Pues prepárate porque Paca se ha puesto brava y quiere echar, como ella dice, un caliqueño guarro en la cocina.

-              Carlos no me tientes, que esa mujer me gusta mucho.

-              No, si yo no te tiento, yo te advierto para que estés preparada para cualquier cosa.

-              ¿Qué día es hoy?

-              Ni puta idea ya, creo que martes o miércoles.

-              No me refería a eso, me refería a que hoy debe ser mi día de suerte. Tira para la cocina.

-              ¿Antonia tú tampoco te cansas?

-              ¿De follar? No recuerdo que me haya cansado nunca.

Abrí la puerta de la cocina y Paca estaba medio tumbada desnuda sobre la encimera

-              Te voy a perdonar que hayas tardado tanto, por la preciosidad que viene contigo. –Dijo al vernos entrar-.

-              Paca, me imaginaba que estabas buena, pero no podía pensar que tanto. –Le dijo Antonia-.

-              ¿No te parezco muy mayor ya?

-              Te puedo asegurar que no.

Desde luego tenía razón Antonia, Paca estaba buenísima. Antonia se quitó el vestido por la cabeza, no llevaba nada debajo.

-              Eres una chica muy atractiva y por lo que sé completamente redonda. –Le dijo Paca-.

-              Te han informado bien. –Le contestó Antonia acercándose a Paca y besándola en la boca-.

Cogí mi vaso de whisky y me preparé para ver a dos leonas en acción. Después de un largo beso, Antonia bajó su cabeza para poner sus labios en los pezones de Paca, mientras también le cogía sus grandes tetas

-              ¡Como me gusta que me coman las tetas! Las mujeres sabemos hacerlo mejor que los hombres, aunque algunos lo hagan bastante bien. –Dijo mirándome-.

-              Gracias por la parte que me toca. –Le contesté-. ¿Y el culo también sabéis comerlo mejor? –Dije poniéndome en cuclillas detrás de Antonia, pasándole la lengua por el ojete al no poder resistir la tentación de adorar semejante culo-.

-              Bueno, ahí la cosa está más igualada. –Dijo Antonia dando después un fuerte gemido-.

-              ¿Cómo se han quedado esos dos en el salón? –Preguntó Paca-.

-              ¿Tú qué crees? –Le pregunté-.

-              Que ya no estarán en el salón.

Me incorporé y volví a mi posición de espectador. Antonia siguió recorriendo con la lengua el cuerpo de Paca hasta llegar a su chocho en el que se detuvo largamente.

-              Uuuummm Antonia, has sabido conseguir que mi chocho se empape.

-              Pues no veas como tengo el mío.

En efecto, a Antonia le resbalaban unas gotas de sus jugos por los muslos, dándole a su piel morena un brillo que llamaba la atención. Yo había  vuelto a empalmarme ante semejantes dos bellezas jugando entre sí.

-              ¿Vas a seguir vestido? –Me preguntó Paca-.

-              No sé, me gusta demasiado miraros como para estropear vuestros juegos

Se abrió la puerta de la cocina, eran Puri y mi abuelo los dos desnudos.

-              Seguid a lo vuestro, sólo hemos venido por un poco más de whisky. –Dijo Puri-.

Antonia se volvió al oír hablar y se quedó mirando el pollón que lucía mi abuelo.

-              ¡Como está la tercera edad! –Dijo-.

-              ¡Pues anda que la juventud y la madurez! –Le contestó mi abuelo, al que Puri le había cogido el nabo para marcar el territorio-.

Puri se lo soltó para coger los dos vasos y se dirigió hacia la botella de whisky para rellenarlos.

-              ¡Chico que tres bellezas! –Me dijo mi abuelo-.

-              Desde luego que sí.

-              Carlos, cuando veo a mujeres como tu abuela o como ellas tres, me doy cuenta del prodigio que es la naturaleza. Es imposible crear algo más bello que una mujer.

-              Tienes razón abuelo, ninguna otra creación de la naturaleza y mucho menos del ser humano es comparable a la belleza de la mujer.

Puri  se acercó a mi abuelo para darle el vaso y él le pasó la mano suavemente por el culo.

-              Debe ser muy interesante lo que estéis hablando, para no correr a adorar a esas dos mujeres. –Dijo Puri-.

-              De eso estamos hablando precisamente, de adorar la belleza de la mujer. –Le contestó mi abuelo, tras darle un trago al vaso-.

Antonia y Paca seguían a lo suyo. Antonia se había subido a la encimera con Paca y esta la estaba besando por todo el cuerpo.

-              ¿Sabes cómo conocí a tu abuelo? –Dijo Puri-.

-              Ni idea. –Le contesté-.

-              Nada más terminar la obra de vuestro piso, una mañana temprano me asomé a la ventana del patio. Tu abuelo y tu abuela estaban follando en la cama que ahora usas tú. Era una visión preciosa. Dos personas mayores de muy buen ver se besaban, se lamían mutuamente, se decían cosas, aunque yo no las oyera. Me puse muy caliente y cuando tu abuelo se corrió sobre las tetas de tu abuela, fui a buscar al inútil de mi marido a la cama para que me follase, pero como siempre se excusó con que si le dolía la cabeza, la espalda, el estómago, que sé yo cuantas cosas pueden dolerle a ese hombre a la vez. A la vista de eso, me armé de valor y en albornoz como estaba llamé a la puerta de vuestro piso. ¿Te acuerdas? –Le preguntó a mi abuelo-.

-              ¿Cómo no me voy a acordar?

-              Me abrió sólo con una toalla liada a la cintura y muy amablemente me preguntó si necesita algo. Yo le contesté que a ellos dos.

-              Sí, me quedé bastante extrañado de la respuesta, no la entendí muy bien.

-              Le pregunté si podía pasar para explicarme y él me dejó pasar cerrando la puerta tras de mí. Decidí ir por las bravas, dos personas mayores que follaban así no iban a tener problemas en hacer un trío conmigo, así se lo dije. Él se me quedó mirando y me dijo que fuéramos al baño, que su mujer se estaba duchando, por el pasillo me quité el albornoz y lo llevé arrastrando por el suelo.

-              Me quedé impresionado por la belleza de tu culo, tu espalda y tus piernas por detrás.

-              La puerta del baño estaba abierta y tu abuela, que estaba en la ducha, no se dio cuenta de mi presencia, hasta que me metí yo también la ducha. De cerca el cuerpo de tu abuela me dejó prendada. Me acerqué a ella, que seguía sin decir palabra y la besé en la boca abrazándola, ella me devolvió ambas cosas. Al poco entró tu abuelo e hicimos el trío más fantástico que he hecho en mi vida. Tu abuela es una mujer maravillosa. ¿Cómo quiere Paca que no les devuelva todo mi afecto y mi sensualidad?

-              Lo que ha dicho Puri es verdad palabra por palabra, tu abuela y yo volvimos al pueblo encantados. No era el primer trío que hacíamos ni mucho menos, pero que surgiera así de repente sin buscarlo nos maravilló.

-              ¿Por qué no nos haces una foto a las tres y se la envías?

-              Me parece bien, sé que se va a alegrar de que haya vuelto a verte y de la buena compañía que tenemos. –Le contestó mi abuelo y fue a buscar su móvil-.

-              ¿Por qué no me has dicho que conocías a mis abuelos? –Le pregunté-.

-              Porque esas cosas no se cuentan sin los protagonistas delante y desnúdate que estás haciendo el ridículo.

-              Ayúdame tú.

Puri me soltó los pantalones que presentaban un bulto importante, luego me estuvo sobando la polla por encima de los bóxers, mientras yo me deshacía de la camisa, finalmente me los quitó. La besé en la boca.

-              Eres una mujer muy lanzada. –Le dije-.

-              Quien quiera peces, que se moje el culo. –Me contestó, sobándome el mío-.

Volvió mi abuelo con el móvil.

-              Ponte con ellas. –Le dijo a Puri-.

-              ¿Haciendo qué?

-              La profesional del espectáculo erótico eres tú, así que a mí no me preguntes. –Le contestó mi abuelo. Cuando Puri se fue hacia ellas, me dijo:- Así mucho mejor Carlos, muéstrate orgulloso de lo que tienes entre las piernas, aunque fuera la mitad de grande, muéstrate orgulloso de lo que la naturaleza nos ha dado a los hombres para hacer felices a las mujeres y ser nosotros felices también. El sexo es vida y la vida de verdad es sexo.

Mi abuelo le pegó otro trago al whisky y yo lo acompañé, pese a que estaba empezando a hacerme efecto. Puri se puso detrás de Paca, que le estaba comiendo el chocho a Antonia y empezó a lamerle el chocho y el ojete abriéndole las nalgas con las manos. Mi abuelo hizo algunas fotos con el móvil y después me dijo:

-              ¿Paca es la de las películas porno de los noventa?

-              Sí abuelo.

-              ¿Y es la diosa que esperaba el alelado de Javier?

-              Sí.

-              Ese chico es tonto, esperando en el portal en vez de estar follando con Patro. ¿Qué quiere pedirle un autógrafo a Paca?

-              Me imagino. ¿Por qué recuerdas a Paca?

-              A tu abuela le gustaba ver porno de vez en cuando, ella decía que para aprender cosas nuevas, pero lo cierto es que yo no vi nada en esas películas que no hiciera tu abuela antes y bastante mejor.

-              ¿Cómo conociste a la abuela?

-              Es una historia demasiado larga para contarla ahora con estas tres mujeres delante.

Mi abuelo se acercó a Puri, se puso de rodillas y empezó a comerle el coño.

-              Creí que no ibas a venir, con esa lengua larga y mágica que tienes. –Le dijo-.

-              Tú sí que tienes magia y además muy repartida por el cuerpo.

Me subí a la encimera, me puse de rodillas, dejando a Antonia entre mis piernas a la altura del vientre, ella me cogió la polla y empezó a golpearla contra sus tetas. Aquello se había convertido en una orgia en toda regla.

-              ¡Paca tú sí que tienes una lengua mágica, joder cómo me estás poniendo! –Dijo Antonia-.

-              ¡Déjame que te coma la polla! –Le dijo Puri a mi abuelo-.

-              Toda tuya.

Puri y me abuelo intercambiaron sus sitios, mi abuelo sustituyó a Puri sobre el chocho de Paca y Puri empezó a comerle el nabo a mi abuelo.

-              ¡Qué boca, Puri, qué boca, cuántas veces me he acordado de tus mamadas!

-              ¿Te gusta cómo las hago?

-              Quitando las de mi mujer, de las mejores que me han hecho y no han sido pocas.

-              Déjame a mí que me coma la tuya. –Me dijo Paca-.

Me quité de encima de Antonia, que se incorporó para girarse y comerle ella el coño a Paca que se había medio sentado para llegar a mi polla.

-              ¡Aaaaagggg, aaaaagggg! –Fueron los sonidos que hizo Paca al meterse mi polla hasta la campanilla-.

Estuvimos así un rato, Paca me comía la polla con profesionalidad, pero también con mucho vicio, hasta que me dijo:

-              ¡Fóllame!

Se giró para comerle de nuevo el coño a Antonia, dejando el culo en pompa para que se la metiera, lo que hice de una vez hasta el fondo de su chocho que estaba completamente encharcado.

-              ¡Qué bueno, como me entra ese pollón!

Mi abuelo levantó a Puri del suelo y la sentó sobre la encimera, luego Puri se tumbó y sacó el culo para que mi abuelo pudiera metérsela.

-              ¡Este sí que entra, joder! –Gritó Puri-.

Mi abuelo puso una mano sobre su clítoris y empezó a acariciárselo.

-              Más fuerte Paco, no me lo acaricies, sóbalo, golpéalo.

-              Te vas a enterar –le dijo mi abuelo y empezó a golpearle el clítoris a Puri con sus dedos-.

-              ¡Paca no pares que me corro, siiiii, aaaaaggg, sigue por Dios, qué bueno y que largoooo! –Gritó Antonia-.

-              ¡Venga Carlos azótame el culo que me voy a correr también! –Me dijo Paca-.

Empecé a darla cachetazos con las palmas de las manos, hasta que gritó:

-              ¡Aaaaaaggggg, siiii, aaaaaggggg, no pares, sigue, sigue por favor, ahoraaaa!

Yo me corrí a la misma vez que ella dentro de su chocho, como si llevara un mes sin hacerlo. Mi abuelo seguía follándose a Puri y dándole golpes en el clítoris hasta que se corrió a voces, entonces mi abuelo le sacó la polla y se corrió como una fiera sobre su vientre.

