Compartiendo piso de estudiante con mis primas 10

Por mucho que hago el propósito de bajar el ritmo, entre unas y otras no me dejan. Puri, las beatonas, la sirvienta mulata de las beatonas y finalmente un rato íntimo y delicioso con mi prima Julia, que me recuerda mi primer polvo. Que lo disfrutéis y me contéis cómo lo hacéis.

( Ya sabéis que para disfrutar esta serie de relatos es muy conveniente leer los capítulos anteriores. Para los que no lo hayáis hecho y os apetezca hacerlo, ahora que lo que sobra es tiempo, os copio sus direcciones: https://todorelatos.com/relato/156465/https://todorelatos.com/relato/156932/https://todorelatos.com/relato/157222/https://todorelatos.com/relato/157514/https://todorelatos.com/relato/157758/https://todorelatos.com/relato/158232/https://todorelatos.com/relato/158502/https://todorelatos.com/relato/158808/ y https://todorelatos.com/relato/159124/

Que lo sigáis pasando bien y gracias por leer, comentar y ofrecerme nuevas ideas para los relatos).

Me desperté al darme el sol en la cara. Había dormido desnudo en el sofá del despacho del piso de Puri. Recordé que, pese a los tres polvos que había echado después de que Yasmine, la sirvienta mulata me endosara la viagra, hasta bien entrada la madrugada no se me había bajado la erección. Miré el móvil para ver la hora, eran más de las doce, habría dormido por lo menos once horas, pero seguía reventado y con un dolor en la polla de mucho cuidado. Vi también que tenía un montón de llamadas perdidas y de mensajes de mi madre, de mis primas y de Javier. Decidí seguir perreando en el sofá, pensando que no podía seguir follando a ese ritmo o me iba a agotar antes de cumplir los diecinueve. Miré los mensajes, primero mi madre:

-              Carlos, te he llamado pero no me has cogido el teléfono. Llámame cuando puedas.

Luego de mis primas, me habían escrito desde el teléfono de Julia.

-              Carlos, estamos preocupadas por ti. ¿Qué te ha pasado que no has vuelto?

-              Carlos, son más de las doce de la noche y no has vuelto del piso de las beatas. Dinos algo.

-              Carlos, ¿ha pasado algo con las beatas?

¡Joder con mis primas, si me hubieran abierto la puerta la noche anterior, no estarían tan preocupadas como decían! Finalmente tenía cuatro mensajes de Javier desde anoche hasta esa misma mañana:

-              Eres un hijo de puta de mucho cuidado. Me las vas a pagar.

-              No te escondas cabronazo, da la cara por lo menos.

-              Lo que me has hecho no se le hace a un amigo. Ya nos veremos.

El último era de hacía un rato:

-              Llámame, por favor, quiero  hablar contigo. De todas formas, muchas gracias por todo.

Les puse un mensaje a mis primas:

-              Estoy bien. Ayer se me olvidaron las llaves en casa de las beatas. Llamé a la puerta, pero no me abristeis. He dormido  en casa de Puri. Voy en un rato.

Recibí contestación en segundos:

-              Gracias a Dios, estábamos ya muy preocupadas. Vente a casa pronto. Besos.

Dudé si llamar primero a mi madre o a Javier y al final decidí no llamar a ninguno y seguir perreando en el sofá. Al poco entró Puri con una taza de café en la mano.

-              Buenos días perezoso. Te he traído una taza de café.

Iba con su albornoz blanco y negro de siempre y como siempre, medio abierto. Cuando empecé a mirarle sus hermosas tetas, que trataban de escaparse del albornoz, me dije a mi mismo, que parase el carro. Hacía un momento había pensado que tenía que bajar el ritmo de follar, así que no era plan de empezar a calentarme con las tetas de Puri.

-              Gracias Puri, me hacía falta una taza de café. ¿Tú sabes qué día es hoy? –Le pregunté incorporándome en el sofá para tomarme el café-.

-              Pues no sé si sábado o domingo, como todos los días son iguales.

-              Tienes razón. O todos los días son iguales o todos los días parecen iguales. –Le dije-. Me están entrando hasta ganas de volver a la facultad.

-              ¿Qué le pasa esta mañana a mi pollita, que se ha levantado triste, con lo animada que se durmió ayer? –Me dijo Puri sentándose a mi lado y acariciándome suavemente la polla-.

-              Para Puri, que te conozco y me conozco y lo de ayer fue demasiado.

-              ¿No te apetece un polvito mañanero?

-              Ya de mañanero tiene poco, es casi la una de la tarde.

-              Bueno, pues el polvito del aperitivo.

Miré a Puri, el albornoz se le había abierto más al sentarse y ya podía verle todas sus tetas.

-              ¿Tú no te vistes nunca? –Le pregunté-.

-              Sólo para salir a la calle. Lo del albornoz es una costumbre de cuando trabajaba en las salas nocturnas. ¿Para qué vestirme entre pase y pase, si iba a terminar otra vez desnuda?

-              ¿Cómo te metiste en lo del espectáculo erótico?

-              Huy, yo era casi una niña entonces. Tenía dieciocho añitos, como tú ahora, y ganas de correr mundo. Desde adolescente era una mujer muy pasional, que me follaba a todo el que se ponía por delante, sin importarme edad o raza. Vi un anuncio buscando a una modelo. No es por falta de modestia, pero yo entonces tenía un palmito de escándalo. Fui a lo del anuncio y lo que buscaban era una modelo erótica. El trabajo estaba bien pagado y encima me iba a hartar de follar, así que no lo pensé dos veces y terminé metida en ese mundo. Nunca me he arrepentido de ese trabajo, mientras que todos los días me arrepiento de haberlo dejado para casarme con el babieca de mi marido.

Las caricias de Puri sobre mi polla y la visión de sus morbosas tetas estaban empezando a surtir su efecto. Me moví, me puse sobre ella y la besé en la boca.

-              Déjame que te coma el chocho. -Le dije abriéndole el albornoz y deslizándome hasta el suelo entre sus piernas-.

-              A mí no tienes que pedirme permiso para eso. –Me dijo abriéndose de piernas para facilitarme el acceso-.

Metí la cabeza entre sus piernas. El olor de su chocho era embriagador y terminó de empalmarme. Se me había pasado el dolor en la polla. Con los dedos le abrí su carnoso chocho y metí mi lengua en su rosado interior.

-              ¡Ay Carlos, que gusto! A mí me gusta que Paca me lo coma, pero me gusta más que lo haga un hombre. Lo hace con más pasión, con más fuerza. ¡Ay que rico!

Su chocho no tardó en empezar a segregar más jugos y entre ellos y mi saliva estaba tan empapado, que mi lengua hacía ruidos tipo “chop, chop” al pasar sobre él y al introducírsela.

-              Me gustaría poder despertar así todos los días. –Me dijo-.

-              Y a mí. Tienes un chocho precioso y muy sensible a las caricias.

Paré de comerle el chocho para darle suaves bocados en la cara interior de sus bonitos muslos.

-              Sabes muy bien lo que le gusta a una mujer. –Me dijo-.

-              ¿Y qué le gusta?

-              Que la acaricien o la chupen en sus partes más sensibles, que la halaguen, que le den mucho cariño y también mucho sexo.

Volví a su chocho y le cogí su clítoris con mis labios, tirando suavemente de él. Ella gemía y suspiraba. Fui a meterle dos dedos en el chocho, pero ella me dijo:

-              Mejor no Carlos. Me gusta demasiado y me correría enseguida, quiero disfrutar así más tiempo. ¿Quieres que te la coma?

-              Lo mismo te digo, me gusta demasiado y hoy quiero que disfrutes tú.

Ella se sobaba sus grandes tetas, tirándose de los pezones, primero con suavidad y luego retorciéndoselos.

-              ¿Dónde has aprendido a hacerle esto a una mujer?

-              Pues parece ser que de mis primas.

-              ¡Aaaagggg! ¿De tus primas?

-              Sí, ahora me estoy enterando de lo que hacíamos juntos de pequeños. De las cosas que ellas me enseñaron cuando yo todavía era un crio.

Noté que Puri estaba a punto de correrse. El olor y el sabor de su chocho me habían puesto a mil.

-              ¡Sigue Carlos, sigue, me voy a correr, estoy en el sétimo cielo, aaaaagggg, aaaggg, ahora, sigue, sigue…!

Su chocho segregó tantos jugos, que me llenaron la boca. Eran deliciosos. Cuando terminó Puri de correrse, me levante y me puse otra vez sobre ella. Puri me cogió el pollón y empezó a golpearse las tetas y los pezones con él.

-              ¡Puri me voy a correr!

-              ¡Córrete en mis tetas, la lefa es la mejor crema que hay para mantenerlas altas y duras!

-              ¡Aaaaagggg, todo para tus tetas, para que se mantengan así de estupendas, aaaaagggg!

Me dejé caer sobre ella, tratando de recuperar el aliento. Pensé que no iba a ser fácil racionar el sexo, me gustaba demasiado como para dejar pasar cualquier ocasión de hacerlo.

-              Ve a la ducha, la túnica ya está limpia y seca. –Me dijo Puri-.

Fui al baño de su dormitorio. Paca estaba en albornoz sentada en el ordenador escribiendo.

-              Buenos días Paca. ¿Qué haces? –Le dije dándole un piquito en sus labios-.

-              Escribiendo un guión. Me gustó mucho tu idea de anoche del jeque triste y del harén. Estoy desarrollándolo. ¿Nos ayudarás a grabarlo?

-              Claro, lo estoy deseando.

-              Vamos a necesitar también de algunas de tus primas.

