Compartiendo piso.

Compartir piso con alguien tan liberal como tú tiene sus ventajas. Historia 100% real.

Compartiendo piso.

En los seis años que llevo en Madrid he cambiado varias veces de piso, a veces por ahorrar, dinero, a veces por encontrar una zona que me llamase más la atención y otras veces porque se me acababa el contrato y me me echaban.

Justo eso me pasó en el verano de 2018. Mi contrato estaba firmado por un curso académico y al terminar tenía que dejar el piso, la zona me gustaba y quería renorvar el contrato, pero mi casero se negó, pues iba a convertir el piso en un apartamento turístico para alquilarlo por airbnb, cosa que entiendo porque le saca más rendimiento, pero que me jodía, pues en 15 días tenía que dejar un piso que me gustaba y, lo que es peor, no tenía dónde meterme.

Busqué como loco en todos los sitios que veía, sin encontrar algo decente, ya sabéis que buscar piso en Madrid es una odisea. Dejé mi número de teléfono en todos los anuncios que me gustaban, pocos, y esperaba ansioso alguna llamada para visitar un piso y no quedarme en la calle.

Un sábado por la mañana recibí una llamada de un número desconocido, un tal Juan, que tenía piso disponible.

-Yo: ¿Sí?¿Dígame?

-Juan: Hola, ¿eres Jorge?

-Yo: Sí, soy yo.

-Juan: Hola Jorge, me llamo Juan, te llamo porque me dejaste el número de teléfono en el correo diciendo que estabas interesado en el piso. Era por si querías pasarte a verlo esta tarde, estaré en casa.

-Yo: Sí claro, ¿a qué hora te viene bien?

-Juan: No sé, sobre las 19:00, por ejemplo.

-Yo: Perfecto.

-Juan: Vale, pues ahora te mando la dirección al whatsapp. Hasta esta tarde.

-Yo: Genial. Hasta luego.

Me puse muy contento, si había dejado el número es porque el piso me gustaba y si todo iba bien no me quedaría en la calle en pocos días. No recordaba qué piso era, mandé el teléfono a varios anuncios, pero cuando Juan me mandó la dirección me metí en el anuncio y lo vi.

Era un piso muy cuco, pequeñito, para dos personas y estaba por la zona de ventas, que me gustaba bastante, así que era genial. Y de precio no estaba nada mal.

Me presenté a ver el piso por la tarde, un poco nervioso pero con actitud, tenía que caerle bien a Juan para que me eligiera como su nuevo compañero.

Me abrió la puerta un chico de estatura media (como yo), un cuerpo trabajado pero no muy definido, estaba fuerte. Unos brazos grandes (ya sabéis que me encantan) y unas piernas compactas. Llevaba pantalones cortos, que dejaban ver algo de vello en las piernas, no mucho, y una camiseta de tirantes por la que asomaba algo de vello por el escote y las axilas. De cara era normalito, pero tenía algo que daba morbo. Moreno, pelo corto y barba de tres días. Tenía alguna cana, que le hacía más interesante. Y debajo de su pantalón corto de chándal se intuía que no llevaba calzoncillos, y tenía un buen bulto. La verdad es que el tío daba mucho morbo.

Me enseñó el piso y me ofreció algo de beber. Estuvimos hablando un rato y me pareció muy simpático y cercano. Me dijo que muchas veces tendría el piso para mi solo porque él viajaba mucho por trabajo, que tenía libertad para traer amigos a cenar o a algún ligue, que me sintiera como en casa. La verdad es que me daba confianza y tenía un lado liberal que me gustaba mucho.

Decidimos que viviríamos juntos, los dos aceptamos y al día siguiente empecé con la mudanza. En tres días ya estaba instalado del todo, y el último día de mudanza ya dormí allí. Para celebrarlo decidimos pedir unas pizzas y conocernos más.

Estuvimos hablando de todo un poco: estudios, trabajo, viajes que habíamos hecho, hobbies... Hata que llegó el tema estrella: SEXO.

Yo no soy nada cortado, así que le conté mi vida sexual muy abiertamente, además, me ponía un poco, quería ver si coincidíamos en gustos. Le dije que soy bisexual, que me encantan los tríos, que soy activo, un poco guarrete, me mola oler la ropa interior usada, me pone mucho espiar a parejas follando y pajearme...

Juan tenía los ojos como platos y sonreía mientras le contaba. Ahora le tocaba a él. Me dijo que era hetero, pero que había hecho alguna cosilla con chicos en algún trío y también me confesó que era un poco guarrete, le molaba oler ropa interior usada también y lo de espiar a parejas nunca lo había hecho pero le ponía mucho la idea.

¡BINGO! Teníamos gustos muy parecidos, así que mi cabeza empezó a maquinar cómo podía sacarle provecho a eso para disfrutar.

