Compartiendo piso de estudiante con mis primas 13

Después de la subida a la terraza, tengo una video llamada con Clara que me cuenta su visita a casa de mis abuelos y la idea de mi abuela para celebrar las bodas de oro de su primer polvo con mi abuelo. Más tarde me despierta mi prima María cuando estaba soñando. Luego viene Paca a pedirme un favor.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente leer los capítulos anteriores y ya van doce. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, aunque ya no tengamos tanto tiempo como antes, os copio sus direcciones: https://todorelatos.com/relato/156465/https://todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/https://todorelatos.com/relato/158502/https://todorelatos.com/relato/158808/https://todorelatos.com/relato/159124/https://todorelatos.com/relato/159373/https://todorelatos.com/relato/159734/ y https://todorelatos.com/relato/160131/

A pasarlo bien y gracias por vuestros comentarios y valoraciones y ofrecerme nuevas ideas para los relatos, que trataré de incorporar.)

Nos recompusimos después del polvo que habíamos echado Luisa y yo con Yasmine en la terraza del edificio. Cogí la botella de whisky que nos habían dejado Javier y Patro y nos fuimos para abajo. Cuando salimos de la terraza ya no quedaba ningún vecino.

-              Tenemos que volver, le contaré a Antonia y a las primas el festival que se forma en la terraza. –Dijo mi prima Luisa-.

-              Desde luego bastante sorprendente.

Cuando entremos en el piso eran las ocho de la tarde pasadas. Me quedé en mi habitación. Estaba tan cansado que no iba a tardar nada en acostarme. Miré el móvil, tenía un mensaje de Clara, la madre de Cristina, invitándome a una vídeo llamada. Me pregunté que querría, si había estado toda la tarde en casa de mis padres. Clara me caía bastante bien, le devolví la vídeo llamada.

-              Hola Clara, me alegra verte, hace ya tiempo que no hablamos. Por cierto, estás muy guapa.

-              Gracias Carlos, es que he tenido un día para recordar. Perdona que no esté más arreglada, pero es que he llegado de la calle tan agotada, que me quitado la ropa y ya no he tenido ganas de vestirme.

Clara parecía llevar un salto de cama o algo parecido muy vaporoso. Estaba radiante, yo diría que como no la había visto nunca.

-              No te preocupes que entre nosotros hay confianza. ¿Qué tal están todos en casa de mis padres?

-              Muy bien, ya sabes cómo son ellas, bueno y tu padre. La verdad es que tu padre me ha parecido un poco desmejorado, pero es que es mucho lo que tiene encima y en estas circunstancias.

-              Dime, ¿querías algo en concreto o charlar un rato? Yo también estoy un poco agotado.

-              Sí, contarte algo. Por cierto, ¿has felicitado a Cristina?

-              Sí, esta tarde. Ya me ha dicho que Sonia ha tenido que irse a casa de sus abuelos para echarles una mano.

-              A mí no me alegra que se haya tenido que ir, pero al menos algo más de paz tendremos. Me tenía al niño revolucionado.

El niño era el hermano pequeño de Cristina. Un zangolotino de quince o dieciséis años, caliente como cualquier crio de su edad y con las hormonas revolucionadas.

-              ¿Por qué?

-              Pues porque Sonia tiene la costumbre de ducharse con la puerta abierta y el jodido pajillero del niño, pues a mirar cómo se duchaba  y a cascársela. ¡Coño que había que ir dando voces por el pasillo para no encontrárselo dándole al manubrio delante de la puerta del baño!

-              Es que la tentación es demasiado grande para el chaval.

-              Para el chaval y para cualquiera, porque el imbécil de mi marido no le quitaba el ojo de encima tampoco. Dos tangas sucios de la chiquilla le ha encontrado en los bolsillos de la bata al muy guarro y no quieras saber con qué olor los tangas, como para caerse redonda.

-              ¿Dime qué querías contarme?

-              Ah sí. Ayer tarde me llamó tu abuela. Yo creo que hacía por lo menos tres años que ni hablaba con ella ni la veía. Me pidió si esta mañana podía ir a arreglarla un poco. A otra cualquiera le hubiera dicho que no, ya que estaba comprometida para la tarde con tu madre, pero con tu abuela no me podía negar, ya sabes que le debo lo que nunca podré pagarle.

Mi abuela había colaborado para que mi abuelo le quitara a Clara las penas de recién casada con un marido muy poco habilidoso para el sexo y además mi abuelo la había dejado embarazada de Cristina.

-              Lo sé, me lo contaste tú.

-              Quedamos sobre las diez y a esa hora estaba llamando a su puerta. Me abrió en albornoz y me ofreció un café, que acepté encantada. Mientras lo tomábamos, me contó que tal día como hoy hacía cincuenta años que había follado por primera vez con tu abuelo y que quería estar guapa para celebrarlo. La observé y yo sé que tu abuela debe tener más de setenta años, pero por la cara, el cuello y las manos era imposible echarle más de cincuenta y cinco.

-              Sí, parece mentira, pero se conserva como si estuviera metida en alcohol.

-              Cuando terminamos el café le pregunté que cómo quería que la peinase. Ella me contestó que eso le importaba menos, que lo que quería era depilarse el chocho.

-              ¡Vaya con mi abuela, que moderna!

-              Y tanto. Entonces me cuenta que nunca ha llevado el chocho totalmente depilado y que le apetecía sorprender a tu abuelo.

¡Qué familia la mía! Pensé.

-              Yo le digo que encantada, que lo ella quiera. Fuimos al baño y entonces se quitó el albornoz. Carlos, te juro por lo más sagrado, que aquello era increíble, su cuerpo parecía el de una mujer de cuarenta y tantos años. ¡Coño que a mí me dio envidia de sus tetas y de su culo y yo me conservo de maravilla, como tú sabes!

-              Clara, yo cada vez me extraño menos de las cosas de mi familia.

-              A mí no me gusta casi ninguna mujer, pero es que lo de tu abuela era tan increíble, que empezó a hacerme tilín,

-              ¡Clara, que es mi abuela!

-              ¿Y qué, que sea tu abuela? ¡Aquel cuerpo era bellísimo y lo increíble es que era de una mujer de más de setenta años!

Mi abuela es una mujer muy guapa, pero sobre todo tiene un carácter muy fuerte capaz de llevar a toda la familia por delante, incluyéndome a mí.

-              Tan asombrada me quedé que le pregunté qué hacía para estar así. Ella me contestó que trabajar mucho y follar todos los días, por lo menos una vez, con tu abuelo.

-              Clara, ¿de verdad tienes que contarme eso?

-              Carlos, te lo cuento porque saber estas cosas te vendrá muy bien en tu vida.

-              Tu abuela, ya desnuda, me dice que si no me apetece ponerme más cómoda y la verdad es que sí que me apetecía. Me quedé en tanga y sujetador y le pedí a tu abuela que se sentara en la banqueta para arreglarla. Llevaba el chocho…

-              ¡Coño Clara, a mí que me importa cómo llevase los bajos mi abuela!

-              Vale, omito los detalles. Le puse un poco de espuma y la fui dejando como el culito de un bebé. Mientras la afeitaba la miraba y es que no tenía ni un descuelgue. Las tetas bien grandes, en su sitio, un poquito de barriga, eso es inevitable en una mujer a partir de los cincuenta, también en su sitio, en fin, como te digo, increíble y yo he visto a muchas mujeres desnudas por mi trabajo. Pensé que, si la fórmula para estar así era follar varias veces al día durante los últimos cincuenta años, yo iba a estar hecha una vieja pelleja por culpa de mi marido.

-              No te quejes que tú estás muy bien.

-              Sí, pero yo tengo veinticinco años menos que ella. Cuando terminé de depilarla la limpié bien el bidé. Vamos con el pelo, le dije. Ella volvió a la banqueta y se puso una toalla sobre los hombros. Yo tenía unos sofocos terribles, no sé si de la situación o del principio de la menopausia. ¿Te importa si me quito la ropa interior? Le pregunté y ella me contestó que en absoluto. Desnudas las dos, empecé a arreglarle el pelo. No quiero que me tiñas, sólo que me cortes un poco y me peines, me dijo y yo la obedecí, para eso ella era la clienta, aunque yo le hubiera puesto un poco de reflejo.

-              Venga Clara, que estoy muy cansado y quiero irme a la cama. –Le dije para que no me contara cada detalle-.

-              Yo me había puesto muy excitada de estar las dos desnudas y peinando a tu abuela. Fíjate que si yo me excito en la peluquería peinando a las clientas y clientes, como estaría. Carlos, al revivirlo para contártelo me estoy poniendo otra vez muy excitada.

Clara se despojó del salto de cama y, al menos de cintura para arriba se quedó desnuda. Tenía unas tetas preciosas, grandes, redondas, un poco caídas y con los pezones grandes y duros.

-              Cuando terminé de peinarla, le quité la toalla y la sacudí en el lavabo. Pues ya está, le dije. No, todavía no está, me contestó ella. Se levantó de la banqueta, me cogió por los hombros y me dio la vuelta. Tu abuelo estaba en la puerta del baño, desnudo y con un pollón más grande que cuando tuve el lío con él.

-              ¡Clara por Dios, que son mis abuelos!

-              ¡Cállate, que pareces tonto! ¿Qué te crees que a tus abuelos no les gusta la marcha, por que tengan setenta años?

-              Yo ya sé que a mi abuelo le va la marcha, pero creía que mi abuela ya estaba más tranquila.

-              ¿Cómo va a estar tranquila con un hombre así en casa? Me quedé sin habla. Tú tienes una polla grande, pero lo de tu abuelo con los años ha llegado a ser superlativo. Tu abuelo se acercó a mí y empezó a besarme en la boca, pegando aquella estaca a mi barriga. A mí se me empezaron a aflojar las piernas. Entonces tu abuela me dice al oído: Clara, para celebrar nuestros primeros cincuenta años follando, estoy organizando encuentros con sus mejores amantes, pero ahora yo quiero participar también.

