Compartiendo piso de estudiante con mis primas 11
Me despierto y ya no puedo volver a dormirme. Mi prima Luisa cuenta una historia sobre las beatonas y mi abuelo y Antonia otra muy morbosa sobre cómo consiguió un biquini, que termina con una paja colectiva. Después viene mi compañera Paula con una amiga y las cosas se lían. Gracias por leerme.
( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente leer los capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://todorelatos.com/relato/156465/https://todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/https://todorelatos.com/relato/158502/https://todorelatos.com/relato/158808/https://todorelatos.com/relato/159124/ y https://todorelatos.com/relato/159373/
A pasarlo bien y gracias por leer, comentar y ofrecerme nuevas ideas para los relatos).
Entre sueños abrazaba a mi prima Julia, que dormía plácidamente después de haberse corrido tres veces. A media noche me despertaron las ganas de mear. Me levanté y desnudo como estaba fui al baño. Mientras meaba recordé las cosas que me habían contado mis primas sobre mi infancia y los inicios de mi sexualidad con ellas. Jugar a los médicos con Vero haciéndome mi primera mamada, las pajas que se hacía y me hacía Luisa rozándose sobre mi polla, las pajas que me hacía mi prima María y el embriagador perfume de sus tetas y mi primer polvo con mi prima Julia. ¿Cómo era posible de que me no acordase de nada de eso? La resaca que tenía no era demasiado mala, se notaba que las beatas se gastaban el dinero en un buen whisky. Si hubiese bebido la misma cantidad en alguno de los pubs que frecuentaba, estaría muerto o al menos agonizando. A la vuelta del baño vi que la televisión estaba encendida en el salón. No sabía la hora que era, pero desde luego tenía que ser bastante tarde. Mire a ver cuál de ellas se habría quedado dormida con la tele puesta. Era Antonia tumbada en el sofá, pero no estaba dormida.
- Buenas noches Antonia. ¿Qué haces todavía despierta?
- ¿Y tú?
- Me han despertado las ganas de mear y no me ha quedado más remedio que levantarme. ¿Te pasa algo?
- Estoy harta de no poder salir, tan harta que no puedo dormir bien.
Me senté a su lado, llevaba una bata muy corta de mi prima Luisa, que dejaba disfrutar de sus preciosas piernas.
- Sí, esto del confinamiento está empezando a cargar mucho, pero bueno, a ti te ha cogido con Luisa, así que no te puedes quejar.
- No Carlos, precisamente quien me preocupa es Luisa.
- ¿Por qué?
- Yo vine a pasar unos días con ella en plan de juego. Como sabes ninguna de las dos somos lesbianas, más bien somos bisexuales, nos atrajimos la una a la otra, descubrimos cierta tensión sexual entre nosotras y decidimos explorarla. Pero lo que iban a ser unos días, se han convertido en semanas y tiene toda la pinta de convertirse en meses. Y eso es demasiado para las dos.
- Yo os veo bien a las dos.
- Sí, pero ahora más que amantes nos hemos convertido en buenas amigas, que de vez en cuando desfogamos juntas la necesidad de sexo.
- ¿Y eso es malo?
- Malo no, pero no es lo que teníamos pensado. Echo de menos a mi familia y a mis otros amigos.
- Yo también echo de menos a mis padres, a mi medio novia Cristina y a otros amigos y amigas, pero que le vamos a hacer.
Antonia se movió en el sofá y vino a recostarse sobre mí.
- Carlos eres un buen chico y, además de por lo que tienes ahí entre las piernas, me gusta cómo eres. En otras circunstancias no habría dudado en tener un lío contigo, pero con tu prima Luisa por en medio siento que no puedo o no debo.
- Tú también me gustas y no sólo porque estés buena para decir basta, me gustas incluso después de la patada en los huevos que me diste el día que te conocí.
- Si hubiera sabido lo que tenías ahí, no te la hubiera dado. –Dijo Antonia riéndose-.
- ¿Qué estabas viendo en la tele? –Le pregunté por cambiar de tema-.
- Ni me acuerdo, creo que uno de esos programas de madrugada para estafar a la gente que no puede dormir bien.
- ¿Qué hacéis que no estáis durmiendo? –Preguntó mi prima Luisa entrando desnuda en el salón-.
- Yo no podía dormir y me vine a ver la tele y tu primo dice que le han despertado las ganas de mear.
- He oído vuestra conversación desde la cama. Antonia, yo no tengo problemas en la convivencia contigo y todavía tengo menos problemas con que hagáis lo que os apetezca entre vosotros. Después del ataque de celos que me dio cuando contaste lo del biquini, lo he pensado mucho y creo que fue una chiquillada de las gordas.
- Lo del biquini no tuvo ninguna importancia. De todas formas, fue una tontería dejarme comer el coño por aquella tía, para sacar un biquini por la cara. Además, la tía me comió el coño francamente mal. ¿Carlos, tú que tal comes el coño? –Me preguntó Antonia de sopetón-.
- Está mal que yo lo diga, pero Puri dice que de maravilla.
- ¿Y se lo comes a Puri y a nosotras no? –Dijo Antonia-.
- Porque no se ha terciado, que yo por mí encantado.
- ¿Podrías con las dos a la vez? –Me preguntó Antonia-.
- Si pude ayer con las tres beatas a la vez, ¿por qué no iba a poder con vosotras dos?
- ¿Qué te follaste ayer a las tres beatas? –Me preguntó mi prima Luisa-.
- ¡Coño, una obra de caridad!
- ¡Tú eres tonto, una obra de caridad! A ti no te ha contado tu madre lo que les pasó a ella, a la tía Julia, a mi madre y a tu abuelo cuando hicieron la reforma del piso.
- No, a mí no me ha contado nada de eso mi madre. ¿Qué les pasó?
- ¿Quieres la versión larga o la corta? –Preguntó Luisa-.
- La larga, porque la cosa se presenta interesante y además como no podemos dormir, siempre será mejor que la televisión. –Le contestó Antonia apagando la tele-.
- ¡Criatura una obra de caridad! Escucha. Después de comprar el piso y antes de hacer la reforma, vinieron las tres para volver a verlo y se trajeron a tu abuelo, que algo sabe de albañilería y de reformas, además de otras muchas cosas, para que las aconsejara. Antonia a ti tengo que ponerte en antecedentes.
- Sí, por favor, no quiero perderme nada.
- Verás, a este muchacho –dijo Luisa señalándome-, lo del pollón le viene de su abuelo paterno que, al parecer, lo tenía y lo tiene igual o más grande y, según dicen, incansable.
- ¡Vaya con tu abuelo!
- Además, mi madre y mis tías de jovencitas se lo habían beneficiado.
- ¡Joder qué familia! –Exclamó Antonia-.
- Sí Antonia, sí, tú lo has dicho, qué familia. –Le dije yo-.
- Bueno, la cosa es que estaban viendo otra vez el piso, hablando sobre la reforma que hacerle, cuando llamaron a la puerta, abrió tu abuelo y eran las trillizas. La situación fue más o menos como la que te pasó a ti el otro día cuando llamaron a la puerta. Ya desde entonces eran las presidentas de la comunidad. Por lo visto, le dicen a tu abuelo que la comunidad tenía prohibido hacer obras en los pisos, excepto que fueran con proyecto de arquitecto y licencia municipal, vamos un puto lío. Después de que le dijeron eso, tu abuelo las despachó amablemente y fue a decírselo a mi madre y mis tías, que se sintieron muy decepcionadas, porque ellas querían hacer la reforma cuanto antes para que Julia pudiera venir a estudiar al año siguiente. Tu abuelo que es bastante más listo que tú y que sabe de mujeres como para echarle de comer aparte…
- Gracias por la parte que me toca. –Le dije a mi prima, que estaba preciosa desnuda contando aquella historia-.
- Vale don picajoso, sigo. Tu abuelo les dijo que lo que necesitaban las trillizas, no era ni un arquitecto ni una licencia, sino una buena polla que les quitara las penas. Mi madre y mis tías lo miraron extrañadas, pero él se reafirmó en lo dicho: una buena polla. Tu madre propuso subir a verlas e intentar convencerlas de hacer las cosas más fáciles. Así que subieron los cuatro. Entonces no debían tener a Yasmine, porque si no me hubiera contado mi madre el toque exótico. La chica que tuvieran los hizo pasar al salón y las trillizas llegaron enseguida. En medio de la discusión, tu abuelo, que por lo visto no había abierto la boca, pidió permiso para ir al baño, y según mi madre, volvió en unos minutos con el paquete en la entrepierna más grande, que ella ha visto nunca. Según ella del tamaño de una telera.
- ¡Hala, qué exageración! –Dijo Antonia-.
- El bulto no pasó desapercibido para las trillizas, que fijaron su vista en él y comenzaron a tartamudear. Entonces tu abuelo dijo que creía que era mejor que él se quedase a solas con las trillizas, que seguro que podrían llegar a un acuerdo conveniente para todos, a lo que las trillizas contestaron que sí, que sería lo más conveniente. Mi madre y mis tías salieron a regañadientes del salón, ya sabes que a ellas no les gusta quedarse al margen de nada.
- Eso desde luego. –Le dije a mi prima Luisa-.
- Las trillizas llamaron a la sirvienta que tuvieran en ese momento y le dijeron que acompañara a las invitadas afuera. La muchacha, que debía conocer bien a las trillizas, les dijo que se quedaran escuchando y mirando por los visillos de las puertas del salón, que se iban a divertir un rato. En cuanto salieron, tu abuelo les dijo a las trillizas, que a ver que les parecía el arquitecto, el proyecto y la licencia que él tenía. Se abrió el pantalón y se sacó el pollón y los cojones. Al parecer las trillizas tardaron en reaccionar ante semejante monumento, pero cuando lo hicieron fue para abalanzarse sobre él, con sus bocas hambrientas por disfrutar de semejante bocado.
- ¿Tú te estás inventando todo esto, no? –Le dije a Luisa-.
- Yo estoy contando lo que me contó a mí mi madre, si ella se lo inventó entero o en parte, lo ignoro. Pero conociendo a los personajes podría ser perfectamente cierto. Lo que decía, después de que le comieran el pollón entre las tres a base de bien, tu abuelo se levantó y les rasgó los vestidos que llevaban hasta dejarlas en bragas y sujetador. La sirvienta, al ver lo que tu abuelo le estaba haciendo a sus señoras, se levantó la falda del uniforme y empezó a hacerse un dedo de campeonato. Respecto a mi madre, ya sabes tú la debilidad que tiene por ver gente follando, así que imitó a la sirvienta y al lío.
- ¿Luisa, tu madre te cuenta estas cosas? –Le preguntó Antonia extrañada por el cariz de la historia-.
- Sí, comprendo que no es muy normal, pero a nosotras nos gusta contarnos situaciones eróticas. A otras les gusta hablar de los vecinos y a nosotras nos gusta hablar de follar.
- ¡Qué liberales las dos! ¿Tú le has contado lo nuestro?
- Con pelos y señales la última vez que la vi. Por teléfono no nos gusta.
- Perdona, sigue que te he interrumpido.
