Compañeros de cama
Dos hombres casados, una historia de sexo y amor obsesivo y apasionado.
Con los ojos cerrados imagino que el amor de mi vida se está vistiendo, cubriendo con su ropa bien planchada por su mujer, el hermoso cuerpo que ha sido mío. Se vestirá la camisa., el pantalón, subirá el cierre de su bragueta, abrochará su cinturón de cuero, se sentará en la cama, en la que hemos cogido toda la noche hasta ahora, y se pondrá las medias y los zapatos. Antes de incorporarse, se recostará una vez más, contra mi cuerpo y buscará mi boca, mi último beso, mi abrazo apasionado, la caricia de mi mano en su pelo, la despedida.
Se irá a su casa, con su bella mujer y sus bellos hijos, a su rutina, a una vida con muchas lluvias y pocos arco iris. Volverá a su vida sin sol.
En la cama quedaré yo, desnudo, aún sofocado por los esfuerzos del sexo carnal apasionado y fuerte, de dos hombres adultos: su leche en mi cuerpo, su saliva en mi boca mi cuello y mis tetillas, y en mi pija exhausta y adormecida. Su perfume quedará en mi almohada, en mis manos, en algún hueco de mi piel, y su calor se enfriará lentamente en mi cama.
Luego, con mucha pereza, sacaré las sábanas sudadas y manchadas con nuestro semen, arreglaré y ventilaré la habitación, y más tarde, cuando todo esté ordenado, tomaré una larga ducha: enjabonaré mi cuerpo hasta quitar toda evidencia del desenfreno de esa noche. Desprenderé de mi piel, su olor, su perfume, el sabor de su aliento, el calor que invadió mis tripas cuando me hizo el amor una y otra vez, hasta rendirse en mis brazos.
Yo también volveré a mi bella mujer, mis bellos hijos, mi rutina, mi vida son demasiadas lluvias y pocos arco iris. Volveré a mi vida sin sol.
Esos instantes compartidos, las caricias, besos, abrazos, el ardor del sexo, las palabras tiernas intercambiadas, nos acompañarán como endorfinas de placer durante los restantes días de la semana. Esos recuerdos, nos permitirán sobrevivir una situación que nos asfixia pero que no podemos cambiar sin lastimar inútilmente a gente que no se merece tal castigo.
Somos dos hombres casados, varoniles, intachables, serios, insospechables. En ese mundo que nos espera ahí afuera, nadie imaginaría la pasión compartida que invade nuestros cuerpos, nuestras bocas, nuestra piel, que se eleva en la dureza de nuestros pechos, en la bravura de nuestras pijas, nuestros culos, nuestros huevos, nuestros pelos, la necesidad de hundirnos el uno en el otro, la ternura masculina con que nos decimos palabras de afecto y entrega, los nombres que nos damos en la intimidad, nuestro desafío entre cuatro paredes a la "normalidad "de los otros. El mundo quizás, no esté preparado para digerir nuestra historia de amor. Somos compañeros de cama, socios de alcoba, cómplices de un secreto, infieles, traidores, somos amantes.
Mi suegro había muerto unos días antes, del día en que conocí a Leonel. Hacía frío y la calefacción no funcionaba en la oficina de la fábrica, y entró muy abrigado, con la nariz enrojecida, estornudando. Afuera llovía copiosamente. Habíamos concertado esa reunión unos días antes pero un inesperado viaje a Londres que el tuvo que hacer, la postergó hasta ese día gris que nunca olvidaré. Era un 21 de junio, fecha en que se inicia el invierno en mi país, pero los fríos se habían adelantado prometiendo una temporada invernal cruda. Cuando se quitó el abrigo, y le retiraron el paraguas pude advertir que hermoso era, que macho hermoso. De esos que no están muy convencidos de su atractivo, que no tienen la menor idea del impacto que producen con sus cuerpos perfectos de gimnasio, deporte y vida al aire libre. Es alto, fuerte, de anchas espaldas, ojos y cabello castaño claro, piernas bien gruesas, un culo fuerte y masculino, y su bulto no puede disimularse ni con boxers poco reveladores o pantalones amplios.
-Lamento mucho lo de tu suegro- me dijo mientras aceptaba mi invitación a sentarse.
