Compañeros de piso

Este relato trata sobre una chica que no logra encontrar piso debido a su presupuesto ajustado, pero un día le hacen una oferta que no podrá rechazar: una habitación en un piso con tres chicos, pero deberá ser la esclava sexual de los tres, y adaptarse a los gustos de cada uno de ellos.

Me levanté temprano para acabar de recoger mis cosas, debía dejar mi piso esa misma noche y aún estaba nerviosa por la conversación con mis nuevos caseros. Hace un par de días, cuando me dijeron que debía irme del piso en el que estaba, me dispuse a buscar otro lugar dónde vivir.

Mi sueldo no daba para mucho, tengo 21 años, muy poca experiencia y solo un trabajo como camarera. El sueldo no es mucho así que me dispuse a buscar un piso que pudiera permitirme. Solo encontré uno, parecía perfecto, estaba cerca de mi trabajo y de mi facultad, era un piso amplio y cómodo, pero al llegar para la entrevista me abrió un chico de unos 25 años.

-          Hola, tu debes de ser Ángela, pasa y ponte cómoda en el salón. - dijo el chico mientas me miraba de arriba abajo.

Asentí y le Seguí. El salón era muy bonito y grande, la casa entera parecía preciosa, no entendía como tenía un precio tan bajo. Me senté y el chico de antes me ofreció un refresco y acepté por educación. A los pocos segundos dos chicos más aparecieron en el salón, seguramente saldrían de sus habitaciones al escuchar el timbre y la puerta principal.

-          Yo soy Max, ellos son Will y Cayl. – Dijo señalándolos.

-          Encantada de conoceros. -contesté un poco nerviosa. -Me encanta este barrio y el piso parece muy bonito la verdad.

-          Si. -dijo el tal Will. -yo tengo la facultad aquí cerca y la verdad es que la zona es genial.

-          Bueno, dejemos la charla y vayamos directamente al grano. – Dijo Max. – Angela, seguro que te preguntas porque el piso es tan barato estando en el barrio que esta y siendo como es.

-          Si, la verdad es que si.

-          Muy sencillo, Will, Cayl y yo no queremos una simple compañera de piso, no necesitamos que alguien nos pague el alquiler, el dinero no nos hace falta ni es problema.

-          Entonces…. ¿Qué hago aquí? – Pregunté confusa.

-          Muy buena pregunta. – dijo Max riéndose. – te queremos a ti.

Entonces Max me explicó las condiciones para mudarme con ellos. Las condiciones eran muy simples, debería estar disponible para follar con los tres en el momento que sea. Siempre que este en el piso debería estar disponible para cualquiera de ellos. La idea al principio me asustó, no me sentía nada cómoda con ninguno de ellos. Pero, a medida que pasaban los días la idea no me parecía tanta locura, mi dinero apenas me daba para pagarme los estudios y debía irme de mi piso en cuestión de días. Al final acabé llamando a Max y aceptando.

El día de la mudanza metí todas mis cosas en mi coche y fui hasta el piso, al llegar Max y Will estaban esperándome y me ayudaron a meter mis cosas en la casa. Mi habitación era bastante grande, con una cama de matrimonio, un escritorio en forma de L, un gran armario y una estantería. Me senté en la cama y escuché como la puerta de mi dormitorio se cerraba, pero no estaba sola en la habitación.

-          Debes saber que yo soy muy dominante. – Dijo una voz, la cual Angela ya asociaba con Max. – Quiero que hagas todo lo que yo te diga.

Me quedé callada y aparté mi pelo de mi cuello. Max se acercó y comenzó a besarme el cuello mientras me agarraba fuerte de la cintura. Su mano comenzó a subir hasta llegar a mis pechos y yo suspiré y eché mi cabeza a un lado para que Max me besase más el cuello. Sus manos me liberaron de la camiseta de tirantes que llevaba y comenzaron a tocar mis pezones. Al principio los tocaba por encima, pero a medida que yo me agitaba más el empezó a pellizcarlos cada vez con más fuerza hasta que solté un grito y Max me tapó la boca.

Me dio la vuelta y me besó, ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, simplemente me dejé llevar con ese beso.

-          Abre las piernas. – me ordenó.

Abrí las piernas y cerré los ojos. Max me quitó las bragas que llevaba puestas y noté como ponía su miembro completamente erecto en la entrada de mi vagina, notaba como me apretada por lograr entrar hasta que Max me miro a los ojos, me agarró por la cintura y de un solo empujón me la metió hasta el fondo.

-          Tenemos que poner unas reglas. – dijo mientras me la metía muy despacio. – Quiero que sigas todas mis normas, si te digo que te pongas a cuatro patas quiero que lo hagas ya, si quiero que me la chupes quiero que lo hagas sin rechistar. Y sobre todo, quiero que me llames amo. Si incumples alguna de estas normas voy a castigarte. ¿Has entendido todo?

-          Si. – contesté con la respiración agitada.

-          Si ¿qué? – Preguntó Max enfadado.

-          Si, amo.

Al llamarle amo Max me agarró del cuello y me besó, sus embestidas cada vez eran más fuertes hasta que se apartó y se puso de rodillas en la cama.

-          Ven y chupamela. – me ordenó.

No sabía que me pasaba, pero por cada orden que Max me daba yo más mojada estaba. Me acerqué a él, me agache y le mire antes de meterme su polla en mi boca. Empecé a darle besos por su cadera, cada vez me acercaba más hasta que abrí mi boca y me metí su polla en mi boca. No me entraba entera, pero empecé a chupársela de arriba abajo y a meterla hasta donde podía. Repetía esa operación cada vez más rápido hasta que noté como Max agarraba mi cabeza y empezó a llevar el ritmo.

-          Voy a correrme en tu boca y quiero que te lo tragues todo como la puta que eres. – dijo mientras sujetaba mi mentón para poder mirarnos a los ojos.

Yo solo asentí y dejé que Max siguiese marcando el ritmo hasta que escuché como gemía y note un liquido en mi boca. El me sujetó la cabeza para que siguiese chupándose la hasta el final. Al acabar del todo me lo tragué y le miré esperando otra orden.

-          Límpiame la polla.

Me acerqué y pasé mi lengua por toda su polla de arriba abajo hasta asegurarme de que estuviese bien limpia.

Después de que Max se recuperase salió de mi habitación sin decirme ni una palabra, estaba empezando a conocer como era en la cama y la verdad sentía curiosidad por ver como seria el siguiente. ¿Sería dominante, dulce, masoquista…? Miles de ideas se pasaban por mi cabeza, pero no quería seguir pensando. Me di una ducha larga y no salí de mi cuarto hasta la hora de la cena. Me puse unos pantalones cortos y un top para salir de mi cuarto. Al llegar a la cocina Will estaba terminando de cocinar.

-          Por fin sales d etu cuarto. – dijo sonriendo. – He preparado la cena para todos.

Si este relato le gusta a la gente seguiré esta saga con relatos pequeños, describiendo diferentes prácticas sexuales, pues cada uno de los chicos tiene gustos muy distintos en reacion al sexo. Os agradezco los comentarios o los mensajes sobre vuestra opinión. Muchas gracias y un saludo!!