Compañeras de piso (6)

Cap VI - Vero estudiando

CAPITULO VI - Vero estudiando

Seguíamos de exámenes, aunque ya quedaba menos para las fiestas locales (los famosos Cartagineses y Romanos). Eran las 2 de la mañana y una ya estaba casi exhausta de tanta formulita y tanto numerito, así que decidí echarme un rato en la cama, a ver si por un casual me quedaba dormida. Puse la tele un rato, pero no daban nada interesante, así que haciendo zapping fui a parar de nuevo a ese canal porno alemán, de nuevo. Rápidamente lo quité, pero mi instinto se desató al recordar lo que pasó el día anterior con Yolanda.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Decidí levantarme y volver a sentarme en la silla, no tenía ganas de "divertirme". Sentada allí, delante del escritorio, mis piernas comenzaron a temblar mientras sentía como un chorrito se deslizaba por mi entrepierna. Casi sin querer llevé mi mano al pantaloncito que llevaba, ya húmedo, ya que no suelo acostumbrar llevar ropa interior. Allí lo comencé a frotar, muy suavemente. Mi mano se comenzó a mojar, así que me la llevé a la boca para saborear mis jugos. Instintivamente, mi otra mano se metió dentro del pantalón, frotando fuertemente todo mi coñito. Los gemidos se me escapaban suavemente a la vez que me quitaba la camiseta que llevaba. De nuevo me llevé esa mano húmeda a mi boca, me encantaban mis jugos, dulces y sabrosos. La otra mano, casi en un acto reflejo, me quitó el pantalón, húmedo, quedándome desnuda frente al escritorio. Levanté mis piernas y las puse sobre la mesa, a la vez que cogía ese pantalón y lo saboreaba en mi boca. Comencé metiéndome un par de dedos, lentamente, disfrutando del momento. Sentía que el orgasmo estaba cerca, así que pare, haciendo sufrir a mi cuerpo.

Levantando un poco la vista, observé mi caja de 24 rotuladores. Un deseo me hizo saber cuantos sería capaz de albergar en mi coño húmedo. Uno detrás de otro comencé a metérmelos. Mi coño dilatado como pocas veces con toda la caja metida. El escalofrío que precede a mis orgasmos me recorrió por completo, así que comencé a frotar mi clítoris y a morder uno de mis pezones rojos y calientes. La fuerza de mi descarga hacía que los rotuladores fueran saliendo ellos solos, mientras un hilillo de jugos recorría toda la silla hasta el suelo.

De pronto, una fantasía me vino a la cabeza ¿y si alguien me estaba observando? Sin pensármelo, salí al pequeño balcón que tengo y comencé a masturbarme. El hecho de que alguien me pudiera estar viendo o escuchando me puso aún más cachonda. Puse mi pierna sobre la barandilla y comencé a meter mi mano en mi coño. Ese hilillo de jugos que continuaba saliendo de mi interior me lo iba esparciendo por mis tetas y mi cara. En unas cajas que tengo por allí observe un par de cosas que me podía ser útiles. Las abrí y encontré mis consoladores de esta noche: un viejo ratón del PC y una raqueta de tenis.

Me tiré al suelo, cogí el ratón y comencé a metérmelo. Una vez estuvo dentro, cogí la raqueta y empecé a metérmela por mi culito. Gritaba de dolor, hasta que comenzó a entrar y comencé a gemir. Me excitaba pensar que alguien se pudiera estar masturbando con mis gemidos de placer. Me puse en cuclillas, apoyando la raqueta entre la pared y el suelo, y ahí comencé a subir y bajar, notando como ese mango largo y negro se metía en mi ano. Los gemidos se tendrían que oir en toda la manzana, pero eso me gustaba. Aceleré el ritmo, era como si un negro me estuviera metiendo su enorme tranca. Con las manos tiraba del hilo del ratón que intentaba salir de mi coño húmedo y apunto de descargar. Al sacarlo, una descarga comenzó a salir. Me levanté, sacando la raqueta de mi culo, me puse de pie y froté el clítoris muy fuerte. Esa fuente que tengo ahí abajo comenzó a descargar bien lejos, saltando directamente hacia la calle. La fuerza disminuía pero no cesaba de salir líquido, así que me tiré al suelo, revolcándome sobre mis jugos, cogí la raqueta y comencé a metérmela por mi almeja. Como si de un consolador se tratara me la metía fuerte y rápido, cada vez más rápido. Un último escalofrío recorrió mi cuerpo. Saqué ese improvisado consolador y me lo metí por mi culo. Nada más entrar y empezar el movimiento, un fuerte chorro salió hacia arriba, cayendo sobre mi boca y mi cuerpo. Parecía no tener fin. Mientras seguía moviendo eso metido en mi culo, aquello continuaba echando líquido.

Toda empapada, saqué ese artilugio de mi culo, quedándome sentada en ese balcón, con todo el suelo empapado. Allí continué masturbándome durante un buen rato, suavemente con mi mano sobre mi clítoris y mi boca en mis pezones, como esperando a que alguien me viese.