Para ser sinceros yo no lo lamentaba tanto. Mi suegro, que en paz descanse y no vuelva nunca, era un italiano egoísta, avaro y metido, que me odió toda la vida por no ser connacional, por ser independiente, por casarme contra su voluntad, con su única hija mujer, por no tener dinero, por haber terminado una carrera universitaria. En suma el finado odiaba mis huesos y yo nunca lo pude tragar. Cuando se murió, en mi casa, tendido en mi cama, consumido por una enfermedad cruel, sentí que yo salía de una cárcel en la que había estado preso, diecinueve años de mi vida. El carcelero había pasado a mejor vida.
Leonel, me miraba desde su asiento, y mientras yo ordenaba que nos trajeran café sentía esos ojos marrones brillantes en mi cuerpo, en mi cara, en el menor de los movimientos. El tipo increíblemente, asi como al descuido, me estaba mirando la verga. Yo sentía sus ojos posados en mi pija. Si, aunque no lo pudiera creer, semejante macho esbelto y de tan buena pinta, me estaba "campaneando"discretamente la poronga, bichando el bicho, oteando el bulto. En resúmen, me estaba midiendo la polla.. Un diablo adentro mío, decia "20 por 5, cabezona y huevos grandes, siempre lista para lo que guste mandar, y no te pierdas el culo que es un poema." .
Me senté en el sillón que enfrentaba al suyo, con las piernas bien abiertas a lo macho, dejando reposar mis bolas sobre el tapizado de pana , cruzando y descruzando las piernas, en un ejercicio de seducción que era desconocido en mí: como si estuviera tentándolo para ver si volvía a mirarme. Mi verga se iba poniendo cómoda y morcillona, y mis huevos caían pesadamente en el fondo de mi bragueta.
En un momento, mientras el comenzaba a hablarme de su viaje, experimenté cierto remordimiento, cierta vergüenza por ese "coqueteo emputecido "a que me llevaba mi calentura con el agente de viajes de la compañía. Pensé que lo mío era morboso, medio degenerado este tipo tiene familia, y yo tambien, pensé. Estaba jugando un juego nuevo, desconocido para mí, peligroso y desfachatadamente "puto". " Ya no puedo ocultarlo más, las barreras están a punto de romperse".
De pronto escuché que no me tenía que perder de visitar Irlanda, y ahí lo miré y en el rabillo de sus ojos brillantes vi un tembleteo, un pestañeo que me llamó la atención: el tipo seguía mirando de reojo "las joyas de la abuela". Estaba como subyugado por mi paquete el bulto que me dio la naturaleza, las curvas de mi ingle, el tesoro de mi entrepierna.
Es puto, pensé. Aunque lleve esa alianza de casamiento, aunque tenga esa voz de macho, esos gestos de argentino bien hombre, esos movimientos elegantes de clase alta, esas espaldas, esas piernas gruesas Pero esos ojos, ese pestañeo lo delatan, pensé, la mirada que busca las formas geométricas del cuerpo de otro macho, los anzuelos del pecado, lo denuncian. No hay toldos ni disfraces que lo puedan ocultar: será muy varonil y muy macho, pero le gustan los hombres. Mi diablito casi lo grita : " Le gustás pedazo de boludo, está caliente con vos" y mi pija dio un respingo. Mis pensamientos se hicieron aún más morbosos y osados " Lo caliento, lo perturbo, le hago cosquillas en la ingle Y eso, macho que quieres que te diga, me re calienta "
Mi primera interrupción, fu para mirarlo a los ojos, para hacerle la pregunta que nunca me hubiera imaginado hacerle cuando entró con su portafolios impecable de cuero marrón, su traje elegante, sus aires de hombre de mundo. Claro que no le hice aquella pregunta. De mi boca salieron palabras educadas y bien pensadas. Aburridas, comerciales y socialmente adecuadas. El satanás interno me decía " Mi garcha es toda tuya papito, cuando la quieras " Pero no, no lo dije.
