Compartiendo piso de estudiante con mis primas 12

Paso un rato delicioso con mi compañera Paula, que me cuenta un sueño tórrido. Mi prima Julia me cuenta también su primera experiencia exhibicionista. Los dos felicitamos a Cristina por su mayoría de edad. Mi prima Luisa y yo subimos a la terraza a tender la ropa y nos llevamos más de una sorpresa.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente leer los capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://todorelatos.com/relato/156465/https://todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/https://todorelatos.com/relato/158502/https://todorelatos.com/relato/158808/https://todorelatos.com/relato/159124/https://todorelatos.com/relato/159373/ y https://todorelatos.com/relato/159734/

A pasarlo bien y gracias por vuestros comentarios, valoraciones y ofrecerme nuevas ideas para los relatos, que falta me hacen ya. Gracias a Iluminati86 por la idea de cómo se hizo mi prima Julia exhibicionista).

Cuando Paula me besó en la boca abrazada a mi cuello, no me lo podía creer.

-              ¿Por qué me besas? –Le pregunté después de devolverle el beso-.

-              Porque me gustas. ¿Te molesta que te haya besado?

-              Todo lo contrario, es que no sabía que te gustara.

-              Ni yo tampoco, pero has estado abierto a ayudarme con lo de la ropa de forma generosa y sobre todo, me ha encantado la ternura que has demostrado con Victoria.

-              ¡Joder que torpe, es que ni se me había pasado por la cabeza que fuera transexual!

Paula se volvió a reír porque fuera un alelado.

-              ¿Lo de tu medio novia va en serio? –Me preguntó-.

-              Le tengo mucho cariño, pero si te refieres para pasar la vida con ella, no va en serio. Tanto ella como yo pretendemos pasárnoslo bien juntos un tiempo, pero no ir más allá.

-              ¿Eso lo has hablado con ella?

-              Tu compañera de piso y tú sois muy preguntonas. Sí lo hemos hablado. Ella es muy juguetona y yo también. Nos divertimos juntos, sin exclusividad ni cosa que se le parezca.

Con el abrazo y los besos de Paula se me había vuelto a poner la polla morcillona.

-              No me extraña que os lo paséis bien juntos con lo que te gastas en la entrepierna. Antes, cuando he visto como te la cogía Victoria, me ha dado un poco de envidia.

-              Paula tu me gustas y no sólo porque seas una chica muy atractiva, sino por tu carácter.

-              ¿Por qué por mi carácter?

-              Porque eres una luchadora. Tienes las cosas muy cuesta arriba, pero peleas para que sean de otra forma y eso es raro en la gente de nuestra edad, que nos han dado muchas cosas hechas.

Las tetas de Paula se presionaban contra mi pecho, seguía abrazada a mi cuello y yo la había abrazado por la cintura.

-              Paula me da un poco de vergüenza estar desnudo contigo. –Le dije-.

-              Pues con Victoria no lo parecía.

-              Victoria es Victoria y tú eres tú. Siento mucho respeto por ti. Tú eres ya una mujer enorme y yo soy un alelado, pese a que tengamos la misma edad.

-              Si sigues alagándome, me voy a poner colorada. ¿Quieres que me desnude para que se quite la vergüenza? Pero te advierto que estoy con el período.

-              Bueno, yo no follo en la primera cita. –Le dije y nos reímos los dos-.

-              Es que esto no ha sido una cita, ha sido un arrebato. Me voy a dejar las bragas.

Paula volvió a desnudarse como lo había hecho para enseñarme el bodi y se quedó sólo con unas bragas blancas muy clásicas. Prácticamente sabía cómo eran sus tetas por la transparencia del bodi, ahora además podía ver que tenía una ligera señal de haber estado tomando el sol en biquini. Me eché en la cama, ya con una erección completa, y ella se tumbó junto a mí. Me puse de lado en la cama para mirarla. No me podía creer que estuviese así con mi compañera Paula.

-              ¿Cómo es tu medio novia? –Me preguntó mirando al techo-.

-              Muy parecida físicamente a ti, tal vez con dos o tres kilos más que le sientan de maravilla.

Ella se puso también de lado para mirarme y la besé en la boca.

-              Pues parece que yo también te gusto un poquito. -Me dijo acariciándome la polla-.

-              Un poquito no, me gustas mucho.

-              Carlos yo tengo muy poca experiencia con el sexo. La verdad es que prácticamente no he tenido tiempo ni oportunidades para hacerlo. ¿Tú tienes experiencia?

-              No quiero dármelas de ligón, pero sí, bastante para nuestra edad. –Le dije volviendo a besarla-.

-              Me da corte quedar contigo como una pánfila.

-              Eso no va a pasar. ¿Qué te apetece ahora conmigo?

-              No lo sé, no te digo que no tengo experiencia.

-              Paula no trates de adivinar lo que a mí me apetece. Piensa en lo que a ti te apetece hacer aquí y ahora. ¿Qué fantasías tienes?

-              Huy muchas. Tengo sueños muy calientes, debe ser que me evado con ellos.

-              Cuéntame alguno con el que te hayas puesto muy, muy caliente.

-              Vale, pero no te rías. Es mediodía, estoy sola en la piscina municipal de mi pueblo tomando el sol en biquini. Debido a la hora y al calor que hace no hay casi nadie. Al rato llega una pareja que no conozco, pese a que en el pueblo nos conocemos casi todos. Se ponen relativamente cerca, colocan sus toallas y se tumbas juntos. Yo me olvido de ellos, pero al darme la vuelta para tomar el sol en la espalda, veo que ella se ha vuelto a mirarlo y tiene metida una mano en el bañador de él, masturbándolo a la misma vez que lo besa. Los observo entonces. Son mayores que yo, deben tener cerca de los cuarenta años. Ella va también en biquini, lleva unas gafas de sol y tiene unas tetas muy grandes. Me doy cuenta de que ella tiene metida la otra mano bajo la braga del biquini y se está tocando.

-              ¡Joder Paula, sí que es caliente tu sueño y que bien lo recuerdas!

-              Sí, no es normal, pero suelo recordarlos al despertarme y si puedo los escribo, para que no se me olviden. Mirándolos empiezo a ponerme muy caliente, tanto que necesito imperiosamente hacerme un dedo. Me levanto dejando las cosas en el borde de la piscina y me voy a los servicios. No hay nadie en ellos. Me meto en una cabina, me quito la braga del biquini, me siento en el inodoro y empiezo a hacérmelo suavemente. Me saco una teta del top y me pellizco el pezón, casi hasta hacerme daño.

-              ¿Cómo te lo pellizcabas? –Le dije-.

Sin dejar de acariciarme la polla suavemente sólo con la palma de su mano, llevó la otra mano a uno de sus pezones, lo cogió con sus dedos y empezó a retorcérselo.

-              Cuando estoy masturbándome escucho ruidos en los aseos, alguien más ha entrado. Me paro para saber qué pasa. Alguien entra en la cabina de al lado. Oigo que cierra la tapa del inodoro en lugar de abrirla, poco después escucho, a quien creo es una mujer, gemir suavemente. Pienso que es otra mujer que ha entrado también en los servicios para hacerse un dedo, como yo. Creo que debe ser la mujer que estaba haciéndole una paja a su pareja. Se debe haber calentado como yo y ha tenido que venir a desfogarse, también como yo. Me da curiosidad, veo que el tabique de separación no llega hasta el techo y me subo a la taza para mirarla.

-              Eres tú muy curiosa.

-              Son cosas del sueño. Nunca me he subido en un aseo a mirar a nadie. –Me dijo Paula picándose un poco-. Para mi sorpresa es la pareja que había llegado a la piscina. Ella está sentada sin la braga del biquini y él, con el bañador bajado, está en cuclillas entre sus piernas comiéndole el chocho y sobándose su miembro. Lo miro, es de buen tamaño, está descapullado y parece que esté muy duro. Desde arriba me fijo en ella, tiene unas tetas enormes que se ha sacado del top y que se soba con mucha energía.

-              ¿Y tú qué haces?

-              Yo vuelvo a acariciarme mi chocho. Estoy muy caliente y me gusta ver lo que hace la pareja. Al cabo de un par de minutos el hombre se incorpora, coloca su miembro entre sus enormes tetas y ella se las aprieta para capturarlo. Con voz muy baja le dice: Susana, tienes unas tetas para morirse.

Me incorporé, hice como el del sueño y le puse la polla a Paula entre las tetas y ella se las apretó.

-              Nunca he tenido una polla entre mis tetas y me gusta mucho sentirla ahí caliente y dura. –Dijo Paula-.

Mi polla le llegaba casi hasta su boca, cuando se la acercaba moviéndome adelante y atrás.

-              ¿Te vas a correr? –Me preguntó Paula-.

-              Todavía no, ¿por qué?

-              Porque los chicos con los que he estado se corren sólo con que se la toque y me dejan con las ganas de hacerlo yo.

-              Pues por ahora no te preocupes. –Le dije llevando una mano hacia atrás para acariciarle el chocho por encima de las bragas-.

-              ¡Ay Carlos que gusto!

-              Sigue con el sueño, que me estás poniendo muy caliente.

-              Me gusta que hablemos mientras lo hacemos. Los otros chicos con los que he estado nunca me dicen nada y a mí me da corte hablarles. De pronto, la mujer mira para arriba y me ve asomada sobre el tabique. Me mira fijamente, pero no dice nada, sólo se aprieta más las tetas y se mueve más rápido, como si le gustara que la mirase. Yo sigo acariciándome mi chocho, hasta que ella, con un gesto de su cabeza, me indica que me sume a ellos.

-              ¡Uf Paula, que sueño tan caliente! ¿Y tú qué haces entonces?

