Compartiendo piso
Los amigos pesados pueden resultar divertidos.
Llevaba muchos sin actividad sexual y andaba bastante irascible. Cualquier cosa valía para que me cabreara con el mundo y mandara a todo el mundo a la mierda. Las que más tenían que aguantarme eran mis compañeras de piso, que estarían ya bastante hartitas de soportar mis tonterías, y con razón.
Llevaba cosa de año y medio compartiendo piso con Irene, Clara y Sonia. Tres chicas que eran geniales y me habían tratado fenomenal desde el primer día, y yo a ellas, salvo estos últimos meses, que se estaba empezando a hartar de mí. Yo las comprendía y les pedía perdón cada vez que les soltaba alguna bordería, me sentía fatal conmigo mismo por pagar mi sequía precisamente con las chicas más enrolladas que conocía.
Irene era amiga mía desde niños. Era más bien bajita, algo redondita, aunque sin ser gorda, guapa de cara, larga melena negra, unas tetas normalitas y un culo que me ponía un montón.
A Clara hacía también bastante tiempo que la conocía, como 3 o 4 años. Clara es una mujer de bandera. Preciosa de cara, cuerpazo, todo firme y en su sitio, dos tetas bastante grandes, deportista. Además, era un cielo. Después de Irene, era la persona con quien más confianza tenía para hablar de cualquier cosa, siempre estaba dispuesta a escuchar y ayudar en lo que pudiera.
Sonia era la última en llegar a nuestras vidas. En realidad, la conocimos cuando nos trasladamos a este piso y tuvimos que buscar a una cuarta persona. Aunque es más reservada, nos cayó bien el primer día y no hemos tenido ningún problema con ella. Es relativamente alta, robusta, con un cuerpo poco femenino, pero con dos tetazas enormes que deben ser una 110 por lo menos.
Como me sentía muy mal por cómo me estaba portando últimamente, les hice una cena especial de reconciliación. Se me da bastante bien la cocina, así que ellas encantadas. Estuvimos hablando toda la velada, les volví a pedir perdón y me comprometí a hacer todo lo posible para no pagar mis frustraciones sexuales con ellas y todos quedamos la mar de amigos.
Al día siguiente, cuando fui a la cocina para hacerme el desayuno, me encontré a Clara en bragas y una camiseta que no llegaba a cubrir por abajo. Desde poco después de empezar a vivir juntos, tras haber tenido algunos momentos de apuro al "pillarnos" medio en pelotas todos a todos, lo hablamos y llegamos a la conclusión que lo mejor era vivir la convivencia con naturalidad y que cada uno fuera como quisiera. Ni decir tiene que al principio me pareció genial, todos los días tenía agradables vistas para hacer más llevadera mi vida, sobre todo en verano, pero ahora que llevaba tanto tiempo acumulando, llegaba incluso a molestarme ese tipo de visiones.
El caso es que ahí estaba Clara, de pie, con sus braguitas rosas y su camisetita que servía para cubrirle los pechos (ni sujetador llevaba) y poco más.
Yo - Buenos días, Clara.
Clara - Buenos días, Jon.
Yo, procurando usar el tono más simpático posible - ¡Cualquier día me va a dar algo con estos despertares!
Clara - Anda, no exageres, que en el fondo eres un privilegiado. ¿A cuántos chicos no les gustaría vivir con tres mujeres tan geniales como nosotras? Si te tratamos como a un rey. Mira, hasta te he preparado café y, si quieres, tienes dos tostadas recién hechas.
Yo - Si es que eres un amor.
Y tras decir eso, la abracé y le di un beso en la mejilla. Al abrazarla pude sentir sus voluminosas tetas contra mi pecho, y eso reconforta a cualquiera. Mientras desayunaba, se quedó conmigo hablando y llegó Sonia. Sonia iba en un pijama mucho más recatado que el de Clara. Una camiseta larga y un pantaloncito muy corto.
Yo - Por cierto, esta tarde he quedado con Toni para repasar, ¿no os molesta verdad?
En realidad ya sabía que sí les molestaba. A Sonia no le caía muy bien, pero Clara e Irene no le podían ni ver. Toni era un chico bastante... especial. Es el típico que siempre quiere hacerse el gracioso y no tiene gracia ninguna, además siempre tiene que ser el más en todo, el que tiene lo mejor, el que más sabe, el que ha hecho más cosas y más veces, un tío plasta. Tenía que quedar con él porque estábamos preparando un proyecto juntos y faltaba poco para presentarlo, así que teníamos que repasar varias cosas en unas pocas semanas.
A veces quedábamos en su casa o en la facultad, pero últimamente estábamos quedando siempre en mi piso porque a Toni le gustaba la idea de coincidir con mis compañeras. Yo le entiendo y probablemente hubiera hecho lo mismo, pero mis compañeras estaban deseando matarle de la forma más lenta y dolorosa posible.
