Compañeros de piso... y algo más
Mi ahijada trans se viene del campo a la capital y descubre algo más que el ritmo de vida de la ciudad...
Hace algo más de un año que mi ahijada se ha venido a vivir conmigo a la ciudad, ya que en el pueblo empezaba a ser el tema de conversación y no todo el mundo sabe mantener la boca cerrada...
Eva nació como Roberto hace ahora 18 años; fue el producto de una noche loca entre mis mejores amigos de la infancia, dos adolescentes borrachos que contra todo pronóstico formaron una familia y salieron adelante. Sin embargo, pronto empezó a dar muestras de haber nacido en el cuerpo equivocado y sus padres no dudaron en cambiar su mentalidad y adaptarse a la realidad de que su hijo era en realidad su hija, sabiendo que empezarían un largo y duro camino, en una sociedad (y especialmente en un pueblo) en la que ser trans no era algo muy bien visto.
Mucha gente les dio la espalda ante esa nueva realidad, pero no tiraron la toalla y buscaron todas las fórmulas posibles para que a su hija (que decidió llamarse Eva) nunca le faltase de nada.
Cuando las terapias que podían proporcionarle en su entorno se quedaron cortas y Eva quiso empezar de cero para labrarse su propio futuro, lejos de las miradas críticas, sus padres se pusieron en contacto conmigo para pedirme que la acogiera en mi casa, algo a lo que yo no me negué; por trabajo suelo estar fuera bastante tiempo, pero ella es como mi hija y siempre fui algo así como su tío enrollado porque la entendía y nos contábamos toda clase de secretos, así que podría cuidar de la casa y de las plantas mientras estuviera fuera.
Iniciaron la mudanza con el inicio del verano, cuando Eva acabó sus clases y pasó la selectividad; yo me pedí mi mes de vacaciones para poder ayudarla a instalarse y estar con ella para que diera sus primeros pasos en la ciudad, ya que por mis tendencias liberales cuento entre mis amistades con gente con toda clase de sensibilidades e identidades, algo que a ella le iba a venir muy bien porque así podría solucionar todas las dudas que ni sus padres ni yo podíamos responder.
Aquellos primeros días fueron de locos, con muchas maletas, cajas, la casa patas arriba y mucho salir por la ciudad para que memorizara los caminos y volviera a tener contacto con aquellas calles que no pisaba desde hacía más de 10 años; al llevarnos apenas 16 años, casi parecía que salía por ahí con mi hermana pequeña.
Hecha esta pequeña introducción, debo decir que hacía mucho que no veía a Eva y tanto las terapias hormonales como las cirugías la habían cambiado por completo... la genética fue generosa con ella y le dio rasgos bastante femeninos, rasgos que tanto el bisturí como las hormonas terminaron de perfilar para hacer de aquel chico una preciosa mujer de 18 añitos.
Eva era morena, con unos preciosos ojos marrones y una melena oscura que le llegaba por los hombros; a pesar de haber podido elegir tamaño porque quise hacerle ese regalo cuando los médicos nos dijeron que estaba preparada para esa operación, decidió que sus pechos fueran naturales y apenas se los retocó, dejándose una talla mediana tirando a pequeña. Ni llevaba globos, ni tampoco era una tabla de planchar, una medida perfecta para su estatura media. No obstante, su cuerpo experimentó grandes cambios, con mucho trabajo de gimnasio y algún que otro retoque de bisturí, para marcar un poco las caderas y realzar su culo, que era donde la genética había sido menos generosa.
En definitiva, tenía un bombón de casi-sobrina que iba a pasar conmigo al menos un año, en función de cómo le fuera esta nueva vida que se le presentaba.
Como decía, el primer fin de semana de mudanza fue de lo más intenso porque se había traído la mitad de su habitación en maletas y aún quedaba la otra mitad, que la traería en futuros viajes; quiso invitarme a cenar para agradecerme el apoyo incondicional y darle la posibilidad de empezar de cero donde nadie la conociera, invitación a la que accedí a regañadientes, ya que era lo menos que podía hacer por alguien que había sido objeto de miradas y burlas durante toda su vida.