-              ¡Cómo me gusta volver a ver a las viejas amigas! –Le dijo mi abuelo a Puri, dándole un beso. Luego se volvió por su whisky y le dio otro buen trago-.

Antonia lo miraba no dando crédito a la capacidad de ese hombre de más setenta y cinco años.

-              Paco, a ver si mañana temprano casualmente nos encontramos en la ducha. –Le dijo-.

-              Por mí encantado de poder enjabonar a una chica tan preciosa. Antes de irnos voy a mandarle las fotos a tu abuela que se pondrá muy contenta.

Nos volvimos a vestir, ya entendí porque Puri y Paca iban siempre en albornoz, con mi abuelo más valía llevar ropa con velcro como los boys. Nos despedimos de las tres y salimos del piso de Puri.

-              ¿Dónde vamos? –Preguntó mi abuelo y casi estuve tentado de decirle que yo a la cama-.

-              Tengo una visita pendiente a casa de las beatas.

-              ¿No me habías dicho que no estaban?

-              Por eso, están su mucama y una concuñada suya, las dos mulatas, que están para reventar de buenas.

-              ¡Qué alegría me está dando que pienses como yo!

-              Vale, pues sube tú por las escaleras, que yo subo por el ascensor.

-              ¡No seas flojo, coño, mueve un poco las piernas!

-              Abuelo no son las piernas, me duele la cadera de follar.

-              Venga ya hombre, con dieciocho años.

Subimos los dos por las escaleras y justo al llegar al descansillo, salían por la puerta Yasmine y Azucena, llevaban ambas vestidos como el que se había puesto Azucena para andar por casa o sea un escándalo.

-              ¿Dónde vais? –Les pregunté mientras recuperaba el aliento-.

-              A la terraza, ahora les tocaba a las beatonas, pero como no están íbamos nosotras a tomar el sol y el aire. ¿Quién es este señor tan apuesto? –Dijo Yasmine-.

-              Mi abuelo que ha venido a verme.

-              No me llames apuesto, sería un gesto de soberbia por mi parte aceptar el halago, al lado de semejantes dos diosas del Caribe.

-              ¡Ay qué lindo mi amor! –Le contestó Yasmine dándole dos besos en las mejillas-. Mira ella es Azucena, para mí es como si fuera mi sobrinita. ¿Y cuál es su gracia?

-              Paco –le contestó mi abuelo mientras recibía dos besos de Azucena-.

-              ¿Por qué no nos acompañan arriba, también les hará bien un poco de sol y aire fresco? Además llevamos algunos licores y hielo.

-              Carlos sería una ofensa inadmisible rechazar semejante propuesta.

-              Pues venga, vamos a la terraza. –Dije presintiendo que se iba a líar-.

Yasmine y Azucena empezaron a subir la escalera y nosotros fuimos detrás de ellas. Los vestidos eran tan cortos, que vimos perfectamente sus bellos culos sin bragas. Mi abuelo me hizo varios gestos de admiración, tanto por la belleza de sus culos, como por el hecho no llevar bragas.

-              Señoritas, ustedes saben que las escaleras son muy indiscretas para las damas con vestidos tan cortos. –Les dijo-.

-              ¡Ay que bribón de hombre! –Dijo Yasmine tirando de la falda del vestido hacia delante, lo mismo que hizo Azucena-.

-              Bueno, yo las he avisado como caballero que soy, no porque me molestase en absoluto una visión comparable al paisaje más bello del universo.

-              Cállate un poquito abuelo, que te estás pareciendo a Paco Martínez Soria.

-              No por favor, deje a su abuelo, que dice cosas muy lindas y muy galantes. –Protestó Azucena-.

La terraza seguía preparada como cuando estuvimos mis primas y yo el día anterior.

-              ¡Qué buena idea, así podéis disfrutar del sol y del aire libre! Esto seguro que no se les ha ocurrido a las beatas. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Las conoce usted? –Le preguntó Yasmine-.

-              Sí, las visité varias veces durante la obra del piso. Y, por favor, llámame de tú, que me hace mayor el usted.

-              ¿Te las follaste? –Le preguntó Yasmine-.

-              ¿Tú qué crees?

-              Que sí.

-              Pues eso, aunque sería mejor decir que me follaron ellas a mí.

Nos reímos de la franqueza de mi abuelo. Yazmine y Azucena sacaron unas toallas que traían.

-              ¿Qué quieren beber? –Preguntó Yasmine-.

-              ¿Tienes whisky?

-              Claro mi amor, etiqueta negra.

-              Por ahí me das por el lado del gusto.

Azucena y yo dijimos lo mismo. Yasmine sirvió los cuatro vasos y nos los fue pasando.

-              Mi amor, tenemos un inconveniente. –Dijo Yasmine-.

-              ¿Cuál? –Preguntó mi abuelo-.

-              Como pensábamos estar solas, no hemos traído bañador.

-              ¿Y eso es un inconveniente? A mí me parece una suerte.

-              Yo sé que a Carlos no le importa, pero dudaba si tú ibas a estar cómodo. –Yasmine le estaba haciendo la rosca a mi abuelo descaradamente-.

-              Fíjate si voy a estar cómodo, que me voy a desnudar yo el primero. Mi mujer y yo fuimos muchos años a playas nudistas.

Lo dicho, con mi abuelo no merecía la pena vestirse. Le dio un buen trago al whisky, dejó el vaso sobre la mesa y empezó a desnudarse.

-              Me gusta tu pecho tan masculino con ese vello canoso. Me recuerda a un amante que tuve de jovencita que era mucho mayor que yo. –Le dijo Yasmine-. ¿No te gusta Azucena?

-              Sí, en los concursos los hombres llevan siempre el pecho y el vientre depilados y a mí me da un poquito de grima, con lo bello que es el pecho de un hombre y el placer que da meter los dedos entre el vello.

-              Chica lista. –Dijo mi abuelo, terminando de quitarse los calzoncillos-.

-              ¡Qué bellezón de hombre! –Exclamó Yasmine-.

-              Ahora os toca a vosotros tres. –Dijo mi abuelo volviendo a coger el vaso de whisky-.

Aun sin empalmar mi abuelo presentaba una buena polla. No estaba depilado, llevaba el pelo muy corto y los huevos, muy grandes, le colgaban bastante. Yasmine se quitó el vestido, quedándose desnuda.

-              ¡Qué bella eres Yasmine! Me recuerdas a cuando mi mujer y yo fuimos a Venezuela a ver a unos primos de ella. Las mujeres mulatas son maravillosas y tú no desmereces del resto, al revés, subes la media.

-              Gracias mi amor.

Yasmine se volvió de espaldas para dejar el vestido sobre una silla. Mi abuelo se quedó embobado con su culo.

-              Yasmine, si no te lo digo reviento, tienes el culo más espectacular que he visto nunca. –Le soltó mi abuelo-.

-              Si pudiera me pondría colorada –dijo Yasmine riéndose-. Viniendo de un hombre que habrá visto tantos culos, me siento muy cumplida. Coge tu vaso y vamos a ver el otro lado de la terraza.

Yasmine cogió su vaso y la toalla y se encaminó a la zona de tender, mi abuelo la siguió sin quitar los ojos de su culo, con la polla ya morcillona.

-              ¡Qué lindo tu abuelo! –Dijo Azucena-.

-              Sí, es una buena pieza.

-              Si tú no te desnudas yo tampoco lo haré, no quiero parecer una fresca.

Azucena estaba preciosa, su piel muy morena, destacaba con el blanco de su vestido y sus pezones debía tenerlos excitados porque empitonaban la tela.

-              Eres una mujer muy guapa. No me perdonaría perder la oportunidad de admirar tu cuerpo. –Le dije empezando a desnudarme-.

-              No creas, me da un poco de vergüenza de mi cuerpo.

-              Pero me ha dicho Yasmine que has venido a España a un concurso de belleza.

-              Por eso, estar todo el día rodeada de mujeres bellas y en un concurso de belleza, hace que estés siempre comparándote con ellas.

-              ¿Y en qué crees que desmereces, porque yo no me lo puedo imaginar?

Yo estaba terminando de desnudarme por tercera vez en la tarde. Azucena me miraba, pero no había empezado a hacerlo.

-              Mis senos con muy grandes, tengo algo de barriguita y mis nalgas son voluminosas.

-              Pero todo lo que me estás diciendo embellece a una mujer.

-              ¡Vaya has salido a tu abuelo, por lo menos en la vergota!- Me dijo mirando fijamente mi entrepierna cuando me quité los bóxers-. Es posible lo que dices, pero en los concursos de belleza los gustos no son los mismos.

Azucena le dio un sorbo a su vaso, lo dejó sobre la mesa y se decidió a quitarse el vestido. Todo lo que había dicho sobre su cuerpo era cierto. Tetas grandes con los pezones excitados y muy oscuros, como sus areolas, un pelo de barriguita y un culo respingón bastante carnoso. Iba depilada, menos un pequeño triángulo invertido de pelo corto muy negro, sobre su chocho que parecía muy carnoso.

-              Yo no sé a quién habrás salido tú, pero eres preciosa.

-              Gracias, muy galante. Voy a tumbarme a tomar el sol. ¿Me acompañas?

-              Sólo un rato, no he traído protector y temo quemarme.

-              Creo que Yasmine ha traído, aunque no sé para qué. –Dijo ella riéndose-.

Fue sacando cosas de la bolsa que había subido Yasmine.

-              No sé para que se haya subido todo esto. ¡Ay que pilla esta Yasmine, siempre igual! –Dijo al sacar un consolador bien grande-. Aquí está ya me parecía a mí haberlo visto. –Dijo al dar con el bote de protector solar y luego volvió a meter el resto de cosas en la bolsa-.

Mientras había buscado el protector había estado mirándola y realmente era un monumento de mujer.

-              Ven aquí que te ponga –me dijo poniéndose de rodillas en la toalla y sentándose sobre sus pies-.

Me puse de espaldas a ella en la misma posición y ella empezó a darme el protector por los hombros y la espalda. El sobe que me estaba dando hizo que mi polla, inevitablemente, comenzara a reaccionar.

-              Incorpórate un poco para que te ponga en tu trasero.

-              No hace falta, voy a estar poco tiempo al sol.

-              Venga no te vayas de quemar y luego no te puedas sentar.

Lo hice y me dio una sobada de culo de mucho cuidado. Luego volví a sentarme y ella me pegó sus tetas, duras como piedras, a mi espalda para darme crema por el pecho y el vientre. Eso terminó de excitarme y me empalmé del todo.

-              ¡Qué bárbaro chico! –Dijo al rozar sin querer su mano con mi polla-. Ya me había contado Yasmine que tenías un verga grandota, pero se había quedado corta.

-              Perdona, es que me ha excitado mucho que me pusieras la crema.

-              No te apenes. –Dijo dándome una palmada en la espalda, en señal de que daba por concluida su tarea-. Ya si tu quieres te pones en la vergota.

Se tumbó boca abajo en la toalla en silencio y yo decidí tumbarme igual para tapar mi erección y no mirarla durante un rato, a ver si se me pasaba. Se estaba francamente bien al sol de la tarde. Creo que me quedé dormido durante unos minutos, me despertaron las risas de Yasmine y de mi abuelo. Parecía que estaban hablando con alguien en otra terraza.

-              Cuida de ese hombre, que hay mucha lagarta suelta. –Escuché decir a una voz de mujer que no conocía-.

-              ¡Cómo no mi amor! Fíjate que regalo de hombretón me ha mandado hoy el cielo. –Dijo Yasmine-.

-              Y después dicen que la suerte la reparte Dios. A mí me ha cogido esto visitando a un familiar, mi pareja se ha quedado en Canarias y estoy más sola que la una desde el principio del confinamiento. –Dijo la voz-.

-              Él sí que tiene que estar triste estando lejos de ti. –Dijo mi abuelo-.

-              Además galante. Me parece a mí que te lo voy a quitar.

-              No hace falta que me lo quites, yo lo comparto si tu quieres. Comprendo las penas que estarás pasando solita.

-              No me tientes, que no me contengo.

-              Te lo estoy diciendo de verdad, mi amor.

-              Espera que te ayudo a saltar. –Dijo mi abuelo-.

¿Será posible? ¿Que el tío se va a liar con dos, después de lo que lleva hoy encima? Pensé. La erección se me había bajado un poco y me incorpore. Azucena se debía haber quedado dormida también. Verla desnuda de espaldas, me volvió a excitar. Me puse de pie y fui a darle un trago a mi vaso y a ponerle un poco más de hielo.