-              Cuenta con Julia y yo creo que Luisa y Antonia tienen muchas ganas de participar también.

Me duché. Puri me había dejado la túnica limpia al lado de la ducha y después de secarme me la puse para volver a mi piso.

-              Adiós Paca. –Le dije al salir del baño-.

-              Adiós Carlos. Por cierto que anoche me divertí mucho con la historia de Carlitos y las profesoras pervertidas. Tenemos que grabarla después de la del harén.

Fui a despedirme de Puri. Estaba en la cocina con el albornoz abierto y con las tetas cubiertas todavía por mi lefa. Le di un piquito, cogí mi móvil del despacho y salí de su piso. La escalera seguía siendo un no parar de parejas de yayos subiendo y bajando. Me quedé mirando y casi con total seguridad muchos de los que subían y bajaban no eran del edificio. La que ha liado el Doc de las Estrellas, pensé. Llamé al piso y estaban las cinco esperándome detrás de la puerta, todavía con sus pijamitas o camisones medio transparentes.

-              Carlos, estábamos muy preocupadas sin saber que te había pasado con las beatas. –Me dijo mi prima Luisa-.

-              Con las beatas nada, pero con la sirvienta mulata de las beatas, mucho.

Les conté lo del polvo con Yasmine y lo de la viagra. Ellas se partieron de la risa.

-              ¿De verdad te endiño una viagra? –Me preguntó Julia-.

-              Y tan de verdad, la tía me dijo que quería asegurarse que no le fallase.

-              ¿Qué le fallases o qué la follases? –Dijo Julia muerta de la risa-.

-              Da igual. Esto del folleteo de los yayos está tomando unas dimensiones preocupantes. –Les dije-.

-              Pues no te puedes imaginar cómo está el edificio de enfrente. –Me dijo Luisa-.

-              ¿Vamos a comer ya o tengo unos minutos para hablar por teléfono? –Les pregunté-.

-              Habla sin problemas, comeremos en media hora.

Entré en mi habitación, me quité la túnica de Patro y me quedé desnudo. No me dio tiempo a llamar, cuando recibí una vídeo llamada de mi madre. No sé qué ropa se habría puesto, pero llevaba los hombros desnudos.

-              Hola mamá.

-              Hola hijo. ¿Estás sin camiseta? Piensa que ahora no te puedes resfriar.

-              Sí mamá, es que me has pillado recién salido de la ducha. ¿Y tú?

-              ¿Y yo qué?

-              Que parece que también estás recién salida de la ducha.

-              No, es que tu tía Marisa se ha apuntado a un curso virtual de masaje tántrico y quería probar con tu padre y conmigo.

-              ¡Qué bien os lo pasáis! Pero, tántrico y virtual no parecen llevarse muy bien.

-              Por eso quiere probar con nosotros.

-              Hola hijo. –Me dijo mi padre por detrás de mi madre, también sin camiseta-.

Me fijé y mi padre parecía haber pedido peso y tenía la cara como desmejorada.

-              Hola papá. ¿Te pasa algo? Te veo desmejorado.

-              Nada, estoy bien. Un poco cansado, tal vez. –Me contestó y se fue-.

-              ¿Le pasa algo a papá? –Le pregunté preocupado a mi madre-.

-              Nada que no se arregle con unas vitaminas.

-              ¿Le ha dado por la bicicleta estática?

-              No precisamente. Es verdad que el hombre hace mucho ejercicio, pero no en la bicicleta. ¿Cómo estáis vosotros?

-              Todos bien. Haciendo mucho ejercicio, como papá.

-              Eso me gusta, que muevas el cuerpo, que si no te vas a anquilosar con el confinamiento.

¡Joder, que me iba a anquilosar, decía mi madre!

-              No te preocupes mamá, que no creo que me vaya a anquilosar. ¿Y cómo le ha dado a la tía Marisa por el masaje tántrico?

-              Dice que ahora tiene mucho tiempo libre y que le apetecía aprenderlo desde hace tiempo.

-              ¿Y la tía Julia, como está?

-              Muy bien, anoche tuvimos una sesión de las que a ella le gustan y todavía está en la cama descansando.

Me imaginé la sesión de lo que le gustaba a mi tía Julia y comprendí la cara de agotado de mi  padre.

-              Bueno cuidaros, que ya no tenéis treinta años.

-              Tu padre nos está cuidando de maravilla. Cuídate tú y cuida de tus primas, ya sabes a lo que me refiero.

-              Sí mamá, lo sé y hago lo que puedo.

En un momento de la conversación mi madre se despistó con el enfoque del teléfono y vi que estaba desnuda de cintura para arriba. El cachondeo que debían tener entre los cuatro, debía ser mayúsculo.

-              Hablando de hacer lo que se puede. Ayer tu abuelo batió su record y atendió a cinco mujeres por la mañana y a otras cinco por la tarde, cumpliendo además dos veces con tu abuela, como está mandado.

-              ¿Mamá, por qué me cuentas esas cosas?

-              Para que tomes ejemplo. Yo sé que estarás sometido a mucha presión, pero en estos momentos es cuando hay que superarse.

-              De acuerdo mamá. Te dejo que tengo otra llamada. –Era Javier-.

-              Adiós hijo y acuérdate de tu abuelo.

¡Qué pesada mi madre con mi abuelo! Colgué y cogí la llamada de Javier.

-              ¿Qué pasa hombre? Que estaba hablando con mi madre.

-              Pasa que eres un hijo de puta de mucho cuidado.

-              ¿Yo por qué?

-              ¿Cómo que por qué? ¿Tú sabes la tarde que yo pasé ayer por tu culpa?

-              Imagino que la tarde regular, ¿pero y la noche?

-              La noche, la hostia, Carlos. Pero deja que te cuente porque merece la pena. Después de hablar contigo por la noche, decidí hacerte caso. Así que me empeloté y empecé a buscar en el móvil guarrerías para calentarme. ¡Ya ves tú, coño, calentarme yo! Fíjate como me tendría aquella mujer hablando al otro lado de la puerta, que por primera vez en años no estaba ni caliente.

-              Pues sí que te debía tener acojonado.

-              Acojonado es poco. Total, que estuve bicheando las páginas guarras habituales, pero nada ni se me inmutaba. ¡Empecé a preocuparme, a ver si me había quedado impotente por el virus o por lo que fuera! Hasta que di con un vídeo que me puso como una moto. Dos tiacas como de cuarenta y tantos años, macizas hasta decir basta y dos jóvenes él y ella. Ella me recordó a tu prima Julia, cuando alguna vez la he visto en biquini. Las tías hacen un teatrito interpretando que son señora y criada y que iban a acoger a los jóvenes, que eran sobrinos de la sirvienta…

Javier había dado con el vídeo que grabamos mi prima Julia y yo con Puri y Paca. ¡Qué pequeño es el mundo!

-              Coño, pues nada más llegar, la tía les dice que tienen que ducharse para, por si acaso traen algo de la calle, no contagiar a la señora. En la ducha los dos jovencitos, como de nuestra edad, follan lo más grande. ¿Sabes lo que más me extrañó?

-              No, no lo sé.

-              ¡Pues que el pollón del tío era igualito al del nota de los vídeos del pueblo! Que no es que yo me ande fijando en las pollas de los tíos, pero como el del pueblo lo tuve que ver por lo menos cincuenta veces en el pub, pues me quedé con la polla del tío. Bueno, mientras los chavales follan en la ducha, las dos tías primero se toquetean y luego se lían a chuparse lo más grande…

-              ¿Javier me vas a contar entero el video? Tú no te das cuenta que contar un vídeo porno es una capullada.

-              Vale, tienes razón. De todas formas, tienes que ver el vídeo y sobre todo a las dos tiacas maduras. ¡Joder que buenas estaban, me recordaban a tus tías o a tu suegra!

-              ¡Qué yo no tengo suegra, como te lo voy a tener que decir!

-              No seas picajoso. A lo que iba, las dos tías me pusieron el nabo como un palo y me dije a mi mismo: o salgo ahora o me meo aquí mismo. Cómo tú me habías dicho que la tía era alta, me puse a mirar para arriba, abrí la puerta con mucha energía y di dos pasos hasta que me topé con algo. Miré para abajo y era la tía, pero medía por lo menos veinte o treinta  centímetros menos que yo. ¡Coño, con el choque con ella le había encajado la polla entre las tetas! ¡Carlos, la tía  estaba en pelotas!

-              ¿Y tú qué hiciste?

-              Primero empujé todavía más, para encajarle la polla del todo entre sus tetas. ¡Qué tetas, pero sobre todo qué pezones, la hostia! Después seguí tu consejo y le dije: dame algo de comer, que tengo hambre para comerme a dos como tú.

-              ¿Y la tía que hizo?

-              La tía se puso de rodillas y salió disparada para la cocina. ¡Joder, cuando le vi el culo así de rodillas, me corrí sin tocarme!

-              ¡Javier coño, eres un impresentable!

-              Tú no sabes lo caliente que yo estaba de las dos tías del vídeo y cómo me pusieron las tetas y el culo de Patro. Lo malo es que la cosa no quedó ahí, en cuanto me corrí empecé a mearme y como seguía empalmado, el chorro fue a parar al culo de Patro.

-              ¡Cojones, que te había recomendado yo!

-              Eso pensé yo y me dije: qué vergüenza, lo que va pensar esta mujer de mí y de Carlos. Fíjate que entonces me acordé de la gorda meona de la residencia, ya sabes, la que ligaste hace tiempo.

-              Yo no me la ligué, me ligó ella a mí con la borrachera.