Esa primera noche pedimos unas pizzas y nos la pasamos entera hablando de sus planes de futuro. Nunca ha tenido mala relación con sus padres, pero siempre hay cosas que callamos ante ellos y solo contamos a la gente más cercana... y yo estaba en esa posición, así que quise interesarme en sus planes en el terreno de las relaciones personales.
Eva se sonrojó y me dijo que ahí no tenía ni idea de cómo actuar porque los chicos con los que había llegado a algo más que unas miradas se echaban atrás cuando ella les contaba su secreto. Sin usar las palabras, me estaba diciendo que aún era virgen porque ningún chico había querido llegar a nada con ella, ni tan siquiera a una cita.
Le pregunté si al menos había llegado a los besos o a una eventual sesión de sexo oral en un baño de discoteca, pero le entró la risa nerviosa y no quiso responderme, así que tuve que recordarle qué era lo que yo hacía con toda clase de amantes... y capté su atención, nunca habíamos hablado de ello porque no quería ser yo quien le diera LA charla.
Lejos de ponerme técnico con ella, quise interesarme en su orientación sexual y me dijo que se consideraba heterosexual, le gustaban los chicos, aunque en alguna ocasión había besado a alguna de sus amigas por el morbo que suponía para ellas hacerlo y la excusa de “experimentar”. Sabiendo que ella quería hombres, lo siguiente fue preguntar de nuevo si había tenido ocasión de dar o recibir al menos placer oral, ya que la penetración estaba claro que quedaba descartada. Con la cara completamente sonrojada me dijo literalmente que la única polla que había tocado en su vida era la suya y que había tocado alguna vagina de amigas por puro interés personal, para ver cómo sería completar algún día su transición. Como yo no me considero ni mucho menos un experto en temas de sexo oral a miembros fálicos y Eva ya lo estaba pasando bastante mal por la deriva a la que había llegado la conversación, me limité a bromear con el tema y recordarle que mi regalo de pechos nuevos seguía en pie para cuando se animara a retocárselos, pero me salió el tiro por la culata porque no dudó en quitarse la camiseta y sujetador para enseñarme cómo se había desarrollado su cuerpo, pidiéndome que tocara sus pechos para comprobar por mi mismo que estaban bien como estaban... esta vez fui yo quien se sonrojó, pero no quise dar muestra de ello y los palpé... eran pequeños, pero perfectos.
Aquella noche me costó conciliar el sueño porque aquella niña que siempre había tenido como mi hija se había convertido en toda una mujer y la iba a tener de compañera de piso durante una temporada... no podía sacar de mi cabeza la imagen de sus pechos desnudos, así que me puse algo de porno para distraerme, me masturbé y me quedé dormido.
Toda su primera semana la pasamos organizando la casa, haciendo papeleos de empadronamientos, realizando los trayectos a lo que sería su universidad... lo básico para que pudiera desenvolverse por sí misma cuando mi trabajo me obligase de nuevo a salir de la ciudad.
Llegó el viernes y con él otro fin de semana que prometía fiesta. Hice algunas llamadas para que Eva conociera a mis “amistades alternativas”, como ella solía llamarlas; nunca había tenido la oportunidad de venir conmigo de fiesta por la ciudad, así que era como un bautizo de fuego para ella... la primera vez que salía de fiesta con gente como ella, siendo una más, sin sentirse objeto de burla... hubo un momento en el que hasta lloró de la emoción, hacía muchísimo tiempo que no tenía que abandonar un pub por culpa de miradas o comentarios.
Mis amigas estaban al tanto de todo y se sentaron con ella para resolver todas las dudas que pudiera tener; en un momento dado, cuando los locales decidieron echar el cierre y nos encontrábamos en el mejor momento de la conversación, las invité a todas a casa para poder terminar allí la charla, ya que tenía bebida, comida y si la noche se alargaba demasiado, también cama.
