Compartiendo a mi madre
El jefe de mamá, mucho más joven que ella me da la oportunidad de participar en un trío. La mujer será mi madre y para ello, le introduzco una droga en un gintonic
Mis padres eran brillantes en sus respectivos trabajos. Ambos eran ingenieros, él director de compras de una compañía multinacional y mi madre directora de producción de una empresa mediana que en los últimos años no había parado de crecer. Yo estaba más interesado en la vida mundana, y en especial en las motos, que eran mi debilidad.
Acababa de cumplir los 19 años, y el curso me había ido fatal. En realidad no era inesperado, ya que no había dado golpe en todo el año a pesar de las advertencias de mi familia, en especial de mi madre.
A pesar de los consejos, me situé en una posición rebelde y decidí que no quería estudiar. Mi madre, decidió que trabajase en su empresa. Fue allí donde conocí a Fabio, el hijo del dueño, un joven de 27 años, muy preparado, que había estudiado en las mejores escuelas de negocios, a quien su padre, había delegado el negocio, con buen criterio, ya que había triplicado su facturación.
Mi madre solía estar en la fábrica de 8,30 a 6,30 más o menos, y aunque durante su jornada laboral vestía con una chaqueta y pantalón de trabajo, al entrar y salir lo hacía de forma estilosa y más de una vez oí algún comentario subido de tono pero en voz baja, entre sus subordinados.
La intención de mamá era que formara parte de la cadena de montaje, para que supiera lo que era el trabajo duro, pero al enterarse Fabio, éste decidió que fuera su ayudante, ya que una de sus secretarias había dado a luz recientemente.
Enseguida nos caímos bien. Comenzó a llevarme a realizar gestiones fuera de la empresa, comidas y a tomar alguna copa después del trabajo. Estaba encantado, ya que aunque mi sueldo no era muy alto, era mucho más de lo que recibía en casa y sobre todo, era más ocio que obligación.
Poco a poco me fui distanciando de mi madre a la vez que me aproximaba a Fabio, quien me proporcionaba todo lo que necesitaba. Nuestro trato era cada vez más frecuente, realizando excursiones con nuestras motos y pasando juntos la mayor parte del día.
Un día vi que mi madre llegó a administración y me hizo acompañarla al despacho del director.
- Fabio. Quiero que mi hijo siga estudiando y pretendía que su incorporación a la empresa fuera un castigo, no un premio. Vive demasiado bien, y no creo que se gane el sueldo que le pagas.
- Patricia. Javier está realizando un gran trabajo en la oficina. En poco tiempo se ha convertido en mi mano derecha. En cualquier caso, es tu hijo y si así lo quieres puede trabajar la mitad del tiempo en la cadena de montaje y el resto en la oficina.
- Pero Fabio, mamá........... No puedes hacerme esto.
De nada sirvieron mis excusas ni mis peticiones para que me dejaran todo el día en un trabajo en el que la mayor parte del tiempo lo pasaba mirando internet. Todo aquello provocó un distanciamiento con mi madre, aunque Fabio se encargaba que no pasase demasiado tiempo en producción y siempre buscaba alguna justificación para que tuviera que volver a la oficina.
Una tarde, después de dar un paseo con las motos nos fuimos a tomar algo a un local frecuentado por personas bastante mayores que nosotros. Mirábamos a las mujeres y pocas de ellas tenían un aspecto agradable a la vista. Al final nos marchamos solos, aunque no nos hubiera costado salir de allí con un par de cuarentonas, y nos fuimos a otro local con mujeres más jóvenes.
Estuvimos hablando de las mujeres que nos habíamos encontrado en el local anterior. Casi ninguna merecía la pena, pero hubo una reflexión de Fabio, que me hizo pensar.
- Ninguna de las mujeres que había allí era tan interesante como Patricia, tu madre.
- Qué? – Reí – No me digas que te gusta mi madre? – No podía dar crédito.
- Es una mujer estupenda. No tienes más que observar como la miran en la fábrica. Me pareces un hijo afortunado. De vez en cuando la verás desnuda. Qué suerte tienes. mamón¡¡¡
Lo cierto es que jamás había visto a mi madre desnuda, ni tan siquiera en ropa interior, pero durante los siguientes días no dejé de pensar en lo que me había dicho mi jefe y empecé a mirarla como hombre, en lugar de como hijo y poco a poco mi cabeza empezó a darle la razón. También me daba cuenta de como la miraba cuando se encontraban, y yo estaba presente. Me gustaba ver como mi madre se convertía en una mujer deseada, y alguna noche mis sábanas se mojaron pensando en ella.
