Comparten mis secretos

Mi hermana le cuenta a sus amigas cosas de mi que ellas quieren probar.

A mi hermana Gabi no se le ocurrió nada mejor que confiar a sus dos amigas más íntimas alguno de mis secretos. Le encantó convertirse en la relatora de mis aventuras y proezas, dándose importancia al tiempo que enorgulleciéndose por tener un hermano tan bien plantado.

Les hizo pensar que las historias que contaba sobre mí, las conocía porque yo se las había contado, porque se había enterado por terceras personas o porque me había espiado cuando traía a casa algún ligue, y la realidad era que la mayoría las habíamos protagonizados juntos.

Este juego con sus amigas le llenaba de complacencia al ver las caras de envidia en sus compañeras, al tiempo que le excitaba mucho rememorar todas y cada una de las situaciones vividas en las que practicamos sexo juntos.

Cuando les dijo que era capaz de estar jugando con las chicas mucho, muchooooo rato antes de correrme, todas ellas se rieron de su exageración y ninguna le creyó. Supongo que también le contaría algo sobre mi afición a comerme los coñitos antes de follar, y sobre mis atributos masculinos algo les diría también.

A medida que fue pasando el tiempo fui tomando conciencia que cada vez que coincidíamos por cualquier motivo los cuatro se creaba una atmosfera muy especial. Las dos amigas me escudriñaban minuciosamente en busca de algun indicio que pudiese confirmar o desmentir las historias que Gabi les había contado con tanto detalle y que tan cachondas les ponía.

En época de exámenes, mi hermana y sus amigas no tienen tiempo para nada. Como mi hermana vive con nuestros padres no se tiene que preocupar de nada, pero sus amigas necesitan dedicar parte de su tiempo a compras y preparar la comida.

Para ayudarles me han encargado que vaya a recoger unas compras del supermercado y a llegarlas a su casa, mientras están estudiando en la biblioteca justo antes de un examen trascendental según me han dicho.

Abro la puerta del piso, y dejo en el suelo de la cocina las cuatro o cinco bolsas que llevo. En esto que se abre la puerta de la cocina y aparece una de sus amigas, con una camiseta ajustada y unas escasas braguitas. Por la pinta que tiene se acaba de levantar, son más de las once de la mañana, y no parece que le importe demasiado que la vea así desarreglada.

Mis ojos se van directamente hacia su pecho, y su pubis. Está muy despeinada. Con voz soñolienta me pregunta la hora, y cuando le digo que son las once, bosteza, se despereza y se quita la camiseta quedándose con las domingas al aire.

-        Me voy a dar una ducha a ver si me despejo. Me he pasado la noche estudiando y esta tarde tengo examen - dice mientras abre la nevera, coge una botella de leche y le da un largo trago, que le deja un bigote blanco alrededor de la boca.

-        ¿es que nunca has visto beber a morro? - dice ella adoptando una pose en las que las tetas se exponen deliciosamente su perfil.

Empina el codo otra vez, se le escapa un poco de leche de la boca y termina por chorrear sobre la teta.

-        Uy! Que desastre soy - dice exhibiendo el pecho manchado.

-        ¿quieres un poco?, esta fresquita y buena. La leche me gusta mucho… y la condensada me la bebo directamente del bote -

La exhibición que está haciendo Conchi me ha puesto a cien. Sus comentarios son la guinda del pastel y me da ganas de decirle si le apetece dar una chupada al cacharro que tengo entre las piernas, pleno de “lechecita caliente”.

Por las indicaciones recibidas de mi hermana, la muy zorra sabe soy muy prudente y comedido, por lo que no debe temer en exceso mi posible reacción de macho calentorro. Tampoco es conveniente actuar en el entorno de mi hermana, si algo saliera mal, ella me lo echaría en cara siempre.

Los dos sabemos que a mi hermana no le gustaría enterarse que he propasado con su amiga y lo pasaría fatal. Con esta cobertura Concho revolotea a mi alrededor mostrándome su cuerpo semidesnudo, incitándome convencida que saldrá impune de su provocación.

De vez en cuando me dedica una miradita al paquete, calibrando si lo que mi hermana le contó sobre las dimensiones es cierto o no. Al principio me siento avergonzado por no saber dominar mi instinto, pero cuando veo que ella lo estimula tan descaradamente, termino por dejarme llevar, y le muestro con orgullo el bulto que provoca mi pene erecto.

