Compañero de trabajo (1)
Le gusta alardear de los que hace con su mujer...
Capítulo 1: Masaje después de esquiar
Tengo un compañero de trabajo que disfruta contándome las aventuras intimas con su esposa. Él insiste en hacerme confidencias haciéndome participar en sus vivencias y fantasías. Aprovecha que estoy soltero y que no ligo mucho, para ponerme en situaciones embarazosas cuando me cuenta cosas intimas de su pareja, lo que hacen y lo que les gusta hacer, tanto a ella como a él.
Sabe que eso que me cuenta me excita mucho, que me encantaría vivirlo, pero actualmente estoy a dos vela y no tengo la oportunidad. El tipo de trabajo que tenemos no nos permite tener una vida ordenada y nos deja poco tiempo libre, por lo que mi capacidad para relacionarme con chicas es muy limitada.
Hace unos días me contó con pelos y señales que habían hecho el amor en el vestuario del gimnasio al que van de vez en cuando. Su relato resultó muy emocionante, con mucho morbo se recreó en los detalles que fue minuciosamente comentando. Consiguió ponerme duro como un semental, lo cual enseguida percibió lo que claramente le satisfizo.
Creo que además de la malsana afición de contarme sus cosas para darme una envidia terrible, también disfruta viéndome excitado, es como si viviera mis deseos lujuriosos a través de mí. Pienso que se excita contándome las cosas tanto como yo escuchándolas.
Después de un rato de charlar y cuando más excitados estábamos ambos, me propuso que les acompañe el fin de semana a esquiar. Después de pensarlo un poco le dije que si, que iría con ellos. Suelen ir con frecuencia y yo solo he ido media docena de veces en mi vida, por lo que espero no se burlen de mi inexperiencia.
Llegamos al hostal bastante tarde y nos vamos a la cama pronto. Mi compañero y su esposa en la habitación contigua a la mía.
A la mañana siguiente nos encontramos temprano en el comedor para desayunar metidos en nuestros monos de esquí. El de ella parece que va a reventar pues esos kilitos de mas hay que ponerlos también dentro.
Durante toda la mañana ellos desaparecen por las pistas más difíciles, mientras que yo hago mis pinitos en las zonas fáciles, ya que esto nunca ha sido lo mío. A la hora de comer nos encontramos de nuevo y acordamos volver temprano al hotel, pues al no estar habituados ya estamos cansados, especialmente yo.
Al hotel llego casi roto, por el esfuerzo y por los trompazos que me he dado. Me doy un buen baño de agua caliente y bastante recompuesto voy en busca de mis amigos, pues hemos quedado en salir a comprar alguna cosa antes de la cena.
Me abre la puerta Cristina metida en un blusón grande de algodón y el pelo todavía húmedo. Como suponía no están listos todavía, Pedro esta tumbado en la cama solamente con el slip, y una toalla debajo de la pierna.
— "Ya ves…me parece que me he hecho una contractura… bajaba a toda leche… he tenido que frenar delante de una señora y mira…"—me dice Pedro en tono sufrido, mientras Cristina se acomoda otra vez a su lado y empieza a darle friegas en el muslo y la rodilla.
Está de espaldas y de rodillas sobre la cama tratando de darle un buen masaje en la pierna. Yo me quedo a la entrada de la habitación y no puedo evitar mirar hacia las rollizas nalgas de ella. Con los movimientos que hace cada vez me enseña su imponente culo y las hermosas piernas que tiene.
Con sorna Pedro se dirige a mi para decir:
— Ya está bien de mirar el culo de mi mujer… se lo vas a desgastar y luego no va a servir para nada—y se ríe a carcajada limpia.
Ella gira un poco la cabeza para verme, se sonríe y mueve las caderas provocativamente haciéndome un poco de burla, sabiendo que eso puede encenderme aún mas y que no corre ningún peligro estando su marido delante.
La broma de Santi se la perdono pues ya le conozco y no es la primera vez que me hace una cosa así. Se que le gusta provocarme y observar mis reacciones, por lo que no se lo tengo en consideración. Lo que me ha llegado hondo es que ella también se haya sumado a la fiesta y crea que puede también “jugar” con mis ansias y deseos insatisfechos.
Si pudiese me la sacaba y se la clavaba hasta las bolas, así aprenderían los dos que conmigo no se juega de esta manera.
El masaje dura unos minutos mas, y por tanto la exhibición de las nalgas de Cristina también por lo que no puedo evitar que mi polla crezca debajo del pantalón hasta tener una buena erección.
— "A ti no te duelen las piernas… justo aquí? — me pregunta Pedro señalando la parte superior de la rodilla.
— Tengo las piernas de goma… y mañana estaré lleno de agujetas— le respondo resignado.
— Pues ponte aquí para que Cristina te dé un masaje… tiene las manos de ángel… ya verás cómo te sientes mejor—, me invita
Yo me resisto pues me da vergüenza desnudarme y que me vean empalmado como un burro. Al final me convencen, pero me pongo boca abajo, diciendo que lo que más me duele son los gemelos.