Planeamos mi viaje a Inglaterra: la mía era una recorrida de negocios y como el acababa de volver de alli, pudo darme información actaulizada de primera mano. Quería ayudarme eligiendo el mejor itinerario posible, la mejor aerolínea., las mejores combinaciones de vuelos. Un buen hotel donde parar. Sabía que los días de avaricia y mesquindad de mi suegro habían terminado, y que el nuevo Presidente de la compañía, el que les habla, no buscaría ahorrar hasta en el último gasto. Yo no era el miserable de mi suegro. Quedamos en que me confirmaría vuelos y reservas en los próximos días. Cuando se levantó me dio la mano y se fue tan elegante como había venido, dejándome el perfume de su colonia en la palma de mis manos, y la ultima visión de su físico trabajado, en mis ojos. Tiene lindo culo, pensé. E inmediatamente reprimí ese pensamiento, mientras refregaba mi palma perfumada, por mi nariz y mi mejilla derecha y sentía que mi pija que no aceptaba razones, se me ponía dura en el pantalón. Si su culo era realmente un poema.
Calmate puto, me dije, apretando la pija hasta bajar no sin cierto dolor la erección que invadía mi entrepierna, y mojaba mis boxers. Afuera seguía lloviendo.
Terminé mi trabajo del día y antes de salir, me miré en el espejo del baño, y me sentí mal ¿Qué me estaba pasando? Tenía todo lo que cualquiera de mis amigos podía aspirar. Una buena situación económica, una familia, salud, una casa soñada.. Era libre de hacer muchas cosas, pero algo me faltaba.
"Te hace falta pija", me dijo una voz interior. El diablillo lujurioso que llevaba dentro. La idea me persiguió durante todo el viaje a casa. Parecía que el deseo por estar con otro hombre, quisiera destruir todas las defensas que yo mismo había construído, romper los diques de contención, escapar de mi alma por las ventanas de sexo.
En un semáforo sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. "Ahora lloras, maricón" me dijo esa voz interior. Al secarme las lágrimas, el perfume de la mano de Leonel invadió mis fosas nasales, y se extendió por mi cara. Y no paraba de llover.
Al dia siguiente Leonel me llamó para decirme que ya tenía listo mi itinerario y mi "boucher" de viaje. Le dije que lo pasaría a buscar por su oficina. En otras circunstancias hubiera pedido que me lo mandaran. Pero quería volverlo a ver a Leonel. Esto ya era una obsesión. Como un adolescente que tiene un "crush" con otro. Como impulsado por un deseo incontenible llegué al quinto piso de aquel edificio señorial donde estaba "Buenos Aires Executive Travel" me anuncié y a los pocos minutos, el vino caminando hacia mi, con la mano extendida y esa sonrisa de un millón de dólares. Hablamos como media hora, antes que el me entregara los pasajes y el "boucher" del viaje. Tres hijos, yo dos. Vivía en un country club exclusivo, yo en uno no tan exclusivo. Su marca de autos era tal y la mia cual. En sus ojos brillaba una luz que no supe leer en ese momento. Golf y tenis, cine y videos los sábados por la noche, y un curso de Reiki y otro de Kabalah. Le miré las manos (manicuradas), los pelitos suaves que rodeaban a su alianza de casamiento, el suave temblor de sus mejillas cuando se agitaba por algún tema. Nos miramos, demasiado tal vez. Tenía las patillas del pelo, desparejas, mal cortadas, un corte al afeitarse, una mirada increíblemente limpia. Se paró para abrirme la puerta cuando me iba, y sentí el peso de su cuerpo, la fuerza de sus piernas, el golpe de sus zapatos en el piso. Lo miré por última vez mientras guardaba su dirección de e-mail y le prometía escribir si necesitaba algo durante mi viaje. Guardé en mis ojos por un rato su última mirada. Seguía lloviendo.
En mi mano esta vez, quedó el calor de la suya, el leve sudor de su piel, el ligero crepitar de su sangre en las venas. Salí con una erección dificil de ocultar.
Al llegar a Londres, le mandé un mail. Todo estaba bien. El viaje habia sido bueno, el hotel bien ubicado. Por la noche esperé su respuesta y ahí estaba: decía me alegro, éxito en las gestiones. Cualquier cosa , llamame.
Al segundo día se largó a llover (esta es una historia con lluvia) y caminando por Picadilly Circus me pareció ver a alguien parecido- Pero no era. Le saqué una foto y esa noche le escribí a Leonel adjuntando la imagen de su doble londinense. Me contestó, que no veía el parecido, el otro era más joven y más buen mozo dijo.
Le contesté de madrugada: será mas joven, pero seguramente no es más buen mozo que vos ."
