Compartiendo a mi mujer (01: Sexo en islas Cíes)
Experiencias reales. Me gusta ver como se follan a mi mujer. En esta primera aventura permito que en una playa mi mujer se entregue a un apuesto desconocido mientras yo los contemplo desde un camino cercano.
Hola a todos, hace unos meses mi mujer y yo decidimos dar rienda suelta a nuestras fantasías. Desde entonces el tamaño de mis cuernos ha crecido un poco, pero es algo que me excita tremendamente. Os contaré algunas de las aventuras de ella con otros hombres desde entonces. Aquí va la primera de todas. Espero que os guste. Podéis escribirnos tanto a mí ( xavialonso5@hotmail.com ) como a mi mujer ( veronica_feltrer@hotmail.com ). Estaremos encantados de conocer vuestras opiniones.
El verano pasado mi mujer y yo decidimos pasar un par de semanas en las islas Cíes, disfrutando del sol, la playa y un ambiente relajado. Dado el lugar al que íbamos, pronto empezamos a bromear sobre los ideales hippies: haz el amor y no la guerra, el amor libre y todas esas cosas.
Seguimos bromeando sobre el tema, sobre montárnoslo con otras personas y pronto la broma pasó a ser una idea loca. De todas formas, hasta el viaje no empezó a tomar la cosa apariencia de apuesta. Ella me comentó que no me veía a mí aceptando los cuernos con facilidad, que no sería capaz de verla con otro hombre. Y dicho y hecho, le aseguré que no solo estaba dispuesto a verla acostarse con otro, sino que la idea me excitaba tremendamente. Y la verdad es que así era.
Una vez instalados en el camping, mi mujer no tardó en aprovechar la libertad que le daba. El segundo día se cogió la toalla y se marchó a tomar el sol desnuda en la playa. La seguí y me senté cerca de ella, aunque a una distancia prudente.
No pasó ni media hora cuando se le acercó un hombre, de unos veinte años (italiano según me enteré luego) y evidentemente un machaca del gimnasio (con exceso de esteroides diría yo) que también practicaba el nudismo. Y bien que lo lucia el tío, mostrando musculatura y con una buena herramienta colgando entre las piernas.
Estuvieron hablando un rato, tomándose confianza el uno al otro. En aquel momento mi mujer todavía pensaba que yo no sería capaz de aguantar y lo provocó pidiéndole que le pusiese crema por la espalda. Evidentemente, el muchacho no solo le restregó la crema por la espalda, sino por sus nalgas y sus muslos, creando en él (y en mí) un estado de excitación evidente.
Estuvieron allí un rato más, pero finalmente se levantaron y tras ponerse algo de ropa por encima (mi mujer únicamente el pareo), se marcharon de la playa y se dirigieron a un camino que bordeaba la costa. Los seguí y vi con tremenda excitación que se dirigían a una cala más apartada.
Cuando llegué hasta un punto del camino en que era visible la cala, pude comprobar que era más íntima que la que habíamos estado, aunque había otros bañistas. En concreto tres más sobre la arena y un par más tomando unas copas en un yate cercano.
De todas formas, eso no pareció importarle a mi mujer. Ellos estaban un poco apartados, tras unas rocas que poco ocultaban a la vista de los demás. Y dándose un buen lote. Los dos estaban de nuevo desnudos, él detrás de ella, acariciándole las tetas mientras la lengua subía y bajaba por su cuello.
La parte del camino desde la que yo observaba no estaba a más de veinte metros de donde estaban ellos, por lo que podía ver perfectamente como las manos de él recorrían todos los puntos excitable de mi mujer... y como la mano de ella acariciaba la tremenda verga de aquel muchacho.
Se fueron animando más y más, mi mujer me había visto de mirón y creo que eso aceleró las cosas. De los manoseos se pasó a los lametazos. Realmente nunca se me olvidará cuando la vi agacharse y meterse el falo aquel en la boca.
Estaba muy excitado contemplando a mi mujer follando con aquel tipo mientras no solo yo la contemplaba sino los tres de la playa y la pareja del yate, que también parecía estar animándose.
Y además, para cuando él hundió su cara entre los muslos de ella, ya había tres personas a mi lado, contemplándolo todo desde el mismo ángulo que yo. Y fue una pena, porque de haber estado solo me hubiese masturbado allí mismo, sobretodo escuchando los gemidos de mi mujer.
Gemidos que fueron a más cuando él se incorporó sobre su cuerpo y empezó a penetrarla con su polla mientras la besaba y sobaba por todo el cuerpo. Apenas si podía contener mi mano, me acariciaba el paquete por encima del bañador. Y no era el único, más de uno no paraba de arreglarse la entrepierna, y eso que cada vez éramos más.
Además, no solo yo la veía a ella follando sino que a veces ella miraba hacia nosotros, contemplándonos a mí y a mis compañeros de lugar. Al final, entre jadeos y gemidos de los dos, nos juntamos en el camino unos diez mirones excitados.
Fue increíble ver y escuchar como se corría. Ver como era otro el que la arrastraba hacia el orgasmo y ver como era otro el que se corría sobre su vientre y sus tetas.
Evidentemente, el resto de vacaciones dieron mucho de sí, tanto con este mismo hombre como con otros que le apetecieron, pero bueno, como se suele decir... eso es otra historia.
Vero y Xavi