Compañeras de piso (21b)
La vuelta de Vero
Al fin se acabó la jornada laboral, y como os dije en el anterior capítulo, me fui con mi Ohmibod metido en mi coñito. Tiene muchos niveles y patrones de vibración, aunque a mí me gusta llevarlo en plan aleatorio, que me de placer de manera intermitente, pero, sobre todo, que me sorprenda, que no me lo vea venir. Y así me lo puse. Yo sólo le regulo la fuerza, él ya me da el “calambrazo” como yo lo llamo, cuando quiera. Tengo que decir que solo con llevarlo metido e ir andando ya me excita, porque es así gordito y se me aprieta dentro de mi coño de una manera que hace que me moje toda, así que con él moviéndose dentro, puf, me es imposible describirlo.
El caso es que así salí a coger el ascensor. Son 20 pisos y es más bien lentito, así que, para no aburrirme, lo pongo en modo manual y por cada piso que pasa le doy un puntito de fuerza, ya que casualmente tiene 20 puntos también. Los 5 primeros pisos vas notándolo como aumenta suavecito, del 6 al 9 ya empiezas a suspirar, pero los 10 últimos ya son demasiado y no puedo parar de gemir. El 11, el 12, el 13, me agarro fuertemente a la barandilla. 14, 15, 16, casi no puedo ir dándole al botoncito para que suba de intensidad. Mis piernas comienzan a temblar. 17, 18, se me doblan las rodillas así agarrada como buenamente puedo. 19 y 20, el máximo, y encima el ascensor tarda en abrir las puertas, me quiero morir. Me muerdo la boca para no gritar demasiado, no vaya a ser que haya alguien esperando para subir. CLINK! suena una campanita al abrir las puertas, momento en el que lo bajo al 5, respiro fuerte, pongo el modo auto y me recompongo como puedo.
Salgo temblorosa, eso sí, casi me corro en ese maldito ascensor. Ahora un poco más relajada de paseo para coger el metro. Cada ciertos pasos me pego un traspié, pero no es por torpe, es porque el cacharrito me pega uno de sus calambrazos durante unos segundos. Debe ser
gracioso verme andar por la calle, pero la verdad es que me da igual, me encanta esa sensación de ir cachonda todo el rato. El metro es mi lugar de regocijo habitual. Donde lo cojo no suele ir muy lleno y hasta donde vivo se va vaciando y casi llego yo sola, por lo que intento buscar un lugar al fondo, donde nadie me pueda ver.
Por suerte, así fue esta vez, estaba libre la fila del fondo, y allí me senté, a disfrutar del plácido viaje. Saqué el móvil del bolso, me dejé escurrir un poco por el asiento, apoyé los tacones sobre los respaldos de delante abriéndome un poco de piernas y me subí un poco la falda, lo
justo para ver como salía el rabito de ese cacharro por el borde de las braguitas. Al menos a mí me parece muy morboso estar ahí a la vista, pero escondida de la gente, sólo pueden verme la cara por encima de los asientos. Y ahora, solo tocaba jugar con la intensidad, ir disfrutando de
cada número, de cada modo de vibración, de notar como con cada pulsación mi cuerpo se notaba más y más caliente. Hay gente que lee libros durante el camino, yo prefiero que mis jugos mojen mis braguitas y llegar a casa exhausta como si me hubiera follado la selección de
futbol de Camerún.
Tan mojadas se pusieron de verme entre tanto mandingo (es una fantasía que espero algún día cumplir) que tuve que quitármelas, así disimuladamente, sin que nadie se diera cuenta, dejando todo mi sexo al aire. En poco tiempo, mi coño comenzó a chorrear ligeramente, y ese
rabito que antes salía por mis braguitas, comenzó a salpicar lo que de mí salía, estaba súper mojada. Era algo que hacía de habitual, pero hoy se ve que imaginar tanta polla negra me había acelerado el cuerpo. Tanto que, ante esa situación, decidí acariciarme un poco el clítoris.
No es algo que suela hacer, me gusta hacerme sufrir un poco y no tocarme en todo el viaje, pero me vi sin las braguitas y tan mojada que no pude resistirme. Mis dedos comenzaron at ocarlo muy suavecito, y enseguida se puso muy duro. Con la otra mano manejaba el cacharro, le quitaba intensidad, le ponía más, lo apagaba, lo encendía a tope, me estaba torturando suavemente, hasta que, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo, me venía un orgasmo.
Yo decidía si seguía o paraba y terminaba en casa. Era una pregunta que yo no podía responder, así que lo puse al mínimo y esperé a ver el cuerpo lo que me respondía. Con toda la mano chorreando de frotarme el clítoris, la limpié un poco con mi boca y me solté el botón de la blusa que impedía que se me viera el sujetador de encaje que llevaba. Por debajo, se entreveían mis pezones, marcándose duros a través de esa telilla. Miraba al fondo del vagón, la gente había ido yéndose y ya casi no quedaba nadie, y aún me quedaban unas pocas paradas antes de llegar.
Creo que la decisión estaba tomada. Puse un patrón lineal, nivel 15, y bajé mi mano a mi clítoris para frotarme muy rápido, apretándolo muy fuerte. Ese rabito que salía de mi coño comenzó a disparar mis jugos por todas partes, mojando el respaldo, mojándome a mí, no paraba de moverse ni mi coño de echar líquido. Con la otra mano me tapaba la boca porque no quería gritar, me apretaba los dientes como podía, pero eso no paraba.