Gracias contestó y me agregó a su messenger. Lo acepté y al dia siguiente cansado de entrevistas, reuniones con clientes y visitas a fábricas, chateamos como viejos amigos, por casi dos horas. Era tardísimo en Londres y cuando miré por el balcón del hotel, la calle estaba totalmente desierta y silenciosa. En la oscuridad advertí que todavía llovia.
Me desnudé y en la cama comencé a masturbarme pensando en lo que habíamos hablado. Era como si nos hubiéramos conocido de siempre y hubiésemos tenido el coraje de contarnos nuestras cosas. Lo imaginé desnudo, con las piernas abiertas, la pija dormida sobre su muslo derecho, el pelo revuelto, las piernas peludas. Después boca abajo, con su culo blanco y casi lampiño, redondo y saliente, los huevos y la pija saliendo por debajo, su cabeza en la almohada, sus espaldas ondulantes. Acabé toda la leche que pude. Me dormi, sin soñar.
En Liverpool lo llamé por teléfono: pretexté querer cambiar la fecha del regreso. Era sólo para escuchar su voz. Me atendió Marita su secretaria. Prometió devolver el llamado.
Eran las dos de la madrugada cuando entró su llamada. Su voz parecia cansada, como si todo el peso del mundo le aplastara el pecho. Le pregunté si le pasaba algo. Dijo que nada, tenía sueño. Le pregunté por los pasajes, y al final como yo tenía decidido ya , no cambié el regreso. Se alegró. Al despedirnos me dijo: - Un abrazo- .
En ese momento, me salió decirle "un beso " y en el mismo instante que lo decía me arrepenti, pero el respondió "otro"..
El argentino medio es muy de decir eso a un amigo: un beso, un abrazo. Es una forma de despedirse. Claro que no siempre se dice eso a un cliente.
" Los besos que te daría Leonel Mansilla: esos besos que no dí nunca y que nunca pensé dar a nadie, pensé" Y en mi pija, mi mano con alianza se deslizaba tersa y húmeda a la vez, mientras me pajeaba pensando en la dulzura que tendría un beso de amor de ese tipo, la fuerza de un abrazo, el calor de una caricia suya . Pero lo único que tenía cerca era la almohada de mi cama de hotel y me abracé a ella desesperado. La almohada estaba fría. Repetí su nombre hasta dormirme. Esto era ya una obsesión, algo vergonzoso, enfermo, muy loco.
Volvía al hotel la última noche y se me ocurrió volverlo a llamar. Sabía que era tarde ya en Buenos Aires, pero necesitaba escuchar su voz, sentirlo cerca. Era sábado y Leonel estaba en una fiesta. Desde el otro lado del océano escuché la música, las voces, los ruidos de gente diviertiéndose, y también su voz , que como pudo, me dijo que ma llamaba en una hora.
Me acosté en mi cama, acariciando mi cuerpo desnudo, imaginando que eran sus manos las que recorrían mi pecho, apretaban mis tetillas, masajeaban mi vientre, acariciaban mi pelo púbico y luego avanzaban hacia mi pija llena de fuerza y mis húmedos huevos.
Sus manos calientes y fuertes, las que me abrazaban los hombros, recorrian mis piernas, abrían mis nalgas, e introducían su calor en mi culo. Me dormí despues de acabar, con mi pija todavía encendida por la pasión. Sonó el telefóno. Era él.
- ¿Qué te pasa Leandro? Su voz me sonó preocupada, como si a miles de
kilómetros él supiera algo, presientiera algo.
No podía dormirme y te llamé. Perdoname. Mi voz sonó triste, solitaria, lejana. Me sentí muy estúpido, muy infantil Entre cientos de personas lo había elegido a él, casi un desconocido.
¿Estás bien? ¿Necesitás algo? ¿ Puedo ayudarte?. El me tranquilizaba, me contenía y me sedaba. En ese instante me sentía menos solo que siempre. Pero no lo podía decir, no podía explicarlo. Me hacía bien hablar con él. Pero tenía que disimularlo. No quería que pensara que estaba loco o algo parecido.
Te juro que no tomé nada, no estoy borracho. Sólo que necesitaba hablar con alguien, pero ya se me va a pasar. Mañana vuelo de regreso. Perdoname la molestia.