Me tumbo y siento las manos viscosas impregnadas de ese aceite con olor penetrante que usan los deportistas para relajar y reparar los músculos castigados por el esfuerzo. Van de arriba abajo por toda la pantorrilla apretando los gemelos y estirando los músculos, en principio provocando cierto dolor pero también una agradable distensión.
— Así que esto era lo que mirabas…eh pillín—, dice él. Supongo que se refiere al culo de su esposa.
— Realmente está de miedo… dan ganas de comértelo cariño… y es todo para mí—, dice entre risitas.
Ella silenciosa se afana en hacerme un buen masaje en los gemelos que tengo como piedras. Muy a pesar mío también la verga y los huevos están igual de duros y no encuentran consuelo.
La situación se prolonga durante unos minutos en silencio, solo interrumpida por algún gemido que otro de Cristina, la cual se esfuerza mucho en apretarme los músculos para conseguir el máximo efecto relajante.
— Mejor será que te des la vuelta para que pueda continuar—, dice Pedro.
Titubeante me pongo boca arriba esperando alguna broma respecto al bulto bajo mi slip. Mi sorpresa es mayúscula cuando veo a Pedro enculando a Cristina que yace a cuatro patas encima mío.
— A que no te lo esperabas?... eh! —, dice el mientras bombea con fuerza detrás de ella.
— No te lo había dicho…pero que sepas que Cristina sabe que te cuento nuestras cosas…y me había pedido conocerte—
— Se pone como una moto cuando le describo las caras que pones al oír nuestras aventurillas…jejeje—
— … y hoy por fín estamos los tres juntos—
Entre gemido y gemido, Cristina logra cogerme de la perna y simular que me da un masaje. Mientras su marido la sigue penetrando desde atrás, ella de un tirón sobre el slip, hace salir mi polla que ya está a punto de reventar, la toma con cuidado y le da unos cuantos meneos.
Pocos, pues Pedro empuja con fuerza y determinación hasta que ambos se funden en un soberano grito que parece de un animal salvaje. Él se deja caer a un costado y ella permanece a cuatro patas, gesticulando, moviendo las caderas convulsivamente y jadeando satisfecha.
Ha quedado extasiada después de tanto apretón.
Aún no tiene muy claro que nos está pasando, pero es como si una fuerza sobrehumana la empujara a realizar todo aquello que siempre deseo nos mira a ambos. Su marido la está observando, él ya ha tenido una sesión espectacular y ahora parece que es su turno.
Cristina se acerca a él y comienza a chuparle todo el cuerpo empapado en sudor. Me incorporo un poco, tratando de coger un pedacito de placer y le toco los muslos como intentando atraparla para no dejarla escapar.
Poco a poco voy acercando la lengua a su cuerpo hasta chuparle con fuerza su culo. Cristina empieza a chupar la polla de Pedro que, imparable, ha comenzado a crecer escandalosamente. Arriba, abajo, mientras sus manos tocan su cuerpo.
Mientras tanto ya he encontrado su chochito y noto lo mucho que está disfrutando abriendo sus labios con la lengua a la vez que introduzco los dedos con firmeza.
Ufff! me estoy volviendo loco. Cristina se acaricia los pechos con suavidad y se pellizca los pezones...se chupa los dedos y se toca las tetas con delirio.
Separa las piernas y deja a la vista su chocho enrojecido. Quiere que yo siga chupándolo, pero yo lo que deseo es darle un buen empujón y metérsela hasta las bolas.
Mientras ella se entretiene con la polla de su marido y sobándose las tetas, aprovecho y se la meto en el chocho que está muy mojado y ardiente.
Cabalgo a mis anchas con unos movimientos que me dejan sin aliento. Pedro gime, pues ella no deja de chupársela cada vez con más fuerza, incluso le clava los dientes con delicadeza y cada vez se le pone más gorda...creo que va a estallar.
Le doy varios empujones con fuerza que la hacen tambalear y gemir abiertamente.
Pedro ladea un poco el cuerpo para verme y poderme decir:
— Dale… dale fuerte!!!... menuda cara de gusto que pone!... dale.. dale otra vez… le gusta… esta como loca… sigue… dale.. dale fuerte—
Cristina ha dejado de mamársela y no para de gemir ante cada acometida. Las tetas se le van hacia delante y hacia atrás como dos campanas, su cuerpo se balancea dejándose impulsar por mis empujones. Pedro saca la cabeza por un lado para ver con detalle como hundo mi polla una y otra vez en el chochito, y como mis huevos golpean con energía contra las nalgas de ella.
— Si… si… así …dale fuerte… te está pidiendo más… no pares…sigue… así… con fuerza y hasta el fondo—, dice con voz emocionada.
— Siiiiiiii…. asiiiiiii , sigueeeee"— dice ella gritando hasta que llega al orgasmo.
— Aghhhhhhh….—y se derrumba encima de su marido
Inmediatamente me sale un chorro de leche que se esparce por sus nalgas y caigo arrugado por la ola de gusto que me inunda.
Pasados unos minutos, Pedro es el único que llega a decir algo:
— Nunca habíamos tenido una corrida así… debemos repetirla más a menudo—
Continuará…