-              ¡Venga ya Clara, que imaginación tienes! Si te quieres excitar cómprate una revista de tíos cachas, pero no inventes.

-              No te estoy contando más que lo que me ha pasado esta mañana con tus abuelos y sin pelos y señales, porque tú no quieres. Tu abuela quiere sorprender a tu abuelo repitiendo con algunas de las mujeres que ha tenido como amantes en su vida, pero ella también se quiere divertir, lo que a mí me parece muy bien. Para mí ha sido una alegría y un orgullo muy grandes, que se hayan acordado de servidora, que era una pazguata cuando follé con tu abuelo.

-              ¿Y en cuantas amantes ha pensado mi abuela? –Le pregunté con un poquito de guasa-.

-              En principio en cincuenta y dos, una por semana durante todo un año, pero temen que cuando se sepa en el pueblo y en un pueblo tan pequeño se sabe todo, tengan que ir subiendo el número.

Aquello era increíble, no podían celebrar las bodas de oro como todo el mundo, con una fiestecita, rodeados de los nietos. Y además, mi abuelo follándose a las de la residencia como servicio público. ¿Y yo estaba cansado por cuatro polvos, con dieciocho años?

-              Ha sido una mañana de sexo como he tenido pocas o ninguna en mi vida. –Siguió contando Clara, cuyas manos habían desaparecido debajo de la mesa-. Tu abuelo no me ha sorprendido, yo ya sabía que es un amante extraordinario, pero lo de tu abuela ha sido impresionante, ¡como lubrica con más de setenta años y que flexibilidad, ha hecho posturas que yo no podía ni con veinte años!

-              Una bonita y edificante historia Clara, sobre  todo tratándose de mis abuelos, ¿pero que tengo yo que aprender de ella?

-              Carlos, el sexo es vida y tú eres un chico muy afortunado en el sexo. No dejes pasar ni una sola ocasión que se te presente.

-              ¿Clara, qué estás haciendo con las manos, que me estás mareando? –Los dos brazos de Clara no paraban de moverse-.

-              Lo siento Carlos, pero no puedo evitar hacerme un dedo recordándolo.

-              ¿Puedo preguntarte qué tal en casa de mis padres o mejor lo evito?

-              Bien, pero otra cosa. Me quedé a comer con tus abuelos para echar el penúltimo tomando una copita. Después me fui a casa de tus padres y bien, pero no era lo mismo.

-              Clara, déjame ver qué te haces con las manos.

Empujó la silla hacia atrás y ya pude ver que tenía las dos manos en su chocho, con una se lo abría y con la otra se lo sobaba en plan fiera.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó-.

-              Mucho, pero por curiosidad: ¿Cuántas veces te has corrido ya hoy?

-              No lo sé a la sexta vez perdí la cuenta, deben haber sido diez o doce.

-              ¿Y todavía te quedan ganas de otro?

-              Es que tú no sabes lo que hemos hecho tus abuelos y yo. Creo que voy a tener recuerdos para hacerme dedos durante meses. ¿Cómo tienes la polla?

-              Viendo el dedo que te estás haciendo se me ha animado.

-              ¿Por qué no me la enseñas?

Me bajé los pantalones y me retiré de la mesa, volvía a estar empalmado.

-              La tienes como tu abuelo. –Me dijo al verla-. Lástima para tu madre que tu padre no pase de la media, aun cuando la maneja bastante bien.

-              ¿Con mi padre también Clara? ¡Joder, te has cepillado a las tres generaciones!

-              Y espero estar bien todavía para cepillarme a tus hijos.

-              ¡Clara coño, no digas más barbaridades!

-              ¿Barbaridades por qué? Una mujer madura puede enseñarle muchas cosas a un chaval. Tócatela Carlos, quiero ver cómo te la tocas.

¿Cómo era posible que yo estuviera otra vez caliente? Le hice caso a Clara y empecé a sobarme el nabo.

-              Carlos, en el salto generacional entre tu abuelo y tú, tiene que haber algo raro. –Dijo Clara-.

-              Clara sigue con lo tuyo y no inventes cosas. –Le dije acordándome de las elucubraciones de mi prima Julia esa misma tarde-.

-              El sexo llama al sexo, como el dinero llama al dinero o más todavía. Carlos, mientras más sexo tienes, más quieres. –Dijo entrecortadamente Clara-.

-              Estás tú muy profunda para lo que te estás haciendo.

-              El sexo es la mejor forma de despejar la mente y pensar con claridad.

-              Lo primero es posible, pero que el sexo hace pensar con claridad, no te lo crees ni tú.

-              El sexo satisfecho, no el sexo deseado. ¡Aaaagggg!

-              Eso es posible. Clara, sóbate las tetas gordas esas que tienes.

-              ¿Te gusta ver cómo me sobo las tetas?

-              Mucho, tienes unas tetas de escándalo.

-              ¿Te gustaría sobármelas tú?

-              Más que ver como lo haces tú. ¿Ya ti te gustaría sobarme el nabo?

-              Lo pondría entre mis tetas hasta que te corrieses, como he hecho hoy con tu abuelo. ¡Aaaaaggggg!

-              ¡Deja a mi abuelo en paz, coño!

-              Te molesta que te nombre a tu abuelo, pues hoy me ha reventado el culo. ¡Aaaaahhh, aaaaagggg, me corro Carlos, me corro, me cooorrrro otra vez, aaaaagggg!

-              ¡Y yo, y yo, uuuufffff, aaaahhhhh!

Nos quedamos los dos exhaustos y en silencio.

-              Carlos, te voy a dejar, estoy muerta y me voy a ir a la cama.

-              Y yo también, me alegra haber podido verte un rato, aunque me hayas contado esas cosas de mis abuelos.

-              No me lo recuerdes Carlos, que empiezo otra vez y de verdad que ya no puedo más.

Cerró el programa y yo también. Recogí la lefa que había caído por el suelo con un buen trozo de papel higiénico, terminé de desnudarme y me tumbé en la cama pensando en mis  abuelos. La abuela, con el rollo de la celebración de los cincuenta años del primer polvo con mi abuelo, se iba a pegar la tía más de cincuenta tríos. ¿De dónde sacaban la energía y las ganas? No sin algo de morbo, me imaginé que los días que no tenían trío rememoraban entre los dos lo sucedido en su momento entre mi abuelo y la amante que fuera y volvían a darle al tema. Pensé también en Clara, a lo tonto a lo tonto, se había follado a las tres generaciones de mi familia paterna y todavía quería coger a la cuarta, que ni había nacido, ni se le esperaba. Al final me quedé dormido encima de las sábanas, como a las ocho y media de la tarde.

Me despertó mi prima María sobándome la polla, que volvía a tenerla empalmada.

-              Hola María, ¿qué hora es?

-              Las diez y algo de la noche. Venía a llamarte para cenar y me he encontrado con este panorama. –Dijo subiendo y bajando su mano por mi polla-. ¿Con qué estabas soñando que tan contento te tiene?

-              Ahora que lo dices, es verdad, estaba soñando algo bastante caliente.

-              Cuéntamelo, que me encantan los sueños calientes de los tíos.

-              Espera a ver si lo pongo en pie. Te lo cuento. Recuerdo que la visita de Paula de esta mañana me había creado una mala conciencia tan grande, que había decidido buscarme un trabajo. Después de buscar por internet en las páginas especializadas en trabajos cochambrosos, opté en primer lugar por uno que me dejaba las mañanas libres para asistir a clase.

-              Parece que Paula te va a sentar la cabeza.

-              Tanto no diría yo, pero sí que me está haciendo pensar sobre la vida padre y madre que me pego. El trabajo era para un restaurante mejicano. El anuncio no era claro sobre cuáles eran las funciones que se tenían que desarrollar. Llamé por teléfono y de dijeron que me presentara a una entrevista a las pocas horas. A la hora que me habían citado entré en el restaurante y a una chica, que parecía camarera, le dije que me habían citado para una entrevista de trabajo. La chica me miró de arriba abajo y me indicó que subiera a las oficinas que estaban en la planta alta.

-              Primo, por ahora el sueño es un tostón.

-              ¡Calla coño, que después se anima! Subí por una escalera interior del local. Arriba estaban las puertas de los servicios y una puerta que ponía privado, esa debía ser la puerta de las oficinas. Intenté abrir pero estaba cerrada con llave. Llamé con los nudillos, pero nada, decidí esperar unos minutos. Del aseo de hombres salió una chica preciosa. Ahora que lo pienso, la chica era Victoria, la transexual amiga de Paula. Se dirigió a la puerta que ponía privado. Cuando la estaba abriendo con la llave de dije que tenía una cita para una entrevista de trabajo. Me miró también de arriba abajo y me dijo que pasara y me sentara, que su jefa no había llegado todavía.

-              Vamos a la sustancia primo, que nos quedamos sin cenar.

-              No seas impaciente, María. Me senté en la única silla que había, que estaba en la pared de enfrente a la mesa de la chica. La chica se sentó también. Me di cuenta que llevaba el uniforme del restaurante, pero en vez de con pantalón, como la camarera a la que había preguntado abajo, con falda corta que, al ser muy alta la chica, se le convertía en muy corta. Al sentarse con las piernas un poco abiertas, se le veían los muslos y sus bragas o tanga de color rojo. Debía ser un tanga muy estrecho porque también se le veían los laterales del monte de Venus. ¿Te parece que se vaya animando?

-              Un poco, pero sigue que no cenamos.

