Compartiendo piso
La puerta de la estación de autobuses se abrió despacio, al otro lado todo un mundo de nuevas experiencias. Una nueva ciudad, para mí una nueva vida. El verano aplastante hacía que arrastrara mi maleta por el hirviente asfalto. Cubierta solo por un vestido ligero vestido de tirantes y mini faldero.
La puerta de la estación de autobuses se abrió despacio, al otro lado todo un mundo de nuevas experiencias.
Una nueva ciudad, para mí una nueva vida. El verano aplastante hacía que arrastrara mi maleta por el hirviente asfalto. Cubierta solo por un vestido ligero vestido de tirantes y mini faldero.
Mis pies casi cocidos en las chanclas. Sudorosa y cansada llegué a la dirección que me habían dado. Otra puerta, esta de un piso.
-¿Alquilas una habitación?
-eso ponía en el anuncio,
Me contestó el chico que me abrió la puerta con una gran sonrisa y apenas vestido con un pantalón corto. Me condujo hasta lo que iba a se mi nuevo hogar.
Con su cama, su ropero, su estantería y una mesa de ordenador la habitación podía convertirse en mi nuevo hogar. El chico me enseñó el resto de la casa en la que no había más que otro dormitorio con una cama de matrimonio enorme y su propio baño. Yo tendría el otro casi para mí y derecho a usar la cocina.
Cansada por el viaje y el paseo desde la estación aquí le dije si podía darme una ducha y se limitó a decirme donde estaban las toallas.
Pude relajarme y refrescarme en el baño y cuando salí cubierta con una toalla anudada sobre los pechos me di de bruces con otro chico, un desconocido con el mismo atuendo que el dueño del piso, unas apretadas y cortas bermudas. Se presentó como Genaro y supuse que era un amigo de Juan. Fui a mi habitación a ponerme algo por encima, el pijama de verano formado por un mini short de tela ligera y una mínima camiseta de tirantes.
Fui al salón a ver un rato la tele con ellos. Juan estaba cocinando y olía de maravilla. Genero también se había puesto más cómodo con un ajustado cullote de lycra que marcaba su cadera como si lo tuviera pintado sobre la piel.
Yo empezaba a sospechar que aunque fuera en pelota picada no conseguiría arrancar una reacción en aquellos dos. No tenían pluma pero su forma de comportarse el uno con el otro no era de simples amigos, sino de amantes.
Mientras estábamos cenando pues por ser mi primera noche me invitaron ellos. Me sacaron de mi pequeño error y por fin me contaron que los dos vivían allí como pareja. Sabiendo que no había más cama que la mía y la grande era fácil deducir que ellos compartían el dormitorio grande.
Sus roces, sus sonrisas, sus miradas me lo dejaron aún mas claro. Y ya por fin a los postres un apasionado beso con lengua que les sorprendí a la puerta de la cocina terminó de ponerme caliente, ups de convencerme.
Yo iba cargada de platos sucios y los dos se me quedaron mirando y sonriendo.
-¿No te escandalizas?
-en absoluto, me parece genial que os queráis.
Y con eso zanjamos el asunto por el momento aunque viéndoles allí plantados tan guapos y con esos cuerpazos casi al descubierto me excité. Pensando en lo que harían en esa cama King size.
En el salón yo me senté un rato en un sillón a ver la tele y ellos en el sofá. De pronto Juan se tumbó y puso los pies sobre los muslos de su amigo.
Este lo aceptó con toda naturalidad y se puso a masajearlos. Los veía por el rabillo del ojo y la verdad es que me apetecía que fueran mis pies los así acariciados.
Las suaves manos no se quedaban en los pies, subían por las pantorrillas, la rodilla, el muslo y se acercaban a la tela del short. Cuando vi que bajo la tela esta empezaba a crecer y ponerse duro el pene que guardaba ambos se levantaron y dándome las buenas noches se retiraron a su cuarto.
Allí mismo en el sofá del salón sin esconderme hice a un lado el pantaloncito que llevaba y me masturbé con furia.
Clavé mis dedos en el húmedo interior de mi vulva gimiendo como la gata en celo que me sentía.
Me saqué los pechos entre los finos tirantes de la camiseta y retorcí los pezones hasta casi hacerme daño. No tenia celos de ellos, solo estaba muy excitada. No hubiera sabido con cual de los dos quedarme. Los deseaba a los dos, quería verme emparedada entre sus cuerpos masculinos y fuertes.
Mi excitación solo subía mas mientras metía y sacaba cada vez mas deprisa dos dedos de mi coño. Hasta correrme pensando en los dos chicos desnudos acariciándose.
Los días siguientes estuve ocupada estableciéndome, ordenando el cuarto, empezando en el nuevo trabajo y haciendo algunas compras.
A la vez ajustaba la convivencia con ellos aunque me los crucé poco y cada noche a solas en mi cama o en el mismo sillón me masturbaba imaginándolos desnudos, lamiéndose la piel y las pollas incluso follándose, no sabía cual de ellos ponía el prieto culito o quizá lo hacían los dos.
Aunque no servía de nada para excitarlos y ante el calor reinante y su ejemplo me acostumbré a ir con lo mínimo por la casa, a veces unas bragas o un tanga y una corta camiseta, o salía del baño con los pechos al aire o desnuda del todo.
Ellos tampoco se cubrían gran cosa, lo tomaban como algo natural y no se molestaban con mi desnudez.
De los pantalones cortos pasaron a boxers y slips ajustados siempre con los torsos musculosos y fuertes poderosos desnudos. Incluso salían del dormitorio en bolas para ir a la cocina o a su despacho donde me los cruzaba, lo que me ponía aun mas burra si eso es posible.
Pero ellos lo tomaban como algo completamente natural. Parecían disfrutar con el jueguecito de exhibicionismo aunque no parece que se excitaran conmigo. Lo que parecía lógico. Pero así la ropa empezó a disminuir aún mas, yo empecé a estar por allí solo con las bragas y ellos cada vez mas veces sin nada de nada. Los imité y terminamos los tres desnudos del todo siempre.
Un día tuvieron el descuido de dejar la puerta de su dormitorio abierta y desde donde me encontraba sentada en el sillón de la sala, solo girando la cabeza, por fin pude contemplar lo que todas esas noches había imaginado. Nunca me confesaron si la habían dejado abierta adrede.
Así desnuda del todo con un muslo sobre el brazo del sillón pude acariciarme a mi misma viéndoles follar, viendo sus cuerpos que deseaba, como se lamían, se besaban, se tocaban y como al momento siguiente la polla de uno estaba dentro del otro.
Incluso cuando cambiaron y el que había follado se tumbó boca arriba con los muslos bien abiertos para que el que tenía el culo abierto se la clavara. Así descubrí como en mis mas locos sueños tenia razón los dos eran versátiles, ambos eran follados y follaban. Y yo podía verlo al natural, ese delicioso espectáculo.
Desde entonces ya no se cortaban delante de mi y lo hacían según les pillaba. A veces en su sofá a cuatro patas, o una mamada en la cocina o frotándose juntos en la ducha, en mi ducha, mientras se comían las bocas con ansia.
Supongo que el tener una espectadora los excitaba. Sacaba cierta vena exhibicionista y puede que ver como ellos daban mejor espectáculo cuando yo me masturbaba cachonda al verlos.
Aunque ellos no me prestaran ninguna atención.