-              Da igual, que me acordé de ella y punto. Yo no podía parar de mear, por más que lo intentaba. Total que me dije: Javier, ve recogiendo tus cosas, que ya vas a estar en la puta calle otra vez. Pero en lugar de eso, la tía  se vuelve, se incorpora y se pone de rodillas bajo el chorro que estaba largando.

-              ¡Te quedarías muerto!

-              Muerto no, lo siguiente, sobre todo cuando veo que la tía se está meando también, con un pedazo de chorro más grande que el mío.

-              ¡Qué guarros los dos!

-              ¿Guarros por qué? Por lo menos lo mío era pura necesidad, lo de ella creo que también. ¡Qué se había llevado más de cuatro horas sin moverse de la puerta hablando! Cuando terminamos los dos de mearnos en el suelo, le pregunté dónde tenía la fregona. Yo,  con la meona de la residencia, ya he aprendido a manejar la fregona de puta madre.

-              ¡Vaya entrada Javier, vaya entrada!

-              Que no hombre, que la cosa no terminó ahí. Patro vuelve a ponerse a cuatro patas y así se va para la puerta del piso. Yo pensé: ya la hemos liado, esta va a pedir ayuda a los vecinos y ya voy a estar detenido otra vez.

-              Y con razón.

-              Que no, en lugar de eso, coge el collar y la correa de sacar al puto perrucho, se la pone en la boca y se vuelve otra vez para mí. Yo me pregunté, ¿pero qué quiere esta con la correa? Y va y me dice que le ponga el collar y que la lleve a la ducha. Fue decírmelo y por poco me corro otra vez. Con las manos temblorosas le logré poner el collar y la llevé detrás de mí a la ducha…

Pensé que Javier le había dado a Patro por el lado del gusto.

-              ¡Coño, sin ponerse de pie ni quitarse el collar nos metemos en la ducha y va y me hace una mamada de lujo.

-              Bueno, parece que la cosa terminó bien.

-              ¿Qué dices de terminar? Mira, hemos follado en todas las posiciones posibles en todos los sitios de la casa. Yo creo que ella se ha corrido como cinco o seis veces y yo por lo menos el doble. Hace un rato me ha puesto un cervezón con chochitos, ¡Carlos, con chochitos! Ahora la tengo aquí, en pelotas con el collar y la correa, a mis pies, durmiendo como una bendita.

-              ¿Oye y con los meados que hicisteis?

-              ¡Yo que sé! Yo creo que se los bebió el perrucho, que, por cierto, como no lo saca nadie, ha aprendido a mear y cagar en el inodoro. ¡Qué fiera el tío!

Luisa asomó la cabeza por la puerta para avisarme que ya estaba la comida en la mesa.

-              Javier, te tengo que dejar, que vamos a comer.

-              Espera un momento hombre, que quiero darte las gracias por lo que has hecho por mí.

-              No hace falta.

-              ¡Espera, coño! He llamado a la residencia y los he mandado a tomar por culo. ¿Dónde voy a estar yo mejor que con Patro o no?

-              Tienes razón Javier.

Pensé que Patro iba a perder barriga con la estancia de Javier en su casa. Me vestí para comer y fui al comedor. Otra tontería, mis primas habían decidido comer desnudas.

-              ¿Qué hacéis, hoy toca nudismo? –Les dije quitándome la ropa-.

-              Hemos decidido colaborar con el Doc de las Estrellas y animar a los yayos a protegerse del virus. –Me contestó Luisa-.

-              ¡Qué buenas samaritanas!

-              ¿Qué tal le va a Javier con Patro? –Me preguntó mi prima Julia-.

-              Mejor que os lo cuente él mismo, yo lo estropearía. Por cierto, Puri y Paca me han dicho que os necesitan para uno de sus vídeos.

-              ¿De qué va? –Preguntó Antonia-.

-              Parece que de un jeque deprimido al que tienen que animar las mujeres de su harén.

-              Conmigo que cuenten. –Dijo Luisa-.

-              ¿Qué es eso de los vídeos de la vecina? –Preguntó María-.

-              Puri y una amiga, con la inestimable ayuda de Carlos, tienen una serie porno en internet, que al parecer tiene mucho éxito. –Le contestó Julia-.

-              ¿Con tu ayuda? –Me preguntó María-.

-              Me pidieron el favor de que las grabase, a la amiga de Puri le hacía falta el dinero. –Le contesté-.

-              ¡Joder que edificio! Las vecinas en el porno, los yayos despendolados, la mucama de las beatas repartiendo viagras y de esta casa mejor no hablar. Pues sabéis lo que os digo, que las vecinas cuenten conmigo también, que coño. –Dijo María-.

-              Y con nosotras –dijeron las demás-.

-              Pues va a ser una superproducción –les dije riéndome y pensando en el cachondeo que se podía liar-.

Terminamos de comer y nos quedamos tumbados en el sofá y los sillones como Dios nos trajo al mundo. Nos despertó de la siesta que nos estábamos echando el timbre de la puerta. Me puse el pantalón y fui a ver quién era. Yasmine, la sirvienta mulata de las beatonas.

-              Hola Yasmine, buenas tardes.

-              Buenas tardes señor Carlos.

Pensé que el uniforme y el delantal no le hacían el mérito que deberían a sus bonitas y grandes tetas.

-              No quedamos ayer en que Carlos a secas.

-              Cómo quieras. He venido a devolverte tus llaves y a decirte que las señoras quieren verte luego.

Se me había olvidado la petición que me habían hecho de convertirme en el policía de la escalera.

-              Gracias Yasmine.

-              Verás papi, también me han mandado a comprar y yo creo que un cuartito de hora les puedo sisar. ¿Tú me entiendes?

-              No del todo.

-              ¡Ay papito que torpe, que puedo distraerles un cuartito de hora para un polvito!

-              Es que están mis primas.

-              Por nosotras no te preocupes, dale gustito a tu mulata. –Gritaron mis primas entre risas. Debían haber estado oyendo toda la conversación-.

-              ¡Ay gracias, que amables! –Les respondió Yasmine entrando en el piso-.

-              ¿Papito, quieres una viagrita? –Siguieron mis primas con su guasa-.

-              Yo creo que no le hace falta, ya su negra lo anima. –Les contestó Yasmine echándome mano a la entrepierna y luego besándome en la boca-.

-              Ven por aquí –le dije llevándola a mi habitación-.

Entramos y cerré la puerta.

-              Esa puerta –gritó mi prima Luisa-.

-              Ay, ¿es que tus primas quieren mirar? –Dijo Yasmine mientras se deshacía del uniforme, bajo el cual no llevaba más que el liguero y las medias-.

-              Mis primas tienen mucha guasa y muy poco que hacer. –Le contesté mientras me quitaba los pantalones-.

-              A mí no me importa que me miren. Allá en Venezuela tuve un novio de jovencita que sólo se ponía si lo hacíamos en sitios con público. Ya tú sabes, parques, probadores, cines, iglesias y sitios así. La verdad es que yo me ponía mucho también. ¿Quieres que te haga una cubana para calentar? Túmbate en la cama, papito.

-              Eso papito, túmbate en la camita, que tu mulata te va a hacer cositas. –Dijo mi prima Julia por detrás de la puerta-.

-              ¿Vosotras no estabais viendo la televisión? –Les grité tumbándome en la cama-.

-              Pero es que esto es más divertido. ¿Yasmine como está ya el primo? –Preguntó Luisa-.

-              Como un garañón mi mami. –Le contestó Yasmine, poniéndome su impresionante culo casi en mi cara y colocándose mi polla ya como un palo entre sus tetas-.

-              ¡Joder qué culo tienes! –Le dije a Yasmine-.

-              Eso papito, cuéntanos cómo tiene el culo tu mulata. –Dijo María-.

-              Grande como dos de los vuestros y duro como una piedra. –Les contesté, ya entrando en el cachondeo que tenían-.

-              ¿Yasmine, qué le haces al papito? –Preguntó Luisa-.

-              Una paja cubana con mis hermosas y negras tetas.

-              ¿Y el papito qué te hace a ti?

-              Me está lamiendo el ojete y la chocha. ¡Ay que rico, sigue papito!

Aquello se había ido de madre con Yasmine retransmitiendo en directo el polvo que estábamos echando. Le di dos buenas cachetadas en aquel monumento de culo para que se callara.

-              ¡Ay, el papito no quiere que les comente! –Les dijo Yasmine-.

-              Venga primo, no seas aburrido. ¿A ti qué más te da? –Dijo Luisa-.

-              Eso pienso yo –dijo Yasmine-.

-              Pues entonces tú sigue contando. Así tendremos, además de vídeos porno, audios porno. –Dijo María muerta de la risa-.

-              Voy a interrumpir un poco la narración. Le voy a comer el pollón al papito y no puedo hablar y tragar. –Dijo Yasmine metiéndose mi polla en la boca-.

-              Carlos retransmite tú, ¿o también tienes algo en la boca? –Dijo Antonia-.

-              ¡Queréis iros a ver la televisión y dejarme follar tranquilo! –Les dije-.

-              Carlos, cada día estás más aburrido. –Dijo mi prima Luisa-.

Yasmine se movió hacia mis pies, se puso en cuclillas sobre la cama y se metió mi polla en el coño, produciendo un fuerte ruido con sus flujos.

-              ¡Joder Yasmine, qué alegría tener el chocho así de encharcado! –Dijo mi prima Julia-.

-              Las mulatas segregamos mucho juguito, para que a los papis les sea más fácil empotrarnos sus grandes pollas enteras a la primera.

-              ¿Y cómo tiene los huevos el papi? –Preguntó mi prima María-.

-              ¡Ay mi amor, gordos, gordos, con ganas de reventar! –Le contestó Yasmine-.