-        Te noto un poco tenso, acaso estas incomodo conmigo - Me dice al tiempo que se inclina hacia delante para ponerme su culete delante de mis narices.

No puedo resistirme más. Alargo la mano y le doy un restregón por las nalgas.

-        Niño malo, eso no se hace. Se lo voy a decir a tu hermana… que te aprovechas de mi - dice Conchi dándose la vuelta dejando la boca muy cerca de mi entrepierna.

-        He pensado que estas muy cómoda así, y yo tengo mucho calor - le digo al tiempo que me quito la camiseta y empiezo a desabrocharme el cinturón.

Conchi permanece a la espera mirándome un tanto incrédula. Me desabrocho los botones del vaquero y dejo que caiga hasta mis tobillos. Le enseño el slip inflado, ella lo mira con curiosidad y deseo. Todavía no se cree que vaya a ir más lejos, y me dedica una sonrisita de niña traviesa.

-        Así estoy mucho mejor… ¿no crees? –

A Conchi le gusta mucho verme en ropa interior. Paso la mano por encima del paquete remarcando toda su extensión.

-        En más de una ocasión nos ha contado cosas de ti, ella luego se arrepiente, pero cuando las cuenta se le ilumina la cara, nos ha dicho que estas muy bien… “armado” -

-        Compruébalo tu misma, si quieres - estiro un poco del elástico de la cinturilla y lo suelto dejándolo después golpear la piel.

Acto seguido, Conchi se acerca manteniéndose agachada. Me pone la mano sobre el paquete y la desplaza de un lado a otro, desde la punta hasta los huevos y viceversa. Luego con cuidado, mete los dedos por debajo de la tela buscando mis ingles y me baja el slip hasta las rodillas.

Queda mi polla empinada y dura señalando al techo. Me siento muy orgulloso de ella. Es de tamaño respetable y siempre me ha dejado en buen lugar.

Concho se ha quedado un poco cortada al ver mi polla tan cerca y tan tiesa, me cojo el pellejo y termino por descubrir el capullo gordote. Sigo bajando la mano y le muestro toda la polla desnuda, roja y ardiente. Ella esta como hipnotizada, sigue los movimientos de mis dedos y lo que aflora debajo del pellejo.

-        ¿Es como Gabi te contó? - le digo mientras me doy unos cuantos meneitos.

-        Es… es estupenda - pone su manita en medio del pene, por debajo del capullo, dispuesta a meneármela con ganas.

-        Uy!, ten cuidado está muy tensa y sensible… si no las mojas un poco, me harás daño - le advierto después que ella me haya dado unas cuantas sacudidas un tanto torpes

Conchi coge la botella de leche que hay sobre el mármol, toma una bocanada y luego va dejando salir un hilito de leche entre sus labios dejándolo caer a lo largo de mi pene. Simultáneamente, me va frotando con una mano poniéndolo bien mojadito.

Luego acerca su boca y engulle mi picha. Siento como un líquido fresco me rodea el capullo y como se resbala parcialmente a lo largo del tronco hasta llegar a los huevos, desde donde empieza a gotear.

El ruido de la puerta de entrada del piso nos interrumpe súbitamente. Conchi sale corriendo hacia su habitación sin darme ninguna indicación. Debe pensar que es mi hermana la que regresa a casa y no quiere tener que dar explicaciones sobre que hace semidesnuda conmigo en la cocina, y más cuando yo estoy con los pantalones en los tobillos y con un empalme de los que hace historia.

Apresuradamente me subo el pantalón y el slip a un tiempo, me abotono lo más rápido que puedo y justo a tiempo se abre la puerta de la cocina. Aparece Silvia, la otra compañera de piso. Me mira con cara de asombro y se queda parada delante de mí. Silvia es la más menuda de las tres, pero también la más vivaracha y habladora.

-        ¿Qué haces ahí plantado?... medio desnudo y con cara de alucinado -

-        Estaba poniendo cosas en la nevera y se me ha vertido la leche por encima, me he puesto perdido y lo estaba limpiando - improviso.

-        Ya veo, hay leche hasta por el suelo. ¿utilizas la camiseta de Conchi para limpiar o qué? - señala la prenda que hay en el suelo.