-              Yo lo dudo un poco. Son dos completos desconocidos, pero es precisamente eso lo que empieza a darme mucho morbo. Se trata de echar un buen rato entre los tres y después adiós buenas tardes. Salgo de mi cabina con la braga del biquini en la mano y abro la puerta de la otra. El hombre gira su cabeza sorprendido, pero se tranquiliza cuando ve que no llevo la braga del biquini y que estoy con las tetas fuera del top. Ella, Susana en el sueño, me sonríe dándome la bienvenida. Es una mujer guapa, mediana de estatura, con las areolas oscuras y grandes y unos pezones muy carnosos.

Yo seguía con la polla entre las tetas de Paula, mirándola a los ojos, y acariciándole el chocho sobre las bragas.

-              Carlos, por favor, mete la mano por dentro de las bragas y sigue acariciándome. Estoy muy caliente y no voy a tardar en correrme.

Hice lo que ella me dijo. Tenía el monte de Venus con una pequeña mata de vello y el chocho completamente depilado.

-              Susana se levanta, se viene hacia mí y me besa en la boca. Le devuelvo el beso mientras el hombre se quita el bañador del todo y se sienta en el inodoro. Las impresionantes tetas de Susana me resultan irresistibles, se las cojo con las manos, me agacho y empiezo a chuparle y morderle los pezones, mientras ella me aprieta las mías con sus manos. Luego Susana se pone en cuclillas entre las piernas del hombre y me invita a que yo lo haga también y empezamos a chuparle su polla entre las dos.

Paula movió la cabeza hacia adelante y empezó a lamerme el capullo y el frenillo.

-              ¡Aaaaagggg, Carlos me corrooooo, sigue, sigue, asssiiiii, aaaaagggg, que bueno por Dios, sigue, sigue, aaaaagggg!

Me encantó y me calentó todavía más ver la cara de Paula al correrse. Su expresión era de dolor, de tensión y de placer a la misma vez.

-              ¡Uf Dios, como necesitaba correrme! –Dijo al cabo de un par de minutos-.

-              ¿Me vas a dejar sin el final del sueño? –Le pregunté, acariciándole la cara y el pelo-.

-              Te lo cuento si sigues acariciándome el chocho.

-              No pensaba dejarlo. Tienes cara de querer correrte otra vez.

-              Siiiii. Bueno, le seguimos chupando la polla y los huevos entre las dos un buen rato, acariciándonos mutuamente nuestros chochos, hasta que Susana, con un fuerte acento mejicano, me pregunta si quiero follar con su hombre. Yo le contesto que se lo folle ella primero. Se sienta sobre sus piernas dándole la espalda con sus piernas muy abiertas y se la mete entera. Reparo entonces en que lleva el chocho completamente depilado, que sus labios menores son muy grandes y que cubren parte de la polla de su hombre cuando se mueve arriba y abajo.

-              ¡Qué memoria Paula para acordarte así del sueño!

-              Yo entonces pongo mi lengua sobre el clítoris de Susana, que ha empezado a sobarse sus tetas, con las manos de su hombre sobre las suyas, y le cojo también los huevos a su hombre, sin dejar de acariciarme el chocho. La tensión de los tres va en aumento, veo como la polla del hombre engorda más todavía y escucho como Susana dice cosas muy sucias, que a mí me excitan muchísimo.

-              ¿Qué cosas dice? –Le pregunté acelerando mi mano sobre su clítoris-.

-              No me acuerdo de todas, pero cosas como “tu polla me está reventando por dentro” o “quiero tener otra polla metida en mi culo” y cosas así. Al poco tiempo Susana empieza a gritar que se corre y los jugos empiezan a salirle de su coño como pueden, al tener la polla de su hombre todavía dentro. Yo sé que no voy a tardar en correrme, como ahora. Susana se alza apoyándose en las piernas de su hombre, hasta que se saca su polla y yo me tiro a comérsela, hasta que nos corremos los dos juntos sin que me la saque de la boca.

Yo ya no podía aguantar más y se lo dije:

-              Paula me voy a correr.

-              Yo también, ¡córrete en mi boca!

-              ¡Aaaaggg, aaaagggg, aaaagggg! –Grité cuando empecé a correrme en su boca!

-              ¡Aaaaaaagggggg, aaaaaaggggg! –Gritó ella corriéndose también-.

Tras tragarse Paula toda mi corrida, me tumbé en la cama a su lado y quedamos los dos como muertos. Al cabo de unos minutos me dijo:

-              Me ha encantado Carlos, llevaba semanas sin correrme y ya no podía más.

-              A mí también me ha encantado. ¡Joder con tus sueños calientes! ¿Cómo terminó el sueño?

-              Me desperté cuando el tío se corrió, porque yo también me había corrido dormida. ¿Tú no tienes sueños calientes?

-              Ahora menos, durante un tiempo debía tener muchos porque mi madre tenía que cambiarme las sábanas casi a diario, pero no me acuerdo de ellos. Sí me acuerdo de uno bastante surrealista que tuve hace unas semanas a cuenta de los pantalones de una tía mía.

-              Cuéntamelo.

-              La comida está en la mesa –dijo mi prima Vero al otro lado de la puerta-.

-              Gracias Vero. –Le contesté-. Te lo cuento otro día o mejor lo representamos, ahora vamos a comer.

Nos dimos un largo beso en la boca. Nos vestimos y salimos a comer. Al volver a ver a Victoria, que estaba ya vestida, la miré largamente, por ver si ya sabiéndolo, era capaz de notar algo que me indicara que era una transexual, pero no noté nada de nada, todo lo contrario, me pareció una mujer todavía más atractiva. Le tenía que preguntar a mis primas como lo habían sabido ellas. Nos distribuimos entre la mesa y el sofá para comer.

-              ¿Qué tal con el primo? –Le preguntó Julia a Paula-.

-              ¡Julia, por favor! –Exclamé al escuchar la pregunta-.

-              No importa Carlos. Fantásticamente y eso que estoy con el período. –Le contestó Paula-.

-              ¡Bien, primo, bien! –Exclamó mi prima Luisa-.

-              Estáis muy unidos los primos, por lo que veo. –Dijo Paula-.

-              Desde pequeños y como Carlos es el único primo varón, pues ha sido siempre como nuestro muñeco, y ahora que estamos conviviendo todos juntos, nos hemos vuelto a unir mucho. ¿Verdad Carlos? –Dijo mi prima Julia-.

-              Verdad Julia. –Le contesté-.

Después de la comida, Paula y Verónica ajustaron las cuentas de la ropa con mis primas y con Antonia y dijeron que tenían que marcharse. Paula volvió a ponerse el uniforme de mensajero y a coger el mochilón, aunque ya casi vacío.

-              ¿Quieres que te acompañe? –Le pregunté a Paula en la puerta-.

-              No puede ser Carlos Si nos pillan, además del multón, a mí se me puede caer el pelo por llevar un uniforme de mensajero sin serlo.

-              Ha sido una mañana fantástica. –Le dije después de besarla-.

-              Lo mismo digo, cuando termine esto la tenemos que repetir. –Me contestó, sobándome la entrepierna-. Ah y que yo no tenga el período.

Fui a poner la lavadora, como era mi tarea en el piso. Había tanta ropa sucia, que tuve que llenarla hasta los topes. Luego me fui a mi habitación, Julia estaba tumbada en su litera, desnuda.

-              ¿Qué tal con Victoria? Porque con Paula ya se ha visto que de maravilla.

-              Extraño, pero muy morboso. No sé cómo habríamos terminado si no llamáis a la puerta. ¿Qué le habéis notado para saber que era una transexual?

-              No sé Carlos, un poco todo. Es muy difícil que a una mujer se le pase una cosa así.

-              Pues yo, nada de nada. ¡Coño, ni sabiéndolo he sido capaz de notarle nada que me lo indicara!

-              Es que tú eres un hombre y, además, todavía alelado.

-              Vale Julia, no te pases.

Le puse un mensaje a Cristina, preguntándole si nos podíamos conectar en un rato. Me contestó enseguida que más o menos en quince minutos. Abrí el correo electrónico. Entre otros de la facultad, publicidad y muchas mierdas tenía un mensaje de Paca:

“Hola Carlos. Me han gustado mucho tus sugerencias para el vídeo, las incorporo al guión y grabamos mañana. Te mando luego un correo sobre el vestuario de tus primas y no te olvides de avisar a Yasmine. Muchos besos donde más te apetezcan.”

-              Oye Julia, ¿a ti de dónde te viene el ser exhibicionista? –Le pregunté cuando me volví y la vi desnuda mirándome, con una mano sobre su chocho, pero sin llegar a masturbarse-.

-              De muy jovencita.

-              ¿Y cómo fue?

-              Tendría yo trece o catorce añitos. Un año mis padres, hartos de que María y yo no estudiáramos nada, nos mandaron a las dos a un internado.

-              Es verdad, lo recuerdo muy vagamente. Me pareció una cosa terrible.

-              Hombre, agradable no fue, pero terrible tampoco. El internado lo regentaban unas monjas de muy mal carácter, claro que qué carácter iban a tener sin follar. Nos obligaban a llevar un uniforme espantoso con una camisa blanca muy amplia para que no se nos notaran nuestras incipientes tetitas, una falda gris tableada por debajo de la rodilla, calcetines largos, también blancos, un sujetador enorme y unas bragas de algodón, como no blancas, que eran lo peor del uniforme. La mayor parte de las clases las impartían las propias monjas, menos dibujo que la impartía una chica recién licenciada y educación física que la impartía una mujer de unos cuarenta años.

-              ¡Qué buena memoria tienes para todo!

