Compañeras de piso (7)

Cap VII - Vero de compras

CAPITULO VII - Vero de compras

Era Enero, lo que significa Rebajas en el Corte Inglés. Yolanda estaba con su amigo que conoció, así que me presente sola en aquella inmensidad de centro comercial. Sin dudarlo mucho fui directa a la zona de los vestidos, cogí un buen montón de ellos y me metí en el probador.

Colgué los vestidos en el perchero y comencé a desnudarme delante de ese espejo tan grande. En ropa interior me quedé delante de él mientras me ponía el primer vestido, blanco precioso. Fui a probarme el siguiente, de seda negra muy suave. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y mi instinto me hizo quitarme también el sujetador y el tanga, colocando tal preciosidad de vestido sobre mi cuerpo desnudo. Me comenzaba a sentir cachonda. La seda rozaba mis tetas y mi concha ya húmeda. Poco a poco mis pezones se empezaban a notar sobre ese vestido tan fino. Mi mano se acercó a mi coño y comenzó a frotarlo sobre el vestido, escapándose unos leves gemidos de placer. Mi mano se metía por debajo del vestido para pellizcar mis duros pezones.

Me senté en el taburete que había allí, me subí el vestido y admire mi almeja mojada, chorreando jugos. Entonces decidí hacer algo que no había hecho nunca. Cogí el vestido blanco, lo hice un buruño y me lo empecé a meter por mi coño, poco a poco. Mis piernas temblaban, me estaba gustando muchísimo. Poco a poco lo fui metiendo hasta que todo estuvo dentro de mí, entonces lo dejé un momento mientras mi excitación subía poco a poco. Lentamente lo comencé a sacar tirando de él. Mis gemidos se escapaban de mi boca. Notaba como salía todo empapado con mis jugos, eso me ponía más y más cachonda. Cuando pude me metí el vestido en mi boca para saborearlos, mientras seguía tirando para sacarlo completamente. Cuando termino de salir, una pequeña explosión empapó todo el espejo. Estaba muy caliente.

Sin pensármelo cogí una de las perchas de los vestidos y comencé a metérmela por el coño. Me miraba en el espejo y eso me hacía ir más rápido todavía. Los gemidos daban paso a pequeños gritos de placer, cada vez más rápido. No tarde mucho en llegar a otro orgasmo, expulsando una gran cantidad de líquidos de mi interior. Entonces me quité el vestido y me tiré al suelo, apoyando mi culo y parte de la espalda sobre la pared que estaba justo enfrente del espejo. En esa posición, y viéndolo todo a través del espejo, comencé a meter esa percha por mi culito, que no estaba nada de dilatado. Me dolió al principio, pero poco a poco se fue abriendo paso hasta que pude agitarlo de una forma repetitiva. Cada vez lo movía más rápido. No tarde mucho hasta que note en mi cuerpo que estaba a punto de correrme de nuevo. Entonces comencé a frotar mi clítoris al tiempo que movía más rápido esa percha. Mi vientre se contrajo, ya estaba a punto de correrme, así que metí todo lo que pude la percha en mi ano y froté fuertemente mi clítoris. Una enorme fuente salió de mi interior, empapando el espejo que estaba 1 metro detrás de mí. Tras un segundo de descanso, otra explosión cubrió mi cuerpo y mi cara con mis jugos. Abrí la boca y me los tragué enteros. La fuerza disminuyó, pero no paraba de salir líquidos de mi interior, chorreando por mi vientre.

Ya con mi culo dilatado, una idea perversa me rondó la cabeza. Cogí el taburete y le di la vuelta, dejando las patas para arriba. Me puse ante el espejo y comencé a meterme una de esas patas por mi ano. Era muy gorda y larga, pero no me preocupaba, yo quería disfrutar ese momento. Poco a poco se fue haciendo paso mientras gritaba de dolor al verme en el espejo empapado meterme ese improvisado consolador. Con un poco de tiempo comencé un pequeño movimiento de vaivén que cambiaba mis gritos de dolor por unos de placer. Al tiempo que me pellizcaba mis pezones duros y rojos, podía admirarme disfrutando como una perra. Cada vez me metía más la pata de ese taburete, haciendo mis movimientos más rápidos. Mi coño comenzó de nuevo a chorrear jugos, muy suavemente esta vez, pero un chorro que parecía no tener fin. Entonces mi movimiento se hizo más corto pero más rápido, aumentando la fuerza de mi orgasmo. Al sacar a ese monstruo de mi ano, un fuerte chorro salió de mi coño, al tiempo que podía ver por el espejo mi culo dilatado.

Mis fuerzas comenzaban a flojear, así que decidí cambiar de postura. Cogí el taburete y lo giré poniéndolo en la pared de enfrente del espejo, con las patas mirando hacia él. Me puse a cuatro patas y me lo volví a meter por mi culo. Estaba vez tenía la cara pegada al espejo, por lo que podía ver la cara que ponía. Mis embestidas sobre ese taburete comenzaron, esta vez fuertemente. Sin darme tiempo a disfrutar, sentí como por mis muslos chorreaban mis jugos. Chupaba el espejo, todavía empapado de mis jugos.

Era el último orgasmo que iba a tener esa tarde y quería verlo, así que puse el taburete en posición normal y me senté delante del espejo. Una de mis manos se introdujo completamente en mi culo, mientras la otra frotaba mi clítoris, al tiempo que veía todo gracias al espejo. Al sacar la mano de mi culo, lo veía todo dilatado, un gran agujero que me hacía sentir más cachonda todavía. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, pasando por mis labios ardientes, por mis pezones duros y rojos hasta llegar a mi vientre. Apreté fuertemente sobre él, descargando fuertemente un gran chorro sobre el espejo. Ese líquido rebotaba en el espejo y me inundaba la cara y el cuerpo. Parecía no tener fin. Mis piernas temblaban de placer, mis fuerzas flaquearon, cayéndome del taburete al suelo, sin que mi coño dejara de echar líquidos, esta vez de forma más suave.

Ni que decir cabe que me llevé el vestido negro, jeje.