Una noche volvimos a salir y de nuevo, la conversación se centró en las mujeres, en las chicas que había en la fábrica, pero yo me di cuenta que Fabio quería hablar sobre mi progenitora. Después de un rato, la propuesta me dejó perplejo.
- Javier. Si me ayudas a cepillarme a tu madre, te regalo mi moto.
Me reía, pero la verdad es que su motocicleta me volvía loco. Habría hecho cualquier cosa por tenerla, y si se enrollaba con mi madre y me daba detalles, me gustaría. Lo habría hecho gratis, pero si además obtenía algo a cambio, mucho mejor. El problema era su fidelidad hacia mi padre.
- Mi madre jamás le pondría los cuernos a mi padre. Siento que tu deseo sea un imposible. Créeme que lo siento, porque me gustaría que me lo contaras todo. La he oído hablar con amigas, y discutir con alguna de ellas por haber tenido una aventura estando casadas.
- Ya veo que tu madre te atrae. Si haces lo que te digo, tú también podrías disfrutar de ella.
- Cómo? – Pregunté divertido y abierto a todas las opciones.
Comenzó a explicarme como hacerlo. No podía creerlo. Entre los dos cuadramos los detalles y sólo faltaba decidir el momento, que debía coincidir con algún día que no estuviera mi padre.
En dos semanas se dieron todas las circunstancias para llevar a cabo nuestro plan. Era sábado, y mi padre iba a estar diez días en China, en viaje de negocios. Mamá iba a ir al chalé de Carmen, una amiga separada, donde comerían y después tomarían alguna copa. Me dijo que me pasara si quería por la tarde ya que irían algunos matrimonios que yo conocía.
Estuve un rato en la piscina con ellos. Mamá se tomó un par de gintonics. Siguiendo el plan, le dije que cuando llegásemos a casa, le prepararía uno con regaliz que era mi especialidad, y después del distanciamiento que habíamos tenido los días anteriores, aceptó encantada.
No podía dejar de mirar lo guapa que estaba. Llevaba una falda estampada corta, que permitía ver sus piernas morenas y una camiseta amarilla, ajustada, que remarcaba sus pechos.
Insistí para que nos fuésemos a casa antes de la media noche, justo después de haber cenado algo. Ya en ella le ofrecí ese gintonic que le había prometido. Me dijo que no le apetecía demasiado beber más, pero ante mi insistencia, accedió a tomarlo.
Antes de terminar, vi que su cabeza ya daba tumbos. El líquido que había vertido en su bebida daba sus frutos. Mamá yacía en el sofá, inconsciente, tal y como había predicho Fabio. Estábamos en casa, con mi padre fuera, y la situación era idónea, ya que al día siguiente mi madre no se acordaría de nada.
Me parecía un sueño y lo que me apetecía era que Fabio estuviera allí. Ver la cara de mi amigo, ver el cuerpo de mamá........ Hice la llamada por teléfono y en cinco minutos sonó el timbre de la puerta.
Le recibí serio. No sabía si hacía bien, pero estaba totalmente salido. Quería ver a mi madre desnuda y hacer algo con ella. Ahora me daba cuenta de por qué los hombres la miraban y deseaban.
- Llevémosla a la cama. – Dijo Fabio.
Entre los dos, dirigidos por mi, llevamos a mamá en volandas a su habitación. Su cabellera rubia le caía sobre la cara. Cada uno de nosotros nos situamos a un lado de la cama y empezamos a acariciar su cara y pelo.
Mi jefe y amigo me miraba, supongo que pidiéndome permiso para empezar a desnudarla. Mi respuesta fue levantarle la camisa hasta su ombligo. De inmediato, él la incorporó para que pudiera sacarla.
Nos costó cierto trabajo, ya que aunque su cuerpo permanecía inerte, los brazos entorpecían la operación. No sin esfuerzo, conseguimos quitársela, dejándola con el enorme sujetador blanco que cubría sus voluminosos pechos.
Fabio la miró primero y después a mi, con una enorme sonrisa. Yo disfrutaba de verle contento, y también por la motocicleta que iba a recibir por aquello, que además, tanto placer me iba a dar.