Le cogí las muñecas a Yasmine y tiré de ellas hacia atrás, las sujeté con una mano y con la otra volví a darle sonoras cachetadas en su culo y a sobarle el ojete.

-              ¡Ay papito no me haga eso, que no voy a aguantar nada! –Dijo Yamine dando botes sobre el colchón, subiendo y bajando por mi polla-.

-              ¿Qué te hace el papito Yasmine, que tanto te gusta? –Pregunto Vero-.

-              Además de que me lo estoy follando, me da cachetadas en mis grandes nalgas y me soba el ojete. ¡Ay mamacita que rico!

-              ¿Y tú te tocas? –Preguntó Antonia-.

-              No puedo, el papito me tiene trabadas las muñecas. ¡Papito al ojete, que me voy a venir! –Gritó Yasmine-.

-              ¿Venir a dónde? –Le pregunté-.

-              ¡Ay papito, que me voy a venir, que me voy a correr, que hay que explicárselo todo!

-              Primo eres un cateto, a ver si vas a la tierra de Yasmine y aprendes vocabulario. –Dijo mi prima Julia-.

-              ¡Aaaaagggg, sigue con el ojete, sigue, aaaagggg, ay que rico, que fuerte, aaaaagggg, no pares, virgencita que gusto…!

-              ¡Ánimo Yasmine, prolóngalo, sigue corriéndote! –Gritó Antonia-.

-              Papito, no te corras dentro, que no he traído mi tanga y voy a ir manchando toda la calle con tu lechecita. –Dijo Yasmine moviéndose, hasta ponerse entre mis piernas y meterse mi polla en la boca-.

-              ¡Venga papito, que ahora te toca a ti!

Los carnosos labios de Yasmine me daban un enorme placer en todo el tronco de la polla. Me cogió los huevos con las manos y ya no pude más.

-              ¡Uuuuffff, sigue Yasmine, sigue que me queda mucho dentro, aaaagggg, toma, toma, aaaaggg! –Grité al correrme en su boca-.

-              ¡Bravo, llénala, más, más! –Gritaron mis primas-.

-              ¡Ay papito, cuanta lechecita, por poco no puedo tragármela toda!

-              ¡Campeón, que eres un campeón! –Seguían gritando mis primas-.

-              ¡Cuando estéis follando, voy a ir yo a daros el coñazo! –Les dije-.

-              No, tú lo que nos tienes que dar es el pollazo, no el coñazo. –Dijo Luisa muerta de risa-.

-              Estás tú muy ocurrente. –Le contesté-.

Yasmine se levantó y todavía desnuda abrió la puerta de la habitación.

-              ¡Ay mamitas, no se pierdan ustedes esto que tienen en casa! –Les dijo cuando mis primas entraron-.

-              ¡Joder Yasmine, pues sí que estás rica! –Le dijo Antonia cogida de la cintura de mi prima Luisa-. Yo nunca he estado con una mulata, a ver si uno de estos días hacemos algo entre las tres-.

-              Pues mira chica, a mí en general no me gustan las mujeres, pero con vosotras dos sí que me apetecería montar una buena chochada.

Mis primas salieron de la habitación entre exclamaciones sobre el culo de Yasmine.

-              Yasmine, me has dejado seco.

-              Es verdad mi amor, me he tomado un buen tazón de lechecita con su pajita y todo. –Dijo Yasmine riendo mientras empezaba a vestirse-.

Me incorporé en la cama y vi que Puri y Paca estaban en la ventana haciéndome señas para que me acercara. Me levanté y abrí la ventana.

-              Carlos, preséntanos a esa diosa. –Dijo Paca-.

Yasmine se vino a mi lado en la ventana, terminando de ponerse el uniforme.

-              Yasmine, te presento a dos vecinas y amigas, Puri y Paca. –Dije-.

-              ¡Ay, yo la conozco a usted! –Dijo Yasmine señalando a Paca-. Yo tuve un novio de jovencita allá en mi tierra, que era un enamorado de sus películas. Las veíamos juntos los sábados por la tarde y nos poníamos los dos bien, pero que bien calientes, como para follar toda la tarde y la noche.

-              Cuanto me alegro, porque para eso eran. Yasmine, estamos preparando un vídeo y nos encantaría que participaras.

-              Si es cómo aquellas películas, me encantaría. Desde entonces he soñado en salir en el cine como usted.

-              De tú, no me llames de usted que me hace parecer vieja. –Le contestó Paca-. Te avisamos a través de Carlos cuando vayamos a rodar.

-              Por supuesto mi amor, estoy ansiosa de trabajar con una estrella como tú. Me disculpan pero me tengo que marchar, sino mis señoras se van a enfadar con la mulata.

Cerré la ventana y le di un beso a Yasmine en sus carnosos labios.

-              Cuando suba, en unos quince minutos, te recojo para subir a ver a las señoras. –Me dijo Yasmine y se fue, devolviéndome antes el beso-.

Me senté en el ordenador para ver si tenía mensajes. Me acababa de entrar un correo de Paula, una compañera de clase que, además de muy simpática, estaba muy buena.

“Hola Carlos.

Perdona que te moleste con mis problemas. Como sabes yo trabajo en un pub para pagarme los estudios y con lo del confinamiento ni trabajo ni dinero. He improvisado un negocio de venta a domicilio de cosas para mujeres, ropa, cremas, complementos,…etc. Una amiga me ha dicho que tú vives con cuatro primas y que estáis confinados juntos. ¿Podría ir a verlas para tratar de venderles alguna cosa y poder vivir?

Estoy completamente sana y tengo una mascarilla. Ya me dices algo.”

El correo de Paula me entristeció. Sus padres eran también de un pueblo, pero no tenían recursos para pagarle los estudios, así que ella trabajaba por la noche de camarera en un pub, para pagarse la estancia y la matrícula. Le contesté sobre la marcha.

“Hola Paula, me alegra saber de ti y que estás bien.

Puedes venir cuando quieras, vamos a estar en casa, que remedio nos queda. También estamos todos sanos, afortunadamente”

Ya habían pasado diez minutos desde que se fue Yasmine y estaría a punto de llegar para recogerme. Decidí vestirme de lo más juvenil para que las beatas vieran, que lo ponerme de policía de la comunidad, era un desatino. Me puse un pantalón corto amplio sin calzoncillos, me estaba acostumbrando durante el confinamiento a no usarlos, y un niqui. Salí a ver a mis primas mientras llegaba Yasmine. Seguían en pelotas asomadas al ventanal.

-              ¡Ya se le ha empinado al del segundo! –Decía mi prima María cuando entré-.

-              Ha costado, pero lo hemos logrado. –Le contestó Vero-.

-              Escuchadme un momento –les dije-. Me ha escrito una compañera de clase para pedirme si podía venir a venderos algunas cosas. A la pobre le hace falta el dinero y le he dicho que sí en vuestro nombre.

-              ¡Estupendo, llevo más de dos semanas sin comprarme nada y además ahorrando al no poder salir de bares! –Dijo Antonia-.

-              Que venga cuando quiera, vamos a estar aquí. –Dijo Julia-.

-              Eso mismo le he dicho yo. Luego miro el correo a ver que me ha contestado.

Sonó el timbre de la puerta.

-              Subo a ver a las beatas, a ver si puedo librarme del marrón de hacer de policía de la escalera. –Les dije-.

-              Se amable con ellas, que tienen mucho peligro. –Me dijo Julia-.

La escalera seguía siendo un cachondeo de viejos y viejas para abajo y para arriba. Pensé que por los cojones iba a lograr yo poner orden entre los yayos. Subimos andando. Cuando llegamos al quinto piso, no se oía nada en casa de Patro. Yasmine abrió y me dijo que esperara en el pasillo mientras me anunciaba a las beatas. Al momento salió del salón y dijo:

-              El señor puede pasar. ¿Quiere que le traiga algo de beber?

-              Un whisky, solo con hielo, si no es molestia.

Entré en el salón y parecía que las tres beatas no se habían movido del sitio desde el día anterior. Los mismos trajes, las mismas mascarillas hechas con copas de sujetador, las mismas posturas.

-              Siéntese joven. Carlos era su nombre, ¿verdad? –Dijo la misma que habló el día anterior-.

-              Si señora, Carlos. Perdonen, pero ayer no me dijeron ustedes sus nombres.

-              Tienes razón Carlos, discúlpanos. Ella es Maite, dijo señalando a su derecha, ella Mónica y yo Marta.

-              Encantado.

Entró Yasmine con una botella de whisky sin abrir, cuatro vasos y una cubitera. Con mucha parsimonia fue colocando las cosas en la mesa.

-              Gracias Yasmine, ya sirvo yo. –Dijo Marta-.

Yasmine volvió sobre sus pasos y yo no pude evitar mirarle su culo, el mismo que minutos antes había disfrutado comiéndoselo. Marta miró a izquierda y derecha y tanto Maite como Mónica hicieron un leve gesto afirmativo con sus cabezas, luego sirvió hielo en los cuatro vasos y un buen chorreón de whisky. Pensé que iban a tener que quitarse los sujetadores de la cara para poder beberse el whisky.

-              Nosotras nos hemos hecho el test en la parroquia y no tenemos el virus. ¿Tú te lo has hecho?

-              Yo no, pero estoy seguro o casi de que tampoco lo tengo.

Las tres se quitaron las mascarillas improvisadas a la misma vez. Eran las tres iguales de cara. Hice un leve gesto de asombro con las cejas.

-              No se asombre, es que somos trillizas.

-              Nunca he conocido a unas trillizas. Son ustedes exactamente iguales.