-              Hay que ver el lío que son los sueños. Esta tarde tu hermana me ha contado que en clase se sentaba con las piernas abiertas, para que las profesoras le vieran los muslos y las bragas y ahora eso se mete en el sueño. Yo procuraba no centrar la vista en el tanga rojo de la chica, pero la cabra tira al monte y cuando me daba cuenta estaba otra vez mirándolo. Como a los cinco minutos llegó una mujer de estatura media, pero con unos zapatos de tacón que la elevaban, por lo menos, entre doce y quince centímetros. Tendría unos treinta y tantos años, morena, guapa, pelo largo negro, con buena figura. Iba vestida también con el uniforme del restaurante, pero además de con la falda corta y la camisa, con una chaqueta del color de la falda. La chica se levantó y entró tras ella en el que debía ser su despacho. Al minuto la chica salió y me dijo que podía pasar. ¿María, tú me tienes que hacer una paja cada vez que me ves la polla?

-              Pues sí, ni puedo ni quiero evitarlo. Me gusta mucho sobarte la barra de carne que tienes. ¿No te gusta ya?

-              Claro que me gusta, puedes seguir el tiempo que quieras, pero entre todas me vais a matar.

-              No te quejes, que estar tarde te has cepillado a dos de nosotras y esta mañana a Antonia.

-              ¿Y tú como lo sabes?

-              Recuerda que nosotras nos lo contamos todo.

-              Pues algún secreto podíais guardaros. Sigo. La mujer se había quitado la chaqueta y tenía la camisa a reventar del par de tetas que tenía. ¡Qué barbaridad de tetas! Pensé y me dije que no debía mirárselas directamente, que se iba a dar cuenta y me iba a echar de la entrevista. Buenas tardes…, empezó a decirme y se quedó parada para que yo le dijera mi nombre. Carlos, le dije. Buenas tardes Carlos, mi nombre es Susana M. y soy la encargada del local. Hablaba con un fuerte acento mejicano y tenía la cara que yo le había puesto a la mejicana del sueño de Paula.

-              ¿Qué sueño de Paula?

-              Uno muy lúbrico que me contó esta mañana.

-              ¿Os dedicáis a contaros sueños en lugar de a follar?

-              Paula estaba con el período y se sentía un poco cortada. Le pedí que me contara un suelo caliente para que se desinhibiera.

-              ¿Y dio resultado?

-              Mucho y déjame seguir que pierdo el hilo. Encantado, le contesté a Susana. El despacho estaba amueblado con la mesa en la que ella estaba sentada, una silla de confidente en la que yo estaba sentado, un sofá, una estantería, un armario y otra puerta, además de por la que habíamos entrado. Eres más joven de lo que pensaba, me dijo. Tengo dieciocho años, le contesté. ¿Has trabajado en restaurantes? No, no he trabajado hasta ahora, le contesté. Pues ya va siendo hora, joven. Allá en mi país los jóvenes empiezan con quince. Yo me miraba las manos o los pies, para evitar mirarle las tetas que trataban de salírseles de la camisa o al menos de reventarle un par de botones.

-              ¿Cómo eran sus tetas?

-              Debía gastar una talla 105 centímetros o más con copa D o E, de sujetador. Desafiantes. La camisa le venía tan justa que los botones la atirantaban, dejando ver pequeñas partes de su sujetador negro y de la carne morena de sus tetas. Debía llevar un sujetador de esos que aprietan y suben las tetas, a la vista del inicio de su canalillo o en su caso canalazo.

-              ¿Te gustan las tetas tan grandes?

-              No he estado con ninguna mujer que las tenga tan grandes como me imagino las de Susana, pero alguna vez me gustaría estar con alguna y disfrutar con toda esa carne tibia.

-              No te van a caber ni en las manos ni en la boca.

-              Bueno, tú déjame a mí que invente que hacer con ellas. En el sueño pensé que no había visto unas más grandes en mi vida. ¿Tampoco tienes experiencia como repartidor a domicilio? Me preguntó. Tampoco, pero he pedido muchas veces pizza y creo que puedo hacer ese trabajo. No te creas que es tan fácil, hay mucho sinvergüenza por el mundo que quiere comer gratis y mucho malandro que pretende quitarte el dinero, me dijo ella. No lo había pensado, le contesté, pero todos los trabajos tienen sus riesgos. En este restaurante cuidamos mucho los detalles, continuó, y uno de ellos es que nuestros camareros y repartidores sean jóvenes y atractivos.

-              ¡Qué tía, lo que quería la mejicana era pillar cacho!

-              De eso me di cuenta después y no me importó nada, al revés. Se levantó y entonces pude ver su buen culazo muy respingón, embutido en una falda que debía ser una o dos tallas menos de la suya, y sus bonitas y torneadas piernas con medias negras de las de costura por detrás. Buscó en el armario, cogió algo, se volvió a sentar en la mesa y me dijo ofreciéndome lo que había cogido del armario: toma, pruébate el uniforme a ver cómo te queda. Cogí la bolsa con el uniforme, me levanté y me quedé esperando que me indicara el sitio para cambiarme. ¿A qué esperas chico? Me preguntó ella. A que me diga dónde puedo cambiarme, le contesté. Pero muchacho, no seas tan  parado, aquí mismo o es que quieres un espejo para verte.

-              ¡Qué morro la tía!

-              Vera señora, es que con esto del confinamiento me he acostumbrado a no llevar calzoncillos y se me ha olvidado ponérmelos para venir, le dije. Muchacho, qué crees que me voy a asustar, me contestó ella. A mí, de la visión de semejantes tetas, aunque fuera con camisa y sujetador, se me había puesto ya la polla morcillona.

-              ¿Solo morcillona?

-              Sí, recuerdo del sueño que solo morcillona, pero bastante morcillona.

-              ¿No te excitabas pensando lo que podrías hacer con semejantes tetas?

-              Sí, pero quería concentrarme en la entrevista. Total, que Susana se queda mirándome, esperando a que me pruebe el uniforme. Bueno, pues allá tú, pensé. De pie al otro lado de la mesa, me quité el niqui, pensé en ponerme la camisa del uniforme para taparme con ella la polla, pero me dije que no, que si quería verme desnudo, me iba a ver desnudo. Me solté los pantalones, sin que Susana me quitara ojo repanchingada en su sillón, y me los quité. Muchacho, te ha tratado la naturaleza con mucha generosidad, me dijo mirándome la polla. No soy el único de este despacho al que la naturaleza ha tratado generosamente, le dije pensando en sus tetas.

-              Has tardado, pero el sueño se va animando. -Me dijo mi prima María sin dejar de sobarme el nabo-.

-              ¿A qué refieres? Me preguntó ella. Creo que es evidente, le contesté. Muchacho en la vida hay pocas evidentes, aclárate, me dijo. Yo seguía desnudo intentando abrir la bolsa de plástico con el uniforme. Me refiero a los dos melones que Dios le ha dado. ¿Melones?, me preguntó sin apartar la vista de mi polla. A sus pechos, me refiero a sus pechos, le contesté ya mirándolos descaradamente. Tetas, se dicen tetas, me corrigió y continuó: ¿te gustan las tetas tan grandes como las mías? ¿Y a ti te gustan las pollas tan grandes, como la mía? Claro que me gustan y a qué mujer no, me contestó ella.

-              Vaya la deriva calentorra que tomó la conversación con Susana.

-              Pues sí, la verdad es que no sé porque fui tan descarado con ella. Conseguí abrir la bolsa con el uniforme y sólo con verlo me di cuenta que era muy pequeño para mí. Creo que me va a venir chico, le dije. Me gusta que mis trabajadores vayan bien apretados. Mientras  decía eso vi como se soltaba uno de los botones de la camisa y pude admirar la profundidad del canal que le formaban las tetas. Mi polla empezó a reaccionar ante aquella visión y decidí ponerme los pantalones del uniforme, antes de que la cosa fuera a mayores. Me venían pequeños de todo, pero donde más en la entrepierna, empecé a sospechar que me había dado un uniforme de mujer. Con mucho trabajo logré cerrarme el pantalón, gracias a que era de botones. Me formaban un paquetón de mucho cuidado.

-              Me lo puedo imaginar, pero me habría gustado poder verte. Cualquier día te voy a poner unas mallas de las mías.

-              No serás capaz.

-              Que no lo dudes, me apetece verte con un buen paquetón.

-              María, quítate la camiseta –le dije a mi prima-.

-              Claro primo –me contestó quitándosela y dejándome ver sus preciosas tetas-. No  son como las de Susana, pero no están nada mal.

-              Pero nada, nada mal. –Le dije incorporándome para olérselas, que era mi perdición con María-.

-              Sigue contando, que me tienes en ascuas.

-              Luego me puse la camisa. Con todo el uniforme puesto parecía el increíble Hulk muy cabreado. Entonces ella, sin dejar de mirarme el paquete llamó a su secretaria: ¡Victoria ven! Victoria debía estar detrás de la puerta porque entró en un segundo. ¿Qué te parece el aspirante? Le preguntó. Victoria se me quedó mirando largamente y al final le dijo a su jefa: No está mal, pero mejor que se quite los calcetines de la entrepierna, el bulto es demasiado exagerado. No te equivoques Victoria, no es relleno, es natural, le contestó Susana. Victoria, sin quitarme tampoco ojo al paquete, enarcó las cejas como diciendo: ¡Qué bárbaro! Yo estaba un poco cortado con las dos mirándome el paquete, sin que las conociera de nada.

-              ¿No te gusta que te miren el paquete?

-              A mí no me miran el paquete, suelo ponerme pantalones con mucho tiro.

-              Pues haces mal. Eso es como si las tías nos pusiéramos blusones para que no se nos noten las tetas. ¿A qué no  te gustaría? Te voy a regalar unos pantalones bien ajustados, para que luzcas lo que tienes.