-              ¡Qué barbaridad de hombre, de cerca mejora todavía más! –Dijo la voz de la desconocida-.

-              ¿Cómo te llamas? –Le preguntó mi abuelo-.

-              Rosa ¿y vosotros?

-              Yasmine y Paco, para lo que gustes. –Dijo Yasmine-.

-              ¿Sabes que eres muy guapa, Rosa? -¡Joder mi abuelo no desaprovechaba una!-.

-              Gracias Paco. ¿Estabais tomando el sol así, desnudos?

-              Esa era nuestra intención, pero somos de sangre caliente y nos emocionamos un poquito más de la cuenta. –Le contestó Yasmine riéndose-.

-              ¡Qué pecho canoso, me resulta difícil no tocarlo! –Dijo la desconocida-.

-              Toca lo que quieras, que no se gasta. ¿No quieres ponerte más cómoda para tomar un poco el sol con nosotros? –Le preguntó mi abuelo-.

-              Pues sí. Yo allí en mi tierra voy algunas veces a playas nudistas. Me encanta sentir el sol en toda mi piel.

-              ¿Quieres beber algo? –Le preguntó mi abuelo-.

-              Sí, gracias, lo que estéis bebiendo vosotros.

-              Rosa eres una mujer muy atractiva, ¿verdad Yasmine?

-              Desde luego que es una buena hembra.

-              Voy a por las bebidas. –Dijo mi abuelo-.

-              Deja ya vamos todos. –Le contestó Yasmine-.

Me tumbé de nuevo en la toalla e hice como que estaba durmiendo.

-              ¡Qué dos jóvenes más bellos! –Dijo Rosa en voz baja al vernos-.

-              Ella es como si fuera mi sobrina y el es nieto de Paco y sí que son bien relindos.

Escuché el sonido del hielo en los vasos y el de la botella al servir la bebida.

-              Volvamos al otro lado y dejemos que duerman. –Dijo Rosa-.

Cuando pensé que ya se estaban marchando abrí los ojos para ver a Rosa. Estaba desnuda y pude verla de espaldas. Era una mujer alta, por su cuerpo debía de tener sobre cincuenta, estaba morena sin marcas de ropa de baño, tenía un bonito culo grande, unos discretos michelines en la cadera y unas bonitas piernas. Mi abuelo las llevaba a las dos cogidas por la cintura. Era una bonita imagen de libertad ver a los tres desnudos. Cuando doblaron la esquina me incorporé y miré a Azucena, seguía en la misma posición. Le pasé suavemente una mano por el final de la espalda y el culo. Levantó la cabeza y me miró.

-              He debido quedarme dormida.

-              Sí, yo también he dormido un rato.

Estaba tan atractiva, que no me quedó otro remedio que decirle:

-              ¿Te importa si te beso?

-              Pero sólo un piquito, tengo novio allá en Venezuela y le he prometido serle fiel.

Vaya, me voy a quedar con el calentón, pensé. Me incorporé y le di un suave beso en los labios.

-              ¿Desde cuándo no ves a tu novio?

-              Un poco menos de tres meses.

-              ¿Y cómo lo llevas?

-              Mal, le echo mucho de menos y también echo de menos tener sexo, si es eso lo que quieres saber. ¿Y tú tienes novia?

-              Sí, una medio novia a la que tampoco he visto durante el confinamiento, pero nosotros tenemos una relación abierta por decisión de los dos.

-              ¡Huy que pillos! ¿Y no tenéis celos y problemas con eso entre vosotros?

-              No, creemos somos muy jóvenes para comprometernos y perdernos todo lo que la vida tiene que ofrecernos.

Se escucharon unas carcajadas de los tres.

-              ¿Quién es la otra mujer que está con ellos?

-              No la conozco, se llama Rosa. Se han conocido de una terraza a otra.

-              Voy a cotillear. –Dijo Azucena levantándose y yendo hacia el otro lado de la terraza-.

Al verla andar desnuda, me dio pena perderme estar con semejante mujer. ¡Qué la vamos a hacer, no siempre se puede tener todo! Azucena volvió en un minuto.

-              Están los tres desnudos sentados en la toalla, besándose. –Me dijo  al volver y sentarse de nuevo-.

Nos quedamos un rato en silencio y escuchamos a Rosa que decía:

-              A mí me gustan los hombres mayores que yo. Si se tercia un yogurín, pues me lo como, tonta no soy, pero no los busco, cosa que sí hago con los maduros que me resultan atractivos.

-              ¿Estás divorciada? –Le preguntó Yasmine-.

-              No, me quedé viuda hace unos años. Me costó volver a tener relaciones con hombres, pero es lo que hubiera querido mi marido. Él me decía: Rosa eres demasiado mujer y demasiado hermosa para estar sola.

-              Y tenía razón. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Y vosotros?

-              Yo estoy soltera, aunque no sola, me gustan demasiado los hombres y el sexo como para no disfrutar de ambos todo lo que pueda. –Dijo Yasmine-.

-              No puedo estar más de acuerdo contigo. –Dijo Rosa riéndose-. ¿Y tú Paco?

-              Yo estoy muy felizmente casado con una mujer maravillosa. A los dos nos gusta el sexo por encima de todo y además somos muy liberales.

-              No te creo Paco, seguro que ella no sabe que estás aquí desnudo con dos mujeres también desnudas. –Le opuso Rosa-.

-              Pues créeme. Estaros quietas, que nos vamos a hacer una foto y se la voy a mandar. Ya está –dijo al poco tiempo-.

-              ¿Es verdad eso que dice tu abuelo? –Me preguntó Azucena-.

-              Totalmente. Mi abuela y él llevan cincuenta años juntos y no perdonan un día.

Azucena hizo un gesto de extrañeza con la cara.

-              ¿Y es verdad que le habrá mandado la foto con las dos desnudas?

-              Claro que es verdad. Cómo ha dicho él son muy liberales.

-              Mira ya me ha contestado. –Dijo mi abuelo-.

-              ¡Qué bellezón de mujer! Es bastante más joven que tú. –Dijo Yasmine-.

-              ¡Qué va, es que se conserva de maravilla!

-              ¿Qué le das entonces para que se conserve así? –Le preguntó Rosa riéndose-.

-              Mucho cariño y mucho sexo, la misma medicina que puedo daros a vosotras.

Se rieron las dos de lo lanzado que estaba mi abuelo.

-              Yo escribo relatos eróticos, aunque yo prefiero llamarlos guarros, de vez en cuando y creo que voy a escribir uno sobre este encuentro tan agradable. –Dijo Rosa-.

-              Qué me gustaría a mí saber escribir, también me gustaría reflejar mis vivencias y sobre todo mis fantasías, que son muy calientes. –Dijo Yamine riéndose-.

Sonó mi móvil y me levante a cogerlo. Era mi abuela.

-              Hola abuela.

-              Hola Carlos. ¿Está tu abuelo contigo?

-              Sí  y no. Estamos en la terraza del edificio, pero él está ahora en la otra parte de la terraza. ¿Quieres que le avise?

-              No, quiero que lo tengas controlado. Me ha mandado una foto con dos bellas mujeres, todos desnudos, y temo por las dos pobres.

-              Yo creo que los tres saben cuidarse muy bien. ¿El abuelo no se cansa nunca?

-              ¿De qué?

-              Ya sabes de qué.

-              ¿De follar preguntas?

-              Sí.

-              Pues dilo. Yo no lo he visto nunca cansado de eso.

Mientras hablaba con mi abuela miraba a Azucena, que estaba ahora tumbada boca arriba. Su visión hizo que me empalmara otra vez del todo.

-              ¿Algo más abuela?

-              Ya te lo he dicho, que cuides de esas dos mujeres que no lo conocen.

-              Haré lo que pueda. Adiós.

Rellené los vasos de Azucena y mío y le ofrecí a Azucena el suyo, que se incorporó a cogerlo, mirándome la polla que estaba como un palo.

-              Carlos no quiero parecer una mojigata, porque no lo soy, pero entre el tiempo que llevo sin practicar sexo y la visión de tu verga así, me estoy poniendo como unas brasas.

-              Perdona. ¿Prefieres que me vista?

-              No, simplemente que te la tapes un poquito.

Me senté en la toalla tratando de taparme el nabo con las piernas. Al otro lado de la terraza las risas de los tres eran cada vez más fuertes.

-              Me ha dicho Yasmine que, además del buen tamaño de tu verga, lo mejor es que la manejas muy bien. –Me dijo Azucena-.

-              Ahora no soy yo quien te excita, sino que es tu cabeza la que le está dando vueltas al asunto.

-              Claro. ¿Qué crees que soy de piedra? Pues no, soy una mujer muy pasional.

Dejaron de oírse las risas al otro lado de la terraza y empezaron a oírse gemidos y bramidos, debían haber pasado a la acción los tres.

-              ¡Lo que me faltaba! –Exclamó Azucena-.

-              Lo que te pasa no es culpa suya, sino tuya. ¿Quieres que nos vayamos?

-              No. Me gustaría ser como Yasmine, como tu abuela o como tu chica. Sacarme de la cabeza eso de tener que ser fiel y exigir fidelidad a mí pareja y disfrutar en cada momento de lo que me pida mi cuerpo.

Los gemidos de Yasmine y de Rosa eran cada vez más fuertes al otro lado.

-              Gracias por compartir a este hombre conmigo, necesitaba esto. –Se oyó decir a Rosa-.

-              No las merece, mi  amor, aquí hay hombre de sobra y eso que somos dos buenas hembras bien calientes.

-              Carlos, quiero correrme, déjame ver tu verga.

Bajé la pierna con la que me la tapaba y se la mostré en todo su esplendor. Azucena se levantó, buscó en el bolso de Yasmine, sacó el consolador que había visto antes y volvió a tumbarse en la toalla mirándome. Azucena empezó a acariciarse el chocho con el consolador. Tenía el chocho abierto, pese a tener los labios externos muy carnosos, unos grandes labios menores y un interior muy rosado y brillante. De vez en cuando cerraba sus ojos como concentrándose, pero inmediatamente volvía a abrirlos para mirarme.

-              ¿No te molesta que te vea como lo haces? –Le pregunté-.

-              No, al contrario, me excita todavía más, si es que es posible. A veces mi chico me pide que me masturbe, mientras él me mira y se pajea. Yo me imagino que él no está solo, sino que sus amigos también me miran, se pajean sus gruesas vergas y terminan corriéndose sobre mi cuerpo hasta cubrirme. Eso me pone tan caliente que no tardo nada en correrme.

Azucena pasó de acariciarse el chocho con el consolador a penetrarse con él. Yo empecé a sobarme la polla sin dejar de mirarla.

-              ¿Así es cómo dices? –Le pregunté-.

-              Sí, así.

-              ¿Eres exhibicionista?

-              No sé si más exhibicionista o más puta. ¡Aaaaagggg! –Gritó al meterse el consolador hasta el fondo, mientras se acariciaba el clítoris con los dedos-.

-              Durante el confinamiento mi medio novia y yo lo hemos hecho varias veces por vídeo conferencia, nos gusta vernos mientras nos masturbamos.

Nos llevamos así un rato, mientras seguían escuchándose gritos de placer del otro lado de la terraza. Tenía razón mi abuela, mi abuelo parecía incansable.

-              Carlos creo que no voy a poder correrme, pese a estar tan caliente.

-              Vente aquí conmigo. –Le dije indicándole que apoyara la espalda en mi pecho-.

Ella lo dudó un momento, pero luego se movió para situarse como yo le había sugerido, llevé mis manos a su chocho, estaba empapado. Empezó a chupar el consolador como si fuera una polla.

-              Me encanta sentir tu dura vergota en mi espalda y tus manos en mi concha.

-              Déjame hacer. –Le dije besándole el cuello y los lóbulos de las orejas-.

Ella gemía cada vez más fuerte. Me encantaba el contacto y el roce de su espalda en mi pecho y contra mi polla.

-              Mi amor, te tengo desatendido. –Me dijo echando la mano que tenía libre hacia atrás, cogiéndome la polla con mucha fuerza-.

Fui subiendo una mano por su vientre, hasta llegar a sus tetas. Las tenía casi tan duras como las de Patricia con el embarazo. Ella seguía mamando el consolador. Del otro lado de la terraza se oía como dos cuerpos se golpeaban, mi abuelo debía estar follando a una de ellas a lo perrito.

-              ¿Mejor ahora? –Le pregunté-.

-              Sí mi amor, ahora sé que me voy a poder correr.