- Pues eso, que a tirones les rasgó y les quitó la ropa. Luego puso a las tres apoyadas en el respaldo del sofá y se las fue follando por detrás, una tras otra, que según me dijo mi madre iba cayendo desfallecidas al suelo o al sofá. Cuando las tres estaban liquidadas, tu abuelo seguía con el mismo pollón y entonces debía tener casi sesenta y cinco años.
- ¡Qué barbaridad! ¿A ti te pasa lo mismo? –Me preguntó Antonia-.
- A mí no me gusta vacilar, pero ayer dejé a las tres también en el suelo y luego me corrí.
- Espera que termino. No contento con haberse follado a las tres hermanas cogió la campanita para avisar a la sirvienta y empezó a hacerla sonar. Por lo visto, la chica que ya se había corrido una vez e iba por la segunda, se quitó las bragas, se bajó la falda y se fue directa para el salón. Según me contó mi madre, tu abuelo puso a la muchacha en todas las posiciones posibles y terminó corriéndose dentro de su boca. Una vez que terminó les preguntó a las trillizas si les había parecido bien el arquitecto, el proyecto y la licencia.
- ¡Joder que historia! –Dijo Antonia-.
- Termino. Por lo visto, las trillizas le dijeron que sí, pero que tenía que llevarles el certificado final de obras y la licencia de ocupación…-Mi prima se desternilló de la risa-. Así que una obra de caridad, ¡que tonto eres primo! Lo que te queda de aprender de tu abuelo.
- ¡Yo qué sé Luisa! Ellas me contaron unas historias muy tristes, que siempre terminaban en que habían hecho voto de castidad, por lo menos hacía cuarenta años.
- Pues lo harían, pero cumplirlo no lo han cumplido a rajatabla. –Me dijo mi prima Luisa, riéndose-.
- Con la historia se me ha quitado el agobio que tenía. –Dijo Antonia-.
- Mi madre me la ha contado muchas veces, dice que es la que más le gusta, porque ella se lo pasó en grande y se corrió tres veces viendo a tu abuelo en acción.
- Es curioso lo de tu madre, se lo pasa mejor viendo sexo que practicándolo. –Le dije a Luisa-.
- Sí. Yo no termino de entenderlo muy bien, pero es así.
- ¿Tú lo has hecho alguna vez? –Le pregunté a mi prima-.
- ¿El qué, lo de mirar? No, hombre porno si he visto, pero en vivo sólo mirar, no.
- ¿Te apetece hacerlo hoy? –Le preguntó Antonia-.
- Tú tienes mucha cara, lo que quieres es beneficiarte tú sola a mi promo –le respondió mi prima riéndose-. Pero la verdad es que sí, me gustaría entender mejor a mi madre.
Estaba claro que mi prima quería que Antonia y yo follásemos delante de ella. Antonia se volvió hacia mí y me besó en la boca largamente.
- ¡Qué ganas tenía de besarte! –Dijo cuando paró-.
- Te entiendo perfectamente, mi primo es un cielo. Ha sido lo mejor que hemos hecho juntas las cuatro primas.
El beso de Antonia y el contacto con su cuerpo, las tetas de mi prima Luisa, la historia que nos había relatado y el recuerdo del polvo a las tres beatas de la tarde de ayer habían conseguido empalmarme.
- Primo, hay que ver cómo te pone mi amiga. –Dijo Luisa cogiéndome la polla-.
- ¿Tú no iba a mirar? –Le dijo Antonia riéndose-.
- Tienes razón, pero es que me gusta tanto follar, que me cuesta quedarme al margen.
- Levántate –le pedí a Antonia incorporándome en el sofá-.
Cuando estuvo de pié, le solté el cinturón de la bata que llevaba, como era previsible no llevaba nada debajo. Pegué mi cabeza a su vientre y se lo besé, mientras le apretaba el culo.
- ¿Qué culo te gusta más, el de Yasmine o el de Antonia? –Me preguntó mi prima-.
Le di la vuelta a Antonia y le quité la bata, para poder admirar su culo como se merecía. Era una preciosidad, respingón, en forma de pera, con los cachetes muy apretados y duros, moreno y sin marca ninguna de biquini.
- No son comparables, el de Antonia es una obra de arte y el de Yasmine desprende morbo por todas partes. Por cierto Antonia, ¿para qué fuiste a comprarte un biquini, si no te los pones? –Le dije metiendo la cara entre los cachetes de su culo-.
- Una amiga me había contado que la dueña de la boutique era lesbiana y que solía cambiar ropa por favores sexuales.
- ¡Eres un pendón, eso no es lo que contaste el otro día! –Exclamó mi prima-.
- ¿Luisa, a ver si yo no puedo inventarme historias eróticas? –Le contestó Antonia-.
- Ah sí, claro, si es inventada me encanta.
Mientras ellas hablaban, yo seguía besando y mordiendo el culo de Antonia.
- Cuando me lo contó mi amiga, pensé que por qué no probar si podía seducir a la madura y gorda de la dueña. Me ponía provocarla y que ella terminase cediendo a mis encantos ofreciéndome ropa. ¡Aaaaahhhh! –Gimió Antonia cuando llevé mis dedos a su clítoris, sin parar de lamerle, besarle y morderle su culo-. Carlos, déjame que cuente el relato, así no voy a poder. Una calurosa tarde de agosto, me puse un tanga de hilo, un pantalón tan corto, que se me veía la mitad del culo y una camiseta de tirantas sin sujetador, que dejaban la mitad de mis tetas a la vista.
- Eres un zorrón, por eso me gustas tanto. –Le dijo mi prima subiendo una pierna al brazo del sillón, mostrándole su chocho bien abierto a Antonia-.
- Para llegar crecida a la boutique, pasé por la plaza en la que sientan los viejos a hablar y a jugar al dominó. Agarrando sus bastones como si fueran sus pollas me dijeron cosas terribles, que a mí me encantaron, sobre por dónde me la meterían, sobre lo que me hubieran hecho quince o veinte años y cosas así. Otros, los más discretos, se agarraban su entrepierna, sobándose sus pollas. Uno incluso llegó a sacársela y a empezó a masturbarse delante de mí.
- ¡Joder Antonia, como nos estás poniendo a mi prima y a mí! –Le dije empezando a lamerle el ojete-.
- Eso pretendo. Luego decidí pasarme también por donde se sientan las viejas. De puta para arriba, me dijeron de todo, reconcomidas por la envidia. Tanto me insultaron que me volví, me saqué las tetas y se las enseñé preguntándoles que ellas por dónde las tenían.
- ¡Antonia, que mala eres! –Dijo mi prima Luisa, ya sobándose su chocho-.
- Sin quererlo en esa ocasión, pasé también por donde se ponen los niños a jugar al fútbol. Los más lanzados se tocaron sus pollitas por encima de sus pantalones cortos de deporte. El que hacía de portero de uno de los equipos se la sacó por la pernera, dura ya como una piedra. En fin, que llegué a la boutique con la moral muy alta y con un calentón de la hostia. –Subí mis manos hasta las durísimas tetas de Antonia y empecé a sobárselas-. No había nadie en la boutique, excepto la dueña. Le di las buenas tardes educadamente y me dirigí al estante de los biquinis. La dueña llevaba un pantalón blanco, que le transparentaba unas enormes bragas oscuras y una blusa medio transparente que dejaba ver un sujetador también oscuro, que apenas podía contenerle sus enormes y caídas tetas…
Antonia se sentó sobre mis piernas dejando mi polla entre sus nalgas. Mi polla rezumaba líquido preseminal como si fuese un grifo abierto. Su nueva posición me permitió ver mejor el chocho de mi prima Luisa, lo tenía muy abierto, rosado y brillante.
- Me paseé para acá y para allá para que pudiera disfrutar bien de la visión de mi culo y de mis tetas que desbordaban los laterales de la camiseta. Se acercó a decirme, muy pegada a mí, si podía ayudarme en algo. Le contesté que el siguiente domingo iba a ir a una escondida playa con un chico menor que yo y que quería dejarlo babeando, así que había pensado comprarme el biquini más pequeño que encontrara. Entonces me sacó uno de un cajón absolutamente indecente.
- ¿Cómo era el biquini? –Le preguntó Luisa sin dejar de sobarse el chocho-.
- ¡Qué buen rato estáis pasando los tres, anda que avisáis! –Dijo mi prima Vero desde la puerta del salón, sólo con unas braguitas puestas-.
- Siéntate con nosotros, que Antonia nos está contando la historia del biquini en versión extendida. –Le dijo su hermana sin dejar de sobarse el chocho-.
Vero se sentó en el otro sillón enfrente de Antonia y de mí.
- Sigue por dónde fueras Antonia –le dijo Vero después de sentarse-.
- El biquini era azul eléctrico, con un triángulo mínimo muy apuntado, para taparse la raja y nada más y unas cintas estrechas, para el tanga, y dos rectangulitos muy estrechos y otras cintas para el top. ¿Queréis verlo?
- Sí claro. -Dijo Vero-.
Antonia se levantó y salió del salón, volviendo en un par de minutos, llevando la cosa más pequeña de biquini que yo hubiera visto nunca y eso que a mis primas ese verano le había dado por los microbiquinis. Volvió a ponerse en la misma posición de antes contra mi polla.
- ¿Y tú como tienes ese biquini? –Le preguntó mi prima Luisa-.
- Luisa, eso es lo que estoy contando. Miré el biquini y supe que yo no me podía poner eso. El biquini debía ser para una guarrita de trece o catorce años. Sin embargo, lo miré a fondo y le pregunté si lo tenía una talla más grande. Me contestó que no, que ya los había vendido todos menos ese. Entonces le pregunté si podía probármelo. La tía, igual que yo, sabía que aquello no me entraría, pero me dijo que claro que sí y me indicó el probador…
Antonia había empezado a mover su culo contra mi polla y entre eso, la historia que contaba y mis primas enfrente, me estaba poniendo malo.
- El probador era de esos de cortina, muy vieja y muy sucia. La dueña debía ser una guarra de cuidado en todos los sentidos. Me dirigí al probador y escuché como cerraba la puerta con llave y echaba las persianas. Dejé la cortina entreabierta y mirándome al espejo comencé a desnudarme. Primero el short para que admirara mi culo con el minúsculo tanga. Entonces, por el espejo, vi que la dueña me estaba espiando. Yo, como si no la hubiera visto, me quité la camiseta y me sobé ligeramente las tetas. La tía tenía la cara desencajada y había empezado a sobarse el chocho por encima de los pantalones.
- Antonia me estás poniendo enferma y eso que ya me he hecho un dedo antes de dormirme. –Le dijo Vero metiéndose una mano bajo las braguitas-.
- Gracias Vero, para eso os lo cuento. –Le contestó Antonia que no paraba de mover su culo contra mi polla-. Cuando me quité el tanga naranja que llevaba a juego con la camiseta, me di la vuelta para que la tía viera mi chochito sin un solo pelo, el pedazo de raja que me gasto y como tenía los labios menores por fuera del calentón que tenía. Cogí el biquini y me puse a mirarlo como si no supiera colocármelo. Por el espejo veía como la dueña tenía los ojos fuera de las órbitas y como, con mucho trabajo por la barriga que tenía, había logrado meterse una mano bajo los pantalones y se estaba sobando el chocho bajo las bragas. Me puse primero el tanga del biquini, por mucho que tiraba del triángulo hacia arriba no conseguía que me tapase entera la raja…
Antonia echó una mano hacia atrás, me cogió la polla y se la puso en el chocho, ladeándose el tanga del biquini, sin meterse más que la puntita. Mis primas podían ahora ver mi pollón casi entero y como mi capullo penetraba a Antonia.