-              Hemos vivido siempre juntas. Decidimos no casarnos para no tener que separarnos unas de otras.

-              Mi madre y sus hermanas están también muy unidas, pero ellas si se casaron.

Ya sin las improvisadas mascarillas, pude observarlas mejor. Tendrían entre cincuenta y muchos y sesenta y pocos años. Tenían unas facciones agradables, estropeadas por una expresión muy adusta, como de asco permanente, como si sintieran un olor muy desagradable. Todos le dimos un sorbo al vaso de whisky. Luego Marta volvió a tomar la palabra.

-              Bueno Carlos, después de la reunión que mantuvimos ayer hemos estado hablando entre nosotras y hemos coincidido en que poner orden en el edificio sería una medida muy impopular en este momento entre nuestros vecinos y que a la larga podría costarnos la presidencia de la comunidad.

Menos mal, pensé. Voy escaparme del marrón sin tener que decirles que no. El whisky y el cambio de idea a las beatas hicieron que me relajara, que abriera las piernas y me recostase en el respaldo del sillón.

-              Creo que hacen ustedes muy bien. Sea como sea, los vecinos están luchando por su supervivencia frente a la pandemia e impedírselo podría causar una contestación muy importante.

-              Eso mismo pensamos nosotras, pero ayer también pensamos otras cosas…

Me di cuenta que las tres me miraban insistentemente la entrepierna y que sufrían pequeños tics en sus rostros.

-              Permitir, por razones populistas, que los vecinos sigan en la bacanal en la que viven, supone un grave riesgo para nosotras y nuestra salud física y mental.

-              No la entiendo.

-              Verás Carlos, respecto a la salud física, si los vecinos se inmunizan contra el virus, siguiendo las prácticas del diabólico Doctor de las Estrellas, significa que nosotras, que no las seguimos, estamos expuestas a una mayor posibilidad de contagio. ¿No crees?

Las trillizas habían dado cuenta de sus whiskys a una velocidad de vértigo.

-              Beba Carlos, que se le va a calentar el whisky. –Me dijo la que creía que se llamaba Mónica-.

Le di un buen trago a mi vaso y Marta volvió a servir hielo y una generosa ración de whisky para los cuatro.

-              No le puedo decir, no tengo la menor idea de epidemias ni de pandemias, pero la lógica me indica más lo contrario. Si en el edificio hay menos vecinos enfermos, debe haber menos posibilidades de contagiarse.

-              Podría ser también como tú lo ves, ¿no creéis hermanas? –Dijo la que podía ser Maite-.

-              Podría ser –dijo Marta-. Respecto a la salud mental, pensamos que ver la muerte de cara, hace replantearse muchas supuestas certezas de la vida.

-              Perdone, pero creo que eso es demasiado profundo para que lo entienda un chaval de dieciocho años como yo. De todas formas no creo que ustedes vayan a ver la cara de la muerte o la muerte de cara. Son ustedes jóvenes y sus caras derrochan salud.

-              Muchas gracias por el cumplido, pero ya no vamos a cumplir los sesenta y hemos sabido que amigas nuestras de la parroquia y de la hermandad, es verdad que mayores que nosotras, han enfermado de la pandemia, por mucho que hubieran rezado para pedirle a Dios que no las castigara con la plaga.

Las trillizas habían acabado con el segundo whisky y Marta me hizo un gesto para que yo me terminara el mío. Cuando lo hice, volvió a servir otra ronda y yo empecé a estar ligeramente mareado. Los whiskys habían hecho que se relajasen, sus caras habían perdido el gesto de asco y sus piernas se habían abierto más de lo conveniente, permitiéndome ver buena parte de la cara interior de sus pálidos muslos, sobre los que resaltaba una especie de liga oscura, incluso diría que de vez en cuando podía ver sus bragas. Yo también estaba cada vez más relajado, con las piernas más abiertas y más repanchingado en el sillón.

-              Verás Carlos, anoche pensamos que habíamos dedicado nuestra vida a la religión, al servicio a Dios, y que ahora Él nos paga nuestra abnegación con esta pandemia. ¿Qué sentido ha tenido entonces nuestra vida?

El whisky o la preocupación por su salud, las estaban poniendo muy filosóficas. Yo, con dos whiskys y medio encima, cada vez estaba menos espabilado para seguir su discurso. Al principio traté de no mirarles las piernas, pero luego me dije que porqué no se las iba a mirar. La situación me recordaba al colegio, cuando alguna maestra, más o menos de la edad de las trillizas, se despistaba y podíamos verle las piernas y las bragas y luego comentar entre los chavales el color de las bragas que llevaba ese día.

-              No sabría decirles. ¿Han hecho ustedes muchos sacrificios? –Les pregunté por decir algo-.

-              Muchos Carlos, muchos. Aquí mi hermana Maite, se enamoró perdidamente de un albañil que venía a hacer trabajos a casa, cuando se enteró que estaba casado lo dejó, dedicando el resto de su vida a expirar su pecado de juventud, con la más pura castidad. O mi hermana Mónica, alegre y traviesa de joven, se entregó a un mozo que luego la abandonó por un pendón, su sufrimiento fue tal, que se hubiera metido a monja si nuestro padre no lo hubiera impedido, pero ella secretamente hizo ante Dios el voto de castidad.

Qué mala suerte habían tenido las dos, pensé y también pensé que la que menos debía llevar cuarenta años sin follar. O eran dos santas o tenían que estar calientes para reventar.

-              Cuanto lo siento. –Les dije, justo antes de que cayera otra ronda de whiskys. Yo hubiera parado de beber, pero me parecía feo dejarlas solas dándole a la botella-.

-              En mi caso, mi madre me sorprendió un día dejándome caer en los brazos del demonio y me hizo jurarle que en adelante me comportaría de la forma más pura.

-              Perdone Marta, pero esto último no lo he entendido.

-              Tendría yo diecisiete o dieciocho años, un día estaba estudiando en mi cuarto mirando por la ventana y nuestro único hermano, dos años menor que nosotras, estaba en el patio del servicio con unos amigos y dos de las chicas del servicio. Todos ellos se estaban tocando sus partes de manera impúdica, mientras que las chicas del servicio los miraban y les decían cosas muy sucias. Yo no podía apartar mi vista de aquellos juveniles penes erectos, que los niños se masturbaban de arriba abajo una y otra vez. No sé todavía cómo, pero en lugar de bajar y reprenderles, empecé a tocarme yo también mis partes de forma impúdica.

-              Las calenturas propias de la edad. –Le dije para quitarle hierro al asunto-.

-              Mi cama de entonces tenía unos adornos de madera en las esquinas con formas fálicas o que a mí me lo parecían. No contenta con tocarme, me quité las bragas, me puse encima de uno de los adornos y me fui dejando resbalar hasta metérmelo entero por la vagina, perdiendo mi virginidad. Cuando estaba en esa posición entró mi madre en mi dormitorio y me cogió pecando contra la Virgen.

¡Joder con la historieta de la beata! A lo tonto, a lo tonto empecé a calentarme imaginando la escenita y como el que no quería la cosa, me metí una mano en el bolsillo y empecé a tocarme el nabo.

-              Mi madre me llevó ante el Señor y allí me hizo jurar que no volvería a caer en el pecado de la carne.

Otra que debía llevar más de cuarenta años sin follar y, por lo menos de joven, debía haber sido bastante calentorra.

-              ¿Te das cuenta de los sacrificios que hemos hecho las tres?

-              Sí, algo de cuenta me doy.

A la cuarta ronda de whisky la botella, que estaba llena cuando la trajo Yasmine, había pasado a mejor vida.

-              Y anoche, las tres pensamos que si nos afectaba la pandemia, ¿qué habíamos hecho con nuestras vidas? ¿Qué placeres nos habíamos perdido por servir a Dios? Y todo para que ahora Él nos mande esta terrible enfermedad. ¿Tú qué crees?

-              Visto así, sí es para repan…repar…replantearse algunas cosas. –La lengua se me había empezado a trabar con el whisky y ellas parecían frescas como lechugas, si no fuera porque cada vez tenían las piernas más abiertas-. Pero yo no soy capaz de decirles nada ni acron…aconsa…aconsejarles nada.

-              Nosotras no buscamos consejos, buscamos ayuda. –Dijo Marta antes de tocar la campanilla para llamar a Yasmine-.

-              ¿Qué desean las señoras? –Preguntó esta cuando entró-.

-              Yasmine, la botella debía venir rota porque mira, está vacía. ¿Sabes si hay otra botella?

Miraba a Yasmine y mi cabeza, con la borrachera, me hacía la mala pasada de verla desnuda y el nabo se me ponía cada vez peor.

-              Creo que sí señora, alguna debe quedar. El pedido lo trajeron antes de ayer y venía una caja de seis botellas.

-              Estupendo, pues tráetela y más hielo, con el calor que hace todavía se derrite enseguida. ¡Ah y pide otra caja al supermercado!

¿Derretirse el hielo, la botella rota? Pero qué coño, si nos la habíamos zampado entre los cuatro. Yasmine salió con la botella y la cubitera vacías. La miré y volví a ver su culo desnudo, esta vez con el tanga blanco de hilo que llevaba el día anterior. Nos quedamos en silencio hasta que volvió Yasmine y Marta, sin esperar a que se fuera, empezó a servir la quinta ronda.

-              Lo que te decía antes. Nosotras no buscamos consejos, buscamos ayuda. –Dijo Marta cuando Yasmine cerró la puerta-.

-              En lo que esté en mi mano, cuuuuente con ello. –Le dije-.

-              Eso es precisamente lo que queremos, lo que tienes en tu mano.