-              ¡Aaaaaagggg, aaaaagggg, sigue Paco, sigue, que me estoy corriendo, sigueee follándome, ssiiii…! –Se escuchó gritar a Rosa-.

-              Tu abuelo ya pudo con una. –Me dijo Azucena-.

-              Sí, eso parece.

-              Tienes la verga durísima. A mi chico casi nunca se le pone así de dura.

-              Deja a tu chico ahora y piensa sólo en disfrutar.

Se empezaron a oír cachetes y al poco la voz de Yasmine:

-              Más fuerte mi amor, más fuerte, sino con el culo que tengo no me entero.

-              Ya puedes decir lo que quieras de tu culo, pero es inigualable. –Le dijo mi abuelo sin dejar de golpearle el culo-.

-              ¿A qué no te has follado otro así?

-              Cuando estuvimos en Venezuela mi mujer y yo nos follamos uno parecido, pero no tan espectacular y nunca mejor dicho. –Le contestó mi abuelo riéndose-.

-              ¿Tu mujer también se lo folló?

-              Sí, estrenó un arnés que había comprado poco antes, cuando supo que íbamos a hacer un trío con aquella mulata.

-              ¡Uuuuummmm, tenemos que hacerlo los tres, me encantaría chuparle la polla falsa a tu mujer y que luego ella me follara, mientras me comía la tuya!

-              Es cuanto llegue al pueblo se lo digo y lo planificamos, ella todavía conserva el arnés. –Le contestó mi abuelo-.

-              Yasmine es deliciosa, es la mujer más caliente que conozco y conozco a muchas. –Dijo Azucena-.

-              Yo también conozco a varias.

-              Carlos, méteme los dedos que puedas y sigue acariciándome el clítoris. –Me pidió Azucena que seguía sobándome la polla-.

Hice lo que me dijo sin dejar de cogerle las tetas. Yasmine seguía gimiendo a voces y mi abuelo bramando como si fuera un toro de lidia y golpeando su culazo.

-              Estoy a punto de correrme, Carlos. Cuando empiece a hacerlo sigue follándome con los dedos, creo que me voy a correr por lo menos tres veces seguidas. –Volvió a meterse el consolador en la boca y fingir como que estaba haciendo una mamada-.

-              ¿Te gusta chupar pollas?

-              Mucho, me encanta sentir como se engordan y se ponen duras entre mis labios.

-              ¡Me corro, me corro, no pares, sigue por Dios, aaaaaggggg, aaaaagggg, no pares, aaaagggg, aaaaaagggg…!

Azucena se corrió una vez tras otra, agarrada a mi polla, hasta que me pidió que la dejara, quedándose apoyada contra mi pecho recuperando el aliento. Al otro lado  de la terraza se escucharon los gritos de Yasmine y mi abuelo al correrse los dos.

Azucena se incorporó y me dijo:

-              Creo que he sido muy egoísta contigo y tu muy generoso conmigo.

Se puso de rodillas, empezó a lamerme el capullo y el frenillo, luego se la metió en la boca y empezó a mover la cabeza arriba y abajo y a pasarme la lengua por el tronco de la polla dentro de su boca, mientras me apretaba y me soltaba los  huevos, hasta que me corrí dentro de ella con un placer enorme. Nos quedamos los dos un momento tumbados, luego ella se movió para coger su vaso, tomó un buen buche en la boca y me lo pasó a la mía.

-              ¿Qué decías antes sobre mujeres calientes? –Le pregunté bromeando-.

-              Nada  mi amor, nada.

Apareció mi abuelo con Yamine y Rosa. Rosa era una mujer guapa, como había calculado tendría unos cincuenta y tantos años, de estatura media, pelo castaño lacio y largo, unas tetas más bien grandes con unas areolas y unos pezones pequeñitos, barriguita, caderas anchas, el chocho depilado, bastante carnoso, y unas bonitas piernas. Sólo llevaba puestas unas zapatillas de tacón.

-              ¡Qué bella es la juventud! Hola yo soy Rosa y me he auto invitado a pasar la tarde. –Dijo acercándose para besarnos en las mejillas-.

Azucena y yo nos levantamos, nos presentamos y la besamos. Tenía una mezcla de olores de lo más excitante, el de una colonia fresca y el del sudor tras el ejercicio de la follada que se habían metido los tres.

-              ¿Nos sentamos a tomar la penúltima copa? –Propuso mi abuelo-.

Aceptamos y nos sentamos todos al sol que todavía brillaba. Me senté entre Rosa y Azucena.

-              Tengo que reconocer que nunca me había sentado entre dos hombres desnudos con semejantes estiletes. ¿Y tú Yasmine?–Dijo Rosa-.

-              Yo he sido muy afortunada en mi juventud rodeada de mulatos bien dotados. Pero ahora tampoco me puedo quejar. –Contestó Yasmine riéndose-.

-              ¿Rosa por qué no nos cuentas alguno de los relatos eróticos que escribes? –Le dijo mi abuelo-.

-              Yo en los relatos cuento mis vivencias, aunque lógicamente un poco exageradas, para eso los escribo yo. Pero mejor que contarlo yo, hagamos un juego. Yo lo comienzo y después vosotros por turnos lo vais siguiendo con vuestras propias vivencias o con las fantasías que se os ocurran, manteniendo al menos un personaje del relatos anterior.

-              Yo soy un zoquete para imaginar cosas, pero parece divertido. –Dijo mi abuelo-.

-              Venga empieza –le dijo Yasmine-.

-              Con la promesa de que todos lo continuéis, ¿eh?

Yo no había jugado nunca a algo así, pero me pareció que podía ser divertido. Todos aceptamos el juego.

-              Yo había sido una jovencita tímida  y con muchos complejos debido al precoz desarrollo de mi cuerpo. Con quince años tenía los pechos completamente desarrollados, unas caderas anchas y un culo demasiado grande para los pantalones que entonces se llevaban, a lo que íntimamente se sumaba tener una vagina tan grande, que a mí me parecía monstruosa. Mis complejos y mi timidez me impedían relacionarme con chicos, de la forma en que las chicas y los chicos quieren hacerlo a los dieciséis años. Pero dentro de esa chica tímida se escondía una mujer muy pasional, que no tenía otra manera de satisfacer su enorme lívido, que con el placer obtenido de sus masturbaciones. Hija única, tenía una habitación para mí sola en la que noche sí y noche también, me masturbaba en la cama observando el reflejo de mi cara de niña viciosa y de mi enorme vagina en el espejo de la habitación. A los veinte años conocí a un chico. Entonces las relaciones prematrimoniales, más que pecado, eran un milagro y la única forma de mantener relaciones sexuales era dentro del matrimonio, así que tontamente me casé con el primer chico que conocí.

Rosa era una buena contadora de historias, su tono de voz y su mirada cambiando de uno a otro oyente, consiguieron captar inmediatamente nuestra atención.

-              Pronto me di cuenta de que mi marido era una persona con muy poco interés por el sexo, por no decir ninguno. Mi timidez y mis complejos hicieron que me culpara a mí misma por el permanente deseo sexual insatisfecho que sufría. Cuando él se marchaba a trabajar, yo volvía a mis continuas masturbaciones. Al principio probé de todo para excitarlo, mostrarme desnuda delante de él sin ningún motivo, que me encontrase en la cocina en ropa interior provocativa cuando volvía de trabajar, incluso una vez hice como si me hubiera sorprendido masturbándome con un enorme consolador. Pero desgraciadamente nada parecía excitarlo. Un día se lo confesé a un sacerdote que, mientras me encomendaba rezar a la Virgen pura y me recomendaba que me diera duchas frías y que no preparase comidas afrodisiacas, tuve la seguridad de que se estaba haciendo una paja bajo la protección del confesionario, a punto estuve de cambiarme al frente y comérsela.

-              ¡Ay chica eso me pasó a mí también siendo yo una chiquilla! –La interrumpió Yasmine-. Cuando iba a confesarme de mis pecados de la carne, el cura siempre me pedía que le contase lo que hubiera hecho con muchos detalles. Hasta un día que me dijo que me confesaría en la sacristía y allí me pidió que se la chupase. Lo mandé a paseo, no porque yo no la chupase ya y mucho, sino porque el tío tenía una pollita blanquita que daba pena.

Nos reímos todos con el paréntesis de Yasmine.

-              Sigue Rosa que está muy interesante –le pidió mi abuelo-.

-              Paco, estará de todo menos interesante con el aburrido de mi marido. Al final todos los problemas sicológicos que me provocaba mi permanente insatisfacción sexual desembocaron en la iglesia, la limpieza y las duchas frías y me acostumbre a vivir sin sexo. Después de casi treinta años de matrimonio insatisfactorio mi marido enfermó y murió en pocos meses. Me sentí muy triste, pero también muy liberada, lo que pasa es que ya con cincuenta años encima. El primer año seguí con la misma rutina de iglesia, limpieza y duchas frías. La pensión que me había quedado era más bien baja y para ayudarme económicamente decidí alquilar una habitación del bonito piso del que disfrutaba. Puse anuncios buscando mujeres, pero tras un mes no había logrado alquilar la habitación. Un día me llamó un hombre preguntando por la habitación, lo habían destinado seis meses a Santa Cruz, la ciudad dónde vivo. Era muy educado y tenía una voz cautivadora y muy varonil de hombre maduro. Aunque mi intención es que fuera una mujer, lo cité para conocerlo y que él viera la habitación, que yo había preparado con todas las comodidades.

-              Zorra, tu lo que querías era echarle el ojo. –Le dijo Yasmine-.

-              No te lo voy a negar, su voz me había dejado impactada. Cuando le abrí la puerta mojé las bragas como si tuviera veinte años. Tendría unos sesenta años, alto, guapo, pelo canoso, una buena mata de pelo en el pecho que le desbordaba la camisa y un cuerpo fuerte. Cerramos el alquiler esa misma mañana y por la tarde se había mudado a casa. Volver a tener un hombre en casa me gustaba y más si tenía la facha que tenía Andrés, que es como se llamaba. Era un cielo, se pasaba muchas horas en la casa, porque el trabajo que venía a desarrollar sólo le exigía dos horas de presencia en una fábrica. No puedo negar que la convivencia con él empezó a alterarme, reviviendo en mí sentimientos de deseo sexual que creía perdidos. Desempolvé la ropa interior provocativa, que casi no había usado de joven, me venía un poco pequeña, pero a mí me gustaba así y me la ponía para estar por casa, lo que me excitaba y terminaba masturbándome, sabiendo que Andrés estaba muy cerca de mí e incluso pensando alguna vez que podía oírme, lo que me excitaba todavía más. Un día  me pidió permiso para tomar el sol en la amplia y oculta terraza del piso. Por supuesto se lo di y mientras yo hacía las tareas de la casa, el salió en albornoz a tomar el sol. Cuando era la hora del aperitivo, pensé en llevarle una copa de vino y algo de picar. Al salir a la terraza estaba boca arriba, desnudo, con los ojos tapados para que no le molestase el sol. Me quedé embobada mirando la serpiente que tenía entre las piernas y eso que estaba relajada. Nunca había sentido un sofoco tan intenso, ni siquiera en mi noche de bodas.

-              Cuéntanos como la tenía. –Le pidió Yasmine-.

-              Estando en reposo era el doble de larga que la mi marido, sus buenos quince centímetros, muy cabezona y unos huevos grandes y largos que los tenía apoyados sobre un muslo. Con mucho sigilo dejé la bandeja sobre la mesa de la terraza y empecé a tocarme mientras lo miraba. Era el hombre más atractivo que había visto nunca. Me levanté el vestido que llevaba y por encima del tanga empecé a masturbarme. Debí suspirar o hacer algún ruido porque él se quitó la protección de los ojos, se incorporó un poco y me pilló sobándome el chocho, que os juro estaba encharcado de jugos. No está bien que semejante monumento tenga que hacerse eso sola, ven aquí, me dijo. No acerté a reaccionar hasta que no vi que se le había puesto morcillona y se le había engordado bastante. Me acerqué a él y me dijo: ponme el chocho en la boca. Me quité el vestido y las bragas e hice lo que él me dijo. Me dio mucha vergüenza tener el vello del chocho muy descuidado y me prometí que no me volvería a pasar. Con más de cincuenta años y habiendo fantaseado infinitas veces con que pasara, era la primera vez que me iban a comer el chocho. Me corrí la primera vez en cuanto noté su lengua trabajando mi chocho. Tras un momento para que yo recuperara la respiración siguió pasando su lengua por mi raja y jugando con mi clítoris. Eché el brazo hacia atrás para cogérsela y estaba totalmente empalmado, presentando un pollón importante y extraordinariamente duro. Hizo que me corriera tres veces más antes de comer.