- ¡Antonia no me putees así! –Protesté-.
- ¡Cállate ya! Piensa en los que quisieran estar como tú estás ahora. –En eso tenía toda la razón-. Como no conseguía taparme la raja, decidí probar con el top. Los rectangulitos no conseguían cubrirme más que los pezones, que con la calentura los tenía tan duros que me dolían, dejando mis areolas a su vista…
La descripción de Antonia se correspondía exactamente con lo que yo había podido ver cuando había vuelto con el biquini puesto.
- La llamé: ¿señora puede usted verme el biquini? A mí me parece que se me queda un poco pequeño. La dueña se sacó la mano de los pantalones, que tenían ya un manchurrón como si se le hubiera escapado un chorro de meado, y se acercó al probador, al que yo le había abierto la cortina del todo. Pequeño no, tal vez un poco ajustado, me dice la tía con toda la cara y continúa: oye ese chico con el que vas ir a la playa, ¿es tu novio? Mientras me hacía la pregunta la tía me ajustaba las cintas del biquini rozándome todo lo que podía. No que va, es el chico que sale con mi hermana la pequeña…
- ¡Aaaagggg, me corro no puedo más, aaaagggg, aaaagggg, qué calentón tengo….! –Grito Luisa al correrse-.
- ¡Pero Luisa, si todavía no ha empezado lo bueno! –Le dijo Antonia-.
- Antonia no sé cómo se puede ser tan zorra y tan calienta chochos como tú. –Le contestó Luisa todavía sin resuello-.
- Practicando mucho y además de calienta chochos sólo nada, también soy calienta pollas. ¿Verdad Carlos?
- Mi opinión no va a ser justa ahora, así que sigue contando. –Le contesté-.
- Eso Antonia sigue, que mi hermana con las prisas no nos va a fastidiar a los demás.
- ¿Y se lo quieres quitar? Me preguntó la tía sin parar de sobarme con la excusa de las cintas del biquini. No, sólo zorrearle un poco y cabrear a mi hermana, le contesté. Eso no está bien, eres una chica muy traviesa, me dice la tía. Como ya la tenía en el bote, decidí divertirme un poco más y le dije: yo me llamo Antonia, ¿y tú? Úrsula, me contestó. Úrsula tienes un tipo estupendo de mujer madura, muy parecido al de mi madre, le mentí, ella tiene muchas dudas sobre que ropa de baño ponerse ¿tú cual te pones? Le pregunté. Yo normalmente biquini, pero claro con más tela que este, dijo la tía riéndose.
- ¿No serías tan hija de puta? –Le dijo Vero-.
Antonia no se había bajado un milímetro sobre mi polla y se mantenía con las manos apoyadas en mis piernas.
- Claro que lo fui, como ahora con Carlos. No te vayas de correr. –Me dijo-.
- Antonia me tienes tan caliente, que podría correrme cinco veces y seguir empalmado.
- Bueno, pero tú por si acaso no te corras. Le dije a la dueña, voy a vestirme y me enseñas alguno que a ti te venga bien. No hace falta que te vistas, me contestó, he cerrado la puerta para que no nos moleste nadie. Mira ven y te los enseño. Con el biquini, es decir, peor que desnuda, fui con ella a dónde estaban los otros biquinis y la tía me saca tres o cuatro que era imposible que le entraran. Mira que monerías. Cogí el más chico de ellos y le dije, perdona el abuso Úrsula, ¿te podrías poner este para que me haga una idea?
- ¡Pero qué hija de puta! –Exclamé al caer en la cuenta de lo que Antonia pretendía hacerle a la dueña de la boutique. Mi prima Vero se había dado cuenta mucho antes, pero ella es una mujer y yo soy un alelado-.
Antonia se partía de la risa con mi retraso sobre sus intenciones.
- ¡Ay Carlos, a ver si espabilas! La tía coge el biquini, se va para el probador y yo con ella. Sin cerrar la cortina se quita la blusa y el sujetador. Aquello no eran dos tetas, eran dos cántaras, que le caían sobre el barrigón que tenía. Luego, con mucho misterio, se quita los pantalones, las bragas eran del tamaño de la carpa de un circo y tenían un manchurrón que le cogía todo el chocho, se las quita también y se las acerca a la nariz para olerles la entrepierna que, de verdad no se las tenía que haber acercado, porque el probador olía a chocho desde la calle. Tenía una marca de haber tomado el sol con un bañador de vieja, horrorosa. Las tetazas, el barrigón y el culo blancos, casi transparentes, y el resto bastante moreno. La tía llevaba el chocho depilado, lo que pasa es que casi no se le veía porque lo tenía tapado por la barriga. Total, que la tía se queda en pelotas y empieza a darse vueltas para que yo la viera bien. Su culo era un monumento a la celulitis y va y me dice: ¿te parezco una mujer atractiva?
La risa de los cuatro fue incontenible, tanto que mi prima Julia apareció también por el salón.
- ¡Joder esto se avisa! –Dijo al vernos a todos en pelotas-.
- Siéntate Julia, que les estoy contando un relato guarro sobre cómo me gané este biquini. -Le dijo Antonia muerta de la risa-.
- ¡Qué bien apoyada estás, Antonia! –Le dijo mi prima Julia cuando se dio cuenta de la posición de equilibrio que mantenía sobre mi polla-. Y vosotras imitando a vuestra madre, ¿no?
- Por ahí ha empezado todo el lío –le contestó Luisa-.
Julia se sentó con Vero, que hacía rato que se había quitado las braguitas.
- Sigue Antonia –Le dijo Julia, que había empezado a acariciarse el chocho-.
Antonia empezó a mover suavemente el culo, haciendo pequeños círculos que me movían la polla.
- ¡Qué bien, nunca había follado con tanto público femenino! –Dijo Antonia-. Con la tía en el probador en pelotas, le contesté, que ya me gustaría poder estar así con tu edad y ella se venía cada vez más arriba. ¿Qué edad crees que tengo? La tía tenía pinta de que los cincuenta y cinco no los pillaba, pero le contesté: desde luego no más de cuarenta y cinco. ¡Ay preciosa y cinco más! Me dice y otros cinco más, pensé yo como si estuviera envidando en el mus. La tía, con la tontería, empezó a sobarme el culo de lo lindo. Ponte el biquini, que yo vea como queda, por si le sirve a mi madre, le dije.
- Antonia, no te basta con tener metido sólo el capullo, también tienes que mover el culo.
- ¡Cállate Carlos! –Me dijo mi prima Luisa-.
- La tía empieza a tratar de meterse en la braga del biquini, por delante más o menos logra colocársela, pero el culo era imposible que le entrara y se queda como la niña del anuncio del protector solar. Decidí darle una vuelta más y cogiéndole las tetas, le dije: tienes unas tetas preciosas, traté de subírselas y casi no podía con ellas. La tía se me queda mirando y me dice: ¿te gustan las mujeres? Depende de qué mujeres, le contesté…
Julia y Vero se estaban masturbando mutuamente con mucha suavidad y yo estaba al borde de correrme con las tetas de Antonia en las manos.
- Mujeres de verdad, como yo, me dice, y yo pensé: ¡Joder, como si yo fuera de cartón! Se coloca entonces el tetero, que las copas eran la mitad de lo que necesitaba, se da la vuelta para mirarse en el espejo y me dice que se lo ate por detrás. ¿Crees que le vendría a tu madre, como a mí? Me pregunta cuando terminé de atárselo. Desde luego que no, le contesté callándome que a mi madre le iría como un guante y que a ella no le cabía.
- ¡Eres una sádica Antonia! –Le dijo mi prima Julia-.
- ¡Peor que una sádica! –Exclamé-.
- ¿A qué sí? –Dijo Antonia ampliando el radio de los movimientos de su culo-. Entonces le pregunté el precio de los biquinis. Ten en cuenta que son de una calidad extraordinaria, me dice, y yo pensé que al menos el que ella había tratado de ponerse sí, porque si no ya estaría reventado. La tía se me pone de cara, pone una mano en mi chocho y la otra en el suyo y me dice: si me dejas que te haga cosas, te los regalo los dos. ¿Qué clase de cosas? Le pregunté con cara de inocente. Ya sabes, las cosas que hacemos las mujeres juntas, me contesta sobándome cada vez más fuerte el coño. ¿Ganchillo, croché, bordados…? Le dije…
Todos empezamos a reírnos con la salida que había tenido Antonia.
- ¡Eres increíble Antonia! –Le dijo Luisa-. Lo que no sé todavía es porque tienes ese biquini.
- Luisa, que eso es lo que está contando. –Le respondió Julia-.
La verdad es que, al menos yo, estaba descubriendo a otra Antonia. Divertida, imaginativa, sensual, sin tabús. Era una persona capaz de enamorar a cualquier hombre o mujer. Ahora veía mucho más claro porque mi prima Luisa quería estar con ella. Cuando Antonia pudo controlar la risa, continuó:
- No me refería a eso, me dice la tía entrando al trapo completamente. ¿Entonces a qué? A comerte el chocho y las tetas y que tú me los comas a mí, me dice ya con un calentón que le había mojado la braga del biquini. –Antonia, empezó a reírse sola, imaginé que con la barbaridad que se le habría ocurrido, cuando pudo siguió- Es que yo soy de poco comer, le contesté.
Ya las carcajadas debieron despertar a todo el bloque o al menos a mi prima María, que apareció también por el salón sólo con el pantalón corto de un pijama.
- ¡Ponte seria, coño, que nos tienes como unas brasas y te dedicas a hacer chistes! –Le dijo Vero, partiéndose también de la risa-.
- ¿Os habéis levantado temprano o es que todavía no os habéis acostado? –Preguntó María observando al grupo-.
- De todo hay. -Le contestó su hermana Julia, que seguía con la paja a Vero y viceversa-.
- ¿Qué hacéis? Y no me digáis que estos dos follando y vosotras tres haciéndoos un dedo, porque eso lo veo.
- Aquí Antonia, que está hoy creativa y le ha dado por contarnos la verdadera historia del biquini de este verano. –Le contestó Luisa-.
- ¡Haberme despertado, so zorras, con lo que a mí me gustan esas historias! Anda Antonia, empieza otra vez.
- ¡Ni de coña María! –Le dijimos todos-.
María se sentó en el sofá y se puso a mirarnos a Antonia y a mí.
- ¡Joder Antonia que zorrón eres, hay que ver como tienes al primo! –Dijo María al sentarse-.
- Sigo, a ver si me dejáis terminar. La tía gorda, sin dejar de sobarme el chocho, me contesta, tú serás de poco comer, pero yo soy de buen comer. Eso me parecía, le contesté yo. La tía, con mucho trabajo, se pone de rodillas en el suelo, me aparta el tanga y empieza a lamerme el coño como si fuese una batidora. Entonces le digo: Úrsula más despacio, que comer así de rápido engorda más. Es que me has puesto muy caliente, me contesta.