Al principio no caí, pero al poco me di cuenta que se refería a mi polla, que efectivamente estaba en la mano que tenía dentro del bolsillo. Me hice el loco, no fuera a ser que la borrachera me estuviese engañando.

-              No la entiiiendo, Maaaarta.

-              ¡Sí me entiendes, claro que me entiendes! Lo que nosotras necesitamos es que nos des polla.

Me acordé de lo que me había dicho mi madre sobre mi abuelo y sobre lo de dar la cara en momentos como los que vivíamos. Desde luego, si había tres mujeres necesitadas de polla en el mundo, eran esas tres.

-              Creo que estoy un poquito pre…perjudicado por el whisky. –Les dije-.

-              Tu cabeza igual lo está, pero el pedazo de polla que estamos viéndote por la pernera, no parece nada perjudicada.

-              Vamos a ver si yo me ennnntero. ¿Ustedes qué quieeeren quee les de el  tar…tratamiento del Doc de las Estreeeellas?

-              Podría decirse así, Carlos. Nosotras queremos protegernos de la pandemia y de paso ajustar cuentas con el que está ahí arriba. –Dijo Mónica señalando al techo-.

¡Joder qué borrachera debía tener, ahora veía a seis, en lugar de a las tres! Una de ellas o tal vez dos, porque se movían juntas, se levantó del sofá.

-              Nosotras anoche pensamos una cosita que hacer contigo. –Me dijo al oído la que se había levantado-.

-              Señoooras, yooo creo queee nooo debeeerían peeensar ustedes taaanto por la noooche. –Le dije como pude-.

-              Bueno tú escucha. ¿Ves aquellos tres reclinatorios?

Miré, pero yo vi seis reclinatorios, no tres.

-              Yooo veo alguuuno máaas, pero deeeben seerr cooosas mías.

-              Nuestra mayor fantasía es que, cuando estamos rezando en ellos, el sacerdote, en vez de darnos la sagrada forma, nos da su enorme polla dura como un palo para que se la comamos. -¡Joder con la fantasía de las beatas! Pensé-.

-              ¿Y tieeenen muuucho esa fan…fantasíiia?

-              Todas las mañanas cuando vamos a comulgar y todas las tardes cuando rezamos el rosario. –Dijo Marta-.

-              Pueees entooonces  siii sooon muuuchas veeeces.

Vi que se levantaron las otras hermanas, lo que no supe es cuantas se habían levantado, si dos, cuatro o seis. Se quitaron las chaquetas y luego las faldas, llevaban sujetadores y tangas negros con mucho encaje y una especie de liga en sus muslos.

-              Vamos a rezar –dijo Marta y se dirigió a los reclinatorios-.

Entre las otras dos hermanas me levantaron del sillón.

-              Puuuedo sooolo, graaacias. –Dije, más o menos manteniendo el equilibrio-.

Se fueron las otras dos también en ropa interior y se colocaron las tres en los reclinatorios. O se conservaban muy bien o a mí me lo parecía con la borrachera. Sus cuerpos estaban pálidos de no haberles dado el sol en años, sus tetas eran medianas para grande, sus culos bastante bien puestos y unas bonitas piernas, con algo de celulitis. Yo sabía que eran tres, pero veía por lo menos al doble. Recordé un truco que había practicado alguna vez que en las fiestas del pueblo había bebido más de la cuenta. Guiñé un ojo y afortunadamente desaparecieron la mitad de las hermanas. Con mucho cuidado de no caerme anduve lo necesario para ponerme en frente de los reclinatorios.

-              Padre, queremos comulgar. –Dijo una de ellas, ya que al cambiarse de posición yo ya no sabía cuál era cada una-.

Con un ojo guiñado las miré y empezó a resultarme divertida la cosa. Estaban atractivas las tres iguales. Al rato de mirarlas, empecé a notar que con el calentón se me estaba pasando la borrachera.

-              Hijas, ¿así os presentáis en la casa del Señor? –Les dije-.

-              ¿Padre qué estamos haciendo mal?

-              Los sujetadores, el Señor no quiere mujeres con sujetadores. El señor quiere ver las tetas de las mujeres, que son el principio del mundo.

-              Es verdad Padre. –Dijeron las tres a la vez y se quitaron los sujetadores. Tenían las areolas pequeñitas y los pezones muy duros y muy salidos-.

Vi una sobrecasulla que tenían colgada de una pared y me apeteció ponérmela para seguirles el juego de la comunión. Fui hasta ella, me subí en una silla y la descolgué. Las beatas me miraron primero con cara horrorizada, pero luego debieron intuir para que la quería. Volví delante de ellas y me quité primero el niqui y luego los pantalones.

-              ¡Virgen del Perpetuo Socorro! –Exclamaron cuando me vieron el pollón-.

-              Esto nos va a proteger del virus para siempre. –Dijo una de ellas, ya que yo no sabía cuál era cada una-.

-              Hermanas, necesito de su ayuda para ponerme las ropas de la celebración de la eucaristía. –Les dije-.

Dos de ellas se levantaron de sus reclinatorios, cogieron la sobrecasulla con mucho cuidado, la levantaron y yo metí la cabeza por el agujero.

-              Gracias hermanas, vuelvan a su sitio. –Les dije cuando ya la tenía puesta y ellas volvieron a arrodillarse en sus reclinatorios-.

-              Padre, queremos comulgar –insistió una de ellas-.

Yo, con aquellas tres mujeres exactamente iguales con sus tetas al aire y sus bien conservados cuerpos, ya tenía un buen calentón y también muchas ganas de jugar con ellas.

-              Hermanas, el acto que vamos a celebrar es uno de los más importantes para nuestro Señor. Mediante él os aproximáis al cielo en la tierra.

-              Padre, la teoría ya nos la sabemos igual o mejor que usted, lo que queremos es la práctica.

-              De acuerdo hijas. Abrid vuestras bocas pecadoras y sacad vuestras lenguas para recibir la sagrada forma.

Ellas obedecieron de inmediato. Ver aquellas tres bocas abiertas esperando a que les endiñase el pollón me puso como una moto. Me eché la sobrecasulla a un lado, me cogí la polla con una mano y se la acerqué a la que estaba a la derecha.

-              Toma hija. –Le dije metiéndole la polla hasta la campanilla-.

-              Aaaaagggg –fue el único sonido que pudo emitir-.

Las otras dos miraban como se la había  metido a su hermana, chupándose los labios golosamente. Le cogí la cabeza y la atraje todavía más hacia mí.

-              Aaaaagggg, aaaagggg –repitió-.

-              Padre a nosotras. –Dijeron las otras dos-.

-              Abrid más vuestras bocas pecadoras.

Le saqué la polla a la que fuera, cuando le caían dos chorros de lágrimas de los ojos, y me acerqué a la del centro. Me cogí los huevos y se los metí en la boca.

-              Mueve tu lengua para sentir mejor la sanación. –Le dije-. ¿La sientes?

-              Gggiii faaadre.

Aunque no estaba en el guión, le cogí sus blancas tetas.

-              Hija, ves porque el Señor no quiere que llevéis sujetadores en su presencia.

-              Gggiii faaadre.

El movimiento de su lengua sobre mis huevos en el interior de su boca, y las sacudidas que le estaba yo dando a mi polla, me estaban produciendo un enorme placer. Le saqué los huevos de la boca y fui en busca de la tercera hermana.

-              Toma hija –le dije embutiéndole la polla en la boca, cogiéndole la cabeza para que no pudiera echarse hacia atrás-.

-              Aaaaagggg, aaaaaggggg.

-              Mueve tu lengua pecadora bajo la sagrada forma. –Le dije-.

-              Aaaaagggg, aaaagggg.

Le solté la cabeza y le cogí los pezones, los tenía duros como piedras.

-              ¿Hija, estás muy excitada?

-              Aaaaagggg, aaaagggg.

Le saqué la polla de la boca y me coloqué frente a la del centro.

-              Hijas, venid aquí y limpiad con vuestras lenguas, el alimento del alma.

-              Sí, padre. –Dijeron las tres a coro-.

La del centro volvió a meterse mis huevos en la boca y las otras empezaron a pasarme la lengua por el tronco de la polla. ¡Joder que gusto tener a aquellas trillizas comiéndome el nabo!

-              Levantaos y poneos a este lado del reclinatorio, para recibir la sanación dentro de vuestros cuerpos de pecado. –Les dije-.

Ellas se levantaron y las puse con las barrigas contra los reclinatorios, doblándoles el cuerpo para que sus culos quedaran a mi disposición. Tenían unos bonitos culos de mujer madura, demasiado pálidos para mi gusto. Me situé detrás de la del centro y le bajé el tanga. Al hacerlo reparé en la especie de liga que llevaba, lo mismo que sus hermanas. Miré con atención y la liga llevaba una especie de clavos en su interior, que laceraban la blanca carne de sus hermosos muslos.

-              ¿Qué llevas aquí? –Le pregunté-.

-              Un cilicio, padre, para expulsar al demonio de mi cuerpo pecador.

-              ¿Cómo te atreves a dañar el cuerpo que el Señor te ha concedido?

-              ¡Porque soy muy pecadora y el dolor me recuerda que debo ser pura!

Le quité el cilicio, luego le abrí el culo y le apliqué la lengua al ojete, mientras le acariciaba el chocho.

-              ¿Padre, que me hace, que tanto placer me produce? –Me preguntó-.

Las hermanas trataron de girarse para ver que le estaba haciendo, pero se lo impedí, volviendo a colocar sus cabezas mirando al frente.

-              Prepararte para que recibas al Señor. –Le contesté cuando ya tenía el ojete distendido-.

-              ¿Qué me va a hacer?