Mi prima estaba preciosa desnuda de lado en la litera, la cabeza apoyada en un brazo y las piernas juntas, sin cruzar, que dejaban ver su chocho depilado. Sus tetas no sentían el efecto de la gravedad y se mantenían desafiantes. Me recordó al cuadro de la Maja Desnuda.

-              Para todo no, tengo buena memoria selectiva para las cosas que me interesan. Yo entonces era bastante revoltosa, por lo que me habían sentado en la primera fila de bancas. Me jodía tanto lo del uniforme, que cuando me sentaba, me subía la falda y abría las piernas. Algunas monjas me reprendían cuando se percataban de mi postura y me decían delante de toda la clase que me bajara la falda y cerrara las piernas, que no estábamos en una fiesta ni en una discoteca. ¿Qué sabrían ellas de fiestas y discotecas? Pero la chica de dibujo y la señora de educación física y también alguna que otra monja, se me quedaban mirando las piernas y las bragas sin decirme nada.

-              Qué tremenda has sido siempre.

-              Tremenda no, pero siempre me ha gustado provocar a los hombres y las mujeres. Me gustaba ser una chica perversa, que tomaba conciencia del poder de su cuerpo sobre las mentes de los demás. Cuando notaba que la profesora que fuera no quitaba ojo de mis piernas y de mi chocho bajo de las bragas, me ponía muy caliente y empezaba a mojarlas, cosa que a ellas no debía pasarles desapercibido. A mí me gustaba mucho cuando era la joven profesora de dibujo, porque se ponía muy sofocada y aunque intentaba mirar para otro lado, no lo conseguía y sus ojos volvían repetidamente bajo mi falda.

-              ¿Cómo era la profesora?

-              Entonces tendría la edad que yo tengo ahora, veintitrés o veinticuatro años, alta, morena, guapetona, pelo lacio largo, buen tipo y normalmente vestía camisa y pantalón muy conjuntados. Me gustaba y algunas veces pensaba que de mayor me querría  ser como ella. Un día, que yo había mojado las bragas lo más grande, al terminar la clase me dijo que me quedase, cuando ya todas íbamos a salir al haberse acabado la jornada. Me temí que quería castigarme o reprenderme. Ya a solas en el aula me dijo: Julia te he pedido que te quedes porque me gustaría que hicieras de modelo para mí. Yo me aburría tremendamente entre el final de las clases y la hora de la cena, así que le dije que sí. Ella cerró la puerta del aula y yo le pregunté que cómo quería que posara. Mirándome fijamente me dijo: Ahora estoy haciendo una serie de dibujos sobre la evolución del cuerpo de la mujer a lo largo de su vida. Así que me gustaría que posaras desnuda.

-              ¡Peligro, peligro!

-              De peligro nada, si ya estaba mojada, los jugos empezaron a resbalarme por los muslos. Peligro el que yo tenía entonces encima. Claro señorita  Elena, le dije. ¿Cuándo quiere que pose? ¿Te parece dentro de quince minutos en el taller de dibujo? Sin problemas, le contesté y me fui. Estaba tan excitada por posar desnuda delante de la señorita Elena, que en esos quince minutos subí al dormitorio donde dormíamos las de catorce años para abajo, me hice un dedo en los aseos en menos de cinco minutos, pensando en que iba a estar desnuda delante de la profesora y me cambié de bragas porque las que llevaba estaban empapadas.

-              Julia perdona, no pensaba que ibas a ser tan minuciosa para contestarme y he quedado en tener una vídeo conferencia ahora con Cristina, que hoy es su cumpleaños. ¿Te importa si seguimos  luego?

-              En absoluto, ¿quieres que te deje solo?

-              No, a Cristina le gusta que esté acompañado por alguna de vosotras. Es también un poquito exhibicionista, como tú, bueno creo que como casi todos los de esta casa.

Abrí el programa de vídeo conferencias que utilizábamos y a los pocos segundos entró Cristina.

-              Felicidades guapa, ya eres mayor de edad.

-              Gracias Carlos por acordarte.

La noté un poco triste.

-              ¿Te pasa algo? Te noto triste, siendo un día tan importante para ti.

-              Sí, estoy un poco chafada. Acaba de irse Sonia, porque tenía que cuidar de sus abuelos. Están bien, pero su madre no quiere que salgan de casa para nada y alguien tiene que hacer las compras y los recados.

-              ¡Vaya lo siento! ¿Cómo se lo ha tomado?

-              Mal, pero no tenía más remedio. Así que me he quedado sola, bueno con el pajillero de mi hermano. Si la conexión no va bien es porque el tío está dale que te pego con el porno. Encima mi madre no ha querido que la acompañe a tu casa. ¿Sabías que esta tarde iba a casa de tus padres a hacerles un “arreglito” a los cuatro?

-              Sí, me lo ha dicho mi madre esta mañana.

-              Yo quería haber ido con ella, porque sabía que tu tía Julia está con ellos y me apetecía verla y estar un rato juntas.

-              Hola Cristina, felicidades –dijo mi prima Julia poniéndose detrás de mí-. Gracias por preocuparte de mi madre.

-              Hola Julia, no hay de qué. ¡Estás cada día más guapa. Hasta te sienta bien el confinamiento y no como a mí!

-              ¿Cómo vas a celebrar tu cumpleaños? –Le pregunté-.

-              Sonia y yo hemos hecho una pequeña celebración antes de que se fuera. ¿Queréis verla?

-              Sí claro. –Le contesté-.

-              Entonces os comparto el vídeo en la pantalla. Si  quieres puedes grabarlo, para usarlo en otro momento.

Se veía la habitación de Cristina. La mesa estaba cambiada de sitio para ponerla frente a la cámara. Sobre la mesa había una caja grande. Después de unos segundos sin que se viera a nadie aparecía Cristina en sujetador y tanga negros y miraba con sorpresa la caja.

-              Pues sí que esta buena Cristina y tan tiernita, que suerte tienes primo. –Me dijo mi prima Julia-.

-              Pues verás cuando aparezca su amiga Sonia, la pareja que hacen.

-              Así se quedó mi madre de a gusto.

Cristina se exhibía ante la cámara dándole vueltas a la caja. Tenía razón mi prima, Cristina estaba buenísima. Durante el confinamiento habría puesto uno o dos kilos, pero en los sitios justos, todavía tenía más tetas y su culo se había redondeado, haciéndolo todavía más tentador. Después de un par de vueltas más a la caja, la sube, la echa al suelo y aparece Sonia desnuda boca arriba en la mesa. Cristina coge la cámara web con la mano para que se pueda ver bien a Sonia, que tiene las tetas y el chocho cubiertos de algo que parece nata montada y una fila de fresas que recorre su cuerpo desde el centro de sus tetas a su chocho.

-              ¡Joder con las niñas! –Exclamó mi prima-.

-              Me están entrando unas ganas de dulce, que no me voy a poder aguantar. –Le contesté-.

Después de un buen plano del cuerpazo de Sonia, cubierta como si fuera una tarta, Cristina deja la cámara sobre una lámpara, para que el plano tenga más altura, empieza a lamer la nata, primero por las grandes tetas de Sonia hasta dejarlas limpias, luego va bajando por su cuerpo comiéndose las fresas, hasta que finalmente llega al montón de nata que le cubre el chocho.

-              ¡Me está entrando un calentón de mucho cuidado! –Dijo mi prima Julia-.

-              A mí ya me ha entrado, la tengo como una estaca.

Cristina va lamiendo poco a poco la nata que le queda, dándole a Sonia unos lametones tremendos en el chocho. Sonia empieza a gemir con el trabajo de la lengua de Cristina.

-              ¡Y decía yo antes que a mí me gustaba provocar! Al lado de estas dos yo era un angelito. –Dijo Julia empujándome para que le dejara sitio en la silla-.

-              Con tu permiso prima –le dije abriéndome y bajándome los pantalones para liberar mi polla-.

-              A ver cuando organizas algo para mí con tus amigas. –Dijo Julia-.

-              A ver si acaba el puto confinamiento.

Cuando Cristina ya ha terminado con todo, se sube a la mesa con Sonia, se pone en la posición del “69” y los gemidos de las dos van subiendo de tono, hasta que Sonia, que sigue siendo muy escandalosa corriéndose, grita como una posesa e inmediatamente la sigue Cristina en los gritos.

Mi prima había empezado a sobarse el chocho con el calentón del vídeo. Cristina deja de compartir pantalla y reaparece desnuda.

-              Ya veo que os ha gustado nuestra pequeña celebración.

-              No veas si nos ha gustado –le dije bajando la cámara para que viera el dedo que se estaba haciendo mi prima y el pollón que a mí se me había puesto-.

-              Me encanta que os hayáis puesto tan animados los dos. –Dijo Cristina-. Bueno yo también estoy bastante animada, pero estoy solita.

-              ¡Joder Cristina, que ganas tengo de pillarte! –Le dije-. Estás todavía más buena que antes del confinamiento.

-              Julia, cuéntame algo de tu madre. Echo de menos poder repetir el lío que montamos.

-              Ella me dijo que se había quedado en la gloria después de la que organizasteis los cuatro y que estaba deseando que la sorprendierais de nuevo. Levántate y déjame verte entera.

-              ¡No te fijes que estoy muy gorda! –Le dijo Cristina levantándose y dándose una vuelta. Los cojones gorda, lo que estaba era buena para reventar-.

-              Cuéntame tú ahora lo que te apetecería hacer con mi madre. –Le dijo Julia que estaba desbocada sobándose el chocho-.

