Compañeros de piso 1

Nuevo en la ciudad, mi compañero de piso va a resultar ser alguien con unos gustos sexuales muy abiertos y estimulantes.

Hace justamente un año yo estaba buscando un piso en el centro de esta ciudad. Tenía muy claro lo que buscaba: un piso céntrico, con habitaciones luminosas y un compañero de piso, quizá dos, que fueran silenciosos y poco amigos de las fiestas. Si quiero marcha, salgo a buscarla a algún bar o discoteca de ambiente; pero no quiero fiestas en casa.

La búsqueda se extendía ya demasiado y tantas conversaciones con posibles compañeros me estaban agotando. Empezaba a pensar en tirar la toalla, quizá sería mejor irme a vivir solo, aunque fuera más caro. Tomé la decisión de no aplazar la agonía. Me daría un día más: si nada funcionaba, empezaría a buscar otras cosas.

Sin embargo, el último día no parecía ser diferente: mucho niño pequeño, mucha gente con malas pintas, muchos pisos que más bien parecían vertederos. Me quedaban ya tres números de teléfono. Con el primero de los tres había quedado en el piso. Al llegar, el edificio no me dio mala impresión, algo viejo, aunque sí parecía luminoso y amplio. Subí porque la puerta del edificio estaba abierta y toqué directamente en el 3ºA. A ver qué me encontraba...

-Hola. -Era un muchacho delgado, con buen cuerpo, camiseta ancha sin mangas y pantalones vaqueros cortos. La primera impresión fue muy buena, quizá porque sus labios y la fuerza de su mandíbula me llamaron la atención. También capturó mi mirada el dibujo de sus pectorales que se marcaban en su camiseta. Era, sin duda, del tipo de chicos que triunfa allá donde va. Uno de esos que no saben lo que es estar soltero, si no es por propia decisión.

-Hola, soy Andrés. Habíamos quedado para que me enseñaras el piso.

-Ah, sí, perdona. Yo soy Iván. No esperaba que llamases directamente al piso, creía que eras un vecino. Pero pasa, pasa.

-Gracias. Espero no llegar en mal momento.

-No, en absoluto. Estaba viendo una peli en el salón con mi novio, ahora te lo presento.

Aquello me cogió absolutamente por sorpresa. ¿Novio? Me gustó la naturalidad con que lo dijo, sin que ni siquiera nos conozcamos. Sé que soy un poco antiguo pero yo seguramente habría dicho "amigo" y luego, en confianza... Son tonterías mías, pero no me he criado en un ambiente muy abierto y aún me cuesta.

-Perfecto -traté de disimular la inquietud que su confesión me había causado. ¿Este chico es gay? Pasó delante para ir enseñándome todas las habitaciones y pude ver el contorno perfecto de su espalda, su nuca recta y ancha, y el culo perfecto a través del pantalón. La verdad es que me estaba distrayendo bastante con el chico y apenas prestaba atención al piso.

-Este es Carlos, mi chico -dijo cuando entramos al salón.

-Hola, Carlos, soy Andrés -dije estrechándole la mano.

Él me respondió con una amplia sonrisa acogedora y se volvió a sentar. Mientras Iván me hablaba del salón yo miraba de reojo a Carlos, que bebía de su vaso. Era una chico con rasgos andaluces: muy moreno y con los ojos negros rasgados, barba cerrada y muy cuidada, y una dentadura blanca y perfecta. Por un momento pensé en los dos desnudos, follando, y se me empezó a poner dura. Cambié de pensamiento rápidamente, intentando concentrarme en lo que me decía Iván.

-Entonces, ¿quieres?

-¿Cómo? -pregunté aturdido.

-Te decía -respondió Iván sonriente- que si te quieres quedar a ver el final de la peli. Carlos se va en un rato y luego, ya a solas, hablamos del piso, mensualidad, etc.

-Sí, claro. Sin problema. No tengo nada que hacer -respondí avergonzado por no haberle escuchado la primera vez. La verdad es que, si me quedaba, faltaría a las dos últimas citas que tenía, pero en ese momento ni siquiera me acordaba de las otras citas.

-Perfecto, te traigo algo de beber. ¿Cola?

-Sí, gracias. -Y salió del salón caminando con pequeños saltos: Iván levantaba los talones antes de tiempo lo que hacía que su andar resultara simpático, alegre y despreocupado.

-¿Te ha gustado?

-¿Qué?

-El piso, que si te ha gustado -me preguntaba Carlos, sonriente.

-Pues sí. Es bastante parecido a lo que estoy buscando y la zona es inmejorable. -Esperaba sonar convincente, pero seguro que a estas alturas ambos pensaban que soy un despistado.

Al momento estábamos los tres sentados en el sofá terminando de ver una película americana de la que no recuerdo el nombre. Iván estaba en medio, con el brazo sobre los hombros de su novio. Yo intentaba no pegarme mucho a Iván, aunque tampoco había mucho espacio y podía notar el calor de su pierna contra la mía, y la suavidad de su piel contra mi brazo.

Algo pasaba. Lo notaba de reojo en las miradas que mantenían los dos novios. Incluso pensé en inventarme una excusa y marcharme con la promesa de volver más tarde.

-Andrés -dijo Iván de pronto-, quería comentarte algo.

Yo me volví hacia ellos y vi que Carlos tenía su mano entre las piernas de Iván, colocada despreocupadamente. Aquello captó mi atención un momento y después deseé que no se hubieran dado cuenta.

-Verás, Carlos está a punto de irse porque tiene que ir a trabajar y el caso es que... Bueno, que hoy no hemos follado.

