Compañeros

Valeria y Marco llevaban un tiempo viviendo juntos y apenas se conocían. Tenían la típica relación de compañeros de piso, aunque sin conocimiento previo, pero cordial y respetuosa. Compartían piso por casualidad.

Valeria y Marco llevaban un tiempo viviendo juntos y apenas se conocían. Tenían la típica relación de compañeros de piso, aunque sin conocimiento previo, pero cordial y respetuosa. Compartían piso por casualidad.

Valeria buscaba alguien para dividir gastos, y tras colocar un anuncio por las facultades y comercios de la zona, Marco fue el primero en responder. Tras una breve charla, ambos estuvieron de acuerdo y Marco se trasladó al que sería su nuevo hogar durante, al menos, un año.

El piso era una pasada, no era el típico de estudiantes, pues había sido recientemente reformado. Disponía de 2 habitaciones con sus respectivos baños, un salón amplio y abuhardillado, pues el piso se encontraba en la última planta del edificio, y una cocina más bien pequeña.

Cada uno hacía su vida, no estudiaban lo mismo ni frecuentaban las mismas zonas de ocio, tenían diferentes horarios y apenas coincidían en casa, salvo los fines de semana.

Valeria era alta y guapa, bien proporcionada y con un bonito culo en el que Marco se había fijado discretamente en más de una ocasión.

Marco era muy alto, de espaldas anchas y peinado a la moda.

Llevaban meses entrenándose tras las largas tardes de estudio, ella en el gimnasio y él en casa, con pesas y demás aparatos que había adquirido con el tiempo. Ambos notaban los efectos del ejercicio, lo que les motivaba a seguir.

Marco fantaseaba con Valeria. Se había imaginado alguna cerdada con ella aunque no pensaba ponerlas en práctica debido a su poca relación, pero a veces pensaba que ella podría darle pie con algún modelito que paseaba por casa y que le quedaba realmente bien.

Valeria veía atractivo a Marco, pero no había un deseo como en el caso de su compañero, aunque en alguna ocasión le ponía cachonda provocarle con algo de ropa sexy y dejando caer algún cumplido sobre su físico. No le veía nada agresivo, al contrario, era un buen chico, con lo que disfrutaba con esa situación.

Una tarde calurosa de sábado, una de esas que te hacían pensar que aún era verano, Marco salió de la ducha, y al ir a la cocina a comer algo, encontró que la puerta de la habitación de Valeria estaba abierta, cosa poco frecuente, por lo que decidió asomarse sin hacer ruido. Allí se encontraba ella, tumbada en la cama leyendo una revista, con tan solo un tanga y sujetador negros. Estaba realmente buena. Marco pensó que estaría así vestida debido al excesivo calor que comenzaba a apretar, aunque en su calenturienta mente deseaba que fuese una provocación.

Ella se encontraba boca abajo y de espaldas, dejando a la vista ese culo que a Marco tanto le gustaba, aunque nunca lo había visto desnudo, o casi, pues vestía el tanga, aunque poco tapaba. Valeria no se había percatado de la presencia de su compañero, que la contemplaba desde la puerta.

Marco quiso abrir la conversación con un original:

-Hace calor, ¿eh?

Valeria, como si hubiera percibido la presencia de Marco desde hace tiempo, contestó sin inmutarse:

-Mucho, sí.

Ni siquiera le había mirado.

Marco, bastante cachondo, quiso continuar con la conversación llevándola directamente donde le interesaba.

-Me gusta tu tanga.

-¿Sí?, me lo compré esta semana y me apetecía estrenarlo.

Marco decidió ir más allá y tocarle el culo.

Ella contestó, ya, por fin, girándose y mirándole, comprobando que solo llevaba unos vaqueros. Fue tan solo un momento, pero le gustó lo que vio.

-¿Qué haces, tío?

-Ya te dije que me gustaba, te queda genial, te hace un culazo.

-Pero, ¿quién te ha dado permiso para tocarme el culo, eh?

-Lo siento, es que me he puesto cachondo y quería tocarlo.

Pasó, mientras hablaba, a tocárselo con ambas manos. Valeria, que definitivamente asumió que Marco le ponía, ya no sabía si dejarle seguir o si echarle a patadas de su habitación. Marco comprobó que dudaba, con lo que siguió por sus muslos, y deslizó un dedo dentro del tanga, suavemente.

Ya no había vuelta atrás. Valeria, mientras suspiraba algo nerviosa, seguía mirando la revista, aunque ya no leía nada, y notaba como su respiración se aceleraba, mientras se mordía el labio inferior. Se estaba poniendo muy cachonda. Sabía que esto podía llegar pasar, y el calor no ayudaba a tener la mente fría. En el fondo deseaba que sucediera.

Marco comenzó a besar sus juveniles glúteos. Los notaba carnosos y algo trabajados por el gimnasio. Le retiró el hilo del tanga a un lado y comenzó a lamer esa zona tan íntima de arriba abajo, lentamente. Valeria notó cómo se mojaba, mientras notaba la lengua y los labios de Marco jugar con su sexo y su culo.