Sus manos se fueron a un tobillo. Las mías al otro. Nos miramos y sabiendo lo que queríamos, sin palabras subimos las manos hasta llegar a sus rodillas. Fui yo quien se permitió subirle la falda hasta llegar a su pequeña braga, también blanca.
Le dejamos la minifalda puesta y ahora fui yo quien la incorporé, dejándola sentada en la cama.
- Vamos Fabio. Quítale el sujetador.
Fue el encargado de soltar el broche y cada uno le sacamos el brazo por nuestro lado, dejándola en top less. Para mi fue algo único. Jamás había visto los pechos a mi madre. Había comido de ellos de bebé, pero aquello no tenía nada que ver. Miré a Fabio, y sus ojos se salían de las órbitas, por lo que tomé su mano y los llevé hasta ellos. La mía le acompañó y entre los dos masajeamos los senos de mi madre.
Sentía mi miembro a punto de estallar. Mi madre tenía un cuerpo perfecto y me sentía afortunado de estar allí.
- Fabio. En tu motocicleta va incluido que le quites las bragas a tu directora de producción.
- Le voy a quitar las bragas a tu madre.
- Quítaselas a Patricia. Durante un rato no la veo como madre, o si, no sé
Los dos reíamos con la situación que vivíamos. Aunque él las bajaba, los dos disfrutábamos de la visión de un sexo cubierto por un vello negro y recortado.
- Es estilosa hasta en lo que no se ve.
- Tócala. – Dije mientras yo besaba sus pechos.
Su mano acariciaba su recortado vello púbico y el dedo se centraba en su orificio vaginal y en el clítoris. La falda permanecía amarrada a su cintura, cubriendo apenas medio palmo de su estómago.
- Qué me vas a dejar hacer? – Preguntó Fabio.
- Lo que quieras, no te voy a negar nada. Aunque sea mi madre yo también voy a disfrutar de este momento. Primero viéndola contigo y después directamente.
Comenzó a desnudarse mientras yo decidí retirarle su maltrecha minifalda. No podía dejar de mirar a mi madre, que se encontraba en todo su esplendor, piernas abiertas, manos atrás, lo que permitía contemplar sus enormes pechos y su sexo sin tapujos.
Antes de permitir continuar a mi amigo, decidí recrearme acariciando su cuerpo. Empecé por la cabeza, su pelo, mejillas. Me entretuve con sus pechos. Los besé y mordí, antes de que mis manos se deslizaran por su vientre y llegara a su sexo. Mi dedo se deslizó a su interior como si fuese mantequilla derretida. Jamás había sentido aquella sensación con ninguna chica de las que me había acostado. Me paré y miré a Fabio dándole autorización a disfrutar de ella. Se tumbó a su lado y la besó en los labios. Le abrió ligeramente la boca para introducir su lengua. Siguió acariciándola y besándola.
Yo también decidí quitarme la ropa y me excitaba ver como la lengua de mi jefe iba hasta la garganta de mi madre, por lo que decidí imitarle. Se apartó para que pudiera hacerlo.
Pensaba en que a muchos maridos les excitaba ver a su pareja con otro hombre, pero en mi caso era mi madre y me gustaba verla con otra persona, en este caso era su jefe, más próximo a mi edad que a la suya.
Después de la boca continué hacia sus pechos. Levanté la mirada y observé como la cabeza de Fabio estaba entre las piernas de mamá que se encontraban totalmente abiertas. Agarré fuertemente sus pechos y comencé a morderle los pezones.
Podía sentir su aliento en mi pelo a la vez que jugaba con sus pechos. Me daba envidia de mi jefe, por lo que le pedí intercambiar las posiciones. Lo hizo sin rechistar. Se dirigió a sus senos y yo a su sexo.
Notaba su clítoris mojado, al igual que su vagina, sin duda por el trabajo que había realizado Fabio anteriormente. Mis manos, impacientes, se dirigían a sus piernas y otras veces, separaba sus labios, para dejar indefenso su pipa ante mi lengua.
- Hacemos que nos de placer? – Pregunté a mi jefe sabiendo de antemano su respuesta.
- Cómo quieres que lo hagamos?
- Colócate al lado de su cabeza y haz que te haga una mamada. Mientras yo se la meteré. Me encanta su culito. Tal vez lo pruebe.
- No creo que sea buena idea. Si lo haces, tal vez tenga molestas cuando despierte y sospeche. – Respondió de manera inteligente.