- Desde luego, si la pusiste la mitad que a nosotras ya tenía que estar caliente. –Le dijo mi prima Julia, que tenía cara de estar en otro mundo-.
- Mientras la tía me comía el chocho, metió una mano por debajo de la braga del biquini y volvió a sobarse el coño de lo lindo. Luego se tiró del tetero del biquini hasta sacárselo, para sobarse las tetazas a gusto.
- ¡Vero sigue, que me corro, sigue. Sigue, sigue…aaaaaggggg, aaagggg…! –Gritó Julia con la cara desencajada-.
- Lo mismo te digo prima, no lo vayas a dejar ahora, que me falta muy poco. –Le contestó Vero-.
- ¡Qué buen público! –Dijo Antonia-. La tía lo hacía tan mal, que tuve yo que empezar a sobarme el clítoris, a ver si me corría. Carlos, sóbamelo tú ahora.
- ¿Todavía no estás para correrte, Antonia? –Le preguntó Luisa que iba de cabeza por el segundo-.
- Yo me he corrido ya dos veces –le contestó Antonia-. Lo que pasa es que, cuando quiero, puedo hacerlo sin que se me note.
- Me tienes que contar cómo, porque el año pasado yo puse en planta a un camping entero. –Dijo María, que ya tenía la mano bajo el pantalón del pijama-.
- Sigo. Por ver si la tía mejoraba, le puse un pie sobre el hombro para facilitarle el acceso y me ladeé todavía más el tanga. Mirad, la tía babeaba tanto que me había puesto el tanga chorreando, lo mismo que la braga de su biquini. Me vas a tener que regalar dos biquinis más, porque estos los voy a tener que lavar antes, le dije. Los que quieras, me contesta y empieza a correrse como yo no he visto otra cosa…
Antonia empezó a dejarse caer sobre mi polla, hasta metérsela casi entera, sin dejar de mover el culo circularmente.
- ¿Sabéis eso de la eyaculación femenina? Pues lo debía haber inventado aquella tía. Cuando notó que se iba a correr se dio un tirón de la braga del biquini hacia abajo, se metió dos o tres dedos en el coño y empezó a soltar lo más grande, poniéndome los pies perdidos con sus jugos. Yo aceleré los movimientos sobre mi clítoris, por probar si además de los biquinis sacaba algo más esa tarde. ¡Aaaaaggggg, que bueno Carlos, que bueno, que ya estoy a punto del tercero!
- ¡No te pares Antonia que me voy a correr, uuuufffff, aaaaagggg, toma, aaaaaggg! –Grité cuando ya no pude más y me corrí dentro de Antonia, que empezó a gritar al correrse a la misma vez que yo-.
Vero, María y Luisa no tardaron en correrse.
- Carlos, has aguantado como un machote el puteo de Antonia. Más de dos horas con el capullo dentro de ella y sin correrte. –Dijo Luisa-. Y tú y yo ya hablaremos de ese biquini. –Le dijo a Antonia-.
- Algo tuvo que ver anoche su prima la mayor. –Dijo Julia-. Bueno, además de las beatas.
- ¿Cómo termino la cosa? –Le preguntó María a Antonia-.
- Una corridita y cuatro biquinis. Cuando ya me iba, la tía me dijo que a mitad de septiembre empezaba la temporada otoño-invierno, que me pasara cualquier tarde. El resto de biquinis, menos este, que me lo quedé de recuerdo, se los regalé a mi madre después de lavarlos, bien lavados.
- Antonia, no sabía que tuvieras esa imaginación para inventarte relatos guarros. –Le dije con ella recostada sobre mí y todavía con mi polla dentro-.
- Hay muchas cosas que no sabes de mí. De todas formas no es una invención, sino una recreación. –Me dijo volviéndose para darme un beso, luego se volvió hacia mi prima Luisa y le dijo-. Luisa, este biquini lo tengo desde los catorce años, que ya era bastante suelta, por eso me viene chico, pero le tengo mucho cariño y no lo quiero tirar. Lo que no te voy a contar es cómo lo conseguí entonces.
Antonia se partió de la risa al volver a enredar a Luisa, que le hizo un gesto como de que la dejara en paz.
- ¿Qué hora es? –Preguntó María-.
- No lo sé, pero hace un rato que ha amanecido. –Le contesté-.
Empezaron a irse una detrás de otra de nuevo a sus camas. Julia dijo que no tenía sueño y que se iba a quedar un rato tomando café en la cocina. Me quedé con ella esperando que se hiciera el café para llevarme una taza a mi cuarto.
- ¿Estás bien con nosotras? –Me preguntó-.
- Mucho. Echo de menos a mis padres o a Cristina, como cualquiera, pero me lo paso muy bien con vosotras. No pensaba que fuerais así.
- ¿Qué fuéramos cómo?
- Tan desinhibidas, tan abiertas, tan liberales.
- Carlos, las mujeres no somos como los hombres piensan. Estamos tanto o más liberadas que los hombres, lo que pasa es que los hombres prefieren seguir pensando que somos o putas o beatas y eso no es así. Nosotras nos hemos criado juntas las cuatro, educadas por mujeres libres, incluso te diría que liberales, así que no podíamos salir de otra manera. Además, ¿qué tiene de malo el sexo, para estar socialmente tan reprimido? ¿A ti por qué te gusta follar?
- Claro, como a todo el mundo.
- No, a todo el mundo no. He conocido a muchas mujeres y hombres que no les gusta follar. ¿Y por qué te gusta?
- No sé, porque me gustan mucho las mujeres, porque produce mucho placer, porque conoces a las personas de otra manera, incluso te diría que porque conocer gente nueva.
- En efecto, el sexo es demasiado maravilloso para estar tan reprimido y tan oculto socialmente.
- Prima pensaré en lo que dices y otro día seguimos con esta conversación.
Me serví el café, le di un beso en la mejilla y un suave cachete en el culo a mi prima Julia y me fui a mi habitación. Miré el correo electrónico, tenía un mensaje de Paula:
“Gracias Carlos, estaré en tu casa mañana sobre las doce”
Tendría que levantar a mis primas a una hora decente. También tenía un mensaje de Paca:
“Buenas noches Carlos. Te envío el guión que he preparado para el video del harén. La idea sería grabarlo mañana o pasado. Míralo y me dices.”
Leí el guión y me pareció flojito para el lío que pretendían organizar Puri y Paca. El jeque deprimido, varias de sus mujeres descontentas con él porque no follan y finalmente, Puri y Paca se lo benefician después de calentarlo con un número lésbico. Pensé algunas posibilidades más y se las envíe a Paca, por si quería tenerlas en cuenta.
Luego miré el móvil. Tenía un mensaje de Sonia, la amiga de Cristina que estaba pasando el confinamiento con ella en su casa. El mensaje era de la noche pasada:
- Carlos, recordarte que mañana Cristina cumple los dieciocho años, no se te olvide llamarla.
Echaba de menos a Cristina, me hubiera gustado mucho pasar un cumpleaños tan importante con ella, pero que le íbamos a hacer si estábamos confinados. Recordé que Cristina, además de mi medio novia, era tía mía, al ser hija de mi abuelo paterno, el follador. Me llegó un mensaje de mi madre, con la dirección de una página de internet y el siguiente texto:
- No te lo pierdas, empieza a segunda revolución.
Busqué la página en el ordenador y la abrí. ¡Coño, otro video del Doc de las Estrellas! La presentación era igual que la primera con el rótulo de “Los consejos del Doc de las Estrellas para luchar contra la pandemia”. Tras el fundido en negro, aparecía el Doc, como en el video primero.
“Queridos amigos y seguidores.
Nuestro video anterior ha salvado la vida de miles de maduros y maduras en todo el mundo. Pero he recibido ciertas críticas, que no puedo hacer otra que aceptar y corregir con este video.
Varias asociaciones de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales, y perdón si me dejo a alguno, han tachado mi video anterior de machista y de olvidar un tratamiento también para su salud. Comprendo que haya podido parecerlo, pero no es verdad.
Queridos mariquitas y boyeras, el tratamiento es el mismo: FOLLAR y FOLLAR, con quien le guste más a cada uno. Qué más da para vuestra salud, que sea con un hombre, una mujer, con los dos o con una trans.
Chicos y chicas no seáis remilgados conmigo y mi equipo de científicos. ¡Coño FOLLAR y no quejaros tanto! Mirad algunos testimonios que me han enviado.”
La imagen cambiaba a una pareja de mujeres que parecían ir o venir de cortar leña en los bosques:
“A nosotras nos cogió la cuarentena en un concurso de leñadoras. Vimos el video del Doc y nos dimos cuenta de la razón que tenía ese hombre tan sabio. Ahora, además de pasar la maldita pandemia, somos pareja gracias a sus consejos”
La que había hablado, le daba un besaco en la boca a la otra, la imagen se fundía en negro y volvía con una pareja de hombres encorbatados, con pinta de trabajar en un banco:
“Nosotros estábamos casados, cada uno con su mujer, claro Llevábamos diez años trabajando juntos en la sucursal de un banco. El último día que fuimos a trabajar presencialmente Luisito me enseñó el video del doctorcito y yo pensé que con quién quería follar era con él. Ahora no queremos que acabe la pandemia. Saber que al follar luchamos contra ella, nos pone como motos. Gracias doctorcito.”
La imagen volvía al Doc de las Estrellas.
“Queridos amigos, aquí nos despedimos de ustedes el equipo de investigadores y mi esposa, que está encantada con mis colegas. Recordad amigos, con quien sea, pero FOLLAR.”
Como en el vídeo anterior el plano se abría y se veía al Doc de las Estrellas, dándole por el culo al doctor Vergadura, que a su vez se follaba a la que debía ser la esposa del Doc, una mujer negra como el carbón ya mayorcita, que le estaba haciendo un trabajo fino en el chocho a la doctora Conchahambrienta, que estaba sentada en un sillón de esos de ginecólogo con las piernas muy abiertas. ¡Vaya la lucha contra la pandemia del Doc! Les reenvié el video a mis primas. Me tumbé en la cama un rato, había dormido poco y estaba cansado. Me llamó Javier.
- ¿Qué pasa fiera? –Le dije-.
- No Carlos, soy Patro.
- Ah hola Patro. ¿Qué tal te va con tu pupilo?
- De maravilla Carlos, de maravilla. Pero estoy un poco preocupada con Javier, por eso te llamo.
- ¿Le pasa algo?
- ¿Tú crees que es normal que se corra entre doce y quince veces al día?
- Patro, es que traía mucha hambre atrasada y tú eres mucha mujer.
- Que yo no me quejo. Me ha prohibido que vaya vestida por casa y él se pasa también el día en pelotas, siempre empalmado. Por eso estoy un poco preocupada, ¿a ver si va a estar enfermo o va a terminar enfermo?
- ¡Qué va Patro, no te preocupes! Tiene dieciocho años, casi no ha follado y ahora con una mujer como tú, desnuda por la casa, pues no se le baja.