-              No sé, igual tienes razón. Dime Victoria, ¿no te gustaría que tu novio tuviese algo así entre las piernas?, le preguntó Susana. Si mi novio tuviera eso entre las piernas, te enfadarías mucho conmigo por llegar tarde todas las mañanas, le contestó Victoria y se rieron las dos. Vi como Victoria, que cada vez me gustaba más, se acercaba mucho a su jefa y esta le ponía una mano en el culo y la iba subiendo y bajando. ¿Puedo quitarme esto ya? Le pregunté a Susana. ¿Te molesta llevarlo puesto? Me repreguntó ella. Si fuera de mi talla y de hombre no me molestaría, pero es que me aprieta mucho, le contesté. Veía como Susana cada vez bajaba más su mano por la falda de Victoria, hasta llegar a sus muslos y acariciárselos. Mira a Victoria, ella también lleva el uniforme muy apretado y no se queja, me dijo Susana. Victoria se movió hasta situarse detrás de su jefa y le puso las manos sobre sus hombros.

-              ¡Qué confianza entre las dos! –Me dijo mi prima, que soltó mi polla para quitarse los pantalones del pijama, quedándose completamente desnuda, y luego ponerse encima de mí con su chocho encima de la base de mi polla y sus dedos acariciándome el capullo-.

-              Prima, me vas a poner malito. O mira a Susana, con sus enormes tetas oprimidas por la camisa y tampoco se queja, me dijo Victoria que fue bajando sus manos por los hombros y las tetas de Susana, hasta llegar a los botones de su camisa, sin dejar de mirarme en ningún momento. Yo, de ver a Victoria bajando sus manos por las monumentales tetas de Susana, me estaba empezando a poner palote y el bulto de la entrepierna me iba creciendo. Victoria le soltó a Susana tres botones más de la camisa, quedando abierta hasta debajo de su sujetador negro. Me impresionaron dos cosas, el volumen de las tetas de Susana, que ahora podía ver ya sin la camisa, y el sujetador que llevaba. Las copas del sujetador eran muy bajas, dejando a la vista una parte de sus grandes y oscuras areolas, por encima, el sujetador tenía dos cintas, también negras, que iban del centro hasta el principio de los tirantes, formando dos curvas que dibujaban perfectamente el volumen y la forma de sus tetas. ¡Prima, que gusto me produce el calor y la humedad de tu chocho sobre mi polla!

-              Y a mí tenerte en medio de mi chocho. ¿Tienes hambre?

-              Un poco, pero deja que termine de contarte mi sueño.

-              No, espérate que voy a ir por algo para cenar y un par de cervezas.

María se levantó y desnuda como estaba salió de la habitación. Me quedé con la polla como un leño y con la imagen de mi prima desnuda de espaldas saliendo de la habitación. Pensé que el piso se había convertido en un cachondeo y que cada uno iba desnudo o vestido o a medio verter cuando le parecía.

-              ¿Hermana, tú no ibas a llamar al primo para cenar? –Escuché decir a Julia-.

-              Sí, pero las cosas se han liado un poco más de la cuenta y vamos a tomar algo en la habitación.

-              ¿Ahora cada uno va a cenar por su cuenta? –Preguntó Luisa-.

-              ¡Mira Luisa, no empieces a joder la marrana! –Le contestó María-.

-              Eso precisamente, joder. –Insistió Luisa-.

-              Vamos a ver Luisa. Tu novia se ha follado al primo esta mañana largo y tendido y esta tarde Julia y tú también os lo habéis follado. ¿He dicho yo algo? No. Así que ahora la única que podría hablar es Vero y que yo sepa no ha dicho nada.

-              Tranquila hermana –le dijo Julia-.

-              Yo estoy muy tranquila, pero vosotras dejadme en paz. –Le contestó María-.

Pues sí que llevaban bien la cuenta, pensé. Luego mi cabeza volvió al sueño y a Susana. Era verdad que nunca había estado con una mujer con esas tetas, la imagen debería haberla sacado de alguna revista o de alguna película. En el pueblo había mujeres pechugonas, pero todas trataban de disimular sus grandes tetas con ropa muy holgada. Lo que me gustaba del sueño era que Susana no trataba de disimularlas, sino  que se sentía orgullosa de tenerlas así de grandes y que el mundo lo supiera. Me apeteció mucho tener un lío con una mujer así y poder jugar, sobar, morder o chupar unas tetas como esas.

-              ¡Estoy hasta el coño de mi hermana y de tus primas! –Dijo María entrando en la habitación con un plato en las manos y un par de latas de cerveza. Dejó las cosas sobre la mesa y cerró la puerta-.

-              ¡Esa puerta! –Se escuchó gritar a Luisa-.

-              ¡Vete a la mierda Luisa! –Le contestó María-.

María estaba muy atractiva desnuda. De las cuatro primas era la que tenía la piel más blanca. No es que no tomase el sol, es que no se le pegaba. Sus areolas eran grandes y de un color rosa claro. Tenía tres o cuatro kilos de más, pero su figura era muy atractiva, casi más que si hubiera estado en su peso.

-              ¡No te jode, las muy zorras aguafiestas! –Dijo dándome una de las latas y poniendo el plato con algunos embutidos y unos picos sobre la cama-.

-              No te enfades con ellas.

-              Primo, de verdad que estoy harta de la lista de mi hermana. Toda la vida teniendo que quedar por encima de mí.

-              Venga María no será para tanto.

-              ¿Qué no? Cada vez que ha podido se ha follado al tío con el que estuviera saliendo o si era un pazguato me lo ha espantado. ¡Coño que se cree la reina del mambo! Pero eso no es lo que más me ha jodido de ella, sino que se adelantara para follarte ella a ti la primera.

-              ¿Cómo es eso? –Le pregunté recordando lo que Julia me había contado sobre mi primer polvo-.

-              Una noche que estábamos las dos acostadas cada una en su cama, me dijo que me pasara a su cama. Yo creí que quería que nos hiciéramos las dos un dedo juntas, como hacíamos muchas noches. Me quité el pijama, me pasé a su cama y recosté mi cabeza en su hombro. Entonces me preguntó: ¿María tú le haces pajas al primo? Me quedé un poco sorprendida, porque creía que eso sólo lo sabíamos tú y yo. Sí, algunas tardes, le contesté. ¿Te gusta el primo o es para quitarte la calentura? Me volvió a preguntar. Las dos cosas, le contesté.

María volvió a sentarse sobre mi polla como estaba antes y me la cogió con una mano mientras en la otra tenía la lata de cerveza.

-              ¿Te gustaría hacer algo más con él, además de pajearlo? Me preguntó mi hermana. Sí, me gustaría follar con él cuando sea un poco más mayor, quiero ser yo quien lo estrene, le contesté. ¿Y qué le harías? Volvió a preguntarme. Pues ya te lo he dicho, follármelo. Ya, te preguntó cómo te gustaría hacerlo. En ese punto de la conversación con Julia, ya estábamos  las dos haciéndonos un dedo. No sé, le contesté, me gustaría zorrearle un poco, ponerlo muy caliente, tumbarle boca arriba y luego, mirando su cara, meterme su polla en el chocho y moverme, con sus manos en mis tetas, hasta que se corra dentro de mí.

-              ¡Prima que buen plan, cuanto me hubiera gustado!

-              Espérate y verás. Entonces me dice: a mí me parece que es demasiado pequeño para ti, ¿por qué no dejas que sea Vero la primera en follárselo? ¿Y Vero por qué y no yo? Le pregunté. Ellos dos están muy unidos y además sólo se llevan un año, sería más natural. Me quedé pensando en lo que Julia me había dicho, nos corrimos, me fui a mi cama y me dormí. Creo que esa noche soñé cómo quería follarte. A las dos o tres noches Julia me preguntó si había pensado en lo de Vero. He hablado con ella, le contesté, y me ha dicho que no lo había pensado, que el primo todavía es muy crio.

-              ¡Joder con doña Vero y no me saca más que un año!

-              Las mujeres nos desarrollamos mucho antes que vosotros los tíos. Después de un fin de semana que yo pasé en casa de la tía Marisa y Julia en la tuya. Estando en la cama me vuelve a decir que me pase a la suya, después de quitarme el pijama me cambié a su cama ¡y va la tía asquerosa y me suelta que te había follado ya ese fin de semana y que si quería que me lo contase! La mandé a la mierda, me volví a mi cama y estuve más de dos meses sin hablarle a la muy puta.

-              María eso pasó hace ya mucho tiempo, no se lo puedes tener guardado.

-              No es que se lo tenga guardado, pero es que es así siempre. Te engatusa, te siembra dudas y luego se aprovecha de eso. Con los ligues míos que le gustaban, me contaba que los había visto con fulanita o con menganita, que me lo pensara bien, que me estaban poniendo los cuernos y luego, cuando dejaba de echarles cuenta, se los tiraba ella la muy zorra.

Picamos lo que había traído María y nos bebimos las cervezas.

-              Sigue contándome tu sueño, que lo habías dejado en un momento muy interesante. –Me pidió-.

-              Trato de seguir poniéndolo en pie. ¡Ah sí! La secretaria se había situado detrás de Susana y le había desabrochado varios botones de la camisa, hasta dejarla abierta por debajo del sujetador más excitante que yo había visto nunca. Susana sabía sacarle partido a los melones que tenía por tetas. Si tanto te molesta el uniforme quítatelo, me dijo Susana. Efectivamente el uniforme me molestaba mucho, pero se me había puesto una erección de caballo con las tetas y el sujetador de Susana. Si me lo quitaba se iba a ver un espectáculo y no podría conseguir el trabajo que tanto quería, aunque fuera una mierda. Puedo esperar un poco, le contesté. Como quieras, dijo Susana y continuó: Muchacho antes hemos hablado de los riesgos que corren los repartidores de pizza, pero los mayores riesgos no están en las calles, sino en las casas.

-              ¿En las casas? –Preguntó extrañada mi prima María-.

-              María recuerda que es un sueño.