-              ¡Vaya cambio para mejor! –Dijo mi abuelo-.

-              Y que lo digas. Yo pensaba que aquello no era posible, pero durante las siguientes semanas follábamos de todas las maneras posibles tres o cuatro veces al día, llegué a pensar que lo iba a matar, pero él era tan insaciable como yo. Pasé uno de las mejores épocas de mi vida y desde luego la mejor hasta entonces. Dejé la iglesia, la limpieza y las duchas frías y preparaba comida afrodisiaca a diario. Cuando se tuvo que marchar yo ya era otra mujer, sin complejos y nada tímida, como podéis comprobar ahora. Una semana después de que Andrés regresara a la península, estaba tomando una cerveza en una terraza al sol, cuando una pareja él como de sesenta años y ella como de mi edad, me preguntó por la dirección de un restaurante. Los dos eran muy atractivos, pero él era deslumbrante… Paco, te toca seguir.

Todos aplaudimos el relato de Rosa, nos había encantado y por lo menos a mí estaba volviendo a excitarme. La excitación había sido en gran parte, porque al personaje le ponías la cara y el cuerpo del relator. Antes de empezar mi abuelo se sirvió otra copa.

-              Me lo has dejado muy bien, pero qué difícil nos has puesto el nivel para poder compararnos contigo. –Dijo mi abuelo-.

-              Venga Paco con las experiencias que tú tendrás. –Le animó Rosa-.

-              Habíamos llegado a Santa Cruz el día anterior, mi mujer, una sobrina de ella, Azucena, y yo. Azucena se marchó temprano del bonito apartamento con terraza que habíamos alquilado. Mi mujer y yo salimos más tarde a dar una vuelta para conocer la ciudad. A la hora del aperitivo nos sentamos en una terraza y empezamos a buscar un restaurante en el móvil. Dimos con uno que nos agradó, pero que no sabíamos cómo  llegar a él. Mientras yo miraba en el móvil, mi mujer dijo de preguntarle a algún lugareño y terminamos con la típica discusión entre hombres y mujeres sobre si preguntar o no, hasta que ella se levantó y se acercó a una guapa mujer con unas grandes gafas de sol, que estaba sentada en otra mesa de la misma terraza. Mientras ellas dos hablaban, la mujer desconocida se levantó para hacer unas indicaciones. Era de estatura media, pero las sandalias de tacón que llevaba la hacían alta, morena, pelo castaño, con una bonita boca de labios carnosos, tetas grandes apretadas por su vestido, que dejaba ver un imponente canalillo, una pequeña barriguita que se marcaba por lo ajustado del vestido y unas preciosas piernas largas y torneadas.

Mi abuelo había estado mirando a Rosa mientras hacía la descripción de la mujer desconocida. El morbo del juego era en efecto que los personajes eran reales, estaban delante, sus caras o sus cuerpos no había que imaginárselos, sólo verlos en la acción que los relatos contaban.

-              Gracias, Paco, aunque sea mentira. –Le dijo Rosa riéndose-.

-              Al poco tiempo mi mujer me indicó que me acercara a ellas. Paco ella es Rosa, él ya te he dicho que él es mi marido. Rosa dice que el restaurante está aquí cerca, aunque un poco escondido y se ha ofrecido a acompañarnos hasta él. Naturalmente, le he dicho que sí a condición de que se quede a comer con nosotros. Mi mujer no suele dar puntada sin hilo y empecé a imaginarme que ella, más que en la comida, estaba pensando en la sobremesa que podríamos hacer los tres. Mi esposa es una atractiva mujer muy pasional a la que le encantan los tríos.  Me sentí en la gloria por ir acompañado de dos mujeres tan atractivas en el corto camino al restaurante. Al quitarse las gafas de sol para entrar en el restaurante pude apreciar que Rosa tenía dos bellos y grandes ojos negros. Durante la comida Rosa nos dijo que hacíamos una pareja muy atractiva. Mi mujer le preguntó si estaba separada y ella le contestó que no, que se había quedado viuda hacía un año y unos meses. Mi mujer le dio el pésame y ella le contestó que no se apenase, que había empezado una nueva vida libre de ataduras y que ahora podía hacer lo que le viniese en gana, sin tener que dar explicaciones a nadie. Nos contó que había tenido pareja unos meses, pero que ahora estaba de nuevo sola. Mi mujer, bromeando, le dijo la suerte que tenía al poder cambiar de pareja como de bragas y no tener que aguantar al mismo hombre todos los días, a lo que Rosa, mirándome fijamente con sus bellos ojos, le opuso que ella no podía quejarse del hombre que disfrutaba.

-              Aunque sea verdad suena un poco presuntuoso, mi amor. –Le dijo Yasmine-.

-              Como antes ha dicho Rosa, si yo soy el que relato, pues barro para casa. No sabes tú bien los valores ocultos que tiene, le contestó mi mujer. En ese momento percibí que se había generado una fuerte tensión sexual entre los tres. Tomamos un par de copas en el mismo restaurante después de comer, que junto a las dos botellas de vino que habíamos despachado comiendo, nos puso a los tres bastante alegres. Al salir, Rosa nos preguntó dónde nos alojábamos y al decírselo mi mujer, exclamó  que qué casualidad, que allí vivía ella también, que hasta éramos vecinos de rellano. Fuimos juntos caminando y al llegar al rellano, mi mujer le propuso que entrase al apartamento a tomar otra copa. Rosa le dijo que ella a esa hora tomaba siempre el sol y debía ser así porque tenía la piel de un precioso tono bronceado. Mi mujer insistió diciéndole que fuera a su casa un momento a cambiarse y que luego se viniera a nuestra terraza a tomar el sol y la copa. Rosa aceptó, diciendo que tardaría cinco minutos. ¿Te gusta Rosa? Me preguntó cuando cerró la puerta. Claro y a ti, le contesté. ¿Te apetecería que hiciéramos un trío con ella? No te lances que eres Antoñita la fantástica, le dije. ¿Qué te apuestas? Me desafió. Lo que quieras, le contesté, voy a salir ganando tanto si gano como si pierdo. Fui al baño a descargar la vejiga, cosa que por cierto debería hacer ahora.

Mi abuelo se levantó y se dirigió a uno de los sumideros de la terraza y de espaldas a nosotros empezó a mear con un potente chorro.

-              Meas como un jovencito. –Le dijo Rosa-.

-              Gracias, no puedo quejar para la edad que tengo.

Cuando terminó se volvió a su silla, no sin antes rellenarse de nuevo el vaso de whisky.

-              Cuando entré en el baño reparé que había luz en otra ventana del patio, miré y era de otro baño. Mientras meaba miré varias veces la ventana y una de las veces vi a Rosa de espaldas, llevaba sólo un tanguita de biquini mínimo, que dejaba todo su imponente culo al descubierto. Tenía una espalda y un culo de ensueño. A mí me excita mucho el culo desnudo de una mujer, pero como mi mujer bien sabe, me excita todavía más cuando sólo lleva un tanga mínimo que deja sus nalgas al aire.

Rosa se levantó y con la excusa de ponerse hielo en el vaso le enseñó bien el culo a mi abuelo.

-              ¡Qué barbaridad hija, no podrás decir que no tienes con qué sentarte¡ -Le dijo mi abuelo acariciándole el culo a Rosa-. No me desconcentres ahora Rosa. Salí del baño cuando Rosa apagó la luz del suyo y ya empezaba a tenerla bastante morcillona. He visto a la vecina de espaldas desnuda y está impresionante, le dije a mi mujer, que estaba desnudándose en el dormitorio. ¿Y qué tal su culo? Me preguntó mostrándome el suyo al quitarse el tanga que llevaba. Bellísimo como el tuyo, le contesté acariciándoselo, lo que terminó de empalmarme, formando un buen paquete en la entrepierna de los pantalones cortos que llevaba. Llamaron a la puerta y fui a abrir, era Rosa con un pareo al cuello. No llevaba el top del biquini y sus grandes tetas se le marcaban perfectamente. Mi mujer está terminando pasa a la terraza mientras yo pongo las copas. ¿Sigues con la misma bebida? Le pregunté y ella me dijo que sí mirándome la entrepierna. Empalmado como un mulo fui a la cocina a preparar las copas. Cuando las tuve preparadas me dije que porqué no sorprenderlas llevando las copas desnudo a la terraza, si las cosas no salían como yo pensaba, siempre podía decir que era nudista y esa era mi forma de estar de casa.

-              Una cosa es ir desnudo y otra cosa empalmado como un fraile carmelita. –Dijo Rosa riéndose-.

-              Tampoco sería tan raro con dos preciosas mujeres en casa para tomar el sol. La idea me hizo gracia, me desnudé, y con el pollón como un palo cogí la bandeja y me dirigí a la terraza. Si yo pretendía sorprenderlas a ellas, el sorprendido fui yo. Al salir a la terraza vi a Rosa, sólo con el tanguita que llevaba en su baño, y a mi mujer desnuda, besándose las dos en una tumbona. Cuando Rosa se apercibió de mi presencia, le dijo a mi mujer: ¿esos son los valores ocultos de tu marido que antes decías? Sí. ¿No te parecen unos grandes valores ocultos? Le contestó ella. Los valores ocultos más grandes que he visto nunca. Acércate Paco, que Rosa me ha dicho antes que es corta de vista.

Nos reímos de la ocurrencia de mi abuelo, que volvía a tener la polla bastante morcillona, concentrando la atención de Rosa que no dejaba de mirársela.

-              Dejé la bandeja en la mesa y me acerqué a ellas como me había pedido mi mujer. Rosa adelanto su brazo y me cogió la polla con mucha delicadeza. Cógesela más fuerte que no se rompe, le dijo mi mujer y Rosa me la apretó como si me la quisiera estrangular. ¿Has visto que tetas tan preciosas tiene Rosa? Como no iba a verlas, le contesté a mi mujer y bajé mis manos para agarrárselas. Rosa empezó a pajearme, cogiéndome los huevos a la misma vez, hasta que mi mujer le empujó la cabeza para acercársela a mi polla, ella abrió la boca y se la metió hasta donde pudo.

-              Paco no me des ideas. –Le dijo Rosa-.

-              Yo no te doy ideas, pero tampoco te las quito. Mi mujer se puso de rodillas en la tumbona pegada a la espalda de Rosa y llevó las manos a su chocho para acariciárselo primero por encima del tanga y luego por debajo. Rosa me la comía de maravilla, entre pasional y experimentada, haciendo mucho ruido al succionarla con sus labios carnosos. Paco, Rosa está muy mojada, yo creo que está deseando que la folles. Sí Paco, méteme esa cosa tan grande y tan dura que tienes, lo estoy deseando desde que te vi, incluso antes de saber su calibre.

Mi abuelo se había empalmado otra vez del todo. Rosa se levantó de su silla, se sentó en las piernas de mi abuelo dándole la espalda, cogió su polla y se la puso bajo su chocho.

-              Rosa así me va a ser muy difícil seguir. –Le dijo-.

-              Pues termina y pasa el testigo. –Le contestó ella cogiéndole las manos y llevándolas a sus grandes tetas-.

-              Cogí a Rosa, la recosté en la tumbona y le quité el tanga del biquini. Tenía un precioso chocho bastante grande, rosado y brillante, muy abierto y completamente depilado. Antes de metérsela se lo comí con delectación degustando cada uno de sus complejos sabores. Mientras mi mujer se besaba con ella. Luego le subí las piernas a mis hombros y comencé a penetrarla poco a poco entre fuertes gemidos de ella, al irla notando en su interior. Mi mujer se subió a la tumbona y le puso el chocho en la boca a Rosa, dejándome su precioso culo al alcance de mis manos. Estábamos los tres sudando por la humedad ambiente y el ejercicio que estábamos haciendo. Paco nunca había tenido el chocho tan lleno, me dijo, sigue bombeando que no voy a tardar en correrme. Me eché hacia delante para poder comerle el culo a mi mujer. Al poco Rosa gritó que iba a correrse y lo hizo, lo mismo que mi mujer. Le saqué la polla a Rosa y me preparé para correrme sobre su barriguita y sus tetas, cuando escuché que la puerta del piso se abría y se cerraba, tenía que ser Azucena que habría regresado. Te toca Azucena.

Aplaudimos el relato de mi abuelo. Yo empezaba también a tener la polla morcillona con los dos relatos que nos habían contado.