-              Te cuento mejor lo que hicimos, es que la cosa se puso muy divertida cuando tu primo se marchó. Justo antes de que se fuera, Carlos y yo habíamos estado follando en plan guarro, super guarro, en el baño, pero yo estaba todavía caliente, así que mientras el terminaba de vestirse me quedé mirando a tu madre y a Sonia desnudas durmiendo.

Recordé el polvo que habíamos echado sentados en el inodoro, después de que Cristina se mease encima de mi polla y mi barriga.

-              Tu madre se despertó y me dijo que porque no seguíamos jugando, que tenía unas cuerdas en la mesilla de noche. Sonia se despertó también y entre las dos atamos a tu madre boca arriba de pies y manos a las patas de la cama. La muy calentorra tenía también en la mesilla de noche un consolador muy realista con la forma del pollón de un negro y un soplador de clítoris.

-              Así fue como yo os dejé a las tres. –Dije sin quitar la vista del cuerpazo de Cristina-.

-              Tu madre, que se había levantado calentita, bueno igual que se había acostado, no tardó nada en correrse. Al ver como gozaba de la corrida atada a la cama, pensé que  en mi fuero interno yo también tenía un lado sadomasoquista, que siempre había estado reprimiendo. Cuando tu madre se repuso un poco, les pedí a ella y a Sonia que me atasen a mí y que me castigaran por ser una chica muy caliente y muy mala.

-              Cristina me estás poniendo mala –dijo mi prima liada con su chocho-.

-              Eso me gusta, porque yo también me estoy poniendo mala de recordarlo. A tu madre le gustó mucho la idea, la soltamos y con las mismas cuerdas me ataron de pie las muñecas a la lámpara del techo y los pies muy separados y casi sin rozar el suelo a las patas de la cama. Simplemente por estar en esa posición empezaron a resbalarme los jugos por los muslos y eso que acababa de correrme con Carlos en el baño.

Cristina se estiró mucho con los brazos en alto y las piernas muy separadas. Tenía el chocho muy abierto ya y sus labios menores le colgaban fuera de los mayores. Sustituí mi mano por la de mi prima sobre su chocho y ella me agarró la polla por el tronco con mucha fuerza. Bajé la cámara para que Cristina pudiera ver lo que hacíamos.

-              Cuando ya estaba colgada, la muy zorra de Sonia bajó por las cosas que habíamos utilizado la noche anterior con tu madre y subió volando. Pero tu madre tenía otra idea distinta para hacerme sufrir. Después de golpearme el culo fuertemente con sus dos manos, se puso delante de mí. Su cuerpo maduro me produjo una gran excitación. Se acercó mucho a mí, llevó sus manos a la cara interior de mis muslos y muy cerca del chocho empezó a pellizcarme con saña.

-              ¡Joder con mi madre también como se las gasta!

La narración de Cristina debía de estar calentando mucho a mi prima Julia, porque cada vez me apretaba más la polla y hacía los movimientos arriba y abajo cada vez más largos, casi hasta producirme dolor.

-              Cuando el dolor ya me era casi insoportable, yo me notaba cada vez más caliente y más perraca. Llevó entonces sus manos a mis pezones y me los fue retorciendo alternativamente. La zorra de Sonia, con la pala de la chimenea con la que habíamos golpeado a tu madre la noche anterior, empezó a darme golpes en el culo y en la parte de atrás de los muslos. Yo veía como tu madre se estaba haciendo un pajote con una mano, mientras que con la otra seguía retorciéndome los pezones, que se me habían puesto más gordos que nunca.

Cristina se movió y de un cajón de la mesa de estudio sacó un consolador descomunal con una ventosa y lo colocó sobre la mesa. Se subió sobre ella y de rodillas puso el chocho sobre el consolador.

-              Julia, ponte sobre tu primo y te lo follas conforme yo me vaya metiendo esto en el coño, como si fuera yo con este consolador.

Mi prima Julia la obedeció de inmediato, se puso con las piernas abiertas de espaldas a mí, me volvió a coger la polla y se la puso a la entrada del chocho. Cristina, también con el consolador a la entrada de su chocho, volvió a levantar los brazos como si estuviera colgada del techo. Teníamos los tres un calentón de los que hacen época.

-              A la misma vez que me retorcía los pezones, tu madre acercó su boca a la mía, yo creía que para besarme, pero en lugar de hacerlo empezó a morderme los labios, produciéndome mucho dolor.

A la misma vez que iba contando, Cristina empezó a descender, metiéndose el consolador en el coño y mi prima hizo lo mismo con mi polla.

-              Sentía dolor, pero realmente lo que sentía era una excitación y un placer enormes, como pocas veces había sentido. Recordé la primera vez que Carlos y yo follamos en su casa y él me dio unos cachetes tremendos en mi culo.

El sube y baja de las dos se hacía cada vez más intenso. Yo con una mano le pellizcaba los pezones a mi prima y con la otra le sobaba el clítoris.

-              Sonia debía haber estado haciéndose un pajote, porque de pronto gritó como grita ella cuando se corre y dejé de sentir los golpes de la pala en mi culo, se tenía que haber corrido. ¡Suéltame y verás que hago yo con tus pezones de vieja! Le grité a tu madre, que como contestación me largó un bofetón que por poco me rompe el cuello. Vieja lo será tu puta madre, me dijo y volvió a morderme los labios con saña.

-              ¡Cristina yo ya estoy a punto! –Gritó mi prima-.

-              Espera un poco que termine de contarte. Después del bofetón, tu madre me puso una mano en el chocho y me metió primero un dedo, después dos y después tres dedos a la vez. Vamos a ver lo que te cabe en el coño, niñata, me dijo. Cuando empezó a mover los tres dedos dentro de mi chocho, sentí que iba a desfallecer al empezar a correrme. Mientras me corría, tu madre me gritaba: ¡Zorra, puta, que eres una zorrita barata! Tu madre sólo dejó de insultarme cuando empezó a correrse ella también. Ella cayó al suelo y yo me quedé colgada de la lámpara con los jugos cayéndome hasta los pies por los muslos. ¡Ahora, Julia ahora, córrete, córrete!

-              ¡Aaaaaaggggg, Cristina me corro, me corro…! –Gritó mi prima-.

-              ¡Y yo, y yo, aaaaagggg, toma Cristina, toma, siente como me corro en tu chocho! –Grité yo también al correrme-.

Quedamos los tres desfallecidos en silencio.

-              ¡Joder Cristina que guarra eres, con la carita esa que tienes de no haber roto nunca un plato! –Le dijo mi prima-.

-              Gracias Julia. Pues no os he contado que me quedé colgada más de media hora, hasta que tu madre y Sonia se repusieron. Del calentón que tenía y descubrir que podía verme desnuda y colgada en el espejo del dormitorio me volví a correr sin tocarme. –Le contestó Cristina poniendo carita de inocente-.

-              Cristina, dile a tu madre que la llamo uno de estos días. –Le dije-.

-              Ni de coña la llames. ¿Tú sabes la que deben estar liando entre los cinco esta tarde y no ha querido que la acompañe? ¡Que se joda! Bueno, eso es lo que debe estar haciendo con tu padre y con tu madre y sus hermanas.

Nos despedimos y Julia y yo nos tumbamos en la cama agotados. Del calentón que nos había metido Cristina, yo seguía empalmado como si no acabara de correrme.

-              Me gusta esta chica para ti, bueno y su amiga Sonia también. –Me dijo Julia-.

-              ¿Sabes que es hermanastra de mi padre y, por tanto, tía mía?

-              ¿Quién?

-              Cristina.

-              ¡No me jodas! –Dijo Julia incorporándose y mirándome-.

-              Pues sí, me lo dijo su madre hace poco.

-              ¿De tu abuelo el follador?

-              Del mismo.

Julia se partió de la risa.

-              ¡Joder que fiera tu abuelo, la familia de tu padre también se las trae!

Julia se acurrucó en mis brazos con la cabeza sobre mi pecho.

-              No has terminado de contarme lo de la profesora de dibujo. –Le dije-.

-              ¿Por dónde iba?

-              Cuando ibas a posar desnuda para ella.

-              ¡Ah sí! Después de hacerme el dedo de urgencia y cambiarme de bragas, bajé al taller de dibujo. Llamé a la puerta y me abrió la señorita Elena, la profesora, cerrando la puerta con llave después. Le he pedido a la señorita Lucía que asista al posado, por si tenemos que mejorar algo de tu postura, me dijo. La señorita Lucía era la monitora de educación física. Una mujer como de cuarenta años, rubia, pelo muy corto y una figura envidiable por las manos de gimnasia y de correr que se metía. Llevaba un pantalón de deporte rojo y una chaqueta de chándal blanca

-              ¿Cómo puedes acordarte de esos detalles?

-              Por lo que pasó después. La señorita Elena me dijo que había pensado dibujarme de pie y de medio perfil. Yo le dije qué como ella quisiera, que para eso que era la artista. Estaba muy nerviosa, la idea de estar desnuda delante de las dos me tenía muy, pero que muy caliente. Ahí tienes un cuarto para desnudarte y dejar la ropa, me dijo la señorita Elena, pero a mí, como buena exhibicionista que soy, aunque todavía no lo supiera, me daba más morbo desnudarme delante de ellas dos. No hace falta, puedo desnudarme aquí mismo, les dije y ellas se me quedaron mirando. Primero me solté y me quité la horrible falda gris del uniforme y luego los calcetines largos. Las miré y estaban las dos en silencio sin perder detalle de cómo me desnudaba. Poco a poco me fui soltando los botones de la camisa y la dejé caer. Las monjas nos obligaban a usar sujetador a partir de cumplir los catorce años, aunque casi a ninguna nos hacía falta de lo duras que teníamos las tetitas, así que me quedé en sujetador y bragas, ambos espantosos.