María debía tener el chocho empapado, porque notaba su humedad sobre mi polla y lo deslizaba sobre ella con total facilidad.

-              Primo estás segregando lo más grande. –Me dijo María llevándose sus dedos a la boca para saborear mi líquido preseminal-.

-              ¿Qué quieres que haga teniendo tu chocho encima de mí polla? Lo mismo que tú has preguntado le pregunté yo en el sueño: ¿en las casas? Sí, en las casas. Hay muchas mujeres solas o parejas muy calientes que piden pizza sólo para tentar al repartidor y tener sexo con él. ¿De verdad? Le dije incrédulo por lo que contaba. Sí muchacho, como lo oyes. Victoria, tú que estuviste un tiempo repartiendo, ¿es verdad lo que digo? Como el evangelio, le contestó Victoria, que seguía con las manos apoyadas sobre el inicio de las tetas de Susana, cuya visión me estaba matando. ¿Y cuál es la política de la empresa para esos casos? Le pregunté, pensando que me contestaría que largarse. En la divisa de esta empresa figura el empeño por satisfacer siempre al cliente.

-              Voy a llamar yo a esa pizzería, a ver si me traes tú el pedido. –Me interrumpió mi prima-.

-              ¿Más pedido quieres que el que ya tienes entre las piernas? –Le dije a María y continué con mi sueño-: ¿Crees que podrías hacerlo? Me preguntó Susana, que no había dejado de mirarme el paquete. Creo que sí,  le contesté. ¿Qué harías si te abriese la puerta una mujer como yo, así como estoy ahora? Me volvió a preguntar Susana. No sé, imagino que le daría el pedido y la cuenta y cuando me la abonase me marcharía. Susana se levantó y se puso a un lado de la mesa frente a mí, Victoria la siguió. ¿Y si yo te abriese la puerta en ropa interior? Volvió a preguntar mientras Victoria le bajaba la cremallera de la falda, dejándola caer a sus pies, y luego le soltaba el resto de los botones de la camisa, ayudándola a quitársela.

-              ¿Cómo estaba Susana en ropa interior?

-              Increíble María. El sujetador ya se lo había visto. Llevaba un tanga negro con las mismas tiritas que el sujetador, que le cruzaban su impresionante culo. Las medias eran sin liguero, de esas que se pegan a la piel con una tira de silicona. Estaba bastante morena, incluido su culo que le dejaba al aire su tanga menos por las tiritas. El tanga era muy estrecho por delante y dejaba ver parte de su monte de Venus. Debía llevar el chocho depilado. Pese a que llevaba un rato empalmado, la polla me dio un brinco bajo los muy ajustados pantalones del uniforme, brinco que debieron ver bien las dos, porque no dejaban de mirarme la entrepierna. Muchacho estoy esperando una respuesta. No sé, le respondí, podría ocurrir que la hubiera cogido cuando iba a bañarse o a desvestirse o a vestirse y que no quisiera nada conmigo. Le daría también el pedido y la cuenta.

-              ¿Tú eres tonto Carlos? Estaría más que claro que la tía quiere rollo con el repartidor.

-              ¿Y si en vez de una fueran dos las que te abren la puerta en ropa  interior? Me volvió a preguntar Susana. Al oírla, Victoria comenzó a quitarse la camisa y la falda del uniforme. Llevaba las mismas bragas negras tipo culotte que Victoria, la amiga de Paula, e iba sin sujetador. Me fijé, aquella chica tenía un cuerpo idéntico al de  Victoria. No sé, ¿qué debería pensar? Le pregunté. No se trata de que yo te lo diga, sino de saber cuál sería tu reacción, me contestó Susana. En esta ocasión sí pensaría que son dos mujeres que están solas en su casa y que necesitan de los servicios del repartidor. Muy bien muchacho, me dijo Susana, ¿y tú qué harías? Victoria se había puesto al lado de Susana y esta había pasado el brazo por detrás de su cadera.

-              ¿Y tú como tenías la polla con semejante visión?

-              La tenía bien jodida. Se me había puesto como una tranca, pero el uniforme no dejaba que subiera y me apretaba mucho, hasta producirme dolor, tanto, que decidí quitarme los pantalones del uniforme. Con su permiso me voy a quitar los pantalones, le dije. Susana hizo un gesto de fingida indiferencia hacia lo que yo hiciera o dejara de hacer. Me puse de pie, me solté los pantalones y al empezar a bajármelos mi polla saltó como un resorte y me dio un golpe en la barriga. ¡Qué barbaridad muchacho! Exclamó Susana al verme la polla en todo su esplendor.

-              ¿Y Victoria no dijo nada?

-              Victoria se llevó las manos a su boca con un gesto de sorpresa. ¿Has visto algo así alguna vez? Le preguntó Susana a Victoria. En vivo nunca en mi vida, ni en mis mejores sueños. Muchacho el aspecto es inmejorable, ¿pero qué sabes hacer con ella, crees que podrías satisfacer a dos clientas como nosotras? Creo que sí, pero no sé si las dos clientas son muy exigentes, le contesté. ¿Tú qué harías Victoria? Le preguntó Susana. Yo le diría que entrase para liquidar la cuenta, le ofrecería algo de beber y lo invitaría a ponerse cómodo, luego iría por la bebida y te dejaría a ti a solas con él. ¿Por qué no  te quitas también la camisa del uniforme para que estés más cómodo? Me dijo Susana. En el sueño, la visión de Susana con aquel sujetador y aquel tanga me tenía subyugado, era la viva imagen de la tentación. Me quité la camisa y me quedé de pie. Me dolía el nabo de lo duro que lo  tenía. Tiene aspecto de estar muy duro, me dijo Susana. ¿Por qué no lo compruebas tú misma? Le contesté.

-              ¡Primo que borde con tu futura jefa!

-              Borde ella, que había conseguido dejarme desnudo y empalmado como un mulo. Susana dio un par de pasos hasta situarse muy cerca de mí y me cogió la polla por el tronco. Victoria no te puedes imaginar cómo está de dura. Victoria avanzó y también me cogió el nabo. Yo las miraba a las dos y miraba mi polla entre sus manos. No pude más y metí la cabeza entre las tetas de Susana, que me recibió apretando mi cabeza contra ellas. Eran muy suaves y estaban calientes. Olían a algún perfume que no supe identificar. ¿No prefieres las tetas de Victoria que las tiene más duras? Me preguntó Susana. Perdona Victoria, pero prefiero los melones de tu jefa, le contesté. No te preocupes, me suele pasar, dijo ella. Observé que Victoria tenía un bulto bajo las bragas. O esta chica tiene un chocho de lo más carnoso o tiene un pelucón de mucho cuidado, pensé.

-              ¿Te gustan las mujeres con un buen pelucón en el chocho?

-              Prima, a mí me gustan las mujeres con pelucón, sin pelucón o con medio pelucón. El pelucón le da cierto misterio a las mujeres que lo llevan. Ese felpudo maldito cuando se lo ves a una mujer desnuda, te llama, te atrae, deseas tocarlo, pero las mujeres depiladas tienen el encanto de la chica impúber. Déjame seguir con mi sueño antes de que se me olvide. ¿Quieres que te libere de tensiones? Me preguntó Susana. Eso me lo dices cómo clienta o cómo jefa, le contesté sin sacar la cabeza de sus tetas. ¿Hay alguna diferencia? Ahora que lo pienso no. Victoria quítame el sujetador, le dijo. Victoria me soltó la polla, se puso detrás de su jefa y noté como la presión de las tetas de Susana disminuía. Ella me retiró la cabeza y dejó que su sujetador le cayera en los brazos.

-              ¿Primo, cómo tenía Susana las tetas sin sujetador?

-              Sin el sujetador todavía parecían más grandes. Con un bonito tono moreno, sin marcas de bañador o biquini, debía tomar el sol en toples o en pelotas, las areolas eran muy grandes, como una buena galleta, y bien oscuras, sin marcas ni granitos, dos deliciosos trozos de piel coronados por dos pezones grandes y carnosos, que estaban muy duros y que pedían a voces ser chupados, lamidos o mordidos. Victoria seguía detrás de ella muy pegada a su espalda. Ven, me dijo, y me llevó hasta su mesa, me sentó en ella, de pie se agachó  y se fue pasando mi capullo por sus tetas, embadurnándolas con el líquido preseminal que yo estaba segregando a borbotones, luego se golpeó los pezones y las areolas con mi polla, lo que me produjo  un inmenso placer. Susana me encanta lo que me haces, le dije. Esto te va a gustar todavía más, me contestó, se colocó mi polla entre sus tetas y se las apretó hasta capturarla. Casi no podía vérmela en medio de esas dos deliciosas masas de carne caliente.

-              ¡Primo me voy a correr, pero no dejes de contarme el sueño, aaaagggg, aaaagggg, qué bueno, qué fuerte, aaaagggg, aaaaggg!

Mi prima se corrió sin moverse de posición, con sus manos apoyadas en mi pecho.

-              ¡Sigue primo, sigue con el sueño!

-              Susana se movía arriba y abajo produciéndome un gran placer. Prima, para un hombre una paja entre las tetas de una mujer es una gloria. No sólo porque su temperatura o su tacto sean deliciosos, sino sobre todo, por ver como la mujer se coge las tetas para apretarlas contra tu polla y como mira alternativamente a sus tetas y a tu cara para ver el placer que te está regalando. Con las tetas que se gastaba Susana ese placer se multiplicaba, hasta volverte loco.

-              Para una mujer también es la gloria. Tener una polla caliente y dura entre las tetas, que estas sobando y apretando, es de lo más morboso. Imagino que  para Susana, con las tetas que se gasta, el tener un pollón como el tuyo entre ellas también debe producirle un inmenso placer.