- Es que, al lado de lo parado que era mi huésped anterior, esto es un folleteo permanente. ¿Sabes lo que hace cuando le digo que me deje descansar un poco, que tengo el coño en carne viva?
- No.
- Pues se pone a hacerse pajas con un vídeo que dice que ha encontrado por internet y que lo pone a reventar.
¡Peligro, peligro! Pensé. Patro conocía a Puri y también reconocería mi polla en el vídeo. Si se lo decía a Javier se sabría en el pueblo sobre la marcha.
- Patro, si alguna vez te enseña el vídeo, no digas nada.
- Qué misterioso Carlos, ¿qué pasa con el vídeo?
- Verás se trata de un vídeo porno en el que sale Puri, nuestra vecina, y yo también.
- ¡Ah, ese vídeo ya lo he visto yo también! Hombre no está mal, pero tampoco es para cómo se pone esta criatura.
- Si no estás contenta con Javier en tu casa, pues lo largas.
- No, si yo estoy muy contenta. Fíjate que ya ni me acuerdo de Van Danne. Ayer tarde bajé a comprar unas cosas que me hacían falta del supermercado y se me olvidó bajarlo al pobre. Cuando volví, Javier nada más entrar me abrazó, me cogió en peso, me puso cabeza abajo, con los dientes me rasgó el tanga e hicimos un “69” de pie. Yo creía que ya no podía hacer eso a mi edad, pero vaya que si lo hice y el corridón que nos pegamos los dos fue…
- Patro, tampoco hace falta que entres en detalles.
- A mí es que me gustan los detalles en todo, ya lo sabes tú, con las cosas de la ferretería. Por cierto que luego por la noche, le dije que se pusiera un batín azul que tengo, igual que el que usan los hermanos de la ferretería, sin nada debajo y le pedí que se pusiera detrás de la barra de la cocina, entonces le dije que me recomendara una llave inglesa…
- Vale, vale, Patro, no me cuentes el resto que me lo imagino. No te preocupes por Javier, ya te he dicho que tiene mucha hambre atrasada.
- Gracias Carlos y no te preocupes por lo del vídeo, que no le diré nada.
- Gracias Patro. Adiós y cuídate.
Lo dicho, Javier le iba a quitar la barriga a Patro a base de follar, por muchas cervezas que se bebiese. Cuando me estaba adormilando me llamó mi madre por vídeo llamada.
- Hola mamá, estás muy guapa esta mañana. –Mi madre llevaba un salto de cama rojo muy corto y medio transparente, que le había visto alguna vez y que le sentaba de maravilla-.
- Gracias hijo, ¿es que estás en la cama todavía?
- Sí mamá, he dormido poco esta noche y me había echado a descansar.
- ¿Has visto el vídeo del Doc de las Estrellas que te he mandado?
- Sí, lo que no sé es para qué me los has mandado. Yo con el primero ya tenía bastante.
- Te lo he mandado para ponerte en antecedentes de lo que te tengo que contar de tu abuelo.
¡Joder con mi abuelo, estaba en todas partes!
- ¿Qué pasa ahora con el abuelo?
- Me ha contado tu abuela que ayer se presentó el Alcalde a las tantas de la noche en su casa, con mascarillas y guantes. Digo yo que sería para no transmitir él algo, porque la casa de tus abuelos no puede estar más limpia de virus, ya me entiendes.
- Sí mamá lo he cogido.
- Pues va y le empieza a soltar un rollo a los dos sobre los problemas que estaba teniendo con algunos colectivos del pueblo. Que si estaba recibiendo quejas por el trato de favor a las mujeres de la residencia, que si la oposición había presentado una moción reclamando la igualdad de trato para todos los vecinos y cosas así.
- Vamos, cosas de políticos.
Por el teléfono vi pasar a mis tías desnudas por detrás de mi madre. Como decía Javier, ¡que buenas estaban las dos!
- Eso hijo, cosas de políticos. Entonces le pregunta a los dos que si han visto el segundo vídeo del Doc de las Estrellas. A lo que ellos les responden que no. Por lo visto, saca un portátil y les pone el vídeo. Cuando termina, tu abuela le pregunta para qué se los ha puesto y el Alcalde le dice que los colectivos de gays, que tienen mucho poder de presión política, le están pidiendo que el abuelo también los trate a ellos.
- ¡Coño, que barbaridad con el abuelo! Oye cuando termines quiero preguntarte una cosa del abuelo.
- Claro hijo. Tu abuela, que lo estaba viendo venir, le pregunta que si lo que quiere es que tu abuelo les de por el culo a las mariquitas del pueblo. El Alcalde le contesta que ese lenguaje no es políticamente correcto, que lo que están demandando los homosexuales es que, como al abuelo lo han nombrado de utilidad pública, pues que ellos son vecinos, igual que las de la residencia. Por lo visto en ese momento se levantó tu abuela de la silla, cogió el portátil con el que les había enseñado el vídeo, se fue para la puerta y lo tiró en medio de la calle. Como el Alcalde la había seguido a ver qué hacía con el ordenador, cuando se volvió, le dio una patada en los huevos de las que hacen época y le dijo que ya podía ir él también a apuntarse a los colectivos de mariquitas y que se fuera de su casa, tío asqueroso.
- ¡Vaya con la abuela!
- Cuando me lo ha contado, me ha dicho que su marido se puede follar a todas las mujeres de la comarca, pero que a maricas ni uno. El Alcalde está ingresado, parece que igual a mediodía le dan el alta.
Volví a ver pasar a mis tías desnudas detrás de mi madre.
- Oye mamá, acabo de ver pasar a las titas desnudas detrás de ti. ¿Se puede saber qué lío tenéis montado?
- Nada del otro mundo. Que ayer hablamos de lo que nos apetecería ir al SPA a todos, así que como no podemos ir, hemos montado uno el patio, con muy pocos medios, pero mucha imaginación. ¿Qué querías preguntarme del abuelo?
- Una tontería. Ayer Luisa nos contó una cosa que por lo visto os había pasado a vosotras tres y al abuelo con las trillizas del edificio.
- ¡Huy no me lo recuerdes, que de eso hace por lo menos seis años! No veas el arquitecto, el proyecto y la licencia que les dio a las tres y a la chica que tenían entonces. –Mi madre se partió de la risa recordándolo-. Pero por lo visto eso no fue nada como para cuando fue con tu abuela a llevarles el certificado final de obra y la licencia de ocupación, según me contó entonces tu abuela. Valientes tres tías más zorras son las santurronas. ¿Por qué salió el tema de las beatas?
- Porque ayer me llamaron para que subiera a verlas y la cosa terminó más o menos igual que con el abuelo.
- ¡Hijo!
- ¡Qué quieres mamá, si me contaron unas milongas tristísimas sobre su vida!
- Bueno, tú ten cuidado con esas tres santurronas, que tienen mucho peligro.
- De acuerdo mamá.
- ¡Ah se me olvidaba! Esta tarde viene Clara, la madre de Cristina, a darnos un repaso a los cuatro. Como no puede abrir la peluquería pues atiende a domicilio.
Que peligro podían tener los cinco juntos, pensé.
- ¿Un repaso de qué? –Le pregunté a mi madre con un poquito de guasa-.
- Pues de todo, ya que viene hay que aprovechar. –Me contestó mi madre todavía con más guasa-.
- Vale mamá, que lo paséis muy bien.
- Hijo, que llevamos varias semanas sin estética y sin peluquería.
- Por eso mamá, que lo paséis bien. Adiós.
Eran ya las once y pico, fui a asearme para vestirme y esperar a Paula. De vuelta a mi habitación avisé a mis primas de la hora que era y les recordé que en unos minutos llegaría mi compañera de clase. Mi prima Julia se estaba vistiendo en la habitación.
- ¿Te gusta Paula? –Me preguntó-.
- Es una chica muy atractiva, pero lo que más me gusta de ella es su capacidad de sacrificio y de superación. Trabaja muy duro para pagarse los estudios y la estancia y no le da ninguna importancia. Hay montones de compañeros que lo tienen todo, como yo por ejemplo, y que no se matan a estudiar como ella ni cosa que se le parezca.
- ¿Habéis follado?
- No Julia, ni se ha dado la ocasión.
- ¿Y si la tuvieras?
- Estás muy preguntona. No me lo he planteado.
Llamaron al portero minutos antes de las doce. Era Paula. Abrí y la esperé en la puerta del piso. Venía con un uniforme de esos de empresa de transporte de corta distancia y con una mochila grande a la espalda. Llevaba puesta la mascarilla y unos guantes de látex. La ayudé con el mochilón para meterlo en el piso. Me hubiera apetecido darle dos besos en las mejillas para saludarla, pero ninguno hicimos el gesto con la mierda de los protocolos.
- Hola Paula. Dejo aquí la cosa esta –le dije poniendo el mochilón en el pasillo cerca del salón-. Pasa a mi habitación mientras mis primas terminan de arreglarse.
Nos sentamos en mi habitación, cada uno en una de las sillas.
- Me he permitido dejar que venga también mi compañera de piso. Me lo ha pedido para aprender el negocio y ganarse la vida y no he podido decirle que no. Tardará un poco porque tenemos que venir separadas para que no nos paren.
- Sin problemas. ¿De dónde has sacado el uniforme y la mochila?
- Me lo ha prestado un vecino al que la empresa le ha dado otro.
- ¿Qué tal llevas esto? –Le pregunté-.
- Mal Carlos. Estoy muy preocupada por mi familia y sobre todo por mis abuelos, son ya mayores y el confinamiento les resulta muy difícil de llevar, pero no pueden arriesgarse a salir. Estoy sin trabajo desde que cerraron los bares, con lo cual estoy sin dinero. Mis compañeras de piso también están sin trabajo, por lo que no podemos pagar el alquiler y no sabemos qué hará la propietaria. En fin, una mierda muy gorda.
- Lo siento. ¿Y este trabajo?
- Bueno realmente no es un trabajo porque nadie me contrata ni me paga, es más bien un emprendimiento. Desde que empezó la leche esta me he dedicado a varias cosas para sacer algo de pasta. El primero que encontré, que todavía mantengo, es por internet: traductora de diálogos de vídeos porno.
- ¿Qué diálogos?
- Pues eso me dije yo también. Yo me manejo bien con el inglés y como los diálogos no es que sean nada del otro mundo, aprendidas todas las formas de decir polla, chocho, tetas, culo, pajas, follar,... pues no es nada difícil.
- No parece muy creativo, pero al menos será nutritivo.
- No te creas pagan muy mal. Lo sigo haciendo por las noches, porque no está la cosa como desperdiciar un trabajo.
- Paula por nosotros puedes quitarte la mascarilla y los guantes.
- Te lo agradezco porque estoy hasta el moño de ellos.
Se quitó primero los guantes y luego la mascarilla. Su boca y su nariz eran preciosas, labios carnosos y dientes perfectos.
- Después me inventé esta actividad. Pensé que la ropa de temporada se había quedado en las tiendas, sin vender debido el cierre forzoso. Empecé a escribir a tiendas ofreciéndome para venderla a domicilio. Si la vendía les pagaba un dinero y me quedaba con el resto. Me costó trabajo, pero conseguí que algunas tiendas me dejaran prendas, complementos y otras cosas en depósito y aquí estoy.