No cortes, me dijo. Su voz tenía una dulzura infinita, no sabría como explicarlo, era como si una parte cuerda de mi propia persona me dijera, tranquilizate, yo estoy contigo.
No, no voy a cortar, contesté rápidamente.
Decime que vas a estar bien- me dijo con una voz que denotaba preocupación.
Voy a estar bien - le contesté. Colgué el teléfono. Caminé desnudo hasta el balcón. Llovía. Siempre llueve en Londres.
Me acosté a dormir y traté de tranquilizarme. Estaba hecho un perfecto idiota. Parecía un adolescente enamorado de su primera novia, muerto de amor, viviendo un sueño. Pero había diferencias. Yo era un adulto , casado, padre de dos hijos, un empresario , y ese amor loco, desesperado, que me apretaba el corazón con tenazas, que me hacía vivir caliente y al palo, muerto de deseo, era por otro hombre, casado y con hijos como yo.
Mi interior me decía, desfachadamente: "Sacate las ganas , echate unos buenos polvos con algun puto, sacate esa inquietud, esa curiosidad, esa calentura de leche cortada que te llena los huevos de amargura, y olvidate para siempre de Leonel . ¿ No ves boludo , que tu vida ya está ordenada, que sos macho y que eso que te pasa es loco, enfermo , no enfermo no, pero loco , demencial , absurdo, imposible , vergonzoso .?"
En el Aeropuerto me esperaba mi mujer, el chofer de mi auto, volvia a mi realidad. A la cordura. . A mi vida de siempre. Lo demás se desvanecía como una conversación de messenger que no habia sido guardada, como una fantasía que no tenía explicación razonable. Una pesadilla mortificante y angustiosa que se desvanece al despertarnos y comprobar que fue sólo un mal sueño.
Diez días después, y tras rehusar varios llamados de Leonel, nos vimos en su club. Es un club de remo, fundado en el siglo pasado por los ingleses, en los que los socios pueden pernoctar en habitaciones especialmente dispuestas a tal fin. Su mujer e hijos estaban de vacaciones y el pasaba esa semana en el Club preparándose para las pruebas de verano.
Pidió dos tragos y yo casi no los probé. El quería saber que me había pasado, y no dejaba de mirarme a los ojos. Estaba quemado por el sol y tenía un granito inoportuno en la frente. Nos miramos en silencio. Empecé a hablar de mi viaje, del contrato conseguido, de los vuelos, de los hoteles, y él contestaba cortesmente, escuchaba con educación, pero en el fondo estaba muy aburrido. No era eso lo que quería escuchar.
En un momento sus pies me interrumpieron por debajo de la mesa de aquel salón semi vacío, con un gesto que al principio pensé que era involuntario y luego entendí como una señal disimulada: con sus dos pies llevó los míos hacia su silla, y los mantuvo ahí prisioneros, en su zona, envueltos por el calor de sus propios pies y ante mi mirada sorprendida, cerró los ojos y terminó de beber su trago.
Después con la misma naturalidad con que había hecho todo, me dijo que quería hacerme el amor.
Pasamos a su habitación, un cuarto muy varonil , pintado de verde inglés, adornado con cuadros de caballos, con dos lamparas pequeñas a cada costado de la cama, y un ventilador de techo en cuya base , una luz muy tenue convertía al lugar en un prostíbulo de lujo.
Cerró la puerta con llave, apagó la luz del techo, encendió una del las lamparitas del costado, se sacó los zapatos y asi en medias, y con los ojos transfigurados de deseo, se me tiró encima buscando mi boca, buscando con sus labios gruesos y sabios, el beso de mi boca que temblaba. Beso húmedo y exquisito, extraño y brutal que selló mis labios a los suyos, mi lengua a su lengua, mi saliva a su saliva. Después nos abrazamos: y fue un estrecharse fuerte, muy fuerte, como si con ese acercamiento de nuestros cuerpos calientes, se rompieran las últimas cadenas de un cautiverio.
