Compañeras de Piso (20)
Cap XX - Vero y Yolanda en la Ducha
CAPITULO XX Vero y Yolanda en la Ducha
Al fin terminaron los exámenes, parecía que no llegase nunca. Son 3 semanas desesperantes, no paras quieta, con exámenes cada dos días no tienes tiempo para nada, pero al fin llegó el último examen. Y mientras salían las notas, lo que será una gran desilusión estoy segura, los chicos de la universidad nos han organizado una fiestecita para olvidarnos de las penurias.
En fin, aquí ando yo en el baño mientras Yolanda, que es bastante más coqueta y lenta todo sea dicho, sigue eligiendo vestidito. Me quito la ropa y abro el grifo del agua caliente. No pasó mucho tiempo para que ese diminuto cuarto de baño se llenara de una densa niebla que me incitó a meterme en la ducha y relajarme un ratito. La verdad es que yo era más de baños placenteros que de duchas rápidas, así que me senté en el fondo de la bañera y fui dejando que el agua me fuera cubriendo poco a poco. Empezó a subir por mis muslos, llegó lentamente a mi cintura y fue cubriéndome poco a poco mis coquetos pechos. Entonces cerré el grifo y dejé que mi cuerpo cogiera una temperatura similar a la del agua, dejando tiempo al tiempo y disfrutando del momento, pero mi graciosa amiga irrumpió en ese pequeño cuarto. Había quedado previamente con un tipo y necesitaba darse una duchita antes de arreglarse.
A Yolanda no le importaba pasearse desnuda entre su cuarto y el baño, que tampoco le pillaba muy lejos, así que nada más entrar me encontré ese cuerpo perfecto frente a mí. Ella sin mediar palabra cogió y se metió en la ducha, sentándose enfrente mía. Creo que ya dije en otro momento, pero teníamos una bañera realmente grande, perfecta para que entrasen dos personas. Yolanda al meterse entrecruzó sus piernas con las mías y comenzó a hablarme de lo que tenía pensado hacer esta noche, que si iba a dejar al chico seco, que si patatín que si patatán. A mi realmente me importaba un comino lo que hiciese o dejase de hacer, solo podía fijarme en esas tetas que tenía, y como con suavidad las iba enjabonando con esas calientes manos. Casi sin quererlo un hilito de saliva comenzó a resbalar por mi labio como si de un niño se tratase. Yolanda sabe que ella a mi me gusta, y cuando quiere ganas de fiesta no tiene el más mínimo reparo en mostrarse sensual y ardiente. El caso es que sin darme cuenta me estaba acariciando mi coñito con su pie, lentamente, suavemente, disfrutando del momento. Yo no podía mediar palabra, mi boca seguía abierta con ese hilito de saliva que parecía no tener fin, cerrando los ojos, disfrutando con el roce de ese pie.
En un rápido gesto, Yolanda se colocó tras de mí. Untó sus manos en jabón y comenzó a extenderlo por mi pequeño cuerpo. Comenzó por el cuello y fue bajando lentamente hasta mis senos. Allí con pequeños círculos fue, pasito a pasito, llegando a mis senos. Con la puntita de los dedos fue delicadamente pellizcándome, mientras de mi boca se escapaban unos gemiditos que indicaban que el trabajo de mi rubia favorita estaba bien hecho. Las manos siguieron su camino, introduciéndose en el agua caliente, llegando hasta mi vientre. Al tiempo que ella me mordía ligeramente la oreja, sus dedos llegaron a mi coñito, donde empezó a acariciarlo. Yo nada más que podía agarrarme a sus muslos y apretarlos fuerte, me estaba encantando lo que me hacía, y ella también estaba disfrutando ya que empezó a moverse suavemente para frotarse con mi espalda.
Con mi pie quité el tapón de la bañera, lo que hizo que ambas viésemos nuestros cuerpos. Eso nos produjo más excitación aún. Yolanda resbaló sus manos por mis muslos, al tiempo que mis manos buscaban su boca. Ella comenzó a chuparlos fuertemente, generando mucha saliva, mientras sus dedos empezaban a frotarme el clítoris. Su saliva resbalaba por mis dedos, cayendo sobre mi cuerpo y bajando hasta sus dedos, lo que hacía que la excitación fuera en aumento. Cada vez me frotaba más y más fuerte y yo metía más mi mano en su boca, incluso creo que me pasé ya que dio alguna arcada, pero ella no me dijo nada, es más parecía que le gustaba. Pasó lo inevitable, de mi coño empezó a salir ese líquido eufórico llamado orgasmo. Era excitante verlo como llegaba hasta la pared de enfrente.