- ¿Y cómo te va?
- Pues mejor de lo que pensaba. Lo que pasa es que mi padre se ha quedado en el paro y les tengo que mandar dinero para que puedan vivir y quedarme yo con algo, para poder vivir también.
Conforme hablaba con Paula me comía la mala conciencia. Ella con dos mierdas de trabajo, jugándose la salud saliendo a la calle, para mandarle el dinero a la familia y yo tocándome los cojones a dos manos, recibiendo el dinero de mis padres, follando por activa y por pasiva y sin matarme a estudiar. Llamaron al portero.
- Perdona voy a abrir, debe ser tu compañera de piso. ¿Cómo se llama?
- Victoria.
Abrí el portero y esperé a que Victoria llegara al piso. Subió andando, venía también con mascarilla y guantes y una pequeña maleta con ruedas. Debía medir por lo menos un metro noventa y llegaba a los dos metros con los tacones que llevaba. Tenía un tipazo como de modelo, pero con más tetas.
- ¿Carlos? –Me preguntó-.
- Sí. Hola. Pasa, Paula ha llegado hace un poquito.
Iba a ayudarla con la maleta, pero me pareció ridículo, aquella mujer debía ser como el doble de fuerte que yo. Fuimos a mi habitación. Cuando Victoria vio a Paula sin la mascarilla ni los guantes dijo mientras ella se los quitaba:
- Menos mal, si tengo que pasarme más tiempo con esto puesto me muero.
Tenía una cara preciosa. Rubia, pelo largo muy lacio, ojos azules, boca carnosa, vamos un bombón. Debía tener unos veintitantos años, más o menos de la edad de mi prima Julia. Llevaba un vestido ajustado corto que resaltaba su espléndida figura y sus torneadas piernas.
- Carlos, ella es Victoria. Antes del confinamiento trabajaba como modelo y azafata de eventos. Lógicamente, ahora está en el puto paro. –Dijo Paula-.
- Encantado Victoria. ¿Te importa si te saludo con dos besos?
- A mí nada, todo lo contrario, estoy harta de no poder tocar a nadie.
Me acerqué, yo de puntillas y ella agachándose pudimos saludarnos con dos besos.
- Oye, si hay dos besos para Victoria, yo también quiero los míos. –Dijo Paula y yo me acerqué a dárselos-.
- Voy a ver si mis primas están ya en el salón. –Les dije y las dejé en mi habitación-.
Estaban todas en el salón, se habían vestido con pantalones o falda cortos y camisetas de tirantes o manga corta.
- Venga Carlos, que vamos tarde a comprar. –Dijo mi prima Luisa-.
- Eso, que hace semanas que no nos compramos nada y tenemos las carteras calientes. –Dijo mi prima Vero-.
- Vale, vale, voy a decirles que vengan.
- ¿Decirles? –Preguntó Julia-.
- Sí, ha venido con su compañera de piso, que le ayuda y aprende al negocio.
Acompañé a Paula y a Victoria al salón e hice las presentaciones.
- Hija que barbaridad, un poco más de tacón y no cabes por las puertas. –Le dijo mi prima Luisa a Victoria al saludarla-.
Decidí volverme a mi habitación y dejarlas allí a las siete con sus cosas. Al salir le dije a Julia si podía hablar un momento con ella. En el pasillo los dos a solas, le dije:
- Julia, yo sé que las demás van a hacer lo que tú hagas. Cómprale algunas cosas y yo te doy el dinero después.
- No voy a hacer eso, Carlos.
- ¿Por qué? Es por ayudar a Paula, necesita el dinero.
- Carlos, Paula ha venido a vender sus cosas, no a que la ayudes o a que seas caritativo con ella. No le hagas eso, no seas paternalista. Si quieres hacerlo bien, quédate y cómprale algo que te guste para tu madre o para Cristina o para cualquiera de nosotras, que tampoco estaría mal.
Pensé lo que me acababa de decir mi prima y comprendí que tenía razón. Me volví con ella para el salón. Paula se había quitado el mono de transportista y se había quedado como mis primas en pantalón corto y camiseta. Tenía un espléndido cuerpo, en el pub debía ser la camarera más buscada. Había montado una especie de perchero y estaba intentando colgar las cosas en él, pero antes de que llegase a hacerlo ya estaban en manos de mis primas y de Antonia.
No sé si alguna vez habéis estado con siete mujeres en una venta de estas. Si eran siete, había por lo menos quince conversaciones cruzadas distintas. Yo me sentía incapaz de coger nada ni de preguntar nada ni de decir nada ni de enterarme de nada. Vamos se me sentía un cero a la izquierda. Después de que Paula sacase la ropa que llevaba le tocó el turno a Victoria, que llevaba la maletita llena de ropa interior. Pensé que con las cantidades ingentes de ropa interior que tenían todas ellas, la que estaba sacando Victoria pasaría desapercibida. ¡Los cojones! Sin dejar las otras cosas que tenían en las manos, se tiraron sobre los tangas, los sujetadores, los bodis y los ligueros como fieras. Pensé en comprarle algo a Cristina por su cumpleaños, aunque no pudiera dárselo se lo enseñaría y le diría que se lo daría la primera vez que nos viéramos. Como pude establecí contacto con Victoria, que era la que tenía más cerca.
- ¿Qué podría comprarle a una amiga que cumple hoy los dieciocho?
- ¿Qué tipo tiene?
- Parecido al de Paula, igual una talla más.
- ¿Qué tipo de ropa interior le gusta, deportiva o sugerente?
- Yo diría que sugerente.
Victoria se puso a buscar en lo que le quedaba dentro de la maletita. Mientras, mis primas habían empezado a probarse ropa. Luisa y Antonia se habían quedado en tanga y se pasaban las prendas que habían pillado para probárselas. Las otras se ponían alguna prenda, pedían la opinión del resto y si no era favorable, la prenda pasaba a otra que repetía la jugada.
- ¿Qué te parece este bodi? –Me preguntó Victoria enseñándome un bodi azul con transparencias en la parte superior-.
- Muy bonito, yo creo que le puede quedar muy bien.
- ¿Tu amiga es tu novia?
- Medio novia.
- Entonces regalándole esto triunfas seguro.
¡Joder cómo está Victoria! Pensé. Podía ser la chica más alta que hubiera conocido en mi vida. Las chicas muy altas sueles ser desgarbadas, pero ella tenía un cuerpo absolutamente proporcionado y bello. Sus tetas debían ser muy grandes, por como empujaban el vestido que llevaba, sus caderas y su culo tenían una forma perfecta. Aunque estuviera comprando ropa interior para mi medio novia, no podía dejar de admirar a semejante monumento.
- ¿Cómo crees que podría enseñárselo para que lo vea bien a través de la cámara del ordenador? –Le pregunté-.
- Desde luego hecho un gurruño, como lo tienes ahora, no. Tus primas parecen bastante sueltas, dile a alguna que se lo pruebe, que le hagan unas fotos o que le graben un video y se lo mandas.
- ¿Tú crees de verdad que voy a conseguir que alguna se aleje de la ropa de Paula para probárselo?
- Espera, entonces se lo voy a decir a Paula, que ahora no está haciendo nada.
Llamó la atención de Paula y habló con ella al oído.
- Dice que no le importa ponérselo, que siempre le ha gustado mucho este bodi, pero que no ha podido probárselo. ¿Dónde puede hacerlo? –Me dijo Victoria-.
- En mi habitación mismo. La acompaño.
- Venga, vamos mientras tus primas eligen lo que vayan a quedarse.
Nos levantamos los tres y nos dirigimos a mi habitación. Ya dentro de ella, Paula me dijo:
- Gracias Carlos, creo que va a ser la mejor venta desde que empecé con esto.
- No hay de qué, Paula. No hay semana que mis primas no se compren algo y llevan varias sin hacerlo.
- ¿Puedo serte franca?
- Claro Paula.
- Tengo un problema para ponerme este bodi. Con el confinamiento no he podido ir a que me depilen y con los pelos que tengo abajo, el bodi va a quedar feísimo. ¿Tu amiga cómo lo lleva?
No pude evitar tener la visión de su chocho con una buena mata de pelo que le llegaba hasta las ingles.
- Depilado, su madre es peluquera y también depila. –Me acordé que esa tarde Clara iba a casa de mis padres a hacerles un arreglito, como decía mi madre, la que iban a liar-.
- ¿Alguna de tus primas tiene maquinilla de depilar? Así además aprovecho y me lo arreglo un poco, que falta me hace.
Volví a tener la visión del chocho peludo y también me acordé del vídeo que me había mandado Cristina afeitándose el chocho.
- Creo que Julia tiene una.
Busqué en su lado del armario y allí estaba la máquina de depilar metida en su caja.
- Ha habido suerte, aquí está. –Le dije dándole la caja-.
- ¿No le pides permiso a tu prima para dejármela? –Me preguntó Paula-.
- No hace falta, aquí cuando alguna la necesita o yo mismo la necesito, la coge y en paz. Lo que no sé es si estará cargada o como la han dejado de pelos mis primas.
- No importa ya me las arreglo yo. Sí me indicas dónde está el baño, vuelvo en un rato y así ves el bodi.
- Al final del pasillo a la derecha, no tiene pérdida.
Paula cogió la maquinilla y el bodi y salió de la habitación, cerrando la puerta. No escuché a mi prima Luisa protestando, así que debía estar como loca con la ropa.
- Tus primas parece que son encantadoras. –Me dijo Victoria-.
- Y lo son. Un poco locas, pero encantadoras.
- ¿Las cinco con primas tuyas?
- No, cuatro, todas por parte de mi madre. La otra, Antonia, es la medio novia de mi prima Luisa.
- ¡Anda, con rollo lésbico, qué liberales!
- Aquí no nos falta de casi nada y tampoco nos asustamos por nada.
- Oye, antes le has dicho a Paula que tú también usas la maquinilla.
- Sí, de vez en cuando.
- ¿Qué te depilas, el pecho?
- Más abajo.
- ¿El vientre?
- Un poco más abajo.
Miraba a Victoria y cada vez estaba más encandilado con ella. ¡Qué bellezón de mujer!
- Ah, muy bien. Un hombre con sus cosas depiladas resulta muy atractivo.
- Probé una vez y me gustó como quedaba, así que de vez en cuando me repaso.
- ¿Tú trabajas en algo?
- No, la verdad es que me pego la vida padre. Antes, cuando Paula me ha contado su situación y lo que tiene que hacer para vivir, me ha dado hasta vergüenza.
- Paula es una chica fantástica y muy guapa.
- Sí. Bueno tú también eres una chica preciosa.
- Gracias, mi trabajo me cuesta.
- No creo, se nota que lo tuyo es todo natural.
Victoria se rió. Estaba tonteando con ella descaradamente y Victoria parecía seguirme el juego.
- Antes no he podido evitar oír un comentario de tus primas sobre ti. –Me dijo Victoria-.
- Mis primas son un encanto, pero tienen la lengua muy larga. ¿Qué decían?
- Qué tenías la virilidad muy grande.
- Eso que quiere decir, ¿qué soy muy masculino?
- No, bueno o no sólo, que tienes el miembro viril muy grande.