Eva se sintió libre de preguntar todas sus dudas y mis amigas respondieron con mucho gusto a todas esas inquietudes, desde las más simples (¿cómo puedo disimular el bulto?) hasta las más íntimas... estas últimas con toda clase de detalles, ya que tuvieron la osadía de regalarle un consolador para que fuera practicando la dilatación anal y el sexo oral, preparándose para el año que tenía por delante... no tardaron en jurar, delante de mi, que ellas cuidarían de la pequeña cuando yo no estuviera y que la convertirían en otra perra más. Eva se rió hasta tener agujetas y se desahogó por completo.
Con la tontería, las perras se quedaron en mi casa y nos acostamos con la salida del sol...
No empezamos el sábado hasta bien entrada la tarde, momento en que me levanté, mientras ellas dormían desnudas a mi lado (la confianza es lo que tiene).
Me olvidé por completo de que Eva estaba en casa y salí desnudo de la habitación, con la polla como un asta de bandera y una buena resaca. Me dispuse a hacer café cuando escuché la puerta de su habitación y fue cuando me acordé de mi compañera de piso, pero era tarde porque las habitaciones dan a la cocina y están una pegada a la otra, así que no me daba tiempo a ir a por algo de ropa... mi sobrina me pilló completamente desnudo, de espaldas a ella y si no llega a ser por el sonido que salió de su boca al encontrarse con aquella escena, habría visto algo más que mi culo... un momento épico que posteriormente juraríamos que no saldría de ahí. Se dio la vuelta, me dijo que por favor me pusiera algo y como buenamente pude, me fui a la habitación a por ropa con la que cubrir al menos mis vergüenzas, no sin antes disfrutar de la vista que su precioso cuerpo me ofrecía aun estando ella de espaldas a mi, tapado únicamente con un tanga y una camiseta de manga corta.
Pasaron los días y con ellos, muchos grandes momentos en los que Eva no paró de agradecerme, una y otra vez, todo lo que estaba haciendo por ella. Solía decirme que esperaba encontrar a alguien como yo, que aceptara sin condiciones su situación y que la quisiera tal y como es, sin pensar en cómo nació ni en lo que escondía bajo la falda.
En una ocasión le dije que si fuera posible, prestaría encantado mis ojos a cualquier hombre, para que la viera como yo la veía; eso le provocó una lágrima y se lanzó a mis brazos, nunca se había sentido tan aceptada fuera de su casa. Yo le dije que no se preocupara porque siempre estaría ahí para cuidar de ella y me respondió con una mirada tierna y un beso en la mejilla, casi rozando mis labios... como si la vergüenza nos poseyera, nos separamos y seguimos cada uno a lo nuestro, pero aquel momento fue el inicio de una serie de gestos que yo estaba seguro de malinterpretar...
A partir de aquello, Eva empezó a soltarse la melena y a pasearse en tanga y camiseta por la casa; no era algo que me extrañara porque cada cual va por su casa como le da la gana, pero en mi cabeza recordaba aquella noche de chicas en la que le estuvieron resolviendo las dudas y la animaron a dejar las vergüenzas a un lado porque su cuerpo merecía ser mostrado... una parte de mi no podía evitar pensar que no era necesario ir provocativa en casa ni dejar la puerta entreabierta cuando se duchara, especialmente cuando la bañera tenía una mampara completamente transparente que no dejaba nada a la imaginación.
Cada noche me iba a la cama con la cabeza hecha un lío, llena de imágenes y gestos que podían ser simplemente confianza... o intentos (exitosos, por cierto) de ponerme cachondo.
Concretamente una noche en la que no podía dormir, decidí darme una ducha y al salir de la habitación vi luz en la de Eva y su puerta entreabierta; sin poder evitarlo, me asomé silencioso para encontrarla jugando con aquel consolador, frente al espejo de su cuarto, completamente desnuda.