-              ¡Metértela por el agujero estrecho!

-              ¡Ay Dios mío, ten piedad de mí!

Le puse la punta de la polla en el ojete y empecé a empujar. Al principio me costó trabajo, pero poco después fue entrando, hasta que mis huevos rebotaron contra ella. Entonces empecé a bombear a la misma vez que le sobaba el clítoris. Tenía bastante pelo en el chocho y me costaba llegar a él.

-              Hija, tienes que cuidarte más el tesoro que el Señor te ha dado para conectar con él.

-              Siiiiii, padre. Creo que voy a conectar con él en muy poco tiempo.

-              Así me gusta. Dale las gracias por lo que te ha concedido para disfrutar la alegría verdadera.

-              ¡Padre, veo una luz muy brillante, aaaagggg, aaaaggg! ¿Qué me está pasando?

-              ¿Qué ves hermana? –Le preguntaron las otras dos-.

-              ¡Aaaaagggg, debe ser el cielo, hermanas veo grandes y duras pollas por todas partes, aaaagggg!

-              ¿Y qué te hacen?

-              Me entran por todos mis agujeros. ¡Aaaaaggggg, padre me corro, me corro, bendito sea el Señor!

Pero correrse, correrse. Empezó a expulsar jugos como si se estuviera meando, las piernas se le aflojaron y cayó como en trance.

-              ¡Aleluya hermana, aleluya! –Gritaron las otras dos-.

Yo ya no podía estar más caliente. Me puse detrás de otra de ellas, le ladeé el tanga y sin más se la metí en el chocho entera de un empujón.

-              ¡Aaaaagggg, esto es mucho mejor que los adornos de mi cama, más caliente y más grande!

Debía ser Marta por lo que decía.

-              ¿Hija, has empezado a ver la luz?

-              ¡Empuje padre, que creo que estoy empezando a verla a lo lejos!

Le cogí sus tetas y se las apreté con fuerza.

-              Padre eso que me hace en las tetas me acerca a la luz. –Dijo Marta, llevándose una mano a su chocho para sobárselo-.

-              Ya os lo he dicho, el Señor os quiere sin sujetadores, dejad que vuestras tetas sean libres. –Mientras le decía esto le estaba dando unos empujones tan fuertes que movían el reclinatorio-.

-              ¡Yaaaa, hermanas veo la luz, la luz, siiiiii, siga padre, no pare ahora por lo que más quiera, aaaaaggggg!

-              ¡Aleluya hermana, estás redimida!

Marta se dejó caer al suelo y me fui por la tercera. Me estaba costando no correrme, con las folladas que les estaba dando. Le bajé el tanga a media pierna, follarme a Marta con el tanga puesto me había irritado la polla.

-              ¿Hija, por dónde quieres? –Le pregunté-.

-              El albañil me metía su gorda polla por los dos agujeros. Primero en el coño y después en el culo.

-              Así sea hija.

Mi polla entró por su chocho como si fuera de merengue.

-              ¡Ay Eustaquio, esta es igual de gorda, pero más larga! ¡Por fin voy a poder olvidarte!

-              Hija tócate el botón que te conecta con el Señor. –Le dije empezando a dilatarle el ojete con los dedos-.

-              Si padre, eso hago. Pégueme padre que soy muy pecadora.

Empecé a darle manotazos en su culo, sin dejar de sobarle su ojete.

-              Esto por los malos pensamientos y esto por tus sucios tocamientos. –Le dije poniéndole el culo cada vez más rojo-.

-              ¡Padre por el otro agujero!

Efectivamente, ya tenía el ojete como un bebedero de patos. Entre lo que había dilatado y lo lubricada que tenía la polla con sus jugos, le entró de una vez hasta el fondo. Ella seguía sobándose el clítoris y yo le agarré los pezones para pellizcárselos.

-              ¿Hija, como vas?

-              ¡Camino de la gloria, yo también veo pollones gordos y duros!

-              ¡Aleluya hermana, pronto estarás en el cielo!

-              ¡Ya estoy en el cielo, padre más fuerte, más fuerte!

Le di un empellón, que el reclinatorio se movió tanto que me quedé con la polla fuera.

-              ¡Ven aquí hija, no te vayas! –Le dije volviendo a metérsela por el culo-.

-              ¡Yaaaaa, gracias al Señor, aaaaaggggg, ya veo la luz, mis piernas, me flojean del placer…! –Dijo dejándose caer al suelo-.

-              Venid aquí hijas, que vais a degustar el sagrado alimento. –Les dije y me corrí sobre las tetas y las caras de las trillizas-.

Al poco de que me corriera como si no hubiese un mañana. Marta dijo:

-              Hermanas, padre, creo que nos hace falta un poco de whisky para reponernos de esta experiencia mística.

Nos tomamos un último whisky, que hizo que mi nivel de alcohol volviera a dispararse. Luego me quité la sobrecasulla y trabajosamente me vestí, mientras ellas estaban tumbadas desnudas en el sofá.

-              ¿Llamo a Yasmine para que te acompañe a la puerta? –Me preguntó Marta-.

-              No te preocupes conozco el camino.

Recogí el móvil y las llaves y dando traspiés salí del piso. Como siempre había yayos subiendo y bajando la escalera. ¿Coño, cuantos vecinos hay en el edificio? Me pregunté mientras bajaba la escalera agarrado al pasamano. Miré la hora en el móvil, las diez de la noche y yo con una borrachera de las gordas. Cuando logré meter la llave en la cerradura y abrir me fui directamente a mi habitación, con la intención de meterme en la cama a dormir la mona. Mi prima Julia estaba escuchando música y leyendo en su litera.

-              ¿Carlos, que has hecho con las beatas más de cuatro horas? –Me preguntó-.

-              Una obra de caridad y bebernos casi dos botellas de whisky.

-              Pues sí que te han puesto fino.

-              Pero fino, fino.

La cama me daba vueltas cuando me tumbé.

-              Julia, por favor, no muevas la cama.

-              No es la cama, es tu cabeza la que se mueve.

-              ¿No tendrías algo que darme contra la borrachera? –Le pregunté-.

-              Lo único que hay contra la borrachera es dormir o follar.

-              Follar, ya vengo follado, será mejor que me duerma.

-              ¿Otra vez te has follado a Yasmine?

-              No prima, ha sido a las tres beatas.

Mi prima empezó a partirse de la risa.

-              No te rías que ha sido una obra de caridad con tres mujeres desesperadas y descreídas, que necesitaban el tratamiento del Doc de las Estrellas.

-              ¿Por qué no me das a mí también el tratamiento?

-              ¡Prima, por Dios, ten un poco de caridad conmigo!

-              Si me prometes que luego me haces el tratamiento, te cuento cómo fue tu primer polvo.

Lo que me dijo mi prima me espabiló de momento.

-              ¿Y tú como lo sabes?

-              Porque fue conmigo

No era posible, yo había situado mi primer polvo después de una noche de mucha fiesta, con una chica muy feíta que había conocido un rato antes, en el asiento de atrás de un coche abandonado, cuando tendría dieciséis años.

-              No me mientas Julia.

-              No te miento, primo, te digo la verdad.

-              Pues cuéntame.

-              Antes prométeme que me vas a dar el tratamiento del Doc.

-              Prometido. –Le dije-.

Julia se bajó de su litera y se acostó a mi lado desnuda.

-              Anda quítate la ropa, que para lo que te voy a contar es mejor que estés desnudo. –Me dijo-.

Me desnudé y me volví a acostar a su lado.

-              Yo sabía que tú ibas a mirar a María cuando se duchaba y que luego, cuando ya te tenía excitado, ella te hacía una paja.

-              ¿Y tú como sabías eso?

-              Erais muy poco cuidadosos. Tú te dejabas a veces la puerta del baño abierta cuando entrabas a mirarla desnuda. Un día vi como te bajabas el bañador, te empalmabas y luego ella te hacía una paja. Luego observé que con diez u once años, merodeabas todas las tardes por la puerta del baño a la hora de la ducha de María.

-              Yo creía que era inexistente para ti.

-              Tú nunca has sido inexistente para mí. Eras mi primo el pequeño y el único varón. ¿Crees que no notaba como te excitaba verme desnuda en la piscina?

-              La verdad, creía que no te dabas cuenta.

Recordé de nuevo el verano en que Julia empezó a hacerme mujer. Sus incipientes tetitas, sus caderas creciendo y el vello que le estaba saliendo en su chochito.

-              Bueno, la cosa fue que una noche en nuestro dormitorio haciéndonos un dedo, le pregunté a María qué hacía contigo en el baño cuando se duchaba. A ella le sorprendió que yo lo supiera y se hizo la remolona para no contestar, incluso llegó a parar de hacerse el dedo, cosa que era impensable en cualquiera de las dos en aquel momento. Al final conseguí que me lo contara. Le pregunté si le gustaba hacerte pajas y ella me contestó que mucho, que casi todos los días se corría ella también, antes o después de hacértela.

-              Ella me ha contado que me decía que era expulsar los nervios.

-              Sí, eso se lo dije yo a ella la primera vez que tuvo un orgasmo. Le pregunté qué como la tenías y ella me contó que muy grande para tu edad y que se te ponía durísima ya.

-              Me vas a avergonzar prima.

-              Eso es lo que ella me contó. Tengo que confesarte que se me quedó eso en la cabeza y que cuando me hacía un dedo, que era bastante a menudo, además de con la polla del novio de turno que tuviera, siempre me excitaba pensando en la tuya.

-              Como me gusta oír eso prima, que haya estado en tus pajas sin yo saberlo. –Le dije volviéndome para mirarla-.