Aquello hizo que yo abriese los ojos como platos pero intenté no parecer demasiado mojigato.

-¿Te importa si...?

-¡No! Claro que no. Es decir, estáis en vuestra casa. -Las palabras me salían de forma atolondrada-. Yo me voy y nos vemos mañana o...

-No nos molestas -dijo Carlos rápidamente.

-Bueno -balbuceé intentando ser coherente-, puedo esperar aquí, claro. Id, si queréis.

-Genial, es que estamos muy calientes, tío -dijo Iván y al momento empezaron a besarse.

¡Yo pensaba, por supuesto, que se iban a ir a la habitación! Se estaban morreando fuerte, los besos sonaban como chasquidos al entrelazar las lenguas, los suspiros de placer al morderse los labios.

Cuando conseguí salir de mi asombro, miré directamente a la pantalla. No sabía qué hacer, si levantarme y salir del salón, si decir que iba al baño,... No podía decidir y me quedé quieto, callado, mirando fijamente a la televisión.

Iván rozaba su cuerpo contra el mío, por la falta de espacio, desde luego. Un momento después se quitó la camiseta y entonces miré rápidamente. Pude ver que, efectivamente, tenía un torso perfecto. En ese momento, Carlos le comía los pezones mientras se ponía de rodillas delante del sofá. Iván, lejos de apartarse de mí ahora que había espacio al otro lado, se quedó en el sitio, se echó hacia atrás y gimió de placer por el trabajo de Carlos en sus pezones.

A estas alturas hacía ya rato que tenía una erección monumental que me estaba doliendo dentro del pantalón pero no era capaz ni de colocármela, por no moverme. Cada vez era menos disimulado en las miradas hasta que me mantuve mirándolos atentamente, cosa que parecía no importarles demasiado.

Iván le quitó la camiseta a Carlos, que seguía de rodillas, y volvieron a besarse usando mucho la lengua. Carlos, sin embargo, no quería besos sino polla y se zafó de la boca para inclinarse sobre la entrepierna de Iván y abrirle la cremallera de los vaqueros. No llevaba calzoncillos, así que asomó un pubis con pelo corto y pronto, como una bala, una polla sonrosada, no demasiado grande pero con la cabeza gorda: una trepanadora de anos. Apenas tuve tiempo de verla bien cuando Carlos se la metía entera hasta la garganta una y otra vez. Como digo, no era muy grande pero aún así me parecía increíble que le cupiera entera en la boca. Iván, gozando, cogió la cabeza de Carlos para mantenerla quieta y así poder subir y bajar la pelvis apoyándose en el respaldo del sofá. Le estaba follando la boca muy duro. Cada vez que paraba, Carlos suspiraba y tragaba mucha saliva espesa, para volver a continuar rápidamente.

Actuaban como si yo no estuviera allí, y yo empezaba a perder la compostura: me coloqué la polla dentro del pantalón y dejé la mano dentro, masturbándome con aquel espectáculo.

Iván seguía follándole la boca a Carlos, quien, ahora me daba cuenta, estaba haciéndose una paja con la otra mano. No llegaba a ver su polla, pero el movimiento era inconfundible.

-Carlos, voy a correrme -dijo Iván en un hilo de voz.

-Córrete, yo estoy a punto -dijo Carlos, parando un momento la mamada y dándose más fuerte a sí mismo con la mano.

Aumentaban la presión y el ritmo, las respiraciones eran cada vez más aceleradas. Iván subía y bajaba clavándole la polla a su novio con mucha fuerza y éste se dejaba hacer. Tenía una boca insaciable.

-Ya, ya... -al momento Iván daba grandes gemidos entrecortados y movimientos espasmódicos que llenaban la boca de Carlos de semen. Yo no lo vi hasta que no sacó la polla y un poco de semen se le escurría a Carlos de la comisura de los labios. Pronto lo recogió con la lengua y terminó de tragárselo mientras se ponía de pie y lanzaba sobre el pecho de Iván todo el semen. Mientras alguna gota salpicaba en mi cara, pude ver su polla, que era más grande que la del novio y no más fina.

Carlos se inclinó, después de los últimos espasmos, a besar a su novio. El olor a semen y a sudor lo impregnaba todo.

-Iván, cariño, siento que haya sido tan breve, pero me tengo que ir volando. Andrés, tío, me voy que llego tarde.

Volví en mí. Ya no recordaba ni que yo mismo estaba presente. Se estaba dirigiendo a mí mientras se subía los calzoncillos y el pantalón, y con su sonrisa de nuevo. Con toda naturalidad.

-Vale, guapo. Dame un beso y vete. -Carlos eso hizo y se dirigió a la puerta. Se volvió un momento a despedirme con la mano.

-Yo voy a limpiarme. Y tú -dijo Iván mirándome, sonriendo, una vez que se hubo ido su novio- deberías limpiarte también, que tienes un poco de mi novio en tu mejilla.

Mi acto reflejo fue tocar el semen en mi cara con el dedo y después llevarme el dedo a la boca. No lo pensé, simplemente lo hice.

-Eso no me lo esperaba -dijo Iván riendo a carcajadas. Carlos estaba de espaldas y no me vio.

-Si quieres más,... -cogió mi mano y la puso en su pecho, que chorreaba el semen de Carlos.

Yo no dije nada, simplemente me llevé mi mano, llena de semen, a la boca y me la chupé.

-Hablemos de negocios -dijo Iván. -Quiero que te quedes a vivir conmigo.

...

Ya os contaré cómo sigue lo que sucedió. Me quedé a vivir allí, por supuesto, pero aquello solo fue el principio. El año ha dado para mucho, os lo aseguro.