Y claro, con una mano en mi clítoris y la otra en la boca, no podía parar el cacharro, hasta que no pude aguantar más, y lo siento por lo que limpian los trenes, pero pegué un apretón en mi coño y el cacharro salió disparado seguido de un chorro descomunal como hacía tiempo que no me salía. Fue tan fuerte que saltó el asiento que tenía delante, cayendo sobre el siguiente. Y seguido a ese vino otro, y otro más. Y como no paraba de frotarme el coño mientras tanto, también me cayó bastante por encima, mojándome el pelo, la cara, la blusa.
Cuando dejó de salir tan fuerte pude agacharme y recoger el cacharro del suelo, que estaba dando vueltas como un loco y hacía un ruido de vibración que me podrían haber pillado. Pero ya sabéis como es mi cuerpo y que nunca se sacia, así que, ni corta ni perezosa, y viendo que tenía todo el culo mojado también, comencé a meterlo por ahí. Nunca antes lo había hecho, no me había atrevido, pero para todo hay siempre una primera vez. Y poco a poco le fui haciendo hueco, hasta que entró entero. No le costó mucho, la verdad.
De repente, suena mi parada en el vagón, tengo que bajarme. Antes, le pongo un nivel decente, el 10, modo lineal, que me vaya torturando poco a poco. Me levanto como puedo del asiento, sin bragas, con el pelo y la cara mojada, el rimmel corrido, la blusa mojada (y encima blanca) dejando entrever mis tetas sobre mi pequeño sujetador y con el cuerpo tembloroso de tan terrible orgasmo que acababa de tener.
Poco a poco, apoyándome por las paredes, consigo salir de la estación, cruzándome con gente que ni se entera del placer que estoy exprimiéndome. Por suerte, mi edificio está justo enfrente, sólo tengo que cruzar el parque y subir a mi piso, un 10º. Casi ni podía andar, la verdad, con eso metido por el culo, vibrando como un loco. A duras penas llego a la puerta, me tiemblan las manos, casi ni acierto a meter la llave. Por suerte, alguien baja y me abre. Su cara era todo un poema al verme de semejante guisa. Me daba igual la verdad, yo casi ni vi quien era, aunque espero que no fuera el vecino macizorro.
Creo que mi cuerpo había llegado a un punto de no retorno en el que sólo se podía alargar la agonía, y yo no podía más. Estaba sudando a la vez que jadeando de placer. Mi coño volvía a estar ardiendo y por mis muslos volvían a bajar mis jugos. La falda me rozaba suavemente y eso me estremecía, seguro que tenía el clítoris como un dedo de gordo. No lo dudé, y mientras llegaba el ascensor lo hice: nivel 20. A tope y en el culo, que sea lo que Dios quiera.
Una vez dentro, ya me daba igual todo. Me agarré como pude a la barandilla, con las 2 manos, las piernas bien abiertas y comencé a gritar como si me estuvieran violando. En todo este camino por el parque, los jugos habían llegado chorreando hasta mis tacones, pero en este momento se convirtió en un hilo que caía directamente al suelo del ascensor. Si me tocaba me correría enseguida, pero no quería, aún no.
Piso 6, 7, 8, y no paraba de chorrear, como si me estuviera meando de pie. Las piernas me fallaban, pero no quería caer al suelo, al menos no aquí. 9, 10, CLINK! Se abre la puerta y me suelto de la barandilla, entonces caigo al suelo, a cuatro patas. Por suerte, no tengo vecinos, así que no me importó quedarme así. Arrastrándome alcancé mi puerta, pero no podía ni levantarme, sólo quería disfrutar y gozar de tremendo orgasmo que estaba teniendo. Entre llorando y gimiendo estaba deseando pegar un apretón y correrme, no podía aguantar más, pero no tenía ni fuerzas.
Como buenamente pude, me puse bocarriba en el suelo y apoyé las piernas en la pared. Creo que llegué a clavar el tacón en la pintura de la fuerza que hice para que no se me cayesen las piernas. Temblando, me solté los 2 botones que me quedaban de la blusa y saqué mis tetas del sujetador como buenamente pude. Todo eso mientras en mi culo ese diabólico cacharro seguía vibrando a tope en mi culo. Con maestría insospechada, alcancé con mi mano el rabito del dichoso artilugio, sin ocurrírseme nada mejor que comenzar a moverlo de dentro a fuera de mi culo, mientras mi otra mano, ahora sí, se fue directa a por mi clítoris.
Nivel 20 por primera vez dentro de mi culo, el resultado no fue ninguna sorpresa. Cuando supe que mis piernas no se caerían, apreté y comencé a correrme, mucho más fuerte que antes en el vagón. Mi chorro salía hacia la pared, hacia el techo, por todos lados, para caer sobre mí. Yo abría la boca, me encanta tragármelo, saborearlo, escupirlo, para seguir tragando más. No paraba de moverlo y de frotarme y aquella fuente no cesaba. Mis tetas, mi pelo, mi cara, todo el suelo empapado. No paraba. El cacharro se me salió del culo de tanta fuerza, pero mi coño mo paraba de expulsar líquidos. Yo ya no veía nada, entre el placer y que me había caído en los ojos, así que los cerré y me dejé llevar.
Cuando todo acabó, exhausta, rendida, no sabía ni donde estaba. Con la respiración agitada, bajé las piernas de la pared y, apoyándome en la puerta, pude levantarme vagamente. Cuando pude abrir los ojos, busqué las llaves y pude ver el espectáculo demencial que había dejado allí. Parecía que hubieran tirado un cubo de la fregona por el suelo y otro por la pared. Bueno, y otro sobre mí claro. Es increíble lo cachonda que me pone ir así.
Nunca he entendido como todo eso puede salir de un cuerpo tan canijo como el mío, pero ya que tengo esta habilidad, la voy a disfrutar, como he hecho siempre.