-        Vaya como te has puesto el pantalón - mirando a mi entrepierna.

No puedo esconder el enorme bulto, pues no he tenido tiempo de pasar la calentura que me ha provocado las chupadas de su amiga. Silvia me mira con insistencia y pensando que estamos solos se atreve a bromear con lo que sabe de mis intimidades por boca de mi hermana.

-        Mejor será que te quites el pantalón y los seques con la plancha... aunque no sé si el calzoncillo podrá contener lo que tienes ahí... chico que bien dotado estas... va a ser verdad lo que dice Gabi sobre ti -

-        ¿Se puede saber lo que te ha dicho? Me molesta mucho que mi hermana vaya contando cosas sobre mi - le pregunto mientras la miro a la cara y con la mano me toco el paquete.

Visto lo que ha pasado anteriormente con su compañera de piso Conchi, me siento muy animado. Parece que lo que mi hermana va contando sobre mi despierta la curiosidad de sus amigas y yo tengo una calentura difícil de contener. Con su inesperada aparición me he quedado con la miel en los labios y siento la necesidad de explotar de una manera u otra.

-        Lo que cuenta de ti está a la vista... aunque me parece que ha omitido algunos detalles muy interesantes –

-        Para que no te quepa duda, voy a hacer algo que no he hecho nunca – me desabrocho de nuevo el pantalón y lo dejo caer a lo largo de las piernas.

Luego me toco por encima del slip y le dejo que adivine el generoso aparato que hay debajo de la tela. Silvia sigue mi mano con atención, y justo antes de que me la saque fuera, me da la espalda y desaparece por el pasillo.

Me quedo plantado y solo, tras unos segundos de vacilación voy en su busca. La encuentro en la cama cubierta por la sabana. Me vuelvo a bajar el pantalón y el slip. Esta vez sí que me cojo la polla que está bastante morcillona, se muevo el pellejo descubriendo el capullo y luego me doy unos rápidos meneos hasta que se pone bien tiesa.

Silvia me observa escondida tras la sabana. Una poco disimulada sonrisa lujuriosa le cruza la cara. Cojo de un extremo de la sabana y tiro de ella lentamente para descubrir su cuerpo desnudo. Inicialmente se enrosca para tapar al máximo sus partes más pudendas, pero luego se anima y me muestra orgullosa su pubis cubierto por un bonito felpudo tupido y oscuro.

Me termino de desnudar y me echo encima de ella. Sin más preámbulos, dirijo mi ariete contra la puerta del castillo y aprieto con cuidado. Silvia suspira, luego toma aire y separa las piernas para facilitarme el trabajo. Ella es pequeña y yo bastante corpulento, eso no importa demasiado pues no me apoyo sobre ella.

No es problema, me apoyo sobre una mano, tengo fuerza suficiente como para mantenerme en el aire. Es problema es que tiene un chochito pequeño y apretado y yo tengo una polla respetable por lo que debemos acomodarnos bien para que me reciba dentro placenteramente.

Después de varios intentos me abro paso entre sus labios y le meto el capullo, Silvia respira hondo y suelta un quejido de dolor.

-        ¿te he hecho daño? ¿estás bien?

-        Si, me duele un poco... no importa... sigue... hazlo con cuidado...pero sigue... quiero sentirla toda dentro... aunque me tengas que partir en dos - me dice entrecortadamente.

Siguiendo su petición se la voy clavando poco a poco, retirándome unos milímetros para luego avanzar los mismos más unos pocos más.

Silvia mueve las piernas y las caderas para acomodarse cada vez mejor a mi presencia. Noto como la punta de mi pene topa con el fondo de su vagina y todavía me quedan dos dedos de polla por meter.

Se vuelve a quejar dolorida, me coge por los cachetes con ambas manos y me aprieta el culo.

-        Para... para un momento - me pide una tregua.

Después de unos instantes me suelta, separa aún más los muslos y me invita a continuar. Muevo el cuerpo a izquierda y a derecha, en dirección hacia sus pies y luego hacia la cabeza, sin profundizar más, pero sin retroceder ni un poquito.

El frote con las paredes de su vagina es muy intenso y le está dando mucho gusto a juzgar por los continuos gemidos y por los apretones que me da en el trasero. Continuo con estos movimientos hasta que Silvia empieza a aullar de placer y me comunica que se ha corrido como una perra.