Su cuerpo brillaba. Han pasado dos años y todavía recuerdo el extraño brillo de su piel bronceada, parecía que el sudor, la pasión, el deseo, hubiera iluminado su cara, sus hombros anchos, sus largos brazos, el circulo rosado de tus tetillas, su pecho, la inmensidad de sus músculos, su vientre. Abajo más oscuros su enorme pija y sus huevos, y más abajo sus largas piernas. Me fue desnudando: primero mis zapatos y medias, luego el pantalón, y con la camisa puesta, acarició mi pija y mis huevos con su mano abierta. Arrancó luego la camisa y la tiró contra un florero y mientras yo iba quedando en bolas por primera vez, el besaba mi boca , mis mejillas algo cubiertas de barba incipiente, mis ojos, mis orejas. Eran besos afiebrados y terriblemente apasionados.
Sus besos me quemaban, y yo los devolvía ciegamente con los ojos cerrados, muriéndome de ganas de coger con aquel hombre: sintiendo que mi culo se dilataba de deseo y mi pija temblaba ya dura y chorreante.
Le mordí los labios, y casi arranco sangre de su boca, y bebí su sudor, lami sus dientes con mi lengua, acaricié su pelo, me apreté a su cuerpo como quien no quiere hundirse en lo más profundo del mar. " Salvame papito, agarrame que me hundo"
Chupó mi pija, con hambre de macho, con desesperación, comiéendose el hongo enorme de mi cabecita con fruición: este si que sabe mamarla pensé. Una y otra vez su boca y su lengua recorrían el contorno de mi glande, el tronco de mi pija, la humedad de mis huevos alertas. Y yo le entregaba mi verga, entregaba mis ganas a su voracidad, a la fuerza de sus chupadas continuas y fuertes que a cada momento me llevaban al borde de la desesperación. "Aquí tenés mi poronga papi, te la doy toda".
Toqué su cabeza, mis dedos entrelazados en sus cabellos mojados lo acercaron a mi cara, a mi lengua, a mi boca desesperada por sus besos, y en mi lengua el dejó el gusto de mi propia pija, tantas veces chupada en esos últimos minutos.
Yo no quería acabar, no todavía. No sin recorrer su piel iluminada, tersa, radiante. No sin besar su pecho, sus pezones, su ombligo, la punta de sus dedos, su garganta con nuez, su cuello distinguido. Sin recorrer con mi lengua el contorno de sus orejas y lamer una y mil veces sus lóbulos erotizados. " Ay cosita linda, que caliente me pusiste ."
Me fui hundiendo en su físico entregado a mis caricias y lamí su vientre, y los suaves vellos de su pubis, y bese su pija grande , gruesa y mojada, y lami sus huevos y el abrió sus enormes piernas para que pudiera comerle su culo soñado. Le chupé el culo hasta que el dijera basta, hasta que mi lengua zafada tocara el punto desconocido que casi lo lleva a un orgasmo. " Esos huevitos y esa pija y ese culo son míos ".
Para detenerme, y en el medio de los gritos y todos los sonidos brutales de una intensa cogida entre machos, levantó mi cara, me movió boca a bajo sobre la cama y empezó a dilatar mi orto desespeado que pedía a los gritos su cogida. Besó mi culo blanco y lampiño como quien besa una imagen adorada, y con su lengua y sus dedos fue abriéndome, hasta que mis jadeos se hicieron insoportables y el puso mi cara contra la almohada (" callate putito lindo" ) y me puso la verga en el culo, de costado, primero tentativamente haciéndome gritar de dolor y luego, invadido el campo, roto los precintos, atravesado el puente, la metió toda , penetró con su poronga gorda gruesa dura y caliente mi culo completamente abierto a su conquista. " Seguí cogeme , cogeme, ponemela toda , si , asi , garchame por favor, asi , no pares, así , no pares papito"
Su leche caliente cayó sobre mi espalda , chorros ardientes de su deseo hecho materia, y fue bajando lentamente por mi culo, por mis huevos, por el interior de mis piernas, hasta alcanzar las sábanas torturadas por tanta lucha y tanto movimiento.
Me dí vuelta y con la pija al palo, completamente erecto, miré el techo y no vi nada, solo sentí la suave tibieza de su culo , sentándose lentamente en mi pito, recibiendo centímetro a centímetro la estocada final de mi sexo, el palo endurecido de mi deseo, mi vara desnuda invadiendo sus entrañas, entrando en su vida , para siempre. Afuera como no podía ser de otro modo, llovía.
galansoy
Un saludo muy cariñoso a quienes me leen y me hacen llegar tan buenos comentarios. Gracias a todos. Un abrazo desde el Sur . g.