Se quitó el tanga y se arrodilló, para que Marco estuviera más cómodo en su agradable tarea. Jugaba a meterle un dedo por la mojada vagina, mientras pasaba la lengua por su ano. La metía, lo rodeaba, subía y bajaba, haciendo las delicias de una Valeria que ya se dejaba oír gemir suavemente. Ayudaba a Marco con su mano, agarrando su pelo y acercando su cabeza todavía más entre sus nalgas. Ese agobio para él era fantástico.

Ella lo disfrutaba mucho, y ya pensaba en corresponder a su compañero.

Marco, por su parte, no se creía que esa escena tan aparentemente perfecta se estuviera produciendo. Valeria le parecía demasiado para él, y agradecía escuchar gemidos de placer. Le había escuchado a través de la pared tirarse a otros chicos, una vez incluso a dos al mismo tiempo.

Pensaba que se lo hacía realmente bien. Ella se lo corroboraría más tarde. En palabras, pero también con hechos.

Marco pasaba del clítoris al ano con la lengua. Podía resultar cansado, pero las ganas le podían y le daban fuerzas para seguir. Cuando vio el momento, introdujo un dedo en la vagina y otro en el ano poco a poco, lo que sorprendió a Valeria gratamente. Mientras, con la mano que tenía libre, le azotaba. Valeria se giraba para comprobar la caliente escena, estaba ya totalmente cachonda, y le pidió a Marco que se desnudase y se tumbase junto a ella.

Marco accedió y Valeria comenzó a machacarle la polla suavemente, lo que Marco notó de forma muy intensa. A la vez, él no se olvidaba de su clítoris, y seguía estimulándolo.

-¡Dios! Lo haces genial, si hubiera sabido yo esto antes… Qué gustazo. Espera, que ahora me toca a mí. -Dijo Valeria mientras le agarraba la polla y se la metía en la boca.

Marco se tumbó definitivamente mientras miraba a su compañera. Ella le devolvía la mirada mientras su miembro aparecía y desaparecía en su boca. Marco lo disfrutaba mucho. Por momentos, cerraba los ojos y apoyaba la cabeza en la cama por el inmenso placer que sentía, aunque le gustaba mirar como Valeria se la comía.

Ella jugaba con sus huevos mientras le pajeaba. La tenía muy mojada, y agrandada como nunca. La mano se deslizaba delicadamente pero sin detenerse.

Valeria pensó que había sido suficiente y se quedó mirando a Marco aun con la polla en los labios.

-¿Qué pasa? ¿Por qué no sigues?

-No quiero más polla, Marco, quiero follar.

-Solo un poco más, por favor, que me encanta. –Le decía él, mientras se la acercaba a la boca.

Ella negaba con la cabeza, rozando el glande con los labios.

-Ponte encima de mí.

-¿Qué quieres hacer? -Contestó ella.

Se colocó como Marco pidió y éste introdujo sus dedos suavemente en la vagina y el ano de Valeria, lo que ella notó demasiado. A su vez, le cogió ambas manos por las muñecas para retenerla, mientras con el resto del brazo empujaba su cabeza contra la cama. Era una tortura agobiante para Valeria, pero notaba todo tanto que le encantaba.

Marco movía sus dedos y no la soltaba, Valeria estaba realmente cachonda y Marco estaba muy caliente dominando la situación de aquella manera tan brutal.

-Follamos ya, ¿no? –Dijo Valeria, exhausta.

-Vamos.

Se colocaron de lado, Marco detrás de ella, y le susurró:

-¿Quieres algo muy cerdo?

Ella se imaginó por donde podían ir los tiros y se dedicó a asentir con la cabeza.

Marco la penetró por el culo con suavidad, poco a poco, mientras escuchaba los quejidos de Valeria.

Marco la poseía, le agarraba las manos mientras envestía cada vez con más fuerza. Valeria se mordía los labios y giraba la cabeza para besar a Marco. Este le correspondía, sin soltarla, azotándole el culo de vez en cuando.

Cuando ya no pudo más la sacó y le empezó a lamer su vulva para recuperarse.

Al poco rato se la metió de nuevo, esta vez por la vagina, alternando posturas. Cuando más lo notaban era cuando Valeria se arrodillaba y Marco la embestía por detrás.

Le agarraba las tetas mientras se balanceaban. Los dos disfrutaban mucho el ritmo que ella marcaba, pero Marco aguantaba ya a duras penas.

Cuando ya no pudo más se corrió abundantemente sobre el culo de Valeria. Ella no sabía porque había dejado de penetrarla, aunque lo entendió cuando sintió el calor de su leche caer sobre sus glúteos. Giró la cabeza para ver la escena, y miró a un Marco exhausto, pero ya relajado; este le devolvió la mirada y ella aprovechó para guiñarle un ojo, como muestra de agradecimiento por el gran sexo que ambos se habían dado.

Marco le preguntó por curiosidad qué le había parecido, y que le comparase con otros hombres que habían pasado por su cama. Le dijo que lo había hecho bien, aunque sin duda ese trío de hace unas semanas seguía siendo inspiración en su sexo en soledad.

Marco le preguntó cómo había sido, quería saber detalles, ella le dijo que estaba muy cansada y que otro día le hablaría de ello. Incluso pensaba proponerle uno en un futuro con una chica, pues lo tenía pendiente y Marco le había convencido mucho como amante. Pensaba que podría dar la talla con dos chicas para él solo.

Valeria, con el paso de los días, planeó más encuentros “casuales”, que sin duda Marco no dejaría escapar.