-              ¿Y las dos profesoras que hacían?

-              Nada, sólo miraban, pero no dejaban de hacerlo. Entonces les dije: señoritas, deberían ustedes interceder ante las monjas para que cambiaran la ropa interior del uniforme. Tienes razón, pero las hermanas en eso son inflexibles, me contestó la señorita Lucía. Llevé las manos a mi espalda, me solté el sujetador y lo dejé caer lentamente sobre mis brazos. Recuerdo que tenía las tetas morenas de tomar el sol en casa desnuda, cuando no estábamos más que mi hermana y yo en la piscina. Observé como ellas me miraban las tetitas con cara de deseo. Por último me quité las bragas. MI chocho, que entonces llevaba con el vello muy corto, se había vuelto a mojar al desnudarme del todo ante ellas.

-              Me estoy imaginando la situación de una adolescente desnudándose provocativamente ante sus profesoras y me pone muy caliente.

-              Caliente estaba yo, pero ellas igual o más que yo todavía. ¿Cómo me pongo señorita Elena? Le pregunté de la forma más natural del mundo. Súbete aquí, me contestó indicándome una pequeña tarima. Adelanta la pierna derecha, mira al frente y pon los brazos detrás de la cabeza. La muy guarra quería verme todo lo posible. Lo hice. Ella me corrigió la postura para adelantar todavía más mi pierna y poder disfrutar de una mejor visión de mi chocho y para ponerme más derecha y que mis tetitas resaltaran todavía más. ¡Primo no se te baja la polla!

-              ¿Cómo se me va a bajar con lo que me estás contando?

-              Yo también me pongo muy caliente de recordarlo y contártelo. No tan caliente como estaba aquella tarde, pero casi. La señorita Elena, junto con la señorita Lucía dieron un par de vueltas a mí alrededor  mirándome. Oí como Lucía le decía muy bajo a Elena: tiene un culo para comérselo. Eso me calentó todavía más. Luego la señorita Elena se situó detrás del caballete y ya no podía verla más que de reojo. La señorita Lucía debía haberse situado detrás de mí, porque no la veía nada.

Mi prima empezó a tocarse muy suavemente el chocho.

-              Prima a mí no se me baja, pero tú no paras.

-              Es un recuerdo tan pervertido que no puedo hacer otra cosa. Empecé a imaginar que las dos profesoras se estaban tocando sin que yo las pudiese ver y no pude evitar que los flujos inundaran mi coñito. Como a los quince minutos de posar escuché una respiración muy agitada detrás de mí. Yo había escuchado muchas veces esa forma de respirar cuando apagaban la luz en el dormitorio y las más calentorras nos hacíamos un dedo bajo las sábanas. Primo siéntate en los pies de la cama y mírame, me dijo mi prima incorporándose y apoyando la espalda contra el cabecero de la cama.

-              ¿Te gusta que te mire cuando te masturbas?

-              Mucho, hazte una paja tú también para que yo vea como te la haces. De reojo vi que la señorita Elena ya no estaba detrás del caballete. Como no debía estar dibujándome, me moví un poco y giré la cabeza donde pensaba que debían estar las dos. La señorita Lucía estaba sentada con la chaqueta del chándal abierta, sus tetas eran grandes y lucían hermosas, me dio envidia al compararlas con las mías de entonces no de ahora, que las mías son más grandes y más duras de lo que eran las suyas. Tenía los pantalones cortos deportivos bajados, colgándoles de un tobillo, porque había levantado mucho las piernas.

-              No me lo digas, la señorita Elena le estaba comiendo el coño.

-              Muy sagaz primo, le estaba comiendo el coño, pero a base de bien. De rodillas entre sus piernas, con los pantalones y las bragas por los tobillos y metiéndose dos dedos en el chocho. Recuerdo que tenía un culo precioso y muy blanco, que destacaba por el moreno de su espalda y de sus piernas. La señorita Lucía se dio cuenta de que me había girado y las estaba mirando, Temí que parasen al sentirse descubiertas, pero en lugar de parar, me dijo: ven aquí Julia, deja que te coma el coño. Yo que entonces era muy flexible apoyé los pies en los brazos de la silla y mirando a la señorita Elena le puse el chocho en la boca a la señorita Lucía.

-              ¿Tienes para mucho?

-              ¿Por qué?

-              Porque estoy muy caliente y no quiero correrme antes de tiempo.

-              ¡Qué fiera de primo tengo! Todavía para un poquito. Yo en esa época había tenido alguna tontería lésbica con dos o tres compañeras del internado. Algunos besos y algunos sobeteos mutuos de tetas, pero no habíamos pasado de ahí. Era la primera vez que me comían el coño y te puedo asegurar que la señorita Lucía era una maestra. Yo estaba tan caliente que, a los dos lengüetazos sobre mi clítoris, me corrí por primera vez, mojando la espalda de la blusa de la señorita Elena. No me moví de donde estaba y la de gimnasia siguió comiéndome el coño, produciéndome un enorme placer. Terminé corriéndome por segunda vez a la misma vez que ellas.

Mi prima tenía las piernas muy abiertas y yo admiraba su precioso chocho cuando movía la mano arriba y abajo.

-              Cuando me bajé de los brazos de la silla y después de saborear mis jugos en la boca de la señorita Lucía al besarla, vi que el papel que estaba en el caballete estaba totalmente en blanco. ¡La muy guarra de la señorita Elena no había tenido la menor intención de dibujarme, lo que quería era verme en pelotas! Ese año saqué mis dos primeros dieces, uno en dibujo y otro en educación física.

-              ¡Qué cara tienes!

-              ¡Espera, lo mejor fue que mis padres me compraron la moto como premio!

Nos reímos los dos a carcajadas, sin dejar de masturbarnos.

-              ¡Carlos córrete cuando quieras, que yo ya estoy para hacerlo!

Miré la cara de mi prima Julia y vi como el gesto se le iba transformando, hasta que gritó.

-              ¡Ahora, ahora, aaaaagggg, siiii, que bueno!

Yo empecé a correrme a chorros sobre mis piernas y luego me recosté junto a Julia.

-              Prima, con tu historia me he acordado de la señorita Blanca, la de biología, ¿la recuerdas?

-              Sí. Del instituto no mucho, pero luego recuerdo haberla visto en el pub. ¿Qué pasa con ella?

-              Resulta que un curso se rompió el faldón de la mesa del profesor, ella no debía saberlo y nos daba todas las clases sentada, con las piernas abiertas, enseñándonos los muslos y las bragas. ¡Joder que calentón pillábamos en las clases de biología!

-              Mira que eres inocente. Esa es todavía más guarra que yo y sabría perfectamente que el faldón de la mesa estaba roto, por eso se abría de piernas, porque quería poneros a mil.

-              ¡Anda ya!

-              Mira, esa se sentaba en el pub en el sitio más visible y se abría de piernas para que la viesen bien todos los tíos y tías y la mitad de los días no llevaba bragas.

-              ¿Pero eso lo has visto tú?

-              Y no una ni dos veces. Además, entre los exhibicionistas nos reconocemos a legua.

Nos quedamos callados un rato, hasta que mi prima rompió el silencio.

-              Oye Carlos, con eso que me has contado de que Cristina es hija de tu abuelo, ¿tú estás seguro que tu padre es tu padre?

-              No te entiendo Julia, mi padre tiene que ser mi padre por cojones.

-              Ya, lo que te pregunto es si estás seguro de eres hijo de tu padre.

-              ¡Coño Julia, como no voy a ser hijo de mi padre!

-              ¡Joder Carlos, cuando no te quieres enterar no te enteras! ¿Qué si tu madre se quedó preñada de su marido?

-              Claro.

-              No es tan claro como dices. No te pareces en nada a tu padre y en lo que menos en la polla.

-              ¿Y tú qué sabes cómo es la polla de mi padre?

-              Pues porque se la he visto.

-              ¿Cómo?

-              No te asustes, que nunca he hecho nada con el marido de tu madre.

-              Con mi padre.

-              No seas cabezota.

-              ¿Y cuando se la has visto tú a mi padre?

-              Al marido de tu madre.

-              ¡Qué pesada te estás poniendo Julia!

-              ¿Recuerdas un año que tus padres alquilaron una casa en la playa y María y yo fuimos a pasar unos días?

-              Sí, sí que me acuerdo.

-              ¿Te acuerdas que la casa tenía un aseo con ducha en el patio para quitarse la arena antes de entrar al interior?

-              No, de eso no me acuerdo.

-              Bueno, María y yo nos duchábamos normalmente las primeras, nos quitábamos la arena y nos cambiábamos de bañador. Yo tendría entonces once o doce años, más o menos. El aseo tenía una ventana que las mujeres cerrábamos para ducharnos, pero que los hombres normalmente dejaban abierta. Un día que se estaba duchando tu padre, a María y a mí se nos ocurrió mirar por la ventana.

-              Desde luego prima que no tenías una idea buena.

-              Yo creo que fue a María a la que se le ocurrió en esa ocasión, pero vamos que también pudo ocurrírseme a mí. Cogimos una banqueta que había en el patio, la pusimos debajo de la ventana y miramos por ella. El marido de tu madre…

-              ¡Y venga con la perra!

-              El marido de tu madre se estaba duchando de espaldas a la ventana, cuando se dio la vuelta vimos que estaba empalmado. Creo que fue la primera vez que vi a un hombre empalmado, por eso me fijé tanto. Como no tenía con que compararla, pues no me pareció ni chica ni grande, lo que sí recuerdo es que me calenté una barbaridad.

-              Es raro en ti que te calientes –le dije con mucha sorna-.