Noto como una mano extraña recorre mi espalda sudorosa hasta llegar a mis nalgas. Al volver la cara me encuentro con Conchi, que parece ser que nos ha estado observando con mucha atención todo lo que pasaba en la habitación de su amiga Silvia.

Descabalgo de la dolorida y satisfecha Silvia que se echa a un lado de la cama. Quedo dispuesto para continuar con Conchi, ya que ella está loca por recoger el testigo y continuar justo donde lo ha dejado su amiga, yo ya estoy a punto de correrme, aunque haciendo alarde de mis destrezas se me contener para darle su parte.

Conchi me coge la polla, totalmente humedecida por los flujos de su compañera y me la menea unos instantes. La tengo impresionante, por grande, por dura y por los muchos deseos de colarse dentro de un coñito húmedo y ardiente.

A Conchi no se le ocurre nada mejor que ponerse a cuatro patas sobre la cama ofreciéndome el trasero. Me pongo de pie de un salto y le coloco la polla entre las piernas. Después de frotar el interior de sus muslos y con la punta juguetear con sus labios, la dirijo bien hacia su vulva y aprieto hasta colocarla dentro.

Se la meto lentamente para que se pueda acomodar bien. Después de varios empujones y de varios suspiros, la tiene dentro hasta las bolas. Poco después empiezo a bombear con ritmo progresivamente creciente. Le doy cada vez más fuerte y con gran amplitud en los movimientos.

Parece que se va a salir, pero siempre encuentro el camino de regreso y se la clavo hasta lo más hondo. En medio de este vaivén alocado, Conchi se pone a resoplar  y a gemir... me pide que siga... que no pare nunca... hasta que noto como su vagina se contrae convulsivamente.

Justo en este momento, siento como mis testículos se endurecen y se aprietan entre sí para coger fuerza para impulsar unos borbotones de leche hirviente que salen disparados hacia arriba. Me corro en abundancia y quedo exhausto después de un bombeo tan intenso.

En medio de un agradable sopor, oigo una voz que se acerca por el pasillo lo que me hace regresar del paraíso donde me hallaba. La voz vuelve a sonar en mi cerebro, esta vez está mucho más cerca, se enciende una luz de alarma, no es una ilusión, ni la voz de mi conciencia, es la voz real de mi hermana Gabi se acerca por el pasillo.

A Conchi y a Silvia le falta tiempo para buscar escondite debajo de la cama. Yo no me puedo escabullir. A lo único que me da tiempo a hacer es ponerme el slip, taparme con la sábana y fingir que estoy durmiendo.

Gabi entra en la habitación y se le escapa un grito de sorpresa al verme en la cama. Hago ver que me ha despertado con sus voces y le miento al decirle que después de dejar las cosas de la compra me he sentido muy indispuesto y me he venido a echar en su cama para descansar.

Después de unos instantes de duda, ella termina por creer mi historia. Me pide que me levante cuanto antes y haga la cama, ya que esta es la de Silvia y que será mejor que la deje como estaba antes de que vuelva pues es bastante meticulosa con estas cosas.

Empiezo a hacerlo, pero antes de terminar Gabi se pone muy cariñosa conmigo y noto que después de la tensión del examen que acaba de hacer tiene ganas de relajarse y que mejor forma charlando con su hermano.

Por supuesto, ella no sospecha que debajo de la cama están sus dos amigas de piso y que yo acabo de correrme follándome a Silvia con todas mis ganas.

-        ¿Qué te parecen mis amigas? ¿las encuentras atractivas?... les he hablado de ti y las dos me han comentado que tienes un buen polvo … jejeje ¡Que cachondas se ponían cuando les contaba tus aventurillas –

-        No se…yo no he notado nada especial –

Gabi me hace señas haciéndome ver que ella sabe que sus amigas están escondidas bajo la cama, y tiene ganas de seguir con la conversación entre hermanos que no tienen secretos el uno para el otro.

-        La verdad es que tienen un buen polvo las dos… -

-        Bueno, bueno … no te vengas tan arriba… -

La conversación continua de este modo un buen rato, los dos disfrutamos mucho de la complicidad del momento, hablando de sus amigas sabiendo que nos están escuchando y posiblemente calentándose un poquito más.

Deverano.