-              Al menos eso parecía en el sueño. Después de un rato de moverse arriba y abajo, varió su posición para poder lamerme y comerme el capullo cuando salía por encima de sus tetas. Eso todavía elevó más el placer que me daba. Medio incorporado sobre la mesa como estaba, vi que Victoria, medio tapada por Susana, se quitaba las bragas y luego, si no fueran dos mujeres, hubiera jurado que se la estaba follando por detrás. Cuando ya no podía con más placer le dije a Susana que me iba a correr y ella me contestó que me corriera cuando quisiera, que ella sabía que no se me iba a bajar y podría follarla después. Empecé a correrme como una fuente en su cara, en su cuello y en sus tetas. Las cosas de los sueños, creo que estuve casi dos minutos soltando chorros, mientras Susana gemía cada vez más fuerte, hasta que creo que se corrió también y se dejó caer al suelo. Entonces vi que Victoria se gastaba una polla de mucho cuidado, que tenía como un palo.

-              ¡Primo, pero si sabías que es una transexual!

-              María es un sueño, yo de Victoria la amiga de Paula ya lo sé, pero de la Victoria del sueño no lo sabía. La cuestión es que no me produjo una gran sorpresa verle la polla empalmada en ese espléndido cuerpo de mujer que tenía. Ni chocho carnoso ni pelucón, sino un pollón, pensé. Me puse de pie para ayudar a Susana a levantarse, la senté en la mesa y le quité el tanga. Tenía un chocho grande, con un monte de Venus muy carnoso y no tenía ni un solo pelo. De la follada que le había estado dando Victoria lo tenía abierto con unos grandes labios menores también abiertos. Me puse en cuclillas entre sus piernas y empecé a comérselo. Victoria se subió a la mesa, se  puso de rodillas sobre su cabeza, le metió los huevos en la boca y le cogió sus enormes tetas para amasárselas. Las tetas de Susana en esa posición le desbordaban el cuerpo y Victoria se las juntaba hacia el centro y se las subía hacia la garganta.

-              ¡Joder primo, así tenías el empalme que tenías cuando te he despertado!

María se movió y se metió lentamente mi polla en su coño.

-              Prima que gusto me da, que  estrechito lo tienes.

-              No te preocupes que se dilata mucho, mejor no te cuento lo que he llegado a meterme.

-              ¡Fóllame! Me pidió Susana al cabo del rato de estar comiéndole el chocho. Me puse de pie, coloqué sus piernas sobre mis hombros y se la metí entera de una vez. Tenía el chocho como una laguna, como yo ya sabía de haber estado comiéndoselo. Victoria seguía con los huevos dentro de la boca de Susana, sobándose su polla. Adelanté uno de mis brazos hasta coger la polla de Victoria y empezar a pajearla.

-              ¿Te quedaste con ganas de hacerle una paja esta mañana?

-              Debe ser que sí, cuando lo hago en el sueño. Victoria agradecía el pajote con profundos gemidos, que se combinaban con los de Susana y los míos. ¡Muchacho, fóllame más fuerte que me voy a correr otra vez! Me pidió Susana. Le daba de tal manera que mis huevos rebotaban en su culo, haciendo un ruido como si estuvieran aplaudiendo. Note que la polla de Victoria estaba a punto para correrse. Bajé un poco el ritmo de la paja, para que nos corriéramos los tres juntos. Cuando noté que Susana se tensaba para correrse, subí el ritmo de la paja a Victoria y el de mis embestidas sobre ella.

Mi prima se puso en cuclillas y empezó auténticamente a saltar con mi polla dentro y sus manos apoyadas en mis caderas.

-              ¡Sigue primo, sigue!

-              El chocho de Susana empezó a contraerse y dilatarse al correrse y sus jugos le salían hacia fuera a chorros cada vez que yo bombeaba dentro de ella. Noté que la polla de Victoria se inflaba y luego empezaba a lanzar chorros sobre la tetas de Susana, todavía con los huevos dentro de su boca. Saqué la polla del coño de Susana cuando había terminado de correrse y me volví a correr sobre sus tetas.

-              ¿Primo estás para correrte?

-              Sí prima, sigue así.

-              ¿Qué pasó en el sueño? –Preguntó entrecortadamente María por los botes que estaba pegando-.

-              Cuando nos repusimos un poco, le pregunté a Susana si había conseguido el trabajo, pero cuando iba a contestarme me despertaste y no he logado saber si conseguí el trabajo o no. ¡Sigue prima, sigue, que me voy a correr, no te pares, aaaaagggg, aaaaagggg, ahora, toma, toma, aaaaagggg…”

-              ¡Ay primo, que me muero del gusto, aaaagggg, aaaaagggg, que corridón, aaaagggg…!

Cuando María terminó de correrse, se tumbó sobre mi pecho todavía con mi polla dentro, la abracé por el culo y nos quedamos dormidos los dos, yo deseando volver a soñar con Susana.

Me despertó el timbre de la puerta. Miré la hora en el móvil, las nueve en punto de la mañana. Como todas las mañanas me había despertado empalmado. Me puse el albornoz y fui a ver quien llamaba. Miré y era Paca. Le abrí la puerta.

-              Buenos días Paca. ¿Qué quieres tan temprano?

-              Buenos días Carlos. ¿Puedo pasar?

-              Sí claro.

Ella entró y cerró la puerta tras ella.

-              ¿Quieres un café? –Le pregunté-.

-              Sí, por favor, lo necesito.

Paca llevaba el albornoz con el que iba casi siempre. Nos fuimos los dos a la cocina procurando no hacer ruido para no despertar a mis primas. Cuando estuvimos dentro cerré la puerta de la cocina.

-              Carlos, necesitamos que nos hagas un favor. –Me dijo mientras yo preparaba la cafetera-.

-              Si puedo cuenta con él.

-              Verás, ayer llamó a Puri su marido, que como sabes está confinado en casa de su hermana.

-              Sí, eso me contó Puri.

-              Le dijo que la hija de la hermana con la que está viviendo, tenía que venir a Sevilla a unas pruebas médicas. Que, por favor, fuera a recogerla a la estación de autobuses y la alojara en casa.

-              ¿Va a estar muchos días?

-              Espera, que te termino de contar. A Puri no le sentó muy bien, pero no tenía más remedio que hacerlo, y le dijo que sí. Hace un rato, cuando Puri se ha despertado, tenía fiebre y se encontraba bastante mal.

-              ¡Vaya por Dios! ¿Y ahora cómo está?

-              Le he dado un par de pastillas y parece que se ha mejorado algo. No creo que sea el virus, pero cualquiera sabe. La cosa es que ella no puede ir a por la sobrina ni yo tampoco, porque tengo que quedarme a cuidarla y lo peor es que tampoco debe quedarse en casa teniendo fiebre Puri.

-              ¿Quieres que vaya a recogerla y la aloje aquí como pueda?

-              Eso es, nos harías un gran favor.

El café había terminado de hacerse, lo serví en dos tazas y le pasé una a Paca.

-              Por ir a recogerla ningún problema y por alojarla creo que tampoco. Yo dormiré en el salón, nos achucharemos un poco más y listo.

-              Gracias Carlos.

Paca estaba con el hombro apoyado en la pared y las piernas cruzadas. Seguía siendo una mujer muy atractiva. Se le había abierto un poco el albornoz y se le veía el canalillo que le formaban sus bonitas y duras tetas. La erección matutina, que se me había bajado algo desde que me levanté, empezó a animarse otra vez.

-              ¿A qué hora llega? –Le pregunté a Paca-.

-              Creo que a las once. Sí, seguro, a las once me dijo ayer Puri.

-              ¿Cómo es, porqué tendré que reconocerla?

-              No lo sé, no la conozco y Puri dice que hace años que no la ve. Al parecer tiene tu edad, dieciocho años, pero no sabemos nada más.

-              Bueno, tampoco vendrá mucha gente en el autobús. ¿Cómo se llama?

-              Patricia, me ha dicho Puri.

-              No te preocupes, voy por ella, la traigo a casa y te aviso cuando lleguemos, para que os quedéis tranquilas.

-              Una cosa más Carlos. Tenemos que suspender el rodaje hasta que Puri se mejore y la sobrina se vuelva a casa de su madre.

-              Ya me lo imaginaba, lo que hace falta es que Puri se mejore. Se lo diré a mis primas y a Yasmine.

¡Joder que rica está esta mujer, así tenía el éxito que  tenía! Pensé mirándola de cuerpo entero, con el albornoz ligeramente abierto.

-              ¿Puedo pedirte otra cosa más? –Me dijo-.

-              Claro Paca, lo que sea.

-              Me da un poco de vergüenza, pero con lo de escribir el guión y preparar el rodaje del vídeo me he puesto muy caliente y no me gusta masturbarme sola cómo si tuviera quince años. Ya veo que tú estás animado- me dijo señalando el bulto que yo tenía bajo el albornoz-. ¿Te apetece que hagamos algo entre tú y yo?

No podía negar que era un tío con suerte. ¡Joder que si me apetecía follar con Paca! Me acerqué a ella, la abracé y la besé en la boca.

-              ¿Todavía te gusta una mujer madura y con mucha vida a sus espaldas cómo yo?

-              Mucho, me gustas mucho. Tienes un atractivo capaz de subyugar a cualquiera y yo no soy una excepción.

Sin dejar de besarla le abrí su albornoz y ella me abrió el mío. Me abrazó con fuerza para juntar nuestros cuerpos desnudos y empezó a moverse suavemente de un lado otro presionando mi polla con su vientre. Yo puse mis manos en su culo carnoso y duro y se lo apreté.

-              Vamos al baño, aquí puede pillarnos cualquiera de mis primas. –Le dije-.

Con los albornoces abiertos y yo con una erección de campeonato salimos de la cocina y sin hacer ruido entramos al baño.

-              Cierra el pestillo. –Me susurró Paca-.