-              ¡Ánimo Azucena! –Le dijo Yasmine-.

-              Había pasado el día con Yasmine, una amiga de mi madre y mía también. Ella era una mulata como yo, pero más tiznada, bastante guapetona, a la que le encantaba hablar de sexo.

-              Gracias, mi amor –le dijo Yasmine-.

-              Durante el tiempo que habíamos compartido ese día me había estado contando detalladamente sus andanzas con sus muchos amantes. Entre que yo llevaba tres meses sin ver a mi novio, porque estaba trabajando en el extranjero, y las aventuras tórridas de Yasmine, yo estaba caliente para reventar. Volví al apartamento en el que estaba pasando unos días con mi tía y su marido, Paco, dispuesta a aliviarme haciéndome un pedazo de dedo antes de vestirme, ya que Yasmine había quedado en recogerme para cenar cuando terminara una cosa de trabajo que no podía dilatar. Al dirigirme a mi cuarto escuché ruidos en la terraza, debían ser mis tíos y me acerqué a saludarlos. Al asomarme me encontré que ellos, junto con otra mujer a la que no conocía, estaban follando como descosidos en la tumbona. Me quedé petrificada mirando sin hacer ruido. La desconocida le estaba comiendo la verga a Paco. ¡Joder que verga se gasta mi tío! Pensé al vérsela. Mientras mi tía, detrás de la desconocida, le estaba sobando el chocho bajo el tanga del biquini. Me volví al interior del salón a digerir la sorpresa que me había llevado. Tenía la escena grabada en la cabeza, sobre todo la mamada que esa mujer le estaba haciendo a mi tío con mi tía delante. Aquello terminó de ponerme caliente como para reventar, casi tanto como lo estoy ahora.

Rosa seguía sentada sobre mi abuelo, moviéndose suavemente para que su polla empalmada le acariciase el chocho.

-              Me abrí los pantalones cortos que llevaba, dejándolos caer, y empecé a acariciarme el chocho como mi tía estaba haciendo con la desconocida y a sobarme las tetas como mi tío le estaba haciendo a aquella mujer. De vez en cuando me asomaba para verlos y volvía a refugiarme en el interior del salón para seguir con mi dedo. No tardé ni cinco minutos en correrme, tuve un orgasmo tan grande que se me aflojaron las piernas y me dejé caer al suelo.

-              Ven aquí mi amor. –Le dijo Yasmine a Azucena, dándose palmadas en sus muslos-.

Azucena se levantó, cogió su vaso y fue a sentarse sobre Yasmine con las piernas muy abiertas, para darle acceso a su chocho.

-              Sentada, escuchaba como ellos tres seguían follando, los fuertes gemidos de ellas y los ruidos que provocaba mi tío bombeando contra la desconocida. Al cabo del rato escuché a la desconocida gritando que se corría e igual a mi tía. Creí que habían terminado y pensé en abrir y cerrar la puerta de la calle con fuerza para que ellos lo oyesen, darles tiempo para recomponerse y que creyeran que acababa de volver al piso. Lo hice, deje transcurrir algo de tiempo y me asomé a la terraza a saludar. O no oyeron la puerta o no les di suficiente tiempo para recomponerse, porque cuando asomé la cabeza, ellas seguían tumbadas desnudas en la tumbona y mi tío se estaba corriendo en ese mismo momento sobre la desconocida, con grandes chorros que le caían en su vientre y sus tetas. Yasmine me lo haces tan bien que me voy a correr.

-              De eso se trata, mi amor. –Le contestó Yasmine-.

Ver a los cuatro frente a mí, acariciándose y masturbándose, había terminado de empalmarme. Rosa y Azucena me miraban la polla fijamente.

-              Perdón, les dije cuando los sorprendí. La desconocida y mi tío trataron de taparse, mi tía ni se inmutó, nos habíamos visto muchas veces desnudas, pese a ello, en ese momento la vi de otra manera, como una mujer madura muy sexual y muy atractiva. No tienes que pedirlo, somos nosotros los que hemos ocupado la terraza con nuestras intimidades, me contestó mi tía. Iba a meterme dentro, cuando la atractiva desconocida, levantándose, me dijo: no, quédate tú, soy yo la que se va a su casa. La escena parecía ser violenta para todos, menos para mi tía, que seguía sin inmutarse, y me dijo: Azucena, nos has pillado a los tres follando, no pasa nada malo, hemos conocido hoy a Rosa, que casualmente es la vecina, nos hemos gustado y nos hemos liado. Somos personas adultas a las que nos encanta el sexo y punto. Yo ya sabía que mi tía abordaba el sexo con mucha naturalidad, pero lo que dijo me encantó. Pensé que yo le daba demasiadas vueltas al sexo, que no lo afrontaba con la naturalidad que ella lo hacía y que eso me dificultaba disfrutarlo como a mí me apetecía y me apetece.

Azucena se volvió y le dio un beso en la boca a Yasmine.

-              Desde que te conozco me ha apetecido besarte. –Le dijo Azucena a Yasmine, acariciándole la cara-. No tienes que excusarte, tía, ni vosotros tampoco, lo que me dais es envidia, me gustaría ser tan desinhibida y tenerlo tan claro como vosotros, en vez de comerme la cabeza. Me acerqué, besé a mi tía en la boca y me senté a su lado. Mi tía era una persona muy especial para mí, era más una hermana mayor que la hermana chica de mi madre. Debo confesaros que os he estado mirando y oyendo y me he masturbado con vosotros. ¿Y por qué no te has sumado? Me preguntó mi tía. Ya te dicho que me como mucho la cabeza con el sexo, le contesté. ¿Te hubiera apetecido hacerlo? Me preguntó Rosa. Si y no, se os veía tan bien que creo que hubiera estorbado. Mi tía me quitó la camiseta por la cabeza y me dejó con las tetas al aire. ¿Paco a ti te hubiera estorbado? Y deja de taparte, que pareces tonto. Mi tío, dejó de hacerlo y negó con la cabeza. ¿Y a ti Rosa, te hubiera estorbado? En absoluto, contestó acariciándome la cara. Tía que suerte tienes con tu marido, le dije mirándole la verga a mi tío, que la tenía muy morcillona después de correrse. No, suerte tiene él conmigo, dijo mi tía. Tiene razón tu tía, dijo Paco y después fue a rellenar las copas y trajo una para mí. Voy a tener que vestirme, Yasmine va a venir a recogerme para salir a cenar, dije. Conozco bien a Yasmine y sé que a ella le va a gustar más cenar aquí que en cualquier restaurante, dijo mi tía. ¿Por qué piensas eso?  Tu tío y yo la conocemos bien, ¿verdad Paco? Muy bien, le contestó él. Escuchamos el timbre del portero y mi tío fue a abrir. Yasmine te toca.

Aplaudimos a Azucena. Me estaba divirtiendo mucho el juego y estaba caliente otra vez, como antes de la mamada de Azucena.

-              ¿Rosa tú has jugado otras veces a esto? –Le preguntó mi abuelo-.

-              Alguna vez con un grupo de amigas y amigos aficionados a los relatos guarros como yo. Pero esta es la vez que está saliendo más conseguido. Yo sé que a vosotros no hace falta mucho para excitaros, pero a que os está poniendo muy calientes.

-              Mucho. -Contestamos todos y era la verdad-.

-              Me había dado mucha alegría que la hija de mi amiga Miriam hubiera venido a visitarme. La conocía desde pequeñita, no nos veíamos lo que nos gustaría, pero así y todo, la quería mucho y ella a mí también. Conocía a Miriam desde el colegio, durante unos años que los tíos con que vivía, pasaron en Sevilla. Miriam que es de mi edad, su hermana pequeña, África, y yo éramos inseparables entonces.

-              ¿Y tú como sabes que mi mujer se llama África?

-              Esta mulata es medio bruja. Esa tarde había quedado en recoger a Azucena y de paso saludar a sus tíos, cosa que me apetecía mucho, porque en una de mis visitas a Sevilla para ver a Miriam y a Azucena, no podía alojarme en su casa y me alojaron ellos y la última noche la cosa se desmadró entre los tres y nos pegamos una follada de las que hacen época.

-              ¡Me estoy haciendo viejo, mira que no acordarme de esa follada! –Exclamó mi abuelo riéndose-.

-              Debo decir que soy una caribeña muy caliente, que no le hace ascos a nada que tenga que ver son el sexo. Por la mañana Azucena me había preguntado por mi vida sentimental y le había estado contando con pelos y señales los líos que tenía con mis amantes. Igual no hubiera necesitado ser tan explícita con ella, pero quería que espabilase, ya que su madre me decía que era un poco paradita.

-              No te pases Yasmine –le dijo Azucena-.

-              Cállate y escucha. mi amor. Cuando llamé al portero Paco me preguntó quién era y yo le contesté que la mulata que le iba a quitar las telarañas. Nos reímos porque los dos sabíamos que su mujer le quitaba las telarañas todos los días. Me abrió la puerta en pelotas y me dio un beso en la boca, tiempo que yo aproveché para sobarle la buena polla que calzaba y de la que me acordaba muchas veces. Paco ya veo que estás en plena forma, le dije. Gracias Yasmine, acompáñame a la cocina antes de salir a la terraza, que voy a coger la bebida y una copa para ti. ¿Y por qué no te coges mejor a esta mulata? Todo a su tiempo, me contestó. Que conste que a mí no me molesta, ¿pero cómo es que estás como Dios te trajo al mundo? Yasmine has llegado en un buen momento, acabamos de hacer un fantástico trío con la vecina. Chico, que bien os lo montáis, le dije poniéndome en cuclillas, empezando a mamarle su vergota hasta que conseguí ponérsela como un palo. Así es como me gusta verte, vamos a la terraza. Es que está allí también Azucena, me dijo Paco con cierto reparo. ¿Y qué, es que esa chica no ha visto nunca una verga bien empalmada?

-              Como la de estos dos, pocas. –Le dijo Azucena, que tenía cara de estar en la gloria con dedo que seguía haciéndole Yasmine-.

-              Cuando salimos por fin a la terraza, me encontré con las tres bellezas desnudas. Esto se avisa, que voy desentonando, les dije acercándome a besarlas. ¿Qué le has hecho a mi marido para que salga así de contento? Me preguntó África riéndose, antes de besarnos en la boca. Se la he visto muy lánguida y se la he comido un poquito. Me presentaron a Rosa, una hermosa mujer más o menos de mi edad. ¡Mi amor, que suerte tienes, a ti te han pringado bien! Le dije cuando vi los chorreones de lefa seca sobre sus tetas y su barriga. No me puedo quejar, me contestó ella, después de besarme. Azucena me encanta verte así con tus tíos y su amiga, ya va siendo hora que espabiles. Estoy un poco cortada, me contestó ella y yo le dije: eso se te pasa con el primer polvo.

-              ¡Hala, que burra eres Yasmine! –Le dijo Azucena-.

-              No mi hija, fíjate si a ti se te pasado esta tarde, que además de estar desnuda te estoy haciendo un dedo delante de estos amigos y tú tan contenta. Después de saludarlos a todos y darle un trago a la copa que Paco me había servido, decidí desnudarme en plan provocativo. Aunque no sabía que la cosa iba a ir por ahí, yo me había puesto una ropa interior de lo más marrana por si se terciaba la ocasión, siempre hay que estar preparada con África y Paco. Me puse frente a ellas al lado de Paco y fui desabonando lentamente mi blusa, dejándomela abierta sin quitármela, para que se vieran mis grandes tetas embutidas en el sujetador blanco medio transparente que llevaba. Luego, bajé la cremallera de mi falda, me volví de espaldas y no sin esfuerzo conseguí que pasara mi gran culo, en el que llevaba un tanga también blanco de hilo. Me volví de frente de nuevo y vi como todos me miraban con cara de deseo. Me quité la blusa y le pedí a Paco que me soltara el sujetador, cosa que aprovechó para meter su polla como un palo entre mis nalgas. África ten cuidado dónde mete ese palo tu marido que puede hacer daño, dije. No creo que a ti te haga daño en ninguna parte, me contestó ella riéndose. ¿Rosa, me puedes ayudar con el tanga? Claro preciosa, me contestó poniéndose de pie, se vino hacia mí, se puso en cuclillas a mi espalda y muy lentamente me lo fue bajando, hasta quitármelo, metiendo luego su cara entre mis nalgas.

-              Ganas no me han faltado esta tarde de hacerlo, tienes el culo más impresionante que he visto nunca. –Le dijo Rosa-.