Para mi sorpresa, la genética no solo había sido generosa con las facciones femeninas, sino también con su miembro viril, que lucía espléndido y haciendo gala de una tremenda erección que ella gozaba con una de sus manos, mientras la otra metía y sacaba con furia aquel trozo de silicona de su precioso culo.
Ante aquella imagen, mi cuerpo reaccionó con una dura erección que presionaba contra mi calzoncillo, hasta el punto de resultarme molesta. Lejos de seguir a mis cosas, me liberé de aquella presión al hacer a un lado la tela de mi ropa interior y empecé a masturbarme, hasta que mi cuerpo no aguantó más la fricción y tuve una eyaculación de caballo. Intentando no hacer ruido, me metí en el baño para darme una ducha bien fría y sentir los remordimientos por tener aquellos deseos hacia quien consideraba mi sobrina... no me bastaba con haberme acostado con mi prima (historia en otro relato), que ahora quería hacerlo con Eva, aunque no fuera realmente de mi familia.
Así nos pasamos varios días, yo sin poder conciliar el sueño, oyendo ruido en su habitación, levantándome sigiloso para verla gozando de su cuerpo y masturbándome hasta correrme como un perro en celo. Acto seguido, remordimientos y volver a mi cama...
… hasta que llegó un día en el que, saliendo yo de la ducha, llegaba ella con la toalla sujeta a la altura del pecho.
Se detuvo en la puerta y esperó a que sujetara la mía en torno a mi cintura para delatar su presencia con un ligero “¡uy!” que sonó bastante falso; aquella toalla marcaba sus curvas y ella sabía lo que me provocaba porque se fue acercando a mi con la excusa de coger unas cremas y rozó su culo contra mi pene, que despertaba tras la ducha de agua fría para erguirse poderoso.
Todo lo que acerté a decirle fue que ya le dejaba la ducha para libre, pero su respuesta fue una clara invitación a entrar con ella, acompañada de una prueba irrefutable sobre su conocimiento de mis vicios nocturnos, ya que me dijo que no había que ocultar nada porque su espejo estaba orientado hacia la puerta, que se quedaba entreabierta con la clara intención de que yo disfrutara del espectáculo, mientras ella veía mi cara en su reflejo y se sentía deseada.
¿Qué hacer ante semejante encerrona? Aquella niña sabía que cada noche me masturbaba mientras la espiaba, me mostraba de manera consciente su cuerpo desnudo y sabía que la deseaba... había jugado conmigo y me había hecho morder el anzuelo, había conseguido seducirme.
Mientras desarmaba todos mis argumentos contra lo que ambos sabíamos que iba a pasar, dejó caer su toalla y tiró de la mía para señalar la clara evidencia de que solo mirarla me ponía como perro en celo.
A duras penas conseguí decirle que encontraría al hombre adecuado, pero su respuesta fue que lo tenía enfrente, reconociendo que había rechazado a varios hombres porque reservaba su cuerpo para aquel que siempre la había visto como la mujer que era... tuve que rendirme a la evidencia.
La tomé entre mis brazos y la besé con pasión. Sus pequeños pechos se aplastaron contra mi cuerpo y nuestros penes se acariciaron mutuamente por primera vez. Su mano quiso bajar por mi cuerpo para encontrar aquel trozo de carne que tanto deseaba poseer, pero rápidamente la puse contra la pared para recorrer su espalda con mi lengua y hundir mi cara entre sus nalgas.
Con un gesto rápido y firme me la eché al hombro y la llevé a mi cama para darle el momento más romántico que me fuera posible, ya que era su primera vez y la mía había sido precisamente la noche en que ella fue engendrada...
No quería que le supusiera un momento para olvidar, así que me tumbé a su lado y la miré fijamente a los ojos; ella no entendió que de repente me frenara y quiso tomar la iniciativa, pero tomé sus manos entre las mías y con toda la delicadeza del mundo la besé en la frente y luego en los labios, que ella separó para que nuestras lenguas se encontraran.