-              Eso quisiera yo. La puerta del baño es la única que se puede cerrar en esta casa, pero no tiene pestillo.

Le quité el albornoz y la empujé de espaldas contra la encimera del lavabo. La encimera le llegaba a los muslos y podía ver su precioso culo reflejado en el espejo. Me deshice de mi albornoz y después de volverla a besar en la boca, bajé la cabeza para comerle sus tetas.

-              ¿No te parecen caídas mis tetas?

-              ¡Joder caídas Paca, si podrías saltarme un ojo con los pezones!

Paca se rió y me cogió la cabeza apretándomela suavemente contra sus tetas. Bajé una mano para acariciarle el chocho.

-              Lo tengo con mucho vello, lo he dejado crecer porque quería depilármelo hoy a última hora para la grabación. Debo parecer una vieja. –Me dijo cuando notó mi mano en su chocho-.

-              Pues si todas las viejas están tan buenas como tú, no va a quedar ni un viejo vivo. –Le dije y me acordé de lo que me había contado Clara del cuerpo de mi abuela-.

Paca bajó sus manos y me cogió la polla.

-              Carlos, cómo me alegra haberte conocido. Ya creía que no volvería a tener un pollón así de duro entre mis manos.

-              ¿Pero si te dedicas al porno y a los espectáculos eróticos?

-              No me gusta hacer porno con los jóvenes, te tratan como basura para su placer y los muy incapaces se corren en menos de cinco minutos. Y a los de mi edad les cuesta la misma vida que se les ponga dura. Se me duerme la boca de chupársela antes de las grabaciones, para que se medio empalmen.

-              ¡Coño yo creía que ya venían empalmados de casa!

-              ¡Ay Carlos que me gusta cómo me acaricias el hopo! Tú es que no ves más que el vídeo terminado, si vieras las grabaciones te ibas a enterar como vienen los actores de su casa.

-              Paca me sobas la polla de escándalo.

-              Déjame que te la chupe.

Paca se puso en cuclillas, me separé un poco de la encimera para verla en el espejo mientras me la comía. Empezó pasándome la lengua bien salivada desde los huevos hasta el capullo, luego se metió mi polla en la boca, para más tarde volver a recorrerla entera con la lengua pero en sentido inverso. Durante todo ese rato estuvo mirándome a través de mi  reflejo en el espejo.

-              Paca la comes de maravilla, pero sobre todo sabes dar espectáculo comiéndola.

-              Llevo más de veinte años haciendo esto en público, dos o tres veces cada noche o cada rodaje.

-              Pues no has perdido las ganas del primer día.

-              No sólo no he perdido las ganas, sino que he ganado mucha experiencia.

-              Se nota y se ve. ¡Joder Paca, que rico lo que haces con la lengua en el frenillo!

De pronto se abrió la puerta del baño, era mi prima Vero desnuda.

-              ¡Vero coño, llama a la puerta! –Le dije-.

-              Hola Paca, vosotros seguid con lo vuestro, que yo tengo que mear.

-              Hola Vero. –Le contestó Paca-.

Pensé que Paca iba a parar de comérmela, pero en absoluto, ella siguió a lo suyo como si nada. Vero se sentó en el inodoro y mirándonos empezó a mear con un fuerte y prolongado chorro.

-              ¿Paca a ti no te importa que esté Vero?

-              A mí nada. En los espectáculos del cabaret la gente salía y entraba mientras follaba o me comía una polla o un chocho o me lo comían a mí. En los videos, el rodaje parece el metro con la gente subiendo y bajando. Así que ya ves lo que me puede importar que esté Vero. ¿A ti te importa? –Me preguntó-.

-              Vero y yo tenemos mucha confianza, pero no sé si tanta.

-              ¿A ti te importa, Vero? –Le preguntó Paca-.

-              Yo ya me estoy acostumbrando también a esto del sexo en grupo o a ver follar a unos y otros. ¿Os importa si me quedo a mirar?

-              A mí nada. –Le contestó Paca y yo decidí no contestarle-.

Paca se incorporó y sin dejar de sobarme la polla, dijo:

-              ¡Fóllame ya, Carlos!

Se puso de cara al espejo con las manos apoyadas en la encimera y las piernas lo bastante abiertas para facilitarme la entrada a su chocho. Mi prima Vero había terminado de mear, se había limpiado con un papel y se había quedado sentada mirándonos. Me puse detrás de Paca mirándola a los ojos por el espejo, veía también como Vero no nos quitaba ojo y había empezado a acariciarse el clítoris. Se la metí a Paca y cuando la tuve dentro le cogí las tetas.

-              ¿Te vas a quedar Vero? –Le pregunté-.

-              Si me dejáis sí. Quiero aprender de Paca.

-              Gracias guapa. –Le contestó Paca-.

Las tetas de Paca eran un lujo. Grandes y duras, no como si tuviera veinte o treinta años, pero todavía bien duras. Yo bombeaba en su interior, pero lo que más me excitaba era mirarle la cara en el espejo. Ella sabía moverse a mi ritmo para que el bombeo fuera todavía mayor, consiguiendo que mis huevos le rebotaran en el clítoris.

-              Mi primo lo hace bien, pero tú, Paca, eres una maestra. –Dijo mi prima-. Me tienes que enseñar cómo consigues que al primo le bamboleen los huevos así, para que hagan una paja en el clítoris.

-              Años follando profesionalmente. Con los tíos del porno es difícil correrse, van a lo suyo, que es que se le mantenga tiesa, lo demás les importa un carajo. ¡Carlos, sigue que vas muy bien, me estoy empezando a poner a punto!

Solté las tetas de Paca para poner mis manos en sus caderas. Ver como se le movían las tetas era muy excitante. La cara de mi prima también se iba transformando poco a poco al sentir el placer de sobarse el clítoris.

-              Carlos acaríciame el clítoris con tus dedos, me está dando envidia de Vero. –Me dijo Paca-.

-              Envidia me da a mí de la follada que te está dando mi primo. –Le contestó Vero-.

-              ¡Carlos no pares ahora que me voy a correr! ¡Fóllame más fuerte!

-              Pues no sé cómo, Paca.

Vero se levantó del inodoro, se puso pegada a mi espalda y empezó a darme unos empujones tremendos, que terminaban con Paca rebotando en la encimera del lavabo.

-              Gracias Vero, aunque parezca mentira eso sabe hacerlo mejor una mujer que un hombre, por nuestra capacidad innata para bailar y mover las caderas.

-              Gracias por la parte que me toca. –Le contesté yo-.

Notaba a mi prima en mi espalda. Sus duras tetas se presionaban contra mí.

-              Los mejores polvos de mi vida han sido con Puri manejando al tío, mientras me follaba. ¡Aaaaagggg! Vero tú vales para esto.

-              Gracias, estoy muy acostumbrada a follar a tíos y tías por detrás. –Le contestó Vero-.

-              ¡Aaaaagggg! ¿Y cómo es eso? –Le preguntó Paca-.

-              Me gusta ponerme un arnés y follar como si fuera un hombre.

-              ¡Aaaagggg! Eso lo tenemos que grabar en algún vídeo. –Le dijo Paca-.

-              Vale. Mientras no se me reconozca no tengo problemas.

-              ¡Ahora, seguid los dos, ahora, ahora, aaaagggg, que bueno, que fuerte, aaaaaggggg, seguid….!

Paca se corrió y se dejó caer boca abajo en la encimera.

-              ¡Ven primo, fóllame a mí ahora! –Me dijo Vero y se apoyó en la encimera mirando al frente-.

Se la saqué a Paca y me puse frente a mi prima. Primero la besé en la boca y la abracé, luego la aupé para sentarla en el borde de la encimera y se la metí poco a poco sin dejar de besarla.

-              ¡Carlos cógeme en peso! –Me dijo Vero-.

Mi prima me abrazó por el cuello, yo la levanté con los brazos en su culo y ella cerró las piernas sobre mis caderas. Era la primera vez que follaba a una mujer cogiéndola en peso. Ella, agarrada a mí, movía el culo para que mi polla la bombeara.

-              ¡Joder prima eres una atleta follando!

-              Es lo que tiene haber hecho gimnasia rítmica durante años.

-              ¿Cómo vas prima? Yo estoy muy cerca.

-              Yo también, me voy a mover más rápido.

Vero aceleró el ritmo de sus movimientos sobre mí, hasta que noté que me iba a correr.

-              ¡Vero me voy a correr ya, uuuuufffff, aaaaagggg, yaaaa, aaaahhh! –Grité al empezar a correrme dentro de mi prima-.

-              ¡Aaaaagggg, primo sigue, que me estoy corriendo también, aaaaggg, sigue, sigue,…!

Cuando  terminamos de corrernos los dos, la dejé sentada en la encimera sin sacársela y ella se recostó en mi pecho todavía abrazada a mi cuello.

-              ¡Qué barbaridad lo que es la juventud, yo hace años que no follo colgada de un tío! –Dijo Paca-.

-              A mí me gusta mucho follar así, el tío se cree que es él quien manda, pero de eso nada, mandamos nosotras. –Le contestó Vero-.

-              Me voy, que tengo que ver como sigue Puri. Carlos no se te olvide lo de la sobrina de Puri.

-              No te preocupes que no se me olvida.

Cuando se fue Paca mi prima me preguntó:

-              ¿Qué es eso de la sobrina de Puri?

-              Paca me ha pedido que vaya a la estación a recoger a una sobrina del marido de Puri, que viene a unas pruebas médicas, y que la aloje aquí temporalmente, hasta que a Puri le baje la fiebre.

-              ¿Muchos días?

-              No lo sé, pero no creo, unas pruebas tampoco pueden ser muchos días.

Vero se volvió a la cama a seguir durmiendo. Yo me duché y me fui a mi habitación a vestirme. María seguía durmiendo. Me vestí decente, cogí mi móvil y me fui al salón a esperar que fuera la hora de ir a la estación. Me llamó mi madre.