-              Habló quien pudo y fue el mudo. A los dos días vinieron tus abuelos a pasar un domingo. Cuando se estaba duchando tu abuelo, se nos ocurrió volver a mirar por la ventana. Al principio estaba también de espaldas a la ventana, pero luego se volvió y descubrimos que se la estaba cascando en la ducha.

-              ¡Joder Julia eres tremenda!

-              ¡Bueno, pues se la estaba enjabonando con mucha energía! La cosa fue que cuando le vimos el pollón, María y yo nos miramos asombradas, era como el tuyo ahora o más grande, más del doble que la del marido de tu madre. Por eso, cuando me has contado lo de Cristina, me he preguntado si no serás hijo de tu abuelo.

-              ¡Tú te has vuelto loca!

-              No te cierres. Tu madre ya había follado con tu abuelo de jovencita, lo mismo que mi madre o la tía Marisa. Imagínate que su marido tuviese un problema para dejarla embarazada, ¿qué tendría de raro que acudiese a su padre para mantener la línea de su familia?

-              ¿Pero tú te estás escuchando?

-              Lo único que hay que  saber es si el marido de tu madre podía o no podía dejarla embarazada.

-              O sea, que según tu disparatada hipótesis, yo puedo ser hermanastro de mi padre y de Cristina.

-              Puede ser.

-              Julia anda, vamos a dejarlo que no tengo ganas de escuchar más barbaridades y tengo que sacar la ropa de la lavadora.

Me puse un pantalón corto sin calzoncillos y un niqui y dejé a mi prima con sus disparates en la habitación. Fui sacando la ropa, pero había puesto la lavadora tan llena, que no cabía en el tendedero de casa. Metí la que no podía tender en un cubo y pensé en subir a la terraza del edificio a tenderla, había leído que eso si podía hacerse con cuidado estando confinados. Mi prima Luisa estaba sentada en el salón.

-              Primo, que buena tarde llevas.

-              Iba muy bien hasta que a Julia le ha dado por inventar.

-              ¿Dónde vas con la ropa en el cubo?

-              A tenderla en la terraza de arriba, aquí no cabe.

-              Te acompaño y me cuentas qué está inventando Julia.

Cogimos la llave de la terraza y mientras esperábamos el ascensor le dije a Luisa:

-              A la prima Julia le ha dado por decir, que no soy hijo de mi padre, sino de mi abuelo.

-              ¿Y por qué lo dice?

-              Por evidencias científicas apreciadas por ella, basadas en el tamaño de la polla de mi abuelo, de mi padre y de la mía. ¡Manda cojones!

Mi prima Luisa se rió con el tema, pero luego me preguntó:

-              ¿Además de eso dice algo más?

-              Se le ha ido la cabeza con el confinamiento y se ha inventado la historia de que mi padre era estéril y que a mi madre la tuvo que preñar mi abuelo.

Llegó el ascensor y le dimos al último piso.

-              Espera, recuerdo que alguna vez mi madre me contó que la tuya se había sometido a un tratamiento de fertilidad.

-              ¡Otra, esta vez tú y las conversaciones con tu madre!

-              Sí, recuerdo que me contó que tu madre se había sometido a dos tratamientos de fecundación “in vitro” cuando ella estaba embarazada de Vero y que por lo visto no tuvieron éxito. También me contó que había empezado a mirar lo de adoptar y que de pronto, sin saber cómo, se había quedado embarazada.

-              Sin saber cómo no creo. Y tampoco es tan raro quedarse embarazada sin esperarlo.

-              Yo no he dicho que lo sea, así que no te piques conmigo.

¡Me cago en mi prima Julia y sus inventos! Pensé con la cabeza ya confusa. Llegamos al último piso y subimos el tramo de escaleras hasta la terraza. Cuando fui a meter la llave para abrir la puerta, me di cuenta de que estaba abierta.

-              Qué raro Luisa, la puerta está abierta.

-              Habrá subido a tender algún vecino y la ha dejado abierta mientras lo hace.

La luz del sol en la terraza nos deslumbró un poco, cuando nos recuperamos vimos que la terraza era una feria.

-              ¿Pero esto que cachondeo es? –Dijo mi prima-.

Desde luego era un cachondeo. Había vecinos haciendo gimnasia o corriendo. Otros habían subido a los niños para que corrieran y les diera un poco el sol. Otros estaban en una esquina charlando, con una botella de whisky, vasos de plástico y una bolsa de hielo. Otras estaban tumbadas en el suelo sobre toallas, tomando el sol en bañador o en biquini. ¡Coño había hasta una fiesta de cumpleaños de una niña como de cuatro años, con sus guirnaldas y todo! Algunos llevaban mascarilla y guantes y otros nada de protección.

-              ¿Tú sabías algo de esto? –Le pregunté a mi prima-.

-              No, ni la menor idea, pero esto parece la piscina municipal del pueblo un domingo de agosto.

Luisa saludó a algún vecino o vecina que conocía de haberse cruzado en el ascensor o por la escalera.

-              Si lo llego a saber habría subido a tomar el sol, que me estoy quedando pálida. –Dijo Luisa-.

-              ¿Tú no has leído una circular de la comunidad que metieron por debajo de la puerta, prohibiendo el uso de las zonas comunes?

-              Sí, la leí por encima, pero parece que los vecinos no se la están tomando muy en serio.

Sin salir de nuestro asombro le dimos la vuelta al castillete, para ir a la zona donde estaban los tendederos. Música, risas, discusiones, vamos una auténtica feria.

-              Y nosotras sin salir de casa más que para comprar. Verás cuando se lo diga a las demás. –Dijo mi prima-.

Al volver el castillete había una pareja de pie de espaldas asomada al pretil y un mierdi perro tumbado al sol. Él parecía estar en bóxers y ella en bragas y sujetador. Ella me pareció Patro, él podía ser Javier y el perrucho Van Danne. Se volvieron cuando nos oyeron, en efecto eran ellos dos.

-              ¿Qué hacéis aquí? –Les pregunté retirado unos cuatro metros de ellos-.

-              ¡Coño Carlos, que alegría! –Dijo Javier viniendo hacia nosotros-.

-              ¡Eh, eh quieto, no sabes que no te puedes acercar a menos de dos metros!

-              Venga ya, si yo estoy como una pera y Patro no sé qué te va a pegar que no haya pegado ya. ¡Coño Luisa, qué guapa estás! –Dijo Javier-.

-              Javier no empieces con las babas –le contestó mi prima-.

-              Hemos subido a descansar un poquito, ya te puedes imaginar de qué, y a tomarnos una copa al sol. –Dijo Patro-.

Javier estaba medio empalmado bajo los bóxers.

-              ¿Qué tú te has cansado? –Le preguntó Luisa a Javier con mucha guasa-.

-              ¡Yo que me voy a cansar, yo de eso no me canso nunca! ¿Quieres probarlo? –Le contestó Javier-.

-              ¡Vete a cagar, pajillero! –Le contestó Luisa-.

-              ¿Son amigos? –Me preguntó Patro-.

-              Conocidos del pueblo –le contesté-.

-              Tomaros una copita con nosotros. –Nos dijo Javier-.

Mi prima y yo nos miramos con ganas de aceptarla.

-              Vale, pero a mí me das un vaso nuevo, que no me fio un pelo de lo que haya hecho con los vasos. –Le dijo mi prima-.

Mientras Javier servía hielo en dos vasos de plástico, me fijé en Patro, había perdido la mitad de la barriga que tenía el día que subí a desatascarle las cañerías. Se lo dije:

-              Patro, te estás quedando tipito.

-              Pues mira que como y bebo cerveza igual o más que antes de que llegara Javier. Pero hacemos mucho ejercicio los dos juntos.

Javier dejó los dos vasos con whisky en el pretil y yo me acerqué a cogerlos,  cuando él se retiró. Patro había trabado conversación con mi prima, le pasé el vaso y empecé a conversar con Javier.

-              ¿Cómo lo llevas? –Le pregunté-.

-              El confinamiento bien. Nos acostamos tarde, nos levantamos tarde. Nuestro polvito cuando Patro me trae el café a la cama, nuestro polvito cuando nos duchamos, nuestro polvito con la cervecita, nuestro polvito cuando Patro me dice que haga del ferretero, nuestro polvito…

-              Vale ya Javier, que no me interesa vuestra vida sexual.

-              ¡Tío cada día estás más sieso! Te lo contaba para que entendieras el problema que tengo.

-              ¿Qué problema tienes ahora?

Javier se bajó los bóxers por delante. Tenía el nabo en carne viva y los huevos como pelotas de tenis, rojos a más no poder. Me recordó el día que se había puesto la crema para aumentar el tamaño de la polla y el anillo para mantener la erección.

-              ¿Qué te ha pasado? –Le pregunté horrorizado al ver cómo estaba el pobre-.

-              A Patro le apetece que juguemos casi todos los días a la ferretería. Yo, en pelotas, me pongo una bata azul, que dice ella que es igual a la de sus ferreteros, y me coloco detrás de la encimera de desayunos que hay en la cocina, como si estuviera en la ferretería. Entonces entra Patro vestida, es el único rato que le dejo que se vista, como si fuese a comprar algo en la ferretería.

Lo de Patro y la ferretería era una fijación.

-              Cada día me pide una cosa y a partir de lo que pide empezamos el cachondeo, ya me entiendes.

-              Perfectamente.

-              Qué si una llave inglesa, que si un martillo, que si una taladradora, que si una machota,…

-              Entendido Javier, no me cuentes todas las referencias de la ferretería.

-              Bueno, pues un día le tocó al aceite lubricante, ese que viene en un espray, ¿sabes de cual te hablo?

-              Claro Javier, el “3 en 1” o similar.