Procedimos a realizar mi primera propuesta. Se colocó como le dije y yo detrás de ella. Nuestros miembros estaban duros. Agarrando su nariz, apretándola para dejarla sin respiración y bajando su mandíbula llevó su miembro dentro de la boca de mamá. Yo arrimé mi estómago a su espalda y mi miembro erecto buscó su vagina.
Todo aquello me parecía un sueño. Estar dentro de mamá y ver como a la vez le hacía una felación a un hombre que la deseaba tanto o más que yo.
No sé quien de los dos se encontraba más excitado. Ver la boca de mi madre llena por el miembro de Fabio me gustaba tanto que tuve que salirme para no tener un orgasmo en ese momento.
- Fabio. Me gusta mucho lo que le haces a mi madre. Voy a dejarte solo con ella. Yo me limitaré a mirar. Te ayudaré a colocarla. Cómo la quieres?
- Me apetece que la pongamos de rodillas y hacerlo al estilo perro. – Dijo después de pensar un poco lo que deseaba.
- Me gustará verlo.
Entre los dos le dimos la vuelta. Después la incorporamos y le flexionamos las rodillas, ligeramente separadas. Su cara hacía de apoyo por la parte delantera. El jefe tomó la iniciativa y también se colocó de rodillas, situando su miembro a la entrada de su sexo.
Tocó su culo y llegó a sus labios vaginales. Los separó y su miembro se introdujo como había hecho yo minutos antes. Comenzó a penetrarla rítmicamente, disfrutando de cada instante, de cada movimiento. Mientras, yo me había sentado en una silla, y me masturbaba despacio para disfrutar sin correrme.
Fabio dio un grito justo cuando sacó su miembro y un enorme chorro de semen saltó hacia arriba cayendo justo en los hombros de mamá.
Fue él mismo, quien con las propias sábanas limpió su espalda y mirándome con agradecimiento me preguntó.
- Te toca a ti. Cómo quieres hacerlo con tu madre? O debo decir Patricia?
- A mi me gusta de la manera más tradicional. Postura del misionero. Ahora mismo no se si veo a Patricia o a mi madre. Sólo sé que tengo un calentón del copón y quiero follarla.
Ahora fue él quien me ayudó a colocarla como deseaba. Tan sólo tuvimos que darle la vuelta. Yo me encargué de separarle las piernas, cosa que hice sin ninguna resistencia. Me situé entre ellas y mi miembro entró sin dificultad, una vez dilatado por la actuación de mi amigo.
Me mantenía erguido para poder contemplar sus pechos y besarlos. Nunca había disfrutado tanto con una mujer como aquella noche. En un momento miré a Fabio y recordé todo lo que había pasado entre ellos y que yo había presenciado. Fue ahí cuando mi excitación se elevó al máximo y supe que en breves momentos tendría el mejor orgasmo de mi vida. Iba a ser con mi madre.
Fabio ya estaba vestido, se acercó y me dio la mano.
- Gracias Javier. Me has hecho hoy un hombre feliz.
- Gracias a ti, Fabio. Sin tu ayuda jamás habría imaginado esto y por supuesto no habría sido posible hacerlo realidad. Tal vez podamos repetirlo en otro momento.
- Vistámosla y dejémosla en la cama. Te invito a una copa. Te la has ganado. Mañana llevaré a la gestoría los papeles de la moto para que la pongan a tu nombre.
- Antes de nada, quiero hacerle unas fotos. Las guardaré en el ordenador, codificadas para poderlas ver sólo yo.
Hice varias fotografías con el móvil antes de ponerle la ropa de nuevo. En varias posiciones, a varias distancias. Vestimos a mamá con los mismos pasos que habíamos utilizado para desnudarla. La dejamos tumbada en la cama, como si se hubiera quedado dormida y hubiera sido yo quien la hubiera llevado a la cama.
Sabía que Fabio deseaba esas fotografías pero era peligroso ya que no sabía el uso que podía darles, así que negué su petición a tener una copia de las mismas.
Al día siguiente me levanté más tarde que mi madre. Cuando me levanté me preparó el desayuno. Se había duchado y llevaba un pantalón corto y una camiseta. Estaba muy guapa, aunque yo la había visto aún más guapa la noche anterior. Estaba de buen humor y me preguntó.
- Anoche me llevaste tú a la cama? No recuerdo nada.
- Si mamá. Te quedaste dormida tomando el gintonic. Yo te llevé a la habitación.
Me dio un beso en la mejilla y siguió haciendo las cosas de la casa.