Varios días después llegué a casa del trabajo sobre las 19:00h de la tarde, normalmente llegaba a las 20:30h pero como había poco trabajo mi jefe me mandó a casa antes.

Cuando abrí la puerta de casa me encontré a Juan saliendo del baño desnudo, sonriente, oliendo a sexo y con una erección de caballo (tenía una buena polla y huevos muy apetecibles).

-Juan: ¡Uy, Jorge! Perdona tío, pensaba que llegabas más tarde.

-Yo: Normalmente sí, pero hoy me mandaron antes a casa.

-Juan: Ahora te veo tío, que estoy con una amiga, la voy a despedir y te veo ahora.

-Yo: Tranquilo, seguid a lo vuestro, no importa.

-Juan: No no, ella ya se va, si ya hemos terminado.

Me dio rabia que hubieran terminado, pues me hubiera encantado espiarles mientras follaban. Me había puesto muy cachondo de saber que estaban follando y mucho más después de ver a Juan desnudo. Ojalá hubiera llegado antes.

Cuando despidió a la chica la vi a través de la puerta del salón. Una chica delgada, bajita, morena, pelo largo, unas tetas de flipar y con muchos tattoos. Era un bombón, la verdad. Y parecía más joven que él (Juan tenía 38, que no lo dije).

Después de despedirse vino al salón, con unos pantalones cortos, sin calzoncillos debajo y sin camiseta. Descalzo, algo despeinado y con una cara de placer inmenso. Seguía oliendo a sexo y eso me ponía más.

Me estuvo contando que es una chica que conoció hace tiempo por tinder y quedaban de vez en cuando para echar un polvo. A él le gustaban más jovencitas, Sandra (así se llamaba) tenía 26 años.

-Juan: Mañana he vuelto a quedar con ella a las 18:00h, ¿vas a llegar antes otra vez? Lo digo por adelantar la cita.

-Yo: No, tranquilo, hoy fue algo excepcional, no suele pasar. Llegaré sobre las 20:30h como siempre. Pero vamos, que si llego y os pillo follando no me importa eh jajaj ya sabes que hasta me gusta jajaj.

-Juan: Jajaj lo sé. A mi me da igual que me veas, la verdad, incluso me pone la idea, pero ella es muy cortada, no se sentiría a gusto.

-Yo: ¿Y por qué tiene que enterarse? jajaj.

-Juan: Ay Jorgito, qué peligro tienes jajaj. ¿Qué propones?

-Yo: Mañana quedas con ella y yo me quedo en mi habitación sin hacer ruido, tú dile que estáis solos. Hacéis todo lo que queráis en tu cama con la puerta abierta, dile que es para que entre corriente, que hace mucho calor, y yo escondido sin que me vea me asomo y me pajeo desnudo mirando. No hago ningún ruido y no se tiene que enterar. Cuando terminéis me escondo en mi habitación de nuevo y listo.

-Juan: No sé, me da cosa tío.

-Yo: Venga, seguro que te va a molar tío, ¿no te da morbo que un tío te vea follándote a una tía así? Estaré muerto de envidia y escondido para que no me vea, porque ella quiere tu rabo, el rabo de un semental, no le vale cualquiera.

-Juan: La verdad es que me pone mucho la idea. Vale, hecho, pero me debes una, y me la voy a cobrar eh.

-Yo: Jajaj hecho.

Esa noche no pegué ojo de los nervios. Estaba deseando salir del trabajo para llegar a casa y ver el espectáculo. Juan había atrasado la cita con Sandra hasta las 21:00h con la excusa de que yo cenaría fuera y tenían la casa para ellos solos.

Salí del trabajo y me fui corriendo a casa. Cuando llegué Juan lo tenía todo preparado para su cita y la esperaba impaciente. Yo me fui a la habitación y me quité toda la ropa.

A los 10 minutos llegó Sandra y yo me moría de los nervios. Escuché como Juan abría la puerta y se saludaban. Cinco minutos después ya estaban al lío. Les gustaba ir al grano, estaban muy cachondos y yo ya tenía el rabo a reventar sin haber visto nada.

Salí al pasillo y me acerqué sigilosamente a la puerta de la habitación, asomé un poco la cabeza y me encontré con una escena que me puso más cachondo si aún cabía.

Juan estaba completamente desnudo mirando hacia mi y Sandra de rodillas, dando la espalda a la puerta, en sujetador y tanga comiéndose el pollón de mi compañero de piso.

La polla me babeaba, me daba un morbazo terrible saber que Sandra no tenía ni idea de que otro tío la estaba viendo comerse una polla.

Después de un rato así se levantó, se quitó el sujetador y sus tetazas quedaron libres, daban ganas de comérselas. Acto seguido se quitó el tanga y mientras besaba a Juan apasionadamente se tumbaron la cama.