-              Pues no te cortes, que todavía queda tarde por delante. África se levantó y poniéndose en cuclillas empezó a comerme el coño, mientras Rosa lo hacía con mi culo.

-              Parece que conocieras a mi mujer. –Dijo mi abuelo-.

-              ¿Quién sabe? Azucena, ¿por qué no le comes la verga a Paco? Veras que gusto te da, le dije. Ella se levantó, estaba preciosa tan joven, con su cuerpo de ensueño, se puso frente a Paco de rodillas y empezó a comérsela con un deseo irrefrenable. ¡Qué agradable tarde! Dije encantada con el trabajo que me estaban haciendo Rosa y África. Debo confesaros que, como a toda mujer de verdad, me encanta que me coman el coño, pero me gusta todavía más que me coman, me laman o me soben el culo y Rosa lo hacía de maravilla. África miraba de vez en cuando a su sobrina comiéndole la vergota a su marido y se sobaba todavía más fuerte el chocho. Azucena, pónsela bien dura a tu tío porque va a terminar en mi culo y le va a hacer falta. Levanté a África y empezamos a comernos la boca, llevé una mano a su chocho y empecé a meterle los dedos y a sobarle el clítoris, mientras ella hacía lo mismo conmigo. Me habían puesto las dos tan calientes que necesitaba que Paco me follase. Lo cogí de la mano y me lo llevé a la tumbona, me puse a cuatro patas y le dije que me la metiese por el culo, que ya tenía completamente distendido con la comida que me había hecho Rosa.

-              ¡Joder Yasmine como me estás poniendo! –Le dije-.

-              Cómo me gusta eso mi amor, pero relájate que todavía te toca a ti terminar el cuento.

Azucena se levantó de las piernas de Yasmine, se vino hacia mí y se sentó sobre mis piernas igual que Rosa lo estaba encima de mi abuelo. Se metió mi polla bajo su chocho, lo tenía muy caliente y muy húmedo.

-              Ven aquí Yasmine. –Le dijo Rosa-.

Yasmine se levantó y se puso frente a Rosa, que le dio la vuelta y metió la cabeza en su culo.

-              ¡Qué rebueno Rosa! Paco no tardó en poner la punta de su verga en mi ojete y tras sacudirme varios cachetazos en mis nalgas, que terminaron de ponerme a mil, empezó a penetrarme el culo. Notaba como me reventaba los intestinos y me daba un placer enorme. África había tendido a Azucena boca arriba en la otra tumbona para comerle el coño, Rosa se había sentado sobre la boca de Azucena y se sobaba las tetas con mucha fuerza completando el placer que recibía por abajo. Paco, una vez que tuvo toda su gran vergota dentro de mí, tiró de mi torso hacia atrás para llegar con comodidad a mis tetas, amasándomelas sin miramientos. Paco, fóllame con fuerza, le dije y él me daba fuertes empujones en mi culo. Lleve una de mis manos a mi chocho y me sobé con fuerza el clítoris, luego la metí entre mis piernas y le cogí los huevos a Paco, que los tenía gordos y calientes.

-              Eso no me lo has hecho antes –le dijo mi abuelo-.

-              Mi amor, no todo se puede gastar la primera vez, entonces no querrías repetir conmigo. Azucena gritaba del placer que le estaba dando su tía, que al cabo de rato se subió a la tumbona y empezó a hacer la tijera con su sobrina, mientras se besaba con Rosa. Yo no pude más y le grité a Paco que iba a correrme, él redobló el ritmo sobre mi culo. Me corrí a voces, a las que siguieron las de África, Rosa y Azucena al correrse las tres a la misma vez. Yo me saqué la verga de Paco del culo, me giré se la cogí y en dos tirones él se corrió sobre mi cara y mis tetas y luego se sentó a mi lado para recuperar el aliento. Se había hecho de noche y África propuso pedir algo de comer. Buscó algún sitio cerca y encontró un restaurante de comida mejicana. A los quince minutos estaban llamando al telefonillo. Te toca Carlos.

¿Por qué había escogido Yasmine un restaurante mejicano, ella no podía saber el sueño que yo había tenido sobre eso? Yasmine cada vez me parecía más bruja, parecía saber muchas más cosas sobre nosotros que las que le hubiéramos contado. Azucena se movía suavemente sobre mí y yo le había cogido sus grandes y duras tetas.

-              Yo había empezado a trabajar como repartidor en un restaurante mejicano. Estaba pasando el verano en Santa Cruz y necesitaba el dinero para vivir. En el restaurante me habían dicho que lo importante era que el cliente siempre quedase satisfecho. La cosa estaba muy tranquila esa noche y de cocina me pasaron un pedido para un sitio cercano. No tardé nada en llegar, amarré la bicicleta y llamé al video portero, al contestar escuché que había mucho jaleo en el piso, me abrió una mujer, subí y llamé al timbre del piso. Me abrió una chica como de veintidós o veintitrés años, muy morena o mulata clara, muy guapa, llevaba sólo una camiseta de tirantes larga, que le llegaba al principio de los muslos. No cabía duda de que no llevaba sujetador porque, además de que las tetas le desbordaban los laterales de las tirantas, sus pezones la empitonaban de forma evidente. De entrada no pude discernir si llevaba bragas o no.

-              Muy amable, mi amor. –Me dijo Azucena y se volvió para darme un piquito en los labios-.

-              Pasa voy a buscar el dinero, me dijo con acento latino. Se dio la vuelta y pude admirar sus bellas piernas y su culo respingón y luego desapareció. De lo que debía ser la terraza del piso entraron dos mujeres como de cuarenta y tantos años muy atractivas, una mulata, con una batita muy corta de seda roja, un poco abierta que dejaba adivinar unas tetas de buen tamaño muy en su sitio y admirar unas piernas preciosas y la otra con un pareo al cuello, colocado de manera que casi dejaba ver su chocho. Hola guapo que haces aquí, me dijo la de la bata al verme, también con acento caribeño. He venido a traer el pedido que han hecho al restaurante mejicano, me ha abierto una chica que ha ido por el dinero para pagarme, le contesté. ¿Quieres una cerveza o un vaso de vino? Me preguntó la del pareo, mientras se lo ajustaba al cuello, movimiento que me permitió ver su precioso chocho muy carnoso y completamente depilado. ¡Joder, de las tres que he visto no sabría decir cuál está más buena! Pensé. No debería, pero me tomaré una cerveza, a ver si se me quita la sed.

-              ¿De qué tendrías tú sed? –Me dijo Yasmine con mucha guasa-.

-              De la bicicleta de llevar el pedido, malpensada. –Le contesté a Yasmine-. Ven conmigo a la cocina, me dijo la del pareo, que con el ajuste que se había hecho, se había dejado el chocho al aire de manera permanente. Yo, entre unas y otras había empezado a calentarme y mi polla a reaccionar. Ya sé que puede resultar un poco exagerado en un sitio de playa, donde las mujeres utilizan trajes de baño mínimos, casi indecentes, pero llevaba una temporada de sequía con las chicas y estaba más salido que un soldado en Ibiza. Yo me llamo Rosa, ¿y tú? Carlos, le contesté. Rosa me dio dos besos en las mejillas muy cerca de las comisuras de los labios, con la consiguiente reacción de mi polla. Rosa sirvió dos cervezas y me pasó una de ellas. Por el salón vi pasar a una pareja madura, como de cincuenta y tantos años ella y él un poco mayor, iban desnudos. Ella era una preciosidad de mujer y se conservaba de maravilla, también con unas hermosas tetas, un poco, pero muy poco, caídas, con las areolas grandes y rosadas, y el chocho, también depilado, con una raja muy grande. Él se gastaba una polla de cuidado y sus huevos, bastante grandes, le colgaban hasta casi medio muslo. Yo no estaba tampoco mal dotado, comparé, no sólo las mujeres comparan sus atributos, y podríamos tenerlas más o menos del mismo tamaño. La mujer se acercó a la puerta de la cocina sin el más mínimo problema por ir desnuda y dijo: Rosa, Paco y yo vamos a ir a ducharnos, luego, cuando termines con el joven, si te apetece vienes. Me imaginé la escena de las dos en la ducha con el hombre y la polla siguió creciéndome sin control.

-              ¡Qué gente tan desvergonzada! –Exclamó Rosa riéndose-.

-              Eso mismo pensé yo, ¿a qué casa había tenido que llevar la comida? La mujer se marchó lo que me permitió admirar su bello culo muy apretado marcando una larga y profunda raja Yo estaba un poco violento porque no sabía si lo del chocho al aire de Rosa era un descuido o lo había hecho a propósito.

-              ¿Tú que creerías ahora? –Me preguntó Rosa-.

-              Ahora tendría la seguridad de que era a propósito. Azucena como sigas moviéndote así no voy a poder terminar el relato. Al final se lo dije, era como cuando un hombre se deja la portañuela abierta y un alma caritativa te lo dice. Rosa, perdona pero se te ha quedado el pareo un poco subido. ¡Gracias, qué desvergonzado mi chochito! Dijo ella riéndose y llevándose las manos al cuello, pensé que para reajustarlo, pero en vez de eso se lo abrió totalmente dejándome admirar por completo su muy atractivo cuerpo.

Rosa se levantó de las piernas de mi abuelo y se vino hacia nosotros.

-              Cámbiate Azucena, que creo que Carlos y yo vamos a tener ahora algo en el relato. –Dijo-.

-              Claro mi amor, que lo disfrutes. –Le contestó, dejándole el sitio a Rosa que lo ocupó inmediatamente-.

El culo de Rosa era muy gustoso, más grande que el de Azucena y extraordinariamente suave. Llevé mis manos a sus tetas y continué con el relato.

-              Tenía ya la polla como un palo y un bulto más que evidente en la entrepierna de los pantalones del uniforme del restaurante. Pensé que se iba a volver a colocar el pareo, pero en lugar de eso lo dejó sobre la encimera quedándose desnuda. Debo resultarte atractiva cuando se te ha puesto así, me dijo mirándome la entrepierna. Perdona no he podido evitarlo. No hay nada que perdonar, para una mujer de mi edad es un halago que un jovencito se ponga así por verla desnuda. Me contestó y se acercó para besarme en la boca y cogerme el paquete. Yo llevé mis manos a su cintura y luego las bajé hasta su extraordinario culo. En ese momento entró en la cocina la mujer mulata de la bata roja. Yo me eché hacia atrás, pero Rosa no quitó su mano de mi paquete. Anda zorra que has tardado en meterle mano, dijo la mulata. Carlos, ella es Yasmine. Encantado, le dije muy cortado por la situación. O todos dentro o todos fuera, mi amor, dijo Yasmine quitándose la bata, bajo la que no llevaba nada, y llevando sus manos a mi cinturón para desabrocharlo.

Azucena se movía en círculos sobre la polla de mi abuelo, que le tenía las dos tetas cogidas y Yasmine se había levantado por el consolador que tenía en el bolso y antes de volver a sentarse, se dirigió al sumidero, se puso en cuclillas y empezó a mear mirándonos. Luego volvió a su silla, puso una pierna sobre el reposabrazos y empezó a pasarse el consolador por su rosado y brillante chocho.

-              Ya veo que os entretiene el relato. Rosa volvió a besarme, mientras Yasmine seguía atareada abriéndome y bajándome los pantalones. Ese día no tenía calzoncillos limpios y había decidido no ponerme. Mi polla saltó como un resorte contra mi barriga. ¡Rosa hoy nos ha tocado el gordo, la vergota de Paco y la de este joven! Exclamó Yasmine mirándomela. Paco debía ser el que había pasado antes desnudo con la mujer. ¿Muchacho duras mucho follando? Me preguntó la mulata. ¿Mucho cuanto es? El tiempo necesario para que nos corramos las dos, me contestó Rosa. Yasmine se había puesto en cuclillas y me lamía la cabeza y el tronco de la polla, mientras Rosa me besaba y me sobaba los huevos. Creo que el gordo me ha tocado a mí, les dije mientras me quitaba la camisa y ellas se rieron. Después de un rato mamándomela la mulata, la incorporé y la puse de espaldas apoyada en la encimera de la cocina. Deparé entonces en que su culo era impresionante, con las nalgas más grandes y más redondas que yo había visto nunca. Le abrí el culo con las manos y llevé mi lengua a su ojete. ¿Verdad que es gustoso? Me preguntó Rosa. Una barbaridad, le contesté. Házselo bien, que se pone muy perra, me dijo y se puso en cuclillas para comerme la polla.