Me quedé un tanto parado. Vale que mis primas sean unas bocazas, ¿pero por qué me lo decía Victoria?
- No me puedo quejar.
- ¿Y eso cuánto es?
- Victoria, me da un poco de vergüenza hablar de eso, ¿por qué no lo compruebas tú?
Le dije sin pensarlo y luego pensé que me iba a llevar un guantazo de mucho cuidado y con razón.
- ¿De verdad me dejas comprobarlo? –Me preguntó-.
No pude responderle cuando ya tenía su mano en mi entrepierna, sobándome. Con ese solo contacto empecé a empalmarme. Victoria siguió sobándome, hasta que la polla se me puso como un leño empujando los bóxers, tratando de ponerse hacia arriba.
- Pues sí que es grande, yo diría que hasta muy grande. –Me dijo Victoria hablando muy bajo y en un tono de voz muy grave-.
- Gracias. Victoria si te bajas de los tacones, me gustaría besarte.
Se lo tuve que pedir, porque ni poniéndome de puntillas hubiera podido besarla con cierta comodidad.
- ¿De verdad quieres besarme? –Me preguntó-.
- Sí, ¿te extraña?
No me contestó. Sin dejar de sobarme la entrepierna se quitó los tacones y aunque seguía siendo por lo menos diez centímetros más alta que yo, ya podía llegar a su boca sin tener que ponerme de puntillas. La besé y ella me devolvió el beso. Tenía una boca muy suave y una lengua muy juguetona que se enredaba con la mía.
- ¿Por qué no me enseñas tu polla? –Me dijo-.
- Y a cambio, ¿tú que me enseñarías?
- La mejor parte de mi anatomía, mis tetas.
Me apresuré a abrirme el pantalón y me lo bajé junto con los bóxers, mi polla saltó como un resorte y hasta sonó un “plaff” al darme contra la barriga.
- ¡Guau, es un pollón muy grande y muy bonito! –Me dijo cogiéndomela con su mano por el tronco. Era de las pocas mujeres que habían logrado cerrar la mano alrededor de ella-.
- ¡Uf Victoria, lo que me gusta cómo me la coges!
Ella empezó a subir y bajar su mano y yo empecé a segregar líquido preseminal, que permitió que ella me descapullara, dándome mucho placer.
- ¿Te gusta que te hagan pajas? –Me preguntó-.
- Como al que más.
- Eres todavía un adolescente, ¿te haces muchas pajas?
- Ahora menos, pero antes dos o tres al día caían.
Volvimos a besarnos, yo estaba cada vez más caliente entre los besos y el pajote.
- Me debes algo, ¿no te acuerdas? –Le dije pensando en sus tetas, que se apretaban contra mi pecho-.
- Claro que me acuerdo. –Me dijo volviéndose de espaldas para que le bajara la cremallera del vestido-.
Nervioso llevé mis manos a la cremallera y esta empezó a resistírseme. Estoy quedando como la chata, pensé. Me dice que soy todavía un adolescente y encima no acierto con la cremallera, se va a pensar que soy tonto.
- ¿No puedes con la cremallera?
- Lo intento, pero no baja y no la quiero romper.
- A veces se resiste, parece que fuera mi padre, que no quiere que un hombre como tú me quite el vestido.
Mientras yo seguía intentándolo con la cremallera, Victoria había llevado sus dos manos hacia atrás para cogerme de nuevo la polla y acariciarme los huevos a la misma vez. Debía nadar o hacer algún ejercicio que le había desarrollado la anchura y la musculatura de la espalda, porque era bastante más ancha de espaldas que yo.
- ¿Quieres que pruebe yo? –Me dijo-.
- No, no se me va a resistir una cremallera. –Le dije en plan machito, cuando realmente lo estaba deseando para no seguir haciendo el ridículo. Me acordé del sueño en que trataba de quitarle sus ajustadísimos pantalones a mi tía Julia y no lo conseguía-.
- ¡Vaya, no se os puede dejar solos! –Era Paula con la caja de la maquinilla en la mano, que había vuelto de depilarse-.
- ¿Has visto que pedazo de nabo se gasta tu compañero. –Dijo Victoria, sin soltarme la polla ni los huevos-.
- Pues sí que es una sorpresa. Nunca hubiera imaginado que estuviera tan bien dotado. –Le contestó Paula-.
- No sabes lo dura y lo caliente que la tiene y como le chorrea. –Le dijo Victoria-.
Yo estaba abochornado con la situación. Empalmado como una fiera, con los pantalones y los calzoncillos por los pies, con Victoria sobándome y las dos hablando de mi polla. Hacía un rato había estado follando con Antonia delante de mis primas y no había sentido vergüenza ninguna, lo mismo que cuando me había follado a mi prima Julia delante de las vecinas o cuando lo había hecho con las trillizas. Sin embargo, estar empalmado y con Victoria sobándome el nabo delante de Paula, me causaba una tremenda vergüenza.
- Os dejo para que estéis tranquilos. –Dijo Paula-.
- No espera, enséñanos el bodi. –Le dijo Victoria-.
- ¿De verdad queréis verlo, así cómo estáis?
- Sí, ¿verdad Carlos? –Dijo Victoria-.
- Vale, pero antes deja de sobarle la polla a Carlos, que no se va a poder concentrar en nada. –Le dijo Paula a Victoria-.
Victoria me soltó el nabo y a mí me faltó tiempo para subirme los bóxers y los pantalones, aunque no me los podía cerrar y me los tuve que agarrar con las manos.
- Hecho, aguafiestas. –Le contestó Victoria cuando me soltó-.
Empecé a pensar que, si a Paula se le iba la lengua en la facultad, yo iba a ser el cachondeo permanente: el tío del bastón, el choricero, el as de bastos, el rey de bastos, en fin todas las lindezas que se le ocurrieran al personal de la facultad, que podían ser muchas.
- La verdad es que el bodi es precioso, si no fuera porque ya lo has comprometido con Carlos, me lo quedaba para mí. –Dijo Paula empezando a soltarse los pantalones cortos-.
Ver como Paula empezaba a desnudarse me puso todavía más nervioso y más caliente. Lentamente se soltó el botón del pantalón, luego se bajó la cremallera sin problemas, no como yo, se los empujó hacia abajo para que le pasaran las caderas y los dejó caer, subiéndolos luego con una pierna para recogerlos con la mano. Pese a que con la camiseta larga que llevaba no se le veían más las piernas que con los short, ahora sí me fijé en ellas y eran preciosas. Luego se agarró la camiseta por abajo para sacársela por la cabeza, empezando a enseñar el bodi. No cabía duda que había que estar depilada para llevarlo. Era muy estrecho en el monte de Venus y seguía muy estrecho hasta las caderas. El bodi se le ajustaba al cuerpo como un guante. Cuando se sacó del todo la camiseta la visión fue impactante, la zona de las tetas transparentaba casi del todo y sus grandes tetas luchaban contra la presión a las que las sometía el bodi. Tenía unas areolas rosadas y grandes y los pezones parecía que fuesen a rasgar el encaje. Yo ya sabía que Paula estaba muy buena, pero no me podía imaginar que tanto. Ya sólo con el bodi se dio la vuelta, su culo quedaba entero a la vista por lo apuntado del bodi. Tenía un culo muy apretado y respingón. Mi temperatura corporal había subido por los menos tres grados y notaba que la cara me ardía.
- ¿A que es bonito? –Nos preguntó Paula-.
- Te queda de maravilla. –Le dijo Victoria-. Carlos tómale alguna foto para que lo vea tu amiga.
- Que no se me vea la cara. –Dijo Paula-.
Cogí el móvil y siguiendo lo que Paula me había dicho le tomé un par de fotos de frente y otras dos de espaldas. Pensé en las pajas que me iba a hacer con esas fotos cuando las cosas volvieran a la normalidad.
- ¿Cómo crees que le quedará a tu amiga? –Me preguntó Paula y como no le respondía, me dijo-. ¡Eh Carlos, vuelve!
- ¿Te estás imaginando a tu medio novia con él puesto? –Me preguntó Victoria-.
Lo pensé y no, no me estaba imaginando a Cristina con el bodi, sino disfrutando de la excitante visión de Paula con el bodi puesto.
- Veis porque hay que ir depilada. –Dijo Paula llevándose las manos a sus ingles-.
- ¿Crees que la talla está bien para tu amiga? –Me preguntó Victoria-.
- Sí, creo que sí –logré decir cuando pude articular palabra-.
- Voy al baño a quitármelo y a ver si tus primas se han decidido ya. –Dijo Paula volviendo a ponerse la camiseta y el short.-.
- Paula, por favor, antes de irte bájame la cremallera del vestido que a Carlos se le ha puesto difícil. –Le dijo Victoria-.
- Es que yo creo que ha mordido algo. –Dije tratando de disimular mi torpeza-.
- Os veo muy lanzados –dijo Paula bajándole sin problemas la cremallera al vestido de Victoria-.
Paula se fue de nuevo al baño y nos volvimos a quedar a solas Victoria y yo.
- ¿Por qué te ha dado vergüenza que Paula te viera la polla? –Me preguntó Victoria al darse la vuelta y percatarse de que seguía con el pantalón subido y agarrado con las manos-.
- No lo sé, me imagino que porque es una compañera de clase y nada más.
Me quitó las manos del pantalón que volvió a caer al suelo, me bajó los bóxers y me cogió de nuevo la polla.
- ¿Te gustaría que fuera algo más?
- Victoria preguntas mucho. –Le dije volviendo a besarla en la boca-.
- Me gusta saber de las personas que conozco. ¿Entonces te gustaría?
- Es una chica muy atractiva y a la que admiro por su capacidad para afrontar las dificultades.
- ¿Entonces te gustaría? –Repreguntó Victoria-.
- Sí, claro que me gustaría, como a cualquier chico.
- ¿Quisieras que yo fuera ella en este momento?
Victoria no había dejado de sobarme la polla y los huevos en ningún momento.
- No. Que me guste ella no quiere decir que no me gustes tú también.
- ¿Eres bisexual? –Me preguntó-.
- ¿Y eso que tiene que ver? –Le dije extrañado por la pregunta-.
Ella no me contestó. El vestido le iba resbalando por los hombros.
- ¿No me bajas el vestido? –Me preguntó y yo empecé a pensar que Victoria era una mujer un tanto extraña-.
Llevé mis manos a los hombros del vestido y Victoria me soltó la polla para que el vestido pudiera bajar. Se quedó a la altura de su cintura. No llevaba sujetador, como yo ya me había imaginado. Sus tetas eran dos maravillas de la naturaleza, grandes y sin un milímetro de caída, parecían escapar de la gravedad. Tenía un ligero moreno y ninguna marca de biquini o bañador. Sus areolas eran oscuras y muy pequeñas, igual que los pezones.
- ¿Te gustan? –Me preguntó-.
- Son preciosas.
- ¿No te parecen demasiado pequeños los pezones?
- Son pequeños, pero muy bonitos.
Ella me cogió la cabeza y la puso en el centro de sus tetas. Me quedé así un poco de tiempo, oliéndola. Olía a gel de baño y a crema corporal. Después moví la cabeza para alcanzarle un pezón con la boca. Lo tenía muy duro, como todas sus tetas. Victoria volvió a cogerme la polla y siguió con la paja que había iniciado hacía un rato.