Clara - Joder. Suerte que avisas, así puedo buscarme algún plan para no aparecer por casa hasta el mes que viene.
Yo - Venga, no exageres, serán solo unas horas. Ya sé que no os cae nada bien, tampoco es que sea mi mejor amigo, pero ya queda muy poco para presentar y vamos mal de tiempo.
Clara - Ya, y tenéis que quedar aquí porque el gilipollas ese quiere mirarnos el culo, no?
Yo - No te enfades, Clara. Es un gilipollas, déjalo estar.
Sonia - Yo no digo nada porque el piso es de todos y tienes derecho a traer a quien quieras, pero estamos todos de acuerdo en que tu amigo es un imbécil.
Clara - ¡Y un cerdo!
Yo - Y muchas más cosas, todas malas, por eso os aviso. Ya le diré de quedar en otro sitio a partir de ahora, ¿vale?
Clara - Da igual, haced lo que queráis.
Así que no había durado ni un solo día sin cabrear a mis compañeras. Y esta vez ni siquiera era culpa mía. Al menos, no del todo.
Sobre las 5 llegó Toni. Llamaron a la puerta y, pese a que habíamos quedado a las 5 y media, yo ya sabía que era él. Por algún extraño motivo, este tío siempre llegaba mucho antes de la hora. Clara nos mandó a la mierda tanto a él como a mí y se encerró en su habitación para no tener ni que saludarle. Toni, que ya he dicho que era un plasta de cuidado, seguía tocando a la puerta, hasta que finalmente le abrí.
Toni - Joder, tío, llevo media hora tocando el timbre. ¿Estás sordo o qué?
Yo - Vamos, no me ralles, que has llegado tú media hora tarde, y como mucho habré tardado 5 minutos.
Toni - Cuanto antes mejor, no? A ver si terminamos ya el proyecto. Oye, ¿y las chicas?
Yo - Ni idea. Anda vamos.
Me jodía ya bastante tener que trabajar con Toni para que encima el muy zopenco estuviera más pendiente de ligarse a alguna de mis compañeras de piso que de terminar el trabajo. Le oculté que Clara estaba en casa expresamente, seguro que Clara también lo prefería así. Irene y Sonia era verdad que no estaban.
Nos pusimos con el proyecto y al cabo de menos de una hora ya estaba Toni dando el coñazo con que a ver si hacíamos una pausa. Toni no solo era muy pesado, también era muy mandón y experto en meterse con la gente. Durante todo el tiempo que estuvimos en mi habitación estuvo metiéndose conmigo por ser gordo, por no ligar, porque no le gustaba como tenía decorada la habitación, porque todo lo que él tenía era infinitamente mejor y más barato que cualquier cosa que pudiera tener yo, por todo.
Al final estaba tan hasta el gorro de él que accedí a hacer esa pausa y fuimos al salón a tomarnos un par de cervezas mientras veíamos lo que sea que echaran en la tele y picoteábamos algo. Durante ese rato, en lugar de meterse conmigo, Toni aprovechaba para comentar absolutamente todo lo que salía por la tele, puesto que, obviamente, él lo sabía todo mucho mejor. Yo desconectaba mi mente y me refugiaba en la cerveza y las olivitas.
Así estábamos cuando vemos una figura cruzar por la puerta del comedor y gritar "¡JODER, JON!". Fue una fracción de segundo, tan rápido que mi mente no tuvo tiempo ni de procesar lo que veía hasta que por fin me di cuenta de que era Clara.
Clara - ¡Tío, avisa si traes gente al piso!
Fue solo lo que tardó en decir esa frase. Clara estaba delante de nosotros, en bragas, solo con las bragas puestas, tapándose como podía con los brazos. Con un brazo se tapa el pecho para taparse la zona de los pezones y lo que cogiera el brazo alrededor, y con el otro se tapaba la parte de delante de las bragas.
Como digo, fue visto y no visto, duró el tiempo exacto para que el cerebro humano pudiera hacer una captura visual y recordarlo. Justo después de decir la frase, volvió a desaparecer. Y un par de segundos más tarde, oímos un portazo de lo que sería la puerta de su habitación.
Toni - ¡JO-DER!
Yo - Ahora vengo, voy a hablar con ella.
Toni - ¡Joder, Jon! Qué bien te lo mon...
No oí nada más porque fui a ver qué le pasaba a Clara. No entendía nada porque esa misma mañana le había avisado que vendría Toni, ella estaba conmigo cuando le fui a abrir y porque, joder, aunque tuviéramos confianza y pudiéramos ir como quisiéramos por el piso, nunca antes se había paseado en topless, que yo sepa.
Yo - ¿Se puede?
Clara - Sí, pasa. Siempre que vengas solo, claro.