Se besaban, se acariciaban, él le pasaba los dedos por el coño, que ya estaba bien lubricado y sonaba, también le comía las tetas con ganas, ella le agarraba bien la polla y se la masajeaba con su mano llena de saliva. La habitación empezaba a oler a sexo y ellos empezaban a dejarse llevar por los instintos y a gemir cada vez más.

Mientras les veía me acordé de otros de mis grandes morbos. Fui sin hacer ruido al cesto de la ropa sucia y rebusqué hasta encontrar unos calzoncillos sucios de mi compañero. Con ellos en la mano volví a mi puesto de espía y me volví a asomar ligeramente.

Ahora veía a Juan tumbado bocarriba en la cama mientras que Sandra empezaba a cabalgarle la polla sentada. Empecé a pajearme viendo esa escena y me llevé los gayumbos de Juan a la nariz. Olían a macho, una mezcla se sudor, pis y semen que me volvía loco. Ese olor era adictivo y sumado a la escena que estaba viendo mucho más.

De pronto pararon y escuché la voz de Juan. Me escondí rápidamente para que no me viera.

-Juan: Vamos a hacer una cosa, me apetece jugar.

-Sandra: Mmmm ¿qué cosa?

-Juan: Te voy a tapar los ojos con un pañuelo, te voy a atar las manos a la cama y te vas a dejar llevar. ¿Te fías de mi?

-Sandra: Mmmm vale, hazme lo que quieras, estoy muy cachonda.

Juan le tapó los ojos y se aseguró de que no veía nada, le ató las manos al cabecera de la cama con unas esposas de peluche que tenía para sus juegos. Le empezó a decir guarradas mientras me hacía señas con la mano para que me acercase.

Me acerqué temblando, estaba nervioso, no quería que me pillasen. Juan seguía diciéndole guarradas y me hizo señas para que le comiera el coño. Yo estaba flipando pero confiaba en él, así que me puse a cuatro patas en la cama. Juan dejó de hablar y yo empecé a comerle el coño.

Humedecí mi lengua y la pasé por toda su raja y poco a poco fui metiendo la punta de mi lengua haciendo circulitos. Había lubricado mucho y su flujo estaba mezclado con olor de la polla de Juan, que minutos antes había estado penetrándola. Me encantaba cómo sabía ese manjar. Tenía un coño riquísimo. Ella gemía de placer, yo le comía el coño cada vez con más ganas y Juan se pajeaba mirando.

Cuando pasó un rato me bajé de la cama y le hice señas a Juan para que la siguiera follando, y es lo que hizo. Se la folló con más ganas que antes. Sandra gemía, Juan gemía, yo me controlaba para no ser descubierto, sonaban los huevos contra su coño, el sonido de sus flujos y los muelles del colchón.

Volví a coger los gayumbos de mi compañero para olerlos de nuevo, me encantaba ese olor. Yo estaba a punto de correrme, estaba a un metro de ellos, Sandra tenía los ojos tapados y no me veía. Juan gritó que se iba a correr y aceleró sus movimientos, yo hice lo mismo.

-Juan: Joder, me corro, me corro joder, te voy a llenar el coño.

-Sandra: Sí, sí, sí joder, lléname de leche, lléname el coño con tu leche de macho cabrón.

-Juan: ¿Quieres leche?

-Sandra: Sí joder, dámela toda.

-Juan: Aaaahhhhh, toma tu leche zorra, toma leche, ahhh, joder, ahí tienes tu leche.

-Sandra: Mmmmm sí, me corro cabrón, dioooossss....

Yo estaba pegado a ellos, viendo como el semental de mi compañero de piso se empotraba a ese bombón como si fuera un toro. Los dos sudando, oliendo a sexo, gritando, gimiendo, diciendo guarradas...

No aguanté más y solté seis chorros de leche caliente en los gayumbos sucios de Juan. Me fue muy difícil hacerlo en silencio, pero me mordí la lengua.

Al terminar me fui corriendo a mi habitación para que no me viera Sandra. Estaba flipando con la escena que había visto. Qué puto morbazo, necesitaba repetir eso más veces.

Me hice otra paja en la habitación oliendo los gayumbos de Juan y recordando la escena, estaba muy cerdo y me corrí en pocos minutos.

Al rato escuché que se iba Sandra, se despidieron en la puerta con un beso y diciendo que se volverían a ver pronto para repetir, los dos erán muy morbosos y muy sexuales, así que aprovechaban eso.

-Sandra: Vamos hablando y cuadramos día para vernos guapo.

-Juan: Cuando quieras bombón. Hasta luego.

-Sandra: Hasta luego toro. ¡Adiós Jorge, un placer!

Se cerró la puerta y salí de mi habitación con la cara roja y asustado y vi a Juan en la puerta que me guiñó un ojo y se empezó a reir.

Continuará...