- ¿Aguantas mucho sin correrte? –Me preguntó, mientras yo le lamía los pezones-.
- Últimamente bastante. Estoy pasando una racha de mucha actividad sexual.
- ¿Con quién, si estamos confinados?
Me di cuenta que no tenía que haberle dicho eso. No quería que se supiera que tenía sexo con mis primas.
- Con algunas vecinas. –Le dije-.
- Y cómo son, ¿mayores que tú?
- Victoria, ¿tienes que preguntar sobre todo?
- Ya te he dicho que me gusta saber sobre las personas que conozco.
- Sí, ¿pero qué más te da la edad de las vecinas?
- Me resultaría morboso saber que tienes sexo con mujeres maduras.
- Sí, son bastante mayores que yo.
- ¿Y qué sientes cuando te las follas?
- ¡Joder Victoria, que interrogatorio!
- No te enfades, soy muy morbosa y que me cuentes esas cosas me pone muy cachonda. A mí también me gustan las maduras.
- ¿Eres lesbiana?
- No me cierro a nada, soy bisexual. Cuéntame que sientes al follar con ellas.
Victoria seguía pajeándome y yo comiéndole las tetas a ella y sobándole el culo que lo tenía como una piedra.
- Cosas distintas con cada una. Ellas no son como nosotros los jóvenes, cada una ha tenido ya una vida y se encuentra en una situación diferente. Siento desde ternura hasta ganas de azotarlas.
- ¿Te gusta el sado? –Era una maquina de preguntar, sobre cualquier cosa que fuera saliendo en la conversación-.
- No especialmente, a veces me lo paso bien y otras no tanto.
- ¿Has tenido sexo con hombres o con transexuales?
- ¿Pero a qué viene esa pregunta, Victoria? No, no lo he tenido.
- ¿Y te gustaría?
- Sí, sí que eres morbosa. No lo he pensado, me gustan demasiado las mujeres.
Se puso en cuclillas y empezó a chuparme el capullo y los huevos.
- ¿Te gusta que te la chupe? –Me dijo-.
- ¿Y a quien no?
- ¿Crees que me cabrá en la boca?
- Tienes una boca grande, seguro que te cabe. ¿Te gusta el sexo oral?
- Tanto hacerlo como que me lo hagan. –Me contestó y luego se metió buena parte de mi polla en la boca-.
- Victoria lo haces muy bien.
- Me gusta sentir una polla grande, caliente y dura dentro de mi boca y saborearla.
Pensé que menos mal que me había duchado, sino Victoria hubiera saboreado el chocho de Antonia.
- ¿No te desnudas para que yo pueda saborearte a ti? –Le pregunté-.
- ¿De verdad quieres saborearme?
- Claro, debes tener un coño delicioso y lo debes tener ya muy húmedo.
- No te creas.
- Déjame que yo lo juzgue.
La mamada que me estaba haciendo Victoria era fantástica y me había puesto muy caliente. Victoria se incorporó, me quitó el niqui y yo me quité del todo los pantalones y los bóxers, luego se alejó de mi y se puso de espaldas. Lentamente y moviendo las caderas se sacó el vestido por los pies. Llevaba unas bragas tipo culottes negras de encaje a media nalga, que le hacían un culo de lo más atractivo. Después, siempre de espaldas, se quitó las bragas lentamente. Tenía posiblemente la espalda, el culo y las piernas más atractivas que yo hubiese visto nunca.
- Quédate así un momento, quiero deleitarme con lo que veo. –Le pedí-.
- ¿Te gusto?
- Muchísimo Victoria, eres una mujer espectacular.
- Gracias por el cumplido. -Me dijo sin moverse-.
Su culo era muy redondo, carnoso y respingón y yo ya sabía que estaba tremendamente duro. Sus piernas eran larguísimas y torneadas y sus pies debían ser por lo menos de la talla cuarenta y cuatro.
- Vuélvete. –Le pedí-.
- ¿Seguro?
- Claro, quiero ver tu chochito y tu vientre.
- Si quieres seguir con el juego, allá tú. –Me dijo muy misteriosa-.
¡Chochito por los cojones, un pedazo de polla, con una erección descomunal es lo que tenía! Me quedé de piedra. No podía creerme lo que veía, pero si tenía el culo más espectacular que había visto en mi vida. Si miraba de cintura para arriba era una mujer preciosa, si miraba de cintura para abajo era un tío con la polla y los cojones depilados.
- ¡Pero si eres un tío! –Le dije sin salir de mi perplejidad-.
- ¿No sabías que era una transexual?
- ¡Yo que voy a saber!
- Pues serás el primero que no se da cuenta. Yo creía que estabas jugando.
- ¿Pero cómo me voy a dar cuenta?
- ¿Ya no te gusto?
- Espera que primero salga de mi asombro y me reponga para poder contestarte.
Estábamos los dos desnudos y empalmados, mirándonos el uno al otro. Carlos tranquilo, me dije. Es sólo una chica con polla. ¡Pues eso, con polla, te parece poco! Me decía también a mí mismo alternativamente.
- Carlos soy la misma chica de antes, a la que has dicho que era una mujer espectacular.
- ¿Victoria por qué me has estado tomando el pelo? –Le pregunté-.
La verdad es que el cuerpo de Victoria me producía un morbo tremendo y seguía empalmado como antes o más que antes. Le miré la polla por probar si así se me quitaba el morbo, pero no, hasta me gustaba su polla. Tendría entre quince y veinte centímetros, debía estar operado, porque tenía el capullo fuera, era más fina que gruesa, con una vena muy marcada en el centro y sus huevos estaban muy pegados a su cuerpo.
- No te he tomado el pelo, estaba convencida de que sabías que era una transexual y creía que te resultaba morboso tener sexo conmigo. –Me dijo acercándoseme y poniendo sus manos en mis hombros-. ¿Quieres que me vaya?
- No, así no.
- Carlos desde siempre me he sentido mujer. Quiero ser una mujer y quiero a mi polla, no quiero mutilarme. He logrado estar contenta con mi cuerpo después de mucho tiempo y, como te he dicho antes, soy completamente bisexual.
Victoria me cogió las manos, una la puso en su polla y otra en sus tetas. Tenía la polla muy dura y muy caliente. Me miraba a los ojos, no sé si para ver mi reacción o buscando comprensión. Yo quería salir de la situación de shok en la que me encontraba, pero no sabía cómo. A mí no me gustan los hombres, pensé y también pensé que Victoria no era un hombre, ¡pero coño es que tenía polla! Luego pensé en lo que mi madre me había dicho muchas veces hacía años: que no se era hombre sólo por tener pene, sino por otras muchas cosas más. No me explicaba mis sentimientos. Victoria hacía un momento que me estaba haciendo un paja o comiéndome la polla y también hacía un momento que yo la estaba besando, chupándole las tetas o sobándole el culo. ¿Tanto era el efecto que me había producido saber que tenía polla?
- ¿Quieres que me vaya? –Me volvió a preguntar Victoria ante mi situación de bloqueo mental-.
- No, no quiero que te vayas. Me gustas. –Le dije saliendo de mi bloqueo y la volví a besarla en la boca-.
Victoria me devolvió el beso con mucha pasión, pero también con mucha ternura.
- Te habrá parecido que soy pollafóbico. –Le dije empezando a mover mi mano sobre su polla-.
- Si no te lo esperabas comprendo que te haya podido sorprender. Pero es que eres la única persona que me he encontrado, que no se haya dado cuenta que soy una transexual.
- Me resulta extraño estar haciéndote una paja y mira que yo me he hecho, pero no es lo mismo.
- ¿Tú tratas de dar placer cuando estás con una mujer?
- Todo el que puedo y me dejan darles.
- Pues igual ahora. Yo soy una mujer, quiero darte placer y que me lo des tú a mí. –Me dijo y volvió a cogerme la polla y a besarme en la boca-.
- ¡Carlos, tengo que decirte una cosa! –Era mi prima Julia al otro lado de la puerta-.
- ¿Tiene que ser ahora mismo? –Le contesté-.
- Sí, luego puede ser tarde. –Ahora era mi prima Luisa-.
- Si os referís a Victoria, ya es tarde, para lo que tengáis que decirme.
Se escucharon unas carcajadas.
- ¡Coño a ti te da igual todo! –Dijo Antonia-.
- ¡Pues anda que a ti! –Le contesté riéndome-.
- ¿Podemos pasar, es que nunca hemos visto a una transexual en vivo? –Dijo mi prima Luisa-.
- ¡Iros a tomar por culo! –Les dije-.
- Eso como tú. –Me contestó Luisa-.
Victoria se fue hacia la puerta y la abrió.
- Aquí tenéis una. –Les dijo exhibiéndose-.
- ¡Pues no está nada mal, joder que morbazo das! Y además, como a mí me gustan tanto los hombres como las mujeres, pues eres un pack estupendo. –Le dijo mi prima Luisa riéndose-.
- ¡Coño comportaros que está Paula delante! –Les dije-.
- ¿Y qué quieres que hagamos, que recemos como las beatas? –Me contestó mi prima Julia-.
- ¿Qué estabais haciendo? –Pregunto mi prima María, echándole mano a la polla de Victoria-.
- Pajas, nos estábamos haciendo una paja. –Le contesté-.
- ¿Y cómo te la hacía mi primo? –Le preguntó María a Victoria empezando a hacérsela-.
- Me las han hecho mejores, pero no estaba mal.
Paula entró en la habitación con el bodi en la mano.
- Toma, guárdalo antes de que se manche. –Me dijo dándome el bodi y yo traté de cubrirme la polla con una mano y coger el bodi con la otra-.
- ¿No tienes un papel de regalo o algo? –Es lo único que se me ocurrió decir, muerto de vergüenza-.
- Luego te lo busco.
- Paula, perdona el jaleo y el cachondeo de mis primas, bueno y el mío también con Victoria.
- ¿De verdad que no te habías dado cuenta de que Victoria es una transexual?
- Te juro que no Paula. Debo ser el tío más torpe del mundo, pero vamos nada de nada, todo lo contrario, me había resultado una mujer muy atractiva.
- ¿Y qué tal con ella?
- Al principio mal, pero luego me ha dado mucha ternura y también mucho morbo, por decirlo todo.
La erección se me había bajado y deje de cubrirme.
- Me gustaba más antes. –Me dijo Paula mirándome la polla-.
- No hay manera de acertar contigo. Oye, el bodi te sentaba de escándalo. Te lo regalo por hacer de modelo, yo ya tendré tiempo de comprar otra cosa para Cristina.
- Haced el favor de salir, que Carlos y yo tenemos que hablar de unos trabajos de la facultad. –Dijo Paula al resto. Luego cogió la ropa de Victoria, se la dio y cerró la puerta-.
- ¿Qué trabajos tenemos pendientes? –Le pregunté-.
- Sí que eres torpe, pero mucho, mucho. ¿O es que te gusta más Victoria? –Me dijo besándome en la boca-.
(Espero que sigáis todos bien y que hayáis seguido aplicando los consejos del Doc. Cuidaos y los que podáis, manteneos en casa).