Clara seguía luciendo bragas, pero ya se había puesto sujetador y se estaba abrochando una camisa. Entre mi sequía, lo tremendamente buena que está mi compañera de piso y lo morboso de la situación, mi polla estaba a reventar dentro de mis calzoncillos y no pensaba con mucha claridad en ese momento.
Yo - Tía, que... Bueno, esto... Que Toni...
Clara sonreía, me abrazó y me dio un beso enorme en la mejilla. Yo estaba a mil revoluciones, pero sabía que Clara no iba buscando sexo en ese momento, por desgracia.
Clara - Qué mono te pones cuando te rallas, Jon.
Yo - Es que tía, no entiendo nada.
Ella, mientras hablábamos, se estaba poniendo unos shorts realmente cortos. Era lo todo contrario a un striptease, pero me ponía cachondísimo igual.
Clara - Ay, que todo hay que decírtelo. ¿No está el imbécil de tu amigo fardando por todo siempre? que si lo sabe todo, lo tiene todo, lo suyo siempre es mejor. Pues mira, ahora tú tienes algo mucho mejor que todo lo que él pueda tener. Aunque no te lo reconozca, ahora mismo se está muriendo de envidia y lo daría todo por ser tú.
Yo - Hay que ver lo rebuscada que eres, eh. ¿Has montado este numerito para que Toni me tenga envidia?
Clara - Yo creo que ya te tenía envidia antes, pero hoy va a irse de aquí que se lo van a comer los demonios, ya verás. Anda, vuelve al salón, en un rato iré a disculparme con tu amigo. - Dijo guiñándome un ojo.
Al salir de su habitación, dijo en un tono de voz más alto de lo necesario "¡Dame dos minutos que me vista y salgo!".
Toni - ¡Tío, estoy flipando mucho!
Yo - Lo siento, Toni. Es que no me acordé de avisarla, pensaba que estaba sola en casa, le ha cogido por sorpresa.
Toni - ¿Pero ahora has estado hablando con ella en bragas? ¿No se había vestido aún?
Yo - Venga, va, déjalo estar. Me siento mal por lo que ha pasado, Clara es una buena amiga.
Toni - ¿Pero le has visto las tetas?
Yo - No seas infantil, hostia. ¿No ves que la conozco desde hace muchos años?
Yo ni confirmaba ni desmentía, pero la verdad es que no me sentía muy cómodo con ese juego. En parte, me gustaba el plan de Clara de hacer rabiar al mentecato ese, pero por otro lado, me sentía mal porque no era verdad. No quiero decir que me sintiera mal por mentirle a Toni, lo que me sabía mal era no haber llegado a ese nivel de confianza y, sobre todo, no haber follado con ninguna de mis compañeras de piso.
Cuando Clara entró en el salón, se hizo el silencio. Esta vez estaba vestida, tal como estaba cuando la dejé en su habitación. Shorts cortísimos que dejaban ver sus piernas largas y perfectas y una camisa con un par de botones desabrochados más de la cuenta que dejaban ver un buen escote y parte de las copas de su sujetador negro.
Clara - Toni, perdona que me pusiera a gritar, pero es que Jon sabe que tenemos que avisar cuando traemos a alguien. Precisamente, para evitar estas cosas.
Toni no salía de su asombro y, por primera vez en todo el tiempo que hacía que le conocía, creo que se quedó sin palabras.
Yo - Lo siento mucho, de verdad. Pensaba que no estabas.
Clara - No pasa nada, Jon. Son cosas que pasan, no le demos más vueltas. Por mí está olvidado, ¿vale?
Yo - Vale.
Nos sonreímos en señal de reconciliación y nos fundimos en un abrazo. Para seguirle más el rollo a Clara y porque me moría de ganas, aproveché para darle un piquito y para agarrarle el culo un momento con la mano que quedaba del lado de Toni. Ella se dejó hacer y cuando nos separamos, me dio una palmada en el culo ella a mí.
Clara - Bueno, os dejo que sigáis trabajando, no quiero robaros más tiempo.
Toni - No, si no nos robas nada, puedes quedarte todo lo que quieras.
Yo - Vamos, Toni, que tenemos que terminar.
Ni decir tiene que no terminamos nada. A la que volvimos a encerrarnos en mi habitación Toni seguía en shock y me preguntaba todo el rato por mi relación con Clara. Yo seguía sin decir nada claro, pero le daba a entender que lo de que mis compañeras de piso se pasearan desnudas por la casa era muy habitual y que me había liado con todas, incluso con todas a la vez. Por poco creíble que fuera la historia, Toni se lo creyó todo y, tal como había predicho Clara, se fue del piso muerto de la envidia.
Lo malo es que yo también me había agarrado un calentón del mil con ese juego, así que cuando me quedé a solas, me entregué al placer solitario.