-              Uno de las fines de semana que me quedé a dormir en tu casa, cuando mis padres se iban a sus cosas a la casita del campo. ¿No sé si recuerdas que, cuando yo iba sola, dormíamos los dos en tu habitación?

-              Sí, ligeramente. Si no recuerdo mal, cuando veníais María y tú dormíais juntas en la habitación de invitados, pero cuando venía sólo una de las dos dormíais en mi habitación y eso me encantaba.

-              Tú tendrías doce o trece años, yo sí recuerdo que tenía diecisiete y ya era una mujer. Nos fuimos a la cama tarde, después de que tus padres se acostaran, tu ya tenías el pijama puesto, yo había llegado por la noche y no me había cambiado. Me salió la vena perversa y, en vez de ir al baño a cambiarme como hacía siempre, decidí desnudarme delante tuya para excitarte. Como si fuera lo más natural del mundo, mientras hablábamos de la película que habíamos visto en la tele, recuerdo que primero me quité el pantalón, quedándome con un tanga que me marcaba maravillosamente el culo. Dejaste de hablar cuando te diste cuenta de que me iba a desnudar allí mismo delante de ti. Luego me saqué el niqui y te quedaste mirando mis ya grandes tetas embutidas en el sujetador.

-              ¿Cómo podías ser tan perversa?

-              Siempre me ha encantado ser perversa. Empecé a notar cómo te ibas empalmando bajo el pantalón del pijama y me excitó mucho que reaccionaras tan rápido al mirar mi cuerpo. Rápidamente te metiste en la cama para que yo no notara que te habías empalmado. Yo seguí dándote conversación para que me siguieras mirando. De frente a ti me solté el sujetador y me lo quité, masajeando luego mis tetas como si el sujetador me hubiera hecho daño. Me volví para quitarme el tanga y que así vieras mi durísimo culo, pero todavía no mi chocho, que entonces llevaba con el vello muy corto, formando un precioso triángulo que dejaba intuir mi raja.

-              Prima, a ti no te da vergüenza de haberle hecho eso a un crío cinco años más chico que tú.

-              A mí ninguna, al revés estaba excitadísima de saber el calentón que estabas pillando. Cuando ya estuve totalmente desnuda, recuerdo que me giré y te quedaste embobado mirando mis tetas y mi chocho. En ese momento dudé si dejarlo ahí y ponerme el pijama o seguir y que ocurriera lo que tuviera que ocurrir. Salí de la duda cuando noté que bajo la sabana te estabas tocando.

-              Julia me estoy volviendo a poner palote y te advierto que hoy me he follado a cinco tiacas de cuarenta a sesenta años.

-              Me encanta que me lo digas, eso demuestra que hemos sabido educarte entre todas las mujeres de la familia.

-              ¿Qué pasó entonces?

-              Te hice el truco más viejo del mundo, decirte que tenía frío, que me dieras un poco de calor y me metí bajo la sábana abrazándote.

-              ¡Pero qué mala eres!

-              Moviéndome para allá y para acá bajo la sábana te puse una mano sobre la polla. Te quedaste quieto como un muerto. ¿Te pasa algo en la churra, primo? Te pregunté. Me lo estaba pasando de maravilla jugando contigo. Te pusiste colorado como un tomate y acertaste a contestar, que te pasaba algunas veces, cuando tenías muchos nervios. Mi hermana te había enseñado bien. Entonces te pregunté qué si te dolía. La churra no, pero los huevitos sí cuando te ponías así, me contestaste. Yo seguía apretándote las tetas contra el hombro y el brazo, entonces metí la mano por la bragueta del pijama. Tenía razón mi hermana, la tenías ya más grande y más dura que casi todos mis ligues. Cuando te la cogí suspiraste profundamente y te corriste.

-              ¿Eso cómo va ser, con lo que yo aguanto?

-              Pues siendo. Te pegaste una corrida larga y copiosa. Pero yo no estaba dispuesta a que la cosa se quedara así. ¿Qué te ha pasado primo? Te pregunté y tú me contestaste que habías expulsado los nervios. Vamos a ver qué ha pasado, te dije y eché la sábana hacia atrás. Me puse de rodillas en la cama a tu lado, tenías el pantalón del pijama empapado. Me mirabas las tetas con ansia.

-              ¡Todas las primas sois malas!

-              ¿Tú crees?

-              No, no lo creo, os adoro a las cuatro.

-              Déjame que te siga contando. –Dijo Julia y colocó su mano sobre mi polla, que volvía a estar como un palo-. Te dije, primo no puedes dormir así, vas a coger frío y te quité el pantalón del pijama. Tenías una polla preciosa, más pequeña que ahora lógicamente, todavía casi sin pelos. Después te quité la chaqueta del pijama y te deje desnudo. Seguías empalmado del todo. Primo me pica mucho mi rajita, ¿tú me ayudarías? Te dije. Claro prima, ¿qué puedo hacer? Me contestaste. Si pones tu churra así de dura dentro de mi rajita, se me quitará.

Julia se incorporó en la cama y se puso encima de mí.

-              Hay que ver cómo me tomabas el pelo.

-              Todavía no tenías pelos para tomarte. –Me contestó riéndose-. Me puse sobre ti como estoy ahora, te cogí las manos y te las puse sobre mis tetas, todavía recuerdo que la pollita te pegó un salto, que pensé que ibas a volver a correrte. Luego te cogí la pollita con la mano y me la  puse a la entrada del chocho. Recuerdo que te dije: tu prima Julia va a ser la primera mujer a la que te folles. Poco a poco me deje caer hasta metérmela entera, sin dejar de mirarte, no quería olvidarme de la cara de mi único primo durante su primer polvo.

Mi prima había ido haciendo lo mismo que me contaba. Me dio un enorme placer cuando se terminó de meter mi polla en su chocho.

-              Julia creo que ahora recuerdo algo de aquella noche. El placer que me provocó tenerla dentro de un chocho por primera vez, su calor, su humedad, como te la aprieta entera.

-              Claro primo, no hay nada mejor en el mundo, ni las pajas que a mí me gusta hacerme superan una buena follada. Agárrame las tetas.

-              ¿Por qué, se te están cayendo?

-              A ti sí que se van a caer otras cosas como hagas bromas con las tetas de tu prima Julia. –Me dijo echando un brazo hacía atrás y agarrándome los huevos-.

-              Termina, ¿qué pasó?

-              Una vez que la tuve entera dentro empecé a moverme para rozar mi clítoris contigo, así como ahora. No tardé en correrme por primera vez. Cuando lo hice me preguntaste si me pasaba algo y yo te dije que me pasaba lo mismo que a ti cuando expulsabas los nervios, que sentía un gustito muy grande. Luego me preguntaste si se me había quitado el picor de mi rajita. Me reí y entonces tú me dijiste que se me debía haber quitado al expulsar los nervios.

-              ¿Prima cuando me corrí?

-              Ya eras un machote, yo me corrí otra vez y tú lo volviste a hacer con la tercera vez mía. ¡Carlos me estoy corriendo! ¿Lo notas?

-              Claro prima, tienes unos espasmos muy fuertes en tu chocho. Descansa ahora prima desvirgadora.

Mi prima se recostó sobre mi pecho, la abracé y nos quedamos unos minutos en silencio, hasta que ella volvió a hablar.

-              No estoy segura de lo que te voy a decir, pero creo que tu madre abrió la puerta cuando te estaba follando y nos vio.

-              ¡Qué ojo el de mi madre!

-              A la mañana siguiente, cuando fui a desayunar en pijama, me dio el beso más tierno que me han dado nunca.

-              ¿Crees de verdad que lo supo y lo aprobaba?

-              Tú madre sabe muchas más cosas de lo que tu imaginas. Sí, creo ambas cosas, que lo supo y que me dio su aprobación con el beso.

-              Voy a tener que hacerle más caso a mi madre y follar más con mis primas.

Julia se enderezó y volvió a moverse dándome un enorme placer.

-              ¿Oye qué tal con las beatas?

-              Están buenas todavía, hemos montado un pollo con los reclinatorios y una sobrecasulla que tienen en el salón, que hasta me lo he pasado bien y eso que las tías beben como cosacas.

-              ¿Has podido con las tres a la misma vez?

-              He tenido las mejores maestras para poder con las trillizas y con sus primas, si es que tienen, a la misma vez.

-              ¡Qué satisfacción la del deber cumplido y haberte hecho un hombre entre las cuatro!

-              Muévete Julia que estoy a punto.

-              No hace falta que me mueva. Tengo entrenados los músculos del chocho para que te mueras del gusto.

Julia empezó a apretar y distender su chocho a voluntad, simulando que se movía sobre mí.

-              ¡Qué barbaridad prima, que gusto me das! ¿Me hiciste esto también la primera vez?

-              No, esto lo he aprendido con los años.

-              ¡Julia me voy a correr, sigue haciendo eso!

-              Y yo también me voy a correr, que placer me produce apretar tu polla dentro de mi chocho.

-              ¡Aaaaagggg, aaaaagggg, qué bueno, sigue, sigue todo lo que puedas!

-              Puedo hacer que te corras dos veces seguidas y yo también.

-              Prima me vas a matar del gusto.

Julia siguió apretando y dilatando su chocho, hasta que consiguió que me corriera otra vez en pocos minutos, sin sacársela. Luego se tumbó a mi lado, me dio un beso en la boca y nos quedamos dormidos.

(Desde luego, es que no escarmiento. Si sigue así el confinamiento voy a morir en el intento, pero del gusto. Espero que sigáis todos bien y que hayáis aplicado durante estos días los consejos de mi Doc preferido. Cuidaos y los que podáis, quedaos todavía en casa).