-              Eso. Pues empezamos con la guasa de los muchos usos que se le podían dar al aceite, que si para las bisagras, que si para las cremalleras que se atascan, que si para los gafetes de los sujetadores que se resisten, que si para los tangas que no bajan,..

-              ¡Javier por Dios, que cansino eres! ¿Quieres ir al grano?

Puse el vaso otra vez en el pretil y le hice el gesto de que me llenara la copa. Mientras lo hacía volvió a su relato.

-              Entonces, a mí se me ocurrió que para lubricante del nabo y me lo embadurné bien, pero bien, bien y ya ves como estoy. –Concluyó, volviendo a mostrarme el lamentable estado de su paquete-.

-              ¡Pero tú eres tonto, coño que eso es aceite mineral y tápate que te va a ver mi prima y para qué queremos más!

-              ¿Qué quieres, tú nunca has tenido un calentón?

-              ¡Muchos, pero no me da por ponerme eso ni lejía ni alcohol! ¿Cómo te estás tratando?

-              Patro quería llevarme al médico, pero yo le dije que ni locos íbamos a ir al centro de salud, para coger lo que no tenemos. Así que con baños calientes, mucha salivita de Patro y muchos juguitos del coño de Patro.

-              Ese tratamiento te lo has recetado tú, ¿no?

-              Entre los dos lo hemos pensado. ¿A que es bueno?

-              Yo no sé si será bueno, pero a juzgar cómo tienes el cacharro no parece muy efectivo. ¿Te duele mucho?

-              No, un poquito cuando Patro me da el tratamiento, pero ya está.

-              ¡Qué bruto eres!

-              ¡Si te parece, ahora que puedo follar, me voy a dar una pomada!

-              Javier, vamos para abajo, que es la hora del tratamiento. –Le dijo Patro-.

-              ¿Qué tratamiento, te pasa algo? –Le preguntó mi prima Luisa y Javier se llevó las manos al bóxers-.

-              ¡Ni se te ocurra Javier! –Le dije-.

-              Vale vamos. –Le contestó Javier-. Ves, si es que vivo como Dios, el polvito de después de comer, una copita en la terraza, el polvito de después de la copita…

-              ¡Vete al carajo! –Le dije-.

-              No seas envidioso, si además te lo debo a ti. Os dejamos la botella y el hielo. Luisa, a ver si hacemos por vernos otro diita.

-              En eso estaba pensando yo. –Le contestó Luisa con desdén-.

Se fueron y nos acercamos los dos a apoyarnos en el pretil. Hasta nosotros llegaba el ruido de los vecinos en la terraza.

-              ¿Qué le pasaba a tu amigo Javier? He visto de reojo que te enseñaba un pimiento rojo que tenía debajo de los calzoncillos.

-              Las cosas de Javier, que te lo cuente él cuando se tercie.

-              Oye, pues se está bastante bien aquí al sol y tomando una copa, lo tenemos que repetir.

-              Si cabemos, sí. –Le contesté a Luisa empezando a tender la ropa-.

La música de la fiesta de cumpleaños había terminado y parecía que los vecinos iban desalojando la terraza, menos los que estaban bebiendo, que seguían hablando a voces.

-              Ven primo, que me parece que ahí hay unos que se lo van a pasar muy bien. –Me dijo Luisa-.

Cogí mi copa para darle un trago y me acerqué a Luisa, que llevaba una falda muy corta y ajustada que le marcaba mucho su precioso culo. Ella me indicó que mirara hacia una terraza que estaba como dos plantas más abajo. La terraza estaba muy bien puesta, césped artificial, una sombrilla grande, una mesa de madera con cuatro sillas, una tumbona muy grande y una especie de piscina o jacuzzi lleno de agua. Una mujer rubia con el pelo corto y gafas de sol, como de cuarenta y tantos años, tomaba el sol en la tumbona con un biquini mínimo. Dos hombres, bastante más jóvenes, estaban sentados desnudos en las sillas, tomando una copa y charlando.

-              ¡Joder qué bien vive el personal! Así también me pasaba yo el tiempo de confinamiento que hiciera falta. –Dijo Luisa-.

Me fijé más en la mujer. No estaba seguro, pero me pareció Rosa, la que hacía unos meses me había medido la polla y habíamos estado follando en un hotel, con el rollo del programa que estaba desarrollando para evaluar el tamaño del nabo de los tíos, con solo fotografiarles el paquete aunque fuera con los pantalones puestos. ¡Ah sí recordé, ella le llamaba “PPP” a la aplicación: “Paquete-Picha-Pollón”! ¡Qué chico era el mundo, mira dónde ir a encontrármela!

-              A ella creo que la conozco. –Le dije a mi prima-.

-              ¿De qué?

-              Si no te ríes, te lo cuento.

-              Depende, si es gracioso, pues me reiré.

-              ¿A ti no te da un poco de vergüenza estar mirando a la gente en su intimidad? –Le pregunté-.

-              A mí ninguna, es más me pone muy cachonda, debo tener un buen ramalazo de mirona.

-              ¡Cómo te pareces a tu madre en eso!

-              Bendita la rama que al tronco sale. ¿Me lo vas a contar o no?

-              Al principio del curso me llevó Javier un viernes por la tarde a una especie de club, que estaba lleno de mujeres maduras solas. ¿Sabes cuál es?

-              Claro que sé cuál es. Un sitio donde van las calentorras de más de cuarenta años a pillar jovencitos. ¿Qué coño hacías tú ahí?

-              Yo no sabía de lo que iba el sitio, no te he dicho que me llevó Javier.

-              ¡Vaya prenda que es tu amigo Javier!

-              Javier les estuvo pasando el “calentómetro” al personal.

-              ¿El calenqué?

-              El “calentómetro” una aplicación para el móvil que sacas una foto a unas tías, la procesas en la aplicación y según el color con que salen las tías te indica cómo están de calientes.

-              Lo dicho, vaya prenda. Pero qué tontería

-              Al ver a todas rojas a más no poder, cogió tal calentón que me dijo que tenía que ir a mear, pero yo creo que fue a cascársela.

-              Es que no falla una.

-              No es mala persona, aunque tiene sus cosas. Total, que allí me ligó una tal Rosa, que es esa que está ahí y todavía en el club  ese, me cuenta que está desarrollando una aplicación llamada “PPP”

-              ¡No me jodas!

-              ¿La conoces?

-              Pero primo, si eso es una leyenda urbana que conocemos todas las tías.

-              De leyenda urbana nada, deja que te siga contando.

-              Sí, por favor, que me interesa mucho.

-              En el club, nada más conocerme, me pregunta cuánto me mide la polla. Yo le contesto que no lo sé y la tía, además de llamarme mentiroso con razón, me dice que por lo menos treinta centímetros empalmada.

-              ¡Qué tino la tía!

-              Me lleva a su habitación en un hotel que estaba muy cerca. Cuando llegamos a la habitación, me manda a la ducha, como si yo fuera un apestado. Bajo el agua y pensando que iba a echar un polvo con ella me empalmé. Entra la tía en el baño en ropa interior y saca una especie de escuadra y un metro enrollable pequeñito, me dice que me ponga la escuadrita en el nabo y me hace algunas fotos. Como la escuadrita se quedaba pequeña, me la midió con el metro.

-              ¿Pero entonces es verdad lo de la aplicación? –Preguntó Luisa muerta de risa-.

-              A mí me lo contó la tía más seria que un ajo, por lo visto ella es la desarrolladora.

Luisa volvió a mirar a Rosa abajo con cara de no creerse que aquella mujer era la que estaba desarrollando la aplicación.

-              Tú te estás quedando conmigo. –Me dijo-.

-              Te juro que no, que todo lo que te he contado es verdad. Yo, cuando la tía me la midió el nabo con el metro, estaba tan caliente, que me corrí encima de ella. La tía se cogió un cabreo monumental, diciéndome que eso no era profesional, cosa que no entendí a que se refería con la profesionalidad. Luego echamos un polvo o dos, ya no me acuerdo, y me puso de patitas en la calle. Cuando volvía al piso en el autobús, descubrí que me había metido doscientos euros en el bolsillo. ¡La tía me había tomado por un puto!

Luisa se desternilló con la historia y la confusión de Rosa.

-              ¿Y qué coño hace esa tía ahí con dos jovencitos? –Preguntó mi prima-.

-              ¡Yo que sé, les estaría midiendo la polla cuando cayó el confinamiento y ya se han quedado a pasarlo juntitos!

-              ¿De verdad que te pasó eso con esa tía?

-              No te estoy diciendo que sí.

En la terraza de abajo Rosa o la que yo creía Rosa, se había puesto de pie y estaba hablando con los dos chicos.

-              La desarrolladora tiene un polvo guarro que te cagas. –Dijo mi prima Luisa-.

-              ¿Lo dices para ti o para mí?

-              Primo, si la tía se dedica a medir pollas, me imagino que para ti, aunque también puede pasar que esté harta de pollas y prefiera un chochito jugoso como el mío.

Nos reímos los dos. Tenía razón mi prima, el micro biquini negro que llevaba Rosa le sentaba de maravilla, estaba más atractiva que cuando me folló desnuda. Subió una escalerita y se metió en lo que ya me parecía más un jacuzzi que una mini piscina. Los dos chicos se levantaron de sus sillas y empezaron a tocarse el nabo.

-              Me parece que tu conocida quiere guerra. –Dijo Luisa-. Los chavales no están mal del todo, pero si ha probado lo que tú tienes ahí, le va a saber a poco. Yo diría que no pasan de la discreta media nacional.

-              ¿Tú ahora te vas a hacer su ayudante?

-              Primo, como investigación es más interesante que las que yo tengo que hacer en la facultad.