Al terminar esa fuente que tengo como coño, me giré y la besé fuertemente, ahora me tocaba a mí hacerla disfrutar. La puse de pie en la bañera, mientras yo permanecía de rodillas, comenzando a lamer su precioso sexo. Ella, sin pedírselo, cogió una pinza para el pelo y se la metió en la boca. Su saliva comenzó a resbalar por sus labios y a caer por sus senos para terminar el camino en mi lengua que estaba trabajando allí abajo. Sus piernas comenzaron a temblar al instante en que mis dedos comenzaron a trabajar junto con el ardor de mi lengua. Sabía que estaba apunto de miel, así que decidí que disfrutara tanto como yo, por lo que cogí uno de esos botes de laca tan largos y delgados. Lo metí suavemente en su coñito, lo que hizo que un profundo gemido saliera de su boca que no podía cerrar por tener la pinza mordida. Comencé a moverlo orgásmicamente, siendo los movimientos cada vez más profundos, cada vez un poquito más adentro. Su clítoris comenzó a ponerse duro y más duro, así que mi lengua se fue directa a por él. La saliva que bajaba desde su boca hizo que fuera realmente placentero. Yolanda estaba realmente caliente, y de su coñito comenzó a brotar el orgasmo, lentamente, disfrutando del instante. Ella directamente con sus manos cogió el bote y se lo metió todo lo que pudo, que no era poco. Yo sólo puse la boca en el sitio idóneo para llenarme con sus calientes jugos. Una vez lo tuve los llevé a su boca para que los compartiésemos, fundiéndonos en un ardiente beso.
Pero esto no acabó aquí, solo era el comienzo porque Yolanda tenía aún una reserva guardada. Sacó ese bote de su húmedo sexo y de un empujón me tiró fuera de la bañera. A cuatro patas me encontraba con ella detrás, miedo me daba lo que me haría. Cogió otra pinza y en lugar de morderla como hizo ella, me la puso directamente sobre la lengua, lo que hacía que hubiera un dolor en mí que incluso era placentero. Me escupió un par de veces sobre mi culito para lubricarlo y con cariño lo empezó a meter. De mi boca salían unos gemidos de placer y dolor. Yolanda cada vez lo metía más y más, y lo movía más y más rápido. Yo no podía casi no moverme, mientras de mi boca caía la saliva al suelo. A cada empujón de ella yo me pegaba más y más a la pared, pero ella no aflojaba. Cada vez me encontraba más vertical, la penetración anal era ya increíble, entonces Yolanda me quitó la pinza de la lengua y también se puso a cuatro patas, metiéndose la otra parte del bote por su culito. Aunque el bote era realmente grande no hubo problemas para que ambos culitos se tocasen a cada movimiento. Ambas gemíamos como si no existiese nadie más en el edificio. El chasquido de nuestros culos tocándose era tan placentero que ambas estábamos en éxtasis. Antes de corrernos, nos dimos la vuelta, nos pusimos bocarriba, cruzamos nuestras piernas y seguimos el movimiento, frotando cada una el clítoris de la otra. Las corridas fueron tremendas, saliendo para arriba fuertemente y bañándonos las dos.
Una vez terminaron los grifos, sacamos ese improvisado consolador de nuestros culitos, pero aún estábamos algo calientes, así que no pudimos evitar comenzar a frotarnos fuertemente. Sentadas en el suelo nos abrazamos y comenzamos a restregarnos. Tiré a Yolanda contra el suelo y me coloqué de lado encima de su sexo. Nuestros coños se cruzaban ardientemente, mientras cada una sentía el clítoris de la otra. Con mis manos apretaba las tetazas de Yolanda, pellizcaba sus pezones, ambas gemíamos, disfrutábamos de la situación. Yo cada vez me apretaba más a su coño, ella levantaba su culito del suelo para gozar aún más. De mi saliva dejaba caer la saliva para que recorriese mi cuerpo y cayese sobre nuestra zona de juegos para que la lubricación fuera aún más intensa. Yolanda me escupía también, yo se los devolvía y caían sobre sus pechos. Eran unos momentos muy sugerentes. Yo me tiraba sobre ella y la besaba ardientemente. Yolanda me dio la vuelta y ahora fue ella la que se movía sobre mí, frotándose fuertemente, gritando como posesas.
Así estuvimos un buen rato para terminar corriéndonos de nuevo y terminar cayendo exhaustas al suelo. Yolanda se levantó, me dio un beso en la boca y se metió en la ducha, dejándome allí tirada, toda mojada con nuestros jugos. Al salir ella entre yo y ya nos fuimos de fiesta, ya os contaré que tal fue.