-              Buenos días hijo.

-              Buenos días mamá. ¿Qué tal estáis?

-              Ahora bien, pero esta noche hemos tenido que ingresar a tú padre.

-              ¿Qué ha pasado? –Le pregunté asustado-.

-              Según los médicos agotamiento, nada serio, pero le han mandado que no haga esfuerzos y que duerma mucho.

-              ¿Sigue ingresado?

-              No, ya está en casa, ahora está durmiendo.

Pensé que tendrían que haberlo dejado ingresado, si de verdad necesitaba reposo.

-              Vaya susto, ¿no?

-              Se veía venir. Yo le había dicho varias veces a tus tías que pararan un poquito, pero ayer, con la visita de Clara, se desmelenaron las cosas, en todos los sentidos.

-              ¿Qué quieres decir?

-              Pues que tu padre se animó más de la cuenta, viendo como Clara nos arreglaba a las tres.

-              No sabía que papá se animase tanto con la peluquería.

-              ¿Tú eres tonto niño? Es que el arreglo fue completo y tu padre se empeñó en estar con nosotras, en lugar de irse a dormir la siesta y mira que se lo dije veces.

-              Por favor, dile a las tías que se corten un poco con papá.

-              Si yo se lo digo, Carlos, de verdad que se lo digo, pero ellas que si el SPA, que si los masajes tántricos, que si la peluquería íntima… No hacen más que inventar y a mí me van a dejar viuda.

-              Pues diles que se vayan.

-              No puedo hacer eso y tú lo sabes. Les daré verduritas y sopitas de comer, a ver si se tranquilizan. Pero tu padre también tiene su culpa, le ha dado ahora porque comamos marisco y chuletones. Yo  sé que él lo hace por coger fuerzas, pero como tus tías también comen lo mismo, pues también cogen fuerzas.

-              ¿Y los abuelos cómo están?

-              Pues mejor que tú y que yo y ya no digamos que tu padre. Lo de tus abuelos ha trascendido fronteras. Por lo visto ayer o anteayer recibieron una carta de una universidad americana, no me acuerdo cuál, pidiéndoles permiso para hacer una investigación sobre ellos.

-              ¿Eso será broma?

-              Hijo yo no he visto la carta, pero me lo contó ayer tu abuela muy orgullosa y con razón. La cosa es que ya sabíamos que tu abuelo ha sido y sigue siendo muy activo sexualmente, pero es que ahora la que se ha desmelenado es tu abuela.

-              Mamá no me cuentes esas cosas.

-              Carlos, no es nada malo, ¿o es que tú crees que si lo hace tu abuelo, como es hombre, está bien, pero si lo hace tu abuela, como es mujer, está mal?

-              No mamá, yo no he dicho eso.

-              Si lo de tu abuelo es asombroso, lo es más todavía lo de tu abuela. Carlos, antes del confinamiento me acerqué un día a verla, mientras hablábamos me dijo que se había comprado algo de ropa y me pidió que le diera mi opinión. Era una ropa interior que a mí me daría vergüenza ponérmela, pero eso es lo de menos, cuando se desnudó para probársela, tenía el cuerpo más joven que yo, ¡que tengo veinticinco años menos que ella! Yo no sé que hace para estar así, bueno o sí lo sé, pero es que a nosotras no nos sienta igual que a ella el tratamiento.

-              ¡Vale mamá! Tengo ganas de verlos, a ver si termina esto de una vez.

-              Sí hijo, porque se está poniendo un poco pesado. De tus primas ni te pregunto, porque sé de ellas por tus tías. Me dicen que las tienes muy contentas y que os lo pasáis muy bien juntos. Me alegra que nos hicieras caso.

-              Mamá, te tengo que dejar, que se me hace tarde.

-              ¿Tarde para  qué?

-              Tengo que recoger a alguien de la estación.

-              ¿A quién?

-              Luego te lo cuento, que ahora no tengo tiempo.

Me despedí de mi madre y salí pitando del piso, entre unas cosas y otras se me había echado el tiempo encima. De mirar por la ventana sabía que las calles estaban desiertas, pero verlas así desde la misma calle me impresionó. Las calles están hechas para estar llenas de gente, de actividad, de vida y al verlas vacías, con las tiendas y los bares cerrados se me cayó el alma a los pies. Durante los veinte minutos que anduve hasta la estación de autobuses me crucé sólo con dos repartidores con sus mascarillas y sus guantes. Cómo yo no tenía, pues tenía que ir a cara descubierta. Entré en la estación a las once y cinco minutos. La sensación fue todavía peor. Había frecuentado mucho la estación y siempre estaba llena de autobuses y de gente entrando y saliendo, ahora no había nadie, mis pasos retumbaban en todo el edificio. Antes de bajar a los andenes miré las entradas de autobuses en un monitor. No  había más que un servicio que tuviera que entrar a las once y ya había llegado. Bajé a los andenes y me dirigí hacia el único autobús que estaba aparcado. No vi a nadie, ni siquiera al conductor. No creía que la sobrina de Puri se hubiera marchado por cinco minutos, si había que ir a recogerla. Miré dentro del autobús, por si se hubiera quedado esperando dentro, no había nadie. Cuando bajé del autobús escuché el ruido de una maleta de ruedas sobre el pavimento. Miré y vi a una chica que era un cromo. Camiseta de manga corta por encima del ombligo, que dejaba ver sus brazos tatuados desde el cuello hasta las muñecas, bastante morena, pelo rapado por un lado y largo por el otro, mallas negras a media pierna, que dejaban ver también tatuajes en sus pantorrillas y un barrigón de estar embarazada de por lo menos siete meses, con el ombligo salido por el embarazo. Nos quedamos mirándonos sin decir nada. Pensé que ella debía estar esperando a Puri y no a mí, así que me acerqué y le pregunté:

-              ¿Patricia?

-              A ti que te importa, ¿tú quien eres?

-              Carlos, me manda tu tía Puri a recogerte.

-              ¿Y por qué no ha venido ella?

-              Estaba pachucha y me ha pedido que viniera a recogerte.

Me miró de arriba abajo.

-              ¿Y yo cómo sé que eso es cierto y no eres un violador o un secuestrador?

-              ¿Tengo yo pinta de eso?

-              No mucha, tienes más pinta de pijito de mierda.

¡Vaya encanto de muchacha! Pensé y decidí echarle paciencia al tema.

-              Lamento tener esa pinta. ¿Vamos a casa de tu tía? –Le dije mientras trataba de cogerle la maleta-.

-              Suelta la maleta, ¿qué crees que no puedo arrastrarla o me la quieres robar?

-              Ni una cosa ni otra, simplemente quería evitar que cargases con ella en tu estado.

-              ¿Qué le pasa a mi estado?

¡Joder, que difícil iba a ser esto!

-              No le pasa nada que yo sepa. Tu tía me ha dicho que venías a unas pruebas médicas y me ha parecido mejor llevarte yo la maleta. ¿Qué no quieres? Pues nada.

Me fijé un poco más en ella. Era más bien bajita, no es que fuera fea, pero el pelado que llevaba era criminal. Tenía unas tetas grandes, posiblemente del embarazo, y no estaba mal de tipo, pese al barrigón.

-              Vale, pero ella además no es mi tía, es la mujer de mi tío, que tampoco es que sea para tirar cohetes.

-              ¿Vamos o no vamos?

-              ¿Has venido en coche?

-              Aunque tenga pinta de pijito de mierda, no tengo coche, he venido andando.

-              ¡Joder que picajoso! Sí venga, vamos. ¿Has visto algún bar abierto?

-              Ninguno. ¿Si quieres agua o un refresco, arriba hay máquinas expendedoras?

-              ¡Qué coño voy a querer un refresco! Era para tomarme un sol y sombra.

-              ¿Un qué?

-              Un coñac con aguardiente, ¡coño, un sol y sombra de toda la vida!

¡Joder con la madre del año! Pensé. Por fin nos pusimos en marcha y empezamos a andar hacia el piso. La calle seguía igual de vacía que antes, pero nos debió tocar cruzarnos con un indeseable suelto, que después de sobrepasarlo, nos dijo:

-              ¡Ahora ya podéis follar sin condón, no antes!

Yo iba a dejar pasar la grosería, pero Patricia se volvió y le dijo a voces:

-              ¡El que se tenía que haber puesto condón fue tu padre, cuando se folló a la puta de tu madre, mal pario, cabrón!

El indeseable hizo ademán de volverse y Patricia de irse hacia él. Afortunadamente la cosa quedó en nada y seguimos cada uno por nuestro lado. Poco después nos cruzamos con una mujer que se le quedó mirando el barrigón del embarazo.

-              ¡No me tapo el barrigón porque no me sale del coño, tápate tú la cara so tía fea! –Le dijo sin que la mujer le hubiera dicho nada a ella-.

-              ¡Grosera! –Le contestó la mujer-.

-              ¿Patricia tú tienes que ser siempre tan borde? –Le pregunté-.

-              ¿Borde yo? Borde el tío mierda ese y la tía estrecha. ¿Qué pasa que tú le ibas a reír la gracia?

-              Yo no, pero tampoco hacía falta decirle eso.

-              Ah, se me olvidaba que eres un pijito de mierda y yo soy una cani.

Seguimos andando en silencio, hasta que ella lo rompió exclamando:

-              ¡Joder como me duelen las tetas, se me han hinchado como dos balones y la mierda del sujetador me viene chico!

Delicada no se puede decir que sea. Me parece a mí que su estancia con mis primas va a estar movidita. Pensé.

(Continuará, no sé por cuánto tiempo, pero trataré de continuar mientras haya lectores de la saga que estén confinados y necesiten entretenimiento, que en definitiva es de lo que se trata, de echar el rato).