Los chicos también subieron la escalerita y se sentaron en el borde del jacuzzi con las piernas en el agua, cada uno a un lado de Rosa, sin dejar de sobarse sus pollas, que ya se le habían puesto morcillonas.

-              Anda Luisa vamos a dejar de mirarlos, que me da corte. –Le dije-.

-              Mira tú para otro lado si quieres, que yo quiero seguir mirando.

Me puse de espaldas apoyado en el pretil. El culo y las piernas de mi prima cada vez me resultaban más atractivos.

-              ¡Lo sabía! –Exclamó mi prima-.

-              ¿El qué sabías?

-              Que se la iba a comer a los dos.

Miré y los chicos se habían juntado, Rosa les tenía agarradas sus pollas con las dos manos e iba alternando para metérselas en la boca.

-              ¿Primo a ti te la comió también?

-              No lo recuerdo Luisa. ¡Ah sí ya me acuerdo, hicimos un pedazo de “69” de lujo!

-              ¡Qué suerte tuvo la tía!

-              Prima esta falda te hace un culo para comérselo.

-              Gracias primo. Súbela un poquito y verás que sorpresa te llevas.

Me puse detrás de ella y poco a poco le fui subiendo la falda. No llevaba bragas y apareció su carnoso chocho depilado.

-              ¡Coño Luisa, con la mano de lavar, tender y recoger bragas que me doy, para que ahora no te las pongas!

-              ¿No te gusta más así, sin nada?

-              Me gusta de todas las maneras. –Le dije poniéndole las manos en sus duras nalgas para sobárselas-.

-              Los chavales se han animado ya del todo con el trabajo que les está haciendo tu amiga.

-              Me acuerdo que me dijo que había tenido miles de pollas en sus manos.

-              ¡Joder con la tía! Yo habré tenido treinta o cuarenta.

-              Es que ella es mayor que tú. A ti te queda mucho tiempo por delante.

Con la visión del culo de mi prima y el sobe que le estaba dando, me había empalmado otra vez. Me abrí los pantalones, le encajé la polla entre sus nalgas y le cogí sus grandes tetas por encima de la camiseta.

-              Te gusta tu prima Luisa, ¿verdad?

-              Mucho, ya sabes que la que más.

Me retiré un poco y le metí la polla entre los muslos, pegada a su chocho.

-              ¡Uuummm primo, que me vas a deformar las piernas!

-              No creo, te he visto abrirlas mucho más.

-              Tu amiga, sin quitarse la braga del biquini, se está encalomando a los dos, uno por el choco y otro por el culo. Tengo que probar yo eso algún día. Muévete un poquito, que verás que lubricado lo tengo.

-              Es verdad, se desliza de maravilla.

-              Me encanta segregar tantos jugos. Entre tú y aquellos tres me estoy poniendo como una moto.

Noté que me abrazaban por detrás.

-              Chicos sois muy malos por no avisar a la mulata.

-              ¡Joder Yasmine que susto me has dado! –Le dije-.

-              No será para tanto porque no se ha bajado nada, mi amor. –Me contestó metiendo su mano entre mis piernas, hasta llegar a mis huevos y a la base de mi polla-.

-              Hola Yasmine. ¿Tú también te subes a la terraza? –Le preguntó mi prima-.

-              He subido a tender bragas de las beatas, a ver si se les quita el olor, que no creo, pero ya que estoy aquí, pues paralo que sea.

-              ¿Por qué no te vienes por aquí para que te bese? –Le propuso mi prima-.

-              Lo que tú quieras mi amor. ¡Huy que cochina, lo que estás tú mirando! –Dijo al reparar en la fiesta de la terraza de abajo-.

-              Has visto que buen confinamiento se está pasando esa. –Le dijo mi prima-.

-              Sí, unas tanto y otras tan poco.

Mi prima se giró para ponerse de frente a Yasmine y empezaron a besarse en la boca. Mientras se besaban, Luisa le fue soltando  a Yasmine los botones del uniforme. Debía estar pasando calor en el piso de las beatas, porque no llevaba ropa interior. Luisa le cogió las tetas y empezó a lamerle y morderle sus negros pezones.

-              ¡Ay mi amor, qué cositas me haces! ¿Quieres que la mulata se ponga malita?

-              Como te pongas como yo, te vas a poner a morir. –Le contestó mi prima-.

-              ¡Qué lástima de muchachos, entre los dos no juntan lo que se gasta un mulato! –Dijo Yasmine que debía estar mirando también al trío de abajo-.

Yo seguía acariciándole el chocho a mi prima con la polla.

-              Yasmine, le he dicho a Luisa que deje de mirarlos, pero no quiere. –Dije-.

-              Y hace bien. Ellos están disfrutando, ¿por qué no mirar como disfrutan? De joven, allá en Venezuela, tuve un novio que disfrutaba mirando como lo hacían otras parejas, mientras yo le comía su polla.

-              ¿Todos tus novios tenían rarezas? –Le pregunté recordando al que había contado que sólo se ponía si follaba en sitios públicos-.

Noté que Yasmine había puesto algunos dedos entre el chocho de mi prima y mi polla.

-              No son rarezas, mi amor. A cada uno le gustan unas cosas y qué tiene de malo, si no haces mal a nadie. Luisa, ¿por qué no se la comemos un poquito a tu primo?

-              ¿No te extraña que estemos así siendo primos? –Le pregunté mientras las dos se ponían en cuclillas delate mía para comerme la polla-.

-              ¿A mí? Yo de chiquitita me follé a todos mis primos, a los mayores y a los más chicos. ¿Con quién va a empezar una en el sexo mejor que con la familia?

Sentir y ver como las dos pasaban sus lenguas por toda mi polla y mis huevos me estaba poniendo fuera de mí.

-              ¿Cómo van los muchachos? –Preguntó Yasmine al rato-.

Miré y debían haber corrido porque estaban los tres separados metidos en el jacuzzi.

-              Creo que han terminado.

-              ¡Ya! Perdonen que les diga, pero ustedes aquí en Europa con las prisas y el estrés no saben follar.

-              ¡Hombre! –Proteste-.

-              Bueno, mejorando lo presente. ¿Ay mi Luisa, porque no me comes el coño mientras te folla tu primo?

-              Por mí encantada. –Le contestó-.

Yasmine se tumbó en el suelo de la terraza y Luisa y yo nos pusimos de rodillas, ella con la boca en el chocho de Yasmine y yo detrás follando en plan perrito.

-              Miren, yo tenía un novio mulato de jovencita, allá en mi querida tierra de Venezuela, con el que un fin de semana me llevé follando treinta y seis horas seguidas.

-              ¿No te parece un poco exagerado? –Le pregunté-.

-              ¡Ay Luisa que rico lo haces! Exagerado no, mi amor. Yo había preparado un pabellón criollo bien rico y abundante y comíamos mientras follábamos. También dábamos alguna cabezada, pero sin soltarnos. Al lunes siguiente no pudimos ir a trabajar, nos quedamos los dos dormidos casi veinte horas seguidas.

-              ¿Tú cuantos novios has tenido? –Le preguntó mi prima-.

-              ¿Cuántos granos de arena hay en la playa? –Dijo Yasmine-.

-              Infinitos –le contestó mi prima-.

-              Pues algunos más, chica y no soy de las que más he tenido de mi grupo de amigas.

-              ¡Carlos, fóllame más duro! –Me dijo mi prima-.

-              Veré que puedo hacer, prima. Qué llevo un día que para mí se queda.

-              ¡Vamos Carlos, no decepciones a tu prima! –Dijo Yasmine-.

Empecé a meterle unos empujones, que al principio le sacaban la cabeza del chocho de Yasmine, pero en muy poco cogió el ritmo y por mucho que la empujase seguía con la boca en el imponente clítoris de Yasmine.

-              ¡Primo sigue, que me voy a correr!

-              Y yo Luisa, dale bien con tu lengüita a mi chochazo.

Yo tenía cogida a mi prima por las tetas por debajo de la camiseta que llevaba y tiraba de ella hacia atrás para follármela más duro, como ella quería, y también estaba a punto de correrme. Fue Yasmine la que se corrió primero dando voces:

-              ¡Ay la blanquita, las cosas que me hace, como le gustan a la mulata, aaaaagggg, ya, ya, ya, sigue blanquita, sigue…!

-              ¡Carlos no pares ahora, sigue dándome, sigue, sigue, aaaaggg, qué bueno, aaaaagggg, qué largo, sigue, sigue….!

Por último me corrí yo sobre el culo de mi prima, llenándole la falda y la camiseta de lefa.

-              Voy a terminar de tender, que las beatas se van a enfadar esta mulata.

Yasmine se levantó y sin cerrarse el uniforme, dejando ver sus imponentes tetas, terminó de tender por lo menos doce bragas negras. Mi prima se había tumbado en el suelo y yo seguía de rodillas.

-              Yasmine, seguramente mañana será la grabación del vídeo, mira a ver si puedes liberarte de las beatas. –Le dije-.´

-              Sin problema chico, ya me mandas un mensaje con la hora.

-              Bájate algo para taparte la cara para que no se te reconozca.

-              Ni loca chico, con las ganas que tengo yo de salir con Paca en una película de esas, me voy a tapar la cara. Que me vean mis amigas y mis ex novios, que vean lo rebuena que sigo estando y las manos de follar que me pego.

Yasmine se cerró el uniforme y se bajó para el piso de las beatas.

-              Qué bien me lo paso siempre contigo primo.

-              Y yo contigo prima.

(Continuará, por lo menos un capítulo más. Espero que os haya gustado. Mucha suerte y mucha precaución a los que empecéis o sigáis saliendo de casa y a los que os quedáis aun, también).