-              ¡Uuuummm, que rico, me lo estoy imaginando y se me pone el chocho como un estanque! –Dijo Yasmine, que se levantó y fue a ponerle el culo en la cara a Rosa-.

-              ¡Qué detalle Yasmine! –dijo Rosa abriéndole el culo y empezando a lamerle el ojete-.

-              Fóllatela ya, sino no vas a empezar nunca conmigo, me dijo Rosa. Deje de comerle el culo a Yasmine y se la metí entera de un golpe de cadera. Ella gritó de placer. ¡Muchacho que verga, parece hecha para mi coño mulato! Llevé las manos a su clítoris para acariciárselo y ella me pidió que lo hiciera más fuerte. Rosa se había pegado a mi espalda y me clavaba sus grandes tetas empujándome contra Yasmine.

Yasmine, sin separarse de Rosa, se había metido el consolador en el chocho y lo movía con mucha velocidad hacia dentro y hacia fuera, mientras se golpeaba el clítoris con la otra mano.

-              Yasmine gritó que iba a correrse, que por Dios no dejara de follarla. La estuve follando como un salvaje hasta que noté que estaba soltando chorros de jugos y caía sobre la encimera de bruces.

Yasmine se corrió en la realidad dando aullidos y soltando los chorros de jugo que yo había imaginado, sentándose luego en otra de las sillas.

-              Me di la vuelta, cogí a Rosa y la senté en la encimera, tiré de ella para que tuviera el culo fuera y se la incrusté también de un tirón.

Rosa levantó su culo de mis piernas y cogiéndome la polla se la metió hasta el fondo.

-              ¡Joder dos trancas la misma tarde! –Exclamo cuando la tuvo dentro-.

-              Estuve follándome a Rosa moviéndole las caderas con mis manos, mientras ella me miraba fieramente a los ojos. No voy a tardar en correrme, me dijo. Yo tampoco, le contesté. Menos de un minuto después…

-              ¡Dame algo más de un minuto, que quiero correrme a la misma vez que en el relato! –Me pidió Rosa subiendo y bajando por mi polla-.

-              Sus tetas se movían de un lado a otro con los empujones que le daba. Me encantaba ese movimiento casi circular de sus tetas. Tienes unas tetas que hipnotizan, le dije doblándome y metiendo la cabeza entre ellas, sin parar de follarla. -Noté que Rosa se iba a correr en la realidad, le apreté las tetas con fuerza-. ¡Carlos, me corro, me corro, ahora, sigue follándome..! Gritó cuando se corría.

-              ¡Sí, sí, aaaaaggggg, aaaaaagggg, qué bueno, aaaaaggggg! –Gritó en la realidad Rosa y se dejó caer hacia atrás sobre mi pecho.

-              Ni se te ocurra correrte, que falto yo. –Me advirtió Azucena-.

-              Haré lo que pueda. Cuando Rosa terminó de correrse le saqué la polla y me corrí a lo bestia sobre su barriga y sus grandes tetas, con un placer enorme. Había sido la primera vez que había follado con dos mujeres a la vez y además bastante mayores que yo. Me había quedado en la gloria. De esa gloria me sacó la voz de la chica que me había abierto la puerta, diciendo: Tampoco he tardado tanto en buscar el dinero. No te preocupes, que he estado conociendo a estas mujeres tan atractivas, le contesté. Ya veo, yo me llamo Azucena. Y yo Carlos, ¿me podrías poner otra cerveza? Le dije recuperando el aliento. Claro, yo también voy a tomarme una. Me quedé sorprendido de que no dijera nada sobre que estaba desnudo y todavía empalmado en la cocina, junto a aquellas dos mujeres, también desnudas y con evidentes signos de haber follado. Fue hacia el frigorífico y se dobló para coger las cervezas, no llevaba bragas y tenía un culito y un chochito divinos.

Rosa se levantó por fin y fue a cambiarse con Azucena sobre la polla de mi abuelo. Azucena volvió a sentarse sobre mí.

-              ¿A ver cómo me tratas? –Me dijo cogiéndome las manos y llevándoselas a sus tetas-.

-              Me voy a vestir, le dije. No, mejor me desnudo yo para estar iguales. Vamos a la terraza y dejemos que Rosa y Yasmine se repongan solas, me dijo Azucena, quitándose la camiseta, dejándola en la encimera y saliendo de la cocina con las dos cervezas en la mano. Me imagino que te habrán dicho muchas veces que estás cañón, le dije al verla desnuda. Sí, pero para una chica como yo nunca son suficientes veces. Si quieres puedo estar toda la noche diciéndotelo. Te ibas a poner muy pesado, coge alguna de las cajas de comida que has traído, tendrás hambre después de la faena. La terraza era grande y había bastante ropa de mujer dejada sobre unas sillas. ¡Os lo pasáis aquí de maravilla! Le dije sentándome con ella en una de las tumbonas. Para ser el primer día en la ciudad, no me puedo quejar, me contestó y luego me preguntó: ¿A ti no se te baja la vergota? ¿Cómo quieres que se me baje viéndote desnuda? Me ha gustado tu contestación, me dijo abriendo la caja con la comida. Entraron en la terraza la pareja que había visto antes desnuda por el salón. Iban en albornoz y a mí me dio vergüenza que me vieran desnudo y empalmado y me tapé. Carlos, te presento a mis tíos, África y Paco. Encantado, perdonen que no me levante, pero la situación me resulta un poco embarazosa, les dije. No te preocupes, Carlos, ya ves que aquí somos muy liberales, me dijo ella acercándose a nosotros dándome dos besos. Después se acercó el hombre, me tendió la mano y tuve que descubrirme en parte para dársela. Muchacho no te tapes con lo que tienes ahí, aquí ninguno nos vamos a asustar, ¿verdad África? Dijo Paco.

Azucena se movía sobre mi polla, tenía el chocho empapado y me iba pasando parte de sus jugos.

-              Ya sabes que no, Paco. Has dejado la cocina como un campo de batalla, les has debido dar lo suyo a Yasmine y a Rosa, me dijo la mujer. Bueno, que yo también me he llevado lo mío, le contesté. Por fin me decidí a descubrirme la polla, que seguía como un palo. ¡Vaya muchacho, así se entiende como las has dejado! No tiene nada que envidiarte Paco, más bien al contrario, dijo África.

-              No te pases, nieto.

-              Abuelo, tú lo has dicho antes, el que relata, relata lo que quiere. Qué a gusto nos hemos quedado con la ducha, dijo África. ¿Sólo con la ducha? Le preguntó Azucena. Ya sabes que no sobrina, ¿cómo vamos a estar los dos en la ducha sin follar? Paco se ha quedado esperando a Rosa, pero se ha quedado con las ganas. Paco levantó una ceja cómo diciendo que qué se le iba a hacer y luego se abrió el albornoz, dejando ver su polla bastante morcillona y se lo abrió también a su mujer, dejando a la vista sus tetas y su chocho. ¿Paco, no tendrás ganas de follar otra vez? África, ¿cuándo no he tenido yo ganas de follar? Nunca que yo recuerde. Aquella era la gente más desinhibida respecto al sexo que yo había conocido. Yo ya estoy un poco cansada hoy. ¿Sobrina has estado alguna vez con dos hombres? No tita, nunca. Pues deberías probarlo y hoy tienes una oportunidad de oro, además con dos pollones. ¿Crees que te cabrían los dos a la misma vez? Ni loca, pero tengo muchas veces la fantasía de estarme follando a uno y comiéndosela a otro.

-              ¡Huy que buena pinta lleva esto! –Exclamó Azucena al oírme-.

-              ¿Verdad que sí abuelo?

-              Y que lo digas, creo que el relato va a terminar gloriosamente para nosotros también.

-              ¡Qué bien Azucena, has salido a nuestra familia! Dijo África llevando una mano a la polla de su marido, comenzando a hacerle una paja. ¿Tía estas preparando al tito para mí? Normalmente está siempre preparado, pero hoy lleva un día muy duro para su edad.

-              Cuidado nieto, que por ahora te voy ganando.

-              ¿Qué edad crees que tiene mi marido? Me preguntó África. Sesenta o sesenta y poco, le contesté. Pues te has equivocado en quince años. Paco tiene ya setenta y cinco. Se me salieron los ojos de las órbitas, eso era imposible. Perdona pero no me lo creo, de dije. Pues créetelo, me contestó Azucena. ¡Joder que barbaridad, yo quería llegar a su edad como ese hombre! El trabajo de África sobre la polla de su marido había dado sus frutos y el tío presentaba un pollón como la porra de un guardia. Azucena me tumbó boca arriba y dándome la espalda, empezó a meterse mi polla en su chocho.

La Azucena de verdad debía haberse olvidado de la fidelidad con su novio, porque hizo lo mismo que la de la ficción. Tenía el chocho muy húmedo y le entró mi polla sin dificultad ninguna.

-              ¡Qué bien, qué ganas tenía de tener una polla en condiciones dentro! –Dijo la Azucena de verdad cuando la tuvo entera dentro-.

-              ¿A qué es lo mejor de la vida? –Le pregunto Yasmine-.

-              Desde luego, yo no sé porque me tengo inventar fidelidades y tonterías. –Le contestó-.

-              La espalda y el culo de Azucena eran bellísimos y su chocho me apretaba la polla, como la mano un guante cuando te viene un poco pequeño. Paco se levantó de su silla, se quitó el albornoz y se vino hacia nosotros.

Rosa se levantó de las piernas de mi abuelo, que presentaba una erección completa y le dijo:

-              Venga Paco, que están esperando.

Mi abuelo se puso al lado de Azucena, esta le cogió la polla y se la metió en la boca.

-              Cuando Paco tuvo la polla al alcance de su sobrina, la cogió con su mano y se la metió en la boca a Azucena, que además le había cogido los huevos a Paco con una mano, mientras me sobaba los míos con la otra. ¡Qué rico Azucena! Le dije. Azucena me cabalgaba lo justo para poder seguir comiéndosela a Paco. Su chocho hacía ruido al chocar con mis huevos y de su boca salían ruidos de chupar, mamar, lamer y sorber. Me incorporé lo suficiente para poner mis manos en sus tetas, al hacerlo vi que África se estaba masturbando con dos dedos dentro de su chocho. África, al final parece que no estabas tan cansada, le dijo su marido, al que no contestó, pero le dijo a su sobrina: métetela más en la boca, a tu tío le gusta tocar la campanilla con la punta de la polla.

-              ¡Qué maravilla de mamada me estás haciendo Azucena! Tú la has tenido que comer muchas veces, para hacerlo así. –Dijo mi abuelo-.

-              Bastantes, me vuelve loca tener un pollón duro y caliente en mi boca.

-              Paco nos avisó que no iba a tardar en correrse, Azucena aceleró el ritmo sobre mí y me puso a mil…

-              Ahora Carlos, ahora –me gritó la Azucena de verdad-.

-              Tan a mil, que cuando noté espasmos en el chocho de Azucena empecé a correrme dentro de ella, mientras Paco lo hacía en su boca y África hacía lo propio.

-              Toma, toma, toma,… -Le dijo mi abuelo a Azucena al correrse dentro de su boca, a la misma vez que yo lo hacía en su chocho-.

Yasmine y Rosa rompieron a aplaudir la corrida que habíamos tenido los tres y el final del relato. Nos lo habíamos pasado de maravilla los cinco.

-              Rosa has tenido una idea estupenda con el juego. Lo tenemos que hacer con mi mujer, que es muy imaginativa para el sexo. –Dijo mi abuelo-.

-              ¡Chica que barbaridad, que calentón tengo y eso que me corrido hace un poco! –Dijo Yasmine-.

Pensé que tenía  que hacer el mismo juego con mis primas, nos lo íbamos a pasar como los enanos. Se había hecho casi de noche, empezamos a vestirnos para bajar de la terraza.

-              ¿Qué hora es Carlos?

-              Las nueve menos diez. -Le contesté a mi  abuelo después de mirar el móvil-.

-              Rosa, te ayudo a pasar a tu terraza, que tengo que bajar. –Le dijo mi abuelo-.

-              Gracias Paco.

-              ¿Qué tienes que hacer ahora con tanta prisa? –Le pregunté a mi abuelo-.

-              He quedado a las nueve en el piso con una investigadora de no sé qué universidad americana, qué quiere conocerme, tampoco sé muy bien para qué, cosas de tu abuela.

(Continuará. ¡Vamos qué no hay manera de que deje la puñetera saga! Ya no sé ni si daros las gracias por leerme, pero en todo caso, dejadme vuestros comentarios, que me divierte leerlos.)