Con gesto tierno pero firme, me puse sobre su cuerpo para dominar la situación y ella se dejó hacer; tras entretenerme en su cuello hasta provocarle escalofríos, bajé lentamente hasta sus sensibles pechos, momento en el que sentí sus uñas clavándose en mi espalda. Antes de seguir con mi exploración, me detuve a mirarla de nuevo para comprobar que sabía lo que estaba haciendo y sobretodo, que quería hacerlo. Besé sus labios una vez más y ella abrió sus piernas para mi, en señal de sumisión.
En ese momento supe que iba a desvirgar aquel precioso culo y puse en práctica todas las técnicas aprendidas durante mis encuentros sexuales. Después de ensalivar dos de mis dedos en su boca, comprobé con asombro que su ano ya estaba bastante dilatado; le regalé una buena ración de sexo oral que me supo a poco porque la pobre apenas aguantó un par de minutos, antes de correrse y retorcerse como una posesa.
Totalmente avergonzada por no aguantar más y no ser capaz de avisarme a tiempo para que me apartase (se corrió en mi boca y en mi pecho), limpió con su lengua todos los restos de semen de mi cuerpo y le pedí que se tumbara a mi lado unos minutos, ya que teníamos todo el día por delante.
Ella no paraba de temblar y le susurré al oído que no iba a pasar nada que no quisiera que pasara, a lo que me respondió que nunca había estado con un hombre y tenía miedo de no estar a la altura de mis otras amantes... dulce inocencia...
La abracé con fuerza y empecé a jugar con sus pezones hasta que su magnífico y delicioso pene volvió a la vida.
Fue entonces cuando, con una maniobra rápida, Eva se colocó sobre mi cuerpo en posición de 69 y su dulce boca comenzó a succionar mi glande, al tiempo que me ofrecía su ano para lo que yo quisiera hacer con él.
Pese a ser su primera vez, se veía que se había informado porque sabía bien cómo y dónde tocar; su boca recorría sin descanso mis 17cm, succionando, mordisqueando traviesa aquel manjar que le ofrecía con mucho gusto.
Pasados unos minutos, me separé de ella y, ordenándole que se quedara en la cama, fui a mi armario para sacar el lubricante... se acercaba el momento que tanto habíamos esperado.
Eva apenas podía disimular el tembleque de su cuerpo mientras me preparaba para desvirgarla; quise aclararle que no pasaba nada por no llegar hasta el final porque el sexo era mucho más que penetración salvaje, pero quería ser montada en ese mismo momento, llevaba mucho tiempo soñando con ello y no iba a rendirse ahora.
Se puso en cuatro patas para ofrecerme aquel ano dilatado, pero quise penetrarla mientras la miraba, para acariciarla, besarla y tranquilizarla. Con mucha paciencia fui entrando en su cuerpo, hasta que lo hice por completo y comencé con la penetración suave, manteniendo un ritmo que no le hiciera daño; al principio tenía expresión de miedo y dolor en su cara, pero pronto se abandonó al placer y pudimos disfrutar de una penetración satisfactoria, sintiendo cómo cada centímetro de mi pene entraba y salía de su cuerpo, sintiendo el calor de sus entrañas en contacto con mi cuerpo.
Disfrutamos de varias posturas, hasta que mi cuerpo llegó al clímax y eyaculé sobre su pecho; acto seguido caímos rendidos y sudorosos, abrazados, Eva conteniendo las lágrimas para (según sus palabras) no parecer una cría al estar junto a un hombre de verdad...
Ha sido un año realmente excitante a su lado, acompañándola en su terapia hormonal y satisfaciéndola en todos los aspectos; por miedo a la reacción de sus padres no hemos querido comentarle a nadie lo de nuestros encuentros, pero desde luego tengo que reconocer que hacía mucho tiempo que nadie me hacía sentir tan lleno de vida.
Lo que ocurrió después de aquel bonito encuentro forma parte de otra historia, que puede que cuente en otro momento...